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La Cuaresma:

"Primavera Para el Alma"

Obispo Alejandro (Mileant)

Traducido por Irina Marschoff

 


Contenido: El periodo cuaresmal. Significado de la Cuaresma y la Confesión para el alma cristiana. Características de los oficios de la Cuaresma. Liturgia de los Dones Presantificados. Algunas oraciones de la Cuaresma.


 

El Periodo Cuaresmal

"He aquí ahora el tiempo aceptable;

he aquí ahora el día de salud."

 

En primavera despierta y renace la naturaleza y simultáneamente se produce una renovación espiritual en los cristianos que tienen una actitud seria para con los beneficios de la Cuaresma.

Se denominan días de ayuno y abstinencia a aquellos días especiales durante los cuales los creyentes se ocupan con esfuerzo a la salvacíon de sus almas. Son sólo ciertos períodos del año, el más importante de los cuales se denomina "Gran" Ayuno y que coincide con el período pre-pascual. Esta Cuaresma comienza el lunes después del domingo del Perdón, dura cuarenta días (seis semanas) hasta el domingo de Ramos y se une a la semana de la Pasión. Termina la Cuaresma el día de la Resurrección del Señor.

En este artículo sobre la Cuaresma tocaremos los aspectos formales del ayuno, que implica la abstinencia en la comida y la bebida; demostrando que esta práctica es imprescindible para la vida espiritual del hombre. Luego hablaremos del aspecto espiritual de la Cuaresma que implica el esfuerzo de la contrición, el arrepentimiento de la conciencia (la confesión) y el fortalecimiento de la voluntad. Luego mostraremos someramente de qué manera el ambiente de la iglesia en el transcurso de los días de Cuaresma predispone favorablemente al cristiano en su esfuerzo para la contrición, ayudándole a renovarse espiritualmente. Al final, explicaremos los momentos mas importantes de la Liturgia de los Presantifados y daremos la traducción de algunas oraciones de la Cuaresma.

La Necesidad

de la Abstinencia

El ayuno en su significado propio, implica la abstinencia en la comida, en la bebida y en los placeres. A veces, la abstinencia se expresa en un total ayuno (en el transcurso de uno o varios días); por lo general, en la abstención de la comida de carne y lácteos. Actualmente, se la puede denominar semejante a una comida dietética, tan recomendada hoy en día por los médicos.

La necesidad de la abstinencia en la comida, de dominación del cuerpo, deriva de la misma constitución del hombre que posee, aparte de un cuerpo, un alma inmortal. La armonía entre el cuerpo y alma fue dañada por el pecado; como resultado, los deseos pecaminosos del cuerpo mayormente reprimen totalmente los buenos impulsos del alma humana. El hombre se transforma en un instrumento obediente a sus pasiones y a veces se comporta peor que una bestia. Para domar sólo su naturaleza física y poder descubrir y fortalecer los sentimientos elevados del alma, se logrará con la ayuda del ayuno. Por ello la Iglesia le da tanta importancia al ayuno y afirma que, Sin Ayuno es Imposible la existencia de la vida cristiana.

Es importante destacar el hecho que la abstinencia, o especie de ayuno, fue impuesto a nuestros primeros padres Adán y Eva, cuando aún permanecían en el Paraíso sin haber pecado (Génesis 2:17 - prohibición de comer los frutos del "conocimiento del bien y del mal"). Más aún, fue necesario el ayuno después de su pecado; y es por ello que en el transcurso de toda la historia sagrada vemos como gente piadosa cumplía el ayuno rigurosamente en distintos períodos de su vida. Presentaremos algunos ejemplos.

