Reflexiones espirituales

Protopresbitero Jorge Florovski.

Traducido por Dra. Elena Ancibor

 

 

Contenido:

"Orad sin cesar."

El honor de la vocación superior.

"Desde la Navidad de Cristo."

El misterio de la luz de Tabor.

La tentacion de los discipulos. (Jn. 13:12-30)

La hazaña y la Alegría.

San Siluan de Athos.

 

 

“Orad sin cesar.”

(1 Sol. 5:17)

Hay dos especies de oración y sobre ambas atestiguaba el mismo Redentor en Sus conversaciones con el pueblo.

En el Sermón de la Montaña el Señor da a sus discípulos el mandamiento de "orar secretamente." En verdad, que esta instrucción esta dirigida, en primer termino, contra la oración de los "hipócritas," para muestra, "en sinagogas y las esquinas de las calles." Pero con esta contraposición el mandamiento no se agota, y no en esto se encuentra el principal acento. La oración es una posición personal ante el Padre Celestial, "Que esta en secreto" y ante este "encuentro" personal con Dios no debe haber testigos: "entra en tu aposento, y serrada la puerta, ora a tu Padre (que esta en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en publico). Sin embargo, hasta con esta oración "secreta" hay que recordar que "mi Padre" es en realidad "Padre Nuestro," y así hay que dirigirse a El. La soledad no significa aislamiento y olvido de los otros, de hermanos y de la unidad común ante Dios. Y por eso, el perdón de las ofensas y "perdonar de las deudas," la paz y reconciliación con los hermanos es una condición previa y el momento necesario de una oración correcta: como también nosotros perdonamos a nuestros deudores (Mat. 6).

En su otra conversación el Señor habla de esto con una particular firmeza. "Mirad que no menospreciéis a ninguno de estos pequeños..." y luego atestigua sobre la fuerza de una oración conjunta y unida "Donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos." Se debe estar "de acuerdo" en la oración, "pedir" estar juntos, y entonces se revela el ultimo misterio: la copresencia de Cristo en la oración (Mat. 18).

La oración "en secreto" y la oración "en acuerdo" — aquí no hay ni contradicción, ni tampoco antinomia. Ambos tipos de oración están unidos en forma inseparable y son posibles solo juntas. Un tipo presupone al otro y solo en esta unión reciproca llegan a su verdadera medida. Esta biunidad de la oración cristiana refleja y expresa la profunda biunidad de la existencia cristiana, el misterio de la Iglesia.

Nadie puede ser cristiano por si mismo, en la soledad y aislamiento Ser cristiano significa — "estar en la Iglesia." La existencia cristiana es sustancialmente corporativa, conciliar. Pero la misma participación en lo "conciliar de la Iglesia" presupone una fe personal, comienza por ella y esta arraigada en ella. La Iglesia se compone de personas responsables y fieles a Dios. La personalidad no se diluye y no debe diluirse en lo "conciliar" y colectivo. Los primeros discípulos de Cristo, en los días de Su encarnación, no eran individuos aislados, que buscaban la verdad en orden privado. Ellos eran israelitas, o sea, miembros válidos de una sociedad organizada por Dios, miembros del "Pueblo Elegido," al cual, en primer termino, estaba dirigida l nueva palabra Divina. Y en esta calidad ellos esperaban el advenimiento del Reino, la llegada del Venidero, "el consuelo de Israel." En cierto sentido "la Iglesia" ya existía cuando vino el Mesías Cristo. Este era justamente el Israel, Pueblo del Testamento. El "Testamento" este se presupone con la predica evangélica. La predica del Salvador estaba dirigida justamente a los miembros de esta "Iglesia," a las "ovejas perdidas de la casa de Israel." Cristo en su predica nunca se dirigía a "gente aislada." "El Testamento" era siempre la premisa de su sermón. Y el Sermón de la Montaña era dirigido no a una multitud casual de oyentes, sino mas bien, a un cierto "circulo interno" de aquellos que Lo seguían, esperando que El era Aquel, que esperaban según la profecía y testamento. El Sermón de la Montaña es un esbozo del Reino venidero. El "pequeño rebaño" que el Señor reunía alrededor Suyo, era en realidad un "resto" fiel de Israel, "resto" del Pueblo de Dios, Pueblo Elegido. Este "pueblo" debía ahora ser trasformado — por el llamado Divino, la buena nueva del Reino, la llegada del Prometido. Sin embargo, a este llamado cada uno debía contestar por si mismo, con una aceptación plena y personal, la fe y obediencia personal. El "Testamento" como tal todavía no aseguraba la respuesta de la fe. Y solo unos pocos contestaron y reconocieron el Venidero. Y junto con esto, esta respuesta personal de la fe incluía al fiel en una nueva "conciliriaridad." Así es el esquema invariable de la existencia cristiana: creer y luego bautizarse, bautizarse en un Cuerpo único. "La fe de la Iglesia" debe ser aceptada y asimilada personalmente. Pero solo a través de la inclusión por bautismo en el Cuerpo, este acto personal de la fe recibe su estabilidad y alcanza su plenitud. "El hombre nuevo" nace solo en la pila bautismal — pero bajo la condición imprescindible de la fe personal. El Sacramento lo "cumple."

Y esta misma ininterrumpida dualidad caracteriza a toda la vida del cristiano y en primer termino, su vida de oración. La oración cristiana es siempre un acto personal, pero recibe su plenitud solo en "lo conciliar" de la Iglesia en la unión de la vida comunitaria y corporativa. La oración personal y "social" están unidas en forma indisoluble, y cada una de ellas es completamente realizable, alcanza la autenticidad solo a través de la otra. La conciencia y la aceptación de corazón de esta biunidad es la condición y seguridad de una correcta y verdadera vida de oración.

Hay que aprender a orar en "secreto" a solas con Dios, atestiguar ante El su fe y obediencia, dar a El gloria y alabanza en libre y personal encuentro y relación. Y solo aquellos que están criados con el conocimiento de oración "solitaria, con puertas cerradas," pueden encontrar uno a otro espiritualmente, y convenir sobre lo que deben pedir en conjunto a su Padre común en los cielos. La oración social exige y presupone una preparación personal. Pero, la oración personal es solo mensurable en la Iglesia, ya que solo en la Iglesia el creyente se torna cristiano. Porque en su habitación, secretamente, el cristiano ora, como miembro de la Iglesia, como ciudadano del Reino, como participe en la salvación del genero humano. Justamente, en la Iglesia aprendemos a orar en forma cristiana, como cristianos unidos con Cristo, y en El — uno con otro. Este circulo no puede ser roto o abierto sin un serio peligro espiritual, sin vulneración espiritual. La oración personal fuera del contexto de la Iglesia puede degenerar fácilmente en un pietismo sentimental, descomponerse en un ritmo de emociones egoístas, perder sobriedad. Por otro lado, sin una previa preparación en la prueba de la oración personal, también la oración social puede transformarse fácilmente en ritual, o, lo que no es menos peligroso, degenerarse en un trance estético. La Iglesia obliga a cada fiel prepararse en secreto para la participación en la oración social. Y esta es, no solo, una disciplina externa y formal. Se refiere a lo esencial del acto oratorio. En la oración social el cristiano debe participar, y no solo estar presente en el templo — coparticipar personalmente, junto con otros. El limite y la medida de la oración social cristiana es la conformidad de ideas — "con la misma boca y el mismo corazón." Pero en esta conformidad el cristiano debe participar personalmente, activamente, no en forma pasiva. El acto oratorio es siempre un acto personal, hasta dentro de la sinfonía con otros. Por otro lado, también la oración personal hasta en secreto, no es una "oración particular," no es un asunto particular de cada uno. El cristiano siempre ora y debe orar como miembro de la Iglesia, recordando esto y no aislándose nunca. En su tiempo, explicando la oración del Señor, san Cipriano de Cartagena subrayaba con insistencia, que la oración cristiana es siempre en oración comunitaria y de todo el pueblo — publica en communis oratio, porque nosotros, todo el pueblo somos — uno. Y por eso la oración personal debe ser amplia y abarcante, la oración por todos y todo. Y solo, en un tal espíritu oratorio, los fieles pueden realmente ponerse de acuerdo y encontrar uno al otro, como hermanos en Cristo. De otro modo disminuirá el misterio de la Iglesia: todos — un Cuerpo.

La oración cristiana es la respuesta al llamado Divino, respuesta a los grandes hechos Divinos que culminaron en el hecho de la salvación, en la muerte y resurrección del Salvador. Y por eso, ella se define por su forma y contenido, con verdades de la fe. L a oración es inseparable de los dogmas. Y ante todo, ella es recuerdo, anamnesis, y es posible solo en la perspectiva de la historia Sagrada, historia de la Salvación. Los himnos de la Iglesia están llenos de recuerdos e imágenes de la historia sagrada de ambos testamentos, el Antiguo y el Nuevo. La fe cristiana misma es la respuesta — conocimiento agradecido de la salvadora providencia Divina. Oramos en forma cristiana justamente porque el comienzo fue puesto por el mismo Señor. Nos dirigimos a Dios porque El primero se dirigió a nosotros y nos reconoció. Todo el orden de la oración bíblica es un orden histórico ya en el Antiguo Testamento. Y ya entonces se definía con la memoria y recuerdo: el llamado de Abraham, "padre de los creyentes," Exodo, la ley de Sinaí. Este carácter histórico de la oración, en su base espiritual esta expresado mas fuerte y estrictamente en la Iglesia de Cristo, ya que los acontecimientos recordados llegaron a su culminación — a la Cruz y la Resurrección. La anáfora litúrgica esta toda construida sobre un esquema histórico: "recordando a ese mandamiento salvador y todo lo que aconteció para nosotros — la cruz, sepulcro, resurrección después de tres días, ascensión a los cielos, ubicación a la derecha, el segundo y glorioso nuevo advenimiento..." Los cristianos siempre miran hacia atrás — dirigidos hacia Cristo encarnado, Su cruz y resurrección. Lo presente, que siempre fluye, puede ser reconocido y comprendido en forma cristiana, solo a través de la vuelta al pasado, único y definitivo. El anamnesis cristiano es mas que sola una memoria o recuerdo. En cierto sentido es la vuelta al pasado. Ya que "el pasado" en Cristo se hizo un "presente" constante, y esta unidad de los siglos se revela con gran fuerza en la Divina Eucaristía, en esta base y Revelación del misterio de la Iglesia. Cristo es el mismo, según la palabra apostólica, antes, ahora, y hasta los siglos. San Juan el Chrysostomo con una gran insistencia explicaba a sus oyentes, que cada Eucaristía es la Ultima cena, y en ella actúa el mismo Cristo. La Iglesia es algo mas grande que solo una sociedad de los fieles, es la sociedad de aquellos que creen en el sentido y la fuerza de los acontecimientos antiguos — de la Cruz y la Resurrección. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, comunidad de aquellos que "están en Cristo" y en los cuales El Cristo mismo permanece, según Su promesa.

Existe una especie de continuidad entre Cristo Salvador y los cristianos, a pesar de la dificultad de definir y describir exactamente el sentido y carácter de esta continuidad. Sobre esto también hablaba S. Juan Chrysostomo con una valiente insistencia. El se atrevía poner en la boca del Redentor palabras así: "los objetos unidos quedan a pesar de ello en sus limites, pero estoy entretejido contigo. No quiero que quede ninguna separación ente nosotros. Yo quiero que seamos uno (Palabra 15 sobre 1 Tim., conclusión). En la oración de la Iglesia, y en la oración en la Iglesia este misterio de la unidad se abre para los ojos de la fe. La oración se define por la fe, aparición y visión de la fe. Pero la fe misma tiene sus raíces en esta unidad, que por la fuerza de la gracia bautismal, se establece entre Cristo y "Sus allegados."

