Eucologio

(Libro de Sacramentos y servicios)

 


Contenido: Oraciones que preceden y siguen el Bautismo. Sacramento del Bautismo y Confirmación. El Sacramento de la Penitencia. Rito Comunión de los Enfermos. Sacramento de la Santa Unción. El Sacramento del Matrimonio. El Sacramento de la Imposición de Manos o Sacerdocio. Servicios y oraciones especiales. Oficio del Trisagio Fúnebre. Oraciones el día de Pentecostés. Oficio de la gran Santificación de las aguas en el día de la Epifanía. Oficio de la Procesión y Adoración de la Santa Cruz. Rito de la Bendición de una casa nueva. Bendición de Comestibles el Día de Pascua. Bendición de los Ramos el Domingo de Ramos. Bendición de un Sepulcro Nuevo. Breve Fórmula de Santificación del Agua. Bendición de una Casa el Día de Epifanía. Santificación de un Icono. Bendición de Vehículos. Bendición de cualquier Objeto. Apólisis para todos los días de la Semana.


 

Sacramentos.

Oraciones que preceden y siguen el Bautismo. El Sacramento de Bautismo y de la Unción Crismal. El Sacramento de la Penitencia. Rito de Comunión de los enfermos. Sacramento de la Santa Unción. El Sacramento del Matrimonio. El Sacramento de la Imposición de Manos o Sacerdocio.

Servicios y oraciones especiales.

Servicio de la visita a los enfermos. Oficio del Trisagio Fúnebre. Oraciones de la Adoración el día de Pentecostés. Oficio de la gran Santificación de las aguas en el día de la Epifanía. Oficio de la Procesión y Adoración de la Santa Cruz. Rito de la Bendición de una casa nueva. Bendición de Comestibles el Día de Pascua. Bendición de los Ramos el Domingo de Ramos. Bendición de un Sepulcro Nuevo. Breve Fórmula de Santificación del Agua. Bendición de una Casa el Día de Epifanía. Santificación de un Icono. Bendición de Vehículos. Bendición de Cualquier Objeto. Apólisis para todos los días de la Semana.

Oraciones que

preceden y siguen el Bautismo

Introducción

El Bautismo es el primer Sacramento de la Iglesia y por él, como por una puerta, entra el hombre a formar parte de la Comunidad Cristiana. Es además un nuevo nacimiento por el cual el hombre es hecho hijo de Dios, conforme a las palabras de Jesucristo: "De verdad os aseguro: Quien no nace del agua y el Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios" (Jn. 3:5). El bautismo es por lo tanto una condición indispensable para obtener la salvación eterna. Por eso, desde los albores del cristianismo, se administra el bautismo al hombre antes de cualquier otro Sacramento.

Y puesto que el hombre no es digno de la gracia de la salvación, proporcionada por el Sacramento del Bautismo, si no cree firmemente en Cristo, conformo al Evangelio: "Quien creyere y fuere bautizado se salvará" (Mc. 16:16), la Iglesia ha establecido desde sus principios un oficio especial que precede al bautismo como preparación y es llamado "Oficio del catecumenado." El catecúmeno es aquel que se instruye en las enseñanzas de la fe cristiana y que está dispuesto a recibir el Sacramento salvador del Bautismo. Y si el que va a ser bautizado es un niño y no ha llegado al uso de razón, otro confiesa en nombre de él la fe cristiana públicamente y este es llamado padrino o garante, debiendo ser un buen cristiano ortodoxo y siendo su principal obligación instruir posteriormente al niño bautizado en las verdades de la verdadera fe cristiana. Por eso los cánones eclesiásticos mandan que el padrino y la madrina sean ortodoxos, y esto es muy normal, Por que, siendo el padrino el garante de que su ahijado cumplirá fielmente con los preceptos de la fe cristiana ortodoxa, un no ortodoxo no podrá cumplir con esa obligación.

El bautismo debe ser realizado con la inmersión del bautizando en el agua y su resurgimiento tres veces de ella, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, pues la inmersión simboliza sepultarse con Cristo y la emersión - la resurrección con Cristo a una vida espiritual nueva (Rom. 6:35).

Y así como Jesucristo, después que surgió del agua, cuando fue bautizado por Juan en el Jordán, vio descender y reposarse sobre Él el Espíritu Santo, en forma de paloma (Mc. 1:10), así nuestra Iglesia Ortodoxa ha dispuesto desde los tiempos apostólicos administrar al bautizado inmediatamente después de salir de la pila bautismal el Sacramento de la Unción Crismal (Confirmación), por el cual el bautizado recibe una gracia especial que lo fortalece, lo hace crecer y lo confirma en la vida nueva espiritual que ha iniciado el hombre en el bautismo. Los Apóstoles, al principio, administraban este Sacramento de la Confirmación imponiendo simplemente las manos sobre el recién bautizado (Hechos 8:14-1l). Sin embargo no demoraron en cambiar el Rito de la imposición de manos por una unción sagrada. Y así como los que, en tiempo de los apóstoles, no habían recibido de éstos la imposición de manos después del bautismo no era considerado u bautismo completo (Hechos 8:14-17), pues no habían recibido aún el Espíritu Santo, así también ahora todos aquellos que no son ungidos inmediatamente después del bautismo con el Santo Crisma no es considerado su bautismo como perfecto. Y así como la imposición de manos estaba reservada a los Apóstoles (Texto citado), también el Santo Crisma, que hace las veces de la imposición de manos, es consagrado únicamente por los Obispos , sus sucesores, aunque el empleo del Crisma y la Unción con él haya sido delegado por la Iglesia a todos los Sacerdotes.

Nuestra Madre, la Iglesia de Cristo, queriendo cobijar a sus hijos desde el primer momento de su llegada al mundo, bajo su protección, ha dispuesto oraciones para prepararlos a su nuevo nacimiento (el bautismo) y estas oraciones que preceden al bautismo son las siguientes: "Oración sobre la madre el día que da a luz," "Oración para signar al niño e imponerle nombre el día octavo de su nacimiento," esto en imitación de nuestro Señor Jesucristo que el octavo día de su nacimiento fue llamado Jesús (Lc. 2:21) y finalmente la "Oración de entrada a la Iglesia de una Madre que ha dado a luz," para recordar cómo nuestra Señora la Virgen María, a los 40 días de haber dado a luz, se presentó con él en el templo y lo ofreció al Señor conforme a lo dispuesto en la ley de Moisés (Lc. 2:22 y Lev. 12:28).

Lo que sigue al Sacramento de la Unción Crismal es: "Oración para lavar al bautizado" o sea lavar aquellas partes del cuerpo que fueron ungidas con el Crisma, para evitar que éste pueda tener contacto con algo impuro. En segunda lugar viene la "Oración de la tonsura," para simbolizar que el recién iluminado con la luz del bautismo será un hijo obediente de Cristo y se someterá a su ley todos los días de su vida.

La Iglesia Ortodoxa considera que nadie está realmente incorporado a Cristo y a su Iglesia si no ha recibido la comunión del Cuerpo y la Sangre del Señor: "Quien come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él," por lo que después del bautismo y la Unción Crismal se da la Santa Comunión al recién bautizado, con lo que queda definitivamente incorporado a la Comunidad Cristiana

Mujer que ha dado a luz

Sacerdote: Bendito sea Dios, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.

Lector: Amén. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros (3 veces).

Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Señor, se propicio con nuestros pecados. Santo, cura nuestras enfermedades. Maestro olvida nuestras culpas y sana nuestras dolencias por tu nombre.

Señor, ten piedad, Señor, ten piedad, Señor, ten piedad.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del maligno.

Sacerdote: Porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Soberano Señor Todopoderoso, que curas toda enfermedad y dolencia, cura también a esta tu sierva N. que ha dado hoy a luz y levántala del lecho en que yace postrada. Y puesto que culpables hemos nacido, como dijo el Profeta David, y todos somos pecadores ante Ti, protégela junto con este niño que ha nacido y cobíjala bajo el abrigo de tus alas, por las oraciones de la gloriosa Virgen María, Madre de Dios, y de todos los santos, pues eres bendito por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Señor nuestro Dios, que naciste de nuestra Purísima Señora, la Madre de Dios y siempre María, y que como niño fuiste recostado en un pesebre ten piedad de tu sierva N. que dio hoy a luz este niño y olvida sus faltas voluntarias o involuntarias, protegiéndola siempre de toda dominación diabólica. Guarda al niño que ha nacido de ella y presérvalo de los malos espíritus diurnos y nocturnos y a la madre cúbrela con tu poderosa mano, concédele un pronto alivio, purifícala de las manchas, cura sus dolores, dale fuerza y salud de alma y cuerpo, rodéala de los ángeles de la alegría y de la luz y que jamás sea sorprendida por los espíritus invisibles. Señor, cúrala de su enfermedad y de su dolencia y presérvala de los celos y de la envidia y ten piedad de ella y de su hijo, según tu inmensa misericordia, y purifícala de las manchas corporales y de todos los dolores de vientre y levántala pronto por tu misericordia, haciendo digno al niño que ha nacido de ella de adorarte en tu santo templo para gloria de tu nombre.

Pues a Ti se debe toda gloria, honor y adoración, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Señor nuestro Dios, Tú quisiste bajar de los cielos y nacer de la Santa Madre de Dios y siempre Virgen María por nosotros, pecadores, y por nuestra salvación. Tú que conoces la fragilidad de la naturaleza humana perdonas según tu inmensa piedad, a tu servidora N. que hoy ha dado a luz, pues Tú Señor, has dicho: "Creced, multiplicaos, poblad la tierra y dominadla." Por eso nosotros tus siervos Te rogamos, confiando en tu paciente amor a la Humanidad: Vuélvete desde el cielo y mira nuestra debilidad y per dona a tu servidora N. y a toda la casa donde nació el niño y a los que se acercaron a ella.

Porque eres un Dios bondadoso y amas a la humanidad, y te damos gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Terminadas las oraciones, hace beber tres veces de un vaso con agua bendita a la mujer que ha dado a luz y a todos los presentes y concluye la oración con la Apólisis.

el octavo día de su nacimiento

El Sacerdote, revestido de rason y epitrajilion, recibe al niño en la puerta de la Iglesia y dice:

Bendito sea Dios... Santo Dios... Santísima Trinidad... Padre Nuestro... Porque tuyo es el reino ... etc.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Señor Dios nuestro, Te rogamos y suplicamos que hagas brillar la luz de tu rostro sobre tu siervo N. y que sea signado con la señal de la santa Cruz en su mente y en su corazón, para que se vea libre de las vanidades del mundo y de todas las asechanzas del enemigo y siga siempre tus mandamientos, y que tu nombre santo permanezca siempre en él. Agrégalo en el tiempo oportuno a tu Santa Iglesia y perfecciónalo con los Misterios de Tu Cristo, para que cumpla con tus preceptos, conserve el sello inquebrantable y llegue a disfrutar de la alegría de tus elegidos en tu Reino.

Por la gracia de Tu Hijo Único y su amor a la Humanidad, con Quien eres bendito Tú y tu Santísimo y Buen Espíritu, origen de la vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Ahora el Sacerdote toma el niño en sus brazos y de pie frente a las puertas de la Iglesia, hace la señal de la Cruz, diciendo:

Alégrate, oh llena de gracia, Virgen Madre de Dios, porque de ti nació el Sol de Justicia, Cristo nuestro Dios, iluminando a los que estaban en las tinieblas. Gózate y regocíjate, oh Justo anciano, que llevaste en tus brazos al Libertador de nuestras almas, que nos concede la resurrección.

presentación al Templo

A los cuarenta días de beber nacido el niño es traído por su Madre para hacerlo entrar en el templo, estando presente el que va a ser su padrino en el bautismo. Se colocan en la entrada de la Iglesia, y el Sacerdote, revestido de epitrajilion. dice: Bendito sea Dios, ahora y siempre... Santo Dios... Santísima Trinidad... Padre Nuestro, y después de la exclamación: "Porque tuyo es el Reino, etc., dice el tropario del día y el del patrón del templo y prosigue:

Señor, por intercesión de Tu Madre y de todos los Santos, concédenos tu paz, pues sólo Tú eres Misericordioso.

Ahora la Madre se inclina con el niño y el Sacerdote traza sobre ellos el signo de la Cruz, diciendo:

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Señor Dios Todopoderoso, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que con tu palabra has creado todo ser racional e irracional y que has sacado todo de la nada y lo has traído a la existencia, Te rogamos y suplicamos que purifiques de todo pecado a tu sierva N. , a quien has salvado por Tu voluntad, pues se presenta ahora en tu Santa Iglesia, para ser digna de Tus Santos Misterios.

imponiendo la mano sobre el niño prosigue:

Sacerdote: Bendice a este niño que ella ha dado a luz, haz lo crecer en tu santidad, enséñalo, dale un entendimiento honesto y una mente lúcida, porque Tu lo has sacado de la nada y le has dado el ser. Tu que lo has hecho ver la luz material, hazlo digno de la luz espiritual, en el momento que Tu dispongas, uniéndolo al número de Tu Santo Rebaño, por Tu Hijo Único, con quien eres bendito, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: La paz sea con todos.

Coro: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Inclinad vuestras cabezas ante el Señor.

Coro: Ante Ti, Señor.

Sacerdote: Señor Dios nuestro, que viniste para salvación de la humanidad, hazte presente en tu sierva N. y hazla digna, por las oraciones de tus Sacerdotes, de actuar a tu Santa Iglesia Ortodoxa y de merecer la entrada al templo de tu gloria. Hazla digna de la comunión de la Preciosa Sangre y el Precioso Cuerpo de Tu Cristo, para que glorifique con nosotros Tu Santísimo Nombre, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Ahora, imponiendo las manos sobre el niño y haciendo sobre él la señal de la Cruz, el Sacerdote continúa:

Sacerdote: Señor Dios nuestro, que a los cuarenta días de tu nacimiento, fuiste presentado en el templo legal por tu Madre Santa, la Virgen María, y fuiste llevado en los brazos del Justo Simeón; Señor Todopoderoso, bendice este niño que Te presentamos a Ti Creador de todo, y haz que crezca en toda obra buena y agradable a Ti. Expulsa de él, por la señal de Tu Santa Cruz, todas las fuerzas enemigas, pues Tu. Señor, cuidas de los niños; para que mereciendo el Santo Bautismo, obtenga la suerte de tus elegidos en Tu Reino, siendo protegido junto con nosotros por el poder de la Santa Trinidad, consustancial e indivisible, porque Te es debida toda gloria, honor y adoración, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Señor Dios Todopoderoso, que por la gran voz de tu Profeta Isaías nos anunciaste la Encarnación de Tu hijo Unico nuestro Dios de una Virgen, de la cual tuvo a bien en los últimos tiempos, por tu benevolencia y la fuerza del Espíritu Santo, nacer como niño, por la salvación de la humanidad, y ser presentado en el templo al cumplirse los días de la purificación, según lo dispuesto por tu santa ley, pues él es el verdadero legislador. Y quiso ser llevado en los brazos del Justo Simeón. Nosotros reconocemos la figura de este misterio en las brazas de carbón, de las cuales se habla en el citado Profeta y es ese misterio el que nosotros, los fieles, realizamos por la gracia. Señor que bendices a los niños, bendice a este recién nacido y a sus padres y tutores: (si ya está bautizado lo que sigue se omite: hazlo digno en el tiempo oportuno de volver a nacer por medio del agua y el Espíritu y agrégalo a tu santo rebaño de ovejas racionales, llamadas por el nombre de Tu Cristo).

Pues Tu eres quien habita en lo más alto de los cielos y contemplas lo humilde y Te glorificamos, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos

Toma al niño y hace un signo de Cruz con él ante la puerta de la Iglesia diciendo:

El siervo de Dios N. entra a la Iglesia en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Después lo lleva al interior de la Iglesia, diciendo:

Entrará en tu casa y Te adorará en tu santo templo.

Y continúa:

El siervo de Dios entra a la Iglesia, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

En medio del templo dice:

En medio de la Iglesia, Te alabaré.

Al llegar ante las Puertas Santas del Iconostasio, dice:

El siervo de Dios, entra en la Iglesia, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Luego, si es varón, entra con el niño al santuario y traza en derredor del altar el signo de la Cruz con él. Si es mujer, concluye entregándolo al padrino o madrina, diciendo:

Ahora, Señor, puedes despedir a tu siervo en paz, pues nuestros ojos han visto la salvación que preparaste para todas las gentes y que es luz de las naciones y gloria de tu pueblo.

Y concluye con la Apólisis.

Sacramento del Bautismo

y Confirmación

El Sacerdote, revestido de epitrajilion, sopla tres veces sobre el que va a ser bautizado, hace el signo de la Cruz tres veces sobre él y dice, imponiéndole las manos:

Sacerdote: Roguemos al Señor

Coro: Señor, ten piedad

Sacerdote: En Tu nombre, Señor, Dios de Verdad, y en nombre de Tu Hijo Único y de Tu Espíritu Santo, impongo mis manos sobre tu siervo N. que ha sido hecho digno de recurrir a tu nombre y de refugiarse bajo la sombra de tus alas. Aleja de él el antiguo error y llénalo de fe en Ti, de esperanza y de caridad, para que sepa que Tu eres el Unico Dios Verdadero con Tu Hijo Unico y Tu Espíritu Santo. Haz que siga el camino de tus mandamientos y haga todo lo que te agrada, porque quien los cumple tiene la vida. Inscríbelo en el libro de la vida, agrégalo al rebaño de tu herencia; que sea glorificado en él tu nombre santo y el de tu amadísimo Hijo Nuestro Señor Jesucristo y el de tu Espíritu, que da la vida. Que tus ojos lo miren siempre con piedad y que tus oídos escuchen la voz de su plegaria. Haz lo alegrarse de las obras de sus manos y de toda su descendencia, para que Te alabe, adorando y glorificando Tu Santísimo y Altísimo nombre, durante todos los días de su vida.

Pues a Ti Te alaban todas las legiones de los cielos y Te glorifican, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Luego reza los tres siguientes exorcismos, precedidos por la introducción de costumbre:

Primer Exorcismo

Sacerdote: Roguemos al Señor

Coro: Señor, ten piedad

El Señor te ordena, oh Demonio, el Señor que vino al mundo y habitó en medio de los hombres para destruir tu tiranía y librarlos de ella; Él, que, cuando estaba en la Cruz, triunfó de las fuerzas enemigas, dejando el sol de dar su luz temblando la tierra y resucitando los cuerpos de los santos. Él, que, con su muerte, venció la muerte y aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, a ti, oh demonio. Te conjuro por Aquél que caminó por las olas del mar como por tierra firme, que ordena el desenlace de los vientos, cuya mirada derrumba los abismos y cuya ira hace temblar las montañas. Es Él quien en este momento te ordena, por nuestro intermedio, que salgas, temas, te alejes de esta creatura y que nunca más te atrevas a ocultarte en ella ni ir a su encuentro, ni influenciaría, sea en horas de la noche o del día, por la mañana o al mediodía. Vuélvete al infierno hasta el día del gran Juicio. Teme a Dios, que está sentado sobre los Querubines, que mira los abismos y ante Quien estremecen los Angeles, los Arcángeles, los Apóstoles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Legiones, las Potestades, los Querubines de muchos ojos y los Serafines de seis alas; ante Quien tiemblan el cielo, la tierra, el mar y todo lo que en ellos existe. Sal y apártate del soldado recién elegido y signado con el sello de Cristo nuestro Dios. Es por El mismo que yo te conjuro, por el que va sobre las alas de los vientos y hace de las llamas de fuego sus mensajeros, a ti y todo tu poder y todos tus ángeles, pues es glorificado el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Segundo Exorcismo

Sacerdote: Roguemos al Señor

Coro: Señor, ten piedad

El Dios Santo, temible y glorioso, que es inescrutable en todas sus obras e incomprensible en todo su poder, que te ha destinado, oh demonio, a la angustia del suplicio eterno, te ordena, por medio de nosotros sus indignos ministros, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, nuestro verdadero Dios, que te alejes, tú y todo el poder que te acompaña. Te conjuro, espíritu maligno, impuro, perverso y extraño con la autoridad de Jesucristo, que tiene todo poder en el cielo y en la tierra y que dijo al demonio sordo mudo: "Sal de este hombre y no habites más en él." Aléjate y reconoce que tu poder es nulo, ya que no puede dominar ni a las jaurías. Recuerda a Aquel que te ordenó, conforme a tu pedido, entrar en la manada de cerdos. Teme a Dios, por cuyo mandato la tierra ha sido estabilizada en medio de las aguas; Quien creó los cielos, levantó las montañas y extendió las planicies; Quien ha puesto la arena como limite de los mares y ha trazado rutas seguras sobre las profundas aguas; Quien toca a los montes y los hace humear y se reviste de luz como de un manto, y ha extendido los cielos como una tienda de campaña y ha cubierto de agua su parte superior Quien ha fundado la tierra sobre sus bases y no se desnivelará jamás; Quien llama las aguas de los mares y las vierte sobre la tierra. Sal y aléjate del que se prepara en este momento para la santa iluminación. Te conjuro por la Pasión salvadora de Nuestro Señor Jesucristo, por su Cuerpo Purísimo y por su Sangre Preciosa, por su temible segunda venida (parusía), porque vendrá sin duda a juzgar a toda la tierra y te castigará a ti y a las fuerzas que te apoyan con el fuego del infierno, precipitándote a las tinieblas exteriores, donde los gusanos carcomen sin cesar y donde el fuego nunca se extingue, porque el poder es de Cristo, nuestro Dios, y del Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Tercer Exorcismo

Sacerdote: Roguemos al Señor

Coro: Señor, ten piedad

Señor del Universo, Dios del pueblo fiel, que curas toda enfermedad y dolor, mira a tu siervo N., pruébalo, examínalo y aleja de él toda acción diabólica. Purifica la obra de tus manos, empleando tu eficaz operación, y abate a Satanás bajo sus pies y otórgale la victoria sobre los espíritus impuros, a fin de que amparado por tu misericordia sea digno de tus Misterios celestiales e inmortales y Te glorifique, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Cuarto Exorcismo

Sacerdote: Roguemos al Señor

Coro: Señor, ten piedad

Soberano Señor, que has creado al hombre a tu imagen y semejanza, que le has dado el poder de llegar a la vida eterna y que no lo abandonaste, después que cayó en pecado, sino que procuraste la salvación del mundo por la Encarnación de Tu Cristo; Tú Señor, después que hayas librado de la esclavitud a tu creatura, recíbelo en tu Reino celestial. Abre los ojos de su inteligencia para que la luz de tu Evangelio pueda brillar en él. Haz que durante la vida lo acompañe un Angel de luz, que lo libre de todos los engaños del enemigo, del encuentro con el mal, del demonio del mediodía y de las ilusiones perversas.

El Sacerdote sopla tres veces y hace el signo de la Cruz sobre la boca, el pecho y la frente del que va a ser bautizado, diciendo:

Aparta de él todo espíritu malo e impuro, escondido y oculto en su corazón. El espíritu del error, de la maldad, de la idolatría y de la concupiscencia, el espíritu de la mentira y de toda impureza inspirada por la acción diabólica. Haz de él una oveja racional del santo rebaño de Tu Cristo, un miembro honorable de Tu Iglesia, un vaso de santidad, un hijo de la luz y heredero de tu Reino, para que, después de vivir según tus mandamientos, y de haber conservado intacta tu señal y su vestidura sin mancha, reciba la felicidad de tus santos en Tu Reino.

Por la gracia, la misericordia y el amor a la Humanidad de Tu Hijo Unico, con Quien eres bendito Tu y Tu Santísimo Espíritu, que da vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Con el que va a ser bautizado vuelto hacia el Oriente, y con los brazos en alto, el Sacerdote pregunta:

Sacerdote: ¿Renuncias a Satanás, a todas sus obras, a todos sus ángeles, a todo su culto y a todas sus pompas?

Padrinos: Si, renuncio.

Sacerdote: ¿Has renunciado a Satanás?

Padrinos: Sí, he renunciado.

Sacerdote: Sopla y saliva contra él.

Ahora con el que va a ser bautizado vuelto hacia el Occidente y con los brazos bajos, dicen:

Sacerdote: ¿Te unes a Cristo?

Padrinos: Sí, me uno.

Sacerdote: ¿Te has unido a Cristo?

Padrinos: Sí, me he unido.

Sacerdote: ¿Crees en Él?

Padrinos: Creo en Él como en Rey y Dios.

Inmediatamente todos los presentes rezan el CREDO:

Creo en el Único Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra y de todo lo visible e invisible. Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, que nació del Padre antes de todos los siglos; Luz de Luz; Dios verdadero de Dios verdadero; nacido, no creado; consubstancial con el Padre, por quien todo fue hecho; Quien por nosotros los hombres y para nuestra salvación, descendió de los cielos, se encarnó del Espíritu Santo y María Virgen, se hizo Hombre; fue crucificado por nosotros en tiempos de Poncio Pilatos; padeció, fue sepultado y al tercer día resucitó conforme con las Escrituras. Y subió a los cielos, está sentado a la diestra del Padre; y vendrá otra vez con gloria, a juzgar a los vivos y a los muertos, y Su reino no tendrá fin.

Y en el Espíritu Santo, Señor vivificador, Quien procede del Padre, que con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado, que habló por los profetas. Y en Una Iglesia que es Santa, Católica y Apostólica. Confieso un solo bautismo para la remisión de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del siglo venidero. Amén.

Una vez terminado el Sacerdote pregunta de nuevo:

Sacerdote: ¿Te has unido a Cristo?

Padrinos: Sí, me he unido.

Sacerdote: Adórale.

Padrinos: Adoro al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Trinidad consubstancial e indivisible.

Sacerdote: Bendito sea Dios que quiere que todos los hombres se salven y lleguen a conocer la verdad, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Soberano Señor, nuestro Dios, llama a u siervo N. a Tu Santa Iluminación y hazlo digno de esta gran gracia del Santo Bautismo; desvístelo del hombre viejo y renuévalo para la vida eterna, llénalo de la fuerza de tu Espíritu Santo, para que se una con Tu Cristo y no sea más hijo de la carne, sino hijo de tu Reino, por la bondad de Tu Hijo Único, con Quien eres bendito junto con tu Santísimo Espíritu Bueno, que da vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

El Sacerdote, revestido de epitrajilion blanco, mangas y felonio, estando las velas encendidas, toma el incensario e inciensa en derredor de la pila bautismal e inclinándose dice:

Bendito sea el Reino del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

En paz, roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Por la paz que viene de lo alto y por la salvación de nuestras almas, roguemos al Señor.

Por la paz del mundo entero, por el bienestar de las santas iglesias de Dios y por la unión de todos, roguemos al Señor.

Por este santo templo y por los que con fe, devoción y temor de Dios concurren a él, roguemos al Señor.