El gran profeta Moisés, el que recibió los mandamientos del Antiguo Testamento, ayunó durante cuarenta días antes de recibir de Dios los diez mandamientos en el monte Sinaí (Exodo 34:28). A menudo ayunaba el rey David, lo que se deduce de sus Salmos, inspirados por Dios. Ayunaba el gran profeta Elías (1 Reyes 19), el que fue llevado vivo a los cielos. También ayunó el profeta Daniel antes de recibir la profecía del destino de su pueblo (Daniel, cap.10). El profeta San Juan Bautista fue un gran ayunador; fue él, precisamente, el que enseñó a ayunar también a sus discípulos. La profetisa Ana, la que no se apartaba del templo sirviendo a Dios con su ayuno y su oración día y noche obtuvo, merced a ello, el don divino de la profecía que anunció el nacimiento del Salvador (Lucas 2:37). Finalmente, ayunó también nuestro Señor Jesucristo, Dios hecho Hombre, en el transcurso de cuarenta días para prepararse a la tarea de la salvación del mundo. Ayunaron sus discípulos, los santos apóstoles, lo que se lee en sus epístolas. Ciertos días en el año fueron dedicados al ayuno y fue práctica general, desde los albores de la iglesia cristiana y en tiempos de los apóstoles.

Con respecto a la necesidad del ayuno, se pueden encontrar instrucciones en el Nuevo Testamento. Cuando los fariseos reprocharon a los Apóstoles de no haber ayunado, el Señor les contesta que todavía no había llegado el tiempo pues aún permanecía con ellos el Novio (Jesús) pero cuando el Novio les fuera arrebatado (es decir, cuando moriría Jesús), entonces ayunarían (Lucas 5:33-35). Es por ello que desde el tiempo de los Apóstoles quedó la costumbre de ayunar los días miércoles, el día que Judas traicionó a Jesús, y los viernes, día en que Jesucristo fue crucificado y muerto en la cruz. Por esa misma razón el Gran Ayuno fue ubicado por la Iglesia en los días anteriores a la Semana de Pasión (Semana Santa). Cuando los discípulos de Cristo le preguntaron al Señor por qué no pudieron expulsar un demonio, el Señor les contesta que "esa especie (de demonio) se expulsa sólo con plegarias y ayuno" (Mateo 17:21). En realidad, los demonios mayormente actúan a través de nuestra naturaleza corporal, estimulando en ella pasiones desordenadas, las que nos empujan hacia pecados variados, y de esa manera, son ellos los que controlan nuestra voluntad. Para liberarnos de su influencia es imprescindible debilitar el cuerpo por medio del ayuno y, de esa manera, fortalecer el espíritu. Por supuesto hay que ayunar para corregirnos y no para buscar elogios del prójimo, como lo explicó el Señor en el Sermón de la Montaña, al decir: "Tú, en cambio, cuando ayunes... para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mateo 6:18).

Los sucesores de los Apóstoles, los Santos Padres y maestros de la Iglesia aconsejaban a los cristianos que ayunen en la Cuaresma. Escribía San Ignacio el portador de Dios**, a los cristianos en Filipo, - "No despreciéis la Cuaresma pues representa la vida misma de Cristo." San Jerónimo en representación de todos los cristianos de aquella época decía lo siguiente: "Estamos ayunando según el legado de los Apóstoles." San Agustín enseña: "Cuantos más días de ayuno, mejor será la curación; cuanto más larga la abstinencia, más cuantiosa la posibilidad de la salvación." Según las enseñanzas de San Asterio de Amasea**, la Cuaresma es "maestra de la contención, madre de la virtud, educadora de los hijos de Dios, guía de los desordenados, tranquilidad de las almas, sostén de la vida, paz sólida e inamovible; su severidad e importancia apacigua las pasiones, apaga la ira y el enojo, enfría y tranquiliza toda clase de perturbaciones que surgen a causa del consumo de gran cantidad de comidas."