La oración en la Iglesia es la relación entre miembros y la Cabeza. La oración cristiana tiene el carácter y la estructura de dialogo. No es casual, que muchos padres llamaban a la oración "la conversación." El Señor oye y escucha a la oración. Por otro lado, el fiel espera respuesta a su dirección oratoria, en los limites de la misma oración. Acerca de esto habló hace poco san Teofano el Ermita. Comenzamos con la lectura de las oraciones establecidas, según breviario, y no se debe saltar los peldaños. Pero ocurre que al orante responde el Espíritu Santo y entonces se debe dejar la lectura atender y escuchar. Probablemente, esto se otorga no frecuentemente. Pero en esto consiste el limite y meta de la oración, su sentido y cumplimiento. La meta de la oración es el encuentro, y entrega de si mismo en las manos de Dios. Diciendo de otra manera, nuestra regla de oración comienza habitualmente con llamamiento audaz al Espíritu Santo, Rey de los Cielos: "ven y habita en nosotros." La oración en su plenitud no es un acto unilateral del fiel. En ella coparticipa el mismo Señor — no solo porque la escucha, sino también porque El la inspira. "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios" (Rom. 8:16). Hablando estrictamente, con la fuerza de la gracia bautismal, a través de "envestirnos en Cristo" en el bautismo, el cristiano no solo esta o camina ante Dios, (como era en el Antiguo Testamento) sino permanece en Cristo, como miembro de Su cuerpo, Iglesia. Esta es el preferido y constante modo de expresión de Ap. Pablo. Los cristianos no son peregrinos ni extraños, sino allegados a Dios a través de Cristo y en El. La oración revela y realiza esta permanencia misteriosa en Cristo. La meta y el sentido de la oración — estar con Dios, tener conciencia de Su presencia y cercanía. Ella es una constante dirección hacia Dios. Y justamente por eso debe ser constante. La oración es el estado del cristiano y no solo una serie de separadas suplicas a Dios. En la oración hay peldaños, y por ellos hay que subir con humildad y paciencia. Como respuesta a los actos Divinos, la oración es ante todo la gratitud. Anamnesis y Eucaristía están unidos en forma indisoluble e inseparable: son en realidad dos caras de un mismo acto. No se puede "recordar' a la Cruz y la Resurrección, esta perfecta revelación del amor Divino, sin el sentimiento de gratitud. De la gratitud nace el amor como respuesta del amor Divino. Pero el agradecimiento también nace del amor, aquí se manifiesta de nuevo la indisoluble biunidad. Sin embargo, la oración cristiana se extiende mas lejos y mas profundo que el agradecimiento. Ya que el amor Divino es la Gloria Divina, Su grandeza. Y la cima de la oración es precisamente la contemplación de esta inexpresable Gloria, cuando hasta la gratitud cesa, y toda palabra humana se agota. Según el testimonio de los santos Padres, los ángeles no piden y hasta no agradecen, ellos solo glorifican. Este es el limite y la cima. Pero la glorificación debe estar presente en todos los peldaños del acto oratorio. Y por eso las oraciones generalmente terminan con decsologia, la glorificación de Dios, a Quien se debe "toda la gloria, honor y veneración." Pero esta terminación es, al mismo tiempo, un comienzo: ya que el primer pedido de la oración del Señor es precisamente la glorificación de Dios — "santificado sea Tu Nombre."

En nuestro entendimiento común, la oración es, ante todo un ruego, un pedido. Y en realidad tal es la oración de los principiantes. Y sobre su limite y falta de perfección hablaba el mismo Señor en el Sermón de la Montaña. No se debe usar vanas repeticiones, como los gentiles: "porque vuestro Padre sabe de que cosas tenéis necesidad, ante que vosotros le pidáis." Con esta conciencia debe inspirarse toda oración: en realidad solo Señor sabe en que tenemos necesidad, sabe nuestras indigencias reales, como nuestro Ayudante y Protector de siempre. Y por eso se debe entregar a si mismo a Su amor: "a nosotros mismos, unos a otros, y todo nuestra vida entregamos a Cristo Dios." En eso consiste el comienzo y el final de la oración. Que sea Su santa voluntad!

 

El honor de la vocación superior.

En Evangelio hay palabras difíciles y severas — el corazón débil y rutinario teme y se esconde de ellas... Atemoriza y turba el maximalismo del ideal evangélico. Ejemplo os he dado, para que como Yo os he hecho, vosotros también hagáis (Jn. 13:15). Y el apóstol repetía a los cristianos: "El que dice que permanece en El, debe andar como El anduvo (1 Jn. 2:6) Esto parece imposible... "Entonces, quien pues, podrá ser salvado?" Se extrañaban los discípulos. Pero justamente esto "imposible" se exige de cada cristiano: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que esta en los cielos es perfecto (Mat. 5:48).De cada cristiano se exige seguir a Cristo, y se exige sin reservas: "Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de Mi, niéguese a si mismo, tome su cruz, y sígame" (Luc. 9:23). La severidad del mandamiento se afirma con la grandeza de la promesa: "donde Yo estuviere, allí también estará mi servidor" (Jn. 12:26) — Así se abre el uno y único camino cristiano — camino de pesar hacia la gloria... Y la gloria espanta mas que el dolor.

La alegría superior de la fe cristiana esta en que "El Verbo fue hecho carne." (Jn. 1:14). Esto era la absoluta Epifanía, absoluta Revelación, — Revelación de Divina sabiduría y amor. Y Revelación no solo sobre Dios, sino también sobre el hombre... Ya que el Hijo de Dios se hizo también Hijo del hombre... En Cristo como Dios-hombre se revela el sentido de la existencia humana y no solo se revela, sino se cumple... En Cristo se cumple la naturaleza humana, — se hace de nuevo, se reconstruye, y se crea de nuevo... Se hace factible el destino humano, se produce el preinicial y preeterno consejo Divino sobre la organización del hombre. En este sentido Cristo es el "Postrer Adan" (1 Cor. 15:45) — o sea el verdadero hombre; y en El la medida y limite de la vida humana. "El Hijo de Dios se hizo Hijo hombre para que el hombre se haga hijo de Dios" — decía san Irineo de Lyon. Y en esto — la salvación del hombre.

El cristianismo es ante todo el Evangelio de la salvación — la fe en Salvador, en Redentor y en la expiación cumplida... La Salvación se cumple ya en la Encarnación del Verbo. Porque esta es la Revelación de la Vida: "porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó" (1 Jn. 1:2). Y el mismo Cristo es "el Camino, y la Verdad, y la Vida" (Jn. 14:6). Pero la vida es revelada a nosotros a través de la muerte... Cristo nos salva no con Su vida terrenal, sino con Su muerte — no con la vida de un justo, sino con la muerte deshonrosa con los criminales. El viene a la tierra no solo para la prédica y no solo para actos de misericordia; sino, y ante todo, — para sufrir y con Su muerte destruir o suprimir la muerte en la Resurrección. Y en esto esta la misteriosa paradoja del cristianismo: vida a través de la muerte, vida del sepulcro y desde la sepultura, féretro vivificador — el sepulcro como pila bautismal, como la pila del nacimiento a la vida eterna... La Salvación es la liberación, salvación de lo que sea — del pecado, de la enfermedad, de la muerte... Salvación es el perdón, absolución, reconciliación... Salvación es el sacrificio — y el sacrificio mortal, sacrificio de la Cruz... Y Cristo muere por nosotros, "desgarró el manuscrito de pecados nuestros"... Pero El nos trae no solo perdón de los pecados, sino también la gloria... La muerte es transformada en Resurrección, y en la resurrección Cristo aparece como un Nuevo Adan, como cabeza de un linaje de la nueva humanidad, o nuevo pueblo, "gente de tercer genero," genero cristiano... Como "primicias de los que durmieron" (1 Cor. 15:20-22)... Y a la Resurrección sigue la Ascensión y la Ubicación a la derecha del Padre, — en esto Cristo es también el Primogénito, y Su gloria es la gloria del ser humano. Cristo entra en la gloria eterna como hombre, y lleva en Si y Consigo a la humanidad. "Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor que nos amo, y aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo... nos resucito, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús" (Efes. 2:4-6). Es el don de Misericordia y Amor. Pero esto no es algo sobredebido al hombre. En esta gloria — es el sentido de la existencia humana; en ella esta la meta de la creación, "según nos escogió en el antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de El" (Efes. 1:4). Así "acontece de todo lo nuevo, lo mas nuevo y único nuevo bajo el sol" — nota el beato Juan Damasceno. La vida del hombre desde ahora "escondida con Cristo en Dios" (Col. 3:3) y para el hombre se abre el camino de "deificación" en Cristo — no solo "seguimiento" en Cristo, sino "semejanza" a Dios... Y "lo que es imposible para los hombres, mas para Dios todo es posible" (Mat. 19:26).

El hombre es creado "a imagen de Dios" (Gen. 1:26-27). No es fácil ni sencillo definir en categorías estáticas, naturales, que significa "imagen de Dios" en el hombre. Santos padres indicaban la mente y libre voluntad. Y esto significa que la imagen tiene un sentido y naturaleza dinámicos. La imagen es lo que ella representa, refleja y reproduce... La creación del hombre "a la imagen de Dios" significa su llamado y su capacidad a asemejarse a Dios, vivir en Dios... Y por eso se puede mostrar en si la imagen Divina un hombre pecador y ciado, él esta fuera de Dios, fuera de la vida; el esta lejos de Dios y la faz Divina no se refleja en su alma... Restablecimiento de la "imagen caída" por Cristo es la vivificacion del hombre, reunificación con Dios... "Ya que como El nos otorgo Su propia imagen y Su respiración, pero esto no lo hemos conservado, como decía san Juan Damasceno, — entonces El toma sobre Si nuestra pobre y débil naturaleza para limpiarnos, liberar de la corrupción, y hacernos participantes de Su divinidad"... En esta "comulgacion" — está la vida para el hombre, ya que solo Dios es la verdadera vida. Y por eso la salvación es la Resurrección, y Cristo para nosotros es la Resurrección y la Vida (Jn. 11:25).

Esta Vida se abre en nosotros por el Espíritu Santo. Como decía san Atanacio el Grande, "abrevados por el Espíritu, bebemos a Cristo..." En los dones del Espíritu nos unimos con el Salvador — en este sentido el Espíritu Santo es Espíritu se Cristo. Y el Espíritu Santo es el Espíritu Vivificador. La vivificacion de la existencia humana es su santificación. El Espíritu es 'la fuente de santificación', en este sentido, según la explicación de los padres, hay que entender nominación como Espíritu Santo. Y la santificación es la "deificación," teosis, — ya que solo Dios es santo, y solo a través de la unión con Dios puede el hombre ser "participante" de la Divinidad; — nos unimos con Dios, en nosotros se abre la vida espiritual y divinizada. Y en esto se realiza la salvación. Se realiza en la Iglesia, que es ante todo Iglesia Santa. "Cristo amó a la Iglesia, y se consagro a si mismo para santificarla" (Ef. 5:25-26). La Iglesia es la casa de Dios, la Casa del Espíritu Santo. Y la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, misterioso Cuerpo del Verbo Encarnado — por eso en ella se juntan y se reúnen las dos naturalezas. Ella es el organismo de la vida Divinohumana. Esta vida se realiza principalmente en los Sacramentos. Todos los sacramentos son actos que santifican, en ellos respira el Espíritu Santo, a través de ellos se realiza la unidad con Cristo y se restituye la relación con Dios. Y todos los sacramentos son santos, en ellos se realiza la vida santa de la Iglesia. La relación de los sacramentos es la relación en la santidad, en santificación, en dones del Espíritu. Y justamente, a través de los sacramentos los cristianos se destacan del mundo no santificado como "linaje escogido", "real sacerdocio", "nación santa" (ver 1 Ped. 2:9). Esto se refiere, en primer termino, al sacramento del bautismo, en el cual los nacidos "de carne y sangre" renacen por el espíritu, nacen de Dios. Es el sacramento de la filiación; en él hijos humanos, se tornan hijos de Dios, se revisten en Cristo, se ungen por el Espíritu. Y en cuanto esto es — sacramento de santificación por preferencia, sacramento de la divinizacion "el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo" (Tit. 3:5), según las palabras apostólicas. En este sentido se llamaban santos todos los fieles durante los primeros siglos de cristianismo, como nacidos del Espíritu, como santificados en sacramentos. Fuera del espíritu Santo no puede haber y ni hay una verdadera vida cristiana. "Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de El" (Rom. 8:9). Toda la vida cristiana en cierto sentido es un don del Espíritu Santo. Todos están llamados a la santidad y adquisición del espíritu. En esto consiste la meta básica de un cristiano, el sentido de su vida, su esperanza. Del Espíritu Santo — el don de la fe, don de la oración y del amor... Toda la vida de la Iglesia es la manifestación del Espíritu Santo. Pero la Iglesia esta compuesta de gente, como sus miembros. Y si la Iglesia es la Casa Divina, entonces cada miembro de la Iglesia debe ser una casa de Dios y su templo. "No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu Santo mora en vosotros?" (1 Cor. 3:16). — Así se define el momento primero y básico de la santidad, — se lo puede llamar momento carismático. Esta — comunión al Espíritu, unidad con Dios, comunión de la vida. Tiene sus peldaños y medidas. Pero a él están llamados todos y en él esta toda la esperanza cristiana, — prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Fil 3:14).

