La Ley de Dios

 

 

Compuesto por el Protopresbítero Serafim Slobodskoy

Traducido por Esteban Jovanivich

 

Contenido:

1. Conceptos Preliminares.

Acerca del Mundo. Acerca de Dios. Atributos de Dios. Acerca de la Oración. Acerca del Pecado. Acerca de la Señal de la Cruz. Acerca de las Reverencias. Distintas Clases de Oraciones. Cuándo Dios Oye Nuestras Oraciones. Dónde y Cuándo se Puede Rezar a Dios. Acerca del Templo. La Bendición del Sacerdote. Acerca de los Santos Íconos. Cómo es Representado Dios en los Santos Íconos. A Quiénes, Además de Dios, Representamos en los Santos Íconos. Acerca de los Santos Ángeles. Acerca de las Santas Personas. Acerca de los Nimbos en los Íconos. Por Qué Nosotros nos Llamamos Cristianos Ortodoxos.

2. Las Oraciones.

Oraciones Cortas.

 

3. Sagrada Historia

del Antiguo y del Nuevo Testamento.

Introduccion a la Sagrada Historia del Antiguo y Nuevo Testamento. Antiguo Testamento. La Vida de las Primeras Personas en el Paraíso. La Caída en el Pecado. Consecuencias de la Caída en ll Pecado y la Promesa del Salvador. Caín y Abel. El Diluvio. Plática Acerca del Diluvio. La Vida de Noé y sus Hijos Luego del Diluvio. La Torre de Babel y la Dispersión de las Personas. Aparición de la Idolatría. Abraham. Aparición de Dios a Abraham en Forma de Tres Peregrinos. Destrucción de Sodoma y Gomorra. Sacrificio de Isaac. El Matrimonio de Isaac. Esaú y Jacobo. Visión de Jacobo de la Escalera Misteriosa. José. José en Egipto. Encuentro de José con sus Hermanos y Traslado de Jacobo y su Familia a Egipto. Historia del Sufriente Job. Esclavitud en Egipto. Moisés. Pascua y Éxodo de los Hebreos de Egipto. Traspaso de los Hebreos a Través del Mar Rojo y Otros Milagros. La Entrega de los Mandamientos en el Monte Sinaí. La Tienda. Peregrinaje de los Hebreos Durante Cuarenta Años Serpiente de Cobre. Entrada de los Hebreos a la Tierra Prometida. Sermón Sobre el Milagro de Josué. Jueces. Historia de Rut. Saúl, Primer Rey Hebreo. Victoria de David ante Goliat. El Rey David. El Rey Salomón. División del Reino Hebreo en Dos: Reino de Judá y Reino de Israel. Profetas. Profeta Elías. Profeta Eliseo. El Profeta Jonás. Caída del Reino Israelita. El Reino Judío. El Profeta Isaías. Caída del Reino Judío. El Profeta Jeremías. Cautividad en Babilonia. Profeta Ezequiel. El Profeta Daniel. Los Amigos del Profeta Daniel — Hananías, Azarías y Misael — en el Horno Babilonio. Caída del Reino de Babilonia. El Reino Medo-Persa. El Profeta Daniel en la Fosa de Leones. Regreso de los Judíos de la Cautividad de Babilonia y Construcción del Segundo Templo. Imperio Griego. Traducción de los Libros de las Sagradas Escrituras al Idioma Griego. Mártires por la Fe. Maccabeos.

 

 

1. Conceptos Preliminares.

 

Acerca del Mundo.

Todo lo que nosotros vemos: el sol, la luna, las estrellas, las nubes, la tierra en la cual vivimos, el aire que respiramos; y todo lo que está sobre la tierra: la hierba, los árboles, las montañas, los ríos, los mares, los peces, los pájaros, las bestias, los animales y, por fin, los seres humanos, es decir nosotros mismos, todo está creado por Dios. El mundo es la creación de Dios.

Nosotros vemos el mundo de Dios y apreciamos cuán lindo y sabiamente fue organizado.

He aquí, nos encontramos en la pradera. Sobre nosotros en lo alto se extiende como una tienda, el cielo celeste con blancas nubes. Y sobre la tierra, la espesa y verde hierba, cubierta con flores. Entre la hierba, el chirrido perceptible de distintas clases de insectos, y sobre las flores revolotean las mariposas, vuelan las abejas y distintos mosquitos. Toda la tierra aquí se parece a un gran y lindo tapiz. Pero ningún tapiz, tejido por mano de hombre, puede compararse con la belleza de la pradera de Dios.

Damos una vuelta por el bosque. Allí veremos una multitud de árboles, diferentes según su aspecto y textura. El poderoso roble, el esbelto abeto, el rizado abedul, el fragante tilo, el alto pino y el frondoso avellano. Allí hay también un claro con arbustos y toda clase de hierbas. En todas partes se escuchan los silbidos de los pájaros y el zumbido y chirrido de diversos insectos. En el bosque viven centenares de distintas especies de fieras. ¡Y cuántas bayas, hongos y flores! Este es su gran mundo silvestre.

He aquí también el río. Él suavemente lleva sus aguas, que brillan por la luz del sol, en medio de bosques campos y praderas. ¡Qué agradable es bañarse en él! Por todos lados hace calor, pero en el agua está fresco y agradable. Y cuánta variedad de peces, ranas, escarabajos de agua y otros seres vivientes habitan allí. Allí también se encuentra su propia vida, su propio mundo.

Y cuán magnífico es el mar, que a su vez posee su enorme y riquísimo mundo subacuático lleno de organismos vivientes.

Y que lindas son las montañas, que sobrepasan las elevadas nubes con sus cumbres cubiertas con nieve y hielo eternos

Es maravilloso el mundo terrenal en su belleza, todo en él está henchido de vida. Sería imposible enumerar todas las plantas y animales que pueblan la tierra, desde los más pequeños, invisibles al ojo humano, hasta los más grandes. Ellos viven por todas partes: sobre la tierra seca, en el agua, en el aire, en el suelo y hasta en la profundidad de la tierra. Y toda esta vida fue otorgada al mundo por Dios.

¡Qué rico y variado es el mundo de Dios! Y sin embargo, al mismo tiempo sobre esta enorme diversidad reina un sorprendente y armonioso orden, establecido por Dios, o, como comunmente llaman, "las leyes de la naturaleza." Todas las plantas y animales están establecidos por toda la tierra conforme con este orden, y a cada uno le está designado su alimento. A todo le fue dada su determinada y razonable finalidad. Absolutamente todo en el mundo nace, crece, envejece y muere; y así uno es relevado por otro. A todo Dios dio su tiempo, lugar y asignación.

Solamente el hombre vive en cualquier parte de la tierra y reina sobre todo. Dios lo dotó con intelecto y con un alma inmortal. Él le dio al hombre una especial y elevada asignación: conocer a Dios, asemejarse a Él, es decir, perfeccionarse y santificarse cada vez más, y heredar la vida eterna.

En su aspecto exterior, los hombres se dividen en razas blanca, negra, amarilla y cobriza, pero todos ellos poseen en igual forma intelecto y alma inmortal. Por medio de esta alma el hombre se exalta por sobre todo el mundo animal y se asemeja a Dios.

Y ahora observemos a la profunda y oscura noche. ¡Cuántas estrellas veremos esparcidas por el cielo! Son innumerables, y cada una representa un mundo aparte. Muchas de ellas son como nuestro sol o nuestra luna, y otras son mucho más grandes que éstos, pero por encontrarse tan lejos de la tierra, nos parecen pequeños puntos brillantes. Todas ellas se movilizan ordenadamente una alrededor de otra de acuerdo a trayectorias y leyes establecidas. Y nuestra tierra, en este enorme espacio celeste, parece también un pequeño punto brillante.

¡Es grandioso e inabarcable el mundo de Dios! No se lo puede enumerar, ni medir. Sólo Dios, creador de todo, conoce la medida, el peso y el número de todo.

Todo este mundo Dios lo creó para la vida y provecho de los hombres, para cada uno de nosotros. ¡Así de infinito es el amor de Dios para con nosotros! Y si nosotros también vamos a amar a Dios y vivir de acuerdo con su ley, entonces muchas cosas misteriosas en el mundo pasarán a ser para nosotros comprensibles y claras. Vamos a amar al mundo de Dios y a vivir con todos en amistad, amor y alegría. Y entonces, esta alegría no cesará nunca en ninguna parte, y nadie nos la podrá quitar, porque Dios mismo estará con nosotros.

Pero para recordar que nosotros pertenecemos a Dios, para estar más cerca a Él y amarlo, es decir, para cumplir nuestro cometido en la tierra y heredar la vida eterna, necesitamos conocer más acerca de Dios, conocer su santa voluntad, es decir, la Ley de Dios.

 

Preguntas: ¿Quién creó el mundo y le dio vida? ¿Quién dispuso en el mundo el orden armonioso, o, como comunmente llaman, "las leyes de la naturaleza"; y en qué consiste este orden? ¿Qué le asignó Dios al hombre? ¿Para quién creó Dios el mundo? ¿Para qué nos es imprescindible conocer la Ley de Dios?

 

 

Acerca de Dios.

Dios creó al mundo entero de la nada, con su sola palabra. Él puede hacer todo lo que desea.

Dios es el ser más elevado. No hay nadie en ningún lugar comparable con Él, ni en la tierra ni en el cielo. Nosotros los seres humanos, no alcanzamos con nuestro entendimiento a concebirlo plenamente. Y nosotros mismos, por nuestra propia cuenta no hubiéramos podido conocer nada acerca de Dios si Él mismo no nos lo hubiera revelado. Absolutamente todo lo que sabemos acerca de Dios, nos lo fue manifestado por Él mismo.

Cuando Dios creó a los primeros hombres, a Adán y Eva, se les presentaba en el paraíso y les revelaba acerca de Sí mismo, relatándoles cómo creó al mundo, explicándoles cómo es necesario creer en el Único y Verdadero Dios y como cumplir con su voluntad.

Estas enseñanzas divinas, en un principio eran transmitidas oralmente, de generación en generación. Pero luego, por imposición de Dios, fueron escritas por Moisés y los otros profetas en los libros sagrados.

Finalmente el mismo Hijo de Dios de Dios, Jesucristo, apareció en la Tierra y sus enseñanzas complementaron todo lo que los hombres deben saber acerca de Dios. Él les reveló un gran misterio: Dios es uno, pero trino en Personas. La primera Persona es Dios Padre, la segunda es Dios Hijo y la tercera es Dios Espíritu Santo.

Esto no quiere decir que sean tres Dioses, sino un solo Dios en tres Personas: la Trinidad Unisustancial e Indivisible.

Las tres Personas poseen idéntica dignidad divina, ninguna entre Ellas es mayor o menor. Dios Padre es verdadero Dios, así como Dios Hijo es verdadero Dios y Dios Espíritu Santo es verdadero Dios.

Se distinguen entre Si, sólo por el hecho que Dios Padre no nace ni procede de nadie, Dios Hijo nace de Dios Padre y Dios Espíritu Santo procede de Dios Padre.

Al revelarnos el misterio de la Santísima Trinidad, Jesucristo nos enseñó no sólo a adorar correctamente a Dios, sino también a amarlo, ya que las tres Personas de la Santísima Trinidad -Padre, Hijo y Espíritu Santo- eternamente están en continuo amor mutuo y constituyen una sola entidad. Dios es el omniperfectísimo Amor.

El gran misterio que nos reveló Dios acerca de Si, el misterio de la Santísima Trinidad, nuestro débil entendimiento no lo puede abarcar ni comprender.

 

San Cirilo, maestro de los eslavos, se esforzaba para explicar este misterio de la siguiente manera: "¿Veis en el cielo el círculo brillante (el sol), del cual emana la luz y procede el calor? Dios Padre, como el círculo solar, no tiene principio ni fin. De Él nace eternamente el Hijo de Dios, al igual que la luz nace del sol; y procede el Espíritu Santo así como el calor, junto con los luminosos rayos, procede del sol. Cada uno distingue particularmente tanto el círculo solar, como la luz y el calor, pero no son tres soles sino un sólo sol en el firmamento. De la misma manera la Santísima Trinidad: en Ella hay tres Personas, pero Dios es uno e indivisible."

San Agustín dice: "Tú ves la Trinidad, si ves el amor." Esto significa que el misterio de la Santísima Trinidad puede entenderse con el corazón, es decir con amor, antes que con nuestra débil mente.

 

Las enseñanzas de Jesucristo, el Hijo de Dios, fueron escritas por sus discípulos en el libro sagrado llamado Evangelio. La palabra "Evangelio" significa buena (o bendita) nueva.

Y todos los libros sagrados, unidos en un sólo libro, se denominan Biblia. Esta palabra es griega, y en castellano quiere decir libros.

 

Preguntas: ¿Podemos nosotros, con nuestro entendimiento, concebir plenamente quién es Dios, y solos conocer acerca de Él? ¿De dónde sabemos nosotros acerca de Él, que Él es el Creador del mundo? ¿Quién completó las enseñanzas acerca de Dios, que Él es uno pero Trino en Personas? ¿Cómo se llaman las Personas de la Santísima Trinidad? ¿En qué se distinguen entre sí? ¿Qué es el Evangelio y qué es la Biblia?

 

 

 

Atributos de Dios.

Dios nos reveló acerca de Sí mismo que:

Él es un Espíritu incorpóreo e invisible (S. Juan 4:24). Esto quiere decir que Dios no tiene cuerpo ni huesos como tenemos nosotros, ni posee en Sí nada de lo que el mundo visible está compuesto. Por eso nosotros no podemos verlo.

Para explicar este concepto, vamos a presentar un ejemplo sacado de nuestro mundo terrenal. Nosotros no podemos ver el aire, pero vemos sus efectos y manifestaciones: el movimiento del aire (el viento) posee gran fuerza, capaz de mover enormes barcos y hacer funcionar complicadas máquinas. Nosotros sentimos y sabemos que respiramos aire y que sin él no podemos vivir. De la misma manera nosotros no podemos ver a Dios, pero en todas partes del mundo contemplamos sus obras y manifestaciones, su sabiduría y fuerza, y hasta las percibimos en nosotros mismos.

Sin embargo, el invisible Dios, por amor hacia nosotros, en ocaciones se aparecía a ciertas rectas personas en forma visible, pero en sus semejanzas o como decir en sus reflejos, de manera tal que ellos pudieran verlo, porque de otra manera hubieran muerto a causa de su grandeza y gloria.

Dios le dijo a Moisés: "el hombre no puede verme y permanecer vivo" (Éxodos 33:20). Si el sol nos enceguece con su brillo, y nosotros no podemos mirar a esta creación de Dios sin enceguecernos, con más razón a Dios su creador. Porque "Dios es luz, y no hay ninguna tiniebla en Él" (I Juan 1:5), y habita en luz inaccesible (I Tim. 6:16).

 

Dios es eterno (Sal. 89:3 (90:2); Is. 40:28).

Todo lo que vemos en el mundo, en algún momento tuvo su comienzo, nació; y en algún momento cesará, morirá o desaparecerá. Todo en este mundo es temporario, todo tiene su comienzo y su fin.

Alguna vez no había ni cielo, ni tierra, ni tiempo, sólo estaba Dios, porque Él no tiene principio. Y por ende, al no tener principio tampoco tiene fin. Dios siempre fue y siempre será. Dios está fuera del tiempo.

Dios existe siempre.

Por eso es llamado eterno.

 

Dios es inmutable (Sgo. 1:17; Mal. 3:6).

Nada hay en el mundo que sea permanente e invariable, todo se altera continuamente: crece, envejece, muere; un organismo se muda en otro.

Sólo Dios es permantente, en Él no hay ningún tipo de variación. Él no crece ni envejece, no experimenta absolutamente ningún cambio. Así como siempre fue, así es ahora y así será por siempre.

Dios siempre es el mismo, por eso es llamado inmutable.

 

Dios es omnipotente (Gén. 17:1; S. Lucas 1:37).

Si alguien quiere construir algo, necesitará cierto material, sin el cual nada podrá hacer. Con la ayuda de pinturas, el hombre podrá pintar sobre una tela un hermoso cuadro; con metal podrá construir una complicada y útil máquina. Pero de ninguna manera puede construir, por ejemplo, la tierra en la que vivimos, o el sol, el cual alumbra y calienta, o muchas otras cosas.

Sólo para Dios nada es imposible, no hay nada que Él no pueda hacer. Él quiso crear al mundo y lo hizo, de la nada, con su sola palabra.

Dios puede hacer todo lo que desea. Por eso es llamado Omnipotente.

 

Dios es omnipresente (Sal. 138 [139]: 7-12).

Dios siempre, en cualquier momento, está presente en todas partes. No hay un lugar en el mundo en el que Él no esté presente. Nadie puede ocultarse de Él en ningún lugar.

Dios está en todas partes, por eso se lo llama omnipresente (ubicuo).

Dios es omnisciente (I Juan 3:20; Hebr. 4:13).

El hombre puede aprender mucho, conocer mucho, pero ninguno puede saberlo todo. Además, el hombre no puede saber lo futuro, no puede escuchar ni verlo todo.

Sólo Dios sabe todo lo que fue, lo que es y lo que será. Para Dios no hay distinción entre el día y la noche: Él en todo tiempo lo ve y lo oye todo. Nos conoce a cada uno de nosotros, y sabe no solamente lo que hacemos y decimos, sino también lo que pensamos y deseamos.

Dios siempre lo sabe todo, lo ve todo y lo oye todo.

Por eso es llamado omnisciente (que todo lo sabe).

 

Dios es omnibueno (Mateo 19:17).

Las personas no siempre son buenas. Sucede seguido que hay alguien a quien no aman.

Sólo Dios nos ama a todos, y nos ama en un grado supremo, como nadie entre los hombres. Él nos da todo lo que necesitamos para vivir. Todo lo que vemos en el cielo y en la tierra, Dios lo creó para el beneficio y utilidad de las personas.

He aquí cómo enseña acerca de esto un obispo: "¿Quién nos dio la vida? ¡El Señor! De Él nosotros recibimos un alma que razona, capaz de deliberar y concebir, de Él recibimos un corazón, capaz de amar... Nos circunda el aire, el cual respiramos y sin el cual no podemos vivir. Por doquier estamos abastecidos de agua, la cual nos es tan indispensable como el aire. Nosotros habitamos la tierra, la cual nos proporciona todo alimento necesario para mantener y conservar nuestra vida. Nos alumbra la luz, sin la cual no podríamos valernos de nada. Tenemos también el fuego, con el cual nos calentamos en tiempos fríos y usamos para preparar la comida necesaria. Y todo esto es dádiva de Dios. Tenemos padre, madre, hermanos, hermanas, amigos; ¡cuánta alegría, ayuda y consuelo nos proporcionan! Pero a ninguno de ellos tendríamos, si al Señor no hubiera sido de su agrado el dárnoslos."

Dios siempre está dispuesto a otorgarnos cualquier beneficio y se preocupa por nosotros más, que el mejor padre por sus hijos.

Por eso a Dios se lo llama omnibueno o benignísimo.

Y nosotros llamamos a Dios nuestro Padre Celestial.

 

Dios es omnirecto (Sal. 7:11; 10 [11]:7).

Las personas a menudo mienten y son injustas.

Dios es sumamente justo. Siempre guarda la verdad y juzga a los hombres con justicia. Él no castiga sin causa al recto, ni deja sin castigo al que comete alguna maldad, si aquél mismo no corrige su vida con arrepentimiento y obras de bien.

Por eso Dios es llamado omnirecto y omnijusto.

 

Dios es omnisuficiente (Hechos 17:25).

El hombre siempre necesita de algo, y por eso suele estar descontento.

Sólo Dios lo tiene todo y no necesita de nada; por el contrario, Él mismo da todo a todos.

Por eso es llamado omnisuficiente.

 

Dios es omnibienaventurado (I Tim. 6:15).

Dios no sólo es omnisuficiente, además siempre tiene en Sí mismo el máximo gozo: la completa bienaventuranza o, como nosotros decimos, la mayor felicidad.

Por eso Dios es llamado omnibienaventurado.

Y nosotros no podemos hallar nunca y en ningún lugar el verdadero gozo en la vida (la felicidad), sino sólo en Dios.

Nosotros llamamos a Dios Creador y Fundador, porque Él creó todo lo visible e invisible.

También llamamos a Dios Todopoderoso, Soberano y Rey, porque con su omnipotente voluntad, sostiene bajo su poder y fuerza todo lo por Él creado, gobierna y reina sobre todos y a todos dirige.

Y además llamamos a Dios Providente, porque se preocupa y tiene cuidado por todos y por todo.

 

Preguntas: ¿Cuáles son los atributos de Dios? ¿Por qué nosotros llamamos a Dios Espíritu, eterno, inmutable, omnipotente, omnipresente, omnisciente, omnibueno, omnirecto, omnisuficiente y omnibienaventurado? ¿Por qué lo llamamos Creador y Fundador, Todopoderoso, Soberano, Rey y Providente?

 

Acerca de la Oración.

Dios ama a su creación, Él ama a cada uno de nosotros. "Y seré para vosotros Padre, y ustedes serán mis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso" (II Cor. 6:18).

Por lo tanto nosotros, de la misma manera que hacia nuestros padres carnales, en cualquier momento podemos dirigirnos hacia Él — nuestro Padre Celestial. Nuestra invocación hacia Dios es la oración.

Es decir, que la oración es nuestra plática y conversación con Dios. Ella es tan imprescindible para nosotros como el aire o el alimento. Absolutamente todo en nosotros proviene de Dios, de modo que no poseemos nada verdaderamente propio: la vida, las facultades, la salud, los alimentos, todo nos es dado por Dios.

Por eso nosotros, en la alegría o en la tristeza, o cuando necesitamos algo, debemos dirigirnos a Dios con la oración. Y el Señor que es muy bueno y misericordioso para con nosotros, si nos proponemos rogarle por nuestras necesidades con corazón limpio, con fe y diligencia, infaliblemente Él cumplira nuestros deseos y nos dará todo lo que necesitamos. Para esto es necesario entregarse completamente a su santa voluntad y esperar con paciencia, porque sólo el Señor sabe qué conviene darnos y cuándo, qué nos es útil y que nos es perjudicial.

Los que ruegan a Dios indolentemente, obran mal: ellos se alejan de Dios y Dios de ellos. Y sin la oración, el hombre deja de amar a Dios, se olvida de Él y no cumple con su cometido en la tierra, es decir que realiza el pecado.

 

Preguntas: ¿Qué es rezarle a Dios? ¿Es necesario rezarle a Dios? ¿Cuándo Dios cumple con nuestros ruegos? ¿Hacen bien los que no rezan a Dios?

 

 

 

Acerca del Pecado.

El pecado, o el mal, es el quebrantamiento de la ley de Dios; la iniquidad, o dicho de otra manera, la transgresión pecaminosa, es el incumplimiento de la voluntad de Dios.

¿Cómo comenzaron a pecar las personas, y quién fue el primero que quebrantó la voluntad de Dios?

Antes de la creación del mundo visible y del hombre, Dios creó a los ángeles. Los ángeles son espíritus incorpóreos, invisibles e inmortales. Todos ellos fueron creados buenos, y Dios les dio absoluta libertad: si de sí mismos deseaban amar a Dios o no. Y esto quiere decir, si deseaban ellos mismos vivir con Dios o sin Él.

Uno de los más lúcidos y fuertes ángeles no quiso amar a Dios ni cumplir con su divina voluntad, sino que quiso él mismo ser como Dios. Éste ángel dejó de obedecer a Dios, comenzó a contradecirle en todo y se hizo enemigo de Él. Arrastró consigo también a algunos otros ángeles.

A causa de semejante resistencia hacia Dios, todos estos ángeles fueron privados de la luz y bienaventuranza (es decir, regocijo) con que habían sido dotados, y se transformaron en malos y oscuros espíritus.

Todos estos oscuros y malignos espíritus ahora se los denomina demonios y diablos. El principal diablo, el cual fue el más lúcido ángel, se lo denomina satanás, es decir, enemigo de Dios.

El diablo enseño hasta a las personas a no obedecer a Dios, a pecar. Él sedujo a los primeros hombres creados por Dios — Adán y Eva; es decir, con astucia y engaño les enseño a quebrantar la voluntad de Dios.

Todos nosotros descendemos de Adán y Eva, los cuales pecaron, y por consiguiente nacemos con la inclinación al pecado. El pecado, transmitido constantemente de generación en generación, se apoderó de todos los hombres y los sometió a si. Todas las personas son pecadoras (algunas más que otras y otras menos).

 

NOTA: Los cristianos ortodoxos no deben confundir esta realización del efecto del pecado ancestral, con la enseñanza sectaria del "Pecado original." No hay doctrina de "Pecado original" en la Santa Iglesia, pues no es posible heredar el delito de Adán. Los Santos Padres en ningún lugar mencionan esta enseñanza, sino que se refieren al pecado ancestral, que produjo no un delito, sino una enfermedad hereditaria: la inclinación a pecar.

El pecado siempre aleja al hombre de Dios, lo lleva a sufrimientos, enfermedades y la muerte eterna. Por eso todos los hombres comenzaron a sufrir y morir. Ya por si solos y con sus propias fuerzas, no podían vencer al mal, difundido por todo el mundo, ni suprimir la muerte.

Pero Dios, por su misericordia, les ayudó en esto, habiendo enviado a la tierra a su Hijo, nuestro Salvador Jesucristo.

 

Preguntas: ¿Qué es el pecado? ¿Quién fue el primero que quebrantó la voluntad de Dios? ¿Quién es el diablo, o satanás? ¿Quiénes son los ángeles y cuándo fueron creados? ¿Quiénes son los espíritus malignos y cómo se los denomina? ¿Quién y cómo le enseño a los hombres a pecar? ¿Por qué todos nosotros los hombres nacemos pecadores? ¿Qué es lo que todos los hombres heredamos del pecado ancestral de Adán? ¿De quién aleja a los hombres el pecado, a qué los lleva y por qué todas las personas mueren? ¿Pueden las personas por si solas, con sus propias fuerzas, vencer al mal y suprimir la muerte? ¿De qué manera Dios ayudó a los hombres a vencer al mal y a la muerte eterna?

 

 

Acerca de la Señal de la Cruz.

Nosotros nos denominamos cristianos porque creemos en Dios tal como nos enseñó a creer el mismo Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo.

Jesucristo no sólo nos enseñó a creer correctamente en Dios, sino que también nos salvó del poder del pecado y de la muerte eterna.

El Hijo de Dios, Jesucristo, por amor hacia nosotros pecadores, descendió del cielo y, tratado como un hombre cualquiera, sufrió en lugar de nosotros por nuestros pecados, fue crucificado, murió sobre la cruz y al tercer día resucitó.

Así, el inmaculado Hijo de Dios con su cruz (es decir con sus sufrimientos y muerte sobre la cruz por los pecados de todos los hombres, de todo el mundo) venció no sólo al pecado, sino también a la misma muerte al resucitar de los muertos, y convirtió a la cruz en instrumento de su victoria sobre el pecado y la muerte.

Al vencer a la muerte, habiendo resucitado al tercer día, Jesucristo nos salvó también a nosotros de la muerte eterna. Y Él nos resucitará a todos nosotros, fallecidos, cuando llegue el postrer día del mundo; nos resucitará a la vida feliz y eterna que es con Dios.

La Cruz es el instrumento, el estandarte de la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.

 

Cierto maestro, para explicar mejor a sus alumnos, cómo Jesucristo pudo vencer con su Cruz al mal en el mundo, lo aclaró con este ejemplo:

A lo largo de muchos años los suizos luchaban contra sus enemigos los austríacos. Finalmente, ambos ejércitos se encontraron en un valle para la batalla definitiva. Los guerreros austríacos, vestidos en cota de malla de hierro, formaban con sus lanzas extendidas hacia adelante filas tupidas, mientras que los suizos infructuosamente trataban de romper las filas de sus enemigos, reboleando sus pesados garrotes. Varias veces los suizos se lanzaban hacia sus enemigos con irracional valentía, pero siempre eran rechazados. Por la fuerza ellos jamás podrían vencer esas tupidas lanzas.

Entonces uno de los soldados suizos, Arnold Vinkelrid, sacrificando su vida se adelantó corriendo, tomando con ambas manos algunas lanzas que el enemigo le arrojaba y dejando que otras les dieran en su pecho. De esta manera, fue abierto a los suizos un camino por el cual ellos entraron en las filas de los austríacos y consumaron una definitiva y terminante victoria sobre el enemigo.

Así, el heroe Vinkelrid sacrificó su vida y murió, pero le dio a su pueblo la posibilidad de vencer al enemigo.

De un modo similar nuestro Señor Jesucristo recibió en su pecho las terribles y para nosotros invencibles lanzas del pecado y la muerte, y murió en la cruz, pero resucitó como vencedor sobre el pecado y la muerte. Y así nos abrió el camino hacia la eterna victoria sobre el mal y la muerte, es decir que nos abrió el camino hacia la vida eterna.

 

Ahora todo depende de nosotros mismos: si nosotros queremos librarnos del poder del mal, es decir del pecado y la muerte eterna, entonces debemos seguir a Cristo, es decir creer en Él, amarlo y cumplir con su santa voluntad, esto es obedecerlo en todo (vivir con Cristo).

Precisamente por eso, para expresar nuestra fe en Jesucristo nuestro Salvador, llevamos sobre nuestro cuerpo la cruz y a la hora de rezar trazamos sobre si mismos, con la mano derecha la señal de la cruz, osea nos persignamos.

Para persignarnos juntamos los dedos de la mano derecha así: los tres primeros (el pulgar, el índice y el corazón o medio) los juntamos en sus extremos uniformemente, mientras que los dos últimos (el anular y el meñique) los doblamos contra la palma de la mano.

Los tres primeros dedos juntados expresan nuestra fe en Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, como la Trinidad Unisubstancial e Indivisible. Mientras que los otros dos doblados contra la palma, significan que el Hijo de Dios, al descender a la tierra se hizo hombre, siendo Dios. Es decir, expresan Sus dos naturalezas: la Divina y la humana.

Cuando nos persignamos, con los dedos juntados de manera descripta, tocamos la frente para santificar nuestra mente, el vientre (estómago), para santificar nuestros sentidos internos y luego el hombro derecho y luego el izquierdo, para santificar nuestras fuerzas corporales.

La señal de la cruz nos da gran fuerza para ahuyentar y vencer al mal y obrar el bien. Pero debemos recordar que es necesario persignarse correctamente y sin apurarse. Pues de lo contrario no estaremos trazando la cruz, sino que simplemente estaríamos agitando la mano, y eso sólo le es agradable a los demonios. Persignándonos descuidadamente demostramos nuestro desacato hacia Dios, pecamos, y este pecado se llama profanación.

Debemos hacernos la señal de la cruz: al comienzo, durante y al final de las oraciones, así también cuando nos acercamos a todo lo que es santo: cuando entramos a la iglesia, cuando nos inclinamos delante de la cruz o de algún ícono. También debemos persignarnos en todos los momentos importantes de nuestra vida: en peligro, en las desgracias, en las alegrías, etc...

Cuando nos persignamos fuera de los momentos de oración, debemos mentalmente, para si mismos, decir: "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén." Así expresamos nuestra fe en la Santísima Trinidad y nuestro deseo de vivir y esforzarnos para gloria de Dios.

La palabra "amén" quiere decir: verdadera y realmente, que así sea.

 

Preguntas: ¿Qué expresamos nosotros con trazarnos la señal de la cruz? ¿De qué manera juntamos los dedos para persignarnos, y cuál es su significado? Cuando nos hacemos la señal de la cruz, ¿por qué nos tocamos la frente, el vientre y los hombros? ¿Por qué es necesario persignarse correctamente y sin apurarse? ¿Cuándo debemos persignarnos? ¿Qué pecado cometemos al persignarnos irreverentemente?

 

 

Acerca de las Reverencias.

Para demostrarle a Dios nuestra devoción y honra hacia Él, durante la oración permanecemos de pie y no nos sentamos. Sólo a los enfermos y a los muy ancianos se les permite rezar sentados.

Siendo concientes de nuestra pecaminosidad e indignidad delante de Dios, nosotros, como signo de nuestra humildad, acompañamos nuestras oraciones con reverencias. Éstas pueden ser metanías (cuando inclinamos nuestro tronco y con la mano derecha tocamos el suelo) o postraciones (cuando nos inclinamos hasta el piso, y de rodillas apoyamos la cabeza sobre el suelo).

 

Preguntas: ¿Por qué durante la oración debemos permanecer de pie y no sentarnos? ¿Para qué usamos las reverencias durante las oraciones? ¿Qué clase de reverencias hay?

 

 

Distintas Clases de Oraciones.

Si nosotros y nuestros allegados estamos saludables y felices, tenemos dónde vivir, con qué vestirnos y qué comer, entonces debemos glorificar a Dios y agradecerle en nuestras oraciones. Éstas oraciones se llaman de alabanza y de agradecimiento.

Si a nosotros nos sucede alguna desgracia, enfermedad, infortunio o estamos necesitados de algo, debemos pedir ayuda a Dios. Éstas oraciones se llaman de petición.

Y si hemos hecho algo malo (pecado) y somos culpables ante Dios, debemos pedirle perdón, arrepentirnos. Éstas oraciones se llaman de arrepentimiento.

Por cuanto somos pecadores ante Dios (constantemente pecamos), nosotros debemos siempre, antes de pedirle algo, arrepentirse primero y recién luego pedir a Dios por nuestras necesidades. Es decir, que la oración de arrepentimiento siempre debe preceder a la de petición.

 

Preguntas: ¿Qué debemos expresarle a Dios, cuando Él nos envía sus beneficios? ¿Cómo se llaman las oraciones con las que alabamos o agradecemos a Dios? ¿Qué le expresamos a Dios en las oraciones cuando nos sucede un infortunio, o cuando obramos mal?

 

 

Cuándo Dios Oye Nuestras Oraciones.

Antes de rezar debemos conciliarnos con aquellas personas con las cuales obramos mal, y hasta con las que se sienten ofendidas por nosotros. Y entonces sí, con devoción y atención ponernos a rezar. Durante la oración, nuestra mente debe estar encaminada de tal manera que no piense en nada ajeno a la plegaria, que nuestro corazón desee una sola cosa: rezar lo mejor posible y agradar a Dios.

Si nosotros vamos a rezar sin habernos conciliado con nuestro prójimo, si vamos a rezar apuradamente, si durante la oración vamos a charlar o reírnos, entonces nuestra oración será desagradable a Dios. Tal oración Dios no la escuchará ("no nos escuchará"), y hasta nos puede castigar.

Para una oración diligente e intensificada, y para una vida buena y piadosa es que fueron establecidas las abstinencias.

Durante los días de estas abstinencias, nosotros debemos pensar más en Dios, en nuestros propios pecados que cometemos ante Él, rezar más, arrepentirse, no irritarnos ni ofender a nadie, sino que por el contrario ayudar a todos, leer las Sagradas Escrituras etc. Para poder cumplir con facilidad con todo esto necesitamos, antes que nada, comer menos y abstenernos completamente de la carne, huevos y productos lácteos; y comer sólo comida de abstinencia, es decir, comida vegetal: pan, verduras, frutas. Ya que la suculenta comida de origen animal nos produce somnolencia y deseos de descansar en vez de rezar, o, contrariamente, ganas de rezotar.

El mayor y más prolongado período de abstinencia es antes de la fiesta de Pascua, y se llama "Gran Cuaresma."

 

Preguntas: ¿Cuándo podemos tener la confianza de que Dios va a escuchar nuestras oraciones? ¿Qué es necesario hacer para que nuestra oración sea devota y diligente? ¿Escuchará Dios nuestras oraciones si rezamos apurados y distraídos? ¿Qué fue establecido, para rezar diligente e intensificadamente? ¿Qué son las abstinencias?

 

 

Dónde y Cuándo se Puede Rezar a Dios.

En todo lugar se puede rezar a Dios, ya que Dios se está en todas partes: en la casa, en la iglesia y en cualquier camino.

El cristiano tiene la obligación de rezar cada día por la mañana, antes de acostarse, antes y después de comer y antes y después de cualquier obra. Éste género de oración se llama doméstica o particular.

Los domingos y días festivos, así como cualquier día luego de librarnos de nuestras tareas, para rezar debemos ir al templo de Dios. Allí se reúnen nuestros semejantes cristianos y rezamos conjuntamente. Éste género de oración se llama social o eclesiástica.

 

Preguntas: ¿Dónde se puede rezar a Dios? ¿Por qué en cualquier lugar se puede rezar a Dios? ¿Cómo se llama la oración que rezamos en casa? ¿Cómo se llama la oración que rezamos en el templo?

 

 

 

Acerca del Templo.

El templo (o iglesia) es una especial casa dedicada a Dios (la casa de Dios), en la cual se celebran los divinos servicios. En el templo mora una particular gracia, o benevolencia de Dios, la cual nos es dada a través de los que celebran los divinos servicios: el clero (obispos y sacerdotes).

El aspecto exterior del templo se diferencia de un edificio común, por la cúpula que se eleva en el techo, la cual representa al cielo. La cúpula termina con una cabeza, sobre la cual se coloca una cruz, en honor de la cabeza de la Iglesia — Jesucristo. Sobre la entrada a la iglesia, comúnmente se contruye un campanario, es decir una torre en la cual se cuelgan las campanas. El tañido de las campanas se utiliza para convocar a los fieles a la oración, al divino servicio. Y también para dar aviso de los momentos más importantes del servicio que se está oficiando en la iglesia.

En la entrada al templo, se construye desde afuera un atrio exterior (plazoleta, soportal). Por dentro, el templo se divide en tres partes: 1) el atrio; 2) el templo propiamente dicho, o la parte media del templo donde se ubican los fieles oradores y 3) el altar, en donde los clérigos celebran los divinos servicios. Aquí se encuentra el lugar más importante de todo el templo: el santo Trono, sobre el cual se celebra el misterio de la santa Comunión.

El altar se divide de la parte media del templo por el iconostasio, pared o muro de varias hileras de íconos, el cual posee tres puertas. Las del medio se llaman puertas reales, porque el mismo Señor Jesucristo, el Rey de Gloria, invisiblemente las atraviesa en los Santos Dones (en la Santa Comunión). Por esta razón, a nadie se le permite atravesarlas salvo al clero.

La lectura y el canto de oraciones, realizados en el templo, siguiendo un especial orden y con el clérigo presidiendo, se denomina divino servicio.

El servicio más importante es la liturgia o misa (la cual se celebra antes del mediodía). En ella se recuerda toda la vida terrenal del Salvador y se realiza el misterio de la Comunión, el cual instituyó el mismo Cristo en la Santa y Misteriosa Cena.

El misterio de la Comunión consiste en que, por la gracia de Dios, el pan y el vino se consagran, se transforman en verdaderos Cuerpo y Sangre de Cristo, conservando su apariencia de pan y vino. Y nosotros, bajo este aspecto de pan y vino, nos comulgamos con el verdadero Cuerpo y la verdadera Sangre del Salvador, para así entrar en el Reino de los Cielos y poseer la vida eterna.

Debido a que el templo es el lugar grande y santo, en donde invisiblemente y con especial misericordia está presente el mismo Dios, nosotros debemos entrar en él piadosamente. Debemos permanecer en silencio y devoción. Durante los divinos servicios no se debe conversar, ni menos reírse. No se debe tampoco darle la espalda al altar. Cada uno debe permanecer de pie en su sitio, y no moverse de un lugar a otro. Sólo en los casos de indisposición física está permitido sentarse y descansar. No hay que abandonar el templo antes de finalizado el servicio.

A la Santa Comunión hay que acercarse con tranquilidad y sin apuro, con las manos cruzadas sobre el pecho. Y luego de comulgarse, hay que besar el Cáliz sin persignarse, para no voltearlo accidentalmente.

 

Preguntas: ¿Qué es el templo? ¿Cómo es su aspecto exterior? ¿Cómo está dividido el templo por dentro? ¿Qué es el iconostasio? ¿Dónde se encuentran las Puertas Reales? ¿Qué es el Santo Trono y qué se realiza sobre él? ¿Cuál es el servicio más importante? ¿Que se recuerda en la misa? ¿Qué es el misterio de la Comunión? ¿Quién instituyó este misterio? ¿Cómo se debe permanecer en el templo?

 

 

La Bendición del Sacerdote.

Los clérigos (es decir, las personas especialmente consagradas que llevan a cabo los divinos servicio) son nuestros padres espirituales: los obispos (prelados) y los sacerdotes (presbíteros), y nos signan con la señal de la Cruz. Tal acto se llama bendición.

Cuando el sacerdote nos bendice, dobla sus dedos de tal forma que ellos representan las letras IC XC, es decir las iniciales griegas de Jesucristo. Esto quiere decir, que por medio del sacerdote nos bendice el mismo Señor nuestro Jesucristo. Por eso, debemos recibir las bendiciones de los clérigos con devoción.

Cuando nos encontramos en el templo y escuchamos las palabras de alguna bendición general: "paz a todos" por ejemplo, como respuesta debemos inclinarnos pero sin persignarnos. Pero para recibir una bendición particular de parte de algún obispo o sacerdote, debemos juntar las manos en cruz: la derecha sobre la izquierda, con las palmas hacia arriba. Y habiendo recibido la bendición, besamos la mano que nos bendijo, como si fuese la invisible mano del mismo Salvador Jesucristo.

 

Preguntas: ¿Quiénes nos signan con la señal de la Cruz? ¿Cómo se llama este acto? ¿Cómo pliega la mano el sacerdote para bendecir? ¿Cómo debemos colocar las manos cuando recibimos una bendición? ¿Qué hay que hacer luego de recibir la bendición?

 

Acerca de los Santos Íconos.

En el templo (en el iconostasio y en las paredes) y en nuestras casas (en la parte superior del rincón principal) se encuentran los santos íconos, ante los cuales nosotros rezamos.

Ícono o imagen se llama a la representación de Dios mismo, de la Madre de Dios, de los ángeles o de los santos que agradaron a Dios. Esta imagen indispensablemente se santifica con agua bendita, y a traves de esta santificación se le confiere al ícono la gracia del Espíritu Santo. De esta manera la imagen pasa a ser honrada como santo ícono. Existen íconos milagrosos, a traves de los cuales la gracia de Dios, presente en ellos, se manifiesta con milagros como, por ejemplo, la curación de enfermos.

El mismo Salvador nos ha dado su imagen: habiéndose lavado, secó su purísimo rostro con una toalla y milagrosamente lo reprodujo sobre la misma, para enviársela al príncipe Augaro que estaba enfermo. Luego de haber rezado delante de esta representación (imagen) del Salvador no hecha por mano humana, el príncipe se curó de su enfermedad.

Al rezar delante de algún ícono, debemos recordar que el mismo no es Dios o algún santo, sino que es sólo la representación de Dios o del santo. Por eso, no tenemos que rezarle al ícono como tal, sino a Dios o al santo, representado en él.

El santo ícono es lo mismo que un libro sagrado: en un libro sagrado leemos con devoción palabras divinas, mientras que en el santo ícono contemplamos piadosamente los santos rostros, los cuales, al igual que la palabra divina, elevan nuestra mente hacia Dios y hacia sus santos, y encienden nuestro corazón con amor hacia nuestro Creador y Salvador.

 

Preguntas: ¿A qué se llama santo ícono? ¿Dónde se colocan los santos íconos, en el templo y en las casas? ¿Por qué se los llama santos íconos? ¿Quién bendijo con su ejemplo el uso de los santos íconos? ¿Qué debemos recordar cuando rezamos delante de los santos íconos? ¿Cuál imagen del Señor se llama "no hecha por mano de hombre"?

 

 

 

Cómo es Representado Dios en los Santos Íconos.

Dios es Espíritu invisible, pero Él se aparecía a santos hombres en forma visible. Por eso en los íconos representamos a Dios en la forma en que Él se aparecía a los hombres.

