El Inicio

en la Ortodoxia

Parte II.

Traducido del ruso por Sergio V. Budnikov

y Matushka Elena de Amilachwari.

 

 

Contenido.

Las Horas Reales. Passia (Pasión). La oración de San Efrén de Siria. Nuestra ayuda al difunto. ¿Se puede oficiar el funeral por los difuntos de otra religión? Cómo se denominan los Santos. La bendición de los ramos: "Se bendice esta palma…" La Semana Clara. La fiesta de los santos de Rusia. Sobre el Ayuno. La confesión. "Regla" de la oración. Cómo orar cuando nos falta el tiempo? Qué debe memorizar el cristiano. "No temerás al miedo nocturno…" Biblia "protestante." ¿Por qué permite el Señor las enfermedades? La Cruz Pectoral. El rosario. Día onomástico, o día del santo.

Reglas para visitar los Monasterios.

¿Cómo ayudar al prójimo en su lecho de muerte? ¿Cuando llegará el fin del mundo?

Anexo. Espiritualidad y espiritualización.

 

 

Las Horas Reales.

Las Horas son cortos oficios eclesiásticos, establecidos por la Iglesia para conmemorar ciertos sucesos sagrados. Existe la primera, tercera, sexta y novena hora.

Las horas se ofician normalmente en el siguiente orden: La primera — al terminar la vigilia nocturna, después de maitines. La tercera y la sexta — inmediatamente antes de la Liturgia. La novena, según el Estatuto, debe leerse al comienzo de la vigilia nocturna, antes de la víspera, pero en muchos templos parroquiales no se oficia.

La base de oraciones de las Horas consiste de salmos (tres en cada uno) y también de los himnos del día correspondiente — cánticos y kondakios. Sin embargo, tres veces por año se ha establecido el orden ceremonial especial de las horas, que en los libros de oficios sagrados se denomina Horas Magnas y entre la gente — Reales. La denominación popular "Reales" proviene de una antigua tradición bizantina: El propio Emperador debía estar presente en estas Horas en la catedral, y para ello dejaba todos los asuntos estatales. Rusia tomó la tradición de la iglesia bizantina y nuestros príncipes y zares estrictamente seguían sus establecidas reglas.

Las horas Reales se ofician en vísperas de las fiestas de Navidad y Epifanía en los llamados días-vísperas (el anterior a la fiesta) el 6 y el 18 de enero, y se dedican a estos sucesos sagrados, y también en el Viernes Santo — por las Pasiones del Señor. Aparte de los salmos, en cada Hora

(todos ellos se ofician seguidos, desde el primero hasta el noveno) se lee la "paremia" — un fragmento del Antiguo Testamento, que contiene la profecía sobre el día correspondiente, el texto del Apóstol y del Evangelio. Además se cantan cánticos especiales. Si algunas de las vísperas de la fiesta cae un sábado o un domingo, las Horas Reales se mudan para el viernes precedente y entonces no hay liturgia este día.

Ahora no hay en Rusia zares, ortodoxos fieles, pero las horas Reales no dejan de serlo, debido a que en los templos está presente con su gracia, el Rey Celestial. No olvidemos las Horas Magnas, con ellas comienzan los festejos de Natividad, Epifanía y de Pascua.

Passia (Pasión).

El oficio ortodoxo mas tarde escrito, fue la "Passia" ("sufrimiento," pasión en griego) y fue compuesto a mediados del siglo XVII por el metropolitano de Kiev Pedro (Mogila), compositor de muchas formas litúrgicas. Las passias han sido inicialmente muy conocidas en las regiones sureñas de Rusia, pero en el principio del siglo XX, ya se oficiaban en todas partes. El orden de passia se oficia 4 veces por año (por el número de los Evangelistas), el segundo, tercero, cuarto y quinto domingo de la Cuaresma o Gran Ayuno, se oficia al atardecer. De acuerdo a su nombre, es evidente, que en estos oficios se rememoran los sufrimientos salvadores del Señor Jesucristo. Tras cada passia se leen las narraciones evangélicas respectivas: en la primera — Cap. 26-27 de San Mateo, en la segunda — Cap.14,15 de San Marcos, en la tercera — Cap. 22-23 de San Lucas y en la cuarta — Cap. 18-19 de San Juan. Según la tradición, los feligreses escuchan la lectura de los Evangelios parados y con las velas encendidas en las manos.

Aparte de ello, oímos en la passia durante el oficio del Viernes Santo(día de la muerte corporal del Señor) ciertos cantos que son muy conmovedores. Así, se ejecuta el versículo "Veníd, alabad a José memorable…" que se canta durante la veneración del Santo Sudario de Cristo, delante del cual, se postra y luego lo besa, el Viernes Santo; Antes de la lectura del Evangelio se oye el Proquimenon "Repartieron entre sí Mis vestidos, y sobre Mi ropa echaron suertes." Estas y otras oraciones nos elevan a la Gólgota, recordándonos una vez más la meta final de la Gran Ayuna: la co-crucifixión con Cristo.

En la passia, sin falta, se pronuncia el sermón en el cual se explica el significado de la Expiación. El rito antiguo de este oficio, no previó en añadir otras partes, pero la benevolencia popular agregó al Evangelio y al sermón un akátisto a la Cruz de Cristo o a las Pasiones del Señor, que normalmente se cantan no sólo por el coro, sino, también por todos los feligreses. No es extraño que la passia es tan amada por los cristianos ortodoxos rusos.

Es verdad que, en ciertos círculos, existe la opinión de que la passia es producto del catolicismo; sin base ninguna, vislumbran en ella una semejanza a las misas católicas de Bach para la Semana Santa (las conocidas "Pasión según San Mateo," "Pasiones según San Juan"). Por lo contrario, el metropolitano Pedro compuso una extensión de ella, como contrapeso a los pomposos oficios religiosos católicos por la causa de los cuales muchos aficionados a la solemnidad externa, aceptaban la "Unión" de la ortodoxia y el catolicismo.

El espíritu de passia es de carácter completamente ortodoxo: la casual similitud con los oficios católicos según la forma, esta disuelto en un profundo contenido moral y espiritual.

 

La oración de San Efrén de Siria.

Durante la Cuaresma, los feligreses continuamente leen esta oración. Desde el lunes hasta el viernes esta oración se pronuncia en cada oficio de iglesia.

La oración del Santo Efrén de Siria se pronuncia dos veces. Durante la primera lectura, se debe postrar tres veces, una vez después de cada versículo. Después hacer doce inclinaciones de cintura, pronunciando las palabras "Dios purifícame, un gran pecador!" Después, otra vez repetir la oración completa, y al final del tercer versículo se debe postrar una vez más.

Esta oración nos sirve para acordarnos de nuestros pecados y ayudar en el esfuerzo personal de toda persona que ayuna, con el objeto de liberarnos de ciertas dolencias espirituales, las cuales estorban nuestra comunicación con Dios, destruyen nuestra esencia interior, y nos alejan del prójimo.

¿Para qué inclinarse y postrarse? La iglesia nunca separaba el alma del cuerpo. El hombre desobedeció a Dios y al caer, debe renacer nuevamente. Nuestro cuerpo es santo hasta tal punto, que Dios "se hizo cuerpo" (carne).. La salvación y arrepentimiento — no son desprecio del cuerpo ni desatención del mismo, como afirman algunos, sino por lo contrario, restitución del cuerpo en su auténtica función - como templo del espíritu. El ascetismo cristiano — no es una lucha contra el cuerpo, sino por él. Por lo tanto, se arrepiente el hombre entero — el alma y el cuerpo. Las inclinaciones son signos de arrepentimiento y sumisión, obediencia y veneración a Dios.

Colores de las vestimentas de los oficios sagrados.

Aquel que presenció, aunque sea una sola vez, el oficio sagrado ortodoxo, con seguridad se había fijado de la belleza y solemnidad de las vestimentas. La diversidad de colores es una parte inseparable de la simbología litúrgica-eclesiástica y el medio de motivar los sentimientos de los feligreses. La gama cromática de las vestiduras abarca todos los colores del arco iris: rojo, amarillo, naranja, verde, azul celeste, azul marino, violeta; su conjunto — el blanco y el opuesto del último — el negro. Cada color se apropia a un determinado grupo de días festivos o de los ayunos.

El color blanco, que unifica en sí a todos los colores del arco iris, simboliza la luz Divina, no creada. En los vestidos blancos se oficia los días de las fiestas magnas de Natividad de Jesucristo, Epifanía, Ascensión, la Transfiguración, la Anunciación de la Virgen Santa y también en ellos comienza los Maitines de la Pascua de Resurrección.

El color rojo: siguiendo al blanco, continua los oficios de Pascua y sigue hasta Ascensión. Es símbolo del ardiente amor Divino hacia la especie humana. Pero también es el color de la sangre, por eso en las vestimentas rojas se celebran los oficios en honor de los mártires.

El amarillo (oro) y anaranjado son colores de la gloria, de la grandeza y de dignidad. Son propios para los días dominicales, días de Dios — Rey de Gloria, además en las vestimentas de oro la Iglesia celebra los días de Sus untados especiales — profetas, apóstoles y santos de alta jerarquía eclesiástica.

Verde es combinación del amarillo y del azul celeste. Está para los días de los santos justos y testifica, que la hazaña monástica vivificó al hombre a través de su unificación con Cristo (color amarillo) y lo eleva al cielo (azul celeste). Con el color verde de todos los tonos, según la antigua tradición, ofician en el Domingo de Ramos, el día de Santísima Trinidad (Pentecostés) y el Lunes del Espíritu Santo.

El azul celeste o el azul es el color de los Días de La Santísima Virgen. Es el color del cielo y corresponde a la enseñanza sobre La Madre de Dios, Quien llegó a contener al Habitante del Cielo en Su purísimo vientre.

El color violeta se asimiló para los días de la Cruz Divina. En este color se unieron el rojo, él de la Sangre de Cristo y de Resurrección y el azul que nos indica que La Cruz nos abrió el camino hacia el cielo.

El color negro o marrón oscuro esta más propio por su espíritu a los días de Cuaresma o Gran Ayuno. Es símbolo del renuncio del trajín terrenal, es el color del llanto y arrepentimiento.

 

Nuestra ayuda al difunto.

Ha muerto alguien de los allegados… Tarde o temprano todos topamos con este fenómeno misterioso de la muerte y cada persona decente, en la medida de sus fuerzas y posibilidades, trata de darle al difunto la última atención y acompañarlo debidamente en su último camino terrenal. Nos preocupamos por el suministro del ataúd, organización del entierro, preparación de la "comida de exequía." Pero a veces no nos damos cuenta de que ni el ataúd, ni la comida de exequía, no hacen falta al propio difunto. Desnudo sale el ser humano de vientre materno y vuelve desnudo al vientre de la tierra. Y sólo necesita de nosotros: la oración. Después de la muerte del cuerpo, Dios indica al alma el lugar donde debe permanecer hasta el día del Juicio Final — en el paraíso o en el infierno, dependiendo de cómo se ha vivido en la tierra. Los pedidos recordatorios, los oficios del trisaje fúnebre y las oraciones por los difuntos durante la liturgia ayudan mucho a las almas en el otro mundo.

En los relatos de la vida de los santos hay un relato sobre el justo Macario el Grande, quien oraba por todos los difuntos. El había visto una vez en el desierto un cráneo que por la fuerza de Dios le comunicó que los pecadores más empedernidos obtienen algunos alivios en sus sufrimientos gracias a las oraciones de él.

El deber primordial e ineludible de cada creyente es la organización del funeral de su difunto familiar. Se puede economizar en lo que sea, pero nunca en el oficio funeral. Este debe celebrarse el tercer día después de la muerte, no antes (el día de la defunción es el primero, aunque si ha sucedido apenas minutos antes de la medianoche). Es preferible celebrar el oficio funeral en la iglesia o en el cementerio. En casos extremos se puede celebrar el funeral sin el cuerpo presente del difunto.

