Reflexiones

Sobre el

Reino de Dios

Obispo Alejandro (Mileant).

Traducido por Dra. Elena Ancibor

 


Contenido: Donde buscar el Reino de Dios? La imprescindibilidad de la Iglesia. La Iglesia - el Reino de Dios. Las características de la verdadera Iglesia. La Iglesia Ortodoxa. Para que es necesaria la Iglesia. Los Pastores y Maestros. Las dos esferas. La Iglesia militante. Cristiano es el soldado de Cristo. El tesoro de la Verdad. El tesoro de la Santidad. La montaña del Señor. No nómades - ciudadanos. Conclusión.


 

El Reino de Dios

- donde hay que buscarlo?

"Que venga Tu Reino"

El hombre, leyendo el Evangelio, no puede dejar de notar, cuan a menudo éste habla del Reino de Dios. A la explicación de la naturaleza, carácter y finalidad del Reino de Dios, están consagradas muchas prédicas y parábolas de Jesucristo. Y esto era tan notable para Sus contemporáneos, que a Su enseñanza llamaron "Evangelio del Reino" (Mat. 4:23).

Pero que se debe entender bajo este nombre? Significa ello la vida después de la muerte, que vendrá con la resurrección, o será - el estado espiritual, actual del hombre, su dirección y su contacto con Dios, ó una sociedad, construida sobre los principios evangélicos, ó el reino mundial de mil años, del cual se habla en el libro de la Revelación (Ap. 20:4).

El mismo nombre "Reino" presupone una estructura social grande y compleja - estado, imperio. Ahora pensamos, si todo lo que existe tiene su principio en Dios, ya que no existe nada, que no sea creado por Él, entonces, todo el Reino de Dios, en principio, - es todo el inconmensurable Universo, que comprende lo visible y lo invisible! Pensamos, que así debía ser!

- Pero, en este caso, sabiendo que Dios es infinitamente bueno y justo, de donde proceden todos los desordenes, catástrofes y destrucciones, de donde todo este mal: crímenes, violencia, injusticias, enfermedades y la muerte, que vemos por doquier? Porque, lo que debería ser, no coincide con lo que realmente es? - Del pecado y desobediencia a Dios - enseñan las Sagradas Escrituras, - de una posición consiente contraria a Dios.

Justamente en el don de la libertad, que dio el Creador a los hombres (y también a los Ángeles), se encuentra la posibilidad de no cumplir Su voluntad y Sus leyes, e introducir la desarmonía en esta belleza y orden, que deberían reinar en todo. La voluntad libre - es como un fuego, que se puede usar para preparar alimentos y calentarse, o que un salvaje puede usar para incendiar el bosque, en cuyas llamas él mismo puede perecer.

Dios podría en principio "programarnos" pera que hagamos solo el bien, sin dañar a nadie. Para que hagamos solo acciones presupuestas, como p.ej. - comer, dormir y reproducirnos. Pero en este caso no seriamos seres moralmente libres - algo como robots, o animales, movidos por instintos naturales. Seríamos no solo espiritualmente incompletos, sino también desprovistos de la creatividad, inspiración, crecimiento espiritual, perfeccionamiento, de la consiente acción de amar y hacer el bien. Dios creo gran cantidad de seres sin libertad moral, que viven solo por las leyes físicas, pero ellos son nada mas que un peldaño intermedio hacia la creación del hombre, para el cual Dios creo todo este mundo físico.

El Señor por Su inmenso amor, quiso no hacernos unos "mecanismos," ciegamente obedientes, sino "hijos" libres, que Lo amarán conscientemente y se dirigieran a El como a su Modelo e Ideal. Dios otorgó al hombre una gran potencia espiritual, lo ubicó en el paraíso feliz, le sometió a todas las criaturas, le dio el árbol de la vida, para que goce de ella sano y perfecto. Que honor y que gracia. Como tendrían que ser agradecidos a El los hombres que vivían en el Edén!

Pero, como sabemos, sobrevino la tragedia "habiendo aprendido a obtener el fuego, el salvaje quemó al bosque" - felizmente, no todo ni para siempre.

Aquí no vamos a repetir los detalles de la catástrofe espiritual de la humanidad, que esta descrita en el 3er capitulo de la Génesis. Es importante solo tener presente, que como resultado de la tragedia, todos los hombres nacen con su naturaleza moralmente vulnerada, con predisposición hacia el pecado. El pecado original - es como una herida biológica de la célula que se torno hereditaria.

La tragedia de la humanidad consiste en que los hombres, solo con sus buenas intenciones y esfuerzos, no son capaces de curarse de la falla moral, cuyas raíces penetran demasiado hondo en nuestro ser físico-espiritual.

Por la Gracia de Dios, ni nuestra tierra, ni el infierno (este reino tenebroso, creado por los demonios) - no se extendieron por todo el Reino de Dios. Se quedaron, como "islas" separadas ó "cuarantenas" sobre el fondo del Reino de la Luz y del Bien. En todas sus partes, especialmente en el mundo Angélico, reinan la vida, la paz y la armonía. Todos gozan la vivificante Luz del Creador y todos Le agradecen Su infinita bondad.

Solo en nuestra sociedad, separada del Creador, se escuchan quejas y maldiciones. Los hombres engañan y dañan unos a otros. "El hombre se hizo como lobo para otro hombre." A veces parece que las tinieblas espirituales tragaron a nuestro mundo y lo convirtieron en un verdadero infierno.

Pero esto no va a suceder! Sabemos, y nos lo prometió el Salvador, que al mal le esta permitido actuar solo un tiempo. Cuando vendrá el Hijo de Dios por la segunda vez a nuestro mundo, va a resucitar a toda la gente. Entonces, todos aquellos, que por su voluntad y conscientemente, hacían el mal, los que odiaban la luz y se alegraban con el mal, serán sumergidos junto con los demonios en el infierno del fuego. El mundo será completamente renovado. Todos aquellos que vivían según el Evangelio, amaban el bien, buscaban la verdad, sufrían inocentemente, estaban abrumados por la mentira y la violencia, - serán salvados, o sea, se reunirán en el Reino de Dios. Y esto será la alegría imposible de describir.

"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, - escribe apóstol Juan en su libro "Revelación" - porque el primer cielo y la primera tierra pasaron... Enjugará Dios toda lagrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá mas llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron... Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella... Y la ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que hubieran sido salvas nadaran a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Y llevaran la gloria y la honra de las naciones a ella.... Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.... Y verán Su rostro, y Su nombre estará en sus frentes. No habrá ahí mas noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni la luz del sol, porque Dios el Señor los iluminara" (Ap. 21:1-27, 22:1-5).

La naturaleza de aquel mundo será tan diferente de nuestro mundo físico, que al autor faltaron las palabras para describirlo. Lo único es claro, que se trata de un bellísimo mundo. La certeza del pecador condenado, que él nunca entrara en él, será su mayor sufrimiento.

Por esto, el Evangelio, con tanta insistencia, llama a todos de hacer el esfuerzo y sacrificar todo, incluso su vida temporal, para poder entrar en el Reino de Dios, que es nuestra verdadera patria. En cambio, este mundo, en su estado actual, es ajeno a Dios y por eso debe ser también ajeno a nosotros.

La importancia del arrepentimiento

Cuando nuestro Señor Jesucristo vino a nuestro mundo, lo encontró en una condición sumamente deplorable. "El mundo entero esta bajo el maligno" (1 Jn. 5:19). El mal existía en forma de ignorancia, brutalidad de costumbres, violencia, la torpeza animal de la turba, las orgías de bajas pasiones, los débiles indefensos ante la licencia de lo ricos y poderosos - todo esto era común y se consideraba normal. La base de la acción del Redentor fue el renacimiento espiritual, la iluminación de las mentes y la corrección de malas costumbres de la gente.

Jesucristo decía a la gente: la vida que crearon, no puede darles la felicidad deseada y están sufriendo bajo el yugo de la mentira y injusticia. Si queréis conseguir la felicidad - hagáis la penitencia, ya que el Reino de Dios esta cerca.

"Arrepentios" - es el primer llamado evangélico. La posibilidad de obtener el Reino de Dios es condicionada, en primer termino, por la penitencia. La palabra "penitencia" o "arrepentimiento" no trasmite enteramente su sentido original de la palabra griega metanoite, que significa: cambiar su manera de pensar, su mentalidad, su relación con la vida, toda la gama de estos valores.

El mismo llamado de arrepentimiento hace ver, que en nuestra tierra es posible y realizable una vida diferente de la que lleva la gente y bajo cuyo peso se quejan. El exagerado amor propio, errores, los instintos bajos, - no constituyen más unas cadenas irrompibles. El hombre posee además de las manifestaciones negativas, los desees positivos, nobles y sanos, a veces, en forma potencial: amor a la verdad, tendencia a la hermandad, misericordia y virtud. Si no destruirlos y permitirle el desarrollo, ellos van a iluminar en mundo interior del hombre con una luz celestial. La vida se tornara irreconocible, ya que en lugar de vicios y pasiones bajas, en el corazón del hombre reinara la paz, la justicia y el amor.

El proceso de la renovación interior es muy individual y se puede producir en un momento. Todo depende de la sinceridad y el esfuerzo de la voluntad, con los cuales el hombre se dirige a Cristo. La humanidad actual debe cambiar en forma radical, revaluar los valores de la vida, los pensamientos, deseos, inclinaciones - comenzar una nueva vida según las enseñanzas de Cristo y tratar de imitar a Él.

Pero el deseo solo, por mas sincero que sea, no es suficiente: la enfermedad moral prolongada debilitó a nuestras fuerzas espirituales, y la misma voluntad de hacer el bien se tornó vacilante y opaca. Para un cambio total de la vida, para un giro completo hacia el Reino de Dios, son imprescindibles las fuerzas espirituales frescas. Es necesario nacer de nuevo: "El que no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de Dios" (Jn. 3:1-3). Este nacimiento a la vida espiritual se hace con la ayuda del Espíritu Santo y el agua del Bautismo, que trasmite Su fuerza.

La importancia de la Gracia

La Gracia Divina es la fuente primaria de todas las fuerzas y capacidades espirituales. Ella es como el sol, la luz y la vida a nuestro mundo. Alejándose de Dios, la gente pierde Su fuerza vivificadora, y muere espiritualmente. La finalidad de la venida de Cristo es devolvernos la relación con Dios y empezar la vida perdida. Por eso la vuelto hacía Cristo es semejante a la resurrección de los muertos. "Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oyeren vivirán" (Jn. 5:25) - decía el Salvador.

Penetrando en el corazón del hombre pecador, la Gracia Divina en primer termino, muestra a su conciencia toda la iniquidad y vulneración de su alma. De repente, él, como despertándose de un sueño, toma conciencia de lo trágico de su estado, teme por su futuro eterno y comienza a buscar la manera de salvarse del desastre. Anteriormente, el era ciego a su salvación, insensible y pueril, ahora - ve y siente, y se preocupa. Pero esto no es todavía el cambio - solo la posibilidad del mismo y el llamado a hacerlo. La Gracia llama al corazón del pecador y le dice: "Ves a donde llegaste? Ten cuidado y toma las medidas para salvarte." Si el hombre despierta y aprovecha el llamado - bien para él! Si no aprovecha - será abandonado y de nuevo se hundirá en su pesado sueño.

Bajo la acción de la Gracia Divina es común de sentir la disconformidad consigo mismo y la búsqueda de algo mas alto. El hombre no se siente satisfecho con lo que lo rodea, ni con sus logros, ni con sus posesiones (en caso de ser rico).

La palabras: "El que no naciere de agua y del Espíritu" (Jn 3:5) hablan del renacimiento del hombre en el agua del Bautismo y de la comunión con la Gracia del Espíritu Santo en Oleounción. Otros medios espirituales, que nos dio el Salvador son, en particular, los Sacramentos de Confesión y de Comunión, tienen como finalidad reforzar en nosotros las fuerzas espirituales. A esto ayudan las oraciones en casa y en el templo, las proezas cristianas y las obras de bien. Hay que dirigir nuestra atención hacia la oración de todo corazón, que atrae la Gracia Divina y nos trasforma en un templo del Espíritu Santo.

La Gracia ayuda al hombre de ver la pobreza y la iniquidad de todo lo terrenal y nos calienta el corazón con el amor a Dios. Paulatinamente, en la conciencia humana la comunicación con Dios se torna en la riqueza principal.

El rasgo indicador que en el alma comienza a morar el Reino de Dios - es el afán y el entusiasmo, con los cuales percibe a todo lo espiritual. "Fuego vine a echar en la tierra; y que quiero, si ya se ha encendido?" - decía el Salvador (Luc. 12:49) . Como durante un incendio, el fuego engloba a todo el edificio, así el fuego espiritual debe llenar a todo el ser del cristiano - sus pensamientos, intereses, sentidos, deseos, a toda su actividad. Pero existe el peligro de volver a perder el contacto con Dios, "No apaguéis el Espíritu" (1 Tes. 5:19), "En lo que requiere diligencia, no perezosos, fervientes en espíritu, sirviendo a Dios" (Rom. 12:11) - previene el Ap. Pablo.

Como el comienzo de una buena disposición llaga por una especial inspiración Divina, así, también, Él nos ayuda a practicar virtudes. Depende de nosotros, si vamos con mayor o menor sumisión a recibir el mensaje de Dios, y aceptar Su ayuda. Merecemos premio o castigo según nos mostramos perezosos o con devota humildad tratamos de vivir de acuerdo con la voluntad Divina.

El proceso de renovación espiritual transcurre en la profundidad del ser humano - por eso esta dicho, que "El Reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, ó helo allí; porque he aquí el Reino de Dios esta dentro de vosotros" (Luc. 17:20-21). Para afirmar dentro de nosotros el Reino de Dios, debemos aplicar a eso todos nuestros esfuerzos. "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mat. 6:33). El no dijo: busquen solo el reino de Dios y la verdad - sino: busquen ante todo, o sea la preocupación por el reino de Dios y la tendencia hacia la verdad en la vida, debe tener la preponderancia en nuestra conciencia.

El enemigo de nuestra salvación, lo único que hace es distraernos de lo mas valioso, mostrándonos diferentes asuntos "urgentes" e "importantes." Para prevenir nuestra caída en la nueva esclavitud material, el Señor nos asegura: "No os afanéis, pues, diciendo: Que comeremos, o que beberemos, o que vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas" (Mat. 6:31-32). Son los humanos con el sentido moral dormido, que se conforman con los bienes materiales. Para los hijos del reino de Dios, el mundo externo con todos sus bienes, puede servir solo como un medio para alcanzar la meta principal, que se encuentra fuera de él.

Quien es atraído por el Reino?

Como ya se dijo, en las condiciones dadas, El Reino de Dios se realiza no tanto con las mejorías sociales externas, cuanto con cambios internos benéficos, que él causa en los humanos. El es particularmente cercano a los que tan aplastados por el mundo cruel, preocupados por sus propios pecados y fallas, que se asfixian con la atmósfera de injusticia y mentira, quienes añoran la victoria del bien y la verdad. Si un hombre siente la sed de la renovación - el reino de Dios llegara a el. Si esto pasa con un pueblo - llegará al pueblo dado. En cambio para aquellos que están satisfechos consigo mismo y su modo de vivir, para quienes es ridícula la tendencia hacia el ideal y desprecian la pureza, a quienes no molestan las injusticias y los mentiras, y sueñan con la riqueza y gozos físicos - para estos el reino de Dios es un concepto extraño y inútil.

Al Reino de Dios no le esta dado ser triunfador en este mundo: "es la puerta angosta y el camino estrecho" que pocos siguen. Es un edificio en construcción todavía no terminado. Pero con todo eso - es una cosa completamente real, que se esta realizando en el mundo desde el día, que nuestro Redentor vino a la tierra. Crece continuamente y se extiende, atrayendo a la gente espiritualmente sensible, de todos los estados sociales, nacionalidades y niveles de desarrollo. El Reino de Dios es una unión de personalidades, pensamientos, fuerzas, escritos, cambios y fenómenos, - es dirigida por Dios y perfeccionada con Su invencible fuerza de Gracia. Es una nueva vida justa, construida sobre la fe en el Salvador y en la aceptación de Su enseñanza.