A la Santísima Trinidad nosotros la representamos en la forma de tres ángeles sentados a una mesa. Esto se debe a que el Señor se apareció una vez a Abraham en forma de tres ángeles. Para subrayar la espiritualidad de los aparecidos a Abraham, los solemos representar con alas.

Cada Persona de la Santísima Trinidad, separadamente se la representa de la siguiente manera: a Dios Padre, en forma de anciano, porque así Él se aparecía a algunos profetas. A Dios Hijo se lo representa tal cual como era cuando descendió a la tierra y se hizo hombre para nuestra salvación: como niño en los brazos de la Madre de Dios; enseñando al pueblo y realizando milagros; transfigurándose; sufriendo sobre la cruz; yacente en el seplulcro; resucitado y habiéndose ascendido al cielo. A Dios Espíritu Santo se lo representa en forma de paloma: así Él se apareció cuando el Salvador se bautizó en el Jordan, por San Juan el Bautista. Y también se lo representa en forma de lenguas de fuego, porque así Él descendió en forma visible sobre los santos apóstoles, en el quincuagésimo día luego de la resurrección de Jesucristo.

 

Preguntas: ¿Si Dios es Espíritu invisible, por qué se lo representa en forma visible en los santos íconos? ¿Cómo representamos a la Santísima Trinidad en los santos íconos, y por qué precisamente de esa manera? ¿Cómo representamos en los santos íconos a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, y por qué precisamente de esa manera?

 

A Quiénes, Además de Dios, Representamos en los Santos Íconos.

Además de Dios, nosotros representamos en los santos íconos a la Madre de Dios, a los santos ángeles y a las santas personas.

Pero debemos rezarles a ellos no como a Dios, sino como a cercanos a Él, personas que agradaron a Dios con su santa vida. Ellos por amor hacia nosotros rezan a Dios por nosotros. Y nosotros debemos pedirles su ayuda e intercesión, porque por ellos, el Señor más rápidamente escuchará las oraciones de nosotros pecadores.

Es digno de atención el hecho que la imagen de la Madre de Dios, escrita (*) por el Evangelista Lucas, discípulo del Señor, se ha conservado hasta nuestros días. Existe la tradición, según la cual la Santísima Madre de Dios, habiendo visto su representación, dijo: "La gracia de mi Hijo estará con este ícono." Nosotros rezamos a la Madre de Dios, porque Ella es la que más próxima está a Dios y a la vez está cerca de nosotros. Gracias a su amor maternal y a sus oraciones, Dios nos perdona sobremanera y nos ayuda en abundancia. ¡Ella es la gran y misericordiosa intercesora por todos nosotros!

 

(*) Nota: La Santa Iglesia Ortodoxa enseña que un ícono no se pinta, sino que se escribe. Porque en él se describe un pasaje del Evangelio, por ejemplo, o la vida de un santo.

 

Preguntas: ¿Además de a Dios, a quiénes representamos en los santos íconos? ¿Cómo debemos rezarle a la Madre de Dios, a los santos ángeles y a las santas personas? ¿Quién fue el primero que escribió una imagen de la Madre de Dios? ¿Por qué nosotros principalmente ante todos los santos le rezamos a la Madre de Dios? ¿Por qué decimos que un ícono es escrito?

 

 

Acerca de los Santos Ángeles.

En el principio, cuando todavía no existían ni el mundo ni el hombre, Dios creó a los santos ángeles.

Los ángeles son espíritus incorpóreos (y por eso invisibles) e inmortales, así como nuestra alma; pero Dios los dotó con facultades y poderes más elevados que los humanos. La mente de ellos es más perfecta que la nuestra. Ellos en todo momento cumplen la voluntad de Dios, son inocentes y por la gracia de Dios se afirmaron tanto en las buenas obras, que ahora no pueden pecar.

Muchas veces los ángeles se aparecían en forma visible, adoptando aspecto corporal, cuando Dios los mandaba hacia las personas a decir o anunciar su voluntad. La palabra "ángel" significa "mensajero."

Durante su bautismo, cada cristiano recibe de Dios su ángel guardián. El mismo, en forma invisible, lo proteje durante toda su vida terrenal de las desgracias e infortunios, lo advierte de los pecados, lo ampara en la terrible hora de la muerte y no lo abandona luego de ella.

Los ángeles son representados en los íconos en forma de hermosos jóvenes, subrayando así su belleza espiritual. Sus alas significan que ellos cumplen en forma inmediata con la voluntad de Dios.

 

Preguntas: ¿Cuándo fueron creados los santos ángeles? ¿Quiénes son los santos ángeles? ¿Con qué poderes y facultades fueron dotados por Dios? ¿Pueden los santos ángeles pecar? ¿Cuándo se aparecían los ángeles en forma invisible, y qué significa la palabra "ángel"? ¿Cómo se llama el santo ángel que Dios nos concede en el bautismo? ¿Por qué se representan a los santos ángeles en forma de jóvenes y con alas?

 

 

Acerca de las Santas Personas.

En los íconos representamos también a las santas personas o complacientes a Dios. Así los llamamos porque durante su vida terrenal, ellos complacieron a Dios con su recta vida. Y ahora, estando en el cielo con Dios, ellos rezan por nosotros ante Él y nos ayudan, viviendo nosotros todavía sobre la tierra.

Los santos poseen diferentes denominaciones: profetas, apóstoles, mártires, santos prelados, santos imitadores de Cristo, santos anárgiros, bienaventurados y rectos.

Profetas nosotros llamamos a aquellos santos de Dios, los cuales por inspiración del Espíritu Santo predecían el futuro, especialmente hacerca del Salvador. Ellos vivieron hasta antes de la llegada del Salvador a la Tierra.

Apóstoles son los primeros discípulos de Jesucristo, a los cuales Él enviaba a la predicación durante su permanencia en la Tierra. Y luego del descenso del Espíritu Santo sobre ellos, predicaban por todos los países la fe cristiana. Al principio el Señor eligió a doce, y luego eligió a otros setenta.

Dos de los apóstoles, Pedro y Pablo, se los llama Príncipes de los apóstoles, puesto que ellos en su afán, trabajaron más que los otros en la predicación de la fe cristiana.

A cuatro apóstoles: a Mateo, Marcos, Lucas y Juan el Teólogo, los cuales escribieron el Evangelio, se los llama Evangelistas.

A los santos que, semejantes a los apóstoles, difundían la fe cristiana por distintos lugares, se los llama equiapóstoles. Entre ellos están: María Magdalena, primera mártir Tecla, los fieles a los bueno Emperadores Constantino y Elena y príncipe de Rusia Vladimiro, y Santa Nina, iluminadora de Georgia.

Mártires son aquellos cristianos que por la fe en Jesucristo, recibieron terribles tormentos y hasta la muerte. Si ellos, luego de sobrellevar los tormentos perecían en paz, entonces los llamamos confesores.

Los primeros que sufrieron por la fe cristiana fueron el archidiácono Esteban y santa Tecla, y por eso son llamados protomártires.

Los que murieron por la santa fe luego de particularmente onerosos padecimientos, a los cuales no todos los mártires fueron expuestos, se los llama megalomártires. Entre ellos están el santo megalomártir Jorge y las santas megalomártires Bárbara y Catalina.

A los confesores, los rostros de los cuales eran escritos por los verdugos con palabras blasfemas, se los llama marcados.

Santos prelados son los obispos que complacieron a Dios por su recta vida.

Ejemplos de santos obispos son San Nicolás taumaturgo y San Alejo, metropolitano de Moscú.

A los santos prelados que sufrieron torturas por el nombre de Cristo, se los llama hieromártires.

A los santos obispos Vasilio el Grande, Gregorio el Teólogo y Juan Crisóstomo se los llama maestros universales, es decir, maestros de toda la Iglesia cristiana.

Santos imitadores de Cristo son personas rectas que se alejaron de la vida mundana en la sociedad, y agradaron a Dios permaneciendo en estado de virginidad (es decir, sin casarse), en abstinencia y oración en monasterios y desiertos.

Ejemplos de ellos son San Sergio de Radonesh, San Serafín de Sarov y santa Anastasia.

A los santos imitadores de Cristo que sufrieron torturas por el nombre de Cristo se los llama santos mártires imitadores de Cristo.

Los Anárgiros servían gratuitamente al prójimo, sanándolos de sus enfermedades. Ellos desinteresadamente curaban enfermedades, tanto corporales como espirituales.

Entre ellos están Cosmé y Damián y el megalomártir y médico Panteleimon.

Los Rectos llevaron una vida correcta y agradable a Dios, viviendo igual que nosotros en el mundo; es decir, siendo personas de familia.

Entre ellos están, por ejemplo, los santos rectos Joaquín y Ana.

Los primeros rectos sobre la tierra — progenitores (patriarcas) del género humano — se los llama antecesores, como por ejemplo Adán, Noé y Abraham.

 

Preguntas: ¿A quiénes, además de a Dios, su Santísima Madre y los santos ángeles, representamos en los santos íconos? ¿Cuáles son sus denominaciones? ¿A quiénes llamamos profetas, apóstoles, mártires, santos prelados, santos imitadores de Cristo, santos anárgiros y rectos?

 

 

Acerca de los Nimbos en los Íconos.

En los íconos y cuadros, alrededor de la cabeza del Salvador, de la Madre de Dios y de los santos y santas complaciente a Dios, figura un resplandor o aureola brillante, la cual se llama nimbo.

En el nimbo del Salvador comúnmente se escriben tres letras: O OH, palabra griega que quiere decir: El que Es (Éxodo 3:14), ya que solamente Dios existe siempre.

Sobre la cabeza de la Madre de Dios se escriben las letras MP OY, las cuales son las primeras y últimas letras de las palabras griegas, que quieren decir Madre de Dios.

El nimbo es la representación del resplandor de la luz y la gloria de Dios que transfigura al hombre que se ha unido a Él. Este invisible resplandor de la luz de Dios, a veces se hace visible para otros. Por ejemplo, el santo profeta Moisés tenía que cubrir su rostro con un manto para no enceguecer a los demás con la luz que emanaba de su semblante. Y el rostro de San Serafín de Sarov, durante la conversación con Motovilov acerca de la adquisición del Espíritu Santo, brillaba como el sol. El mismo Motovilov escribe, que en ese momento le era imposible mirar el rostro de San Serafín.

De esta manera el Señor todavía aquí en la Tierra glorifica a los santos que le agradan, c el resplandor de la luz de su gloria.

 

Preguntas: ¿Cómo se llama la aureola luminosa que figura alrededor de la cabeza del Salvador, de la Madre de Dios y de los santos? ¿Qué representa el nimbo?

 

 

Por Qué Nosotros nos Llamamos Cristianos Ortodoxos.

Nosotros nos llamamos cristianos ortodoxos porque creemos en nuestro Señor Jesucristo; creemos así como está expresado en el "Símbolo de la fe" y pertenecemos a la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica, fundada en la Tierra por el mismo Salvador. La misma, dirigida por el Espíritu Santo, conserva sin ninguna variación, correcta y gloriosamente, la enseñanza de Jesucristo; es decir que nosotros pertenecemos a la Iglesia Cristiana Ortodoxa.

Todos los restantes cristianos, los cuales confiesan su fe en Cristo de un modo distinto en comparación con la Santa Iglesia Ortodoxa, no pertenecen a Ella. Ellos son: los católicos romanos, los protestantes (luteranos), los bautistas y demás sectas.

 

Preguntas: ¿Cómo nos llamamos nosotros y por qué? ¿Cómo se llaman los demás cristianos que no pertenecen a la Santa Iglesia Ortodoxa?

 

 

 

2. Las Oraciones.

 

 

Oraciones Cortas.

Todo cristiano ortodoxo tiene el deber de rezar diariamente, por la mañana y al anochecer, antes y después de cualquier comida, antes y después de cualquier obra (antes y después de estudiar, por ejemplo).

Por la mañana rezamos a Dios para agradecerle por habernos conservado en la noche pasada, y para pedirle su Paternal bendición y ayuda para el día que comienza.

Por la noche, antes de acostarnos, de la misma manera agradecemos a nuestro Señor por el día que pasó favorablemente, y le pedimos nos guarde por la noche.

Asimismo, para realizar una obra favorable y exitosamente, debemos antes que nada pedir la bendición y ayuda a Dios, y agradecerle luego de culminada la misma.

Para expresar nuestros sentimientos hacia Dios y los santos que le agradaron, la Iglesia nos ha dado una serie de oraciones. He aquí las más utilizadas:

 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

En el nombre: Por el nombre, en honor, para la gloria; Amén: verdad.

 

Esta oración se llama inicial, porque la pronunciamos al principio de todas las oraciones.

En ella nosotros le pedimos a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, es decir a la Santísima Trinidad, que invisiblemente nos bendiga con su santo nombre para la obra a comenzar.

 

Preguntas: ¿Cómo se llama esta oración? ¿A quién invocamos en esta oración? ¿Qué es lo que deseamos cuando pronunciamos la oración: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo? ¿Qué quiere decir "Amén"?

 

¡Señor, bendice!

 

Esta oración la pronunciamos en el comienzo de cada obra.

 

Pregunta: ¿Qué le pedimos a Dios en esta oración?

 

¡Señor, ten piedad!

 

Ten piedad: sé benevolente, perdona.

 

Esta oración es la más antigua y general entre todos los cristianos. Ella es fácil de recordar hasta para un pequeño niño. Nosotros la pronunciamos cuando recordamos nuestros pecados. En honor y gloria a la Santísima Trinidad, nosotros los cristianos pronunciamos esta oración tres veces. Asimismo la pronunciamos 12 veces, solicitando a Dios su bendición para cada hora del día y de la noche; y también la pronunciamos 40 veces para la santificación de toda nuestra vida.

 

Oración de glorificación a Dios nuestro Señor

 

¡Gloria a Ti, Dios nuestro, gloria a Ti!

 

En esta oración nosotros no le pedimos nada a Dios, sino que sólo lo glorificamos. La misma se puede decir en forma más corta: "Gloria a Dios." La misma se pronuncia luego de finalizada la obra, en señal de nuestro agradecimiento a Dios por su benevolencia para con nosotros.

 

 

Oración del publicano

 

¡Dios, ten misericordia de mí, pecador!

 

Esta oración es del publicano (recolector de impuestos), el cual se arrepintió de sus pecados y recibió el perdón de Dios. La misma es tomada de la parábola que el Salvador relató una vez para el entendimiento de los que le escuchaban. La parábola es la siguiente: dos hombres entraron al templo para rezar. Uno de ellos era fariseo y el otro era publicano. El fariseo se ubicó adelante de todos y rezaba a Dios así: te doy gracias, ¡oh, Dios! porque no soy pecador como este publicano. Yo doy el diezmo de mi posesión a los pobres y hago abstinencia dos veces a la semana. Pero el publicano, considerándose a sí mismo pecador, se ubicó en la entrada al templo y ni atrevía a levantar la vista al cielo. Él se golpeaba en el pecho y decía: ¡Dios, ten misericordia de mí, pecador! Para Dios, la oración del humilde publicano resultó ser más agradable y complaciente que la del orgulloso fariseo.

 

Oración a nuestro Señor Jesucristo

 

¡Oh! Señor Jesucristo, Hijo de Dios, por las oraciones de tu Purísima Madre y de todos los santos, ten piedad de nosotros. Amén.

 

Ten piedad de nosotros: sé benevolente para con nosotros, perdónanos; Jesús quiere decir Salvador; Cristo: Ungido.

Jesucristo es el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Y como Hijo de Dios, Él es verdadero Dios nuestro, así como Dios Padre y Dios Espíritu Santo.

Nosotros lo llamamos Jesús, es decir Salvador, porque nos salvó de los pecados y de la muerte eterna. Para este fin Él, siendo Hijo de Dios, se alojó en el vientre de la Purísima Virgen María y, por el descenso del Espíritu Santo, se encarnó de Ella y se hizo Hombre. Es decir, tomó cuerpo y alma humanos, nació de la Santísima Virgen María, se hizo hombre como nosotros con la diferencia que era impecable — es decir, se hizo Dios-Hombre. Y en vez de que nosotros suframos y nos atormentemos por nuestros pecados, Él mismo, por amor hacia nosotros pecadores, sufrió por nosotros, murió sobre la cruz y al tercer día resucitó; venció al pecado y a la muerte, y nos dio la vida eterna.

Siendo consientes de nuestra pecaminosidad y no esperanzándonos en la fuerza de nuestras propias oraciones solamente, nosotros en esta plegaria pedimos a todos los santos y a la Madre de Dios, que recen por nosotros pecadores delante de nuestro Salvador, siendo la Santa Virgen poseedora de la extraordinaria gracia de salvarnos a nosotros pecadores por su intercesión por nosotros ante su Hijo.

Nuestro Salvador se llama Ungido (Cristo), porque Él es poseedor en su plenitud de aquellos dones del Espíritu Santo, que en el Antiguo Testamento recibían los reyes, profetas y sumos sacerdotes a través de la unción.

 

Preguntas: ¿Quién es el Hijo de Dios? ¿Con qué otros nombres lo llamamos? ¿Por qué lo llamamos Salvador? ¿Cómo realizó nuestra salvación?

 

 

Oración al Espíritu Santo

 

¡Oh, Rey de los cielos! Consolador, Espíritu de la verdad, que estás presente en todas partes y todo lo llenas, Tesoro de todo bien, Dador de la vida, ven y fija tu morada en nosotros y purifícanos de toda iniquidad y salva nuestras almas, ¡oh, Bondadoso!

 

Espíritu de la verdad: Espíritu de la rectitud; Tesoro de todo bien: cofre de todo lo bueno; Iniquidad: impureza, es decir de todos los pecados.

 

En esta oración nosotros le rezamos al Espíritu Santo, que es la tercera Persona de la Santísima Trinidad.

En ella llamamos al Espíritu Santo Rey de los cielos, porque Él, siendo verdadero Dios, igual a Dios Padre y a Dios Hijo, reina invisiblemente sobre nosotros, nos rige a nosotros y al mundo entero. Lo llamamos Consolador, porque nos consuela en las aflicciones y desgracias, de la misma manera que animó a los apóstoles en el décimo día luego de la Ascención de Jesucristo al cielo.

Lo llamamos Espíritu de la Verdad (así lo nombró el mismo Salvador) porque Él, como Espíritu Santo, enseña a todos solamente la verdad, sólo lo que es útil para nosotros y sirve para nuestra salvación.

Él es Dios, está en todas partes y todo lo llena con su presencia: que estás presente en todas partes y todo lo llenas. Él, como gobernador del mundo entero, todo lo ve y en donde hace falta, da. Él es un Tesoro de todo bien, es decir guardián de todos los beneficios, fuente de todo lo bueno que pudiéramos necesitar.

Nosotros llamamos al Espíritu Santo Dador de la vida, porque absolutamente todo en el mundo vive y se mueve por el Espíritu Santo. Es decir que todo recibe vida de Él, y especialmente las personas reciben de Él vida espiritual, santa y eterna después de la muerte, purificándose de sus pecados a través de Él.

Por cuanto el Espíritu Santo posee tales maravillosas cualidades, como que se encuentra en todas partes, todo lo llena con su gracia y da vida a todos, nosotros nos dirigimos a Él con las siguientes peticiones: Ven y fija tu morada en nosotros, es decir, permanece constantemente en nosotros como en un templo Tuyo; purifícanos de toda iniquidad, osea del pecado, y haznos santos, dignos de tu permanencia en nosotros, y salva, ¡oh, Bondadoso! nuestras almas de los pecados y de aquellos castigos que les siguen, y a través de esto concédenos el Reino de los cielos.

 

Preguntas: ¿A quién nos dirigimos en esta oración? ¿Cuál persona de la Santísima Trinidad es el Espíritu Santo? ¿Cómo se lo llama en esta oración? ¿Por qué: Rey de los cielos, Consolador, Espíritu de la verdad, que está en todas partes, que lo llena todo? ¿Qué le pedimos? ¿Qué significa: ven y fija tu morada en nosotros, y purifícanos de toda iniquidad, y salva, oh, Bondadoso, nuestras almas?

 

Angelical canto a la Santísima Trinidad, o "Trisagio"

 

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros.

 

Esta oración debe leerse tres veces, en honor de las Tres Personas de la Santísima Trinidad.

Ella se llama canto angelical porque es cantada por los santos ángeles, rodeando en el cielo el Trono de Dios. Los creyentes en Cristo comenzaron a usar esta oración 400 años luego del Nacimiento de Cristo. En Constantinopla había un fuerte terremoto, el cual destruía casas y hasta barrios enteros. Los atemorizados Emperador Teodosio II y su pueblo se dirigieron a Dios, rogando su ayuda. Mientras todos juntos estaban rezando, un devoto niño, a la vista de todos, fue elevado al cielo por una fuerza invisible y luego devuelto ileso. El niño relató a todos los presentes, que en el cielo escuchó a los ángeles cantar: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal. El conmovido pueblo repitió esta oración, añadiéndole: ten piedad de nosotros, y el terremoto cesó.

En esta oración llamamos Dios a la Primera Persona de la Santísima Trinidad — a Dios Padre; Fuerte — a Dios Hijo, porque Él es tan Omnipotente como Dios Padre, amén de que al adoptar la naturaleza humana sufrió y murió; Inmortal — al Espíritu Santo, porque Él no sólo es eterno como el Padre y el Hijo, sino que da vida a toda la creación y a las personas vida inmortal.

Por cuanto en esta oración la palabra Santo se repite tres veces, la misma también se llama "trisagio."

 

Preguntas: ¿A quién le rezamos en esta oración? ¿Cuántas veces debe leerse esta oración? ¿Cómo se la llama? ¿Por qué se la llama canto angelical? ¿Qué se sabe sobre el origen de esta oración? ¿Por qué también se la llama "trisagio"?

 

 

Glorificación a la Santísima Trinidad

 

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

 

Por los siglos de los siglos: eternamente, o por los siglos sin fin.

 

En esta oración nosotros no le pedimos nada a Dios, sólo lo glorificamos, habiéndose manifestado a los hombres en Tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, a quienes corresponde el mismo honor de glorificación, ahora y eternamente.

 

Pregunta: ¿A quién glorificamos en esta oración?

 

 

 

Oración A La Santísima Trinidad

 

¡Oh, Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros! Señor (Padre), purifícanos de nuestros pecados (perdona nuestros pecados); Soberano (el Hijo de Dios), perdónanos nuestras iniquidades; Santo (Espíritu), visítanos y cúranos de nuestras dolencias, por la gloria de tu nombre.

Santísima: Santa en el más alto sentido; Trinidad: las tres Personas de la Divinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo; Pecados e iniquidades: nuestras obras, contrarias a la voluntad de Dios; Dolencias: debilidades, pecados; Por la gloria de tu nombre: para la glorificación de tu nombre.

Esta oración es de petición. En ella, nosotros nos dirigimos al principio a las tres Personas juntas, y luego a cada una por separado. A Dios Padre, para que Él limpie nuestros pecados; a Dios Hijo, para que Él perdone nuestras iniquidades y a Dios Espíritu Santo, para que Él visite y cure nuestras debilidades.

Y las palabras: por la gloria de tu nombre, se dirigen otra vez a las tres Personas de la Santísima Trinidad juntas. Porque así como Dios es Uno, su nombre también es uno, y por eso decimos "de tu nombre" y no "de tus nombres."

 

Preguntas: ¿Cuál es esta oración? ¿A quién nos dirigimos en ella? ¿Qué significan las palabras: purifícanos de nuestros pecados, perdónanos nuestras iniquidades, visítanos y cúranos de nuestras dolencias? ¿A quiénes nos dirigimos cuando decimos: por la gloria de tu nombre? ¿Qué significan estas palabras?

 

 

La oración del Señor

 

¡Padre nuestro que estás en los cielos!

1. Santificado sea tu Nombre.

2. Venga a nosotros tu Reino.

3. Hágase tu voluntad así como es en el cielo, en la tierra.

4. El pan nuestro sustancial dánosle hoy.

5. Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.

6. Y no nos dejes caer en la tentación.

7. Mas líbranos del maligno.

Porque tuyo es el reino, la fuerza y la gloria, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

 

Substancial: imprescindible para subsistir; Hoy: en el corriente día; Deudas: pecados; Deudores: aquellas personas, las cuales pecaron contra nosotros; Tentación: peligro de caer en el pecado; Maligno: el diablo y toda su maldad y astucia. Diablo se le llama al espíritu malo.

Esta oración se llama "del Señor" porque fue dada a sus discípulos por el mismo Señor Jesucristo, cuando ellos le pidieron que les enseñe a rezar. Por eso esta oración es la más importante de todas.

En esta oración nos dirigimos a Dios Padre, la primera Persona de la Santísima Trinidad.

Ella se divide en tres partes: invocación, siete peticiones o ruegos y glorificación.

La Invocación es: Padre nuestro que estás en los cielos. Con estas palabras nos dirigimos a Dios, y llamándolo Padre Celestial, lo invocamos a que escuche nuestras peticiones.

Cuando decimos que Él está en los cielos, debemos entender que hablamos del cielo espiritual e invisible, y no del firmamento celeste y visible que se extiende sobre nosotros, al cual llamamos "cielo."

Primera petición: santificado sea tu Nombre, es decir, ayúdanos a vivir recta y santamente, y con nuestras santas obras santificar tu Nombre.

Segunda: Venga a nosotros tu Reino, es decir, haznos dignos aquí mismo en la tierra de tu Reino Celestial, el cual es la verdad, el amor y la paz; reina en nosotros y dirígenos.

Tercera: Hágase tu voluntad, así como es en el cielo, en la tierra, es decir, que sea todo no como nosotros queremos, sino como sea agradable a Ti, y ayúdanos a someternos a tu voluntad y a cumplirla en la tierra, así sin objeciones ni murmullos como la cumplen, con amor y regocijo, los santos ángeles en el cielo. Porque sólo Tú sabes qué es lo necesario para nosotros, y Tú deseas lo bueno para nosotros, más que nosotros mismos.

Cuarta: El pan nuestro substancial dánosle hoy, es decir, danos para el día de hoy el pan nuestro substancial. Por pan se entiende todo lo imprescindible para nuestra vida en la tierra: alimento, vestimenta, hogar; pero más importante que todo, el purísimo Cuerpo y la honorable Sangre en el misterio de la santa comunión, sin la cual no hay salvación, no hay vida eterna.

El Señor nos mandó a pedir para sí no riquezas ni lujos, sino sólo lo indispensable y encomendarse en todo a Dios, recordando que Él, como Padre, siempre se preocupa por nosotros.

Quinta: Y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, es decir, perdona nuestros pecados así como nosotros perdonamos a aquellos que nos ofendieron o nos agravaron.

En esta petición, nuestros pecados son llamados "nuestras deudas," porque Nuestro Señor nos dio facultades y nos fortaleció para hacer obras de bien, pero nosotros muy seguido usamos esos dones para el pecado y el mal; y así nos transformamos en "deudores" ante Dios. Y si nosotros no vamos a perdonar sinceramente a nuestros "deudores," es decir a aquellos que tienen pecados contra nosotros, entonces Dios no va a perdonarnos. Acerca de esto nos enseñó el mismo Señor nuestro Jesucristo.

Sexta: Y no nos dejes caer en la tentación. Por tentación se entiende aquel estado en el cual algo o alguien nos inclina hacia el pecado, nos seduce a hacer algo inicuo y malo. Nosotros pedimos que no permita que entremos en la seducción, la cual no sabemos sobrellevar; ayúdanos a superar las tentaciones, cuando éstas aparecen.

Séptima: Mas líbranos del maligno, es decir que nos libre de todo mal en este mundo y del culpable (príncipe) del mal — del diablo (espíritu malo), el cual siempre está dispuesto a hacernos perder del camino de la salvación. Líbranos de esta astuta y maligna fuerza y de sus engaños, la cual delante de Ti no es nada.

Doxología (glorificación): Porque tuyo es el reino, la fuerza y la gloria, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Porque a Ti Dios nuestro, Padre, Hijo y Espíritu Santo, pertenecen el reino la fuerza y la gloria eterna. ¡Todo esto es fiel y verdaderamente así!

 

Preguntas: ¿Por qué esta oración se llama "del Señor"? ¿A quién nos dirigimos en esta oración? ¿Cómo está dividida la misma? ¿Cómo interpretar con sus propias palabras la primera petición: Santificado sea tu Nombre? ¿La segunda: Venga a nosotros tu reino? ¿La tercera: Hágase tu voluntad así como es en el cielo, en la tierra? ¿La cuarta: El pan nuestro substancial dánosle hoy? ¿La quinta: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores? ¿La sexta: No nos dejes caer en la tentación? ¿La séptima: Mas líbranos del maligno? ¿Qué significa la palabra "amén"?

 

La salutación angelical a la Madre de Dios

 

Regocíjate, Virgen María, Madre de Dios, llena de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, porque has dado a luz al Salvador de nuestras almas.

 

Madre de Dios; Llena de gracia: colmada de la gracia del Espíritu Santo; Bendita: glorificada o digna de glorificación; El fruto de tu vientre: el que nació de Ti: Jesucristo.

 

Esta oración es a la Madre de Dios, la cual llamamos "llena de gracia," es decir colmada de la gracia del Espíritu Santo, y "bendita entre todas las mujeres," porque de Ella tuvo a bien (quiso) nacer nuestro Salvador Jesucristo, el Hijo de Dios.

Esta oración también se llama "salutación angelical," ya que en ella están las palabras del ángel (Arcangel Gabriel): "Regocíjate, María llena de gracia, el Señor es contigo; bendita Tú eres entre las mujeres," las cuales fueron dichas por él a la Virgen María cuando se le apareció en la ciudad de Nazaret para anunciarle una gran alegría, que de Ella nacerá el Salvador del mundo. Y las palabras: bendita eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, fueron dichas a la Virgen por la recta Elizabeta, la madre de San Juan Bautista, cuando se encontró con María.

La Virgen María es llamada Madre de Dios porque El nacido de Ella, Jesucristo, es nuestro verdadero Dios.

Se la llama Virgen porque Ella antes del nacimiento de Cristo era virgen, y en el nacimiento y luego del mismo permaneció igual, porque dio la promesa a Dios de no casarse; y permaneciendo por siempre Virgen, dio a luz a Su Hijo del Espíritu Santo en forma milagrosa.

 

Preguntas: ¿A quién le rezamos en la oración: Regocíjate Virgen...? ¿Cómo llamamos a la Virgen María en esta oración? ¿Qué significan las palabras: "llena de gracia" y "bendita Tú eres entre las mujeres"? ¿Cómo explicar el significado de las palabras: "porque has dado a luz al Salvador de nuestras almas"? ¿Por qué esta oración se llama "salutación angelical"? ¿Qué significan las palabras Madre de Dios y Virgen?

 

Canto de alabanza a la Madre de Dios

 

Verdaderamente es digno bendecirte, siempre bendita y purísima Madre de Dios. Tú eres más honorable que los Querubines e incomparablemente más gloriosa que los Serafines. Te glorificamos a Ti que diste al mundo a Dios el Verbo, sin dejar de ser virgen, y que verdaderamente eres la Madre de Dios.

 

Verdaderamente: en toda justicia; Es digno: es justo; Bendecirte: llamarte bienaventurada; Siempre bendita: que siempre posee el altísimo regocijo, digna de constante glorificación; Purísima: pura y santa en su plenitud, sin ningún defecto; Querubines y serafines: los ángeles que más alto y cerca de Dios están; Sin dejar de ser virgen: la Madre de Dios dio a luz a Cristo sin pecado y sin dolor; Dios el Verbo: Jesucristo, el Hijo de Dios (S. Juan 1:1); Verdaderamente: auténticamente.

 

En esta oración nosotros alabamos a la Virgen María como la Madre de nuestro Dios, siempre bendita y completamente inmaculada, y la exaltamos diciendo que Ella, con su honor ("más honorable") y gloria ("más gloriosa") sobrepasa a los más elevados ángeles: los querubines y los serafines. Es decir que la Madre de Dios, por sus cualidades, está más alto que todos — no sólo que los hombres sino también que los santos ángeles. Ella, sin ningún dolor y en forma milagrosa del Espíritu Santo dio a luz a Jesucristo, el cual habiéndose hecho hombre de Ella, es al mismo tiempo el Hijo de Dios descendido del cielo; por lo tanto Ella es verdaderamente la Madre de Dios.

 

Preguntas: ¿A quién exaltamos en esta oración? ¿Cómo la glorificamos?

 

 

La oración más pequeña a la Madre de Dios

 

¡Santísima Madre de Dios sálvanos!

 

En esta oración nosotros le pedimos a la Madre de Dios que nos salve, a nosotros pecadores, con sus santas oraciones ante su Hijo y nuestro Dios.

 

 

Oración a la vivificadora Cruz

 

Señor, salva a tu pueblo y bendice tu heredad; acuerda a los cristianos ortodoxos la victoria sobre los enemigos y por tu santa Cruz protege tu morada.

 

Bendice: haznos dichosos, envíanos tu misericordia; Tu heredad: toda tu pertenencia; Enemigos: sobre los oponentes; Tu morada: la comunidad de verdaderos creyentes, entre los cuales Dios mora invisiblemente; Por tu santa Cruz: guarda tu morada con el poder de tu Cruz.

 

En esta oración le pedimos a Dios que nos salve, a nosotros que somos su pueblo; que bendiga al país ortodoxo — nuestra patria, con grandes misericordias; que conceda la victoria a los cristianos ortodoxos sobre los enemigos y, en general, que nos guarde con el poder de su Cruz.

 

Preguntas: ¿Cómo se lee la oración a la santa Cruz?

 

 

Oración al Angel guardián

 

Angel de Dios, mi santo guardián, que me fuiste dado del cielo por Dios para protegerme, diligentemente te ruego: ilumíname ahora y ampárame de todo mal, instrúyeme en las obras de bien y dirígeme al camino de la salvación. Amén.

 

Dios le da a cada cristiano, en el bautismo, un ángel guardián, el cual invisiblemente lo protege de todo mal. Por esto nosotros debemos cada día pedirle al ángel, que nos proteja y se apiade de nosotros.

 

Oración Al Santo

 

Ora a Dios por mí, santo servidor de Dios [santa servidora de Dios] (nombre), porque con fervor recurro a ti, mi pronta ayuda e intercesor [intercesora] por mi alma.

 

Además de la oración al angel guardián, nosotros debemos también rezarle al santo del cual llevamos el nombre, porque él también reza siempre a Dios por nosotros.

Cada cristiano, apenas nace en la luz Divina, es decir en el santo bautismo, recibe un Santo Patrono dado por la santa Iglesia para que lo ayude y ampare. Él se preocupa por el recién-nacido como la más amorosa madre, y lo protege de todas las desgracias y adversidades que le acechan al hombre en la tierra.

 

Hay que saber el día de la memoria de su santo personal (día del onomástico) y conocer la vida del mismo. En el día del onomástico debemos glorificar al santo con oraciones en el templo y recibir la Santa Comunión. Y en el caso de que por alguna razón no podemos ir al templo en este día, entonces debemos rezar con fervor en casa.

 

 

Oración por los Vivos

Debemos pensar no sólo en nosotros, sino también en las demás personas, amarlas y rezar a Dios por ellas; porque todos nosotros somos hijos de un mismo Padre celestial. Semejantes oraciones no sólo son útiles para aquellos por quienes rezamos, sino también para nosotros mismos, porque de esta manera nosotros demostramos amor hacia ellos. Y el Señor nos dijo que sin amor nadie puede ser hijo de Dios.

Nosotros debemos rezar por nuestra patria Rusia, por el país en que vivimos, por nuestro padre espiritual, nuestros padres, parientes, bienhechores, cristianos ortodoxos y por todas las personas, tanto por los vivos como por los muertos, porque en Dios todos son vivos (S. Lucas 20:38).

 

Salva, Señor, y ten misericordia de mi padre espiritual (nombre), mis padres (nombres), parientes, instructores, bienhechores y de todos los cristianos ortodoxos.

 

Padre espiritual: aquel padre con el que nos confesamos.

 

 

Oración por los difuntos

Haz descansar, Señor, las almas de tus siervos difuntos (nombres), y de todos mis parientes y bienhechores difuntos; perdónales todos sus pecados voluntarios e involuntarios y concédeles el Reino Celestial.

 

Haz descansar: ubícalos en un lugar tranquilo, es decir junto con los santos en la morada bienaventurada y eterna; Difuntos: Así llamamos a los fallecidos, porque luego de la muerte las personas no se exterminan, sino que el alma se separa del cuerpo y se muda de esta vida a otra, celestial. Allí estas almas permanecen hasta el momento de la resurrección general se muda de esta vida a otra, celestial. Allí estas almas permanecen hasta el momento de la resurrección general en la segunda venida del Hijo de Dios, en la que las almas de los muertos, según las palabras del mismo Salvador, nuevamente se unirán con sus respectivos cuerpos y las personas resucitarán. Y entonces cada uno recibirá de acuerdo a lo merecido: los rectos — el Reino Celestial, la vida bienaventurada y eterna; y los pecadores — el castigo eterno. Pecados voluntarios: los pecados cometidos por propia voluntad; Pecados involuntarios: los cometidos fuera de nuestra voluntad, forzadamente; Reino Celestial: la vida eterna y bienaventurada con Dios.

 

 

Oración para antes del estudio

 

¡Oh, Señor infinitamente bondadoso! Envía sobre nosotros la gracia de tu Espíritu Santo, que otorga comprensión y fortalece nuestras fuerzas anímicas a fin de que, aplicándonos en la enseñanza propuesta crezcamos para tu gloria, ¡oh, Creador nuestro!, para consuelo de nuestros padres y para ser útiles a la Iglesia y a la patria.

 

Fuerzas anímicas: nuestras capacidades anímicas (intelecto, corazón y voluntad); Iglesia: comunidad de todos los cristianos ortodoxos; Patria: estado, país en el que de antaño vivieron nuestros antepasados: bisabuelos, abuelos y padres.

 

Esta oración es a Dios Padre, al cual lo llamamos Creador, es decir Hacedor. En ella le pedimos que nos envíe su Espíritu Santo, para que Él con su gracia, fortalezca nuestras fuerzas anímicas (intelecto, corazón y voluntad), para que nosotros, escuchando con atención la doctrina que nos es enseñada, crezcamos como fieles hijos de la Iglesia y leales servidores de nuestra patria, y para consuelo de nuestros padres.

En vez de esta oración, antes del estudio se puede rezar la oración al Espíritu Santo: "Oh, Rey de los cielos..."

 

Preguntas: ¿Para qué es esta oración? ¿A Quién se dirige? ¿Qué pedimos en esta oración? ¿Qué es llamado la Iglesia y la patria?

 

 

Oración para después del estudio

 

Te agradecemos, ¡oh, Creador! el habernos concedido tu gracia para escuchar la enseñanza. Bendice a nuestros superiores, padres y maestros que nos guían hacia el conocimiento del bien, y danos fuerza y firmeza para perseverar en nuestros estudios.

 

Creador: Hacedor; Tu gracia: tu invisible ayuda; Escuchar: para que con atención escucháramos y entendiéramos.

 

Esta oración es a Dios Padre. En ella, al principio agradecemos a Dios que nos envió su ayuda para entender la doctrina que nos enseñaron. Luego le pedimos que envíe sus benevolencias a nuestros superiores, padres y maestros, los cuales nos posibilitan conocer todo lo bueno y beneficioso. Y, para cerrar, pedimos que nos conceda salud y deseo, para poder con éxito continuar y perseverar en nuestros estudios.

 

En vez de esta oración, luego del estudio se puede rezar la oración a la Madre de Dios: "Verdaderamente es digno..."

 

Preguntas: ¿A quién es dirigida esta oración? ¿Por qué agradecemos a Dios al principio de la oración? ¿Qué pedimos en esta oración?

 

 

Oración para antes de comer

 

Las miradas de todos fijan sus esperanzas en Ti, Señor, y Tú les dispensas el alimento en tiempo oportuno. Abres tu mano generosa y satisfaces a los vivientes con tus benevolencias. [Sal. 144 (145): 15-16].

 

Tiempo oportuno: en su momento, cuando hace falta; Vivientes: todo ser viviente, es decir no sólo a las personas sino a todas las criaturas.

 

En esta oración nosotros expresamos la seguridad de que Dios nos enviará el alimento en su debido momento, ya que no sólo a las personas sino también a todas las criaturas vivientes, Él da todo lo necesario para la vida.

 

En vez de esta oración, antes de comer se puede rezar la oración al Señor: "Padre nuestro...."

 

Preguntas: ¿A quién se reza en la oración para antes de comer? ¿Qué expresamos en ella? ¿Cómo trata Dios a los seres vivientes?

 

 

Oración para después de comer

 

Te agradecemos, ¡oh, Cristo nuestro Dios! por habernos satisfecho con tus bienes terrenales; no nos prives de tu Reino Celestial.

 

Satisfecho: alimentado; Tus bienes terrenales: es decir con lo que comimos y bebimos en la mesa; Reino Celestial: bienaventuranza eterna, la cual obtienen las rectas personas luego de su muerte.

 

En esta oración nosotros agradecemos a Dios por habernos satisfecho con el alimento, y le pedimos que no nos prive, luego de nuestra muerte, de la bienaventuranza eterna, la cual siempre debemos tener presente al recibir bienes terrenales.

 

Preguntas: ¿Qué oración se reza después de comer? ¿Por qué le agradecemos a Dios en esta oración? ¿Qué se entiende por bienes terrenales? ¿A qué se llama el Reino celestial?

 

Oración de la mañana

 

A Ti, ¡oh, Soberano, amante de la humanidad! acudo al levantarme, disponiéndome a cumplir tus obras fortificado por tu misericordia, te ruego ayúdame en todo tiempo y en toda cosa; presérvame de toda tentación mundana y de toda sugestión diabólica; sálvame y concédeme el acceso a tu Reino eterno. Porque Tú eres mi Creador, mi Providencia y Dispensador de todo bien; en Ti descansa toda mi esperanza y te glorifico ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

 

Amante de la humanidad: amante de las personas; En toda cosa: en toda obra; Tentación mundana: mal mundano (un hecho no bueno); Sugestión diabólica: tentación de diablo (espíritu malo), seducción hacia el mal; Providencia: Proveedor, cuidador.

 

 

Oración vespertina

 

Señor Dios nuestro, que eres bueno y Amante de la humanidad, perdóname lo que he pecado en este día por palabras, acciones y pensamientos. Concédeme un sueño tranquilo y apacible; envíame tu ángel guardián para protegerme y defenderme de todo mal, porque Tú eres el protector de nuestras almas y de nuestros cuerpos y te rendimos gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

 

3. Sagrada Historia

del Antiguo y del Nuevo Testamento.

 

 

Introduccion a la Sagrada Historia del Antiguo y Nuevo Testamento.

Dios siempre vive en amor. Tal como Dios Padre ama a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, así Dios Hijo ama a Dios Padre y a Dios Espíritu Santo, y así Dios Espíritu Santo ama a Dios Padre y a Dios Hijo.

Dios es amor (I Juan 4:8).

La vida en amor es una gran alegría, es la más elevada bienaventuranza. Y Dios quiso que también otros seres obtengan esta alegría.

Para esto Dios creó al mundo.

Al principio Dios creó a los ángeles y luego a nuestro mundo terrenal.

A nosotros las personas, Dios nos concedió el intelecto y un alma inmortal, y nos dio una prescripción: conocer a Dios y hacerse cada vez mejores y más buenos; es decir, perfeccionarse en el amor a Dios y los unos a los otros, y así recibir de esto gran regocijo en la vida.

Pero las personas violaron la ley de Dios — pecaron. Con su pecado oscurecieron su mente y su voluntad, y atrajeron a su cuerpo enfermedades y la muerte. Comenzaron a sufrir y morir. Las personas ya no podían por sus propias fuerzas vencer en sí al pecado y sus consecuencias; es decir, corregir la mente, la voluntad y el corazón, y aniquilar la muerte.

