Lo más

Importante

Obispo Alejandro (Mileant)

Traducido por Elena Ancibor / Alexey Popov

 

 


Contenido:

Trágica dualidad de nuestro mundo.

De donde proviene el mal.

Salvación sólo en Cristo.

Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

Necesidad imprescindible de la Iglesia.

La Iglesia Verdadera es una e indivisible.

Conclusión.


 

Trágica dualidad

de nuestro mundo

Desde nuestra más temprana infancia, nos encontramos con el desagradable hecho que el mundo en que vivimos es dual y contradictorio.

¡Por un lado es majestuoso y hermoso! La naturaleza nos encanta con su belleza, grandiosidad y ternura. La vida nos atrae con sus enigmas y sus posibilidades aparentemente infinitas. Sentimos en nosotros mismos, a veces, enormes fuerzas y capacidades. Nos parece que todo esta hecho para nuestra felicidad, gozo y desarrollo de potencialidades.

Pero, paralelamente, nos encontramos con el hecho que mucho de lo hermoso y encantador termina en destrucción y muerte. En la naturaleza aparecen - tormentas, terremotos, sequías y epidemias por las cuales los animales y las plantas sufren y perecen. En la sociedad observamos - disidencias, saqueos, violencias, engaños y guerras; en las familias - enemistad y riña. Hasta en nosotros mismos, a menudo, sentimos disconformidad e inquietud: nos invaden aveces dudas, otras, disgustos inesperados y desencantos o enfermedades que no nos permiten realizar las actividades previstas ... En una palabra, parece que en el mundo no hay nada permanente ni resistente: La gloria es pasajera, la riqueza desaparece, a los breves momentos de felicidad suceden largos periodos de vacío y falta de metas definidas: Las cosas cansan, los amigos engañan, las personas amadas traicionan, los sueños no se cumplen, los momentos de alegría se transforman en estados de vacío y desagrado, la juventud es reemplazada por la vejez, a todos y en todas las edades, los aguarda la muerte, que pulveriza nuestras esperanzas y planes humanos.

¿En que consiste la causa de esta dualidad y contradicciones del mundo? ¿Porque parece que él nos da con una mano para luego quitar con la otra, construye para destruir? No puede ser que él nos alegre por ratos solo para poder amargarnos después más cruelmente; nos atraiga hacia sí para golpearnos luego con más fuerza, nos alegra con la vida, para luego, sin piedad, amargarnos con la muerte. Si el mundo, por su naturaleza es dual, como las cargas positivas y negativas de las partículas atómicas, ¿porqué entonces nosotros, perteneciendo a él orgánicamente, no podemos aceptar su dualidad y ansiamos plena armonía y racionalidad? ¿De donde viene esta penosa sed de vida y felicidad, cuando la muerte y la aniquilación son tan naturales como la vida y el desarrollo? ¡Y más aun: Cómo no te inculques que igualmente habrá que morir, que la muerte es el fin natural de cualquier ser viviente, nuestro subconsciente tercamente rechaza este pensamiento y exige la prolongación de nuestra vida - aun cuando este unida de esfuerzos y sufrimientos extremos!

Así, pues, parece que la principal contradicción se encuentra en nosotros mismos, o sea, que una parte de nuestra naturaleza piensa y siente no según las leyes del mundo físico sino según otras leyes espirituales. Por eso el hombre nunca podrá reconciliarse con el hecho de la destrucción y la muerte. Para él serán siempre algo antinatural e inaceptable! Cada uno de nosotros, subconscientemente desearía vivir en un mundo libre de contradicciones, donde reina la armonía y la justicia, donde la vida no se oscurece por las penas, donde la vida no tiene fin.

Sería posible, como lo presuponían algunos filósofos (el "Mundo de las ideas" de Platón), que nuestra alma viviera anteriormente en algún mundo mejor, lleno de armonía y al ingresar en contra de su voluntad, en este mundo imperfecto, subconscientemente añora el mundo idea? Esta posibilidad es tentadora y puede explicar parcialmente la insatisfacción general de la humanidad, pero no sería esto sólo un sueño?

La fe en la existencia de Dios, en Su infinita bondad y omnipotencia, nos dice que Él nos creó para la felicidad. Fue Él quien nos introdujo una sed insaciable para perfeccionarse y alcanzar la felicidad. Por eso debe existir otro mundo mejor y más perfecto al nuestro. ¿Pero donde está y cómo llegar a él?

Una respuesta clara y concisa a esta pregunta tan importante y que inquieta a la humanidad desde siempre, la da al Cristianismo. El cual afirma, sin contradicciones que efectivamente existe otro mundo mejor llamado paraíso o Reino de los Cielos, en el cual habitan los ángeles y las almas de los justos. En aquel mundo no existen nuestras contradicciones ni injusticias, está libre de crímenes, violencias, enfermedades y de la muerte. En él reina la vida sin fin y armonía plena. Allí todos los seres pensantes iluminados por la luz vivificadora del Creador, sin cesar observan Su belleza y se alegran de Sus infinitas bondades.