Santidad — del Santo, santidad del de Dios. Es — un don, misericordia y gracia. Don — no por la obras, sino por el que llama (Rom. 9:11; Gal. 2:8-9). Pero — no sin obras. Ante todo porque la santificación es la filiación a Dios, — afiliación, y no esclavitud. "Ya no os llamaré siervos... pero os llamo amigos" (Jn. 15:15) — decía el Señor. No se puede vivir en Dios, quedando como esclavos, por el miedo, por violencia, — vivir en Dios significa vivir en forma de semejanza a El, y el rasgo primero de esto es la libertad, el "autopoder," como decían los antiguos padres, o sea, creatividad y voluntad decisiva. Y la gracia actúa no a la fuerza, no por magia o invenciblemente. La gracia atrae, pero no arrastra, — llama: "estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él" (Apoc. 3:20). Y de aquí otro momento de la santidad — se lo puede llamar ascético. Esto es el momento de la hazaña y creatividad. Y con esto — una hazaña voluntaria, y no forzada, hazaña por amor y no por causa de miedo. Según las palabras del beato Isaac Sirio, "por Su gran amor, Dios no quiso reducir nuestra libertad, quiso, que nosotros por el amor de nuestro corazón nos acerquemos a El," — y por esto la Gracia actúa en el "sacramento de la libertad." Por amor Dios exige amor, y al Amor se debe contestar con amor. Santificación no viene de las obras, pero se otorga, como dono, y por esto debe ser aceptado en libertad, o sea, en el amor. Así se juntan los momentos carismático y ascético. Según san Gregorio el Teólogo, "la virtud no es solo don del gran Dios, que honró a Su imagen, pero se necesita también y nuestra aspiración, no es solo voluntariedad del corazón, ya que es necesaria una fuerza superior."

Y todo se realiza en el amor. El amor no solo es el limite de la hazaña, sino también, el comienzo — o mejor dicho, él es elemento de la hazaña, "camino aun mas excelente" (1 Cor. 12:31). Y el primer mandamiento es el mandamiento de amor: "Amaras al Señor tu Dios" (Mat. 22:37). Pero esto es mas que un mandamiento. Porque el amor es la vida. "Haz esto y vivirás" (Luc. 10:28), dijo el Señor. Ya que según la palabra apostólica, "El amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios y conoce a Dios... porque Dios es amor" (1 Jn. 4:7-8). El amor a Dios es, ante todo, tendencia hacia Dios, sed de relación con Dios, necesidad de El. Y sobre esto, con especial énfasis, siempre hablaban los devotos cristianos, ascetas y místicos, — desde los grandes apóstoles Juan y Pablo. Justamente la mística ascética siempre era la mística de amor, mucho mas que la mística de la penitencia. El amor a Cristo, como atracción a Cristo era el motivo y la fuerza que movía las primeras hazañas cristianas, la hazaña del martirio. Es suficiente recordar la imagen luminosa de san Ignacio. Esto no es solo aguantar por Cristo y para Cristo, sino seguir a El con alegría, sufrir y llevar cruz con El. En el amor a Cristo esta la fuente de alegría del martirio de los primeros cristianos, — había tanta inspiración y mística en el martirio de ellos. Y lo mismo se puede decir sobre la hazaña monástica. Abdicación es el amor; es importante cuando esta motivada por el amor. La abdicación debe ser motivada no solo negativamente, sino positivamente — por Cristo. Y no solo por obediencia, sino precisamente por el amor. La hazaña ascética recibe su base y absolución en el ideal místico, — en el ideal de un misterioso enlace del alma con Cristo. Esta es la comparación constante de los antiguos ascetas. Y ellos con toda fuerza trataban de subrayar el motivo de la tendencia, atracción, sed... A menudo preferían la palabra helénica "error" al "agapi" de Nuevo Testamento. El amor ascético es dinámico, como si fuera insaciable. Es el camino de la continua ascensión. Es el olvido de si mismo en el amor a Dios. Y con esto esta vinculada la concentración, la intensiva centralización del alma, que solo piensa en Dios. En la ascética oriental esta expresado muy vivamente el motivo estético y esto particularmente matiza la libertad del amor.

La hazaña cristiana nace del amor y se realiza a través de la obediencia o sumisión a la voluntad Divina. "Que se haga tu voluntad." Esta es la ultima medida del amor. Ya que la sumisión debe transformarse en adicción y un acuerdo libre de la voluntad, dicho de otra manera, la voluntad de uno debe elevarse hasta concordar con la voluntad Divina. Tal coincidencia será la realización de la verdadera voluntad, según la voluntad de Dios y del hombre puro, será la corrección de la arbitrariedad. Así la obediencia se abre en la pureza. La pureza es, primeramente, un concepto negativo: pureza del mundo y de la maldad del mundo, libertad de las pasiones, de la incorporación en el mundo con sus remolinos y inquietudes, con su alboroto. Pero, en segundo termino, es — un concepto positivo: significa la concentración del alma, su sobriedad y entereza, o sea, su mundo interior y tranquilidad, una jerarquía correcta de valores y movimientos del alma. En sus confines — la concentración del alma en el pensamiento en Dios, en tendencia hacia El. Y esto es posible de nuevo a través del amor. Así la obediencia coincide con la pureza y todo es animado con el amor. Esto es precisamente "virtuosidad," comunión con la Verdad, o virtud. En ella se realiza por el hombre su verdadero rostro normal — con la ayuda de Dios. Este rasgo, justicia o la virtud, honramos ante todo como santidad. Y en los santos vemos a justos y santos de Dios, o sea, los que cumplen la voluntad Divina. Y ante todo — portadores de amor, ya que, como decía el apóstol: "el amor es el vinculo perfecto" (Col. 3:14), — y "santos y sin mancha" (Ef. 1:4) se revelan justamente en el amor.

Aquí hay que subrayar: la santidad no es el heroísmo; y en general la santidad no se agota con rasgos morales. En los santos respetamos no solo a héroes, héroes de la voluntad y acción, sino — a devotos; y ante todo veneramos en ellos la manifestación y penetración del Espíritu. En su hazaña honramos la adquisición del Espíritu. El momento carismático resulta primero y decisivo. El ascético — tiene carácter servicial, ya que es el testimonio del amor a Dios y fidelidad a su voluntad. Pero la hazaña es solo el camino o el recipiente de la santificación, pero no su factor. Lo básico es — el soplo del Espíritu en revelación de la gracia. No es con la fuerza de la hazaña, sino con la fuerza de la gracia se santifica el alma y todo el ser humano.

Y con esto esta vinculado, que la oración no interrumpida es el momento básico de la vida justa. El estado en la oración incesante (según los padres) consiste en la voluntad del alma y en obras de bien. Es una constante memoria de Dios, una especie de vigilia ante la faz Divina, dirección constante del alma hacia El, — como una continua conversación con Dios. "Toda platica secreta, toda preocupación de la mente buena sobre Dios, toda reflexión espiritual es incluida en la definición de la oración y se llama con ese nombre" — dice san Isaac Sirin. La oración testifica sobre el amor, ella es el fruto de amor, — nota san Gregorio de Nissa. Y, en sentido inverso, con la oración se enciende el amor a Dios. Se puede decir, que la oración es cierto sacramento — ya que en una oración verdadera actúa el Espíritu Santo. Según la palabra apostólica, "el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles" (Rom. 8:26)... En la oración hay peldaños y la oración es polimorfa, — se compone de alabanza, agradecimiento y pedidos. Pero para la oración es mas importante la interna abertura, una voluntad sincera y buena. La oración debe ser de lo mas amplia, ya que su medida esta en — todoabarcante amor Divino. La oración debe atestiguar sobre la plenitud del amor, — sobre el amor a los prójimos, sin el cual no es verdadero el amor a Dios. Ya que "El que no ama a su hermano a quien a visto, como puede amar a Dios, a quien no ha visto?" (1 Jn. 4:20) dice el apóstol Juan. Sobre el alegre universalismo del amor perfecto, contó de modo admirable san Isaac Sirio — "El corazón misericordioso" habla de toda criatura, — " y por eso "también de los privados del don de palabra, y los enemigos de la verdad, y de los que le hacen daño en cada hora, ofrece la oración, para que ellos se purifiquen y se conserven; también por los reptiles ora con gran piedad, que sale de su corazón sin medida, pareciéndose en eso a Dios..." Ya que la medida de amor orante — es la oración del Salvador en la Cruz por los crucificadores... Este estado oratorio veneramos en los santos como un testimonio de amor de ellos y presencia ante Dios. Les honramos como orantes que piden por la paz del mundo... Efren Sirin decía; "los beatos no están separados de nosotros, porque siempre tenemos el amor; no vamos alejarlos de nosotros, como extraños, ya que siempre oran por nuestras caídas en pecado."

Así el amor a Dios se abre en amor a los projimos: estas son las dos caras del único amor cristiano. "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Jn. 13:35). Este amor se expresa ante todo en relaciones reciprocas entre cristianos. Los que creen en Cristo son hermanos un al otro y deben estar unidos entre si por el amor fraterno... "Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que Engendró, ama también al que ha sido engendrado" (1 Jn. 5:1). El cristianismo es una especie de gran fraternidad en Cristo — no puede haber un camino cristiano aislado y cerrado. El cristianismo es la Iglesia o sea, cierta unidad y relación católica, — ante todo, "unidad del Espíritu en el vinculo de la paz." (Ef. 4:3). Y en este orden común y católico de la vida cristiana se refleja el amor Divino, que todo lo abarca. Toda la vida cristiana debe ser una vida en comunidad, todos juntos. Con particular fuerza esta expresado este motivo en la ascética espiritual por Basilio el Grande y el Teodoro Studita. Mas alto que una hazaña solitaria esta la hazaña colectiva, — y solo esta corresponde exactamente a la idea de la iglesia, como cuerpo orgánico de Cristo. Como prototipo ideal aquí aparece la comunidad de primeros cristianos, comunidad en todo... El beato Teodoro Studita dice: "el Señor desea y exige de nosotros una vida en común (kinovia), a la cual nos llamó," y lo muestro con el ejemplo de Sus doce discípulos, que formaban como una cierta hermandad. El mismo Salvador eligió en la tierra la vida no en el desierto, o sobre un pilar, ni algo semejante, sino la ley y regla de la obediencia, — vino para servir a la gente (Mat. 20:28)... "Yo estoy entre vosotros como el que sirve" (Luc. 22:27). Solo en una vida comunitaria es completamente realizable el mandamiento del amor. Y esta dado este a muchos y a todos, no a uno solo. "Amaos los unos a los otros con amor fraternal, con ternura" (Rom. 12:10) — y este mandamiento apostólico recuerda san Basilio y explica, que bajo la ternura hay que entender la máxima categoría de amistad, que llega a una ardiente disposición y atracción de uno a otro... Así es la ley de la vida interna cristiana. Y esto no es una simple simpatía, ni una atracción natural u orgánica, sino, justamente, la hazaña. Ya que en primer termino un amor así exige una abnegación o olvido de si mismo. Amar al prójimo como a si mismo significa no solo identificar al otro consigo, igualarlo consigo, pero también ver a si mismo en el otro, en el amigo — y no en si. En esto esta el sentido de la amistad: el amigo es el otro yo, y con esto, el "Yo" preferido. Según la explicación de los padres, en el cristianismo la ley de la amistad llega a su plenitud... "el amado es para él que ama, lo mismo, que él mismo" — dice San Juan Chrissostomo. Y mas que él mismo. En segundo término, el amor cristiano ve en el prójimo al hermano, creado según la imagen de Dios, ve en él "la imagen Divina." Ve en cada uno de estos hermanos menores "al mismo Cristo." Y en esto esta la verdadera mística del amor al prójimo... Esta hermandad en Cristo no se limita a la unidad de la fe, unidad de la hermandad bautismal, — para el cristiano el prójimo no es solo un "israelí" sino también el samaritano. Prójimo en Cristo es todo aquel, para quien vino el Salvador, para quien El sufrió y murió, por el cual El oró, — y oró en la cruz rindiendo Su espíritu, por los que Lo crucificaron, ya que no sabían lo que hacían... A la medida de amor de Cristo al prójimo se llega cuando uno ama a los enemigos, a los que odian y ofenden (Mat. 5:44). Porque amar a los que nos aman no es gran cosa; así hacen los pecadores y publicanos (Luc. 6:33; Mat. 46:47). El amor cristiano debe ser desinteresado y como si fuera sin causa, no buscar para esto causas y fundamento. El cristiano debe amar al prójimo porque de otra manera el internamente no puede relacionarse con él. O sea, él mismo debe trasformarse en Amor, el cual va emanar de él como de una fuente sobrellenada... En esto esta la medida del amor semejante al Divino. El Padre Celestial es igualmente benéfico a los justos e injustos, a los buenos y malos, — porque El es bueno y es el Bien mismo, y toda Su obra es beneficencia y gracia. Y es el asunto del pecador, que él quema con el amor Divino, como con cólera... Por eso, él que pretende amar a Dios, y no ama a su hermano, miente... El no conoció, ni conoce a Dios, — ya que "Dios es amor." Y Dios no esta esperando que Lo amemos antes, — "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros..." (1 Jn. 4:8, 10, 19-20). En este amor al prójimo que se eleva hasta la semejanza Divina, se produce la purificación y santificación del corazón. En tal amor esta el hálito del Espíritu Santo. Y semejante amor veneramos en justos y santos de Dios, "encendidos por el amor del Espíritu" — (la expresión de Macario el Egipcio).