 

Esto sólo el Dios Todopoderoso podía hacerlo.

 

El Omnividente Señor lo sabía todo ya antes de la creación del mundo.

 

Cuando las primeras personas pecaron, Él les dijo que vendrá al mundo el Salvador — el Hijo de Dios, Jesucristo, el cual vencerá al pecado, salvará a las personas de la muerte eterna y las devolverá al amor y a la vida eterna — es decir, a la bienaventuranza.

 

Todo el tiempo comprendido desde la creación del mundo hasta la llegada del Salvador al mundo se llama Antiguo Testamento. Es decir, el antiguo pacto o alianza de Dios con las personas, en el cual Dios las preparaba para recibir al prometido Salvador. Las personas debían recordar la promesa de Dios, creer y esperar la venida de Cristo.

El cumplimiento de esta promesa — la venida a la tierra del Salvador, el Unigénito Hijo de Dios y Señor nuestro Jesucristo — se llama Nuevo Testamento. Ya que Jesucristo, habiéndose aparecido en la tierra y vencido al pecado y a la muerte, hizo un nuevo pacto o alianza con las personas, por el cual todos podrán volver a recibir la perdida bienaventuranza — la vida eterna con Dios — a través de la Santa Iglesia fundada por Él en la tierra.

 

 

Antiguo Testamento.

 

"En el principio creó Dios el cielo y la tierra" (Gén. 1:1).

 

Creación del cielo — el mundo invisible

 

En el principio, antes que todo el mundo visible y que el hombre, Dios creó de la nada al cielo, es decir el mundo espiritual e invisible, el mundo de los ángeles.

Los ángeles son espíritus incorpóreos e inmortales, dotados de inteligencia, voluntad y poderío. Dios creó una cantidad incontable de ellos. Los mismos se diferencian entre sí por el grado de perfección y por el género de su servicio, y se dividen en rangos. Los más altos son los serafines, los querubines y los arcángeles.

Todos los ángeles fueron creados buenos, para que amen a Dios y a sí mismos y así, de esta vida en amor obtengan constante y gran regocijo. Pero Dios no deseaba obligar por la fuerza a que amen, y por eso dejó a los ángeles elegir libremente: desean ellos mismos amarlo y vivir en Dios, o no.

Uno de ellos, el más alto y poderoso ángel, de nombre Lucero del Alba, se enorgulleció de su poderío y fuerza y no quiso amar a Dios ni cumplir con Su voluntad, sino que quiso él mismo ser como Dios. Empezó a calumniar contra Dios, a oponerse a todo y a negar todo, y se transformó en un espíritu oscuro y malo: el diablo, satanás. La palabra "diablo" significa "calumniador," y la palabra "satanás" quiere decir "enemigo" de Dios y de todo lo bueno. Este espíritu malo sedujo y atrajo para si a muchos ángeles más, los cuales también se transformaron en espíritus malos que se llaman demonios.

Entonces, uno de los más altos ángeles de Dios, el arcángel Miguel, se levantó contra satanás y le dijo: "¿Quién es igual a Dios? ¡Nadie es como Dios!." Y tuvo lugar una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles pelearon contra satanás, y satanás y sus demonios contra ellos.

Pero la fuerza maligna no pudo mantenerse ante los ángeles de Dios, y Satanás cayó junto con los demonios, como un rayo, bien abajo hacia el infierno, el hades. El "hades" o "infierno" se llama al lugar alejado de Dios, en donde ahora moran los espíritus malignos. Allí se atormentan en su cólera, al ver su impotencia ante Dios. Todos ellos, por su falta de arrepentimiento se afirmaron tanto en el mal, que ya no pueden ser buenos. Ellos tratan astuta y sutilmente de seducir a cada hombre, infundiéndole pensamientos falsos y malos deseos para arruinarlo.

De esta manera surgió el mal en la creación de Dios. Se llama "mal" a todo aquello que se hace contra Dios, todo lo que viola la voluntad de Dios.

Mas todos los ángeles que permanecieron fieles a Dios, desde aquel momento viven en incesante amor con Dios, cumpliendo siempre con su voluntad. Y entonces tanto se afirmaron en el bien y en el amor a Dios, que ahora ya no pueden hacer el mal, nunca pueden pecar; y por eso se llaman santos ángeles. La palabra "ángel" significa "mensajero." Dios los envía a anunciar su voluntad a las personas, y para esto los ángeles toman para si la visible imagen de humanos.

A cada cristiano, Dios le da en el bautismo un ángel guardián, el cual en forma invisible lo protege durante toda su vida terrenal, sin abandonar su alma luego de la muerte.

 

Observación: Esta pequeña descripción de la creación del mundo angelical (celestial), está redactada en base a las Sagradas Escrituras y las enseñanzas de los Santos Padres y Maestros de la Santa Iglesia Ortodoxa.

Una descripción más detallada de la vida del mundo angelical está expuesta por San Dionisio Areopaguita, discípulo del apóstol Pablo y primer obispo de Atenas, en su libro: "Jerarquías celestiales," el cual está fundamentado en todos los pasajes de las Sagradas Escrituras en los que se habla sobre los ángeles.

 

 

Creación de la tierra — el mundo visible

 

Luego de la creación del cielo — el mundo invisible, angélico — Dios creó de la nada, con su sola palabra, a la tierra; es decir la substancia (materia) de la cual poco a poco hizo todo nuestro mundo substancial (material): el cielo visible, la tierra y todo lo que está en ellos.

 

Dios podría haber hecho todo el mundo en un sólo instante, pero como desde el principio Él quería que este mundo viva y se desarrolle gradualmente, lo creó no de una vez, sino a lo largo de unos períodos de tiempo, los cuales en la Biblia son llamados "días."

Pero estos "días" de la creación no eran iguales a nuestros días, de 24 horas. Por cuanto nuestro día depende del sol, y en los primeros tres "días" de la creación todavía el mismo no existía, quiere decir que no podían existir tampoco nuestros actuales días. La Biblia (sus cinco primeros libros — n. del trad.) fue escrita por el Profeta Moisés en el idioma hebreo antiguo tiempo" se los denomina con una misma palabra: "iom." Pero no podemos saber con precis, y en este idioma a "día" y "período de tiempo" se los denomina con una misma palabra: "iom." Pero no podemos saber con precisión cómo eran aquellos "días"; y con más razón, sabiendo que "para el Señor, un día es como mil años y mil años es como un día" [II Pedro 3:8 y Sal. 89(90):4].

Los Santos Padres de la Iglesia consideran que el séptimo "día" del mundo sigue prolongándose hasta hoy día, y luego de la resurrección de los muertos comenzará el eterno octavo día, es decir la vida eterna futura. Acerca de esto, así escribe, por ejemplo, San Juan Damasceno (siglo VIII): "Se considera siete siglos de este mundo: desde la creación del cielo y la tierra hasta el final general y la resurrección de las personas. Porque si bien existe un final particular — la muerte de cada uno -, existe también un final general absoluto, cuando tenga lugar la resurrección general de las personas. Y el venidero será el octavo siglo."

 

San Basilio el Grande ya en el siglo IV escribió en su libro "Pláticas sobre los seis días de la Creación": "Por consiguiente, si lo llamas día o siglo, expresas el mismo entendimiento."

 

Así, la tierra (materia) hecha por Dios al principio no tenía nada definido, ninguna forma, era desordenada (como la neblina o el agua) y cubierta con niebla; y el Espíritu Santo se movía sobre ella, dándole fuerza vivificadora.

 

Observación: La Santa Biblia comienza con las palabras: "El el principio creó Dios el cielo y la tierra" (Gén. 1:1).

"En el principio," en hebreo es "bereshit" y significa "primeramente," o "en el principio de los tiempos," ya que antes de esto era la eternidad.

"Creó," en hebreo es la palabra "bara," la cual significa "hizo de la nada," "creó." Esta palabra se diferencia de otra palabra hebrea "assa," la cual quiere decir erigir, dar forma, hacer partiendo del material disponible. La palabra "bara" (creó de la nada) es usada tres veces en el relato de la creación del mundo: 1) al principio — en el primer acto creador; 2) en la creación de los "seres vivientes" — los primeros animales y 3) en la creación del hombre.

Acerca del cielo propiamente dicho, en adelante no se habla más nada ya que el mismo fue acabado confortable y ordenadamente. Este era, como fue explicado anteriormente, el mundo espiritual, angélico. Luego, en la Biblia se hablará sobre el firmamento celestial, llamado por Dios "cielo" como recordación del elevado cielo espiritual.

"La tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas" (Gén. 1:2).

Por "tierra" aquí se entiende la primitiva y todavía no ordenada substancia, de la cual luego, el Señor Dios crearía o formaría en seis días al mundo visible — el universo. Esta desordenada substancia o caos es llamada abismo, como una extensión inmensa no limitada por nada, y agua, como substancia vaporosa y acuosa.

 

Las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, es decir que la caótica masa estaba inmersa en la oscuridad, en la completa ausencia de luz.

 

Y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas: aquí comienza el trabajo formador de Dios. De acuerdo al significado de la expresión: se movía (la palabra hebrea usada aquí tiene el siguiente significado: abrazaba toda la substancia, así como el pájaro abraza con sus alas abiertas a sus pichones y los calienta), la acción del Espíritu de Dios sobre la primitiva substancia debe entenderse como la transmisión a ella de la fuerza vivificadora, imprescindible para su organización y desarrollo.

 

En la creación del mundo participaron igualmente las tres Personas de la Santísima Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, como el Dios Trino, Unisubstancial e Indivisible. La palabra "Dios" aquí está en número plural — "Elogím," es decir Dioses (en singular sería "Eloáj" o "El" — Dios); y la palabra "creó" — "bara" está en número singular. De esta manera, el texto original hebreo de la Biblia, ya desde sus primeras líneas señala la unisubstancialidad de las Personas de la Santísima Trinidad; como si dijera: "en el principio creó Dioses (las Tres Personas de la Santísima Trinidad) el cielo y la tierra."

Acerca de esto hablan claramente los salmos: "Por la Palabra del Señor fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca" [Sal. 32 (33): 6]. Aquí por " Palabra" se entiende a Dios Hijo; por "Señor," a Dios Padre y por "Aliento de su boca" a Dios Espíritu Santo.

El Hijo de Dios, Jesucristo, en el Evangelio directamente es llamado "Palabra (Verbo)": "En el princio era el Verbo... y el Verbo era Dios... Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho" (S. Juan 1:1-3).

Esto es escencialmente importante que lo sepamos, ya que hubiera sido imposible la misma creación del mundo, si no hubiera habido desde el principio el voluntario deseo por parte del Hijo de Dios, de ofrecer el sacrificio en la cruz para la salvación del mundo: "Todo fue creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten; y Él es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia; Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud, y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz" (Colos. 1:16-20).

 

 

"Y dijo Dios: ¡Sea la luz!." Y fue la luz. Y llamó Dios a la luz día y a las tinieblas noche. Y fue la tarde y fue la mañana. Esto fue el primer "día" del mundo.

 

Plática sobre el primer día de la creación

 

La primera acción del trabajo formador de Dios fue el hacer la luz: " dijo Dios: sea la luz. Y la luz fue. Y vio Dios que la luz era buena, y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz día, y a las tinieblas noche. Y fue la tarde y fue la mañana: día uno" (Gén. 1:3-5).

Puede resultar extraño, cómo pudo aparecer la luz y alternarse el día y la noche ya desde el primer día de la creación, cuando todavía no existía ni el sol ni los demás astros celestiales. Esto dio pretexto a los ateístas del siglo XVIII (Voltaire, los enciclopedistas y demás) para mofarse de la Santa Biblia. Pero estos lamentables insensatos no sospechaban que sus ignorantes burlas volverían a ellos mismos.

La luz, por su naturaleza, es completamente independiente del sol (ej.: el fuego, la electricidad). Sólo después, por la voluntad de Dios, la luz pasó a centralizarse, y así y todo no completamente, en los astros celestiales.

La luz es la consecuencia de la vibración del éter, la cual ahora se produce principalmente a través del sol, pero que puede producirse por muchas otras causas. Si la luz primitiva podía aparecer antes que el sol, y podía ser como, por ejemplo, la luz de la actual aurora austral, es decir el resultado de la unión de dos corrientes eléctricas opuestas, entonces evidentemente debe haber habido momentos en los que esta luz comenzaba, alcanzaba su máximo brillo y luego otra vez se debilitaba hasta casi desaparecer. De esta manera, según el relato de la Biblia, hubieron días y noches y podía haber tarde y mañana antes de que apareciera el sol, el cual sirve precisamente como medida para definir estas etapas del tiempo.

Algunos interpretadores señalan que las antiguas palabras hebreas "erev" y "voker" — tarde y mañana — significan también "confusión" y "orden." San Juan Crisóstomo dice: "el final del día y el final de la noche (Moisés) claramente lo llamó ‘un día‘, para establecer cierto orden y sucesión en lo visible (mundo visible) y que no haya confusión alguna."

Siempre es necesario recordar que en la ciencia no puede haber límite para el conocimiento: cuanto más la ciencia conoce, tanto más se descubre ante ella la esfera de lo desconocido. Por eso la ciencia nunca puede decir su "última palabra"; lo cual ya se confirmó muchas veces, y se confirma aún más en los tiempos presentes.

Hace sólo algunas decenas de años la ciencia tenía su "última palabra." Fue establecido por la ciencia aquello que era sólo una hipótesis filosófica de un antiguo pensamiento griego. Precisamente, el llamado principio de la materia, el cual consistía en un pequeñísimo punto material muerto, es absolutamente indivisible. Por eso fue definida la nominación científica de este punto material como la base de la materia, "el átomo," que en griego quiere decir "indivisible."

Pero los nuevos avances de la ciencia permitieron a los instruidos examinar al hasta entonces estimado "punto muerto de la materia."

En su pequeñez, el átomo representa no sólo una materia desmenuzada, sino todo un "sistema planetario" en miniatura. Dentro de cada átomo se encuentra lo que sería su "corazón" o "sol": el núcleo atómico. El "sol" atómico —el núcleo- está rodeado de "planetas"- electrones. Los "planetas" —electrones- rotan alrededor de su "sol" a una extraordinaria velocidad: 1000 billones de revoluciones por segundo. Cada núcleo atómico — "sol"- está cargado con energía eléctrica positiva. Mientras que los "planetas" atómicos- los electrones — están cargados con energía negativa. Es por eso que el núcleo atómico atrae para si a los electrones y los sostiene en el circuito de rotación, según las leyes de rotación de los planetas alrededor del sol, en el espacio. En el mundo que nos rodea tenemos tantos "sistemas planetarios" atómicos diferentes, cuantos átomos existen ( es decir 96), según las tablas de los elementos de Mendeleyev.

Es más, la física electrónica contemporánea estableció que núcleos atómicos, a pesar de su pequeñez difícil de imaginar, son también cuerpos compuestos. Los núcleos atómicos están compuestos por protones y neutrones, unidos unos con otros en combinaciones y cantidades definidas. ¡Alguna fuerza desconocidas los une y fortalece!

Así, el descubrimiento de la ciencia acerca de la construcción del átomo pasa a transformarse en el descubrimiento de la perfección con la cual el Sabio Creador hizo el mundo, y, en su raíz, cambia definitivamente el concepto de materia. Tal materia, como la entienden los materialistas, no existe.

La ciencia contemporánea estableció que el fundamento primario de la materia es la energía, y que a su vez el aspecto primario de la energía es la energía luminosa. Ahora nos resulta claro, por qué en el principio de la formación de la materia, Dios hizo la luz.

De esta manera, los primeros renglones de la Biblia aparecen, para nuestra generación, como el mejor testimonio de la inspiración Divina de la sagrada Biblia. Porque ¿de dónde podría saber Moisés, que la creación del mundo debía comenzar con la luz, cuando esto fue alcanzado por la ciencia recién en el siglo xx?

Así, el escritor del Génesis- Moisés- por Revelación Divina, abrió el misterio de la creación de la substancia- materia, desconocido por todos en aquellos tiempos lejanos.

De esta manera, el descubrimiento de la energía atómica, "la vida del átomo," en nuestros días representa solamente un nuevo testimonio de la verdad Divina.

"Maravillosas son tus obras ¡oh Señor!, todo lo has creado con sabiduría.

 

En el segundo "día" del mundo Dios formó el firmamento, aquella inabarcable extensión que está sobre nosotros y que circunda la tierra, es decir el cielo visible a nosotros.

Plática acerca del segundo día de la creación:

 

El segundo mandato creador forma el firmamento. Y dijo Dios: "Que haya un firmamento entre las aguas para separar unas aguas de otras." Y así fue. Hizo Dios el firmamento, y separó las aguas que hay debajo, de las que hay encima de él. Y llamó Dios al firmamento cielo. Y vio Dios que esto era bueno. Paso la tarde y pasó la mañana: día segundo ( génesis 1: 6-8 ).

El firmamento es el espacio aereo, o cielo visible. El origen del firmamento, o cielo visible, puede representarse de la siguiente manera: La incalculable y gigantesca masa de la prístina substancia acuosa se dividió, por mandato de Dios, en millones de esferas que comenzaron a girar sobre sus ejes y se esparcieron cada una por su distinta órbita. La extensión que se formó entre estas esferas pasó a ser el firmamento; ya que en esta extensión, el movimiento de aquellos mundos recién formados, fue afirmado por Dios sobre definidas e inmutables leyes de la gravedad, de manera tal que los mundos no sólo no se estorbaban el uno a otro en sus respectivos movimientos. El agua encima del firmamento son las recien formadas esferas acuosas, las cuales luego se fortalecieron, y desde el cuarto día de la creación comenzaron a brillar y a centellar en lo alto, por sobre nuestras cabezas. Mientras que el agua debajo del firmamento es nuestro planeta tierra, la substancia que se extiende por debajo de nuestros pies. Todo esto todavía llevaba la denominación de "agua" debido a que al segundo día de la creación, esta substancia todavía no había recibido la organización y firmes formas que adquiriría más adelante.

Es digna de atención la observación del gran maestro de la Iglesia, San Juan Damasceno (A. Vlll). En el hirmós dominical del tercer canto del quinto tono, él dice: "Tú que con tu mandato has alzado sobre la nada a la tierra y la has suspendido sin sostén alguno con la gravedad....." (o ..."has suspendido sin sostén alguno a la gravedad). Así, San Juan Damasceno reveló esta verdad científica, varias centurias antes de que fuera alcanzada por la ciencia.

En el tercer "día" del mundo Dios reunió en un solo lugar las aguas que estaban debajo del cielo, y apareció lo seco. Y llamó Dios a lo seco tierra, y a la acumulación de las aguas mares. Y ordeno a la tierra que produjera vegetación, hierbas y árboles. Y la tierra se cubrió de hierbas, de todo tipo de plantas y de distintas especies de árboles.

Plática acerca del tercer día de la creación.

Más adelante, la tierra recibe una organización tal, que sobre ella ya aparece la vida, si bien es su expresión más elemental: la vida vegetal. Y dijo Dios: que las aguas que están por debajo del cielo se reúnan en un solo lugar, y aparezca lo seco. Y así fue. Y dijo Dios: produzca la tierra vegetación, hierbas con sus semillas según su especie y parentezco, árboles que den en la tierra fruto con su semilla, según su especie o: ."..especie, en los cuales su semilla este en la tierra." Y así fue. Vio Dios que esto era bueno. Y fue la tarde, y fue la mañana: día tercero. (GÉN. 1: 9- 13). La división en el tercer día de las aguas de lo seco, no debe representar de la ya formada agua de las firmes ¿facciones? Terrestres. Todavía no había agua en el aspecto y composición química como la que conocemos ahora. Entonces, en primer lugar, la sustancia amorfa y sin organización de nuestro planeta, por la palabra creadora del Señor se transformó, en el tercer día, aspectos: fueron creados el agua y lo seco, y éste último en ese instante formó en su superficie distintos tipos de cauces: ríos, lagos y mares. En segundo lugar, nuestro planeta se cubrió de una fina capa transparente de aire atmosférico, y aparecieron gases con sus incontables fusiones. En tercer lugar, en lo seco no solo la superficie con su montañas, colinas y demás, fueron el objeto de la acción creadora, sino también su mismo seno — distintas capas de tierra, metales, minerales y demás. En cuarto lugar, por especial mandato del Creador, sobre la tierra aparecieron toda clase de plantas. Para finalizar, a pesar de que el escritor del génesis habla sólo acerca de la tierra debe estimarse que en el tercer día de la creación, las demás masas oscuras y caóticas de los cuerpos celestes recibieron su definitiva organización, de acuerdo con sus finalidades. Suponer esto es necesario, basándose en el hecho que, en el segundo y cuarto día el Señor obra en todo el universo. Quiere decir que no es posible que haya dedicado todo el tercer día sólo a la tierra, la cual es un insignificante granito dentro de la composición del Universo. Para ser más claros, la acción creadora del tercer día puede ser representada conjeturamente en el siguiente aspecto. La tierra todavía era un mar ininterrumpido. Entonces Dios dijo: "Reúnanse las aguas que están debajo del cielo en un solo lugar, y aparezca lo seco; y así fue." Las substancia, condensándose y paulatinamente enfriándose, se elevó en algunos lugares y descendió en otros. Las partes más elevadas se descubrieron se secaron, mientras que los ahondamientos y los descensos se llenaron con el agua que confluia en ellos, y formaron el mar . "Y llamó Dios a lo seco tierra, y a la reunión de las aguas lo llamó mar: y vió Dios que esto era bueno." Pero la tierra todavía no poseía lo que sería la finalidad de su creación: Sólo las descubiertas piedras miraban sombríamente al receptáculo de las aguas. Pero cuando se concluyó la distribución de las aguas y lo seco, y se formaron las imprescindibles condiciones para la vida, entonces, por la palabra de Dios, no tardaron en aparecer sus primeros elementos — en forma de vegetación: "Y dijo Dios: produzca la tierra vegetales, hierbas con sus semillas, según su especie y parentezco, y árboles que den frutos según su especie, en los cuales sus semillas estén en la tierra. Y así fue. Y vio Dios que esto era bueno. Fue la tarde y fue la mañana: día tercero.

Los restos de esta vegetación son conocidos por la ciencia, la cual se asombra por su enorme tamaño. Lo que hoy es un insignificante tallo, como por ejemplo nuestro helecho, en aquel tiempo representaba un majestuoso árbol. Los filamentos de los actuales musgos o líquenes en aquel tiempo tenían cerca de dos metros de circunferencia. Pero ¿como puedo suceder semejante poderosa vegetación sin la acción de los rayos del sol, los cuales aparecieron e iluminaron la tierra recién en el siguiente cuarto día? Las investigaciones científicas aquí, como en muchos otros casos junto a toda la irrefutabilidad de la verdad inmutable, confirman las escrituras del Génesis. Se hicieron experimentos con la luz eléctrica para hacer crecer a los vegetales. Un científico ( Famintsin) alcanzó importantes resultados en este campo, mismo con la ayuda de la reforzada luz de una simple lámpara de kerosene. De esta manera, la pregunta presentada, en lo que refiere a las investigaciones científicas perdió toda fuerza. Otra objeción aparece como mucho más seria, es a saber: en aquella misma capa de tierra, en la cual por primera vez, aparecen rastros de vida orgánica en la cual, según el Génesis, la tierra producía sólo vegetales y en su mayoría plantas, junto con los vegetales ya se encuentran organismos vivientes: corales, débiles y gelatinosos seres vivientes de formas muy simples. Pero esta objeción tampoco es insuperable: las capas de la tierra no se separan una de otra con alguna pared inquebrantable; todo lo contrario, a lo largo de los miles de años vividos por la tierra, sucedieron toda clase de variaciones y cambios en la situación de las capas, y es por eso que ellas se mezclan y comunmente se superponen.

A pesar de que la vegetación podría crecer bajo la influencia de la luz primitiva, su desarrollo en esas condiciones no hubiera podido completarse con tanta regularidad y acorde con sus objetivos, como ahora lo podemos notar. Habiendo sido grandiosa en cuanto a tamaño, la vegetación era pobre en formas y colores. Además de vegetal, no representaba otra cosa: ni una pequeña flor, ni un solo fruto podía encontrarse en las capas del período de carbón. La misma, evidentemente, necesitaba de la mesurada luz de los actuales astros.

En el cuarto "día" del mundo, por orden de Dios comenzaron a brillar sobre nuestro planeta tierra las luminarias celeste: el sol, la luna y las estrellas. Desde ese instante comenzaron a definirse los periodos de tiempo: nuestros actuales días, meses y años.

Plática acerca del cuarto día de la creación.

 

Luego de la formación de la tierra le sigue la organización de las luminarias celeste. Y dijo Dios: Que haya lumbreras en el firmamento celeste ( para la iluminación de la tierra y) para separar el día de la noche, que sirvan de señales y para las estaciones, los días y los años; que sean luminarias en el firmamento celeste para iluminar la tierra. Y así fue. E hizo Dios dos grandes luminarias: la luminaria mayor, para regir el día, y la luminaria menor para regir la noche; y las estrella, y Las puso Dios en el firmamento celeste... y vio Dios que esto era bueno. y fue la tarde, y fue la mañana: día cuarto (Génesis 1:14-19).

El mandato creador: "Que haya lumbreras...," evidentemente tiene la misma significancia que los anteriores: "Que haya luz...," "Reúnance las aguas," y como en aquellas, se entiende no como una creación original sino como una creadora formación de los elementos. De esta manera, aquí debe entenderse no una nueva creación, sino solamente una completa formación de los cuerpos celestes.

¿Cómo debe representarse la procedencia de las luminarias celestes? Según su materia interna básica, las luminarias celestes ya existían desde antes del cuarto día; ellas eran aquella agua sobre el firmamento, de la cual se formaron imnumerables cuerpos esféricos en el segundo día de la creación. En el cuarto día, algunos de estos cuerpos fueron organizados de tal manera que la luz prístina se concentró en ellos en un mayor nivel y comenzó a actuar en forma muy intensa. Estos son los cuerpos con luz propia, o luminarias propiamente dichas, como por ejemplo: el sol y las estrellas inmoviles.

Mientras que otros cuerpos esféricos oscuros quedaron en esa condición, pero con la capacidad dada por el Creador, de reflejar la luz que ya caía sobre ellos de las demás luminarias. Estos cuerpos son las luminarias impropiamente dichas, o bien llamados planetas que brillan con luz adquirida, como por ejemplo la luna, Júpiter, Saturno y los demás planetas.

 

En el quinto "día" del mundo, por la palabra de Dios, el agua produjo alma viva, es decir que aparecieron en el agua babosas, insectos, reptiles y peces, mientras que sobre la tierra, por el firmamento celeste, comenzaron a volar pájaros.

 

Plática acerca del quinto día de la creación.

En el quinto día fueron creados los animales que viven en el agua y los que vuelan en el aire. Y dijo Dios: Produzca el agua reptiles, alma viva; y que aves vuelen sobre la tierra, en el firmamento celeste. Y así fue. Y creó Dios peces grandes... y vió Dios que esto era bueno. Y lo bendijo Dios, diciendo: Procréense y multiplíquense, y llenen las aguas de los mares, y multiplíquense las aves en la tierra. Y fue la tarde, y fue la mañana: día quinto. (Gén: 1: 20-23).

El mandato creador de Dios forma, claro está, estas especies de la creación, de los elementos de la tierra. Pero como siempre, y más aquí que en las veces anteriores, la fuerza formadora le pertenece a Él y no a los elementos substanciales: porque con la formación de los animales, se introduce en la naturaleza un nuevo y más elevado principio de vida, aparecen seres animados que se mueven y sienten según su propia voluntad.

Al dar a esta nueva creación la bendición de multiplicarse, es como que Dios les dirige en propiedad aquella fuerza, de la cual ellos recibieron la existencia. Es decir, les da la capacidad de producir de ellos mismos nuevos seres, cada uno según su genero. Más precisamente, la acción creadora del quinto día puede representarse conjeturamente de la siguiente manera:

El cielo esta adornado por lumbreras, en la tierra se desarrollaba una vegetación gigantesca, pero todavía no había en la tierra seres vivientes que pudieran gozar de los dones de la naturaleza. Todavía no estaban dadas las condiciones adecuadas para su existencia, ya que el aire estaba impregnado de vapores nocivos que contribuían sólo al reina vegetal. La atmósfera contenía en sí tantas mezclas extrañas, primordialmente ácido carbónico, lo que hacia que la existencia de vida animal fuera todavía imposible. Era necesario limpiar la atmósfera de estas mezclas nocivas para la vida. Esta misión fue cumplida por la gigantesca vegetación, bajo la influencia del sol, que en el día cuarto había empezado a brillar. El ácido carbónico representa uno de los más substanciales elementos de la vida vegetal, y así como la atmósfera estaba impregnada por él, la vegetación comenzó a desarrollarse rápida y grandiosamente, consumiendo el ácido carbónico y limpiando la atmósfera de él. Los enormes yacimiento de carbón de piedra no son otra cosa que aquel ácido carbónico atmosférico, transformado en el cuerpo sólido por el proceso de la vegetación. Así se produjo la limpieza de la atmósfera, y cuando se prepararon las condiciones para existencia de vida animal, la misma no tardó en aparecer, por la fuerza de un nuevo acto creador.

"Y dijo Dios: Produzca el agua reptiles, alma viva; y que aves vuelen sobre la tierra por el firmamento terrestre." Con el poder de este mandato Divino se produjo un nuevo acto creador, no simplemente formador como en los días anteriores, sino creador en todo sentido como lo fue el primer acto de la creación de la substancia prístina: de la nada.

Aquí se creaba al "alma viviente," se introdujo algo que en la ya existente substancia prístina no había. Y efectivamente, Moisés utiliza aquí por segunda vez el verbo "BARA" — crear de la nada. "Y creó Dios grandes peces, y toda alma de animales que se arrastran, producidos por el agua según su género, y toda ave alada según su género."

Las más modernas investigaciones geológicas, esclarecen y amplían este pequeño relato del escritor del Génesis.

Descendiendo a lo profundo de las capas terrestres, los geólogos llegaron hasta la capa en donde por primera vez aparece "el alma viviente." Esta capa, por consiguiente, es la cuna de la vida animal y en ella se encuentran los más simples organismo animales.

El "alma viva" más antigua, según es conocido por los geólogos, es el llamado "Zozoon de Canadá," encontrado en las capas más bajas, del llamado período de Lorenzo. Luego aparecieron corales e infusorios, y también organismos crutáceos de diferentes especies; mientras que más arriba aparecen sierpes y lagartos gigantes que se arrastran. Los más conocidos entre ellos son el hijtiosaurio, gileosaurio, plesiosaurio y el pterogactil. Todos ellos asombran por su gigantesco tamaño.

El ijtiosaurio media hasta doce metros de longitud, con aspecto de lagarto y con cabeza de delfín, con dientes de cocodrilo y cola provista de aleta coriácea como la de los peces. El gileosaurio tenía hasta seis metros de estatura y representaba el aspecto más antiguo de los lagartos. El plesiosaurio tenía el aspecto de una tortuga gigante, con un cuello largo de hasta seis metros, una pequeña cabeza vípera y una lengua de casi dos metros de largo. El pterogactil era como un dragón volador, con alas, cabeza largas, dientes de cocodrilo y garras de tigre, en general parecido a un ratón volador, pero de enorme medida. Algunos de estos sierpes pueden encontrarse también ahora, pero estos representantes contemporáneos son insignificantes enanos en comparación con sus antepasados. ¡A tanto llegó el debilitamiento de la fuerza productiva de la antigua tierra!

"Y vio Dios, que esto era bueno. Y los bendijo Dios , diciendo: Procréense y multiplíquense, y llenen el agua de los mares, y multiplíquense las aves en la tierra. Y fue la tarde, y fue la mañana: día quinto."

En el sexto día del mundo, por la palabra de Dios, la tierra produjo almas vivientes, y aparecieron en la tierra animales, es decir ganados reptiles y bestias; y por fin, creó Dios al hombre- varón y mujer, a imagen y semejanza Suya; es decir por el espíritu, parecidos a Él.

Al terminar, con la creación del hombre, la creación de todo el mundo visible, Dios vio que todo lo que hizo era bueno en gran manera.

En el siguiente período, es decir en el séptimo "día" del mundo, el cual como enseñan los Santos Padres, continúa hasta hoy día, Dios dejó de hacer. Bendijo y santificó este "día" y lo llamó "sábado," que quiere decir descanso; y mandó que la gente descanse de sus tareas en el séptimo día, y que lo dedique al servicio a Dios y al prójimo. Es decir, hizo de este el día libre de toda obra cotidiana: el día de fiesta.

Luego de finalizar su creación, Dios dejó al mundo vivir y desarrollarse según el plan y las leyes instituido por Él (o, como es costumbre decir: según " las leyes de la naturaleza"). Pero al mismo tiempo Él incesantemente se preocupa por todo lo creado, concediendo a cada creación todo lo necesario para la vida. Este cuidado de Dios por el mundo se lo llama " Providencia Divina."

Observación: En la Biblia, en el libro del Génesis, primer libro de Moisés, en el capitulo uno, versos 1 al 31 y capitulo dos, versos 1 al 3 está relatada detalladamente la creación del mundo visible.

 

Plática acerca del sexto día de la creación.

 

En el sexto y último día de la creación fueron creados los animales que viven en la tierra y el hombre.

Así como para producir los peces y reptiles acuáticos el Señor utilizo el agua, de la misma manera, para producir a los cuadrúpedos utiliza la tierra así como la utilizo para producir los vegetales. Esto es necesario entenderlo así que el Señor le dio a la tierra una fuerza vivificante, y no como piensan algunos naturalistas, que la tierra, calentada por el calor de los rayos del sol, por sí misma haya fecundado a los animales. En el amplio terreno de la naturaleza, no hay ni la más mínima alusión a aquello que alguna especie de la creación animal haya podido transformarse en otra, como por ejemplo que un animal herbívoro pase a ser carnívoro; más contranatural, entonces, es de suponer el origen de la misma vida animal de orígenes inorgánicos (gases, minerales y demás). "Cuando Dios dijo: produzca la tierra" — dice San Basilio el Grande — " esto no quiere decir que la tierra extrae lo que ya estaba dentro de ella; sino que El que dio la orden le entregó a la tierra el poder de producir" ( de "Pláticas acerca de los seis días").

De acuerdo con los experimentos científicos — naturales de los últimos tiempos, la historia del sexto día de la creación puede representarse de la siguiente manera: el agua y el aire estaban colmados de vida, pero faltaba la vacía tercera parte de la tierra — lo seco, justamente aquello que ofrece muchas más comodidades para la vida de los seres vivientes. Pero, aquí llegó el momento de poblarla. " Y dijo Dios: produzca la tierra alma viviente por especie, ganados, reptiles y bestias de la tierra según su especie; y así fue. Y creó Dios a las bestias terrestres según su género, al ganado según su género y a todos los reptiles terrestres según su especie. Y vio Dios que esto era bueno" ( Génesis 1:24-25).

Las investigaciones científicas, elevándose por la escalera de las capas terrestres, inmediatamente después de la capa que contenía a lo ya descriptos serpes, peces y aves, se encuentra con una nueva capa en la cual aparecen en escena nuevos organismos — los cuadrúpedos. Al principio aparecieron en la tierra: dinoterio mastodonte y mamonte ( generación de elefantes de enormes y desproporcionadas formas). Luego aparecieron animales más perfectos, y al final, aparecieron las especies actuales: leones, tigres, osos, ganado de cuernos, etc...

Viendo esta paulatina aparición de especies, la ciencia involuntariamente pone la pregunta: ¿cómo se formaron estas especies? ¿acaso representaron ellas invariables formas, que recibieron su origen en el acto creador — formador, o se formaron paulatinamente una de otra, y todas de una misma especie primitiva?

Como es sabido, en el siglo pasado la teoría Darwing — teoría llamada transformismo o del desarrollo paulatino (evolución). ¿Cómo esta teoría se relaciona con la historia bíblica de la creación?

Moisés escribe que los vegetales y los animales fueron creados "según su especie," es decir no una sola forma de vegetal o animal, sino muchos vegetales y animales. Pero esto no quiere decir que todas las especies que existen hoy en día están obligadas a tener su origen en el prístino acto de la creación. La palabra hebrea "MIN," traducida en el sentido "género," tiene un significado muy amplio, y no se reduce al técnico significado científico de la palabra "especies." El mismo es amplio en todas las circunstancias: sin abarcar en sí mismo todas las actuales especies, los distintos animales y vegetales, tampoco niega la posibilidad de un paulatino perfeccionamiento de las formas.

Que el cambio de formas efectivamente es posible, se comprueba por indubitables hechos. Muchas variedades de rosas, claveles y dalias, así como también muchas variedades de gallos y palomas que podemos apreciar en los jardines zoológicos, se formaron hace no más de cien años. Asimismo, los cambios suceden por la influencia de distintas condiciones climáticas, diferentes suelos, alimentaciones, etc... En base a esto se puede suponer que la cantidad de formas vegetales y animales en el mundo primitivo no era tan grande y diversa como lo es ahora.

El escrito del Génesis, al relatarnos que la creación propiamente dicha ( "BARA") sólo durante la creación de los primeros elementos de la vida orgánico — animal, y que luego tomó lugar una simple formación, tampoco niega categóricamente la posibilidad del desarrollo de una especie de otra. Sin embargo el no da ningún fundamento para aceptar la teoría de la evolución en toda su extensión. El génesis afirma en forma clara y precisa que los organismos animales y vegetales fueron creados directamente " según su género," es decir en distintas y definidas formas.

Esta teoría no posee para así sólidos fundamentos, y tanto en la ciencia com en los tiempos actuales arrastró una dura derrota. No vamos a traer todos los argumentos científicos, pero mostraremos aunque sea uno. El más conocido científico estadounidense Kressm Morrison (quien fuera presidente de la Academia de ciencias de Nueva york) dice:

"El milagro de los genes- cuyo descubrimiento nosotros presenciamos, más para Darwing fue desconocido — testifica que sobre todo lo existente fue manifestado un cuidado.

El tamaño de los genes es increíblemente tan insignificante que, sí se juntaran todos, es decir los genes (gracias a los cuales viven todas las personas de este planeta tierra) ellos caberian en un dedal. ¡E incluso el dedal no se llenaría! Sin embargo estos genes ultramicroscópicos y sus acompañantes los cromos están en todas las células de todo lo que vive, y son la llave absoluta a la explicación de todos los signos del hombre, de los animales y de los vegetales ¡Un dedal! En él pueden caber todos los sgnos individuales de todos los dos mil millones de seres humanos. Y sobre esto no puede haber duda alguna. Sino, ¿cómo puede ser entonces que el gen encierre dentro de sí hasta la clave hacia la psicología de cada ser por separado, entrando todo esto en un volumen tan pequeño?

¡He aquí dónde comienza la evolución! Ella se origina en la unidad, depositaria y portadora de los genes. Y el hecho que algunos millones de átomos, insertados en un ultramicroscópico gen, pueden resultar ser la clave absoluta que dirige la vida en la tierra, aparea como testimonio comprobador que sobre todo lo que vive fue manifestado en cuidado, que por ellos alguien previó de antemano, y que esa previsión proviene del Intelecto Creador. Ninguna otra hipótesis puede ayudar aquí a adivinar este acertijo de la existencia.

En el sexto día de la creación, la tierra se pobló en todos sus sectores, de seres vivos. El mundo de los seres vivos representaba un armonioso árbol, raíz del cual consistía en los animales más simples, y las ramas más altas en los animales superiores. Mas este árbol estaba incompleto, todavía no estaba la flor que completara y embelleciera su cima; todavía no estaba el hombre — el rey de la creación.

Mas he aquí él apareció. " Y dijo Dios: creemos al hombre a Nuestra imagen (y) a Nuestra semejanza; y que reinen ellos sobre los peces de los mares, las aves del cielo, los ganados sobre toda la tierra y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a Su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó" Aquí, por tercera vez se produjo el acto creador (BARA ) en el completo sentido de la palabra, ya que el hombre, en su esencia, posee algo que no había en la naturaleza creada antes de él: el espíritu, el cual distingue al hombre de todos lo demás seres.

De esta manera finalizó la historia de la creación y formación del mundo. Y vio Dios todo lo que hizo y era bueno en gran manera. Fue la tarde y fue la mañana: día sexto."

"Y culminó Dios al séptimo día sus obras, y descanso en el séptimo día de todas las obras que creó y formó. Y bendijo Dios al séptimo día y lo santifico."

 

De qué manera creó Dios a las primeras personas

 

Dios creó al hombre en forma distinta a como hizo la demás creación. Antes de crear al hombre, Dios en la Santísima Trinidad, confirmó su deseo. Él dijo: "Creemos al hombre a Nuestra imagen y a Nuestra semejanza."

E hizo Dios al hombre del polvo de la tierra, es decir de la substancia de la cual fue creado todo el mundo substancial y terrenal. E insufló en su rostro el aliento de vida, es decir, le dio un espíritu libre, que razona, vivo e inmortal, a imagen y semejanza Suya; y el hombre vino a ser con alma inmortal. Esta insuflación Divina o alma inmortal es lo que diferencia al hombre de toda la demás creación viva.

De esta manera nosotros pertenecemos a dos mundos: por el cuerpo pertenecemos al mundo visible, substancial y terrenal, mientras que por el alma pertenecemos al mundo invisible, espiritual y celestial.

Y dio Dios al primer hombre un nombre, Adán, que quiere decir "tomado de la tierra." Para él, Dios hizo crecer en la tierra el paraíso, un jardín bellísimo, y estableció a Adán en él para que lo cultive y lo cuide.

En el paraíso crecieron todo tipo de árboles con hermosos frutos, en el medio de los cuales estaban dos arboles especiales: uno se llamaba el árbol de la vida y el otro el árbol del conocimiento del bien y del mal. El comer del fruto del árbol de la vida poseía la fuerza de guardar al hombre de enfermedades y de la muerte. Con respecto al árbol del conocimiento del bien y del mal, Dios mandó, es decir ordenó al hombre: "De todo árbol del paraíso puedes comer, mas del árbol del conocimiento del bien y del mal no comas, pues si comes de él morirás."

Luego, por orden de Dios, Adán le puso nombre a todas las bestias y las aves del cielo, pero no encontró entre ellos un amigo y ayudante para sí, semejante a él. Entonces Dios hizo caer sobre Adán un profundo sueño, y cuando este se durmió, sacó una de sus costillas y cubrió ese espacio con carne (cuerpo). E hizo Dios de esa costilla, sacada del hombre, a la mujer. Adán la llamó Eva, que quiere decir "madre de las personas."

Dios bendijo a las primeras personas en el paraíso y les dijo: "Procréense y multiplíquense, llenen la tierra y gobiérnenla."

Al haber creado a la mujer de la costilla del primer hombre, Dios nos enseñó que todas las personas provienen de un mismo cuerpo y alma, que debemos ser unidos, amarse y cuidarse el uno al otro.

 

Observación: Ver la Biblia, libro del "Génesis" 2: 7-9; 2:15-25; 1:27-29; 5:1-2.

 

 

La Vida de las Primeras Personas en el Paraíso.

El paraíso terrenal, o bellísimo jardín, en el cual Dios estableció a las primeras personas — Adán y Eva, estaba situado en Asia, entre los ríos Tigris y Éufrates.

La vida de las personas en el paraíso estaba colmada de regocijo y bienaventuranza. La conciencia de ellos estaba tranquila, sus corazones estaban limpios y sus intelectos claros. No le temían ni a las enfermedades ni a la muerte, y no tenían necesidad de ropa. En todo gozaban de abundancia y satisfacción. El alimento para ellos eran los frutos de los árboles.

Entre los animales no había enemistad alguna — los más fuertes no molestaban a los más débiles, vivían juntos y se alimentaban de hierbas y vegetales. Ninguno le temía a las personas, más bien todos amaban a ellos y les obedecían.