La victoria completa y visible para todos del Reino de Dios se realizará solo después de la segunda venida de Jesucristo, cuando la sociedad de los justos se reunirá con el mundo Angélico y conformara el Reino del Cielo. Actualmente el reino de Dios se realiza solo particularmente, no en plenitud, en los corazones de los fieles y a medida de su avance espiritual.

Sin embargo, los resultados positivos ó los "frutos" de este Reino se notan el la historia de la humanidad después del nacimiento de Cristo - en la abolición de la esclavitud, en la mejoría de las costumbres, la disminución de la crueldad y del libertinaje, y supersticiones, una jurisprudencia mas humana, mayor respeto a la personalidad humana, ennoblecimiento de las artes: literatura, pintura, música, arquitectura...

Conclusión

La vida y enseñanzas del Redentor fueron dirigidos para introducir nuevos conceptos en la vida humana: la fe pura, el amor vivo hacia Dios y los prójimos, aspiración al perfeccionamiento moral y la santidad. Sobre estos principios debemos construir nuestro concepto del mundo y nuestra propia vida.

Teniendo como base para nuestra vida los Mandamientos de Cristo, tenemos derecho de pensar, que sobre la tierra renovada el Reino de Dios será victorioso, reinará la paz, la justicia, la alegría y la prometida vida inmortal. Rogamos a Dios de hacernos dignos de heredar Su Reino! De manera, que hasta aquí en la tierra, sobre las tumbas de los mártires, los suspiros y quejas - comienza a elevarse el himno de la fe triunfante. Observamos sobre el mundo la aurora del día evangélico, lo que hace olvidar a los cristianos sus derrotas y penas. Hay que recordar siempre que: el Reino de Dios se conquista a la fuerza y que solo los que hacen el esfuerzo Lo reciben.

- Que nos llegue Tu Reino, Señor!

 

La necesidad de la Iglesia

De la jungla no salen los Newtones o los Ensteines, los Apóstoles Pablos ó Santos... Por mas que el hombre sea bien dotado o hasta genial, él no puede saber todo por si solo, necesita tener a la familia y a la sociedad para su desarrollo. Teniendo un violín y las notas, una persona talentosa, sin maestro, no puede hacerse un buen violinista. Alguien debe enseñarle, trasmitirle la experiencia. El progreso de la humanidad, el desarrollo de la civilización se produce gracias ala experiencia antes reunida. Las generaciones anteriores son la base para el crecimiento intelectual de la generaciones subsiguientes. Cuando pasa una catástrofe y un estado o imperio se destruye, como consecuencia se destruye también su cultura. Se necesitan esfuerzos de varias generaciones para restituir los conocimientos anteriores y la experiencia pasada.

Para el desarrollo del potencial mental y el multilateral crecimiento armónico, el hombre necesita maestros, escuelas y toda la compleja estructura de la sociedad humana. El crece, se perfecciona y se forma como hombre útil, justamente como miembro de la sociedad. Sin ella, el quedaría como un salvaje, no adaptado a la vida. El hombre es creado de tal manera, que no puede desarrollarse y progresar sin la sociedad de sus semejantes. En forma ideal, la familia y la sociedad debería influir no solo en la mentalidad y actividad del hombre, sino también en su parte espiritual. Esto era el plano del Creador. El mundo celestial Angélico - es una sociedad ideal de bien y de la verdad, basada sobre los principios de amor Divino, en la cual los seres puros viven no para si, sino unos para otros, alegremente alabando al Creador.

El pecado vulneró el esquema de la vida humana, pervertió su naturaleza espiritual y toda su vida social. La sociedad, que según el Creador, debería colaborar en el desarrollo espiritual del hombre, en practica es incapaz de hacer eso, habiendo perdido la orientación espiritual, ella concentro sus esfuerzos en el progreso externo y los bienes materiales. Lo que vemos en el mundo moderno que nos rodea, es as menudo un destierro total del espíritu. Por eso, para la salvación de nuestras almas, nuestra educación espiritual y crecimiento interior, Dios a creado una obra social - la Iglesia. "Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de la tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios" (1 Ped. 2:9-10).

La Iglesia es una sociedad particular creada y santificada por Dios. A diferencia de todas la s sociedades humanas y estados, es el Reino de Dios en la tierra, cuya finalidad es regenerar moralmente a los hombres y llevarlos a la salvación. Para eso Cristo le dio todo lo necesario, que puede ser expresado con dos palabras: La Gracia y la Verdad. Esto son los tesoros espirituales, que la Iglesia es llamada a custodiar y con ellos enriquecer a los fieles. Pero, hasta el tesoro mas grande no es útil al hombre, si este no lo aprovecha, usándolo. Es necesario, que cada hombre activamente se enriquezca del tesoro espiritual de la Iglesia. Que conozca la Verdad, se ilumine con sus dones de Gracia, se impregne de la experiencia espiritual de los justos.

Como el hombre consta del cuerpo y alma, así la Iglesia tiene facetas visibles y invisibles. Lo invisible en ella es la acción de Gracia de Dios, el perfeccionamiento de los fieles y su parte Celestial - la Iglesia triunfante. La Iglesia es una sociedad terrenal, y al mismo tiempo - Celestial, cuya cabeza es Jesucristo. Siendo así, ella tiene muchas cosas que no se prestan a la investigación humana. La parte visible de la Iglesia es su jerarquía, sus enseñanzas, leyes y estatutos, los Concilios Universales y Locales, sus festividades y costumbres.

Para algunos cristianos contemporáneos no les es claro para que existe la Iglesia. Ellos piensan que es suficiente leer el Evangelio y creer en Cristo. Pero la Biblia y los Evangelios no se han hechos por si mismos, fueron escritos, verificados y reunidos por los apóstoles y evangelistas. Fueron excluidos los escritos falsos y heréticos. Esto lo hizo la Iglesia en los primeros 3 siglos de nuestra era. No se puede aprender solamente de los libros. Hasta en matemática, una ciencia lógica y exacta se necesitan explicaciones de un conocedor, que verifique su progreso y dirige su avance. De semejante manera para su educación y desarrollo espiritual el hombre precisa instructores espirituales, que le expliquen correctamente y lo previenen de falsos maestros y profetas siempre tan numerosos.

Profundizando la enseñanza del Salvador y Sus Apóstoles, vemos, que según el plan Divino, los hombres están llamados a salvarse no solos y de cualquier manera, sino en conjunto como miembros de una gran familia. Los creyentes están llamados no solo para tomar lo que les da la Iglesia, sino colaborar con ella en la salvación de sus hermanos. Si el pecado y el orgullo son principios destruyentes, el amor y el bien - son unificadores.

La perfección no llega enseguida. La vida cristiana es un proceso de constante perfeccionamiento. Por eso es natural que la Iglesia consta de gente en distintos niveles del desarrollo espiritual. Los que logran una mayor perfección deben ayudar a sus hermanos más débiles. El mismo Señor estableció un orden en el cual unos enseñan y otros aprenden.

En la Iglesia el cristiano conoce la verdad y recibe iluminación de la Gracia del Espíritu Santo. En el Sacramento de la Comunión él entra en contacto real con Cristo, el Hijo de Dios encarnado y a través de El se hace comulgante con el Ser Divino. En este misterioso contacto con Dios, el hombre recibe poderosas fuerzas espirituales, que le ayudan a crecer espiritualmente. La perfección moral - es la meta de nuestra vida. "Sed vosotros perfectos, como vuestro padre que esta en los cielos es perfecto" (Mat. 5:48).

 

La Iglesia es el

Reino de Dios en la tierra

Siendo el reflejo del Reino ideal en el Cielo, la Iglesia de Cristo en la tierra es llamada en las Sagradas Escrituras - el Reino de Dios. En el sentido común de este termino, llamamos "Reino" a una alta categoría de desarrollo social - un estado, con sus instancias legislativas, jurídicas, ejecutivas y otras. El estado consta de ciudadanos, gobierno, administración, tiene sus leyes, idioma, costumbres, ejercito etc. La Iglesia es también un estado, pero especial, lleno de Gracia. Consta de hombres moralmente regenerados. Como Reino tiene su Cabeza - el Rey de los Cielos, Señor Jesucristo, Hijo de Dios; tiene sus leyes, una estructura interna definida, jerarquía y sus ciudadanos - los fieles cristianos. Sin estas características no sería un reino, sino algo informe e indefinido. El cristiano usufructúa todos los privilegios del reino espiritual, al cual pertenece, pero al mismo tiempo, él no solo es el "consumidor," sino también ciudadano activo, que colabora en el bien común.

De la Iglesia como Reino de Dios se dice en: Mat. 3:2; 4:17, 6:33; 9:35; 18:3; Mar. 10:12-15; Luc. 12:32; 17:21; Jn. 3:5; 18:36; Rom 14:17; 1 Cor. 4:20; Col. 1:12-22.

A menuda el Salvador decía: "El Reino de Dios es semejante..." "Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en la sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino" - la buena nueva sobre la llegado del Reino de Dios (Mat. 9:35). Así, los hombres están llamados a la salvación, como una familia, juntos, aprovechando los medios benditos que Dios le otorgó a Su Reino.

Las condiciones para poder entrar en el Reino: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mat. 4:17). La puerta de la entrada es el Sacramento del Bautismo, por el cual el hombre nace para la vida espiritual: "El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (Jn.3:5-6).

La Iglesia en su base tiene el sacrificio redentor de Cristo, que por medio de la fe y del nuevo renacimiento nos hace participantes de la naturaleza Divina (2 Ped. 1:4). Por eso, a pesar que la vida de la Iglesia transcurre en condiciones naturales y tiene formas externas visibles, ella, por su escénica, es sobrenatural. Esto explica las palabras del Señor sobre la situación de los fieles en la vida del mundo: "El mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo" (Jn. 17:14). "Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes Yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece" (Jn. 15:19). Estas palabras del Redentor muestran la incompatibilidad de la vida justa con las costumbres pecaminosas y ajenas al mundo celestial. "Mi reino no es de este mundo" (Jn.18:36).

De manera que la Iglesia es una unión de hombres, nacidos por el Bautismo y la unción del Espíritu Santo, - bendita, establecida en la tierra por el mismo Señor, y basada sobre el sacrificio de El en la Gólgota. Ella compone el místico cuerpo de Cristo, impregnado de Espíritu Santo y cuya cabeza es el mismo Señor Jesucristo.

La características de la Iglesia verdadera

Actualmente existe una cantidad cada vez mayor de sectas y iglesias, lo que hace difícil a la gente saber cual es la Iglesia Verdadera, fundada por Jesucristo y Sus Apóstoles. Algunos piensan, que la Iglesia original, apostólica paulatinamente se fragmentó y las sociedades eclesiásticas existentes son como partes de la misma, y parcialmente guardan tales o cuales "migajas" de su riqueza espiritual - La Gracia y la Verdad.

Ante tal opinión, algunos suponen que se puede restaurarla por el camino de discusión y concesiones mutuas de todas las confesiones cristianas existentes. Esta opinión es la base del actual movimiento ecuménico, que no considera a ninguna iglesia como verdadera. Otros piensan que desde el principio la Iglesia no tenia nada que ver con las iglesias oficiales organizadas; estaba formada siempre por los creyentes aislados, que pertenecían a diferentes grupos eclesiásticos. Esta ultima opinión esta expresada como "iglesia invisible" que sostienen algunos teólogos protestantes. Finalmente, para muchos cristianos no esta claro, si es necesaria la Iglesia, cuando el hombre se salva por su fe.

Todas estas opiniones contradictorias y en esencia erróneas surgen de la incomprensión de la enseñanza central de Cristo sobre la salvación del hombre. Leyendo el Evangelio y las epístolas apostólicas, se ve claramente que según el plan del Salvador, los hombres no están llamados a salvar sus almas separados y en forma individual, sino mancomunadamente, formando un Reino bendito de bien. También el reino del mal, encabezado por el príncipe de las tinieblas, en su guerra contra la Iglesia, actúa unido, los que nos recordó el Salvador, diciendo: "Si satanas echa fuera a satanas, contra si mismo esta dividido, como pues, permanecerá su reino?" (Mt. 12:26).

Sin embargo, a pesar de la diversidad de las opiniones contemporáneas sobre la Iglesia, la mayoría de los cristianos conscientes coinciden, que en los tiempos apostólicos, existía la Verdadera Iglesia de Cristo, como única sociedad de gente en camino de salvación. El libro de los Hechos Apostólicos relata el nacimiento de la Iglesia en Jerusalén, cuando en el 50-avo día después de la Resurrección del Salvador, el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles en forma de lenguas de fuego. Desde ese día la fe cristiana comenzó a difundirse rápidamente en todas partes del amplio Imperio Romano. A medida de su extensión, en las ciudades y aldeas aparecieron las comunidades cristianas - las iglesias. En la vida cotidiana y debido a las enormes distancias que les separaban, ellas vivían mas o menos separadas unas de otras. Pero todas ellas se consideraban como orgánicamente pertenecientes a la Iglesia - única, santa, conciliar y apostólica. Estaban unidas por la misma fe y los mismos Sacramentos de Gracia (Bautismo, Comunión, e Imposición de la manos).

Al principio estos actos sagrados los realizaban los mismos apóstoles. Pero enseguida se notó la necesidad de ayudantes. Los Apóstoles elegían candidatos dignos entre los cristianos y los consagraban con la imposición de las manos - obispos, presbíteros ó diáconos. Así Timoteo y Tito fueron consagrados obispos por el apóstol Pablo. Los obispos tenían por deber guardar la pureza de la enseñanza cristiana, instruir a los fieles para vida piadosa. Ellos tenían que imponer a sus auxiliares en obispos, presbíteros y diáconos. De esta manera los mismos Apóstoles crearon la jerarquía eclesiástica, que sigue existiendo hasta nuestros días. Así, durante toda su existencia, la Iglesia crecía como un árbol (Mar. 4:31) continuamente y se extendía por distintos países. Se enriquecía con la experiencia espiritual, los escritos religiosos, las oraciones y cánticos de los servicios, y mas tarde - con la edificación de los templos y el arte sagrado. Con todo eso, conservando siempre, la esencia de la Iglesia de los tiempos apostólicos.

Las Evangelios y las Epístolas no aparecieron enseguida, ni en todas partes simultáneamente. Durante muchas décadas después de la aparición de la Iglesia, la fuente de enseñanzas no eran las Escrituras, sino la palabra predicada por los mismos Apóstoles, que es llamada la Tradición (1 Cor. 11:16; 15:2; 2 Tes. 2:15; 3:6; 1 Tim. 6:20). La Palabra predicada y encomendada - es la única tradición que enseña la fe. En la Iglesia la tradición tenia una importancia decisiva para resolver las cuestiones en sentido de lo que es correcto y lo que no lo es. Cuando aparecía algo en desacuerdo con la tradición apostólica (las problemas de la fe, la realización de los sacramentos o la administración), si se lo consideraba falso - se rechazaba. Los obispos de los primeros siglos verificaban cuidadosamente a todos los manuscritos cristianos y juntaron los trabajos de los Apóstoles, los Evangelios y la Epístolas en un conjunto de libros, que fueron llamados las Escrituras del Nuevo Testamento. Estas, junto con los libros del Antiguo Testamento, compusieron la Biblia en su forma actual. El proceso de la recopilación de los libros terminó en el 3er siglo. Los libros discutidos, no totalmente de acuerdo con la enseñanza apostólica, (pero que pretendían de ser) fueron rechazados como falsos ó apócrifos. Así la palabra predicada y encomendada por los Apóstoles tuvo una importancia decisiva en la formación del Testamento Nuevo, que es el tesoro de la Iglesia. Actualmente, los cristianos de todas las denominaciones usan el Nuevo Testamento, pero muchas veces sin debido respeto, en forma espurea, no considerando, que es la propiedad de la Verdadera Iglesia - un tesoro, recogido y guardado cuidadosamente por ella.