Por nuestro Padre y Arzobispo N., por la venerable orden de los presbíteros, por los Diáconos en Cristo, por todo el Clero y el pueblo, roguemos al Señor.

Para que esta agua sea santificada, con el poder, la acción y la venida del Espíritu Santo, roguemos al Señor.

Para que descienda sobre ella la gracia de la Redención y la bendición del Jordán, roguemos al Señor.

Para que venga sobre esta agua la acción purificadora de la Santísima Trinidad suprasubstancial, roguemos al Señor.

Para que, con la infusión del Espíritu Santo, seamos iluminados con la luz de la inteligencia y de la piedad, roguemos al Señor.

Para que esta agua sea defensa contra los ataques de los enemigos visibles e invisibles, roguemos al Señor.

Por el que va a ser bautizado y para que sea digno del Reino incorruptible, roguemos al Señor.

Por el que se acerca a la santa iluminación y por su salvación, roguemos al Señor.

Para que sea proclamado hijo de la luz y heredero de los bienes eternos, roguemos al Señor.

Para que se una a Cristo nuestro Dios y sea partícipe de su muerte y de Su Resurrección, roguemos al Señor.

Para que conserve puras y limpias las vestiduras del bautismo y las arras del Espíritu hasta el día temible de la venida de Cristo nuestro Dios, roguemos al Señor.

Para que el Señor Dios escuche nuestra voz de pecadores, roguemos al Señor.

Para que él y nosotros seamos libres de toda aflicción, ira, peligro y necesidad, roguemos al señor.

Ampáranos, sálvanos, ten piedad de nosotros y guárdanos, oh Dios, en tu gracia.

Conmemorando a la Toda Santa, Purísima y Bendita, nuestra gloriosa Señora la Madre de Dios y siempre Virgen María y a todos los Santos, encomendémonos a nosotros mismos y los unos a los otros y toda nuestra vida a Cristo Dios.

Coro: A Ti, Señor.

Mientras el Diácono canta la precedente letanía, el Sacerdote ora en voz baja:

Oh Dios clemente y misericordioso, que escrutas los corazones y las entrañas y que conoces los secretos de los hombres, porque nada puede ocultarse ante tu presencia sino que todo es a tus ojos patente y claro. Tu que conoces mi interior, no me desprecies ni apartes tu rostro de mí y no mires a mis pecados. Tu que olvidas los pecados de los hombres, cuando se arrepienten, lava mi cuerpo y purifica mi alma. Santifícame con tu poder perfecto e invisible y con tu diestra espiritual, a fin de que no sea yo mismo condenado como esclavo del pecado, después de haber predicado a otros la libertad. Oh Señor bondadoso y amante de la humanidad, no sea yo humillado y confundido. Envíame fuerza desde las alturas para administrar este gran Misterio celestial. Reproduce la imagen de Cristo en el que va a volver a nacer por medio de mi indignidad, edifícale sobre los cimientos de los apóstoles y de los Profetas y no lo destruyas jamás; plántalo como una planta de verdad en tu santa Iglesia Católica y no la arranques, a fin de que, creciendo en piedad, sea glorificado en él Tu Santísimo Nombre, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amen.

El Sacerdote canta la siguiente oración:

Grande eres, Señor, y tus obras son maravillosas y no hay palabras que puedan expresar tus maravillas (3 veces).

Con tu voluntad has sacado todas las cosas de la nada a la existencia, con tu poder sostienes la creación y con tu providencia riges el mundo. (Compusiste la naturaleza de cuatro elementos y coronaste el año con cuatro estaciones). Ante Ti tiemblan todas las legiones de los ángeles; a Ti Te canta el sol, te glorifica la luna, te escoltan las estrellas y te obedece la luz. A Tu paso se derrumban los abismos; A Ti te sirven las fuentes; Tú has extendido los cielos como una tienda de campaña y has estabilizado la tierra en medio de las aguas; has rodeado las aguas de arena y distribuyes el aire para que respiremos. Las legiones angélicas te sirven y los coros de los arcángeles te adoran. Los Querubines (todos cubiertos de ojos) y los Serafines (de sus alas) están ante Ti y vuelan en derredor de tu Trono, velándose el rostro por temor de Tu gloria inaccesible. Viniste a la tierra, tomaste forma de siervo y te hiciste semejante a los hombres, siendo el Dios indescriptible inefable, eterno e incomprensible. Por las entrañas de tu misericordia, Señor, no pudiste sufrir ver al género humano atormentado por el demonio, sino que has venido y nos has salvado. Confesamos esta gracia, proclamamos esta misericordia y publicamos este beneficio. Tu purificaste los gérmenes de nuestra naturaleza y santificaste las entrañas virginales con tu nacimiento. Toda la creación te entonó un himno cuando apareciste entre nosotros, porque Tú, oh Dios nuestro, estuviste en la tierra y viviste en medio de los hombres; santificaste las aguas del Jordán, enviando de lo alto del cielo tu Espíritu Santo, y quebrantaste la cabeza de los demonios que allí habitaban.

Tú, por tanto, oh Rey amante de la humanidad, ven ahora y santifica esta agua por la infusión de Tu Espíritu Santo. (3 veces).

Dale la gracia de la Redención, la bendición del Jordán, hazla fuente de incorrupción don de santificación, perdón de los pecados, alivio de las enfermedades y confusión de los demonios. Que, tina vez llena de la fuerza de los ángeles, sea inaccesible a las potencias enemigas y que todos los que asechan a tu creatura, Señor, sean confundidos y huyan, pues he invocado tu nombre admirable, glorioso y temido por tus enemigos.

Ahora hace tres veces el signo de la Cruz dentro del agua con la mano derecha y sopla tres veces sobre ella, diciendo:

Sean quebrantadas por la señal de Tu Cruz todas las fuerzas enemigas (3 veces).

Apártense todos los espíritus (aéreos) e invisibles, que el demonio se aleje de esta agua y que el espíritu maligno -te rogamos Señor- no se pose sobre aquel que va a ser bautizado, causando el ofuscamiento del entendimiento y la rebelión contra la razón. Tú, Señor del Universo, haz que esta agua sea un agua de reposo, de redención, de santificación, de purificación de las manchas de la carne y del espíritu, una liberación y perdón de los pecados, iluminación de las almas y renovación de la vida. Tú eres, Señor, quien ha dicho: "Lavaos y seréis puros, borrad las iniquidades de vuestras almas." Tú nos has concedido volver a nacer por medio del agua y del espíritu. Señor, manifiéstate en esta agua y concede al que va ser bautizado que se transforme, de tal modo que se despoje del hombre viejo, corrompido por los desgastes de la concupiscencia, y se revista del hombre nuevo, renovado según la imagen de Aquél que lo ha creado, a fin de que, habiéndose convertido por el bautismo en participe de Tu muerte, participe también de tu Resurrección y, conservando el don de Tu Espíritu Santo y haciéndolo fructificar el depósito de Tu gracia, reciba el premio de la vocación celestial y sea inscripto entre los primogénitos en el cielo.

Pues es a Ti, Señor y Dios nuestro Jesucristo, a quien es debida toda gloria, poder, honor y adoración y a Tu Padre Eterno y a Tu Espíritu Santo y Bueno, que da vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Bendición del Aceite.

Sacerdote: La paz sea con todos.

Coro: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Inclinad vuestras cabezas ante el Señor.

Coro: A Ti, Señor.

El Sacerdote sopla ahora tres veces en el recipiente de aceite, sostenido por un ayudante, y hace tres veces el signo de la cruz, diciendo:

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Soberano Señor, Dios de nuestros padres, que enviaste a los que se encontraban en el arca de Noé una paloma, llevando en el pico un ramo de olivo, como símbolo de la reconciliación y de la salvación después del diluvio, y que de esta manera figuraste el misterio de la gracia. Tu nos suministras el fruto de los olivos para cumplir tus Misterios y por medio del olivo llenaste del Espíritu Santo a los que estaban bajo la ley y perfeccionas a los que están bajo la gracia. Tú mismo, Señor, bendice ahora este aceite con el poder, la acción y la venida del Espíritu Santo y que se convierta en ungüento de incorrupción, renovación del alma y del cuerpo, inmunidad contra todo ataque diabólico y alivio de todos los males en aquellos que sean ungidos de él con fe o que lo reciban para Tu gloria y la de Tu Hijo Único, y la de Tu Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Atendamos.

Y canta tres veces: Aleluya con los asistentes, vertiendo el aceite en el agua tres veces. Luego prosigue.

Bendito sea Dios que santifica e ilumina a todo hombre que viene al mundo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

El Sacerdote toma el aceite y signa con él en la frente al que va a ser bautizado, al tiempo que dice:

El siervo de Dios N. es ungido con el aceite de la alegría, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Luego lo unge en el pecho y la espalda, diciendo:

Para curación del alma y del cuerpo.

En los oídos: Para que con sus oídos escuche la fe.

En las manos: Tus manos lo han creado y lo han formado.

En los pies: Para que camine siempre por el camino de tus mandamientos.

El Sacerdote torna al que va a ser bautizado y lo sumerge todo entero en el agua, diciendo:

Es bautizado el siervo de dios N., en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Coro: Amén.

A cada nombre de las personas de la Santa Trinidad lo sumerge y lo hace emerger del agua. Luego lo seca y se lava las manos, diciendo:

Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido borradas y cuyos pecados han sido perdonados.

Y viste al bautizado, diciendo:

El siervo de Dios N. se reviste con la vestidura de la justicia, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

A continuación se canta el siguiente tropario, según el Tono 8º:

Concédeme una vestidura de luz, Tu que te revistes de luz como de un manto, oh misericordioso Cristo nuestro Dios (3 veces).

(Confirmación).

Inmediatamente después de terminado el precedente Rito del Bautismo, el Sacerdote toma el recipiente con el Santo Míron (Crisma) y reza sobre el bautizado la siguiente oración:

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Bendito seas, Señor Todopoderoso, Fuente de bien, Sol de Justicia, que hiciste resplandecer sobre los que estaban en las tinieblas la luz de la salvación con la manifestación de Tu Hijo como Dios nuestro; Tu nos has dado, a pesar de nuestra indignidad, una feliz purificación en el agua santa y la santificación divina con la unción que da la Vida; Tu también ahora te has dignado hacer que tu siervo renazca, al ser iluminado con el agua y el Espíritu, y le has concedido el perdón de los pecados, voluntarios e involuntarios; Tú mismo, Señor, Rey misericordioso del universo, márcalo con el sello de tu Santo, Omnipotente y Adorado Espíritu y dale la comunión del Santo Cuerpo y de la Preciosa Sangre de Tu Cristo. Consérvalo en tu santidad, afírmalo en la Fe Ortodoxa, líbralo del mal y de todas sus asechanzas, conservando su alma en la pureza y la justicia, por medio de tu saludable temor, para que, siéndote agradable en toda palabra y acción, sea hijo y heredero de Tu Reino celestial. Porque Tú eres nuestro Dios, Dios de misericordia y salvación, y te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Terminada la oración unge al bautizado con el Santo Míron (Crisma), haciéndole el signo de la Cruz, en la frente, los ojos, la nariz, la boca, los oídos, el pecho, las manos y los pies, diciendo a cada unción

El Signo del Don del Espíritu Santo. Amén.

Luego hacen todos los asistentes con el bautizado, precedidos por el Sacerdote, una procesión de tres vueltas alrededor de la pila bautismal, cantando

Vosotros que en Cristo os bautizasteis, de Cristo os revestisteis. Aleluya (tres veces).

Sacerdote: Atendamos.

Un lector o uno de los asistentes, dice (tono 3º):

El Señor es mí luz y mi salvación. ¿A quién temeré?

El Señor es el defensor de mi vida, ¿de quién tendré miedo?

Sacerdote: Sabiduría.

El Lector lee el título de la carta del Apóstol:

Lectura de la carta del Apóstol Pablo a los Romanos (6:3-11).

Sacerdote: Atendamos.

El Lector prosigue:

Hermanos: cuantos fuimos sumergidos por el bautismo en Cristo Jesús, fue en su muerte donde fuimos sumergidos. Pues por medio del bautismo fuimos juntamente con él sepultados en su muerte, para que, así Como Cristo fue resucitado de entre los muertos para gloria del Padre, así también nosotros caminemos en una vida nueva. Pues si hemos llegado a ser una misma vida con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección parecida. Comprendamos bien esto: que nuestro hombre viejo fue crucificado junto con Cristo, a fin de que fuera destruido el cuerpo del pecado, para que no seamos esclavos del pecado nunca más. Pues el que una vez murió, ha quedado definitivamente liberado del pecado. Por lo tanto, sí hemos muerto con Cristo, tenemos fe de que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere más: la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque en cuanto a que murió, para el pecado murió de una vez para siempre; pero en cuanto a que vive, vive para Dios. Así también vosotros consideraos muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.

Sacerdote: Paz a ti, Lector.

Coro: Aleluya. (3 veces).

Sacerdote: ¡Sabiduría! ¡De pie!

Escuchemos el Santo Evangelio.

La paz sea con todos.

Coro: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (28:16-20).

Coro: Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti.

Sacerdote: Atendamos.

Sacerdote: En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había señalado. Y cuando lo vieron, lo adoraron, aunque algunos quedaron indecisos. Y acercándose Jesús a ellos, les habló así: Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra, id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Y mirad: yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos.

Coro: Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti.

Oración para lavar al Bautizado

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Tú que has concedido a este tu siervo por el santo bautismo la liberación de los pecados y que lo has otorgado la vida de un nuevo nacimiento, haz, Señor, que brille siempre en su corazón la luz de tu rostro y conserva la armadura de la fe inexpugnable para los enemigos. Protege la vestidura de incorrupción, de la cual se ha revestido, pura y sin mancha y conserva en él, por tu gracia, el sello espiritual con que ha sido marcado, siéndonos propicio a él y a nosotros por tu inmensa misericordia, pues ha sido bendecido tu nombre honorable y magnífico, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Señor nuestro Dios, que por las aguas bautismales concedes la luz celestial a los bautizados, que has hecho volver a nacer a tu siervo, recién iluminado por el agua y el Espíritu, y que le concediste el perdón de sus pecados voluntarios e involuntarios, impón sobre él tu mano soberana, conservándolo por el poder de tu gracia, guardando inviolables tus arras y haciéndolo digno de la vida eterna y de tu agrado. Porque Tu eres nuestra santificación y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: La paz sea con todos.

Coro: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Inclinad vuestras cabezas ante el Señor.

Coro: A Ti, Señor.

Sacerdote: Éste que se ha revestido de Ti, oh Cristo, nuestro Señor y Dios, inclina con nosotros su cabeza delante de Ti: protégelo para que sea siempre un luchador invencible contra los que en vano tratan de enemistarlo, lo mismo que a nosotros; haz que en definitiva seamos vencedores todos, para que merezcamos una corona inmarcesible. Pues en Ti está tener misericordia de nosotros y salvarnos, y a Ti sea la gloria y a Tu Padre Eterno, y a Tu Espíritu Santo y Bueno, que da vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Ahora el Sacerdote quita el cinturón o la faja del niño y su camiseta y, reuniendo sus extremos, los empapa en agua pura y asperja al niño, diciendo:

Has sido justificado, iluminado, santificado y lavado en el nombre de Nuestro Ser ñor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.

Y tomando una esponja nueva le lava el rostro, la cabeza y el resto del cuerpo, diciendo:

Has sido bautizado, iluminado, confirmado, santificado y lavado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración para la Tonsura

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Soberano Señor nuestro Dios, que has honrado al hombre con tu imagen, lo has provisto de un alma racional y de un cuerpo lleno de nobleza, para que e cuerpo sirva al alma racional: has colocado la cabeza en la cima del cuerpo y haz dispuesto en ella la mayor parte de los sentidos, sin que haya interferencia de unos para con los otros; (has cubierto la cabeza de cabellos a fin de que no sea molestada por los cambios de clima) y has dispuesto todos los miembros en la mejor forma, de suerte que con todos ellos el hombre te dé gracias a Ti, gran Artífice; Tú, Señor, que nos has enseñado por tu vaso de elección, el Apóstol Pablo, a hacer todo para gloria tuya, bendice a tu servidor N. que ha venido a ofrecerte como primicias el corte de los cabellos de su cabeza y bendice también a sus padrinos y concédeles que se instruyan sin cesar en Tu ley y hagan lo que Te agrada. Porque eres un Dios bueno y amante de la humanidad y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Sacerdote: La paz sea con todos.

Coro: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Inclinad vuestras cabezas ante el Señor.

Coro: A Ti, Señor.

El Sacerdote, inclinado, dice la siguiente oración:

Sacerdote: Señor nuestro Dios, que por el contenido de esta fuente bautismal has santificado en tu bondad a los que creen en Ti, que tu bendición se extienda sobre la cabeza de este niño; como bendijiste al Rey David por medio del Profeta Samuel, bendice también la cabeza de tu servidor N., por mi mano pecadora, y visítalo con Tu Espíritu Santo, a fin de que, avanzando en edad y alcanzando alta vejez, te tribute gloria y vea los bienes de Jerusalén todos los días de su vida.

Porque Te es debida toda gloria, honor y adoración, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

El Sacerdote corta los cabellos del niño en forma de Cruz diciendo:

Es tonsurado el siervo de Dios N., en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sacerdote: Gloria ti, Cristo Dios, esperanza nuestra, gloria a Ti.

Coro: Señor, ten piedad. (tres veces).

Bendícenos, Padre.

Sacerdote: concluye diciendo la Apólisis.

Nota: Si el niño está en peligro de muerte y no ha sido posible conseguir que venga un sacerdote, cualquier laico ortodoxo, sea hombre o mujer, puede bautizar, siempre y cuando lo inmerja tres veces en el agua, diciendo: "Es bautizado el siervo de Dios N., en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén." Si el niño muere, se considera bautizado. Si no, debe llevársele a la iglesia tan pronto sea posible, y el Sacerdote completará el Rito, administrándole el Sacramento de la Unción Crismal (Confirmación).

Si el niño está en tal situación que no puede ser movido o levantado para ser sumergido en el agua tres veces, se permite (solamente en este caso) bautizarlo vertiendo agua sobre su cabeza o rociándolo tres veces, diciendo: Es bautizado el siervo de Dios N. en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

El Sacramento

de la Penitencia

Introducción

"La plenitud y el perdón de los pecados deben ser predicados en todos los pueblos, empezando por Jerusalén. Vosotros seréis los testigos" (Lc. 24:46-47). Y más que testigos, porque el Señor confiere a los Apóstoles el poder del perdón: "Recibid el Espíritu Santo, aquellos a quienes perdonareis los pecados les serán perdonados y a quienes los retuviereis les serán retenidos" (Jn. 20:22-23).

El texto clásico de San Cipriano, Obispo de Cartago, expresa bien la práctica de la Iglesia: "Que cada uno confiese sus pecados mientras está aún en este mundo, mientras su confesión puede ser aceptada y mientras el perdón y la satisfacción concedidas por los Obispos son agradables al Señor."

Es, pues, el Obispo escucha las confesiones de los pecadores y otorga el perdón. Con la multiplicación de las comunidades cristianas y el crecimiento de la Iglesia el Obispo delega a los Sacerdotes este poder.

"La Confesión es el reconocimiento de la culpabilidad, seguido de la absolución... El confesor es un terapeuta de Dios, un médico enviado a curar las almas." Por lo tanto no debemos ocultarlo nada.

Los padres llaman a este Sacramento "Metanía" del griego: "metá": cambio, conversión, y "nus": mente, corazón, profundidad del hombre. Metanía quiere decir entonces la vuelta del corazón, el cambio de mente. Ese término se ajusta mejor al concepto fundamental de terapéutica espiritual que el término latino "Penitencia."

"La experiencia milenaria de la Iglesia, dice P. Evdokimov, muestra el valor salvador de la confesión. La falta echa raíces en el alma y envenena al mundo exterior. Esto exige una intervención quirúrgica que corte las raíces y exteriorice la falta, lo cual requiere un testigo que escuche, para romper la soledad y colocarnos de nuevo en comunión con el Cuerpo de la Iglesia" (L´Orthodoxie, pág. 290).

¿Cuándo hay que hacer la primera confesión? Teodoro Balsamón, Patriarca de Antioquía, gran canonista ortodoxo, indica la edad de 7 años, y esta práctica es la recomendable.

¿Dónde hay que hacer la confesión? En la iglesia, frente a la imagen de Cristo, ante las puertas del Iconostasio, teniendo ante nosotros el Santo Evangelio. Sólo a los enfermos les está permitido confesarse en la casa, en el hospital o en cualquier otro lugar.

El Sacerdote, revestido de epitrajilion, ante la imagen de Nuestro Señor, dice:

Sacerdote: Bendito sea Dios, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Él o los penitentes dicen:

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros (tres veces). Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros, Señor, sé propicio con nuestros pecados. Maestro, perdona nuestras culpas. Santo, visita y sana nuestras dolencias, por Tu Nombre.

Señor, ten piedad. (tres veces).

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del maligno.

Sacerdote: Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

A continuación un lector o uno de los asistentes dice:

Venid, adoremos y postrémonos delante de Cristo.

Venid, adoremos y postrémonos delante de Cristo, nuestro Rey y nuestro Dios.

Venid, adoremos y postrémonos ante el mismo Cristo, nuestro Rey y nuestro Dios.

Salmo 50

Piedad de mí, Señor, en tu bondad y en tu ternura borra mi pecado. Lávame de toda mi maldad, de mi pecado límpiame, Señor. Reconozco lo grande de mi culpa y mi pecado está siempre ante mí, Contra Ti solo pequé y lo malo a tus ojos hice, es así muy justa tu sentencia y recto tu juicio.

Tu sabes que culpable yo he nacido y pecador mi madre me engendró. Tú amas la verdad del corazón y en tu interior me enseñas tu saber. Rocíame con hisopo y seré limpio, lávame y seré más blanco que la nieve. Hazme sentir el gozo y la alegría y exulten mis huesos quebrantados. Aparta tu rostro de mis culpas y borra de mí toda maldad. Oh Dios, crea en mí un corazón puro y renueva la firmeza de mi espíritu. No me quieras echar de tu presencia ni retires de mí tu Santo Espíritu. Devuélveme tu gozo salvador y hazme fuerte con un alma generosa. Mostraré a los pecadores tus caminos y hacia Ti volverán los extraviados. Dios, mí salvador, líbrame del crimen y celebrará mi lengua tu justicia. Señor, abre mis labios y mi boca anunciará tus alabanzas. Porque no es sacrificio lo que quieres y si ofrezco un holocausto no lo aceptas. Mi sacrificio es un espíritu arrepentido, pues no desprecias el corazón humilde.

Haz el bien a Sión por tu bondad y refuerza las murallas de Jerusalén. Aceptarás entonces sacrificios y víctimas en tu altar se ofrecerán.

¡Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros! Faltos de toda defensa, los pecadores te ofrecemos esta súplica o Ti, Dueño nuestro: ¡Ten piedad de nosotros!

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Ten piedad de nosotros, Señor, pues hemos puesto en Ti nuestra confianza. No descargues tu ira sobre nosotros ni te acuerdes de nuestras culpas. Míranos de nuevo con ternura y sálvanos de nuestros enemigos, porque Tú eres nuestro Dios y nosotros tu pueblo, todos somos obra de tus manos y sobre nosotros se ha invocado tu nombre.

Ahora y siempre y por los siglos de los siglos Amen.

¡Ábrenos la puerta de la misericordia, oh bendita Madre de Dios! No permitas que nos descarriemos los que confiamos en Ti. Que por Ti seamos libres de las tentaciones, porque Tú eres la salvación del pueblo cristiano.

Ahora él (o los) penitente(s) se arrodilla(n) e inclina(n) la cabeza y dice tres veces:

Hemos pecado, Señor; ¡perdónanos!

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Dios nuestro Salvador, que, por medio del Profeta Natán, perdonaste a David sus pecados, que recibiste la súplica que te hizo Manasés para el perdón de los pecados, recibe a tus siervos que se arrepienten de los pecados que han cometido. Por tu amor a la humanidad, acepta su arrepentimiento, y perdónales todas sus culpas, pues Tú perdonas los pecados y las faltas. Señor, Tú has dicho que no quieres la muerte del pecador, sino que deseas que se convierta y viva y nos has mandado perdonar los pecados hasta setenta veces siete, pues tu misericordia es tan inmensa como tu majestad. Y si tuvieses en cuenta los pecados, Señor, ¿quien podrá resistir?

Tú eres el Dios de los arrepentidos y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Padre, Señor del cielo y de la tierra, te confieso todo lo oculto y manifiesto de mi corazón, todo lo que he hecho hasta este momento. Te pido perdón por todo, oh justo Juez; dame tu gracia para que no peque más.

Hermano(s) que has (han) venido a Dios y a mí, no te confiesas (se confiesan) conmigo, sino con Dios, a Quien represento.

En este momento se escuchan las confesiones individualmente, después de haber hecho un minucioso examen de conciencia. Terminadas las confesiones, el Sacerdote dice:

Sacerdote: Hijo(s) mío(s) no te has (se han) confesado con mi humildad; yo, pobre pecador, no puedo perdonar los pecados en la tierra, sino solo Dios, que, con su voz imperecedera habló, después de su Resurrección, a los Apóstoles, diciendo: A los que perdonareis los pecados, les serán perdonados; y a los que los retuviereis, les serán retenidos; a causa de estas palabras yo puedo deciros: Todo lo que habéis confesado ante mí, todo lo que habéis omitido por ignorancia o por olvido, que Dios os lo perdone en esta vida y en la otra.

Y da la absolución con una de las siguientes fórmulas:

Sacerdote: Que nuestro Señor Jesucristo, que dio a sus santos discípulos y apóstoles el poder de perdonar los pecados de los hombres, te perdone todos tus pecados y todas tus faltas, y yo su indigno ministro, que he recibido de los mismos apóstoles la autoridad de hacer lo mismo, te desligo de toda excomunión, si está dentro de mis facultades y tu tienes necesidad de ello. Luego te absuelvo de todos los pecados que has confesado, delante de mi indignidad, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Otra fórmula, que es usada entre los griegos:

Sacerdote: Que Dios, quien perdonó a David, por medio de Natán el Profeta, a Pedro que lloró amargamente por haberlo negado, a la pecadora al derramar lágrimas sobre sus pies, al publicano y al hijo pródigo, que El te perdone, por medio de mí pecador, en esta vida y en la otra y te haga comparecer sin culpa ante su temible tribunal, pues es bendito por los siglos de los siglos. Amén.

Al pronunciar cualquiera de las fórmulas anteriores, el Sacerdote impone el epitrajilion sobre la cabeza del penitente y traza sobre él la señal de la Cruz. En caso de urgencia, solo será pronunciada cualquiera de estas formulas y esa bastará para la absolución.