Pero la bienaventuranza más elevada de Adán y Eva residía en la oración, es decir, en la frecuente plática con Dios. Dios se les aparecía en el paraíso en forma visible, como un padre a sus hijos, y les comunicaba lo que era necesario.

Dios hizo a las personas, así como a los ángeles, para que ellos Lo amen y se amen el uno al otro, y para que se colmen del gran regocijo de la vida en el amor de Dios. Por eso, así como a los ángeles, Dios le dio a las personas completa libertad: amarlo o no amarlo. Sin libertad no puede haber amor. Y el amor se manifiesta en el alegre cumplimiento del deseo de aquel a quien amas.

Mas como las personas eran menos perfectas que los ángeles, el señor no les dio enseguida y para siempre que hicieran la elección: tomar o rechazar este amor, así como hizo con los ángeles.

Dios comenzó a enseñarles el amor a las personas. Para esto, Él dio este pequeño y accesible mandamiento:" no comer de los frutos del árbol del conocimiento del bien y del mal." Cumpliendo con este mandato o deseo de Dios, ellos podrían manifestar su amor a Dios. Ellos, pasando de un mandato liviano a otro más complicado, paulatinamente se irían fortaleciendo y perfeccionando en el amor. Adán y Eva obedecían a Dios con amor y regocijo. Y había en el paraíso la voluntad de Dios y el orden Divino en todo.

 

Plática acerca del hombre

 

Cuando decimos que el hombre está compuesto por cuerpo y alma, con esto subrayamos que el hombre está constituido no de la sola substancia mortal — la materia, sino también de aquel supremo principio, el cual vivifica a esta materia, la hace viva. En efecto, el hombre es triconstituído y está compuesto por cuerpo, alma y espíritu. El apóstol Pablo dice: "La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más aguda que toda espada de doble filo; ella penetra hasta la división entre alma y espíritu, entre composiciones y tuétanos, y juzga los pensamientos e intenciones del corazón" (Hebreos 4:12).

 

1. CUERPO. El cuerpo del hombre fue hecho por Dios "del polvo de la tierra" (Gén. 2:7) y por consiguiente él pertenece a la tierra: "eres tierra y volverás a la tierra" (Gén. 3:19) le fue dicho al primer hombre, luego de su caída en el pecado. Con su vida corporal, el hombre en nada se diferencia con los demás seres vivos — los animales, y ella consiste en satisfacer las necesidades del cuerpo. Estas necesidades son diversas y muchas, pero en general todas ellas derivan en satisfacer dos básicos instintos : 1) el instinto de conservación y 2) el instinto de la continuación del género.

Estos dos instintos fueron introducidos por el Creador en la naturaleza corporal de cada ser viviente, con el objetivo completamente entendible y razonable de que el ser viviente no desaparezca ni se destruya sin dejar rastro alguno.

Para el contacto con el mundo exterior, el cuerpo humano está dotado de cinco órganos sensitivos: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto, sin los cuales el hombre estaría en este mundo completamente indefenso. Todo este aparato del cuerpo humano está extraordinariamente compuesto y sabiamente organizado, pero por sí solo sería una máquina sin movimiento alguno, si no lo vivificara el alma.

 

2. EL ALMA. El alma fue dada por Dios como principio vivificador para dirigir al cuerpo. En otras palabras, el alma es la fuerza vivificadora del hombre y de cada ser viviente; así la llaman los científicos: fuerza vital.

Los animales también poseen alma, pero la misma fue producida de la tierra junto con el cuerpo. "Y dijo Dios: Produzca el agua alma viva..., peces, reptiles... Y dijo Dios: Produzca la tierra alma viva... ganados, reptiles, bestias... según su género. Y así fue" (Gén. 1:20-24).

Sólo acerca del hombre fue dicho que luego de formar su cuerpo del polvo de la tierra, el Señor Dios "insufló en su rostro el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viva" (Gén. 2:7). Este "aliento de vida" es el supremo principio en el hombre, es decir que es su espíritu, por el cual se eleva infinitamente por sobre los demás seres vivientes. Por eso, a pesar de que el alma humana se parece en mucho a la de los animales, en su región más elevada ella inigualablemente supera al alma de los animales, justamente gracias a su unión con el espíritu, el cual proviene de Dios. El alma humana es como el eslabón que une al cuerpo con el espíritu, representando ella como un puente desde cuerpo al espíritu.

Todos los actos, o más exactamente los movimientos del alma son tan diversos y complejos, se entrelazan de tal manera unos con otros, son tan instantáneamente variables y a menudo difícilmente perceptibles, que para una más cómoda distinción se adoptó separarlos en tres clases, tres categorías: pensamientos, sentimientos y deseos. Estos tres movimientos del alma son objeto de estudio para la ciencia llamada "psicología."

1) El órgano del cuerpo, con la ayuda del cual el alma realiza su trabajo pensante, es el cerebro.

2) Por órgano central del sentido se adoptó tomar al corazón. Él representa el criterio de lo que nos es agradable o no. El corazón naturalmente se lo considera como un centro de la vida del hombre, centro en el cual se coloca todo lo que entra en el alma desde afuera, y del cual sale todo lo que el alma manifiesta hacia fuera.

3) Los deseos del hombre son dirigidos por la voluntad, la cual no posee para sí un órgano substancial en nuestro cuerpo, pero como instrumento para cumplir con sus disposiciones tiene a nuestros miembros, que se mueven con la ayuda de los músculos y los nervios.

Los resultados de la actividad de nuestra mente y sentido, engendrados por el corazón, ejercen tal o cual presión sobre la voluntad, y así nuestro cuerpo realiza tal o cual acción o movimiento.

De esta manera, el alma y el cuerpo están estrechamente ligados el uno al otro. El cuerpo, con la ayuda de los órganos de los sentidos externos, le da tal o cual impresión al alma, y el alma dependiendo de esto, maneja al cuerpo, dirige sus actividades de tal o cual manera. En consideración a tal unión entre el alma y el cuerpo, a esta vida con frecuencia se la llama con el término general de "vida ánimo-corporal." No obstante, es imprescindible distinguir entre la vida corporal, como satisfacción de las necesidades del cuerpo, y la vida anímica, como satisfacción de las necesidades del alma.

En qué consiste la vida corporal, nosotros ya hemos hablado. La misma consiste en la satisfacción de dos fundamentales instintos: el instinto de la conservación y el instinto de la continuación del género.

La vida anímica consiste en la satisfacción de las necesidades de la mente, el sentimiento y la voluntad: el alma quiere adquirir conocimientos y experimentar tales o cuales sentimientos.

 

Mas la vida humana está lejos de consumirse en la satisfacción de las solas necesidades arriba mencionadas del cuerpo. El cuerpo no es todo el hombre, más exactamente, no es el hombre completo. Por sobre el cuerpo se encuentra algo más elevado, específicamente el espíritu, el cual frecuentemente sobresale como una especie de juez de la persona, y a todo da valor con un especial y elevado punto de vista. Cuando el Espíritu de Dios toca el alma este se hace espiritual, capaz de vivir en una esfera mas elevada. "El espíritu — dice el obispo Teófanes — como fuerza proveniente de Dios, conoce a Dios, Lo busca y sólo en Él encuentra descanso. Convenciéndose, con una intuición espiritual arcana, de que procede de Dios, él siente su completa dependencia para con Dios y se reconoce obligado de agradarle por todos los medios y vivir sólo para Él y por Él." Esto es casualmente aquello, acerca de lo cual hablaba el Beato Agustín: "Tú, ¡oh, Dios! nos has creado con inclinación hacia Ti, y nuestro corazón no tiene paz hasta que se tranquiliza en Ti."

Cuando el hombre se hace espiritual, esto se manifiesta en tres aspectos: 1) temor de Dios, 2) la conciencia y 3) sed de Dios.

 

"Temor de Dios" — esto, claro, no es temor en el común entendimiento humano de la palabra. Es el piadoso estremecimiento ante la grandeza de Dios, unido inseparablemente a una inmutable fe en la verdad y la realidad de la existencia de Dios, como nuestro Creador, Proveedor, Salvador y Gratificador. Todas las naciones, en cualquier escalón de desarrollo que se encuentren, tienen fe en Dios. Todavía el clásico escritor Cicerón, dos mil años atrás dijo: "No existe ni una nación que sea rústica y bárbara a tal extremo, que no haya en ella fe en Dios, por más que no conozca Su esencia." Desde entonces — dice el científico Gettinger — fueron descubiertas e investigadas América y Australia, e innumerables cantidades de nuevas naciones entraron en el compilado de la historia, mas sus palabras permanecen inquebrantables; quizá más que antes, se hicieron indudables y completamente evidentes. De esta manera, cuantos años transcurren, tantas evidencias para esta verdad surgen.

La segunda manifestación del espíritu en el hombre es la conciencia. La conciencia indica al hombre qué es correcto y qué es incorrecto, qué agrada a Dios y qué no agrada a Dios, qué hay que hacer y qué no hay que hacer. Pero no sólo le indica, sino que impulsa al hombre a cumplir con lo indicado; y luego de cumplimiento, lo premia con regocijo, mas luego de incumplimiento, lo castiga con remordimiento. La conciencia es nuestro juez interno — el observador de la ley de Dios. No en vano nuestro pueblo llama a la conciencia "la voz Divina" en el alma del hombre.

El obispo Teófanes llamó con precisión a la tercera manifestación del espíritu en el hombre "sed de Dios." Y en efecto, por naturaleza es propio de nuestro espíritu buscar a Dios, tender a la unidad con Él, ansiarlo. Nuestro espíritu no puede satisfacerse con nada creado y terrenal. ¿Quién de nosotros, si poseyéramos cantidades y variedades de riquezas terrenales, de todas maneras no querríamos más? Esta eterna insatisfacción humana, este constante descontento, esta en verdad insaciable sed muestra que nuestro espíritu tiene tendencia hacia algo más elevado que todo lo que en esta vida terrenal lo rodea, hacia algo ideal, como es habitual decir. Mas como nada de lo terrenal puede calmar esta sed en el hombre, entonces su espíritu se turba, sin encontrar para sí tranquilidad, hasta que no encuentra la completa satisfacción en Dios, en la viva comunicación con Aquel hacia el cual este espíritu humano consciente o inconscientemente, siempre tiende.

Así son las manifestaciones del espíritu humano, las cuales deben ser principios guías en la vida de cada hombre; es decir, vivir en comunicación con Dios, vivir según la voluntad de Dios y permanecer en el amor Divino. Esto es cumplir con su asignación en la tierra y heredar la vida eterna.

 

(Según el artículo del Archimandrita Averkii "Acerca del alma y del espíritu," Munich — 1949).

 

 

La Caída en el Pecado.

El diablo tenía envidia de la bienaventuranza de las primeras personas en el paraíso y se propuso despojarlos de la vida paradisíaca. Para esto, él entró en la serpiente y se escondió entre las hojas del árbol del conocimiento del bien y del mal. Y cuando Eva pasó cerca suyo, el diablo comenzó a incitarla a que comiera del fruto del árbol prohibido. Él astutamente le preguntó: "¿Es verdad que Dios no les permite comer de los frutos de ningún árbol del paraíso?"

"No" le contestó Eva a la serpiente. "El fruto de cualquiera de los árboles podemos comer, sólo el fruto del árbol que está en el centro del paraíso dijo Dios que no comiéramos ni que nos acercáramos hacia él, para que no muramos."

Pero el diablo comenzó a mentir para seducir a Eva. Y dijo: "No, ustedes no morirán; mas sabe Dios que si comen, entonces ustedes mismos serán como dioses y van a conocer el bien y el mal."

Las palabras seductoras y diabólicas de la serpiente hicieron efecto en Eva. Ella miró al árbol y vio que el mismo era agradable a la vista, bueno para alimentarse y daba conocimiento; y quiso conocer el bien y el mal. Eva arrancó frutos del árbol prohibido y comió; luego le dio a su marido y él también comió.

Las personas cedieron ante la tentación del diablo, violaron el mandamiento o voluntad de Dios — pecaron, cayeron en el pecado. Así fue la caída de las personas en el pecado.

Este primer pecado de Adán y Eva, o la caída de las personas en el pecado, se lo denomina pecado ancestral, ya que precisamente este pecado sería luego el comienzo para todos los posteriores pecados en las personas.

 

Observación: Ver la Biblia en el libro Génesis 3:1-6.

 

 

Consecuencias de la Caída en ll Pecado

y la Promesa del Salvador.

Cuando las primeras personas pecaron, comenzaron a sentir vergüenza y miedo, como sucede con todos los que obran mal. En ese mismo instante ellos notaron que estaban desnudos. Para cubrir su desnudez, cosieron para sí vestidos hechos con las hojas de una higuera, en forma de anchos cinturones. En vez de adquirir la perfección semejante a la Divina, como ellos querían, sucedió lo contrario. El intelecto de ellos se ofuscó, la conciencia empezó a atormentarlos y perdieron la tranquilidad anímica. Todo esto tomó lugar porque ellos conocieron el bien y el mal en contra de la voluntad de Dios, es decir a través del pecado.

El pecado cambió a las personas a tal punto que cuando escucharon la voz de Dios en el paraíso, por temor y vergüenza se escondieron entre los arbustos, olvidándose rápidamente que del Omnipresente y Omnisapiente Dios nada ni nadie puede ocultarse.

Mas Dios, por su misericordia, comenzó a llamarlos al arrepentimiento, es decir a que las personas comprendan que pecaron, lo confiesen ante el Señor y pidan perdón.

El Señor preguntó: "Adán ¿dónde estás?"

Adán respondió: "Escuché tu voz en el paraíso y tuve miedo porque estoy desnudo; y me escondí."

Dios nuevamente preguntó: "¿Quién te dijo que estás desnudo? ¿Acaso comiste del fruto del árbol que prohibí que comieras?"

Pero Adán dijo: "La mujer que Tú me diste, ella me dio del fruto y yo comí." De esta manera Adán comenzó a echarle la culpa a Eva y hasta a Dios mismo, por ser quien le dio la mujer.

Y dijo Dios a Eva: "¿Qué has hecho?"

Mas Eva, en vez de arrepentirse respondió: "La serpiente me sedujo y comí."

Entonces el Señor les anunció las consecuencias de los pecados por ellos cometidos.

A Eva Dios le dijo: "Con dolores darás a luz a tus hijos y deberás obedecer a tu marido."

A Adán le dijo: "Por tu pecado la tierra no será fecunda como lo era antes. Ella te producirá espinos y cardos. Comerás el pan con el sudor de tu rostro" — es decir conseguirás el sustento con pesado esfuerzo — "hasta que vuelvas a la tierra de donde fuiste tomado" — es decir hasta que mueras. "Porque polvo eres y al polvo volverás."

Mientras que al diablo, principal responsable del pecado del hombre, que se había encubierto en la serpiente, le dijo: "Maldito seas por haber hecho esto.".. Y le dijo Dios que entre él y las personas habrá una contienda en la cual las personas saldrán victoriosas, más precisamente: "La simiente de la mujer quebrantará tu cabeza, mientras que tú le picarás en el talón" — es decir, de la mujer surgirá el Descendiente — el Salvador del mundo, El cual nacerá de la Virgen, vencerá al diablo y salvará a las personas, mas para esto Él mismo deberá sufrir.

Esta promesa de Dios acerca de la venida del Salvador fue recibida con fe y alegría por parte de las personas, porque la misma les otorgaba una gran consolación. Mas para que las personas no olviden esta promesa Divina, Dios les enseñó a presentar ofrendas. Para esto Él mandó degollar un becerro, cordero o cabrón y quemarlos en oración, pidiendo por el perdón de los pecados, y con fe en el futuro Salvador. Tal sacrificio era una pre-representación o pre-imagen del Salvador, El cual debía sufrir y derramar su sangre por nuestros pecados; es decir, limpiar nuestras almas del pecado con su purísima sangre y hacerlas puras, santas, una vez más dignas del paraíso.

Allí mismo, en el paraíso, fue presentada la primera ofrenda por el pecado de las personas. E hizo Dios para Adán y Eva vestimentas de cuero de animales, y los vistió.

Pero como las personas se hicieron pecadoras, ya no podían vivir más en el paraíso y entonces el Señor los expulsó de él. Y puso Dios en la entrada al paraíso a un ángel-querubín con una espada de fuego, para cuidar el camino al árbol de la vida.

El pecado ancestral de Adán y Eva con todas sus consecuencias pasó, a través del natural nacimiento, a toda su descendencia, es decir a toda la humanidad — a todos nosotros. He aquí porqué nosotros nacemos ya pecadores y estamos sujetos a todas las consecuencias del pecado: aflicciones, enfermedades y muerte.

Así, las consecuencias de la caída en el pecado resultaron enormes y pesadas. Las personas se privaron de la bienaventurada vida en el paraíso. El mundo, ensombrecido por el pecado, sufrió cambios: la tierra desde aquel entonces comenzó a dar con mayor sacrificio la cosecha; en los campos, en vez de buenos frutos comenzaron a crecer hierbas malas; los animales empezaron a temerle al hombre y se transformaron en salvajes y carnívoros. Aparecieron las enfermedades, aflicciones y la muerte. Pero lo más importante, las personas perdieron, a través de su pecaminosidad, la más cercana y directa comunicación con Dios. Él ya no se les aparecía más en forma visible, como en el paraíso; es decir, la oración de las personas se hizo imperfecta

 

Observación: Ver la Biblia, en el libro del Génesis 3:7-24.

 

 

Plática acerca de la caída en el pecado

Cuando Dios creó a las primeras personas, vio que "era bueno en gran manera," es decir que el hombre en su amor se vuelve hacia Dios, que en el hombre creado no existe nada objetable. El hombre representa una completa unidad del espíritu, el alma y el cuerpo — un conjunto armónico. Precisamente, el espíritu del hombre se vuelve hacia Dios, el alma está unida o libremente sometida al espíritu, mientras que el cuerpo al alma; hay unidad entre objetivo, tendencia y voluntad. El hombre era santo, divinizado.

La voluntad de Dios, precisamente, consiste en que el hombre libremente, es decir con amor, tienda hacia Dios — fuente de vida eterna y bienaventuranza —, y justamente permanecer en forma inmutable en comunión con Él en la bienaventuranza de la vida eterna. Así eran Adán y Eva. Porque poseían un intelecto brillante y "conocía Adán a cada criatura por su nombre"; es decir que a él le fueron reveladas las leyes físicas del Universo y del mundo animal, las cuales nosotros ahora parcialmente concebimos y concebiremos en el futuro. Pero con su caída en el pecado, las personas rompieron en ellas la armonía — la unidad del espíritu, el alma y el cuerpo — desordenaron su naturaleza. No hubo más unidad entre objetivo, tendencia y voluntad.

En vano desean algunos ver el significado de la caída en el pecado alegóricamente, es decir, como que la caída consistió en el amor físico entre Adán y Eva, olvidándose que el mismo Señor les mandó: "reprodúzcanse y multiplíquense...." Moisés claramente relata que "Eva pecó sola antes, y no junto con su marido" — dice el Metropolitano Filareto. "¿Cómo, entonces, pudo haber escrito Moisés esto si había escrito una alegoría, la cual desean aquí encontrar?"

El significado de la caída en el pecado consistió en que nuestros ancestros, al entregarse a la tentación, dejaron de mirar al fruto prohibido como a objeto de mandamiento Divino, y comenzaron a examinarlo en presunta relación con ellos — con su sensualidad y su corazón, su entendimiento (Eclesiastés 7:29) — desviándose de la unidad con la verdad de Dios en gran número de pensamientos propios y deseos propios, sin concentrarse en la voluntad de Dios; es decir, desviándose hacia la concupiscencia. La concupiscencia, entonces, habiendo concebido al pecado, da a luz al real pecado (Santiago 1:14-15). Eva, tentada por el diablo, vio en el árbol prohibido no lo que ello es, sino lo que ella misma desea, según los conocidos aspectos de concupiscencia (I Juan 2:16; Génesis 3:6). ¿Qué concupiscencias se abrieron en el alma de Eva antes de comer el fruto prohibido? "Y vio la mujer que el árbol era bueno para alimento," es decir que ella supuso algún especial y extraordinariamente agradable gusto en el fruto prohibido — esto es concupiscencia de la carne. "Y que él era agradable a los ojos," es decir que a la mujer le pareció más lindo que todos los demás el fruto prohibido — esto es concupiscencia de los ojos, o pasión por el deleite. "Y anheloso, porque otorga conocimiento," es decir que la mujer tuvo ganas de conocer aquel supremo y divino conocimiento que el tentador le prometió — esto es orgullo de la vida (I Juan 2:16; Santiago 4:16; Eclesiastés 5:11).

El primer pecado nace en la sensualidad, con la tendencia hacia las sensaciones agradables, hacia la suntuosidad; en el corazón, con el deseo de deleitarse sin razonamiento; en el intelecto, con ilusiones de abultado y arrogante conocimiento; y de esta manera penetró en todas las fuerzas de la naturaleza humana.

El desordenamiento de la naturaleza humana consiste en que el pecado desvió o apartó al alma del espíritu, y la misma, por consecuencia de esto, comenzó a tener inclinación hacia el cuerpo, hacia la carne, y apoyarse en él, mientras que el cuerpo, habiendo perdido esta exaltadora fuerza del alma, y siendo como es formado del "caos," comenzó a tener inclinación hacia la sensualidad, hacia el "caos," hacia la muerte. Por eso el resultado del pecado son las enfermedades, destrucción y la muerte. La mente humana se oscureció, la voluntad se debilitó, el sentido se alteró, surgieron contradicciones, y el alma humana perdió su concentración hacia Dios.

De esta manera, traspasando los límites determinados por el mandamiento de Dios, el hombre apartó su alma de Dios, Quien es el verdadero punto de concentración general y la verdadera plenitud, formó para si un falso centro en su persona y encerró a su alma en la oscuridad de la sensualidad, en la rusticidad de la materia.

La mente, la voluntad y la actividad del hombre cayeron, se alejaron y se desviaron de Dios hacia la creación, de lo celestial hacia lo terrenal, de lo invisible hacia lo visible (Gén. 3:6). El hombre, engañado por la seducción del tentador, voluntariamente "se acercó a las bestias irracionales y se asemejó a ellas" (Salmo 49:12).

El desordenamiento de la naturaleza humana a causa del pecado ancestral, y el alejamiento del alma del espíritu en el hombre, la cual ahora se inclina hacia la sensualidad y la concupiscencia, son claramente expresados en las palabras del Ap. Pablo: "Lo bueno, lo cual quiero, no hago; mas lo malo, lo cual no quiero, eso hago. Y si hago aquello que no quiero, ya no soy yo el que hace aquello, sino el pecado que mora en mí" (Romanos 7:19-20). El hombre tiene constantemente "remordimientos de conciencia," reconociendo su pecaminosidad, su delinquimiento. En otras palabras: el hombre con sus propias fuerzas, sin la intervención o ayuda de Dios, le es imposible restaurar a su naturaleza deteriorada y desordenada por el pecado. Por eso era necesaria la venida de Dios mismo a la tierra — la encarnación del Hijo de Dios (esto es: tomar carne para sí) — para la restitución de la naturaleza humana caída y corrupta, para salvar al hombre de la destrucción y la muerte eterna.

¿Por qué permitió el Señor Dios la caída en el pecado de las primeras personas? Y habiéndola permitido ¿por qué entonces el Señor no los restituyó simplemente ("mecánicamente"), luego de su caída, al anterior estado de vida en el paraíso?

 

El Omnipotente Dios, indudablemente podría no haber permitido la caída de las primeras personas, pero Él no quiso aplastar la libertad de ellos, ya que justamente Él no iba a desfigurar en las personas Su propia imagen. La imagen y la semejanza de Dios, en primer lugar se manifiesta en la libertad de voluntad del hombre.

El prof. Nesmelov esclarece muy bien esta pregunta: "En vista de que la imposibilidad de una salvación mecánica de las personas por parte de Dios, para muchos representa algo muy confuso y hasta completamente incomprensible, consideramos para nada superfluo hacer una explicación más detallada sobre esta imposibilidad. Salvar a las primeras personas por el camino de conservar para ellos aquellas condiciones de vida en las que se encontraban antes de su caída, era imposible ya que la perdición de ellos consistía no en que ellos resultaron muertos, sino en que resultaron delincuentes. Es decir, al reconocer su delito, para ellos el paraíso les era incondicionalmente imposible, precisamente debido al reconocimiento de su delincuencia. Y si hubiera sucedido que ellos se hubieran olvidado de su delito, entonces con eso sólo habrían afirmado su pecaminosidad y una vez más el paraíso hubiera sido para ellos imposible, debido a su incapacidad moral para acercarse a aquel estado que se manifestaba en la primitiva vida en el paraíso. En consecuencia, las primeras personas incondicionalmente no podían recuperar para sí el paraíso perdido, no porque esto Dios no lo quisiera, sino porque no lo permitía ni lo podía permitir el estado moral de las personas.

Pero los hijos de Adán y Eva no eran culpables del delito de sus padres, y tampoco podían reconocerse delincuentes sólo por el hecho de que sus padres fueran delincuentes. Por eso es indudable que Dios, poderoso tanto para crear al hombre como para criar a un niño, podría haber substraído del estado de pecaminosidad a los hijos de Adán y ubicarlos en condiciones normales de desarrollo moral. Mas para esto se entiende que era imprescindible lo siguiente:

a) La aprobación de Dios de la perdición de las primeras personas.

b) La aprobación de las primeras personas de ceder a Dios sus derechos sobre sus hijos, y de renunciar para siempre de la esperanza de su salvación y

c) La aprobación de los hijos de dejar a sus padres en el estado de perdición.

Si suponemos que las primeras dos de estas condiciones podríamos considerarlas de alguna manera posibles, de todas formas llevar a efecto la tercera condición de ninguna manera es posible. Es que, si los hijos de Adán y Eva en efecto decidieran que su padre y madre perezcan por su delito cometido, entonces con esto justamente sólo mostrarían que ellos son completamente indignos del paraíso, y por consiguiente, indudablemente lo habrían perdido."

Podría haberse destruído a las personas que pecaron y crear nuevas, pero estas nuevas personas, poseyendo libre voluntad ¿acaso no se harían pecadoras también? El hecho es que Dios no quiso permitir que el hombre por Él creado haya sido creado en vano, y que aunque sea en su descendencia lejana, no vencer aquel mal que el hombre permitió que triunfara sobre sí. Ya que el Omnisapiente Dios no hace nada en vano. El Señor Dios, en su eterna idea, abarcó todo el plan de la creación del mundo; y en su eterno plan entró también la encarnación de su Hijo Unigénito para la salvación de la caída humanidad.

En efecto, era imprescindible restituir a la caída humanidad con compasión y amor, para así no romper la libre voluntad del hombre; pero para que el hombre mismo quiera volver a Dios por su propia voluntad, y no por la fuerza o por necesidad, ya que en este caso las personas no podrían ser dignos hijos de Dios. Mas según la eterna idea de Dios, las personas debían hacerse semejantes a Él Mismo, participantes de la vida eterna y bienaventurada con Él.

Así de Sabio y Bueno es el Señor Dios Omnipotente, sin desdeñar el descender a la pecadora Tierra y tomar para sí nuestra carne deteriorada por el pecado, con tal de salvarnos y devolvernos a la bienaventuranza paradisíaca de la vida eterna.

 

Acerca de la imagen y semejanza Divinas en el hombre

La Santa Iglesia enseña que por imagen de Dios debe entenderse a las potencias del alma dadas por Dios: la mente, la voluntad y el sentido. Mientras que por semejanza de Dios debe entenderse la capacidad del hombre para dirigir todas las potencias de su alma hacia la semejanza a Dios; es decir, perfeccionarse en la inclinación hacia la verdad y lo bueno.

Puede explicarse, en forma más detallada, de la siguiente manera:

LA IMAGEN DE DIOS se encuentra en las cualidades y potencias del alma. Dios es Espíritu invisible, todo en el mundo lo penetra, todo lo vivifica, y al mismo tiempo Él es un Ser independiente del mundo; el alma del hombre, presente en todo el cuerpo y vivicadora del mismo, aunque posee una conocida dependencia del cuerpo, de todas maneras permanece existiendo luego de la muerte del cuerpo. Dios es eterno; el alma humana es inmortal. Dios es sabio y omnisciente; el alma humana tiene el poder de conocer el presente, recordar el pasado y hasta a veces prever el futuro. Dios es extremadamente bueno (es decir extremadamente bondadoso y benevolente); el alma es capaz de amar a otros y ofrecerse a sí misma. Dios es Omnipotente, creador de todo lo que existe; el alma humana tiene el poder y la capacidad de pensar, hacer, crear y construir. Pero, claro, existe una desmesurada diferencia entre Dios y los poderes del alma humana. Los poderes de Dios son ilimitados, mientras que los del alma humana son en gran manera limitados. Dios es un Ser absolutamente libre; el alma humana posee libertad de voluntad. Es por esto que el hombre puede desear y puede no desear ser semejante a Dios, ya que esto depende del libre deseo del hombre mismo, de su libre voluntad.

 

La Semejanza de Dios depende de la dirección de las capacidades del alma. Ella (la semejanza) exige el trabajo espiritual del hombre sobre sí mismo. Si el hombre tiende hacia la verdad, hacia lo bueno — hacia la rectitud de Dios, entonces él se hace semejante a Dios. Pero si el hombre se ama sólo a sí mismo, miente, tiende a enemistarse, hace el mal, se dedica sólo a los bienes terrenales y piensa sólo en su cuerpo sin prestarle atención a su alma, entonces tal hombre deja de ser semejante a Dios (es decir parecido a Dios — su Padre Celestial), y con su vida se hace parecido a los animales y puede finalmente asemejarse al espíritu malo — al diablo.

 

 

Caín y Abel.

Luego de su expulsión del paraíso, Adán y Eva comenzaron a tener hijos e hijas (Gén. 5:4).

Al primer hijo lo llamaron Caín y al segundo Abel. Caín era labrador mientras que Abel pastoreaba el rebaño.

Abel era de carácter bueno y manso, ofrecía sacrificios con el corazón puro, con amor y fe en el Salvador prometido, con oración por el perdón y con esperanza en la benevolencia de Dios. Y Dios recibía el sacrificio de Abel (el humo del sacrificio, según se supone, se elevaba al cielo).

En cambio, Caín era de carácter malo y cruel, ofrecía sacrificios sólo por costumbre, sin amor ni temor de Dios. El Señor no recibía sus sacrificios. Esto, como suponen, era evidente por el hecho que el humo de sus sacrificios caía y se expandía por el suelo.

Luego de esto, Caín comenzó a envidiar a su hermano. Entonces llamó a Abel al campo y allí lo mató.

Dios se dirigió a Caín, deseando que él se arrepintiera, y le preguntó: "¿Dónde esta tu hermano Abel?"

Caín contestó insolentemente: "No se. ¿Acaso soy el guardián de mi hermano?"

Entonce Dios le dijo: "¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra. Por esto tú serás maldecido e irás errante por la tierra." Caín, atormentado por su conciencia, con su mujer se alejó de sus padres a otras tierras.

La vida del hombre es un don de Dios, por eso el hombre no tiene derecho ni de quitársela a sí mismo, ni de quitarla a otros. Quitarle la vida al prójimo es asesinato, mientras que quitarse la vida a sí mismo es suicidio y es el pecado más grave.

En el lugar de Abel, Dios dio a Adán y a Eva un tercer hijo — el piadoso Set, y luego muchos otros hijos. Adán y Eva vivieron mucho tiempo en la Tierra. Adán vivió hasta los 930 años. Ellos pasaron por muchos sufrimientos y aflicciones, se arrepintieron sinceramente de su pecado y firmemente creyeron en el prometido Salvador. Esta fe los salvó, y ellos ahora son contados entre los santos antecesores.

 

Observación: Ver la Biblia, en el libro Génesis 4:1-16, 25 y 5:3-5.

 

 

El Diluvio.

A través de los hijos de Adán y Eva, el género humano se multiplicó rápidamente. Las personas en aquellos tiempos vivían muchos años, hasta 900 y más.

De Set procedieron personas piadosas y buenas — "hijos de Dios," mientras que de Caín procedieron personas impías y malas — "hijos de los hombres."

Al principio los descendientes de Set vivían separados de los descendientes de Caín, guardaban fe en Dios y en el futuro Salvador. Mas posteriormente comenzaron a tomar como esposas a las hijas de la descendencia de Caín y fueron adquiriendo de ellas malas costumbres, corrompiendose y olvidándose del verdadero Dios.

Luego de un largo tiempo, la impiedad entre las personas llegó a tanto que, de todos los hombres y mujeres en la Tierra, sólo un descendiente de Set permanecía fiel a Dios: el recto Noé con su familia.

El Señor misericordioso, viendo la gran corrupción de las personas, les dio ciento veinte años para arrepentimiento y corrección. Pero ellas no sólo no se corrigieron, sino que se hicieron aun peores.

Entonces el Señor decidió lavar (limpiar) la tierra, con agua, de la impía generacíon humana, mientras que al recto Noé conservarlo en la Tierra, para la posterior multiplicación de personas.

Dios se le apareció a Noé y le dijo: "Ha llegado el fin para toda la creación, porque la Tierra se ha colmado de maldad por ellos; y Yo los exterminaré de la faz de la Tierra. Provocaré en la Tierra un diluvio para matar todo lo que hay en la tierra." Él ordenó a Noé construir un arca, es decir un gran barco cuadrilátero semejante a una casa, en el cual puedan caber tanto su familia como los animales, y le dio indicaciones y las justas medidas para hacerlo. Nóe tomó con fe la orden de Dios y comenzó a construir el arca.

Cuando el arca estaba lista, Noé, por mandato de Dios, entró en ella junto con su señora, sus tres hijos y sus señoras, y por indicación de Dios, tomo consigo todos los animales y aves que no podían vivir en el agua: los limpios (es decir, los cuales podían ser ofrecidos en sacrificio) — de a siete pares, mientras que los impuros — de a un par, para conservar sus razas para toda la Tierra. Tomó también reservas de alimentos para todos, para el período de un año.

En aquel día cuando Noé entró en el arca, las aguas del diluvio se precipitaron violentamente sobre la Tierra — "fueron rotas todas las fuentes del gran abismo, y las compuertas del cielo se abrieron," es decir que tomó lugar una gran inundación con los mares y océanos, y del cielo llovió sobre la Tierra durante cuarenta días y cuarenta noches. Y el agua sobre la tierra llegó a elevarse por sobre las montañas más altas, intensificándose por ciento cincuenta días, e inundó a todas las personas y animales de tal manera que ninguno pudo salvarse, salvo aquellos que estaban en el arca.

Luego de ciento cincuenta días, el agua comenzó a menguar paulatinamente. En el séptimo mes el arca se detuvo sobre el monte Ararat (en Armenia). En el primer día del décimo mes aparecieron las cimas de todas las montañas. Y al final del año el agua entró en sus respectivos cauces.

Noé abrió la ventana del arca y dejó salir al cuervo, para saber si el agua ya se había ido de la tierra, pero el cuervo voló y regresó a la cubierta del arca.

Luego, Noé dejó salir a una paloma, la cual al volar, no pudo encontrar un lugar para vivir ya que el agua todavía se encontraba cubriendo la tierra, y regresó al arca. Luego de esperar siete días, Noé dejó salir otra vez a la paloma. Esta vez, la paloma regresó por la tarde trayendo en su pico una hoja nueva de olivo. Y Noé entendió que el agua ya se había ido de la tierra y que sobre la misma había aparecido nuevamente la vegetación. Luego de esperar otros siete días, una vez más Noé dejó salir a la paloma y ella ya no regresó hacia él. Y abrió Noé la cubierta del arca y vio que la tierra ya se había secado.

Entonces, por mandato de Dios, Noé salió del arca junto con toda su familia y dejó salir a todos los animales que estaban con él.

Y construyó Noé un altar, es decir un lugar para ofrecer sacrificios, y ofreció a Dios un sacrificio de agradecimiento por su salvación, de todos los animales y aves limpios.

Dios recibió con benevolencia la ofrenda de Noé y bendijo a él y a sus hijos, y prometió que nunca más habrá semejante diluvio para exterminar todo lo que vive sobre la Tierra a causa del pecado de las personas. Es decir, nunca habrá un diluvio universal. Como señal de esta promesa, el Señor mostró un arco iris en las nubes, el cual desde aquel entonces sirve como eterno recuerdo a las personas sobre esta promesa de Dios.

 

Observación: Ver la Biblia, libro Génesis 4:17-24; 5; 6:1-22; 7; 8; 9:1-17.

 

 

Plática Acerca del Diluvio.

Por el lado de los no creyentes, existe una objeción en contra del diluvio, la cual consiste en que sería imposible que toda la tierra se encontrara bajo agua en un mismo momento, como dice la Biblia. Pero, como señala el investigador inglés Artur Guk: "el científico especialista Dr. John Murrey estableció que si la superficie de la tierra se transformara en plana, hay tanta agua en los mares (la cual en algunos lugares alcanza las seis millas de profundidad) que ella alcanzaría para cubrir la tierra por completo con una profundidad simultánea en todas partes de dos millas."

Pero el diluvio pudo haber sido no en el completo sentido de la palabra universal. Hay que recordar para qué el Señor llevó a cabo el diluvio: "Y vio el Señor que la corrupción de los hombres era grande en la tierra, y que sus pensamientos eran el mal en todo momento... Y dijo el Señor: exterminaré de la faz de la Tierra a los hombres, los cuales Yo he creado (Gén. 6:5-7). Por consiguiente, podemos representar al diluvio en forma de inundación, que abarcó sólo la extensión de la tierra poblada por hombres; mas cuán grande era esa extensión en tiempos del diluvio, exactamente no sabemos. Con esto, no debe turbarnos el hecho de que la Biblia habla varias veces del diluvio como que se extendió "por toda la Tierra." La Biblia y toda la literatura religiosa, teniendo como objetivo de sus preocupaciones sólo al alma humana, frecuentemente llama Tierra y hasta Universo sólo a la región habitada por hombres, y también hasta suele llamar así sólo a la región de una determinada cultura humana, formada para la influencia de las Sagradas Escrituras. Bizancio, educada en la Biblia, llamaba "Depósito Universal" al Mar Mediterráneo, y es por eso que a sus emperadores los llamaba "soberanos del universo" y al patriarca de Constantinopla le dio el título de universal o ecuménico.

La amplia difusión de la tradición acerca del diluvio testifica que el mismo fue un suceso que alcanzó a toda la humanidad, y que quedó grabado en la memoria de muchas ramas del género humano. Aquel mismo investigador Artur Guk nos informa que tanto los caldeos como los fenicios, babilonios, frigios, sirios, persas, griegos y hasta los armenios — todos ellos tenían, de una u otra manera, relatos acordes sobre el diluvio. El relato de los frigios, por ejemplo, menciona a Enoc como anunciador del diluvio, y dice que él lloró y oró por el destino de los endurecidos y no arrepentidos habitantes del mundo anterior al diluvio. Fue encontrada una antigua moneda frigia con una rústica representación del arca, y las letras "N-O" en uno de sus lados, sin dudas referentes a Noé. Luego, descubrimos que India y China poseen registros acerca del diluvio y de que, durante el mismo, fue salvado alguien con siete personas de su familia. Los mexicanos tenían una leyenda acerca de un hombre que hizo una embarcación para salvarse de una catástrofe que tenía que suceder.

A todo esto corresponde señalar que en base a las excavaciones científicas (geológicas), se estableció que en la tierra hay una poderosa capa de arcilla, de la estratificación legamosa, la cual no posee en sí ningún resto de vida orgánica animal. Esta capa ostensiblemente separa las capas de la edad de piedra (paleolítica) de las siguientes capas: neolítica, edad de bronce y edad de hierro. El arqueólogo francés Mortillet llamó a esta capa "hiatus," es decir intervalo. Esta estratificación legamosa, desde el día del mar, tuvo lugar, como suponen, por la acción de un cataclismo mundial. Es decir, la tierra seca se hundió por debajo del nivel del océano y las aguas del mismo inundaron toda la tierra, todas las montañas. Moisés habla sobre esto cuando dice: "Y fueron rotas todas las fuentes del gran abismo" (Gén. 7:11), y sólo luego hace mención de la lluvia. Estas estratificaciones legamosas cubren con una poderosa capa a toda Europa, el norte de Africa y Asia occidental, hasta las altas cumbres. El científico Kuvet llamó a estas separaciones, a esta poderosa capa legamosa "Deluge" — diluvio.

Claro que para los creyentes, todas estas evidencias no son necesarias. Ya que ellos saben que el Omnipotente Señor Dios, creador del cielo y la tierra, absolutamente podría inundar toda la tierra con las aguas del diluvio.

 

 

La Vida de Noé y sus Hijos Luego del Diluvio.

Los hijos de Noé, los cuales salieron del arca junto con él, eran Sem, Cam y Jafet.

Noé comenzó a cultivar la tierra y a plantar una viña. Cuando hizo vino del zumo de la viña y lo probó, se emborrachó porque todavía no conocía la fuerza del vino. Y habiéndose desvestido, se acostó desnudo en su tienda. Su hijo Cam lo vio desnudo y actuó irreverentemente para con su padre, yendo hacia donde sus hermanos y contándoles esto. Sem y Jafet tomaron una vestimenta, se acercaron hacia su padre de tal manera que no veían su desnudez, y lo cubrieron. Cuando Noé despertó y supo del actuar de su hijo menor Cam, lo condenó y maldijo delante de su hijo Canaan, y dijo que la descendencia de él será esclava de la descendencia de sus hermanos. Mientras que a Sem y a Jafet los bendijo y predijo que en la descendencia de Sem se guardará la fe verdadera, y que la descendencia de Jafet se expandirá por la tierra y tomarán la fe verdadera de la descendencia de Sem.

Noé vivió 950 años y fue el último en alcanzar una vejez tan avanzada. Después de él, las fuerzas del hombre comenzaron a empobrecerse y las personas podían vivir sólo hasta los 400 años. Pero en esa igualmente larga vida, las personas rápidamente se multiplicaban.

Todo lo que Noé les predijo a sus hijos, se cumplió con exactitud. La descendencia de Sem se la denomina semita, y a ella pertenece, en primer lugar, el pueblo hebreo. En él sólo se guardó la fe en el Dios verdadero. La descendencia de Jafet se la denomina jafetida. A ella pertenecen los pueblos que habitaron Europa, los cuales tomaron de los hebreos la fe en el Dios verdadero. La descendencia de Cam se la denomina camita; a ella pertenecen las tribus de Canaan, que al principio habitaban Palestina, y muchos pueblos de Africa y de distintos países. Los camitas siempre estuvieron bajo la subordinación de otros pueblos, y algunos hasta el día de hoy permanecen salvajes.

 

Observación: Ver la Biblia, Gén. 9:18-29 y todo el cap. 10.

 

 

La Torre de Babel y la Dispersión de las Personas.

La multiplicada descendencia de Noé vivió junta por mucho tiempo en un país no lejano al monte Ararat, y hablaban en un solo idioma.

Cuando el género humano comenzó a ser numeroso, las maldades y pendencias aumentaron entre la gente y ellos vieron que pronto tendrían que dispersarse por toda la tierra.

Pero antes de dispersarse, los descendientes de Cam, cautivando a también a otros, se propusieron construir una ciudad y en ella una torre, en forma de columna, con una altura que llegue hasta el cielo, para glorificarse y no estar bajo la subordinación de los descendientes de Sem y Jafet, como había predicho Noé. Ellos prepararon ladrillos y se pusieron a trabajar.