Gracias a los escritos hechos por los discípulos apostólicos, conocemos unos valiosos detalles de la vida y la fe de las comunidades cristianas en los primeros siglos de la era cristiana. Era general, entonces, la convicción que existe la Iglesia santa, única y apostólica. Naturalmente, la Iglesia en estos tiempos tenia también su parte visible en las Liturgias y otros servicios, en obispos y sacerdotes, en las oraciones y cánticos sacros, en las leyes (reglas apostólicas), que regulaban la vida y las relaciones de las distintas iglesias y sociedades cristianas. Por eso, hay que aceptar que la enseñanza sobre la "iglesia invisible," es nueva y errónea.

Aceptando el hecho de la existencia real de la Iglesia única en los primeros siglos del cristianismo, sería posible encontrar el momento histórico cuando ella se fragmento y dejo de existir? La respuesta honesta debe ser -No! Paso, que las herejías y desviaciones de la pureza de la enseñanza apostólica, comenzaron a surgir ya en los tiempos de los Apóstoles. Los más activos eran los gnósticos, que mezclaban la fe cristiana con los elementos de la filosofía pagana. Los Apóstoles prevenían en sus epístolas a los fieles contra estas enseñanzas y afirmaban directamente, que los mimbres de estas sectas se alejaron de la fe verdadera. A los herejes, los apóstoles consideraban como a las ramas secas, que se quebraron del árbol de la Iglesia. De la misma manera sus discípulos, obispos, de los primeros siglos, no aceptaban los desvíos de la verdadera fe apostólica y separaban de la Iglesia a los herejes obstinados, siguiendo la indicación del Apóstol: "mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema" (Gal. 1:8-9), ó sea que esté separado de la Iglesia.

De manera que en los primeros siglos del cristianismo la cuestión de la unidad de la Iglesia fue clara: La Iglesia es una familia espiritual que posee, desde los tiempos apostólicos, la enseñanza verdadera, sus sacramentos y la Gracia, que sin interrupción, se pasa de un obispo a otro por la imposición de las manos. Para los sucesores de los apóstoles era indudable que para la salvación de la humanidad la Iglesia es indispensable. Ella guarda y trasmite la pura enseñanza de Cristo, ilumina a los fieles y los lleva en el camino de la salvación. Usando las comparaciones de las Sagradas Escrituras, en los primeros siglos la Iglesia era como "corral cercado de las ovejas" en el cual el buen Pastor Jesucristo defiende a Sus ovejas del "lobo" - diablo. La Iglesia se comparaba a la vid, de la cual los fieles, como ramas de una misma raíz, reciben las fuerzas espirituales imprescindibles para la vida cristiana y las obras de bien. La Iglesia se entendía como Cuerpo de Cristo y cada fiel, como su parte, debía servir, para el bien de toda la integridad. La Iglesia se presentaba como el Arca de Noé, el la cual los fieles pasan el mar tormentoso de la vida y llegan al muelle del Reino de los Cielos. También la Iglesia se veía como una alta montaña, que se eleva sobre los errores humanos y que lleva a sus peregrinos al Cielo en comunicación con Dios, ángeles y santos.

Durante los primeros siglos creer en Cristo significaba creer en Su obra en la tierra y que los medios que El dio a los hombres para la salvación no podían perderse ni ser arrebatados por los enemigos de la Iglesia. Los profetas del Antiguo Testamento, el Señor Jesucristo y Sus Apóstoles enseñaban claramente, que la Iglesia va a existir hasta los últimos tiempos del mundo: "en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido... desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre," - predijo el Ángel al profeta Daniel (Dan. 2:44). El Señor le prometió al apóstol Pedro: "Y sobre esta roca (la fe) edificare mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella" (Mt. 16:18).

De la misma manera, nosotros, si creemos en la promesa del Salvador, demos aceptar la existencia de Su Iglesia en nuestros días y hasta el final del mundo. Todavía no indicamos donde esta ella y solo expresamos la situación de principios: ella debe mantener su naturaleza santa, entera y real. Fragmentada, vulnerada o evaporada, ya no es la Iglesia.

Entonces donde está? Por cuales características se puede hallarla entre los multitudes de las denominaciones cristianas contemporáneas?

En primer termino, la Iglesia Verdadera debe contener sin ningunos cambios la pura enseñanza cristiana, predicada por los Apóstoles. La finalidad de la venida del Hijo de Dios a la tierra consistía en traer la verdad a los hombres, tal como El dijo antes de Su crucificación: "Yo para esto he nacido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz" (Jn. 18:37). El apóstol Pablo instruye a su discípulo Timoteo come este debe cumplir sus deberes de obispo: "para que si tardo, sepas como debes conducirte en la casa de Dios viviente, columna y baluarte de la verdad" (1 Tim. 3:15).

Hay que reconocer con tristeza, que en las cuestiones de enseñanza, entre las ramas cristianas contemporáneas, existe una gran discordia. En principio debemos admitir que no pueden ser correctas todas las enseñanzas. Así, por ejemplo, una iglesia afirma que la comunión es el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y la otra - lo niega, es imposible que ambas tengan razón. O si una cree en la fuerza del signo de la cruz y la otra lo niega - una de ellas esta en el error. La Iglesia verdadera debe ser aquella que no difiere en nada en las cuestiones de la fe de la Iglesia de los primeros siglos del cristianismo. Comparando objetivamente las enseñanzas de las iglesias cristianas actuales, debemos llegar a la conclusión (como veremos mas adelante), que solo la Iglesia Ortodoxa confiesa, sin defectos, la fe de la antigua Iglesia de los Apóstoles.

Otro carácter, que permite reconocer la Verdadera Iglesia es la presencia de la Gracia o la Fuerza Divina, con la cual ella ilumina y fortalece a los fieles. Aunque la Gracia es invisible, existe una condición externa, que indica su presencia o ausencia, - es la transmisión apostólica por imposición de las manos. La Gracia se otorgaba por los apóstoles y después sus sucesores a los fieles en los santos Sacramentos: Bautismo, Comunión, la oleounción, ordenación y otros. Los ejecutores de los sacramentos eran los apóstoles (Hech. 8:14-17), luego obispos y presbíteros. La imposición de las manos para imponer a otros obispos, sacerdotes y diáconos correspondía solamente a los obispos, que la recibieron de los apóstoles. La transmisión apostólica del Espíritu Santo es como el fuego sagrado, que de una vela prende a otras. Si el fuego se apagó, y la cadena de la transmisión apostólica se quebró - no hay mas sacerdocio, ni sacramentos, no hay mas medios para santificar a los fieles. Por eso, desde los apóstoles, la Iglesia continuó atentamente de cuidar la verdadera transmisión de la imposición de las manos: que un real y legitimo obispo, cuya consagración asciende hasta los apóstoles - imponga las manos para consagrar a otro obispo. A los obispos que caían en una herejía o llevaban una vida indigna, les quitaban su grado de obispos y no tenían mas derecho de realizar sacramentos y imponer sucesores.

En nuestro tiempo existen solo algunas iglesias cuya transmisión apostólica esta fuera de la duda, estas son: Las Iglesias ortodoxa y Católica, y algunas iglesias orientales no ortodoxas (que perdieron la enseñanza pura apostólica todavía en los tiempos de los Concilios Universales). Las denominaciones cristianas, que por principio, niegan la necesidad del sacerdocio y de la transmisión apostólica, ya por estas características difieren marcadamente de la Iglesia de los primeros siglos y no pueden ser verdaderas.

Una persona espiritualmente sensible, no necesita las pruebas externas de la Gracia Divina, cuando siente su cálido y apaciguante soplo en los sacramentos y servicios religiosos de la Iglesia Ortodoxa. Un cristiano debe saber diferenciar la Gracia Divina de un éxtasis barato y nocivo, con el cual se excitan algunas sectas, como Pentecostales, en sus reuniones. La verdadera Gracia llena el alma con paz, con el amor a Dios y a los prójimos, humildad, mansedumbre y semejantes cualidades, que enumera el apóstol Pablo en su epístola a los Galatos (5:22-26).

La verdadera Iglesia se conoce también por sus sufrimientos. Si los hombres a veces no saben cual de las iglesias es verdadera, el que los entiende perfectamente es el diablo. El odia a la Iglesia y trata de destruirla. Leyendo la historia de la Iglesia, vemos que está escrita con lagrimas y sangre de sus mártires. La persecuciones les iniciaron los fariseos y sacerdotes judíos, todavía en los tiempos apostólicos. Luego vienen tres siglos de persecuciones de los emperadores Romanos y gobernadores locales del Imperio Romano. En el periodo desde el siglo 2 y hasta el 9, lo mas crueles en este sentido fueron los gobernadores persas. Desde el siglo 7-mo, la espada contra la Iglesia levantaron los Árabes musulmanes, y después los cruzados que llegaron del occidente. Ellos debilitaron tanto el Bizancio, este baluarte de la ortodoxia, que el Imperio no pudo defenderse de los turcos, que lo conquistaron en los siglos 14-15. Finalmente los ateos-comunistas sobrepasaron a todos con su crueldad, matando mas cristianos, que todos los persecutores juntos, antes mencionados. Pero la sangre de los mártires siempre fue la semilla de nuevos cristianos, y vemos el milagro, prometido por Jesucristo: "Las puertas del infierno no han podido vencer a Su Iglesia."

Finalmente, el camino seguro y bastante fácil para reconocer a la Iglesia de Cristo es la investigación histórica. La Iglesia verdadera debe ascender sin interrupción a los tiempos apostólicos. Para la investigación histórica no es necesario entrar en todos los detalles de la difusión cristiana. Es suficiente aclarar cuando surgió tal o cual iglesia. Si ella apareció, digamos, en el siglo 16 o cualquier otro, y no en tiempo apostólico, - ella no puede ser verdadera. Según este principio, hay que negar el nombre de la Iglesia de Cristo, a todas las denominaciones que aparecieron desde Lutero y sus seguidores: luteranos, calvinistas, presbiterianos... y mas tarde mormones, bautistas, adventistas, testigos de Jehová, pentecostales y otras semejantes. Todas ellas no fueron fundados por Cristo y Sus Apóstoles, sino por los falsos profetas, como Lutero, Calvino, Enrique, Smith y otros innovadores.

 

La Iglesia Ortodoxa

Tomando conocimiento de la historia del cristianismo, nos convencemos, que la Iglesia ortodoxa asciende sin interrupción al tiempo apostólico. Siendo al principio pequeña como la semilla de mostaza, según la comparación del Salvador, creció en un gran árbol con ramos extendidos por todo el mundo (Mat. 13:31-32). Ya al final del primer siglo encontramos las comunidades cristianas casi en todas las ciudades del Imperio Romano: en Tierra Santa, Siria, Armenia, Asia Menor, Grecia, Macedonia, Italia, Galia, Egipto, África del Norte, España y Bretaña. Y fuera de los limites del Imperio - en la lejana Arabia, India y Esquifia. En las ciudades mas importantes las comunidades cristianas estaban encabezadas por los obispos - portadores de la plena Gracia apostólica. Los obispos gobernaban también las comunidades en las ciudades vecinas. Ya en el siglo 2, los obispos de las ciudades principales de las provincias del Imperio comenzaron a llamarse metropolitanos y unificaban en sus metrópolis las cátedras de los obispos cercanos. Metropolitanos estaban obligados de llamar con regularidad a los concilios de obispos para resolver las cuestiones corrientes religioso-administrativos.

Además de las ciudades de las provincias en el Imperio Romana existían también diócesis imperiales. Siguiendo esta organización civil, comenzaron a formarse centros mas amplios de la dirección eclesiástica, que recibieron el nombre de patriarcados. En el 4 concilio ecuménico, reunido en Chalquidon, en 451, se delimitaron la fronteras de los 5 patriarcados: Romano, del Constantinopla, de Alejandría, de Antioquia y de Jerusalén (cuya extensión era poco importante del punto de vista administrativo, pero notable por su significado religioso).

Debido a acontecimientos históricos, las extensiones de los patriarcados disminuían o aumentaban. Grandes cambios eclesiásticos ocurrieron debido a la invasión de Europa por los germanos en el siglo 4, persecuciones de los persas y invasión de los Árabes sobre los confines orientales del Imperio Bizantino (mitad del siglo 7). Empezando del siglo 9 se notó un movimiento entre los pueblos eslavos para aceptar la fe cristiana. En esta obra se destacaron los hermanos de Tesalónica los santos Cirillo y Methodio, que predicaban en Bulgaria y Moravia. Desde ahí la fe cristiana paso a Sérbia. Un gran mérito de los santos hermanos fue la confección del alfabeto eslavo y la traducción en ella de la Sagrada Escritura y los libros de oficios Divinos. Sus esfuerzos prepararon el terreno para la difusión del cristianismo en Rusia.

Las comunidades cristianas existían en el borde del mar Negro desde el primer siglo, pero la conversión masiva de las tribus eslavas comenzó desde el año 988. El príncipe Vladimiro de Rusia hizo bautizar en el río Dnepr a todos los habitantes de Kiev, y ordenó bautizar a la gente en otras partes de Rusia. Así se extendió la fe ortodoxa, y antes de la revolución del 1917 había 1098 monasterios, 90 mil monjes. Además del Patriarca de Moscú, había 6 metropolitanos, 136 obispos, 48000 sacerdotes y diáconos, 60 mil templos y capillas. Existían 4 academias Teológicas, 57 seminarios y 185 escuelas para preparar el clero. Se editaba una enorme cantidad de Biblia y literatura religiosa. Pero, por desgracia, no hemos valorado suficientemente nuestra riqueza espiritual y empezó a penetrar un interés para ideas occidentales y orientales. Después del 1918 comenzaron las persecuciones del clero y los fieles, destrucción de los templos, lo que se puede explicar como entrada en el tiempo Apocalíptico. Todo esto fue predicado como la lucha contra Cristo y Su Iglesia antes del fin del mundo.

Comenzando del siglo 18 y gracias a los esfuerzos de san German de Alaska y otros misioneros rusos, la fe ortodoxa penetro en Alaska, donde fueron bautizados muchos aleutas, y comenzó su expansión en la América del Norte. Actualmente en USA viven cerca de 3 millones de cristianos ortodoxos.

En el tiempo actual en la Iglesia Ortodoxa entran las siguientes iglesia locales: de Constantinopla, con gran cantidad de parroquias en Europa y América del Norte y del Sur - con la cátedra en Estambul (Turquía); de Alejandría (Egipto); de Antioquia (con la capital en Damasco, Siria); de Jerusalén, Rusia, Serbia, Georgia, Rumania, Bulgaria, Albania, Polonia, Chipres, Lituania, Checoslovaquia; iglesia ortodoxa de USA; autónomas son las iglesias de Finlandia, de Sinái y de Japón. Después de las 2 guerras mundiales se formaron muchas parroquias rusas y griegas casi en todas partes del mundo, pertenecientes a la Iglesia Rusa en Extranjero. La total cantidad de cristianos ortodoxos en el mundo se acerca a 160 millones.

El nombre "Iglesia Ortodoxa" se comenzó usar en los siglos 4-6 para diferenciar a la Verdadera iglesia de los grupos herejes, como arrianos, nestorianos y otros, quienes se llamaban a si mismos cristianos. El nombre proviene de las palabras griegas ortho-dokeo, que significa pensar correctamente. Otro nombre es Católica, que en griego significa -"que abarca todo," y significa que la Iglesia llama a todos los hombres a la salvación, independientemente de su nacionalidad o posición social. En el Credo, traducido del griego al idioma eslavo, la palabra "católica" es - "conciliar."

En la Iglesia Ortodoxa, las iglesias locales, como por ejemplo de Jerusalén, Rusa, Serbia y otras, están encabezadas a veces por patriarcas, o arzobispos, o metropolitanos. Para resolver las cuestiones locales, el que encabeza esta iglesia local reúne a sus obispos a un concilio. Las cuestiones que se refieren a toda la Iglesia, como dogmas, o cánones (leyes eclesiásticas, se discuten en los Concilios Universales. A estos Concilios vienen todos los obispos de la Iglesias Ortodoxas existentes. Si se ve la necesidad, toman parte también los sacerdotes y miembros seculares. Así la forma del gobierno de la Iglesia Ortodoxa no es unipersonal, ni democrática, sino conciliar.