Este amor se muestra ante todo en la oración, en el recuerdo oratorio de todos, en ardor del corazón, que sufre por pecado ajeno, como causa de alejamiento de los hermanos del amor Divino, que trata de "ganar a su hermano" (Mat. 18:15), — "no es la voluntad de vuestro Padre que esta en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños" (Mat. 18:14). La oración es la primera obra de amor, pero no la única. El amor se derrama en misericordia. Y el Señor llama a las obras de misericordia y amor. En las obras de misericordia la hazaña humana de nuevo se extiende hacia la semejanza Divina. Porque Dios es misericordioso, y aquel que alcanza la misericordia, se torna el comulgante de la misericordia divina. Por eso los padres veían en la piedad una gran hazaña y honor. San Juan Chrysostomo subrayaba que en Su platica sobre el Juicio Final, el Señor complacía justamente a los bondadosos, — "y hay que tomar nota, y es sorprendente, que El no menciona ninguna virtud, salvo obras de misericordia... porque todas las virtudes están por debajo de la misericordia." Se puede hablar también de la mística cristiana de la misericordia. Esto no es la simple respuesta cordial o bondad. Porque la bondad cristiana debe ver en el necesitado y sufriente al Mismo Cristo. Así, directamente suenan las palabras evangelices, las del Mismo Señor: "Porque tuve hambre, y me disteis de comer, tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis... en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos mas pequeños, a mi lo hicisteis" (Mat. 25:35-40). En éste sentido, justamente, explicaban estas palabras del Señor los antiguos padres. San Chrissostomo decía: "Cristo no se limitó solamente a la cruz y muerte, - pero se dignó de hacerse indigente, peregrino, sin techo, desnudo, estar encerrado en prisión, sufrir enfermedad, para atraerte a Si. Si no Me retribuís lo que sufrí por ti, — entonces ten piedad de Mi por ser indigente... Inclínate con misericordia hasta Mi mismo ser, viéndome desnudo, y recuerda Mi desnudez que sufrí por ti en la cruz. Y si no quieres recordar a esto, represéntate la desnudez que sufro en las personas de los mendigos... A pesar de haberte redimido de los lazos mas pesados, para Mi es suficiente, si aunque quieres verme atado..." Esto significa, que el Mismo Cristo se entristece por toda necesidad humana y la toma sobre Si — y ver en el prójimo a Cristo significa ser participante de Su amor misericordioso y salvador. Esto quiere decir — entrar en el espíritu y mente de Su obra salvadora. En los santos veneramos la gran misericordia de ellos, los honramos como misericordiosos. En la misericordia respira el espíritu que otorga la santificación.

Así en la santidad humana vemos y veneramos el fenómeno de amor, — no tanto en heroísmo de la voluntad, cuanto un movimiento intimo del corazón, encendido con un indivisible amor a Dios en Cristo, y por eso llameante con un tal amor al mundo, que se reveló en la venida del Hijo del hombre. Y esto es la realización del sentido de la existencia humana. Este es el lado subjetivo de la santidad. Pero, en el ultimo sentido veneramos no a la hazaña humana, sino a la fuerza Divina, que se revela a través de ella, — honramos la aparición del Espíritu Santo, que santifica y vivifica. En los santos respetamos "al Cristo formado" (Gal. 4:19). Veneramos en ellos el "cumplimiento" de la Iglesia, "la plenitud" de Cristo (Ef. 1:23). El Reino Divino, llegado en poder, o sea, en ellos honramos a Cristo. Como dice el beato Juan Damasceno: ''es debido venerar a los santos, como amigos de Cristo, como hijos y herederos Divinos... porque ellos por propia disposición se unieron a Dios, lo recibieron en la morada del corazón y comulgaron con El, tornados por la Gracia, lo que El es por el Ser"... Diciendo de otra manera, veneramos en ellos la deificación del ser humano, la benevolencia Divina sobre ellos. La Iglesia reconoce a los santos en su contenido, en su medio, - y se inclina ante los signos del Espíritu. Dios glorifica a los santos — es una cierta palabra Divina al hombre. Y el hombre responde a esto, glorificando a Dios. Dios presenta a Sus santos, la Iglesia reconoce esto y acepta, testifica sobre la voluntad Divina. "Prodigioso es Dios en Sus santos"...

En la vida cristiana hay peldaños en los justos honramos a sus éxitos — como dice el apóstol: "He peleado la buena batalla" (2 Tim. 4:7). Pero esto es una hazaña de todos, a la cual cada uno esta llamado: "El que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu" (2 Cor. 5:5). Un mismo llamado esta dirigido a cada uno — llamado a la vida eterna (1 Tim. 6:12), llamado a Su reino y gloria ( 1 Tes. 2:12). De otro modo — llamado a la santidad y santificación, a la unión con Cristo, a la vida en Cristo. Es el único ideal de la vida cristiana, hay escalones en su realización, pero no hay diferentes ideales o metas. En esto esta el máximum de los mandamientos cristianos, — con el ejemplo del Santo, que os llamó, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir (1 Ped. 1:15). Se habla no sobre lo que cada uno debe hacer las mismas cosas, cumplir las definidas hazañas, — es mas importante la tendencia interior, el espíritu, y no la forma de la hazaña. "Seguid el amor" (1 Cor. 14:1), y el se revelará en las obras. El cristiano debe ser máximo en sus aspiraciones, — porque debe vivir en Cristo, ser un miembro de Cristo. Y esta aspiración el debe verificar con la obra de su vida — para abarcar y asimilar la gracia dada, y en realidad "hechos conformes" al Verbo Encarnado (Rom. 8:29). Y esto es la única meta y único sentido de la vida.

El hombre fue creado por Dios como habitáculo de Su Santa Gloria, para manifestar a Dios en sus obras, en si mismo. "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que esta en los cielos" (Mat. 5:16). Cada uno tiene su camino, pero todos las caminos llevan hacia única meta, la vida en Dios. Para eso Dios tuvo la benevolencia de crear al hombre.

Que sea Tu voluntad.

 

“Desde la Navidad de Cristo.”

El recuento de los años desde "el nacimiento de Cristo" para muchos, hace tiempo, se volvió en una acostumbrada condicionalidad. Pocos hay que realmente recuerdan y sienten a partir de que gran "conmoción" llevamos nuestro sistema cronológico, debemos seguir nuestro calculo histórico. En esto está nuestra debilidad de ignorancia e insensibilidad... En la antigüedad el tiempo lo marcaban directamente desde la encarnación de Dios-Verbo... Esto significa, — que vivimos ya en el mundo renovado y redimido, ya en el "reino de la gracia" y contamos los años de "la criatura nueva."... El tiempo mismo ya esta marcado, ya esta santificado, destellado y iluminado por aquella Luz eterna, que las tinieblas no han podido apagar... Porque en el tiempo ya actúa el misterio de la salvación... "Dios esta con nosotros" — desde aquel misterioso día, desde aquella misteriosa noche de Belén... "Con nosotros" en un sentido nuevo y superior. "Dios fue manifestado en carne" (1 Tim. 3:16). Y desde entonces adoramos a Dios "que bajó de los cielos"... Cuando vino el cumplimiento del tiempo Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer (Gal. 4:4). "El Hijo de Dios es, hijo de la Virgen es"... En esto la garantía y comienzo de nuestra salvación, fianza y fuente de la vida eterna. Y sobre esto se regocija lo celestial y se alegra lo terrenal, — sobre este misterio de Teohumanidad, sobre esta gloria de Encarnación Divina... Entonces comenzó y se reveló de verdad "el año agradable del Señor" — y se revelo dentro la historia misma, en humildad y humillación de la vida sencilla... La Estrella del Testamento eterno se paró y arde sobre el pesebre de Belén... Y la humildad del pesebre testifica, que se abrió entonces el reino "que no es de este mundo." Se realizó y aconteció entonces — en los días de Herodes rey, y en Belén de Judea... Pero este "entonces" es un cierto infalible e inmutable "hoy."... Ya que aquello era justamente el comienzo, precisamente de lo nuevo... Entonces comenzó la historia evangélica, se revelo el Nuevo Testamento... Las profecías se realizaron, las esperas terminaron, las promisiones se cumplieron... "Y habitó entre nosotros" (Jn. 1:14)... Y este descenso Divino no es solo condescendencia Divina, sino también la manifestación de la gloria. Entonces el ser humano fue curado y sanado a través de esta inexpresable percepción Divina, y de nuevo introducido en relación de la Vida Siempreexistente. Y se restableció entonces la circulación de la gracia, interrumpida en el mundo, caído en el pecado... "El cielo y la tierra hoy se unieron al nacer Cristo: hoy Dios vino a la tierra, y el hombre subió a los cielos,"... Desde ahora el ser humano indivisamente e inseparadamente esta juntado con la Divinidad en una unidad intocable en la hipóstasis del Verbo Encarnado. Desde ahí todo se hizo nuevo... Así se cumplió el sacramento preeterno y el consejo del Amor Divino. "El que puso cimiento de la existencia de toda criatura visible y invisible, por el único movimiento de voluntad, antes de todos los siglos y toda aparición del mundo de criaturas, indescriptiblemente tenia sobre él aquel buen consejo, de unirse El mismo con la naturaleza humana, con la verdadera unidad en la hipóstasis, y unir Consigo el ser humano de tal manera, — que El Mismo se haga hombre, como lo sabe El, y con esta unión Consigo hacer al hombre dios." Así hablaba sobre el consejo preeterno san Máximo el Confesor... Dios crea el mundo y se revela para hacerse hombre en est mundo. Y el hombre luego se crea para que Dios se haga hombre y a través de eso, el hombre sea divinizado. O como decía san Irineo de Lyon, " El Hijo de Dios se hizo hijo de hombre, para que el hombre se haga hijo de Dios"... Esto se cumplió. Y en el sacramento del Nacimiento de Cristo ya se transforma la base de la Iglesia, "la cual es Su cuerpo (Ef. 1;23), — la plenitud, o "cumplimiento" del Verbo Encarnado.

Pero he aquí, el camino desde Belén a la frontera de Sión es largo y conduce a través de Getsemani y Golgota. Y en el mismo Belén los magos de oriente al recién nacido Dios-niño traen dones sepulcrales... "Hoy Dios con la estrella trae a los magos par adoración, anunciando su sepultura de tres días, como en oro, y smirna e Livano (incienso)."... Y casi se tiñe la entrada misma del pesebre de Belén con la sangre inocente de primeros mártires... Hasta el mismo Belén se extienden las manos de los que buscan Su alma... Así misteriosamente ya se anticipa el Verbo Crucial... Y el Señor nace para esta hora Crucial... "para esto he llegado a esta hora" (Jn. 12:27). El Señor nace para la crucificacion y muerte, nace para la muerte... "Para aceptar la muerte El ha tenido el cuerpo," dice san Atanacio el Grande. "Y no por la causa del nacimiento aconteció la muerte, sino, al contrario, — para la muerte fue aceptado el nacimiento" — dice san Gregorio de Nissa... y a través de la pasión voluntaria y muerte se transforma la alegría de la Navidad en alegría de Resurrección, en la alegría de Pascua... Esta es la segunda y superior victoria de la Vida... En el mismo Nacimiento de Cristo "se vence el orden del ser." Y no tanto se santifica el nacimiento "natural," cuanto se muestra la imagen de lo superior, "Y el milagro de Tu nacimiento, la lengua no puede decir"... Es el misterio del nacimiento virginal, — de Espíritu Santo... En el nacimiento de Cristo se revela no solo la gloria de Dioshombre, sino además el misterio de la Divina-maternidad...