Es muy importante entregar al difunto a la tierra. La cremación es un uso ajeno a la Ortodoxia, tomado de las culturas orientales. Aun si el difunto durante la vida indicó su voluntad de que su cuerpo este sometido al proceso de cremación, no es pecado de no cumplir su voluntad.

Al 9-o y al 40-o día después de la muerte, se debe encargar en la iglesia un oficio por el alma del difunto, por el perdón de sus pecados. Especialmente importante es el 40-o día, cuando sucede el juicio particular de Dios sobre el alma y se determina su destino hasta la Segunda Llegada de Cristo. La oración por el difunto será más efectiva si en los días recordatorios alguno de los parientes del difunto comulguen y reciban la Santa Eucaristía.

El oficio de trisaje fúnebre debe celebrarse también en el futuro: en el día de su cumpleaños, el día de su santo, y en la fecha de su muerte. Pasar notas memoriales se puede todos los días y también poner velas. No se debe ofender al difunto en el cementerio, tomando alcohol o derramándolo sobre la tumba. Es mejor prender una vela, orar, arreglar la tumba. En casa, durante la "comida de exequía," la gente rusa ingiere platos especiales de ayuna llamados: "kutiya" (arroz con miel o uvas pasas).

Si el difunto era muy creyente, no blasfemó la Iglesia ni a Dios, confesó sus pecados mortales, en la iglesia se encargan por él las oraciones recordatorios por largo tiempo — por 40 días, durante medio año o un año. En los monasterios se toman "eternos" recordatorios (hasta cuando se conserve el monasterio).

¿Se puede oficiar el funeral por los difuntos de otra religión?

Esta pregunta surge a menudo. Prestemos atención que la pregunta no es, si se puede orar por los difuntos de otra fe sino, si es permisible oficiar el trisaje fúnebre o los oficios por sus almas. Estas dos cuestiones se pueden distinguir claramente: orar simplemente por los difuntos cristianos de otras religiones, u oficiar por ellos un servicio eclesiástico.

Una oración particular, por un cristiano difunto de otra denominación religiosa no se prohíbe, se puede rezar por este cristiano leyendo los salmos ante el ataúd, dar limosnas en recuerdo de su alma. Pero el oficio de trisaje funeral o el oficio por su alma están compuestos con la certeza de que el difunto ha sido un miembro fiel de la Iglesia Ortodoxa.

Guardando la pureza de su enseñanza Ortodoxa y de todo el orden de la vida establecido por Dios, la Iglesia desde siempre prohibía a los obispos, cleros y laicos comunicarse o rezar no sólo en el templo sino, también en los hogares, con todos los herejes, apartados y excomulgados de la Iglesia. La seriedad con que la Iglesia resguardaba a sus hijos del peligro de contaminación de cualquier herejía se extendía hasta la prohibición del clero de oficiar una oración o celebración en presencia de los herejes. Estos establecimientos canónicos tienen por base la eterna palabra de Cristo: "Y si no oyere á ellos (si persiste en su herejía), dilo á la iglesia: y si no oyere á la iglesia, tenle por étnico y publicano" (Mt. 18:17). Estando fuera de la Iglesia en la vida, los herejes y apartados están más lejos de Ella después de su muerte, ya que entonces se les cierra la misma posibilidad del arrepentimiento y volver hacia la luz de la verdad.

Por lo tanto es muy natural que la Iglesia no puede brindar por ellos el "Sacrificio sin sangre" (Eucaristía) pidiendo clemencia, y ninguna oración en general. Esto está claramente prohibido en la palabra del Apóstol (1 Juan 5:16). Siguiendo a los testamentos de los Apóstoles y Santos Padres, la Iglesia ora sólo por paz de los cristianos ortodoxos, fallecidos en la fe y arrepentimiento, como miembros vivos del Cuerpo de Cristo. Entre estos pueden estar también los que, después de haberse separado, se habían arrepentido y vuelto nuevamente a la Iglesia.

Fiel en todo al Espíritu de la antigua Iglesia Universal, nuestra Iglesia Ortodoxa Rusa no sólo prohibía oficiar funerales a gente de otras religiones — católicos romanos, protestantes, armenios y otros — sino hasta oficiar por sus almas. Más por el sentimiento de piedad cristiana, había aceptado para ellos una excepción: en el caso que un cristiano de otra religión muera y, por falta de un sacerdote o pastor de su religión, se permite a un sacerdote ortodoxo, vestido en el felón, despedir el cuerpo del difunto hasta el cementerio y, con el canto de Trisagio acompañar el descenso de su ataúd a la tumba. La entrada del cuerpo del difunto de otra religión en la iglesia ortodoxa no se permite.

La amplitud del amor cristiano ortodoxo, en nombre del cual se permite a veces la oración en la iglesia por difuntos cristianos de cualquier confesión, no puede sin embargo extenderse hasta la desatención de la enseñanza de la fe ortodoxa, cuyo tesoro conserva por siglos nuestra Iglesia. De otra manera se borraría la faceta que distingue la Única Iglesia Auténtica de las otras, que se apartaron de la gracia de la unión con Ella.

La iglesia prohíbe rezar, en la iglesia, por los difuntos mahometanos, budistas, judíos y otros creyentes que no reconocen al Señor Jesucristo.

Cómo se denominan los Santos.

Las personas complacen a Dios por diversos caminos. El Padre Celestial reparte los talentos a cada cual en la medida correspondiente y recibe de cada uno su producto en Su gloria. La Iglesia glorifica a los santos de Dios en diversos grados.

Profetas — personas que han recibido de Dios el don de prever el futuro y han comunicado al mundo los caminos de Su Providencia. Los Profetas más venerados: Elías (su día el 2 de agosto), Juan Bautista (7 de julio, 11 de septiembre). Se conocen mujeres - profetas (por ejemplo la justa Ana (16 de febrero).

Apóstoles — discípulos de Cristo que Lo acompañaron en Su misión para el servicio a la gente y luego esparcieron Su enseñanza por todo el mundo. Los Apóstoles Pedro y Pablo (12 de julio) se denominan los supremos apóstoles.

Equi-Apóstoles— los Santos que, al igual que los Apóstoles, se esforzaron en convertir al cristianismo países y pueblos. Así, el santo bautista de la antigua Rusia, Gran Príncipe Vladimiro (28 de julio), la Gran Princesa Olga (24 de julio), Zar Constantino y Zarina Elena (3 de junio).

Jerarcas— patriarcas, metropolitanos, arzobispos y obispos, que llegaron a la santidad por la incansable dedicación a su rebaño, resguardo la Ortodoxia de las herejías y cismas. Entre la multitud de los santos, los más venerados por el pueblo ruso son: Nicolás de Myra de Licia (19 de diciembre, 22 de mayo), san Basilio el Grande, San Gregorio el Teólogo y San Juan Crisóstomo (los tres últimos se conmemoran el 12 de febrero), los jerarcas de Moscú Pedro, Alexis, Jonás, Felipe, Job, Germogeno y Tihon (los siete el 18 de octubre).

Beato — santos, venerados por su hazaña monástica. Por medio de la ayuna, oración y trabajo, desarrollaban en sus almas grandes cualidades de bondad: humildad, castidad y mansedumbre. Casi todos los monasterios están glorificados por un santo venerado, que complació a Dios. En Rusia es muy querido el beato San Sergio de Radonezh (18 de julio, 8 de octubre) y el beato San Serafím de Saróv (15 de enero, 1 de agosto). Entre la mujeres beatas, una de las más conocidas es Santa María de Egipto (14 de abril).

Mártires — la mayoría de los Santos, han sufrido torturas y muerte de mártir en nombre de Cristo, por la verdadera fe, negando a venerar a los ídolos. Los que han sufrido el martirio muy cruel son llamados "gran mártires." Entre ellos están: Gran mártir y médico Pantaleón (9 de agosto), Gran mártir y Victorioso San Jorge (6 de mayo), Gran mártir Santa Bárbara (17 de diciembre), Gran mártir Santa Catalina (7 de diciembre).

Mártires-sacerdotes, recibieron la muerte en el hábito sacerdotal, y los mártires beatos — en el hábito monástico.

Los confesores son los santos, denominados en la Iglesia por mucho sufrimiento en Nombre de Cristo, pero que evitaron la muerte del martirio.

Los santos fieles en la fe — los Zares y príncipes que habían usado su poder y riquezas para las obras de beneficencia, ilustración, conservación de santuarios y objetos sagrados. Entre ellos: Alejandro de Neva (12 de septiembre, 6 de diciembre), Dimitrio de Don (1 de junio).

Los necios por Cristo — que por propia voluntad tomaban la apariencia de dementes y conformidad ante la burla y el maltrato de parte de los circundantes, ellos acusaban los pecados de la gente, persuadían a los poderosos, consolaban a los que sufrían. Entre ellos: Xenia de San Petersburgo (6 de febrero).

Los santos muy sufridos. Especialmente se veneraban en Rusia los santos mártires, que perecieron resignados a mano de bandidos y malhechores. Los primeros de ellos en Rusia fueron los Santos príncipes Boris y Gleb (6 de agosto), Tzar Nicolás II y su familia (Julio 17).

Los santos altruistas y curadores — tenían el don de cura y lo usaban para curar a los enfermos desinteresadamente. Los santos son: Kosmas y Damiános.

Ángeles — espíritus sin cuerpo, servidores de Dios, anunciadores de Su Voluntad. El Mayor de ellos en el Mundo Angelical es Arcángel Miguel (21 de noviembre).

Los Santos que no entran en ninguna de estas categorías son venerados como santos justos. Así denomina la Iglesia a los Santos Joaquín y Ana (22 de septiembre), Sacaría e Isabel (8 de julio), el justo padre san Juan de Kronshtadt (2 de enero).

La bendición de los ramos: "Se bendice esta palma…"

En la tarde sabatina, en vísperas de la fiesta de Entrada del Señor a Jerusalén, se transforman todos los templos ortodoxos. Los feligreses, que afluyen masivamente al oficio, portan flores y ramas de palmas o de sauce y las iglesias comienzan parecer a floridos campos. ¿De dónde viene esta bellísima costumbre y cuál es su significado espiritual?

El Señor Jesucristo entró a la Ciudad Santa unos días antes de Su martirio y muerte. Aquí concluyó El Su servicio en el campo de Mesías. El pueblo judío, elegido por Dios en el Antiguo Testamento, debía recibir del Mismo Cristo el testimonio de Su Dignidad Divina. Y así entra El Señor a Jerusalén, acompañado por multitudes de gente.

Sintiendo la magnificencia de lo que sucedía, que desbordaba los corazones, exclamaban Hosanna a Cristo, cubriendo Su camino con ramas verdes de palma. Desde siempre se recibían con tanta solemnidad los reyes y los grandes conquistadores y ahora se expresaba de este modo el anhelo milenario de los judíos por la llegada del Rey terrenal que restablecerá el trono de David. El pueblo no estaba en capacidad de concebir que el Reino de Cristo no era de este mundo. Desde entonces han pasado dos mil años. Mas todos los años, como los habitantes de Jerusalén, llegamos nosotros a recibir a Cristo en nuestras iglesias con las ramas de árboles (vaiya, en eslavo). En Rusia no se dan las palmas, ni siquiera los otros árboles florecen aún por el frío de la temporada, solo el sauce se cubre con delicados capullos de peluche. El sauce es el símbolo de la primavera, de renacimiento espiritual propio de esta época del año. El sauce guarda las hojas pero aún no las muestra, haciendo comprender con ello que nuestro júbilo por la Entrada del Señor no es completo, sino guarda en sí los inicios de la magna alegría de Pascua. La bendición de los sauces sucede durante el oficio festivo de vigilia nocturna. Luego de la lectura del Evangelio los sacerdotes inciensan a los sauces con aromático humo, leen la oración y rocían las ramas con el agua bendita. Normalmente el rociamiento bendito se repite en el mismo día de la fiesta, después de liturgia. Los llevan a sus casa los sauces bendecidos donde se conservan piadosamente como el signo de la Gracia Divina, hasta el año siguiente. Después las ramas se queman, sustituyéndolas por nuevas, o preparan con ellas unas almohadillas que colocan en el ataúd bajo la cabeza de un difunto.