La enseñanza de la Iglesia Ortodoxa, en forma concisa, esta formulada en el Credo, que fue compaginado por el 1-er y 2-o Concilio Universal en los años 325 y 381, en las ciudades de Nicea y Constantinopla, respectivamente. Este Credo fue formulado en base de credos mas antiguos de los tiempos apostólicos. Resumiendo: creemos en Único Dios-Padre, Hijo y Espíritu Santo - la Trinidad indivisible y consubstancial. El Hijo de Dios nace de Dios Padre antes de los siglos. El Espíritu Santo eternamente emana de Dios Padre. Creemos que el único Dios, adorado en la Trinidad es eterno, omnipotente y omnipresente; que El, por su voluntad creó todo lo que existe del nada - primero el invisible mundo Angélico y luego nuestro mundo material, visible. Dios, asimismo, nos creó a nosotros, los hombres, insuflándonos el alma inmortal y habiendo escrito Su ley moral en nuestro corazón. Dios nos creo para que nos perfeccionamos y gocemos eternamente en comunicación con El. Creemos que Dios es infinitamente justo y misericordioso. El dirige a todo el Universo y la vida de cada hombre, y sin Su voluntad nada puede acontecer.

Cuando los primeros hombres infringieron la ley Divina, Dios no los rechazó definitivamente, sino, a través de los profetas comenzó a prepararlos a la salvación, prometiendo enviarles al Mesías-Cristo. Cuando el mundo maduró para recibir la fe verdadera, el Hijo de Dios, Señor Jesucristo vino a la tierra para salvarnos, los hombres pecadores. El enseñaba como hay que creer y vivir en forma justa. Para nuestra salvación El murió en la cruz y con Su sangre lavó a nuestros pecados. El tercer día Él resucitó de entre los muertos y puso el principio de nuestra resurrección a la eterna vida bienaventurada en el paraíso. Creemos, que nuestro Señor en el día 50-avo de Su resurrección, envió al Espíritu Santo a los Apóstoles, Quien desde entonces permanece en la Iglesia, instruyéndola en la verdad. Creemos, que la única, santa, conciliar y apostólica Iglesia quedará invicta para las fuerzas del mal, hasta el fin de la existencia del mundo. Creemos, que el Espíritu Santo en los Sacramentos del Bautismo, Oleounción, Confesión, Comunión y otros actos religiosos purifica e ilumina a los fieles y les da fuerzas para la vida cristiana. Creemos, que Señor Jesucristo vendrá por segunda vez a la tierra. Entonces habrá la resurrección de todos los muertos, el fin del mundo y el Juicio Universal, en el cual cada uno recibirá según sus actos. Después del Juicio comenzará la vida eterna: para los justos - un gozo eterno en comunicación con Dios; para el diablo y los pecadores - sufrimientos eternos en la gehena del fuego.

Consideramos, que para la salvación es insuficiente la fe sola, es necesario, que la vida coincida con la fe. Por eso juzgamos necesario el cumplimiento de los 10 mandamientos, que Dios le dio a Moisés (Éxodo cap. 20) y de las bienaventuranzas evangélicas nos dio el Señor Jesucristo (Mat. 5:3-12). La esencia de estas esta en el amor a Dios, a los prójimos y hasta a los enemigos (Mat. 5:43-45). Desde el punto de vista moral, estos mandamientos colocan la fe cristiana mas alto que las demás religiones, y además por la mente humana pueden ser valorados como el único camino para instalar entre los hombres la paz, la ley y el mutuo respeto. Sin amor sincero hacia el prójimo y el mutuo perdón - las guerras y destrucciones son inevitables. Señor Jesucristo nos enseña a perdonar a todos en la oración : "Padre nuestro" cuando decimos: y perdónanos nuestros deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores." El Señor nos enseña en Sus parábolas las virtudes, como la fe, humildad, paciencia, fidelidad, justicia y otras. En la palabra de los "talentos" se destaca el llamado a desarrollar en nosotros a los talentos y capacidades, que Dios nos dio. La verdadera fe se manifiesta siempre en el crecimiento interno y obras de bien, ya que la fe sin hechos es muerta. Un cristiano no debe ser ávido de riqueza, o sea - mirar con calma a los bienes materiales, usarlos para las necesidades, para ayudar a otros, y no para sus caprichos. El orgullo, el amor propio, la altanería y el egoísmo están muy mal vistos por los ojos de Dios.

La Iglesia ortodoxa dice, que cada hombre recibió de su Creador la libre voluntad y por eso esta responsable de sus actos. El Señor nos ama y nos tiene compasión. El nos ayuda en todo lo bueno, en particular, si se lo pedimos. El nos prometió: "Pedid, y se os dará, buscad, y hallareis, llamad, y se os abrirá" (Mat. 7:7). La cálida oración aclara la mente, ayuda a vencer las tentaciones y vivir según los mandamientos del Señor. La oración nos ayuda a perfeccionar a nuestras capacidades y esto representa la meta de nuestra vida terrenal.

Cuando a un cristiano ortodoxo le acontecen inconvenientes o enfermedades, él no debe murmurar contra Dios, debe recordar, que el Señor permite que nos visiten los sufrimientos para nuestro beneficio, para la purificación de nuestros pecados y para que nuestra voluntad se fortalece en la virtud. En los momentos difíciles de la vida debemos orar al Padre Celestial: "Que se haga Tu voluntad así en el cielo como en la tierra."

Nosotros, los ortodoxos, veneramos a los Santos - a la Virgen María, a los profetas, mártires, beatos y otros santos de Dios. Después de su deceso, los santos pasaron a formar parte de la Iglesia Victoriosa, pero siguen teniendo sus vínculos con nosotros. Allí, ante el trono de Dios, ellos ruegan por nosotros como por sus hermanos menores y nos ayudan a llegar al Reino de los Cielos. A nosotros, de origen ruso, nos es cara la memoria del san Vladimiro y Olga, los mártires Boris y Gleb, santos monjes Sergio, Serafín, Antonio y Teodocio, san Juan de Kronstadt y otros muchos, asimismo los mártires contemporáneos del siglo 20.

Los servicios religiosos de la Iglesia Ortodoxa se ofician según el canon, formado por los siglos anteriores. El servicio principal es la Liturgia, de la cual la parte mas importante es el Sacramento de la Comunión, cuando los fieles bajo la forma del pan y el vino, toman el mismo Cuerpo y Sangre de Cristo, y se unen a Él misteriosamente, como dijo el Señor: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y Yo lo resucitare en el día postrero" (Jn. 6:54). Antes de tomar la Comunión, los fieles se confiesan.

Para ayudar al cristiano a vencer a su fallas, existen los días de ayuno. Desde los tiempos apostólicos, hay costumbre de ayunar los días miércoles y viernes (en recuerdo de las pasiones del Salvador), también antes de Pascua esta la cuaresma. En los días del ayuno no se permiten productos de carne y lácteos. Hay que evitar las diversiones mundanas y dedicarse mas a la oración y lectura religiosa. La fe ortodoxa llama a ocuparse de la familia, los ancianos, los enfermos, los pobres y no criticar a nadie: "Ni juzguéis, para que no seáis juzgados" (Mt. 7:1). La meta de nuestra vida es el continuo perfeccionamiento moral: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que esta en los cielos es perfecto" (Mt. 5:48).

 

Porque es necesaria la Iglesia?

Hay Verdades básicas de la fe Cristiana, que son inaccesibles a la mente común humana. Cuando nuestro orgulloso, pero limitado, intelecto trata de explicarlas, al nivel de su entendimiento, generalmente, deforma estas Verdades, reveladas por Dios. De estos errores nacen las herejías. Así, ya en los primeros siglos, se deformo el correcto entendimiento de la Santa Trinidad, en el periodo del siglo 3 a 7 nació la enseñanza errónea sobre la naturaleza del Salvador. En nuestro tiempo se tergiversa la creencia sobre la verdadera Iglesia.

"Cree y estas salvado" - es el lema de las dominaciones protestantes. Pero nuestro Señor Jesucristo y Sus Apóstoles enseñaban, que la salvación es un proceso de renacimiento espiritual, en el cual la fe es solo el primer paso. En las Sagradas Escrituras la salvación del hombre se encuentra en unión estrecha y orgánica con la enseñanza sobre la Iglesia - este Reino de Dios entre los hombres, - que no se puede separar una de la otra. Por eso los errores contemporáneos acerca de la Iglesia representan en la realidad la incomprensión de la enseñanza cristiana sobre la salvación del hombre. Esos errores pueden ser divididos en dos grupos.

Al primer grupo pertenecen creencias, que consideran, que la Iglesia no es necesaria para la salvación y que el hombre se salva con la fe sola independientemente de ella. De este concepto sale la teoría muy popular entre las sectas acerca de la "iglesia invisible" que declara como sus miembros a todos los creyentes sin distinción de credos. Es claro que, si la iglesia es invisible, y por consiguiente imperceptible e inactiva, ella no puede ser un instrumento de salvación, pero solamente es una consecuencia de que hay gente que se salva.

Al segundo grupo pertenecen los que aceptan cierto beneficio en la Iglesia, pero no comprendiendo su naturaleza, piensen, que la Iglesia se puede crear con esfuerzos humanos, mediante los acuerdos y compromisos. A este grupo pertenecen los seguidores del movimiento ecuménico. Lo común de ambos grupos es negar la existencia de la Verdadera Iglesia, ignorando las palabras claras del Salvador: "edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella" (Mt. 16:18).

Ante las opiniones erróneas acerca de la Iglesia tan ampliamente difundidas, es imprescindible para nosotros tener la visión correcta de lo que representa la Iglesia, de su importancia y necesidad en la salvación de nuestras almas. El mal, igual que el pecado, es la fuerza destructora y divisora, que sin embargo, en esta mundo es capaz de figurar como un frente unido en su lucha con Dios. Al contrario, la Iglesia es una milagrosa realización de unión de lo Divino con el humano, - lo espiritual con lo material, lo Celestial con lo terrenal.

El principal carácter de la Iglesia es su unidad. Ella es orgánicamente una en si misma, a pesar de consistir de muchas iglesias locales, y encierra en si las cualidades terrenales y Celestiales. Ella es unida, si la vemos también desde afuera y no tiene igual entre otras confesiones. Se la puede comparar a un viñedo, un campo, un árbol, un rebaño, una vid, un edificio, una familia, una montaña, un cuerpo. Jesucristo dio a Su Iglesia una enseñanza, un bautismo, una comunión. La Iglesia vive y se ilumina con el Espíritu Divino y tiene una cabeza - Cristo. La unidad de la Iglesia era el tema de la oración sumosacerdotal del Salvador: "Que todos sean uno; como Tu, o Padre, en Mi, y Yo en Ti, que también ellos sean uno en nosotros" (Jn. 17:21).

Esta unidad de la Iglesia, que en cierto modo se asemeja a unidad de las Personas en la Trinidad, constituye la parte misteriosa de su ser. Por eso el Señor Jesucristo, hablando de la Iglesia, a menudo usaba los ejemplos indirectos, las parábolas, en las cuales paulatinamente revelaba las partes diferentes y caracteres de esta milagrosa multi-unidad. Usaremos estas imágenes evangélicas para hablar sobre la naturaleza de la Iglesia.

La Iglesia de Cristo, a pesar de existir dentro del mundo postrado en el mal, no se emparienta con él. Ella tiene su cercado o fronteras, que separan a las ovejas de Cristo de las ovejas rebeldes y de los lobos predadores. De esto habla la parábola del Buen Pastor.

"El que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, mas sube por otra parte, el tal es ladrón y robador. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz: y á sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y como ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, antes huirán de él: porque no conocen la voz de los extraños... Yo soy la puerta: el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos... Como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también me conviene traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor" (Jn. 10:1-5, 9, 15-16). El cerco visible de la Iglesia, que la separa de distintos grupos religiosos, es la pureza de su enseñanza apostólica, las leyes, la transmisión apostólica y todo el orden de la vida eclesiástica.

Como la "puerta" aquí se entiende el Sacramento de bautismo, por el cual, los creyentes se hacen miembros de la Iglesia. Pero existe también una "puerta" para los pastores, que consiste en la elección legal y imposición de las manos. El que se apropia ilegalmente las funciones del pastor, o "sube por otra parte, este es el ladrón y salteador." Esta parábola del Buen Pastor subraya la importancia de la obediencia para las ovejas y sacrificio de los pastores. La obediencia se expresa en que los fieles sin critica y sin oposición personal aceptan la enseñanza de la Iglesia y bajo la guía de buenos pastores, lleven la vida cristiana.

El pecado de los miembros de las sectas consiste, en primer termino, en la desobediencia a la Iglesia y la rebeldía, lo que revela el nombre de ellos - protestantes!

La parábola sobre la Vid, explica la misteriosa unión de los fieles con el Señor Jesucristo - fuente de los dones de Gracia e del renacimiento espiritual.

"Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará: y todo aquel que lleva fruto, le limpiará, para que lleve más fruto... Estad en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos: el que está en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer" (Jn. 15:1, 4-5).

El hombre, que orgullosamente se separó de la Iglesia es como una rama cortada, la cual no solo no da fruto, sino esta condenada a secar. La conciencia de la unión con Cristo mediante el Sacramento de la Comunión, debe llenarnos de un gran agradecimiento. De Él recibimos nuestros mejores tendencias y fuerzas, Él es la fuente de nuestra vida espiritual.

 

Los pastores y maestros

"Él mismo dio unos, ciertamente apóstoles; y otros, profetas;

y otros, evangelistas; y otros, pastores y doctores; Para

perfección de los santos, para la obra del ministerio,

para edificación del cuerpo de Cristo" (Ef. 4:11-12).

El libro "El prado espiritual" conserva el relato sobre un anciano sacerdote, de vida justa, quien, oficiando las Liturgias, veía a los ángeles, que rodeaban el altar. Este sacerdote, habiendo aprendido el orden del oficio de los herejes, y no siendo letrado en dogmas eclesiásticas, por su simpleza y sin mala intención, pronunciaba las palabras, que no correspondían durante el oficio. Una vez, por la Providencia Divina, vino un diácono que conocía el oficio correctamente. Notando el error en las palabras del oficiante, el diácono lo corrigió. No creyendo al diácono, el monje le pregunto al Ángel, que se encontraba al lado del Altar. El Ángel contesto: "Escúchalo, él te indica bien" - "Porque no me dijiste antes, cuando estaba rezando?" - pregunto el anciano al Ángel. - Dios dispuso de tal manera, que los hombres deben ser corregidos por los mismos hombres, - contesto el Ángel. El sacerdote se corrigió en su servicio y agradeció a Dios y al diácono. Este instructivo antiguo relato subraya un elemento importante de la salvación: según el plan Divino, los hombres deben colaborar en su servicio con otros en el bien.

Si miramos con atención la estructura del mundo y la vida humana, veremos, que en la base de todo se encuentra el principio de ayuda mutua, colaboración e interacción, dispuestos por Dios. Cada cosa y cada ser viviente tiene su lugar en el conjunto, y uno necesita al otro. Así, por ejemplo, los vegetales alimentan a los animales y al hombre, y emiten el oxigeno, necesario para la respiración. Pero las plantas necesitan al anhídrido carbónico (CO2), que producen los animales y ellos también dependen para su reproducción de insectos, que las polinizan. Los microbios, que viven en el aparato digestivo de los animales, se alimentan de las sustancias que estos comen y al mismo tiempo colaboran en su proceso de digestión y metabolismo. La funciones de machos y hembras, hombres y mujeres se complementan mutuamente en el proceso de reproducción y el desarrollo de nuevas generaciones. En la naturaleza, a menudo, hasta la muerte de unos seres sirve de condición imprescindible para la vida de otros.

