El conocimiento

de Dios.

Según las obras de San Teofano Ermita.

Traducido por Dra. Elena Ancibor

De todas las ventajas sobre las demás criaturas terrestres, que en forma visible fueron otorgados al hombre por la Sabiduría creadora omnipotente, la mas alta es la capacidad de conocer a su Creador, adorar y amar a Él [1, p.5].

Dios es el Ser mas alto y superior, con infinitas perfecciones, por Él nosotros "vivimos, y nos movemos, y somos" (Hech. 17:28) y del Cual depende todo. La verdad de la existencia de Dios es la primera y básica verdad de la enseñanza de fe cristiana y de toda su teología; ella debe constituir el objetivo principal de conocimientos de la mente humana. "Es necesario, que el que se acerca a Dios crea que El está" (Heb. 11:6) — dice el apóstol. Pablo. El cristiano, que tiende a la salvación, debe conocer a Él en la medida de sus fuerzas y capacidades. Este es su primer y el mas sagrado deber. La tendencia hacia el conocimiento de Dios debe constituir la meta y el sentido de la vida de un hombre. El conocimiento de la verdad Divina sirve d base a la vida de la salvación [2, p.166].

La naturaleza Divina es toda perfecta e indefinible. En Su Esencia Él para nosotros — es la profundidad y el misterio, que no es posible conocer hasta el final. Que es Dios en Si Mismo, fuera de Sus manifestaciones en el mundo, — es inconcebible para la mente humana. Esto no puede saber ninguna criatura, no solo visible, sino también invisible, o sea los mismos ángeles: en la medida que no existe ninguna comparación entre el Creador y la criatura [3, p.4].

La Revelación del Antiguo Testamento enseña claramente sobre lo inconcebible de Dios para nosotros, indicando la causa de esto en la grandeza inconmensurable del ser Divino, comparado con el ser humano. Según la palabra del Apóstol, Dios "habita en luz inaccesible, a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver" (1 Tim. 6:16).

Dios no puede ser visto ni palpado con nuestros sentidos externos de manera como vemos y palpamos a los objetos del mundo de los sentidos, y así los conocemos. En Dios todo es invisible, tanto Su Ser Divino, como las propiedades divinas de Él, tal como son, no solo para nosotros, sino también para los espíritus superiores [4, p.90].

Hasta los santos, que habían recibido revelaciones en la tierra, no podían tener conocimiento perfecto sobre Dios y esperaban el conocimiento mas alto, comparado con el actual, solo en la eternidad. Pero, a pesar que Dios es inconcebible en Su Ser, Él no nos dejó en total ignorancia sobre Él. Todo lo que es útil y necesario de conocer sobre Dios y lo que podemos percibir, Él reveló a nosotros en obras de Su creación y providencia, a través de la Ley y los profetas y a través de Su Hijo Unigénito.

Inconcebible en Si Mismo en Su naturaleza y Ser, Él es cognoscible para nosotros en la faceta de Su Ser, que Él Mismo revela en Sus actos y manifestaciones en el mundo. El Todoconocimiento Divino es inabarcable. Su parte mínima, necesaria, Dios nos reveló sobre Si Mismo en Sus actos [5, p.71].

En base a las revelaciones sensibles de Dios, el hombre puede formar un cierto entendimiento sobre Él; mas exactamente, acercarse hácia la comprensión del Ser Divino. La Verdad Divina camina por la tierra y posee testimonios veridicos sobre si misma. El que desea sinceramente, siempre la encontrará [6, p.174].

Hay dos métodos principales y objetivos del conocimiento de Dios: el natural y el sobrenatural.

El método natural del conocimiento de Dios — es conocerlo a través de todo que Dios revela sobre Si Mismo, sobre Sus características y actos, tanto en la naturaleza visible que rodea al hombre, como en la naturaleza semejante a Dios, del mismo hombre y sus destinos históricos.

La naturaleza visible da claro testimonio a todos los hombres sobre la omnipotencia, sabiduría y bondad del Creador y Providente. Dios abrió el libro de la naturaleza que es imposible no leer, y que está delante de los ojos, y en el cual Él representó a Si Mismo y manifestó a los ojos de todos [4, p.89]. Observando y estudiando el mundo que lo rodea, su diversidad, belleza, armonía y conformidad a la meta, el hombre llega naturalmente al conocimiento de Dios, tal como estudiando una obra, él conoce al autor.