Sobre el misterio de Encarnación divina atestigua la iglesia con palabras muy claras y exigentes. Y nos llama hacia una responsable firmeza y exactitud en expresiones de la fe... Con el nombre mayor "Theotocos" ('Bogorodiza' — Madre de Dios) atestigua la Iglesia sobre la gloria de la Encarnación, sobre la gloria del Unigénito, entonces nacido de la Virgen como hombre. Tal como dice san Juan Damasceno, "este nombre contiene todo el misterio de la administración de Dios." y con esto mismo atestigua sobre la unidad de la imagen de Dioshombre. La dualidad de los seres vemos en indivisa e inseparable unidad dentro la hipóstasis indivisible del Verbo Encarnado. Y sobre el Uno y Unico hablan ambos — tanto la gloria, como la humillación... "Ya que la que dio nacimiento es — la Theotocos, entonces, El Nacido de Ella — es infaliblemente Dios, pero también seguramente hombre. Y como de una mujer podía nacer Dios, que tiene existencia ante todos los siglos, si no se hubiera hecho hombre!... el misterio perplejo de la Teomaternidad no se consume solo con el nacimiento corpóreo, ni tampoco el nacimiento corpóreo se acaba con la maternidad natural. El cumplimiento de la maternidad esta en el amor, y en el amor sacrificado. En este amor se abre la estancada personalidad del corazón en aras del nacimiento. En él esta demostrada la imagen natural del amor hacia otro, hacia el prójimo, como a si mismo. En su profundidad y en su cumplimiento, la maternidad tiene sentido espiritual y no solo corporal... Y toda esta verdad de la maternidad natural esta incluida y sobrepasada en la inexpresable y virginal Teomaternidad... Y este amor de la Bienaventurada hacia el nacido de Ella no puede ser pasajero ni aislado... El amor puro de la madre de Dios no hay nada arbitrario, ni casual, no hay ninguna propensión... Este amor incluye y contiene la Cruz, se coextiende con el amor redentor del Hijo... Ya que no se puede amar a Cristo de verdad, sin seguir a El en Su amor Crucial, si con El y en El no amar a todo el genero humano... El amor de la madre de Dios llega a su cumplimiento en ser intercesión y amparo... El nombre de la madre siempre indica el amor... Tanto mas , el nombre de la Madre de la Luz. "Mucho puede el ruego materno para la clemencia del Señor"... En el sacramento de la Encarnación se revela el amor Divino, que condesciende y trae al mundo la paz y la benevolencia. Pero se revela también el amor humano, que responde en humildad y consentimiento a la Revelación Divina... Así el misterio de la Navidad es la gloria del amor... En esto esta la alegría de la Revelación Divina. "Si alguien preguntara que sentimos y ante que nos inclinamos, la respuesta esta lista — veneramos el amor" (palabras de san Gregorio el Teólogo). "De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga la vida eterna" (Jn. 3:16). En esto esta el misterio de la Navidad. Y ante este misterio de amor nos inclinamos en estos días de recuerdos sagrados, los triunfamos y lo cantamos. Y recordamos no lo que fui y pasó, sino — lo que se cumplió y vino... Y llego la alegría por los siglos... Vino la benevolencia a los hombres... y contamos los años de la gracia. De tal manera amó Dios al mundo...

El misterio de la luz de Tabor.

En la historia de la vida espiritual hay mareas altas y bajas. Y suele estar épocas y tiempos, cuando de manera particular hay exceso de dones y sin medida los otorga Dios, y con evidencia esta flotando la respiración violenta del Espíritu. Así era en los primeros tiempos del cristianismo, cuando todavía vivían los beatos testigos del Verbo. Así ocurría no una vez en la historia de las hazañas comunitarias en desierto. Así será, creemos, todavía no una vez. En el siglo 14, el santo Monte Athos vive una de estas elevaciones espirituales. Esto era una cierta experiencia de silencio y vigilia espiritual, y en esta de nuevo se revelaron maravillosas iluminaciones de la imperecedera Luz de Tabor...El renacimiento y restitución de la vida contemplativa en Athos en estos anos es vinculada con el nombre del beato Gregorio Sinaita. El vino al Monte Santo del convento de santa Catalina. El encontró ahí solo a tres anacoretas, ocupados en parte con trabajo mental en la soledad de su ermita. Primero el beato vivió solo en una silenciosa celda. Al poco tiempo le aparecieron discípulos y imitadores; la vida contemplativa se comenzó a restituir de a poco en grandes monasterios y conventos. En corto tiempo este movimiento de vida silenciosa dominó en el Monte Athos casi completamente. Pero cruzó también mas lejos, en tierras eslavas. El mismo beato Gregorio viajó mucho, predicando y fundando monasterios, — en Macedonia por él fueron fundados tres grandes monasterios... San Gregorio enseñaba guardar y mantener sobria la mente, contemplación, oración mental continua. El mismo aprendió esto de un ermitaño en Creta, de nombre Arsenio... No había nada nuevo por su contenido en esta prédica y enseñanza. Esto era la restauración y repetición de los testamentos y tradiciones de hazaña antigua, leyendas de vida piadosa en Sinaí, testamento de san Simeón y otros antiguos. Era la enseñanza sobre la oración y sobre la adquisición del Espíritu Santo, y antes todo — sobre la oración de Jesús... hay un camino largo y difícil de trabajo, camino de preceptos o camino "practico." Y es necesario andarlo con humildad, y hasta el final. Sin embargo, esto es solo el comienzo del camino y de la hazaña. Se debe estar celoso sobre los dones espirituales. La contemplación, o el camino "teórico" es mas alto, que la actividad y mas alto que la oración misma. Es su limite y el comienzo de lo mas grande...

En la oración misma lo importante es la adquisición del Espíritu. El Espíritu actúa en la oración en forma polimorfa y lo sensible de su colaboración es una cierta calidez de corazón... Lo mas importante es que se despierte y reviva el corazón, que se purifique y se libere del tumulto de ideas y se establece una pura memoria de Dios. Semejante liberación de ideas es justamente el silencio. A través de la oración se libera la mente y se pega a Dios en un puro sentimiento y percepción de la verdad. Así se logra la contemplación... Y aquí hay nuevos peldaños y nueva ascensión. Solo muy pocos en esta vida entran en esta misteriosa "tierra de los mansos," en esta bienaventurada tierra de esperanzas y promisiones. Este es ya el tabernáculo del siglo futuro... y sobre las alturas de la hazaña comienza una cierta "divina conversación" del alma. Tal, como la cera se derrite en el fuego, envuelta en la luz, y se torna luz, y se derrama en la llama como un liquido, — así el alma, rodeada por el fuego divino de la gracia, se enciende y se hace luminosa y la luz misma, y ya actúa no con su fuerza, sino con la fuerza del espíritu. Internamente esto se une con la humildad, ya que todo lo logrado — no es la propia hazaña, sino recibida gratuitamente, de un don Divino. Esto es el espíritu de la mansedumbre... Y, he aquí, el alma alumbrada contempla una misteriosa luz Divina, — san Gregorio llama a esto la "transfiguración." En esta luz toda la creación ya se presenta luminosa. Beato Gregorio sabia esto por experiencia. No solo él tenia esta experiencia. En esta experiencia no había nada nuevo o nunca oído. Sobre semejantes iluminaciones y manifestaciones luminosas muchos veces testifican las Escrituras. Ya la piel del rostro de Moisés resplandecía después que hubo hablado con Dios, y él tenia que cubrirse con velo para disminuir este brillo inaguantable. (Exodo 34:29-35)... La Luz era, y apareció a Moisés en una llama de fuego en medio de una zarza; la zarza ardía, pero no se consumía — para mostrarle la esencia, y manifestar la fuerza. La Luz que guiaba a Israel en una columna de fuego y hacia agradable al desierto. La Luz, que elevo a Elías en carro de fuego y no quemó al mismo. La Luz que brilló para los pastores, cuando la Luz extemporal se unió con el tiempo. La Luz — y aquella belleza de la estrella, que precedía a Belén para mostrar el camino a los reyes magos, y acompañar a la Luz que es superior a nosotros y se unió a nosotros. La Luz — revelada sobre la montaña a los discípulos Divinidad, por lo demás, luz insoportable para la vista débil. La Luz, visión que brilló para Pablo y con una vulneración de los ojos, curó las tinieblas del alma. La Luz y la claridad de ella para los purificados de acá, cuando los justos brillaran como el sol y Dios será entre ellos, dioses y reyes, distribuyendo y dividiendo dignidades de la suprema beatitud de allá. Así enumera estas iluminaciones bíblicas ya el san Gregorio el Teólogo (palabra 40 para el santo Bautismo). Y se pregunta: que es esta maravillosa y misteriosa Luz, y cual es su naturaleza... Que significan estas visiones y iluminaciones, en las cuales los que contemplan, encuentran tanta dulzura y consolación... Y que es esta misteriosa luz del Tabor, en cuyo brillo el Salvador apareció a los disciplinas elegidos, entre los profetas del Antiguo testamento...

Sobre esta luz de Tabor san Gregorio dice directamente: "La Deidad revelada a los discípulos sobre el monte." Y en este sentido atestigua todo el oficio de la Transfiguración (los versículos y el canon pertenecen a Juan y Cosme). Aquella era la Luz "insostenible y sin ocaso", la "aurora de la Deidad," la aparición de "carne en luz Divina." "la luz de Deidad inmaterial." Esta era la luz siempre existente... "Ahora fue visible para apóstoles la Deidad invisible, en la carne sobre el monte Tabor brillando"... Y he aquí, los ascetas de Athos y contempladores afirmaban, que también ellos en su experiencia se iluminan con la misma luz siempre existente, la misma gloria de Tabor... Alrededor de esta experiencia surge una larga y penosa discusión, sobre la naturaleza de la Epifanía de Tabor, y sobre el sentido de las visiones luminosas o portadoras de luz en la oración. Sobre la audacia de los ascetas de Athos muchos se tentaban, y en particular, gente de la cultura occidental, educados en el espíritu de entonces floreciente cultura escolástica, del occidente Romano, sobre todo, el espíritu de filosofía de Tomas de Aquino. Entre estos se destacaba Varlaam de Calabria, con el cual después Petrarca estudiaba el griego. Los contempladores de Athos les aprecian no solo simplones y inocentones, pero toscos supersticiosos, casi idolatras. Los disturbios que siguieron largos años, inquietaron a toda la Iglesia oriental. Se reunió una serie de Concilios, verdaderos y falsos... La discusión se resuelve con la explicación teológica de la experiencia iluminada de los contempladores de Tessalonica. En esto está la hazaña teológica de san Gregorio Palama de Tessalonica. Y por esta hazaña lo honra la Iglesia, recordándolo durante la segunda semana de la cuaresma.

San Gregorio nació al final del siglo 13, en una noble y cortesana familia. Una educación sistemática folosofico-literaria él une con severa prueba ascética. Muy joven se retira al Monte Santo, y con él simultáneamente se retiran al monasterio otros miembros de la familia. Actúa primero en Vatoped, después en monasterio de san Atanasio, y finalmente en un lugar solitario — adonde pasa 10 años en una hazaña de oración. Luego vuelve a la vid comunitaria y se ubica en un pequeño monasterio de san Savva, donde es ordenado sacerdote, "por orden Divina." Justamente en estos años de reflexión solitaria y contemplación, se forma su sistema teológico o enseñanza. Cuando estalla la discusión sobre la luz de Tabor, Gregorio, enseguida se hace dirigente de la parte ortodoxa. La lucha iba con éxito alternativo y san Gregorio tuvo que soportar el exilio, encarcelamiento y interdicción. En la mitad de la discusión él fue electo y puesto como arzobispo de Solun, pero no pudo inmediatamente ocupar la cátedra. En últimos años de su vida tuvo que sufrir cautiverio de los agarianos (Arabes). Murió en 1360 y ya durante el Concilio de 1468 fue exaltado a declarado como santo, tanto por sus hazañas teológicas, como también por milagros. El concilio de Constantinopla en 1351 ordena de confesar, bajo el peligro de interdicción, sobre la luz de Tabor: "Que esta Divina Luz no es ni criatura, ni esencia de Dios, pero es una gracia natural no creada, luminosidad y energía, eterna y indivisiblemente originada por la misma naturaleza Divina."... Y toda la enseñanza teológica de san Gregorio Palama es solo el desarrollo y explicación de esta definición, por él apuntada. Con esto, él firmemente se adhiere a la Tradición de los antiguos Padres, y en las mismas expresiones se adjunta exactamente a ellos. En la discusión hay dos partes: la cuestión sobre la experiencia misma, su valorosidad ascética y mística, y la cuestión de argumentación o comprobación teológica. Pero ambas partes son indivisibles. Es importante de recordar, que aquella discusión era vital y religiosa, y no solo una querella o disputa escolar entre teólogos de diferentes estilos y espíritu. Los adversarios de los "silenciosos" de Athos (o "isikastos" de isikia — silencio) afirmaban sobre la misma luz de Tabor, que era una cierta explosión de luz material y creada, pasajera y que pronto se apagó, cierto fantasma o solamente visión. Ya como puede ser visible materialmente la Divinidad, y como puede Ella revelarse tan directamente en el mundo de acá. Tanto mas, que todas las manifestaciones luminosas en la experiencia de los ascetas son solo visiones y a menudo falsas. Una comunión real con la vida Divina el hombre no alcanza en el hacer oratorio, aunque su propia naturaleza en esta prueba se perfeccionara. Detrás de esto esta puesto un sistema complicado y integro de premisas teológicas y filosóficas... San Gregorio y sus seguidores (palamitas) como respuesta desarrollan una enseñanza doble. En primer termino, sobre el sentido de la oración. Y sobre la diferencia en la Misma Deidad, "esencia" y "acción" (o "energía"). En ambos casos ellos firmemente son fieles y se sostienen en la Tradición. La oración no es solo un llamamiento de corazón y mente humana a Dios, sino, justamente, comunicación con El, cierta misteriosa comunión con Su gracia. Esta relación con Dios en oración es completamente real y verdadera. El alma misma durante la acción oratoria se transfigura. La oración es — permanecer ante Dios con la mente descubierta y corazón abierto. Por eso, precisamente, la oración es una acción temible, que exige esmero, vigilancia y sobriedad. En la oración existe realmente un peligro de caer en tentaciones y ilusiones. Hay que tener un instructor experimentado para practicar la oración de Jesús mentalmente. "La brisa de la luz es fina y pacifica, cuando Cristo entra en el corazón; y misteriosamente brillará en el espíritu" — tal es el limite y cumplimiento de la oración.