La fiesta de la Entrada del Señor a Jerusalén separa la Cuaresma de cuarenta días de la Semana Santa, reforzándonos ante los días de Pasiones de Cristo. Llevemos pues al templo para el solemne oficio de fiesta las palmas y flores vivas para oír las palabras alegres: "Se bendicen los sauces estos, con la Gracia del Espíritu Santo, con rociamiento del Agua Bendita en Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen."

La Semana Clara.

El pueblo ruso celebra como antes el día de la Pascua. A pesar de la propaganda comunista atea por muchos años, miles de personas se reúnen en la noche de Resurrección de Cristo en las iglesias ortodoxas y traen para bendecir la comida pascual. Los corazones rusos responden a la inmensa alegría, renovación, ilustración que lleva en sí la más grande de las fiestas ortodoxas. Pero para la mayoría de la gente, inmediatamente después del primer día de Pascua, — vuelve a la vida cotidiana y cesa para ellos la festividad, mientras que ésta dura en realidad mucho más. La festividad pascual es tan grande, que no se puede festejar solamente un día.

El Señor ha permanecido en la tierra después de Su Resurrección 40 días. Todo este tiempo los oficios sagrados de la Iglesia Ortodoxa nos regresan a la noche de la Santa Pascua. "¡Cristo resucitó!" — nos saludamos uno al otro y besándonos tres veces. Especialmente es tan solemne, alegre y magnífica la primer semana después de la Pascua, que se denomina Clara.

En la Semana Clara, "todo y en todo" esta Cristo, El Cristo Resucitado. Ha terminado la cuaresma, tiempo de lagrimas y dolor, todo el mundo está alegre y glorifica al Señor.

Diariamente por la mañana, al terminar la Liturgia se hacen procesiones, que simbolizan a las mujeres-Miróforas que fueron a la tumba de Cristo. Los feligreses van con velas encendidas.

Todos los oficios sagrados en la Semana Clara se celebran con la Puerta Real abierta y así cada uno de nosotros puede observar la celebración sagrada sacerdotal en todos sus detalles. Las Puertas Reales abiertas son la imagen del Ataúd del Señor donde el Ángel apartó la piedra que cerraba el paso. En esta Semana Santa Clara no existe el ayuno el miércoles y el viernes, pero hay que ser moderado en la comida para evitar la gula, algo que puede suceder fácilmente después de la larga cuaresma.

El viernes de la Semana Clara se rememora el icono de La Madre de Dios "El Manantial Vivificante" y después de liturgia se bendice el agua. Al día siguiente, el Sábado Claro, se reparte entre los feligreses el artos. En la Semana Clara no se celebran bodas, ni oraciones por los difuntos. Se celebran los entierros de los difuntos, pero consisten más de la mitad en himnos de Pascua.

La Resurrección de Cristo es la piedra angular de la fe ortodoxa. El apóstol Pablo dice: "Si Cristo no ha resucitado, es vana nuestra predicación, es vana nuestra fe" La alegría de la noche de Pascua — es la entrada al Reino Celestial de Dios, principio de la eterna alegría del paraíso. ¡Cuán felices han sido los Santos, como Serafín de Saróv quién se dignó de mantener siempre en el alma el recuerdo de la Resurrección y saludaba a toda persona que lo visitaba con las palabras: "Mi alegría! ¡Cristo resucitó!"

La fiesta de los santos de Rusia.

El segundo domingo después del día de Santa Trinidad es la fiesta Patronal de la tierra Rusa. En este día la Iglesia Ortodoxa glorifica al gran coro de los santos — complacientes de Dios que cumplían sus hazañas en las anchuras rusas.

Ningún otro país ha dado al mundo tantos Santos. Todos ellos, — aquellos que desde la antigüedad son venerados por la gente rusa y cuya ayuda y defensa fue solicitada por ésta, y aquellos, de quién ya nunca sabremos siquiera sus nombres, — están ligados con la tierra rusa con los indestructibles lazos de oración.

Glorificamos pues en este día al bautista de Rusia Gran príncipe equi-Apostólico Vladimiro y a su abuela Gran princesa equi-Apostólica Olga, que abrieron en nuestra Patria la luz de la verdadera fe. Veneremos a los Santos mártires príncipes Boris y Gleb, Santos fieles en fe Alejandro de Nevá y Dimitri del río Don, que han dado sus vidas por sus prójimos amigos y a los Santos Padres y confesores — desde el primer metropolitano de Kiev Miguel hasta Santo Padre Tihon, patriarca de Moscú, que guardaban su rebaño de toda Rusia de las cismas y sectas, herejías y tentaciones. Acudamos en la oración a los padres espirituales de la tierra rusa — desde Antonio de Kievo-Pechersk hasta Santo Juan de Kronshtadt.. A ellos se ha sumado el incontable coro de nuevos mártires de Rusia, incluyendo a la familia de Zar. Inclinemos piadosamente ante los cientos de miles de nuevos mártires de la tierra rusa, que en los últimos años crueles no han abandonado la fe y la Iglesia.

Príncipes y monjes, obispos y beatos, guerreros y Santas mujeres defienden desde hace siglos a nuestra tierra en los tiempos mas crueles. En su tiempo, por la oración del Santo justo Sergio de Radonezh, Rusia quebró a los tártaros en la llanura de Kulikovo. Con la hazaña del confesor santo Metropolitano Hermogen, se salvó Rusia de los usurpadores polacos. Cuando toda Europa cayó a los pies de Napoleón, Santo Serafín de Saróv por medio de la oración, salvó nuestra tierra natal.

Y hoy, cuando a muchos les parece que llegó el fin de la Santa Rusia, se mantiene Ella, a pesar del mal, por las oraciones de Sus Santos. El jerarca Vassián (Piatnizki) pronunció en la Semana de los Santos Rusos las siguientes palabras: "¿Si es que ya se elevó sobre nosotros la mortal espada de Dios y Su ira, como el fuego que abrasa y está a punto de caer sobre la tierra Rusa? ¿Entonces que? Entonces creemos...! — que todos los Santos Rusos se presentarán ante el Juez, severo y justo para suplicarle por nosotros. ¡Cuántos omofórios de los Santos Padres y Jerarcas se extenderán encima de la tierra rusa! ¡Cuántos escudos guerreros principescos la protegerán! ¡Cuántos pobres mantos de los beatos monjes, cuántos cuerpos desnudos de los bienaventurados necios por Cristo se eleven por ella! ¿Podemos acaso pensar siquiera que los santos parientes nuestros santos y compatriotas olvidarán la tierra natal, su Iglesia?"

Todos los Santos de nuestra tierra, ¡Oran a Dios por nosotros!

Sobre el Ayuno.

La Iglesia de Cristo enseña a sus hijos llevar una vida moderada, distinguiendo especialmente los días y los períodos de abstención obligatoria, ayunos.

Cumplían la ayuna los santos del Antiguo Testamento, ayunaba también nuestro Señor Jesucristo (Mat. 4).

Los días de abstención de cierta comida en cada semana, excepto las "semanas continuas," son los miércoles y viernes. El ayuno del miércoles ha sido establecido en memoria de la traición de Cristo por Judas, y del viernes — por el sufrimiento del Salvador en la cruz y Su muerte. En estos días está prohibida la comida de carne, leche, huevos, pescado, y hasta Navidad de Jesucristo los miércoles y viernes se debe abstenerse de pescado y aceite vegetal. (según el estatuto, desde el domingo de Apóstol Tomás hasta la fiesta de la Santa Trinidad se permite comer pescado y aceite vegetal).

Son cuatro los ayunos prolongados por muchos días. El más largo y rígido es el Gran Ayuno que dura siete semanas antes de la Pascua y las semanas más rígidas son la Primera y la última, la Semana Santa de Pasión. Este ayuno ha sido establecido en memoria del ayuno de 40 días del Salvador en el desierto, más la Semana Santa.

De acuerdo a su rigidez, el ayuno mas cercano al Ayuno Grande es el Ayuno de la Dormición de la Madre de Dios, pero es más corto: desde 14 hasta el 27 de agosto. Mediante este ayuno la Santa Iglesia venera a la Santísima Virgen, Quien ante Dios, reza constantemente por nosotros. En estos rígidos ayunos se puede comer pescado sólo tres veces: Anunciación a la Virgen Santísima (7 de abril), Entrada del Señor a Jerusalén (una semana antes de la Pascua) y Transfiguración del Señor (19 de agosto).

El Ayuno Navideño dura 40 días, desde el 28 de noviembre hasta el 6 de enero. Se permite comer pescado excepto los días lunes, miércoles y viernes. Después del día de San Nicolás (19 de diciembre) se puede comer pescado sólo los días sábados y domingos, mas los días desde el 2 hasta 6 de enero se debe guardar la completa rigidez.

El cuarto Ayuno, es de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, comienza desde la Semana de Todos Los Santos y termina para el día de la memoria de los supremos Apóstoles Pedro y Pablo, el 12 de julio. Lo referente a la comida durante este Ayuno según el Estatuto, es el mismo como en el primer período del Ayuno Navideño.

Los días del Ayuno rígido son: el día de la Víspera de Epifanía (18 de enero), Decapitación del Profeta y Precursor San Juan Bautista (11 de septiembre) y Elevación y Veneración de la Cruz del Señor (27 septiembre).

La rigidez en la comida durante el ayuno se ablanda para los enfermos, los que tienen trabajos pesados, las mujeres encintas y lactantes — es para que el embarazo no causara fuerte decaimiento de fuerza y el cristiano tuviera la necesaria fuerza para su oración y labor. Pero el Ayuno (abstención) debe ser no sólo corporal sino también espiritual. "Se equivoca aquel, quien considera que el Ayuno consiste sólo en la abstención de la comida. El ayuno auténtico, — nos enseña el Santo Padre Juan Crisóstomo, — es el alejamiento del mal, dominio de la lengua, separación de la ira, apaciguamiento de las pasiones, abstención de la calumnia, de la mentira y del perjurio."

El cuerpo que ayuna y no se recarga de la comida, se hace ligero y se refuerza para recibir los dones de gracia. El ayuno controla los deseos de la carne, ablanda el carácter, el mal genio, las malas costumbres, oprime la irritación, retiene los arranques del corazón, vigoriza la razón, trae paz al alma, aleja del libertinaje, abuso y aleja la incontinencia. Ayunando propiciamente — como dice el Santo Basilio el Grande, — alejándonos de todo pecado, nosotros cumplimos con el devoto deber de un cristiano ortodoxo.

La confesión.

¿Qué hacer cuando la conciencia tortura a la persona? ¿Que hacer, cuando el alma se llena de angustia?

La Iglesia Ortodoxa aconseja confesarse. La confesión es la denuncia del pecado, es la decisión de no repetirlo más.

Nosotros pecamos contra Dios, contra el prójimo, contra nosotros mismos. Pecamos con los hechos, con palabras, hasta con los pensamientos. Pecamos por inducción del diablo, por influencia del mundo circundante, por propia mala voluntad. "No hay hombre que viva sobre la tierra y no peque" — se dice en la oración por los difuntos. Pero tampoco hay un pecado que no sería perdonado por Dios por medio de la confesión. Para la salvación de los pecadores Dios se hizo hombre, ha sido crucificado y resucitó de los muertos. Los Santos Padres comparan la misericordia de Dios con el mar que apaga la más fuerte llama de iniquidades de los humanos.