Esta orgullosa empresa de las personas no era agradable a Dios. Para que el mal no termine por destruirlos, el Señor confundió el idioma de los constructores de tal manera, que ellos comenzaron a hablar en diferentes idiomas y dejaron de entenderse el uno con el otro. Entonces las personas se vieron obligadas a derribar el trabajo que habían empezado y a dispersarse por la tierra en distintas direcciones. Los descendientes de Jafet fueron al occidente y se diseminaron por Europa. Los descendientes de Sem permanecieron en Asia. Los descendientes de Cam fueron a Africa, pero una parte de ellos quedó también en Asia.

La ciudad inconclusa fue llamada Babel que significa confusión. Todo el país en el que estaba esta ciudad comenzó a llamarse tierra de Babel, y también de Caldea.

Las personas diseminadas por la tierra, de a poco comenzaron a olvidar su parentesco y comenzaron a formar separados e independientes pueblos o naciones, con sus respectivas costumbres e idioma.

El Señor veía que las personas aprendían el uno del otro más maldades que obras buenas, y por eso efectuó la confusión de los idiomas y dividió a las personas en pueblos separados y dio a cada pueblo una particular tarea y objetivo en la vida.

 

Observación: Ver la Biblia, capítulo 11 del Génesis.

 

 

Aparición de la Idolatría.

Cuando las personas se dispersaron por toda la tierra, comenzaron a olvidar al Dios verdadero e invisible, Creador del mundo. La gran causa de esto eran los pecados, los cuales alejan a las personas de Dios y oscurecen el intelecto. Cada vez habían menos personas rectas, y no había nadie que enseñara a la gente la verdadera fe en Dios. Entonces empezó a aparecer entre las personas una fe incorrecta (superstición). La gente veía alrededor suyo muchas cosas maravillosas e incomprensibles, y en lugar de Dios comenzaron a venerar al sol, la luna, las estrellas, el fuego, el agua y diferentes animales; hacían sus representaciones, se inclinaban ante ellos, les ofrecían sacrificios y les construían templos paganos. Estas imágenes de falsos dioses se llaman ídolos, mientras que a los pueblos que los veneran se los llama idólatras o paganos. Así es cómo apareció en la tierra la idolatría.

Muy pronto, casi todas las personas se convirtieron en paganas. Sólo en Asia, en la descendencia de Sem, había un recto hombre de nombre Abraham, el cual permaneció fiel a Dios.

 

 

Abraham.

Abraham vivía en el país Caldea, cerca de Babilonia. Él era descendiente de Sem y, con toda su familia, guardaba la fe verdadera en Dios. Él era potentado, tenía mucho ganado, plata y oro, y muchos criados; pero no tenía hijos y se afligía por esto.

Dios eligió al recto Abraham para guardar la fe verdadera, a través de su descendencia, para toda la humanidad. Mas para protegerlo tanto a él como a su descendencia, del pagano pueblo cercano a él en la sangre (porque entre parientes idólatras más rápido se podía aprender la idolatría), Dios se le apareció a Abraham y le dijo: "Sal de tu tierra y de la casa de tu padre a la tierra que Yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré y engrandeceré tu nombre. Y serán bendecidos en ti todos los pueblos de la tierra," es decir, en esta nación, en su descendencia, con el tiempo nacerá el Salvador del mundo, que fuera prometido a las primeras personas, y bendecirá a todos los pueblos de la tierra.

Abraham tenía en aquel tiempo 75 años. Él obedeció al Señor, tomó a su mujer Sara, a su sobrino Lot y toda la pertenencia que ellos habían adquirido, a todos sus criados y se trasladó a la tierra que el Señor le mostró. Esta tierra se llamaba Canaan y era fértil en gran manera. Allí vivían en aquel tiempo los cananeos. Ellos eran uno de los pueblos más impíos. Los cananeos eran descendientes de Canaan, hijo de Cam. Aquí, se le apareció el Señor otra vez a Abraham y le dijo: "Toda la tierra que estás viendo, Yo te la daré a ti y a tu descendencia." Abraham construyó un altar y ofreció a Dios un sacrificio de agradecimiento.

Luego de esto, la tierra de Canaan comenzó a llamarse tierra de promisión, es decir prometida, ya que Dios prometió dársela a Abraham y a su descendencia. Hoy ella se llama Palestina. Esta tierra se encuentra en la costa oriental del Mar Mediterráneo, y por el centro de ella pasa el río Jordán.

Cuando los rebaños de Abraham y de Lot se multiplicaron de tal manera, que juntos estaban muy apretados y entre sus pastores comenzaban a haber constantes discusiones, entonces ellos decidieron amistosamente separarse.

Abraham le dijo a Lot: "Que no haya entre nosotros disensión alguna, ya que somos parientes. ¿Acaso no está toda la tierra delante de ti? Sepárate de mí; si tú vas por la derecha, entonces yo iré por la izquierda."

Lot eligió para sí el valle del Jordán y se estableció en Sodoma. Mientras que Abrham se quedó viviendo en la tierra de Canaan y se estableció cerca de Hebrón, entre los árboles grandes de Mambré. Allí, cerca del roble de Mambré, él instaló su tienda y construyó un altar para Dios. Este roble de Mambré hasta ahora todavía crece en Palestina, cerca de la ciudad de Hebrón.

Luego de un corto tiempo que Lot se instaló en Sodoma, el vecino rey de Elam invadió Sodoma, destruyó la ciudad y tomó cautivas a las personas y sus pertenencias. Entre los cautivos estaba también Lot.

Abraham, al enterarse de esto, al instante juntó a sus criados (318), se ofreció a ayudar a sus vecinos, alcanzó a los enemigos, los atacó y le arrebató su botín.

Cuando Abraham regresó, lo recibieron triunfalmente. Melchisedec, el cual era sacerdote del Dios Altísimo y rey de Salem, le dio en forma de don pan y vino y lo bendijo.

Sobre Melchisedec, su procedencia y muerte es desconocida. El nombre Melchisedec significa rey de justicia; mientras que la palabra salem significa paz. Melchisedec fue la pre-imagen de Jesucristo: como Melchisedec era sacerdote y rey al mismo tiempo, así Jesucristo es Sumo Sacerdote y Rey. Como de Melchisedec no se indica ni el principio ni el fin de su vida — como si él estuviera vivo eternamente — así Cristo es eterno Dios, Rey y Sumo Sacerdote; y nosotros llamamos a Jesucristo Sumo Sacerdote por los siglos, según el orden de Melchisedec. Y como nuestro Señor Jesucristo nos dio en el aspecto de pan y vino Su Cuerpo y Sangre — es decir la Santa Comunión —, así Melchisedec, pre-representando al Salvador, trajo a Abraham pan y vino, y como mayor bendijo a Abraham.

Abraham tomó piadosamente la bendición de Melchisedec y le regaló la décima parte de su botín.

 

Observación: Ver la Biblia, el libro Génesis, los capítulos 12, 14, 15, 16, 17.

 

 

Aparición de Dios a Abraham en Forma de Tres Peregrinos.

Una vez, en un día caluroso, Abraham estaba sentado a la sombra del roble, en la entrada a su tienda, y ve que tres peregrinos están parados frente a él a lo lejos. A Abraham le gustaba recibir visitantes. Enseguida se levantó y corrió a su encuentro, se inclinó hasta el suelo y comenzó a invitarlos a su hogar, que reposen bajo el roble y se reconstituyan con alimento.

Los peregrinos entraron en lo de Abraham. Según las costumbres de aquellos tiempos, Abraham les lavó los pies, les dio pan preparado allí mismo por su señora Sara, les dio mantequilla, leche y del mejor toro joven asado, y se puso a agasajarlos. Y ellos comieron.

Y ellos le preguntaron: "¿Dónde está Sara, tu señora?"

Él respondió: "Aquí, en la tienda."

Y dijo uno de ellos: "Dentro de un año Yo volveré otra vez, y tu señora Sara tendrá un hijo."

Sara, parada atrás en la entrada a la tienda, escuchó estas palabras. Ella se rió dentro de sí y pensó: ¿Acaso tendré yo justamente semejante consuelo, cuando ya soy de edad avanzada?

Pero el peregrino dijo: "¿Por qué se rió Sara? ¿Acaso hay algo que sea difícil para el Señor? Al tiempo señalado, Yo volveré a ti y Sara dará a luz un hijo."

Sara se asustó y dijo: "Yo no me reí."

Mas él le dijo: "No, tú te reíste."

Abraham entonces comprendió que ante él no habían unos simples peregrinos, sino que el Mismo Dios le estaba hablando.

Abraham tenía en aquel momento 99 años, y Sara 89.

 

Observación: Ver la Biblia, Gén. 18:1-16.

 

 

Destrucción de Sodoma y Gomorra.

Cuando se iba, Dios le manifestó a Abraham que Él destruirá las vecinas ciudades de Sodoma y Gomorra, ya que son las ciudades más inicuas de la tierra. En Sodoma vivía el sobrino de Abraham, el recto Lot.

Abraham comenzó a rogarle al Señor, que Él se apiade de esas ciudades, si encuentra allí cincuenta rectos.

El Señor le dijo: "Si Yo encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta rectos, entonces a causa de ellos me apiadaré de toda la ciudad."

Abraham nuevamente le pidió: "Puede ser que para los cincuenta rectos falten cinco."

El Señor le dijo: "No la destruiré, si encuentro allí cuarenta y cinco rectos."

Entonces Abraham continuó hablándole al Señor y rogándole, siempre disminuyendo el número de rectos, hasta que llegó a los diez; él le dijo: "No se enoje mi Soberano, que diga una vez más: puede ser que se encuentre allí diez rectos."

Dios le dijo: "Y a causa de diez no la destruiré."

Pero en estas desdichadas ciudades los habitantes eran tan malos y corruptos, que allí no se halló ni siquiera diez personas rectas. Estas inicuas personas querían hasta ultrajar a dos ángeles que habían venido a salvar al recto Lot. Ellos estaban dispuestos a romper la puerta, pero los ángeles los afectaron con ceguera, sacaron a Lot y a su familia — su mujer y dos hijas — fuera de la ciudad. Ellos le ordenaron correr y no mirar para atrás para no perecer.

Y en aquel instante el Señor dejó caer sobre Sodoma y Gomorra una lluvia de azufre y fuego, y destruyó estas ciudades y todos los que la habitaban. Y devastó todo este lugar de tal forma, que aquel valle se transformó en un lago salado, conocido ahora por el nombre de Mar Muerto, en el cual nada viviente puede vivir.

La mujer de Lot, cuando se alejaba de la ciudad corriendo, miró para atrás, hacia Sodoma, y en aquel instante se convirtió en una columna de sal.

La mujer de Lot, al mirar para atrás hacia Sodoma, mostró que ella se lamenta por dejar la vida pecaminosa. Miró hacia atrás, se demoró, y enseguida se convirtió en una columna de sal. Esto es un estricto ejemplo para nosotros: cuando el Señor nos salva del pecado, es necesario correr y alejarse de él; no voltearse y mirar hacia él, es decir, no demorarse y no lamentarse por él.

 

Observación: Ver la Biblia, Gén. 18:16-33; 19:20.

 

 

Sacrificio de Isaac.

Un año después que Dios se le apareció a Abraham en forma de tres peregrinos, se cumplió lo predicho por el Señor: a Abraham y Sara les nació un hijo, al cual llamaron Isaac. Abraham en aquel tiempo tenía cien años, y Sara noventa. Ellos amaban mucho a su único hijo.

Cuando Isaac creció, Dios deseó elevar la fe de Abraham y enseñar, a través de él, a todas las personas el amor a Dios y la obediencia a la voluntad de Dios.

Dios se le apareció a Abraham y le dijo: "Toma a tu único hijo Isaac, al cual amas, ve a la tierra de Moria, y sacrifícalo en la montaña que Yo te indique."

Abraham obedeció. Él sentía mucha pena por su único hijo, al cual amaba más que a sí mismo. Pero amaba a Dios por sobre todas las cosas, creía en Él en forma absoluta y sabía que Dios nunca deseará algo malo. Él se levantó temprano por la mañana, ensilló el asno y tomó consigo a su hijo Isaac y a dos criados; tomó madera y fuego para el sacrificio quemado y se puso en marcha.

En el tercer día de camino llegaron a la montaña que el Señor les había indicado. Abraham dejó a sus criados y al asno al pie de la montaña, tomó el fuego y el cuchillo, mientras que la leña la puso sobre Isaac, y se fue junto con él a la montaña.

Mientras los dos iban a la montaña, Isaac le preguntó a Abraham: "Padre mío, nosotros tenemos fuego y leña, pero ¿dónde está el cordero para el sacrificio?"

Abraham contestó: "El Señor se proveerá del cordero."

Siguieron juntos adelante y llegaron a la cima de la montaña, al lugar indicado por el Señor. Allí Abraham construyó un altar, acomodó allí la leña, ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar, sobre la leña. Entonces él levantó el cuchillo para sacrificar a su hijo. Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo y le dijo: "¡Abraham, Abraham! No levantes tu mano contra el muchacho y no le hagas nada. Ahora Yo sé que eres temeroso de Dios, porque no has retenido de Mí a tu hijo unigénito."

Y vio Abraham a un carnero no muy lejos, enredado en un matorral. Lo tomó y lo sacrificó en lugar de Isaac.

Por semejante fe, amor y obediencia, Dios bendijo a Abraham y prometió que él tendrá una descendencia tan numerosa como las estrellas en el cielo y como la arena en la orilla del mar, y que en su descendencia obtendrán bendición todas las naciones de la tierra. Es decir, de su generación saldrá el Salvador del mundo.

El acto de ofrecer en sacrificio a Isaac fue una pre-imagen o predicción a la gente sobre el Salvador, el Cual siendo Hijo de Dios, sería dado por su Padre a la muerte en la cruz, en sacrificio por los pecados de todas las personas.

Isaac, siendo la pre-imagen del Salvador dos mil años antes del Nacimiento de Cristo, pre-representó, por la voluntad de Dios, a Jesucristo. Él, al igual que Jesucristo, iba sumisamente al lugar del sacrificio. Así como Jesucristo llevó sobre sí la cruz, de la misma manera Isaac llevó sobre sí la leña para el sacrificio.

La montaña sobre la cual Abraham trajo en sacrificio a Isaac, recibió el nombre de montaña Moria. Luego, sobre esta montaña, Salomón construyó por indicación de Dios el templo de Jerusalem.

 

Observación: Ver la Biblia, los capítulos 21 y 22 del Génesis.

 

 

El Matrimonio de Isaac.

Sara, la mujer de Abraham, murió cuando tenía 127 años. El mismo Abraham sintió la debilidad de su salud y decidió casar a su hijo Isaac, pero no con una cananea sino con una joven de su misma tribu. En aquel tiempo Isaac tenía cuarenta años.

Abraham llamó al más anciano de sus criados, Eleazar, y le dijo: "Júrame por el Señor, Dios del cielo y de la tierra, que tú no tomarás para mi hijo una mujer de las hijas de los cananeos, entre los cuales yo vivo, sino que irás a mi patria, a mi tribu, y traerás de allí una novia para Isaac, mi hijo."

Juró Eleazar y en aquel instante se puso en camino. En aquel tiempo existía una costumbre que consistía en que el novio le daba a los padres de la novia unos presentes por ella — cuanto más rica era la novia, más ricos eran los presentes (en latín, venum).

Eleazar tomó consigo como presentes varios objetos valiosos y diez camellos y se dirigió a Mesopotamia, a la ciudad de Harán donde vivía Nacor, hermano de Abraham.

Cerca de la ciudad, Eleazar se detuvo en un pozo de agua. El día declinaba hacia el atardecer, cuando las mujeres acostumbraban salir a sacar agua. Eleazar comenzó a rezar a Dios diciendo: "¡Oh! Señor, Dios de mi señor Abraham. Envía a ella hoy a mi encuentro y obra benevolencia para con mi señor. He aquí, yo estoy en la fuente, a la cual las hijas de los habitantes de la ciudad bajan para sacar agua. Que aquella doncella, que a mi pedido de bajar su jarro y me dé de beber diga: bebe, y yo daré de beber a tus camellos — sea designada por Ti para Isaac."

No terminó Eleazar con su oración, que bajó al pozo una doncella hermosa de apariencia, con su jarro al hombro. Llenó su jarro con agua del poso y subió.

Eleazar corrió hacia ella y le dijo: "Dame de beber un poco del agua de tu jarro."

La doncella le dijo: "Bebe, mi señor." Y en aquel instante bajó el jarro de su hombro, lo tomó con sus manos y le dio de beber.

Cuando Eleazar terminó de beber, la doncella dijo: "Yo procederé a sacar agua para los camellos también, hasta que todos acaben de beber." Enseguida vació su jarro en el abrevadero y corrió otra vez hacia el pozo para sacar más agua, y dio de beber a todos los camellos de Eleazar.

Eleazar la miró con asombro y en silencio.

Cuando los camellos acabaron de beber, Eleazar tomó una nariguera de oro y dos brazaletes para las manos y se los regaló a la doncella. Y le preguntó: "¿De quién eres, hija? Dime, ¿acaso hay lugar en la casa de tu padre donde pasar la noche?"

Esta doncella se llamaba Rebeca, y le contestó: "Yo soy la hija de Betuel, hijo de Nacor. Nosotros tenemos paja y forraje, y hay lugar para que pasen la noche."

Eleazar se puso de rodillas y dio gracias a Dios, porque Él escuchó su plegaria.

Rebeca corrió hacia su casa y contó estas cosas a su madre y a todos los de su casa.

Rebeca tenía un hermano llamado Labán. Él corrió en aquel entonces hacia el pozo y le dijo a Eleazar: "Ven, bendito del Señor. ¿Qué haces aquí de pie? Yo he preparado la casa y un lugar para los camellos."

Eleazar entró a la casa. Labán se puso a desensillar a los camellos y a darles paja y forraje. Enseguida trajeron agua para lavar los pies de Eleazar y de las personas que estaban con él, y les convidaron con comida.

Mas Eleazar dijo: "Yo soy siervo de Abraham. No empezaré a comer hasta que haya hablado sobre mi asunto." Y comentó Eleazar detalladamente, por qué había venido y cómo, por sus oraciones, el Señor dio la señal sobre Rebeca. Cuando acabó de decir todo, entonces preguntó: "Ahora díganme: ¿tienen la intención de mostrar benevolencia y justicia para con mi señor o no?"

Labán y Betuel contestaron: "Del Señor vino esto, y nosotros no podemos contradecirte. He aquí Rebeca ante ti, tómala y ve. Llegue ella a ser mujer del hijo de tu señor, como dijo el Señor"

Cuando Eleazar escucho estas palabras de ellos, entonces con agradecimiento se postró en el suelo ante el Señor. Luego, sacó objetos de oro y de plata y vestimentas, y las regaló a la novia, a su hermano y a su madre.

En el segundo día Eleazar pidió que lo dejaran volver a casa. Pero el hermano y la madre de Rebeca comenzaron a persuadirlo a que se quedara por lo menos por diez días.

Pero Eleazar contestó: "No me detengan, ya que el Señor bendijo mi camino."

Entonces los padres llamaron a Rebeca y le preguntaron: "¿Irás con este hombre?"

Rebeca contestó: "Iré."

Entonces los padres la bendijeron y la dejaron ir.

Cuando Eleazar junto con Rebeca y los acompañantes se acercaban con los camellos hacia la tienda de Abraham, Isaac les salió al encuentro.

Y Rebeca fue mujer de Isaac. El amor hacia Rebeca consoló a Isaac en su tristeza por la muerte de su madre Sara.

 

Observación: Ver la Biblia, los capítulos 23 y 24 del Génesis.

El matrimonio de Isaac es un gran ejemplo para todas las generaciones. Cuán a menudo se equivocan los jóvenes en la cuestión más importante de sus vidas — en la unión en matrimonio. Unos buscan la riqueza, otros la belleza corporal, otros la nobleza, etc... Sólo unos pocos buscan el raciocinio y un corazón dócil y bueno, es decir la belleza interior, espiritual. Las primeras cualidades son temporales y pasajeras, mientras que la segunda — la belleza interior — es constante y no depende del cambio de circunstancias externas.

La equivocada actitud hacia el matrimonio surge de que las personas quieren ellas mismas construir su felicidad, sin Dios, según sus caprichos egoístas.

Los jóvenes cristianos que desean contraer matrimonio, deben rezar diligentemente al Señor, Conocedor de los corazones, para que Él mismo, por su voluntad, construya sus matrimonios y los bendiga con su gracia. Porque sin la bendición de Dios nadie construye su propia felicidad, un buen orden en la vida matrimonial y una familia verdaderamente cristiana.

Una buena familia cristiana es la preservación de las costumbres puras, es el suelo para la plantación de lo bueno en la humanidad, es el instrumento y medio para la propagación y confirmación en la tierra de la Santa Iglesia de Cristo.

La familia es también el fundamento del estado, como bien dice sobre esto San Filaret, metropolitano de Moscú: "En la familia están las semillas de todo lo que luego se abre y crece en la gran familia, la cual se llama estado."

Esaú y Jacobo.

Isaac tuvo dos hijos: Esaú y Jacobo.

Esaú era un hábil cazador y muchas veces vivía en el campo. Jacobo era manso y calmo, y vivía en las tiendas junto con sus padres.

Isaac amaba más a Esaú, quien complacía a su padre con comidas de su caza. Pero Rebeca amaba más a Jacobo.

A Esaú, como hijo mayor, le pertenecía la primogenitura, es decir la preponderancia sobre Jacobo por bendición de su padre.

Pero he aquí que una vez Esaú volvía del campo muy cansado y hambriento. Jacobo se encontraba cocinándose un guisado de lentejas.

Y le dijo Esaú: "Dame de comer."

Jacobo le contestó: "Véndeme tu primogenitura," porque él deseaba mucho que la bendición dada por Dios a Abraham, fuera a pertenecer a él, y así servir a Dios diligentemente.

Esaú contestó: "He aquí yo muero de hambre ¿y de qué provecho me es una primogenitura?" Con esta contestación Esaú mostró su desprecio hacia la bendición de Dios.

Jacobo le dijo: "Júrame."

Esaú juró y vendió su primogenitura a Jacobo por un guiso de lentejas.

Cuando Isaac envejeció y perdió la vista, sintió que su vida estaba llegando a su fin y quiso bendecir a Esaú como hijo mayor. Pero gracias a la astucia de Rebeca, él bendijo a Jacobo en vez de a Esaú. Isaac enseguida se dio cuenta de su error, pero de todas maneras afirmó su bendición sobre Jacobo.

Por esto, Esaú tomó mucho odio contra su hermano y hasta quiso matarlo. Entonces Jacobo debió irse de su casa.

Por consejo de sus padres, él se dirigió hacia la patria de su madre en Mesopotamia, en la tierra de Babilonia, donde vivía Labán el hermano de ésta, para vivir allí hasta que se le pase el enojo a Esaú, y mientras tanto se case con una de las hijas de Labán.

 

Observación: Ver la Biblia, el Génesis, cap. 23; 24;25 y cap. 27:1-9.

 

 

Visión de Jacobo de la Escalera Misteriosa.

En su camino, Jacobo se detuvo en el campo para pasar la noche, acomodó una piedra para usarla de almohada y se durmió. Y he aquí que él ve en el sueño una escalera situada en la tierra y que su parte superior tocaba el cielo. Y ángeles de Dios ascendían y descendían por ella, y en la parte superior de la escalera estaba apostado el Mismo Señor.

Y el Señor le dice a Jacobo: "Yo soy el Señor, Dios de Abraham y de Isaac. ¡No temas! La tierra sobre la cual estás acostado Yo te la daré a Ti y a tu descendencia. Y será tu descendencia numerosa como las partículas de polvo de la tierra, y en tu familia serán bendecidas todas las naciones de la tierra. Y he aquí que Yo estoy contigo y te protegeré en todas partes a donde vayas y te devolveré a esta tierra."

Aquí, por familia o descendencia de Jacobo, a través de la cual serán bendecidas — es decir serán afortunadas — todas las naciones, se entiende al Salvador. Mientras que la escalera que unía el cielo con la tierra, pre-representaba a la Madre de Dios, a través de La cual el Hijo de Dios, nacido de Ella, descendió a la tierra para la salvación de las personas. La Madre de Dios, así como esa escalera, unió el cielo con la tierra.

Al despertar, Jacobo dijo: "¡Cuán inspirador de temor es este lugar! Esto es la casa de Dios, esto es la puerta del cielo." La piedra, sobre la cual él durmió, la erigió como monumento y derramó sobre ella aceite en ofrenda a Dios. Este lugar él lo llamó Betel, que quiere decir casa de Dios. Luego de esto, con esperanza en la ayuda de Dios, Jacobo continuó tranquilo su viaje a Mesopotamia.

Jacobo arribó a Harán, a lo de Labán, hermano de su madre. Él le contó acerca de todo a Labán y se quedó a vivir y trabajar en lo de éste.

Labán le preguntó a Jacobo qué deseaba recibir como pago por su trabajo. Jacobo consintió trabajar para Labán durante siete años a cambio de su hija Raquel para después casarse con ella, ya que él la amaba.

Pero Labán astutamente le dio a Jacobo como mujer no a Raquel sino a su hija mayor Lea, justificándose con el hecho que así son las leyes del lugar: no dar a la hija menor antes que a la mayor.

Entonces el engañado Jacobo consintió trabajar otros siete años por Raquel.

Después de veinte años Jacobo felizmente regresó con su padre, a la tierra de Canaán, con una gran familia y sus pertenencias. Mientras que Esaú, que por mucho tiempo no había visto a su hermano, con alegría le salió al encuentro en el camino.

El Señor, habiendo probado a través de circunstancias especiales y misteriosas la fuerza de Jacobo, le dio un nuevo nombre Israel, que quiere decir "luchador de Dios." Y pasó a ser Jacobo el progenitor de la nación Israelita, o lo que es lo mismo Hebrea.

 

Observación: Ver la Biblia, Gén. 28:10-22; 29; 30; 31; 32; 33; 34; 35.

 

José.

Jacobo tenía doce hijos: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Dan, Neftalí, Gad, Aser, José y Benjamín. De ellos más tarde surgirían las doce generaciones, o tribus, de la nación hebrea.

De todos su hijos, José era el más amado por Jacobo por su mansedumbre y obediencia, y le cosió una vestimenta de diferentes colores.

Entonces los hermanos comenzaron a tener envidia de Jose y a odiarlo.

Una vez José vio un sueño en el que estaba junto con sus hermanos en el campo atando sus gavillas. Y he aquí que su gavilla se levantó en el centro y quedó enhiesta, mientras que las gavillas de sus hermanos rodearon su gavilla y se inclinaron ante ella. En otra oportunidad José vio en sueño que el sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante él. Cuando él estaba contando sus sueños, su padre le marcó: "¿Qué clase de sueños son estos? ¿Acaso yo, tu madre y tus hermanos vamos a inclinarnos ante ti?" Entonces los hermanos comenzaron aún más a odiar a José.

Poco tiempo después, los hermanos estaban apacentar el rebaño lejos de la casa, y el padre envió a José a visitarlos y averiguar si sus hermanos se encontraban bien de salud y si el rebaño estaba completo. Cuando él se estaba acercando, sus hermanos lo vieron de lejos y comenzaron a decir: "¡He aquí, allí viene el que ve sueños! Vamos, matémosle y veamos cómo se cumplen sus sueños." Pero Rubén, el mayor de los hermanos, dijo: "No derramen sangre; mejor arrójenlo a la cisterna." Él pensaba luego salvar a José y devolverlo a su padre. Los hermanos le obedecieron; le quitaron a José su vestimenta de diferentes colores y lo arrojaron a una cisterna profunda en la cual no había agua. En aquel momento pasaban por allí comerciantes con mercancía que se dirigían a Egipto. Uno de los hermanos, Judá, aconsejó vender a José, y lo vendieron por veinte monedas de plata. A continuación, tomaron la vestimenta de José, la embebieron con sangre de un macho cabrío y la trajeron a su padre diciendo: "Hemos hallado esta vestimenta. ¿Acaso no es de José?" Jacobo conocía la vestimenta. "¡Es evidente que una bestia ha despedazado a José!," exclamó él con mucho dolor. Luego Jacobo lloró largamente por su amado hijo y no podía encontrar consuelo.

José, vendido por sus hermanos (por consejo de su hermano Judá) por 20 monedas de plata, fue pre-imagen de Cristo, vendido por Judas por 30 monedas de plata.

 

Observación: Ver la Biblia, Gén. cap. 37 y Éxodo 1:1-4.

 

 

José en Egipto.

Los comerciantes trajeron a José a Egipto y lo vendieron a un cortesano de nombre Potifar. Viviendo en Egipto entre paganos, José guardaba firmemente la fe en el verdadero Dios y temía pecar en algo ante Él; él servía a su señor honestamente. Potifar llegó a apreciarlo mucho y lo hizo administrador de su casa. Pero la mala y pérfida mujer de Porifar calumnió a José delante de su marido. Potifar le creyó a su señora y encerró a José en la cárcel.

Mas Dios vio la inocencia de José y lo ayudó. En aquella cárcel estaban encerrados el copero y el panadero del faraón, rey de Egipto. Una vez ellos vieron unos sueños. El copero soñó que juntaba uvas de tres vides, extraía de ellas el jugo, lo colocaba en un vaso y lo daba al faraón. El panadero vio que llevaba sobre su cabeza tres canastas de pan, y los pájaros se acercaban y picoteaban de ellas. José les interpretó sus sueños. Al copero le dijo que dentro de tres días el faraón te perdonará y volverá a ser su copero, mientras que al panadero le dijo que dentro de tres días, el faraón mandará colgarlo y los pájaros picarán de su cuerpo. Y todo se cumplió tal como José lo había dicho.

Pasados dos años, el faraón vio en una noche dos sueños especiales. Él soño que estaba de pie en la orilla del río, y he aquí que salían del río primero siete vacas gruesas de carne y de hermosa apariencia, mientras que luego salieron siete vacas flacas; las vacas flacas se devoraron a las gruesas, mas con todo no se hicieron gruesas. Mientras que el segundo sueño consistía en que en una caña crecían siete espigas gruesas, y luego siete espigas secas y flacas; las espigas flacas se devoraron a las siete espigas gruesas. Por la mañana el faraón mandó llamar a todos los sabios de Egipto, pero ninguno de ellos pudo interpretarle sus sueños.

Entonces el copero se acordó de José y le comentó al rey acerca de él. Trajeron a José hasta donde el faraón, y él le interpretó los sueños: "Ambos sueños — le dijo — significan lo mismo: he aquí que vendrán sobre la tierra de Egipto siete años de abundancia; mas luego de éstos, vendrán siete años de hambre." Entonces José le aconsejó al faraón aprovisionarse de suficiente pan en los años de abundancia, para que alcance para los tiempos de hambre.

El faraón entendió que Dios mismo le manifestó a José el significado de los sueños, y lo nombró Superior principal de la tierra de Egipto, primero después de él, y le encargó aprovisionar el pan.

 

Observación: Ver la Biblia, Génesis 39; 40; 41:1-46.

 

 

Encuentro de José con sus Hermanos

y Traslado de Jacobo y su Familia a Egipto.

En los siete años fructíferos, José juntó en Egipto tanto pan que el mismo alcanzó para los años de hambre y hasta podía venderse a otros países. Comenzaron a llegar a Egipto de todas partes para comprar pan, porque la hambruna era por toda la tierra.

Los hijos de Jacobo también vinieron a Egipto, de la tierra de Canaan, para comprar pan. Ellos se presentaron ante José, se inclinaron hasta el suelo ante él, pero no lo reconocieron. Pero José sí reconoció a sus hermanos e involuntariamente recordó los sueños de su juventud; pero para ver si sus hermanos se habían hecho mejores, los trató en forma dura y les dijo: "Es evidente que ustedes son espías que vinieron a observar todo en nuestra tierra, para luego conquistarla."

"¡No!" — contestaron los hermanos — "nosotros somos gente honorable y todos hijos de un hombre de la tierra de Canaán. Nosotros éramos doce, pero uno ya no está y el menor se quedó con su padre."

"Si ustedes están diciendo la verdad" — dijo José — "entonces que uno de ustedes se quede aquí, los demás lleven el pan y traigan al hermano menor."

Entonces los hermanos se pusieron a hablar entre sí, pensando que José no iba a entender lo que hablaban ya que él se dirigía a ellos a través de un traductor. "He aquí, nosotros estamos sufriendo el castigo por el pecado cometido contra nuestro hermano. Nosotros no nos apiadamos de él, y por eso nos alcanzó esta desgracia."

Cuando José escuchó lo que hablaban, se alejó de ellos y comenzó a llorar. Luego, él dejó consigo a Simeón y despidió a los demás hermanos.

Pasado un año, los hermanos volvieron a Egipto por pan y trajeron consigo a su hermano menor Benjamín. Cuando José vio entre los hermanos a Benjamín, ordenó llevarlos a su casa y preparó para ellos un almuerzo. Y cuando observó a Benjamín, de la alegría se echó a llorar. Para que sus hermanos no notaran sus lágrimas, él se fue a otra habitación y lavó su rostro. Luego del almuerzo, José ordenó llenar los sacos de sus hermanos con pan, y en el saco de Benjamín ordenó poner la copa de plata con la que él mismo había bebido. A la mañana siguiente los dejó volver a casa.

Pero apenas sus hermanos emprendían el regreso, José ordenó a su intendente alcanzarlos y registrar si eran ellos los que se habían robado la copa. La copa fue encontrada en el saco de Benjamín. Todos los hermanos volvieron hacia donde José, cayeron al suelo ante él y dijeron : "Dios abrió nuestro error; ahora todos somos tus siervos."

"¡No!" — contestó José — "que quede siervo sólo aquel, al cual se le encontró la copa, y ustedes pueden volver con su padre."

Entonces intervino Judá y dijo a José: "¡Señor mío! Nuestro padre es de edad avanzada y ama a este hijo más que a todos. Yo me comprometí a traerlo de vuelta sano. Deja que yo me quede como siervo para ti en vez de él, y deja ir a él con sus hermanos de vuelta con su padre; porque si él no vuelve, entonces nuestro padre morirá de dolor."

Ahora sí José vio que sus hermanos se habían corregido, y entonces dejó de esconderse de ellos. Él ordenó a sus sirvientes que se fueran, se puso a llorar y les dijo a sus hermanos: "¡Yo son José, su hermano, al cual ustedes vendieron a Egipto!."

Sus hermanos se desconcertaron, que no podían hablar.

Pero José continuó: "¡No teman! El mismo Dios los trajo aquí hacia mí, para conservar sus vidas. Vuelvan rápido con nuestro padre y díganle que él venga a Egipto hasta donde mí, porque todavía quedan cinco años de hambruna." Luego se puso a abrazar y a besar a Benjamín y a todos sus hermanos, y lloraba abrazándolos.

Cuando Jacobo supo con gran alegría que su hijo José vivía, se trasladó con toda su familia a Egipto.

El envejecido Jacobo-Israel vivió diecisiete años en Egipto, y comenzó a acercarse a la muerte. Al principio él bendijo a José y a sus hijos Manasés y Efraín. José acercó a sus hijos hacia su padre, de tal forma que el mayor Manasés estaba parado frente a la mano derecha de Jacobo, y el menor Efraín estaba parado frente a la mano izquierda. Mas Jacobo acomodó sus manos en forma de cruz, de manera tal que su mano derecha yacía sobre la cabeza de Efraín y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés. Y bendijo a ambos: a Efraín como mayor y a Manasés como menor.

Esta forma de acomodar las manos en forma de cruz por parte de Jacobo para bendecir, fue una pre-imagen de la Cruz de Cristo, y también de aquellos tiempos cuando las personas recibirán la bendición del Señor no por primacía, sino por sus obras buenas y méritos.

Luego, habiendo reunido alrededor de su lecho a todos sus hijos, Jacobo dio a cada uno de ellos su bendición, y predijo a Judá que de su descendencia saldrán reyes para la nación hebrea hasta que venga el Reconciliador, es decir Cristo el Salvador.

Después, él mandó a sus hijos a que lo entierren en la tierra de Canaán, allí, donde están enterrados sus padres. Y murió Jacobo-Israel a los ciento cuarenta y siete años, y fue llevado por sus hijos a la tierra de Canaán y enterrado allí.

Cincuenta años después de la muerte de Jacobo, murió también José. Antes de morir, él dijo que Dios sacará a la nación hebrea de Egipto y los devolverá a la tierra de Canaán. Él mandó también que sus huesos fueran trasladados a su tierra natal.

En Egipto, la familia de Jacobo-Israel se multiplicó rápidamente y formó una nación, la cual comenzó a llamarse israelita o hebrea. Ella se dividía en doce tribus, por los doce hijos de Jacobo.

La historia de José, que sufrió de mano de sus hermanos y que luego fue enaltecido y salvó sus vidas, fue pre-imagen de Cristo el Salvador. El Salvador también sufrió de mano de su pueblo, murió en la cruz y luego resucitó y fue glorificado, y salvó a las personas del pecado y la muerte eterna.

 

Observación: Ver la Biblia, Gen. 41:47-57; capítulos 42 hasta 50.

 

Plática: Historia de José escrita en el idioma de los árboles.

Los racionalistas (personas que reconocen como fuente del conocimiento sólo al intelecto, rechazando toda experiencia y la Divina Revelación), no creyendo en la historiedad de los comentarios bíblicos, se refieren a la historia de José como a una leyenda. Sin embargo, esta narración no es leyenda, sino un suceso real, que tuvo lugar en la historia del Antiguo Egipto. El autor de estos renglones afirma con todo valor la historiedad del suceso, ya que el mismo se encontró escrito por la naturaleza misma y fue escrito de un modo inesperado. En los años veinte del siglo XX, el autor se dedicó a la investigación de las dependencias del crecimiento de la madera de los árboles, de los diversos efectos naturales: del riego, de los sedimentos, clima, incendios, los parásitos, en conjunto con trabajos en esta dirección, de muchos investigadores de Rusia, América y Suecia. Entonces fue efectuada la investigación de restos de madera, conservados en diferentes colecciones paleontológicas y arqueológicas. Hemos detenido especialmente nuestra atención en la colección de objetos de madera, conservados desde los tiempos del antiguo Egipto. Se ha encontrado un significante número de estos objetos, en el sector egipcio del Hermitage de San Peterburgo. Todos ellos estaban en excelente estado de conservación, lo que permitía definir qué tipo de madera fue utilizado para tal o cual objeto.

De tal manera, fue aclarado que una parte de los objetos fue hecha con una madera que crece hasta hoy día en Abisinia y en las regiones de los altos lagos, en donde comienza el Celeste y Blanco río Nilo. Estas especies, claro está, en Egipto eran importadas. Pero una no pequeña cantidad que se encontraba en la colección de objetos, estaba hecha de especies de árboles que hasta el día de hoy crecen en la llanura del Nilo. Entre estas especies, las dos más frecuentemente utilizadas por los carpinteros del antiguo Egipto eran la acacia del Nilo y el sicómoro.

Por el camino del estudio de la estructura de la madera de estas especies, hemos conseguido establecer que hay una directa dependencia de la anchura de los anillos de la madera con las crecidas del Nilo.

Como es sabido, de la magnitud de estas crecidas depende toda la economía de Egipto: cuando la crecida es abundante, toda la población vive en prosperidad ya que la vegetación de la llanura del Nilo en esos años se desarrolla rápidamente, los campos dan abundante cosecha; resultó que en esos años, también los árboles que crecen a orillas del Nilo forman anchos anillos. En cambio, en los años de crecidas pobres, hay en el país mala cosecha y hambruna, mientras que los anillos en los árboles son estrechos, ya que toda la vegetación sufre a causa de la insuficiencia de humedad. Cuando la conexión entre la cosecha y la anchura de los anillos de la madera fue establecida, yo llegué a la siguiente conclusión: si el relato bíblico comunica un real suceso que tuvo lugar en la historia de Egipto, entonces los siete años de extraordinaria cosecha y los siete años de fuerte escasez en la cosecha, debían estar impresos en los anillos de los árboles que crecían, en aquel tiempo, a orillas del Nilo.

Entonces yo pregunté a la ayudante del guardián de la Sección Egipcia del Hermitage (que en aquellos años era el académico V. V. Struve), la señora N. D. Flitner, que me muestre cuáles objetos de madera de la colección pueden ser atribuidos a los tiempos de las dinastías XIII a XVIII. A esta época es que los investigadores de la arqueología bíblica, como es sabido, refieren la historia de la permanencia de los hebreos en Egipto. La señora Flitner me mostró una fila de estos objetos. Entre ellos se encontraban: una cajita para guardar substancias aromáticas, hecha de la acacia del Nilo; un sarcófago de una de las emperatrices, hecho de sicómoro, y algunos otros objetos. Yo llevé a cabo una cuidadosa examinación de estos objetos, comenzando por la cajita para las fragancias. La misma era una cosa no grande, de aproximadamente 12 cm. de largo, 7 cm. de ancho y 8 cm. de profundidad. (En su tiempo, yo había hecho puntuales mediciones y fotografías, pero las mismas se perdieron durante la huida de la URSS). Esa cajita fue hecha de un mismo trozo de la acacia del Nilo. El trozo había sido cortado por un artesano en finas tablillas, las cuales, pegándolas con la ayuda de una resina vegetal, dieron forma a la cajita. La identidad del dibujo de las capas (o anillos) de la madera se apreciaba en todas las paredes de la cajita, lo cual hacía especial al dibujo: en todas las tablillas saltaba a la vista la presencia de capas, algunas muy anchas y otras muy estrechas. Esta alternación iba de la siguiente manera: al principio iba un grupo formado por seis extraordinariamente anchas capas; mientras que luego de ellas, inmediatamente le seguía un grupo de siete capas muy estrechas. (La sucesión de las capas en el tiempo puede ser determinada sin dificultad alguna por cualquiera que conozca sobre el formado de las llamadas maderas de primavera y de otoño). Anteriormente, hemos dicho que la anchura de las capas o anillos de las maderas a orillas del Nilo corresponden con su crecida y con las, relacionadas con ésta, abundantes y pobres cosechas. De esta forma, la naturaleza misma registró que en tiempos correspondientes a la época de la vida de José en Egipto, en este país durante algunos años seguidos, tuvo lugar una abundante cosecha. En esos años, los árboles formaron anillos de extraordinaria anchura. Tales anillos anuales en la cajita investigada por nosotros, resultaron seis. Antes de estos, los anillos no eran estrechos; por consiguiente no existía una notoria diferencia con el relato bíblico sobre los siete años de abundante cosecha. Y en cuanto a los siete años de pobres cosechas, siguientes a los años de cosecha abundante, la estructura de la madera investigada por nosotros testifica con irrefutable exactitud.

Además de la mencionada cajita, investigué también el antes nombrado sarcófago. Su integridad estaba un tanto peor que la de la cajita para las fragancias, pero de todas maneras, sobre la madera de sicómoro, el tronco del cual fue hecho el sarcófago, se podía hallar el mismo tipo de grupo de capas, las cuales afirman con irrefutable claridad que en la base del relato bíblico, descansa un indudable hecho, registrado en las páginas del gran libro de la Naturaleza.

Acerca del descubrimiento, en líneas generales, yo di un comunicado en un discurso público, en una cena hecha en memoria de D. N. Kaigorodov en febrero de 1928, y traté de publicarlo con el anexo de todos los materiales obtenidos en la investigación. Pero no fue posible hacerlo, ya que las reglas de censura existentes en la URSS, no permitían imprimir nada que pudiera asistir al acrecentamiento de la autoridad de los libros de las Sagradas Escrituras.