San Gregorio, de todas formas, afirma una realidad perfecta de la unión o relación con Dios, — se puede hablar sobre la presencia misma de Dios. Y, sin embargo, el borde que separa a la criatura del Creador, no se desplaza ni lo mas mínimo. La enseñanza de los palamitas sobre la oración recuerda la experiencia audaz del beato Simeón, y los testimonios mas tempranos de san Máximo, o san Gregorio de Nissa, o hasta de Origen... Que una comunicación muy sincera de almas que consultan con Dios, no contradice a la enseñanza básica de la Iglesia, sobre lo imposible de conocer a Dios y sobre lo mas allá de El. Ya que no en un mismo sentido Dios es inconcebible e incontactable, — y se da a conocer y contactar a los fieles... San Gregorio, usa la terminología de san Basilio el Grande, quien diferencia en la existencia Divina: "la naturaleza " y "la acción." Como decía san Basilio, "afirmamos que conocemos a nuestro Dios por sus acciones, pero no prometemos acercarnos a la misma esencia. Porque Sus acciones descienden hacia nosotros — Su esencia queda inalcanzable. Son muchas las acciones, pero la esencia es simple e indivisible."... Estas "acciones" o "energías" son ciertas fuerzas vivas — son esenciales y vivificadoras manifestaciones de la vida y existencia Divina. Esto es el Mismo Dios, — hasta donde El revela a Si mismo al mundo. Esto es la faz Divina, dirigida hacia el mundo creado... Pero la faz imaginada por nosotros — no aquello que vemos y como lo vemos... Sino justamente el existente y viviente mirada del Mismo Dios, con el cual El digna, vivifica y custodia a todo, - la mirada de la fuerza todopoderosa y amor máximo. En esto consiste el misterio de la "todapresencia" Divina, que (según la expresión de san Juan Chryssostomo) no entendemos del todo," y que coincide enteramente con la inaccesibilidad Divina. Dios es inaccesible en Su esencia y se manifiesta en Sus acciones... Los adversarios de los palamitas negaban la posibilidad y la legitimidad de semejante diferencion y limitación. Y por eso debían negar lo autentico de apariciones Divinas en la experiencia de la oración, y lo verídico del mismo contacto con Dios, para no caer en cierta mezcla panteistica de lo Divino y humano. Diciendo de otra manera, ellos explicaban la experiencia mística como mas del alma — encontraban en ella mas sentimientos y vivencias, que un verdadero hálito del Espíritu Divino... Al Gregorio Palama y los palamitos ellos acusaban de la disgregación de la Deidad, y que algo tercero se erige entre Dios y el mundo. Semejante acusación era vana. La "esencia" y "energía" se diferencian en Dios, pero no se separan. Todo lo contrario, en las acciones la sustancia aparece y se revela. La diferencia aquí esta solo en que las acciones son revelación de la voluntad Divina... Dios de una vez esta lejos y cerca. Y la creación, al mismo tiempo, es participante de sus acciones de gracia, - y por El vive, y se mueve, y existe, - y esta infinitamente lejos de El... La Luz de Tabor es justamente una preponderante de la acciones Divinas. Es un rayo de la Deidad, y un sustancial brillo de Dios Verbo. Y a través de la comunión con esta Luz, Dios Se comunica con las almas... Y cuando se ilumine el día en nuestro alma y en los corazones se elevara el sol, saldrá el verdadero hombre a su verdadera tarea, y guiado por la luz interior es conducido a ciertas eternas cimas de montes, para allí, en la luz Divina contemplar cosas Divinas. Esto no es un esfuerzo de imaginación. Sino un planeo por la fuerza del Espíritu, cierta "percepción" espiritual... Con la fuerza de estas "acciones" Divinas, o de la "gracia," el hombre sale de los limites de su existencia natural, para llegar a ser participantes de la naturaleza divina (2 Ped. 1:4)... Todo el sentido y finalidad de la teología de san Gregorio Palama es precisamente en fundamentar y afirmar lo verídico de la experiencia espiritual y de oración, — lo verídico y objetivo de aquella "deificación" o comunicación Divina, que alcanzan los santos y justos, - aquellos mansos quienes fue prometido que verán a Dios. La enseñanza de san Gregorio fue afirmada y fijada en los Concilios de Constantinopla, durante su vida y mas tarde — en particular en el Concilio de 1351. Desde entonces, esta afirmación sobre la luz de Tabor es una "parte de fe," a pesar de ser expresado solo en forma negativa, como una prohibición de permitir el carácter "animal" de la iluminación en Transfiguración. Y la iglesia afirma y hace recordar sobre esto en el oficio religioso mas que en la teología... "Que brille para nosotros pecadores Tu Luz siempre existente, por las oraciones de la Theotocos... Gloria a Ti, que das la Luz."...

Hijos y mercenarios. (Mf. 20:1-16).

El Senor hablaba al pueblo sobre el Reino de Dios mas a menudo en parábolas. Esta vez, El asemeja al Reino a una economía domestica. El propietario — es el Mismo Señor, el viñedo es la Iglesia, "que plantó la mano Divina." Nosotros somos trabajadores, que El manda a trabajar. Y es un honor y gran alegría que El nos considera dignos de servirlo, y trabajar con afano para El... Pero el Señor nos llama para algo mas grande y superior. No somos solamente Sus servidores, Sus esclavos. El Señor dice: "Ya no os llamare siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os les he dado a conocer" (Jn. 15:15). El Salvador diferencia claramente y hasta contrapone. El esclavo o servidor trabaja para su señor por simple obediencia, cumpliendo la orden o el encargo, y en su obediencia él esta limitado con los marcos de acuerdo u orden. El no conoce las metas reales o propósitos del señor. Pero nosotros, los cristianos, debemos elevarnos por encima de este nivel. La misma obediencia nuestra debe ser iluminada por un entendimiento superior. La voluntad de Dios nos es revelada. Debemos comprender y asimilar los objetivos y propósitos de nuestro Señor Celestial, captar la mente de Cristo y cumplir la obra de Dios, como nuestra propia. Ya que El nos llama ser no solo trabajadores, sino colaboradores de El (1 Cor. 3:9). El nos encarga de seguir y terminar Su obra, la obra de nuestra salvación y la salvación de nuestros hermanos, y de todo el mundo. Debemos entrar en el espíritu mismo y sentido de su dispensación de la salvación. Y nos he dado para eso una fuerza y poder, "potestad de ser hechos hijos d Dios" (Jn. 1:12). No somos mercenarios, que trabajan solo por el sueldo o recompensa, y están listos para discutir con el propietario sobre el precio justo. Para nosotros el Señor es mas que solo un Soberano. El es nuestro Padre. Y nosotros recibimos "el espíritu de adopción" (Rom. 8:15). Ya no somos esclavos y ya mas que solo amigos, tuvimos el honor de ser hijos del Altísimo y cercanos a Dios. Y por eso, el amor debe ser el principio motor de nuestro servicio y trabajo. Hasta el hijo prodigo, después de su vuelta, no fu privado de su filiación y no fue igualado a los asalariados y servidores... y mas todavía: somos miembros de Cristo en la iglesia, que es Su cuerpo. Su vida nos fue injertada por el Espíritu Santo, estamos revestidos en El, en nuestro nuevo nacimiento "con agua y Espíritu," en la pila bautismal. Su voluntad nos es revelada, Su vida nos es dada. No nos pertenecemos, sino a Cristo: no por sola obediencia, sino por amor. Cuan lejos esta todo esto de lo mercenario y de la esclavitud. Es el servicio en perfecta libertad... Y vamos a interrogarnos con humildad y sinceridad — de veras hamos vencido esta tentación mercenaria? No quedamos dentro de nosotros todavía esclavos? No estamos pensando demasiado sobre la retribución y recompensa? Y cuando buscamos el Reino de Dios, no será porque demasiado frecuentemente esperamos, que todo lo demás nos será adjuntado? Lo importante aquí no son los méritos. La fe verdadera esta unida inseparablemente con la humildad, y nadie de los fieles los cuenta, ya que no conoce ningún mérito propio. Al contrario, conoce su debilidad. El sabe, que no es posible ser absuelto por las obras de la ley. Y hasta, si cumplió en la realidad todo lo que ha sido ordenado, debe considerar a si mismo como un esclavo "siervos inútiles, pues hicimos lo que debíamos hacer" (Luc. 17:9-10), y no pretender de recibir el agradecimiento.

El sabe, que cumplir con todo no tendrá suficientes fuerzas, y que todo lo bueno que le fue dado para hacer, era un don superior, don de misericordia y gracia, y no su éxito propio. Solamente en la superstición y engaño propio, puede el hombre discutir con Dios sobre méritos y recompensas... Pero existe otra tentación mas peligrosa, tanto mas peligrosa, que muy a menudo, no solo no nos damos cuenta, sino hasta la tomamos por una virtud. No pensamos mayormente sobre nuestra fe desde el punto de vista de la utilidad, que ella trae para nosotros y otros? No medimos demasiado a menudo su veracidad con la medida de utilidad? No la justificamos en nuestros ojos y ajenos por sus aplicaciones vitales, y de la vida, — por lo que nos da, con que nos consuela y recompensa? Y nos parece que pensar de otra manera es imposible. Estamos tan acostumbrados de medir (probar) a la fe de Cristo a nuestra vida. Muchos de nosotros quedan en la Iglesia, y hasta vuelven a ella después de largo vagabundeo fuera de ella, porque encontraron para si en la fe cristiana la solución de sus dudas mentales, satisfacción en sus demandas mentales. Para ellos el cristianismo es, ante todo, la sabiduría las elevada o la filosofía. Para otros, en él lo mas importante es una enseñanza moral, el ejemplo mas alto y el camino de vida virtuosa. Otros encuentran en el Evangelio la llave del problema social, ejemplo de la sociedad justa sobre la base de servicio reciproco y amor fraterno. Otros mas, encuentran en el oficio Divino el modelo de una extraterrena e insuperable belleza. Hay otros, que recuerdan los hechos históricos del cristianismo, en general, o particularmente en la vida de su pueblo, y esto se une en su comprensión con la gloria, o con la fuerza de su patria. Y lo mas probable que la mayoría piensa así, o en forma parecida. La filosofía cristiana, la moral evangélica, el Evangelio social," la fe de los ancestros u ortodoxia familiar, la emotiva belleza de los oficios Divinos, la dulzura de los cánticos y la magnificencia de los templos, — será todo esto el todo cristianismo, y que es que nos falta mas? "Que mas me falta?" (Mat. 19:20).

