La Selección de los

trabajos teológicos

del Beato Mitropolita Antonio (Khrapovitzki)

Traducción de ruso de E. Ancibor

 

Contenido:

El contenido moral del dogma sobre el Espíritu Santo

La idea moral del dogma de la Iglesia

La Iglesia, como Guardiana de la Revelación Divina

El significado salvador de la Palabra de Dios

La vida después de la tumba y eternidad de tormentos

La parábola sobre el administrador injusto

El Lázaro pobre y el Lázaro de cuatro días

El beso de Judas

La coincidencia de los relatos Evangélicos sobre la Resurrección de Cristo

Sobre la imposibilidad de una vida moral sin religión

El Mitropolita Antonio

 

 

 

El contenido moral

del dogma sobre el Espíritu Santo

Los cristianos ilustrados saben que el Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad, la fuente de la iluminación bendita de profetas y apóstoles, y también de todo don bendito ofrecido a los cristianos en los Santos Sacramentos, particularmente en el Sacramento de oleounción y Sacerdocio. Sin embargo es preciso reconocer que las características de estos dones benditos son percibidas entre nosotros en forma bastante poco clara.

La enseñanza sobre la tercera Persona de la Santísima Trinidad fue revelada con máxima claridad en la Charla de despedida del Señor con sus discípulos. Ninguna prevención puede destruir aquella clara verdad que bajo el Consolador, el Señor entendía no una cierta fuerza Divina impersonal, sino justamente la Persona viviente, diferente de Él y de Dios Padre como justamente el "otro Consolador." La cualidad del Espíritu Santo como persona viviente se muestra también en el hecho, que la palabra espíritu en griego es de genero neutro, su pronombre es usado como genero masculino: (Ju. 16:14 u otr.). Entonces ¿que pensamiento incluye el nombre de Consolador con el cual por primera vez se abre el dogma en toda su claridad?

De primer golpe de vista puede parecer que el Espíritu Santo va a consolar a los apóstoles en su separación con Jesucristo. Pero semejante interpretación es refutada por las mismas palabras de Él: "Os es necesario que yo vaya; porque si yo no fuese, el Consolador no vendría á vosotros; mas si yo fuere, os le enviaré. Y cuando él viniere reargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio" (Ju. 16:7-10). La Consolación en una pérdida, evidentemente, no puede ser mas valiosa que el objeto perdido; por eso la explicación de este nombre hay que buscar en las palabras siguientes: el Espíritu Santo consolará a los seguidores del Señor en su lucha con el mundo y en el odio hacia ellos del mundo. Realmente, lo dicho luego por el Señor revela con toda claridad el significado del Consolador celestial. Mientras el mundo despreciará a los predicadores del Evangelio, los odiará y perseguirá (Ju. 15:17-21) y hasta considerará agradable a Dios su asesinato (Ju. 16:2); en este mismo tiempo el Consolador que mora en los apóstoles, sostendrá el valor en sus, hasta ahora pusilámines corazones, instruyéndolos en toda verdad, recordando y aclarando a ellos los pensamientos anteriores de su Maestro, hasta entonces incomprensibles para ellos – y revelándoles los destinos futuros del mundo y acusando a través de ellos a este orgulloso mundo en el pecado de falta de fe (Ju. 16:9-14). Así en el lugar de temor anterior ante la fuerza del mundo, y armas, a cambio de la congoja por la humillación de su Maestro, el Consolador introdujo en los corazones de los apóstoles aquel principió de satisfacción moral que les enseñará a triunfar ante las persecuciones.

Todo esto se cumplió pronto después de Pentecostés, cuando, ultrajados y denigrados por la prisión, apóstoles elevaron a Dios una extasiada oración: "Y como hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaron la palabra de Dios con confianza" (Hech. 4:31).

En tal entendimiento de la palabra Consolador – en el sentido del consolador de los confesores de la verdad de Cristo, en el sentido del dador de íntima satisfacción ante sufrimientos externos, nos convenceremos cuando vamos a encontrar, de donde tomó el Señor este nombre en la parte de conceptos religioso-morales conocidos a los judíos de aquellos tiempos. Luego seguiremos la acción del Espíritu Santo en la vida de los apóstoles y organización de la Iglesia de Cristo. Con esto dirijamos nuestra atención sobre la circunstancia que el don de una alegre paciencia es posible solo de parte de "otro Consolador" y no del mismo Jesucristo.

La humillación, en la cual permanece siempre en la tierra la obra de Cristo y Sus operadores, continuamente va a tentar a estos últimos con la triste duda en la cual permanecían Sus discípulos, que no querían creer todavía a la noticia de Su resurrección y que decían de Él: "Mas nosotros esperábamos que él era el que había de redimir á Israel" (Luc. 24:21). Es verdad que los discípulos no se atrevían llamar a Jesús un embustero, pero estaban listos de considerarlo un hombre autoseducido, tal como Lo ven los judíos actuales. Por eso justamente era necesario otro Testigo, que venía en pos de Cristo así como el Precursor iba delante de Él – que atestigüe sobre Jesús (Ju. 15:26) que Él subió hacia el Padre y que el príncipe de este mundo está condenado (Ju. 16:11). Con este Consolador se sentían mejor los apóstoles durante su prédica, que con el mismo Jesucristo. Ya que iluminados con Su enseñanza celestial y testimonio sobre Jesús, ellos se tornan mas cercanos a Él, que durante Su vida, cuando no podían entender Sus palabras. El Espíritu Santo ahora las recuerda y explica (Ju. 16:12-13), de manera que no temen a la cruz, sino hasta se glorian con él (Gal. 6:14). "Jesús, para santificar al pueblo por su propia sangre, padeció fuera de la puerta. Así en conclusión llama uno de los apóstoles – Salgamos pues á él fuera del real, llevando su vituperio" (Heb. 13:12-13) o sea, por Él salgamos de las leyes de convivencia protegidas, al estado de rechazados ignominiosos sin temor de esto, tal como lo vivió el Mismo Cristo.

¿Cómo acercar a nuestro entendimiento directo tal acción de "otro Consolador"? –Pensamos que muchos experimentaron algo semejante en sus sufrimientos por la verdad. Cuando por la obra perfectamente recta y santa se recibe la humillación y odio, a veces hasta de parte de la gente respetada y querida, entonces nuestra alma cae en un estado oscuro y sin luz. Dios Providente, que permite esto nos parece un castigador y no Protector; este estado suele ser cercano a la desesperación. Pero, he aquí, encontramos en la calidad de consolador a un hombre simple pero puro y seguro, lleno de alegre entusiasmo. Entonces, como si prendiera fuego en nuestro corazón y de repente las mismas circunstancias que nos deprimían con la congoja, nos comienzan a animar con heroico entusiasmo: ¡tal es la fuerza del consolador! En la historia de los sufrimientos de santos mártires, semejantes fenómenos ocurrían muy a menudo. Para su fuerza eran necesarios otros consoladores, cuando el mismo camino de la cruz de Cristo sufría una prueba de seducción en el alma cansada: era necesario un testigo externo y consolador, como aquel Ángel que fortificaba a Jesucristo en Getsemaní. Así son los consoladores – gente y Ángeles y mas fuerte el Consolador – Espíritu Santo para los mártires por Cristo. Evidentemente, no puede ser consoladora la actuante en los mártires la fe en Cristo, sino él que certifica en su actuación en las horas de congoja, particular, igual a Cristo, otro Consolador no menor que Cristo Mismo, Divino, no idéntico con el Padre probador y como si fuera probado por el Hijo. Es en esto que consiste el alto significado de los dones del Espíritu Santo. El que otorga a los confesores de la verdad de Cristo una sobrenatural alegría en las congojas y una victoria espiritual interna sobre la triunfante, en el exterior, falsedad del mundo. El corona a las hazañas de los santos como Dios y por eso se llama no de otra manera que Espíritu Santo.

Ahora verifiquemos el significado de esta verdad a través del Antiguo y Nuevo Testamento y la vida de la Santa Iglesia. El Señor llama al Espíritu Santo – Consolador en el sentido de la fuente de la satisfacción moral de los mártires. Tal concepto no era ajeno a los Sagrados libros del Antiguo Testamento, según los cuales se disponían los conceptos morales de Sus oyentes y de los cuales se tomaban todas las definiciones del Evangelio de Santo Juan como por ejemplo: palabra, vida, camino, verdad, gracia, luz y otras.

¿Es existente en el Antiguo Testamento el concepto consuelo, consolador, en el sentido de satisfacción moral? – Existe y justamente en una unión de ideas completamente idéntica como en las palabras de Despedida del Salvador. "Yo me volví a considerar, – dice Eclesiastés, todas las violencias perpetradas bajo el sol: vi el llanto de los oprimidos, sin tener quien los consuele; la violencia de sus verdugos, sin tener quien los vengue. Felicité a los muertos que ya perecieron," (Ecles. 4:1-2). Son atroces, según las palabras de Eclesiastés, no tanto los sufrimientos mismos, como la ausencia con ellos del consuelo, la comprensión de ellos. La palabra consolador se expresa en la Biblia griega con la misma expresión que el consolador de Nuevo Testamento, paraclit, en hebreo menakhem del verbo nakham. Este verbo significa justamente satisfacción, por ejemplo en las palabras del Señor en el profeta Isaías: "¡Ay! Voy a desquitarme de mis contrarios, voy a vengarme de mis enemigos." (Is. 1:24). De este mismo verbo proviene el nombre de Noe, este portador de la gracia y justicia (Gen. 6:8) en el tiempo pre-diluviano y acusador del mundo pecador. Cuando él nació, su padre le: "puso por nombre Noé, diciendo "Este nos consolará de nuestros afanes y de la fatiga de nuestras manos, por causa del suelo que maldijo Yahveh" (Gen. 5:29). De misma manera en otros lugares del Antiguo Testamento esta palabra significa aceptación pacifica de los sufrimientos, satisfacción interior, o sea, tranquilidad de los buenos y acusación de los malos. Por eso también al Natan el acusador los hebreos llaman menakhem. A un consolador así esperaba el Eclesiastés y no encontrándolo, consideró a todo emprendimiento bueno del hombre carente de fuerza e inútil, ya que lo torcido no puede ser recto (Ecl. 1:15) y todo trabajo y éxito causa solo envidia (Ecl. 4:4) y en la tierra el mismo destino espera al justo e injusto, al bueno y al malo (Ecl. 9:2).

Si el destino de los justos y pecadores es igual y hasta si a los justos no a los pecadores les espera la cruz y persecuciones, ¿que puede contenerlos del pecado de la tristeza? Los contendrá, justamente, aquel Consolador que todavía no era revelado a Eclesiastés, pero era enviado del Padre por el Señor Jesucristo, de manera que la victoriosa alegría en congojas, la firmeza en la difusión de la fe cristiana continuaban llamándose entre los cristianos consolación del Espíritu Santo tal como dice en los Hechos: "Las iglesias... con consuelo del Espíritu Santo eran multiplicadas" (Hech. 9:31). La palabra misma consuelo, consolarse significa en todo Nuevo Testamento justamente una satisfacción interna (p. ej. Mat. 5:4; Luc. 6:24; 16:25) y con esto preponderantemente en el sentido del consuelo en congojas, que se sufren por obra de Dios en la lucha con el mundo o consigo mismo (Hech. 20:1-2; Rom. 15:4; 1 Cor. 4:13; 2 Cor. 1:4 y 7:7-13; 1 Sol. 3:2 y 2 Sol. 2:16).

Este santo y solo accesible a los cristianos estado de ánimo era, es y será don del Consolador Espíritu Santo. Estos dones son diversos, según el sentido de Sagradas Escrituras, pero todos tienen como finalidad el perfeccionamiento espiritual. Ante todo la aceptación por los creyentes del Espíritu Santo los transforma en un hombre nuevo. Decía el Precursor: "Yo á la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; mas el que viene tras mi, más poderoso es que yo; los zapatos del cual yo no soy digno de llevar; él os bautizará en Espíritu Santo y en fuego" (Mat. 3:11). Este segundo Bautismo se produjo en el día de Pentecostés, después de la Ascensión de Cristo, que dijo a los Apóstoles: "Porque Juan á la verdad bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después de estos" (Hech. 1:5). Todos saben cuanto cambiaron los apóstoles después de esta maravillosa espiritualización.

En la epístola a los Corintios están nombradas aquellas perfecciones espirituales que se reciben a través del Espíritu Santo: el don de sabiduría, de la fe, de sanación, de profetismo y otros (1Cor. 12:8-11). En otras partes del Nuevo Testamento se habla con más detalles sobre estos dones. Así, ante todo, el Espíritu Santo aclara la conciencia del hombre, le otorga una alta e indiscutible seguridad en las declaraciones: "Digo la verdad en Cristo, no miento, me atestigua mi conciencia en Espíritu Santo," – escribe apóstol Pablo. Es por eso, según la palabra del apóstol Pedro, el Espíritu Santo entra con especial fuerza en aquellos que por obediencia a la conciencia sufren congojas: "Si sois vituperados en el nombre de Cristo, sois bienaventurados; porque la gloria y el Espíritu de Dios reposan sobre vosotros. Cierto, según ellos, él es blasfemado, mas según vosotros es glorificado" (1Ped. 4:14). Si llevan a alguien a un interrogatorio por la verdad de Cristo, el Espíritu Santo responde por este justo en el juicio: "no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros" (Mat. 10:20) y realmente, cuando miembros de varias sinagogas discutieron con Esteban: "no podían resistir á la sabiduría y al Espíritu con que hablaba" (Hech. 6:10). En cambio, el pecado contra el Espíritu Santo es el rechazo conciente del testimonio de la conciencia que no puede ser perdonado al hombre porque él permanece en un encarnizamiento voluntario. Como iluminador de nuestra conciencia, que nos da desprecio a los peligros, el Espíritu Santo es para nosotros mismos y para los extraños un Testigo siempre de la corrección del camino de Cristo, Testigo de Su Divinidad, tal como lo prometió el Señor en Su Charla de Despedida. Esta promesa se cumplió muy pronto, ya que pocas semanas después los apóstoles decían en el juicio: "Y nosotros somos testigos suyos (o sea de Cristo) de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios á los que le obedecen" (Hech. 5:32). Este Espíritu Santo nos asegura que Cristo permanece en nosotros (Ju. 3:24), y que somos hijos de Dios (Rom. 8:16). Por eso Él inspira en nosotros la paciencia y también esperanza con amor (Rom. 5:5), y este amor establece en nosotros una alegría continua en Espíritu Santo (Rom. 14:17). Pero una tal alegría no es un inútil entusiasmo poético, sino un amor a todos, por eso las relaciones cristianas, según la palabra del apóstol, eran relaciones del Espíritu Santo (2Cor. 13:13). Como dice el apóstol Pablo, a los cuidadores del rebaño de Cristo, los pone justamente el Espíritu Santo para pastar a la Iglesia de Señor y Dios (Hech. 20:28). Cristo Salvador representó a este don de maestría como un don de entusiasmo y amor en palabras siguientes: "El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su vientre." Apóstol Juan explica, que "esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él: pues aun no había venido el Espíritu Santo; porque Jesús no estaba aún glorificado" (Ju. 7:38-39).

¿Ha conservado la Iglesia tan alta enseñanza sobre la actividad de Espíritu Santo y Sus dones? – No podía ella no conservar porque todas sus oraciones litúrgicas se componen, como un mosaico, de las palabras de Sagradas Escrituras. Tomen el servicio en el día de Santísima Trinidad, tomen las terceras antífonas del domingo en ocho tonos y encontrarán en ellos los mismos pensamientos que expresamos sobre el Espíritu Santo. O, vean las oraciones de la Iglesia en los servicios donde se otorga la gracia del Espíritu Santo, o sea, en todos los Sacramentos; o, hasta vean el contenido de la oración al Espíritu Santo, "El Rey del Cielo", con la cual un buen hijo de la Iglesia comienza cada actividad – y verán que siempre está presente el pensamiento sobre la pureza moral, claridad de la conciencia, unión con Dios y Jesucristo, y relación y amor hacia todos.

Falsa, ajena a la purificación moral enseñanza sobre la gracia, característica para distintas sectas, los obliga a alejarse de la Iglesia y odiarla tal como las tinieblas odian a la luz. Un tanto externo y mecánico concepto de agracimiento del hombre es característico para los teólogos protestantes y católicos. Pero, gracias a Dios, no logra injertarse a la práctica religiosa ortodoxa aunque trata de influir a la literatura escolar. El servicio religioso ortodoxo está embebido con tal fuerza con la enseñanza sobre la fe, pureza del corazón, sinceridad y humildad como principales condiciones de nuestro acercamiento a Dios, que ninguna influencia externa es capaz de apagar la iluminada conciencia de los cristianos ortodoxos.

Pero dirían: nuestra fe ortodoxa es santa por su enseñanza, pero ¿como está ella en la conciencia de sus portadores actuales? – Si de nuevo nos dirigimos a la práctica, veremos que la gente ortodoxa nunca pierde la conciencia que Dios les exige, en primer término la santidad, que todos los dones del Espíritu Santo son dones de santificación interna. Esta tendencia hacia la pureza espiritual, esta constante aflicción por nuestra impureza pecaminosa no es solo el tono básico de nuestra fe, sino también de nuestra creyente sociedad y pueblo. La piedad se entiende como hazaña sacrificada y martirizada por la verdad de Cristo, aquella hazaña en la cual nos afirma el Espíritu Santo. Gloria a Él junto con el Padre e Hijo por los siglos.

 

La idea moral

del dogma de la Iglesia

Cuando se les ofrece a los lectores una interpretación mas o menos nueva de dogmas cristianos, entonces un autor ortodoxo menos de todo cuenta de introducir en la conciencia de la Iglesia una verdad nueva. Todo lo contrario, él está convencido que la plenitud de la verdad es el patrimonio constante de la conciencia de la Iglesia. Así, por ejemplo, antes del siglo IV los conceptos del ser y persona quedaban no aclarados; o hasta el VII Concilio Universal no estaba formulado el dogma de la veneración de las imágenes. Esto no significa que antes la Iglesia no conocía una enseñanza correcta sobre la Trinidad, u oscilaba entre el paganismo e iconoclastia. En estos casos, no fue el contenido de la fe que recibía un agregado en la conciencia cristiana, sino el enriquecimiento del pensamiento humano concluía en que ciertos conceptos solo se aclaraban y profundizaban. Ya antes del siglo IV la Iglesia sabía del Evangelio y la Tradición, que el Padre y el Hijo son uno, que nos salvamos por la fe en Santa Trinidad. Pero como relacionar estas verdades con los conceptos humanos y filosóficos de la persona y del ser, o, diciendo en otra forma, – que lugar reciben estos conceptos en el Ser Divino, – esto lo enseñaron a la gente los padres del Primer y de los subsiguientes Concilios.

De misma manera, si actualmente algún simple y humilde cristiano como por ejemplo Khomiakov (poeta cristiano de principio del siglo XX) comienza a hablar sobre las verdades de la fe (en términos nuevos) pero sin contradecir a la tradición de la Iglesia, tal autor, quedando de acuerdo con la teología ortodoxa, no revela nuevos misterios de la fe, sino, desde el punto de vista de la verdad eterna de la fe, aclara nuevas exigencias del pensamiento humano contemporáneo. El lector contemporáneo, viendo en sus palabras la respuesta, hace tiempo esperada, para sus dudas en la fe, está listo declarar a esta interpretación "una revelación nueva." En cambio, una persona ajena a estas cuestiones, admiradora de autoridades escolares, con desconfianza y malevolencia, tarda de estar en acuerdo con el autor, con insistencia busca en él la herejía, no deseando aceptar que el objeto está explicado mejor que en los libros de texto comunes. Mientras tanto, no hay nada contrario a los libros de texto en lo que dijo este mismo Khomiakov, y la evaluación, comparada del valor de sus interpretaciones con la literatura escolar, depende particularmente no de la enunciación de eterno contenido de la fe, que es igual en ambas interpretaciones, sino de una aclaración de las cambiadas exigencias del pensamiento contemporáneo.

Una de las mas reiteradas y definidas exigencias de la actualidad hacia nuestra fe, es el contenido moral de sus verdades dogmáticas. Esto nunca fue ajeno a la conciencia de la Iglesia. El Credo para los obedientes e ilustrados hijos de la Iglesia siempre es un himno entusiasta. Casi cada oración de la Iglesia termina recordando a la Santa Trinidad, como fuente de todos los tesoros morales. Pero a la teología actual, como ciencia, le falta una clara formulación, qué conceptos morales están contenidos en las verdades de la fe, y como los primeros están definidos por los segundos. Por eso es natural que aquellos investigadores, que conocen al cristianismo solo en su forma escolar, pero son ajenos a la vivencia directa de toda la verdad de la Iglesia, estos observadores externos del cristianismo están perplejos, para que nuestra fe, que dijo por la boca de su Fundador: si querés entrar en la vida, guarda los mandamientos – para que ella, con tal insistencia, exige de sus seguidores la aceptación de numerosos y aparentemente teóricos dogmas. Dijimos que están "perplejos" pero, desgraciadamente, nuestros orgullosos contemporáneos no quieren ser perplejos y prefieren, con seguridad y terquedad negar y denigrar lo que no entienden. Esta postura, con particular fuerza, se expresó en las obras de L. Tolstoy. Él, desgraciadamente, es, en este caso, solo un mas valiente representante de gran número de ilustrados europeos y rusos. Es a estas perplejidades trataremos de contestar en este artículo sobre la Iglesia, igual que con los anteriores: sobre Santa Trinidad, redención y Espíritu Santo.

 

El significado del dogma de la Iglesia.

De todos los dogmas, el dogma de la Iglesia sufre mas ataques de parte de las sectas y del seudo-racionalismo. Nuestros liberales con particular celo difunden entre el público lector las ediciones traducidas sobre la inquisición, o la lucha de la cultura con el papado, esperando no sin causa, que el lector ruso sabrá pasar sobre la Iglesia ortodoxa todo lo mal que se dijo sobre el papado. Con esto, los occidentalistas rusos subrayan todavía que la atrayente grandiosidad, carácter consecuente y convencimiento del sistema papal – en una palabra todo lo con que puede enorgullecerse el papado, es ajeno a nuestra dirección eclesiástica. Con la cual la gente así, se encuentra habitualmente en personas laicas que hacen cumplir diferentes limitaciones de la vida en forma de censura, medidas disciplinarias, ceremoniales etc. Y si el poder eclesiástico molesta a nuestros liberales en las personas de sus representantes jerárquicos, que se manifiesta habitualmente en forma pasiva, poco efectiva y poco elocuente. No es extraño que él parece a los liberales una vieja gruñona.

Así es, en esta forma lamentable se representa nuestra contemporaneidad, a aquella máxima santidad de la enseñanza cristiana, sin la cual ésta realmente quedaría como un dogmatismo abstracto muerto, sin la cual no existiría aquel cambio existencial de la vida que produjo nuestra fe en el universo. Y si actualmente los falsos liberales consideran la enseñanza sobre la Iglesia un inconveniente para su fe, ¿porqué, entonces ellos no quieren, aunque sea, pensar sobre el fenómeno que justamente esta verdad sobre la Iglesia constituyó la principal fuerza para atraer hacia Cristo a la gente y a los pueblos? Es verdad que además del dogma sobre la Iglesia, el cristianismo está rico en altas ideas, emotivas imágenes, pero todas estas ideas e imágenes, incluyendo aquí los acontecimientos de la historia evangélica, quedarían sin fuerza para el renacimiento moral de la gente si no serían cada vez de nuevo encarnados en la vida personal de los cristianos. Si esta última no sería una expresión continua de aquella unión espiritual, aquel cariñoso amor recíproco y cuidado que no podría inspirar a los cristianos ni la fe en vida futura, ni amor al Salvador, ni el recuerdo de Sus sufrimientos, sino solo Sus palabras, y de Su Apóstoles sobre la Iglesia – que Él dio Su verdad y Su gracia no a cada creyente, por separado, sino a su unidad en la Iglesia, que constituye como un cuerpo vivificado por el Espíritu Divino, Que reúne en unidad viviente de amor a sus miembros, que viven por esta unidad y mueren espiritualmente en cuanto se separan de ella.