Considero provechoso agregar a lo ya dicho, otra información acerca de la historia del antiguo Egipto. Conforme con la cronología bíblica, la venta de José a Egipto por sus hermanos y el siguiente traslado del patriarca Jacobo a esas tierras, tuvo lugar 18 siglos antes del Nacimiento de Cristo. Algunos historiadores establecen con exactitud la fecha del traslado de Jacobo — en el año 1825. Es notorio que durante los faraones de la dinastía XII, particularmente durante Amenemhet III, que reinaba en esos años, la red de riego artificial era significativamente extensa y perfeccionada. El nivel de agua en el Nilo durante los faraones de la dinastía XII, era marcado en los peñascos cerca de Semne, cerca del segundo rápido. En las inscripciones encontradas aquí y concernientes al 14avo. año de reinado de Amenemhet (es decir, hacia el año 1835 antes del Nacimiento de Cristo), está marcado el nivel máximo, el cual superaba en 7 metros el nivel de agua observado ahora.

Es evidente que oficiales especiales seguían la altura de la crecida del agua en el Nilo, ya que el Estado se daba cuenta del enorme significado para la economía del país, del sistema de riego artificial, la actividad del cual dependía exclusivamente de la cantidad de agua del Nilo.

Trabajos de especial importancia, en este período, tuvieron lugar en el oasis de Fayum. Aquí se encontraba un enorme embalse, llamado por los griegos lago de Meride. El lago se unía, a través de un canal, con las compuertas de irrigación, y este sistema posibilitaba regularizar el riego de un enorme área del oasis de Fayum.

A todo esto queda agregar lo siguiente: si fuera posible investigar las ricas colecciones egipcias de los museos Británico y del Cairo, indudablemente encontraríamos más series de objetos, en los cuales están registrados los sucesos escritos en los últimos capítulos del libro Génesis.

Archipreste N. Smirnov.

De la gaceta "Nasha Strana, Buenos Aires, 1960).

 

 

Historia del Sufriente Job.

En tiempos muy antiguos, al oriente de Palestina vivía un hombre recto de nombre Job. Éste era un hombre justo y bueno, que siempre trataba en toda su vida de agradar a Dios. El Señor premió su piedad con grandes bondades. Job poseía muchos centenares de ganado grueso y millares del menudo. Su grande y unida familia era su regocijo: tenía siete hijos y tres hijas.

Pero el diablo le tomó envidia a Job. Él comenzó a decir calumnias a Dios sobre el recto Job: "¿Acaso Job es temeroso de Dios (recto) por nada? Quita de él todo lo que tiene y veamos si te bendice." Entonces Dios, para mostrar a todos cuán fiel a Él es Job y para enseñar a las personas paciencia en sus sufrimientos, permitió al diablo quitarle a Job todo lo que tenía. Y he aquí que un día, unos ladrones le robaron a Job todo su ganado, golpearon a sus criados y un terrible torbellino proveniente del desierto destruyó la casa en donde estaban reunidos los hijos de Job, y todos ellos murieron. Mas Job no sólo no se quejó a Dios, sino que dijo: "Dios da, Dios quita: Bendito sea el nombre del Señor."

El humillado diablo no se conformó con esto. Él nuevamente se puso a calumniar a Job: "El hombre, por su vida da todo lo que posee: pero toca sus huesos, su cuerpo (es decir, aféctalo con una enfermedad) y veamos si te bendice." Dios permitió al diablo privar a Job hasta de su salud. Y he aquí que Job se enfermó con la enfermedad más terrible: la lepra. Entonces hasta su mujer comenzó a persuadirlo para que pronuncie palabras de queja contra Dios, y sus amigos en vez de consolarlo, sólo indisponían al inocente sufriente con sus suposiciones inicuas. Pero Job permanecía firme, no perdía su esperanza en la misericordia de Dios y sólo le pedía al Señor que ateste que él soporta todo inocentemente.

En la conversación con sus amigos, Job profetizó acerca del Redentor (Salvador) y acerca de la resurrección futura: "Yo sé, el Redentor mío vive y en el último día Él levantará del polvo a esta piel mía descompuesta, y yo en mi cuerpo veré a Dios. Yo mismo Lo veré; mis ojos, y no los ojos de otro, Lo verán" (Job 19:25-27).

Luego de esto, Dios mismo, luego de haber mostrado a todos un ejemplo de fidelidad y paciencia en su siervo Job, se manifestó y ordenó a los amigos de Job, que habían observado a él como a un gran pecador, a que le pidan a Job que rece por ellos. Dios premió a su fiel siervo. Job recuperó su salud. Volvió a tener siete hijos y tres hijas, y su ganado llegó a ser dos veces más grande que antes. Y vivió Job ciento cuarenta años más en estima, tranquilidad, piadosamente y feliz.

La historia de Job el sufriente nos enseña que a las desgracias Dios las envía no sólo por los pecados, sino que a veces Dios envía desgracias también a los rectos para afirmarlos aún más en el bien, para humillación del diablo y para glorificación de la justicia de Dios. Además, la historia de la vida de Job nos revela que no siempre la felicidad terrenal corresponde con la virtuosa vida del hombre.

Con sus sufrimientos siendo inocente y con su paciencia, Job fue pre-imagen del Señor Jesucristo. Por eso, en los días de conmemoración de los sufrimientos de Jesucristo (en la Semana Santa), en la iglesia se lee el relato del libro de Job.

 

Observación: Ver la Biblia, el libro de Job.

 

Esclavitud en Egipto.

Al principio, los hebreos en Egipto vivían bien. Pero los sucesivos faraones que subían al trono egipcio, comenzaron a olvidarse de José y de sus méritos. Ellos empezaron a recelarse por el crecimiento del pueblo hebreo, temían que los hebreos se hagan más fuertes que los egipcios y se levanten contra ellos. Los faraones se pusieron a extenuarlos con trabajos forzados. Pero cuanto más los extenuaba, más se multiplicaban. Entonces uno de los faraones dio la orden de matar a todos los niños varones hebreos recién nacidos.

En aquel tiempo cuando los hebreos todavía vivían bien, ellos comenzaron a olvidarse de Dios y a adquirir costumbres paganas de los egipcios. Y ahora, cuando empezaron las desgracias, ellos se acordaron de Dios y se dirigieron a Él en oración por su salvación. El Señor Misericordioso los escuchó y les envió la liberación a través del profeta y caudillo Moisés.

 

Observación: Ver la Biblia, Éxodo cap. 1.

 

 

Moisés.

Moisés era hijo de un hebreo procediente de la familia de Leví. Su madre ocultó a su hijo por tres meses de los egicios. Pero cuando ya no lo podía ocultar más, tomó una canasta de caña, la embetunó, puso al niño en ella y la colocó entre las cañas, a la orilla del río. Mientras que la hermana del niño, de nombre Mariam, se apostó a cierta distancia para observar qué sucedería más adelante.

La hija del faraón vino con sus sirvientas a este lugar para bañarse. Al ver la canasta, ella mandó a una de sus sirvientas a que la recogiera. Cuando vio al niño llorando, se compadeció de él. Ella dijo: "Éste es uno de los niños hebreos."

Entonces Mariam se le acercó y le preguntó: "¿Quieres que busque entre los hebreos a una nodriza?"

La princesa dijo: "Sí, ve y busca."

Mariam fue y trajo a la madre. La princesa le dijo: "toma a este niño y críamelo; yo te daré tu salario." Aquella aceptó con gran regocijo.

Cuando el niño creció, su madre lo trajo a la princesa. Ésta lo tomó consigo y él fue para ella un hijo. Ella le dio el nombre Moisés, que quiere decir: "tomado del agua."

Moisés continuó creciendo en la casa real y fue educado con toda la sabiduría egipcia. Pero él sabía que era hebreo y amaba a su nación. Una vez, Moisés vio que un egipcio estaba golpeando a un hebreo. Él intervino a favor del hebreo y mató al egipcio. En otra oportunidad, Moisés vio cómo un hebreo golpeaba a otro hebreo. Él quiso detenerlo, pero aquél insolentemente le contestó: "¡¿Acaso quieres matarme a mí también, como hiciste con el egipcio?!." Moisés se asustó, porque vio que su proceder se hizo sabido. Entonces él huyó de Egipto y del faraón hacia otro país, hacia Arabia, a la tierra de Madián. Moisés moró en la casa del sacerdote Jetró, tomó por mujer a su hija Ziporá y llegó a ser pastor de su rebaño.

Una vez, Moisés se fue lejos con el rebaño, y llegó a la montaña Horeb. Allí vió una zarza espinosa que estaba ardiendo pero no se consumía, es decir, estaba envuelta en llamas pero ella misma no se consumía.

Moisés decidió acercarse y observar cuál era la razón por la cual la zarza no se consumía. Allí, él escuchó una voz proveniente del centro de la zarza: "¡Moisés! ¡Moisés! No te acerques; quítate las sandalias de tus pies, porque el lugar donde estás parado es suelo santo. Yo soy el Dios de Abraham, Isaac y Jacobo."

Moisés cubrió su rostro, porque temía mirar a Dios.

El Señor le dijo: "Yo he visto el sufrimiento de mi pueblo en Egipto, he oído su clamor y voy a librarlo de las manos de los egipcios y llevarlos a la tierra de Canaán. Ve al faraón y saca a mi pueblo de Egipto." Con esto, Dios concedió a Moisés el poder para hacer milagros. Mas como Moisés era tartajoso, es decir tartamudeaba, entonces el Señor le dio a Aaron su hermano para que lo ayudara, para que hablara en lugar de Moisés.

La zarza que no se consumió en el fuego, la cual vio Moisés cuando Dios se le manifestó, recibió el nombre de "Zarza que no se consumió." La misma representaba la condición del elegido pueblo hebreo, oprimido pero no destruido. La zarza era también pre-imagen de la Madre de Dios, la cual no fue consumida por el fuego de la Divinidad del Hijo de Dios cuando Él descendió, por medio de Ella, del cielo a la tierra, al nacer de Ella.

 

Observación: Ver la Biblia Éxodo cap. 2, 3, 4:1-28.

 

 

Pascua y Éxodo de los Hebreos de Egipto.

Moisés volvió a Egipto. En aquel tiempo reinaba allí otro faraón. Luego de haber hablado con los ancianos del pueblo hebreo, Moisés y Aarón se dirigieron al rey egipcio y en nombre de Dios le exigieron que dejara salir de Egipto a los hebreos.

Faraón contestó: "Yo no conozco a vuestro Dios y no dejaré salir al pueblo hebreo," y ordenó oprimir aún más a los hebreos.

Entonces Moisés, por mandato de Dios, provocó sobre Egipto, sucesivamente, diez castigos (es decir grandes desgracias) para que Faraón aceptara dejar salir al pueblo hebreo de la tierra de Egipto. De esta manera, por la palabra de Moisés el agua de los ríos, lagos y pozos se transformó en sangre; granizo y langostas destruyeron sus plantaciones; tuvo lugar un oscurecimiento sobre todo Egipto durante tres días, y así sucesivamente. Pero a pesar de semejantes desgracias, Faraón seguía sin dejar salir a los hebreos. Él, comenzando desde el segundo castigo, cada vez mandaba llamar a Moisés y le pedía que rezara al Señor para que detuviera la desgracia, y prometía liberar a los hebreos. Pero apenas cesaba el castigo, Faraón nuevamente se endurecía y se negaba a liberarlos. Entonces acaeció el último castigo, el décimo, el más terrible.

Antes del décimo castigo, el Señor ordenó a los hebreos a que cada familia tomara un cordero de un año, lo degüelle, lo cuece y lo coma con pan ásimo y hierbas amargas, sin quebrar sus huesos; y con la sangre del mismo unja los quicios y travesaños de sus puertas. Los hebreos así hicieron.

En aquella noche, el ángel del Señor hirió a todo primogénito de Egipto, desde hombre a ganado. Él pasó sin detenerse solamente por las casas que en sus puertas estaban hechas las señales con sangre (primogénito se llamaba al primer hijo, es decir al mayor). Todo Egipto se levantó en llanto. Faraón llamó entonces a Moisés y le ordenó salir cuanto antes con su pueblo hebreo de Egipto.

Con Moisés salieron hasta seiscientos mil hombres, sin contar mujeres ni niños. Moisés tomó consigo los huesos de José, tal como mandó el mismo José antes de su muerte. Al instante en que los hebreos partían de Egipto, delante de ellos apareció una columna, la cual durante el día era de nuble y durante la noche era de fuego. Ella le indicaba a los hebreos el camino.

El día de la liberación de los hebreos de la esclavitud egipcia quedó para siempre como recuerdo para ellos. El Señor instituyó en este día la fiesta principal del Antiguo Testamento, la cual Él llamó Pascua. La palabra "Pascua" significa: pasar sin detenerse, o liberación de la desgracia (el destructor pasó sin detenerse por las casas hebreas). Cada año, por la tarde de este día los hebreos degollaban y preparaban el cordero pascual y lo comían con pan ázimo. Esta fiesta continuaba por siete días.

El cordero pascual, por la sangre del cual los primogénitos hebreos fueron liberados de la muerte, fue pre-imagen del mismo Salvador Jesucristo, el Cordero de Dios, que tomó sobre sí los pecados del mundo, la sangre del Cual libera a todos los fieles de la muerte eterna.

La Pascua hebrea del Antiguo Testamento pre-representó a nuestra Pascua cristiana del Nuevo Testamento. Como aquella vez la muerte pasó sin detenerse por las casas hebreas y ellos fueron liberados de la esclavitud egipcia y recibieron la tierra prometida, así en la Pascua cristiana, la Resurrección de Cristo, la muerte eterna paso sin detenerse por nosotros: Cristo, habiendo resucitado, nos liberó de la esclavitud del diablo y nos dio la vida eterna.

Cristo murió en la cruz en el día en que degollaban al cordero pascual, y resucitó inmediatamente luego de la Pascua hebrea; he aquí por qué la Iglesia festeja la Resurrección de Cristo siempre después de la Pascua hebrea, y también la llama Pascua.

 

Observación: Ver la Biblia, Éxodo 4:29-31 y desde el cap. 5 al 13.

 

 

Traspaso de los Hebreos a Través del Mar Rojo

y Otros Milagros.

Los hebreos, al salir de Egipto se dirigieron hacia el Mar Rojo. Entonces los egipcios, luego de enterrar a sus primogénitos, comenzaron a arrepentirse de haber dejado ir a los hebreos. Faraón, luego de armar el ejército con carruajes y jinetes, salió a perseguir a los hebreos. Él los alcanzó cuando ellos estaban en la orilla del mar. Al ver las amenazantes tropas de Faraón detrás suyo, los hebreos se horrorizaron. En vez de pedir ayuda a Dios, ellos se pusieron a quejarse a Moisés por haberlos sacado de Egipto. Mientras trataba de animarlos, él en su alma rezaba a Dios. El Señor oyó sus oraciones. La columna de nube se colocó detrás de los hebreos y los ocultó de los egipcios. El Señor le dijo a Moisés: "Toma tu vara, extiende tu mano hacia el mar y divídelo." Moisés extendió su mano con la vara hacia el mar. Y levantó el Señor un fuerte viento del oriente por toda la noche, y las aguas se abrieron. Y pasaron los hebreos por tierra seca, mientras que el agua hacía para ellos de pared tanto del lado derecho como del izquierdo. Al darse cuenta del movimiento de los hebreos, los egipcios se lanzaron hacia ellos también por la tierra seca, y llegaron hasta la mitad del mar. En ese momento, los hebreos salieron por la otra orilla. Moisés nuevamente, por mandato de Dios, extendió su mano con la vara hacia el mar. Las aguas del mar se unieron y taparon los carruajes y sus jinetes y todo el ejército de Faraón, y hundió a los egipcios.

Entonces el pueblo israelita (los hebreos) con gran alegría cantó una canción de agradecimiento al Señor Dios, su Ayudante y Protector.

Mariam la profeta, hermana de Aarón, tomó en sus manos el timbal, y después de ella salieron todas las mujeres con timbales y con gran júbilo. Y Mariam cantó delante de ellas: "Canten al Señor, porque Él se ha ensalzado alto; al caballo y su jinete los hundió en el mar."

El traspaso de los hebreos a través del mar Rojo, las aguas del cual se dividieron y libraron a los hebreos de la impiedad y la esclavitud de los egipcios, fue pre-imagen del bautismo, a través del cual nosotros nos liberamos del dominio del diablo y de la esclavitud del pecado.

Durante el viaje de los hebreos desde Egipto hacia la tierra prometida, el Señor hizo muchos otros milagros. Una vez, los hebreos llegaron a un lugar en donde el agua era amarga. Ellos no podían tomarla y se quejaron a Moisés. El Señor le mostró a Moisés un árbol. Tan pronto como él puso el árbol en el agua, la misma se hizo dulce.

Este árbol que quitó la amargura del agua, fue pre-imagen del Madero de la Cruz de Cristo, que quitó la amargura de la vida — el pecado.

Cuando a los hebreos se les acabó todo el pan que habían sacado de Egipto, el Señor les envió pan desde el cielo — el maná. El mismo era parecido a un pequeño grano blanco, o a granizo fino, y tenía gusto a pan con miel. Este pan recibió el nombre de maná porque cuando los hebreos lo vieron por primera vez, se preguntaron uno al otro: "¿man-gy?" (¿Qué es esto?), y Moisés contestó: "Esto es el pan que el Señor les dio para alimento." Los hebreos entonces llamaron a este pan maná. El maná cubría por la mañana toda la tierra alrededor del campamento hebreo, todo el tiempo de su viaje, todos los días menos los sábados.

Pero cuando los hebreos llegaron en el desierto al lugar llamado Refidim, donde no había nada de agua, entonces nuevamente comenzaron a quejarse a Moisés. Por mandato de Dios, Moisés tocó una roca con su vara y de ella vertió agua.

El maná en el desierto y el agua que salió de la roca, los cuales salvaron de la muerte a los israelitas, fueron pre-imágenes del verdadero alimento y bebida para nosotros, es decir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, los cuales nos da el Señor en la Santa Comunión y nos salvan de la muerte eterna.

En Refidim los hebreos fueron atacados por sus habitantes los amalequitas. Moisés mandó contra ellos a Jesús Navín con un ejército, mientras que él mismo, junto con su hermano Aarón y Hur, subió a la montaña más cercana y comenzó a rezar, levantando ambas manos al cielo (formando él mismo una cruz).

Aarón notó que cuando Moisés sostenía sus manos arriba, entonces los hebreos vencían a sus enemigos, pero cuando él las bajaba por cansancio, entonces los amalequitas vencían a los hebreos. Por eso, Aarón y Hur sentaron a Moisés sobre una roca, y ellos mismos sostenían abiertas las manos de Moisés. Y así, los hebreos vencieron a los amalequitas.

Moisés, rezando con las manos levantadas, pre-representaba la vencedora cruz de Cristo, con el poder de la cual ahora los creyentes cristianos vencen a los enemigos visibles e invisibles.

En Refidim, Moisés visitó a su suegro Jetró y trajo a él a su mujer y sus hijos.

 

Observación: Ver la Biblia, Éxodo, cap. 14 a 18.

 

 

La Entrega de los Mandamientos en el Monte Sinaí.

Luego de cruzar el mar Rojo, los hebreos iban todo el tiempo por el desierto. Ellos se detuvieron y acamparon al pie del monte Sinaí (Sinaí y Horeb son dos cimas de esta misma montaña). Aquí Moisés subió a la montaña y el Señor le dijo: "De esta manera habla a los hijos israelitas: si ellos escuchan mi voz, entonces serán Mi pueblo."

Cuando Moisés descendió de la montaña, le comunicó al pueblo la voluntad de Dios. Los hebreos contestaron: "Todo lo que el Señor dijo, lo cumpliremos y seremos obedientes."

El Señor le mandó a Moisés preparar al pueblo para recibir al tercer día la Ley de Dios. Los hebreos se prepararon en abstinencia y oración para aquel día.

Al tercer día, el cual era el cincuentavo desde la Pascua hebrea, es decir desde el exilio de los hebreos de Egipto, una nube espesa cubrió la cima del monte Sinaí. Relampagueaban los rayos, los truenos tronaban y sonaba un fuerte sonido de cuerno. De la montaña se levantaba humo y toda la misma temblaba fuertemente. Y profirió (es decir dijo) el Señor su ley en diez mandamientos.

Por mandato de Dios, Moisés subió a la montaña y pasó allí cuarenta días y cuarenta noches, sin alimento alguno. Dios le dio dos tablas, o lápidas, sobre las cuales fueron escritos los diez mandamientos. Además, el Señor le dio a Moisés otras leyes eclesiásticas y civiles. Le mandó también construir una tienda, es decir un templo divino transportable.

Al bajar de la montaña, Moisés registró en libros todas estas leyes y todo lo que el Señor le manifestó en el monte Sinaí. Así aparecieron entre nosotros las Sagradas Escrituras o la Ley de Dios.

Los diez mandamientos, u órdenes, que Dios dio a su pueblo, indican exactamente qué debe hacer el hombre y qué evitar, si es que quiere amar a Dios y al prójimo. He aquí estos mandamientos:

 

1 — Yo soy el Señor, tu Dios, no tengas otros dioses más que a Mí.

 

Este mandamiento ordena amar a Dios más que a todo y no rendir culto divino a nadie más que a Él. Se debe honrar a los santos agradables a Dios también, pero no de la manera que se lo hace a Dios mismo, sino como a personas más agradables a Dios que otras, como a intercesores y protectores nuestros ante Él.

 

2 — No hagas escultura, ni imagen alguna, ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra, no te postres ante ellas ni les sirvas.

 

Así como todo en el mundo es hecho por Dios, entonces sólo ante Él corresponde inclinarse y sólo a Él corresponde venerarlo como Divinidad. Hacer ídolos e inclinarse ante ellos de ninguna manera es correcto. Al inclinarnos ante un santo ícono, nosotros debemos imaginarnos a aquél a quien el ícono representa, y ante él inclinarnos; mas no tomar a los íconos en sí como Divinidad.

 

3 — No tomes el nombre del Señor, tu Dios, en vano.

 

No debe pronunciarse el santo y gran nombre de Dios ociosamente, en conversaciones vanas; y por consiguiente, este mandamiento prohibe jurar en vano.

 

4 — Recuerda el día sábado para santificarlo, seis días haz y ocúpate de todas tus tareas, más el séptimo día, sábado, dedícalo al Señor, tu Dios.

 

Seis días corrientes de la semana el hombre debe esforzarse, trabajar y en general preocuparse por todo lo necesario para su vida terrenal. Pero el séptimo día debe dedicarlo a Dios, es decir separarlo para el Señor, rezarle, leer libros provechosos para la gloria de Dios, ayudar a los pobres y en general hacer en nombre del Señor el mayor bien posible, y no estar en ociosidad ni mucho menos no conmemorar este día. En el Antiguo Testamento, de esta manera se festejaba el día sábado; mientras que entre nosotros, en el Nuevo Testamento, de esta manera se festeja el día domingo, en recuerdo de la resurrección de Cristo de entre los muertos.

 

5 — Honra a tu padre y a tu madre para que tus días se prolonguen y sean buenos en la tierra.

 

Se debe amar y respetar a los padres, escuchar sus buenos consejos y enseñanzas, ocuparse de ellos en sus enfermedades, ser su apoyo en tiempos de vejez y de necesidades; así también se debe honrar a los demás parientes, mayores, benefactores, maestros, padres espirituales y superiores; por esto Dios promete alargar la vida terrenal.

 

6 — No mates.

 

Por matar se entiende no sólo privarse de la vida uno mismo o a cualquier otro, sino también si permitimos que otros maten por orden nuestra, o por consejo, ayuda o acuerdo. Este mandamiento prohibe también el desenfreno de la propia ira y la ofensa al prójimo con cualquier palabra injuriosa. Este mandamiento ordena vivir en paz y armonía con todos, y también a tratar a los animales dulcemente.

 

7 — No cometas adulterio.

 

Con este mandamiento, el Señor prohibe al marido y a la mujer violar la fidelidad y el amor mutuos. A los solteros, Dios les manda conservar la pureza de pensamientos y deseos. La glotonería, ebriedad y en general todo exceso y desenfreno está asimismo prohibido por este mandamiento.

 

8 — No robes.

 

No tomes nada ajeno sin permiso, ni manifiestamente ni en oculto; no engañes cuando vendas; en toda transacción, haz las cuentas honestamente; no ocultes lo encontrado; termina todo trabajo en el tiempo prometido y hazlo a conciencia.

 

9 — No digas falso testimonio contra tu prójimo.

 

Este mandamiento prohibe mentir, calumniar, hablar mal de las personas, juzgarlas, y también creerle a los calumniadores. Este mandamiento ordena siempre sostener la propia palabra honradamente.

 

10 — No codicies la mujer de tu prójimo, ni la casa de tu prójimo, ni sus campos, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que le pertenezca.

 

Este mandamiento prohibe tener envidia del bien ajeno y ordena conformarse con lo que tienes. De la envidia nacen los malos deseos, mientras que de los malos deseos nacen todas las obras malas.

 

Cada uno debe saber y cumplir la Ley de Dios. El que cumple los mandamientos hace para sí, además de la felicidad temporal, la salvación eterna.

En conmemoración a la entrega de los mandamientos en el monte Sinaí, Moisés estableció la fiesta de pentecostés.

 

Observación: Ver la Biblia, Éxodo 19; 20; 24; 32; 34 y cap. 5 del Deuteronomio.

 

 

La Tienda.

Los hebreos se asentaron con tiendas en el monte Sinaí durante todo un año. En este tiempo, Moisés, por mandato de Dios, construyó una tienda o templo transportable en forma de tienda. La misma fue construida de telas de primera calidad suspendidas por columnas. La tienda tenía tres separaciones: el atrio, el santuario y el santo de los santos.

Al atrio ingresaba el pueblo para rezar; allí se encontraba el ofertorio, sobre el cual se sacrificaban las ofrendas, y una fuente de cobre.

En el santuario ingresaban los sacerdotes; aquí se encontraba la mesa con doce panes, el candelabro de oro de siete lámparas, y el altar incensario, es decir un altar sobre el cual los sacerdotes hacían humear incienso.

En el santo de los santos, el cual estaba dividido del santuario por una cortina, sólo podía entrar el sumo sacerdote (prelado), y sólo una vez en el año. En el santo de los santos estaba el arca del pacto. Arca del pacto se llamaba una la caja hecha de madera, cubierta de oro por dentro y por fuera, con tapa de oro y con dos imágenes de oro de querubines sobre la tapa. En el arca del pacto se guardaba las tablas con los mandamientos (las tablas del pacto), un cáliz con el maná, la vara de Aaron, y más adelante libros sagrados. En los dos costados del arca habían dos anillos de oro en cada lado, por donde pasaban varas doradas que servían para transportar el arca.

Cuando la tienda fue terminada, Moisés la bendijo junto con todos sus accesorios, con miro (crisma) sagrado. En ese momento la gloria del Señor, en forma de nube, la cual guiaba a los hebreos en el viaje, cubrió la tienda y desde aquel momento siempre estaba sobre la misma.

Para servir en la tienda, Moisés, por mandato de Dios, asignó a la tribu de Levín y definió para la tienda al sumo sacerdote, a los sacerdotes y a los levitas, es decir servidores.

Como sumo sacerdote fue puesto Aarón, hermano de Moisés, como sacerdotes — cuatro hijos de Aarón, y a la demás descendencia de Leví — levitas. El sumo sacerdote correspondía a nuestros actuales obispos (prelados), los sacerdotes — a nuestros presbíteros, y los levitas — a nuestros diáconos y acólitos. Dios mandó que en el futuro, el mayor de la tribu de Aarón sea el sumo sacerdote, y que los demás de su tribu sean sacerdotes.

La Tienda era pre-imagen de la Iglesia de Cristo, mientras que también era pre-imagen de la Madre de Dios, la Cual contuvo en Sí a Dios, fue como la Casa de Dios.

 

Observación: Ver la Biblia, Éxodo cap. 25 a 34; libro Deuteronomio cap. 10; 13 y 16; y libro Levítico cap. 1 a 7; 16 y 23.

 

Peregrinaje de los Hebreos Durante Cuarenta Años

Serpiente de Cobre.

Desde el monte Sinaí, los hebreos se movieron hacia la tierra prometida (Canaán). En el camino, los hebreos más de una vez levantaron queja (descontento y agravio) por el viaje. El Señor los castigaba por eso, mas por las oraciones de Moisés, se apiadaba de ellos.

Hasta la hermana Mariam y Aarón le reprochaban a Moisés que él había tomado por mujer a una etíope, y por eso humillaban su dignidad como enviado de Dios. Moisés era el más dócil de todas las personas, y soportaba con paciencia las humillaciones.

El Señor castigó a Mariam con lepra.

Aarón, al ver la lepra sobre su hermana, le dijo a Moisés: "No nos atribuyas el pecado en que hemos obrado tontamente y que hemos cometido."

Entonces Moisés oró fervientemente a Dios por la curación de su hermana. Y el Señor le envió la curación, pero sólo después de que ella haya pasado siete días encerrada fuera del campamento.

Cuando los hebreos se acercaban a la frontera de la tierra prometida, en el desierto de Farán, Moisés mandó, por orden de Dios, a enviados (espías) a que inspeccionaran la tierra prometida. Los elegidos fueron doce personas, uno de cada tribu. Entre los elegidos estaba Caleb, de la tribu de Judá, y Josué hijo de Nun, de la tribu de Efrén.

Los enviados recorrieron toda la tierra y, habiéndola inspeccionado, regresaron a los cuarenta días. Ellos trajeron consigo un sarmiento de viñedo con un racimo de uvas, el cual era tan grande que tuvieron que traerlo en una barra entre dos hombres. Ellos trajeron también algunas granadas y algunos higos. Todos ellos alababan la fertilidad de la tierra. Pero diez de los doce hombres enviados (es decir, todos menos Caleb y Josué) turbaban al pueblo. Ellos hablaban: "El pueblo que vive en aquella tierra es fuerte y sus ciudades grandes y poderosamente fortificadas... no podemos nosotros ir contra aquel pueblo, ellos son más fuertes que nosotros. Allí hemos visto semejantes gigantes, que nosotros frente a ellos no somos más que langostas."

Entonces los hebreos se levantaron en clamor y comenzaron a quejarse a Moisés y a Aarón y a decir: "¿Para qué el Señor nos lleva a aquella tierra para que caigamos bajo espada? Nuestras mujeres y niños serán tomados como botín por los enemigos. ¿Acaso no es mejor para nosotros volver a Egipto?"

Josué y Caleb exhortaban al pueblo no levantarse contra la voluntad de Dios, ya que el Mismo Señor ayudará a conquistar la tierra prometida por Dios a sus padres.

Pero los hebreos se pusieron de acuerdo en apedrear a Moisés, Aarón, Josué y Caleb; a asignar un nuevo líder y emprender el regreso.

Entonces la gloria de Dios, en forma de nube, se apareció en la Tienda frente a todo el pueblo. Y dijo el Señor a Moisés: "¿Hasta cuándo este pueblo va a seguir sin creerme, ante todas las señales que Yo les he hecho? Diles en mi nombre: Como ustedes hablaron en voz alta a Mí, así les haré. En este desierto caerán sus cuerpos, y todos ustedes, los que se quejaban ante Mí, no entrarán en la tierra en la que Yo juré que los haría morar, salvo Caleb y Josué. Mañana, entonces, dense la vuelta y vayan por el desierto hacia el mar Rojo. A sus hijos, los cuales ustedes dijeron que serían tomados como botín por los enemigos, Yo los haré entrar en la tierra prometida, mas los cuerpos de ustedes caerán en este desierto. Por el número de cuarenta días, en los cuales ustedes inspeccionaron la tierra, ustedes llevarán el castigo por sus pecados durante cuarenta años, un año por día, para que conozcan qué significa ser abandonados por Mí."

Los diez espías que con sus ruines cuentos acerca de la tierra turbaron al pueblo, en ese mismo instante cayeron muertos frente a la Tienda.

Pero los israelitas, luego de escuchar la acusación por su pecado, no quisieron someterse al mandato del Señor e ir por el camino indicado por Él. Ellos comenzaron a decir: "He aquí, iremos a aquel lugar del cual habló el Señor, porque hemos pecado." Es decir, con estas palabras es como si dijeran: "ahora, entonces, iremos y tomaremos la tierra. Nos arrepentimos de nuestro pecado; ¿para qué ser castigados por 40 años?" Moisés les dijo: "¿Para qué violan ustedes el mandato del Señor? Esto no les traerá éxito." Y se quedó junto con el Arca del Pacto del Señor en el campamento.

Los israelitas, en contra de la voluntad de Dios, se atrevieron a subir a la cima de la montaña en donde vivían los amalequitas y los cananeos; allí fueron derrotados y huyeron.

Y ellos fueron a ser nómades por 40 años en los desiertos de Arabia. Pero en ese tiempo el misericordioso Señor no los abandonó con su misericordia y les mandaba muchos milagros.

Enseguida luego de la condenación a cuarenta años de peregrinación, entre los hebreos se levantó una nueva revuelta. Algunos hebreos (el caudillo de los cuales era Coré, jefe de una tribu) estaban descontentos por el hecho de que el sacerdocio fue asignado sólo a la tribu de Aarón. Pero el Señor los castigó: la tierra se abrió y tragó a los revoltosos.

Para detener las disputas entre los hebreos, acerca de a quién pertenece el sacerdocio, Moisés, por orden de Dios, mandó a todos los ancianos a traer sus varas y ponerlos en la tienda por una noche. Al día siguiente todos vieron que la vara de Aarón brotó, salieron botones, dio flores y trajo almendras. Entonces todos reconocieron a Aarón como sumo sacerdote.

Por mandato de Dios, la vara de Aarón fue puesta delante del arca del pacto.

Una vez, a causa de sus murmuraciones hacia Dios, los hebreos fueron castigados con la aparición de una gran cantidad de serpientes venenosas, las cuales picaban al pueblo de tal manera que muchos morían. Los hebreos se arrepintieron y le pidieron a Moisés que rezara a Dios por ellos. El Señor le mandó a Moisés hacer una serpiente de cobre y colgarla sobre un poste-señal. Y cualquiera de los que hayan sido mordidos, que mire con fe a la serpiente de cobre, aquel permanecerá vivo.

Esta serpiente de cobre fue pre-imagen de Cristo el Salvador. Cristo crucificó consigo sobre la cruz todos nuestros pecados, y nosotros ahora, mirando con fe a Él, nos curamos de nuestros pecados y nos salvamos de la muerte eterna.

Al fin de la peregrinación de cuarenta años, todos los hebreos que salieron de Egipto siendo adultos murieron, menos Josué y Caleb. Nació una nueva generación, la cual le tocó entrar en la tierra prometida. En el último año de la peregrinación, murió también Moisés. Antes de su muerte, él asignó para reemplazarlo como líder, a Josué hijo de Nun.

 

Observación: Ver la Biblia, Números, cap. 11 a 14; cap. 16 y 17 y cap. 21:4-9; y Deuteronomio 1:19-46.

 

 

Entrada de los Hebreos a la Tierra Prometida.

El Señor ayudó a Josué a llevar al pueblo hebreo a la tierra prometida. Para entrar en esta tierra, los hebreos debían cruzar el río Jordán. Por indicación de Dios, Josué mandó a los sacerdotes a colocar el arca del pacto en el río. Y apenas ellos pusieron sus pies en el agua, el río se abrió, el agua que corría de su curso superior, se detuvo en forma de pared, mientras que el curso inferior del río corrió hacia el mar, y todo el pueblo cruzó por tierra seca.

Luego de cruzar el río Jordán, había que tomar la ciudad de Jericó, en la cual había altos y fuertes muros. Josué, por mandato de Dios, ordenó a los sacerdotes a que, precedidos por los soldados y acompañados por el pueblo con el arca del pacto, den vueltas alrededor de la ciudad por siete días: seis días — por una vez, pero en el séptimo día dar siete vueltas con el arca. Luego de esto, los muros de Jericó se derribaron hasta sus cimientos al sonido de los cuernos de los sacerdotes y de las fuertes exclamaciones de todo el pueblo. Y los hebreos tomaron la ciudad.

En la ciudad de Gabaón hubo una gran batalla con los pueblos de la tierra de Canaán. Los hebreos vencieron a los enemigos y los pusieron en fuga, mientras que Dios les envió del cielo granizo de piedras sobre los que huían, de manera que murieron más a causa del granizo que de la espada de los hebreos. El día se acababa hacia la tarde, y los hebreos todavía no habían derrotado definitivamente al enemigo. Entonces Josué, habiendo rezado a Dios, exclamó fuertemente delante del pueblo: "¡Deténte, sol, y no te muevas, luna!." Y el sol se detuvo, y no cayó la noche hasta que los hebreos no derrotaron a los enemigos.

Con la ayuda de Dios, Josué hijo de Nun conquistó en seis años toda la tierra prometida y la dividió a la suerte entre las doce tribus del pueblo hebreo (israelita).

En lugar de Leví y José recibieron terrenos dos hijos de José: Manasés y Efrén. La tribu de Leví servía en la tienda y se mantenía con la colecta de los décimos (la décima parte) de los ingresos de todo el pueblo.

Antes de su muerte, Josué les dejó como legado a los hebreos, que guarden firmemente la fe en el verdadero Dios y que Le sirvan en pureza y sinceridad.

 

Observación: Ver la Biblia, Libro de Josué y Deuteronomio cap. 27.

 

 

Sermón Sobre el Milagro de Josué.

El relato de la Santa Biblia sobre Josué, quien "detuvo el sol," es uno de los pasajes más atacados y objetados por los ateos. Pero, recientes investigaciones y descubrimientos científicos, como también los trabajos arqueológicos llevados a cabo en Mesopotamia, confirman indudablemente la veracidad histórica de todos los acontecimientos bíblicos.

El famoso científico inglés Arthur Hook (fallecido en 1952) dice con respecto al milagro de Josué: "Primero cabe aclarar que no se puede preguntar si Dios pudo realizar semejante milagro, sino si Dios realmente lo realizó...si alguien me dice que los milagros son imposibles me está proponiendo aceptar la teoría que sostiene que Quien creó el universo no tiene la fuerza para luego adaptar parte de lo creado para Sus propios fines, es decir, que Quien creó el todo no puede cambiar parte de él. ¡Esto es absurdo!

Si analizamos detenidamente el texto, descubriremos que contiene varias ideas importantes que se pueden utilizar como datos desde un punto de vista astronómico. El hecho es el siguiente: en el momento en que desde el camino que lleva al monte Veforon, se podía ver el sol sobre Gavaon y la luna sobre el prado de Aialon, entonces una lluvia de 'grandes piedras' cayó desde el cielo entre el camino a Veforon y Azem, y el día se alargó casi en 24 horas.

Ahora dirijamos nuestra atención a las palabras de Josué en su oración, en la cual encontramos que su ruego era exactamente el siguiente: 'Sol, permanece mudo (calmo tranquilo) sobre Gavaon'. Citamos la palabra hebres 'damam', que significa 'estar mudo o inactivo'. Así, por ejemplo, en el samo 29, versículo 13 leemos: 'Que Te alabe mi alma y que no enmudezca' (damam). Esta palabra justamente es la utilizada las tres veces en el original en hebreo del texto de Josué citado, donde leemos: 'detienete', 'se detuvo' o 'permanecía detenido'.

La ciencia demostró que la luz tiene una propiedad vocal. Dicho de otro modo, la vibración u oscilación rápida en las ondas del éter/ aire, que en realidad constituye la misma luz, produce un sonido particular, aunque nuestros oídos no tienen la suficiente sensibilidad para oírlo. Muchos científicos opinan que la acción del sol sobre la tierra obliga a ésta última a girar sobre su eje.

Para que el día pudiera ser alargado por el deseo de Josué, el movimiento de la tierra sobre su eje — si tomamos aquella teoría como correcta — debió en cierta medida frenarse. Con la particularidad de que este fenómeno pudo ocurrir como resultado de la neutralización, disminución o un cierto tipo de resistencia al proceso de influencia del sol sobre la tierra.

De aquí se desprende que las palabras de Josué están absolutamente de acuerdo con los descubrimientos de la ciencia contemporánea: 'sol, permanece mudo o inactivo'.

Si por ello la influencia del sol fue disminuida temporalmente, la tierra debió haber girado mucho más lentamente, y el día debió haber sido más largo.

El gran astrónomo Newton demostró con qué facilidad el giro de la tierra pudo haberse frenado de manera totalmente inadvertida para sus habitantes."

Luego Hook comenta que un experimentado científico de Copenhage le dijo que tenia una cierta conjetura con respecto a las 'grandes piedras' que cayeron del cielo y que confundieron a los amorreos. Él suponía que las piedras eran la cola o una cierta parte de un gran planeta, que se acercó a una distancia correspondiente de la Tierra. Ese científico expresó su convicción que si se llevara a cabo una investigación en el lugar indicado, serían descubiertas piedras de origen meteórico.

Tenemos aquí, al parecer, la explicación del milagroso acontecimiento.

Se sabe que los cuerpos celestes tienen la propiedad de atraerse magnéticamente unos a otros, y no es infundado suponer que el acercamiento de un gran cometa a la esfera de influencia de la tierra pudo, en cierta medida ser un obstáculo para el accionar del sol sobre la Tierra.

¿Pudo haber ocurrido una anti-atracción? "Creo — dice Hook — que ningún científico nos lo puede decir. Pero, en todo caso, es remarcable que esa lluvia de piedras meteóricas, que bien podrían ser la cola de algún gran cometa, tuvo que haber coincidido con la vulneración del movimiento de la Tierra sobre su eje.

El científico Manuel Velikovsky también afirma con fundamento, que un cometa que pasó cerca de la Tierra, se convirtió en el planeta Venus. Él testimonia que los antiguos documentos hindúes, al igual que los textos egipcios que conocían la existencia de los planetas en el siglo IV antes de Cristo, no nombran a Venus. Por otro lado, los escritos babilónicos del año 1000 antes de Cristo, hablan sobre la aparición de un nuevo planeta, como un 'cuerpo celeste brillante, que se unió a los demás cuerpos celestes'. Desde aquel entonces en los trabajos astronómicos empieza a aparecer el planeta Venus.

De todos modos, para tales cosas como las descriptas en le libro de Josué, la astronomía exige hechos, y la historia confirma que ello realmente ocurrió.

El profesor Totten de América, estudio minuciosamente este asunto desde un punto de vista astronómico y publicó sus conclusiones en cálculos matemáticos. Resulta ser que más de una vez el sol, la luna y la Tierra se encontraron en una ubicación similar a la descripta en el libro de Josué. Al trabajar sobre sus cálculos que comprendían el tiempo transcurrido desde nuestros días hasta los de Josué, el profesor descubrió que es imposible no llegar a la conclusión de que en la historia mundial se agregó un día entero de 24 horas.

E. Mander, científico del Observatorio Real de Greenwich, excelente centro de la ciencia y de la investigación astronómica, también publicó un trabajo sobre este tema. Él determinó el tiempo del día en el cual ocurrió este maravilloso acontecimiento, al descubrir el lugar exacto donde debió entonces encontrarse Josué.

¡Pero, esto no es todo! Hay que prestar atención a la redacción del texto bíblico: "el sol estaba detenido en medio del cielo y no se apuraba hacia el ocaso casi durante todo un día." Los cálculos del profesor Totten determinan que, aunque en la historia del mundo de alguna manera se agregaron exactamente 24 horas, a los tiempos de Josué sólo se refieren 23 horas y 20 minutos, como lo dicen las Escrituras: "casi todo un día."

Por consiguiente, para el día completo requerido por los cálculos astronómicos, todavía faltan 40 minutos. Aquí nuevamente tenemos un ejemplo de la exactitud de la Biblia. En el cuarto libro de los Reyes, capítulo 20, versículos 8 — 11, leemos que por pedido del rey Ezequías Dios le dio un signo a través del profeta Isaías: la sombra sobre el reloj solar volvió atrás en diez escalones. "Diez escalones" corresponden exactamente a 40 minutos. Estos 40 minutos completan con total exactitud las 24 horas que se agregaron misteriosamente a la historia de nuestro planeta y de las cuales habla el profesor Totten.