Nuestro mundo físico también fue creado por Dios, para el bien, la vida y la felicidad, pero el pecado lo pervirtió y lo deformo.

 

De donde

proviene el mal

Las Sagradas Escrituras explican que la tragedia del género humano comenzó en el mundo angélico -posiblemente antes de la aparición del cosmos físico. Uno de los ángeles superiores, creados por Dios, llamado Lucifer presumió que entre los ángeles él es el más inteligente, poderoso y hermoso y que no necesita mas del Creador y no tiene la obligación de servirle. Lucifer se propuso ser como un dios y objeto de veneración para otros ángeles. Por eso él hizo una rebelión en el Cielo y arrastró con él cierta parte del mundo angélico. Así Lucifer llamado más tarde satanás o diablo (que significa "el calumniador") inició los pecados más temibles - el orgullo y complacencia propia, de los cuales provienen todos los demás pecados y vicios. Lucifer tenía planeado crear un reino, separado de Dios, constituido por los espíritus "libres" e "independientes." Pero este reino, llamado infierno o abismo, construido sobre los principios del pecado, evidentemente no resultó. En vez del paraíso prometido, fue el lugar de tinieblas impenetrables y horror ininterrumpido. Este reino se hizo tan temible que los mismos ángeles caídos (los demonios y espíritus malignos) le temen y desean salir de el como de una prisión (Luc. 8:31).

Habiendo provocado la tragedia en el mundo de los espíritus puros y habiendo creado su reino, el diablo no quedo satisfecho. Odiando a Dios y a todo creado por Él, resolvió hacer el mal a la perla de la creación Divina - el primer hombre creado. Con este fin, tomando la forma de una serpiente, sedujo a Adán y Eva para que ellos quebraran el mandamiento Divino y comieran el fruto prohibido (Gen. cap. 3). Siendo un seductor astuto, él le infundio a los hombres que si ellos prueban el fruto del conocimiento del bien y del mal, serán sabios de todo y poderosos como Dios. Así él los sedujo con lo mismo que antes lo sedujo a él: y sobretodo con la posibilidad, que fácilmente y como mediante un "salto audaz" - sin esfuerzo, obviando al Creador y hasta en contra de Él; llegar a ser semejantes a Dios! De esta manera, a los hombres los llevo a la perdición los mismos pecados que antes lo llevaron a la perdición a Lucifer: el orgullo y el amor propio.

Así, la tragedia del pecado del mundo angélico descendió a nuestro mundo físico y como resultado de ello, nuestra vida terrestre se llenó de contradicciones, penas y destrucción. Como consecuencia de la caída en el pecado, los primeros hombres creados se apartaron de la relación con Dios, se hicieron mortales y se privaron de la vida en el paraíso. Pero lo peor de todo es que, el contagio del pecado como un torrente de una fuente contamida pasó a sus descendientes, de manera que todos los humanos comenzaron a nacer con su naturaleza vulnerada. Estando predispuesto a pecar, los descendientes de Adán y Eva siguieron el camino de menor resistencia y comenzaron a hacer todo tipo de mal - ofender, engañar y hasta destruirse mutuamente. A partir de esta vida pecaminosa, la conciencia humana comenzó a ensombrecerse cada vez mas hasta tal manera que con el tiempo perdieron la verdadera noción sobre su Creador y comenzaron a servir y adorar lo hecho por sus manos - distintos ídolos tanto en sentido directo o indirecto, o sea, afán de lucro, bienes terrenales, lujos, gloria mundana y todo tipo de placeres carnales.

A medida que la humanidad se hundía cada vez más en lo ilegal, el jefe del mal, el diablo, comenzó más fuerte y más cruelmente a reinar sobre la misma. Así con el tiempo, nuestro hermoso mundo, creado por Dios, con sus más altos representantes, los hombres, creados a semejanza de Dios, se hundió en un estado del mal donde reina la enemistad, la calumnia, la ilegalidad, el sufrimiento y la muerte. Peor aún, la infeliz humanidad resulto completamente impotente de quitarse las cadenas del pecado y volver a Dios. La serpiente infernal, manipulando hábilmente las debilidades y pasiones humanas, quiso igualar este hermoso mundo creado por Dios, al infierno.

Ante esta situación desesperada de las cosas, sólo podía salvar a los hombres su Creador, nuestro Padre Celestial que nos ama. Cuando los hombres se convencieron plenamente de su impotencia y maduraron espiritualmente para recibir al Salvador, Dios envió al mundo a Su Hijo, quién no dejando de formar una unidad con su Padre, por la acción del Espíritu Santo, se encarnó en la más pura y hermosa de las hijas de la humanidad, María Siempre Virgen y se hizo Hombre en todo semejante a nosotros, salvo el pecado.