Al examinar a diversas criaturas, el hombre ve en ellas la impronta de la inconcebible Sabiduría Divina e ilimitada benevolencia del Creador. Cuando pensamos sobre las criaturas de donde son, porque están tan perfectamente organizadas y porque aparecieron en tal maravilloso orden, infaliblemente vemos a Aquel, Quien es invisible por Si Mismo [4, p.89].

El mismo alma humana, creada según la imagen Divina, que posee la inmortalidad y la capacidad de ilimitado perfeccionamiento y tendencia innata hacia la Divinidad, la verdad, el bien y la belleza, todavía mas claramente atestigua sobre la existencia y perfecciones del Creador.

Se puede ver al dedo Divino y Sus caminos en la historia de reinos y pueblos, y en la vida personal de la gente, ya que la historia de la humanidad, como la vida de cada hombre, no es una cadena de simples casualidades, es el lugar de la acción de la Providencia Divina, que lleva al mundo hacia una meta definida (Hech. 17:26; Salmo. 66;4-5; Deuter. 4:34-35).

Observando y pensando sobre los actos de la creación y de providencia Divinas, el hombre puede encontrar en el mundo las improntas de las perfecciones Divinas. El rastro de Su existencia, Sus características Divinas y Su siempre existente fuerza, que Dios dejó claramente sobre Su creación. No sierres los ojos y la mente, y verás. Como el rastro sobre la nieve muestra quien pasó, hombre o animal, así esta claramente impreso el rastro Divino sobre la creación, lo observarás en general o de cada criatura en particular [4, p.90].

A pesar de que Dios Se revela en actos de Su creación y providencia y no esta lejos de cada uno de nosotros, el verdadero conocimiento de Dios a partir de la Revelación natural, es posible solo con la misteriosa e inconcebible iluminación del espíritu humano por el Espíritu Divino, que "sopla donde quiere" (Jn. 3:8). Para un conocimiento verdadero de Dios no alcanza solo la Revelación natural. La causa principal de esto — se encuentra en la profunda vulneración de la naturaleza humana por la caída en el pecado.

La revelación Divina sobrenatural, como medio del conocimiento de Dios, tiene indudables ventajas sobre el médio natural. Nos confiere la necesaria y accesible para nosotros en la vida terrenal, plenitud de conocimiento de Dios. Esta plenitud de conocimiento de Dios es otorgada al hombre por el Encarnado Hijo de Dios. "El Salvador dice, que es enseñado por el Padre, los Apóstoles están enseñados por el Señor Salvador, todos los creyentes están enseñados por los Apóstoles [7, p.62].

El conocimiento de los objetos de la fe puede ser de tres tipos: el mental o científico, el experimental que se forma con el trabajo de purificación del corazón, y el vívido que se obtiene directamente al entrar en la región de la luz [8, p.446].

El espíritu humano posee una capacidad innata de conocimiento de Dios como un Ser Superior, todo perfecto, le es natural dirigirse a Él, el deseo directamente palpar y sentir a Él (Hech. 17:2-28). La verdad Divina es en general congenial a nuestro espíritu. Pero conocer a esta verdad escondida se puede solo por medio de una fuerza de calidad Divina. Esta fuerza en nosotros es el espíritu, y en él la mente [9, p.232].

La plenitud de la verdad Divina se encuentra en Dios, Quien es la fuente de todo conocimiento y sabiduría. El Espíritu Santo introducía las mentes de los Apóstoles y profetas en el tesoro de la sabiduría Divina, ellos tomaban de allá, y anunciaron a nosotros, — anunciaron la sabiduría que nadie de los príncipes del siglo — genios — no conocía y no podía conocer [10, p.80]. Dios creó la mente humana, capas de conocer la verdad, pero la misma mente humana no es su fuente, ya que por su designio es solo el medio de percepción de esta verdad, solo el recipiente que puede contenerla.