Los antiguos cristianos entendían esta importante condición de su vida espiritual y encontraban la fuerza para cumplir con el mas difícil problema de la vida – amar unos a los otros. Los contemporáneos nuestros perdieron este entendimiento y necesitan una aclaración teórica de la pregunta, que importancia tiene el dogma de la Iglesia para el perfeccionamiento espiritual de la persona. Esta aclaración deseamos proponer.

El indicado punto de vista teológico en la explicación del dogma de la Iglesia no es fortuito y que tiene lugar solo en las condiciones del pensamiento actual. El dogmatista ortodoxo de mayor autoridad San Juan Damasceno dice que de Sus cualidades y Sus providenciales destinos, Dios nos reveló todo lo necesario para nuestra salvación y no reveló lo que no tiene relación directa a esta finalidad. En particular no solo la verdad sobre la Iglesia nos es revelada para eso, sino también la Iglesia misma es organizada solo para eso. Quien no conoce las palabras del apóstol que de Cristo todo el cuerpo [de la Iglesia], compuesto y bien ligado entre sí por todas las junturas de su alimento, que recibe según la operación, cada miembro conforme á su medida toma aumento de cuerpo edificándose en amor (Efic. 4:16).

Así, la finalidad de la Iglesia está indicada en forma clara y definida: consiste en el crecimiento espiritual de los cristianos. Mientras a causa de un lamentable malentendido justamente esta importante faceta en la definición de la Iglesia es omitida completamente por los dogmáticos contemporáneos, que no se dan cuenta que las definiciones mencionadas por ellos sufren de una lógica incompleta, que notan los lectores concientes.

La mayoría de las definiciones escolares de la Iglesia comienza así: la Iglesia es una sociedad organizada y unificada, etc... Pero lo más importante de la definición de una sociedad es su función, su finalidad, y sobre esto casi nada se dice en la formulación escolar del dogma. Hace poco, en la literatura apareció una definición diferente de la Iglesia, como cuerpo de Cristo, y provocó una gran polémica. Lo interesante era que los que discutían decían casi lo mismo pero acusaban unos a otros con gran ardor. La base principal de esta definición eran las arriba mencionadas palabras del apóstol, pero no se sabe porqué nadie consideraba útil leerlas hasta el final y la sagrada sentencia se discutía fuera de su pensamiento principal.

Si mirar la verdad de la Iglesia desde el punto de vista indicado por nosotros, tenemos que plantear la situación siguiente como principal de nuestro discurso: para la salvación o – lo que es lo mismo – para el perfeccionamiento espiritual del hombre son necesarias tres condiciones: el hombre mismo, el Dios y la Iglesia. Habitualmente la tercera condición no se pone en la base de nuestra salvación, ya que el tema este en la teología europea se revelaba principalmente por los protestantes. Pero sabemos que aquel Reino de Dios, que trajo nuestro Salvador a la tierra, no es la iluminación sola de la vida personal del hombre a través de acción directa sobre él del Ser Divino, sino la fundación en la tierra de existencia nueva, nuevo comienzo a través del cual solo entra en contacto con la persona humana el Señor. Esta existencia, este comienzo es la Iglesia. Es remarcable, que en el caso excepcional, cuando después de la fundación de la Iglesia, el Señor llamó a Sí al persecutor Saúl, directamente desde Su trono celestial, también aquí Él no lo dejó fuera de la dirección cercana de la Iglesia, no le reveló Su voluntad directamente, como antes a Elías y otros profetas, sino lo envió al Ananias para que le enseñe la gracia del sacramento y lo sane de la ceguera. Aquí el Señor indicó que Él no conoce a Sus siervos fuera de la Iglesia.

Pero ya antes, cuando Él solo enseñaba la base misma de Su nueva enseñanza, en la mayoría de las parábolas Él anteponía la nueva vida espiritual como contrapuesta no solo a la pecaminosa vida personal del hombre, sino mas a menudo a una existencia desunida de la sociedad humana. En Su nuevo Reino la gente se unirá no solo en una amistosa hermandad, ajena a la desunión según las etnias, clases y posesiones, sino, formarán cierta nueva existencia unitaria, que crecerá como la masa preparada por ama de casa, como un árbol que atrae a todos bajo su sombra, como vid, donde el tronco es Cristo y las ramas – los apóstoles.

 

El principal pensamiento en el dogma de la Iglesia.

Preparándose a dejar este mundo, el Señor Jesucristo elevó Sus ojos al cielo con la oración al Padre sobre el cumplimiento de aquella obra, para la cual Él vino a la tierra. La oración esta se refería a nada otro como a la organización en la tierra de una existencia nueva y unitaria – la Iglesia – la existencia hasta entonces ajena a la humanidad dividida por el pecado. Esta existencia no tiene nada semejante en la tierra, donde no hay unidad, sino solo división. Pero en el Cielo, donde la unidad del Padre, Hijo y Espíritu Santo forma un Ser de tres Personas de manera que ya no son tres, sino Único Dios que vive una única vida. De manera semejante, la nueva existencia única, único hombre nuevo que Cristo forma en la tierra a partir de la sociedad hostil de judíos y paganos (Efic. 2:14-15). Sin duda, la finalidad de esta nueva existencia en la tierra consiste no en sí misma como entidad, sino en la relación con cada uno de sus partes componentes o sea la persona humana. Dice el Señor: "Quiero que donde yo estoy, ellos estén también conmigo, para que vean mi gloria que me has dado... y el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos" (Ju. 17:24-26). Esta es la finalidad última de la Iglesia, fundada por Cristo en relación con sus miembros. En cambio la finalidad intermedia, mas cercana, sin la cual es imposible de lograr la finalidad última de nuestra existencia, es el continuo perfeccionamiento espiritual de la personalidad en la Iglesia.

Por eso la Iglesia es la nueva, particular y única existencia en la tierra, que no puede ser definida con exactitud por ningún término tomado de la vida terrenal. Y si en la discusión teológica mencionada, aquellos pensadores que indicaban la superioridad de su definición de la Iglesia, como una sociedad, comparando con la definición de ella como cuerpo de Cristo, pensaban que ellos realmente definen a la Iglesia, mientras que sus oponentes proponen solo una comparación. Notemos que las pretensiones de los primeros no tienen base. Toda sociedad terrenal tiene tantas características completamente diferentes a la vida de la Iglesia y tan pocas características en común que a esta definición pseudo-formal podría ser preferida la comparación autorizada por Sagradas Escrituras, si, como dijimos mas arriba, se tomarían las palabras del apóstol en su totalidad, sin cortar el pensamiento principal. Este pensamiento principal (para injertar a sí mismo en amor) ya destruye la imagen del cuerpo que no conoce al amor e indica de nuevo, que el concepto de la Iglesia es un concepto sobre la existencia excepcional, contrapuesta a todo lo terrenal.

Ahora detengámonos sobre la descripción de esta existencia mas detalladamente, y luego indicaremos sus manifestaciones reales y con esto trataremos de resolver la cuestión mas difícil en la discusión reciproca de ramas europeas: ¿dónde hay que buscar a la Iglesia verdadera?

Vimos de las palabras de Cristo Salvador, que la Iglesia es una semejanza de existencia Trinitaria – semejanza, en la cual muchas personas se hacen un ser unitario. Porque una existencia así, tal como la existencia de Santa Trinidad, es nuevo e inconcebible para el hombre caduco. – Es a causa que en la autoconciencia natural la persona es la existencia autocerrada, radicalmente contraria a toda otra persona. Dejemos ahora el lenguaje de definiciones abstractas, por necesidad secas y breves, y veamos la influencia práctica sobre nuestra voluntad de esta ley. Ante todo vemos que esta ley de nuestra existencia natural, percibida en nuestra autoconciencia directa, es contraria a la ley moral del Evangelio, que exige de sus seguidores un amor sacrificado hacia los prójimos. Es verdad que esta ley de amor no es completamente ajena a la naturaleza humana que es dispuesta a amar pero en la misma medida defender a su yo en el sentimiento del amor propio y vengatividad. Y así hasta que el hombre acepta la ley cristiana solo en la medida de sus tendencias naturales, nunca tendrá la plenitud del amor cristiano, no será un verdadero cristiano: el amor y el amor propio quedarán en él como dos irreconciliables enemigos.

"¿Pero esto será una constante contradicción en el alma del hombre?" – victoriosamente nos preguntará un oponente. ¡Sin duda contestaremos! El hombre natural es una contradicción encarnada y la interna contradictoriedad no se manifiesta con mayor fuerza ningún lado mas como en el sentimiento del amor natural. Así, por ejemplo, en la esfera sexual los sentimientos de amor y odio confluyen en un extraño y monstruoso proceso, donde a veces la reproducción es seguida de asesinato. O, tomen la manifestación mas alta del amor natural – el amor de la madre en animales y hombres comunes: ahí también los afectos de cariño hacia los hijos, constantemente se suceden con afectos de ira contra sus presuntos enemigos. A veces, también contra ellos mismos, si ellos con dificultad aprenden deseos de la madre. La gallina con polluelos no pierde su aspecto amenazante y la mansa vaca en tiempo normal puede ser mas peligrosa que una fiera cuando con ella se encuentra su recién nacido ternero. Sobre el hecho cuan fuerte se torna la interna contradicción de amor y odio en la gente, sabemos de constantes observaciones de la vida y su representación artística en la literatura (por ejemplo: "Las noches de Egipto" de Pushkin, "La Mansa" de Dostoievski, "Madre" de Nekrasov y muchos otros).

El pensamiento humano no reconcilió a esta contradicción, mas bien la potenció continuamente. Cuando se basaban en el concepto de la libertad personal este único concepto sobre el cual pueden basarse las altas exigencias de la severa moral, entonces junto con la enseñanza de justicia, castidad, honradez predicaban una relación orgullosamente fría, legal y formal con los prójimos. Así es la enseñanza de los estoicos y de Kant, quien negaba totalmente la importancia de la virtud de amor y proponía sustituirlo con el principio de respeto hacia los prójimos. La moral de teólogos escolásticos giraba también en conceptos del deber formal y no teniendo posibilidad de negar el amor hacia los prójimos, predicado por las Escrituras, lo limitaba con una inventada enseñanza de amor hacia uno mismo y también por muchas normas legales espurias, sacadas de la ley romana y feudal e introducida no solo en la enseñanza de relaciones entre la gente, sino también en la enseñanza sobre Dios-Redentor.

 

La ausencia de este pensamiento en la filosofía contemporánea.

La mas nueva moral humanística y también la moral protestante de dirección racionalista, decidieron en conjunto, que para fortalecer el principio del amor es necesario alejarse de conceptos "escolásticos" sobre la personalidad, la libertad de la voluntad, la retribución y a cambio de estos conceptos, que protegen al egoísmo, afirmar un punto de vista contrario sobre la existencia, como una vida divina distribuida en las criaturas y tendiente a unirse de nuevo en una bendita plenitud. Aquí el espiritualismo es sustituido por el panteísmo – el principio dominante en la filosofía europea contemporánea y teología racionalista. Digamos, de paso, que, sin duda, no tanto el humanismo, cuanto la predestinación protestante, que niega la importancia de las hazañas de voluntad, y una caída general de moral, cubierta por la mascara del humanismo sirven de base para el desarrollo de semejante visión del mundo.

Pero tomemos solo la faceta positiva de esta visión, no penetrando en su sentido oculto. La medianera entre las personalidades es destruida, la oposición entre "yo" y "no yo", también; no hay lugar para la orgullosa autoalabanza de tal iniquidad que se llama el hombre. Pero ¿quién no sabe que con la destrucción de la libre voluntad se destruye la diferencia entre el bien y el mal y toda responsabilidad del hombre y con esto, también, la atracción moral de la hazaña del amor y su obligación moral?

Por eso la controversia entre el orgulloso egoísmo sensual y emparentado a nuestro corazón comienzo del amor no se resuelve con investigaciones del pensamiento filosófico, mientras él proviene de tal o cual principio de vida natural – principio, en este caso, de la personalidad libre, o humanismo natural: En primer caso se instala el formalismo legal, en el segundo caso – el panteísmo. Evidentemente, tanto el pensamiento como la vida real postulan hacia el concepto inicial donde se produciría la reconciliación entre la libre autoevaluación de la persona y el principio de abnegación y la vida para el bien de otros. Donde estos otros, este "no yo" no sean contrarios a mi "yo", donde la libertad de cada persona se sobreponía con la unión metafísica de su existencia a pesar del panteísmo.

Es a este concepto inicial representa la Iglesia en aquellas definiciones que dimos mas arriba sobre la base de la Palabra Divina. Y en realidad, vemos que la persona que se desarrolla en la Iglesia reconcilia en sí la plenitud de amor abnegado con alto grado de voluntad individual, como representantes mas típicos de esta reconciliación sirven nuestros santos – mártires, ascetas y santos monjes. En estos tres tipos de la santidad, alejados entre sí por las condiciones de la vida, encontramos una armonía idéntica de aquellas cualidades contrarias, que no podían concebir ni la vida natural, ni la filosofía occidental. Estos tres tipos son unos gigantes de la voluntad con una extrema tensión de la conciencia de su responsabilidad moral, y al mismo tiempo, completamente ajenos no solo al egoísmo natural de la vida, sino también de cualquier fina autoalabanza, cualquier pretensión al derecho de la persona – dos de estos tipos de santidad viven y mueren totalmente para la hermandad eclesiástica y gloria Divina, y el tercer tipo pone como meta mas alta de su vida la negación de su voluntad ante Dios y ante el representante del poder de la Iglesia.

Así la verdad cristiana sobre la Iglesia no solo en el pensamiento, sino también en la vida libera al hombre de la contradicción natural entre la autoconciencia de la personalidad y el amor abnegado como principio de la vida. ¿Por qué justamente esto debe ser explicado? – Dijimos que la definición de la Iglesia debe extraerse no del concepto de la existencia terrenal, sino de la enseñanza sobre el Ser Divino triuno, tal como nos enseño el Señor en su oración de despedida. Dios uno por Su Ser y por Su vida, pero triple en Personas: así también la Iglesia una por su ser y plural en personas que la componen. ¿Qué es, entonces, este ser único de la Iglesia y en qué relación se encuentra él hacia la humanidad natural?

[Sin embargo, antes digamos que al indicar esta importancia general de la Iglesia, no se termina la fuerza moral de la enseñanza ortodoxa sobre ella: La Iglesia es además de esto una guía irremplazable del cristiano en la hazaña subsiguiente de su vida, que cada vez de nuevo necesita la verdad dada por esta enseñanza, – necesita para fortalecer su fe y en la obra de perfeccionamiento moral. Para entender a esta necesidad, con claridad y sin discusión, hay que recordar la única cualidad indudable de toda acción moral y moral-cognoscitiva del hombre en general y el cristiano en particular. Comprendemos a aquella ley de la vida, olvidada por los teólogos occidentales, donde el perfeccionamiento cristiano debe ser percibido no como un desarrollo libre y sin obstáculos de fenómenos complejos a partir de mas simples, sino como una lucha constante, tensa y plena de sufrimientos.]

 

La Iglesia y la personalidad.

En Sagradas Escrituras y en la Tradición de la Iglesia se dice muchas veces que el Señor vino a la tierra para restituir al hombre tal, como era antes de su caída, y recrear en el hombre y la humanidad Su imagen, oscurecida por las pasiones. La imagen esta era imagen de la Deidad triuna y justamente esta imagen es restituida por Cristo en la humanidad a través de la institución de la Iglesia o sea una imagen de la consubstancia en la pluralidad de personas, tal como está dicho en la oración sumosacerdotal.

Aclaremos este pensamiento sobre la consubstancia de la Iglesia, que es la reconstitución de la unidad del ser humano con siguientes argumentos. En el Ser Divino bajo el concepto de ser unitario Divino, la teología entiende la naturaleza espiritual de la Deidad, aquellas fuerzas espirituales y cualidades de la vida Divina, que actúan por libre voluntad de las Personas Divinas. Lo mismo se entiende bajo el ser humano y el ser de cada persona separada.

Esta separación en nosotros del ser y la persona no es algo abstracto, sino la verdad directamente afirmada por la autoobservacion y experiencia. Teniendo conciencia en sí mismo de la persona independiente, la libertad de la voluntad y acciones, cada hombre entiende perfectamente que esta intendencia y libertad se incluyen solo en la dirección de las fuerzas y características de su naturaleza panhumana en sus especializaciones, en el desarrollo de unas inclinaciones naturales y supresión de otras – en la elección entre las inclinaciones en conflicto. Pero entendemos perfectamente que ningún hombre puede pensar en otra forma que según las leyes del pensamiento, que pasa una cierta secuencia en el paso de una costumbre a otra contraria, no puede caminar por el aire, no respirar etc. En una palabra nos sentimos poseedores de cierta naturaleza física y síquica, cierto contenido síquico, cambio del cual es alejado a nuestra libertad, solo en cierto modo y con limitaciones (por ejemplo, no es fácil a una madre no amar a sus hijos). Es esta nuestra naturaleza síquica, esta panhumana subconsciente voluntad, que es característica para nosotros, justamente el ser humano.

Hasta ahora, no dijimos nada nuevo comparando con las definiciones aceptadas en la teología actual. Pero si nos referimos a lo arriba mencionado, entonces bajo el unitario ser humano será necesario entender no un ser real, sino cierto concepto abstracto, que no puede ofrecer la base para comprender ni el problema del pecado original que pasa a todas las personas humanas, ni la gracia redentora a través de la cual se ilumina justamente el ser de la humanidad y no simplemente cada persona por separado. Al perder el concepto del ser humano como una existencia real, los teólogos medievales tuvieron que explicar el pecado original o a través de la ley hereditaria, o, indigno hasta de los hombres concepto de la venganza genérica, transferir al Creador y poner este concepto en la base de la explicación de la construcción de nuestra salvación.

Mientras tanto, los teólogos medievales y todavía antes Platón sentían vagamente que existen ciertos conceptos comunes o comunitarios que no son una abstracta visión de caracteres comunes de algunos objetos, sino existen en forma real e independiente. En esto consiste la discusión entre los nominalistas y los realistas. Al nombre de estos conceptos pertenece él del unitario ser humano. ¿Qué existencia real y actual tiene? – En Dios esta existencia es tan efectiva como la existencia de cada Persona Divina, hasta más, ya que no hablamos de la existencia de tres dioses, sino de un Dios a pesar de que confesamos la existencia del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Sabemos que estas tres Personas Divinas viven una vida del ser divino – santo, bueno, todojusto, a pesar de estar impregnados por esta única vida, tienen Su Libertad personal tal como dijo el Señor: "Yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor" (Ju. 15:10).

Si los hombres no cayeran, si no se llenaran del espíritu de contradicción y división, si no debilitaran con esto la unidad de su ser, entonces en sus corazones con la misma fuerza se manifestaría la vida del ser general humano, que era muy bueno, ya que Dios lo creó según Su imagen de existencia eterna (Prem. 2:23). A cada persona humana por separado quedaría solo libremente coincidir con la fuente latente en ella de amor, virtud, inteligencia y alegría. Estudiando juntos la creación hermosa de Dios y al Mismo Creador, y dulcificando su corazón con amor y alegría recíprocos, la gente se penetraría cada vez más con la conciencia de su unidad y sería difícil hablar de acciones y pensamientos de Pedro, Pablo y Juan y habría que hablar y juzgar simplemente las acciones del hombre. Sin embargo esta confluencia de todos en uno quedaría ajena infinitamente a aquel panteístico nirvana que pregonan los filósofos actuales. Justamente esta unidad, esta comunidad de pensamientos, sentimientos y acciones humanos se afirmaría constantemente y se construiría con la libre voluntad de cada persona por separado y con esto guardaría el valor moral de su existencia, siendo con esto diferente del movimiento sincrónico de diferentes partes de una bien organizada máquina o de la unanimidad de inarticuladas hormigas o abejas, guiadas en su incesante trabajo por un instinto ciego y ajeno a la libertad.

Pero tal vida bendita del ser humano interrumpió nuestro ancestro con desobediencia egoísta. Sus herederos la vulneraban cada vez mas con nuevos pecados de manera que autoconciencia humana la perdió casi por completo, llegando a tal separación que la fuente del pensamiento humano se hizo la oposición entre "yo" y "no yo". La triunidad de Dios, cuya imagen es nuestro ser, se tornó para la mente natural un misterio casi inconcebible. Y para los filósofos enraizados en su egoísmo – hasta un absurdo lógico.

Pero, he aquí el Redentor restituye a esta perdida vida unitaria del ser humano, semejante a aquella, que tendría toda la gente si no cayera. La Vida esta es, la fundada por Él, la Iglesia. Es semejante a la vida de los ancestros primocreados, pero algo diferente, porque ahora se basa no sobre fácilmente logrado libre acuerdo de cada persona con su no vulnerado ser, sino en el acuerdo lleno de lucha con el ser caduco que debemos crucificar.

Antes de ver mas profundamente a esta vida o, lo que es igual, el dogma de la Iglesia, citemos a San Basilio el Grande, quien en el capitulo 18 de las Reglas Ascéticas describe la unanimidad, humildad, amor y obediencia de la hermandad monástica:

"Los monjes eliminan en sí el pecado de Adán, restituyen la antigua bondad (hermosura), ya que entre la gente no habría divisiones, peleas, ni guerra si el pecado no partiría al ser. Ellos son exactos imitadores del Salvador y Su vida en la carne. Ya que el Salvador, formando el grupo de discípulos, hasta a Sí mismo hizo común para apóstoles, así también estos... Ellos asemejan la vida de ángeles, igual de éstos en toda severidad cumplen la comunidad. Ellos prevén los bienes del reino prometido en la voluntaria vida y comunión, presentando una imitación exacta de aquella vida y estado. Ellos claramente mostraron a la vida humana, cuanto bien les hizo la encarnación del Salvador, porque al desgarrado y en mil partes separado el ser humano, en medida de sus fuerzas, ellos de nuevo llevan a la unidad consigo mismo y con Dios. Porque es lo mas importante en la reestructuración salvadora y carne – llevar al ser humano a la unidad consigo mismo y con el Salvador y destruyendo la división maligna restituir la unidad primordial en forma semejante, como un buen medico con medios curativos une al cuerpo separado en muchas partes."

Como ven de arriba mencionado discurso, San Basilio el Grande habla: 1) que el ser humano era uno hasta la caída; 2) que con la caída o el pecado era partido; 3) que los ángeles que no cayeron en el pecado de egoísmo y desobediencia, conservaron no vulnerada unidad de su ser; 4) que el Salvador vino para restituir esta unidad en el genero humano caído; 5) que esta restitución se expresa en la liberación de la gente del egoísmo, discusiones y terquedad y en restitución en sus corazones del amor de Cristo y obediencia; 6) que a pesar de sistemas teológicos escolares, la redención Divina consiste principalmente en la restitución de esta neobendita unidad de amor y obediencia de la gente con Dios, el Salvador y entre ellas. Ahora continuaremos nuestro discurso.

 

Otras definiciones de la Iglesia.

Dijimos, que esta restitución por Cristo de la unidad del ser de hombre creyente, es la Iglesia. De misma manera como la primera unidad dada por Dios no era un concepto abstracto, sino una real y viviente fuerza, que se hacía sentir constantemente en el corazón humano, en la multitud de santos, así también la Iglesia no es simplemente una suma de numerosa gente, ni una oficina legal y gubernamental. Es ante todo aquella vida bendita y santa, fundada por Cristo, que en forma inalterable y firme existirá en la tierra hasta Su segunda venida. Es protegida desde afuera con ciertas formas definidas, pero que se manifiesta ante todo en santos y enternecedores sentimientos de penitencia, alegría espiritual, pureza y amor que encuentra en su corazón cada hombre que recibe la gracia. No son frutos cultivados por el esfuerzo de su voluntad en su propia personalidad, sino como cualidades de otra naturaleza, recibidos desde afuera – la naturaleza de aquel Nuevo hombre en la cual él se revistió por el bautismo. Su problema subsiguiente será solo guardar y multiplicar a estos santos brotes de la salvación dados a él por Dios, a esta vida del ser restituido, esta vida de la Iglesia con la hazaña de su libertad personal proteger y multiplicar y a la vida contraria del hombre caduco crucificar y expulsar.