En los templos ortodoxos la confesión se permite todos los días. En forma visible la recibe el sacerdote, en la forma invisible — Propio Señor, que ha dado a los pastores de la Iglesia el poder de perdonar los pecados. "Señor y Dios nuestro Jesucristo, por la gracia y generosidad de Su amor al hombre, que te perdone, (nombre del feligrés), todos tus pecados, y yo, indigno sacerdote, por Su poder a mi concedido, te perdono y te libero de todos tus pecados…" — esta es la oración del sacerdote. En la confesión no hay que justificarse, quejarse de las condiciones cotidianas, enmascarar los pecados con frases nubladas como "he pecado contra el sexto mandamiento," charlar sobre temas ajenos. Hay que explicar sin sentimiento de vergüenza, (vergonzoso es el pecar, ¡no el confesar!), todo en lo que nos reprocha nuestra conciencia y las palabras evangélicas. En ningún caso se puede esconder, callar nada: el pecado se puede esconder del sacerdote, más no de Dios Omnisapiente.

La Iglesia califica como pecados graves, "mortales": homicidio, aborto, golpiza, infidelidad conyugal, fornicar y desviaciones sexuales, robo, blasfemia, odio al prójimo que llega a la maldición, hechicería y predicción, demanda de los servicios de percepción extra sensorial, curanderos y astrólogos, alcoholismo, fumar, narcóticos.

Mas también los pecados menos graves dañan al hombre, constituyen una barrera en el camino al Reino Celestial. Las "inocentes" mentiras, grocerías, maldición pueden condenar al infierno.

Si en la confesión de algún pecado estamos firmemente decididos a seguir cometiéndolo, la confesión no tiene razón de ser. No se puede iniciar el sacramento en el estado de rencilla o arraigada enemistad con el prójimo, según Palabra de Cristo: "Si traes tu dádiva al altar y aquí recuerdas que tu hermano tiene algo en contra tuya, deja tu dádiva ante el altar y vaya hacer paces con tu hermano" (Mat. 5:24). Si este prójimo ya murió, hay que rezar por su alma fervorosamente.

En ciertos casos el sacerdote indica al quien se confiesa una penitencia — en cierta forma una cura espiritual dirigida hacia la extirpación del pecado. Pueden ser inclinaciones, lectura de kanon o akátisto, una ayuna severa, peregrinación al lugar Santo, — dependiendo de las fuerzas y posibilidades de aquel que se confesa. La penitencia debe cumplirse sin falta y sólo el sacerdote que la impuso, puede quitar la sanción.

Actualmente existe una práctica nueva llamada "confesión en grupo" que consiste en que el sacerdote enfrente de los feligreses nombra por si mismo los pecados más comunes y después lee a los que se confiesan la oración absolutoria. A esta forma de confesión pueden acudir sólo los que no tienen sobre su conciencia los pecados "mortales," pero los cristianos de conciencia honesta, necesitan de vez en cuando verificar el estado de su alma a través de una confesión individual, por lo menos cada mes.

El hombre es responsable por sus pecados desde los siete años de su edad.

El que se bautizó en una edad madura, no tiene la necesidad confesar lo referente a su vida previa al Bautismo.

"Regla" de la oración.

El ayuno y la oración son la base de la vida de un cristiano ortodoxo. El jerarca Filaret de Moscú decía: "existe una conversación del alma con Dios." Pues al igual que en una conversación no se puede escuchar siempre a una sola persona, así en la oración es bueno hacer una pausa y escuchar la respuesta del Señor a nuestra súplica.

La Iglesia ora diariamente "por todos y por todo," y ha establecido para cada uno la regla personal, individual de la oración. La composición de esta regla depende de la madurez espiritual, condiciones de la vida y posibilidades de cada uno. El "Libro de las oraciones" o "Devocionario" nos brinda oraciones matutinas y vespertinas, accesibles para todos. Son dirigidas al Señor, a la Madre de Dios, al Ángel Guardián. Con la bendición del padre espiritual, puede incluirse en la regla particular, las oraciones a los Santos escogidos. Si no existe la posibilidad de orar en la mañana delante de los iconos, en una condición tranquila, pues siempre es mejor decir los rezos por el camino que dejar de hacerlo en general. En todo caso, no se debe desayunar antes de decir el "Padre nuestro."

Si la persona está enferma o muy cansada, la regla vespertina puede cumplirse no inmediatamente antes de acostarse, sino un rato antes, y al acostarse se debe leer sólo la oración del santo justo Juan Damasceno: "Soberano, Amador del hombre…" y las siguientes.

Un componente muy importante de la oración matutina es la lectura del recordatorio. Se debe infaliblemente rezar por la paz y la salud del Santísimo Metropolitano, del jerarca dirigente, padre espiritual, los padres de uno, los parientes, los padrinos y apadrinados y de todos ligados.

Si alguien no puede hacer las paces con otra persona, aún no siendo culpable, debe recordar en su oración a la persona que odia y desearle el bien sinceramente.

En la regla personal de muchos ortodoxos, entra la lectura del Evangelio y del Salterio. Así, los monjes del monasterio de Optina aconsejaban a muchos para leer durante el día un Capítulo del Evangelio, según la secuencia, y dos Capítulos de las epístolas apostólicas; en ello, los últimos siete Capítulos del Apocalipsis se leían uno cada día. Entonces la lectura del Evangelio y de las epístolas apostólicas se terminaba al mismo tiempo y se comenzaba el nuevo ciclo de lectura.

La regla de la oración la establece el mismo libro de oraciones y la confirma (tanto la propia regla, como cualquier cambio) — el padre espiritual. Una regla establecida una vez, se hace una especie de Ley y su trasgresión debe considerarse como extraordinaria, de la cual se debe decir al padre espiritual.

El objeto principal de la regla de la oración es — entonar el alma del cristiano para una comunicación viva con Dios, despertar en él, pensamientos de confesión, purificación del corazón y de la iniquidad pecadora.

Por esta razón, nosotros cumpliendo escrupulosamente lo indicado, aprendemos, según las palabras del Apóstol: "orar en todo tiempo con espíritu y alma, con toda perseverancia y súplica a todos los Santos…" (Ef. 6, 18).

Cómo orar cuando nos falta el tiempo?

¿Con qué palabras orar? ¿Que es lo que deben hacer aquellas persona que no poseen suficiente memoria, quien por escasa instrucción no habían aprendido las oraciones principales y, por fin, quien llanamente no dispone del tiempo para pararse delante de los iconos y leer las oraciones matutinas y vespertinas indicadas?

Esta pregunta está solucionada en las indicaciones del gran "anciano" Serafím de Saróv.

Muchos de los visitantes del anciano monje le confesaban que oraban poco, que ni siquiera leen completas las oraciones matutinas y vespertinas.

San Serafín había establecido para estas personas una regla de fácil cumplimiento: "Al despertar, cada cristiano que lea delante de los santos iconos la oración de "Padre nuestro" tres veces seguido, en honor de la Santa Trinidad. Luego, el canto a la Virgen "Alégrate, Virgen María…" también tres veces. Y después Credo: "Creo en un solo Dios…" una vez. Al cumplir esta regla, todo ortodoxo se dedica a sus quehaceres para los que esté puesto o que profese. Y durante el trabajo, sea en casa o por el camino, a donde sea, lee quedamente "Señor Jesucristo, ten piedad de mi, pecador" (o pecadora), y en caso de estar rodeado por otra gente, que siga su trabajo y diga con el pensamiento solo "Señor, ten piedad," y así hasta el mediodía. Inmediatamente antes del almuerzo que repita la norma matutina. Después de almorzar y haciendo su trabajo, cada cristiano que lea igualmente quedo "Santísima Virgen, salva a mi pecador." Yendo a dormir, todo cristiano que lea otra vez según la regla matutina, o sea: tres veces "Padre nuestro," tres veces "Alégrate, Virgen María…" y una vez Credo.

San Serafín explicaba que ateniéndose a esta pequeña norma, se puede lograr la medida de la perfección cristiana ya que éstas tres oraciones son la base del cristianismo. La primera, como la oración dada por El Propio Señor, es el ejemplo de todas las oraciones. La segunda ha sido traída del cielo por el Arcángel en salutación a la Virgen. Y el Credo contiene en sí todas las dogmas de la fe cristiana.

Igualmente, recomendaba el anciano a leer la "oración de Jesús" durante las labores, caminando, y hasta en la cama, y citaba las palabras del Mensaje a los Romanos: "se salvará todo quien llamara el Nombre del Señor." Y a los que disponen de tiempo, aconsejaba leer el Evangelio, los cánones, akátistos, salmos.

Qué debe memorizar el cristiano.

Existen palabras en la Santa Escritura y oraciones, que es deseable saber de memoria:

  1. La oración de Señor "Padre nuestro" (Mt. 6:9-13; Lc. 11, 2-4),
  2. Los 10 Mandamientos del Antiguo Testamento (Ex. 6:5...; Lv. 19:18...),
  3. Las Beatitudes y los Mandamientos del Evangelio (Mt. 5:3-12; Mt. 5:21-48; Mt. 6:1-3; Mt. 6:6, 14-21, 24-25; Mt. 7:15; Mt. 23:8-12; Jn. 13:34)
  4. El Credo.
  5. Las oraciones matutinas y vespertinas, según el libro de oraciones abreviado,
  6. Cantidad y significado de los sacramentos.

No se debe confundir los sacramentos con el rito. El rito es un símbolo externo de una piadosa expresión de nuestra fe, mientras que el sacramento es una ceremonia religiosa en la cual la Iglesia invoca al Espíritu Santo y Su gracia desciende sobre los creyentes.

Los sacramentos son siete: Bautismo, Unción con el Mirra, Comunión Eucarística, Confesión, Casamiento, Unción con el óleo, Ordenación.

"No temerás al miedo nocturno…"

La vida humana vale cada vez menos… Da miedo ya de vivir — peligro por todas partes.

Cualquiera de nosotros puede ser atracado, humillado, matado. Comprendiendo esto, la gente trata defenderse: uno adquiere un perro, otro compra arma, y otro más transforma su casa en una fortaleza.

Los ortodoxos de nuestros tiempos tampoco han podido eludir el miedo. "¿Cómo defender a mi mismo y a los míos?" — preguntan a menudo los feligreses. Pues nuestra defensa principal es El Mismo Señor. Sin Su Santa Voluntad no caerá ni un cabello de nuestra cabeza, como dice la Santa Escritura (Lc. 21:18). Esto no significa que en una imprudente esperanza a Dios, podamos comportarnos provocativamente ante el mundo criminal. Las palabras "No tentarás al Señor tu Dios" (Mt. 4:7) debemos tenerlas firmemente presentes.

Dios ha dado a nosotros las máximas cosas sagradas para la defensa de los enemigos visibles. En primer lugar, el escudo cristiano — la cruz que llevamos sobre el pecho, que en ningún caso se puede quitar; en segundo lugar, el agua bendita y el artos — que comen todas las mañanas.

Además, la oración protege al cristiano. En muchas iglesias se venden cinturones con el texto del Salmo 91, (90 en la Septuaginta, "El que habita al abrigo del Altísimo" y de la oración "Levántase Dios y sean esparcidos Sus enemigos," Salmo 68:2) y los usan sobre la cintura, debajo de la ropa. El Salmo 91 posee una gran fuerza. Las personas espiritualmente experimentadas recomiendan leerlo todas las veces que salimos a la calle. Santo Padre Jerarca Ignacio Bryanchaninov aconseja, antes de salir de la casa, persignarse y decir la oración: "Te repudio, Satanás, tu soberbia y tus hechos, y me uno Contigo, Cristo, mi Salvador, en Nombre de Padre, de Hijo y de Espíritu Santo. Amen." Los padres ortodoxos deben infaliblemente persignar a los hijos si éstos salen solos a la calle.

Encontrándose en una situación de peligro, hay que rezar: "Levántase Dios y sean esparcidos Sus enemigos…" o "Jefa excelsa y triunfante en las batallas…" (primer cántico del akátisto a la Virgen Santísima) o simplemente "Señor, ten piedad" repetidas veces. Hay que acudir a la oración también cuando delante de nuestros ojos amenazan a otra persona y no tenemos la decisión ni la fuerza para saltar en su ayuda.