La necesidad de ayuda mutua se siente mas todavía en la vida de la sociedad humana. El hombre llega al mundo como un ser indefenso. Su vida, crecimiento, salud, alimentación y educación dependen enteramente de sus progenitores, La herencia, la transmisión de la información y el contacto se encuentran en la base de la cultura y el progreso. Llegando a la edad escolar, el hombre aprende las ciencias que son legado del trabajo e investigación de muchas generaciones previas de científicos, escritores, poetas etc. Toda la vida actual, con su alta tecnología y grandes descubrimientos en los campos de medicina, ciencia y arte, es el fruto del trabajo de generaciones anteriores. De manera que el hombre siempre usa los logros de aquellos que ya hace tiempo se han ido de este mundo. El hombre no puede existir por si solo, independiente de otros, como en un vacío. Hasta el cristianismo necesitó el trabajo preparatorio del periodo del Antiguo Testamento en su ley, en los libros de profetas y en la experiencia de los justos del Antiguo Testamento.

En una palabra, a que esfera física de la vida humana o animal no miremos, en todas partes vemos una ley general de acción conjunta y colaboración. Sin esto es imposible el progreso y la misma vida. Si la interacción y colaboración son tan indispensables en las cosas de la vida física, mas todavía son imprescindibles en la vida espiritual para crecer en las virtudes. Por eso Dios puso a unos "Y él mismo dio unos, ciertamente apóstoles; y otros, profetas; y otros, evangelistas; y otros, pastores y doctores; Para perfección de los santos, para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo; Hasta que todos lleguemos á la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, á un varón perfecto, á la medida de la edad de la plenitud de Cristo" (Ef. 4:11-13). Nuestro problema de la vida, no es solo un traslado automático del alma al paraíso, sino, en el primer termino, un renacimiento espiritual interno. Y esto a su vez exige conocimiento, experiencia, dirección, ayuda, purificación e iluminación. Y para eso es necesaria la Iglesia, - esta unión espiritual de los fieles.

Este pensamiento desarrolla, a menudo, el apóstol Pablo, cuando indica a los cristianos de ayudar unos a otros en las virtudes. Así, él toma, a veces, como ejemplo, el cuerpo humano en el cual cada miembro tiene su lugar y función en todo el cuerpo. El instruye:

"Porque de la manera que el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, empero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un cuerpo, así también Cristo. Porque por un Espíritu somos todos bautizados en un cuerpo, ora Judíos ó Griegos, ora siervos ó libres; y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. Pues ni tampoco el cuerpo es un miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo: ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo: ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como quiso. Que si todos fueran un miembro, ¿dónde estuviera el cuerpo? Mas ahora muchos miembros son á la verdad, empero un cuerpo. Ni el ojo puede decir á la mano: No te he menester: ni asimismo la cabeza á los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes, mucho más los miembros del cuerpo que parecen más flacos, son necesarios; Y á aquellos del cuerpo que estimamos ser más viles, á éstos vestimos más honrosamente; y los que en nosotros son menos honestos, tienen más compostura. Porque los que en nosotros son más honestos, no tienen necesidad: mas Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba; Para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se interesen los unos por los otros. Por manera que si un miembro padece, todos los miembros á una se duelen; y si un miembro es honrado, todos los miembros á una se gozan. Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros en parte. Y á unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero doctores; luego facultades; luego dones de sanidades, ayudas, gobernaciones, géneros de lenguas" (1 Cor. 12:12-28).

Aquí el pensamiento básico es que en la Iglesia cada miembro, hasta el mas ínfimo, es necesario para el bien total. Así la familia cristiana, esta "iglesia casera" constituye la primera célula de la Iglesia universal. En ella, los padres, y en general los mayores, se preocupan de los menores y, mostrándoles un buen ejemplo, simultáneamente se perfeccionan en la virtud. En un plano superior, las familias y los miembros de la comunidad cristiana se unen en su iglesia parroquial. Ellos se unen para la oración conjunta, participan en los oficios, toman la Comunión y comparten su experiencia espiritual. Según la voluntad Divina, los pastores, presbíteros, cumplen los oficios y enseñanzas, y son responsables ante Dios por cada "oveja." En un plano todavía mas alto, las comunidades cristianas se unen en diócesis o iglesias locales, en las cuales los obispos, - estos "ángeles de la Iglesia" (Ap. 2:1), dirigen la vida espiritual de los fieles y se preocupan conservar la pureza de la fe. Finalmente, las iglesias locales junto con la Iglesia Celestial representan el integro Cuerpo de Cristo, vivificado por el Espíritu Santo.

Como corresponde a una familia sana y normal, no deben existir conflictos entre los padres y los hijos, los mayores y menores, así también en la Iglesia, los servicios, siendo distintos, son todos necesarios para el bien común. "Ruego á los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de las aflicciones de Cristo, que soy también participante de la gloria que ha de ser revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, teniendo cuidado de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino de un ánimo pronto; Y no como teniendo señorío sobre las heredades del Señor, sino siendo dechados de la grey. Y cuando apareciere el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria. Igualmente, mancebos, sed sujetos á los ancianos; y todos sumisos unos á otros, revestíos de humildad; porque Dios resiste á los soberbios, y da gracia á los humildes" (1 Ped. 5:1-5).

Nosotros, los cristianos ortodoxos, debemos valorar nuestra pertenencia a la Iglesia. Ella es nuestro tesoro espiritual, nuestra dirección en las cuestiones de la fe y de la vida, nuestra purificación e iluminación, la fuente de la fuerza moral. Tratemos, pues, de trasformarnos de las ramas con pocos frutos y marchitas, en ramas vivas y verdes del viñedo de Cristo!

 

Las dos esferas

"Padre nuestro, que estas en los cielos"

Cuando los hombres hablan de la Iglesia, ellos habitualmente piensan en su parte terrenal, la iglesia militante. Esta Iglesia en distintos países y en diversos periodos históricos de su existencia ha experimentado o la calma y florecimiento, o persecuciones y disminución. En los periodos de prueba, hombres que valoran la Iglesia, comienzan a temer por su destino y se preguntan, si no ha llegado ya el fin de su existencia y si el mundo no se acerca a sus últimos días.

En estos tiempos difíciles para la Iglesia, es consolador de elevar nuestra mirada a lo alto, a nuestro Padre Celestial, con la oración: "Padre nuestro, que estas en los Cielos." En este vuelo oratorio entramos en una misteriosa comunicación con el Omnipotente Dios y el mundo espiritual y a nuestros ojos se presenta la plena gloria de nuestra Iglesia en el mundo superior. Comenzamos a sentir y comprender que la sociedad espiritual, a la cual pertenecemos, en realidad, es mucho mas grande y potente, que nos imaginábamos. Esta sociedad esta integrada por la Santísima Virgen María, Apóstoles, Profetas, Mártires, beatos, Simples en nombre de Cristo, devotos, incalculables mundo de los justos de todos los pueblos, y finalmente, inabarcable como el océano el mundo Angélico, cuya grandeza y gloria sobrepasa el intelecto. Y a la cabeza de toda esta grandiosa multitud, se halla el Jefe de nuestra salvación, el Vencedor del diablo y de la muerte - Nuestro Señor Jesucristo!

Recordándoles la verdadera gloria de la Iglesia Celestial-terrenal, el Ap. Pablo consolaba a los primeros hebreos-cristianos, que sufrían persecuciones de los judíos no creyentes: "Mas os habéis llegado al monte de Sión, y á la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, y á la compañía de muchos millares de ángeles, Y á la congregación de los primogénitos que están alistados en los cielos, y á Dios el Juez de todos, y á los espíritus de los justos hechos perfectos, Y á Jesús el Mediador del nuevo testamento, y á la sangre del esparcimiento que habla mejor que la de Abel" (Heb. 12:22-24). En otro lugar, comparando la Iglesia a un gran edificio, el Apóstol sostiene a los fieles con otras palabras: "Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino juntamente ciudadanos con los santos, y domésticos de Dios; Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo; En el cual, compaginado todo el edificio, va creciendo para ser un templo santo en el Señor" (Ef. 2:19-21).

En la inmensidad de la Iglesia universal Celestial-terrenal, nuestras iglesias locales, nacionales ortodoxas son como pequeños alvéolos, como piedras sobre la falda de una gran montaña, y nuestras parroquias representan unos objetos microscópicos.

Pero la aparente poca cantidad y hasta nuestra pobreza, no significan que estamos olvidados por nuestros hermanos en gloria, y que estamos abandonados a las fuerzas de las tinieblas. Todo lo contrario. Cuando es mas fuerte la presión de las fuerzas enemigas, tanto mas cercana es la ayuda de toda la Iglesia. Si nosotros no podemos permitir, que un malvado pegue nuestro hermano menor, tanto mas los Santos, perfeccionados en el amor, siempre están listos de ayudarnos. Según las palabras del Salvador: "Habrá mas gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento" (Luc. 15:7).

Nuestro mundo se parece a un campo de batalla, y puede ser, que se encuentra en el centro mismo de la lucha, la cual Dios tiene con el diablo por cada alma humana. En realidad, el frente de esta guerra sale lejos de los limites de nuestro mundo, y en la lucha con el dragón y sus servidores, la Iglesia Celestial toma una parte cercana y activa. Somos capaces de observar solo una pequeña parte de esta tensa guerra espiritual.

Hay que mirar a esta batalla con los ojos de san Juan el Teólogo, que escribió el libro de "Revelación," para captar esta contienda en un volumen mas amplio.

 

La Iglesia militante

"Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires" (Ef. 6:12).

El diablo odia el bien y persigue a aquellas personas, que tratan de liberarse de su poder. Dios le permite de tentar a los hombres para el bien de ellos, ya que en la lucha con las tentaciones el hombre crece y se fortifica espiritualmente. Es justa la nota de un pensador antiguo: "Si no existiera el diablo y las tentaciones - no habría tampoco santos."

El diablo en su ira levanta persecuciones físicas contra los fieles, pero hay que entender claramente, que el diablo puede dominar y perder el hombre solo a través del pecado. Siendo un experimentado y astuto psicólogo, el diablo adapta su táctica de seducción, según las debilidades individuales de cada hombre. Así, por ejemplo, a los hombres sensuales, el seduce con pecados carnales, a los amadores de bienes materiales - con el amor al dinero, a los vanidosos - con el orgullo, a los cobardes - con temor a persecuciones etc. Cuando el diablo logra inclinar al hombre al pecado - es su victoria. Cuando el hombre rechaza la tentación - él es el vencedor. Así toda nuestra vida esta de la derrotas y victorias. Al final de la vida se hace el saldo.

Las Escrituras Sagradas, la historia de la Iglesia, la vida de los santos, y los relatos de la vida en sus innumerables variantes fijaron en sus paginas los detalles externos de la guerra espiritual del diablo con los hombres. Entre todos ellos, el monumento mas remarcable es el libro de Apocalipsis, escrito por el Ap. San Juan el Teólogo en la isla de Patmos. Es sobre todo valioso porque describe la guerra espiritual entre las fuerzas del bien y del mal en toda su plenitud, y los fieles ven, que la lucha con el mal no se lleva en forma solitaria, pero con la ayuda de Dios y toda la Iglesia Celestial. Lo mas valioso en el Apocalipsis es la revelación del resultado final de la guerra, en la cual estamos arrastrados: es la total derrota del diablo, castigo de él y de sus huestes del mal, y también el premio eterno para los que lucharon con el maligno y no se rendirán. Que puede ser mas alentador que estar seguro de la victoria final del Bien y la Vida!

Antes de describir algunas imágenes de la guerra espiritual pintadas en el Apocalipsis, digamos algunas palabras sobre este libro. Entre todos los libros de las Sagradas Escrituras, el Apocalipsis es el mas difícil de entender. La dificultad reside, en que este libro esta escrito en lenguaje de símbolos y semejanzas. Los acontecimientos se describen en forma de imágenes. Esta escrito así, no por dificultar la comprensión, sino porque la meta del libro es mostrar el sentido espiritual de toda la historia de la humanidad, sumar las causas de los desastres que aquejaron a los hombres, y claramente hacer ver toda la repugnancia del pecado y la belleza de la virtud.

Por eso la Apocalipsis se distingue por dos características: 1) colocar a los hechos semejantes en la misma visión y 2) descripción repetida de los acontecimientos complicados en distintas perspectivas. Habitualmente se piensa que Apocalipsis solo predice los hechos de los últimos tiempos, al anticristo y al final del mundo. En realidad la Apocalipsis abarca la historia de la humanidad y de la Iglesia en todo su camino histórico. El fin del mundo y el juicio son descritos como una natural conclusión de los hechos pasados. Por eso, varios acontecimientos, separados por muchos siglos, pero semejantes en escénica, están representados en el mismo cuadro apocalíptico. Por ejemplo, las persecuciones de los cristianos durante los emperadores romanos en los primeros siglos, el masacre de los cristianos por los árabes de 7 a 9 siglos, y por los turcos en 14-18 siglos; las persecuciones en nuestro tiempo por los comunistas ateos, y finalmente las de anticristo entes del fin del mundo - están unificados en una sola visión. Elementos de diferentes épocas históricas se juntan en un cuadro: Antioco Epifano, Nerón y Diocletiano, Josroy y Omar, Mahoma 2 y Murad 3, Stalin, anticristo y sus semejantes - todos confluyen en la imagen de un animal terrible de muchas cabezas.

El valor de esta conjunción de acontecimientos en una sola descripción, esta en que permite trasmitir la escénica de los hechos, mientras que en una descripción detallada de cada uno de ellos se obtendría solo una lista de detalles externos, sin su esencia.

Hay mas conjuntos semejantes en una visión el las Escrituras Sagradas. Por ejemplo, el Salvador, hablando del fin del mundo, junto con esto la destrucción de Jerusalén, acontecida por Tito en el año 70 de nuestra era. Otro ejemplo de la unión de los hechos en una visión esta en el capitulo 12 del Revelación: 1-17.

"Y una grande señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando preñada, clamaba con dolores de parto, y sufría tormento por parir. Y fue vista otra señal en el cielo: y he aquí un grande dragón bermejo, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas. Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las echó en tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que estaba para parir, á fin de devorar á su hijo cuando hubiese parido. Y ella parió un hijo varón, el cual había de regir todas las gentes con vara de hierro: y su hijo fue arrebatado para Dios y á su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar aparejado de Dios, para que allí la mantengan mil doscientos y sesenta días. Y fue hecha una grande batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles lidiaban contra el dragón; y lidiaba el dragón y sus ángeles. Y no prevalecieron, ni su lugar fue más hallado en el cielo. Y fue lanzado fuera aquel gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña á todo el mundo; fue arrojado en tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. Y oí una grande voz en el cielo que decía: Ahora ha venido la salvación, y la virtud, y el reino de nuestro Dios, y el poder de su Cristo; porque el acusador de nuestros hermanos ha sido arrojado, el cual los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por la sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio; y no han amado sus vidas hasta la muerte. Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido á vosotros, teniendo grande ira, sabiendo que tiene poco tiempo. Y cuando vio el dragón que él había sido arrojado á la tierra, persiguió á la mujer que había parido al hijo varón. Y fueron dadas á la mujer dos alas de grande águila, para que de la presencia de la serpiente volase al desierto, á su lugar, donde es mantenida por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. Y la serpiente echó de su boca tras la mujer agua como un río, á fin de hacer que fuese arrebatada del río. Y la tierra ayudó á la mujer, y la tierra abrió su boca, y sorbió el río que había echado el dragón de su boca. Entonces el dragón fue airado contra la mujer; y se fue á hacer guerra contra los otros de la simiente de ella, los cuales guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo."