Sin duda esta hazaña es mas difícil que la que correspondía a la humanidad no caída. Pero ante tal planteo, entendemos perfectamente porque los tipos de mártires, santos monjes y santos sacerdotes componían a inimitables gigantes de voluntad y al mismo tiempo tendían hacia constante inhibición en sí de toda autoafirmación, egoísmo y defensa de su "yo". De ahí es comprensible porque el apóstol Pablo, que según sus palabras trabajó mas que todos los discípulos de Cristo, dice que él ya no vive, porque se crucificó y Cristo vive en él, que trabaja en la Iglesia no él, sino la gracia que está en él. [La gracia en el lenguaje bíblico y eclesiástico se llama a veces el ser mismo de la vida de la Iglesia, o frutos de esta vida en el alma del cristiano, o acción Divina, a través de la cual se implanta esta fuerza de la nueva vida en el alma del hombre.]

Sin embargo nuestra explicación de la Iglesia verdadera no está terminada. Hemos mostrado sus cualidades, que acercan el concepto sobre ella con él de ser humano creado por Dios, pero no hemos aclarado la diferencia entre estos dos conceptos: la diferencia reside en que la vida del ser humano en cada hombre se manifestaría (si no hubiera la caída), directamente y sin trabas.

No así la vida de Cristo, a la cual Él dio a la Iglesia y que vierte en el alma de cada persona por separado: Esta entrada de la nueva naturaleza (la gracia) en el alma de cada cristiano, es un fenómeno mas complejo: se produce no tan directamente como el desarrollo de la persona humana del Adán inocente, sobre la base de naturaleza humana pero ante todo a través de una aceptación conciente de la vida de Cristo o del cristianismo y luego a través de una penetración misteriosa del ser neoagraciado de la Iglesia en nuestra persona.

El Señor y los apóstoles indican aquel y otro método necesario de conseguir la gracia para un cristiano. Cuando hablan del renacimiento o de la purificación de nuestra naturaleza a través de la palabra de enseñanza, entienden con esto una penetración conciente de la nueva vida expresada en la enseñanza Divina (Ju. 15:3; Ped. 1:23; a Hebr. 10:22). Por otro lado ¿quién desconoce las parábolas del Señor sobre el inconsciente y misterioso crecimiento en el alma del creyente de la bendita semilla de la naturaleza nueva? Es semejante al caso como si algún hombre tirara la semilla en el campo y luego pasara sus días tranquilo, mientras el sol y la humedad, ya sin sus esfuerzos, hacían crecer la planta y maduraban a la espiga (Mat. 13:31); es semejante a la levadura que hace crecer la masa en el horno oscuro (Mat. 13:33). Es intangible como el lugar del nacimiento del viento, según la palabra del Señor al Necodemo (Ju. 3:8).

Por eso la Iglesia no es ni simplemente la escuela de la ley cristiana, ni una inconsciente y buena energía, misteriosamente transmitida por Cristo en los corazones humanos, sino aquella energía contenida y difundida por un principio conciente, o sea la sociedad eclesiástica. Así se puede completar la falla habitual en la definición de la Iglesia como sociedad o como cuerpo – aquella falla sobre la misión de la Iglesia que indicamos mas arriba. Justamente ante toda definición de la Iglesia se debe indicar que ella tiene la misión: 1) proteger invulnerable el contenido conciente de la vida neoagraciada, o sea la enseñanza Divina y luego transmitirla a la gente individual cuanti- y cualititamente o, lo que es lo mismo 2) difundir la enseñanza Divina entre la gente y 3) elevar a los creyentes hacia total penetración por aquella vida o hacia total perfeccionamiento espiritual. La comparación mencionada por apóstol Pablo de la Iglesia con un cuerpo viviente (Ef. 4:16), cubre plenamente esta misión de la Iglesia.

 

La Iglesia militante.

Algún lector puede decir – no veo aquí ni la enseñanza sobre la Iglesia como sociedad organizada, ni la indicación en que sentido se llama Santa e infalible, no solo la celestial, sino también la Iglesia terrenal. Si entienden bajo la Iglesia todo lo recreado por Cristo, ser unitario del neoagraciada humanidad – sigue el objetador – entonces ¿dónde está en su argumentación la autoridad infalible de la Iglesia terrenal militante? ¿No les está dando indulgencia a los protestantes, que creen y esperan solo en la Iglesia celestial y están privados de la Iglesia en esta vida?

– En nuestro discurso anterior ya fue dado el comienzo para resolver a estas preguntas. Es verdad, que la vida bendita que inspira al cristiano durante su hazaña, es la vida de todo nuevo Adán y cuanto mas digno es un cristiano de su nombre, tanto mas claro y alegremente es conciente de su constante comunión con los santos en el Cielo y tanto mas se penetra con la indicada en el credo esperanza del último juicio y la vida del siglo futuro como nos enseñó San Juan en la Revelación (capítulo 21). Aquí está la primera derrota del protestantismo que destruyó las oraciones a los santos y la recordación de los difuntos.

Pero ya hablamos que la vida de la Iglesia es la lucha contra el mundo pecaminoso y en cada generación de la gente este mundo actúa como una conocida, parcialmente conciente e inconsciente fuerza. Cada generación de la gente debe vivir su problema moral-histórico, traer a Dios a su talento y aportar al tesoro de la Iglesia su victoria. Es por eso que el neocreado, bendito ser de la Iglesia, este nuevo Adán, encabezado por Cristo debe tener en cada época de la lucha terrenal una cierta manifestación adecuada [En Sagradas Escrituras y en la Tradición se llama el nuevo Adán o Nuevo hombre tanto el Mismo Cristo como a la Iglesia, encabezada por Cristo, Ef. 2:15; Cor. 12:12; San Gregorio Teólogo. Palabra para la Manifestación Divina; San Isaac Sirin. Sobre el espíritu que perdona.]

Aquí en la tierra, entre la lucha del cristianismo y el mundo, la nueva naturaleza eclesiástica plantada con la naturaleza caduca, debe vivir y actuar, en primer término, la plenitud cualitativa de los dones de Cristo a la Iglesia, o sea 1) la invulnerabilidad de su contenido conciente (o la enseñanza puramente cristiana) y 2) la misteriosa y buena energía (la santidad de la Iglesia) que se otorga al alma cristiana fuera de su conciencia, como dones de la gracia. Y como la vida de las Personas Divinas es la unitaria vida de único Ser Divino, así también la fuerza de la vida bendita de Cristo, que actúa en la tierra, emana de la plenitud eclesiástica, de manera que santa e infalible es justamente toda la sociedad eclesiástica en la tierra y no una rama separada o cualquier poder local como explican los católicos-romanos.

Demostrar a este último pensamiento en detalle sobre la base de fuentes de Revelación teológica, no entra en nuestros cálculos ya que la autoridad de la Iglesia militante está basada bastante bien en la teología escolar. Pero indiquemos al lector que la mayoría de las parábolas del Señor sobre el Reino de Dios se refiere a la Iglesia militante – a ella fue prometida por el Señor la plenitud de dones de la gracia y a ella se refieren Sus palabras durante la Ascensión: "He aquí estoy con vosotros en todos los días hasta fin de siglo." De misma manera también el Apocalipsis representa la lucha del reino de Cristo con el mundo en la tierra y representa a Cristo como Líder y Cabeza directa de la Iglesia militante, tanto en la visión primordial de Él entre siete lámparas, como en la revelación de los destinos futuros de la Iglesia.

 

Las Tesis.

Así, creer en la Iglesia significa:

1) Creer que Jesucristo por Sí Mismo restituyó en aquellos, quienes entran en el rebaño de Sus discípulos, la unidad del ser humano, perdida por la gente con la caída de Adán y los pecados de sus descendientes.

2) Que esta unidad no es un concepto abstracto, sino una fuerza moral viviente que se vierte en los corazones de Sus discípulos y actúa en ellos como una fuente de buenos sentimientos e intenciones, particularmente en el amor recíproco hacia Dios y unos a los otros.

3) La fuerza esta, esta vida eclesiástica, según la palabra de Cristo, existirá en la tierra siempre, y es el único medio, a través del cual Dios lleva a la gente a la salvación, o sea hacia la santidad y unidad.

4) La gente, que vive con esta vida eclesiástica, constituye junto con Cristo un ser espiritual, dirigido por Él como Cabeza y, según la medida del perfeccionamiento en la tierra – y en plenitud en el cielo, – ellos hasta tal punto fortifican a esta unidad que se hace semejante a la unidad del Ser divino en tres Personas divinas y con esto llenan a cada persona humana con gozo y santidad, cuyos comienzos le da desde el tiempo de su entrada en la Iglesia.

5) Como su perfección en Cristo la gente de cada generación comienza a construir en la tierra en lucha con el mundo, entonces en la tierra también en todo tiempo se conserva la plenitud de dones Divinos en la sociedad de la gente que guerrea por la salvación.

6) La sociedad esta, o la Iglesia militante tiene la misión de guardar invulnerada la fuente de la vida divina, o sea la enseñanza divina y buena energía de la vida neoagraciada y también transmitir ambas cosas a través de la enseñanza y oración tanto a sus propios hijos, para su perfeccionamiento en la bendita vida eclesiástica, como también a los que no conocen a Cristo, para que entren en esta vida.

7) El problema de cada hombre que desea salvarse es, ante todo, que sea de acuerdo con estas verdades de la fe, recibidas desde afuera, las disposiciones santas del corazón con esta vida de la Iglesia.

8) Como su vida personal, que se encuentra con la vida de la Iglesia, no es una vida sin cualidades, sino está llena de pecado, este acuerdo libre con la neoagraciada vida de la Iglesia debería mas exactamente llamarse una obediencia libre.

9) Si es así, si la vida de la Iglesia se encuentra con la vida de cada persona como un principio de sumisión, como un dirigente en la lucha interna libre del hombre, es necesario que la vida de la Iglesia tenga ciertas condicionadas formas externas, para que existan las manifestaciones de la vida eclesiástica, o la dirección y la disciplina de la Iglesia. Las bases generales que definían este orden externo de la Iglesia fueron dadas por el Salvador en el Evangelio y por los apóstoles en los Hechos, epístolas y Revelación. La particular revelación de ellas fue dejado por Cristo a los pastores eclesiásticos y constituyen el objeto de Sagrada Tradición y particularmente los cánones.

10) Sin embargo, las condiciones externas, que definen la manifestación de la bendita o eclesiástica vida en la tierra, y también la dirección por la Iglesia de sus hijos están plenos del mismo espíritu bendito de la vida divina en que se inscribe la esencia de esta vida, o sea del espíritu de amor y santidad y por eso si los llamamos externos no es en el sentido directo de esta palabra, sino porque ellos dirigen a la vida interna de las almas con la ayuda de ciertos medios externos.

¡Este es el contenido del dogma de la Iglesia! – No es necesario hablar que tales creencias constituyen la única, irremplazable fuerza moral para el cristiano en hazaña, que sin estas creencias su vida carece de meta y su hazaña es privada de toda base vital.

 

La Iglesia, como Guardiana

de la Revelación Divina

Nos es particularmente agradable hablar de la Iglesia en el conjunto de nuestra sociedad, que por ciertas facetas de su vida refleja en sí la vida de las antiguas comunidades cristianas en las ciudades paganas. Realmente, recordemos la imagen de la vida de aquel tiempo y de la vida actual. Pongamos ante nosotros una gran ciudad pagana, por ejemplo Roma, con todos sus teatros, baños, circos, establecimientos de diversión, con todos los vicios que anidan en ellos, con el vil servicio del paganismo, con todas sus crueldades y crímenes, que espantaban al mundo. Pero en este mundo de "pecado y muerte" se abre otro mundo "de la verdad, paz y alegría en el Espíritu Santo." En el antiguo Roma pagano revive otro Roma cristiano, formado de gente diferente y antaño enemiga "helenos, judíos, bárbaros y escitas, esclavos y libres." Se forma un cuerpo, cuerpo de Cristo. Y al mismo tiempo que los paganos con sus salvajes festejos, unidos con inhumana depravación y escandalosos asesinatos, horrorizan al universo, desde las cuevas funerarias se eleva el canto de Santos de Dios que alaban la resurrección del Crucificado. Allí todos se pasman ante los inventos de la mente y voluntad en el servicio de las pasiones, aquí los humildes siervos del Altísimo sobrepasan las leyes del ser, sanando con la oración a los enfermos y resucitando a los muertos.

Actualmente no hay ante nosotros adoradores de divinidades paganas, cesaron aquellos temibles crímenes religiosos; ahora los gobernantes, ejércitos y pueblos veneran a la cruz del Salvador. Pero la diferencia de la vida en Cristo, o vida de la Iglesia con la vida mundana no desapareció y, sin duda, quedará para siempre tanto en las sociedades, como en cada hombre por separado. En las sociedades cristianas, según las profecías del Evangelio, el amor se empobreció tanto, que ya desde hace tiempo en lugares con densa población otros principios, completamente no religiosos, comenzaron a atraer la atención de la gente. Todavía Juan el Crisóstomo, el maestro de la Iglesia, que vivió apenas 350 años después de la resurrección de Cristo, expresaba a menudo su tristeza, que la vida de la capital se separó de Cristo y se ocupa de teatros, circos, chismes, modas, acumulación de riquezas, y no del estudio de la voluntad Divina. En nuestro tiempo estos intereses mundanos hasta tal punto se posesionaron de la sociedad, que la vida religiosa, salvo los servicios religiosos, comenzó a ser el asunto de la conciencia personal de cada uno, que además cada uno esconde cuidadosamente de sus prójimos. Tuvimos siempre mucha gente piadosa, pero no había sociedad piadosa, ni la vida comunitaria piadosa.

Y he aquí, en nuestras tinieblas del vano mundanismo, brilló, desde hace poco, la luz de la palabra de Dios. Con Su potente mano, con que Él afirmó los cielos, Dios-Verbo reunió a la gente de diferentes medios, edades y caracteres en un cuerpo, introdujo en el corazón la sed de escuchar la prédica evangélica y en el pecho y boca puso Sus cánticos sagrados. Y como en el Roma antiguo a los oídos de los Ángeles de Dios entre sonidos de desenfrenadas orgías y banquetes sacrílegos comenzaron a llegar las alabanzas de Cristo resurrecto, así también actualmente del nuevo vano y depravado Petersburgo se reúne uno mas nuevo Petersburgo, unido con la palabra del Evangelio y el canto de himnos sagrados. En aquellas horas y momentos, cuando la mayoría de su habitantes se apresura a servir a los intereses y placeres mundanos, otros – con libros de oraciones en las manos y con Cristo en el corazón, se reúnen en los templos de Dios en horas inhabitúales, para una tarea poco común y olvidada – la predicación de la revelación del Evangelio, fuera de las horas comunes de los servicios religiosos. La mayoría es gente simple, de pueblo, naturalmente menos seducida que los ricos por las bellezas del mundo, según la palabra del apóstol: "Mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, no muchos poderosos, no muchos nobles. Antes lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar á los sabios, y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es: para que ninguna carne se jacte en su presencia" (1Cor. 1:26-30).

Comenzó o resucitó esta vida nueva no solo para estos justos, sino también para grandes pecadores que a través de la iluminación con la palabra de Dios se hicieron mejores que los justos, y junto con ellos en estos días santos cantaban la resurrección de Cristo. No con un sentimiento vago como los demás, sino en la luz clara del sincero conocimiento de Dios, asimilando la alegría de Pascua. "Tu incalculable misericordia viendo, vamos hacia la luz Cristo, con pies alegres, alabando a la Pascua eterna." Nuestra alegría consiste, justamente, en que nosotros a través de la palabra de Dios, recibida de la Iglesia "en el día particular de la resurrección, comulgaremos con el reino de Cristo." Es por eso que debemos tener claro en que consiste la ventaja nuestra ante otros oyentes y lectores de Evangelio que no comulgan con el reino de Cristo, que reciben el Evangelio no de la iglesia, sino cada uno para sí mismo, para su vida personal.

"¿Qué son para mi los sacerdotes y los servicios religiosos?" – dicen los miembros de las sectas. – Mi Cristo me dio Su evangelio y lo que no está en el evangelio no lo necesito para la salvación, es suficiente cumplir lo que comprenderé de las Escrituras, y las enseñanzas de los padres de la iglesia y los concilios universales no los conozco ni quiero conocer. Condenarme por esto no se puede, porque trato de estudiar la ley de Cristo y unirme con Cristo, con Su Divina persona y en ella, y no en la iglesia buscar mi salvación."

Estas palabras no son justas, ni provienen del evangelio. En realidad comprender la enseñanza de Cristo sin la Iglesia es imposible y comulgar con Cristo fuera de la Iglesia tampoco se puede, ya que nuestra salvación no es solo el premio por las hazañas de la vida, sino consiste en una paulatina confluencia de nuestra vida con la vida de la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo.

1. El Señor dijo, que Su gloria es "Espíritu y Vida" (Ju. 6:63) y con esto indica que conocer o entender Su enseñanza no se puede con medios, con los cuales se conoce cualquier otra enseñanza de la razón. La común sabiduría humana conocen con la mente, en cambio, conocer la enseñanza de Cristo – de espíritu y vida – se puede solo con la vida. "El que quisiere hacer la voluntad de mi Padre, – dijo el Señor – conocerá de la doctrina si viene de Dios" (Ju. 7:17).

¿De qué cumplimiento de la voluntad del Padre celestial habla el Señor, como único medio para conocer Su ley? ¿Solo del cumplimiento de algunas obras de bien? – No, toda la vida, todo ser humano deben confluir con la vida de Cristo, para aprender Su enseñanza de la vida. Los judíos preguntaban a Él, si es el prometido por los profetas Mesías, que ellos esperaban. El Señor les contesta: "Os lo he dicho, y no creéis... porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen" (Ju. 10:25-27).

Así para creer de verdad y conocer la verdad Divina de la Enseñanza de Cristo, hay que comulgar con la vida de Cristo, en primer término a través del cumplimiento de la voluntad del Padre Celestial, y en segundo término a través de pertenecer al rebaño Divino, a aquella sociedad y vida que el Señor fundó en la tierra, y esta vida es la Iglesia.

No puede ser de otra manera. Comprender cualquier enseñanza de la vida fuera del vínculo con aquella sociedad o pueblo, que lo vive – es imposible. Hasta en los asuntos mundanos, para entender, por ejemplo, las canciones rusas o antiguas sagas es necesario entrar en la vida rusa, en condición rusa y si no se hace esto, se habla de ellos en forma tan ridícula, como lo hacen franceses y alemanes sobre las costumbres rusas. Solo la vida misma y el mismo carácter del pueblo pueden aclarar la esencia de tradiciones e ideales populares, y esto solo tanto, cuanto esta vida del pueblo queda fiel a sí misma, cuanto no se somete a influencias externas, tal como se sometió a ellas la vida de la alta sociedad rusa, por lo cual no se puede ya juzgar sobre las costumbres y tradiciones de antiguos "boyares."

Por consiguiente, para comprender la vida de Cristo, expuesta en la Biblia, es necesario no solo entrar en la vida de la sociedad cristiana actual, y tener bases para creer que esta vida no se separó de su Primafuente. Y realmente tenemos para eso una indiscutible promesa del Señor: "Crearé Mi Iglesia y las puertas del infierno no la vencerán," de manera que cada uno quien "no escuchará a la Iglesia, que sea para ti como un pagano y un publicano."

En Sagradas Escrituras, además, hay indicaciones que la gente entenderá la enseñanza de Cristo, justamente, a través de la Iglesia, sobre la cual predecían los profetas del Antiguo Testamento, representando la bajo la imagen de una montaña o una virgen de muchos hijos, que no conoció a esposo. Así decían Isaías y Miqueo (2:2-4) y (4:1-3): "Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán: "Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos."Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh"

De manera, que esta ley y verbo no se conocen por sí mismos, sino, a través de la ascensión a la montaña del Señor, Sión, o sea la Iglesia. El mismo pensamiento afirma la oración de despedida del Señor sobre la Iglesia. "Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste. Y yo, la gloria que me diste les he dado; para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa: Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumadamente una cosa; y que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también á mí me has amado" (Ju. 17:21-24).

La fe en Cristo de la gente se condiciona por aquella unidad espiritual en la cual permanecen los que creen en Cristo, seguidores de Apóstoles, hijos de la Iglesia a quienes el Apóstol Pablo llama: "Los propios de Dios" como "afirmados sobre la base de Apóstoles y profetas."

Así la palabra Divina enseña que sin la permanencia en la Iglesia y sin la vida cristiana, el hombre no puede conocer a la enseñanza evangélica. Y por eso, los que afirman que a cada uno de ellos es suficiente tener la Biblia para la salvación, están en un error, ya que la Biblia está dada no a cada uno en particular, sino a todos los discípulos de Cristo, a su unidad creada por Dios, o sea – a la Iglesia. Por eso, hermanos, cuando hablaran con vosotros los sectantes sobre vuestra confesión, pregunten les: "¿El Cristo vino para darnos un libro o para darnos la vida? ¿Debemos someter nuestra voluntad a un libro o a la vida que fundó Cristo y sin la cual es incomprensible la misma Santa Biblia? Y esta vida santa, sin pecado que sobrepasa a mi voluntad y mi mente, se llama la Iglesia, que lleva infalible en sí a la verdad de Cristo, ejemplos de esperanza de los apóstoles y santos, la explicación de los concilios universales, servicios religiosos de grandes santos y compositores de los cánticos, la gracia de Espíritu-Consolador."

2. He aquí el miembro de secta te apabulla con exclamaciones sobre la vida en Cristo, sobre personal comunión con Él: "mi Cristo me ordenó a esto y aquello, en cambio a esto Él no me ordenó, y no quiero saber a todos vuestros sacramentos" etc. Pero ¿es que nosotros los ortodoxos afirmamos que no necesitamos comunión con Cristo? ¿No comulgamos de Él en los sacramentos? ¿No llamamos unos a otros en el gran día para ver a "Cristo brillando y que dijo: alégrense"? ¿No pedimos a Él: "Permítenos mas perfectamente comulgar a Ti en el día sin atardecer de Tu reino"? ¿Qué hay de diferente en su y nuestra comunión con Cristo? – Aquello que ellos gritan: "yo...mi...para mi..." O sea separan a sí mismos de aquella unión, hacia la cual Cristo llama a Sus seguidores. ¿Es agradable a Cristo tal particular y celoso amor? ¿Sobre este nos preguntará Él en Su Juicio? – Si, Él exigirá el amor a Él, pero no un amor exclusivamente personal, sino un amor que unifica.

Se extrañarán ante Su Juicio aquellos que en el amor a Él olvidaban el amor al prójimo y preguntarán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, ó sediento, ó huésped, ó desnudo, ó enfermo, ó en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá, diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis á uno de estos pequeñitos, ni á mí lo hicisteis" (Mat. 25:44-46). Cristo exigía que nosotros permanezcamos en Él, que vivamos por Él, pero ¿bajo Sí Mismo entiende Él solo a Su Persona? No, estas palabras sobre la permanencia en Él el Señor hace preceder por la comparación de Sí Mismo con la planta de vid con muchas ramas, o sea gente, de manera que no es exclusivamente separado mi Cristo, sino Cristo en la Iglesia. Cristo no solo, sino con toda su familia universal, hermanos y hermanas y la madre, que son aquellos que escuchan Su palabra y la guardan.

Debemos amar a Cristo y vivir solo para Él, pero Cristo no tal que conoce solo a ti y tú a Él, no tal que es solo tu novio, sino Novio de la Iglesia. Debemos amar a Cristo en la carne, pero no solo la carne glorificada, sino en aquella sobre la cual dice el apóstol: "Porque de la manera que el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, empero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un cuerpo, así también Cristo... Ni el ojo puede decir á la mano: No te he menester; ni asimismo la cabeza á los pies: No tengo necesidad de vosotros" (1 Cor. 12:12-22). Y mientras tanto, se escucha de los miembros de las sectas: la Iglesia no es necesaria, las obras de bien y las hazañas no son necesarios, solo Cristo personalmente. Pero Cristo no es egoísta y no con este amor carnal y celos se puede agradar a Él. "Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad" (Mat. 7:22-24). Es fácil representarse a sí mismo amando esta imagen hermosa de Cristo que no imaginamos, pero amar a Él en la Iglesia – con todos Sus hermanos, con Su cuerpo espiritual, con Su novia – a esto debemos tender. Así, el amor ortodoxo a Cristo es el amor de vida constante de sacrificio, benevolencia y humildad. En cambio el amor de las sectas es un amor excluyente, orgulloso, que ciega, – no un amor, sino mas bien – un enamoramiento, que rechaza la hazaña, la lucha consigo mismo, impregnado de fantasía y que no ayuda al crecimiento espiritual del hombre. Esta es aquella seducción, de la cual nos previenen los Padres de la Iglesia, aclarando que verdaderos entusiasmos espirituales deben ser anticipados por una serie de ejercicios de penitencia y purificación del corazón de egoísmo y pasiones con la oración y obras de bien. "Veo Tu palacio, mi Salvador, adornado y no tengo vestimenta para entrar en él; ilumina el vestido de mi alma, Dador de Luz, y salva me." En estas palabras se expresa nuestra relación con Cristo.