El objetivo de Su venida es liberarnos de la tiranía de satanás y de la esclavitud al pecado, ponernos al camino de renovación espiritual que nos lleva hacia Dios y a una vida eterna bienaventurada.

 

La Salvación

solo en Cristo

"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Juan 14:6).

Cristo - el camino

En el momento de la historia de la humanidad determinado por Dios y anunciado por los profetas, hace casi 2000 años en el antiguo pueblo de Israel, nació el Salvador del mundo Jesucristo - el Mesías, profetizado por los antiguos profetas.

En su encarnación se produjo un gran misterio incomprensible, cuando en la única Persona del Hijo de Dios se unieron eternamente las dos naturalezas - la Divina, que es eterna, y la aceptada por Él, la humana, de manera que Él se hizo en todo semejante a nosotros.

Viviendo entre los hombres, Jesucristo con Su palabra y ejemplo personal, les enseñó la verdadera fe y la vida justa. No por mucho tiempo - solo por tres años y medio - prosiguió Su servicio a la sociedad. Pero fue un servicio increíblemente completo. Cada palabra, cada obra de Cristo reflejaba Su infinita sabiduría, amor y perfección moral absoluta. Él resplandeció como una luz potente, llegada del un mundo ideal de las alturas, que enseña y siempre enseñará a todo hombre que busca el bien.

Aunque la enseñanza de Jesucristo contenía en si todo lo que los hombres debían saber para vivir justamente sin embargo ellos se hicieron moralmente demasiado débiles para poder renovarse espiritualmente solamente mediante su propio esfuerzo. El pecado se enraizó demasiado profundamente dentro de la naturaleza humana, el mal se potenció inmensamente en todas las esferas de la vida humana, que hizo imposible que los hombres pudieran, solamente mediante su esfuerzo, quitarse este peso de encima.

Entonces, en su inimaginable misericordia hacia nosotros los pecadores, por su inmenso amor, Él, justo, tomó sobre Sí mismo los pecados de todos los hombres, los pecados de cada uno de nosotros, y realizó el sacrificio redentor en la cruz. Con su purísima sangre, Él lavó nuestra falta ante Dios y con su muerte, venció a nuestra muerte. Bajando luego al infierno como Dios omnipotente, Él liberó y sacó de allí a las almas de todos los que deseaban volver a Dios y vivir en forma justa. Él le quitó a satanás su poder sobre los hombres y marcó el día de su definitiva condena en la gehena ardiente.

¿Por qué era necesario justamente un sacrificio tan horroroso como la muerte dolorosa y denigrante en la cruz del Dios-Hombre Cristo? ¿No poseía Dios otros caminos para la salvación de los hombres? - es un misterio incomprensible. Sabemos sólo que los sufrimientos redentores de Cristo, junto a Su gloriosa Resurrección entre los muertos contienen en sí una enorme fuerza regeneradora. Justamente gracias a Su fuerza, que todo lo vence, cada pecador, a pesar de estar hundido en el pantano de las pasiones, puede renovarse completamente en el espíritu y transformarse en una persona justa y hasta en un gran santo.

Después de Su resurrección, a los 40 días Jesucristo ascendió y ahora como Dios-Hombre se encuentra allí siendo cabeza de la Iglesia junto con su Padre y el Espíritu Santo, y dirige los destinos del mundo. Enviando al Espíritu Santo sobre sus apóstoles y alumnos quincuagésimo día después de su resurrección, Jesucristo fundó entre los hombres la Iglesia, a la cual comunicó todo lo necesario para la salvación de los creyentes.

Si se piensa que el mismo Hijo de Dios hizo tantas cosas extraordinarias, como bajar a la tierra, tomar la naturaleza humana, sufrir y morir en la cruz en forma más denigrante y dolorosa, se hace claro que no puede haber otros caminos para la salvación fuera del que nos ha indicado Jesucristo.

Si el Mismo Hijo de Dios tuvo que realizar esas cosas extremas, como bajar a la tierra, percibir la naturaleza humana, sufrir y morir en la cruz con la muerte más dolorosa y denigrante, resulto claro que pueden existir otros caminos a la salvación salvo el ofrecido por Jesucristo!

Ahora gracias a todo lo que hizo nuestro Señor Jesucristo, cada hombre tiene la posibilidad de liberarse de los pecados, desechar el peso de las pasiones, renovarse espiritualmente y con la ayuda de Su gracia, comenzar a vivir justamente. Ahora, cada uno que lo desea, puede alcanzar la a vida eterna en el Reino de los Cielos y el diablo no puede impedirlo, si nosotros, por nuestra propia ligereza y descuido no nos separamos de Cristo.