El cristiano debe perfeccionarse en el conocimiento de las verdades reveladas por Dios, y con esto liberar a la mente de "autointeligencia" [9, p.460]. Si el hombre trata de conocer a la verdad solo con su mente, entonces irremisiblemente cae en errores y deforma su esencia, ya que la verdad, revelada por Dios, no puede ser comprendida y explicada naturalmente. La gente muy capaz con muchos conocimientos sobre las cosas creadas, que han estudiado historia, ciencias físicas, matemática, medicina, leyes, filología, a menudo llegan a un convencimiento erróneo: que para ellos también los objetos de la fe son comprensibles, y comienzan a explicarlos de manera inteligente para ellos, o sea, que objetos de fe no tienen nada incomprensible, y que todo en ella es naturalmente comprensible [7, p.469].

La finalidad de la mente humana está en la aceptación y apropiación de las verdades, reveladas por Dios, para que ellas se diluyan en su ser como sus principios naturales. Codiluyendose con la mente Divina, la mente humana, paulatinamente, es introducida por Dios en los misterios de la existencia y fenómenos,

El cristiano recibe la sabiduría de Dios "La mente de Cristo" (1 Cor. 1:19-23) iluminado por la Gracia. "Que no piensen que en los temas de la fe no hay filosofía, No, el conjunto de las verdades de la fe es la mas armónica, alta, consoladora e inspiradora de las filosofías, un sistema verdadero que no presenta ni un sistema filosófico" [12, p.132].

Cada cristiano debe tratar de llegar a un claro conocimiento de la enseñanza cristiana, trasformarse en un teólogo, que sabe mucho sobre cosas Divinas [2, p.166]. Para llegar a esta meta, hay que estudiar toda la vida, y considerar perdido el día en el cual no aprendió ninguna lección de sabiduría. Perfeccionándose y adelantando en el aprendizaje de verdades, reveladas por Dios, el hombre debe cuidar el tesoro adquirido como la pupila del ojo.

La mente humana es una fuerza que permite ver el mundo espiritual, pero esa capacidad debe ejercitarse, entrando en contacto con Dios y el mundo espiritual. A medida que progresa el cristiano en la vida espiritual, los conocimientos adquiridos por la mente comienzan a trasformarse en vívidas convicciones. Sin el vívido contacto con Dios, el conocimiento espiritual quedará para siempre en nuestro espíritu como una exigencia conjetural, y nunca se elevará a la calidad de conocimiento claro real, definido — convincente en forma semejante a un ciego con ojos cerrados, no vulnerada la vista, sabrá solamente que posiblemente existen cosas luminosas o iluminadas, pero no puede conocerlas hasta que sus ojos se abran. La causa de esto — es la caída en el pecado y permanencia en él [9, p.209-210].

Pero en la obra de conocimiento d Dios, no sola toma parte la mente humana. El don de conocimiento cristiano posee también el corazón, en el cual, por la gracia Divina, se abren "los ojos para ver" [5, p.106]. Mientras la verdad teológica no entró en el corazón, es lo mismo, "que polvo sobre la tabla pulida: soplará el viento y se llevará todo" [9, p.338]. La vida y los trabajos de los ascetas de la piedad, atestiguan que el corazón en el conocimiento de Dios es semejante al ojo en el conocimiento de los objetos visibles. El ojo vulnerado y ensuciado no es capaz de ver a los objetos en su mejor iluminación. De misma manera no es capaz de conocer a Dios el corazón ensombrecido con el pecado y las pasiones. La Verdad Divina es pura. Ella no entrará en un alma sucia, y hasta cuando entra, exige la eliminación de toda la suciedad [2, p.194].

Lo semejante se conoce por lo semejante. Dios es santo, y conocimiento de Él es posible solo a través del logro de la santidad, a través de liberación de pasiones e inclinaciones viciosas. Para un verdadero conocimiento de Dios se exige la purificación del hombre del pecado e eliminación del corazón de pasiones y costumbres pecaminosas; son imprescindibles la lucha interna y hazaña espiritual. Para que reine en uno la verdad, hay que expulsar la mentira y el error. Para educar a si mismo en buenas disposiciones evangélicas hay que vencer a las pasiones [12, p.194]. La lucha con las pasiones como expansión del apego al mundo de los sentidos y es una etapa necesaria en el camino hacia el conocimiento espiritual.