¿Es comprendido ahora, que fuera de la Iglesia, fuera de comunión con ella, y sin su dirección no podemos ni conocer, ni amar a Cristo? ¡Cuan agradecidos debemos estar a Dios por la fuente de la enseñanza de evangelio que Él nos dio y que es guardado en la Iglesia! ¡Como debemos valorar todo recordatorio de nuestra relación con ella, comenzando por los santos sacramentos, en los cuales recibimos de verdad la gracia del Espíritu Santo, continuando con la señal de la cruz y terminando por toda ceremonia que contiene la familia universal de nuestro Salvador! Cuan alejados debemos estar de toda confusión al saber que solo la minoría de la gente, que se llaman cristianos, en realidad pertenece al cuerpo de la Iglesia: "¡No temáis, pequeño rebaño, ya que el Padre os hizo herederos del Reino!" "Que los muertos sepulten a sus muertos." Que cada hora de la vida del mundo eleva para adoración nuevas deidades: no vamos a confundirnos ni juzgarlos, tal como no los juzgó el Señor: "Y el que oyere mis palabras, y no las creyere, yo no le juzgo; porque no he venido á juzgar al mundo, sino á salvar al mundo" (Ju. 12:47). No juzgarlos, sino tener les lástima tal como uno que ve tiene lástima del ciego, como el sano al enfermo. Tener les lástima y ayudar a su salvación a través de la palabra, ejemplo y oración debemos nosotros, que nos alegramos sobre la salvación Divina. Ayudarles y humildemente agradecer a Dios, porque Él nos atrajo al estudio de Su palabra, y también vamos a temer al pecado sabiendo que: "El esclavo aquel, que conocía la voluntad de su señor, y no estaba listo, y no hacía su voluntad, será castigado mucho." Seamos al fin humildes ante el Señor y la gente pensando cuan poco cumplimos de aquello que supimos de la voluntad Divina y pedir al Señor Su ayuda para una vida mejor y agradable a Dios.

 

El significado salvador

de la Palabra de Dios

Toda la sociedad organizada encuentra el interés en la conversación en sus reuniones sobre el asunto que la une. Nuestra sociedad se reunió para un asunto muy importante – el de predicar y oír la palabra de Dios. Con esta finalidad nos reunió hoy en esta habitación luminosa, a unos arrancándolos de asuntos mundanos, a otros privándolos de descanso después del pesado trabajo del día y a todos juntos introduciendo un espíritu y penetrando con la sed de la palabra Divina, tal como dijo el salmista: "Un bien para mí la ley de tu boca, más que miles de oro y plata… ¡Cuán dulce al paladar me es tu promesa, más que miel a mi boca!" (Sal. 118:72, 103).

Pero ¿en qué consiste justamente esta fuerza misteriosa de la palabra Divina que nos atrae aquí? ¿Qué cualidades de ella resultan tan activas y fuertes? En qué consiste, al fin, la acción de la palabra Divina sobre los corazones y la vida humana – sobre esto oiremos hoy en el día del festejo anual de la palabra Divina. Pero ¿quién nos enseñará esto? ¿Puede la razón natural explicar la acción de la palabra Divina? – No, nuestro alma solo siente su fuerza vivificadora pero, por sí misma, nunca puede comprender de donde viene, tal como lo dijo el Señor: "Oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni á dónde vaya: así es todo aquel que es nacido del Espíritu" (Ju. 3:8). Pero si nuestra mente no es capaz de revelar las leyes de la palabra, entonces, nos enseñará la revelación. Que la Palabra misma, que se hizo carne, nos revele la acción de Sus palabras y nos enseñe, en primer término, que significado en la vida cristiana debe tener la palabra Divina y en segundo término, cuales son sus frutos para los creyentes en esta y en la futura vida.

Lo primero nos es necesario averiguar por qué muchos consideran que la lectura y prédica de la palabra Divina son casi superfluas para la salvación, esperando merecerlo con obras de bien y el cumplimiento de las decisiones de la Iglesia. Otros están listos, por el contrario, toda la salvación llevar al estudio de la Biblia y no consideran necesario ejercitar a su voluntad en la virtud. En contra a estos extremos, las Divinas Escrituras muestran una maravillosa superposición de cómo aprender la palabra y cómo fortalecerla con la vida cristiana. Si desearemos escuchar sobre la necesidad de prédica de palabra Divina, tanto para el inicio de la vida cristiana como para el sostén, sabremos que la fe cristiana misma, el mismo cristianismo es llamado a veces la enseñanza de la palabra. Así, en los Hechos dice, que después del bautismo del pagano centurión Cornelio "Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que también los Gentiles habían recibido la palabra de Dios" (Hech. 11:1), o sea la fe cristiana. Sobre la misma el apóstol Pablo decía en Antioquia de Picidi: "Á vosotros es enviada la palabra de esta salud" (Hech. 13:26). En el mismo capítulo se dice que los paganos "glorificaban la palabra del Señor" (Hech. 13:48). Si la conversión al cristianismo se llama en la Biblia la aceptación de la palabra Divina, entonces aquel perfeccionamiento de la gente en la vida cristiana se llama allí el crecimiento de la palabra Divina tal, como muchas veces se menciona en los Hechos: "Así crecía poderosamente la palabra del Señor, y prevalecía" (Hech. 19:20; 12:24; Tim. 2:9 etc.).

De manera, que si casi todo el contenido de la fe Divina se entendía como la asimilación de palabra de Dios, es muy comprensible, porque también los predicadores de esta fe – santos apóstoles – como su obra principal, consideraban a la prédica y llamaban a sí mismos servidores de la palabra y se negaron de ocuparse de la dirección externa, ordenando y eligiendo a los diáconos y diciendo: "Nosotros permaneceremos en la oración y en el servició de la palabra" (Hech. 2:41; 1 Tim. 4:12; 2 Tim. 4:2; Hebr. 13:7; Apoc. 1:2,9; 20:4).

Pero mucho se equivoca aquel, que piensa que la vida cristiana se limita con escuchar la palabra Divina, que esta palabra por sí misma, sin esfuerzo nuestro sobre nosotros, puede iluminarnos. Todo lo contrario, en la parábola sobre el sembrador, el Señor muestra claramente, que sola aceptación de la palabra con fe, sin lucha consigo mismo no es mas firme que el brote de la semilla en la pequeña cantidad de tierra sobre la piedra, que secó con el calor del sol. Solo las almas aquellas pueden ser dignas para el reino Divino, que recibiendo la palabra, "crean el fruto en paciencia," solo aquel construye el edificio de la salvación sobre la piedra dura, quien escuchando la enseñanza de Cristo, la cumple (Luc. 6:47). Un discípulo de Dios será solo aquel, quien permanece en Su palabra (Ju. 8:31), quien la observa (Ju. 8:52), quien aceptando la en mansedumbre (Jac. 1:21) es creador de la palabra (Jac. 1:22) y no solo su oyente (Jac. 1:23), ya que los hebreos también escucharon la palabra, pero está dicho de ellos: "no les aprovechó el oír la palabra á los que la oyeron sin mezclar fe" (Heb. 4:2). Luego, hasta entre los cristianos mismos, aparecieron unos charlatanes revoltosos, que el apóstol amenazaba de venir a ellos y probar "no las palabras de los que andan hinchados, sino la virtud" (1 Cor. 4:19). De su prédica él dice que "nuestro evangelio no fue á vosotros en palabra solamente, mas también en potencia, y en Espíritu Santo, y en gran plenitud" (1 Tesal. 1:5).

Así, la palabra Divina recibe para nosotros el significado salvador solo ante una firme decisión de cambiar su vida pecaminosa y ante la tendencia del hombre, según sus fuerzas, de cumplir su decisión. Que se callen los miembros de las sectas quienes, habiendo calmado su conciencia con una fe muerta, dicen que la bendita palabra Divina, por sí misma, crea en ellos la vida nueva, sin ningún esfuerzo de parte de ellos. A nosotros, fieles, la Palabra misma enseña, que la enseñanza evangélica salva solo cundo el hombre lucha con el pecado.

Así, la primera acción de palabra Divina en nuestra vida se manifiesta en nuestro renacimiento espiritual. Así, San apóstol Jacobo dice que Dios "nos ha engendrado por la palabra de verdad" (Jac. 1:18) y apóstol Pedro explica que el nacimiento por la palabra es diferente del nacimiento perecedero porque nos hace entrar en la vida imperecedera, eterna. La gente nacida por la palabra debe, como niños recién-nacidos, ser ajena completamente de toda maldad, adulación, envidia, calumnia; amar solo aquella leche de la palabra, que nos permite gustar, "Cuan bueno es el Señor" (1 Ped. 1:24; 2:4).

¿Haz experimentado este nuevo nacimiento con palabra? ¿Existió en tu vida el instante, cuando sentiste en ti el inicio de una vida diferente? No aquella, que vive tu carne, tus cálculos mundanos, sino aquella vida bendita, para la cual nada es necesario, salvo Dios, salvo cumplimiento de Sus mandamientos, cuando para ellos el hombre está listo de rechazar a toda su vida anterior y se siente, según la palabra del apóstol, como un recién-nacido, ajeno a toda astucia y envidia. ¿Puedes decir que eres renacido por la palabra? – Dios te dio todo, para que tengas en ti la perfección de este nacimiento. Él te purificó con agua y Espíritu en el santo bautismo, pero que sepas, que este santo sacramento te traerá su fruto solo si tu mismo vas a renacer concientemente con la palabra, ya que la purificación y consagración de la Iglesia se produce a través del bautismo, pero no en otra forma, como por medio de palabra tal, como está dicho en Escrituras: Cristo consagra a la Iglesia, "limpiándola en el lavacro del agua por la palabra" (Efic. 5:26).

Así, si en tu vida no experimentaste esta decisión, para dejar el egoísmo y pecado y vivir para Dios, si no aceptaste las palabras de Cristo, que se debe nacer de lo alto, si no sentiste la llegada de esta fuerza espiritual, que, según la enseñanza del Salvador, es como una inesperada ráfaga del viento, que de repente llena nuestro corazón (Ju. 3, 8): entonces ora y ruega a Dios, para que Él te otorgue un pleno renacimiento con palabra, cuyo principio te fue dado en el santo bautismo.

Pero si ya experimentaste esto, si la prédica de palabra Divina te abrió los ojos sobre la vida y la muerte, sobre la verdad y el pecado y provocó en ti la decisión de vivir para Dios, entonces trata de no perder a esta vida, alimentala y haz la crecer, para que ella no quede en ti sin el fruto. ¿Cómo debes alimentarla? De nuevo a través de la palabra Divina. Así enseña el Nuevo Testamento sobre el significado de palabra Divina para los que renacieron con agua y espíritu, para los cristianos que Dios ya hizo nacer con la palabra de la verdad.

Para sostener la vida del cuerpo son necesarios la bebida y el alimento: de misma manera la vida espiritual no se puede sostener sin el estudio o sin escuchar la palabra Divina. De esto habla el Señor en Su conversación con la samaritana: "El que bebiere del agua que yo le daré... será en él una fuente de agua que salte para vida eterna" (Ju. 4:14). Habiendo dicho sobre esta bebida de Su palabra, el Señor llama el cumplimiento de Su obra – el alimento. Tal como el alimento y la bebida sostienen y fortifican al cuerpo, la palabra Divina y virtudes cristianas alimentan a la vida renacida del espíritu. A esta vida hace crecer en nosotros Dios como a ciertas plantas, y los servidores de la palabra los plantan y riegan (1Cor. 3:5).

La palabra de Dios es hasta tal punto necesaria para sostenernos en la vida bendita, que en la Biblia es llamada ó la palabra de gracia (de bendición) (Luc. 4:22; Hech. 14:3; 20:35), o la palabra de la vida (Hech. 5:20; 7:38), o al fin la vida misma o luz (Ju. 1:4; 6:63). La fuerza, que daba la vida, de palabra de Cristo se mostraba en que el pueblo que escuchaba a Él, enseguida decidió que esta es la palabra Divina (Luc. 5:1), y Cristo – un profeta predicador (Ju. 7:49), también el mismo Señor llamaba a los que escuchaban palabra Divina benditos y purificados "por la palabra que os he hablado" (Ju. 15:3). Luego apóstol Pablo describe en forma mas expresiva la acción de la palabra diciendo: "La palabra de Dios es viva y eficaz, y mas penetrante que toda espada de dos filos: y que alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón" (Hebr. 4:12). ¿Por qué así? – Ya que responde a las mismas preguntas que por sí mismos llenan el corazón humano, tal como explica el mismo apóstol en otra epístola: "Cercana está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe, la cual predicamos" (Rom. 10:8).

¡O, cristiano! ¿Te está saciando la palabra Divina, que escuchas o lees? ¿Te obliga a sentir la saciedad de la sed espiritual, derrama la luz sobre tu vida y abre tu conciencia para discusión de todas intenciones y acciones? Para fijar esta alimentación espiritual con la palabra, el Señor te otorga como alimento, bajo la forma de pan y vino, Su verdadero Cuerpo y verdadera sangre. ¿Estás alimentándote realmente con palabra de la vida, la prédica evangélica te eleva realmente sobre el mundo de carne y pasiones hacia la alegría espiritual sobre Dios? Si es así, ¡gloria a Dios!

Sin embargo, debes saber que por esto tendrás que sufrir del mundo, que yace en el mal. Ya escuchamos que la palabra Divina penetra hasta la separación del alma y espíritu, también divide a la gente misma en los del alma y los espirituales y los arma unos contra los otros, tal como lo predijo el justo Simeón, teniendo en brazos a la Palabra encarnada (Luc. 2:35). Todavía durante la vida del Salvador comenzó a cumplirse la profecía sobre los sufrimientos en la tierra por la palabra Divina, tal como Él decía de Sí mismo a los enemigos: "Procuráis matarme, porque mi palabra no cabe en vosotros... porque no podéis oír mi palabra" (Ju. 8:37-43); y de los apóstoles en la oración al Padre: "Yo les he dado tu palabra, y el mundo los aborreció" (Ju. 17:14). Por eso también el Señor dijo a Sus discípulos: "No he venido para meter paz, sino espada. Porque he venido para hacer disensión del hombre contra su padre, y de la hija contra su madre, y de la nuera contra su suegra. Y los enemigos del hombre serán los de su casa" (Mat. 10:34-36). Y el observador de misterios de los futuros destinos de la Iglesia, San Juan, en su Apocalipsis ve masas de justos, asesinados a causa de la palabra.

De manera que la palabra Divina, junto con la vida espiritual, nos promete congojas y hasta la muerte corporal. ¿Tendremos temor y nos avergonzaremos de la condena del mundo por la palabra Divina? – Que no sea así, ya que el Señor dijo: "El que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adulterina y pecadora, el Hijo del hombre se avergonzará también de él, cuando vendrá en la gloria de su Padre con los santos ángeles" (Marc. 8:38). Pero si esto es así, ¿con qué podemos luchar en defensa de la palabra? – Respuesta con la palabra misma, ya que ella, según la afirmación de apóstol Pablo es "la espada espiritual" (Efic. 6:17), es invencible, "mas la palabra de Dios no está presa" (2 Tim. 2:9). No teme el desprecio del mundo, burla y juicio del mundo, ya que no es el mundo que expresa el juicio sobre la palabra Divina, sino es juzgado por esta palabra, tal como nos dijo el Señor: "Y el que oyere mis palabras, y no las creyere, yo no le juzgo...El que me desecha, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero" (Ju. 12:47-48).

Pero ¿por qué la palabra Divina es el juez del universo? – Porque los mandamientos de Cristo – no son decretos casuales, sino expresan en sí las cualidades del Señor celestial, como dicen las Escrituras: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Éste era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz en las tinieblas resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron... Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre" (Ju. 1:1-5, 14).

Así ¿haz comprendido por qué con palabra Divina es juzgado el mundo? Es porque los que aceptaron la palabra, aceptaron a Aquel que trajo esta palabra a la tierra, aceptaron a Aquel que dijo: "El que me ama, mi palabra guardará, y mi Padre le amará, y vendremos á él, y haremos con él morada" (Ju. 14:23). Sí, es por eso, él que aceptó la palabra Divina no teme al mundo: porque él vive en comunión con Dios-Hijo, que se ve con ojos del creyente como permanente Juez del mundo, tal como lo vio Juan en la Revelación: "He visto el cielo abierto y he aquí un caballo blanco y El sentado en él se llama Fiel y Verdadero, que juzga con justicia y guerrea. Sus ojos son como llamas del fuego y sobre Su cabeza hay muchas diademas. Él tenía el nombre escrito, que no conocía nadie, además de Él mismo. Era vestido en vestimenta manchada de sangre. Su nombre: Palabra Divina. Y huestes celestiales Lo seguían sobre caballos blancos, vestidos en tela blanca y pura. De Su boca salía una espada aguda, para herir pueblos. Él pasta a ellos con báculo de hierro. Él pisa vino de furor e ira de Dios Omnipotente. Sobre Su vestimenta y Su cadera está escrito el nombre Rey de lo Reyes y Señor de los Señores" (Apoc. 19:11-17). He aquí con quien nos une la asimilación de la palabra Divina: con la misma pre-eterna e inmutable Palabra, que reina desde los siglos sobre los mundos

En esta comunión Divina se incluye la acción cuarta de la prédica evangélica, en cambio la quinta consiste en que esta vida Divina es inmutable y eterna como Cristo (2 Cor. 1:18-21), entonces justamente a través de la palabra del Evangelio, aceptada y cumplida por la fe, entramos en la vida eterna como prometió el Señor: "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá á condenación, mas pasó de muerte á vida" (Ju. 5:24; 6:40-74 y 12:25).

Hermanos ¿es necesario seguir hablando sobre la utilidad de la palabra Divina? ¿Seguiremos despreciando aquello, que es lo mas precioso en la tierra y en el cielo? ¿Seguiremos prefiriendo la descomposición y vanidad a la palabra? ¡Que no sea así! Y si somos débiles y sin fuerzas para cumplir buenos deseos, terminemos nuestra palabra con oración a la Palabra Divina para que fortifique en nosotros el amor hacia el oír y proclamar, hacia asimilar y cumplir la palabra aquí, en la tierra, y nos haga dignos para mejor asimilación en el cielo, después de salir del cuerpo. "¡O Sabiduría y Palabra Divina y Fuerza! ¡Otórganos comulgar de Ti mas perfectamente en el día sin atardecer de Tu Reino!"

 

La vida después de la tumba

y eternidad de tormentos

Estamos acostumbrados de representarnos el destino después de la tumba de los pecadores según la parábola de "El rico y Lázaro." Los condenados en las llamas del infierno en vano van a llorar sus pecados y sin efecto llamar a Dios y santos por el perdón: ¡el arrepentimiento no se acepta de los muertos y cambiar y mejorar es demasiado tarde! ¿Por qué es así? Por qué el alma que condenó a sus caídas y cambió su enfoque, a pesar de esto, es rechazada por la justicia Divina – queda incomprensible.

De ahí son muy naturales las pruebas de crear fantasías sobre alguna nueva y universal reconciliación – apocatástasis. Pero esta enseñanza es condenada por la Iglesia y los seguidores de Origén son considerados herejes. En realidad, en forma muy consecuente, todas las tentativas de explicar la eternidad de los tormentos como un largo lapso de tiempo, pero no la eternidad, contradice a la palabra Divina y a la Tradición de la Iglesia. Es suficiente indicar las palabras de Dios a Isaías: "su gusano no morirá, su fuego no se apagará" (Is. 66:24). Estas palabras no es posible interpretar como una gran continuidad de tormentos, ya que directamente dice que no tendrán fin (Rev. 14:11; 20:10).

Además hasta si, ni Santa Biblia y claramente expuesta enseñanza de la Iglesia, no revelarán a la gente sobre la eternidad de los tormentos, nuestra razón no podría separarse de la triste deducción sobre el destino post-tumba de los concientes enemigos de Dios o pecadores no arrepentidos. Realmente quedaría pensar que el Señor a la fuerza los haría justos y los atraería a Su alegría, pero donde hay violencia ya están ausentes los valores morales, allí desaparece la misma diferencia entre el bien y el mal, y con esto, el sentido de la Redención y Construcción.

¿No se podría suponer que hombres definitivamente y concientemente malos no existen, que el mal es un malentendido e imperfección, tal como enseñan los panteístas, evolucionistas y hasta algunos teístas? Pero tal suposición es incompatible con la enseñanza sobre el libre albedrío, ni menos aun, con la enseñanza de la Iglesia y Santas Escrituras sobre demonios, una reinterpretación de esto no puede hacer ni un sincero lector de Evangelio, sea él mismo creyente o no, en Dios. Al final, tenemos las palabras directas de Cristo sobre Sus enemigos que lo odiaban no por no entender a Él, sino porque comprendieron y odiaron en Él la verdad misma y el bien mismo. "Si fuerais ciegos, no tuvierais pecado: mas ahora porque decís, Vemos, por tanto vuestro pecado permanece" (Ju. 9:41). "Si no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado: mas ahora no tienen excusa de su pecado. El que me aborrece, también á mi Padre aborrece. Si no hubiese hecho entre ellos obras cuales ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; mas ahora, y las han visto, y me aborrecen á mí y á mi Padre" (Ju. 15:22-24).

Así, la enseñanza sobre la eternidad de tormentos resulta no solo del sentido claro de la palabra Divina y tradición de la Iglesia, no se puede obviar hasta con a solución de la cuestión puramente razonada.

Sin embargo, esto no está así, como en la parábola del Rico y Lázaro, nos objetará el lector: allí se habla no de un malvado, no arrepentido y exasperado, sino de un alma, amargamente llorando sus pecados, y mas que esto, llena de compasión hacia otros pecadores, que están todavía en la tierra, ¿por qué para un alma así no tenga Señor misericordia? – Objeción, según nuestra extrema opinión muy bien basada, y sería difícil de objetar, si en esta parábola fuera descrito el destino definitivo de los muertos. Recordemos que el Señor decía esto a los judíos antes de Su bajada al infierno: ¿sería posible que esta bajada no sería salvadora para el rico, arrepentido de su vida pecaminosa? Seguro que sí, ya que el Apóstol atestigua que no solo los justos, sino también los pecadores fueron salvados por el Vencedor del infierno, "Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos á Dios, siendo á la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó á los espíritus encarcelados; Los cuales en otro tiempo fueron desobedientes, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé" (1 Ped. 3:18-20).

De estas palabras de Apóstol hacemos la conclusión que las palabras de Abraham en la parábola del Rico y Lázaro, referidas al intransitable abismo que se fijó entre los justos y pecadores, se refieren al estado de cosas antes de la llegada de nuestro Señor Jesucristo. En el día de Su muerte salvadora y resurrección, el Señor cruzó este abismo y sacó del inframundo no solo a los justos que lo esperaban, sino también a muchos de los antaño rebeldes, pero no exasperados paganos.

Por eso, el estado de las almas pecadoras, condenadas eternamente, será no aquel que soportaba el mencionado rico, humildemente rogando, que se les haga entender a sus hermanos que vivían en la tierra. ¿Dónde buscaremos las indicaciones en la revelación Divina, como se sentirán las almas perdidas tras tumba? – "Allí será el llanto y el rechinar de dientes" – así define el Señor en Sus parábolas el destino de los rechazados. Estas palabras se aplican al expulsado huésped malo, del banquete nupcial que hizo malograr la común alegría por la inaceptación de la vestimenta adecuada, y también al esclavo perezoso que no usó el talento recibido y se explicaba airadamente con su dueño, que volvió. Con estas mismas palabras el Señor rechazará a aquellos que van a llamar a Su puerta y decir: "Ábrenos – delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste" (Mat. 24:21-30; Luc. 13:25-28). Finalmente con esta expresión se define el estado definitivo de los pecadores (Mat. 8:12; 13:42-50; 24-51).