De esta manera, gracias al Señor Jesucristo, Hijo de Dios encarnado, la inmortalidad y el gozo del paraíso, no son ya un sueño de los poetas y de los filósofos, sino una realidad alcanzable para todos! Cada uno, si lo desea, puede alcanzar el Reino de los Cielos, yendo por el camino indicado por el Salvador y tratando según sus fuerzas, de imitar a Él. Él es el ideal de la perfección moral, el más elevado criterio de la verdad, la inequívoca autoridad espiritual y una inagotable fuente de entusiasmo y fuerza.

En verdad, - Él es nuestro Camino, Verdad y Vida! Todos los otros "grandes maestros" de la humanidad (Confusio, Zaratustra, Buda, Krishna, Mahoma y asimismo los fundadores de los cultos totalitarios contemporáneos), si se los compara con Cristo o si mediante ellos se tratase de "corregir" o "mejorar" lo que Él dijo e hizo, resulta ser nada más que lamentables parodias.

Cristo - la Verdad

Dios Padre predetermino salvar a los hombres a través de Su Hijo Unigénito, nuestro Señor Jesucristo. Todo lo que hizo y enseñó Jesucristo se encuentra en la parte del Nuevo Testamento de la Biblia en los así llamados Evangelios, que son cuatro en total. La parte del Antiguo Testamento del la Biblia contiene las escrituras de los Profetas que vivieron antes de Jesucristo y tuvo como fin preparar a la humanidad para recibir a Cristo como Mesías o sea, al Redentor, ungido por Dios. Los libros del Nuevo Testamento escritos por los discípulos de Cristo, los apóstoles, expresan más ampliamente y detalladamente las enseñanzas de Jesucristo.

El primer libro de la Biblia, Génesis, enseña que todo lo visible e invisible fue creado por Dios de la nada. Primero Dios creó el mundo invisible angélico (Cielo), luego nuestro mundo visible o material ("tierra"). Como coronación del mundo material Dios creó al hombre, adornándolo con Su imagen y semejanza (Gen. 1:26-27). Al mundo físico, Dios no lo creó todo a la vez, sino a lo largo de períodos llamados en la Biblia "días." Dios creó al mundo no por ser imprescindible o tener necesidad en el, sino por Su bondadoso deseo de que otros seres creados por El puedan disfrutar de la vida.

Siendo infinitamente bondadoso, Dios lo creó todo bueno, hermoso y puro. Los hombres, igual que los ángeles estaban predestinados a la vida eterna y eterna felicidad en bendita unión a su Creador. Para que puedan crecer y perfeccionarse moralmente, el Creador los honró con el don más preciado de la libre voluntad. Con este don Él les otorgó un gran honor a los seres inteligentes, en comparación con la naturaleza irracional, pero al mismo tiempo este mismo don constituyó una prueba. Siendo una fuente inagotable de amor (Juan 4:8-14) quiso Dios que nosotros lo amemos como hijos cariñosos a su abnegado padre. Él quiso, que nosotros por deseo propio nos acerquemos a Él y en la medida de nuestras fuerzas lo imitemos, perfeccionándonos cada vez más.

Para que nosotros podamos comprenderle más plenamente, Dios nos reveló que Él no es una simple unidad (mónada), sino una Triada o Trinidad o sea que en Él, con una única naturaleza o esencia Divina, hay tres Personas libres e inteligentes: Padre, Hijo y Espíritu Santo, Quienes permanecen en perfecto acuerdo y amor de Uno al Otro. En la Divinidad, el Padre es la fuente de la Naturaleza Divina, común a todos (esta es Su propiedad hipostática.)

El Hijo preeternamente "nació" del Padre, El Espíritu Santo, preeternamente "procede" del Padre (estas son Sus propiedades hipostáticas). Los términos "nació" y "procede" no llevan ninguna connotación temporal. Dios siempre existió como Trinidad - Padre, Hijo y Espíritu Santo. Siendo Tri-Personal, pero único en su ser, Dios quería que la humanidad creada por Él, en cierto modo, reflejase Su triada. En otras palabras, que los hombres vivan no cómo personas, aisladas, solitarios "yo," sino como "nosotros," - es decir como una sociedad integra y consolidada unida por el amor, donde cada miembro percibiera las alegrías y penas de su prójimo, como suyas propias. Este era el ideal marcado por el Creador. Pero esta total unidad no debía a su vez inhibir la personalidad de los seres racionales. Así como Cada Persona del Creador posee Sus cualidades personales e incomprensibles para nosotros, en la sociedad humana, cada hombre debía conservar sus cualidades individuales e irrepetibles, sus "talentos" únicos. Justamente hacia este tipo de existencia, - hacia la unidad dentro de la pluralidad - fué llamado el hombre, en primer término en sus relaciones familiares, luego dentro de la sociedad y por último, dentro de la humanidad entera.