San Juan Kólov decía: "Cuando un rey quiere tomar una ciudad enemiga, ante todo, corta la entrada de víveres, entonces los habitantes, ya hambrientos, se rinden. Lo mismo sucede con los deseos del cuerpo: si el hombre puede vivir en ayuno y hambre, entonces los deseos desordenados dejarán de existir." Según las enseñanzas de San Juan Crisóstomo, los innumerables daños causados al género humano fueron por causa de la no contención del deseo ante los manjares, por el contrario, el ayuno y el desprecio de los placeres corporales fueron siempre la fuente de indecibles bondades... Así como los barcos con poca carga cruzan rápido los mares, y en cambio se hunden los que están sobrecargados, así el ayuno que aliviana nuestra mente, nos ayuda cruzar el mar de la vida cotidiana, tratando de dirigirla al cielo y hacia los pensamientos celestiales.

El ayuno, según las enseñanza de San Basilio el Grande, hace nacer profetas, fortalece a los fuertes, instruye a los legisladores. El ayuno es el guardián bondadoso del alma, el arma de la gente valerosa. Combate las tentaciones, convive con la sobriedad, es fundamento de la castidad... El ayuno eleva la oración al Cielo, dándole sus alas.

Los santos Padres, al explicar la importancia de la abstinencia en la comida, insisten también en la abstención de los vicios, ya que la finalidad principal del ayuno es la corrección moral del hombre.

"No limites el beneficio del ayuno, enseña San Basilio el Grande, tan sólo en la abstención de la comida, porque el ayuno verdadero es el alejamiento de las malas obras. Elimina toda unión con la mentira. Perdona al prójimo toda ofensa o deuda. Tu comes carne pero ofendes a tu hermano...Practiquemos el ayuno que complazca a Dios. El verdadero ayuno es el alejamiento del mal, la contención de la lengua, la represión de la cólera, el alejamiento de la lujuria, las murmuraciones, la mentira y el perjurio. La abstinencia de todo esto se denomina ayuno verdadero."

De la misma manera que hemos caído en el pecado y perdido la felicidad del paraíso a causa de la no contención de nuestros primeros padres, Adán y Eva; con un ayuno que nos imponemos voluntariamente, podemos recuperar la dicha paradisíaca perdida.

El Arrepentimiento

Purifica el Alma

La abstención en las comidas le brinda al hombre la posibilidad de que renazcan sus inquietudes espirituales. Cuando las pasiones del cuerpo se apaciguan, entonces se clarifica el razonamiento espiritual de la persona y comienzan a verse mejor los defectos. El hombre comienza a despreciar sus actos pecaminosos y sus malas costumbres, aparece la necesidad de purificación de su conciencia y del arrepentimiento ante Dios.

Entenderemos y valoraremos el significado del arrepentimiento, cuando nos acordemos que con el llamado al arrepentimiento comienza la prédica del Cristianismo. El profeta San Juan Bautista convocaba a la conversión diciendo: "Arrepentíos (convertíos) porque ha llegado el Reino de los Cielos" (Mateo 3:1-2). Con esas mismas palabras comenzó su enseñanza nuestro Señor Jesucristo. San Juan Bautista seguiría diciendo más adelante: "Yo os bautizo en agua para la conversión; pero Aquél que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego" (Mateo 3:11). Fue ésta la profecía sobre la acción vivificadora del Espíritu Santo, El que desciende sobre los arrepentidos.

Luego del descenso del Espíritu Santo el sermón de los Apóstoles fue, en un principio ante todo, un llamado al arrepentimiento y el comienzo de una nueva vida en Cristo al que reciben los creyentes como a su Salvador del mal que imperaba en la tierra. Al considerar a Cristo como Salvador del mundo, ese pronunciamiento en sí era un acto de fe. En eso radica, esencialmente la fe en Cristo. Luego del descenso del Espíritu Santo a los Apóstoles el día de Pentecostés al preguntar el pueblo a los Apóstoles; "Qué hemos de hacer, hermanos?," el Apóstol Pedro contestó con un llamamiento al arrepentimiento: "Convertíos (arrepentíos)y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo." "Salváos de esta generación perversa!" (Hechos de los Apóstoles, 2) exclama el Apóstol y esas palabras indicaban la herida profunda del pecado en la humanidad, cuya sanación se obtenía sólo a través del arrepentimiento y del renacimiento en Cristo. en unión con El.