Así, este estado se asemeja a aquel que sufrirá el invitado malo y el rechazado esclavo airado. "Las tinieblas externas", o sea la noche oscura, que es tan terrible después del hermoso, luminoso palacio nupcial o el palacio real. Aquí son espantosos no los sufrimientos externos, sino el estado de rechazo de la alegría común, que se hizo inaccesible solo a estos desdichados porque la despreciaron y trataron de introducir en ella su maldad y ensombrecerla con su exasperación sin causa.

¿Qué significa el llanto y el rechinar de dientes? ¿Se define con estas palabras solo duros sufrimientos o algo otro? – Sobre el mencionado rico no se dijo que el rechinaba con los dientes, sino solo sufría en aquellos llamas. ¿Cuál es el sentido exacto de esta expresión? ¿Se expresan en el rechinar de dientes justamente los sufrimientos? No, el rechinar de dientes es el signo de una tensa maldad y lucha. Así hacen los perros malos y fieras cuando atacan a los enemigos. En Biblia el rechinar de dientes define una maldad tensa y amenaza, a menudo una maldad impotente de los pecadores contra un justo. "Ellos se reúnen contra mí; extranjeros, que yo no conozco, desgarran sin descanso; si caigo, me rodean rechinando sus dientes contra mí." (Sal. 34:16-17). "El impío maquina contra el justo, rechinan sus dientes contra él; el Señor de él se ríe" (Sal. 36:12-13 y el mismo significado en Llanto 2:16).

Pero particularmente característico se manifestó este fenómeno – rechinar de dientes – en la injusta ejecución del primer mártir de Cristo Esteban. Cuando este beato joven atestiguaba la impecabilidad de su fe según la ley y los profetas y con gran inspiración acusaba a los asesinos de los profetas y de Cristo, su rostro era "como rostro de un ángel," ¿qué sentían sus enemigos? "Al oír esto, sus corazones se consumían de rabia y rechinaban sus dientes contra él" (Hech. 7:54).

¿No sería lo mismo que experimentaban todos los malhechores, llenos de maldad y concientes de su impotencia de luchar contra la verdad? Y si su impotencia era tal que no podían avergonzarla ni hacerle daño físico, entonces al rechinar de dientes se sumaba un impotente llanto de ira. – Esto pasa con un hombre bestial, cuando él atacando al prójimo que odia, es agarrado y atado: entonces llora de ira y rechina de los dientes; particularmente frecuente se puede ver esto en las mujeres furibundas cuando las atan y no dejan cumplir su deseo de mal.

Así, "el llanto y el rechinar de dientes" significa no simplemente sufrimiento, sino la maldad y el tormento por la impotente maldad, de la imposibilidad de verterla sobre el odiado Reino de Dios. ¡En esto se concretarán los tormentos de post-tumba! Estos no son simplemente tormentos de la conciencia, ante cuya presencia debe seguir la penitencia y ante la penitencia – el perdón. No se puede imaginar al todobueno Señor, Quien no escucharía la eterna penitencia de los pecadores y no aliviaría su suerte.

Pero ¿sería posible representarse tal empecinamiento en la maldad que no volvería en sí ante la revelación de los juicios Divinos, ante la derrota del reino de diablo? – ¿Para qué preguntar sobre la posibilidad de lo que tuvo su lugar en la realidad? – Nuestra futura presentación ante la Faz del Señor hay que semejar a como recibió la gente al Señor que vivió entre ella: los buenos alegremente Lo conocieron, los que luchaban entre el bien y el mal Lo aceptaron con lucha interior y tormento, tal como poseídos, como el ladrón en la cruz, como Nekodemio, uno de los jefes hebreos; en cambio los malos, cuanto mas Lo conocían, tanto mas odiaban y cuando vieron la resucitación del Lázaro por Él, entonces "desde aquel día consultaban juntos de matarle" (Ju. 11:53). Esto es lo que expresó el Señor en Su conversación de despedida, que mencionamos en el comienzo de este artículo. El apóstol Juan todo su Evangelio, epístolas y Apocalipsis construyó justamente sobre la revelación de esta triste ley de lucha de Dios y el mundo, que consiste en una enemistad irreconciliable de este último contra Cristo y Su reino, – enemistad que no se debilita, sino todo lo contrario, se potencia a medida de la revelación de los destinos Divinos. "Y el cuarto ángel derramó su copa sobre el sol; y le fue dado quemar á los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el grande calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene potestad sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria." Así se portarán los pecadores en el fuego del infierno y su eternidad dependerá solamente de su impenitencia. Pero escuchen mas Apocalipsis. "Y el quinto ángel derramó su copa sobre la silla de la bestia; y su reino se hizo tenebroso, y se mordían sus lenguas de dolor; y blasfemaron del Dios del cielo por sus dolores, y por sus plagas, y no se arrepintieron de sus obras" (Rev. 16:8-12; compare 9:20-21).

Estoy listo de estar de acuerdo con la corrección de tal interpretación de palabras bíblicas y el estado de ánimo de los pecadores condenados, – dirá el lector: pero ¿puede ser aceptada tal eterna terquedad, en tal insensata exasperación contre Dios, esta eterna impenitencia de Sus enemigos? – Pero ¿qué es la penitencia? – preguntaremos nosotros, y contestaremos así. La penitencia es la quiebra de la voluntad, la quiebra del estado de ánimo humano, provocada o por un nuevo conocimiento de sí mismo, o sea un despertar de nuevamente encontrado y hasta entonces oculto contenido de su alma, su vida interior, – o el entendimiento, asimilación para su alma de un contenido nuevo, a partir de la influencia de otra gente, libro, mundo exterior, al final del Mismo Señor, como ocurrió con Zacjeo, cuando él escuchaba Sus santas palabras y comprendió Su misericordiosa condescendencia hacia él. – Pero todas estas condiciones tienen lugar solo durante conocimiento de sí mismo y de los destinos Divinos y cuando todo esto se termina, cuando "el tiempo no será más" (Rev. 10:6), cuando los destinos Divinos culminen y no habrá nada para conocer ni en sí mismo, ni fuera de uno, – cuando toda la bondad y sabiduría Divina se manifestará ante todos, en toda su magnitud, en cambio el odio de los enemigos de Dios la vituperará y maldecirá y se separará de ella por completo, no aceptando la enseñanza ni en la vida terrenal, ni en el lapso largo entre su muerte y el Juicio Final, cuando se elevaban oraciones de los creyentes y santos por las almas de los muertos, no habrá ya ningún nuevo despertar para cambio interno de almas exasperadas; quedará solo la necesidad interna, tanto para los justos como para los pecadores, de afirmarse en su estado de ánimo – un bendito amor y agradecimiento o todo lo contrario, en la maldad impotente y a través de esto un pesado tormento.

Sin embargo, ¿por qué estos tormentos serán tan pesados si consistirán totalmente o preponderantemente en los tormentos de impotente maldad? – A esta pregunta contestaremos recordando la expresión bíblica sobre el llanto y el rechinar de dientes. Los tormentos de maldad impotente son muy pesados. Pero aquí, en la tierra, ellos se atenúan con lo temporal y la variación de experiencias y estados vividos; también por aquello que el hombre malo espera satisfacerse con un u otro delito, y al fin en el olvido a través de vino, diversiones terrenales y otros placeres y consuelos accesibles a él, – en cambio, allí no habrá nada de esto. Toda la diversidad de nuestra compleja y vana vida desaparecerá. "La tierra y las obras que en ella están serán quemadas" (2 Ped. 3:10). Quedará solo la autodeterminación moral de sí mismo en todos los seres concientes en la relación con Dios y Reino Divino: o amor hacia ellos, u odio impotente que acusa a sí mismo y por eso es infinitamente doloroso. El palacio nupcial del Cordero va a brillar ante el expulsado – mas exactamente autoexpulsado pecador; él está atado y no puede vulnerar al triunfo, ante él está la luz, en cambio él está en las tinieblas; ante él brilla el amor Divino listo para perdonar todo, pero este amor le es odioso, el perdón indeseable. Así está dicho en el Apocalipsis: "Será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles, y delante del Cordero" (Apoc. 14:10). – Palabras del Señor en el Juicio Final "aléjense de Mí malditos" y otras palabras semejantes del catecismo sobre el infierno que es alejamiento de Dios, hay que entender en el sentido de alejamiento moral y no territorial, de misma manera como las palabras de Cristo al discípulo que hablaba en forma insensata: "Quítate de delante de mí, Satanás; me eres escándalo" (Mat. 16:23).

¿Y qué es el fuego que quema a los pecadores? – Ante todo – es el mismo fuego que iluminará a los justos, desde aquel día. "En el fuego serán probadas las obras buenas y también las malas," leemos en el canon de Ángel-Guardián – tal como el horno caldeo "que separaba las cosas, quemaba a los caldeos y asperjaba a los fieles."El fuego quema la madera, heno, paja, pero purifica el oro y la plata. A los pecadores "los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre" (Mat. 13:42-43). De misma manera, aclara el apóstol Pablo, que un mismo fuego – toque de Dios – actúa en forma diferente sobre las diferentes almas. "La obra de cada uno será manifestada: porque el día la declarará; porque por el fuego será manifestada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego hará la prueba. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno fuere quemada, será perdida" (1 Cor. 3:13-15).

En este sentido el Señor es llamado el fuego que consume tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Isaías lo llama el fuego eterno, llamas eternas que queman a los pecadores "Se espantaron en Sión los pecadores, sobrecogió el temblor a los impíos: ¿Quién de nosotros podrá habitar con el fuego consumidor? ¿quién de nosotros podrá habitar con las llamas eternas? El que anda en justicia y habla con rectitud; el que rehúsa ganancias fraudulentas" (Isaí. 33:14-15).

¿No querrán decir Uds., que desde afuera el destino de los justos y pecadores será el mismo: observación de Dios e imposibilidad de esconderse de Él, pero para unos esto será fuente de gozo, en cambio para otros fuente de tormentos, originados únicamente por su odio y maldad impotente? – ¿que el fuego eterno es solo la presencia Divina, tan penosa para Sus enemigos? No dije solo: sino dije: ante todo. Decir "solo" será posible en el caso que alguien lo haga conciliar con la tradición de la Iglesia sobre el fuego material que es tan santa como las palabras de Santa Biblia, y si esto solo podrá ser conciliado con la indudable verdad de la resurrección de la carne, que era tan cara a los antiguos cristianos y que esta revelada claramente en la Palabra Divina.

En un amplio curso de dogmática no se menciona ninguna manifestación de los padres sobre el fuego material en el infierno. Pero sin duda no vamos atrevernos a negar los tormentos de la carne – sino solo hablar del alma, en relación a la vida futura, es mas fácil que en relación a la carne resurrecta, ya que también en esta vida, el alma nos es mas comprensible, que la carne, la materia, como con justicia dijo un filósofo ruso, ya fallecido. Definir que es la materia, nadie supo todavía y mas difícil es representarse que propiedades de la materia quedarán en la carne resurrecta.

 

La parábola sobre el

administrador injusto

Para protegerse de toda sorpresa causada por una lectura superficial de esta parábola, es necesario ante todo comprender correctamente las palabras del Señor: "Consíganse amigos con riqueza injusta." Aquí el Señor entiende no solo la riqueza terrenal, conseguida por medio de engaño o robo, sino en general toda riqueza material, contraponiéndola a la riqueza en virtudes y gracia: solo la riqueza espiritual es sólida y justa. Esto es demostrado por Sus palabras siguientes: "Así, si vosotros en la riqueza injusta no fuisteis fieles, ¿quién os encomendará la verdadera?" O sea: si vosotros, teniendo la lastimosa (injusta) riqueza de dinero no servisteis con ella a Dios, ¿cómo puede Dios encomendaros la verdadera riqueza de gracia? Algo semejante escribe también el Apóstol Pablo a Timoteo: "A los ricos en nuestro siglo (antepone los a ricos espirituales, o sea gente santa) aconsejá que esperen no en la riqueza infiel (injusta), sino que hagan beneficencia, se hagan ricos en obras de bien" o sea riqueza verdadera.

Dirán: pero si el Señor bajo la riqueza injusta entiende también a la riqueza de dinero que se obtuvo con un trabajo verdadero o por una legal herencia, entonces ¿por qué Él toma el ejemplo de un administrador deshonesto, quien en secreto distribuía lo ajeno, para después alimentarse a cuenta de pobres favorecidos con bien ajeno? La respuesta es simple: el Señor no quiere alabar tal acción del administrador deshonesto y si "Alabó el señor al administrador infiel que actuó en forma perspicaz," esto no era una alabanza de aprobación moral, sino una alabanza irónica, alabanza de su perspicacia y viveza. Pero el Salvador, tal como en otros casos, aquí menciona este acto desaprobador de la vida terrenal, cuya semejanza en la vida espiritual es muy aprobada.

Así es la parábola sobre un juez injusto, "Que no temía a Dios y no tenía vergüenza de los hombres," y la parábola sobre la mujer que encontró la dracma perdida (mujer apegada al dinero y poco inteligente). En forma parecida aquí, no aprobando el acto del administrador infiel, el Señor propone a los oyentes aprender en la vida espiritual aquella previsión, que demostró el administrador en la vida terrenal. ¿De quién era el bien que él distribuía? Del dueño. – ¿De quién es en realidad el bien que poseemos? – Sin duda de Dios – y nosotros solo temporalmente lo administramos, mientras vivimos en la tierra, y llegará la hora de nuestra muerte y juicio Divino, y el Señor nos quitará este bien.

Así, si somos solo administradores temporales de este bien, ¿para qué cuidarlo? Vamos a distribuirlo a aquellos, quienes pueden ser útiles para nosotros, cuando el Señor nos privará de la vida terrenal y con ella de todos bienes. ¿Quiénes son estos amigos, conseguidos con la riqueza injusta (o sea material de dinero), que cuando nosotros moriremos podrán recibirnos "En las moradas eternas"? – Son los pobres, que con su oración por el descanso de almas nuestras nos van a abrir las puertas del Reino Celestial. Estas palabras del Señor están dirigidas contra los que niegan la oración por los muertos, o sea protestantes de todo tipo.

A estas palabras del Señor se parecen también las de Pablo, con las cuales el apóstol enseñaba a Timoteo de convencer a los ricos "que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, que con facilidad comuniquen; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano á la vida eterna." Por el contrario, a un rico, ajeno de amor a los pobres, el Señor en otra parábola amenaza con la muerte súbita, preguntando con esto: "Así, ¿quién recibirá lo que tu juntaste?" "Así ocurre con aquellos – concluye Su parábola el Salvador – quien junta los tesoros para sí y no se enriquece en Dios."

En las sentencias aquí mencionadas se revela el mismo pensamiento que en la parábola sobre el administrador infiel, – ciertamente que distribuir las posesiones a los pobres es no solo un acto del alma amante, sino también el acto de simple prudencia; las posesiones igual no son eternas, y hasta no nuestras, sino de Dios; cambiemos las para el bien eterno a través de la beneficencia.

 

El Lázaro pobre

y el Lázaro de cuatro días

Has observado, amable lector, que en todas las parábolas de Cristo hay solo un nombre propio? Y si observaste, ¿trataste de aclararte el porqué solo este Lázaro está nombrado por el Señor cuando hasta su rival, según el destino de la vida, quedó bajo la denominación general de Rico? Evidentemente el Maestro Divino quiso que Sus seguidores recuerden fuertemente el destino de Lázaro indigente tanto terrenal, como de post-tumba, a pesar de que la idea principal de la parábola se concentra sobre el Rico: Lázaro está callado en la parábola, en cambio el rico habla y ruega por sí mismo y por sus hermanos. El deseo del Salvador no quedó incumplido: Lázaro se transformó en el canto preferido de buenos cristianos: los pobres se consuelan con él de la avidez y todos están enseñados de acordarse de la muerte, del juicio Divino y de la misericordia hacia los pobres. Sin embargo, el problema queda sin resolver. Si también la parábola sobre el Hijo Pródigo constituye el contenido preferido, si no de cánticos populares, de los cánticos de la Iglesia, de misma manera como las otras donde se glorifica la misericordia y penitencia; pero ahí no hay nombres propios, y hasta los cantos sobre Lázaro, no de su nombre sacan la inspiración sino de la descripción del paraíso e infierno, de la crueldad del rico en la tierra y mas tarde de su arrepentimiento en el infierno.

Puede ser, encontraremos mas pronto lo que buscamos, si trataremos de aclarar para nosotros los pensamientos de la parábola del Señor. ¿Está todo comprensible en ella? Está reconciliado nuestro corazón con la respuesta sin esperanza de Abraham al rico, que tiene lástima de sus hermanos: "Si a Moisés y profetas no escuchan, entonces hasta si algún muerto resucita, no creerán."

Estas palabras severas, con la fuerza de su pensamiento, probablemente confundieron a muchos oyentes del Señor, y siguen confundiendo hasta ahora a los lectores del Evangelio, les parecen exagerados hasta que no son confirmados con acontecimientos reales. Y he aquí fueron confirmados. No el Lázaro-pobre, sino otro Lázaro, conocido a todos los judíos como amigo de Cristo, en forma evidente, delante de los ojos de una gran muchedumbre del pueblo, resucitó de los muertos, habiendo quedado cuatro días como un cadáver inanimado y maloliente. "Entonces muchos de los Judíos, que habían venido á María y habían visto lo que había hecho Jesús, creyeron en él." Muchos, pero no todos. "Mas algunos de ellos fueron á los Fariseos, y dijéronles lo que Jesús había hecho" (Ju. 11:45-46). ¿Qué hicieron los fariseos? Se reunieron y no solo no se ablandaron en su terca falta de fe o, mas exactamente, en desobediencia a la verdad, y por la palabra de Caiafa decidieron matar al Asesino de la muerte, pero hasta esto les pareció poco. Los Sumosacerdotes quisieron matar también a Lázaro, ya que por su causa muchos judíos venían y creían en Jesús (Ju. 12:10-11). Noten, que en su decisión no hay negación del milagro, ni indicación de la culpa de los dos condenados, la ejecución predecidida es el único medio para mantener al pueblo en la incredulidad y ellos deciden usar a este medio.

Así se cumplieron en toda su terrible exactitud las palabras, que el Señor puso en la boca de Abraham sobre los grados de la crueldad humana: quien no quiere escuchar a Moisés y profetas, este no creerá tampoco a un muerto resucitado. El apóstol Juan no menciona la parábola sobre el Rico y Lázaro, pero menciona todavía antes, las palabras de Cristo que ponen en relación la incredulidad judía a Sus milagros con la desobediencia a Moisés y una secreta incredulidad en su ley, que proviene de un endurecimiento moral y la búsqueda de su gloria y no la de Dios. "Hay quien os acusa, Moisés, en quien vosotros esperáis. Porque si vosotros creyeseis á Moisés, creeríais á mí; porque de mí escribió él. Y si á sus escritos no creéis, ¿cómo creeréis á mis palabras?" (Ju. 5:45-47).

Queda todavía una perplejidad, a menudo presentada a los teólogos: ¿por qué sobre la resucitación de Lázaro no atestigua ni el evangelista que cita la parábola del Señor sobre el homónimo heredero del paraíso, no otros dos evangelistas? El Mitropolitano Filaret en uno de los exámenes académicos planteó esta pregunta y, cuando nadie la contestó, la resolvió así: cuando se escribieron los tres primeros Evangelios, Lázaro todavía vivía y siempre molestó por las preguntas de los prójimos, qué sentía su alma durante los días de separación con el cuerpo; sería muy molesto y confuso si este acontecimiento de su vida sería difundido entre todas las iglesias, por eso este caso encontró su lugar solo en el cuarto Evangelio, escrito después de la muerte de Lázaro.

El científico, que escribía la biografía del Mitropolitano Filaret, se maravillaba de la sabiduría y simpleza de esta explicación, pero él no sabía que la explicación está tomada completa del Sinacsar de Triodia Cuaresmática. La ventaja del Mitropolitano fallecido ante sus interlocutores estaba que estos últimos en investigaciones bíblicas iban por el camino de críticos negativos, tratando de vencerlos con sus propias armas y se ocupaban poco de la Biblia fuera de esta política; en cambio el Mitropolitano profundizaba en ella y en tradición de la Iglesia no solo con interés crítico, sino con uno positivo, independiente de la polémica.

Un punto de vista semejante nos ayudará aclarar el caso mejor. De la secuencia misma de relato del cuarto Evangelio se puede ver que el Apóstol escribe un complemento a los libros escritos antes sobre los mismos hechos que el lector conoce. Tal relato complementario constituye también la descripción del milagro sobre el Lázaro de cuatro días, compuesto con mismos detalles y evidencias, que diferencian los escritos de Juan de los tres primeros evangelistas y destruyen completamente el pensamiento lastimoso de los opositores alemanes sobre la falsedad del cuarto Evangelio, aparentemente elaborado en la mitad del siglo dos por los "filósofos nebulosos"-gnósticos.

Así San Juan quiere comunicar sobre la resucitación de Lázaro a lectores aquellos que ya saben sobre la unción del Señor con la mirra en el banquete, Su entrada a Jerusalén, la traición de Judas, pero no saben sobre el gran milagro del Señor, para que la gente a través de él creyera en la resurrección universal.

Los lectores de primeros Evangelios podían ser perplejos, porque el pueblo que recibía al Señor en Jerusalén con sospecha, curiosidad y discusiones, ahora con tal unanimidad salió al encuentro de Él, brindando una veneración real y hasta Divina. Es verdad que el evangelista Lucas dice que el pueblo glorifica a Él por todos los milagros, pero esta insinuación es poco comprensible para el lector ya que los milagros del Señor eran conocidos para los maestros de Jerusalén ya en el tiempo de Sus anteriores visitas a la ciudad Santa, de manera que solo el evangelista Juan al relacionar a este acontecimiento con el milagro de la resucitación de Lázaro elimina la perplejidad del lector.

Con este pensamiento él concluye su relato con las palabras: "Por lo cual también había venido la gente á recibirle, porque había oído que él había hacho esta señal" (Ju. 12:18). Una aclaración semejante de los acontecimientos conocidos, pero poco claros para los lectores de tres primeros Evangelios, encontramos de la descripción de Juan del milagro de los cinco panes y subsiguiente caminata del Salvador por las aguas. El cuarto evangelista aclara que el pueblo maravillado por la visita milagrosa quiere agarrar a la fuerza al Milagrero y proclamar a Él rey. Para evitar a esta insensatez popular, el Señor se ocultó por un tiempo en el desierto, enviando a los discípulos al bote y luego, cuando el pueblo se durmió, dejando para mañana la realización de su propósito, el Señor se alejó de él, caminando milagrosamente sobre las aguas del lago.

La tradición de la Iglesia dice que los evangelistas no mencionan la resucitación de Lázaro por el Señor hasta el día de su segunda muerte, esto hace muy verosímil al pensamiento que todo el capítulo 11, o al menos sus primeros 45 versículos, igual que en el capítulo 12 la segunda mitad del 1º versículo y los versículos 9-11 y 17, 18 fueron escritos después de la composición de su Evangelio, justamente después que Lázaro murió por segunda vez. Hacia este pensamiento nos lleva la segunda vuelta del relator al día de la resucitación de Lázaro ("antes de los seis días de Pascua" y otr.) y la cena solemne, que fue este día en su casa. Aquí se menciona el hecho que María vertió mirra sobre los pies del Salvador, en cambio en el capítulo 11, donde ante la primera mención sobre María y Marta dice: "María era aquella que ungió los pies del Señor con mirra y secó Sus pies con su cabello," como de un hecho ya conocido para el lector (pero no de los dos primeros Evangelios ya que allí se habla de que se vertió mirra sobre la cabeza del Señor en la casa del Simón el Leproso).