"Veamos ahora qué dice la historia sobre el día alargado de Josué — dice el científico Hook. Hay tres pueblos orientales antiguos que guardaron sus datos históricos. Ellos son los griegos, los egipcios y los chinos. El griego Heródoto, llamado el 'padre de la historia', 480 años antes del nacimiento de Cristo relataba que ciertos sacerdotes egipcios le mostraron unos escritos sobre la prolongación del día en mucho más de 24 horas. En antiguos textos chinos directamente se afirma que ese acontecimiento ocurrió durante el reinado de Io, y en las genealogías chinas se indica que ese emperador chino reinó en tiempos de Josué."

Lord Kingsboro, quien hizo un estudio especial de los antiguos indios de América, determina que los mexicanos, quienes llegaron a un alto grado de civilización mucho antes de que América fuera descubierta por los europeos, tienen el relato que el sol "estuvo inmóvil" todo un día y ello ocurrió en el año que ellos llaman 'siete conejos'. El año de los 'siete conejos' corresponde exactamente al tiempo cuando Josué conquistó Palestina con los israelitas.

De esta manera, tenemos testimonios independientes los unos de los otros e indudables de la veracidad del relato bíblico: de los griegos, de los egipcios, de los chinos y de los mexicanos. La afirmación de tal coro de testigos no se puede negar como una absoluta última palabra.

"Lo mismo lo confirman — dice el científico Velikovsky — las leyendas de Finlandia, Japón, Perú y otras."

"Cierta vez — dice Hook — una persona me dijo después de mi conferencia sobre el tema: 'en lo que concierne a este fenómeno yo debo obedecer la conclusión de la ciencia, pero, no puedo concebir que todo esto haya ocurrido por la oración de un solo hombre'.

Tal vez esto pueda confundir a otras personas. Por ello, aprovecho la oportunidad para remarcar que este milagro vierte su maravillosa luz sobre el misterio de la oración activa.

Dios, por supuesto sabía desde el principio que este acontecimiento debía ocurrir, pero Él también sabía que Josué debía rezar. Al estar en contacto con dios, Josué, como Su 'intermediario' (II Cor. 6, 1) fue incitado a rezar de tal manera que sus planes resultaron en concordancia con lo predispuesto por Dios. La oración fue el eslabón entre Josué y el grandioso acontecimiento que Dios tenía la intención de que ocurriera. Si Josué no hubiera estado en contacto con Dios, probablemente hubiera preparado su ejército para un ataque nocturno, y en ese caso el día prolongado hubiera sido letal para él.

A nuestro alrededor ocurren actos de Dios, y Él puede siempre acomodar unos de sus innumerables medios para cualquiera de nuestras necesidades (Filipenses 4, 19). Dios no realiza esto por medio del cambio de sus sapientísimos planes, sino nos incita (si somos "guiados por el Espíritu de Dios " — Romanos 8, 14) a acomodar nuestro perdido "yo" y a cambiar nuestros actos irracionales, de acuerdo con las intenciones predestinadas y Divinamente perfectas del Creador. Entonces es que recibimos respuesta a nuestras oraciones. La experiencia demostró que las personas que más se entregan a Dios con la viva prestitud de negarse a sus planes a causa de los planes de Dios, siempre reciben respuesta a sus oraciones, y estas respuestas están al límite del milagro." Así lo expres un gran científico, arqueólogo, el profesor Hook.

 

(Compaginado en su mayor parte según el libro "La autenticidad de los milagros bíblicos" de A. Hook y otros)

 

 

Jueces.

Luego de la muerte de Josué hijo de Nun, los hebreos, rodeados de paganos, seguidamente se olvidaban de Dios y comenzaban a inclinarse ante ídolos y a entregarse a vicios. Por esto Dios varias veces los privó de Su ayuda y los entregaba bajo poder de los pueblos paganos vecinos. Semejante desgracia hacía que los hebreos reflexionaran y que volvieran a acordarse de Dios. Y cuando se arrepentían, el Señor les mandaba un libertador, el cual los liberaba de los enemigos y los dirigía. Estos elegidos de Dios se los llamaba jueces. En total hubieron entre los hebreos catorce jueces.

 

Gedeón

Entre los jueces, Gedeón se hizo famoso porque con un ejército pequeño, con la ayuda de Dios, liberó a los hebreos de los enemigos madianitas, los cuales oprimieron a los hebreos durante siete años. Los hebreos tenían que ocultarse de ellos en desfiladeros y fortalezas. Semejante desgracia hizo que los hebreos volvieran sobre sí y regresaran con Dios. Entonces el misericordioso Señor les envió a un liberador en la persona de Gedeón.

Una vez, Gedeón había preparado escaparse de los enemigos y arrancar (desgranar) trigo para proveerse de pan para el camino. En aquel instante se le apareció el ángel del Señor y le mandó reunir al ejército contra el enemigo.

Gedeón, cumpliendo con la orden de Dios, empezó a juntar al ejército, y reunió 32 mil soldados. Luego, Gedeón se dirigió a Dios con el pedido de darle a él una señal (demostración) de que efectivamente el Señor a través de él salvaría al pueblo israelita. Gedeón rezó así: "¡Oh, Señor! He aquí yo extiendo sobre el granero un vellón cortado. Si va a haber rocío sólo sobre el vellón y toda la tierra estará seca, entonces voy a saber que Tú salvarás a Israel con mi mano."

La oración de Gedeón fue escuchada. Al día siguiente, luego de levantarse temprano, Gedeón se puso a exprimir el vellón cubierto de rocío, y del mismo exprimió un vaso entero de agua.

Pero Gedeón nuevamente se dirigió en oración al Señor: "¡Oh, Señor! No se encienda tu cólera hacia mí si yo otra vez digo: haz que sea seco sólo el vellón y que caiga rocío sobre toda la tierra."

Dios escuchó también la segunda oración de Gedeón e hizo de esa manera en aquella noche: sólo el vellón quedó seco, mientras que por toda la tierra había rocío. Entonces el Señor le dijo a Gedeón: "El pueblo (ejército) que está contigo es demasiado numeroso. Yo no daré a los madianitas en sus manos para que luego Israel se llene de orgullo delante de Mí y diga: mi mano me ha salvado." Por eso el Señor mandó a Gedeón a enviar de vuelta a sus casas a todos los que sentían temor y temblaban. Y volvieron a sus casas 22 mil hombres, mientras que a Gedeón le quedaron 10 mil hombres.

El Señor nuevamente le dijo a Gedeón: "todavía sigue habiendo mucha gente," y mandó a Gedeón a que hiciera descender a todos al agua. Por indicación de Dios, Gedeón separó a aquellos que tomaron agua, sacándola con la mano, de aquellos que tomaron directamente con la lengua, arrodillándose en el agua. Los que tomaron agua de la mano, resultaron ser trescientos hombres.

Y dijo el Señor a Gedeón: "con trescientos Yo los salvaré."

Gedeón tomó consigo a los 300 soldados, cargó comestibles y cuernos, y a los demás los derivó a sus casas.

En aquella noche Dios le mandó a Gedeón descienda sobre el campamento de los madiamitas. Los madiamitas y amalequitas se apostaron por el valle en una multitud tal que parecían langostas, sus camellos eran incontables, habían tantos hombres como los granos de arena en la costa del mar.

Gedeón, junto con su sirviente Fara, penetró en el campamento madiamita y allí escucha cómo un soldado le cuenta a otro su sueño. El mismo consistía en que un pan de cebada redondo rodaba por el campamento madiamita, y llegó a una tienda, a la que golpeó tan fuerte que la misma cayó, la volteó de arriba hacia abajo y se desmoronó.

Entonces el otro soldado le contestó: "Esto no es otra cosa que la espada de Gedeón, al cual Dios dará en sus manos a los madiamitas."

Gedeón se animó en gran manera.

Al volver a su campamento, Gedeón despertó a sus soldados, le dio a cada uno antorchas en jarrones vacíos y cuernos. Los dividió en tres líneas y les mandó rodear al campamento enemigo y hacer todo lo que su grupo haga adelante, y que griten: "¡La espada del Señor y de Gedeón!."

Cuando todos estaban en sus puestos, Gedeón mandó a su grupo romper los jarros y con las antorchas encendidas hacer sonar los cuernos y gritar : "¡La espada del Señor y de Gedeón!." Así también hicieron las dos líneas restantes.

Sobre los madiamitas cayó tal temor y horror, que en gran confusión y oscuridad comenzaron a matarse entre ellos y al final terminaron huyendo.

Gedeón los destruyó definitivamente y regresó a casa victorioso y con un gran botín.

Luego de esta victoria, los israelitas le ofrecieron a Gedeón y a su descendencia que reine sobre ellos, pero él se negó y dijo: "Ni yo ni mi hijo vamos a reinar sobre ustedes; que el Señor reine sobre ustedes."

Sansón

El juez Sansón fue conocido por su extraordinaria y sobrenatural fuerza. Por indicación del ángel del Señor, desde su nacimiento los padres de Sansón lo dedicaron a Dios, y en señal de esto no debía cortársele el pelo. Una vez en el campo le atacó un león joven. Sansón lo tomó de la boca y lo desgarró en dos, como si fuera un cabrito. Muchas veces los enemigos de los israelitas, los filisteos, intentaron atraparlo, pero nunca tuvieron éxito. Una vez, él rompió dos sogas nuevas y muy fuertes, con las cuales había sido atado; otra vez, con una quijada de asno mató a mil filisteos; en otra oportunidad levantó sobre sus hombros y así quitó las puertas de la ciudad filistea de Gaza, en donde querían atraparlo. Finalmente, una filistea de nombre Dalida, de la cual él se enamoró, al saber que la fuerza de Sansón residía en su larga cabellera, cuando él dormía le cortó la cabellera y lo entregó en manos de los filisteos. Ellos lo tomaron, le quitaron sus ojos y lo encerraron en la cárcel. Luego de sujetarlo con dos grilletes de cobre, lo pusieron a trabajar para ellos. Mientras tanto, la cabellera de Sansón volvió a crecer, y junto con ella volvió su fuerza, ya que su alma se purificó por medio del arrepentimiento por su error. Una vez los filisteos, en tiempo de festejos trajeron a Sansón para humillarlo delante de todo el pueblo en su templo pagano, y para reírse de él. Sansón le pidió al joven que lo guiaba de la mano, que lo acercara a las dos columnas sobre las cuales se sostenía todo el edificio, para apoyarse en ellas. Luego de rezarle a Dios, se inclinó con poder sobre las columnas y las desplazó de su lugar. El edificio se derrumbó. Debajo de los escombros murieron todos los filisteos que allí estaban, y con ellos el mismo Sansón.

 

Samuel

El último de los jueces del pueblo israelita fue el profeta Samuel, de la tribu de Leví.

Los padres de Samuel hacía tiempo que no tenían hijos. Una vez la madre de Samuel, Ana, mientras rezaba intensamente delante de la Tienda, dio una promesa a Dios: si ella da a luz un hijo, entonces lo consagrará a Dios. La oración de Ana fue oída, y luego de un año ella dio a luz un hijo. Ana lo llamó Samuel, que quiere decir obtenido de Dios.

Cuando Samuel llegó a ser niño, su madre lo trajo a la Tienda y lo dio al sumo sacerdote Elí para el servicio de Dios. El sumo sacerdote Elí era en aquel tiempo también juez del pueblo israelita.

El sumo sacerdote Elí tenía dos hijos, Hofní y Finehás, los cuales eran sacerdotes en la Tienda, pero eran personas depravadas, realizaban los oficios a Dios sin piedad y con su mal comportamiento corrompían al pueblo. Elí vio la piedad de Samuel y lo puso a servir en la Tienda.

Samuel siempre dormía dentro de la Tienda, no lejos del lugar donde dormía Elí.

Una vez, entre sueños Samuel escuchó una voz que lo llamaba: "¡Samuel, Samuel!."

En seguida Samuel corrió hacia donde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, tú me has llamado."

Elí contestó: "Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte."

Samuel volvió y se acostó, y nuevamente la voz lo llamó: "¡Samuel, Samuel!." Y por segunda vez Samuel fue hacia Elí, pero Elí nuevamente le contestó que él no lo había llamado.

Cuando esto sucedió por tercera vez, entonces Elí comprendió que el Señor era el que estaba llamando al joven, y le dijo: "Vuelve y acuéstate. Y si la voz te llama otra vez, tú di: "Habla, Señor, que tu siervo te está oyendo."

Samuel se acostó y otra vez escuchó la voz que lo llamaba. Samuel contestó como le enseñó Elí. Entonces el Señor le manifestó a Samuel que toda la casa de Elí morirá a causa de que Elí sabía cuán impuramente obran sus hijos y él no los refrenaba.

Al día siguiente Samuel le contó a Elí lo que el Señor le había dicho. Elí tomó con sumisión la predicción de Samuel.

Pronto se cumplió la predicción de Samuel.

Los filisteos atacaron al ejército israelita y lo destruyeron. Entonces Elí, por pedido de los ancianos israelitas, envió al campamento el Arca del Pacto con sus hijos — los sacerdotes Hofní y Finehás. Pero el Arca no ayudó a los israelitas. Ellos fueron nuevamente destruidos por los filisteos. Hofní y Finehás fueron muertos, y el Arca fue tomado por los filisteos. Así el Señor mostró a las personas, que las cosas sagradas no ayudan al que no respeta los santos mandamientos de Dios. Elí, al saber que el Arca fue tomada por los filisteos, cayó de espaldas de su silla y murió.

El Arca del Pacto, siendo algo tan sagrado del Señor, no estuvo mucho tiempo con los filisteos. El Mismo Dios los hizo comprender con los hechos, como que su ídolo Dagon fue destruido, en los habitantes de aquella ciudad aparecieron excrecencias en sus cuerpos, y todos sus campos fueron infestados por ratones. Los atemorizados filisteos pusieron el Arca del Pacto sobre un carruaje nuevo, tirado por dos vacas jóvenes, y lo dejaron ir fuera de su tierra. Las vacas mismas, sin ser guiadas por nadie, llegaron a tierra israelita. Los israelitas recibieron el Arca del Pacto con gran alegría.

Luego del juez y sumo sacerdote Elí, el profeta Samuel fue asignado juez del pueblo israelita. Samuel dirigió al pueblo no sólo como juez, sino también como profeta de Dios. El convenció a los hebreos a destruir todos los ídolos paganos, cualquiera que ellos fueran, y rezar a Dios por el perdón y hacer abstinencia. Todo el pueblo se arrepintió y dijo: "Hemos pecado ante el Señor." Por las oraciones de Samuel, el Señor liberó a los hebreos del poder de los filisteos. Samuel era estricto y justo, y gozaba de gran respeto y amor de parte de su pueblo. Él dirigió al pueblo por cuarenta años. A causa de su vejez, él le pasó el mando a sus dos hijos, los cuales tomaban sobornos y juzgaban injustamente. Los impacientes hebreos comenzaron a pedirle a Samuel que él ponga sobre el pueblo a un rey, como tenían las otras naciones. Samuel trató de convencer al pueblo a permanecer con la antigua dirección, pero no tuvo éxito. Entonces Samuel rezó al Señor y el Señor le dijo: "Escucha en todo a la voz del pueblo que te habla; ya que no te rechazan a ti sino a Mí, para que Yo no reine sobre ellos." Luego el Señor le dijo que prevenga a los hebreos que el rey obligará a todo el pueblo a que lo sirvan, tomará las mejores tierras, las mejores pertenencias del pueblo y ellos deberán darle todo al rey. Pero el pueblo no atendió a la prevención de Samuel y dijo: "¡No! Deja que un rey sea sobre nosotros, y nosotros seremos como los demás pueblos."

Por mandato de Dios, Samuel ungió como rey a Saúl, derramando sobre su cabeza aceite sagrado (aceite vegetal líquido), y entonces el Espíritu Santo descendió sobre Saúl y recibió Saúl desde lo alto el poder para dirigir al pueblo.

 

Observación: Ver la Biblia, Libro de Jueces y I Samuel cap. 1 a 10:1-16.

 

Historia de Rut.

En tiempos de los Jueces, los pueblos vecinos paganos eran constantes enemigos de los israelitas. Pero habían veces en que algunos paganos de estos pueblos recibían la fe en el Verdadero Dios, y entonces los israelitas los contaban como compatriotas. Así era la moabita Rut. He aquí su historia.

En Belén de Judea vivía un hombre de nombre Elimélec, con su mujer Noemí. Ellos tenían dos hijos: Mahlón y Kilión. A causa de una hambruna, Elimélec debió trasladarse con su familia a los campos de Moab. Allí Elimélec pronto murió. Sus hijos tomaron como mujeres a las moabitas Orpá y Rut y, luego de vivir con ellas no más de diez años, ambos murieron. Quedó la viuda Noemí con sus nueras.

Noemí, al oír que el Señor envió una rica cosecha en la tierra de Israel, decidió volver a su patria. Con ella fueron también ambas nueras.

Por el camino, Noemí se puso a persuadirlas a que volvieran a sus casas. Ella les decía: "Vayan y vuelvan cada una a la casa de sus respectivas madres. Que el Señor les conceda misericordia por cómo obraron con los muertos y conmigo." Y las besó. Pero las nueras sollozaban y lloraban, y no querían separarse de ella. Pero de todas maneras, una de ellas, Orpá, obedeció a Noemí con lágrimas y volvió a su casa.

Rut, en cambio, dijo: "Donde tú vayas a vivir, allí yo también viviré, y tu pueblo será mi pueblo, tu Dios — mi Dios; sólo la muerte me separará de ti."

Noemí y Rut, al llegar a la tierra israelita, se asentaron en la ciudad de Belén y se alimentaban de la espiga que Rut juntaba en los estrechos campos. Esto era suficiente para alimentarse, ya que en la Ley del Señor estaba escrito: "Cuando siegues la mies de tu tierra, no debes segar las orillas de tu campo completamente, y no debes recoger la rebusca de tu siega; déjalo para el afligido y el residente forastero" (Levítico 19:9-10).

El Señor Dios premió a Rut por su sujeción y respeto hacia su suegra. Los israelitas tenían una ley: si uno de ellos moría, sin haber dejado hijos, entonces el pariente más cercano debía tomar como mujer a la viuda del muerto, y los hijos de esta unión se los consideraba hijos del muerto. Esta ley se llamaba "ley de levirato."

En este tiempo vivía en Belén un hombre rico de nombre Boaz, pariente del fallecido esposo de Rut. Por la ley de levirato, Boaz tomó como mujer a la pobre moabita Rut. Cuando a ellos les nació un hijo Obed, las mujeres le hablaron a Noemí: "¡Bendito es el Señor, que no te dejó sin sucesor! ¡Sea glorificado Su Nombre en Israel!" Noemí se alegró y fue niñera de Obed.

El nombre Obed efectivamente fue glorificado en Israel, ya que él fue padre de Jesé, padre del rey David.

 

Observación: Ver la Biblia, Libro Rut.

 

Saúl, Primer Rey Hebreo.

Saúl era hijo de un conocido hebreo de nombre Quis, de la tribu de Benjamín. Él era alto (entre el pueblo, él los superaba por una cabeza), y no había entre los israelitas alguien más hermoso que él.

Enseguida luego de ungir a Saúl como rey, Samuel reunió al pueblo para escoger al rey. Tiraron a la suerte y la suerte cayó sobre Saúl, y él fue declarado rey. El pueblo, admirado por su altura y hermosura, exclamó entusiasmado: "¡Viva el rey!"

Cuando Saúl fue nombrado rey, Samuel dijo a todo el pueblo: "Si van a temer al Señor y servirle y oír Su voz, y no se van a poner en contra de los mandatos del Señor, y si tanto ustedes como su rey, que reinará sobre ustedes, van a caminar detrás del Señor Dios suyo, entonces la mano del Señor no estará contra ustedes. Pero si van a no oír la voz del Señor y a ponerse en contra de Sus mandatos, entonces la mano del Señor estará contra ustedes."

Saúl, en los primeros tiempos de su reinado, obraba de acuerdo con la voluntad de Dios, mostrándose digno de haber sido elegido. Debido a muchas victorias sobre los enemigos, él se ganó el amor del pueblo. Pero cuando él dejó de cumplir con los mandatos de Dios y se hizo presuntuoso, entonces el Espíritu Santo lo dejó y Saúl se convirtió en sombrío y severo.

Samuel se lamentaba por Saúl. El Señor le dijo: "¿Por mucho tiempo te lamentarás por Saúl? Ve a la ciudad de Belén, allí entre los hijos de Jesé Yo me proveí de un rey." Samuel fue a Belén y, por indicación de Dios, ungió como rey a David, hijo de Jesé, de la tribu de Judá. El Espíritu Santo descendió sobre David. David era el hijo menor de Jesé, era rubio, con hermosos ojos y un agradable rostro. Él era hábil y arrojado, tenía un corazón dócil y bueno, y era conocido como buen tocador del arpa.

Sobre Saúl cayó tristeza y desánimo a causa de la acción del espíritu malo. Le aconsejaron que se distrajera con música y le dijeron que en la ciudad de Belén, hay un hombre Jesé tiene un hijo llamado David, el cual toca bien el arpa. David fue llamado al palacio, y cada vez que entraba y tocaba el arpa, entonces Saúl se ponía placentero y mejor, y el espíritu malo se alejaba de él.

 

Observación: Ver la Biblia, I Samuel 10:17-27 y cap. 11 a 15.

 

 

Victoria de David ante Goliat.

Una vez, durante el reinado de Saúl, hubo una guerra entre hebreos y filisteos. Cuando los ejércitos se encontraron uno frente al otro, del campamento filisteo salió un gigante de nombre Goliat. Él les gritaba a los hebreos: "¿Por qué tenemos todos que combatir? Que alguien de ustedes salga contra mí, y si él me mata, entonces los filisteos serán siervos suyos; pero si yo lo venzo y lo mato, entonces ustedes serán nuestros siervos." Este gigante salía durante cuarenta mañanas y cuarenta tardes y se reía así de los hebreos, denigrando al ejército del Dios vivo. El rey Saúl prometió un gran premio a aquel que venza a Goliat, pero ninguno de los hebreos se decidió salir contra el gigante.

En ese tiempo, llegó David al campamento hebreo para visitar a sus hermanos mayores y traerles comida de parte del padre. Al escuchar las palabras de Goliat, David se ofreció a pelear con el gigante y le pidió al rey que le permitiera hacerlo.

Pero Saúl le dijo: "Tú todavía eres muchacho, mas él es fuerte y acostumbrado a la batalla desde muy joven."

David le contestó: "Cuando yo apacentaba las ovejas de mi padre, sucedía que venía un león o un osos y se llevaba una oveja del rebaño; yo lo alcancé y rescaté la oveja de su boca; y si él me atacaba, yo lo mataba. Si el Señor antes me salvaba del león y del oso, entonces me salvará ahora también de este filisteo."

Saúl aceptó y dijo: "Ve y que el Señor esté contigo."

David puso cinco piedras lisas en su bolsa de pastor, tomó su honda y fue a enfrentar a Goliat. Goliat miró con desprecio a David, porque era muy joven, y riéndose dijo: "¿Acaso soy yo un perro, que tú vienes a mí con una honda y piedras?"

David le contesta: "Tú vienes contra mí con una espada, una lanza y un escudo, mas yo voy contra ti en nombre del Señor Sabaot, el Dios de los ejércitos de Israel, al cual tú has denigrado. El Señor me ayudará, y toda la tierra conocerá que no con espada ni con lanza salva el Señor."

Y he aquí que cuando Goliat empezó a acercársele, David corrió al encuentro, colocó una piedra en la honda y la lanzó sobre el gigante. La piedra dio justo en la frente. Goliat cayó al suelo sin conocimiento. David se acercó corriendo hacia Goliat, le sacó su espada y con ella decapitó, y así mató al gigante con su propia espada. Los filisteos, al ver esto, se horrorizaron y se echaron a la fuga, pero los israelitas los persiguieron hasta sus mismas ciudades y mataron a muchos.

Saúl hizo de David jefe militar. Luego él de dio a su hija como mujer.

Cuando Saúl y David volvían de la victoria, las mujeres hebreas les salían al encuentro con cantos y danzas, y exclamaban: "¡Saúl venció a mil, mas David — diez mil!." Esto no le agradó a Saúl. Él empezó a envidiar la gloria de David y pensó en matarlo. David huyó al desierto y se escondió de Saúl hasta que éste murió.

 

Observación: Ver la Biblia, I Samuel cap. 16 al 31 y II Samuel cap. 1.

 

 

El Rey David.

Luego de la muerte del rey Saúl, David pasó a ser el rey de los hebreos. David fue el mejor de todos los reyes hebreos. Él firmemente creía en el Dios verdadero y se esforzaba en cumplir con Su voluntad. Él tuvo que cargar con muchas persecuciones por parte de Saúl y de otros enemigos, mas nunca se enfureció, nunca levantó su mano contra Saúl, el ungido de Dios, sino que puso toda su esperanza en Dios, y el Señor lo liberaba de todos los enemigos. David era dócil y piadoso.

Pero sucedió que David cayó en grandes pecados. Entonces él, desde lo más profundo de su corazón, se arrepintió de ellos; con sus llantos limpiaba su lecho durante noches, y luego se sentía mejor y más aún amaba a Dios.

Así, una vez por la tarde el rey David estaba paseando por la azotea de la casa del rey y vio a una joven mujer muy hermosa. David quiso tenerla como mujer. Él conoció que esa mujer se llamaba Batseba y que era mujer de Urías el hitita. Urías en aquel tiempo se encontraba en la guerra (la guerra entonces era con los ammonitas). El David surgió un fuerte deseo de que Urías muera. El rey no venció a este mal y pecaminoso deseo dentro de sí, y así fue que ordenó al jefe del ejército a ubicar a Urías en el momento de combate en una posición tal, para que lo maten. El deseo de David fue cumplido. Al saber de la muerte de su marido, Batseba lloró por él. Cuando terminó el tiempo de llanto de Batseba, el rey David mandó traerla, la tomó en su casa y pasó a ser su mujer. Así, David cometió una gran maldad, un doble pecado, delante de los ojos de Dios.

Pronto a Batseba le nació un hijo, mas David no notaba que él había cometido un gran pecado delante de Dios.

Entonces, por mandato de Dios, el profeta Natán fue hacia David y le dijo: "En una ciudad vivían dos hombres: uno rico y el otro pobre. El rico poseía mucho ganado del pequeño y del gordo, mas el pobre no tenía nada más que una ovejuela, la cual había adquirido de muy pequeña y la había criado junto con sus hijos; ella comía, bebía y dormía junto con él y era para él como una hijita. Pero vino al hombre rico un peregrino. Para convidar al peregrino, el rico sintió lástima por sus ovejas y de su ganado bovino y tomó la ovejuela del pobre y la degolló para su visita."

El rey David se enardeció fuertemente contra aquel hombre y dijo a Natán: "Vive el Señor (es decir, juró por Dios), que el hombre que ha hecho esto es digno de muerte, y por la ovejuela él debe pagarla cuatro veces por haber hecho esto y no haber tenido compasión."

Entonces Natán le dijo a David: "¡Este hombre eres tú! Así dice el Señor Dios: Yo te ungí como rey sobre Israel, Yo te libré de las manos de Saúl, ¿por qué, entonces, tú has despreciado la palabra del Señor? Tú has tomado para ti a la mujer de Urías, y a él lo has matado a espada de los ammonitas. Por esto, la espada no se apartará de tu casa. Yo levantaré calamidad sobre ti desde tu propia casa."

Y dijo David a Natán: "He pecado ante el Señor."

Natán le contestó: "El Señor quitó de ti tu pecado; tú no morirás, mas morirá el hijo que nació de ti." Y se fue el profeta Natán a su casa.

David comprendió cuán mal había procedido y se arrepintió profundamente. Con lágrimas rezó a Dios y ayunó, acostado sobre la tierra. Al séptimo día, el niño murió.

Grande fue el pecado de David, mas su arrepentimiento fue sincero y grande. Y Dios lo perdonó. En el tiempo de su arrepentimiento, el rey David escribió una oración-canto de arrepentimiento, el salmo 50 (51), la cual es modelo de arrepentimiento y comienza con las siguientes palabras: "Ten piedad de mí, ¡oh, Dios! conforme con tu gran misericordia. Según la multitud de tus piedades, borra mi iniquidad. Lávame más y más de mi maldad y límpiame de mi pecado...."

Por la gran fe, humildad y obediencia del rey David, el Señor bendijo su reinado y lo ayudó en todo.

Él llevó a cabo exitosamente sus guerras contra los pueblos vecinos.

David conquistó la ciudad de Jerusalem e hizo de ella la capital del reino hebreo. En el lugar de la envejecida tienda construida por Moisés, él puso en Jerusalem una nueva tienda, y trasladó festivamente a ésta el arca del pacto. David quizo construir un templo permanente, pero el Señor le dijo: "Tú no construirás el templo, porque has combatido demasiado y has derramado mucha sangre; la construirá tu hijo, el cual será rey después de ti."

Pero al mismo tiempo el Señor le anunció a David: "Tu trono se mantendrá en pie por siempre." Esto significaba que de su descendencia saldría el Salvador del mundo — Cristo, El cual reinaría por los siglos. Y nosotros sabemos que a Jesucisto varias veces lo llamaban hijo de David.

David escribió muchas canciones sagradas, o salmos, las cuales él las cantaba en oración a Dios tocando el arpa u otros instrumentos musicales. En estas canciones-oraciones, David invocaba a Dios, se arrepentía de sus pecados cometidos ante Él, cantaba la grandeza de Dios y predecía la venida de Cristo y los sufrimientos que Él iba a soportar por nosotros. Por eso la Santa Iglesia llama al rey David cantor de salmos y profeta.

Los salmos de David se leen y cantan seguido en la Iglesia durante los oficios divinos. El libro sagrado, en el cual se encuentran todos estos salmos, o cantos, se llama Salterio. El salterio es el mejor libro del Antiguo Testamento. Muchas oraciones cristianas fueron compuestas con fragmentos tomados de este libro.

David reinó cuarenta años y murió en larga vejez. Todavía mientras vivía, él designó como su sucesor a su hijo Salomón. El sumo sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo ungieron a rey. Antes de su muerte, David le encargó a Salomón a que él obligatoriamente construyera el templo de Dios.

 

Observación: Ver la Biblia, el 2° libro de Samuel y el 1° libro de Paralipomenon.

 

 

El Rey Salomón.

Salomón, al ascender al trono real ofreció a Dios mil sacrificios. Por la noche, luego de esto, Dios se le apareció en sueño y le dijo: "Pide lo que quieras, que Yo te lo daré."

"¡Señor! — contestó Salomón — Tú me has puesto como rey, mas yo soy un joven muchacho. Dame raciocinio, para que yo dirija a Tu pueblo." La respuesta de Salomón fue agradable al Señor. Y le dijo: "Porque no has pedido de Mí ni larga vida, ni riqueza, ni la victoria sobre los enemigos, sino que pediste raciocinio para dirigir al pueblo, Yo te doy tal sabiduría, que alguien semejante a ti no hubo ni habrá. Y aquello que no pediste, riqueza y gloria, Yo también te doy. Y si vas a cumplir con mis mandamientos, te daré también larga vida."

Salomón mostró su sabiduría, más que nada en los juicios. Al poco tiempo de asumir el reinado, vinieron a él por juicio dos mujeres. Ellas vivían en una misma casa, y cada una tenía un niño. Una noche, una de ellas se acostó sobre su niño y lo aplastó, entonces lo tomó y lo colocó junto con la otra mujer y se llevó de ella a su niño vivo. Por la mañana, las mujeres comenzaron a discutir: "El niño vivo es mío, y el muerto es tuyo," se decían una a la otra. De esta manera discutían también frente al rey. Luego de haberlas escuchado, el rey Salomón ordenó: "traigan una espada."

Le trajeron una espada al rey. Salomón dijo: "Corten al niño vivo por la mitad y den una mitad a una mujer y la otra mitad a la otra mujer."

Al escuchar estas palabras, una de las mujeres exclamó: "¡Mejor denle el niño a ella, pero no lo maten!."

Mientras que la otra, en cambio, dijo: "¡Córtenlo, que no llegue a ser ni de ella ni mío!."

Entonces Salomón dijo: "¡No maten al niño, mas denlo a la primera mujer: ella es su madre!."

El pueblo escuchó de esto y comenzó a sentir temor del rey, porque todos vieron cuánta sabiduría le había otorgado Dios.

Salomón manifestaba también su sabiduría en el gobierno de su pueblo y en todas las demás ocupaciones reales.

Cumpliendo con el encargo de su padre David, Salomón se puso a construir el templo de Dios en Jerusalem. Como lugar para el mismo, él eligió el monte Moria, el cual le había sido indicado antes a Davíd y es en el cual Abraham había traído a su hijo Isaac para sacrificarlo. El templo fue construido en siete años y medio por cerca de ciento ochenta y cinco mil trabajadores. Fue construido según el modelo de la tienda de Moisés — dividido en el santo de los santos, el santuario y el atrio — pero era mucho más amplio y esplendoroso. Las paredes del templo eran de piedra, recubiertas en el exterior con mármol blanco y en el interior con oro. Todos los objetos accesorios del templo para los oficios divinos fueron hechos en oro.

Cuando el templo fue terminado, Salomón llamó para su bendición a todos los ancianos y a la multitud del pueblo. El arca del pacto fue llevado al templo al sonido de los cuernos y del canto de canciones espirituales. La gloria del Señor, en forma de nube, cubrió el templo de forma tal que los sacerdotes no podían continuar con el servicio. Entonces, Salomón subió a su lugar real, cayó de rodillas y con las manos elevadas rezó a Dios para que Él en este templo reciba las oraciones no sólo de los israelitas, sino también de los paganos. Luego de terminada esta oración, descendió fuego del cielo y consumió la ofrenda preparada en el templo.

El reinado de Salomón fue pacífico y afortunado. Venían desde lejanos países hacia Jerusalem, para observar al rey y escuchar su sabiduría. La reina de Seba, al escuchar de la gloria de Salomón, vino para probarlo con adivinanzas.

Habiendo convencido de su sabiduría, ella dijo: "¡Bendito el Señor Dios tuyo, el Cual bendijo colocarte en el trono de los israelitas!."

Pero al final de su vida, Salomón comenzó a pecar delante de Dios. Tuvo muchas mujeres, y entre ellas habían paganas. Construyó para ellas templos paganos, y él mismo entraba en ellos.

Entonces el Señor quitó de Salomón Su bendición, y comenzaron revueltas y rebeliones contra él en el pueblo hebreo. Salomón comprendió que esto era el castigo de Dios por sus pecados, y comenzó a arrepentirse. Pero su arrepentimiento no fue tan completo, de todo su corazón, como lo fue el de David. Por eso, aunque el Señor se apiadó de él y guardó su reinado durante su vida, también manifestó a través del profeta que el reino hebreo, luego de la muerte de Salomón, se dividirá en dos, y que el hijo de Salomón adquirirá la parte más pequeña.

 

Observación: Ver la Biblia, I Reyes cap. 3 a 11; I Paralipomenon cap. 22; 28 y 29 y II Paralipomenon cap. 1 al 9.

 

División del Reino Hebreo en Dos: Reino de Judá y Reino de Israel.

Luego de la muerte de Salomón, subió al trono su hijo Rehoboam. Él hablaba duramente al pueblo: "Si mi padre Salomón hizo puso yugo sobre ustedes, entonces yo lo engrandeceré. Si él los castigaba con látigos, entonces yo los castigaré con escorpiones" (escorpiones eran látigos con puntas metálicas agudas). Entonces la parte más grande del reino hebreo se levantó contra Rehoboam. Diez tribus israelitas se separaron de Rehoboam, eligieron como su rey a Jeroboán, de la tribu de Efrén, y formaron un reino aparte, el cual comenzó a llamarse israelita. Dos tribus — de Judá y de Benjamín — quedaron con Rehoboam y formaron el reino Judío. Los hebreos pertenecientes a este reino comenzaron a llamarse judíos.

De esta manera, el reino hebreo se dividió en dos: el judío y el israelita. Como capital del reino judío quedó Jerusalem, mientras que la ciudad de Samaria pasó a ser la capital del reino israelita.

Los habitantes del reino israelita iban al templo de Jerusalem a reverenciar a Dios en las grandes fiestas. Esto no le agradaba al rey Jeroboán. Él temía que sus súbditos se juntaran con los judíos y terminen uniéndose al reino judío. Entonces, para que no vayan más a Jerusalem, Jeroboán puso en dos ciudades de su reino dos becerros de oro, y anunció al pueblo: "no necesitan ir a Jerusalem. He aquí vuestros dioses, los cuales sacaron a ustedes de Egipto." Y todo el pueblo israelita comenzó a inclinarse ante estos ídolos en lugar de inclinarse ante el verdadero Dios. Y luego de Jeroboán, todos los reyes del reino israelita fueron impíos — idólatras. Ellos hicieron impío a todo el pueblo israelita.

En el reino judío, todos los reyes procedían de la familia de David. Pero entre ellos, hubieron pocos reyes buenos y piadosos. El pueblo, imitando a los reyes impíos, pecó en gran manera ante Dios.

El Señor, para hacer entrar en razón al pueblo hebreo, tanto a los judíos como a los israelitas, les envió muchos profetas.

 

Observación: Ver la Biblia, I Reyes cap. 12 a 15 y II Paralipomenon cap. 10 a 13.

 

 

Profetas.

Profetas se llaman a las santas personas que, por sugestión del Espíritu Santo, profetizaban, es decir predecían el futuro, especialmente referente a la venida del Salvador del mundo; anunciaban la voluntad de Dios, enseñaban a las personas la fe verdadera y la piedad y obraban diferentes señales y milagros. Ellos acusaban a los hebreos de idólatras, llamándolos al arrepentimiento. Algunos predicaban sólo oralmente, mientras que otros además dejaron libros sagrados, escritos por ellos por sugestión del Espíritu Santo.

De los profetas que vivieron en el reino israelita, especialmente notables fueron: Elías, Eliseo y Jonás; mientras que de los profetas que vivieron en el reino judío — Isaías, Jeremías, Miqueas, Joel Ezequiel y Daniel.

 

Profeta Elías.

El profeta Elías vivió en tiempos de Acab, el rey israelita más impío, que veneraba al ídolo Baal (sol) y obligaba a lo mismo a su pueblo.

Elías fue a Acab y en nombre de Dios le anunció: "A causa de tu impiedad, en estos años no habrá ni lluvias ni rocío, a menos sólo por mis oraciones."

Y así sucedió. Comenzó una terrible sequedad; hasta las hierbas morían, y sobrevino la hambruna. Elías, por la voluntad de Dios, se trasladó al desierto, a la orilla de un arroyo; los cuervos le traían pan y carne para que comiese, y bebía agua del arroyo.

Cuando el arroyo se secó, Dios le ordenó al profeta que vaya a la ciudad pagana de Sarepta de Sidón, a lo de una pobre viuda, y que viva en su casa. A esta viuda, que vivía con su hijo, le quedaba sólo un puñado de harina y un poco de aceite. Al llegar a Sarepta, Elías le mandó a la viuda cocer una torta de pan y le prometió que el harina y el aceite de ella no se agotarán hasta que el Señor haga llover sobre la tierra. La mujer creyó al profeta de Dios e hizo así como él le pidió. El harina y el aceite de la viuda no se agotaron. Muy pronto, el niño de la mujer se enfermó y murió. El profeta Elías rezó tres veces sobre él a Dios, y el niño volvió a vivir.

La sequía se prolongó por tres años y medio. Por mandato de Dios, Elías fue nuevamente a Acab y le ordenó juntar al pueblo israelita en el monte Carmelo. Cuando Acab juntó al pueblo, Elías le dijo: "¿No han vivido ya bastante en impiedad? Conozcan al verdadero Dios. Traigamos ofrendas: ustedes — a Baal, y yo — al Señor Dios, mas no pondremos fuego debajo. Aquel que envíe desde el cielo fuego sobre la ofrenda, Ese es el verdadero Dios." Todos estuvieron de acuerdo.

Los primeros en traer ofrenda fueron los sacerdotes de Baal. Ellos prepararon un ofertorio, pusieron sobre él un becerro y durante todo el día saltaban y gritaban: "¡Baal, Baal, escúchanos!." Mas no hubo respuesta. Llegó la tarde. Entonces Elías preparó un ofertorio, cavó alrededor de él una zanja, puso sobre él leña y al becerro, y mandó rociar la ofrenda con agua, de tal forma que la zanja se inundó. Luego, Elías rezó al Señor. Y en aquel instante descendió del cielo el fuego del Señor y consumió no sólo la leña y la ofrenda, sino también acabó con el agua de la zanja y con las piedras con las cuales estaba construido el ofertorio. Todo el pueblo cayó al suelo en gran temor y exclamaron: "¡El Señor es el verdadero Dios, el Señor es el verdadero Dios!."

Luego de esto, Elías subió a la cima de la montaña y se puso a rezar para que llueva. Sopló desde el mar el viento, aparecieron en el cielo enormes nubes y cayó una fuerte lluvia.

La reina Jezabel, mujer de Acab, a pesar de los milagros continuó persiguiendo a Elías a causa de que él dio muerte a todos los sacerdotes de Baal. Elías se ocultó en el desierto. A él le parecía que sólo él había quedado fiel a Dios y que querían matarlo. Y entonces decayó en espíritu. Pero el Señor se le apareció y lo fortaleció, cuando pasaba la noche en una cueva del monte Horeb.

La voz de Dios le dijo: "¡Elías! Sal y ponte de pie en la montaña frente al rostro del Señor."

Y he aquí que sopló un gran y fuerte viento que desgarraba montañas y quebraba peñascos. Mas en este viento no estaba el Señor.

Luego hubo un terremoto, pero en el terremoto tampoco estaba el Señor.

Luego hubo un fuego, mas en el fuego tampoco estaba el Señor.

Al final hubo sopló suavemente un silencioso viento, y allí estaba el Señor.

El Señor consoló a Elías y le dijo que entre los israelitas todavía habían siete mil hombres que aún no se habían inclinado ante los ídolos, y que Él alzará entre ellos, después de él, al profeta Eliseo, al cual mandó que lo ungiera.

Esta aparición del Señor mostró a Elías que el Señor no sólo es Juez castigador y severo, sino también un misericordioso y buen Padre. Esta aparición también pre-representó la venida de Jesucristo a la tierra, Quien se manifestó no para juzgar y castigar sino para apiadarse y salvar a las personas.

Elías, de acuerdo con las indicaciones de Dios, ungió a profeta a Eliseo, el cual luego se hizo discípulo de Elías. Una vez, cuando ellos iban juntos, Elías le dijo a Eliseo: "Mientras yo esté contigo, pídeme lo que quieras."

Eliseo contestó: "Que el Espíritu que está en ti, esté en mí doblemente."

Elías dijo: "Mucho pides, mas si vas a ver cómo voy yo a ser tomado al cielo, entonces lo recibirás."

Ellos continuaron su marcha. De repente apareció un carruaje de fuego con caballos de fuego, y Elías fue tomado en un torbellino al cielo.

Eliseo, viendo esto, exclamó: "Padre mío, padre mío, el carruaje de Israel y sus caballos."

Estas palabras de Eliseo, significaron que el santo profeta Elías, con sus oraciones, defendió de sus enemigos al reino de Israel, mejor que todo el ejército israelita — sus carruajes y caballos.

En aquel momento, cayó sobre los pies de Eliseo la prenda de vestir exterior oficial de Elías. Eliseo la levantó y con ella recibió doblemente el don de la profecía.

 

Observación: Ver la Biblia I Reyes cap. 16 a 19 y II Reyes cap. 1 y 2:1-15.

 

Profeta Eliseo.

El santo profeta Eliseo era hijo de un labrador de nombre Safat. Dios enalteció al profeta con muchos milagros.

Luego de ser tomado Elías al cielo, Eliseo necesitaba traspasar el río Jordán. Él golpeó el agua con el manto de Elías; el agua se abrió y el pasó por tierra seca.