Es muy fuerte la oración a los santos de Dios, que eran en vida famosos guerreros: San Jorge, el Victorioso, Teodoro de Stratilato, Dimitri del Don. No olvidemos a Arcángel Miguel, y nuestro Ángel guardián. Todos ellos tienen un poder especial ante Dios para dar la fuerza a los débiles y ayudarles a vencer a los enemigos.

"Si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia" (Salmo 127, en Biblia ruso-eslava 126). Es importante que la casa de un cristiano sea rociada con agua bendita. La Gracia resguardará la vivienda de todo el mal. Si no hay posibilidad de invitar a la casa a un sacerdote, se debe rociar con agua bendita todas paredes, ventanas, puertas, diciendo "Levántase Dios…" o "Salva, Señor, a tu gente… El tropario a la Cruz). Contra el peligro de incendio casual o por una maldad, se reza a la Madre de Dios delante Su icono "La Zarza Incombustible."

Naturalmente, no ayudarán ningunos remedios, si llevaremos una vida pecaminosa, si no nos confesamos por largo tiempo. Frecuentemente Dios permite circunstancias extraordinarias para que entren en razón los pecadores empedernidos.

Biblia "protestante."

Frecuentemente se escucha la pregunta: ¿Se puede leer la Biblia que me prestó un protestante? Dicen que en ella faltan algunos libros."

Los dadivosos predicadores foráneos han provisto la Santa Escritura, apenas en algunos años, a casi todos los rusos que la deseaban. Multitudes acudían a las reuniones de los protestantes tan sólo para obtener la Biblia regalada. Se debe reconocer que en este sentido el Señor ha invertido el mal en el bien: el Patriarcado Moscovita difícilmente pudiera editar tantas Biblias.

¿Puede un ortodoxo leer estas Biblias sin un daño para su alma?

No se trata de quién ha suministrado a la persona la Biblia, sino de lo que está escrito en ella. Una gran mayoría de las Biblias "protestantes" en idioma ruso se reimprime de la edición Sinódica del siglo XIX (la evidencia esta en la inscripción detrás de la página titular). Si es así, se puede leer tranquilamente esta Biblia, los textos de los Libros Sagrados no contienen nada en contra de la enseñanza ortodoxa.

Existen otras Biblias de "libre traducción" o de los diversos libros bíblicos por separado (por ejemplo "La palabra de la vida") y también las Biblias con los comentarios. Esto se explica con la razón que los protestantes comentan la Palabra de Dios desde su posición herética. Y hay otra particularidad en las ediciones foráneas de la Biblia: en ellas faltan once libros del Antiguo Testamento y son — Tobías, Judit, Sabidurías de Solomon, Sabidurías de Jesús hijo de Sirah, Profeta Baruc, Mensajes de Jeremías, Segundo y Tercer libro de Esdras, tres libros de Macabeos. Estos libros no entran en la traducción hebrea contemporánea de la Escritura Sagrada y se denominan "no canónicos," o sea, que no habían entrado en los "cánones" (canon — griego: reglas, modelo). En la traducción griega mas auténtica de la Biblia, se contienen estos libros.

La traducción eslava de la Escritura Sagrada está compuesta del texto griego y por eso contiene los libros no canónicos, quedando por tradición en las ediciones domésticas de la Biblia. Según el catecismo ortodoxo del Santo Padre Jerarca moskovita Filaret, la Iglesia brinda a sus hijos los libros no canónicos en calidad de buena lectura, más no extiende sobre estos libros el concepto de espiritualidad divina, propia de los libros canónicos.

Los libros no canónicos no se emplean en oficios eclesiásticos, excepto algunas lecturas del Libro de Sabidurías de Solomon.

Así, una Biblia prestada por un protestante puede ser leída para el provecho y enseñanza del alma. Solo que no vale la pena, según la opinión del diácono Andrés Kurayev, vender su alma por aquel regalo y aceptar la fe protestante.

¿Por qué permite el Señor las enfermedades?

En primer lugar, Dios deja las enfermedades por nuestros pecados: para su redención, el cambio de la vida pecaminosa, reconocimiento del pecado y comprensión de que la vida terrenal no es nada más, que un corto instante, tras el cual se encuentra la eternidad. Cómo será ésta vida eterna para cada persona — depende de su vida terrenal.

A veces los hijos sufren enfermedades por culpa de los padres, para que la amargura de éstos padres destruya su propia vida insensata, y los obligara a pensar y cambiar, purificando las pasiones y los vicios.

Nos enfermamos también para nuestra resignación y abstención de los pasos malignos y funestos.

Una vez cuando Jesucristo caminaba con Sus discípulos, vieron a un hombre que había nacido sin piernas, pidiendo limosna. Los apóstoles le preguntaron al Señor: "¿Porqué no tenía las piernas aquel hombre? Y Cristo les respondió: "Si las tuviera, destruiría con fuego y espada toda la tierra."

En nuestra vida cotidiana, Dios frecuentemente deja que mediante la dolencia, estemos protegidos de un desastre mas serio, salvando con un pequeño inconveniente, de uno grande. Muchas enfermedades surgen por influencia de malos espíritus y, en ello, los síntomas de ataques demoníacos resultan muy similares a los de una dolencia natural. Está claro en el Evangelio, que la mujer retorcida curada por El Señor (Lc. 13:11-26) no estaba poseída, pero que su dolencia era la acción del espíritu del mal. En tales casos está imposibilitado el arte medicinal y la curación se brinda sólo por la Fuerza Divina que expulsa al mal espíritu.

La actitud cristiana ante las dolencias debe ser humilde, la aceptación de la Voluntad Divina, en el reconocimiento de nuestros pecados y de los pecados por los cuales sobrevino la dolencia, empujándonos a la confesión y al cambio de la vida. La oración, el ayuno, la dádiva y las otras virtudes enternecen al Señor y El nos concede la curación. Si nos dirigimos a los médicos, rogamos a Dios Su bendición para nuestra curación y confiamos a los médicos nuestro cuerpo, mas no el alma.

 

La Cruz Pectoral.

Las cruces están de moda hoy en día. La firmeza inconmovible de los ateos respecto al crucifico, ha cambiado a una nueva moda. Las cruces de diferentes formas y tamaños, caras y baratas, se venden en quioscos cooperativos junto con las bebidas alcohólicas en los pasos subterráneos y en las joyerías. La cruz se convirtió en un símbolo de nuestro tiempo, mas no como el signo de la fe, sino como la imagen de mofa con respecto a la Ortodoxia.

La cruz — el máximo símbolo sagrado cristiano, el testimonio tangible de nuestra redención. En el oficio sagrado de la fiesta de Exaltación de la Cruz, la Iglesia glorifica el Árbol Crucial del Señor con muchas alabanzas: "La cruz — es la protección del universo, la belleza de la Iglesia, la emblema de los monarcas, afirmación de los fieles, la gloria de los Ángeles y el látigo para los demonios." Desde los primeros siglos del cristianismo cada creyente porta la cruz sobre el pecho, cumpliendo las palabras del Salvador: "Cualquiera que quisiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (Marcos 8:34). La cruz pectoral se coloca al recién bautizado como el escudo de la fe y arma contra los demonios.

A nada teme tanto la fuerza impura, como a la cruz. Y nada alegra tanto al diablo como un trato negligente de la cruz.

Las cruces que se venden en los templos, se bendicen en un rito especial. Existen leyes canónicas con respecto a las formas que pueden tener las cruces: de cuatro, de seis y de ocho puntas, con semicírculo abajo y otras, donde cada línea tiene un significado simbólico. En el lado opuesto de las cruces rusas, por tradición se grava la inscripción Sálvame y Protégeme.

Las cruces actuales, que venden en los quioscos, frecuentemente no se parecen a la Cruz de la Gólgota. En ciertas diócesis (por ejemplo, de Crimea) los obispos prohíben aceptar para la bendición las cruces preparadas fuera de los talleres eclesiásticos. La razón es que a veces le entregan al sacerdote unas cruces donde, en vez de Cristo, está la imagen de una mujer rodeada de aureola.

A la pregunta, "¿donde consiguió esta cruz?" — la respuesta es: "Pues las venden unos jóvenes en la calle …"

La Cruz bendecida se debe llevar con respeto. Todo lo que es sagrado y se usa sin el debido honor se profana y, en lugar de la ayuda divina, causa un sacrílega y enfada a Dios. La cruz no es un medallón, ni también un costoso sonajero. Dios no puede ser burlado (Gálatas 6:7).

No existen normas respecto al material de la cruz. Evidentemente son aceptables también los metales preciosos, pues para el cristiano no hay nada más caro que la cruz y de aquí la tendencia de embellecerla. Pero, sin duda, las sencillas cruces de madera o metal son espiritualmente más cercanas a la Cruz del Señor. Tampoco hay diferencia, entre una cadenilla o un hilo resistente: lo que importa es que la cruz esté sólidamente puesta.

El rosario.

La vida del cristiano es — trabajo y oración. Оrad constantemente (1 Tes. 5:17) — dice el Apóstol y luego los Santos de nuestra Iglesia, que han sabido por experiencia el poder y la bondad de la oración permanente. La oración a la cual más se recurre, es la denominada Oración de Cristo: Señor Jesucristo, Hijo de Dios, perdóname mis pecados.

Si reuniéramos todos los escritos de los Santos Padres sobre los hechos de la Oración de Jesús, resultaría una gran biblioteca. La brevedad y sencillez de esta Oración permiten a todo cristiano incluirla en su norma diaria (por supuesto, con la bendición de su padre espiritual), repitiéndola diariamente: 50, 100, 200 veces o mas. ¿Pero cómo rezar y contar las veces al mismo tiempo? He aquí el rosario que nos ayuda en ello.

El rosario actual es un hilo en círculo cerrado, con 50 o 100 pepitas a modo de un collar, donde cada décima pepita tiene un tamaño algo mayor que las demás. Efectivamente, el rosario ayuda a contar las veces que se repite una oración o una inclinación, pasando con los dedos de la mano izquierda las pepitas sobre el hilo. Llegando a la décima pepita, se dice el Padre Nuestro, o "Alégrate, Virgen Santa…" y la Oración de Jesús. Al concluir las veces estipuladas, se reza "Digno es verdaderamente…" El rosario puede emplearse con cualesquiera otras oraciones.

En Rusia antigua el rosario tenía otra forma: la de una escalerilla, igualmente cerrada, compuesta de "pequeños escalones" de madera revestidos de cuero o tela. Se llamaba "escalera" y significaba en el sentido espiritual, la escalera de la salvación, de la subida al Cielo. El círculo cerrado del rosario significa la oración interminable, eterna.

El rosario es parte de la vestidura de los monjes; los laicos pueden usarlo en sus oraciones con la bendición del padre espiritual: en el trabajo, en lugares públicos. Basta poner la mano en el bolsillo y repasar las cuentas.

La mala costumbre de llevar el rosario en el cuello, envolverlo en la muñeca, darle vueltas en el dedo, es inapropiada. Como cualquier cosa sagrada (y el rosario es rociado con agua bendita), debe ser tratado con respeto y sin demostración ostentosa.

Día onomástico, o día del santo.

Para todo el Universo la fiesta máxima es la Pascua de Cristo, y para cada cristiano existe una propia, pequeña Pascua, es el día del Santo de su nombre.

En el pasado la persona recibía su nombre de la Iglesia, en el bautizo. El nombre se seleccionaba siguiendo una de varias normas. Lo más frecuente era dar al niño el nombre del Santo, cuyo día de conmemoración coincidía con el día del nacimiento o si no el día del bautismo. Para las niñas se permitía un ajuste de algunos días, si la fecha de su nacimiento o bautismo no coincidía con el día de la conmemoración de la Santa. En tal caso, el día de nacimiento y el día del Santo, se festejaban frecuentemente el mismo día. Se denominan en ruso inclusive hasta hoy, "onomástico" a los cumpleaños que celebran el día de nacimiento, pero los cristianos festejan en honor del Santo.

En otro caso, se le daba al niño el nombre específico por una promesa, en honor a un Santo elegido previamente y a quien se le rezaba aún antes del nacimiento del niño. Entonces el día onomástico se celebraba en el día de este Santo de Dios. Cuando el día de este Santo se celebraba dos veces al año, se tomaba el día más cercano a la fecha del nacimiento del niño.