Es muy probable que el Evangelio de Juan fue escrito durante la vida de Lázaro, en cambio el relato sobre su resucitación fue agregado por el evangelista después de la muerte de Lázaro, de mismo modo que todo el capítulo 21 de este Evangelio fue agregado por el Apóstol después, a causa de la versión que se difundió durante su vejez que él no morirá nunca; es por eso, agregaremos, que el Evangelio de Juan tiene dos conclusiones bastante parecidas entre sí: una después del capítulo 20 y otra después del 21, donde se aclara el primer silencio sobre la aparición del Señor sobre el mar de Tiberiada con palabras : "Si escribir sobre aquello que paso en detalle, entonces, pienso que el mundo mismo no podría contener a los libros escritos."

Así la parábola sobre el Rico y Lázaro, anotada por uno de los tres primeros evangelistas, llamados sinópticos, en el acontecimiento de la resucitación de Lázaro e incredulidad de los judíos anotado en apóstol Juan, recibe la justificación de su pensamiento perplejo, expresado por las palabras: "Si a Moisés y profetas no escuchan, entonces hasta si algún muerto resucita, no creerán." Pero ¿tenía el evangelista en su mira esta relación interna del acontecimiento y la parábola? Sobre esto no hay indicios directos en el Evangelio, pero la expresión sobre la invencible terquedad de la incredulidad judía, sin querer, salta de su pluma, y al terminar la descripción de los hechos en dos grandes días de la vida terrenal del Salvador él, traicionando su costumbre, deja el tono objetivo-imparcial y dice: "Empero habiendo hecho delante de ellos tantas señales, no creían en él. Para que se cumpliese el dicho que dijo el profeta Isaías: ¿Señor, quién ha creído á nuestro dicho? ¿y el brazo del Señor, á quién es revelado? Por esto no podían creer, porque otra vez dijo Isaías: Ha cegado sus ojos, ha endurecido su corazón; para que no vean con los ojos, ni comprendan con su corazón, ni se conviertan, ni yo los sane. Estas cosas dijo Isaías cuando vio su gloria, y habló de él" (Ju. 12:37-41).

En realidad, la incredulidad de los jefes judíos y los mas influyentes maestros de Jerusalén, que no aceptaron a un tan sorprendente y evidente milagro, producido ante los ojos de una muchedumbre de pueblo, es un hecho sorprendente en la historia de humanidad; desde ese tiempo dejó de ser incredulidad y se tornó una conciente oposición a la verdad manifiesta ("ahora vieron y odiaron a Mí y a Mi Padre" Ju. 15:24), lo que se expresó en el ánimo de los sumosacerdotes y de toda la masa popular en el juicio de Pilato.

El evangelista Juan en todas sus cinco obras revela a los lectores justamente este pensamiento principal que el mundo, o sea la terquedad humana y la maldad, como luchaba con Cristo, a pesar de que Su verdad iluminaba al mundo como el sol, así lucha con Sus seguidores, odiando su vida justa como Caín odiaba a Abel (1 Ju. 3:12), así, hasta el fin del mundo, odiará a Dios y Sus servidores, sin tomar en cuenta Sus evidentes obras de poder y el justo castigo (Rev. 9:20 y otros).

Hace mucho deseábamos imprimir la investigación de las obras de Juan, como las que completaron la enseñanza del Nuevo Testamento de los primeros evangelistas, desde este punto de vista justamente, para dar ánimo a los mártires cristianos y avergonzar a los cobardes (Ju. 21:8), que esperaban el reino de Cristo de mil años, todavía en la vida de su generación (2 Tes. 2); sin embargo nuestros deberes de servició nos privan de la posibilidad de realizar pronto esta bendita tarea que proponemos realizar a otros amantes de la palabra de Dios. Si se ocupan de ella, verían que todos los relatos del cuarto Evangelio están penetrados y unidos por ese pensamiento, a el solo está dedicado todo Apocalipsis y todas tres epístolas del Apóstol.

El mencionado impedimento no nos da posibilidad de verificar a nuestra conjetura por qué el Señor mencionó con el nombre propio al beato pobre de Su parábola, pero a pesar de todo conocemos una afirmación con mucha autoridad de la enseñanza de la Iglesia. Justamente toda la sexta semana de Cuaresma durante seis días canta al Lázaro de Cuatro días y Lázaro pobre. Pensando no en los enemigos de Cristo, sino en Sus orantes que se reúnen en los templos para la hazaña de la oración, la Iglesia enseña a entender bajo ambos Lázaros nuestra soberana mente y conciencia que un pecador desprecia, como el rico al Lázaro, y la que una vez muerta en el alma del hombre puede ser vuelta a la vida (como el Lázaro de cuatro días) solo con la fuerza de Cristo; pero este acercamiento es casi el mismo que indicamos en el principio del artículo solo con la diferencia, en primer termino, que aquí también el Lázaro histórico (de cuatro días) adquiere el significado de un símbolo moral y luego, en lugar de la lucha de la fe e incredulidad, en el alma humana se representa la lucha de pasiones y conciencia, porque los incrédulos no se encuentran entre los orantes, y por otro lado, según la enseñanza de Cristo, la lucha entre la fe e incredulidad no se produce en la región del pensamiento abstracto, sino es como un particular tipo de la lucha del bien y el mal en el alma nuestra, lucha de pasiones y conciencia; en esto consiste la aclaración de las palabras del Señor: "Si a Moisés y profetas no escuchan, entonces hasta si algún muerto resucita, no creerán." La incredulidad de los judíos exasperados al Lázaro resucitado afirmó a esta declaración con tal fuerza, que ya nadie puede considerarla una exageración.

 

El beso de Judas

Si desean comprender los acontecimientos mas importantes de la vida terrenal del Salvador y de los que Lo rodeaban, en particular los sucesos relacionados con el juicio o arresto, deben tomar conocimiento del 17º capítulo del Deuteronomio. De ahí conocerán las reglas siguientes que debían guiar a la sociedad ante la detención o castigo de los culpables. Las reglas estas son las siguientes: la ejecución puede ser aplicada no en otra forma que según el testimonio de dos o tres testigos (Dent. 17:7 compara Num. 35:30): "La primera mano que se pondrá sobre él para darle muerte será la de los testigos, y luego la mano de todo el pueblo." Esta regla dice que el testigo debe ser también el primer verdugo y está introducida, sin duda, para contener a la gente de la calumnia, ya que si el calumniador se constituirá también el verdugo, se expondrá a la fuerte venganza de los parientes y amigos del muerto. Los testigos que presentan la acusación, debían poner la mano sobre la cabeza del acusado; así actuaron ancianos impíos con la inocente Susana. "Ambos ancianos, levantándose entre el pueblo, apoyaron sus manos sobre la cabeza de ella" y comenzaron a presentar su acusación calumniosa, concluyendo con las palabras: "Sobre esto atestiguamos" (Dent. 13:34-41). Así cumplían ellos la orden Divina a Moisés sobre una conocida blasfemia: "Saca al blasfemo fuera del campamento; todos los que lo oyeron pongan las manos sobre su cabeza, y que lo lapide toda la comunidad" (Lev. 24:14).

Aparentemente, sin este ritual jurídico, o sea aplicación de las manos del acusador sobre la cabeza del acusado, no se podía juzgar al hombre. Es por eso tenemos las palabras Evangélicas: "Y algunos de ellos querían prenderle; mas ninguno echó sobre él manos" (Ju. 7:44), que significan que querían arrestar al Salvador, pero nadie se atrevía presentarse contra Él como acusador y cumplir con la ceremonia judicial exigida para esto, o sea poner su mano sobre Su cabeza. Se puede pensar que además de esta ceremonia se exigía del acusador la conciencia de propia falta de complicidad en el pecado, del cual él acusaba al delincuente. El mismo pensamiento se puede encontrar en el mismo relato de Daniel sobre Susana; vean con que exclamación en aquel entonces muy joven Daniel exigió un juicio arbitral sobre este caso: "El gritó con viva voz: – ¡estoy limpio de su sangre!" (Dan. 13:49). De ahí se forma comprensible la exigencia del Salvador a los acusadores de la mujer detenida en adulterio: "El que de vosotros esté sin pecado, arroje contra ella la piedra el primero" (Ju. 8:7). Hay que decir en este caso, de misma manera que en el interrogatorio del sumosacerdote y de Pilato, el Señor decía y actuaba en plena coincidencia con las decisiones arriba mencionadas de la ley del Antiguo Testamento, ya que cuando se retiraron avergonzados los acusadores de aquella mujer, el Señor no la dejó ir enseguida, sino preguntó: "Mujer ¿dónde están tus acusadores? Y concluyó – Yo tampoco te acuso, anda y no peques mas." Después de las citadas declaraciones de la ley de Moisés se puede ver cuan alejados de la verdad son aquellos interpretadores, que encuentran en este hecho un ejemplo de la abolición por Cristo de la Ley de Antiguo Testamento.

Así mismo están alejados de la verdad la mayoría de los textos sobre la historia sagrada en la explicación del acontecimiento que enuncia el título del presente artículo. Según ellos parece que Judas era necesario a los enemigos de Cristo para encontrar al Salvador sin el pueblo y el beso de Judas – para que los servidores del sumosacerdote puedan reconocer a Él entre los discípulos.

A mí todavía en mi niñez parecían improbables tales interpretaciones: ¿sería posible que sin la ayuda del discípulo-traidor la guardia no podía encontrar en la ciudad al hombre rodeado de doce discípulos y que se preocupaba menos de todo de esconderse de quien sea? ¿Sería posible que para indicar a uno entre los doce era necesario recurrir a un beso falso y no era suficiente indicarlo con un dedo? No, todos estos actos de los enemigos de Cristo se tornan comprensibles para nosotros, cuando sabemos que sin la denuncia oficial unida a la decisión de presentarse como acusador de Cristo ante el pueblo, los enemigos del Salvador no tenían ninguna posibilidad de entregar a Él al juicio y ejecución y que para juzgar a Él era necesario que el acusador aplique las manos sobre Él. Con todo esto Judas no se decidió de cumplir esta ceremonia en toda su exactitud, pero "El que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, aquél es: prendedle...y ellos echaron mano a Jesús, y le prendieron" (Luc. 22:47; Mat. 26:46). Las palabras citadas de Judas muestran claramente que él previno a sus compañeros sobre el cambio del proceder jurídico que él hizo por la comprensible timidez y dejó hacerlo a ellos, lo que ellos hicieron aplicando sus atrevidas manos sobre Cristo. Sin embargo, también ellos, aparentemente, se decidieron no enseguida. Así entiendo la doble pregunta del Salvador: "¿A quien buscan? – Este soy Yo" – para el arresto era necesario una previa requisa de la persona acusada, a la cual los enemigos de Cristo no se atrevieron; entonces el Señor Mismo les ayudó en esto, mostrándoles su fuerza espiritual y la iniquidad de Sus enemigos que cayeron al suelo de terror.

Lo que se refiere al significado general de Judas como traidor, su significado como de un necesario acusador y testigo se hace claro del Evangelio de Lucas: "Y fue, y habló con los príncipes de los sacerdotes, y con los magistrados, de cómo se lo entregaría. Los cuales se holgaron, y concertaron de darle dinero" (Luc. 22:4-5; Mc. 14:10-11). Si la cosa se refería solo a encontrar a Cristo sin pueblo, ¿para qué valía la pena de gastar tanto dinero y de qué se alegraron tan particularmente? Esta alegría de enemigos de Cristo muestra que la declaración de Judas los salvó de gran dificultad, porque no se encontraba hombre listo de acusar a Cristo de algo, aplicar sobre Él las manos y atestiguar contra Él en el juicio.

Sin embargo Judas, cumpliendo la segunda parte de su promesa no en toda exactitud, o sea cambiando por un beso la aplicación de las manos sobre la cabeza del acusado, la tercera parte de su deber no cumplió para nada, en el juicio no se presentó como acusador, sino "Tirando las monedas en el templo, se fue y se ahorcó." Los infames jueces de Cristo de nuevo estaban en dificultades: ellos sin resultado "buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte; y no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se llegaban; mas a la postre vinieron dos testigos falsos" etc. (Mat. 26:59-60). Entonces el sumosacerdote, a pesar del reproche de Cristo por qué preguntan al Acusado y no a los testigos (Ju. 18:21), perdiendo la paciencia por el fracaso de testimonios de los testigos, trata de atrapar a Cristo en las palabras, obligando Lo a contestar: "¿Eres Tu Cristo Hijo de Bendito?" – y a pesar de que el Señor le contesta con las palabras del libro de profeta Daniel sobre el Hijo del Hombre, sentado a la diestra de la Fuerza y llegando sobre las nubes del cielo (Dan. 7:13), pero el infame juez finge que no entiende la sentencia y representa la comedia de sagrada indignación, desgarra sus vestiduras y saca de los presentes la acusación de Cristo en blasfemia que según la ley de Moisés condena al culpable a la pena de muerte (Lev. 24:16).

De todo lo dicho se ve cuan importante es conocer el Antiguo Testamento para comprender al Evangelio. No menor importancia tiene esto para comprender los libros de Hechos y Epístolas de los apóstoles. Como ejemplo indicaremos solo un hecho – la ejecución de Esteban.

"Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un mancebo que se llamaba Saulo. Y apedrearon a Esteban, invocando él" (Hech. 7:58-59). Los lectores poco preparados piensan que Saúl debía guardar las vestimentas de los ladrones. En realidad, los testigos que personalmente lapidaban a Esteban, según el capítulo 17 del Deuteronomio, tomaban sobre sí la responsabilidad por esto no solo ante los parientes del ajusticiado, sino también ante el gobierno romano, sin cuyo permiso no tenían derecho a cumplir la condena a muerte (Ju. 18:31). Así, ellos pusieron sus vestimentas a los pies de Saúl, como prueba material de su asesinato y certificado que ellos no negarán su participación en hacer la justicia. Es por eso que Saúl se refería al hecho de guardar las vestimentas de los que lapidaban a Esteban (o sea no de los ladrones sino de ellos mismos) como demostración de su participación activa en este hecho (Hech. 22:20).

De todas estas justaposiciones de hechos del Nuevo Testamento con las leyes de Antiguo Testamento y en particular con las leyes jurídicas, espero que para lectores estará claro que "el beso de Judas" no fue una ofensa, como piensan muchos, sino el cumplimiento, aunque sea no exacto, de ritual jurídico judío. Además estas justaposiciones nos revelan, hasta donde es posible para la maldad humana, pasar el mas terrible crimen como si fuera una cosa correcta en el marco de todos los puntos de la ley y hasta de la ley Divina.

 

La coincidencia

de los relatos Evangélicos

sobre la Resurrección de Cristo

Tuvimos que leer diferentes tentativas de aclarar la coincidencia reciproca de los evangelistas con respeto a la aparición del Señor resurrecto a Sus discípulos y discípulas. Algunos de estos intentos, p. ej. del Dr. Pascovski (en años 90 "Lectura Cristiana") casi nos conformaron, pero era todavía mas desagradable notar en ellas la ausencia de aquella situación principal que rápidamente asimila al lector de Santa Biblia con la coincidencia de los acontecimientos, expuestos en los cuatro evangelios; esta situación o tesis hace tiempo pide ser escrita pero la ausencia de tiempo libre no nos permitió de ofrecer hasta ese día nuestras consideraciones sobre el tema.

Sin embargo, antes de proponer esto último digamos que el mas inverosímil de los modos de coincidencia es el mas aceptado, en el cual parece que Santa María Magdalena, después que ella y otra María encontró el Señor resurrecto y le permitió de abrazar Sus pies – luego de nuevo aparece llorando cerca del sepulcro y no reconoce a Cristo aparecido, tomando a Él por el viñero, y luego, cuando Lo reconoce, recibe la prohibición de tocar a Él.

Tal disposición de hechos no coincide con nada e intentos de asimilarlo por los lectores terminan en lastimosas tensiones y complejas y no convincentes inventos.

Las apariciones del Señor a las portadoras de mirra en todos los cuatro Evangelios se describen en forma diferente, o sea se toman momentos diferentes de estas (múltiples) apariciones. Pero lo que dificulta mas el trabajo de los interpretadores, es la coincidencia de los relatos arriba mencionados de Mateo y Juan. Está claro que el Señor apareció a María Magdalena dos veces, una vez a ella sola, y la otra vez junto con otra María; pero en que forma una aparición se relaciona con la otra – esto es lo que dificulta a los interpretadores.

La situación (tesis), por medio de la cual prometimos de resolver esta cuestión, se expresa o como dicen en las academias se formula así: El Evangelista Mateo habla de que las dos Marías se fueron al sepulcro del Señor, "Ya sabiendo que Él resurrecció de los muertos." Lo que describe este evangelista, sucedió después de descrita por San Juan aparición del Señor a María Magdalena, que tomó a Él por el viñero; ella luego comunicó esto a los apóstoles "que vio al Señor y Él habló con ella," comunicó sin duda sobre esto a la otra María y he aquí, ambas van al sepulcro – ¿para qué? – No para la unción del cuerpo del Señor (ya que saben que resurecció), no con esencias perfumadas, sino van para "ver al sepulcro," sabiendo que ya está vacío, pero que en él están las prendas sepulcrales del Señor. Seguro que no solo ellas y los dos apóstoles fueron para cerciorarse de lo que les relató María Magdalena y luego las otras portadoras de mirra, pero también todos los seguidores de Cristo al conocer lo acontecido ("once y todos los demás" Luc. 24:9; 24:24), el evangelista habla de dos Marías, porque ellas fueron dignas de una visión nueva del ángel y luego del Mismo Señor.

¿Con qué, además de la expresión "ver al sepulcro," se puede confirmar nuestra seguridad que Mateo relata lo que pasó después de la aparición de Cristo a María Magdalena, comunicado por Juan?

– Con el hecho que Juan cuenta sobre lo sucedido cuando "todavía estaba oscuro," en cambio Mateo sobre lo que pasó "al amanecer del primer día de la semana."

Además de esto, tomemos nota de la relación de las portadoras de mirra hacia las palabras del ángel y del Mismo Salvador. En Juan, María se ve tan poco preparada para asimilación conciente de los acontecimientos que toma a Cristo por el viñero, en Mateo las palabras del ángel espantan a las portadoras de mirra de tal manera que ellas "A nadie dijeron nada porque tenían miedo." Lucas escribe lo mismo: "Y cuando estaban con miedo y bajaron rostros hacia la tierra."

Por el contrario, la aparición del ángel descrito por San Mateo, encuentra a estas mujeres ya mas preparadas para la visión, ya que cuando ángel las ánima con palabras "No teman" ellas se dominan hasta tal punto que él sigue diciendo: "Vayan y observen el lugar donde yacía el Señor" o sea les propone hacer aquello, para que vinieron ("ver la sepultura"). En Marcos las portadoras de mirra (no estas dos, sino otras) "a nadie dijeron nada, porque temían," en cambio Mateo relata de dos Marías que ellas "con miedo (sin duda el miedo es inevitable ante toda visión milagrosa) y alegría grande "corrieron para dar la noticia a Sus discípulos." Magdalena, cumpliendo esta orden, ya por segunda vez (primero ella la recibió del Mismo Señor, según el cuarto Evangelio) y también la otra María, que sabía de la primera sobre la aparición a ella del Resurrecto, ahora ya completamente en forma conciente toman la segunda aparición del Salvador. ¿De dónde se ve esto?

La respuesta a tal pregunta aparece como otra prueba nueva a favor de nuestra declaración que ambas mujeres vinieron para ver la sepultura ya sabiendo la resurrección de Cristo, y también la explicación por qué el Señor entonces no permitió a María Magdalena de tocar a Él, en cambio ahora permitió esto a ambas Marías.

Sobre el primer hecho el Octoikh dice así: "Pero como mujer débil, todavía terrenal piensa, por esto se la envía a no tocar a Cristo" (vers. 9º) ¿Qué significa esto? – Sin duda aquí no se puede referir al intento de cualquier tacto pasional, ¡no! – Simplemente, una total sorpresa de ver al llorado maestro vivo llenó el alma de María con tal directa alegría que ella antes de pensar sobre la misteriosa resurrección, la Divinidad de Él, simplemente se entregó a una entusiasta alegría, como sobre un hombre caro, que evitó un peligro mortal y, olvidando que es mujer, quiso abrazar y besar a Aquel a Quien consideraba muerto y robado instantes antes. El Señor le recuerda la inconveniencia de tal expresión, aunque sea de la mas pura alegría, proponiendo luego en esta misma tarde a Sus discípulos hombres, que todavía dudaban, de tocar Sus heridas. – Otra era la relación del Señor con la veneración de la misma María Magdalena y otra María una o dos horas después de Su primera aparición. Aquí ambas Marías ya sabían que el Señor aparece a los creyentes como vencedor de la muerte y el infierno, como Él que asciende a Su Padre Celestial en el reino eterno y poderosamente enviando a los apóstoles para predicar y para la lucha victoriosa con el mundo. Ahora ambas mujeres encontrando a Él, que les dijo "Alégrense," ya no "piensan en forma terrenal," sino Lo veneran como Hijo de Dios y por eso Él les permite hacer lo que hicieron: "Y ellas se llegaron y abrazaron sus pies, y le adoraron" (Mat. 28:9).

Tú hiciste coincidir al Mateo y Juan, dirá el lector, pero ¿cómo podrás hacerlo con los dos otros evangelistas? ¿A dónde ubicarás la llegada de Magdalena al sepulcro con las esencias aromáticas y acompañada por otras mujeres, cuyos nombres dan Marcos y Lucas?

El principal pensamiento nuestro será así: María Magdalena no vino al sepulcro del Señor con mujeres después de la primera aparición de Cristo a María y puede ser hasta después del segundo, pero sin saber todavía sobre la resurrección de Cristo. El relato de Juan habla que todavía "era oscuro," en cambio el relato de Mateo nota que el hecho pasó "muy temprano cuando se levantaba el sol" ("brillando el sol" – así en el texto griego), en cambio Lucas dice que era "muy temprano." – Estas dos expresiones no son muy definidas para ponerlas mas temprano o mas tarde del tiempo indicado en el primer Evangelio, pero, de cualquier manera, aquí se habla de las mujeres que vinieron al sepulcro completamente no preparadas para predicar la resurrección y no hay ninguna necesidad de insistir que entre ellas estaba María Magdalena, al contrario, estos dos evangelistas dan la posibilidad de aceptar el pensamiento contrario, o sea que Magdalena no estaba entre ellas. Ambos evangelistas comparten tres hechos: 1) la compra (Marcos) o anterior preparación (Lucas), 2) llegada de las mujeres al sepulcro y conversación con ángel (Marcos) o ángeles (Lucas) y 3) comunicación a los apóstoles.

Comencemos por lo último. No se debe pensar, según Marcos, que mujeres asustadas no dijeron nada sobre la visión del ángel y no cumplieron su encargo a los apóstoles. Marcos solo hace notar que ellas no pudieron hacerlo enseguida y que los apóstoles supieron ante todo de María Magdalena, a la cual el Señor "apareció el primero." Ven, Marcos mismo la separa de las otras mujeres y por consiguiente menciona el hecho no vinculado con la traída de las esencias aromáticas. Pero ¿María Magdalena participaba también en esto? No. Él habla solo de su participación en la compra de mirra (Marc. 16:1) y nombra a las participantes de la compra que fue después que pasó el sábado o sea, por nuestro cálculo europeo, – sábado a la noche, después de las 18 hs, Magdalena se fue al sepulcro "todavía estaba oscuro" sin esencias aromáticas, las otras mujeres llevaron a estas "cuando se levanto el sol." El Señor apareció no a todas, sino solo a "María Magdalena" la cual, por consiguiente y según Marcos, no estaba junto con ellas (Marc. 16:9).

Si Marcos, habiendo nombrado aquellas mujeres que pensaban en la sepultura del Señor y aquellas que compraban esencias aromáticas, no repite los nombres hablando sobre la traída de las esencias por las mujeres al sepulcro, en cambio Lucas no nombra ni las mujeres que preparaban las esencias ni las que las trajeron al sepulcro del Señor, pero menciona que el grupo de ellas no era igual ("junto con ellas algunas otras"). Es evidente que algunas de ellas se manejaban con las esencias todavía el viernes después de la muerte del Salvador "Y el sábado quedaron quietas según el mandamiento" (Lucas), en cambio otras compraron las esencias después del descanso sabático (Marc. 16:1). Así, Lucas no nombra a las mujeres que trajeron las esencias aromáticas pero se expresa así: "Y volviendo del sepulcro, anunciaron a los once y a todos otros. Estas eran María Magdalena, y Juana, y María del Jacobo quienes dijeron sobre esto a los apóstoles." Noten este agregado: "quienes dijeron a los apóstoles," no dice quienes traían esencias, veían ángeles, sino "quienes dijeron a los once y a todos otros" (Lucas). En esta vuelta participaba María, mas exactamente, – ella comenzó, tal como atestigua Juan y Marcos, en cambio, de su participación en llevar al sepulcro las esencias no dice nada, por consiguiente, ni uno de los evangelistas.