Se termina el Oficio, diciendo:

Verdaderamente es justo el celebrarte, oh Madre de Dios, para siempre bienaventurada y exenta de pecado, la Madre de nuestro Dios. Tú eres más venerable que los Querubines, más gloriosa que los Serafines. Te celebramos a Ti, que diste al mundo al Verbo Dios, sin dejar de ser Virgen, y que eres la verdadera Madre de Dios.

Y se concluye con la Apólisis pág. 209.

Los Sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia no pueden ser administrados más que en la Iglesia. La Eucaristía no puede ser recibida sino durante la celebración de la Santa Liturgia. Los enfermos pueden recibir estos Sacramentos en su casa o en cualquier otro lugar. Para ello la Iglesia ha instituido el siguiente:

Rito Comunión

de los Enfermos

El Sacerdote lleva a la casa del enfermo una partícula del Santo Pan, impregnado con la Preciosa Sangre, reservado en el Sagrario especialmente para este fin, se reviste del epitrajilion y rason. Al llegar a la casa coloca la Santa Eucaristía sobre una mesa cubierta con un mantel limpio, donde habrá una Cruz y una vela encendida. Inmediatamente comienza el oficio, diciendo:

Sacerdote: Bendito sea Dios, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén. Santo Dios... etc. Santísima Trinidad... Padre Nuestro... Porque tuyo es el reino ... de los siglos. Amén. Y sigue: Señor, ten piedad: doce veces. Venid adoremos... etc.

y el Salmo 50.

Terminado el Salmo, se acerca al lecho del enfermo y escucha pausadamente su confesión, en cuanto sea posible y lo absuelve, imponiendo el epitrajilion sobre la cabeza y diciendo una de las fórmulas de absolución pág. 58 y 59. Luego le presenta la Cruz para que la bese el enfermo, toma la partícula del Pan Santo y la coloca en una pequeña cucharilla, donde vierte una gota de vino. Y teniendo la cucharilla en la mano derecha y el paño rojo en la izquierda, se acerca al enfermo y dice:

Sacerdote: Creo, Señor, y confieso que Tú eres el Cristo, Hijo de Dios, creo que has venido a este mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Creo también que este es Tu Cuerpo Purísimo y esto es Tu Sangre Preciosa. Te ruego por lo tanto: ten piedad de mí y perdóname todos mis pecados. Concédeme que sin mancha alguna comulgue de Tus Misterios para el perdón de los pecados y para la vida eterna. Recíbeme hoy en tu Cena mística, oh Hijo de Dios, pues no revelaré tu misterio a tus enemigos ni te daré un beso, como Judas, sino que como el ladrón Te reconozco y digo: Acuérdate de mí, Señor, en Tu Reino.

Después de estas oraciones, el Sacerdote da al enfermo la Santa Comunión, diciendo:

El siervo de Dios N. recibe el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo para el perdón de los pecados y para la vida eterna.

Después de una breve acción de gracias, el Sacerdote dice:

Ahora, Señor, puedes despedir a tus siervos en paz, según tu palabra, pues nuestros ojos han visto la salvación que preparaste para todas las gentes y que es luz de las naciones y gloria de tu pueblo. Y continúa con el Santo Dios hasta Porque tuyo es el reino...

Luego dice el tropario del Santo del día y la Apólisis pág. 209.

Sacramento

de la Santa Unción

Introducción

Este Sacramento comúnmente debe ser celebrado en la Iglesia para los enfermos física y espiritualmente, según un rito especial, en el cual se leen siete epístolas y siete Evangelios y se unge siete veces al enfermo. El Rito, que a continuación transcribimos, es una forma abreviada de conferir la Santa Unción a los enfermos que no pueden concurrir a la Iglesia o que están en grave peligro de muerte. Este Sacramento puede reiterarse cuantas veces lo solicite el enfermo.

Antes de iniciar el Oficio, se prepara en medio de la Iglesia o en la pieza del enfermo una meza con el Santo Evangelio, la Cruz, un plato con trigo y sobre el trigo una vela encendida, un vaso con un poco de vino y siete algodones, que servirán para las siete unciones que realizará el Sacerdote en distintas partes del cuerpo. El número siete indica aquí los siete dones del Espíritu Santo; las siete oraciones y postraciones que hizo el Profeta Eliseo para resucitar al hijo de la Sunamita (2 Reyes 4:35) las siete veces que Naamán el Sirio se lavó en las aguas del Jordán y fue curado de la lepra (2 Reyes 5:10-14). La mezcla del vino y el aceite recuerda la acción del buen samaritano, que vertió sobre el herido por los ladrones aceite y vino (Lc. 10:30-37). El trigo simboliza la fortaleza que debe tener el enfermo, la firmeza de su esperanza en la curación y su restablecimiento total por medio de la Santa Unción, de la misma manera que, con la humedad de la tierra, el grano de trigo se convierte en brillante espiga.

El Sacerdote se reviste de epitrajilion y felonio, si es posible, e inciensa la mesa en forma de cruz y toda la Iglesia o la pieza del enfermo y, mirando hacia Oriente, estando todos los presentes con velas encendidas en su mano derecha, dice:

Sacerdote: Bendito sea Dios... Santo Dios... Santísima Trinidad... Padre Nuestro... y concluye con: Porque tuyo es el reino, el poder... de los siglos. Amén.

Y canta este tropario en el tono 4º:

Oh Cristo, pronto a ayudarnos, manifiéstate desde lo alto y ven a visitar a tus siervos que sufren y líbralos de las enfermedades y de los amargos dolores. Levántalos, para que te glorifiquen y alaben sin cesar, por las oraciones de la Madre de Dios, Tú que amas a la humanidad.

Y prosigue con la siguiente Letanía:

En paz, roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad. (lo mismo después de cada petición).

Por la paz que viene de lo alto y por la salvación de nuestras almas, roguemos al Señor.

Por la paz del mundo entero, por el bienestar de las santas iglesias de Dios y por la unión de todos, roguemos al Señor.

Para que este aceite sea bendecido con la fuerza, la acción y la venida del Espíritu Santo, roguemos al Señor.

Por el siervo de Dios N. y por que el Señor lo visite, haciendo descender sobre él la gracia del Espíritu Santo, roguemos al Señor.

Para que él y nosotros seamos libres de toda desgracia, castigo, peligro y angustia, roguemos al Señor.

Ampáranos, sálvanos, ten piedad de nosotros y guárdanos, oh Dios, en tu gracia.

Conmemorando a la toda Santa, la Purísima y Bendita, nuestra gloriosa Señora, la Madre de Dios y siempre Virgen María y a todos los Santos, encomendémonos a nosotros mismos, y los unos a los otros y toda nuestra vida a Cristo Dios.

Coro: A Ti, Señor.

Sacerdote: Porque Te es debida toda gloria, honor y adoración, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

El Sacerdote mezcla el aceite con un poco de vino y recite la siguiente oración:

Sacerdote: Señor, que por tu misericordia y bondad, curas las enfermedades de nuestras almas y de nuestros cuerpos: santifica este aceite, a fin de que aproveche a los que sean ungidos con él, para salud y restablecimiento de todo dolor y de toda debilidad de la carne y el espíritu y para curación y alivio de toda enfermedad, y que de esta manera sea glorificado Tu santísimo nombre, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

El lector o uno de los asistentes dice el Prokímenon

Que tu misericordia, Señor, se extienda sobre nosotros de acuerdo a nuestra confianza en Ti. Alegraos, justos, en el Señor; a los rectos conviene la alabanza.

Y prosigue con la Epístola:

Lectura de la carta del Apóstol Santiago.

Lector: Hermanos: Tomad por modelo de sufrimiento a los profetas que hablaron en nombre del Señor. Mirad cómo proclamamos bienaventurados a los que fueron constantes. Habéis oído hablar de la paciencia de Job y habéis oído el final que le dio el Señor, porque es compasivo el Señor y de mucha misericordia. Ante todo, hermanos míos, no juréis ni por el cielo ni por la tierra ni con otro juramento, que vuestro sí sea sí y vuestro no sea no, para que no caigáis en juicio. ¿Está mal alguno de entre vosotros? Que ore. ¿Está de buen ánimo? Que cante himnos. ¿Está alguno enfermo? Haga llamar a los presbíteros de la Iglesia y oren sobre él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. La oración de la fe salvará al enfermo y el Señor le hará levantarse; y si hubiese cometido pecados, habrá perdón para él. Confesas, pues, los pecados unos a otros; orad unos por otros para ser curados. Mucho puede la oración eficaz del justo.

Sacerdote: La paz sea contigo, Lector.

Coro: Aleluya, aleluya, aleluya.

Sacerdote: ¡Sabiduría! ¡De píe! Escuchemos el Santo Evangelio.

La paz sea con todos.

Coro: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (10:35-38).

Coro: ¡Gloria a Ti, Señor, gloría a Ti!

Sacerdote: Atendamos. En aquel tiempo, se acercó a Jesús un maestro de la ley que, para tentado, le preguntó: Maestro, ¿qué debo hacer yo para heredar la vida eterna? Jesús le contestó: ¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Cómo lees tu? Y él le respondió: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente. Jesús le dijo: Has respondido bien: Has esto y vivirás. Pero él queriendo justificarse, le preguntó a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Jesús continuó diciendo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones, que, además de haberlo despojado de todo y molido a golpes, se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente, bajaba un sacerdote por aquel camino; y, al verlo, pasó del otro lado y cruzó de largo. Igualmente un levita, que iba por el mismo sitio, al verlo, cruzó también y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de camino, llegó hasta él y, al verlo, se compadeció; se acercó a él, le vendó las heridas, ungiéndolas con aceite y vino, lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a la posada y se ocupó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciéndole: Ten cuidado de él; y lo que gaste de más, yo te lo pagaré cuando vuelva. ¿Cuál de estos tres te parece que es el prójimo del que había caído en manos de los ladrones? El maestro de la ley respondió: El que se compadeció de él. Díjole entonces Jesús: Pues anda, y haz tú lo mismo.

Coro: Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti.

Sacerdote: Ten piedad de nosotros, oh Dios, según tu inmensa misericordia. Te suplicamos nos escuches y te apiades de nosotros.

Coro: Señor, ten piedad, Señor, ten piedad, Señor, ten piedad. (después de cada petición).

Sacerdote: Te pedimos también misericordia, vida, paz, salud y salvación para tu siervo N., y que lo visites y perdones sus pecados.

Te pedimos también que olvides todas sus culpas, voluntarias e involuntarias.

Porque eres un Dios misericordioso y amante de la humanidad, y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Dios, que no tienes principio ni fin, que enviaste a Tu Hijo Unico a curar toda enfermedad y dolor en nuestras almas y en nuestros cuerpos: Envía Tu Espíritu Santo para que santifique este aceite y haz que sea para tu siervo, que va a ser ungido con él, una total liberación de sus pecados y le sirva para heredar la vida eterna. Porque en Ti está la misericordia y la salvación, oh Dios nuestro, y Te glorificamos, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Después de la precedente oración, el Sacerdote toma uno de los algodones y lo impregna con el aceite bendecido, y unge a la persona enferma, trazando la señal de la Cruz, en la frente, en la nariz, en los pómulos (bajo los ojos), en la boca, en el pecho, en las manos (por ambos lados), diciendo la siguiente oración:

Padre Santo, médico de las almas y de los cuerpos, que enviaste a tu Hijo Único, nuestro Señor Jesucristo, a curar toda enfermedad y a librarnos de la muerte, alivia a tu siervo N. de la enfermedad física y espiritual, que lo tiene postrado, por la gracia de Tu Cristo, por la intercesión de nuestra santísima Señora, la Madre de Dios y siempre Virgen María; por la virtud de la preciosa Cruz vivificadora; por las oraciones del santo, glorioso profeta y precursor San Juan Bautista de los santos, gloriosos y célebres apóstoles; de los santos mártires gloriosos y triunfadores de nuestros justos y teóforos padres; de los santos médicos desprendidos del dinero, San Cosme y San Damián, Ciro y Juan, Pantalón y Ermolao, Sansón y Diómedes, Moisés y Aniceto, Talaleo y Trifón; de los santos y justos ancestros de Dios, San Joaquín y Santa Ana y de todos los santos. Porque Tú eres la fuente de la salud, y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Al finalizar las unciones, el enfermo, si le es posible, se pone de pie o se sienta, sino el Sacerdote se acerca a él y, tomando el Santo Evangelio, lo abre, con lo escrito vuelto hacia el enfermo, y lo impone sobre la cabeza del enfermo, mientras dice esta oración:

Sacerdote: Rey Santo, lleno de misericordia y ternura, Señor Jesucristo, Hijo y Verbo del Dios vivo, que no quieres la muerte del pecador, sino que se convierta y viva: No es mi mano pecadora la que impongo sobre tu siervo que se acerca ahora a pedirte perdón por sus pecados, sino tu mano fuerte y poderosa que está en este Evangelio, que yo (o mis concelebrantes) tengo impuesto sobre la cabeza de tu siervo; y ruego a tu clemencia y amor a la humanidad: Oh Dios Salvador, así como concediste a David, por medio del profeta Natán, el perdón de sus pecados y aceptaste la oración de Manasés arrepentido, acepta también, según tu amor a la humanidad, a tu siervo N., arrepentido de sus pecados, y aparta tu rostro de sus culpas, pues Tú eres nuestro Dios y has dicho que tenemos que perdonar a los caídos hasta setenta veces siete, y tu misericordia es tan inmensa como tu majestad, y Te es debida toda gloría, honor y adoración, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Da a besar el Evangelio al enfermo y lo coloca sobre la mesa. Y termina la oración con la Apólisis:

Sacerdote: Oh Cristo, nuestro Dios verdadero, por intercesión de tu Purísima Madre, la gloriosa siempre Virgen María; por la virtud de la preciosa Cruz, que da vida; por las oraciones del santo, glorioso e ilustre Apóstol Santiago, hermano del Señor y primer Obispo de Jerusalén; y por intercesión de todos los santos, ten piedad de nosotros y sálvanos, pues eres bueno y amas a la humanidad.

Por las oraciones... etc.

Nota: En caso de peligro inminente de muerte, el Sacerdote bendice el aceite simplemente con la oración: Dios, que no tienes... etc., y unge al enfermo con la oración "Padre Santo, médico de las almas y de los cuerpos... y concluye sin más.

El aceite que sobre del Oficio será vertido Sobre el enfermo, si éste muere, y, si sana, lo presentará en acción de gracias en la iglesia, donde será quemado en la lámpara ante el Iconostasio.

 

El Sacramento

del Matrimonio

Introducción

El matrimonio es, como enseña Pablo Apóstol, un misterio grande (Ef. 5:32), porque en él se unen el hombre y la mujer y representan eficazmente la unión entre Cristo y la Iglesia.

El rito de este Sacramento está dividido en dos partes: La primera es llamada "Oficio del compromiso," y en él los novios se prometen matrimonio y entregan, como símbolo de esta promesa, las arras o anillos. La segunda parte se llama "Oficio de la coronación," porque en él se impone sobre la cabeza de los novios sendas coronas. Hoy día la costumbre general en la Iglesia Ortodoxa es unir los dos oficios en uno solo.

Este Sacramento debe ser celebrado en la iglesia preferentemente y, si es posible, en día domingo, después de la celebración de la Divina Liturgia, donde los futuros esposos recibirán la sagrada Comunión. Su celebración los sábados a la noche no está permitida por los cánones, pero en los países no ortodoxos es tolerada. Además no está permitida la celebración de matrimonio los siguientes días: 1) Todos los miércoles y viernes del año; 2) Las grandes fiestas del Señor; 3) Desde el comienzo del ayuno de Navidad (13 de Diciembre) hasta el 7 de Enero; 4) Desde el comienzo de la Santa Cuaresma hasta el Domingo de Santo Tomás; 5) El día de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre); 6) Del 1 al 15 de Agosto, fiesta de la Dormición de la Madre de Dios. Para realizar matrimonio en estas fechas, es necesaria una licencia especial de la autoridad competente.

Oficio del Compromiso

Después de la celebración de la Divina Liturgia, se colocan los anillos de los que van a desposarse sobre el Santo Altar, mientras esperan a la entrada do la Iglesia, el novio a la derecha y la novia a la izquierda. El Sacerdote va a recibirlos en la puerta de la iglesia y hace el signo de la cruz en la frente de cada uno de los novios y les entrega una vela encendida. Luego los hace entrar al templo, precedidos por él, que va in... censando en forma de cruz, hasta llegar frente al Iconostasio, donde hay una mesa sobre la cual están la cruz, el Evangelio, dos velas encendidas, un vaso de vino y dos coronas. El padrino se coloca a la derecha del novio y la madrina a la izquierda de la novia. El Sacerdote trae los anillos del Altar y los coloca sobre la mesa e inicia el Oficio, cantando:

Sacerdote: Bendito sea Dios, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: En paz, roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad. (a cada petición).

Por la paz que viene de lo alto y la salvación de nuestras almas, roguemos al Señor.

Por la paz del mundo entero, por el bienestar de las santas iglesias de Dios y por la unión de todos, roguemos al Señor.

Por este santo templo y por los que con fe, devoción y temor de Dios concurren a él, roguemos al Señor.

Por nuestro Padre y Arzobispo N., por la orden venerable de los presbíteros, por los Diáconos en Cristo, por todo el Clero y por el pueblo, roguemos al Señor.

Por el siervo de Dios N. y por la sierva de Dios N., que se dan mutua promesa de matrimonio, y por su salvación, roguemos al Señor.

Para que les sea concedido un amor perfecto, una paz fecunda y el auxilio divino, roguemos al Señor.

Para que siempre vivan en acuerdo y se guarden una fidelidad inquebrantable, roguemos al Señor.

Para que tengan vida y conducta irreprochable, roguemos al Señor.

Ampáranos, sálvanos, ten piedad de nosotros y guárdanos, oh Dios, en tu gracia.

Conmemorando a la Toda Santa, la Purísima y Bendita, nuestra gloriosa Señora, la Madre de Dios y siempre Virgen María, y a todos los santos, encomendémonos a nosotros mismos, y los unos a los otros, y toda nuestra vida a Cristo Dios.

Coro: A Ti, Señor.

Sacerdote: Porque Te es debida toda gloria, honor y adoración, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad...

Sacerdote: Dios eterno, que unes lo disperso y has hecho indestructible el lazo del amor; que bendijiste a Isaac y Rebeca y los designaste herederos de tus promesas, bendice a tus siervos, aquí presentes, y dirígelos por el camino de toda buena obra. Porque eres un Dios misericordioso y amante de la humanidad, y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: La paz sea con todos.

Coro: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Inclinad vuestras cabezas ante el Señor.

Coro: Ante Ti, Señor.

Sacerdote: Señor nuestro Dios, que elegiste entre todas las naciones como esposa a la Iglesia, Virgen pura, bendice este compromiso matrimonial y une a tus siervos en paz y caridad. Pues Te es debida toda gloria, honor y adoración, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

El Sacerdote toma el anillo del novio y hace tres veces sobre la cabeza de éste el signo de la cruz sobre la frente del mismo, tocando a cada voz la frente de la novia y diciendo tres veces:

El siervo de Dios N., se compromete con la sierva de Dios N., en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Y coloca el anillo en el dedo anular de la mano derecha del novio. Toma el anillo de la novia, hace tres veces con él el sig. no de la cruz sobre la cabeza de la misma, tocando a. cada vez la cabeza del novio y diciendo tres veces:

La sierva de Dios, N. se compromete con el siervo de Dios N., en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Y coloca el anillo en el dedo anular de la mano derecha de la novia, y prosigue con esta oración:

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Señor nuestro Dios, que acompañaste al siervo del Patriarca Abraham a Mesopotamia, cuando fue enviado a buscar esposa para su patrón Isaac, e indicaste a Rebeca en el momento de sacar agua del pozo, bendice esta promesa de matrimonio que tus siervos se han hecho y confirma las palabras que se han dado. Afírmalos en la unidad que de Ti procede, pues Tú eres quien desde el principio creó el sexo masculino y el femenino y, según tu disposición, la mujer debe unirse al hombre para la procreación del género humano. Señor nuestro Dios, que enviaste la Verdad a tu pueblo e hiciste promesas a nuestros padres, tus elegidos de generación en generación, mira a tu siervo N., y a tu sierva N., y que la promesa que se han hecho sea sellada con fidelidad, armonía, verdad y amor. Señor, Tú nos has enseñado comprometernos en matrimonio y cumplir nuestro compromiso. Por un anillo fue dado el gobierno a José en Egipto, por un anillo Daniel fue glorificado en el país de Babilonia, por un anillo resplandeció la justicia de Tamar. Un anillo fue el símbolo de la misericordia del Padre para con su hijo pródigo, pues dijo: Colocad un anillo en su diestra, matad un buey cebado y, comiéndolo, regocijémonos. Tu diestra, Señor, hizo cruzar a Moisés el Mar Rojo. Por tu palabra de verdad se han afirmado los cielos y estabilizado la tierra y la diestra de tus siervos será bendecida con tu palabra soberana y con tu mano omnipotente. Señor, bendice la donación de estos anillos con tu bendición celestial y que tu Angel preceda a los que se han comprometido, durante todos los días de su vida.

Tú eres Quien bendice y santifica todo, oh Cristo Dios, y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Ten piedad de nosotros, oh Dios, según tu inmensa misericordia. Te suplicamos nos escuches y tengas piedad de nosotros.

Coro: Señor, ten piedad, Señor, ten piedad, Señor, ten piedad. (cada vez).

Sacerdote: Te pedimos también por el siervo de Dios N. y por la sierva de Dios N., que se han comprometido.

Sacerdote: Porque eres un Dios misericordioso y amante de la humanidad, y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Rito de la Coronación

Entran todos en procesión, con velas encendidas, precedidos por el Sacerdote, mientras el Coro canta:

Gloria a Ti, nuestro Dios, gloria a Ti.

Felices los que temen al Señor

Los que caminan por sus caminos.

Gloria a Ti, nuestro Dios, gloria a Ti.

Tú te alimentas del fruto de tus manos.

Gloria a Ti, nuestro Dios, gloria a Ti.

Eres dichoso y tendrás éxito en todo.

Gloria a Ti, nuestro Dios, gloria a Ti.

Tu esposa será como viña fecunda en medio de tu casa.

Gloria a Ti, nuestro Dios, gloria a Ti.

Tus hijos serán como tiernos árboles de olivo en derredor de tu mesa.

Gloria a Ti, nuestro Dios, gloria a Ti.

Así será bendecido el hombre que teme al Señor.

Gloria a Ti, nuestro Dios, gloría a Ti.

Bendígate el Señor desde Sión y veas los bienes de Jerusalén todos los días de tu vida.

Gloria a Ti, nuestro Dios, gloria a Ti.

Y que la paz esté en el pueblo de Dios.

Es altamente loable que se restaure el canto de este Salmo y se destierre la "marcha nupcial" que da un carácter profano al Sacramento. Estando todos de pie, frente al Iconostasio, el Sacerdote dice:

Bendito sea el reino del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: En paz, roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad (a cada petición).

Sacerdote: Por la paz que viene de lo alto y por la salvación de nuestras almas, roguemos al Señor.

Por la Paz del mundo entero, por el bienestar de las santas iglesias de Dios y por la unión de todos, roguemos al Señor.

Por este santo templo y por los que con fe, devoción y temor de Dios concurren a él roguemos al Señor.

Por nuestro Padre y Arzobispo N., por el venerable orden de los presbíteros, por los. Diáconos en Cristo, por todo, el Clero y por el pueblo, roguemos al Señor.

Por los siervos de Dios N. y N. que se unen uno con el otro por el vínculo matrimonial, roguemos al Señor.

Para que este matrimonio sea bendecido como el de Caná de Galilea, roguemos al Señor.

Para que les sea concedida la progenitura y tengan un feliz fruto de su vientre, roguemos al Señor.

Para que se alegren, viendo a sus hijos e hijas, roguemos al Señor.

Para que les sea concedido todo cuanto pidan en orden a su salvación, roguemos al Señor.

Para que puedan gozarse de las virtudes de sus hijos y vivan irreprochablemente, roguemos al Señor.

Ampáranos, sálvanos, ten piedad de nosotros y guárdanos, oh Dios, en tu gracia.

Conmemorando a la Toda Santa, la Purísima, Bendita y gloriosa Señora nuestra, la Madre de Dios y siempre Virgen María y a todos los Santos, encomendémonos a nosotros mismos, y los unos a los otros, y toda nuestra vida a Cristo Dios.

Coro: Ti, Señor.

Sacerdote: Porque Te es debida toda gloria, honor y adoración, oh Padre, Hijo, y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos

Y prosigue en voz alta:

Sacerdote: Señor y Autor de la creación entera, que, por amor al hombre, convertiste en mujer la costilla de nuestro primer padre Adán, y que los bendijiste, diciendo: "Creced, multiplicaos y dominad la tierra," Tú los uniste e hiciste de ellos un solo cuerpo y "por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne y lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre." Tu diste la bendición a Abraham e hiciste fecundo el seno de Sara, haciendo a Abraham padre de un gran número de naciones. Tu te dignaste dar Isaac a Rebeca, cuya maternidad santificaste; Tu uniste Jacob con Raquel e hiciste nacer de ellos a los doce patriarcas; uniste a José con Asnet y les diste como hijos a Efrén y a Manasés; escuchaste los ruegos de Zacarías e Isabel y les diste al Precursor; de la vara de Jesé hiciste nacer a la Virgen María, de quien tomaste carne y naciste para salvar al genero humano; y, por gracia inefable de tu infinita bondad, te hiciste presente en Caná de Galilea y bendijiste el matrimonio que allí se celebraba, para que constara que la unión matrimonial legítima y la procreación que de ella procede son queridas por Ti. Oh Santísimo Señor, escucha nuestra oración y hazte presente aquí, como estuviste allá en Caná de Galilea, y bendice este matrimonio, concediendo a tus siervos -N. y N. una vida tranquila, longevidad, castidad, amor mutuo, en el vínculo de la paz, posteridad de larga vida, gracia sobre los hijos y una inmarcesible corona de gloria. Hazlos dignos de ver a los hijos de sus hijos y que nunca haya desacuerdo entre ellos. Guarda inviolable su lecho y dales del rocío del cielo y de la abundancia de la tierra, de modo que sean capaces de compartir sus bienes con los necesitados. Pues Tú eres Dios de misericordia, compasión y amor a la humanidad, y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Bendito seas, Señor nuestro Dios, Autor sagrado del matrimonio místico y puro y Legislador del matrimonio corporal, protector de la pureza y buen Dispensador de la vida, que, al principio, creaste al hombre a tu imagen y semejanza y lo hiciste rey de la creación, y dijiste: "no está bien que el hombre esté solo en la tierra, hagámosle una ayuda semejante a él" y tomando una de sus costillas, formaste a la mujer; al verla, Adán exclamó: "esto es carne de mi carne y hueso de mi hueso; se llamará mujer, porque del varón fue tomada"; por eso "el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne" y "que el hombre no separe lo que Dios ha unido."