Pero, como ya dijimos, el pecado dañó profundamente la naturaleza humana y como resultado, la humanidad, no sólo se alejó de su Creador, sino se fragmentó en una multitud de individuos, que compiten y pelean entre sí. Poniendo como objetivo, devolver a los hombres al camino de la unión con su Creador y el acercamiento entre sí, Jesucristo comenzó su prédica con una buena y gozosa nueva (en griego - "Evangelio") sobre el "acercamiento" a ellos del "Reino de Dios." Dios está dispuesto a perdonar a cada hombre y a recibirlo como hijo, con la condición que éste crea en el Redentor enviado por Él, acepte su divina enseñanza y comience a vivir en forma justa. Todo lo que decía y hacía Jesucristo, tenía como objetivo enseñar e infundir animo a los hombres a comenzar a vivir para Dios, para el bien y para su renacimiento interior. El Reino de Dios, que predicaba Jesucristo debía comenzar dentro de los creyentes - en sus corazones, renovados por el amor.

Después de su gloriosa resurrección de entre los muertos y poco antes de Su ascensión al Cielo, Jesucristo reveló a los hombres que antes del fin del mundo Él vendrá de nuevo a la tierra. Esta segunda venida de Cristo no será como la primera. En aquel entonces vino como misericordioso y tierno Redentor en forma de un hombre común. Él vivió en la pobreza, y dócilmente soportó todo tipo de denigración de los pecadores. Antes del fin del mundo Él vendrá en Su gloria Celestial, rodeado por una multitud ángeles y santos, como un temible y justo Juez, para conceder a cada uno según sus obras. Inmediatamente antes de la Segunda venida de Cristo y por Su omnipotente palabra, se producirá el milagro universal de la resurrección de los muertos. Entonces los cuerpos de todos los hombres, que hayan vivido en la tierra, en un abrir y cerrar de ojos, se levantarán del polvo y se unirán con sus almas. Entonces cada humano será restablecido en su doble naturaleza constituyente, donde la unión del cuerpo con el alma constituyen una única naturaleza humana.

Recordemos que el hombre fue creado para la vida eterna. La muerte, como total aniquilación, transformación en la no-existencia - ¡no existe! Lo que nosotros denominamos la muerte es sólo una separación temporal del cuerpo y alma. Privado de su principio vital - el alma - el cuerpo se descompone en sus elementos constitutivos. El alma, en cambio, la personalidad del hombre, en claridad de mente y plena conciencia pasa a ciertas esferas de la existencia no conocidas para nosotros, donde permanece hasta el día del Juicio Final de Cristo. En su segunda venida, Cristo restablecerá a los hombres en su doble naturaleza constituyente.

Con la segunda venida de Cristo se terminará la historia terrenal del género humano. La tierra y todo lo que existe en ella - la materia y todo el cosmos serán entregados al fuego. Pero este terrible fuego no será la destrucción del mundo material sino su transfiguración como una refundición que purificará de todo mal. Entonces el mundo físico se transfigurará "en un nuevo cielo y una nueva tierra donde habitará la verdad "(2 Ped. 3:13, Apoc. 21:1-2).

El juicio de Cristo no será sólo sobre los hombres, sino también sobre el diablo y los demonios. En este juicio será decidida la suerte eterna de cada ser racional, y todos aquellos que no quisieron responder a Dios con amor, al amor, quién practicó el mal y difundió la mentira, será condenado a la gehena ardiente. Esta será la "segunda muerte," que no consistirá en una destrucción sino en un pleno alejamiento de Dios y en interminables sufrimientos estériles.

Sobre la "nueva tierra" bajo el "nuevo cielo" en el "nuevo Jerusalén" comenzará esa nueva, gozosa e interminable vida, que Dios, desde la eternidad, predeterminó para los que lo amen. Allí se concretará la verdadera salvación, que ansia cada humano aunque no siempre conscientemente. Entonces, por fin, se concretará aquello, para lo cual Dios por Su infinito amor, nos creó!

Cristo - la Vida

Así, el objetivo de nuestra vida temporal es heredar la vida eterna en el Reino de los Cielos. Para alcanzarla, nuestro Creador que nos ama no espera de nosotros nada mas que le contestemos con el mismo sincero, puro y desinteresado amor,como Él ama a nosotros.

Este amor a vida del hombre resulta ser cada vez más y perfectamente asemejarse a Dios y acercarnos a es una fuente, que fluye de esta vida temporal a la hermosa vida eterna. El sentido de Él. El contenido de nuestra vida debe ser una afirmación continua en nosotros, de todo aquello que posibilita el acercamiento con Dios y rechazo de todo lo que nos aleja de Él.

¿Pero como encender en el alma el fuego de semejante amor y esas aspiraciones? Y después de encenderlo, cómo conservarlo y no dejar que se apague, y hasta transformarlo en una llama salvadora que quemen en nuestro corazón todo lo malo. Hasta con el deseo mas sincero, el hombre, con sólo sus fuerzas, no puede lograrlo, ya que son demasiado fuertes los vientos y las olas de las pasiones, provenientes de los principios humanos contrarios: el mundo sumergido en el mal, nuestra carne pecadora y el diablo - jefe de todo mal.