Se entiende que las palabras del evangelista Lucas "Anunciaron a los once y a todos otros" no se puede entender como un acto único, ya que toda esta numerosa sociedad no podía estar todo el tiempo junta, – hay que entender en el sentido que las testigos de la resurrección iban de casa en casa con la noticia alegre, o sea las dos Marías que vieron al Señor y otras mujeres que hablaron con ángeles. Al primer testimonio hay que referir las palabras del tercer evangelio: "Pedro levantándose corrió hacia el sepulcro, e inclinándose vio solo las sábanas funerarias allí," coincidiendo con palabras de Juan: "Enseguida salió Simón Pedro y otro discípulo y fueron hacia el sepulcro."

De ahí vemos que los evangelistas no solo no se contradicen uno al otro, describiendo los acontecimientos del primer día después de la resurrección de Cristo, solo hablando de distintos momentos de ese día, cada uno de los cuatro, como si fuera especialmente, deja lugar para inclusión de aquellos momentos sobre los cuales relatan los tres otros.

Uniendo los cuatro relatos, recibimos una secuencia de hechos así:

Todo se hace claro, si basar la coincidencia de los Evangelios justamente en la posición que las dos Marías del primer Evangelio fueron ver al sepulcro ya sabiendo sobre la resurrección del Señor.

 

Sobre la imposibilidad

de una vida moral sin religión

Introducción.

Antes se solía pensar que el ateísmo es la consecuencia y máxima expresión de amoralidad: este punto de vista está expresado en Biblia. Puede ser que en realidad es así, pero los contemporáneos negadores de la religión no solo no están de acuerdo con esto, sino, y de todas formas, tratan de demostrar que ellos poseen no menos fuertes estímulos para la vida virtuosa, que la gente profundamente religiosa.

La falta de fe, comenzando en la mente humana a través de la negación de sus obligaciones morales ante Dios, luego espantada por los subsiguientes deducciones lógicas, trata de encontrar para sí en lugar de creencias religiosas otros apoyos para la lucha contra las pasiones y para encarar una vida moral.

La ciencia europea contemporánea dispone de dos teorías principales de moral sin religión: la panteística [panteísmo – doctrina que afirma que el mundo es Dios (diccionario enciclopédico)] y la kántica o autónoma. El problema mas incomodo tiene el moralista-panteísta. Su visión del mundo limita a toda existencia con la vida del cosmos: fuera del proceso mundial nada existe – ni Dios como espíritu conciente, ni vida post-tumba para los seres personales o sea la gente en particular.

 

Los principios morales que proceden del panteísmo.

*** El mundo es como una enorme máquina, una vez por todas puesta en marcha, en la cual están previstos todos los mismos movimientos de sus partes, de manera que para cualquier voluntad libre en esta maquina no queda lugar. La implacable fuerza de evolución, que movía primero el caos inorgánico y luego el mundo orgánico de los animales, del cual por el camino de la lucha por la existencia se desarrollaban tipos cada vez mas altos, luego apareció la gente, la cual a su vez se definía por las ocultas cualidades de la materia, sobre los cuales ella opera – ella, la materia es aquella deidad a la cual claman en vano las generaciones humanas, pensando que pueden ser escuchadas. De misma manera es vana la esperanza de cada hombre de ser el amo de sus actos y hasta deseos: él es un esclavo de las leyes de su naturaleza y la situación circundante, igual que un arbusto que no puede cambiar ni una hoja, ni la dirección de sus ramas, y difiere del hombre solo porque la vida de este último se refleja en su conciencia y le da una cierta ilusión de libre voluntad de la cual es amovible solo un filósofo.

La forzada evolución produce todas las formas superiores de la vida, en cambio la conciencia y el conocimiento externo es aquella palanca en nuestra vida que con necesidad empuja a ella igual que a todas las generaciones hacia el mental y moral perfeccionamiento o progreso.

Parecería que no hay nada mas desolador que aquellas deducciones en relación a la lucha moral vivida por cada uno, que procede de semejante enseñanza. Si por las leyes de la formación del mundo están preindicados hasta todos mis pensamientos y deseos, ¿qué me queda, sino entregarme en forma completamente pasiva a todos los deseos y ansias que surgen en mí, no frenando los hasta en aquellos casos cuando se transforman en la mas denigrante pasión, no cierto? Si yo seré un alcohólico o ladronzuelo, ¿esto será una tan inevitable expresión de las leyes de evolución como el genial desarrollo de talento de Pushkin, santidad de Juan el Bautista, enorme altura del cedro de Siberia o reproducción infinita de inmundos parásitos? Toda hazaña moral de nuestra parte, toda decisión en la lucha consigo mismo exige de nosotros la seguridad de la libertad de nuestros deseos y decisiones, sin la cual no podemos ocultarnos de las arriba mencionadas deducciones desoladoras.

¿Cómo se manejan con éstas los representantes de la visión del mundo panteísta que, casi sin excepción, domina en las ciencias contemporáneas: naturales, históricas, sociales y filosóficas? – Ellos indican a sus seguidores que los deseos buenos son razonables, ya que coinciden con la dirección del progreso panmundial, en cambio los deseos malos no son razonables, ya que constituyen un elemento inerte en la vida mundial. Es por eso, que el hombre debe tender hacia el bien y luchar contra el mal, o sea tomar conciencia de lo razonable de tal dirección de su voluntad, y la conciencia ésta, indefectiblemente, influenciará sobre la decisión de esta última. Sin embargo, un seguidor de esta teoría con espíritu crítico siempre puede oponer así: Uds. esperan que solo una tensión de la atención en dirección deseada creará en mí convicciones razonables, y éstas – una correspondiente actividad de la voluntad. Pero, dirigir la atención misma en cierto sentido puedo no en otra forma como traicionando vuestra teoría, ya que la misma dirección de la atención es un acto volitivo y no es posible sin la conciencia en sí de la libertad de los deseos: un panteísta consecuente debe permanecer en una distracción pasiva, entregándose a las diferentes impresiones que lo envuelven. Además, si todo siempre va en este mundo hacia lo mejor, ¿qué sentido hay de luchar en sí mismo con cualquier cosa y obligar a sí mismo a algo? Por mí trabaja la ley de la evolución mundial, por mí vive la todoabarcante, panteística, inconsciente deidad.

Vemos que los panteístas, a pesar de todo, tratan de marcar la diferencia entre el bien y el mal, pero esta diferencia es espuria y desaparece completamente si recordamos que estos predicadores de un incondicional y total progreso mundial no consideran al mal como fuerza activa. Identificando el bien con la conciencia y convencidos de que esta última es una fuerza que crece sin parar en la historia del hombre y de la humanidad, ellos bajo el concepto de mal llevan solo las acciones y deseos del hombre que no están acompañados con una clara conciencia o muy poco comulgan con ella. Tales acciones y deseos en el hombre disminuyen cada vez mas, ya que la conciencia se multiplica con cada momento de su vida, y por eso el mal o la mala voluntad es algo que en realidad no existe: es como una sombra que huye del rayo matinal del sol, de la cual había mucho durante la noche y que rápidamente se va y desaparece con el amanecer no teniendo ninguna fuerza para luchar con él. ¿Para qué va a luchar con él, o sea con el mal en sí mismo, la voluntad humana, hasta si es libre, si el mal mismo es inevitable, pero es una condición que paulatinamente desaparece de las fases de desarrollo primarias y medias de cada alma en particular y de pueblos enteros? En su tiempo tenía su lugar legal, pero con una fatal necesidad cede su lugar al principio contrario cuando lo toca la luz de la conciencia. El optimismo panteístico posiblemente será de acuerdo de reconocer el mal existente como inevitable en el proceso mundial, algo así como sarampión infantil o dolor de muelas, que sufre cada infante y prevenir al cual sería el colmo de irracionalidad.

De manera que no hay una diferencia existencial entre el bien y el mal en la visión del mundo panteística: ya por eso una lucha moral consigo mismo debe ser considerada por un consecuente panteísta sin sentido. No vamos a seguir hablando sobre aquellas deducciones paradoxales de las cuales no puede defenderse un pensador, que iguala el bien con estado conciente y que considera mejor al que tiene mayor grado de este último. ¿Cuándo tenía mas conciencia y conocimientos Chukha de Krestowski: cuando era ella una inocente, buena niña de 12 años, o cuando se hizo una desvergonzada prostituta y ladrona después de muchos años de la brillante vida en alta sociedad? Y he aquí un consecuente panteísta debe sostener que en el estado de tan profunda caída esta mujer era moralmente mas alta que cuando era una inocente niña.

Todas estas deducciones inevitables de los panteístas obligan a pensar que su visión del mundo no es propicio a la moral ascética, moral del deber – pero ellos esperan crear en la gente tal ánimo que la gente se hará buena y sacrificada sin ningún esfuerzo moral, simplemente en nombre de la consecuencia. Tal ánimo ellos esperan crear con su enseñanza sobre la igualdad metafísica de toda la gente con la deidad y entre ella. Justamente negando la libre voluntad de cada persona y su existencia postmortem, ellos dicen: "Tu diferencia de otros seres y de la entidad mundial (o sea deidad) es un autoengaño – y nada mas. Todas las vidas tienen una misma base, y cada una de ellas no es mas que un instantáneo movimiento de una pequeña ola en un enorme cuerpo de agua, p. ej. en el mar. ¿Será una porción de agua contraria a la otra? Si una y otra – es el mismo agua, el mismo mar, con el cual enseguida se unirá. Así es la relación tuya con el prójimo, hasta con tu antagonista: solo entendé que tú y él en realidad son lo mismo, del mismo sol – rayos instantáneos. Así en el caso que para el bien común será necesario que te sacrifiques para tu prójimo, lo harás tan fácilmente como negarte un corto placer con la apetitosa comida que es nociva para conservación de tu propia salud. Es por eso aquellas hazañas de altruismo para las cuales se exige de los individualistas tanta lucha moral y ejercitación ascética, para nosotros los panteístas (así le dirá su maestro como L. Tolstoy) serán obra de su simple consecuencia." Esta lógica usaba el dueño de L. Tolstoy, salvando al obrero con su muerte, y el muerto-vivo – matándose para la (dudosa) felicidad de su esposa.

Sin hablar por ahora de la extrema artificialidad y falta de psicología de semejantes sofismos, indiquemos, ante todo, que si alguien podría penetrarse completamente con semejante conciencia, si podría Juan morir por Pedro solo porque él y Pedro son lo mismo, que muriendo por Pedro él muere por sí mismo – esta acción perdería por completo su carácter moral y todos los actos de bien que Juan haría para Pedro no serían actos de amor, no serían penetrados por este sentimiento santo que eleva el acto al grado del acto moral. Ya que según el reconocimiento de todos los sicólogos y filósofos, el sentimiento de amor es sicológicamente posible y moralmente valioso solo en relación a otro ser conciente, por eso hasta los mismos panteístas confiesan que amar a su inconsciente deidad no es posible y solo es posible compadecerse de ella (Hartmann, Tolstoy). La misma elevación de los mas altos sentimientos altruistas aparece en el hombre solo ante la conciencia clara de la libertad de sus actos, total abandono de egoísmo, por el amor a otros, y solo tales actos de misericordia, que están unidos con semejante desinterés, aprueba nuestro Salvador en Su Sermón de la Montaña.

En realidad, ¿vamos a encomiar la virtud de aquel dueño de la fábrica de azúcar, quien ayuda a los campesinos circundantes a cultivar la remolacha de azúcar, ya que esto representa una directa y gran ventaja para su fábrica? Hasta si no es su fábrica, sino de sus hijos o hermanos, a los cuales él ayuda por vínculos sanguíneos, se lo alabaría mucho menos que otro hombre, quien aunque sea menos, ayudaba a la gente completamente ajena y con total desinterés personal, actuando según las palabras del Salvador: "Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo: porque él es benigno para con los ingratos y malos" (Luc. 6:35).

Volvamos a uno mas, mencionado de pasada por nosotros, impulso hacia la vida virtuosa en la enseñanza de los panteístas. Ellos afirman que aparentemente la abnegación y la misericordia colaboran al progreso cultural y moral del mundo entero.

Cuan extraño escuchar esto de los defensores de la evolución Darwiniana, que se mueve particularmente según las leyes de la "lucha por la existencia."

Según estas pretendidas leyes, el perfeccionamiento de las especies del reino animal y el pasaje de las especies inferiores hacia superiores se producía durante pseudo millones de años de la historia natural y continua en la vida de los pueblos, justamente a través de que las razas e individuos mas fuertes en el mundo animal y pueblos y personas mas fuertes en el mundo humano están explotando a su benefició, inhiben y destruyen completamente a los mas débiles de sus competidores, particularmente en la reproducción sexual y a través de esto, hacen nacer a una generación mas perfeccionada y establecen órdenes mas razonables.

El mas consecuente seguidor de la evolución Darwiniana, sobre la cual, noten, se apoyan todos los panteístas contemporáneos, pero solo con menor consecuencia en sus deducciones, – el mas valiente predicador de estas deducciones, el filósofo alemán Nitsche, no solo no se detiene ante un alto llamado de todos sus lectores fuertes y valientes a aplicar en su vida la mas despiadada lucha por la existencia y la eliminación de su camino de la vida a todos los seres débiles y lastimosos, sobre los cuales gastaban sus fuerzas los humanistas donquijotescos, además cruelmente denosta aquella "enseñanza que enamoró con este nocivo para el progreso humanismo a todas las mentes de pueblos cultos durante enteros dos mil años y permitió multiplicarse entre nosotros a seres débiles e ínfimos, que son completamente inútiles para el progreso."

¿Sería necesario hablar que esta cruel deducción es completamente consecuente aplicación a la vida de aquellas bases de evolución mundial, creadas por la teoría de Darwin sobre las cuales se fundan todas las cosmogonías y teodiceas de los panteístas contemporáneos? ¿Sería necesario hablar que aquí hay mucha mas consecuencia que en la teoría dulzona del panteísmo altruista que se encuentra en total contradicción con la evolución de Darwin, sobre la cual piensa afirmarse?

En todo caso, hacer una hazaña moral del altruismo con una deducción, libre de toda lucha interna, de pretendida igualdad de la gente entre ella, es completamente imposible, en cambio, enseñar a la gente de suprimir en sí y la natural lástima hacia todos los débiles, que necesitan de nuestra misericordia y particularmente hacia los enemigos políticos, es incomparablemente mas fácil, – y los duros soldados del ejército de Guillermo pueden con mayor derecho jactarse de la naturalidad de sus acciones de acuerdo con su visión del mundo, que los discípulos de Hartmann con su muy nebulosa y sofisticada teoría de compasión hacia la deidad del mundo y hacia sus manifestaciones o sea, nuestros prójimos.

Así es la lastimosa moral de los panteístas: ella no solo no puede encontrar bases teóricas para hacer el bien, ni menos todavía, otorgar les la fuerza vital para influir sobre la voluntad humana, sino por el contrario, permaneciendo fiel a sus procederos filosóficos y supuestamente históricos, debe enseñar al pueblo y a la gente individual la cruel violencia y egoísmo.

Es por eso que deteniéndose espantados ante semejantes e inevitables deducciones, los mas humanos defensores del panteísmo tratan de volver de nuevo a los largamente abandonados dogmas del Nuevo y Antiguo Testamento, modificándolos en el deseado espíritu de su teoría, sin embargo, también este ensayo termina con un total fracaso, sobre esto tendremos la oportunidad de hablar mas abajo.

 

Los principios morales que proceden de la enseñanza de Kant.

Una tajante oposición a la moral panteística que niega la libertad de voluntad constituye la enseñanza moral de Kant, conocida bajo el nombre de moral autónoma. Esta enseñanza moral que sale de la aceptación de plena libertad de la voluntad humana y se basa también no en los principios religiosos, sino en un concepto puramente formal del deber moral, el cual supuestamente reina en el espíritu humano fuera de toda relación de él con Dios, mundo e historia. Su obligatoriedad para todo hombre conserva su fuerza ante cualquier visión del mundo religioso o metafísico, hablando mas exactamente, no este concepto obedece a las teorías religiosas y filosóficas, sino estas últimas deben ser verificadas de punto de vista del primero, o como justamente expresó Vl. S. Soloviev, la conciencia moral es un tribunal del cual deben esperar la sentencia los sistemas religiosos y filosóficos que discuten entre sí.

La moral autónoma en la persona de Kant y sus seguidores no se contenta con la enseñanza cristiana sobre la virtud, ya que ésta, según su opinión está rebajada en los teólogos y predicadores porque constituye la sumisión a la voluntad ajena (de Dios), y además está unida con la espera de premios y castigos.

Seguidores de Kant son muy escasos en la sociedad contemporánea rusa: se conservan, posiblemente, entre los docentes de filosofía y allí tampoco constituyen la mayoría; lo que se refiere a los círculos mas amplios de intelectuales, está olvidado hasta el nombre de este filósofo, y además no es accesible para ellos la materia abstracta de sus obras. Sin embargo, el motivo básico del espíritu de su sistema de moral autónoma no es totalmente ajeno a nuestros contemporáneos y mas cercano aun para sus padres y mas todavía abuelos. La respuesta habitual de un intelectual ruso de la época de Nicolás a los reproches del interlocutor sobre su relación indiferente con la vida religiosa del pueblo ruso o hasta de su familia – entendemos aquí el servició religioso y oración en general, como una justificación habitual; en caso de semejantes acusaciones para nuestros padres y abuelos, es que es posible ser moral y hasta religioso en el sentido mas alto, no participando en la vida de la iglesia y sin orar a Dios. "Vosotros no hacéis mal y hacéis el bien, pensando en el infierno y paraíso, en cambio yo deseo hacer el bien desinteresadamente por el respeto hacia el mismo bien" – así se justificaban ante sus piadosas esposas nuestros abuelos con cierta dosis de sinceridad, también nuestros padres – con menos sinceridad y ya sin ninguna sinceridad nuestros contemporáneos, a los cuales, en mayoría de los casos, no les importa ni el bien, ni el mal. Lo que se refiere a nuestros padres y en particular abuelos, hablan así aquellos de ellos que fueron educados en la severa escuela alemana de aquellos tiempos, militar o civil, que llevaba sin duda en sí el claro reflejo de las ideas de Kant del deber formal, tanto en el contenido positivo de las reglas enseñadas de la vida como en el orden general, que se reflejaba en casi todas las facetas de la vida de la sociedad rusa de la época de Nicolás. Sin duda no solo Kant, sino todavía mas antiguo espíritu caballeresco de la Europa occidental, al cual no era ajeno también el filósofo de Königsberg, se notaba en este caso en las convicciones de nuestros abuelos y padres y en falsas frases de nuestros contemporáneos.

Sea como sea, pero la tendencia de separar la vida moral del culto de la iglesia, que se manifestó tan marcadamente en el Occidente desde los tiempos de Lútero, encontró en Rusia su lugar también en tiempos antiguos – primero en la corte de Pedro I y Catalina II, y luego en la nobleza desde los tiempos de Alejandro I y al final desde los años 60 en toda la intelectualidad. La dirección esta no era totalmente sin religión, y en los principios morales era bastante alta, al menos en los discursos de sus representantes y en las aceptadas reglas de la vida de sociedad. Muy pocos miembros de nuestra sociedad sabían de Kant y su moral autónoma, muy pocos podrían formular exactamente sus conceptos morales, pero estos conceptos en su principio y origen eran justamente de Kant y por eso la moral de este último, a pesar de que el pueblo del filósofo renegó de ella, para la sociedad rusa debe conservar el interés. En Alemania los filósofos relativistas, sosteniendo obedientemente el escepticismo de Kant en teoría, se ríen sin miedo de sus ideas práctico-morales, encontrando en ellas solo un recuerdo del misticismo medieval y de pietismo. Todo lo contrario, la gente rusa, aunque muy debilitados en su vida moral, rara vez se atreven a tirar la piedra de la burla y desprecio al concepto de bien o el mismo principio de moral y a pesar de traicionarlo continuamente en la vida, pero, como ya dijimos, gustan hablar sobre su respeto hacia la ley moral hasta fuera de su relación con la religión y casi hasta preponderantemente en su definición autónoma, o sea en la definición de Kant.

Así, ya es tiempo que nos ocupemos del filósofo de Königsberg y esta introducción preparamos para conseguir la atención de los lectores hacia una materia abstracta, la cual nunca amaron los lectores rusos y en los últimos años apenas digerían, prefiriendo interesarse de pornografía y chismes interminables sobre cambios de ministros, como si en ellos estaría incluido todo el valor de la vida social y personal. Kant dice: "Tengo que hacer el bien por el respeto hacia la ley moral; la gran idea del deber moral por sí misma es independiente de su origen en mi espíritu, me lleva a tal entusiasmo, como la hermosa vista de la bóveda celeste sembrada de estrellas." "O, deber, gran nombre sagrado, – exclama él, – ¿dónde está la raíz de tu noble origen? Tu no quieres reconocer sobre ti poder de nadie y exiges para ti una plena independencia."

Cuan sería esto noble e imperioso para nuestra actividad, si el mismo autor de tal elocuente discurso, igual que todos sus seguidores, podrían jactarse de la firmeza de tal disposición anímica y podrían proteger a sí mismos y a nosotros de tal deducción: si ayer yo seguí la idea del deber y mis buenos instintos, solo porque estos provocaron en mi tal entusiasmo por su belleza, entonces por la misma lógica me entregaré hoy a otra y contraria seducción, cuando estoy en un mudo arrebato ante el cuadro de una pecadora desnuda, o ante hermoso en su crueldad demonio de Byrón o Lermontov, o al fin junto con el Caballero Avaro, dibujaré en mi imaginación todos los placeres arrebatadores que puedo obtener cuando seré rico, cerrando mi corazón a toda lástima hacia los prójimos y expulsando los reproches de la conciencia.

Deducción corta pero en alto grado mortal, si los seguidores de Kant se opondrán aduciendo la diferencia substancial entre la veneración moral ante la pura virtud y entusiasmos sensuales, ellos no podrán contestar la pregunta del opositor: ¿por qué debo preferir lo primero a lo último? Se deberá indicar la importancia dominante del principio moral, o en la sociedad humana, o en la ley Divina, tanto uno como otro equivaldrá a la abolición de la autonomía moral de Kant y conversión de sus seguidores y admiradores a la heteronomía, tal como se expresaba él.

Sin embargo, Kant mismo no se dio cuenta cuando se convirtió en heterónomo y además en grado mayor que los seguidores de la moral cristiana, rechazada por él. Justamente a él le tocó sin querer sufrir tal transformación, cuando él tuvo que explicar la regla básica de la conducta o la actividad práctica de fieles seguidores de su principio. La regla esta dice: actúa de tal manera que si todos actuaran como tú, para la sociedad humana resultará el máximo posible bien.

Estableciendo su autonomía moral, Kant exigía que las bases de ética sean ajenas a "todo empirismo," o sea que debían salir exclusivamente de las bases de nuestro espíritu, no en dependencia de lo que sea, que es estudiado por medio de un sentido interno de simpatía, conmiseración etc. Por esta causa, Kant rechaza también el significado del gran dogma cristiano de redención para la actividad de un verdadero autonomista, hasta en forma independiente, si se reconoce Jesucristo como Hijo de Dios o no: en tal o cual forma, pero la redención es no más que un hecho histórico, por consiguiente, algo que se asimila por el camino empírico, algo externo para su espíritu y que vulnera su autonomía, si se reconoce la redención como un impulso o ayuda para la vida virtuosa.