Señor, Rey y Dios nuestro, haz descender la gracia celestial sobre estos siervos tuyos N. y N. y que esta mujer obedezca en todo a su marido y que este siervo tuyo sea cabeza de la mujer, para que vivan según tu voluntad. Bendícelos, Señor Dios nuestro, como bendijiste a Isaac y a Rebeca; bendícelos, Señor Dios nuestro, como bendijiste a Jacob y a todos los patriarcas; bendícelos, Señor Dios nuestro, como bendijiste a José y a Asinet; bendícelos, Señor Dios nuestro, como bendijiste a Moisés y a Séfora; bendícelos, Señor Dios nuestro, como bendijiste a Joaquín y a Ana; bendícelos, Señor Dios nuestro, como bendijiste a Zacarías y a Isabel. Protéjenos, Señor Dios nuestro, como protegiste a Jonás en el vientre de la ballena; protégelos, Señor Dios nuestro, como protegiste a los tres santos jóvenes del fuego; y que venga sobre ellos aquella gracia que rodeó a Santa Elena cuando encontró la santa Cruz. Acuérdate de ellos, Señor Dios nuestro, como recordaste a Enoc, a Sem y a Elías; acuérdate de ellos, Señor Dios nuestro, como te acordaste de los cuarenta santos mártires, a quienes enviaste coronas desde el cielo; acuérdate de sus padres, que los han criado, porque la plegaria de los padres afirma los cimientos del hogar; acuérdate, Señor Dios nuestro, de tus siervos los padrinos, que nos rodean en esta fiesta; acuérdate, Señor Dios nuestro, de tu siervo N. y de tu sierva N., y bendícelos. Haz que el fruto de sus entrañas sean unos buenos hijos, dales acuerdo de alma y cuerpo, exáltalos como los cedros del Líbano y como una viña de vigorosos sarmientos; concédeles abundantes bienes, para que no teniendo necesidad, abunden en buenas acciones, en las que Tu te complazcas. Que vean los hijos de sus hijos, como racimos de olivo en derredor de su mesa, a fin de que, habiéndote servido en esta vida, brillen un día como astros en el cielo, en Ti, Señor nuestro, a quien es debida toda gloria, poder, honor y adoración, al igual que al Padre Eterno y al Espíritu que da vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Dios Santo, que formaste al hombre del barro y que de su costilla hiciste a la mujer y la uniste a él, como ayuda, semejante a él, pues fue agradable a tu Majestad que el hombre no estuviese solo en la tierra; Señor, extiende Tú mismo tu mano desde tu santa morada y une a tu siervo N. con tu sierva N., porque de Ti procede la unión del hombre con la mujer. Únelos en un solo espíritu, corónalos con el amor, que sean una sola carne, dales buenos hijos, y que su conducta sea intachable. Porque tuyo es el poder, el reino, la fuerza y la gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

El Sacerdote toma una de las coronas, hace con ella, sobre la cabeza del novio, tres veces la. señal de la cruz y a cada vez toca la cabeza de la novia, diciendo tres veces:

El siervo de Dios N. recibe como corona a la sierva de Dios N., en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Y coloca la corona sobre la cabeza del Novio. Luego toma la otra corona y bendice tres veces con ella a la novia con la señal de la Cruz, tocando a cada vez la cabeza del novio, diciendo tres veces:

La sierva de Dios N. recibe como corona al siervo de Dios N., en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Y coloca la corona sobre la cabeza de la novia. Luego toca con los dedos de su mano derecha la corona que está en la cabeza del novio y con los de la mano izquierda la que está en la cabeza de la novia, formando así con la posición de sus brazos la señal de la cruz y bendiciéndolos tres veces, mientras alterna tres veces con el coro la siguiente invocación:

Señor Dios nuestro, de gloria y honor corónales.

Al finalizar esto, el padrino toma con la mano izquierda la corona del novio y la madrina toma la de la novia con su mano derecha, e inmediatamente se canta por el lector el Prokímenon (Tono 8):

Haz puesto sobre sus cabezas coronas de piedras preciosas. Te han pedido vida y se la has dado.

Lector: Lectura de la carta del Apóstol Pablo a los fieles de Éfeso.

Sacerdote: Atendamos.

Hermanos: Demos siempre gracias por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, sometidos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres sométanse a los propios maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, como también Cristo es cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo y él su salvador. Ahora bien, como la Iglesia está sometida a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras esposas, como también Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla, purificándola por el baño de agua con la palabra, para presentársela a sí mismo toda gloriosa, sin mancha, ni arruga, ni cosa parecida, sino, por el contrario, santa e inmaculada. Así deben, pues, los maridos amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama; pues nadie jamás odió a su propia carne, sino que la alimenta y la cuida, como también Cristo a L Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por lo cual dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos tina sola carne. Este misterio es grande; pero yo me refiero a Cristo y a la Iglesia. En fin, vosotros también: que cada uno ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su marido.

Coro: Aleluya, aleluya, aleluya. (tono 5º).

Prokímenon: Señor, tu nos guardarás y protegerás desde esta generación y para siempre.

Sacerdote: ¡Sabiduría! ¡De pie! Escuchemos el Santo Evangelio.

La paz sea con todos.

Coro: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Lectura del Santo Evangelio según San ,Juan. ¡Atendamos! (Jn. 2:1-11).

Coro: ¡Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti!

Sacerdote: En aquel tiempo, se celebro una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. También fueron invitados a la boda Jesús y sus discípulos. Y como llegó a faltar el vino, la madre de Jesús le dice a éste: No tienen vino. Pero Jesús le responde, ¿qué nos importa a mí y a ti, mujer? Todavía no ha llegado mi hora. Dice su madre a los sirvientes: Haced lo que él os diga. Había allí seis tinajas de piedra dispuestas para las purificaciones de los judíos, con capacidad, cada una, de dos o tres medidas. Díceles Jesús: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les manda: Sacad ahora y llevadle al mayordomo. Así lo hicieron. Cuando el mayordomo probó el agua convertida en vino, sin saber de donde provenía, aunque si lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llama al esposo y le dice: Todos sirven al principio el mejor vino y, una vez que los invitados estén satisfechos, se trae el menos bueno. Pero tú has guardado el buen vino hasta ahora. Esta fue la primera de las señales que hizo Jesús y la hizo en Caná de Galilea, y manifestó así su gloria y sus discípulos creyeron en Él.

Coro: Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti.

Sacerdote: Ten piedad de nosotros, oh Dios, según tu inmensa misericordia. ¡Te suplicamos nos escuches y tengas piedad!

Coro: Señor, ten piedad, Señor, ten piedad, Señor, ten piedad.

Sacerdote: Te pedimos misericordia, vida, paz, salud, salvación, consuelo y visita para los siervos de Dios N. y N. que ahora se unen en comunión matrimonial.

Coro: Señor, ten piedad, Señor, ten piedad, Señor, ten piedad.

Sacerdote: Porque eres un Dios misericordioso y amante de la humanidad, y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Señor nuestro Dios, que, con tu presencia en Caná de Galilea y de acuerdo a tu plan de salvación declaraste la honorabilidad del matrimonio, conserva en paz y armonía a tus siervos N. y N., que Te has dignado unir el uno al otro, haz que su matrimonio sea santo, que su lecho sea puro, que su vida en común permanezca hasta que lleguen a alta vejez, cumpliendo con el corazón puro tus mandamientos.

Porque Tu eres nuestro Dios, Dios de misericordia y salvación, y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Que nuestro día sea perfecto, santo, pacifico y sin pecado, roguemos al Señor.

Coro: Concédelo, Señor. (a cada petición).

Sacerdote: Un ángel de paz, fiel guía, guardián de nuestras almas y de nuestros cuerpos, roguemos al Señor.

El perdón de nuestros pecados y la remisión de nuestras culpas, roguemos al Señor.

Lo bueno y conveniente para nuestras almas y la paz para el mundo, roguemos al Señor.

Terminar el tiempo que nos queda de vida en paz y penitencia, roguemos al Señor.

Que el fin de nuestra vida sea cristiano, tranquilo, exento de dolor y remordimiento y una buena defensa ante el temible tribunal de Cristo, roguemos al Señor.

Conmemorando a la Toda Santa, la Purísima, Bendita y Gloriosa Señora Nuestra, la Madre de Dios y siempre Virgen María y a todos los Santos, encomendémonos a nosotros mismos, y los unos a los otros, y toda nuestra vida a Cristo Dios.

Coro: Ti, Señor.

Sacerdote: Haznos dignos, Señor, de que confiadamente y sin reproche nos atrevamos a llamarte Padre, a Ti, el Dios celestial, y a decir:

Coro: Padre nuestro ... etc.

Sacerdote: Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: La paz sea con todos.

Coro: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Inclinad vuestras cabezas ante el Señor.

Coro: Ante Ti, Señor

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Ahora es presentada al Sacerdote la Copa común, y la bendice, diciendo:

Sacerdote: Dios, que creaste todas las cosas con tu poder, que afirmaste el Universo y que coronaste todo lo que hiciste, bendice con tu bendición espiritual esta copa común, que vamos a presentar a los que han sido unidos por el vínculo del matrimonio.

Pues ha sido bendecido Tu nombre y ha sido glorificado Tu Reino, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Beberé del Cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor. (3 veces).

El Sacerdote da de beber tres veces al novio y tres veces a la novia del vino bendito. Luego se inicia la procesión en torno de la mesa, frente al Iconostasio, mientras el Coro canta:

Ahora el Sacerdote quita la corona de la cabeza del novio, diciendo:

Seas honrado, oh novio, como Abraham; bendecido, como Isaac; prolífico, como Jacob; anda por el camino de la paz y observa en justicia los mandamientos de Dios.

Y quita la corona de la cabeza de la novia, diciendo:

Y tú, oh novia, seas honrada, como Sara; alegre, como Rebeca y prolífica, como Raquel. Sé feliz, con tu esposo, guardando siempre los limites de la ley, porque esto agrada a Dios.

Y dice la siguiente oración:

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Oh Dios, nuestro Dios, que viniste a Caná de Galilea y bendijiste la boda que allí se celebraba, bendice a tus siervos, aquí presentes que han sido unidos por tu Providencia con el vínculo del matrimonio. Bendice sus entradas y salidas; haz que abunden los bienes en su vida; recibe sus coronas en tu Reino y consérvalos puros, castos e inmunes de todo mal, por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: La paz sea con todos.

Coro: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Inclinad vuestras cabezas ante el Señor.

Coro: Ante Ti, Señor.

El Sacerdote bendice a los esposos con la siguiente oración:

Que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la Santísima Trinidad consubstancial, fuente de vida, única Divinidad y Reino, los bendiga, les conceda larga vida, felicidad, firmeza en la vida y en la fe y los colme de todo bien terrestre, haciéndoles dignos de los bienes eternos, por intercesión de la Santa Madre de Dios y de todos los santos. Amén.

Y concluye el Oficio con la Apólisis:

Sacerdote: Oh Cristo nuestro Dios verdadero, que, con tu presencia en Caná de Galilea, mostraste la honorabilidad del matrimonio, por las oraciones de Tu Purísima Madre, la gloriosa siempre Virgen María, las de los Santos Reyes Constantino y Elena, iguales a los Apóstoles, del Santo gran Mártir Procopio y de todos los Santos, ten piedad de nosotros y sálvanos, Tú que eres Bueno y amas a la Humanidad.

Por las oraciones de nuestros Santos Padres, Señor Jesucristo, Dios nuestro, ten piedad de nosotros y sálvanos.

Coro: Amén.

El Sacramento de la

Imposición de Manos o Sacerdocio

En la Iglesia Ortodoxa existe la distinción entre Ordenes Mayores y Ordenes Menores. Las Ordenes Menores van precedidas de la Tonsura, y son dos: Lector y Subdiácono. Estas han sido instituidas y dispuestas por la Iglesia, para asistir a los que poseen las Ordenes Mayores en los diversos servicios litúrgicos.

Las Ordenes Mayores han sido instituidas por Nuestro Señor Jesucristo y en ellas consiste el único Sacramento del Sacerdocio, que es conferido en u plenitud con la consagración episcopal. Es decir: el Sacerdote plenamente es el Obispo y los presbíteros y diáconos participan, en grado diferente, del poder Sacerdotal del Obispo , cuyos cooperadores son. Las Ordenes Mayores son, pues, Diáconos, Presbíteros y Obispos .

Las Ordenes Sagrados son conferidas de dos formas: Las menores con una bendición del Obispo y las mayores con la Imposición de Manos, acompañada de la invocación al Espíritu Santo. Este es el gesto practicado por los Apóstoles.

El Ministro de las Ordenes Sagradas es única y exclusivamente el Obispo , que debe conferirlas siempre en la Iglesia y durante la celebración de la Santa Liturgia. Para indicar la diversa participación de los Ministros, las Ordenes Mayores son conferidas siempre dentro del Santuario (o Santo de los Santos), mientras que las Ordenes Menores son conferidas fuera de éste, en el Trono del Obispo , que se encuentra sin medio del Coro.

El que va a ser ordenado Lector es conducido por dos Subdiáconos al Trono del Obispo, en medio del Coro. Si es secular, viene revestido del rason y, si es religioso, del mandias. Una vez ante el Trono del Obispo, se vuelve hacia el altar y hace tres inclinaciones profundas. Luego, se acerca al Obispo y se inclina ante él. Este lo bendice tres veces y tonsura al que va a ser ordenado, diciendo:

Obispo: En el nombre del Padre.

Coro: Amén.

Obispo: del Hijo.

Coro: Amén.

Obispo: y del Espíritu Santo.

Coro: Amén.

Y reviste al recién Tonsurado del pequeño felonio (que cubre solo la espalda), lo bendice tres veces y le impone la mano, diciendo:

Señor Dios Todopoderoso, elige a tu siervo, aquí presente, y santifícalo. Concédele que con sabiduría e inteligencia se aplique al estudio y lectura de tus divinas palabras y guíalo por el camino de la rectitud. Por la gracia, la misericordia y el amor a la humanidad de Tu Hijo Unigénito, con Quien eres bendito, Tu y Tu Santísimo y Buen Espíritu, que da vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

El Obispo abre el libro de las Epístolas sobre la cabeza del nuevo lector. Los Subdiáconos lo conducen ante las puertas santas, donde le dan el libro. El lector se vuelve hacia el Obispo y e inclina ante él. Luego, vuelto hacia la asamblea, lee un párrafo de las Epístolas y, dejando el Felonio, vuelve a donde el Obispo, que bendice con tres signos de Cruz el stijarion. El nuevo lector se signa, besa el stijarion, donde está la cruz, y la mano del Obispo. Finalmente, se reviste, con ayuda de los Subdiáconos, del stijarion y toma parte entre los Lectores.

El candidato es presentado al Obispo como el lector, pero va revestido del pequeño felonio, si no es monje, y si lo es va con el mandiás. Una vez ante el Obispo, éste ordena quitarle el pequeño felonio o el mandiás y revestirlo del stijarion y de la faja de los Subdiáconos, que es bendecida previamente por el Obispo. El que va a ser ordenado Subdiácono los besa y besa la mano del Obispo. Luego se reviste de esos ornamentos, vuelve al Obispo, que lo bendice tres veces.

Diác.: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

El Obispo impone las manos sobre la cabeza y dice:

Señor Dios nuestro, que por el único y mismo Espíritu distribuyes tus dones a los que has elegido, que concediste a tu Iglesia órdenes diversas y dispusiste en ella los grados del ministerio, para el servicio de tus Santos y Purísimos Misterios; que con tu sabiduría eterna e inefable designaste a tu servidor, aquí presente, para que fuese digno de servir tu Santa Iglesia: Tú mismo, Señor, consérvalo puro en todo; haz que ame el decoro de tu casa, que sea guardián de las puertas de tu Santo Templo, que encienda la lámpara del tabernáculo de tu gloria. Plántalo en tu Santa Iglesia como un olivo fértil que produzca frutos de justicia y que, en el día de tu venida, tu servidor sea perfecto y pueda gozar de la recompensa de aquellos que te han agradado. Pues tuyo es el Reino, la fuerza y la gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

El Obispo toma una bandeja y una jarra y las entrega al nuevo Subdiácono. Asimismo coloca una toalla, sin el brazo derecho del mismo. Al recibir estos objetos besa la mano del Obispo . Después lava las manos del Obispo, diciendo:

Subd.: ¡Vosotros los fieles! O también: "¡Vosotros los fieles todos sed mis testigos!" (tres veces).

Después de esto, el Obispo seca sus manos con la toalla que tiene el Subdiácono, y éste va a colocarse frente a las puertas reales del Iconostasio, donde dice:

Subd.: "Santo Dios... etc. Santísima Trinidad... Padre Nuestro... Señor, ten piedad (3 veces) y Creo en Dios Padre... Y las oraciones que desee decir en privado.

En la Gran Entrada, durante el canto del Himno de los Querubines, lava las manos del Obispo y, en la procesión, va detrás de todos, llevando la bandeja, la jarra y la toalla. Después de la Gran Entrada, todos entran Santuario, excepto el nuevo Subdiácono, que permanece ante las Puertas Santas hasta el fin de la Liturgia.

Una vez que haya terminado la Anáfora, después de la bendición: "Y que las misericordias de nuestro gran Dios... etc...

Se coloca una silla para el Obispo del lado izquierdo del altar de modo que no dé la espalda a los Santos Dones. El Obispo toma asiento y dos Diáconos van hasta el Centro de la Iglesia, vueltos hacia las puertas reales, y colocan al que va a ser ordenado Diácono en medio de ellos, teniendo con una mano su cuello y con la otra sus manos.

El primer Diácono exclama

Diác.: ¡Ordena!

El segundo Diácono, caminando hacia las Puertas Santas del Santuario, exclama

Diác.: ¡Ordenad!

Y finalmente, ante el Obispo, el primer Diácono, dice:

Diác.: ¡Ordena, Santísimo Señor!

El que va a ser ordenado Diácono se inclina ante el Obispo y éste lo bendice. Al levantarse, un Diácono toma de la mano derecha al que va a ser ordenado y otro lo toma de la mano izquierda y giran con él en torno del Altar tres veces, cantando a cada una de las vueltas uno de los siguientes troparios:

Tono 7º

Oh Santos Mártires, que habéis combatido bien y habéis sido coronados, rogad al Señor que tenga piedad de nuestras almas.

Tono 7º

Gloria a Ti, oh Cristo nuestro Dios, orgullo de los Apóstoles y alegría de los mártires, cuya predicación fue la Trinidad consubstancial.

Tono 5º

¡Isaías, alégrate! Porque la Virgen concibió y dio a luz un hijo: Emmanuel, Dios y Hombre, a quien llaman Oriente. Nosotros, cantándole, felicitamos a la Virgen.

En cada vuelta, el que va a ser ordenado Diácono besa los cuatro costados del altar y cada vez que pasa frente al Obispo se inclina ante él y besa su mano y el hipogonátion. Después de la tercera vuelta, apoya sus manos cruzadas sobre el Altar, se arrodilla con una sola rodilla e inclina su cabeza, apoyando la frente sobre las manos en el Altar. El Obispo se levanta, deja la mitra, impone el Omoforion (estola episcopal) sobre el que va a ser ordenado, lo bendice tres veces con él signo de la cruz e impone su mano derecha sobre la cabeza del que va a ser Diácono y dice en voz alta:

Obispo: La gracia divina, que cura siempre las enfermedades y suple nuestras deficiencias, ordena Diácono al piadoso Subdiácono N.. Roguemos por él, para que venga sobre él la gracia del Santísimo Espíritu.

El Coro, el pueblo y los concelebrantes del Obispo alternan 12 veces el Señor, ten piedad.

El primer Diácono exclama:

Diác.: Roguemos al Señor.

Y el Obispo, después de bendecir al que va a ser Ordenado, dice:

Obispo: Señor nuestro Dios, que en tu sabiduría eterna envías el don de Tu Espíritu Santo a los que han sido designados por tu inefable poder para ser los ministros y servidores de tus Purísimos Misterios; Tú, Soberano Señor, guarda en una pureza total a este siervo tuyo, que te has dignado promover, por mí intermedio, al servicio del Diaconado, para que conserve el misterio de la fe con pureza de conciencia. Concédele la gracia que concediste a tu protomártir Esteban, a quien elegiste para que fuese el primer Diácono. Que se dedique, de acuerdo a tu voluntad, a cumplir con el cargo que le ha sido confiado por Tu Bondad, pues los que cumplen bien su ministerio se hacen acreedores a un rango más honorable. Porque tuyo es el reino, la fuerza y la gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

El primer Diácono responde:

Diác.: Amén.

E inicia la siguiente Letanía, en voz baja:

Diác.: En paz roguemos al Señor.

El clero presente en el Santuario dice a cada petición: Señor, ten piedad.

Por la paz que viene de lo alto y la salvación de nuestras almas, roguemos al Señor.

Por la paz del mundo entero, por el bienestar de las santas iglesias de Dios y por la unión de todos, roguemos al Señor.

Por nuestro Padre y Arzobispo N., por su sacerdocio, su protección, su conservación, paz y salud, roguemos al Señor.

Por el siervo de Dios N., que se ordena ahora Diácono y por su salvación, roguemos al Señor.

Para que nuestro Dios, que ama a la Humanidad, le conceda un Diaconado inmaculado e irreprensible, roguemos al Señor.

Por esta ciudad...

Para que seamos libres de toda aflicción, etc.

Ampáranos, sálvanos... etc...

Conmemorando a la Toda Santa... etc...

Mientras el Diácono dice estas peticiones, el Obispo recita, con la mano impuesta sobre la cabeza del que se ordena, la siguiente oración:

Obispo: Oh Dios, Salvador nuestro, que, por medio de tu voz imperecedera, diste a conocer a tus Apóstoles la ley del servicio; que designaste como primer Diácono al protomártir Esteban y lo proclamaste el primero por haber cumplido bien con el servicio, de acuerdo a lo escrito en tu Santo Evangelio: "Si alguno de vosotros quiere ser el primero, sea vuestro servidor" Tú, Soberano Señor del Universo, por la venida de tu Santo Espíritu, que da vida, (porque, no por la imposición de mis manos, sino por la visita de tus ricas misericordias, la gracia es conferida a los que son dignos de Ti) llena a tu servidor, aquí presente, de fe profunda, de caridad, de fuerza y de santidad, pues Tú lo juzgaste merecedor de entrar en el servicio del Diaconado, para que, manteniéndose libre de todo pecado, se presente sin temor ante Ti en el día del Juicio y reciba la recompensa, según tus promesas.

Porque Tu eres nuestro Dios, y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

El nuevo Diácono se levanta y el Obispo lo reviste del Orarion (estola diaconal), diciendo:

Obispo :¡Áxios! (Es digno).

Clero: ¡Áxios!

Pueblo: ¡Áxios!

Luego lo reviste de las Epimanikias diciendo:

Obispo: ¡Áxios!

Clero: ¡Áxios!

Pueblo: ¡Áxios!

A continuación, le da el ripidio y se repite:

Obispo : ¡Áxios!

Clero: ¡Áxios!

Pueblo: ¡Áxios!

El Obispo da al nuevo Diácono el beso de paz y éste lo trasmite a los demás Diáconos. Después va a colocarse ante las puertas santas y continúa la Liturgia interrumpida, cantando el nuevo Diácono las letanías:

Diác.: Habiendo recordado a todos los Santos... etc...

El Diácono que va a ser ordenado Presbítero participa desde el principio en la celebración de la Santa Liturgia. Durante la Oran Entrada lleva el velo del Cáliz en la espalda y, una vez que haya llegado ante las puertas reales, dice al Obispo:

Diác.: Que el Señor Dios se acuerde en su Reino de tu Episcopado, en todo tiempo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

El Obispo recibe de sus manos el Pan Santo y el que va a ser ordenado no entra al Santuario, sino que permanece ante las puertas reales. Terminado el Himno de los Querubines es conducido por dos Diáconos o dos presbíteros al medio de la Iglesia y, vueltos hacia las puertas reales, colocan al que va a ser ordenado en medio de ellos, y lo llevan hasta las puertas reales:

El primer Diácono exclama

Diác.: ¡Ordena!

El segundo Diácono, caminando hacia las Puertas Santas del Santuario, exclama

Diác.: ¡Ordenad!

Y finalmente, ante el Obispo, el primer Diácono, dice:

Diác.: ¡Ordena, Santísimo Señor!

El que va a ser ordenado Diácono se inclina ante el Obispo y éste lo bendice. Al levantarse, un Diácono toma de la mano derecha al que va a ser ordenado y otro lo toma de la mano izquierda y giran con él en torno del Altar tres veces, cantando a cada una de las vueltas uno de los siguientes troparios:

Tono 7º

Oh Santos Mártires, que habéis combatido bien y habéis sido coronados, rogad al Señor que tenga piedad de nuestras almas.

Tono 7º

Gloria a Ti, oh Cristo nuestro Dios, orgullo de los Apóstoles y alegría de los mártires, cuya predicación fue la Trinidad consubstancial.

Tono 5º

¡Isaías, alégrate! Porque la Virgen concibió y dio a luz un hijo: Emmanuel, Dios y Hombre, a quien llaman Oriente. Nosotros, cantándole, felicitamos a la Virgen.

En cada vuelta, el que va a ser ordenado Presbítero besa los cuatro costados del altar y cada vez que pasa frente al Obispo se inclina ante él y besa su mano y el hipogonátion. Después de la tercera vuelta, apoya sus manos cruzadas sobre el Altar, se arrodilla con ambas rodillas e inclina su cabeza, apoyando la frente sobre las manos en el Altar. El Obispo se levanta, deja la mitra, impone el Omoforion (estola episcopal) sobre el que va a ser ordenado, lo bendice tres veces con él signo de la cruz e impone su mano derecha sobre la cabeza del que va a ser Diácono y dice en voz alta:

Obispo: La gracia divina, que cura siempre las enfermedades y suple nuestras deficiencias, ordena Presbítero al piadoso Diácono N. Roguemospor él, para que venga sobre él la gracia del Santísimo Espíritu.

El Clero, el Coro y el pueblo alteran lentamente el Señor, ten piedad.