En nuestros días muchos se bautizan siendo ya adultos. ¿Cómo sabrán el día de su Santo? Pues, se busca en el calendario eclesiástico el día más cercano, subsiguiente al día de nacimiento, del Santo con el mismo nombre del bautizado. Por ejemplo, un Pedro nacido al principio de julio, festejará su día de Santo el 12 de julio y otro Pedro, nacido al final de diciembre, lo festejará el siguiente —3 de enero. Si le es a usted difícil, por alguna razón, aclarar este asunto, consulte con un sacerdote.

El día onomástico se celebra como las 12 fiestas mayores de la iglesia en el año. Hasta los cristianos más descuidados, en todos los tiempos, trataban en este día cumplir con la confesión y la comunión. No se debe olvidar que si el día onomástico cae en un día de ayuna, la ayuna se debe cumplir.

Reglas para visitar los Monasterios

Los Monjes son personas que han sido llamadas a abandonar el mundo para vivir una Vida Angélica. Por esta razón, los laicos deben visitar los monasterios regularmente, para moldear y acrecentar su propia vida espiritual alrededor de aquellos que representan el modelo de dedicación espiritual. Los monjes que verdaderamente se dedican a una vida de oración representan el verdadero propósito de nuestra vida en la tierra: amar a Dios y a nuestro prójimo. Después de poco tiempo, en ésta atmósfera, el laico es capaz de separarse a si mismo del agitado paso de su vida diaria y recobrar una perspectiva más balanceada de la vida.

Muchos monasterios Ortodoxos son tradicionalmente muy pequeños — y especialmente en nuestros días — muy a menudo los monjes se encuentran con la dificultad de balancear la vida de oración con las necesidades y distracciones introducidas por sus huéspedes. Para conservar este delicado balance, han sido desarrolladas a través de los siglos, las siguientes guías para asegurar que los visitantes no interrumpan la vida espiritual de los monjes, a los que visitan.

Estas reglas se aplican de igual manera en los monasterios masculinos como en los femeninos.

  1. Cuando se llega a un Monasterio o Skiti, el Abad o Abadesa son saludados de la misma manera en que se debe saludar a un Sacerdote. El Abad no siempre es necesariamente un "Hieromonje" es decir Sacerdote, pero se le saluda y se le trata con la misma reverencia y respeto. A todos los Monjes en la Iglesia Ortodoxa se les llama y se dirige a ellos como "Padre" tengan o no el rango del Sacerdocio; y formalmente se dirige a ellos (por escrito o en discursos) como "el Monje..(y el nombre sin el apellido)." Si tienen el rango del Sacerdocio son llamados formalmente como "Hieromonje" o "Hierodiácono" si es el caso. Algunas veces se dirige formalmente a los monjes por su rango; por ejemplo, "Monje Rasofóros... (nombre)," "Monje Stavrofóros..."
  2. Tal vez usted pueda saludar a los monjes o monjas del monasterio cuando se encuentre con ellos, pero no debe presionarlos a conversación alguna. Especialmente no se debe conversar con los novicios. Conversación y preguntas deben ser dirigidas al Abad o Abadesa ,- si es que están disponibles- o a la persona designada para encargarse de los huéspedes. En algunos monasterios los monjes deben pedir una bendición para hablar con los visitantes. Esta es la parte más importante del aprendizaje de los monjes, la obediencia; por lo tanto su silencio no debe ser considerado por el visitante como frialdad o rudeza.
  3. Normalmente los visitantes son llevados a la Iglesia o Capilla para venerar los sagrados Iconos, al ingresar al Monasterio o Skiti, y antes de hacer cualquier otra cosa. Algunos monasterios conservan las Capillas como áreas restringidas para los laicos. Los laicos deben respetar estas divisiones y no irrumpir en estas áreas reservadas.
  4. La totalidad del territorio que abarque el monasterio debe ser tratado con la misma piedad como si se estuviera dentro de la Iglesia. A los niños no se les permite deambular libremente, deben estar tranquilos y cerca de sus padres.
  5. Hay áreas privadas en las que los laicos no deben pasar a menos que sean invitados. Dependiendo de si es un monasterio masculino o femenino, algunas áreas quedan restringidas para ambos sexos. Bajo ninguna circunstancia un hombre puede entrar en las celdas de las monjas y de la misma manera ninguna mujer puede entrar en las celdas de los monjes.
  6. Cuando se es invitado a comer a la "Trapeza" (refectorio), se debe abstener de toda conversación durante la comida, a menos que se indique lo contrario por el Abad o Abadesa. En muchos monasterios a las mujeres no se les permite comer con los monjes, y comen en un lugar separado. Esto es aplicable también a los hombres que visitan un monasterio femenino. Durante la comida en la Trapeza (refectorio), los visitantes deben seguir la guia del Abad o Abadesa durante el tiempo que dure la comida; esto incluye estar de pie frente a su asiento durante la bendición, esperar a que el Abad se siente, antes de que nosotros lo hagamos; esperar a que el Abad empiece a comer antes que nosotros, y esperar a que el Abad tome su bebida antes que nosotros (esto normalmente se indica con el toque de una campana pequeña o una pequeña bendición). Al final de la comida, se debe levantar cuando el Abad se ponga de pie, aunque usted no haya terminado sus alimentos, y únicamente puede seguir comiendo si le invitan a hacerlo. Normalmente cuando el Abad se levanta, la comida finaliza; y comienzan las oraciones de agradecimiento después de la comida.
  7. En muchos monasterios tienen casas de huéspedes (Xenona) para los visitantes, normalmente afuera del monasterio. Algunos monasterios no aprueban que los visitantes pernocten dentro del monasterio. Si usted esta de visita en un monasterio o en la casa de huéspedes, debe asistir a todos los oficios que le sea permitido estar. (Algunas comunidades monásticas no permiten el acceso a ningún oficio a laicos, porque puede ser motivo de distracción para los monjes. De cualquier manera usted debe determinar con el Abad o su representante a que oficios puede asistir) Si usted esta permaneciendo en el monasterio y quiere salir de el por cualquier razón, como para salir de caminata, debe pedir bendición para esto. Naturalmente los cigarrillos no se pueden fumar en ninguna parte del monasterio o casa de huéspedes. En los monasterios Ortodoxos nunca se come carne, por lo tanto si se esta en la casa de huéspedes y tiene oportunidad de preparar sus propios alimentos, no debe preparar nada que contenga carne. Cuando usted deja la casa de huéspedes debe dejar la habitación en las mismas condiciones en que la encontró, los monasterios no son hoteles o sitios para vacacionar, por lo tanto no hay empleados que se encarguen de limpiar o arreglar lo que dejan los huéspedes.
  8. Cuando se visita un monasterio, aunque sea por poco tiempo, se debe llevar siempre un regalo, tales como aceite de oliva, velas, dulces, frutas o vegetales, brandy, etc.
  9. En el Día de Fiesta del monasterio, uno debe congratularse con un pequeño regalo. El Día de Fiesta del monasterio es de extrema importancia para la vida espiritual del monasterio, y de grandes bendiciones para aquellos que visitan el monasterio o Iglesia en este día. Por influencia Protestante y el declive de la piedad en la Iglesia Romana en América, los conversos que provienen de estas Iglesias, son generalmente fríos en su veneración a los Santos. Se olvidan completamente de los Días de Fiesta, así como de su Santo Patrón (el cual debe ser celebrado con gran festividad, mucho más que los cumpleaños) y de aquellos que se celebran en Monasterios e Iglesias parroquiales. La Iglesia Ortodoxa nunca ha perdido la percepción de la gran interacción, entre nuestro mundo físico de los sentidos, y el mundo espiritual de los Santos. De esta manera, aquellos creyentes piadosos que se sacrifican y hacen viajes para visitar Monasterios, Santuarios, o Iglesias en su Día de Fiesta, de acuerdo a la Tradición de la Iglesia, reciben grandes bendiciones.
  10. Uno de los principales objetivos espirituales de cualquiera que visita un Monasterio, es buscar la confesión. Las mujeres en algunos casos pueden buscar el auxilio espiritual — desde la perspectiva monástica — de una Madre espiritual (sin embargo la Oración de Absolución solamente puede ser dicha por un Sacerdote). De hecho en Grecia no es desconocido el hecho de que incluso hombres, buscan especialmente el consejo de piadosas Monjas o Abadesas. Hay grandes ejemplos de personas influenciadas y dirigidas por una Madre espiritual; San Serafín de Sarov es un ejemplo, el fué persuadido y bendecido por una "Gerondisa"(Anciana, Madre espiritual), para tomar la Vida Angélica. Cuando uno se confiesa en un Monasterio, debe asegurarse de que, mientras ha estado orando tranquilamente y colectando sus pensamientos durante su visita al Monasterio o Skiti, los Monjes o Monjas han estado asistiendo a su ciclo completo de Oficios Divinos, rezando Cánones (regla privada de Oración), preparando alimentos, trabajando en obras que sostengan sus comunidades, y encargándose de otros asuntos importantes. Su Confesión debe, en consecuencia no ser motivo de conversaciones ociosas, o demasiado extensas o charlas indiscretas. Haga breve su Confesión, concisa y contrita; y siga los consejos que le han sido dados al pie de la letra. También debe adaptar su programa al de los Monjes, y no presionarlos para la Confesión en un tiempo específico.
  11. Al dejar el Monasterio o Skiti, el visitante debe de asegurarse de dejar un donativo por la hospitalidad recibida. La cantidad debe ser determinada por el tiempo de su estancia (en circunstancias normales la estancia en Monasterios se limita a tres dias) y el número de comidas (si usted no las preparo, como sería normal si se quedara en una casa de huéspedes). Comúnmente la gente olvida el costo de las cosas, particularmente en invierno, cuando la calefacción es costosa. De cualquier manera, se debe dejar por lo menos la mitad del equivalente al costo de una habitación en un hotel modesto por el mismo tiempo. No se le debe cobrar nada porque de lo contrario se violaría la regla monástica de la hospitalidad. No obstante, debe dejar su donativo con el Abad o Abadesa aún si él o ella se rehúsan a recibirlo; pero si todos sus esfuerzos son vanos y no lo aceptan, déjelo entonces en la caja de las velas en la Iglesia o Capilla. Recuerde la amonestación de San Pablo: "Así que, si nosotros hemos sembrado en ustedes una semilla espiritual, no es mucho pedir que cosechemos de ustedes algo de lo material."

 

¿Cómo ayudar al prójimo en su lecho de muerte?

Inescrutables son los caminos del Señor. Sucede a veces que una persona que toda su vida ha vivido sin Dios, al umbral de su muerte, desea recibir el Bautismo, pero no hay un sacerdote que pueda bautizarlo— que hacer? El Señor todavía en la tierra había dicho: "el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Jn. 3:5).

En tal situación, el deber de cada cristiano ortodoxo es cumplir con el Bautismo sobre aquel que puede morir cualquier momento. Para esto, rociar al doliente por tres veces con agua bendita y si no hay, entonces con agua común, con las palabras: "Se bautiza el siervo de Dios (el nombre ortodoxo completo), en nombre del Padre, Amen; del Hijo, Amen; y del Espíritu Santo, Amen.

Este Bautismo se considera válido y, si el enfermo se sana, se complementa ya en el templo con el sacramento de Confirmación.

Bautizar a una persona en estado de inconsciente, en contra de su voluntad y aprovechando su estado, no se puede en ningún caso. La meta no justifica los medios.