Por todo esto, para salvarse, hay que unirse fuertemente a Cristo, ser uno con Él. Entonces Su fuerza Divina, Su amor, llenarán nuestras almas y nos protegerán, iluminarán, darán fuerzas y nos guiarán por el camino aunque estrecho, pero seguro hacia la vida eterna. Cristo dice sobre la necesidad de permanecer unidos a Él. "Yo soy la vid y vosotros los sarmientos; no puede un sarmiento dar fruto sino se encuentra unido a la vid" (Juan 15:5). Con otras palabras, un autentica vida espiritual que da frutos, es imposible, si el hombre no se une de la forma más estrecha a la Fuente de la fuerza espiritual - Cristo.

¿Pero cómo? ¡Solo en la Iglesia de Cristo! Si la Iglesia, según las palabras del Apóstol Pablo, es el Cuerpo de Cristo, cuya cabeza es Él Mismo; nosotros los creyentes somos miembros o partes de este misterioso Cuerpo (Rom 12:4-5; Cor 10:17; 12:12-13; Ef 1:22-23; 4:15-16; 5:23-30).

 

Necesidad imprescindible de la Iglesia

Esta gran sabiduria que sobrepasa nuestro entendimiento, el sacramento de la Iglesia, Reino de Dios, el Señor Jesucristo lo organizó de la siguiente manera. Al comienzo, al bautizarse de Juan en el Jordán, con el descenso del Espíritu Santo y la voz del Padre Celestial, Él santificó las aguas. El agua del Bautismo se tornó conductora de la gracia Divina, regeneradora del hombre. Cristo enseñó que el hombre nace espiritualmente y se hace miembro de la Iglesia sólo, "habiendo nacido del agua y del Espíritu" en el sacramento de Bautismo (Juan 3:5).

Pero así como un recién nacido necesita alimentación para su crecimiento, así el renacido en el sacramento del Bautismo, necesita el Alimento espiritual que el Señor nos lo da en el sacramento de la Comunión. Sobre este tema el Señor decía así: "Yo soy el Pan de la vida... el Pan que les daré es Mi Cuerpo, que yo entrego por la vida del mundo...Si no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros... El que come Mi cuerpo y bebe mi sangre, permanece en Mi y Yo en él... Como me envió Mi Padre viviente y Yo vivo por medio del Padre, asimismo él que me come, él también vivirá, por medio de Mí" (Juan 6:48-57).

En la víspera de Sus sufrimientos en la Cruz, Cristo en Persona, por primera vez durante la Última Cena, transformó el pan en Su verdadera Carne y el vino en Su verdadera Sangre e hizo comulgar con Ellos a Sus discípulos, indicando así, como debe realizarse el sacramento de la Comunión.

Desde entonces el sacramento de la Comunión se realiza siempre en el servicio religioso denominado Liturgia. En él las personas creyentes comulgan con el Cuerpo y Sangre de Jesucristo, se unen a Él no en el sentido místico-abstracto, sino en forma completamente real! Es decir toda la naturaleza espiritual y corporal del hombre comulga con la vida espiritual y corporal de Dios-hombre Jesucristo. El amor abre el camino para el acercamiento espiritual, pero precisamente gracias a la Comunión, los hombres, al unirse a Cristo se unen entre sí y en Él forman un único íntegro organismo viviente, denominado Iglesia. Por eso el apóstol Pablo la llamó el Cuerpo de Cristo (Colos. 1:24).

Como la encarnación del Hijo de Dios se produjo por el descenso del Espíritu Santo sobre la Virgen María, así la Iglesia se fundó en el día del descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles, que Jesucristo envió de su Padre en el quincuagésimo día después de Su Resurrección. Desde ese día el Espíritu Santo permanece constantemente en la Iglesia, vivificándola, iluminándola y haciéndola crecer como un único organismo viviente del Cuerpo de Cristo, compuesto por numerosos "miembros" de cristianos creyentes.

Es muy importante no olvidar, más particularmente en nuestro tiempo el continuo incremento de la fragmentación del cristianismo en numerosas iglesias y "jurisdicciones," que el hombre esta llamado a salvarse no sólo por una aceptación especulativa de la verdad cristiana, y ni por sus propias buenas intenciones, sino por su pertenencia orgánica a lo entero viviente de la Iglesia. Sólo en ella, en este misterioso Cuerpo de Cristo, el creyente encuentra una correcta guía espiritual y fuerzas necesarias para una verdadera vida cristiana.

 

La Verdadera Iglesia

es una e indivisible

Habiendo nacido en los días de los apóstoles, la Iglesia de Cristo, en su camino histórico absorbe dentro si a hombres de muchos pueblos, creciendo paulatinamente de fuerza en fuerza, "a la medida de la edad de la plenitud de Cristo" (Efes. 4:13).