El Obispo, mientras tanto, bendice tres veces al que va a ser ordenado y, con la mano derecha impuesta sobre su cabeza, prosigue en voz baja:

Obispo: Dios Santo, que no tienes principio ni fin, que eres más anciano que toda la creación, que has honrado con el nombre de ancianos a los que has juzgado dignos de servir, en este grado de la Jerarquía, a Tu palabra de Verdad, Tú mismo, Soberano Señor del Universo, haz que tu siervo, aquí presente, que quisiste sea ordenado por mi, reciba esta gran gracia de tu Espíritu Santo con fe profunda y conciencia pura; que sea perfecto, que te agrade en todos sus actos, que proceda siempre de acuerdo a este gran honor del sacerdocio, que le es concedido por el poder de tu Sabiduría eterna.

Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Inmediatamente el más antiguo de los Sacerdotes presentes dice en voz baja la siguiente letanía, respondiendo a cada petición el Clero presente en el Santuario.

Sac.: En paz roguemos al Señor.

Clero: Señor, ten piedad.

Por la paz que viene de lo alto...

Por la paz del mundo entero.

Por nuestro Padre y Arzobispo N., por su sacerdocio, su tranquilidad, su salud, por su salvación y por la obra de sus manos, roguemos al Señor.

Por el siervo de Dios N., que se ordena ahora de presbítero, y por su salvación, roguemos al Señor.

Para que nuestro Dios, que ama a la humanidad, le conceda un presbiterado inmaculado e irreprensible, roguemos al Señor.

Por esta ciudad, por todas las ciudades...

Para que nos veamos libres de toda aflicción...

Ampáranos, sálvanos.

Conmemorando a la Toda Santa...

Mientras tanto, el Obispo recite en voz baja la siguiente oración:

Obispo: ¡Oh Dios, cuyo poder es inmenso, a quien nadie puede comprender y que eres admirable en tus designios sobre los hijos de los hombres! Señor, llena de los dones de tu Espíritu Santo a tu siervo, aquí presente, que te has dignado ordenar de presbítero, para que merezca estar siempre puro ante tu altar, que te ofrezca dones y sacrificios espirituales, que renueve a tu pueblo con el baño de un nuevo nacimiento, de modo que encuentre así a tu Hijo Unico, nuestro Gran Dios y Salvador Jesucristo, en el día de su segunda venida, y reciba de tu inmensa bondad la recompensa por haber cumplido bien con su ministerio.

Y continúa en voz alta:

Porque tu nombre honorable y magnífico es bendito y glorificado, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

El Obispo quita al nuevo presbítero la estola diaconal y lo reviste del epitrajilion (estola sacerdotal), cantando alternadamente con el Clero y el pueblo:

Obispo : ¡Áxios!

Clero: ¡Áxios!

Pueblo: ¡Áxios!

Diciendo lo mismo al revestirlo del felonio,

Obispo : ¡Áxios!

Clero: ¡Áxios!

Pueblo: ¡Áxios!

de las epimanikias (sobremangas).

Obispo : ¡Áxios!

Clero: ¡Áxios!

Pueblo: ¡Áxios!

y de la faja (ceñidor).

Obispo : ¡Áxios!

Clero: ¡Áxios!

Pueblo: ¡Áxios!

Una vez revestido, el nuevo Sacerdote besa y abraza a los demás presbíteros, continuándose la Liturgia como de costumbre y actuando el nuevo Sacerdote como primer concelebrante.

Después de la Epíclesis, el Obispo llama al recién Ordenado y, tomando una partícula del Cuerpo del Señor, donde están grabadas las iniciales IC, se la da diciendo:

Obispo: Recibe esta prenda y guárdala hasta la venida de nuestro Señor ,Jesucristo, Quien te pedirá cuenta de ella.

El Ordenado la recibe en la palma de su mano derecha, apoyada sobre la palma de su mano izquierda, besa la mano del Obispo y va a colocarse detrás del altar, donde reza el Salmo 50. Antes de que el Obispo exclame: ¡Lo Santo a los Santos!, le devuelve la partícula sagrada, que el Obispo coloca de nuevo en la Patena. El nuevo Sacerdote recibe primero que todos la Comunión y dice la oración final:

Señor, que bendices a los que te bendicen...

El día señalado para la consagración de un Obispo, antes de iniciar la Divina Liturgia, salen los presbíteros y diáconos y piden la bendición al Consagrante, que está de pie en el Trono en la iglesia. Después entran al Santuario y se revisten de sus ornamentos litúrgicos, mientras uno de los Sacerdotes realiza la Proscomidia. Los diáconos, una vez revestidos, toman los dikiros (candelabros de dos brazos, que simbolizan las dos naturalezas de Cristo: divina y humana) y los trikiros (candelabros de tres brazos, que simbolizan las tres personas de la Santa Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo), van al Trono del Consagrante y le hacen una inclinación. Luego se colocan en dos filas, a ambos lados del Trono. El Obispo desciende del trono y va a tomar el Kerón ante las puertas. reales, como de costumbre. De ahí va y se sienta en la silla, preparada en el centro de la Iglesia, y vienen entonces los dos Obispos concelebrantes, le hacen una inclinación, entran al Santuario y se revisten de sus respectivos ornamentos. Luego se acerca al consagrante el Electo; aquél lo bendice y éste entra al Santuario y se reviste del epitrajilion y el felonio únicamente. El Obispo principal o consagrante entra también y se reviste de los ornamentos episcopales. Cuando se haya revestido, los Diáconos invitan a los Obispos y Sacerdotes a salir del Santuario, de donde salen todos, menos el Electo, y se forman en dos filas, una frente a otra, a los costados del Trono del Obispo principal. Se coloca entonces en la Puerta Real la alfombra con el águila episcopal y entran, por esa misma Puerta, los Diáconos, que traen al Electo, quien llevará en sus manos el Libro de los Evangelios y sus profesiones de Fe, refrendadas y firmadas por él, y lo sitúan sobre la alfombra episcopal con el águila. Entonces uno de los Diáconos dice:

Diác.: ¡Atendamos!

El Electo exclama: Yo N., elegido por la gracia de Dios para la Diócesis de N. he firmado con mis propias manos las siguientes profesiones de Fe:

Creo en un solo Dios, Padre Omnipotente, Creador del cielo y de la tierra y de todas las cosas visibles e invisibles... etc.

Al terminar el Credo, el Obispo principal bendice al Electo y le dice:

Obispo: Que la gracia del Espíritu Santo sea contigo.

Dinos más minuciosamente cuál es la fe que profesas sobre las propiedades de las tres personas divinas.

El Electo dice:

Creo en un solo Dios en tres Personas distintas, que son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Las llamo distintas según la propiedad, pero unidas según la substancia. La misma es Trinidad toda entera y la misma toda entera es unidad. Unidad, según la substancia, la naturaleza y la forma. Trinidad según la propiedad y el nombre, porque uno es llamado Padre, otro Hijo y otro Espíritu Santo. El Padre no lía sido engendrado y no tiene principio, porque nada existió antes que Él. Él era, era absolutamente Dios, sin principio, porque su Ser no procede de ningún otro ser, sino de El mismo. Creo también que el Padre es principio del Hijo y del Espíritu Santo: del Hijo por generación, del Espíritu Santo por procesión; y creo que no hay entre ellos ninguna distinción o diferencia, sino la distinción de las propiedades hipostáticas. Porque, por un lado, el Padre engendra al Hijo y produce al Espíritu Santo, y, por el otro, el Hijo ha sido engendrado por el Padre solo y el Espíritu Santo procede del Padre. Y es así como yo reconozco un solo principio y adoro un origen del Padre y del Hijo. Profeso también que el Hijo es principio trascendental al tiempo, y que es infinito: no como principio de las creaturas: como si fuera el primer ser creado. ¡No! Lejos de mí este pensamiento que es el error y la impiedad cíe los arrianos, pues Arrio profesaba este error: que el Hijo y el Espíritu Santo son creaturas. Yo lo llamo principio, porque el Hijo proviene de Aquel que no tiene principio, de modo que evito el admitir dos principios. Pero, al lado de este principio, además del Hijo, se halla el Espíritu Santo, puesto que juntamente y al mismo tiempo ambos reciben su Ser del Padre: el Hijo por generación y el Espíritu Santo por procesión. Pero ni el Padre está separado del Hijo, ni el Hijo del Espíritu Santo, ni el Espíritu Santo del Padre y del Hijo, sino que el Padre está todo entero en el Hijo y en el Espíritu Santo, y el Hijo está todo entero en el Padre y el Espíritu Santo y el Espíritu Santo está todo entero en el Padre y el Hijo, porque son distintos, estando unidos, y están unidos, siendo distintos.

Profeso también que el Verbo de Dios, eterno como el Padre, existente más allá del tiempo, incomprensible, infinito, se rebajó hasta nuestra naturaleza y tomó la forma del hombre, humillado y completamente caído, de la sangre casta y pura de la Virgen Santísima, para dar al mundo entero la salvación y la gracia con su misericordia. Y es así como se formó la unión hipostática de las dos naturalezas. Esto no quiere decir que el Niño se fue perfeccionando poco a poco y que las naturalezas, al encontrarse, se hallan unido por conmixtión, confusión o mezcla; esto no quiere decir tampoco que, una vez formado el hombre, el Verbo haya venido a Él y haya formado una unión accidental, como enseñó Nestorio. El Verbo Hombre poseía inteligencia contra lo que enseñó Apolinar, que fue en verdad imprudente al predicar que la Divinidad suplía al entendimiento. Yo confieso que es Dios perfecto, y al mismo tiempo, Hombre perfecto; carne al mismo tiempo que Palabra de Dios; carne dotada de un alma racional y una inteligencia y que conserva, aún después de la unión hipostática, todas las glorias naturales de la Divinidad y que no modifica nada de lo que pertenece a su Humanidad y a Su Divinidad a causa de su unión, exenta de corrupción, con el Verbo. Él es por lo tanto, una persona compuesta, aunque, conservando las dos naturalezas y las dos operaciones, el único Jesucristo, nuestro Dios. Posee también dos voluntades naturales, aunque, por supuesto, es necesario saber cómo sufrió, porque, siendo Dios, sufrió en la carne y no en su divinidad, lo cual es imposible. Confieso también que asumió todas las pasiones nuestras, que no dependen de la voluntad: aquellas que por naturaleza se encuentran en nosotros, pero no el pecado. Las pasiones que asumió son: el hambre, la sed, la fatiga, el llanto y cosas semejantes, que produjeron en Él sus efectos, no por necesidad como en nosotros, sino porque su voluntad humana se conformó a su voluntad divina, pues Él quiso tener hambre, tener sed, sentir el cansancio, morir. Murió, aceptando la muerte por nosotros, pero Su Divinidad permaneció impasible. Y, aunque no estaba obligado a morir - pues Él es quien quita los pecados del mundo-, se sometió, no obstante, a la muerte, para salvarnos de la muerte voraz y reconciliarnos, por Su Sangre, con Su Padre. La muerte que sufrió Su Humanidad fue aniquilada con el poder de Su Divinidad, rescatando también a las almas de los justos, encadenados desde el principio del mundo. Y resucitó de entre los muertos y se mostró a sus discípulos, aquí en la tierra, por espacio de cuarenta días. Y subió a los cielos y se sentó a la diestra del Padre. (Entiendo por diestra del Padre no un lugar o circunscripción, sino la gloria que e Hijo poseía antes de Su Encarnación y que sigue poseyendo después de la misma). Esto no quiere decir que la Trinidad haya recibido algún complemento después de la unión hipostática del Hijo Unigénito, puesto que su carne permanece inseparable en Él para toda la eternidad y vendrá con ella a juzgar a los vivos y a los muertos, a los justos y a los pecadores, a fin de dar en recompensa a los justos, por sus acciones virtuosas y sufrimientos de esta vida, el Reino de los Cielos. A los pecadores dará, por el contrario, los tormentos eternos y el fuego inextinguible del Infierno. Séanos concedido librarnos de este castigo y obtener los bienes que nos han sido prometidos en Cristo Nuestro Señor. Amén.

El Consagrante bendice al Electo, diciendo:

¡Que la gracia del Espíritu Santo permanezca en ti, que te ilumine, te confirme y te instruya todos los días de tu vida! Y continúa: Dinos una vez más minuciosamente cuál es la Fe que profesas sobre el Hijo y Verbo de Dios y lo que enseñas sobre las diferentes naturalezas del único Cristo nuestro Dios.

El Electo prosigue en voz alta:

Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra y de todas las cosas visibles e invisibles, sin principio, no creado, sin causa, que es principio natural del Hijo y del Espíritu Santo. Creo asimismo en Su Hijo Unigénito, engendrado por Él, que es inmutable y está más allá del tiempo, consubstancial al mismo Padre y por Quien todo fue creado. Creo también en el Espíritu Santo, que procede del mismo Padre y que es adorado con Él, porque es eterno igual que Él y rige la creación. Creo que una persona de esta misma Trinidad inmaterial y vivificadora: El Verbo e Hijo Unico bajó de los cielos, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, se encarnó por obra del Espíritu Santo y se hizo hombre. Se hizo hombre, permaneciendo siempre Dios, sin cambiar nada de la naturaleza divina por su comunión con la carne, sino que, sin modificación alguna, asumió la humanidad y sufrió en ella la pasión y la Cruz, siendo su naturaleza divina inmune a todo dolor. Creo que resucitó de entre los muertos al tercer día y subió a los cielos y se sentó a la diestra del Padre. Creo también lo que nos ha trasmitido y explicado Ja Santa Iglesia, Una, Universal, y Apostólica sobre Dios y las cosas divinas. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Creo en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro. Confieso también que el Verbo Divino y su humanidad forman una sola Persona. Creo y proclamo que hay un solo Cristo, que, desde Su Encarnación, posee dos voluntades y dos naturalezas en las cuales y por las cuales existe. Profeso que hay dos voluntades, teniendo cada una de las dos naturalezas su propia voluntad y su propia actuación. Doy un culto relativo, pero no de adoración, a las santas y venerables imágenes de Cristo, de la Santa Madre de Dios y de todos los Santos y venero, de la manera debida, únicamente lo que las imágenes representan. Rechazo a todos los que piensan en forma distinta o tienen diversa opinión. Rechazo a Arrío y a todos los que piensan como él. Repudio a Macedonio y a sus secuaces, que son llamados los neumatómacos (enemigos del Espíritu Santo). Condeno del mismo modo a Nestorio y a todos los demás propagadores del error. Rechazo y repudio a todos sus secuaces y declaro tan abiertamente como me es posible: ¡Anatema a todos los que propagan el error! ¡Anatema sólo a los que propagan las divisiones! En cuanto a nuestra Señora la Madre de Dios María, reconozco y proclamo que Ella concibió real y verdaderamente, según la carne, a una de las Personas de la Santa Trinidad, Cristo nuestro Dios. Sea Ella mi amparo, mí protección y mi defensa, todos los días de mi vida.

Yo N., Electo por la gracia de Dios Obispo de N. lo he firmado con mis propias manos.

Un ayudante toma ahora el Santo Evangelio de manos del Electo y lo coloca sobre el Altar. Los Diáconos presentan al Electo ante el Consagrante principal, diciendo:

El primer Diácono exclama

Diác.: ¡Ordena!

El segundo Diácono, caminando hacia las Puertas Santas del Santuario, exclama

Diác.: ¡Ordenad!

Y finalmente, ante el Obispo, el primer Diácono, dice:

Diác.: ¡Ordena, Santísimo Señor!

El Consagrante principal bendice al Electo, diciendo:

La gracia del Espíritu Santo te elige, por medio de nuestra humildad, Obispo de la Diócesis de N.

El Coro y el pueblo entonan el:

Coro: Is polá étí, Déspota! (Muchos años de vida, Monseñor!).

Mientras tanto, el Electo besa la mano del Consagrante principal y éste lo besa en la frente y los hombros, y lo mismo hacen los otros dos Obispos consagrantes. El Electo vuelve a colocarse en el lugar de la alfombra episcopal con el águila y dos de los Sacerdote de mayor dignidad lo presentan al Consagrante principal, diciendo, como los Diáconos.

El primer Sacerdote exclama.

Sacerdote: ¡Ordena!

El segundo Sacerdote, caminando hacia las Puertas Santas del Santuario, exclama

Sacerdote: ¡Ordenad!

Y finalmente, ante el Obispo, el primer Sacerdote, dice:

Sacerdote: ¡Ordena, Santísimo Señor!

El Coro y el pueblo vuelven a entonar el:

Coro: ¡Is polá etí Déspota!

El Consagrante principal lo bendice, diciéndole:

Que la gracia del Santísimo Espíritu, que da vida, permanezca en Ti, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Los tres consagrantes abrazan y besan al Electo, como ha sido indicado más arriba, y éste entra al Santuario, donde se reviste de las vestiduras sacerdotales por completo, dándose comienzo en este momento a la Santa Liturgia: Bendito sea el Reino... etc., concelebrando el Electo entre los presbíteros. En el momento de la pequeña Entrada, el Electo no abandona el Santuario, sino que se entrega velas encendidas a todos los presentes en el Altar y en el templo. Después del Trisagio y el Fími, dos Sacerdotes, salen, conduciendo al Electo, por la puerta norte del Santuario y lo llevan hasta el centro de la Iglesia, donde, mientras avanzan hacia el Altar dicen:

El primer Sacerdote exclama.

Sacerdote: ¡Ordena!

El segundo Sacerdote, caminando hacia las Puertas Santas del Santuario, exclama

Sacerdote: ¡Ordenad!

Y finalmente, ante el Obispo, el primer Sacerdote, dice:

Sacerdote: ¡Ordena, Santísimo Señor!

Al llegar frente a la Puerta Real reciben al Electo los dos Obispos concelebrantes y hacen con él la procesión en torno al Altar, cuyos ángulos besará el Electo a cada una de las tres vueltas, como en la Ordenación del presbítero y el diácono. Mientras se hace- la procesión se canta los himnos correspondientes.

Tono 7º

Oh Santos Mártires, que habéis combatido bien y habéis sido coronados, rogad al Señor que tenga piedad de nuestras almas.

Tono 7º

Gloria a Ti, oh Cristo nuestro Dios, orgullo de los Apóstoles y alegría de los mártires, cuya predicación fue la Trinidad consubstancial.

Tono 5º

¡Isaías, alégrate! Porque la Virgen concibió y dio a luz un hijo: Emmanuel, Dios y Hombre, a quien llaman Oriente. Nosotros, cantándole, felicitamos a la Virgen.

El Electo colocado ante el Altar, frente al cual se arrodilla completamente, teniendo sus manos apoyadas y cruzadas sobre el Altar y su cabeza apoyada sobre las manos. El Consagrante principal le cubre la cabeza con su Omoforion (estola episcopal) y coloca el Santo Evangelio abierto sobre la Cabeza del Electo.

Si el Consagrante principal es el Patriarca o el Primado dice:

Por la elección y testimonio de los Metropolitanos, Arzobispos y Obispos, la gracia divina. que siempre cura las enfermedades y suple nuestras deficiencias, consagra al presbítero amado por Dios N., como Obispo de la ciudad de N., protegida por Dios. Roguemos por él, para que venga sobre él la gracia del Santísimo Espíritu.

Si el Consagrante no es el Patriarca o Jefe de una Iglesia Autocéfala, dice:

Por la elección y testimonio de los Obispos y Presbíteros, que aman a Dios, la gracia divina, que siempre cura las enfermedades y suple nuestras deficiencias, consagra al presbítero amado por Dios N., como Obispo de la ciudad de N., protegida por Dios. Roguemos por él, para que venga sobre él la gracia del Santísimo Espíritu.

El Coro, el Clero y el pueblo alternan doce veces el Señor, ten piedad.

Los dos Obispos concelebrantes sostienen el Evangelio sobre el cuello y la cabeza del Electo, mientras el Obispo principal dice, con su diestra impuesta sobre la cabeza del Electo:

Soberano Señor y Dios nuestro, que instituiste, por medio de tu célebre Apóstol Pablo, una serie de grados y órdenes, para el servicio de tus santos y purísimos Misterios y para realizarlos en tu santo Altar: Me refiero en primer lugar a los Apóstoles, luego a los Profetas y después a los Maestros. Tú, Señor del Universo, da tu apoyo a este hombre, que elegimos y consideramos merecedor de ser cargado con el yugo del Evangelio y de confiarle el servicio episcopal, por la imposición de mis manos pecadoras y la de mis concelebrantes y hermanos en el episcopado, aquí presentes; y fortifícalo con la venida, la fuerza y la gracia del Espíritu Santo, como fortificaste a los Apóstoles, a los Profetas y a los Santos, como ungiste a los reyes, como santificaste a los Sumos Sacerdotes; haz que su episcopado sea intachable y que sea santo, lleno de todas las virtudes, para que sea digno de ofrecerte plegarias por la salvación del pueblo y merezca ser oído por Ti. Pues Tu nombre es santificado y tu reino glorificado, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Inmediatamente uno de los Obispos Concelebrantes dice en voz baja la siguiente letanía:

En paz roguemos al Señor.

El Clero del Santuario responde a cada petición:

Señor, ten piedad.

Obispo: Por la paz que viene de lo alto...

Por la paz del mundo entero...

Por este santo templo...

Por nuestro Padre y Arzobispo (o Patriarca) N., por su sacerdocio, por su conservación y tranquilidad, por su salud y su salvación, y por la obra de sus manos, roguemos al Señor.

Por el siervo de Dios N., ahora elevado al episcopado, y por su salvación, roguemos al Señor.

Para que nuestro Dios, que ama a la humanidad, le conceda un episcopado inmaculado e irreprensible, roguemos al Señor.

Por esta ciudad...

Por los que necesitan el auxilio y el amparo de Dios, roguemos al Señor.

Por que seamos libres de toda aflicción, ira.

Conmemorando a la Toda Santa...

Mientras se dice la precedente Letanía, el Consagrante dice:

Señor Dios nuestro, que, al no poder la naturaleza humana resistir la esencia de la Divinidad, estableciste, de acuerdo a Tu plan, maestros de nuestra misma condición, para ocupar tu Sede y para ofrecerte el Sacrificio y la Oblación por todo tu pueblo: Tú, oh Cristo, haz que este hombre a quien hemos elegido como dispensador de la gracia del episcopado, Te imite a Ti, el Buen Pastor, que diste la vida por tus ovejas. Que sea guía de los ciegos, luz de los que están en las tinieblas, maestro de los ignorantes, educador de los jóvenes, antorcha del mundo, para que, habiendo enseñado a las almas que le hayan sido encomendadas en esta vida, se presente sin remordimientos ante Tu Tribunal y reciba la gran recompensa que tienes preparada para los que han sufrido por predicar el Evangelio. Pues tuyo es el tener misericordia de nosotros y el salvarnos, oh Cristo nuestro Dios, y Te glorificamos, a Ti y a Tu Padre Eterno y a Tu Espíritu Santo y Bueno, que da vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Después quitan el Evangelio y lo colocan sobre el Altar. Inmediatamente el Obispo levanta al nuevo Obispo y lo reviste de sus ornamentos, diciendo a cada vestimenta: ¡Axios! (¡Áxios!) lo cual es repetido alternativamente por todo el Clero y el pueblo. Una vez terminada esta ceremonia, el Consagrante y los otros Obispos besan al recién Ordenado, mientras el Coro canta el Fími. Después del Fími, se dirigen todos a la cátedra, detrás del Altar, ocupando el primer Consagrante el Trono episcopal y tomando asiento a su derecha, en un trono igual, el nuevo Obispo . Mientras tanto se continúa la celebración de la Santa Liturgia Pontifical, como de costumbre. A la hora de la Comunión, el nuevo Obispo comulga primero que todos y da la comunión a sus consagrantes y a todos los presentes. Al terminar la Santa Liturgia, sale el nuevo Obispo del Santuario y se coloca ante la Puerta Real, mirando al pueblo, y el primer Consagrante coloca sobre su cabeza la corona episcopal. Luego la entrega el bastón pastoral, diciéndole:

Recibe este bastón, para que apacientes con él el rebaño de Cristo, que te ha sido confiado. Sea en tus manos guía y defensa de los obedientes, pero sirva de corrección y escarmiento para los rebeldes e insumisos.

El nuevo Obispo lo recibe en su mano derecha, bendice solemnemente al pueblo y distribuye el próti. El Coro entretanto canta el "Polijrónio" del nuevo Jerarca.

Fin de los Sacramentos

*** *** ***

Servicios y

oraciones especiales

Servicio de la

visita a los enfermos

La Santa Biblia., que es la Palabra de Dios, nos dice: "Si alguno de vosotros está enfermo, llame a los presbíteros de la Iglesia para que oren por él" (Sant. 5:14). Es un deber de todo cristiano, cuando alguien se encuentra enfermo (aunque no sea de gravedad) avisar al Párroco, que lo visitará y orará por él, consolándolo e implorando a Dios el pronto alivio y restablecimiento.

Al entrar a la casa, el Sacerdote dice: Que la paz venga a esta casa y a todos los que la habitan. Ante el enfermo dice: Bendito sea Dios, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén. Santo Dios... Gloria... Ahora... Santísima Trinidad... Gloria... Ahora... Padre nuestro... Porque tuyo es el reino ... siglos. Amen.

Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Señor todopoderoso Médico de las almas y de los cuerpos, que levantas y humillas y que castigas y perdonas, visita en tu misericordia a nuestro hermano N. enfermo. Extiende tu mano, llena de poder y salud, y levántalo de su lecho y sánalo de su enfermedad. Haz que se aleje de él todo malestar, fiebre y dolor, y, si está en pecado, concédele el perdón, pues Tú amas a la humanidad. Ten piedad de tu creatura, oh Dios, por Jesucristo nuestro Señor, con Quien eres bendito, Tú y Tu Espíritu Santo y Bueno, que da vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Señor nuestro Dios, que con tu palabra curas toda enfermedad y dolor, que curaste a la suegra de Pedro, cuando estaba enferma, que castigas con piedad y perdonas con bondad, que puedes alejar toda enfermedad y malestar: Señor, cura a tu siervo de la enfermedad que sufre y levántalo de su lecho de dolor, enviándole el remedio de tu misericordia y concediéndole una salud y restablecimiento perfectos, porque Tú eres el médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos y a Ti sea la gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Si el enfermo es varón el Sacerdote lee el siguiente Evangelio:

Lectura del Santo Evangelio, según San Lucas.

En aquel tiempo, convocó el Señor a los doce y les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para curar enfermedades. Y los envió a predicar el Reino de Dios y a curar y les dijo: "Nada toméis para el camino: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero. ni tengáis cada uno dos túnicas. En cualquier casa que entréis, seguid alojados en ella, y sea de allí vuestra partida. Y si algunos no os reciben, salid de la ciudad aquella y sacudid el polvo de vuestros pies, en testimonio contra ellos." Partieron, pues, y recorrían todas las aldeas, anunciando el Evangelio y curando por doquier.

Si es una enferma, lee el siguiente Evangelio (Mc. 5:25-34).