Sucede también, que un hombre bautizado, pero quien en su tiempo se alejó de la Iglesia, desee confesar sus pecados ante la muerte. También aquí, cada cristiano debe aceptar la confesión del moribundo, si de veras no hay posibilidad de conseguir a un sacerdote. Preguntar por pecados graves — homicidio, aborto, infidelidad conyugal, libertinaje de todas formas, robo, borrachera, participación en sectas, relaciones con fuerzas satánicas mediante astrólogos, practica en la percepción extra sensorial, curanderos. Después de la confesión, cuyo secreto debe guardarse hasta la muerte, elevar a Dios una efusiva oración por el perdón del confeso. Y si existe aun una posibilidad mínima de llamar a un sacerdote al lecho del moribundo, se debe vencer todas las dificultades y hacer este buen servicio.

¿Cuando llegará el fin del mundo?

Un otoño del 1992 la vida de Petersburgo, ya de por si muy intranquila, ha sido interrumpida. Desde las páginas de los periódicos, hasta los volantes de propaganda, insistentemente sonaban las palabras: "El 28 de octubre — el día de la Segunda Llegada de Cristo." Los misioneros de Corea del sur, "orgullosos por estar consientes de tener el don de omnisapiencia," encaramaron sobre sus hombros una "gran" tarea: en un mes apenas, tratar de convencer al ignorante pueblo ruso, de la necesidad de confesarse, dejar todas las preocupaciones terrenales y esperar el fin del mundo.

Cuanto menos tiempo quedaba hasta la fecha declarada, tanto más tensa se volvía la atmósfera de la espera. Más leña al fuego agregaban las progresivas penalidades del primer año de las "reformas" que inducían más bien el deseo de volar al cielo, al reino de los justos. Y bien, había llegado el día…

Los coreanos del sur no eran los primeros "profetas" de la fecha "precisa" de la Segunda Llegada. Estos profetas aparecen con asombrosa seguridad una o dos veces por siglo. También los había en Rusia, en la época de la gran división de los seguidores del rito antiguo. Estos predecían entonces el Juicio Final para el año de 1703 (por una coincidencia singular, en este año fue fundada la ciudad de Petersburgo). En el siglo XX tales predicciones se hicieron más frecuentes, especialmente con la aparición de la secta de Adventistas del Séptimo día.

Es trágico el destino de las personas que han creído a los seudo-profetas. En el mejor de los casos sucede desengaño y desesperación, en el peor — el suicidio. Y los mentirosos sacaban los "dividendos" de su mentira en forma de dinero y bienes de los engañados: ¿a quien le interesa los bienes, si mañana será el fin del mundo?

Pues también los misioneros coreanos del sur resultaron ser mentirosos. Lógico que El Señor no llegó el día 28 de octubre de 1992 a juzgar a los vivos y a los muertos. Los profetas orientales, en lugar de brindar sus excusas por la perturbación causada, mudaron la fecha para el año de 2116 (considerando que para aquel entonces ya habrán muerto los bisnietos de los actuales testigos de la confusión).

Un laico, observando esta historia, fácilmente pensaría que "el Juicio Final es un cuento para los mayores," como cantaba Visótzki, y que el fin del mundo nunca llegará a no ser que después de una guerra atómica. Sin embargo, la Iglesia dice otra cosa. En el séptimo miembro del Credo se dice: "Creo… en El Único Señor Jesucristo… llegando de nuevo en gloria para juzgar a los vivos y los muertos, y Su Reino no tendrá fin."

Mas el día exacto de la Segunda Llegada está oculto para el mundo. De las páginas del Evangelio escuchamos las palabras de advertencia del Salvador: "No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones…" (Hech. 1:7); "Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre" (Mr. 13:32). Quién sea que ose declarar el día y el año del fin del mundo es embustero y enemigo de la Ortodoxia.

Con todo eso, El Señor no nos negó los indicios respecto al tiempo del Juicio Final. El nos ha dado las señales según las cuales podemos hacer las conclusiones sobre el acercamiento de los últimos tiempos. Basándonos en las Palabras de Cristo (Mt. 24; Mr. 13; Lc. 21), de Apóstol Pablo (2 Ts. 2) y de San Juan (Apocalipsis), se pueden indicar en calidad de tales indicios:

Como conclusión de tales calamidades, previo a la Segunda Llegada, aparecerá el Anticristo — el enemigo de Cristo y Su completo antípoda. Será elevado a la cima del poder por el judaísmo mundial y reunirá bajo su mando todos los países y todas las religiones por tres años y medio. La preparación de la llegada del Anticristo, realizada en el mundo por las fuerzas satánicas, el Apóstol Pablo la denomina "el misterio de la iniquidad" (2 Tes 2:7). El dominio del Anticristo será un tiempo de grandes tribulaciones y persecuciones crueles de la Iglesia anteriormente no experimentadas. El fin de ello lo pondrá El Mismo Señor, Quien llegará glorioso a la tierra "…como un relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente" (Mt. 24:27).

Antes de la Segunda Llegada, se apagará el sol y aparecerá en el cielo La Santa Cruz — símbolo del Hijo del Hombre (Jesucristo) visible para todos. Entonces se cumplirán los términos de existencia de nuestro mundo y llegará el eterno Reino de la Gloria de Dios.

¿Estamos ya cercanos al día del Ultimo Juicio? No se puede decir con certeza, pero muchos indicios del fin del mundo ya se están cumpliendo delante nuestros ojos

Anexo.

Espiritualidad y espiritualización.

Antonio, Metropolitano de Surozh.

Comenzaré por la definición de la palabra espiritualidad, porque, hablando de la espiritualidad, nosotros hablamos de unas determinadas expresiones de nuestra vida espiritual — como oración, hazañas, vencimiento de dificultades impuestas voluntariamente en nombre de Jesucristo, que es evidente de los libros, por ejemplo, del anacoreta, Teofano el Recluso. Me parece, sin embargo, que debemos considerar el significado de la espiritualidad como aquello que se está efectuando en nosotros por la gracia del Espíritu Santo.

Esto nos coloca inmediatamente en una posición muy clara con respecto a la espiritualización. No se trata ya de la educación del hombre de acuerdo a ciertos principios y enseñanzas en el crecimiento en la oración o ascetismo por algún modelo, sino, la espiritualización consistirá en que el padre espiritual, sin importar el nivel de su propia espiritualidad, vigilaría muy atentamente lo que El Espíritu Santo efectúa con la persona y en la persona, fomentaría Su efecto, defendería contra las tentaciones y caídas, y contra vacilaciones y la duda. En consecuencia, la actividad espiritual del padre puede parecer, por un lado, mucho menos enérgica, pero por el otro — mucho más significativa que nosotros frecuentemente pensamos.

Antes de continuar, quiero decir un par de palabras sobre la espiritualización, que la última no tiene un solo sentido. Según me parece, existen tres tipos de padres espirituales.

Sobre el nivel básico, un sacerdote, al cual se le otorgó, por medio del Espíritu Santo, la gracia del sacerdocio, y el que porta en sí, no sólo el derecho, sino también, la fuerza por medio de la gracia, para oficiar los sacramentos: Eucaristía, Bautismo, Confirmación, y también de Confesión, o sea, conciliación del hombre con Dios. El gran peligro que corre un sacerdote joven y con poca experiencia, pero lleno de entusiasmo y esperanza, consiste en que a veces los hombres jóvenes, saliendo de las escuelas teológicas, se imaginan que la ordenación los ha dotado de inteligencia, de experiencia, y de "diferenciación de espíritus," y se transforman en lo que la literatura ascética denomina "jóvenes ancianos» o sea, sin poseer aún la madurez espiritual, ni siquiera el conocimiento proporcionado por la simple experiencia personal, piensan que se les enseñó todo lo que les puede ayudar a tomar por la mano al pecador y elevarlo de la tierra al cielo.

Lamentablemente, lo dicho ocurre con demasiada frecuencia y en todos los países: el sacerdote joven, por la fuerza de su sacerdocio, mas no por la experiencia espiritual y no porque Dios lo llevó a ello, comienza dirigir a sus hijos espirituales mediante "decretos" — haga esto, no haga aquello, tal literatura no la lea, acuda a la iglesia, cumple con las inclinaciones -. Todo esto lleva a una caricatura de la vida espiritual: sus "víctimas" hacen todo lo que hacían los santos justos, pero aquellos se basaban sobre la experiencia espiritual y no lo hacían como animales adiestrados,. Para el padre espiritual esto también es una catástrofe, porque él entra en una esfera en la cual no tiene ningún derecho de entrar, ni tiene la experiencia necesaria. Insisto en esto porque esto es un tema muy importante para el sacerdocio.

Uno puede llegar a ser "anciano» únicamente por la gracia Divina, esto es un fenómeno carismático, es un don. No se puede aprender a ser "anciano," igual como no se puede aprender la genialidad. Todos entendemos perfectamente que Bethoven y Mozart, Leonardo da Vinci y Rublev poseían la genialidad, que no puede aprenderse en ninguna escuela, en ningún trabajo ni larga experiencia, ya que es un don de la gracia Divina.

Es posible que insisto demasiado, pero me parece que se trata de un tema muy importante, probablemente más en Rusia que en el Occidente, porque el papel que desempeña el sacerdote en Rusia, es mucho mas centralizado. Frecuentemente los sacerdotes jóvenes (por la edad, o por su inmadurez — espiritual) "dirigen» a sus hijos espirituales, en vez de criarlos.

"Criar," significa tratarlos así, como el jardinero trata a sus flores y plantas. Hay que saber la naturaleza de la planta, las condiciones climáticas y otras, y sólo entonces se puede ayudar a la planta desarrollarse de la manera que es propia de su naturaleza. No se debe romper al hombre para rehacerlo luego a la semejanza de uno mismo. Un escritor eclesiástico occidental dijo: "Al hijo espiritual se lo puede llevar hacia él mismo y el camino interior de su vida, es a veces muy largo…» Se puede ver en los "Relatos de la vida de los Santos», como los grandes "ancianos" sabían estar consigo mismos pero al mismo tiempo poder ver en otras personas la exclusiva, irrepetible particularidad y darles — a todos la posibilidad de ser lo que son y no convertirse en réplicas de este "anciano" o, peor aún, en su repetición estereotípica.

La historia de la Iglesia rusa trae un ejemplo de lo dicho: el encuentro de los santos Antonio y Teodosio de Pechersk. A Teodosio lo educó Antonio, sin embargo sus caminos espirituales han sido muy distintos: Antonio ha sido ermitaño y Teodosio puso el comienzo de la vida monástica comunitaria. ¿Cómo pudo Antonio prepararlo para hacer lo que no haría él mismo y educarlo para ser lo que él mismo no quiso ser? Me parece que en ello se debe ver claramente la diferencia entre nuestro deseo de hacer al alumno semejante a nosotros y el deseo de hacerlo semejante a Cristo.

Ser ("Staretz") "anciano," como dije, es un don de gracia, es genialidad, y por esto nadie puede pensar que pudiera comportarse como tal. Pero hay una situación intermedia: la paternidad. Y, de nuevo, demasiado frecuente es el caso que un joven (y no muy joven) sacerdote, sólo porque le dicen "padre fulano," se imagina que no es simplemente un sacerdote confesor, sino realmente un "padre," en el sentido como decía Apóstol Pablo, que tenéis muchos cuidadores, mas yo los parí en Cristo. Lo mismo decía, en su tiempo, Santo Serafín de Saróv. La paternidad consiste en que algún hombre — pueda que no sea un sacerdote — despierte a la vida espiritual a otro hombre que, fijándose en el primero, "ha visto (como dice el viejo dicho) en sus ojos y sobre su cara el esplendor de la vida eterna" y por ello pudo acercársele y pedir que sea su preceptor y su guía.

Al padre lo distingue también como si él fuera de la misma sangre en la vida corporal, y en la vida espiritual — de la misma mentalidad espiritual con su alumno, y lo puede guiar porque existe entre los dos una consonancia no sólo de mentalidad espiritual sino de almas también. Seguramente Uds. se recordarán que, cuando el desierto de Egipto ha sido poblado de ascetas y guías, la gente no escogía a los más famosos, o como se decía, a los mejores, sino a los que más comprensión mutua les brindaban.