Y nos confundiremos profundamente y hasta nos irritaremos, si nos dirán que todo esto, hasta tomado en conjunto, no solamente no es todo, sino justamente no es lo que se necesita. Realmente, demasiado a menudo, simplemente no entendemos que significa amar a Dios con todo corazón, con toda el alma, todo pensamiento. Y esto no es solo el mas alto, sino también el primer "mandamiento" tanto en la Ley, como en el Reino de la Gracia... Que significa y que exige de nosotros la Iglesia de Cristo? Quedamos pensativos y verificamos a nosotros mismos. Extrañamente, todo lo que apreciamos en el cristianismo, en nuestra experiencia se revela por Cristo Mismo. Se puede defender la fe de los ancestros y padres, y no poseer el espíritu de Cristo, vivir en odio fraternal y en insensibilidad. Se puede hacer la beneficencia y no conocer a Cristo viviente. Se puede hablar sobre los principios e ideas cristianas, y nunca encontrar en su camino personal a Cristo Salvador. Vivimos todos con fragmentos y trozos del cristianismo, o con fortuitas selecciones de él, pero de fragmentos y trozos nunca se forma la totalidad. Por eso preferimos hablar de cristianismo, u ortodoxia, de los testamentos del pasado y parecemos evitar hablar directamente de Cristo. Pero el verdadero cristianismo es justamente El y solo El Mismo. Y todo lo demás tiene sentido solo en El: y sabiduría, y moral, y virtud, y justicia, y belleza, y emoción, y amor a la patria. Esto es lo que la mayoría de nosotros, cristianos, completamente no perciben y no ven. No buscan el Mismo Salvador. Por eso están listos a salvar a cristianismo sobre los campos de sangrientas batallas, sueñan sobre la espada ortodoxa, juzgan a los que piensan diferente severamente y sin piedad. Y siempre se confunden y se indignan cuando el cristianismo suele no estar revestido de un brillo externo, gloria terrenal y fuerza, y no esta acompañado de éxitos externos. No significaría esto que nosotros buscamos, por sobre todo el premio, dádivas agregados terrenales al Reino de Dios, y para estos buscamos al Reino mismo? En cambio, quien encontró la perla preciosa, este no desea nada, no valora, no aprecia mas nada, sino olvida todo, entrega todo por esta única joya. Y entonces elige la parte mejor, que no le será quitada nunca, si él no se tienta por si mismo... Todo esto suena raro y severo. Pero en la Iglesia no hay caminos anchos y fáciles. No se puede quedar en la Iglesia a fuerza de obediencia sola. Es necesario además una hazaña personal y creativa, la construcción de su misma personalidad. Ser cristiano — significa vivir en Cristo, estar siempre ante El, amar a El con toda la fuerza de su agradecido y sacrificado amor. No amar mas a nada, hasta a lo que es digno de amor. Hasta los parientes pueden transformarse en enemigos del hombre en camino cristiano, si cubren de él al Salvador. El camino cristiano es el camino de total abdicación. Y nosotros todos no nos decidimos de abdicar hasta el fin. Hay demasiadas cosas de los valores mundanos, que tratamos de conservar. Nos quedamos cristianos solo hasta el punto, para que nuestra fe no socava a nuestro apegos mundanos, y al contrario los fortifique con su autoridad incondicional... Un tal "transigente" cristianismo resulta inevitablemente inactivo y sin fuerza. No se puede servir a dos señores... A la verdad hay que amar no porque es útil y consoladora. A Dios hay que creer no porque El proviene bienes vitales, y no para obtener de El, el bienestar del mundo. Hay que amar a El desinteresadamente y entonces en El se revelara tal plenitud de la vida, ante la cual palidecerán todos nuestros apegos de la vida... Solo entonces dejaremos de ser mercenarios. Y en el amor filial al Padre Celestial seremos dignos de alegría y vida eterna.

 

La tentacion de los discipulos.

(Jn. 13:12-30).

"De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar."... Que horrible premonición, completamente inesperada en el medio festivo de la Cena. El Señor estaba aquí en el medio de Sus elegidos discípulos, a los cuales El Mismo eligió (Jn. 15:6) para que ellos estuvieron siempre con El y para enviarlos para la prédica. El les explicaba los misterios del Reino (Mc. 4:11) y les encargaba dar la buena nueva sobre este Reino que se abrió, y para esto les invistió con el poder misterioso sobre los espíritus impuros (Mc. 3:14-15; Mt. 10:1; Lc. 6:13), aquel poder que siempre y mas claramente atestiguaba sobre Su dignidad mesiánica. Ellos estaban designados en la vida venidera sentarse en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (Mt. 19:27-29). Y he aquí, "uno de ellos," uno de Sus mas cercanos elegidos Lo traicionará, uno de ellos es diablo (Jn. 6:70). Que extraño y terrible es esto. Y se entienda la confusión y la perplejidad de los apóstoles, su congoja u desconcierto. Pero el Señor afirma: "la mano del que me entrega está conmigo en la mesa" (Lc. 22:21).

Nos extrañamos y turbamos también nosotros. Como podía encontrarse entre los Doce un adulador y traidor? Resolver a este oscuro misterio nos lleva no una vana curiosidad. La traición de un descipulos elegido no es solo un detalle casual en la historia de la Salvación. Es internamente vinculado con el misterio mismo de nuestra salvación. Es dudoso que la caída y traición de Judas Iscariota se puede explicar por su bajeza moral, ver en él simplemente a un hombre vicioso. A un hombre tal no había lugar en el concilio apostólico... Sobre Judas otrora cayó la elección del Salvador. Aparentemente en él había algo que justificaba la elección. El Salvador no podía equivocarse y hacer entrar a un malvado en el circulo estrecho de Sus discípulos de confianza. En la caída de Judas debemos ver no una simple inconsistencia moral, sino algún mas profundo y terrible pecado. Con esto no se justifica su traición, todo lo contrario, — se hace mas pesada su culpa. El traiciona a Cristo-Mesias como uno de Sus mas cercanos. El sabía, que Cristo es el Hijo del Bendito, y con este conocimiento lo entrega. Por esto él después se "arrepiente" y comete su propia condena de desesperación. Su traición es el pecado de infidelidad mesiánica, y de una falsa esperanza mesiánica. Y por eso no es solo su pecado personal, Judas no esta solitario en su traición. El entrega al Maestro a los legales potestades de su pueblo, sumosacerdotes y gobernadores. En su traición él obra de acuerdo con su pueblo, con el pueblo elegido por Dios, y con sus jefes reconocidos, con los sacerdotes del Templo y escribas, y interpretadores de la ley Divina. Aparentemente, él actúa según la ley, como "según nuestra ley deber morir," condenan al Salvador los prelados de aquel año y los ancianos de la gente. Judas cae no solo. Cae todo el pueblo y esta caída se afirma en el nombre de la ley. Los que traicionaban y condenaban a Jesús se imaginaban, que están sirviendo a Dios. Y en vista, que no sabían lo que hacían... Solo vinculado con la común infidelidad y ceguera del Israel se hace comprensible la traición singular del uno de los Doce. Judas siguió a Jesús, aparentemente, porque reconoció en El al prometido Redentor, Cristo Señor, que vino a salvar a Su pueblo, Israel, y reinar en la casa de Jacob por los siglos. Otros no reconocieron y se tentaban. Fatalmente, se tentó al final también el Judas. Evidentemente porque vaciló en su seguridad. No nos olvidemos, que en esta terrible noche "se tentaron" también todos los Doce. "Todos vosotros os escandalizareis de mi esta noche" les advirtió el Señor (Mt. 26:31). "He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejareis solo" (Jn. 16:32). Todos los discípulos , dejándole, huyeron (Mt. 26:56; Mc. 14:50), no tanto por el miedo, sino en confusión, no comprendiendo lo que estaba pasando. En verdad, Pedro y otro discípulo siguen a El al patio de los prelados , pero ahí Pedro reniega de El. Al Golgota sigue a Jesús solo uno de los discípulos, el mas amado. Al lado de la cruz están solo él y la Madre de Jesús, y otras mujeres, que Lo seguían desde Galilea. A ellos lleva y sostiene ahí mas bien la invencible fidelidad del amor, que la clarividencia de la fe. Sabemos, que a las mujeres también fue oculto el sentido de lo acontecido. Les preocupaba entonces el deber de untar el cuerpo del Maestro muerto. Ellas no dudaban de encontrar Su cuerpo en el sepulcro, y el sepulcro vació las asustó, de misma manera como sorprende a los dos apóstoles Pedro y Juan. Juan ve, y solo entonces cree. El misterio de la fe no fue revelado en la noche de sufrimientos, pero entonces también, lo que triunfaba sobre todo era el amor.

Que fue lo que confundía y tentaba a los Once? Que duda y tentación no aguantó Judas, "y no quiso entender"? Porque el Israel no reconoció, ni aceptó a Aquel Quien era su Gloria? Porque acá hay una pregunta, un misterio. A esta pregunta no es difícil de contestar. "Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo" (Luc. 24:19), no era parecido a aquel, como se lo representaban los judíos, prometido y esperado por ellos Liberador, Cristo del Señor. Y la buena nueva que El anunciaba, no era lo que ellos esperaban. Sus esperanzas no parecían sin fundamento. La imagen del Venidero ellos creaban y formaban a partir de escrituras, de la Palabra Divina, sus confianzas ellos sacaban de las predicciones proféticas. El Señor Mismo enviaba a lo incrédulos a las escrituras: porque ellas atestiguaban sobre El. Y les explicaba a ellos "comenzando desde Moisés, y de todos los profetas" como testimonio sobre El: la Ley, los salmos y los profetas... Eran los mismos libros y escrituras, que interpretaban los escribas y ancianos, y no sin base tenían esperanza de encontrar en ellos la vida eterna. Pero las interpretaciones eran distintas. Los escribas no encontraban en las Escrituras, lo que revelaba en ellas Jesús, no entendían, que ellas atestiguaban sobre El. Ellos encontraban ahí solo condenación para El. Su receptividad estaba obtusa, su visión espiritual ensombrecida. Sus ojos "estaban retenidos" y no veían. Esto era, mas bien ofuscación de la fe, que la caída de la moral. De nuevo preguntamos: en que estaba la raíz de la tentación? Porque la piedra, puesta para la salvación resultó para muchos la piedra de obstáculo y tentación?

El apóstol Pablo, fariseo, llamo a esta tentación: Tentación de la Cruz. Los Judíos esperaban y esperan "señales" (1 Cor. 1:22-23). Es posible, que les convencería un milagro: si Jesús hubiera bajado de la cruz, ellos, tal vez, Lo reconocerían como Cristo. "Los judíos piden señales" pero la señal no les será dada, salvo el signo discutible, inesperado e inquietante, salvo "la señal del profeta Jonás." La Cruz, o sea, humillación y sufrimiento en la comprensión de los escribas no coincidía con la dignidad del Mesías, el enviado del Todopoderoso Señor de la Gloria. En la imagen Justo Sufriente, predestinado por el profeta Isaias, ellos no pudieron reconocer a Mesías, no relacionaban a esta visión profética con el esperado Librador. Ellos esperaban al Reino d Dios visible y palpable, una liberación terrenal y gloria mundana de su pueblo, venganza a los enemigos, derrota de los avasalladores. Ellos esperaban y anhelaban una victoria terrenal, una grandeza terrenal, un bienestar mundano. Y por eso ellos rechazaron a Jesús. Este no era aquel que ellos esperaban. Este era un falso profeta. El Reino no de este mundo no les atraía, Su predica les aprecia una enseñanza peligrosa, perturbación de los pueblos. Y hasta los fieles discípulos del Salvador, que en el corazón no dudaban que Jesús es en verdad Cristo, con su mente no sabían contener a esta Revelación del corazón, y perplejos, no tenían fuerza de vencer a esta discordancia interna. "Nosotros esperábamos que El era el que había de redimir a Israel" (Luc. 24:21). Así fue hasta después de la Resurrección! Y hasta mas tarde los Once preguntan: "Señor, restauras el reino de Israel en este tiempo?" Hasta ellos, a quienes el Señor Resucitado revelaba los misterios del Reino (ver. 3), todavía esperan al Reino terrenal. Solamente el Espíritu Consolador iluminará y abrirá su mente.

En la traición de Judas se abre esta tentación común de razonamiento carnal, el anhelo de bienestar terrenal y la manifestación mundana de la fuerza y gloria Divina. En el mundo cristiano parecería, que no hay lugar para semejante tentación. La Iglesia vive con la victoria de la Cruz y en él ve la manifestación verdadera de la sabiduría y fuerzas Divinas (1 Cor. 1:23). Y, sin embargo, no en vano la Iglesia nos recuerda a Judas el traidor, y en los momentos solemnes de la vida eclesiástica, cuando "con temor de Dios, la fe y el amor" nos acercamos al "cáliz de la salvación" — "No te daré el beso como Judas"... Esto no es una simple retórica fuera de lugar en un momento tan solemne, sino un severo recordatorio y advertencia. Ya que a cada uno de nosotros nos amenaza la misma tentación de razonamiento carnal, que confundía pesadamente al judío del antiguo Testamento "en los días de carne" del Salvador, que enturbio la tranquilidad solemne de la Ultima Cena. Nosotros también somos los elegidos "linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios..." (1 Ped. 1:9). Por la fuerza de promesas bautismales somos — guerreros! De Cristo. Somos miembros del Cuerpo de Cristo — la Iglesia. Y esta terrible advertencia puede ser dirigida a nosotros también: "Uno de vosotros me va a entregar"?