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos.

En aquel tiempo, una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce años, que había sufrido mucho por causa de muchos médicos y que había gastado toda su fortuna sin conseguir ninguna mejoría, sino que más bien iba de mal en peor, habiendo oído las cosas que se decían de Jesús se acercó entre la turba por detrás y tocó su manto; pues decía: para sí: como logre tocar siquiera sus vestidos, quedaré curada. Al instante la hemorragia se detuvo, y notó en si misma que estaba curada de su enfermedad. Pero Jesús, notando enseguida la fuerza que de él había salido, se volvió en medio de la muchedumbre y preguntaba: ¿Quién me ha tocado los vestidos? Pero él miraba a su alrededor, para ver a la que había hecho esto. Entonces la mujer toda azorada y temblorosa, pues bien sabía lo que había sucedido, vino a echarse a sus pies y le declaró toda la verdad. Pero él le dijo: "Hija mía, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda a curada de tu enfermedad."

Luego dice:

Ten piedad de nosotros, oh Dios, según tu inmensa misericordia. Te rogamos nos escuches y te apiades de nosotros.

Coro: Señor, ten piedad, Señor, ten piedad, Señor, ten piedad.

Te pedimos también misericordia, vida, paz, salud, salvación, consuelo, perdón y remisión de los pecados para el siervo de Dios N. enfermo, que acude a Tu inmensa bondad.

Coro: Señor, ten piedad, Señor, ten piedad, Señor, ten piedad.

Porque eres un Dios Bueno y amas a la humanidad, y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Y bendice al enfermo, diciendo:

Que la bendición del Señor y su misericordia desciendan sobre Ti, por Su gracia y amor a la humanidad, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Y concluye con la Apólisis.

Nota: Si el enfermo lo necesita el Sacerdote no debe olvidar recomendarle confesarse y administrarle la Santa Comunión. de acuerdo al Rito prescrito.

Oficio del Trisagio Fúnebre

Breve forma de orar por los difuntos en la Iglesia, en la casa o en el cementerio. Pueden rezarla el Sacerdote o los fieles.

Sacerdote: Bendito sea Dios, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Lector: Amén. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo inmortal, ten piedad de nosotros. (3) Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén. Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Señor, olvida nuestros pecados. Maestro, perdona nuestras culpas. Santo, visita y sana nuestras dolencias. por tu Nombre. Señor, ten piedad. (3). Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Ahora y siempre y por los siglos cíe los siglos. Amén.

Padre nuestro, que estás en los cielos... mas líbranos del maligno.

Sacerdote: Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: Oh Salvador, concede el descanso a las almas de tus siervos junto a las almas de los justos difuntos, guardándolas para la vida feliz, que procede de Ti, amante de la humanidad.

Coro: En tu lugar de reposo, Señor, donde todos tus Santos descansan, haz descansar las almas de tus siervos, pues sólo Tú eres inmortal.

Sacerdote: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Tú, oh Dios, descendiste al Hades y rompiste las cadenas de los cautivos; Tú mismo, oh Salvador, da el descanso al alma de tus siervos.

Coro: Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén. Tú, única pura y casta Virgen, que concebiste a Dios sin mancha, intercede por la salvación del alma de tus siervos.

Sacerdote: Ten piedad de nosotros, oh Dios, según tu inmensa misericordia. Te rogamos nos escuches y te apiades de nosotros.

Coro: Señor, ten piedad, Señor, ten piedad, Señor, ten piedad.

Sacerdote: Te rogamos por el descanso del alma de tu(s) siervo(s) (N.N.) difunto(s) y para que le(s) sea perdonado todo pecado voluntario e involuntario.

Coro: Señor, ten piedad. (3).

Sacerdote: Para que el Señor Dios lleve su alma donde los justos descansan, imploremos a Cristo, Rey Inmortal y Dios nuestro, la misericordia divina, el reino de los cielos y el perdón de sus pecados.

Coro: Concédelo, Señor.

Sac.: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Dios de las almas y de los cuerpos, que venciste la muerte, abatiste al demonio y diste al mundo la vida, dígnate, Señor, hacer des cansar el alma de tus siervos difuntos (N.N.) en la morada de luz, de tranquilidad y de paz, donde no hay dolor, ni tristeza ni angustia Perdónale(s) todos los pecados que haya(n) cometido con el pensamiento, palabra u obra, pues Tú eres un Dios bueno y amas a la humanidad. No hay nadie en este mundo que no peque. Sólo Tú estás exento del pecado, tu justicia es la justicia eterna y tu palabra es la verdad. Y Tú eres la resurrección, la vida y el descanso de tu(s) siervo(s) difunto(s) N.N., oh Cristo nuestro Dios, y Te glorificamos a Ti y a Tu Eterno Padre y a Tu Espíritu Santo y Bueno, que da vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Apólisis

Sacerdote: Tú que tienes dominio sobre vivos y muertos, oh Cristo nuestro Dios verdadero, por intercesión de tu purísima Madre, la gloriosa siempre Virgen María, de los Santos Apóstoles, de nuestros devotos y justos padres y de todos los santos, lleva al alma de tu siervo que se alejó de nosotros a la morada de los justos, hazla descansar en el regazo de Abraham, cuéntala entre los Santos y ten piedad de nosotros, Tú que eres Bueno y amas a la Humanidad.

Sacerdote: ¡Que su memoria sea eterna!

Coro: ¡Que su memoria sea eterna!

Sac.: ¡Que su memoria sea eterna!

Oficio del funeral de cuerpo presente

Para el momento fijado para trasladar el difunto a la iglesia, el Sacerdote se apersona en la casa del duelo y bendice como de costumbre, diciendo: "Bendito sea Dios... etc. Los cantores entonan inmediatamente el "Santo Dios" con gran piedad y devoción, según el tono prescrito, y se inicia, el cortejo hasta el templo, donde se colocará al difunto en medio de la nave, frente al Iconostasio. Si no es posible trasladar el muerto a la iglesia, el oficio se hará en la casa del duelo o en el cementerio. El Sacerdote lo inicia, bendiciendo:

Sacerdote: Bendito sea Dios, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Santo Dios, Santo Fuerte... etc... Gloría... Ahora... Santísima Trinidad... Gloria... Ahora... Padre Nuestro... más líbranos del maligno. Porque tuyo es el reino... etc...

Y se lee lenta y distintamente el Salmo 90:

El que mora al abrigo del Altísimo y se aloja a la sombra del Dios del cielo dice al Señor: Tú eres mi refugio y fortaleza, mi Dios, en quien confío. Porque El te librará de la red del cazador, de la peste funesta; te cubrirá bajo su protección, un refugio hallarás bajo sus alas. No temerás el terror de la noche ni la saeta que de día vuela, ni la peste que avanza en las tinieblas, ni el azote que desvasta al mediodía. Aunque a tu lado caigan mil y diez mil a tu diestra, a ti no ha de alcanzarte; escudo y adarga es su lealtad. Basta con que mires con tus ojos, verás el galardón de los impíos, que tu dices: mi refugio es el Señor y haces del Altísimo tu asilo. No ha de alcanzarte el mal, ni la plaga se acercará a tu morada; que Él dará orden sobre ti a sus ángeles de guardarte en todos sus caminos. Te llevarán ellos en sus manos, para que en piedra no tropiece tu pie; pisarás sobre el áspid y la víbora, hollarás al leoncillo y al dragón. Pues él se refugia en mí, yo he de librarle; le exaltaré pues conoce mi nombre. Me llamará y le responderé. Estaré a su lado en la desgracia, le libraré y le glorificaré. Hartura le daré de largos días y haré que vea mi salvación.

Inmediatamente e inicia el canto de los Evloguitarios (Tono 5).

Bendito eres, Señor, enséñame tus mandamientos.

El coro de los Santos encontró la fuente de la vida y las puertas del paraíso. Pueda yo también encontrar el camino por la penitencia; yo soy la oveja descarriada, llámame, Salvador, y sálvame.

Bendito eres, Señor, enséñame tus mandamientos.

Tú que, al principio, de la nada me formaste y me honraste con tu divina imagen, y que, cuando falté a tus mandamientos, me hiciste volver a la tierra, de la cual fui tomado, restituye en mí tu imagen, para que se renueve en mí la primitiva hermosura.

Bendito eres, Señor, enséñame tus mandamientos.

Yo soy la imagen de tu gloria inefable, aunque llevo en mí la señal de las culpas:

Ten piedad de tu creatura, Señor, y purifícala con tu bondad. Concédeme la patria tan añorada y hazme de nuevo ciudadano del paraíso.

Bendito eres, Señor, enséñame tus mandamientos.

Oh Santos, que predicasteis al Cordero de Dios y fuisteis inmolados como corderos, siendo trasladados a la vida gloriosa y eterna, pedid, Mártires, sin cesar al Cordero de Dios que nos dé el perdón de nuestros pecados.

Bendito eres, Señor, enséñame tus mandamientos.

Todos los que habéis andado en esta vida por el camino estrecho y penoso, que habéis llevado la cruz como un yugo y me habéis seguido con fe, venid, gozad de las recompensas y de la corona celestial, que os he preparado.

Bendito eres, Señor, enséñame tus mandamientos.

Concede, oh Señor Dios, el descanso a tus siervos y llévalos al paraíso, donde los Coros de los Santos y los justos brillan como astros. Allá haz descansar a tus siervos difuntos, per donándoles todos sus pecados.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Celebremos con piedad a la Triple Luz de la Unica Divinidad, exclamando: Santo eres Tú, oh Padre Eterno, con Tu Hijo, igualmente Eterno, y el Espíritu Divino. Ilumina a los que te adoran con fe y líbralos del fuego eterno.

Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amen.

Salve, Purísima, que concebiste en la carne a Dios, para que todos fuéramos salvados, y por ti la humanidad encontró la salvación, Que por tu mediación encontremos el paraíso, oh Pura y Bendita Madre de Dios.

Sacerdote: Ten piedad de nosotros, oh Dios, según tu inmensa misericordia. Te rogamos nos escuches y te apiades de nosotros.

Coro: Señor, ten piedad (3).

Sacerdote: Te rogamos por el descanso del alma de tu siervo(s) difunto(s) (N.N.) y por que le(s) sea perdonado todo pecado voluntario e involuntario.

Coro: Señor, ten piedad (3).

Sacerdote: Para que el Señor lleve su(s) alma(s) donde los justos descansan, imploremos a Cristo, Rey Inmortal y Dios nuestro, la misericordia divina, el Reino de los cielos y el perdón de los pecados.

Coro: Concédelo, Señor.

Sacerdote: Porque Tú eres la resurrección, la vida y el descanso de tu(s) siervo(s) difunto(s) oh Cristo nuestro Dios, y Te glorificamos a Ti y a tu Eterno Padre y a Tu Espíritu Santo y

Bueno, que da vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Y se cantan los siguientes troparios según el tono 5º:

Haz descansar, oh Salvador, a tu siervo, que yace aquí, con los justos y hazlo habitar en tu morada, según está escrito, olvidando, como Bueno que eres, todos sus pecados voluntarios e involuntarios, los cometidos con conocimiento o por ignorancia.

Gloria... Los cometidos con conocimiento o por ignorancia.

Ahora... Oh Cristo Dios, que apareciste en el mundo, naciendo de una Virgen, y que por ella nos has hecho hijos de la luz, ten piedad de nosotros.

Y se puede decir clara y distintamente el Salmo 50.

Terminado el Salmo se canta el siguiente Irmos:

Solo Tú eres Santo, oh Señor nuestro Dios, que has exaltado a tus fieles y los has afirmado en la piedra de tu confesión.

En verdad todo lo que hay en el mundo es vano y la vida es sombra y sueño. En vano se agita todo ser terrestre, como lo dicen las Escrituras, pues aunque adquiramos el mundo nos espera la tumba, donde moran juntos reyes y mendigos. Por eso, oh Cristo, concede el descanso a tu siervo difunto N., Tu que amas a la humanidad.

Gloria... Ahora...

Y el Theotokio: Santísima Madre de Dios, no me abandones durante mi vida y no me entregues a guardianes humanos, sino ayúdame y ten piedad de mí.

Señor Misericordioso, cuando vi el mar de la vida agitado por el huracán de las tentaciones, arribé a tu puerto tranquilo, exclamando: Libra de la corrupción mi vida.

Con los Santos haz descansar, oh Cristo, el alma de tu(s) siervo(s) difunto(s), donde no hay ni dolor, si tristeza, ni angustia, sino vida eterna.

Tú sólo eres inmortal, Tú que has creado y formado al hombre. Nosotros los humanos hemos sido formados de la tierra y vamos a ir a la tierra, como lo mandaste, oh Creador, cuando dijiste: Eres tierra y volverás a la tierra. Allá iremos todos los hombres al canto de himnos fúnebres: ¡Aleluya!

Theotokio: El Dios, a quien los hombres no pueden ver ni los ángeles se atreven a mirar, fue visto por la humanidad como Verbo encarnado, en Ti, oh Purísima. A Él lo adoramos junto con las legiones celestiales y Te celebramos.

Sacerdote: Ten piedad de nosotros oh Dios... etc... y la Letanía hasta: Porque tú eres la resurrección, la vida y el descanso... etc... siglos. Amén.

E inmediatamente se cantan los idiómelos de San Juan Damasceno:

Tono 1º

¿Qué goce terrenal está libre de tristeza? ¿Qué gloria es constante sobre la tierra? Todo es más tenue que la sombra y más ficticio que el sueño. En un momento todo desaparece con la muerte. Por eso, a la luz de tu rostro, oh Cristo, y en el goce de tu hermosura, concede el descanso a tus siervos difuntos, pues sólo Tu eres inmortal.

Tono 2º

¡Ay de mí! ¿Qué hazaña espera al alma al separarse del cuerpo? Cuánto se lamenta entonces y nadie se apiada de ella. Mira hacía los ángeles y no hay quien la escuche; extiende los brazos hacia los hombres y no hay quien la ayude. Queridos hermanos, meditemos en lo rápido que pasa nuestra vida y pidamos a Cristo descanso para nuestro hermano difunto y clemencia para nuestras almas.

Tono 3

Todas las cosas humanas que no quedan después de la muerte son vanas. No queda la riqueza, no acompaña a su dueño la gloría; llegando la muerte todo desaparece, por eso clamemos a Cristo inmortal: ¡Da, Señor, el descanso a tu(s) siervo(s) en la morada de los felices!

Tono 4

¿Dónde están las preocupaciones mundanas y las ilusiones pasajeras? Dónde están el oro y la plata. ¿Dónde están las multitudes de servidores y su vaivén? Todo es polvo, ceniza y sombra. Venid, pues, clamemos al Rey Inmortal: Señor, haz digno al difunto de tus bienes eternos y hazlo gozar de la felicidad perpetua.

Tono 5

Recordé al Profeta que dijo: ¡Soy polvo y ceniza! Volví a mirar a las tumbas y dije: ¿Cuál es el Rey? ¿Cuál el soldado? ¿Cuál el rico y cuál el pobre? ¿Cuál es el justo y cuál el pecador? Señor, da el descanso a tus siervos en la morada de los justos.

Tono 6

Tu orden creadora me dio vida y existencia, pues quisiste hacerme un ser viviente, formado de elementos visibles e invisibles, a saber, mi cuerpo, que sacaste de la tierra, y mi espíritu, que me lo diste por tu divino aliento que da vida. Por eso, oh Cristo, concede el descanso a tu(s) siervo(s) en la región de los vivientes, en la morada de J05 justos.

Tono 7

Al principio, creaste al hombre a tu imagen y semejanza, lo pusiste en el paraíso y lo hiciste señor de toda la creación, pero, al ser tentado por la malicia del demonio, probó el alimento prohibido y se convirtió en un transgresor de tus mandamientos. Por lo que le ordenaste que volviera de nuevo a la tierra, de donde había sido tomado, y que pidiera el reposo.

Tono 8

Lloro y sollozo cuando medito en la muerte y veo yacer en la tumba nuestra belleza, creada a imagen de Dios, deforme, sin gloria y carente de vista. ¡Oh milagro! ¿Que misterio es ese? ¿Cómo somos entregados a la corrupción? ¿Cómo nos enlazamos con la muerte? Todo esto sucede por orden de Dios, como está escrito, y Él concede el descanso a los difuntos.

Y se da comienzo a las Bienaventuranzas en el Tono 6:

Acuérdate de mí, Señor, cuando estés en tu Reino.

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los afligidos, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los humildes, porque ellos poseerán la tierra.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia. Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos pertenece el Reino de los cielos.

Que Cristo te dé el descanso en la región de los vivientes, que te abra las puertas del paraíso, que te haga ciudadano de Reino y te perdone todos los pecados de tu vida, a ti que amas a Cristo.

Bienaventurados seréis cuando se os insulte y persiga y cuando se os calumnie, mintiendo, por causa de mi nombre.

Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Por la eternidad adoro al Padre que engendró, por la Encarnación adoro al Hijo engendrado y por la procedencia adoro al Espíritu Santo, que resplandece junto con el Padre y el Hijo.

Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amen.

Oh Virgen, cómo manó de tu pecho la leche y alimentaste al que alimenta toda la creación, Quien, como está escrito, hizo brotar agua de las rocas e hizo correr manantiales para el pueblo sediento.

Prokímenon (Tono 3º).

Bendito sea el camino que te ha tocado seguir hoy, pues te ha sido preparado el lugar del descanso.

Estijira: A Ti, Señor, llamo; a Ti, Dios mío, imploro.

El lector dice la Epístola (Tes. 4:13-18).

Lectura de la carta del Apóstol Pablo a los cristianos de Tesalónica

Hermanos. No queremos que olvidéis a los que han muerto, pero tampoco queremos que os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza: Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a los que han muerto en Jesús. Os decimos esto como palabra del Señor: Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron. El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en las nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, los unos a los otros con estas palabras.

Aleluya, aleluya, aleluya. ¡Feliz aquel a quien has llamado y recibido, oh Señor!

El Sacerdote, después de la introducción acostumbrada, dice el Evangelio (Jn. 5:24-31).

Lectura del Santo Evangelio según San Juan.

Dijo el Señor a los que creyeron en Él: En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella) en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo, y le ha dado el poder para juzgar, porque es Hijo del Hombre. No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación. Yo no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre que me ha enviado.

Coro: Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti.

Inmediatamente el Sacerdote dice la Letanía:

Ten piedad de nosotros, oh Dios, según tu inmensa misericordia... Te rogamos también... etc. Para que el Señor lleve su alma donde los justos descansan... etc... Roguemos al Señor... y la oración: Dios de las almas y de los cuerpos... todo como en el Oficio del Trisagio Fúnebre.

Luego se cantan o recitan estas palabras que la Iglesia pone en labios del difunto:

Coro: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Hermanos, queridos parientes y amigos, ahora que me veis postrado sin voz y sin aliento, llorad todos por mí. Ayer todavía con versaba con vosotros y me sorprendió la hora temible de la muerte. Pero venid todos los que me amáis, dadme el último adiós, porque nunca más estaré con vosotros ni podré hablaros. Voy ahora al Juez, que no hace distinción, ante quien la presenta el servidor y el señor, el rey y el soldado, el rico y el pobre, todos por igual. Cada uno es glorificado o condenado según sus obras. Por eso os pido con insistencia que roguéis por mí a Cristo Dios, para que no me condene al lugar de tormentos por causa de mis pecados, sino que me lleve al lugar de la luz.

Coro: Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Inmediatamente después del Kenín el Sacerdote debe decir la siguiente oración de absolución, antes de retirar el ataúd de la iglesia o de la casa:

Que nuestro Señor Jesucristo, que ha dado a sus santos discípulos y apóstoles el mandamiento divino de atar y desatar los pecados de los caídos, por nosotros que hemos recibido de ellos la autoridad de hacer lo mismo, que El te perdone, oh hijo espiritual, todo lo que has hecho en este mundo, voluntaria e involuntariamente, y te haga comparecer sin culpa ante su Tribunal, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Oh Cristo, por intercesión de tu Madre, del Precursor, de los Apóstoles, de los Profetas, de los Jerarcas, de los justos, de los confesores y de todos los Santos, da el descanso a tu siervo difunto.

En este momento se inicia el cortejo hacia el cementerio, mientras los cantores o el Sacerdote canta o reza el Trisagio, según el tono fúnebre, y antes de introducir el cadáver en el sepulcro el Sacerdote reza de nuevo el Trisagio fúnebre (pág. 134), como en la casa, y vierte un poco de aceite de la lámpara inextinguible sobre el ataúd diciendo:

Me rociarás con hisopo y seré puro, lávame y quedaré más blanco que la nieve.

Y, tomando un poco de tierra con la mano, la deja caer sobre el sepulcro, diciendo:

Del Señor es el universo y todos los que lo habitan.

Y se dice la Apólisis como está indicado en el Oficio del Trisagio Fúnebre pág. 134.

Nota que algunos tienen la costumbre de volver del cementerio directamente a la casa del difunto, donde rezan el Trisagio en el mismo lugar donde falleció y rocían la casa con agua bendita.

Oraciones el día

de Pentecostés

El día de Pentecostés, después de terminar la Santa Liturgia, el Sacerdote se coloca frente a la Puerta Real del Iconostasio y dice la siguiente Letanía.

Sacerdote: En paz roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Por la paz que viene de lo alto...

Por la paz del mundo entero...

Por el pueblo aquí presente, que espera la gracia del Espíritu Santo, roguemos al Señor.

Por los que inclinan su corazón y doblan sus rodillas ante el Señor, roguemos al Señor.

Para que el Señor nos fortalezca de modo que lleguemos finalmente a agradarle, roguemos al Señor.

Para que nos envíe su rica misericordia, roguemos al Señor.

Para que acepte nuestras genuflexiones como el incienso ante Él, roguemos al Señor.

Por los que necesitan el auxilio de Dios, roguemos al Señor.

Para que seamos libres de toda tristeza, castigo, angustia y necesidad, roguemos al Señor.

Ampáranos... etc...

Conmemorando a la Toda Santa... etc...

Porque Te es debida toda gloria, honor y adoración, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Entonces el Sacerdote inciensa toda la Iglesia y los fieles mientras se canta:

Coro: ¿Quién es tan grande como nuestro Dios? ¡Tú eres el Dios que hace maravillas!

Terminada la incensación, el Sacerdote exclama: Una y otra vez, de rodillas, roguemos en paz al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Todo el Clero y el pueblo se arrodillan, mientras el Sacerdote reza en voz alta esta oración:

Sacerdote: Oh Dios Purísimo, que no tienes principio ni fin, invisible, incomprensible, inmutable, infinito, impecable e inmortal, que habitas la luz inaccesible, que creaste la tierra y el cielo, el mar y todo lo que en ellos se encuentra, que otorgas a cada uno sus peticiones antes de que las haga, Te rogamos y pedimos, Señor, que amas a la humanidad, Padre de Nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó de los cielos y se encarnó, por obra del Espíritu Santo, en Santa María Virgen, que, predicando primero con palabras y después con hechos, cuando aceptó la Pasión salvadora, nos dio el ejemplo, a nosotros tus humildes e indignos siervos, de ofrecer súplicas, arrodillados, por nuestros pecados y las ignorancias del pueblo. Tú, Señor lleno de ternura y amante de la humanidad, escúchanos en cualquier día que te invoquemos y, principalmente, en este día de Pentecostés, en el cual, después de la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo a los cielos, y de su Entronización a Tu diestra, oh Dios Padre, envió el Espíritu Santo a sus Discípulos y Apóstoles y se posó sobre cada uno de ellos, llenándose todos de su inagotable gracia celestial, y comenzaron a hablar en varias lenguas y profetizaron. Escúchanos a nosotros suplicantes y acuérdate de los humildes y caídos y devuélvenos la paz, teniendo piedad de nosotros por tu misma ternura. Recíbenos a los que nos inclinamos y exclamamos: ¡Hemos pecado! Pues desde el vientre de nuestra madre fuimos entregados a Ti y desde nuestra concepción Tú eres nuestro Dios, y nuestros días se han consumido en la vanidad y estamos desprovistos de tu auxilio y no tenemos respuesta de Tu parte. Pero nuestra confianza en tu clemencia exclama: No te acuerdes de los pecados de nuestra juventud y de nuestra ignorancia. Purifícanos de todo lo oculto de nuestro ser... No te apartes de nosotros en los días de la vejez y no te separes de nosotros cuando desfallezcan para siempre nuestras fuerzas. Antes de volver a la tierra, haznos dignos de volver a Ti. Míranos con misericordia y compasión, y danos tu gracia en cambio de nuestros pecados y borra la muchedumbre de mis culpas con el abismo de tu piedad. Visita, Señor, desde lo alto de tu Santuario a tu pueblo y otórgale tus bienes. Líbranos del dominio del Demonio. Conserva nuestra vida en tus santos y venerables mandamientos. Confía tu pueblo a la protección de un Angel vigilante y fiel. Reúnenos a todos en Tu Reino. Otorga el perdón a los que confían en Ti y olvida nuestros pecados y los de ellos por Tu Espíritu Santo.

Bendito seas, Señor Dios Todopoderoso, que iluminas el día con la luz del Sol y alegras la noche con los rayos de fuego. Tu nos has permitido transcurrir este día y llegar al comienzo de la noche. Escucha nuestra plegaría y la de todo tu pueblo y perdónanos nuestros pecados, voluntarios e involuntarios. Recibe nuestra oración vespertina y envía la abundancia de tu misericordia y tu piedad a tu herencia. Protégenos con tus santos ángeles, ármanos con el arma de la justicia, rodéanos de tu verdad, líbranos con tu poder de toda angustia y de toda asechanza del enemigo. Concédenos esta noche presente y todos los días de nuestra vida que sean perfectos, santos, pacíficos, sin pecado, sin dudas y sin ilusiones. Te lo pedimos por la Santa Madre de Dios y por todos los Santos, que desde el principio del mundo Te han agradado.

Y levantándose junto con el pueblo, dice:

Ampáranos, sálvanos. ten piedad de nosotros y levántanos, oh Dios, por tu gracia.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Conmemorando... etc...

Coro: A Ti, Señor.