Esto es lo más importante, ya que la obediencia no consiste en cumplir ciegamente lo que le puede decir una persona que tenga poder material — físico o espiritual - psicológico; la obediencia consiste en que el alumno-novicio, una vez habiendo escogido a un guía a quien le confía su vida espiritual incondicionalmente, en quien él ve lo que está buscando, al cual escucha atentamente no sólo cada palabra, sino el mismo tono de su voz, y trata, a través de todas las expresiones del guía y de su experiencia espiritual, rebozar a sí mismo, unirse a esta experiencia y lograr a ser un hombre, que ya ha crecido más allá del nivel que hubiera podido alcanzar por su propio esfuerzo. La obediencia es, antes que nada, la intención de escuchar y oír no sólo con el raciocinio, no sólo con el oído, sino con todo su ser, con el corazón abierto, con una piadosa observación del secreto espiritual del guía.

Y la obligación del padre espiritual, quien los trajo a la luz de la vida espiritual o los encontró ya aquí "nacidos," debe con humildad y de una manera muy profunda, observar y venerar lo que El Santo Espíritu realiza en ustedes. El padre espiritual, al igual como todo sacerdote parroquial consciente, debe ser capaz (lo cual se da por el precio del esfuerzo, de concentración, de un trato devoto al quien viene por su ayuda), de ver en el hombre aquella belleza de La Imagen Divina que nunca se enajena. Aun si el hombre esté lesionado por el pecado, el padre espiritual debe ver en él la belleza de La Imagen Divina, aun si aquel ha sufrido las condiciones de la vida, o el trato negligente de su entorno, o el sacrilegio. El debe ver en este hombre el icono y venerar lo que en él quedó y, en Nombre de esta Belleza Divina que se encuentra en él, trabajar para apartar todo aquello que desfigura esta Imagen de Dios. El padre Evgraf Kovalevsky, siendo aún laico, me había dicho: Cuando Dios mira al hombre, El no ve en el hombre las virtudes que quizás ya no existan en él, ni las buenas acciones, que quizás ya no las tiene, pero El ve la inmutable, resplandeciente belleza de La Propia Imagen… Y si el padre espiritual no es capaz de ver en el hombre esta eterna belleza y el cumplimiento ya iniciado de su vocación de ser hombre de Dios según La Imagen de Cristo, pues, no puede guiarlo; al hombre no lo construyen, no lo hacen, sino le ayudan a crecer en la medida de su propia vocación.

Y aquí, conveniente aclarar un poco la palabra obediencia. Comúnmente la entendemos como subordinación, sumisión, hasta servidumbre respecto al padre espiritual o respecto a aquel que calificamos — muy en vano y en perjuicio no sólo de sí mismo sino también del sacerdote — como el padre espiritual y mi "anciano." La obediencia consiste en lo que ya he dicho antes: en oír con todas las fuerzas del alma. Esto obliga por igual tanto al padre espiritual, como al obediente novicio. El padre espiritual debe oír con toda su experiencia, todo su ser, toda su oración y, diré más, con toda acción dentro de él de la Gracia Santísima, a lo que efectúa El Santo Espíritu dentro del hombre que a él, al padre espiritual, se ha confiado. El padre espiritual debe saber proseguir los caminos del Espíritu Santo dentro del hombre, observar piadosamente el Hacer de Dios y no tratar de educarlo sea según por propia forma, o sea según como le parece, que el hombre debiera desarrollarse, pues siendo "víctima» de su dirección espiritual.

Por ambos lados se requiere la humildad. Esperamos fácilmente la humildad de parte del obediente o hijo espiritual, pero ¡cuánta humildad necesita el sacerdote, el padre espiritual para no interferir en la Santa Región, para tratar el alma del hombre como Dios mandó a Moisés a tratar el terreno que rodea la Zarza Incombustible. Cada persona, potencialmente es tal "Zarza" y todo lo que le rodea — es el Terreno Santo que el padre espiritual sólo puede pisar quitándose los zapatos. Jamás pisar de manera distinta del recaudador bíblico, parado en la entrada del templo, mirando al templo y sabiendo, que esto es — Región del Dios Vivo, Lugar Santo, que él no tiene derecho de entrar sino sólo cuando Dios le ordene, o indique el qué hacer o qué palabra pronunciar.

Una de las tareas del padre espiritual es educar al hombre en la libertad espiritual de los hijos de Dios y no tenerlo toda la vida en el estado infantil, para que no acudiera con cada menudencia a su padre espiritual sino creciera a la medida de aprender oír por si mismo lo que El Espíritu Santo dice con las palabras inexpresables a su corazón.

Y pensando en la humildad, podemos referirnos a dos definiciones cortas. Primero: La humildad — es un estado de paz, cuando el hombre está en paz con la Voluntad Divina, o sea, se ofrece a Dios ilimitadamente, completamente, gozosamente, y dice: "¡haz conmigo, Señor, lo que Tu quieres!," pero en consecuencia se pacificó a la vez con todas las circunstancias de su vida: todo es - el don de Dios, lo bueno y lo temible. Dios nos hizo Sus enviados en la tierra, El nos manda allá, donde existen las tinieblas para dar la luz, donde existe la desesperación - para dar la esperanza, donde la alegría se murió - para dar la alegría. Nuestro lugar no está sólo en la tranquilidad, en el templo, donde durante la liturgia nos defiende la presencia común, sino donde estamos solos, como la presencia de Cristo en la oscuridad del mundo desfigurado.

Si pensamos en el significado de la raíz latina en la palabra humildad, — "humilitas" proviene de "humus" que significa tierra fértil. Pensemos, dice Teofano el Recluso, en lo que representa la tierra: la tierra está ahí, callada, abierta, indefensa, vulnerable, ante el cielo; ella recibe del cielo y el ardor, y los rayos solares, y la lluvia, y el rocío, pero ella también recibe de nosotros lo que llamamos abono — o sea, los desperdicios, todo lo que arrojamos sobre ella. Y ¿qué sucede? — pues la tierra nos trae frutos y cuanto más soporta lo que nosotros llamamos humillación, injuria, tanto más fruto nos trae..

En consecuencia, ser humilde significa abrirse ante Dios tan completamente que desaparezca todo indicio de contraposición a El, contra la acción del Espíritu Santo, contra buen Imagen de Cristo y Su enseñanza; esto significa ser perceptivo a la acción de gracia. Como en nuestra pecaminosidad somos vulnerables de las manos humanas, de la palabra dura, del acto brutal, de la burla, así debemos entregarnos a la Voluntad de Dios para que, por nuestra propia voluntad, Dios haría con nosotros todo según Su Voluntad; aceptar todo, abrirse y así dar lugar al Espíritu Santo vencernos.

Yo creo que si el padre espiritual también aprenda la humildad en este sentido: ver en el hombre la belleza y saber su propio lugar (que es tan maravilloso, tan santo — el lugar del amigo de un novio que le resguarda el encuentro con la novia), entonces podrá realmente ser acompañante de su hijo espiritual, ir con él paso tras paso, resguardándolo, apoyándolo, y nunca interfiriendo en la Región del Espíritu Santo. Entonces la espiritualización se hace parte de aquella espiritualidad y de aquel crecimiento hacia la santidad, a los cuales estamos llamados cada uno de nosotros y cada padre espiritual está en el deber de ayudarnos a lograrlos.

¿Donde buscar a los padres espirituales? Lo lamentable es que a los "ancianos" y hasta los padres espirituales no se pueden buscar; por mucho que recorramos a todo el mundo no los encontraríamos. Pero la experiencia indica que a veces Dios nos envía al hombre preciso en el momento preciso, y que sea para un tiempo corto. Este hombre de repente se hace para nosotros lo que eran los "ancianos" de antaño.

A veces pienso que el ejemplo para mi es el asno de Balaam (Num. 22:23) que empezó hablar y dijo al profeta lo que éste no comprendía. Algo parecido sucede conmigo: viene un hombre y yo no sé lo que debo decirle. Luego, sin darme cuenta, digo algo y resulta que acierto. Pienso que en aquel momento Dios me da la palabra debida, pero no se debe contar con que la experiencia de uno, o la erudición, le permite hacerlo siempre. Por ello se aconseja frecuentemente callarse un rato con humildad y luego decirle a la persona: Mira, no puedo responderte ahora…

Nosotros tenemos un notable ejemplo de ello en la vida del anciano Ambrosio de Optina. La gente venía a él pidiendo consejos y el anciano los hacía esperar uno o dos días. Una vez vino un mercader y dijo: Estoy apurado, tengo cerrado mi negocio, y tu no me dices nada… el anciano le respondió: "No puedo decirte nada. Yo pregunté a la Santa Virgen y Ella tampoco me dijo nada…"

Pienso que nosotros también deberíamos responder: "Yo pudiera aconsejarte por mi propia mente, por los libros y por los cuentos, pero sería irreal. Es mejor no decir nada. Reza, y yo voy a rezar. Si Dios me pone algo en el alma, te lo comunicaré."

El hombre trataría entonces tus palabras con mayor respeto que cuando tu siempre tienes la respuesta a todo; tales respuestas rutinarias las saben todos de memoria. Es que el hombre vino con una sola pregunta importante y necesita la respuesta precisa.

Ahora quiero aclarar que cuando hablé de la genialidad, no tenía en mente el sacerdocio, ni siquiera la categoría de la paternidad espiritual, sino especial y exclusivamente la "ancianidad." Yo apliqué el término genialidad que en el lenguaje común significa algo, que de otro modo se puede denominar "dotado de gracia, o don de gracia." Generalmente la genialidad es musical, artística, matemática, es algo pues que nosotros no podemos lograr por ningún esfuerzo personal. Por ello no hablé del sacerdocio y naturalmente no denigré al padre párroco, joven sacerdote, llano pero sincero, que hace su misión confesando a la gente, compartiendo con ella lo que aprendió de los Padres de Iglesia, de los teólogos, del propio padre espiritual, del propio medio de rezar del cristiano. Es precioso. Pero hay un momento que me confunde un poco. Y es que ciertos sacerdotes, cuanto más incompetentes e inmaduros espiritualmente, tanto más seguros están en que apenas se ponen la sotana y la estola, ya están hablando en El Nombre de Dios.

Recuerdo a un hombre muy estimado (algunos lo consideran gran anciano, que me decía: "Yo he dejado ya de rezar cuando la gente me hace sus preguntas; porque, como después del rezo yo hablo en Nombre del Espíritu Santo, y si la gente no cumple exactamente lo que les dijera, ellos serían pecadores contra Espíritu Santo y no tuvieran perdón…

Esto es lo que yo tenia en mente; a Dios gracias, el caso es extremo. Me aterroriza que el hombre puede pensar, que si él dice tres veces: Señor, aclara mi mente, ofusca la perniciosa querencia… pues sus siguientes palabras serán ya una profecía de Dios.

Pienso que en esto simplemente la razón elemental juega su papel: se puede hablar de lo que se sabe con toda la certeza. Digamos, tomando un ejemplo de escala colosal, El Santo Apóstol Pablo pudo hablar con absoluta certeza y convencimiento de La Resurrección de Cristo, pues encontró a Cristo Vivo, Resucitado, por el camino a Damasco. De otras cosas el habló por una experiencia primaria distinta. Otras personas también tienen determinada experiencia, de menor escala, de menor potencia, pero por la que pueden decir: "Si, yo lo sé con seguridad." Así, un ateo que volvió a Dios, ha escrito, en Francia, un libro que tituló "Dios existe, yo Lo encontré."

Un sacerdote y un laico también pueden hablar a base de la experiencia eclesiástica de la cual son partícipes — aun sin posesión completa; porque teniendo cierta experiencia común con otros, ellos pueden prestar atención a otros eclesiásticos y decir, cuando es al caso: Si, esto es verdad, porque así dice la Iglesia y de Ella sé más que por mí propia experiencia.

Y, finalmente, hay cosas de cuales podemos hablar únicamente porque nos lo reveló El Señor.

 

 

Folleto Misionero # S50c

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Editor: Obispo Alejandro (Mileant)

 

(inicio_ortodoxia_s.doc, 12-25-2001).

 

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