Ocurren abiertos apostatas y traidores. Pero ahora no vamos hablar de ellos. Es mas peligrosa una apostasía secreta, a veces inconsciente, y una ciega infidelidad. Cuando caemos en pecados siempre traicionamos al Salvador, cuando a causa de nuestra debilidad y falsedad se denigra el nombre de Cristo entre los infieles y no creyentes, cuales concluyen que el cristianismo es sin fuerzas. Pero traicionamos a El mas todavía, cuando alteramos los mismos testamentos de El y a Su enseñanza, cuando los modificamos bajo la inducción de siempre el mismo razonamiento carnal. Nuestro corazón esta demasiado apegado a "este mundo" y tratamos siempre adecuar a la enseñanza y mandamientos de Cristo a las condiciones de esta mundo de tal manera que ellos no sacudan ni condenen nada en este mundo, para que podamos vivir como antes, y a pesar de esto nos consideramos cristianos. Nosotros juntamos para si del Evangelio todo lo fácil o lo que parece fácil, y en cambio, todo lo difícil declaramos no imprescindible, solo consejos, dirigidos a los de una perfección particular, olvidando, que según la palabra directa del Salvador, perfectos debemos ser todos. Estamos dispuestos a olvidar o ignorar el mandamiento sobre el amor a los enemigos, considerando a este mandamiento imposible o extemporario, ya que es necesario sin piedad odiar a los enemigos, si no personales, por lo menos los de la patria y los enemigos de la verdad, olvidando que el amor a los enemigos en el concepto del Salvador, es puesto como medida y prueba de un amor verdadero. Quisiéramos tener la salvación sin hazaña, y el cristianismo sin condenarnos. Evitamos el esfuerzo del pensamiento y comprensión de la enseñanza de la fe, bajo el protesto del peligro del extravío; evitamos de educar el corazón y la voluntad. Nos convencemos a nosotros mismos y a otros, que el cristianismo no prohibe las alegrías mundanas y éxitos, que en su amplitud, bendice a todo, y permite casi todo. Y no recordamos, que el Salvador no en vano hablaba del camino angosto. Estamos listos a reconciliarnos con todos y absolver a todo: la violencia, la crueldad, el amor propio, el orgullo, la injusticia, particularmente en la vid social. Y en este caso recordamos, habitualmente, que la Iglesia — "no es de este mundo," y por eso, no debe impedir a "este mundo" de vivir a su manera, no debe atreverse de intervenir en los asuntos del mundo. En otras palabras, debe reconciliarse con él y absolverlo. Nosotros valoramos y apreciamos en el cristianismo lo que justifica nuestro orgullo nacional, aumenta nuestra fuerza y gloria popular, y es útil para nuestros éxitos y bienestar en la vida. El cristianismo nos es caro, porque fue la fe de nuestros ancestros y es vinculado por muchos hilos con los dulces recuerdos de la antigüedad rusa. Sobre la natal ortodoxia hablamos mas a menudo que de la verdad de Cristo. Los adeptos de la perfección, que se vayan al desierto y no nos molesten de cubrir con las vestiduras cristianas los anhelos mundanos y sus metas. Ya que nosotros vivimos en el mundo y debemos vivir según la forma mundana. Pero que nos quede el nombre de cristianos.

Sin embargo, a pesar de todo, llaga la hora de la penitencia. Interroguemos a nosotros mismos si seguimos a Cristo, si predicamos Su buena nueva? Si no traicionamos a El con una fidelidad aparente a Sus mandamientos? Si no nos amenaza la tentación del Iscariotes? Revivamos para nosotros la verdadera imagen del Salvador, pongámonos ante Su rostro. Recordemos los verdaderos testamentos y mandamientos de la Santa y Apostólica Iglesia, la experiencia y enseñanza de hombres del espíritu y maestros. Y entonces, en verdadera humildad y vigilia del corazón, se descubrirá toda la astucia y inutilidad de nuestros artificios mundanos y autojustificaciones. Entonces comprenderemos que no hay nadie a quien ir además de Cristo Crucificado y no hay nadie mas que El para seguir. Porque solo El tiene palabras de la vida eterna. No serán entonces mas necesarios todos los valores de la vida de acá, ya que encontraremos a la perla preciosa. Tomemos nuestra cruz y vamos tras El.

 

La Hazaña y la Alegría.

La ermita de Optin no era el único hogar espiritual, tanto como la influencia del starez Paicio de Moldavia no era única, ni tampoco era decisiva. Ocurrían a veces las visitas misteriosas del Espíritu. De cualquier manera, el principio del siglo 19 esta marcado en la Iglesia Rusa por un intenso progreso espiritual. Sobre esto testifica la imagen profética del beato Serafín de Sarov, su hazaña, aliada con alegría pascual, su enseñanza. La imagen de la santidad manifestada de nuevo quedó largo rato incomprendida. En esta imagen se unen en forma maravillosa la hazaña y la alegría, pesadez de la lucha oratoria, y una claridad ya paradisiaca, imagen anticipada de la luz extraída no de acá. El starez débil y extenuado "indigente Serafín," con una inesperada osadía atestigua sobre los misterios del Espíritu. El era justamente mas testigo, que maestro. Y mas todavía: su imagen y toda su vida ya es manifestación del Espíritu. Hay una semejanza interna entre el beato Serafín y san Tíjon. Pero san Serafín mas hace recordar a los antiguos videntes de los misterios, como el beato Simeón mas que otros, con su llamado osado de buscar los dones del Espíritu Santo. San Serafín era muy instruido sobre los padres.

En su experiencia se renueva la tradición antigua de la búsqueda del Espíritu. La santidad del beato Serafín es al mismo tiempo antigua y nueva: "La verdadera meta de nuestra vida cristiana consiste en adquisición del Espíritu Santo de Dios." Y no hay otras metas y no puede haber, todo el resto debe ser solo el medio. Bajo el óleo insuficiente de la vírgenes nécias en la parábola evangélica, san Serafín entendía no las acciones buenas, sino, precisamente, la Gracia del Espíritu Santo. "Haciendo las obras de bien, estas vírgenes, por su insensatez espiritual, pensaban que todo lo que debe hacer un cristiano son las obras buenas... y si antes de esto han recibido la Gracia del Espíritu Divino no les importaba." Así con fuerza se antepone al moralismo — la espiritualidad. El sentido y el cumplimiento de la vida cristiana está en que el Espíritu entra en el alma humana y la transforma en el "templo de la Divinidad, en el claro aposento de alegría eterna." Todo esto son casi las palabras de san Simeón, ya que la experiencia es la misma (y no hay que suponer la influencia literaria)... El Espíritu se otorga, pero también se exige. Es indispensable la hazaña, captación. Y la gracia otorgada se revela en una cierta luz inexpresable (ver Motovilos sobre san Serafín).

San Serafín interiormente pertenece a la tradición bizantina. Y en él esta de nuevo se torna viviente del todo.

 

San Siluan de Athos.

El starez Siluan era humilde, pero su enseñanza era valerosa. Y esto no era valentía de una mente ávida de saber, ocupada de investigaciones y argumentos especulativas, sino la intrepidez de la seguridad espiritual. Así, según las palabras del starez, "los perfectos no dicen nada de ellos, sino solo, lo que el Espíritu les deja decir." San Siluan esta sin duda entre los perfectos. Esta "perfección" es el fruto de la humildad, que se puede alcanzar — y lo que es no menos importante, mantener y guardar — solo con un esfuerzo constante de auto-negacion y auto-abdicacion. Pero la autoabicacion — no es un esfuerza negativo, auto disminución, autonegacion, autohumillacion. Todo lo contrario, es un proceso de restablecimiento de verdadero uno mismo: y su comienzo es la fe y el amor. El hombre niega a si mismo por Cristo, por su gran amor a El; en este proceso hay una tendencia positiva, es siempre constructivo. Es, como decía san Serafín de Sarov, "la adquisición del Espíritu Santo." Aquí, realmente hay una tensión paradójica. La meta de búsquedas espirituales es alta y osada: consortium divinae naturae (participación de la naturaleza Divina), hacerse participantes de la naturaleza Divina (2 Ped. 1:4). De cualquier manera que se interprete este lugar sorprendente de las escrituras, él en forma clara y definida indica la meta final de toda la vida cristiana: vida eterna, vida en Cristo, "cocreactividad a Espíritu Santo." Los padres griegos hasta usaban una expresión tan audaz, como theosis "deificación." Pero el camino mas seguro para alcanzar a esto — es una decidida abdicación, olvido de si mismo, la recompensa reciben solo los humildes y mansos. Mas todavía, la misma humildad no es un logro humano, es siempre — un don de Dios, donado libremente, gratia gratis dada (gracia – don regalado). Toda la estructura de la vida espiritual en realidad es paradójica — las riquezas del Reino se dan solo a los pobres (en espíritu), y junto con la riqueza se da el poder. Los humildes no dicen nada por si mismos, pero cada vez, cuando en general están incitados a hablar, hablan con poder. No necesitan el poder para si mismos, sino para que por interseción de ellos se abra lo que viene desde arriba. En caso contrario, ellos deben guardar silencio. "pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas" (1 Jn. 2:20).

Las palabras del starez Siluan son simples; en ellas, en realidad, no hay nada para producir efecto, salvo su propia simplicidad. El no posee una particular "vocación" de desenmascarar. Habitualmente, él habla sobre casos comunes, y a pesar de esto, hablando de cosas comunes, él no estaba generalizando. No le molestaba hablar de sus vivencias intimas. El amor es el comienzo y el centro mismo de las orientaciones del cristiano. Pero a la "novedad" del amor cristiano muy a menudo no dirigen la atención y la menosprecian. Según las palabras de Cristo Mismo, el único amor verdadero — es el "amor a los enemigos." Y no es una indicación insistente, ni tampoco una libre elección. Es, mas bien, el primer criterio, indicio distintivo de un autentico Amor. Este punto de vista de misma manera insistente expresaba el ap. Pablo. El Señor nos amaba hasta cuando fuimos hostiles con El. La Cruz misma es un símbolo eterno y signo de tal Amor. Y los cristianos deben compartir el Amor redentor de su Señor. De otra manera es imposible de "mantenerse en Su Amor." El starez Siluan no solo hablaba de amor, él amaba. Con humildad y al mismo tiempo sin temor, él entregaba su vida a la oración por los enemigos, por el mundo que era lejano para él. Pero no teniendo una absoluta humildad, semejante oración es un intento dudoso y peligroso. Es fácil de sentir su amor, pero luego, él resulta vulnerado y contagiado por la vanidad y el orgullo. Es imposible de amar en forma perfecta, salvo con el amor de Cristo Mismo, que penetra en un corazón humilde y actúa en él. Es imposible ser santo, salvo sintiéndose "miserable pecador," quien sin duda necesita ayuda y perdón. Solo la gracia Divina lava a toda deshonra y sana a todo lo enfermizo. La gloria de los santos se manifiesta en su humildad, de misma manera que la gloria del Unigénito se manifiesta en la absoluta humillación de Su vida terrenal. El Amor Mismo se crucifica en el mundo.

En su ascensión espiritual el starez Siluan probó una experiencia triste "de la noche oscura," de total soledad y abandono. Pero en él nunca hubo taciturnidad ni abatimiento. El siempre fue quieto y tranquilo, siempre emitía la alegría. Esta era alegría en el Señor, completamente distinta de cualquier alegría mundana. Sabemos de su historia de la vida, que esta alegría fue adquirida con una larga y agotadora lucha, con una interminable "batalla invisible." Quedando solo, el hombre siente desesperación y soledad; la salvación esta solo en el Señor. El alma debe unirse a El. El hombre nunca quedará solo, si por si mismo no deja a Dios. Starez Siluan por experiencia conocía el miedo y peligros de la tinieblas externas. Pero también por experiencia conoció lo infinito del Amor Divino. El brilla hasta a través del abismo de pruebas, sufrimientos y el penar. Justamente porque Dios es el Amor.

Starez Siluan permanece en la tradición antigua, existente hace mucho. El no era el único hasta en su tiempo. En cada generación había muchos testigos de los Misterios del Reino de Dios. Nuestra desgracia es en que no los conocemos, no nos interesamos de sus testimonios. Estamos sumergidos en preocupaciones mundanas. La historia del starez Siluan — es un recordatorio oportuno para nuestra generación sobre el único bien que nunca nos será quitado y también una invitación a la peregrinación hacia la fe y la esperanza.

Notas.

Rev. G. Florovsky. Forewood// Arhim. Sophrony (Sakharov). The Image Staretz Siluan (1866-1938). The Fait Press, 1958. Esta edición - primera variante breve del libro, que se conoce ahora bajo el nombre "Starez Siluan." La edición de prot. Jorge Frorovsky. Starez Siluan, traduc. del ingles de Erofeeva// Alfa y Omega. 1998. N 1 (15). C. 122-4.

En el prefacio de 1958 para obras del starez ruso Siluan (+ 1938) con el cual él se encontró en Athos, y cuya foto estaba en su despacho, Florovsky expresó su admiración por el santo, que cumplía su hazaña de ascensión a través de total soledad exterior, por recibir al final la unción del Espíritu Santo, para comprensión de todas las cosas (! Jn. 2:20) en la sencillez el conocimiento, que Dios es amor, y que el Mismo Amor fue crucificado en el mundo.

Se imprime según la edición de Wiliams. La síntesis neopatristica de J. Florovsky// Florovsky: sacerdote, teólogo, filosofo. M. Progress, Cultura 1995. C. 318.

 

Folleto Misionero # S095k

Copyright © 2004 Holy Trinity Orthodox Mission

466 Foothill Blvd, Box 397, La Canada, Ca 91011

Editor: Obispo Alejandro (Mileant)

 

(florovsky_sermons_s.doc, 11-03-2004).