Para un verdadero conocimiento de Dios es necesario un positivo progreso en la virtud. Cuanto mas purifica el hombre a su corazón del pecado, cuanto mas trata de descubrir y fortificar sus fuerzas morales y particularmente conseguir y aumentar el amor en su corazón, tanto mas se hace semejante a Dios, tanto mas es capacitado a Su conocimiento. Entonces, lo inaccesible para su mente se hace accesible para su corazón.

El conocimiento de la voluntad Divina primero se asimila teóricamente. Dios en aquel tiempo es contenido en la mente como una idea [6, p.30]. El cumplimiento de los mandamientos evangélicos introduce al hombre en el verdadero conocimiento de Dios y el autoconocimiento, que se desarrolla tanto mas fuerte, cuanto con mas celo y exactitud se cumplen los mandamientos evangélicos.

La experiencia de la vida espiritual introduce en un verdadero conocimiento de Dios. El cristiano debe tratar que el conocimiento se trasforme en acto y las nuevas nociones enseguida entren en la vida [13, p.81]. La enseñanza cristiana a pesar de proceder de los dogmas teóricos es dirigida hacia la organización de una vida buena, justa y santa. La pureza moral y una buena vida preparan al hombre para la recepción de la verdad revelada y lo hacen capaz de entenderla, tienen para el conocimiento de Dios una gran importancia, abriendo el camino a su corazón para el Espíritu Santo, — "espíritu de sabiduría y de inteligencia" (Isai. 11:2).

A medida del avance en la vida espiritual, el hombre cada vez mas se ilumina con el conocimiento espiritual y se impregna con la enseñanza de revelación Divina, ya que el conocimiento espiritual siempre signe a la renovación espiritual. La verdad no se apega al alma por si misma, sino se planta con el cumplimiento practico de sus exigencias y condiciones. Solo a través del cumplimiento de los mandamientos Divinos el hombre comienza a asimilar al cristianismo, comienza a conocer su fuerza. Con el cristianismo hay que familiarizarse con la acción y la vida, ya que cuanto mas pasa al acto y a la vida, tanto se comprende mas amplia y profundamente [14, p.169].

A medida de la familiarización con la enseñanza de la revelación Divina, a la conciencia se abren todos los misterios del conocimiento cristiano. La vida cristiana se parece a la subida a una montaña. El que sube a una montaña, trabaja para subir; pero al mismo tiempo, mientras sube, se le abren cada vez mas objetos y se hace cada vez mas amplio su circulo de visión, Así también ocurre en el cristianismo: cuanto mas se avanza en la vida cristiana, tanto mas grande es el circulo de objetos espirituales, que se hacen conocidos para su mente y conciencia [15, p.373].

Para la ampliación de la verdad revelada por Dios, no son suficientes los esfuerzos del hombre, es necesaria la ayuda Divina, ya que solo Dios abre la mente para entender a las Escrituras. El Señor es la fuente de la sabiduría espiritual, que es comunicada al hombre por el Espíritu Santo; las verdades reveladas por Dios están escritas en el corazón humano con Su mano [8, p.424]. El hombre sin la ayuda de la Gracia Divina no puede aportar frutos, dignos del Señor.

Conocer a las verdades de la fe se puede también con la mente de uno, particularmente ahora, cuando estas no solo son contenidas en la palabra Divina, sino son explicadas ampliamente en los trabajos de los Padres y en sistemas teológicos. Pero un tal conocimiento, adquirido por uno mismo, es solo un aprendizaje exterior, parecido al aprendizaje de otras ciencias. En él se recibe solo un esquema de las verdades a secas en total, y de cada uno en particular. Y todo esto se comprende con la mente y se guarda en la memoria, en la cabeza [16, p.268]. En cambio, el conocimiento verdadero del Señor y de las verdades de revelación Divina, se produce en el misterio del espíritu [9, p.360].

Para un verdadero conocimiento de Dios es imprescindible la oración. Justamente en la oración se produce la comprensión y la visión de cosas espirituales. La investigación y profundización en la revelación Divina de las verdades solo preparan, en cambio, la gracia a la hora de oración produce el conocimiento, clarificando la mente con la contemplación, y concentrando la vista en el corazón [17, p.336]. De la acción de la Gracia e iluminación el conocimiento de Dios se hace mas puro y perfecto. La fe fuerte, la oración, dedicada a la sincera fidelidad a Dios, hacen el alma humana mas receptiva y capaz de conocer los misterios Divinos.