Sacerdote: Por que tuyo es tener misericordia de nosotros y salvarnos, oh Dios nuestro. y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Segunda Oración de Adoración

Sacerdote: Una y otra vez de rodillas, roguemos en paz al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Estando todos arrodillados, el Sacerdote prosigue con la siguiente oración:

Señor Jesucristo Nuestro Dios, que das tu paz al mundo y que otorgaste a tus fieles, cuando aún estaban con nosotros, el don de Tu Santísimo Espíritu como una herencia perpetua. Tú, que en el día de hoy enviaste esta gracia a tus discípulos y apóstoles de una manera más patente y pusiste sobre sus bocas y labios lenguas de fuego, con las cuales recibió toda la humanidad, cada uno en su propio idioma, el conocimiento de Dios, cúbrenos con la luz del Espíritu y líbranos del error, como quien libra de las tinieblas y, por la distribución de las lenguas de fuego y su acción sobrenatural, enséñanos la fe en Ti e ilumínanos para proclamar tu Divinidad, reconociendo que Tú, con el Padre y el Espíritu Santo, eres Uno e igual en la divinidad, el poder y la fuerza. Tú, por lo tanto, oh Resplandor del Padre, Imagen de su substancia y naturaleza y fuente de la sabiduría y la unidad, abre mis labios pecadores y enséñame cómo y por quién debo orar, pues tu conoces la multitud de mis pecados, pero tu misericordia es inmensa. Por eso me presento ante Ti con temor, arrojando mi alma endurecida en el abismo de tu bondad y Te pido que guíes mi vida, Tu que guías la creación entera con tu poder, tu sabiduría y tu palabra y que eres el puerto seguro de los que naufragan, hazme conocer el camino por el que debo andar y concede a mis pensamientos el Espíritu de sabiduría, a mi ignorancia el Espíritu de entendimiento, cubre mis actos con el Espíritu de u temor, renueva en mi interior el Espíritu de rectitud y con el Espíritu de firmeza fortifica mi alma y que Tu Espíritu Bueno me lleve siempre a lo que conviene, de modo que merezca obedecer tus mandamientos y recordar siempre tu presencia, que examina todos nuestros actos. No permitas que me engañe con las apariencias de este mundo, dame fuerzas para desear siempre los tesoros futuros, porque Tú has dicho, Señor, que todo lo que pidiere alguien en tu Nombre le seria concedido por Dios Padre, Igual a Ti en la Eternidad. Por lo mismo, yo pecador, suplico a Tu Bondad la venida cíe Tu Espíritu Santo. Te lo pido a Ti, el Bueno, el Misericordioso que, sin someterte al pecado, te hiciste participe de nuestra naturaleza y que miras compasivamente a los que se inclinan ante Ti, pues Tú has sido el rescate por nuestros pecados. Vuelve, oh Dios, tu clemencia hacía tu pueblo, míranos desde lo alto de tu Santuario, santifícanos con la fuerza de tu salvación, cobijos nos bajo la sombra de tus alas y no te separes de la obra de tus manos. Sabemos que contra Ti sólo hemos pecado, pero sólo a Ti te adoramos, no sabemos adorar un dios extraño y no extendemos nuestras manos hacia otro dios. Señor, perdónanos nuestras faltas y acepta nuestras súplicas, acompañadas por nuestra genuflexión, y danos una mano, que nos ayude. Recibe, oh Dios, nuestra plegaria como el incienso que sube hasta Ti y que es aceptado por tu magnánima majestad.

Señor, Señor, que nos has librado de toda asechanza durante el día, líbranos también de todo lo que se mueve en las tinieblas y recibe la elevación de nuestras manos como un sacrificio vespertino, y concédenos pasar toda la noche sin pecado y sin ser probados por el demonio. Líbranos de toda tribulación y angustia ocasionada por Satanás y da humildad a nuestras almas y haz que nuestros corazones piensen siempre en tu temible y justo juicio. Fija nuestros cuerpos en tu temor y mata nuestros miembros terrenales, a fin de que, en la tranquilidad del sueño, seamos iluminados también con la meditación de tus juicios. Aleja de nosotros toda ilusión mala y toda pasión nociva y levántanos a la hora de la oración, firmes en la fe y con la conciencia de haber cumplido tus mandamientos.

Y levantándose todos, el Sacerdote dice:

Ampáranos, sálvanos, ten piedad de nosotros, guárdanos y levántanos, oh Dios, por tu gracia.

Conmemorando a la Toda Santa etc.

Y la exclamación:

Por la bondad y gracia de tu Hijo Unico, con Quien eres bendito, Tú y Tu Santísimo Espíritu, Bueno, que da vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Y el Sacerdote vuelve a exclamar:

Una y otra vez, de rodillas, roguemos en paz al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Oh Cristo Dios nuestro, luz y vida inextinguible, fuerza creadora, que eres igual al Padre en la Eternidad, que por la salvación de la humanidad cumpliste con todo el plan redentor de manera admirable, que rompiste las cadenas de la muerte y destruiste las puertas del infierno, que venciste a los malos espíritus, que te ofreciste a ti mismo como víctima pura por nuestros pecados, al entregar a la muerte tu cuerpo purísimo exento del pecado. Tú con ese acto glorioso e inefable nos otorgaste la vida eterna. Al bajar al Hades, destruiste las cadenas eternas y los que estaban en las profundidades te vieron subiendo a los cielos. Oh Inefable Sabiduría de Dios, auxilio inquebrantable de los que están en las pruebas, luz de los que están en las tinieblas y en las sombras de la muerte, Tú, Señor, Hijo amado del Padre Altísimo, Luz eterna de la luz eterna, sol de justicia, escucha a los que te invocan y haz descansar las almas de tus siervos difuntos, nuestros padres, hermanos y parientes, y a todos los fieles difuntos, cuya memoria recordamos en este momento. Pues Tú, Señor, eres el Rey del Universo y posees el gobierno de toda la tierra, Tú, el Dios de nuestros padres y Señor de la misericordia, el Creador de todas las cosas y en tus manos está la vida y la muerte, la existencia aquí y el traslado al más allá. Tu dispones el tiempo de vida y fijas el momento de la muerte; bajaste al infierno y volviste de él, y alegras con la esperanza de la resurrección a los heridos con las saetas de la muerte. Tú, Señor del Uní verso, Dios y Salvador nuestro, esperanza de todos los confines de la tierra y de los que están lejos en los mares, que en este día de Salvación, día de Pentecostés, nos manifestaste en forma más patente el misterio de la Santa Trinidad, consubstancial y coeterna, indivisible e inconfundible, y enviaste sobre tus santos apóstoles al Espíritu Santo, cine da vida, en forma de lenguas de fuego, haciéndolos predicadores de la verdadera fe y confesores y heraldos de la única Divinidad. Tú nos has considerado merecedores de ofrecerte, en este día salvador, penitencias y súplicas por los que se encuentran prisioneros del Infierno, y nos has dado una gran esperanza de que los liarás descansar de sus penas y los consolarás con tus divinos consuelos. Concédenos a los que humildemente te suplicamos e invocamos: el descanso de tus siervos difuntos en el lugar de la luz, de la tranquilidad y de la paz, donde el dolor, la tristeza y las angustias no existen. Haz que sus almas estén entre los Santos, pues no son los muertos los que te alabarán, Señor, y los que están en el infierno nunca te confesarán, sino que nosotros los vivientes te bendeciremos y te ofreceremos oraciones y sacrificios penitenciales por sus almas.

Oh Dios Eterno, Santo y amante de la humanidad, que nos has hecho dignos de acercarnos ahora a tu gloria inaccesible, para alabar y glorificar tus maravillas, perdónanos a nosotros tus indignos siervos y concédenos tu gracia, para que nos acerquemos a ti con un corazón humilde y te ofrezcamos el himno del Trisagio dándote gracias por los grandes favores que haces y has hecho siempre con nosotros. Señor, acuérdate de nuestra debilidad y no nos condenes a causa de nuestras culpas, haznos misericordia, para que nos veamos libres de las tinieblas del pecado y caminemos a la luz de la justicia, y nos revistamos con las armas de la luz, y seamos protegidos de todos los ataques del Mal y te glorifiquemos por todo a Ti, el verdadero Dios, que ama a la Humanidad. Pues en Ti está en verdad el gran misterio: el término del tiempo de tus creaturas y su vuelta al reposo eterno. De cualquier manera te damos gracias por todo: por nuestra venida a este mundo y por nuestra salida de él, esa salida que se halla coronada por la esperanza de la resurrección y la vida eterna, de acuerdo a tu inviolable promesa; de esa vida te rogamos nos hagas gozar en el momento de tu segunda venida, porque Tú eres el príncipe de nuestra resurrección, el juez justo y benigno para con nuestros actos, que ha participado de nuestra carne y nuestra sangre en su infinita humildad, que tiene misericordia de nosotros porque sufrió todas nuestras pasiones, excepto el pecado, que se ha hecho nuestro abogado y defensor por sus dolores, con los cuales nos has hecho llegar a la impasibilidad. Recibe, Señor, nuestras suplicas y haz descansar a todos nuestros padres y hermanos, hermanas e hijos y a todas las almas de los que han muerto con la esperanza de la resurrección y de la vida eterna. Escribe sus nombres en el libro de la vida, en el reino de los cielos y en el paraíso de la alegría, y condúcelos a todos, por medio de tus santos y luminosos ángeles a tu morada. Haz que nuestros cuerpos resuciten el día que tienes dispuesto, según tus promesas inquebrantables e inviolables, pues para tus siervos, Señor, la muerte no existe ya que nos desprendernos del cuerpo y nos revestimos de Ti, oh Dios, y esto no es, sino un traslado de los sufrimientos a la bondad, a la alegría, al descanso y al júbilo eterno. Si hemos pecado contra Ti, ten piedad de nosotros y de ellos, pues no hay nadie libre de mancha ante Ti, aunque su vida sea un día nada más. Tú solo, Señor Jesucristo, que te manifestaste en la tierra sin pecado, eres la esperanza de que obtendremos misericordia y perdón por nuestros pecados. Por eso, Señor, que amas a la humanidad, borra, olvida y perdona nuestros pecados voluntarios e involuntarios, los cometidos consciente o inconscientemente, los públicos y los privados, los de pensamiento, palabra u obra y todos los demás pecados de nuestra vida. A los muertos concédeles la libertad y el descanso, y nosotros, los que hemos quedado, seamos bendecidos todos por tu diestra y premiados con la paz y el bien, con la esperanza de obtener, en tu gloriosa segunda venida, misericordia, compasión y el Reino incorruptible.

Oh Dios grande y altísimo, único inmortal, que habitas la luz inaccesible, que has creado todo con sabiduría, que has separado la luz de las tinieblas, que has puesto el sol para iluminar el día y la luna y las estrellas para iluminar la noche; que a nosotros pecadores nos has hecho dignos de presentarnos ante tu rostro en esta hora y ofrecerte nuestra glorificación (vespertina); tú, Señor que amas a la humanidad, dirige nuestra oración como incienso delante de Ti y recíbela como un aroma de agradable olor. Haz que estas vísperas (o este día) y la noche que sobreviene sean pacíficas; revístenos de las armas de la luz; líbranos de los temores nocturnos y de todo mal, que se mueve en las tinieblas, y danos el sueño para descanso de nuestra debilidad, libre de toda fantasía diabólica. Sí, Señor del Universo, dador de los bienes, a fin de que, compungidos en nuestros lechos, nos acordemos en la noche de tu nombre e iluminados por la meditación de tus mandamientos, nos levantemos con gozo del alma a glorificar tu bondad, ofreciendo oraciones y súplicas a tu misericordia por nuestros propios pecados y por los de todo tu pueblo, al cual, por intercesión de la Madre de Dios, te rogamos visites en tu misericordia. Porque eres un Dios Bueno y amante de la humanidad y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Amén.

El Sacerdote dice, levantándose con todos los fieles:

Ampáranos, sálvanos, ten piedad de nosotros, guárdanos y levántanos, oh Dios, por tu gracia.

Conmemorando a la Toda Santa... etc.

Porque Tu eres el descanso de nuestras almas y de nuestros cuerpos y Te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Se dice ahora la Letanía: Prosigamos nuestra oración al Señor... etc. .., y después de la oración de la inclinación de cabeza se canta el Apostijon y se concluye con la Apólisis, pág. 209.

Oficio de la gran Santificación

de las aguas en el día de la Epifanía

Al finalizar la santa Liturgia, el Sacerdote, precedido por los ceroferarios, por el turiferario y demás clérigos, sale del Santuario y se coloca en el centro de la iglesia, mientras el Coro canta (o algún lector lee, si no hay Coro):

Tono 8º

La voz del Señor se escucha entre las aguas, diciendo: "Venid, recibid todos el Espíritu de Sabiduría, el Espíritu de entendimiento, el Espíritu de temor a Dios, con la aparición (Epifanía) de Cristo.

Hoy la naturaleza de las aguas es santificada y el Jordán detiene su curso, al ver al Señor lavándose en él.

Oh Cristo Rey, llegaste al río como un hombre cualquiera, y te acercaste, oh Bondadoso, a recibir el bautismo, como un siervo, de las manos del Precursor, para librarnos de nuestros pecados, pues amas a la humanidad.

Gloria... Ahora...

He aquí la voz que clama en el desierto: Preparad los caminos del Señor. Señor, tu tomaste la forma de esclavo y viniste a pedir el bautismo, Tú el impecable. Al verte, las aguas temieron y el Precursor conmovido exclamó: ¿Cómo la Luz puede iluminarse con una lamparilla? ¿Cómo puede el esclavo imponer sus manos sobre el Señor? Santifícame, oh Salvador, junto con las aguas, pues tú eres quien quita los pecados del mundo.

Se da inmediatamente comienzo a las profecías. Pueden tomarse de la Biblia: Isaías 35:1-10. Is. 55:1-13 ó, si el Sacerdote desea abreviar, dirá solamente la siguiente:

Tercera Lectura del Libro del Profeta Isaías:

Estas palabras dice el Señor: Tomad agua de las fuentes de salvación con alegría. Y diréis en aquel día: alabad al Señor e invocad su nombre, contad entre las naciones sus obras y recordad que su nombre es altísimo. Alabad el nombre del Señor, porque ha hecho maravillas, publicad esto en toda la tierra. Alegraos y regocijaos, habitantes de la ciudad de Dios, porque el Santo de nuestro pueblo ha sido exaltado en ella.

Prokímenon:

El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es el libertador de mi vida.

El lector lee la Epístola.

Lectura de la primera carta del Apóstol Pablo a los Corintios (Cor. 10:4-9).

No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar; y todos fueron bautizados en Moisés, por la nube y el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo.

Aleluya, aleluya, aleluya

Tono 4º

La voz del Señor

Sacerdote: Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (Mc. 1:9-11).

En aquel tiempo: Vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautiza do por Juan en el Jordán. Y en el momento de salir del agua, vio los cielos abiertos y al Espíritu que, como una paloma, descendía sobre Él; y vino una voz de los cielos, que decía: Tú eres mi Hijo amado, en Ti me he complacido.

En paz, roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Por la paz que viene de lo alto...

Por la paz del mundo entero...

Por este santo templo...

Por nuestro Padre y Arzobispo...

Por esta ciudad...

Por la salubridad de los aíres

Por los que viajan por tierra, mar y aire...

Para que esta agua sea santificada con la fuerza, la acción y la venida del Espíritu Santo, roguemos al Señor.

Para que venga sobre esta agua la acción purificadora de la Santísima Trinidad suprasubstancial, roguemos al Señor.

Para que descienda sobre ella la gracia de la Redención y la bendición del Jordán, roguemos al Señor.

Para que, con la infusión del Espíritu Santo, seamos iluminados con la luz de la inteligencia y de la piedad, roguemos al Señor. Por que esta agua sea don de santificación, perdón de los pecados y curación del alma y del cuerpo, roguemos al Señor.

Para que esta agua nos sea útil, para obtener la vida eterna, roguemos al Señor.

Para que sea una defensa contra los ataques de los enemigos visibles e invisibles, roguemos al Señor.

Por los que tomen de ella o la reciban para santificación de sus hogares, roguemos al Señor.

Para que sirva a todos aquellos que la tomen o la reciban con fe como purificación de las almas y los cuerpos, roguemos al Señor.

Para que seamos merecedores de ser plenamente santificados, al recibir de esta agua, por la invisible presencia del Espíritu Santo, roguemos al Señor.

Para que el Señor Dios escuche nuestra voz de pecadores y tenga piedad de nosotros, roguemos al Señor.

Para que seamos libres de toda desgracia, castigo, peligro y angustia, roguemos al Señor.

Ampáranos, sálvanos...

Conmemorando a la Toda Santa... etc.

Inmediatamente dice en voz alta la siguiente oración:

Oh Trinidad inmaterial, llena de bondad, que estás por encima de toda divinidad, todopoderosa, que todo lo contienes, invisible, incomprensible, creadora de las substancias espirituales y de las naturalezas racionales, bondad eterna, luz inaccesible, que iluminas a todo hombre que viene al mundo, ilumíname también a mí tu servidor, aunque no lo merezco, y da luz a los ojos de mi entendimiento para que me atreva a alabar tus beneficios, que no tienen número, y tu ilimitado poder.

Que mi plegaria por el pueblo, aquí presente, sea aceptada por Ti, para que nuestros pecados no impidan la venida de la gracia del Espíritu Santo a este lugar. Permíteme, oh Señor lleno de bondad, que exclame ahora, sin merecer castigo, y diga: Te glorificamos, Señor Todopoderoso, que amas a la humanidad, Rey Eterno (tres veces). Te glorificamos oh Hijo Unico de Dios, engendrado por una Madre sin concurso de padre y por un Padre sin concurso de una madre. En la fiesta pasada te hemos visto como Niño y en la presente te vemos hombre perfecto, Tú que eres nuestro Dios perfecto y vienes de la Perfección. Hemos llegado al momento de la fiesta y el Coro de los Santos se reúne con nosotros y los Angeles celebran junto con los hombres. hoy la gracia del Espíritu Santo se posó sobre las aguas en forma de paloma. Hoy ha brillado el Sol sin ocaso y el mundo es iluminado con la luz del Señor. Hoy las estrellas resplandecientes adornan el universo con la claridad de su luz. Hoy las nubes desde el cielo llaman a la humanidad a la práctica de la justicia. Hoy el Increado acepta la imposición de manos de su creatura. Hoy el Profeta y Precursor se acerca al Señor, pero se detiene atemorizado al ver la condescendencia de Dios hacia nosotros. Hoy las aguas del Jordán se convierten en salud por la presencia del Señor. Hoy ha sido abierto el paraíso para la humanidad y ha brillado para nosotros el Sol de Justicia. Hoy el agua, que era amarga en tiempos de Moisés, se convierte en dulzura con la presencia del Señor. Hoy hemos sido librados de los antiguos lamentos y, como un nuevo Israel, hemos sido salvados. Hoy hemos sido rescatados de las tinieblas y ha brillado para nosotros la luz del conocimiento de Dios. Hoy las sombras del mundo se disipan con la Epifanía (manifestación) de nuestro Dios. Hoy toda la creación recibe la luz de los cielos. Hoy el error es abatido y la venida del Señor nos ha abierto el camino de la salvación. Hoy los celestiales celebran esta fiesta junto con los terrestres y los que están abajo se unen a los de las alturas. Hoy el pueblo ortodoxo a grandes voces se regocija. Hoy el Señor viene a ser bautizado para elevar a la humanidad hasta las alturas. Hoy el que nunca se inclina. se inclina ante su siervo para librarnos de la esclavitud. Hoy hemos adquirido el Reino de los cielos, porque el Reino del Señor no tiene fin. Hoy la tierra y el mar comparten la alegría del mundo, y este se ha llenado de gozo. Te han contemplado las aguas, oh Dios, te han visto las aguas y han tenido miedo. El Jordán volvió hacia atrás cuando vio el fuego de la Divinidad venir y reposarse sobre él en forma humana. El Jordán volvió hacia atrás cuando vio venir al Espíritu Santo en forma de paloma y posarse sobre Ti. El Jordán volvió hacia atrás cuando vio al Invisible con sus propios ojos, al Creador en forma humana y al Señor en forma de esclavo. El Jordán volvió hacia atrás y las montañas exultaron de gozo al ver a Dios encarnado. Las nubes lanzaron voces de admiración por El que viene -y que es Luz de Luz y Dios verdadero de Dios verdadero- a sepultar en el Jordán al monstruo del pecado, al arma del error y el poder del infierno, dando al mundo el bautismo de salvación. Por todo eso, yo tu indigno servidor, Señor, me veo embargado por el temor, al proclamar tus maravillas, y exclamo con piedad:

Grande eres, Señor, y tus obras son maravillosas y no hay palabras suficientes para expresar tus maravillas (tres veces). Con tu voluntad ha sacado todas las cosas de la nada a la existencia, con tu poder sostienes la creación y con tu providencia riges el mundo. (Compusiste la naturaleza de cuatro elementos y coronaste el año con cuatro estaciones). Ante Ti tiemblan todas las legiones de los ángeles; a Ti Te canta el sol, te glorifica la luna, te escoltan las estrellas y te obedece la luz. A Tu paso se derrumban los abismos; A Ti te sirven las fuentes; Tu has extendido los cielos como una tienda de campaña y has estabilizado la tierra en medio de las aguas; has rodeado las aguas de arena y distribuyes el aire para que respiremos. Las legiones angélicas te sirven y los coros de los arcángeles te adoran. Los Querubines (todos cubiertos de ojos) y los Serafines (de sus alas) están ante Ti y vuelan en derredor de tu Trono, velándose el rostro por temor de Tu gloria inaccesible. Viniste a la tierra, tomaste forma de siervo y te hiciste semejante a los hombres, siendo el Dios indescriptible inefable, eterno e incomprensible. Por las entrañas de tu misericordia, Señor, no pudiste sufrir ver al género humano atormentado por el demonio, sino que has venido y nos has salvado. Confesamos esta gracia, proclamamos esta misericordia y publicamos este beneficio. Tu purificaste los gérmenes de nuestra naturaleza y santificaste las entrañas virginales con tu nacimiento. Toda la creación te entonó un himno cuando apareciste entre nosotros, porque Tú, oh Dios nuestro, estuviste en la tierra y viviste en medio de los hombres; Tú santificaste las aguas del Jordán, enviando de lo alto del cielo tu Espíritu Santo, y quebrantaste la cabeza de los demonios que allí habitaban, Tú, por tanto, oh Rey amante de la humanidad, ven ahora y santifica esta agua con la venida de Tu Espíritu Santo (tres veces).

Dale la gracia de la Redención, la bendición del Jordán, hazla fuente de incorrupción, don de santificación, perdón de los pecados, alivio de las enfermedades y confusión de los demonios. Que, una vez llena de la fuerza de los ángeles, sea inaccesible a las potencias enemigas, para que todos los que la reciban o tomen de ella les aproveche para purificación de sus almas y de sus cuerpos, para alivio de los dolores, para santificación de los hogares y para todo lo que sea útil y conveniente. Porque Tú eres quien renovó nuestra naturaleza, después que hubo caído en el pecado, y sumergiste el pecado en las aguas en época de Noé. Tú libraste en el mar a los hebreos de la esclavitud del Faraón bajo la conducción de Moisés. Tú eres nuestro Dios e hiciste brotar de la roca en el desierto manantiales de agua viva, que sació a tu pueblo sediento. Tú eres nuestro Dios y por el fuego y el agua libraste a Israel del error de Baal por manos de Elías. Tú, Señor, santifica esta agua por Tu Espíritu Santo (3 veces) y haz que todos los que la tocan, la tomen o sean ungidos con ella obtengan la santificación, la bendición, la purificación y la salud." Salva, Señor, a tu Iglesia y consérvala en paz, abate a sus enemigos, concede a los cristianos todo lo que pidan para su salvación y la vida eterna. Acuérdate, Señor, de nuestro Arzobispo N., de los Sacerdotes, de los Diáconos en Cristo y de todo el Clero. Acuérdate, Señor, del pueblo que nos rodea y de nuestros hermanos ausentes por una causa justa, y ten piedad de nosotros y de ellos según tu inmensa misericordia, a fin de que sea glorificado Tu Santo Nombre, por los ángeles, los hombres y por toda la creación visible e invisible, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Sacerdote: La paz sea con vosotros.

Coro: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Inclinad vuestras cabezas ante el Señor.

Coro: Ante Ti Señor.

Sacerdote: Inclina, Señor, tu oído y escúchanos, Tú que santificaste las aguas, cuando quisiste ser bautizado en el Jordán, y bendícenos a todos los que, con la inclinación de nuestras cabezas, simbolizamos nuestra esclavitud. haznos dignos de llenarnos de tu santidad, al recibir esta agua y al ser asperjados con ella. Que sirva, Señor, para la salud de nuestras almas y cuerpos.

Porque tú eres la santificación de nuestras almas y de nuestros cuerpos, y Te tributamos gloria, acción de gracias y adoración a Ti, oh Cristo Dios, y a Tu Padre Eterno y a Tu Santísimo Espíritu Bueno, que da vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

El Sacerdote procede ahora a bendecir las aguas con la Cruz, quo sumerge en el agua, cantando:

Cuando fuiste bautizado, Señor, en el Jordán, se manifestó la adorable Trinidad: porque la voz del Padre dio testimonio de Ti, llamándote su Hijo amado, y el Espíritu, en forma de paloma, confirmó la veracidad de estas palabras. Señor, que con tu Epifanía (manifestación) has iluminado al mundo ¡gloria a Ti!

Y repite el mismo tropario tres veces. Luego rocía la Iglesia en forma de Cruz de Oriente a Occidente y de Norte a Sur, mientras se canta el Kondakio:

Hoy te has manifestado al mundo y tu luz, Señor, se ha grabado en nosotros, que, conociéndote, Te cantamos: ¡Has venido y te has manifestado, oh Luz inaccesible!

Luego rocía el Santuario, desde la Puerta Real. Finalmente se acerca el pueblo y recibe la bendición, tomando o siendo rociado con el agua santa. Termina el Oficio con la Apólisis:

Oh Cristo, nuestro Dios verdadero, que por nuestra salvación aceptaste ser bautizado por Juan Bautista en el Jordán, por intercesión de tu purísima Madre... etc...

Oficio de la Procesión

y Adoración de la Santa Cruz

el Tercer Domingo de Cuaresma y el 14 de Setiembre

Este servicio se hacía, de acuerdo a la costumbre antigua, al fin de la Gran Doxología de Maitines, antes de iniciar la Santa Liturgia, sin embargo, hoy día en la mayoría de las iglesias es común celebrarlo al fin de la Liturgia, después de la Apólisis.

Los cantores entonan el Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros, según el tono lento, mientras el Sacerdote inciensa la Cruz, colocada sobre el Altar (la cruz manual o otra del mismo tamaño), la levanta y la pone en una bandeja con palmas y flores, y sale por la puerta del norte del Iconostasio, precedido por los que llevan las velas, los exaptérigas, los cantores, el Diácono (o un ayudante), que irá incensando la Cruz ,durante toda la procesión y así hará el giro de la Iglesia entera. Finalmente se coloca ante el Iconostasio, ante una mesa cubierta con un mantel blanco, en torno a la cual dará tres vueltas. Luego se detiene frente a la mesa, mirando hacia el oriente, y dice:

Sacerdote: ¡Sabiduría! ¡De pie!