Cuando Eliseo llegó a la ciudad de Jericó, sus habitantes le dijeron: "Nuestra agua no es buena, y por eso nuestra tierra no es fértil." Eliseo echó a la fuente de agua sal, y el agua se hizo rica y saludable.

Cerca de la ciudad de Betel, unos niños que salían de la ciudad vieron a Eliseo y comenzaron a reírse de él y a gritar: "¡Anda, anda, calvo!." Él les dijo que por semejante falta de respeto hacia un mayor, ellos iban a ser castigados por Dios. En aquel instante salieron del bosque dos osas y despedazó a cuarenta y dos de estos niños.

Una vez vino a Eliseo una pobre viuda que lloraba y decía: "Mi marido murió y dejó muchas deudas. Ahora el prestamista quiere tomar a mis dos hijos como esclavos para saldar la deuda."

"¿Qué tienes en tu casa?" le preguntó Eliseo.

La mujer contestó: "Nada tengo, salvo una jarra con aceite."

Eliseo le dijo: "Ve y pide a todos tus vecinos cuantas jarras vacías puedas conseguir, cierra la puerta detrás de ti y vierte el aceite en las jarras."

Así hizo la mujer. El aceite seguía vertiéndose, hasta que llenó todas las jarras. Ella vendió el aceite, saldó toda su deuda y hasta le quedó dinero suficiente como para vivir con sus hijos.

El la ciudad de Sunem una mujer rica tenía un hijo. Sucedió que el niño de repente se enfermó y en el mismo día murió. Ella fue a Eliseo y, desesperada, cayó a sus pies. El profeta entró a la casa en donde yacía el niño y rezó largamente a Dios. El niño volvió a vivir.

El jefe militar del rey sirio, Naamán, estaba enfermo de lepra (heridas infecciosas y purulentas). Nadie podía curarlo de esta enfermedad. La mujer de Naamán tenía una sirvienta, una joven hebrea cautiva. Viendo el sufrimiento de su señor, ella dijo: "Si tan sólo mi señor estuviera delante del profeta en Samaria, entonces él quitaría de mi señor su lepra."

Naamán viajó a la tierra israelita, a ver al profeta Eliseo. Eliseo envió a un sirviente a que le dia a Naamán que se lave siete veces en el río Jordán. Naamán hizo tal cual le ordenó el profeta, y en aquel momento quedó sano. Entonces fue hasta Eliseo con presentes de gran valor, pero Eliseo no tomó nada de él.

Cuando Naamán emprendió el regreso a casa, el siervo de Eliseo, Guehazí, lo alcanzó y tomó de él, en nombre del profeta, plata y algunos vestidos. Ocultando lo que tomó, se presentó ante Eliseo.

"¿De dónde vienes, Guehazí?" — le preguntó Eliseo.

"Tu siervo no fue a ninguna parte" — contestó Guehazí.

Entonces el profeta acusó su mentira y le dijo: "¡Que junto con la plata de Naamán, traspase también hacia ti su enfermedad!."

Y se fue Guehazí de Eliseo, cubierto en lepra.

El profeta Eliseo, también luego de su muerte hizo un milagro. Un año después de su muerte, cerca de la gruta en donde él estaba sepultado, trajeron a un muerto para enterrarlo. Pero los sepultadores, al divisar a unos enemigos, rápidamente arrojaron al hombre muerto en la gruta del profeta. Al instante en que él, en su caída, tocó los huesos de Eliseo, recuperó la vida y se paró en sus pies.

 

Observación: Ver la Biblia, II Reyes cap. 2 a 10 y 13;1-21.

 

 

El Profeta Jonás.

El profeta Jonás vivió luego del profeta Eliseo. Una vez, el Señor le mandó ir a la ciudad pagana de Nínive, capital del reino Asirio, y anunciar a sus habitantes que el Señor los destruirá si no se arrepienten. Pero Jonás no quiso ir con la prédica a los enemigos del pueblo israelita y no obedeció a la voz de Dios. Él se subió a un barco que se dirigía a otro país. Pero de repente se levantó en el mar una fuerte tormenta. La muerte comenzó a amenazar al barco. Todos los que en él estaban se atemorizaron. Los marineros decidieron tirar suertes para saber por causa de quién les sobrevino tal desgracia. La suerte cayó sobre Jonás. Jonás reconoció su pecado y dijo: "¡Sí, yo he pecado ante el Señor! Arrójenme al mar y la tormenta cesará." Cuando lo arrojaron al mar, la tormenta cesó. Por la voluntad de Dios, el profeta fue tragado por un enorme pez, que la Biblia lo describe como una enorme ballena. Jonás estuvo durante tres días y tres noches dentro de las entrañas de la ballena, rezando a Dios por misericordia. Aquí el Señor mostró su gran gloria, Él lo conservó ileso dentro de las entrañas de la ballena, y se apiadó de él.

Al cabo de tres días, la ballena expulsó al profeta vivo hacia la costa. Luego de esto, Jonás fue a Nínive para cumplir con la voluntad de Dios. Todo un día se la pasó yendo por la ciudad y predicaba a todos diciendo: "Todavía quedan cuarenta días y Nínive será destruida." Los habitantes creyeron en su palabra. Ellos junto con su rey se impusieron un ayuno, comenzaron a rezar y a arrepentirse de sus pecados. Y el Señor se apiadó de ellos.

Pero Jonás se quejó de semejante misericordia por parte de Dios, y le pidió a Dios que le quite a él la vida. Probablemente, él pensó que desde entonces lo iban a contar como un falso profeta.

El Señor, también en esta oportunidad hizo entrar en razón a Jonás. Frente a la tienda que Jonás se construyó cerca de Nínive, en una noche creció una enorme planta, la cual lo protegió de los rayos del sol. Pero al día siguiente, un gusano hirió a esta planta y la misma se secó. Jonás se afligió en gran manera y sintió pena por la planta que se secó.

Entonces el Señor le dijo: "Tú sientes pena por la planta, por la cual tú no te has esforzado y la cual tú no has cultivado. Entonces ¿Acaso no tenía Yo que sentir pena por Nínive, ciudad grande en la cual hay más de ciento veinte mil hombres, los cuales no saben diferenciar la mano derecha de la izquierda, y hay también muchos animales?"

La permanencia por tres días del profeta Jonás en las entrañas de la ballena y su milagrosa salvación fue pre-imagen de la muerte por tres días y la resurrección del Salvador Jesucristo.

 

Observación: Ver la Biblia, el libro del profeta Jonás.

 

 

Discusiones Sobre la Estadía de Tres Días de Jonás en el Vientre de una Ballena.

Críticos superficiales y no creyentes, dice el académico Arthur Hook creen que hay muchos obstáculos para aceptar que Jonás fue realmente deglutido por una ballena y que el Profeta permaneció tres días y tres noches en su vientre, y luego fue vomitado en tierra seca.

Primeramente, ninguna persona que crea en Cristo puede dudar de lo que sucedió con el Profeta Jonás, ya que Cristo mismo puso el sello sobre esta disputa cuando dijo: " Porque como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches ( Mat 12:40).

Aquí Cristo elimina, al menos en lo que concierne a sus discípulos, la idea de que el libro del profeta Jonás es alegórico, como los críticos suelen asumir.

Si fue dicho sólo con un sentido alegórico que Jonás estuvo en el vientre de la ballena, la conclusión de que Cristo estuvo en el corazón de la tierra durante tres días y tres noches también tiene únicamente un significado alegórico. Aquí tenemos nuevamente un ejemplo de cómo la negación del Antiguo Testamento allana el camino para la negación de Cristo Mismo y Su palabra.

Negar la historicidad del Profeta Jonás es equivalente a la negación de todas las Escrituras y esto significa repudiar la fe. ¿Cómo una persona, luego de las innumerables fallas de las llamadas "objeciones científicas" puede estar en contra de la Biblia?

Cuántas veces las refutaciones y las burlas a la Biblia se les han vuelto en contra a los sabios de este siglo. De hecho un acercamiento al texto original de la Biblia y un cierto conocimiento científico nos dan la respuesta en muchos casos.

Todo el mundo sabe bien que el texto de la Biblia fue escrito en hebreo. En hebreo la ballena se dice "tannin." En la Biblia, sin embargo el animal del mar que deglutió a jonás no es llamado "tannin" sino "dag" que significa "pez grande" o monstruo de lo profundo.

Por más de 1500 años la Santa Iglesia ha testificado esto llamando a la criatura que se deglutió a Jonás "bestia del mar." Por ejemplo, en el irmos de la 6ta Oda del Canon de los matutinos del día Viernes Tono 8 dice "Jonás en el vientre de una bestia del mar extendió sus brazos en forma de cruz. De esta manera presagió la Salvadora Pasión."

En la sexta oda del canon de los matutinos del martes Tono 5 está escrito: "como Tú has salvado al profeta de la bestia, oh! Señor, así yo rezo, elévame desde las profundidades de las pasiones inconquistadas.

La ciencia nos muestra que existe una amplia variedad de tipos de ballena.

Así, por ejemplo, hay una especia de ballenas que tiene 44 dientes en la mandíbula inferior y mide 60 a 40 pies de largo.

Sin embargo tienen una garganta muy pequeña, hecho que pudo haber sentado las bases para suponer que Jonás no pudo haber sido tragado por una ballena.

Hay otros tipos de ballenas como la "nariz de botella" que tiene un pico, y a pesar de ser una ballena peque164a que llega a 30 pies de largo, tiene una garganta capaz de tragarse a un hombre. Pero el profeta no pudo haber sido tragado por esa especie, ya que mastica comida, y tiene dientes.

Hay ballenas que no tienen dientes, pero están provistas de escobillas. Entre este tipo de ballenas hay algunas llamadas "fin-backs." Estas ballenas pueden tener más de 88 pies de largo.

El estómago de estos animales tienen de 4 a6 cámaras de compartimentos. Cada una de las cuales puede, tranquilamente contener un pequeño grupo de personas. Este tipo de ballena respira aire y tienen en su cabeza una cámara de reserva de aire, que aparece con la dilatación de las cavidades nasales. Luego de tragar un gran objeto, la ballena "fin-back" lo empuja por esta cámara. Si sucede que algo muy grande es encontrado en la cabeza de esta ballena, luego nadará hasta la tierra más cercana, se acostará sobre el agua superficial y vomitará su carga.

El académico demostró que un perro que calló de una ballenera, luego de 6 días fue encontrado en la cabeza de la ballena, vivo. De este relato se evidencia que Jonás pudo permanecer en el vientre, es decir, en la cámara de aire de esta especie de ballena, durante tres días y tres noches, y permanecer vivo. El espacio en la cámara es igual a 686 pies cúbicos. Así, desde la información científica podemos ver que Jonás pudo haber sido deglutido por una ballena.

Frank Bullen, el famoso autor del trabajo " el nado del cachalote," estableció que esta ballena con frecuencia, cuando está moribunda vomita el contenido de su estómago. Pero la palabra bíblica "dag" se refiere al "pez grande." De esto podemos concluir que Jonas realmente fue tragado por una criatura marina, por un enorme pez. En ese caso debemos considerar al pez llamado "ballena-tiburón." Este nombre significa que no tiene dientes. Esta especie llega a alcanzar 77 pies de largo, y filtra su comida a través de sus amplias placas en su boca. Esta ballena tiene un estómago lo suficientemente grande como para que un hombre entre dentro de él.

Teniendo en cuenta que Jonás permaneció durante tres días y tres noches en el estómago de una gran criatura marina y permaneció vivo, podemos primeramente decir: " Con Dios todo es posible."

Es interesante recordar la historia en Reader ´s Digest sobre el marinero que fue tragado por una ballena —tiburón. En 48 hs la ballena fue matada. Cuando la abrieron imaginen la sorpresa de todos los que se amontonaron cuando encontraron al marinero vivo, aunque en un estado inconsciente, luego de haber sido deglutido por esta criatura Además, el marinero no tuvo ningún efecto de su estadía en el estómago de la ballena, excepto por la pérdida de cabellos y unas pocas ampollas en la piel. Él relata que sólo el miedo no le daba la paz mientras permanecía en el estómago de la ballena. Cuando tomó conciencia, y comprendió donde había estado, nuevamente perdió inmediatamente la conciencia.

"Recientemente" escribe el padre I.S "en las islas japonesas de Hawaii, un pescador mató a un gran tiburón blanco. En su estomago encontraron un esqueleto de un hombre. Resulto ser un soldado registrado en la lista de desertores de la armada de EEUU.

Así vemos que Jonás pudo haber sido deglutido por un gran pez, incluso sin violar las leyes naturales. Toda duda o contradicción desaparece. Ciertamente o invariablemente la Palabra de Dios nunca puede encontrarse en contradicción con la verdad científica. Esto fue también establecido por el Padre de la ciencia Lomonosov.

Creyentes, es necesario para nosotros decir que es obvio que los eventos sucedidos al Profeta Jonás fueron indudablemente el trabajo del Poder de Dios, quien como Creador de todas las leyes de la naturaleza, tiene la libre voluntad de controlarla, cuando lo encuentra necesario de acuerdo con su acción providencia todo-poderosa.

El académico y genio Pascal decía " El último paso de la razón consiste en admitir la existencia de varias cosas que están fuera de los límites de nuestro conocimiento, y si la razón no acepta este conocimiento, es absolutamente débil."

Robert Mayer decía: " Si las mentes superficiales se exhiben negando la existencia de algo superior en el mundo super-natural, y super-sensual, esta despreciable negación de varias mentes no puede culparse a la ciencia."

 

(Compuesto según el libro "Fidelidad a los milagros bíblicos," de A. Guk y "El Profeta Jonás y la la pequeña garganta de la ballena," del Protopresb. Pablo Kalinovich).

 

 

Caída del Reino Israelita.

Dios llamaba con gran paciencia a los israelitas, a través de muchos profetas, a dejar la impiedad y a permanecer fiel a Él. Pero ni los reyes ni el pueblo los escuchaba.

Al final, cuando la impiedad del pueblo llegó al límite, el Señor se alejó del Reino de Israel y así el mismo cayó. El rey asirio Salmanasar conquistó y destruyó el reino israelita. Él llevó una gran parte del pueblo israelita a su país, mientras que en el lugar de ellos trasladó a muchos paganos de su reino. Estos paganos se mezclaron con los israelitas que habían quedado y formaron un pueblo que pasó a llamarse samaritanos, por Samaria, ciudad principal del caído reino israelita.

Los samaritanos hablaban un idioma hebreo no puro. Ellos recibieron la fe en el verdadero Dios, pero no en su plenitud porque no dejaron sus antiguas costumbres paganas, y además, de los profetas sólo veneraban a Moisés. Los judíos despreciaban a los samaritanos, no se sentaban a la mesa junto con ellos y hasta trataban de no hablar con ellos.

El reino israelita existió por 257 años.

 

Observación: Ver la Biblia, II Reyes cap. 17.

 

 

El Reino Judío.

Luego de la caída del reino israelita, el reino judío continuó existiendo por más de cien años, ya que entre los reyes judíos hubieron algunos piadosos; también, el pueblo se acordaba más de Dios, que el reino israelita.

Los profetas que fueron enviados por Dios al reino judío acusaban a los judíos por su impiedad y muchas veces predijeron la venida del Salvador a la tierra.

El profeta Miqueas predijo que el Salvador iba a nacer en la ciudad de Belén (Miq. 5:2).

El profeta Joel predijo sobre el descenso del Espíritu Santo sobre las personas — sobre los apóstoles y sobre todos los creyentes en el Salvador.

 

 

El Profeta Isaías.

Especialmente notable entre los profetas judíos fue el profeta Isaías.

Isaías era descendiente del rey David, y pariente de los reyes judíos. El Señor lo llamó al servicio profético con una especial aparición. Isaías vio al Señor sentado sobre un trono alto. Alrededor de Él habían serafines con seis alas que exclamaban: "¡Santo, Santo, Santo es el Señor Sabaot! ¡Llena está la tierra de Su gloria!." Uno de los serafines tomó con una pinza una brasa encendida del altar celestial, tocó los labios de Isaías y le dijo: "He aquí, tus pecados han sido limpiados." Luego de esto, el Señor le ordenó ir a acusar la incredulidad y los vicios de los judíos.

El profeta Isaías predijo que el reino judío iba a ser destruido por los enemigos y los judíos iban a ser llevados cautivos, pero luego nuevamente volverían a su patria.

Con una especial claridad Isaías predijo acerca de Cristo el Salvador, que Él iba a surgir de la familia de David, que el Salvador iba a nacer de una Virgen e iba a ser no un simple hombre, sino también Dios: "¡Miren! La Virgen concebirá en su vientre y dará a luz un Hijo, y Le dará el nombre de Emmanuel, que quiere decir — Dios con nosotros" (Isaías 7:14).

Él predijo que el Salvador iba a sufrir y morir por nuestros pecados: "Él fue traspasado por nuestros pecados y martirizado por nuestras iniquidades. Con Sus heridas nos hemos curado. Él fue torturado, pero sufrió voluntariamente y no abría su boca. Como oveja fue llevado a la degollación, y como cordero enmudecido delante de sus esquiladores, así Él no abrió sus labios."

Isaías profetizó también que el Salvador, crucificado junto con malechores, iba a ser sepultado no junto con ellos, sino en el sepulcro de un hombre rico: "Le asignaron un sepulcro junto con los malechores, pero Él fue sepultado en lo del rico."

A través de la fe en Cristo el Salvador, las personas se salvarán de la muerte eterna: "Por medio de conocerlo, Él, Recto, justificará a muchos, y sus pecados Él los cargará sobre Sí."

Por la claridad de las profecías sobre Cristo el Salvador, al profeta Isaías se lo llama el evangelista del Antiguo Testamento.

Al mismo tiempo Isaías fuertemente acusaba a su contemporáneo rey judío Manasés, el cual siendo impío colocó altares a ídolos paganos en el templo de Salomón (Al final de su vida, Manasés, tomado en cautividad y encerrado en una cárcel, se arrepintió y pidió perdón a Dios). Por influencia de su impío rey, el pueblo judío empezó a olvidarse por completo del verdadero Dios. Los judíos hasta dejaron de conmemorar la fiesta de Pascua y las demás fiestas instituidas por Moisés.

El santo profeta Isaías sufrió una muerte de mártir. Por acusar la impiedad del rey Manasés, él fue aserrado con una sierra para madera.

Observación: Ver la Biblia, II Reyes cap. 16 y 18 a 23; II Paralipomenon cap. 28 a 35; Libro del profeta Isaías, y demás profetas.

 

 

Caída del Reino Judío. El Profeta Jeremías.

El Señor soportaba longánimemente los pecados del pueblo judío y esperaba de ellos arrepentimiento, pero el pueblo no se corregía. A través del profeta Jeremías Dios claramente predijo que por su impiedad, el pueblo judío iba a ser sometido y llevado en cautiverio por los babilonios, y que los judíos iban a encontrarse en cautividad por setenta años.

Al principio, el rey babilonio Nabucodonosor sometió para sí al rey judío, pero a Jerusalem la guardó y no destruyó todo el reino judío.

El profeta Jeremías persuadía a los judíos a someterse a Babilonia. Él les marcaba que los babilonios fueron enviados a los judíos por Dios en castigo por los pecados del rey y del pueblo, por el alejamiento de la fe. Él les habló que la única manera de librarse de estas desgracias es el arrepentimiento, la corrección y la oración a Dios.

Pero ni el rey ni el pueblo no obedecieron al profeta y alzaron la sublevación.

Entonces el rey babilonio Nabucodonosor tomó Jerusalem, la saqueó e incendió y destruyó hasta sus fundamentos al templo de Salomón. Allí fue destruido también el Arca del Pacto.

Todo el pueblo judío fue llevado cautivo (en el año 589 antes de Cristo). Sólo los judíos más pobres fueron dejados en su tierra para trabajar los viñedos y los campos.

El profeta Jeremías se quedó en Jerusalem. Él lloró por la impiedad de su pueblo sobre las ruinas de la ciudad, y continuó enseñando el bien a los remanentes habitantes.

 

Observación: Ver la Biblia, II Reyes, cap. 24 y 25; Libro del profeta Jeremías y II Paralipomenon 36:5-21.

 

 

Cautividad en Babilonia.

La vida de los hebreos en cautividad en Babilonia era muy dura. Pero el Señor no abandonaba a su pueblo elegido, ni siquiera en tierra extraña. Para despertar entre los judíos el arrepentimiento y consolarlos, el Señor les enviaba aún en tiempos de cautividad a sus profetas. Entre ellos, especialmente notables fueron el profeta Ezequiel y el profeta Daniel.

 

 

Profeta Ezequiel.

Ezequiel fue contemporáneo al profeta Jeremías. Estando en cautividad en Babilonia, y aún antes de la definitiva destrucción del reino judío, él fue llamado por el Señor al servicio profético.

El profeta Ezequiel es célebre por su profecía sobre la resurrección de los muertos, la cual al mismo tiempo representó la restitución de la libertad del pueblo hebreo.

El profeta tuvo una visión del Señor. Él vio un campo cubierto por huesos humanos.

Dios le preguntó: "¡Hijo del hombre! ¿Revivirán estos huesos?"

Ezequiel contestó: "¡Señor Dios! Sólo Tú sabes esto!."

El Señor le dijo: "Profetiza sobre estos huesos y diles: ¡Huesos secos, oigan la palabra del Señor!."

Y la palabra del Señor fue la siguiente: "Así habla el Señor Dios a estos huesos: He aquí, Yo haré entrar espíritu en ustedes y ustedes revivirán. Y pondré sobre ustedes tendones, y haré que venga sobre ustedes carne, y los cubriré con piel, y haré entrar en ustedes espíritu, y revivirán, y conocerán que Yo soy el Señor."

Y cuando Ezequiel, por mandato de Dios, profetizó, se levantó un sonido, y he aquí que hubo movimiento, y los huesos comenzaron a unirse, cada hueso con su hueso. Y vio Ezequiel que habían tendones sobre ellos, que había crecido carne sobre ellos y que estaban cubiertos por encima con piel, pero espíritu no había en ellos.

Y le dijo el Señor: "Profetiza y di al espíritu, así habla el Señor Dios: De los cuatro vientos ven, espíritu, y sopla en estos muertos, y ellos revivirán."

Las palabras "de los cuatro vientos" significan que de los cuatro puntos cardinales del mundo (norte, sur, este y oeste), las almas de los muertos, donde sea que se encuentren, deberán reunirse en el campo cubierto con cuerpos inanimados y reanimarlos.

Ezequiel profetizó tal como le mandó el Señor, y entró en ellos el espíritu, y ellos revivieron y se pararon sobre sus pies.

El Señor dijo: "Estos huesos — son toda la casa de Israel. Profetiza y diles, así habla el Señor Dios: Y conocerán que Yo soy el Señor, cuando abra sus sepulcros y los saque, pueblo Mío, de sus sepulcros, y ponga en ustedes mi Espíritu, y revivan, y los establezca en su tierra."

Esta enorme profecía, además de mostrar el restablecimiento del pueblo israelita, nos es dada por Dios como una clara representación de la resurrección universal de los muertos en la segunda venida del Salvador, cuando, por la omnipotente palabra de Dios, todos los cuerpos de los muertos se unirán con sus respectivas almas y revivirán — resucitarán.

 

Observación: Ver la Bibila, II Reyes 25:27-30; II Paralipomenon 36:10-23 y Libro del profeta Ezequiel 37:1-14.

 

 

El Profeta Daniel.

El profeta Daniel procedía de la familia real. Él fue llevado cautivo a Babilonia aún de joven. En cautividad, por deseo del rey Nabucodonosor, Daniel fue elegido junto con otros jóvenes cautivos de las mejores familias judías, para servir en la casa real. El rey mandó educarlo en la casa real, instruirlo en diferentes conocimientos y en el idioma caldeo. Y también ordenó alimentarlo de su mesa real. Entre los elegidos habían tres amigos de Daniel: Hananías, Azarías y Misael.

Daniel, junto con sus tres amigos, guardaba firmemente la fe en el verdadero Dios. Ellos no querían comer del alimento real, por no comer algo prohibido por la ley de Moisés, y le pedían al mayor que les diera sólo pan y legumbres. El mayor no estaba de acuerdo, ya que temía que ellos se debilitaran y el rey lo castigara. Pero Daniel lo convenció a hacer una prueba por diez días. Y cuando pasaron los diez días, sucedió que Daniel y sus amigos no sólo no se habían debilitado, sino que hasta resultaron más nutridos, sanos y hermosos que sus demás compañeros. Luego de esto, a ellos dejaron de obligarles a comer el alimento real. Por tal rígido cumplimiento de la ley — por la abstinencia (ayuno) y la piedad — Dios premió a estos jóvenes con buenas capacidades y con éxitos en los estudios. En las pruebas ellos resultaron ser más inteligentes y mejores que los demás y recibieron elevadas responsabilidades en la casa real. Mientras que a Daniel Dios le dio, además de esto, la habilidad para esclarecer los sueños, como a José en tiempos pasados.

Semejante exaltación de los jóvenes judíos fue beneficioso para los judíos cautivos. Los piadosos jóvenes recibieron la posibilidad de defender a los judíos de la opresión y mejorar su vida en la cautividad. Además, a través de ellos, hasta los paganos pudieron conocer al verdadero Dios y glorificarlo.

Una vez Nabucodonosor vio un singular sueño, pero al levantarse por la mañana, no podía recordarlo. Este sueño inquietaba mucho al rey. Él llamó a todos los sabios y adivinos y les mandó hacerle recordar este sueño y explicarle su significado. Pero ellos no pudieron hacerlo y le hablaron: "No hay hombre en la tierra que pueda hacerle recordar al rey su sueño." Nabucodonosor se llenó de cólera y quería castigar a todos esos sabios.

Entonces Daniel convenció al rey darle a él un poco de tiempo, y entonces él le esclarecería el sueño. Al llegar a su casa, Daniel rezó fervientemente a Dios que le revelara este misterio. En una visión nocturna, el Señor le reveló el sueño de Nabucodonosor y su significado.

Daniel fue al rey y le dijo: "¡Oh, rey! Cuando tú te acostaste a dormir, tú pensabas en qué sería después de ti. y he aquí, en el sueño tú viste una enorme estatua: la misma era resplandeciente y su aspecto era pavoroso. La cabeza de esta estatua era de puro oro, su pecho y sus brazos eran de plata, su vientre y sus muslos eran de cobre, sus piernas eran de hierro, y sus pies eran en parte de hierro y en parte de barro moldeado. Luego de la montaña se desprendió por sí sola una piedra , sin la acción de la mano del hombre, y la misma dio en los pies de la estatua y la destruyó. Entonces toda la estatua fue triturada y transformada en polvo, mientras que la piedra se engrandeció de tal manera, que cubrió con ella toda la tierra. ¡He aquí, oh rey, tu sueño!

"Este sueño — continuó Daniel — significa lo siguiente: Tú eres el rey de reyes, al cual el Dios celestial dio reino, poder, fuerza y gloria, y tu reinas a las demás naciones. Tu reino es la cabeza de oro. Luego de ti vendrá otro reino, más abajo que el tuyo. Luego vendrá el tercer reino, de cobre, el cual reinará sobre toda la tierra. El cuarto reino será fuerte como el hierro. Como el hierro todo lo tritura y muele, así el reino, semejante al hierro que todo lo destruye, va a moler y destruir. Pero al mismo tiempo él resultará dividido, una parte será fuerte y otra será frágil. En los días del último reino, el Dios Celestial levantará el reino eterno, el cual no será traspasado a nación alguna, sino que destruirá todos los reinos de la tierra y se propagará por todo el mundo por los siglos. ¡Así, el Magnífico Dios le ha dado a conocer al rey, que será después de todo!."

Luego de oír todo, el rey Nabucodonosor se levantó y se postró hasta el suelo ante el profeta Daniel y le dijo: "¡En verdad el Dios de ustedes es el Dios de dioses y Soberano de reyes!."

Él puso a Daniel como jefe sobre todos los sabios babilonios, es decir sobre las personas instruidas, y lo conservó en su casa con gran honra. Mientras que a sus tres amigos, Hananías, Azarías Misael, los asignó como gobernadores del país babilonio.

La predicción de Daniel se cumplió puntualmente. Luego del reino babilonio, le siguieron aun tres grandes reinos: el medo-persa, el macedonio o griego y el romano, cada uno de los cuales reinaron sobre el pueblo judío. Mas en tiempos del reino romano, apareció en la tierra Jesucristo, el Salvador del mundo, y fundó su reino universal y eterno — la santa Iglesia.

La montaña, de la cual se desprendió la piedra, significaba la Santísima Virgen María, y la piedra — Cristo y su reino eterno.

 

Observación: Ver la Biblia, Libro del profeta Daniel cap. 1 y 2.

 

 

Los Amigos del Profeta Daniel — Hananías, Azarías y Misael — en el Horno Babilonio.

Al poco tiempo, los amigos del profeta Daniel — Hananías, Azarías y Misaeln — fueron sometidos a una gran prueba en la fe. El rey Nabucodonosor puso en la llanura de Dura, cercana a la ciudad de Babilonia, una enorme estatua de oro. Para su inauguración fueron reunidos todos los altos dignatarios y renombradas personalidades del reino babilonio. Y fue anunciado que todos, al instante en que escuchen el sonido de los cuernos y de los instrumentos musicales, debían arrojarse al suelo y adorar a la estatua. Y si alguien no cumplía con la orden real, sería echado al horno ardiente.

Al sonar los cuernos todos cayeron al suelo; sólo tres — Hananías, Azarías y Misael — no se inclinaron ante la estatua.

El rey se enardeció en gran manera y mandó encender el horno siete veces más fuerte, atar a los tres jóvenes y arrojarlos al fuego. La llama era tan fuerte que los soldados, que arrojaron a los jóvenes al horno, cayeron muertos. Pero Hananías, Azarías y Misael permanecieron ilesos porque el Señor envió a su ángel a guardarlos entre las llamas. Y ellos cantaban, glorificando a Dios.

Nabucodonosor se sentó sobre un elevado trono frente al horno. Al escuchar el canto, quedó desconcertado, luego, asombrado, rápidamente se levantó y le dijo a sus dignatarios: "¿No eran tres, acaso, los que arrojamos al fuego atados? Mas yo veo a cuatro sin ataduras, caminando por entre el fuego, sin daño alguno, y el aspecto del cuarto es semejante al hijo de Dios."

Luego de esto, él se acercó al horno y dijo: "¡Hananías, Azarías y Misael, siervos del Dios Altísimo! Salgan y acérquense a mí."

Cuando ellos salieron, se encontraron con que el fuego no los había tocado, ni siquiera sus vestimentas ni sus cabelleras sufrieron daño alguno, y tampoco había en ellos olor a humo.

Nabucodonosor, viendo esto, dijo: "¡Bendito sea vuestro Dios, El cual envió a su ángel y liberó a sus siervos que tenían sus esperanzas puestas en Él."

Y prohibió el rey, por temor a la muerte, a todos sus súbditos a blasfemar el nombre del Dios de Israel.

 

Observación: Ver la Biblia, el libro del profeta Daniel, cap. 3.

 

 

Caída del Reino de Babilonia.

Luego de la muerte de Nabucodonosor, el reino babilonio empezó a sufrir trastornos. Cambiaban seguido los sucesores de Nabucodonosor. Por fin (luego de 7 años), reinó Baltasar (el profeta Daniel lo llama hijo de Nabucodonosor), el cual reinó cerca de 17 años. En el decimoséptimo año de su reinado, cuando le amenazaba el ataque de los medos y los persas, Baltasar sin aflicción alguna banqueteaba en Babilonia, sin pensar en el peligro.

Una vez, durante un banquete, el rey Baltasar, en un intento de profanar al Dios verdadero y exaltar a sus ídolos, ordenó traer las vasijas que Nabucodonosor tomó del templo de Jerusalem, y bebió de ellas él mismo y todos los demás presentes. A semejante sacrilegio le siguió el juicio de Dios: en el aire apareció una mano, la cual escribía sobre la pared unas palabras.

Baltasar tembló del espanto y gritó que trajeran a él a los adivinos. Llegaron los sabios de Babilonia, pero ninguno de ellos no podía ni siquiera leer lo que estaba escrito.

En ese momento llegó la reina y le dijo a Baltasar: "No te turbes, ¡oh, rey! Hay en tu reino un hombre, en el cual mora el espíritu del Dios Santo, — este es Daniel. Él te explicará el significado de estas palabras." Daniel, en aquel tiempo, había sido alejado de la casa real.

Cuando fue traído Daniel, el rey le dijo: "Si tú puedes leer y explicar lo escrito, entonces serás vestido con púrpura, habrá un collar de oro alrededor de tu cuello y serás el tercer gobernador en el reino."

Daniel rechazó los premios. Él le recordó al rey, cómo Dios hizo entrar en razón al enorgullecido Nabucodonosor. "Y tú, rey, sabiendo todo esto, no humillaste tu corazón, sino que te levantaste contra el Señor de los cielos y bebiste de las vasijas de Su Casa, engrandecías los inanimados ídolos, mas a Dios, en las manos del Cual está tu aliento y todos tus caminos, tú no has glorificado. Por esto es que envió Dios a la mano que escribió esta escritura. He aquí lo que está escrito: mené, tequel, perés:

mene quiere decir — calculó Dios tu reino y le puso fin;

tequel quiere decir — te pesó y te encontró ligero;

perés quiere decir — dividió tu reino y lo dio a los medos y persas.

El rey al instante premió a Daniel, tal como lo prometió.

En esa misma noche los ejércitos medos y persas, bajo el mando del rey persa Ciro entraron a la ciudad y la conquistaron.

Baltasar fue muerto. Así cayó el reino babilonio. Su lugar lo ocupó el reino medo-persa, — el plateado según la visión de Nabucodonosor, como le explicó en aquel entonces el profeta Daniel.

El rey persa Ciro puso como rey en Babilonia a Darío el medo.

 

 

El Reino Medo-Persa. El Profeta Daniel en la Fosa de Leones.

El rey Darío amaba a Daniel y lo hizo uno de sus tres principales jefes en su reino, pero luego quiso hasta encargarle a él sólo la dirección del reino. Los demás dignatarios envidiaban a Daniel y decidieron matarlo. Ellos sabían que Daniel rezaba a Dios cada día tres veces por día, abriendo la ventana y mirando hacia Jerusalem. Por eso ellos fueron al rey y le pidieron hacer una disposición:que nadie se atreviera, en el término de treinta días, a dirigirse con petición a algún dios u hombre, sino solamente al rey. Y si alguien violaba este mandato, entonces aquel sería arrojado a la fosa con leones. El rey estuvo de acuerdo. Pero el profeta Daniel, como anteriormente, no dejó de rezar a Dios cada día y de pedirle misericordia para con él. Sus enemigos le hicieron saber esto al rey. Entonces Darío comprendió que lo habían engañado, pero no podía cambiar su orden y fue forzado a permitir que arrojen a Daniel a los leones.

Al otro día, muy de mañana, el rey corrió hacia la fosa y con fuerte voz preguntó: "¡Daniel, siervo del Dios vivo! El Dios tuyo, al Cual tú sirves en forma inmutable, ¿pudo acaso salvarte de los leones?"

Daniel le contestó desde la fosa: "¡Oh, rey! Mi Dios envió a su ángel a cerrar la boca de los leones, porque yo he resultado puro ante Él, y ante ti, ¡oh, rey! no he cometido ningún crimen."

Entonces el rey mandó sacar a Daniel de la fosa y arrojar allí a los engañadores. Y no llegaron ellos a tocar el suelo, que los leones los agarraron y los destrozaron.

Luego de esto, el rey Darío escribió una orden: "Por mí es dada la orden, de que por todas partes de mi reino se estremezcan y reverencien al Dios de Daniel, porque Él es el Dios vivo y Eterno, su reino es invencible y su poder infinito."

El profeta Daniel progresaba tanto en el reinado de Darío como en el reinado de Ciro el persa. Él mucho predijo sobre el futuro, lo que luego se cumplió.

Daniel predijo el tiempo cuando debía nacer Cristo el Salvador: precisamente dentro de setenta sietes, es decir dentro de 490 años. Él predijo también, que Cristo iba a ser entregado a muerte, y que luego le seguiría la destrucción del templo y la ciudad, y la cesación de los sacrificios del Antiguo Testamento (Daniel 9:23-27).

 

Observación: Ver la Biblia, libro del profeta Daniel

 

 

Regreso de los Judíos de la Cautividad de Babilonia y Construcción del Segundo Templo.

Los judíos estuvieron en cautiverio en Babilonia por setenta años. El rey persa Ciro, en su primer año de reinado sobre Babilonia, permitió a los judíos regresar de su cautividad a su patria y construir en Jerusalem el templo del Señor. Cuarenta y dos mil judíos se dirigieron a su tierra. Los judíos que se quedaron en Babilonia los ayudaron con oro, plata y demás pertenencias, y por encima de todo, con preciosas donaciones para el templo. El rey regresó a los judíos las vasijas sagradas que habían sido tomadas por Nabucodonosor del templo de Salomón.

Al regresar a Jerusalem, los judíos primeramente restauraron el altar del Señor Dios, y luego, al siguiente año, pusieron fundamento al templo. Los samaritanos, al saber de esto, manifestaron su deseo de participar en la construcción del templo, pero los judíos, para guardar su servicio divino en pureza, se negaron. Luego de diecinueve años, el templo fue terminado. El nuevo templo no era tan rico y esplendoroso como el templo de Salomón. Los ancianos, al recordar el esplendor del templo anterior, lloraban porque ese segundo templo era más pobre y pequeño que el otro.

Pero el profeta Ageo, el cual en aquel tiempo envió el Señor a los judíos, los consolaba. Él predijo que la gloria de este último templo sería mayor que la del primero, porque a este templo vendrá el Deseado por todas las naciones, Cristo, el Salvador del mundo (Ageo 2:6-9).

El profeta Zacarías predijo la triunfal entrada del Salvador en Jerusalem sobre un asno (Zacarías 9:9).

El profeta Malaquías predijo que la venida del Salvador se acercaba y que antes de Él sería enviado un Precursor, es decir un predecesor, semejante al profeta Elías, para preparar a las personas hacia el recibimiento del Salvador (Malaquías 3:1 y 4:5). Malaquías fue el último profeta en Judea. Luego de él, por más de cuatrocientos años no se oyó palabra profética alguna entre el pueblo hebreo, hasta la aparición del Precursor de Cristo — Juan el Bautista.

 

 

Imperio Griego.

Traducción de los Libros de las Sagradas Escrituras al Idioma Griego.

Bastante tiempo, cerca de doscientos años, se prolongó el imperio medo-persa. Los judíos, luego de regresar de la cautividad de Babilonia, permanecieron bajo el poder de los emperadores persas.

Luego, el imperio persa fue conquistado por el emperador griego Alejandro Macedonio, quien era también soberano de Egipto y Siria. Alejandro Macedonio, el más grande soberano de tu tiempo, respetaba el sagrado templo de Jerusalem y durante toda su vida brindó una especial protección al pueblo judío.

Luego de su muerte, el imperio se dividió y pasó a cuatro de sus jefes militares. Uno de ellos, Ptolomeo, al ser puesto emperador de Egipto, sometió a los judíos bajo su dominio y trasladó a muchos millares de ellos hacia Egipto.

Durante el reinado de su hijo, el emperador Ptolomeo Filadelfio, el cual trataba bien a los judíos, fue efectuada una gran obra. Por disposición suya los libros de las Sagradas Escrituras fueron traducidos del idioma hebreo al griego. La traducción fue hecha por setenta intérpretes, es decir personas instruidas. El idioma griego era el idioma más difundido en aquel tiempo. Esta traducción fue de una enorme utilidad, porque entonces hasta los paganos pudieron leer los libros sagrados en un idioma para ellos conocido. De esta manera, el reinado de emperadores griegos ayudó a la difusión del verdadero conocimiento acerca de Dios, entre los pueblos paganos.

Cerca de cien años se encontraron los judíos bajo el dominio de emperadores griegos que reinaban en Egipto.

Pero los emperadores griegos que reinaban en Siria trataban a los hebreos y a la fe en el verdadero Dios no como los emperadores que reinaban en Egipto. Cuando los judíos se encontraron bajo el dominio de los emperadores sirios, soportaron muchas aflicciones. Los reyes sirios comenzaron a perseguirlos a causa de la verdadera fe y a obligarlos a la idolatría. Especialmente un cruel perseguidor fue el rey Antíoco Epifanes.

Mártires por la Fe.

Maccabeos.

El rey Antíoco Epifanes quizo que todos sus súbditos hablaran en un solo idioma — el griego — y que se inclinen sólo ante los ídolos griegos, es decir ante ídolos. Muchos de los judíos obedecían al rey, pero otros estaban listos a morir, antes que renunciar a la verdadera fe.

A un anciano, Eleazar, los gobernadores reales le obligaron a comer un alimento prohibido por la ley de Moisés — carne de cerdo. Cuando él se negó, trataron de convencerlo para que él, aunque sea, se mostrara ante el pueblo, como que comía lo prohibido por la ley. Pero Eleazar también a esto se negó: "Con mis años es indigno ser falso; si los jóvenes llegaran a saber que el anciano de 90 años Eleazar se inclinó al paganismo, entonces hasta ellos pueden tentarse y alejarse de la fe." Entonces lo llevaron hasta el torturador y Eleazar murió valientemente por la verdadera fe.

Una vez, al rey mismo le trajeron una mujer Solomonía junto con sus siete hijos. El rey les obligó a comer carne de cerdo, pero ellos valientemente le contestaron: "Nosotros estamos listos a morir, antes que violar la ley de nuestros padres." Entonces el rey los entregó a crueles martirios. Les cortaron la lengua, los dedos tanto de sus manos como de sus piernas, les arrancaron la piel de su cabeza, y los quemaron vivos sobre sartenes candentes. Así fueron martirizados seis hermanos. Al menor el rey con lisonjas convenció a no oponerse. Él le prometió premiarlo bien y, al final, se dirigió a su madre para que ella aconsejara a su hijo que cumpliera con el pedido del rey. Pero ella se acercó a su hijo y le dijo: "¡Hijo mío! No temas a este torturador, ni a recibir la muerte tal como la recibieron tus hermanos, así yo podré recibir a todos ustedes juntos en la futura vida eterna." Entonces el rey mandó matar al hermano menor, entregándolo a martirios aun mayores. Luego fue martirizada también la madre. Esta familia de mártires son conocidos por el nombre de mártires maccabeos.

En defensa de la verdadera fe y de su patria se levantó el sacerdote Mattatías con sus cinco hijos. Pronto se unieron a ellos muchos defensores de la ley de Dios. De los hijos de Mattatías, Judas — llamado así en memoria de los mártires maccabeos — se diferenció por su especial valentía. Judas Maccabeo, con un ejército no muy grande, venció muchas veces a los sirios. Pero una vez lo rodeó un numeroso ejército sirio (22 mil), y él tenía sólo 800 hombres. Judas murió heróicamente. Él se negó a huir de los enemigos y con eso oscurecer su reputación.

Su hermano Simón destruyó definitivamente los ejércitos sirios, limpiando de ellos la ciudad de Jerusalem y el templo, y liberó a su pueblo del dominio de los emperadores griegos. En agradecimiento por esto, los judíos decidieron que en el futuro, hasta la misma venida del Salvador, el mayor de la descendencia de Simón debía ser para ellos sumo sacerdote y gobernador del pueblo.

 

Observación: Ver la Biblia, Libro de los Maccabeos.

 

 

 

 

Folleto Misionero # SZ01

Copyright © 2002 Holy Trinity Orthodox Mission

466 Foothill Blvd, Box 397, La Canada, Ca 91011

Editor: Obispo Alejandro (Mileant)

 

 

(ley_Dios_slobodskoy_1.doc, 06-25-2002).

 

 

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