La mujer, vestida del sol, - es la Iglesia. La luna, estrellas y el sol, que la adornan, simbolizan su belleza y gloria espirituales. Los dolores del parto - hazañas de los cristianos en el camino de su renacimiento espiritual. El dragón rojo, es el diablo y sus servidores. Hay detalles de esta descripción, que no son claros para nosotros, pero es visible el resultado de esta guerra espiritual. El dragón resultó impotente de vulnerar a la Mujer y perder a sus hijos. Las dos alas de la Mujer se pueden entender como la oración y ayuno, los medios que espiritualizan al hombre y lo acercan a Dios. Bajo el río, que el dragón envió detrás de la Mujer se puede entender las tentaciones. Las tentaciones del diablo "tragó la tierra," que se puede interpretar como humildad, ya que al hombre humilde, adicto a Dios, las tentaciones no pueden llamar. Lo notable es, que los fieles no solo evitaron los daños del dragón, sino lo vencieron con la Sangre del Cordero o sea - la Comunión de Cuerpo y Sangre de Cristo. La huida al desierto se puede entender en sentido directo e indirecto - cuando los fieles, con su propia voluntad, se alejan de la sociedad pecadora y vanidosa, y entran plenamente en su vida espiritual. La mención del Arcángel Miguel y otras fuerzas celestiales, que precipitaron al infierno el dragón, se refiere, sin duda, al tiempo antes de la creación del mundo visible, cuando los Ángeles fieles a Dios echaron del paraíso al orgulloso Lucifer y sus ángeles rebeldes (esta fue la primera revolución).

De manera que es indudable la conjunción de los hechos de distintas épocas en la visión de la Mujer. Aquí hay también elementos de la vida de la Madre de Dios: el nacimiento de Cristo (el Primogénito de la Iglesia), la huida al Egipto, y también las persecuciones de los cristianos en distintas épocas históricas.

En otras visiones san Juan vuelve a describir las persecuciones de los fieles, pero lo hace en otra perspectiva. Hablaremos de esto mas adelante. En los capítulos 19 y 20 el Apóstol hace ver la derrota definitiva de anticristo, profeta falso y el antiguo dragón, que fueron lanzados al lago de fuego, donde sufrirán por los siglos de los siglos.

 

El cristiano - soldado de Cristo

"Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como

yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono" (Ap. 3:21).

Las Sagradas escrituras hablan de las pruebas y sacrificios en la vida, como de una hazaña que se da al hombre para lograr la recompensa superior en el Cielo. Así leemos en la epístola del apóstol Pedro "Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese" (1 Ped. 4:12).

Los esfuerzos y sufrimientos de los justos pueden ser voluntarios e involuntarios. A los voluntarios pertenecen: la oración intensa, el ayuno, la pobreza voluntaria, el celibato, los pensamientos puestos en Dios y diferentes obras de piedad, que llevan a la purificación del corazón y la búsqueda de la Gracia Divina. Desde los tiempos antiguos, los hombres con tales inclinaciones se hacían monjes. Los hombres de tal vida se llamaban beatos. A los sufrimientos involuntarios pertenecen las persecuciones, el tener que perder el modo de vida normal, sufrimientos hasta la misma muerte por la fe cristiana. Esta hazaña se llama el martirio. Estos dos tipos de hazañas cristianas - martirio y vida justa y beata, atraviesen toda la historia de la Iglesia de Cristo, y cada cristiano, en la medida de sus fuerzas y dedicación, comulga con uno u otro tipo.

En Apocalipsis vemos representantes de estas dos hazañas: los mártires en los cap. 6 y 7, santos y beatos en cap. 14. En las visiones, descritas en estos capítulos, vemos el cumplimiento de la promesa del Salvador, ver el epígrafe (Ap. 3:21). La descripción del mundo celestial comienza con la visión del Dios Padre.

"Y luego yo fui en Espíritu: y he aquí, un trono que estaba puesto en el cielo, y sobre el trono estaba Uno sentado. Y Él que estaba sentado, era al parecer semejante á una piedra de jaspe y de sardio: y un arco celeste había alrededor del trono, semejante en el aspecto á la esmeralda. Y alrededor del trono había veinticuatro sillas: y vi sobre las sillas veinticuatro ancianos sentados, vestidos de ropas blancas; y tenían sobre sus cabezas coronas de oro. Y del trono salían relámpagos y truenos y voces: y siete lámparas de fuego estaban ardiendo delante del trono, las cuales son los siete Espíritus de Dios. Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y en medio del trono, y alrededor del trono, cuatro animales llenos de ojos delante y detrás ... Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y en medio del trono, y alrededor del trono, cuatro animales llenos de ojos delante y detrás. Y el primer animal era semejante á un león; y el segundo animal, semejante á un becerro; y el tercer animal tenía la cara como de hombre; y el cuarto animal, semejante á un águila volando. Y los cuatro animales tenían cada uno por sí seis alas alrededor, y de dentro estaban llenos de ojos; y no tenían reposo día ni noche, diciendo: Santo, santo, santo el Señor Dios Todopoderoso, que era, y que es, y que ha de venir" (Ap. 2-6; 8-11).

La mar cristalina ante el altar-trono simboliza la calma y tranquilidad del mundo celestial, en contraposición de las tribulaciones de la vida terrenal, que se asemeja al mar movido por la tormenta. Los 24 ancianos que rodean al trono son los representantes de la Iglesia del Antiguo y Nuevo Testamento: los profetas y apóstoles.

Mas adelante, desde el cap. 5, se describe con detalles el trono y los que lo rodean. En primer termino es la visión del Cordero Divino, que se encuentra en el medio del altar y tiene aspecto como cordero, destinado por los hebreos para el sacrificio de Pascua. Aquí, sin duda, bajo Cordero hay que ver al Hijo de Dios, al Cual se refiere san Bautista "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn. 1:29). Bajo los sellos, sacados del libro misterioso, hay que interpretar la revelación del destino histórico de la humanidad, que solo Dios sabia anteriormente. Pasando por alto otros detalles, detengámonos a los resultadas, que se revelan al quitar el sello 5.

"Y cuando él abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos por la palabra de Dios y por el testimonio que ellos tenían. Y clamaban en alta voz diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre de los que moran en la tierra? Y les fueron dadas sendas ropas blancas, y fuéles dicho que reposasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completaran sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos" (Ap. 6:9-11).

Es notable, que los habitantes del cielo, sabiendo de antemano sobre las futuras persecuciones, no las impiden, ya que por medio de ellas los fieles recibirán la gloria celestial y "se completara el numero" de vencedores, que llegaran al Cielo. Viendo la vida con los ojos espirituales, los sufrimientos en nombre de Dios, son mas que necesidad, son un gran honor y la posibilidad para el hombre de comulgar con la gloria de Cristo. Así dice el apóstol Pablo: "A vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en Él, sino también que padezcáis por Él" (Fil. 1:29). Estos sufrimientos son solo una prueba externa para los fieles. Su naturaleza espiritual es completamente inaccesible para el diablo y los servidores del mal, porque los fieles están protegidos por un misterioso sello, que es la Gracia del Espíritu Santo.

"Y vi otro ángel que subía del nacimiento del sol, teniendo el sello del Dios vivo: y clamó con gran voz á los cuatro ángeles, á los cuales era dado hacer daño á la tierra y á la mar, Diciendo: No hagáis daño á la tierra, ni al mar, ni á los árboles, hasta que señalemos á los siervos de nuestro Dios en sus frentes. Y oí el número de los señalados: ciento cuarenta y cuatro mil señalados de todas las tribus de los hijos de Israel ... Después de estas cosas miré, y he aquí una gran compañía, la cual ninguno podía contar, de todas gentes y linajes y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y palmas en sus manos; Y clamaban en alta voz, diciendo: Salvación á nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero. Y todos los ángeles estaban alrededor del trono, y de los ancianos y los cuatro animales; y postráronse sobre sus rostros delante del trono, y adoraron á Dios, Diciendo: Amén: La bendición y la gloria y la sabiduría, y la acción de gracias y la honra y la potencia y la fortaleza, sean á nuestro Dios para siempre jamás. Amén. Y respondió uno de los ancianos, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Y yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han venido de grande tribulación, y han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo: y el que está sentado en el trono tenderá su pabellón sobre ellos. No tendrán más hambre, ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni otro ningún calor. Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará á fuentes vivas de aguas: y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos" (Ap. 7:2-4, 9-17).

La cantidad 144 mil, igual que los otros números tienen significado simbólico, del cual no es necesario hablar ahora. Después de los mártires, san Juan habla de las hazañas de los beatos, que eligieron la virginidad y la pobreza voluntaria (monjes en mayoría).

"Y miré, y he aquí, el Cordero estaba sobre el monte de Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de su Padre escrito en sus frentes. Y oí una voz del cielo como ruido de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno: y oí una voz de tañedores de arpas que tañían con sus arpas: Y cantaban como un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro animales, y de los ancianos: y ninguno podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil, los cuales fueron comprados de entre los de la tierra. Estos son los que con mujeres no fueron contaminados; porque son vírgenes. Estos, los que siguen al Cordero por donde quiera que fuere. Estos fueron comprados de entre los hombres por primicias para Dios y para el Cordero. Y en sus bocas no ha sido hallado engaño; porque ellos son sin mácula delante del trono de Dios ... Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús. Y oí una voz del cielo que me decía: Escribe: Bienaventurados los muertos que de aquí adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansarán de sus trabajos; porque sus obras con ellos siguen" (Ap. 14:1-5, 12-13).

Arpa es el símbolo de la gran armonía a la que llegaron los vírgenes por la purificación del corazón. Su pureza moral les hace particularmente cercanos a Dios.

Muchas visiones del Apocalipsis hablan de la estrecha unión de la iglesia terrenal y Celestial. Leyendo a este libro sagrado, vemos que los santos toman una viva participación en todas las pruebas que pasan sus hermanos menores en la tierra y los fortifican con sus oraciones. Estas oraciones están simbolizados como un incienso, que se eleva del incensario sagrado descrito en cap. 8.

"Y otro ángel vino, y se paró delante del altar, teniendo un incensario de oro; y le fue dado mucho incienso para que lo añadiese á las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y el humo del incienso subió de la mano del ángel delante de Dios, con las oraciones de los santos" (Ap. 8:3-4).

El hombre, sumergido en el trajín de la vida, olvida su patria celestial y a los santos que se preocupan por él. Nuestro templo ortodoxo, adornado con las imágenes de los santos y los rezos a ellos durante los servicios religiosos, nos recuerdan la cercanía espiritual de la Iglesia Celestial victoriosa.

Leyendo con atención esta visión del Apocalipsis, vamos a notar una extraordinaria semejanza con la Liturgia, que se oficia en el templo. En el Cielo el altar-trono con el Cordero sacrificado, los ancianos con coronas de oro rodean el altar, siete lámparas, el incienso y la multitud de presentes. Cuan cercano es eso con lo que pasa en el altar durante la Divina Liturgia! Aquí, como en el Cielo, el altar con el Cordero en los Santos Sacramentos de la Comunión y los clóricos, que rodean el altar, y siete lamparillas, y el incensario con el humo perfumado del incienso. Durante la Liturgia los clericos ofician, los cantantes y los fieles se unen en un coro con los Ángeles y los Santos en el Cielo, y como si fuera una sola voz glorifican al Creador con las palabras: "Santo, Santo, Santo Señor Sabaot, están plenos el Cielo y la tierra de Tu Gloria!"

Ninguna otra confección tiene el oficio tan cercano al servicio religioso en el Cielo. A comparación con nuestra maravillosa e inspirada por Dios Liturgia, cuan pobres y secas son las reuniones de las sectas, cuan vacíos y impersonales sus salas de oraciones. Por eso debemos valorar la riqueza espiritual de nuestra Iglesia Ortodoxa y su estrecha unión con la Iglesia Celestial.

 

El tesoro de la Verdad

"No tengo yo mayor gozo que este, el oír que

mis hijos andan en la verdad" (3 Jn. 1:4).

El Señor Jesucristo definió la finalidad de Su llegada al mundo de siguiente manera: "Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz" (Jn. 18:37).

La mente - la capacidad de pensar, conocer, ver y crear - es la característica más preciada que nos dio el Creador, nos eleva por encima de otros seres vivos y en cierto modo nos asemeja a Dios. La principal capacidad de la mente es conocer la verdad, o sea, adquirir una opinión correcta sobre un objeto o acontecimiento. Sin esta capacidad la mente permanecería en un mundo de fantasía y seria completamente inútil. La mente no iluminada por la verdad es lo mismo que una vela apagada o un río sin agua. Si el conocimiento del mundo y de las leyes físicas es deseable, más importante es el conocimiento de las verdades espirituales. Ellas nos dan un entendimiento correcto sobre Dios y Sus cualidades; la comprensión de la causa y la finalidad de la aparición del mundo y del hombre; la causa del mal entre los hombres; la naturaleza y el destino del hombre, el mundo espiritual y la meta de la vida temporal del hombre, el Salvador y la salvación de la humanidad; el bien y el mal, la muerte y la resurrección, el juicio y la vida eterna y, sobre todo, de como vencer a las tentaciones y progresar en la verdad, logrando la perfección etc.

Dios, quien dio al hombre la noble necesidad de estudiar y conocer, le ayuda en esta empresa. Así, durante el tiempo patriarcal del Antiguo Testamento, Dios revelaba a sus elegidos los conceptos mas elementales sobre Si y lo que es correcto e incorrecto. Luego, a través de Moisés y otros profetas revelo, mas detalladamente, la ley moral y como el Mesías vendrá a salvar a los hombres del pecado y de la muerte. Finalmente, en el tiempo del Nuevo Testamento, Dios revelo a través de Su Hijo las verdades del mundo espiritual en forma completa y perfecta. "La ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo" - escribe el Evangelista Juan (Jn. 1:17). El su estado físico actual, el hombre no es capaz de comprender la verdad mas profundamente, que tal, como la recibieron los apóstoles de Nuestro Señor Jesucristo. Esto no excluye la posibilidad que en la vida futura, al ampliarse el horizonte del hombre, él será capaz de conocer la verdad mas plenamente. Sobre esto escribe el apóstol Pablo: "Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara á cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido" (1 Cor. 13:12).

Señor Jesucristo revelaba la verdad no solo a sus contemporáneos, sino para todas las generaciones venideras. Con Su cuidado y la fuerza omnipotente del Espíritu Santo, la verdad comunicada a los santos Apóstoles se guarda en la Iglesia hasta el presente en su pureza primaria, y será conservada hasta el fin de los tiempos. Despidiéndose de Sus Apóstoles, Jesucristo los consuela, que pronto descenderá sobre ellos el Espíritu Santo, Quien, con más fuerza aun, los afirmará en la verdad. "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: Al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce: mas vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros ... Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho ... Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará á toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que han de venir" (Jn. 14:16-17,26; 16:13). Es notable, que Jesús llama al Espíritu Santo - Espíritu de la Verdad, dándonos a entender que la revelación de la verdad a los fieles, es mayormente la acción preponderante de la tercera Persona de la Santísima Trinidad, en la obra de la salvación de la humanidad. En contraposición de la Verdad, el diablo se llama espíritu de seducción y padre de la mentira, porque la mentira y el símbolo de errores - es la principal herramienta que él usa para perder a los hombres.

Los cristianos de confecciones no ortodoxas limitan la verdad religiosa al contenido de las Sagradas Escrituras, rechazando la Tradición Apostólica, guardada por la Iglesia como la experiencia espiritual. Esta limitación de la fuente de la verdad es errónea por dos causas:

1) Los Apóstoles no ponían en sus epístolas la meta de explicar plenamente la enseñanza cristiana. Ellos solo ponían el fundamento y los principios de la enseñanza de Jesucristo, o respondían a distintos problemas que surgían en tal o cual comunidad cristiana. "Os di a beber leche, y no vianda; porque aun no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aun sois carnales," - escribía apóstol Pablo (1 Cor. 3:2). En general los Apóstoles preferían enseñar oralmente. "Yo tenía muchas cosas que escribirte; empero no quiero escribirte por tinta y pluma: Porque espero verte en breve, y hablaremos boca á boca. sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda tú á los amigos por nombre" (3 Jn. 13-14). Así las instrucciones y la mayoría de conversaciones del apóstol Juan quedaron sin anotar. Pero los Apóstoles a sus herederos, los obispos, exponían las verdades cristianas en toda su plenitud y detalle. Así el apóstol Pablo instruía a su discípulo Timoteo: "Retén la forma de las sanas palabras que de mi oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús ... Y lo que has oído de mí entre muchos testigos, esto encarga á los hombres fieles que serán idóneos para enseñar también á otros" (2 Tim. 1:13, 2:2).