Estas circunstancias son por demás significativas. Demuestran que la prédica del Cristianismo apunta a cambiar de actitud del hombre, a modificar su conciencia. El Cristianismo es un llamado para un cambio profundo y de raíz en los pensamientos, sentimientos y deseos, dirigidos todos hacia una nueva vida en Cristo. Es por ello, que la Iglesia hace un llamado tan insistente hacia el arrepentimiento. Este es el comienzo de la salvación, siendo el ayuno un freno a las vísceras, a toda clase de excesos y futilidades innecesarias y por ende, coadyuva a un estado de ánimo contrito. De esta manera se logra llegar hacia la meta de nuestra fe: "Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación, pasó lo viejo, todo es nuevo" (2 Corintios: 5:17).

"Hermanos, al ayunar corporalmente, ayunemos también espiritualmente; desprendamos de todo vinculo de injusticia; deshagamos las fuertes cadenas de la violencia; rompamos todo decreto injusto, demos pan a los hambrientos y acojamos en nuestros hogares a los pobres, a fin de recibir de Cristo nuestro Dios grande misericordia" (Verso del miércoles de la Primera Semana de Cuaresma.)

 

 

Los Oficios

de la Cuaresma

La Iglesia ayuda al cristiano en su esfuerzo de contrición durante la Cuaresma, creando determinadas condiciones que contribuyen al arrepentimiento y abstinencia. Durante la Cuaresma en el templo todo se hace de distinta manera: los oficios religiosos, las oraciones, los cánticos, las inclinaciones y todo el ambiente es diferente. Toda pompa y solemnidad disminuye. Los oficiantes visten ropajes oscuros; las Puertas Reales se abren menos, la iluminación se debilita, las campanadas son más espaciadas y tienen un tañido triste, hay menos cánticos, se escuchan más las lecturas de los salmos y otras oraciones, las que predisponen el alma hacia una contrición más meditada de los pecados; aumentan las postraciones.

Durante la Cuaresma, muy a menudo se repite la oración de San Efrén el Sirineo: "Señor y Soberano de mi vida." La liturgia entera, siendo el oficio más solemne, sólo se oficia los sábados y domingos. En cambio, los miércoles y viernes, en el transcurso de toda la Cuaresma, se oficia la Liturgia de los Presantificados, que lleva el rasgo típico de arrepentimiento.

La primer semana se distingue por el carácter austero y conmovedor de los oficios. El lunes, martes, miércoles y jueves en el Oficio de las Completas Mayores se lee el canon de San Andrés de Creta, capaz de conmover a las almas más endurecidas y predisponer hacia los sentimientos de arrepentimiento. El sábado se recuerda el milagro del gran mártir Teodoro Tiron**, quien, en una ocasión, apareció a los cristianos salvándolos de comer alimentos profanados con sangre ofrecida en altares paganos; ordenándoles, en cambio, comer trigo hervido con miel.

En el primer domingo de la Cuaresma, se festeja la Fiesta de la Ortodoxia, que fue dispuesta en memoria del restablecimiento de la veneración de los santos íconos, los que fueron perseguidos por los iconoclastas en los siglos 8 y 9. Al finalizar la liturgia se oficia una plegaria especial para la conversión de los extraviados.

El tercer domingo de la Cuaresma se denomina de la Veneración de la Cruz, ya que en las Vísperas del sábado se expone en el medio de la iglesia la santa cruz y se deposita en el analogion** para su veneración. Con esa exposición de la cruz, la Iglesia infunde ánimo a los fieles para la continuación del sacrificio del ayuno, ya que con el poder de la cruz el Señor le quitó el poder al diablo y nos libera de nuestros pecados. La cruz queda en el medio de la iglesia en el transcurso de toda la cuarta semana de la Cuaresma. Cuando se venera la cruz se canta: "Nos prostramos ante Tu Cruz, oh! Señor, y alabamos Tu santa resurrección."