El corazón adicto al Señor y purificado, por el Espíritu Santo se torna como una hoja sobre la cual Él escribe los misterios del conocimiento de Dios. En un cristiano, que posee experiencia en la vida espiritual, pasa lo mismo que ocurre con aquel que leyó la descripción de Jerusalén y familiarizado con esta, ve luego a la Jerusalén realmente. Ve lo mismo y en los mismos lugares como se lo representaba antes, pero con fuerza diferente [16, p.268].

Los fieles están llamados ser la luz del mundo "según la claridad de su conocimiento, que abarca todo lo existente, y que ocurre, el tiempo y la eternidad sin comienzo y sin fin" [18, p.237-8].

El cristiano que asimila las verdades Divinas, paulatinamente expulsa la mentira y las tinieblas del desconocimiento de su mente e ingresa en la región de la luz. Así, como el sol que se levanta ilumina todo en la tierra y hace a todo el atmósfera claro, el conocimiento de la verdad Divina ilumina a toda la mente, y a todo lo existente lo hace claro y luminoso. La mente de tal hombre se trasforma de humana a "Divina" [10, p.209] y, vistiéndose de luz, ilumina a si mismo y a todos alrededor.

El conocimiento de Dios, a su vez, fomenta el desarrollo de la vida espiritual. En el cristianismo el camino de la vida se ilumina por las verdades, que siendo aceptadas, dirigen a todo nuestro ser hacia el cielo y a todo lo celestial [19, p.1030]. Estas verdades celestiales pasan por toda la composición de la vida espiritual y a todo en ella vivifican. De ellas nace esta vida, es dirigida por ellas, y en ellas ve a su final [17, p.56].

La asimilación de la enseñanza revelada por Dios potencia el celo espiritual, permite probar la alegría de la vida, expulsa la pereza e induce la acción. Recibiendo las lecciones de la sabiduría espiritual, al profundizarse en los mandamientos del Señor, el cristiano paulatinamente llega al claro conocimiento de los ordenes de la vida en Dios, y se torna capaz a enseñar a otros la verdad.

Las verdades, reveladas por Dios son reveladas simultáneamente hasta a los elegidos Divinos, a medida de su necesidad y el estado de preparación para recibirlas. Moisés sube a la cima misma de la montaña y desaparece en la nube, otros están parados en la mitad del camino. Y terceros quedan en la base. Esta es la imagen de tres estados de la gente, que suben hacia la comprensión y la conciencia de inconcebilidad de la enseñanza de la fe cristiana [9, p.372].

El Señor otorga las verdades Divinas a los ascetas a veces en forma de una revelación real, cuando el Dios Mismo, o un Ángel, revelan las verdades de Dios. A menudo los misterios de la Sabiduría Divina son comunicados a los Santos en forma de imágenes, que exigen una nueva revelación en la mente [18, p.397].

En casos aislados el Señor en un instante, y plenamente revela lo celestial a todos quienes considera dignos de eso. Entonces Dios abre la mente y coloca en ella los tesoros de conocimiento, o toma el espíritu del hombre y lo introduce en la directa contemplación de cosas reveladas. Y todo esto puede acontecer instantáneamente, y la medida de lo revelado y contemplado puede ser tan grande, que no tiene cabida en ninguna palabra humana [17, p.335]. En una tal revelación el apóstol. Pablo vio las estancias del paraíso, siendo elevado hasta el tercer cielo, así vieron la verdad los Apóstoles cuando el Señor apareció después de Su Resurrección y les otorgó en un soplo al Espíritu, "les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras" (Luc. 24:45).

Uno de los signos y consecuencias del verdadero conocimiento de Dios son las alabanzas a Dios, que salen del corazón. Cuando el cristiano entra en la región de conocimiento de Dios, sus ojos espirituales reciben la capacidad de ver el brillo de la gloria Divina. Su mente comienza a entender lo inconmensurable del amor y beneficencias de Dios para con el genero humano, y contemplando esto, él pasa de sorpresa a sorpresa, y ante cada objeto de la contemplación no puede decir nada, salvo: Gloria a Ti Dios nuestro, gloria a Ti [17, p.470].