Muchas palabras de apóstol Pablo a Timoteo y otros discípulos, asimismo lo que enseñaban los otros apóstoles, lo anotaban sus sucesores. Esto entró en los escritos de Policarpo de Esmirna, Ignacio Teoforo y muchos otros, en los antiguos Credo, oficios Litúrgicos, Bautismo, Oleounción y otras ceremonias religiosas. Tomando en consideración estos documentos antiguos de la literatura cristiana, nos convencemos, que el contenido de la verdad es mas completo en la Iglesia, que en las Escrituras solamente.

2) Las Sagradas Escrituras contienen las palabras del Espíritu Santo - verdades de las más alta y Divina esfera de la existencia. Por eso, para entender correctamente a las Escrituras es imprescindible la ayuda y guía del mismo Espíritu Santo. La existencia del enorme numero de sectas, nos convence que muchos no entienden de lo que tratan de explicar. Y no por la causa, que las Escrituras están escritas con un lenguaje difícil. La predica de los Apóstoles fue dirigida a los hombres simples y iletrados. Por consiguiente, la causa de no compresión correcta de las Escrituras reside en que el hombre en forma consciente, o mas a menudo, inconsciente, a causa de sus pecados, estado carnal, prejuicios y otras causas no acepta lo que inspira el Espíritu Santo (1 Cor. 2:14). El error común de los predicadores de las Escrituras es - "arrancar" tal o cual versículo de la Escritura, y explicarlo fuera de contexto de otros lugares sobre este tema. Ellos eligen un texto que, según ellos, apoya su idea, e ignoran lo que la contradice.

El tratamiento arbitrario de la palabra de Dios por los protestantes, llevó a muchos hombres de nuestro tiempo a tratar con escepticismo el mismo concepto de la verdad. La actitud escéptica la expresó primero el Pontio Pilatos, quien, al mencionar Cristo a la Verdad, preguntó con ironía: que es la verdad?" y cambió de tema, sin esperar la respuesta. Pero nosotros creemos en la existencia de la Verdad en la Iglesia, ya que en ella opera el mismo Espíritu de la verdad, que instruía a los Apóstoles.

Como lo demostró la historia, ni los obispos aislados, ni hasta los Concilios, ni menos el pueblo, son infalibles en las cuestiones de la fe. La infalibilidad en las cuestiones de la fe y la moral , es otorgada solo, a la Iglesia, en su totalidad, en la armonía conciliar de los obispos, el sacerdocio y todos los creyentes ortodoxos. La Iglesia, en su totalidad, constituye el Cuerpo de Cristo, y nuestro Señor Jesucristo - es su Cabeza. Sobre la infalible pureza de las enseñanzas de la Iglesia testimonia el apóstol Pablo: "Cristo amó a la Iglesia, y se entrego a si mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, y a fin de presentársela a si mismo, una Iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha" (Ef. 5:25-27). Por eso la Iglesia se llama: "Columna y baluarte de la verdad" (1 Tim. 3:15).

A veces sucede también a los no ortodoxos predicadores decir algo correctamente. En este caso ellos siembran destellos de luz, que en toda su plenitud brilla en la Iglesia. Semejante a la luz física, que ilumina a la tierra, tiene una sola fuente - al sol, así toda la verdad religiosa, sin importar quien la dijo, es una partícula de la luz espiritual, que brilla en toda su potencia en al enseñanza de la Iglesia. Lo malo es, que atrayendo seguidores a sus sectas, con la ayuda de las partículas de la luz, tomados de la Iglesia, los protestantes mezclan a estas sus propias partes, (a veces diabólicas) de las tinieblas.

Así, para entender correctamente las palabras del Espíritu, hay que pedir humildemente Su guía y ayuda. Además, hay que verificar que las verdades que comprendemos sean es armonía perfecta con lo que la Iglesia siempre enseño, ya que el Espíritu Santo no puede contradecir a Si mismo.

La Verdad permanece en la Iglesia desde los tiempos antiguos como una fuerza vivificadora. Distintas épocas, culturas, condiciones de vida diferentes ponen sus problemas específicos, y la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo reacciona a esto y da a sus hijos las respuestas correctas. Así, como un gran árbol, creciendo, cambia su aspecto externo, conservando sus características particulares, así la enseñanza de la Iglesia es siempre fresca y nuevo en su forma de expresión oral, permaneciendo inalterable en su esencia.

Conocimiento de la Verdad es un proceso que se produce con el desarrollo espiritual y mental del hombre mismo. La verdad evangélica esta anunciada no solo para iluminar la mente, sino para el perfeccionamiento espiritual del hombre "Bienaventurados los que tienen el hambre y la sed de la verdad" "Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia" - ordene el Salvador (Mat. 6:33).

La enseñanza de Cristo es muy amplia en contenido y, prácticamente, inagotable. Ella es destinada a guiar la mente y la voluntad del hombre en todos los peldaños de su desarrollo espiritual. Es aplicable a los obreros y reyes, científicos e iletrados, monjes y hombres de familia, libres y esclavos. A los pecadores ella muestra el camino del arrepentimiento y vida justa, a los sobrecargados de trabajo y preocupaciones les indica la dirección correcta y aumenta sus fuerzas; al que busca la perfección - la sabiduría y la Gracia iluminadora. Sobre la meta de adquirir la verdad, el Señor dijo así: "Si permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Jn. 8:31-32). La liberación de las tinieblas del error y esclavitud de las pasiones - es la verdadera Libertad, que se da a los que aman a la verdad.

 

El tesoro de la Santidad

"La voluntad de Dios es vuestra santificación" (1 Tes. 4:3).

La Santidad es la misteriosa calidad de Dios. Ni la mente angélica, ni la humana no pueden penetrar la Santidad de Dios. Hablando de la santidad de algunos hombres, nosotros lo entendemos como ausencia de pecados y vicios, pureza, inocencia, vida justa y en general la perfección moral. Sin embargo, la santidad de Dios, incluyendo a todas las virtudes, posee en si una esencia, incomprensible para nosotros. Ella es propiedad intrínseca del ser Divino. Los Ángeles, cercanos a Dios, contemplando Su inaccesible santidad, sobrecogidos, exclaman: "Santo, santo, santo Jehová de los ejércitos; toda la tierra esta llena de su gloria" (Is. 6:3).

Todo lo que proviene de Dios, ó a lo que toca la Gracia de Su fuerza, se santifica. Por eso son santas las Escrituras, siendo la palabra de Dios, santos los templos de Dios, santos las oraciones, sacramentos y oficios religiosos. Santos los Ángeles, profetas, apóstoles y otros portadores de la Gracia de Dios. También se santifican los objetos y las personas que tocan los objetos santificados.

En este sentido la santidad Divina se puede comparar al precioso miro (óleo perfumado, Mat. 26:7), que deja su perfume al que lo toca. Hay que entender claramente, que sin Dios no hay santidad. Tal o cual virtud puede ser una calidad natural de una persona, o adquirida con su esfuerzo. Cada hombre bueno y honesto, hasta un pagano, puede ser llamado virtuoso. Pero ser santo solo puede aquel a quien lo santificó Dios. Por eso la santidad es comparable a la luz, sin la cual, todo, hasta el oro parece negro como el carbón. El grado de santidad del hombre se define por el grado de su comunión con la santidad Divina.

"La voluntad de Dios es vuestra santificación" - escribe apóstol Pablo (1 Tes. 4:3). La santificación de los fieles se produce en la Iglesia. "Maridos, amad á vuestras mujeres, así como Cristo amó á la iglesia, y se entregó á sí mismo por ella, Para santificarla limpiándola en el lavador del agua por la palabra, Para presentársela gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante; sino que fuese santa y sin mancha" (Ef. 5:25-27). De esta manera Dios hizo la Iglesia como un recipiente precioso, que contiene el miro de la santidad Divina.

La Iglesia es santa por su misteriosa unión con Dios. El Hijo de Dios se hizo humano para unir a los fieles con Dios. Esa unión se realiza a través de la comunión del Cuerpo y Sangre de Cristo, que al mismo tiempo, reúne los fieles en una misteriosa unión - la Iglesia. Esta unión es tan fuerte y activa que todos los fieles constituyen un místico cuerpo, cuya cabeza es Cristo. La santificación de los fieles se produce con la Gracia del Espíritu Santo.

La fuerza santificadora de Dios actúa ampliamente en la Iglesia. Todo sobre que la Iglesia extiende su acción se santifica. Para el hombre la santificación empieza por el Sacramento de Bautismo, cuando se lava de él toda impureza pecaminosa. El Bautismo es una entrada en la Iglesia, por la cual se recibe el acceso a todos los Sacramentos de Gracia. La Iglesia ilumina con fuerza no solo a los cristianos que activamente tienden a la perfección moral, sino también a sus familias. Como dice el Apóstol: "El marido incrédulo es santificado en la mujer creyente... ahora sus hijos son santos" (1 Cor. 7:14). Los miembros de la Iglesia que son pasivos y indiferentes a las virtudes, tomando contacto con los oficios religiosos y objetos de culto, se santifican. Así la Iglesia santifica la mente del hombre con la lectura de la palabra de Dios, con las oraciones y cánticos, imágenes santas; santifica los cuerpos, casas, alimentos, campos y diferentes objetos con la aspersión de agua bendita. Limpia los pecados y sana las enfermedades con el Sacramento de la Confección.

La Gracia santifica no solo la parte espiritual, sino también la física del hombre. Este proceso externo actúa instantáneamente, mientras que el interno se produce mas lentamente, ya que depende de la receptividad del hombre. Como son diferentes los grados de perfume y brillo, así también hay diferentes grados de Santidad. La Santidad se puede comparar con la misteriosa escalera que vio el patriarca Jacobo (Gen. 28), que apoyada en la tierra, con su parte superior llegaba al Cielo. Para la adquisición de la Santidad el hombre necesita cambiar su humor y sicología, debe hacer un esfuerzo de la voluntad, tener constancia en el deseo para que sus cualidades morales se acercan a las perfecciones del Santísimo Dios. La santificación interna por eso muchas veces va por un camino muy espinoso y sinuoso. Hombres excepcionales como por ejemplo, el san Serafín de Sarov se dirigen desde la infancia hacia Dios y hasta la vejez ascienden infaliblemente por el camino de la virtud. La mayoría de los hombres experimenta periodos de entusiasmo religioso y periodos de apatía espiritual y hasta caídas en el pecado. Por eso, no se puede exigir que la Iglesia en la vida actual conste solo de hombres justos y sin pecado. San evangelista Juan el Teólogo escribe: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos nosotros mismos, y la verdad no esta en nosotros" (1 Jn. 1:8).

Por esa causa Señor Jesucristo comparó a la Iglesia con un campo, donde junto con el trigo, crecen las malezas. También en la parábola de las 10 vírgenes menciono a las 5 insensatas, a las cuales durante el sueño se les apagaran las lámparas. Nuestra vida no es una espera inmóvil, sino un proceso, crecimiento, que se desarrolla en los hombres con distinta velocidad. Dios con Su Gracia nos atrae a Si, pero no a la fuerza, sino espera el deseo del mismo hombre. Algunos logran en la vejez ser mas limpios y mejores, otros mueren sin arrepentimiento. Solo en la vida futura el bien y el mal serán completamente separados.

La Santidad de la Iglesia no se condiciona con la santidad de sus miembros. La fuente de santidad se encuentra en Dios, no en los hombres. Por eso los apóstoles, en sus epístolas, llamaban a todos los cristianos santos, al pesar de que entre ellos algunos eran imperfectos y hasta pecadores (Hech. 6:1; 1 Cor. 3:1-4, 4:8, 6:1-9; Gal. 5:5; 2 Ped. 2:13). Es errónea la opinión, que la Iglesia esta constituida solo de hombres perfectos. La fuerza santificadora de la Iglesia no disminuye por la presencia en ella de miembros indignos. Todo lo pecaminoso y mundano, que irrumpe en la esfera eclesiástica queda ajeno a ella y es preparado para ser separado y destruido, como las malezas durante la cosecha. Con el tiempo la palabra "santo" comenzó a usarse solo para referirse a los mas perfectos devotos de la fe, mártires y hombres justos, que Dios glorifico con milagros.

En cambio a muchos cristianos de otras confesiones, les gusta llamarse "santos." Este nombre ellos unen con una opinión exagerada sobre sus virtudes. Sin embargo, la santidad no es un simple resultado de las virtudes, sino la comunión con la Santidad Divina. El nombre de santo no es aplicable a los miembros de las sectas, ya que ellos rechazan la fuerza santificadora de la Iglesia. Vulneraron la pureza de la fe en Cristo, no aceptan el sacerdocio, instituido por Dios, no reconocen los sacramentos y no toman la Comunión del Cuerpo y Sangre de Cristo. O sea ellos cortaron a todos los conductores de la santidad, instituidos por Dios.

Como la mente dirige a las acciones del hombre, la santificación del alma comienza en la mente. Por eso, orando por los fieles, Señor Jesucristo pedía a Su Padre Celestial de iluminar sus mentes: "Santifícales en tu verdad; tu palabra es verdad." A los apóstoles que ya conocieron la verdad dijo: "Vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado" (Jn. 15:3). Por eso es tan importante estudiar continuamente la palabra de Dios. Sin la iluminación de la mente el alma queda en la oscuridad y alejada de Dios.

Nosotros, los ortodoxos, poseemos en la Iglesia la plenitud de la verdad de Cristo, los Sacramentos santificadores, toda la riqueza de los dones del Espíritu Santo. Hay que agradecer diariamente a Dios por hacernos dignos de ser miembros de Su Iglesia. "Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamo de las tinieblas a su luz admirable" (1 Ped. 2:9) - consuela a los cristianos el Ap. Pedro. Tratemos pues de justificar en nuestra vida tan alta categoría!

 

La montaña de Dios

"Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa de

Dios de Jacob; y nos enseñara sus caminos" (Is. 2:3).

Como hijos del bendito Reino de Dios, desde la infancia nos enseñaron creer en la única, santa, conciliar y apostólica Iglesia. Pero pocos de nosotros saben que las preciosas cualidades de la Iglesia, mucho antes de la era cristiana, fueron revelados por los profetas del Antiguo Testamento. Cuando escuchamos en el oficio religioso las palabras como: "Haz bien con tu benevolencia a Sión; edifica los muros de Jerusalén" "Luz revelada a los Gentiles свет во откровение языков... ЎResplandece; resplandece, nueva Jerusalйn, pues la gloria del Señor ha brillado sobre ti, alborózate ahora y alégrate Sión" y otros semejantes, sabemos, que aquí no se habla de nación hebrea, sino de la gloria de la Iglesia, a la cual pertenecemos. La causa de la conservación de estos nombres del Antiguo Testamento (Sión, Israel, Jerusalén y otros) es que ellos se trasformaron en símbolos queridos y sagrados del Reino de Dios entre los fieles de la Iglesia. Estos símbolos, como veremos, nos revelan la naturaleza de la Iglesia de Cristo y pintan su gloria venidera.

Mucho antes de la era cristiana los antiguos profetas estaban preparando el terreno espiritual y la base religiosa del Reino de Dios entre los hombres. En aquellos tiempos lejanos, cuando los pueblos paganos deificaban la naturaleza y distintas cosas, los hebreos honraban a Dios verdadero y único. Jerusalén y el Templo de Dios sobre el monte Sión, desde los tiempos de David y Salomón, eran los únicos lugares de la tierra donde se glorificaba el nombre del Creador del Cielo y la tierra. Aquí, según las profecías, debía manifestarse el Mesías-Salvador de la humanidad, aquí se iba cumplir la redención de los hombres, la llegada del Espíritu Santo y comenzar el Reino de Dios. Los israelíes eran llamados primeros a entrar al Reino de Dios y muchos de ellos, en realidad, se han hechos los primeros cristianos y primeros santos.