El miércoles a la noche, en la quinta semana se vuelve a leer el Gran Canon de San Andrés de Creta, y se ofrece a la atención de los creyentes el ejemplo de Santa María de Egipcia, antes gran pecadora y luego de su arrepentimiento, una gran santa equivalente a los ángeles. El viernes a la noche se canta el Akathistos a la Santísima Madre de Dios, que con su espiritual perfección superó a todos los hombres, siendo el máximo ejemplo de imitación.

Toda la sexta semana consiste en la preparación de los creyentes para una digna alabanza del Señor, que hace su entrada a la ciudad de Jerusalén hacia un martirio voluntario para nuestra salvación. El viernes de la sexta semana termina la santa Cuaresma, como el tiempo predeterminado al sacrificio del arrepentimiento. El domingo se recuerda la entrada del Señor a Jerusalén y comienza la semana de la Pasión, el recuerdo de los últimos días de la vida terrenal del Salvador.

Durante la Cuaresma la abstención en la comida (en calidad y cantidad) y en cualquier tipo de diversiones, con plegarias fervorosas en el hogar y con oficios en el templo, todo coadyuva a corregir al hombre. Desde la antiguedad, se acostumbró a terminar el sacrificio de la Cuaresma con el sacramento de la confesión ante el sacerdote y la comunión de los Santos Misterios de Cristo. La confesión debe ser realizada sin apuro, con su debida preparación, con un gran sentimiento de arrepentimiento y deseo de cambiar para mejor su propia vida. La comunión vierte en el cristiano una gran fuerza espiritual. Es por eso, que se recomienda comulgar varias veces en el transcurso de la Cuaresma.

Conclusion

De esta manera, la Iglesia trata, con la ayuda de la Cuaresma, sacar al hombre del ambiente trivial, cotidiano y colocarlo bajo la influencia de impresiones santas, rodearlo de un nuevo medio espiritual, dirigirlo hacia un camino nuevo. No en vano, se denomina a la Cuaresma, en las oraciones de la Iglesia, como "la primavera cuaresmal." Es con certeza, el tiempo cuando las almas de los creyentes reciben las semillas espirituales nuevas, cuyos retoños se verán durante todo el año siguiente.

Traten de no perder este tiempo salvador! Acepten en el terreno de su corazón las semillas benefactoras, sembradas por la Iglesia! "Es tiempo favorable, es día de salvación," como dice el Apóstol. La Iglesia no obliga a nadie, pero llama a todos para un sacrificio voluntario de una renovación moral: escuchen con atención las oraciones y cánticos y ustedes sentirán como renacen vuestras almas, cómo comienza a sentirse la sed hacia una vida virtuosa. El sacrificio de la Cuaresma se torna aburrido y pesado sólo cuando se lo realiza sin pensar en Cristo, en cambio; si se lo practica en nombre de Cristo, con fe y amor, se transforma en beneficioso y fácil!

Apendice

La Liturgia de los

Dones Presantificados

La Liturgia de los Dones presantificados ocupa un lugar importante durante la Cuaresma. Se oficia los miércoles y viernes. En ella se elevan y se ofrecen a los fieles los santos Dones santificados en la liturgia del domingo anterior, los cuales se guardan en el Santísimo sobre el santo Altar. Proviene este oficio de los primeros siglos del cristianismo. Los creyentes querían comulgar a menudo del Cuerpo y Sangre de Cristo. Sin embargo, el oficio de toda la liturgia completa, siendo un oficio solemne, fue reemplazado por la liturgia de los Dones presantificados, en la cual se podía comulgar de los Dones, santificados anteriormente. Antiguamente, se oficiaba en el atardecer, es por ello, que existen en la liturgia algunas oraciones de la víspera. La compaginación de la liturgia de los Dones presantificados se adjudica a San Gregorio el Diálogo, papa de Roma (año 604).