Como de una semilla pequeña crece un poderoso árbol y como de un niño resulta un hombre adulto y maduro, así también la Iglesia de Cristo, que constaba en su principio con doce pescadores, actualmente llegó a su pleno desarrollo transformándose en un hermoso, frondoso y profusamente ramificado árbol (Mat. 13:32), con enseñanzas bien desarrolladas, liturgia, simbólica, cánones y reglas que abarcan a todas las facetas de su vida y de la vida de cada uno de los creyentes por separado. Los cánones de la Iglesia, son leyes imprescindibles de su actividad vital, semejantes a las leyes, que posee el viviente organismo del cuerpo humano.

Como Cristo no puede tener varios "cuerpos," asimismo la Iglesia de Cristo puede sólo ser única y una. Pero en la actualidad contemporánea nos encontramos con el hecho de la existencia de numerosas asociaciones cristianas que pretenden el nombre de "iglesia." Los católicos y protestantes de distintas orientaciones, y bautistas, y adventistas, y pentecostales y hasta los seguidores de cultos más aberrantes - todos insisten en la veracidad de sus enseñanzas.

Una de las causas de la fragmentación del cristianismo como de cualquier otra idea original, se puede ver en la segunda ley de la termodinámica, según la cual, cada sistema físico tiende a aumentar su entropía - o sea tiende hacia el máximo desorden. Pero como Cristo fundó la Iglesia justamente para la salvación de los hombres, sin duda alguna que en la fragmentación del cristianismo el papel mas activo y rector siempre lo jugo el diablo - este eterno enemigo de Dios y de los hombres.

Al llamar al diablo "mentiroso y padre de la mentira" (Juan 8:44), Cristo indicó el método principal que este usa, - o sea la mentira! Realmente, para separar a un número mayor de hombres de la Iglesia, el diablo en primer término trata de inspirarle a los hombres ideas religiosas falsas es decir - herejías. El hombre seducido por alguna idea nueva, la toma como una revelación divida y a sí mismo - como un enviado de Dios y comienza a difundir su enseñanza nefasta con gran dedicación y sacrificio. Lo hace para "mejorar," "purificar," o "completar" las enseñanzas del cristianismo. Y cuando la Iglesia rechaza esta enseñanza herética, entonces los autodenominados profetas, se separan de ella, apartan cierto número de creyentes y crean sus iglesias, que anuncian como verdaderas, mientras a la Iglesia de Cristo, tildan como la que - se aparto del rumbo y no entendió la enseñanza de Cristo.

Así desde los tiempos apostólicos y hasta nuestros días, aparecían y continúan surgiendo las más variadas herejías. Al principio apareció el arrianismo, el monofisismo, la iconoclásia, luego de la verdadera Iglesia se separó el catolicismo romano, del cual luego se separaron el protestantismo y reforma, y de estos últimos, como cuerno de la abundancia fluyeron las innumerables sectas contemporáneas. Y además, estas últimas, en realidad, repiten las antiguas herejías condenadas por los Concilios, sólo dándoles una nueva fraseología.

A los hombres, firmemente fieles a la enseñanza verdadera, el diablo trata de arrancar de la Iglesia por medio de cismas eclesiásticos y discordias parroquiales. Nuevamente inspira con astucia a los hombres causas "aparentemente buenas," para corregir carencias o mejorar las condiciones planteadas. El mal reside no tanto en tales o cuales costumbres o manifestaciones externas, que no siempre pueden ser del todo adecuadas, y por lo tanto siempre mejorables, sino mas por que los hombres comienzan a pelearse uno con el otro y como resultado se fragmentan en grupos hostiles.

¿Pero como puede un creyente común evaluar correctamente toda esta multitud de iglesias, denominaciones y cultos?

Para encontrar la respuesta a esta pregunta, hay que entender que la Iglesia verdadera, debe proceder desde los tiempos apostólicos, conservar las enseñanzas apostólicas, las tradicionales y un hilo no interrumpido de sucesión apostólica que pasa de obispo a obispo. La Iglesia, como todo organismo viviente, se desarrolla y crece pero al mismo tiempo ella debe conservar la unicidad e identidad de su naturaleza Divino-humana.

En el Credo decimos: "Creo en la Iglesia única, santa, católica y apostólica." Esta creencia presupone la unidad de la Iglesia, como la unidad de todo organismo vivo, donde todo está unido en forma muy estrecha o sea: la unicidad de enseñanza de la fe, la vida litúrgica y el orden canónico. Todo esto asegura la relación de los creyentes en lo importante - el sacramento de la Comunión y las oraciones. En este tipo de relación se encontraban las antiguas Iglesias Ortodoxas, que representaban, en realidad, una sola Iglesia en distintas personas, como reflejando la Trinidad de la naturaleza Divina.