Es natural, que los profetas, hablando del futuro Reino de Dios, usaban los nombres conocidos y caros a sus contemporáneos, como Sión, Jerusalén y otros - como símbolos del Reino de Dios venidero. El rey David, primero entre los profetas, comenzó a llamar al futuro Reino "la montaña sagrada," "Sión" ó "Jerusalén." Así, p. ejemplo, en el salmo 2, prediciendo el reinado de Mesías y la derrota de Sus enemigos, David dice: "Yo (palabras de Dios) he puesto mi rey (Hijo) sobre Sión, mi santo monte" (Sal.2:6). Comenzando por David y los profetas el Reino de Dios, a menudo, se representa como un monte. El monte, por su tamaño, simboliza la grandeza de la Iglesia, su monolito unitario. El rey David primero escribió de la santidad de la Iglesia. Después de él, el profeta Isaías, a menudo, escribió sobre el Reino de Dios, llamándolo el monte Sión ó el monte de la casa del Señor. Así habla de la gloria venidera del Reino de Mesías.

"Y acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová por cabeza de los montes, y será ensalzado sobre los collados, y correrán á él todas las gentes. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, á la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová" (Is. 2:2-3).

Es notable como él indica claramente la entrada de muchos pueblos en la Iglesia. Esta verdad fue confirmada también por otros profetas (Sal. 22:28, 72:10-17; Is. 42:1-12, 49:6, 54:12-14; Dan. 7:13-14; Ageo 2:6-7). Algo mas tarde Isaías describe el renacimiento moral que va suceder con los miembros del Reino de Mesías, de manera como hasta los hombres crueles y malos, peor que los animales salvajes, se transformaran en benignos y buenos:

"Morará el lobo con el cordero, y el tigre con el cabrito se acostará: el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de teta se entretendrá sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna del basilisco. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como cubren la mar las aguas. Y acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón á los pueblos, será buscada de las gentes; y su holganza será gloria" (Is. 11:6-10; ver Rom. 15:12).

Actualmente, en la Iglesia se produce la renovación interna del hombre, pero la seguridad del mundo exterior y bienaventuranza reinarán sólo después del Juicio Final. Los capítulos 25-27 del libro del profeta Isaías aclaran mas la profecía anterior y describen la gloria y el gozo que triunfaran hacia el fin los tiempos en el monte de Dios.

"Y Jehová de los ejércitos hará en este monte á todos los pueblos convite de engordados, convite de purificados, de gruesos tuétanos, de purificados líquidos. Y deshará en este monte la máscara de la cobertura con que están cubiertos todos los pueblos, y la cubierta que está extendida sobre todas las gentes. Destruirá á la muerte para siempre; y enjugará el Señor toda lágrima de todos los rostros: y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra: porque Jehová lo ha dicho ... Porque la mano de Jehová reposará en este monte, y Moab será trillado debajo de él, como es trillada la paja en el muladar ... Abrid las puertas, y entrará la gente justa, guardadora de verdades... Acontecerá también en aquel día, que se tañerá con gran trompeta, y vendrán los que habían sido esparcidos en la tierra de Asiría, y los que habían sido echados en tierra de Egipto, y adorarán á Jehová en el monte santo, en Jerusalén" (Is. 25:6-8, 10, 26:2, 27:13).

Aquí el Egipto y Asiría, como el Babilonia en otras profecías, son símbolos del reino del mal. El profeta Daniel, que vivió unos 300 años después de Isaías, vuelve al símbolo del Monte en una visión suya. Las partes principales son:

"Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, la cual hirió á la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fue también desmenuzado el hierro, el barro cocido, el metal, la plata y el oro, y se tornaron como tamo de las eras del verano: y levantólos el viento, y nunca más se les halló lugar. Mas la piedra que hirió á la imagen, fue hecha un gran monte, que hinchió toda la tierra ... Y en los días de estos reyes, levantará el Dios del cielo un reino que nunca jamás se corromperá: y no será dejado á otro pueblo este reino; el cual desmenuzará y consumirá todos estos reinos, y él permanecerá para siempre" (Dan. 2:34-35, 44).

En esta visión, como en otras partes de las Escrituras, la Piedra simboliza a Mesías. El ídolo, roto por la Piedra, se entienden los reinos paganos. El Monte - la Iglesia se difunde por todo el mundo. Ella sobrevivirá a todos los reinos de la tierra y será eterna. Cuan cercana es esta visión a lo que predijo Cristo al apóstol Pedro: "Y sobre esta Roca edificare Mi Iglesia, y las puertas del hades no prevalecerán contra ella" (Mt. 16:18). Es notable en las profecías del Antiguo Testamento sobre el Reino de Dios que, estando saturados de nombres "Sión," "Jerusalén" - es ausente en ellas el extremo nacionalismo, que dominaba tanto a los hebreos durante la ocupación romana. En estas profecías queda subrayado siempre la universal calidad de la Iglesia.

Con la venida a nuestra tierra del Mesías, nuestro Señor Jesucristo y la extensión del Reino de Dios entre diversos pueblos del imperio Romano, los símbolos del Antiguo Testamento no perdieron su importancia. Todo lo contrario, los Apóstoles y luego los Santos autores de las oraciones los usaban ampliamente cuando se referían al Reino de Dios. Así el apóstol Pablo, hablando en su epístola de la grandeza y universalidad de la Iglesia, usa el conocido símbolo del Monte:

"Mas os habéis llegado al monte de Sión, y á la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, y á la compañía de muchos millares de ángeles, Y á la congregación de los primogénitos que están alistados en los cielos, y á Dios el Juez de todos, y á los espíritus de los justos hechos perfectos, Y á Jesús el Mediador del nuevo testamento, y á la sangre del esparcimiento que habla mejor que la de Abel" (Heb. 12:22-24).

En el libro de Apocalipsis apóstol Juan describe la visión de la Iglesia victoriosa en forma de un monte sagrado: "He aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sión, y con Él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de El y el de Su Padre escrito en la frente" (Ap. 14:1; 144 mil es un numero simbólico = 12 х 12 х 1000, significa el gran numero de salvados). Es tan arraigada la imagen antigua de la Iglesia en forma del monte Siуn, que entro tambiйn en el himno pascual: "Levántate, resplandece la nueva Jerusalén; porque a venido tu luz, y la gloria del Señor ha nacido sobre ti" (Is. 60:1). De tal manera vemos, como casi a través de todo el Testamento Antiguo y Nuevo se encuentran los símbolos del sagrado monte Sión y de Jerusalén. Ellos hablan de la unidad, santidad y universalidad de la Iglesia. En las Sagradas Escrituras hay otras imágenes del Reino de Dios: el viñedo, el árbol, el campo, el corral de ovejas y otros, pero el símbolo del monte define mas la finalidad principal de la Iglesia - llevar a los hombres hacia arriba, hacia Dios. Como el monte se apoya en la tierra y su cima toca al cielo, así la Iglesia, encontrándose y actuando en el mundo, muestra a los hombres el camino y los atrae a Dios.

El mundo se encuentra como al pie del Monte Divino. Personas aisladas y naciones enteras se acercan al monte y, tomando la fe cristiana, empiezan a subir - crecer espiritualmente. Aproximándose a Dios, los hombres asimismo se acercan unos a otros, de manera que las particularidades nacionales y culturales retroceden al segundo plano, y al primero se impone la fe y la Gracia Divina. Por eso, según el Apóstol, en la Iglesia "no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncision, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos" (Col. 3:11).

Hablando con seriedad, solo la fe Ortodoxa lleva al hombre hacia lo alto. Solo ella posee la gran riqueza de la experiencia de los santos. Solo ella puede regenerar al hombre con sus Sacramentos, haciéndolo una "criatura nueva." Las otras confesiones, rechazando los Sacramentos y la experiencia espiritual de los santos, cierran a si mismos el camino hacia el renacimiento espiritual. Con todo el énfasis de sus predicas y amplia actividad humanitaria - falta la real, efectiva ascensión hacia Dios. Estas confesiones solo están caminando alrededor de la base del monte sagrado.

 

Ciudadanos y no vagabundos

"Mas venido el cumplimiento del tiempo,

Dios envió su Hijo, hecho de mujer" (Gal. 4:4).

Bajo la "plenitud del tiempo" hay que entender los términos, puestos por Dios, cuando la humanidad va a madurar para poder recibir las ideas que están en la base del Reino de Dios entre los hombres. Como sabemos, el Señor Jesucristo en Sus prédicas y sobre todo en Sus parábolas, llamaba a Su Iglesia el Reino de Dios. Los Evangelistas usan los términos Reino de Dios o Reino Celestial, que son iguales, pero el primero se refiere mas a la Iglesia terrenal militante, en cuando el segundo termino - a la Iglesia en el cielo victoriosa. En realidad ambas constituyen una Iglesia de Cristo y un Reino de Dios.

El nombre de la Iglesia - Reino - es mas tardío en la Biblia y no existía en 2000 o 1500 antes de Cristo, cuando las comunidades humanas comenzaron a unificarse en estados. Pero hacia el tiempo de la venida del Salvador las sociedades pasaron a las formas mas maduras. Esto se puede decir en particular del Imperio Romano, cuya estructura gubernamental estaba muy desarrollada. El estado estaba encabezado por un emperador, había un órgano legislativo, el senado, existía el sistema judicial desarrollado con las leyes bien estudiadas. En realidad la jurisprudencia romana sirvió de base a las sistemas judicial de Europa Occidental y de Rusia. Todo el imperio estaba dividido en regiones, que se ;;amaban proconsulados. Estaban encabezados por procónsules, gobernadores ó, a veces, "reyes" locales (como el rey Herodes en Judea). Este imperio, ampliamente extendido, defendía un buen ejercito con sus legiones, generales, jefes de mil y centuriones.

Jesucristo, usando el termino "Reino," para referirse a la Iglesia, daba a Sus oyentes de entender, que la sociedad que Él proponía de crear, debía tener una cierta estructura semejante a los reinos humanos. Estas generalidades se revelan en las comparaciones siguientes. Un reino común esta encabezado por un gobernador, a quien obedecen todas las esferas de la vida estatal. En forma semejante la Iglesia esta encabezada por un Rey - Señor Jesucristo. Cada reino debe tener sus leyes y tradiciones, que dirigen y regulan su vida. También, se supone que el hombre es libre de vivir en su reino o mudarse a otro, si algo le desagrada. Pero, viviendo en su reino, el hombre es obligado a someterse a sus leyes y costumbres. De misma manera, el hombre es libre de ser cristiano y miembro de la Iglesia, nadie lo fuerza a esto. Pero, siendo miembro de la Iglesia, él debe someterse a su enseñanza y los mandamientos de Dios. Él no tiene derecho, aceptando unos mandamientos - rechazar otros, que no le convienen.

Los ciudadanos de tal o cual reino, cumpliendo sus leyes, reciben acceso a distintos privilegios, suministrados por el reino. Así cada estado defiende a sus ciudadanos, su propiedad y honor, se preocupa por su bienestar, sus hijos, ancianos y indefensos miembros de la sociedad. De manera similar, la Iglesia se ocupa de sus miembros, los fieles. Jesucristo es el primero para defender a Sus fieles y preocuparse por ellos: "Yo soy el buen pastor: el buen pastor su vida da por las ovejas." Para educar los fieles en la fe verdadera y llevar a la salvación, Dios estableció profetas, apóstoles, obispos y pastores, como esta dicho: "Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros; a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos á la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, á un varón perfecto, á la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia los artimañas del error, sino siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todas cosas en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo" (Ef. 4:11-15).

En los estados comunes cada ciudadano, apto para trabajar, conlleva obligaciones ante la sociedad de acuerdo a su conocimiento y posición. Cada uno pone su migaja de trabajo para que la vida en su país sea mejor. De manera similar, en la Iglesia, cada miembro debe portarse no solo como "consumidor" sino tratar de ser útil para otros.

 

Conclusión

Entonces Cristo no deseaba que los fieles vivan separados y les reunió en una sociedad, una familia espiritual, la Iglesia, los miembros de la cual estén reunidos por una misma fe y amor mutuo. El dio a la Iglesia la organización necesaria y la dotó con la Gracia Divina en los Sacramentos para que cada fiel, dirigido por los miembros mas experimentados fortificado por la Gracia del Espíritu Santo, pueda llegar mas fácil y seguramente al Reino Celestial.

En el principio. Cuando la Iglesia recién nació, los cristianos de Jerusalén vivían como una familia, "Eran de un corazón y un alma" (Hech. 4:32). Los ricos entregaban su patrimonio a los Apóstoles y estos lo usaban para prestar ayuda a los necesitados. Casi todos los días los fieles se reunían para oración, escuchaban las enseñanzas de los santos Apóstoles, y comulgaban de los santos Misterios de Cristo. Cuando la Iglesia de Jerusalén se extendió a otros países, los Apóstoles en todas las ciudades y aldeas donde predicaban, formaban las comunidades de los fieles - pequeñas iglesias. Estas iglesias habitualmente tenían lugar en casas particulares, dedicadas a oraciones conjuntas, lectura de la palabra de Dios y Comunión en la Eucaristía. Estas comunidades cristianas se preocupaban de sus fieles enfermos, ancianos, huérfanos y representaban la iglesia católico-universal.

Para la dirección de estas iglesias, instrucción de los fieles y los servicios religiosos los apóstoles imponían a obispos, presbíteros y diáconos. Gracias a la comunicación entre las iglesias chicas, poco a poco se uniformo el orden de los servicios, costumbres y iguales reglas eclesiásticas. Se instituyeron los periodos y días de ayuno, se comenzó a usar la señal de la cruz, especiales vestiduras sacerdotales, hechos según un modelo uniforme, se crearon cánticos sacros. Al mismo tiempo aparecieron composiciones para explicar y defender la fe, los obispos se reunían para conferenciar sobre las cuestiones eclesiásticas.

La Iglesia cristiana sufrió tremendas persecuciones de la parte de los judíos y paganos durante los primeros 3 siglos de su existencia, y mas adelante, hasta el noveno siglo, ha tenido una cruel lucha interna con distintas herejías, que amenazaban destruir la base de la enseñanza apostólica. En los concilios universales ella salvó la pureza de la enseñanza de Jesucristo y desde el siglo 9 se embelleció con la plenitud de la correcta instrucción de la fe, oficios religiosos, oraciones, cánticos y ceremonias. Así, con el trabajo de muchas generaciones, se formo la vida de la Iglesia Ortodoxa, que ahora podemos disfrutar.

La integridad de la Revelación Divina se encuentra en las Escrituras Sagradas y Tradiciones de la Iglesia, que contienen la única y incambiable enseñanza de la verdadera fe. Para el crecimiento de la vida espiritual una vigorosa fuerza tiene el Sacramento de la Comunión, en el cual los fieles se unen con su Salvador. La Comunión es el verdadero Cuerpo y Sangre del Hijo de Dios incorporado. El principal tesoro de la Iglesia es la Verdad y la Gracia del Espíritu Santo. Jesucristo prometió a la Iglesia una fuerza invencible: "Edificare Mi iglesia, y la puertas del hades no prevalecerán contra ella" (Mt. 16:18).

Para el hombre, que desea salvar si alma, es indispensable pertenecer a la Iglesia de Cristo - a la inmensa sociedad de fieles, que llevan Cristo como cabeza y donde entran los apóstoles, todos los santos, mártires, beatos y justos de todos los tiempos. Tenemos que estudiar nuestra fe Ortodoxa y ver claramente sus ventajas sobre las demás denominaciones no ortodoxas. Hay que ayudar también a las personas que están buscando a la verdad, para encontrarla en la fe Ortodoxa. Con esto, hay que evitar discusiones, que solamente llevan a ofender y irritar. Lo principal en la vida cristiana es amar a Dios y al próximo.

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Panfleto Misionero # S83

Copyright © 2000 Holy Trinity Orthodox Mission

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Editor: Bishop Alexander (Mileant)

(church_all_s.doc, 12-14-2000).