El orden de la liturgia de los Dones Presantificados es el siguiente: después de pronunciar el sacerdote: "Bendito sea el Reino...," se lee el salmo 103: "Bendice, mi alma, al Señor..." Luego se reza la gran letanía y se lee el kafisma 18 (salmos 119-133). Luego el coro canta: "Señor a Tí te he clamado" con las stijiri. El sacerdote realiza la entrada vespertina con el incensario y el coro canta: "Luz serena" y se lee la primera parimia (un fragmento del Génesis). Al pronunciar el sacerdote: "Sabiduría, la luz de Cristo nos instruye a todos" y los fieles hacen una postración hasta el suelo. Se lee la segunda parimia (lectura parcial de "Sabidurías"). Luego un trío de voces canta: "Que mi plegaria se rectifiquece" y se realiza la gran entrada con los Dones Presantificados. Se repite la oración de San Efrén el Sirio y se reza la letanía de la súplica, que culmina con la oración del Padre Nuestro. El sacerdote dice: "Lo Presantificado para los santos."

Después de la letanía de Acción de Gracias y la oración fuera del ambón, los fieles se acercan a besar la santa cruz.

Algunas Oraciones de la Cuaresma

Leidas en las Visperas.

Oh, Dador de mi vida, ábreme las puertas al arrepentimiento, ya que mi espíritu, desde temprano a la mañana trata con urgencia de llegar hacia Tu Santo Templo; porque mi cuerpo es un templo profanado. Pero Tú, que eres misericordioso, límpiame con tu misericordia bienechora.

Madre de Dios, dirígime hacia la senda de la salvación: Profané mi alma con acciones vergonzosas y toda mi vida transcurrió en indolencia. Con tus plegarias líbrame de toda impureza.

Reflexionando sobre mi gran cantidad de pecados, yo, maldito, tiemblo en espera del día del Juicio. Mas, con esperanza en Tu corazón misericordioso, como David, te imploro: Ten misericordia para conmigo, oh, Dios! por Tu suprema gracia.

Plegaria de San Efrén el Sirio

Esta plegaria debería ser rezada en el transcurso de toda la Cuaresma, de lunes a viernes, al final de las plegarias matinales y vespertinas. Se lee esta plegaria en el templo en los oficios durante todos los días de la semana.

Luego nos inclinamos doce veces diciendo: Dios, purifícame a mi pecador. Y otra vez la oración completa con una postración al final.

Esta oración, repetida constantemente en los oficios, es la expresión más sencilla y más pura del arrepentimiento en todas sus dimensiones, de deseo de purificación y anhelo de mejoramiento, de un cambio verdadero en relaciones con otras personas. Las reglas cuaresmales de la Iglesia Ortodoxa dan mucha importancia a la postración; por medio de ella el cuerpo participa en el esfuerzo de humillar nuestro orgullo y nuestra autosatisfacción.

Plegaria de la Liturgia

de los Dones Presantificados

Señor, a Ti he clamado, óyeme; escucha la voz de mi oración, cuando te invocare.

Y repiten: Sea enderezada mi oración...

Y cantan el estiquio: Pon, Señor, guarda a mi boca, y una puerta de guarda en mis labios.

Y repiten: Sea enderezada mi oración...

Y cantan el estíquío: No inclines mi corazón a palabras de maldad, a disculparme por mis pecados...

Y repiten: Sea enderezada mi oración... Y otra vez cantan: Sea enderezada mi oración...

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Missionary Leaflet # S03

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Editor: Bishop Alexander (Mileant)

 

(cuaresma.doc, 02-01-99)