Algunos, promueven la teoría, que otrora la única Iglesia de Cristo se "dividió" en partes de ortodoxos, católicos, protestantes, etc. y que cada una de esta parte o "iglesia cristiana" guarda en sí partes de la verdad y representa con eso como "fragmentos" de otrora única Iglesia Apostólica. Por eso todas ellas deben ahora unirse, primero en un "diálogo de amor," luego en la oración y por ultimo en la Eucaristía. Ante esto cada "iglesia"conservará su enseñanza o sea en realidad la herejía. Ante esta manera de plantear el problema de la unidad, se ignora el hecho que la verdadera Iglesia, fundada por los apóstoles, existe en nuestros días y según la promesa de Cristo, existirá hasta el fin del mundo (Mat. 16:18). Si es así, lo correcto sería para los que se apartaron, volver a ella.

¡La Iglesia no es una sociedad humana, sino el Cuerpo de Cristo! Si hablásemos sobre la colaboración entre los hombres solamente en lo terrenal, en un plano práctico, aquí por supuesto, los hombres tienen derecho a unirse según mutuo acuerdo. Pero si hablamos de la unión en la Iglesia, todo lo humano debe ser separado a un costado . Hay que volver completamente a Cristo, aceptar su enseñanza en la plenitud, sin correcciones ni modernismo, hay que reconstruir aquella estructura eclesiástica que habían fundado Sus apóstoles.

Como Cristo no puede tener varios "cuerpos" así no pueden existir varias iglesias verdaderas paralelas, ya que la Iglesia - Cuerpo de Cristo, es indivisible como todo organismo vivo. Por eso, nunca hubo, y en principio, no puede haber divisiones de la Iglesia. Hubo solamente y hay apartamientos heréticos y cismáticos de ella! Por eso las reglas (cánones) antiguas de la Iglesia firmemente prohiben cualquier tipo de relación de oración con los que se apartaron es decir con los herejes, hasta que ellos, a través del arrepentimiento, vuelvan a la Iglesia.

¡Sólo en la Ortodoxia, como en el real Cuerpo de Cristo, esta predestinada la salvación para cada hombre! Quién verdaderamente ama a Dios, sin duda desea estar unido a Él. ¡Este amor es la esencia del cristianismo! Aquellos, quienes sinceramente aman a Cristo, su amor los deberá conducir hacia la verdadera Iglesia!

Y cuando algunos "sabios" actuales afirman que hacia Dios llevan diversos caminos como hacia la cima de la montaña llevan diversos senderos, hay que recordar que Aquél Quién que se ofreció a Sí Mismo como los únicos Camino, Verdad y Vida, es el Hijo de Dios - Dios-hombre. Mientras todos quienes enseñan otra cosa y llevan a los humanos por otros caminos - "son ladrones y asaltantes" (Juan 10:8).

 

Conclusión

Así, la causa de nuestro desacuerdo interno, de todas las contradicciones y de todos los desastres en el mundo - es el pecado. Cristo reveló a los hombres el camino de salvación del pecado. Con esto nosotros estamos llamados a salvarnos no individualmente, como pequeños botes desparramados en el mar embravecido, sino en un gran "barco," la Iglesia, timoneada por Cristo.

Es Uno el Dios glorificado en la Trinidad, es una Su Verdad, es Uno el Señor Jesucristo, es una la Iglesia de Él, es una la Comunión y no hay otros "caminos" e "iglesias" además de la única verdadera Iglesia ortodoxa, que conserva y devuelve lo que recibió y continúa recibiendo de su Cabeza-Cristo, Espíritu Santo, viviente y actuante en ella.

No es muy numerosa en nuestros días. Pero a ella se refieren las palabras Divinas: "No temas rebaño pequeño porque vuestro Padre ha querido darles el Reino. Tengan ánimo: yo he vencido al mundo" (Lucas 12:32; Juan 16:33) y también: "...Por que aunque tienes poca fuerza, has guardado Mi palabra y no has negado Mi nombre. Mira, yo haré que de la sinagoga de Satanás, de aquellos que dicen sobre si mismos que ellos son Judíos y no los son, sino que mienten, - he aquí Yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que Yo te he amado. Por cuanto has guardado la palabra de Mi paciencia,Yo también te guardaré de la hora de la prueba, que ha de venir sobre el mundo entero para poner a prueba a todos los que moran sobre la tierra" (Apoc. 3:8-10).

Lo más importante en nuestra peregrinación en esta vida temporal es mantenerse firme a la Verdad, Camino y Vida de nuestro Señor Jesucristo que permanece en Su Iglesia.

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Panfleto Misionero # S80

Copyright (c) 2000 y Publicado por la Iglesia

Ortodoxa Rusa de la Santa Protección

2049 Argyle Ave. Los Angeles, California 90068

Editor: Obispo Alejandro (Mileant).

(mas_importante.doc, 08-25-2000).

 

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