A medida del crecimiento espiritual del cristiano, su mente cada vez mas dirigirá su vista hacia Dios, y se afirmará en la visión de Dios — se acostumbrará ver Dios mentalmente, con Sus infinitas perfecciones [20, p.299-300]. La vista de Dios es la perfección mas alta espiritual del hombre; se consigue después de la purificación del corazón de las pasiones, ya que el Señor dice: "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mat. 5:8).

Al mismo tiempo. Junto con la visión de Dios, aparece la veneración adorada de Dios con espíritu [20, p.300], cuya consecuencia es una irresistible aspiración del hombre hacia el contacto con Dios y la contemplación de Dios en espíritu. Los Santos Padres llaman a esto, "éxtasis" (del griego), o sea salida del orden común de la vida y sumersión en Dios [10, p.283].

El estado contemplativo es la plenitud de la perfección cristiana. Es un periodo de elevación, pero tal, que no tiene fin, ya que Dios es infinito. El cristiano que alcanza la contemplación es introducido instantáneamente en una especie de oscuridad Divina, en la cual no puede ver nada, salvo una inabarcable infinidad existencial, que sobrecoge profundamente y aplica silencio al pensamiento y palabra. Es un estado mas elevado, al cual puede llegar la criatura terrenal.

El hombre, entonces, es elevado al estado de Serafines [9, p.371]. La capacidad y la tendencia hacia la perfección en el conocimiento de Dios se conserva también en los santos habitantes del Cielo. En el Reino celestial habrá clases de iluminación mental, ya que la región de conocimiento de Dios es ilimitada [21, p.459].

Bibliografía.

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  2. Obispo Teofano: Sobre la Ortodoxia y prevención de no pecar contra ello. 2a ed. M. 1902.
  3. Confesión ortodoxa de la Igl. Católica Apostólica Oriental. 16 ed. M. 186 v.
  4. Ob. Teofano: Interpretación de 1-os 8 capítulos de la Epístola de S. Ap. Pablo a los Romanos. 2-a ed. M. 1890.
  5. Obispo Teofano: Interpretación de la Epístola de S. Ap. Pablo a los Eficeos. 2-a ed. M. 1893.
  6. Obispo Teofano: Interpretación de las Epístolas de S. Ap. Pablo a los Colosenses y Filimon. 2a ed. M. 1892.
  7. Obispo Teofano: Interpretación de las Epístolas del Ap. Pablo, 2a ed. M. 1894.
  8. Obispo Teofano: Cartas a varias personas sobre diferentes temas de la fe y la vida. 2a ed. M" 1892.
  9. Obispo Teofano: Esquema de la moral cristiana. M. 1891.
  10. Obispo Teofano: Palabras sobre los días del Señor, la Virgen y otras festividades. M. 1883.
  11. Carta de ob. Teofano a su compañero de la Academia en respuesta a su saludo de Año Nuevo. — Novedades diocesanas de Kiev. 1894, publ. 11.
  12. Ob. Teofano: Cartas sobre la vida cristiana. 3a ed. M. 1908.
  13. Colección de cartas del ob. Teofano. Ed. 5. M. 1899.
  14. Ob. Teofano: Palabras a las parroquianos de Tambov, M. 1867.
  15. Obispo Teofano: Palabras a las parroquianos de Vladimir, 1869.
  16. Cartas de Ob. Teofano a un Obispo. Interlocutor útil para el alma. 1905 agos. Ed. 8, p. 231-238; sec. P. 268-270.
  17. Ob. Teofano: Salmo 118, 2a ed. M. 1891.
  18. Obispo Teofano: Interpretación de la 2a Epístola a los Corintios, 2a ed. M. 1894.
  19. Obispo Teofano: Llamado a si mismo — una charla 1872 dic. Ed. 49 p. 1028-30.
  20. Obispo Teofano: Camino de salvación. Un breve compendio de la ascética. 7a ed. M. 1894.
  21. Obispo Teofano: Pensamientos para cada día del año, según las lecturas de palabra de Dios de la Iglesia. M. 1881.

 

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Editor: Obispo Alejandro (Mileant)

 

(bogopoznanie_theofan_s.doc, 07-25-2004).