Y coloca la bandeja con la Cruz sobre la Mesa, incensando enseguida en torno de ella, al tiempo que canta:

Sacerdote: Salva, Señor, a tu pueblo y bendice a tu heredad, dando a tu Iglesia la victoria contra sus enemigos y guardando el mundo por medio de tu Cruz.

Y el Coro repite este tropario dos veces más. Terminada esto, toma la bandeja con la Cruz y mirando hacia el Oriente dice:

Sac.: Ten piedad de nosotros, oh Dios, según tu inmensa misericordia. Te rogamos nos escuches y tengas piedad de nosotros.

Y los cantores cantan la primera serie del Señor, ten piedad (40 veces), mientras el Sacerdote hace con la bandeja y la Cruz la señal de la Cruz y se arrodilla y levanta lentamente de acuerdo al ritmo de la melodía del Kyrie. Lo mismo hará después de cada una de las siguientes peticiones. (Las genuflexiones tienen que hacerlas de tal modo que llegue a tocar el suelo con la frente.

En el lado derecho de la mesa dice:

Sacerdote: Te rogamos también por nuestra Nación y por sus gobernantes, por su éxito, por su salud y por su salvación.

Y se inclina de la misma forma arriba indicada, mientras los cantones dicen la segunda serie de Kyries.

Se traslada después al Oriente de la mesa, mirando hacia el occidente, y dice:

Sacerdote: Te rogamos también por nuestro Padre y Arzobispo N., y por todos nuestros hermanos en Cristo.

Se repite la inclinación profunda, mientras los cantores dicen la tercera serie de Kyries.

Posteriormente el Sacerdote va al Sur de la mesa, mirando hacia el Norte, y dice:

Sacerdote: Te rogamos también por todos los fieles cristianos ortodoxos, por su salud, por su salvación y por el perdón de sus pecados.

Y se realiza lo mismo, mientras se canta la cuarta serie de Kyries.

Luego el Sacerdote vuelve al occidente de la mesa, mirando hacia el Oriente, y dice:

Sacerdote: Te rogamos también por todos los que han servido o sirven en esta santa iglesia de Cristo y por su salud, por su salvación y por el perdón de sus pecados.

El Sacerdote se inclina, como ha sido indicado arriba, mientras el Coro canta la quinta serie de Kyries.

Luego se levanta y canta, mientras eleva la bandeja con la Cruz y las flores, diciendo:

Sacerdote: ¡Oh Cristo Dios, que quisiste ser elevado en la Cruz! Concede tu misericordia al pueblo nuevo que lleva tu nombre. Alegre tu poder a la Santa Iglesia, dándole la victoria contra sus enemigos. Que tu ayuda sea para nosotros un arma de paz y una victoria infalible.

Después de esto, bendice con la Cruz al pueblo y coloca la bandeja sobre la mesa, cantando.

Sacerdote: ¡Adoramos tu Cruz, Señor, y Tu Santa Resurrección alabamos y glorificamos!

Y el Coro repite esto dos veces más. Después se inclina el Sacerdote y adora la Santa Cruz y lo mismo hacen los fieles, distribuyéndoseles las flores como una bendición, mientras el Coro canta:

Coro: Venid, fieles, adoremos al Madero, que da vida, en el que Cristo extendió voluntariamente sus manos, siendo el Rey de la gloria, y nos reintegró a la primitiva felicidad, pues habíamos sido dominados por el enemigo y nuestro consentimiento a las pasiones nos había alejado de Dios. Venid, adoremos la Cruz con la cual somos capaces de triunfar sobre los enemigos invisibles. Venid, pueblos de la tierra, honremos con himnos la Cruz del Señor, cantando: Salve, oh Cruz, cumplimiento de la liberación de Adán caído, porque en Ti se alegra la Iglesia entera. Nosotros los fieles, al venerarte, con respeto y devoción ,glorificamos al Dios que fue clavado en ti, diciendo: Señor, que fuiste crucificado, ten piedad de nosotros, porque eres bueno y amas a la humanidad.

Gloria... Ahora...

Realizaste, oh Dios, lo que había predicho tu Profeta Moisés, cuando dijo: Veréis a vuestra Vida suspendido en una Cruz ante vuestros ojos. Hoy la Cruz es exaltada y el mundo se ve libre de la tiranía. Hoy la Resurrección de Cristo ha sido renovada y la tierra se alegra, ofreciéndole himnos y salmos como David antiguamente, diciendo: Has realizado nuestra salvación, oh Dios, en medio de la tierra por la Cruz y la Resurrección, por los cuales nos has liberado. Señor Dios Todopoderoso, que amas a la Humanidad, gloria a Ti.

Y termina el Oficio con la Apólisis.

Rito de la Bendición

de una casa nueva

El Sacerdote que va a bendecir una casa nueva lleva consigo agua bendita y una pequeña vasija de aceite, que colocará en una pequeña mesa, cubierta con un mantel blanco y preparada de antemano, y donde pondrá también un pequeño Libro de los Evangelios, una Cruz y dos velas encendidas. El Sacerdote se reviste de epitrajilion y, si lo desea, también del felonio y, mirando haca el Oriente, comienza:

Sacerdote: Bendito sea nuestro Dios...

Lect.: Rey Celestial... Santo Dios... (3 veces) Gloria... Ahora... Santísima Trinidad... Gloria... Ahora... Padre Nuestro... Porque tuyo es el reino... Amén. Señor, ten piedad (12 veces). Gloria... Ahora...

Lect.: Venid, prosternémonos y adoremos a Cristo nuestro Dios.

Venid, adoremos y prosternémonos ante Cristo nuestro Rey y Nuestro Dios.

Venid, adoremos y prosternémonos ante el mismo Cristo, nuestro Rey nuestro Dios.

Y el Salmo 90. Al terminar el Salmo, se dice:

Aleluya, Aleluya, Aleluya, gloria a Ti, oh Dios. (3 veces).

Y se termina diciendo:

¡Oh Dios nuestro y esperanza nuestra, Gloria a Ti!

Así como la salvación entró en la casa de Zaqueo con tu entrada, oh Cristo, ahora también por la entrada de tus sagrados ministros, y de los ángeles con ellos, concede la paz a esta casa y bendícela misericordiosamente, salvando e iluminando a todos los que van a vivir en ella.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Señor Jesucristo nuestro Dios, que te dignaste entrar bajo el techo de Zaqueo el publicano y llevaste a él y a toda su casa la salvación: Tú, Señor, guarda inmune de todo mal a los que quieran vivir en esta casa, por la oración de nosotros tus humildes servidores, y bendícelos a ellos y a esta morada, preservando siempre sus vidas de los ataques del enemigo y derramando sobre ellos la abundancia de tus bienes. Porque Te es debida toda gloria, honor y adoración, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Sacerdote: La paz sea con todos.

Coro: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Inclinad vuestras cabezas ante el Señor.

Coro: Ante Ti, Señor.

El Sacerdote bendice ahora tres veces el aceite, haciendo con su mano derecha la cruz y diciendo:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Y continúa, diciendo la siguiente oración:

Señor nuestro Dios, escucha misericordioso la súplica que yo, tu indigno siervo, te dirijo y envía la gracia de tu Santísimo Espíritu a este aceite, y santifícalo, para que sirva para la santificación de esta casa (o este lugar) y para la expulsión de toda maquinación diabólica. Porque Tú eres Quien bendice y santifica todas las cosas, oh Cristo Dios, y Te glorificamos a Ti y a Tu Eterno Padre, y a tu Santísimo Espíritu, Bueno, que da vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

El Sacerdote toma el agua bendita y rocía con ella todos los muros de la casa en forma de Cruz diciendo:

Que toda acción de los espíritus del mal sea anulada por el rocío de esta agua santa y la fuerza del Espíritu Divino, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Después de haber rociado toda la casa, el Sacerdote toma el aceite y unge con él los muros de la casa, haciendo la señal de la Cruz, comenzando por el muro oriental de la casa, siguiendo con el Oeste, luego el del Norte y finalmente el del Sur, diciendo en cada uno:

Es bendecida esta casa con la unción de este santo aceite: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Después de terminar la unción, se encienden las velas de los presentes. El Coro entona el siguiente Tropario (tono 5).

Bendice, Señor, esta casa y llénala de tus bienes terrenales. Guarda a tus siervos de toda circunstancia adversa, pues ellos desean vivir aquí piadosamente. Derrama sobre ellos la abundancia celestial y las bendiciones materiales, y puesto que eres Bueno, manifiesta tu misericordia, según tu indecible condescendencia.

Terminado el Tropario, el Sacerdote lee el Santo Evangelio.

Sabiduría. Atendamos. Escuchemos el Santo Evangelio. La paz sea con todos.

Coro: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (19:1-10).

Coro: ¡Gloria a Ti, Señor, gloria Ti!

Sacerdote: ¡Atendamos!

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Y había allí un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos y muy rico, el cual trataba de ver quién era Jesús, pero no podía por causa de la multitud, ya que él era pequeño de estatura. Y echó a correr hacia adelante y se subió a una higuera para ver a Jesús, pues tenía que pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel sitio, miró hacia arriba y le dijo: Zaqueo, baja deprisa; porque conviene que hoy me quede en tu casa. Bajó deprisa y lo recibió en su casa muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, comentando que había ido a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo se levantó y dijo al Señor. Mira, Señor; voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes; y si en algo he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces más. Y Jesús le dijo: Hoy ha llegado la salvación a esta casa; pues también este es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.

Coro: ¡Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti!

Y se reza inmediatamente el Salmo 100.

Quiero cantar amor y juicio para Ti, Señor. Caminaré por el camino de la perfección, cuando vengas a mí. Procederé con un corazón justo dentro de mi casa; No pondré delante de mis ojos nada malo. Detesto la conducta de los extraviados; Ninguno de ellos se acercará a mí. No conoceré al malvado. Al que solapadamente infama a su prójimo, yo le destruiré; No soportaré al de ojos altaneros y al de corazón orgulloso. Pondré mis ojos en los justos de la tierra, para que estén conmigo; El que ande por el camino de la perfección éste me servirá. No habitará dentro de mi casa el que hace fraudes. El que dice mentiras no persistirá delante de mis ojos. Cada mañana he de destruir a todos los impíos de la tierra, para que sean extirpados de la ciudad de Dios todos los hacen el maligno.

Mientras se dice el Salmo y si el Sacerdote lo desea, puede incensar toda la casa.

Terminado el Salmo sigue la Ektenia:

Sacerdote: Ten piedad de nosotros, oh Dios, según tu inmensa misericordia. ¡Te rogamos nos escuches y tengas piedad!

Coro: Señor, ten piedad, Señor, ten piedad, Señor, ten piedad.

Sacerdote: Te rogamos también que envíes tu bendición sobre esta casa y sobre tus servidores (N.N.) y sobre todos los que desean vivir aquí en la justicia; y te suplicamos que venga hacia ellos tu ángel de misericordia, que los guarde. proteja y guíe hacia el cumplimiento de toda obra buena y la observancia de los mandamientos de Cristo; y rogamos también que se vean libres del hambre, las enfermedades, los terremotos, las inundaciones, el fuego, de los ataques de los enemigos y de todo peligro de muerte; y que les sea concedida larga vida, salud y paz. Digamos todos por ellos: Señor, escúchanos y ten piedad. Señor, ten piedad:

Coro: Señor, ten piedad, Señor, ten piedad, Señor, ten piedad.

Escúchanos, oh Dios Salvador nuestro, esperanza de todas las regiones de la tierra y de los que están lejos en los mares; y muéstranos tu misericordia, oh Señor, muéstranos tu misericordia a nosotros pecadores y ten piedad de nosotros. Porque Tú eres un Dios misericordioso y amante de la humanidad y Te glorificamos, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Y termina el Oficio con la Apólisis del Día.

Bendición de Comestibles

el Día de Pascua

Se inicia con las fórmulas de costumbre, pero cantando el Cristo resucitó, y se dice la siguiente oración:

Sacerdote: Señor Nuestro Dios, Creador y Hacedor de todas las cosas: Bendice estos huevos y los demás alimentos, y consérvanos en tu amable bondad, para que, compartiéndolos, seamos llenos de tus dones y de tu inefable misericordia, que derramas abundantemente sobre nosotros. Porque tuyo es el poder, el reino, la fuerza y la gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Y se termina cantando el "Cristo resucitó."

Bendición de los Ramos

el Domingo de Ramos

Al terminar la Santa Liturgia, el Sacerdote inciensa los ramos, colocados en una mesa frente al Iconostasio y luego dice la siguiente oración:

Sacerdote: Señor Nuestro Dios, que reposas en los Querubines, que has redimido a tus descendientes y que enviaste a Tu Hijo Unico nuestro Señor Jesucristo para que salvara al mundo por Su Cruz, Su Muerte y Su Resurrección. Y Él, al llegar a Jerusalén, antes de su voluntaria Pasión, fue recibido por el pueblo, que estaba en las tinieblas y en las sombras de la muerte, y que lo aclamó, llevando en sus manos palmas y ramos de olivo como símbolo de la victoria, celebrando anticipadamente Su Resurrección. Tú mismo, Señor, fortalécenos a nosotros que, a imitación de aquellos niños, llevamos, en este día de la ante-fiesta, palmas y ramos de olivo. Protégenos a los que corno aquellos pueblos y aquellos niños Te cantamos. Hosanna, para que en medio de cánticos e himnos espirituales, seamos dignos de celebrar tu Resurrección que da vida, ocurrida al tercer día de tu sepultura. Por el mismo Cristo Nuestro Señor, con Quien eres bendito juntamente con Tu Santísimo Espíritu, Bueno, que da vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Y se hace la procesión de los ramos por toda la Iglesia.

Bendición de un

Sepulcro Nuevo

Se inicia con las oraciones de costumbre: Bendito sea Dios... etc... y se prosigue con la siguiente oración:

Soberano Señor Nuestro Dios, por Quien encuentran descanso las almas de los fieles, bendice este sepulcro de tu siervo N. y en vía Tu Santo Angel a protegerlo. Que el cuerpo que va a ser sepultado aquí descanse en paz hasta Tu segunda Venida, que es la Resurrección de este tu servidor N.. De modo que su espíritu, libre de toda atadura pecaminosa, obtenga la eterna felicidad y se vea agregado a los Coros de los Santos. Porque Tú eres el Rey de la paz y el Salvador de nuestras almas, y te glorificamos, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

El Sacerdote rocía el sepulcro con agua bendita, diciendo:

Sea bendecido este sepulcro con la acción del Espíritu Santo y la aspersión de esta agua en el Nombre del Padres del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Y se dice la Apólisis de los Difuntos.

Breve Fórmula

de Santificación del Agua

Bendito sea Dios, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Santo Dios... etc. (3 veces) Gloría al Padre... Ahora y siempre... Santísima Trinidad... Gloria... Ahora... Padre Nuestro... Porque tuyo es el reino... Amén.

Tropario (Tono 4º).

Envía tu gracia desde el cielo, Tu que das la vida, santifica esta agua y haz que sirva para purificación de toda impureza.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Oh Dios sumamente glorioso, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, cuyas maravillas no tienen número, y ante quien huyen las aguas, Tú que, por el bautismo de Tu Unigénito Hijo encarnado, por el descenso de Tu Santísimo Espíritu y por tu voz paternal, santificaste las aguas del Jordán. Nosotros, tus indignos servidores, Te suplicamos y rogamos que envíes ahora la gracia de Tu Santísimo Espíritu sobre esta agua; bendícela, santifícala y purifícala con tu bendición celestial, y dale la gracia y la bendición del Jordán, el poder para que sea purificación de toda impureza y expulsión de los demonios con todas sus insidias y asechanzas. Y por el poder, la operación y la gracia del Santísimo Espíritu, manifiéstate en esta agua para bien de todos tus siervos que la reciban con fe o sean rociados con ella, para el perdón de los pecados, liberación de las pasiones, expulsión de todo mal, para incremento de la virtud, alivio de las enfermedades, bendición y santificación de los hogares y de todo lugar, y para la adquisición de tu gracia. Porque Tu bendices y santificas todas las cosas, oh Dios, nuestro, y Te glorificamos a Ti y a Tu Hijo Unico y a Tu Espíritu Santo y Bueno, que nos da la vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: La paz sea con todos.

Coro: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Inclinad vuestras cabezas ante el Señor.

Coro: Ante Ti, Señor (nos inclinamos).

Sacerdote: Señor, que santificaste las aguas del Jordán con la manifestación de Tu Cristo, escúchanos y bendícenos a nosotros, que con la inclinación de nuestra cabeza, expresamos nuestra obediencia a Ti. Haznos dignos de ser santificados por la recepción de esta agua; que ella sea curación de nuestras almas y de nuestros cuerpos.

Porque Tú eres nuestra santificación, y a Ti sea gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Todos: Amén.

El Sacerdote toma la Cruz y la sumerge en el agua, trazando la señal de la Cruz y cantando el siguiente tropario

Tono 1º

Salva, Señor, a tu pueblo y bendice a tu heredad. Concede la victoria a la Iglesia contra sus enemigos, y protege a tu pueblo, por la fuerza de Tu Cruz.

Bendición de una

Casa el Día de Epifanía

Bendito sea Dios... Amén. Santo Dios... etc. (3 veces). Gloria... Ahora... Santísima Trinidad... Gloria... Ahora... Padre Nuestro... Porque tuyo es el reino... etc. Amén.

Cuando fuiste bautizado, Señor, en el Jordán se manifestó la adorable Trinidad; pues la voz del Padre dio testimonio de Ti, llamándote su Hijo bienamado, y el Espíritu, en forma de paloma, confirmó esa voz inefable. Oh Cristo Dios, que Te manifestaste al mundo y lo iluminaste: gloria a Ti.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Señor Nuestro Salvador, Luz verdadera, que fuiste bautizado en el Jordán para renovar toda la humanidad por el baño de un nuevo nacimiento, que Te dignaste entrar bajo el techo de Zaqueo y llevaste la salvación a él y a toda su casa; Tu, Señor, libra de toda asechanza a los que viven aquí; otórgales tu bendición, la purificación y la salud, y concédeles todo lo que te piden para su salvación y para la vida eterna. Pues Tú eres Bendito, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

El Sacerdote rocía ahora a los presentes y toda la casa con el Agua Santa, mientras se canta el Kondakio

Tono 1º

Te manifestaste al universo, Señor, y Tu luz brilló sobre nosotros, que, conociéndote. Te adoramos: pues has venido y Te has manifestado, oh Luz inaccesible.

Despedida

Oh Cristo, nuestro Dios verdadero, que fuiste bautizado por San Juan en el Jordán, para salvación de todos nosotros, por intercesión de Tu purísima Madre y de todos los Santos, ten piedad de nosotros y sálvanos, pues eres Bueno y amas a la humanidad.

Señor, concede una vida próspera y pacífica, salud, salvación y éxito en todas las cosas a tus siervos (N.N.) que habitan aquí; y consérvalos por muchos años.

Coro: ¡Por muchos años!

Santificación de un Icono

Sacerdote: Bendito sea Dios... Amén... Santo Dios... (3 veces). Gloria... Ahora... Santísima Trinidad.. Gloria... Ahora... Padre Nuestro.. etc. Porque tuyo es el reino... Amén. Señor, ten piedad (3 veces).

Se reza el Salmo 88 y después dice:

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Señor Todopoderoso, Dios de nuestros padres, adorado y glorificado en la Santa Trinidad; a quien la mente no puede comprender ni las palabras pueden describir, de Quien las Santas Escrituras nos han instruido; en quien creemos y por quién confesamos tener la existencia; Dios: Padre sin principio, con tu Hijo Unigénito y tu Espíritu Santo, igualmente soberano; Tú eres quien en la Antigua Alianza, en una aparición al patriarca Abraham, te revelaste a ti mismo en forma de tres ángeles y, en nuestros días, después de la Encarnación de Tu Hijo Unico, nuestro Señor Jesucristo, en el seno de Santa María Virgen, cuando fuiste bautizado por San Juan en el Jordán, cuando te transfiguraste luminosamente en el Tabor, y en el momento de tu Ascensión gloriosa a los cielos, nos mostraste la imagen de la Santísima Trinidad. Tu nos enseñaste también a adorar tu santa imagen, al dejarla impresa en un lienzo; esta imagen al ser enviada a Abgar, príncipe de Edesa, lo curó a él y a muchos otros que padecían de varias enfermedades. Tú no desaprobaste las imágenes de tus Santos, sino que las aceptaste. Mira ahora también este icono (o éstos iconos) que tus servidores han hecho para honra y gloria Tuya: el icono de (un solo Dios adorado en la Trinidad) (de Tu Hijo Único Nuestro Señor Jesucristo) (de tu purísima y Bendita Madre, Nuestra Señora la siempre Virgen María) (en memoria de tus Santos N.N.). Bendícelo(s) y santifícalo(s). Revístelo del poder de la curación y de repeler todo ataque diabólico, de tal manera que todos los que oren con piedad ante ellos sean escuchados y alcancen la misericordia de tu amor a la Humanidad y sean templos de tu gracia.

Porque Tu eres nuestra santificación y a Ti sea la gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Sacerdote: La paz sea con vosotros.

Coro: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Inclinad vuestras cabezas ante el Señor.

Coro: Ante Ti, Señor (nos inclinamos).

Sacerdote: Oh Señor sin principio, invisible e incomprensible, Que en el pasado, en época de la Antigua Alianza, ordenaste que fuesen hechas imágenes de los Querubines en madera y oro y fuesen incrustadas en el Arca del Testimonio, en el Templo de Salomón; Que aún ahora aceptas las imágenes, hechas no solo en recuerdo de tus saludables beneficios y divinas manifestaciones al género humano, para honor y gloria de Tu Santísimo Nombre, no que no desapruebas las imágenes hechas para recordar e imitar a tus Santos, que Te han agradado en esta vida. Escucha nuestra humilde oración y bendice este icono, (éstos iconos) santifícalo(s) y otórgale(s) la gracia y el poder de expulsar los demonios, de curar toda enfermedad y de ser un medio para llegar a Ti.

Porque tú eres quien bendice y santifica todas las cosas, oh Cristo Dios, y a Ti sea gloria la, y a Tu Padre Eterno y a Tu Espíritu Santo y Bueno, Que da la vida, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

El Sacerdote rocía los iconos con Agua Santa, diciendo:

Sea santificado y bendecido este icono (o estos iconos), por la gracia del Espíritu Divino, y por medio de la aspersión de esta santa agua, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Después de haber rociado los iconos con agua bendita, el Sacerdote (los inciensa) los venera y los besa, mientras los presentes cantan el Tropario de los Santos pintados en los iconos.

 

Bendición de Vehículos

Sacerdote: Bendito sea Dios.. Santo Dios, Santo Fuerte... (3 veces) Santísima Trinidad... Gloría. Ahora... Padre Nuestro... Porque tuyo es el reino... etc.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Soberano Señor, nuestro Dios, escucha la oración que Te dirigimos, y bendice este vehículo con tu santa diestra. Envíale tu Ángel guardián para que todo el que quiera viajar en él sea sano y salvo y se vea libre de todo mal fin. Así como el Etíope, que conducía su carro, leyó tu santa profecía y le fue transmitida la fe y la gracia por medio de tu Apóstol. Tú ahora muestra el camino de salvación a tus siervos los que viajen en este vehículo, para que con la ayuda de Tu gracia se revistan de buenas obras y al fin de esta vida obtengan la alegría eterna en Tu Reino celestial.

Porque tuyo es el Reino y el poder, por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

El Sacerdote rocía el vehículo con agua santa, diciendo:

Sea bendecido este vehículo, por la gracia del Espíritu Divino y la aspersión de esta agua santa, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Bendición

de cualquier Objeto

Sacerdote:Bendito sea Dios... Santo Dios, Santo Fuerte... (3 veces) Gloria... Ahora... Santísima Trinidad.. Gloría. Ahora... Padre Nuestro... Porque tuyo es el reino...

Coro: Amén.

Sacerdote: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Oh Creador y Conservador de la Humanidad, que nos das la gracia espiritual y procuras nuestra eterna salvación: Tu mismo, Señor, envía Tu Espíritu Santo con la bendición celestial para este objeto; de modo que, protegido por el poder de la protección celestial, sea una ayuda para la salud corporal y defensa y ayuda de los que lo usen. Porque Tu bendices y santificas todas las cosas, y a Ti sea la gloria, oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

El Sacerdote rocía los objetos con agua santa, diciendo:

Sea bendecido y santificado (este objeto) por la gracia del Santísimo Espíritu y por medio de esta agua santa. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Apólisis para todos

los días de la Semana

Domingo:

Cristo nuestro Dios verdadero, que resucitaste al tercer día de entre los muertos, por intercesión de su Purísima Madre, por la virtud de la preciosa Cruz, que da vida, por las oraciones de las venerables legiones angélicas, del santo glorioso Profeta y Precursor San Juan Bautista, de los santos, célebres e ilustres apóstoles, de los santos mártires, gloriosos y triunfadores, de los santos y justos ancestros de Dios, San Joaquín y Santa Ana, de San (el Santo patrón del templo o Comunidad) y de San (el Santo del Día), cuyo recuerdo hacemos este día y de todos los Santos, ten piedad de nosotros y sálvanos, pues eres bueno y amas a la humanidad.

Lunes:

Cristo nuestro Dios verdadero, por intercesión de su Purísima Madre, por las oraciones de las venerables legiones angélicas e incorpóreas, de los santos, gloriosos e ilustres apóstoles...

Martes:

Oh Cristo nuestro Dios verdadero, por intercesión de su Purísima Madre, por las oraciones del glorioso Profeta y Precursor San Juan Bautista, de los santos, gloriosos e ilustres apóstoles... etc.

Miércoles:

Oh Cristo Nuestro Dios verdadero, por intercesión de su Purísima Madre, por el poder de la preciosa Cruz, que da vida, por las oraciones de los santos, gloriosos e ilustres apóstoles.. . etc.

Jueves:

Oh Cristo Nuestro Dios verdadero, por intercesión de Tu Purísima Madre, de los santos gloriosos e ilustres apóstoles, de nuestro Padre San Nicolás el Taumaturgo, Arzobispo de Mira en Licia... etc.

Viernes:

Oh Cristo nuestro Dios verdadero, por intercesión de su Purísima Madre, por el poder de la preciosa Cruz, que da vida, por las oraciones de los santos, gloriosos e ilustres apóstoles. . etc.

Sábado:

Oh Cristo nuestro Dios verdadero, por intercesión de su Purísima Madre, de los santos gloriosos e ilustres apóstoles, de los santos, gloriosos y victoriosos mártires, de nuestros Santos Padres, inspirados por Dios... etc.

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Publicado por la Iglesia

Ortodoxa Rusa de la Santa Protección

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(eucologio.doc, 11-06-99).