Que nos contesten los seguidores de la moral de Kant: ¿dónde se tendrá que tener contacto con los hechos empíricos condicionales, externos para nuestro espíritu: en el dogma cristiano, con cuya aceptación nuestro espíritu libre se une a Cristo, – o en la práctica regla de Kant, seguir la cual exige una decisión previa en qué consiste el bien común y con qué tipo de medios se debe colaborar con él? ¿Se tiene en cuenta aquí el bien de su país, o raramente coincidente con él, de toda la humanidad, o ya completamente no coincidente con él, el bien de los pueblos enemigos de nuestro país? Además ¿qué bien debe ser el objeto de nuestra colaboración: económico, o político (p. ej. militar), o moral, o el bien de educación etc.? Todavía mas complejo y difícil de entender aparecerá la cuestión en qué debe manifestarse el bien de la sociedad que me rodea en todas las relaciones mencionadas: en el conservatismo o en reformas, y cuáles de ellas en la aplicación de qué teoría económica y sistema escolar etc., etc. No menos complejo y embrollado será la cuestión, cómo puedo yo personalmente aplicar mis fuerzas a estas cosas. Que nos contesten todo esto, no tomando en cuenta ninguna experiencia ni observación, sino desde las profundidades del puro y libre espíritu humano, – entonces estamos listos tomar en cuenta la filosofía moral de Kant: pero como tal contestación es imposible, nos queda considerar el mismo sistema moral autónomo – una quimera, insolvente hasta desde el punto de vista de pura lógica.

Si agregamos a esto que el sistema este, como seco y formal, no puede incluir las bases principales de la virtud, o sea humildad y amor, directamente rechazados, como se sabe, por Kant; si recordamos que sus mas consecuentes discípulos constituyen en sí un tipo de orgulloso, seco y duro alemán con pretensión de ser parecido al antiguo romano, o sea un pagano, comprenderemos, entonces, porque los principios de autonomía moral tomados por la gente (principalmente de generaciones idas) con bastante sinceridad, luego poco a poco pierden, hasta para ellos mismos, su significado positivo y quedan solo, como escapatoria de los reproches en ateísmo y alejamiento de la Iglesia; en cambio, la vida real de pedantes anteriores paulatinamente se somete mas y mas a las pasiones groseras, que se van desarrollando y a las cuales ellos cuidadosamente ocultan, no imitando a su iniciador Lucero, quien abandonando el hábito monacal y uniéndose con una monja, abiertamente gustaba repetir un verso alemán: "Wer liebt nicht Wein, Weib und Gesang, Der bleibt Narr ganzes Leben Nang." Lo que significa: "Quien no gusta de vino (sería mas justo – cerveza), de mujeres y canciones, quedará tonto toda su vida."

En Rusia la experiencia de la vida enseña creer mas a la buena moral de gente alegre y directa que a los llenos de importancia figuras estiradas, rara vez sonrientes y pronunciando las frases trilladas de sombríos Kantes y los cuales en mayoría de los casos tienen sucios los ruedos de su vestimenta.

No es raro que los seguidores de Kant no pudieron encontrar en su moral un apoyo confiable para llevar a la vida sus reglas. La práctica falta de fuerza de esta enseñanza se aclara mas todavía en nuestros ojos cuando mencionemos la afirmación de que Kant niega el amor a los prójimos no solo como autoimportante virtud, sino también como la condición de la vida virtuosa. ¿Por qué hace él así? Por su ánimo seco y falsa opinión sobre todo sentimiento (el amor es un sentimiento), como algo relacionado con el cuerpo y, por consiguiente, empírico y no de la idea. Tal opinión poco alta, sobre el mas santo principio de amor, Kant asimiló porque lo desarrolló refutando la doctrina de Hatcheson, quien realmente presentaba el amor, hasta cristiano, muy sentimentalmente, como la mayoría de pietistas protestantes.

¿Cuál es, si ya no el sentimiento, entonces el ánimo hacia los prójimos y a la misma ley moral, hacia el ideal de la perfección nos recomienda nuestro filósofo? Respondemos: el principio de respeto. Él lo prefiere porque este principio, este ánimo, según la opinión de Kant, posee un carácter ideológico, puramente intelectual y no incluye elementos empíricos sensuales.

Los pensamientos de Kant, expuestos por nosotros, son desarrollados en sus obras tardías, particularmente en el tratado: "La religión en los límites solo de la razón." La composición esta es poco conocida hasta para la parte menor del público, a cual no es ajeno el conocimiento filosófico, pero consideramos necesario detenernos en este principio de la filosofía de Kant, porque se había difundido tanto en la sociedad europea como en la rusa. No podemos juzgar si lo pasaron activamente los discípulos de Kant por la escuela y pedagógica alemana, o el mismo Kant lo tomó de aquella atmósfera de conceptos y reglas (yo diría – prejuicios), que ya entonces reinaban en la sociedad europea, que conservaron de sus ancestros – los caballeros antiguos – solo su orgullo y perdieron su poético romanticismo, pero de cualquier manera Kant no está solo en el recambio de todas obligaciones morales hacia el prójimo, por el principio de respeto. Es una pena, ya que un principio así, puesto a la cabeza de interrelaciones humanas, amenaza de secar completamente los, ya sin esto, duros corazones de nuestros contemporáneos. Particularmente es penoso que por algún malentendido fatal esta regla pagana entró en los libros de texto alemanes de teología moral y de allí, unos 50 años atrás, voló a nuestros libros de texto del seminario los cuales antes copiaban los textos católicos y a partir del tiempo mencionado – de los protestantes.

Ante tal mirada sobre la gente y sobre las relaciones entre ella, ¿se puede estar satisfecho con el principio de respeto reciproco y no exigir nada mas?

Sin duda, la vida de la humanidad se presenta así: cada uno vive con su egoísmo y lo valora sobre todo – a pesar del mandamiento del Evangelio, expresado en la primera bienaventuranza. El deber de cada uno se limita a no molestar el egoísmo del prójimo y no impedir su auto veneración. Es este flaco mandamiento que da Kant a sus seguidores en lugar del amor fraterno a todos, mandado por Cristo. En verdad una moral que da lástima. Ella no solo introduce entre la gente una plena frialdad, sino además hace legal a aquel orgullo demoníaco, que el Evangelio considera como fuente de todos los males.

Es por eso que en las generaciones contemporáneas e ideas este insensato principio de Kant es tan popular. Es por eso que en nuestra generación se desarrolló una psicopatológica sensibilidad del amor propio, se fijó la costumbre salvaje de duelos y en los pasillos de la "Duma" del Estado con toda seriedad se discute la cuestión idiota sobre la "capacidad para el duelo" de tal o cual miembro de la "Duma."

Llamamos el principio de Kant, que entró en nuestros libros de texto, "absurdo" (gracias a Dios, aparentemente es eliminado en recién editado programa de teología moral). No se puede llamarlo de otra forma: esta enseñanza exige respeto hacia todos, en cambio el sentimiento de respeto el hombre puede sentir hacia alguien que se destaca por sus virtudes, o por su talento, o hacia una posición de autoridad, o al fin hacia alguien consagrado, marcado por la Providencia. Pero dígame, ¿puede uno respetar a sus hijos adolescentes, a su cadete, a una imbecil y ebria cocinera, a un perfumado galán de Nievski etc., etc.?

Puede ser ajeno del desprecio hacia ellos, tenerles lástima, al fin amarlos, no ofenderlos con una burla o algo por el estilo, pero respetarlos – es sicológicamente imposible y absurdo. Es indudable que tal principio "de respeto a todos" no cumplía nunca ningún seguidor de Kant, pero él considera que lo cumplió, si trata a todos con cortesía y he aquí, prácticamente esta cortesía del trato sustituye para la generación contemporánea aquel santo amor a todos que nos dejó el Salvador e introduce en la vida aquella pesadez y enemistad que separa a la gente, que los deja tristes, y en los días de congoja – sin ayuda y sin consuelo. Ya que es imposible con el mencionado respeto de Kant y con el trato cortés, que heredamos de la corte francesa del siglo XVIII, consolar a un enfermo acongojado, desesperado. Y he aquí, entre los corteses y los que respetan a sus prójimos, el sufriente actual no ve en ninguna parte la compasión, que no saben mostrar hacia él hasta aquellas almas blandas que desearían dejar de lado la dureza de moda de los seguidores del pedantismo alemán, pero ya no saben exteriorizar el amor fraterno hacia los prójimos. De ahí incontables suicidios de la gente que está en desgracia.

Aparentemente Kant mismo comenzó a sentir hacia el final de su vida la completa insatisfactoriedad de las reglas morales proclamadas por él, alejadas del Cielo y de Gólgota. No dejando de lado su escepticismo, él, sin embargo, ya habla en la obra mencionada y sobre la finalidad de la creación del mundo por Dios, y sobre el alivio de sufrimientos que pasa el hombre en la lucha moral a través del recuerdo de Jesucristo como un Mártir inocente, y hasta sobre la Iglesia como unión de gente que tiende a la perfección. Pero todo esto se encuentra en contradicción con su seco y privado de todo sentimiento autonomismo y solo afirma la sentencia sobre su moral como internamente contradictoria, sicológicamente inaceptable y prácticamente nociva. La misma vuelta hacia los dogmas de redención e Iglesia se puede encontrar casi en todos los panteístas, terminando por Hartmann y L. Tolstoy.

 

Conclusión.

Habiendo expuesto los dos principales intentos del pensamiento europeo para la virtud fuera de la religión e indicando que ellos tuvieron que acercarse a los dogmas cristianos (pero deformados), podemos mostrar que los dogmas de la Iglesia representan no solo el único sostén para la verdadera virtud, no solo son inocentes en rebajarla con promesas calculadoras y en general con el heteronomismo, sino representan la alta síntesis de todas las exigencias legales (postulados) de los dos sistemas filosóficos contrarios: panteísmo e individualismo jurídico, entre los cuales sin fuerzas vacila el pensamiento europeo y moral europea, habiéndose alejado del vivificador Credo de nuestra fe.

A este tema, con ayuda de Dios, volveremos en charlas subsiguientes con nuestros lectores.

 

 

 

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El Mitropolita Antonio

 

Discurso del Obispo Gregorio Grabbe, dicho en 1985

en el 50nario de la muerte del Mitropolita.

El Beato Mitropolita de Kiev y Galicia Antonio, fundador y cabeza de la Iglesia Rusa en el Extranjero, pacíficamente murió en su celda 50 años atrás, tenía 73 años. Todas las Iglesias Ortodoxas, hasta las que estaban lejos de él, sintieron la pérdida y expresaban condolencias a su sucesor como cabeza de la Iglesia Rusa en Extranjero, Mitropolita Anastasio.

La personalidad destacable del desaparecido jerarca llamaba atención ya en su infancia a muchos pastores, que veían en él dones para crecer como un destacado hombre activo de la Iglesia.

Cuando en edad temprana él con su madre visitaba los santuarios de Novgorod, muchos monjes y pastores notaban su vivacidad, fe y cálido interés por las vidas de los santos e historia de los santuarios, donde lo traía su madre para venerar. Con la mudanza de la familia a Petersburgo, los intereses del niño Alejo Khrapovitski paulatinamente comenzaron a separarse de los intereses de su familia, una familia culta e instruida, creyente pero con una cultura mas mundana que de la iglesia. En cambio, el piadoso adolescente, participando siempre en los servicios religiosos de la catedral de San Isaquio, adquiría cada vez mas conocimientos eclesiásticos y cada vez mas interesaba a los arzobispos y sacerdotes.

Muchos arzobispos, entonces jóvenes, conservaron la simpatía hacia el joven y luego ayudaron a su adelanto subsiguiente.

No sin una gran contrariedad de sus parientes, el joven Khrapovitski después de terminar la segundaria, entró por concurso a la Academia Teológica de Petersburgo y la terminó en forma brillante.

Con su entusiasmo él, todavía en la Academia, consiguió la influencia principalmente porque aportó una nueva corriente en su vida religiosa. Él desde sus años jóvenes concientemente trabajaba para afirmar las convicciones eclesiásticas ortodoxas con el sueño de restablecer el Patriarcado en la Iglesia Rusa. Ya entonces, se formó en él una visión del mundo que a través de su amor a la gente y su encanto personal, siempre se difundía adquiriendo el carácter de un movimiento.

No a todos les gustó esto. Así el Mitropolita de Moscú, Sergio (Liapidevski), enseguida después de su designación no simpatizó con el joven Rector de Academia, viendo en su actividad elementos de dudoso liberalismo, alejado del tradicional formalismo, que le parecía al Mitropolita Sergio en forma exagerada y en desacuerdo con aquella buena y verdadera piedad, que en realidad cultivaba en su diócesis el Mitropolita Filaret de Moscú.

El traslado del joven y enérgico Rector de Academia de Moscú al Kazan en aquel tiempo podía parecer a sus amigos y seguidores como una catástrofe, pero ahora vemos que era un acto positivo, ya que abría para él nuevos caminos de trabajo.

El traslado del archimandrita Antonio después de su estudio y servicio en la Academia Teológica de Petersburgo y luego de su rectorado en la de Moscú parecía un gran descenso. Desde punto de vista del servicio era así. Pero, por otro lado, habiendo adquirido un círculo fuerte de seguidores y amigos en dos academias, él ahora trasladaba su influencia todavía a la Academia de Kazan. Allí también él fue consolado por la aparición de un círculo nuevo de seguidores. Cierta tristeza causó el traslado del Obispo Antonio en 1901 a la diócesis de Ufim, que era bastante marginada y donde los rusos ortodoxos estaban en minoría.

Sin embargo, aquí también el Obispo Antonio vivificó todo y se vinculó con sus feligreses hasta tal punto que cuando lo pasaron en 1902 a la gran y responsable diócesis de Volýn, él se iba no sin lástima.

Pasando a encabezar la diócesis de Volýn, el Obispo Antonio dejó la diócesis de Ufim incomparablemente mas vivaz de cómo estaba antes. Pero también la nueva para él diócesis de Volýn en seguida pasó del estado vegetativo a una fuerte vida en todas sus regiones. En Volýn él desde los primeros días llevó la vida de la iglesia en forma muy enérgica, en particular aprovechando el Lavra de Pochaev como un centro espiritual. Allí su ayudante mas cercano y jefe inmediato de gente simple era el archimandrita Vitalio (Maximenko), luego Arzobispo del Este Americano.

Volýn recordaba a su sorprendente Arzobispo hasta su beata muerte, en extranjero. Se sabe que cuando llegó la noticia que de Yugoslavia, es posible, que venga el Mitropolita Antonio, los habitantes de Volýn pedían decirle que llegue hasta la frontera y de ahí ellos lo llevaran en andas hasta Pochaev. A menudo, los viejos sacerdotes se negaban de cambiar los gastados antiminces solo porque eran firmados por el Arzobispo Antonio.

Bastante pronto, el círculo de actividad del Arzobispo Antonio se ensancho porque fue nombrado miembro del Sinodo. Esto le dio la posibilidad de ampliamente difundir sus vivificantes ideas ortodoxas. En particular él pudo sacar al primer plano el proyecto de la restauración del Patriarcado.

Este proyecto no se realizó entonces, pero fue planteado ante la Iglesia Rusa con tal fuerza que después de la revolución de 1917, nada podía pararlo a pesar de actos contrarios de los círculos renovadores de izquierda y el Gobierno Temporal.

En aquel período prerrevolucionario hay que hacer notar la revisión efectuada por el Arzobispo Antonio en la Academia Teológica de Kiev. Revisión que logró parar la descomposición de nuestras escuelas espirituales bajo la influencia de la revolución de 1905.

El Arzobispo Antonio era el mas destacado representante de la gente, fiel a los principios de la Rusia Ortodoxa. No es sorprendente que el nuevo gobierno se apresuró de apartar a tal gente de la dirección. Uno de los primeros decretos del nuevo poder era la despedida de una serie de arzobispos comenzando por tres Mitropolitas. Simultáneamente fue privado de su cátedra también el Arzobispo Antonio. El no luchó por su conservación, sino sin protestar se dirigió al monasterio de Valaam, donde lo atraía la vida monástica. Si la eliminación de otros obispos pasaba sin dificultades, como otros cambios revolucionarios, los planes de sacar al Arzobispo Antonio no resultaron. Apoyándose sobre una nueva ley de elección por el pueblo de los obispos diocesanos, la diócesis de Kharkov con una abrumadora mayoría de votos eligió al Arzobispo Antonio. El poder revolucionario no pudo hacer nada para impedir su vuelta a la dirección de la diócesis.

Mientras tanto, él llegó al Concilio Panruso pero todavía no en calidad del jerarca diocesano, sino como representante de monjes-científicos. Su vuelta a Kharkov era triunfal y tan multitudinaria, que el gobierno tuvo que aceptarlo. El Arzobispo Antonio naturalmente resultó como el mas influyente miembro del Concilio, se puede decir su jefe, dirigiéndolo, ante todo, hacia la restauración del Patriarcado. Como se sabe, el Mitropolita Antonio en la elección del Patriarca obtuvo gran cantidad de votos, pero menos que 2/3, y por eso no podía ser considerado electo sin especie de "balotaje" y la suerte tocó al Mitropolita de Moscú Tikhon.

Pronto después de esto el Concilio se fue de vacaciones. Junto con esto comenzaron días difíciles para el Sur de Rusia. Allí tomaban poder comunistas o petlurovistas, en Kiev mandaba hetman, que gobernaba mas o menos en paz gracias a la ocupación alemana.

En Kiev ya durante el otoño de 1917 se formó un Consejo de iglesia ucraniana, encabezada por el obispo jubilado Alexis Dorodnizyn. A ellos se opusieron los elementos fieles a la Ortodoxia. Sin embargo, la situación empeoró con la ocupación de Kiev por los bolcheviques. Enseguida comenzaron blasfemias y violencias. 25 de enero (viejo calendario) en Lavra fue arrestado y cerca de ella asesinado el Mitropolita Vladimiro. El Mitropolita Antonio en estos días se encontraba en Zhitómir y llego a Kiev después del asesinato. El Concilio ucraniano, que había comenzado, se interrumpió y el Mitropolita volvió a Moscú para participar en el Concilio. El pudo volver a Kharkov para Pascua, cuando el Sur de Rusia fue liberado de los bolcheviques y ocupado por alemanes.

Pronto en Kiev fue reunido un concilio que eligió al Arzobispo Antonio como su Mitropolita. La elección fue inmediatamente confirmada por el Patriarca y el Mitropolita comenzó a dirigir su Mitropolia a pesar de intentos de chovinistas ucranianos de no permitirlo.

En diciembre 1918 Kiev tomó Petlura. 4/17 de diciembre fueron arrestados el Mitropolita Antonio y el Arzobispo Evlogio. Antes del arresto el Mitropolita pudo reunir a todos los Obispos del Concilio que recién terminó, y con ellos firmar la obligación de fidelidad a la Iglesia Rusa.

A los arrestados Arzobispos mantenían en condiciones duras y ofensivas y luego los enviaron a Galicia donde los ubicaron en pequeñas celdas de un monasterio uniata en Buchach, donde después de cierto tiempo llegaron los enviados de Kiev-Pecher Lavra. Los monjes de Buchach no trataban mal a los prisioneros. El Mitropolita Antonio no perdía tiempo y escribía distintos artículos e indicaciones, en particular también "La Experiencia del Catecismo Ortodoxo."

Después de algunos meses los petlurovistas fueron vencidos y el Mitropolita y Arzobispo Evlogio se encontraron en las manos de polacos, no mejores. La situación algo mejoró cuando los llevaron a Lvov al Mitropolita uniata Sheptizki.

Mientras tanto, del Mitropolita Antonio se ocupaban en Paris y por la insistencia de los franceses los polacos lo liberaron. Él y el Arzobispo Evlogio a través de Rumania llegaron a Constantinopla, donde estaban con el Arzobispo Doroteo, reemplazante del Patriarca y luego fueron devueltos a Rusia en Novorossiisk. En septiembre de 1919 Mitropolita Antonio fue recibido con gran alegría en Kiev.

Sin embargo, la estadía allí del Ejército Blanco era poco firme y durante un ataque de los bolcheviques el Mitropolita casi cae en sus manos. En octubre, Mitropolita Antonio viajó a Novocherkask y Stavropol, donde se efectuaba el Concilio con la participación de la Alta dirección de la Iglesia del Sur de Rusia. En ese tiempo el Ejército Blanco sufría derrotas y junto con su repliegue Mitropolita Antonio se movía hacia Sur. Se quedó un tiempo en Ekaterinodar y luego Novorossiisk, de donde ante la evacuación general fue llevado a Constantinopla en un torpedero griego. El Mitropolita no quería dejar la Rusia, pero para salvar su vida, en acuerdo con el capitán griego, su servidor le dijo que los griegos festejan la liberación del Constantinopla de los turcos y piden al Mitropolita de oficiar para ellos un Te-Deum. Durante el Te-Deum el torpedero se fue de las costas rusas.

Después de una corta estadía en Constantinopla, el Mitropolita llegó a Athos, donde se encontraba hasta el afianzamiento del ejército de Wrangel en Crimea. El Mitropolita Antonio fue a Crimea y encabezó allí la Alta Dirección de la Iglesia hasta su evacuación a Constantinopla, junto con los refugiados en el barco "Gran Duque Alejandro Mijáilovich."

Al principio el Mitropolita Antonio pensaba que llegando al extranjero él podrá entregar el cuidado de numerosos refugiados y el Ejército a los Iglesias locales; pero cuando se comenzó a discutir todas las cuestiones vinculadas con esto, él mismo y los miembros de la Alta Dirección de la Iglesia vieron que, prácticamente, esto es imposible, con esto estuvo de acuerdo también la Patriarquía Universal. No poca influencia en la comprensión de este asunto ejerció el respeto hacia el Mitropolita Antonio y la convicción, que él no permitirá nada no canónico. Mas adelante, casi todas las Iglesias Ortodoxas Locales también le dejaron una dirección autónoma de los refugiados rusos en sus territorios. El Patriarca Serbio Demetrio, el Rey y el gobierno ofrecieron la hospitalidad a la Alta Dirección de la Iglesia con el Mitropolita Antonio a la cabeza, a quien fue ofrecida la morada en la residencia patriarcal en Sremski Karloviza. Con esto se abría la posibilidad de una firme organización de la Iglesia Rusa en extranjero. Sin embargo, muy pronto aparecieron en ella los enemigos internos y externos. Por un lado venían las denuncias al Patriarca sobre la Alta Dirección de la Iglesia, que lo introducían en los asuntos rusos en extranjero, por otro lado, los Mitropolitas Evlogio y Platón organizaban cismas locales. También los gobiernos de los países limítrofes, neoformados después de la 1ª guerra Mundial, obstaculizaban a las diócesis en su territorio el contacto con otras partes de la Iglesia Rusa. Una tragedia personal para el Mitropolita Antonio era la necesidad de luchar contra sus ex discípulos – el Mitropolita Sergio en Moscú y Evlogio en Paris.

Hasta fin de su vida Mitropolita Antonio fue deprimido por esta lucha, tan ajena a su carácter pacífico. En los últimos años de su vida él participaba todavía en los intentos de restablecer la unidad de la Iglesia en extranjero, siempre defendiendo la convicción que esta unidad debe apoyarse en firmes principios de orden canónico.

Él tenía una convicción profunda que en el extranjero debe existir una fuerte por su unidad Iglesia Rusa, que acusaría la naturaleza de anticristo del comunismo y firmemente confesaría la Ortodoxia ante los desvíos bajo la influencia del modernismo y ecumenismo. Rechazando cualquier compromiso, el Mitropolita Antonio sostenía alta la bandera de Santa Rusia y los principios del Reino ortodoxo.

Cuando, en el último año de su vida, el Mitropolita sintió disminución de las fuerzas que le impedía con anterior energía llevar adelante el encabezamiento de la Iglesia en extranjero, propuso al Sinodo de elegir un plenipotenciario Vice en la persona de Mitropolita Anastasio. A él en su tiempo recomendó como su sucesor cuando pasaba de la cátedra de Kharkov a Kiev.

El deceso del Mitropolita Antonio ocurrió después de varios días de penosa enfermedad. Cerca de su lecho se encontraba el Patriarca Barnabe, Mitropolita Anastasio, que leía la oración de los agonizantes, el Director de la Oficina del Sinodo conde IU. P. Grabbe, el monje Archimandrita Teodocio, N. P. Rklitski (luego arzobispo Nikon) y otros.

Todo el mundo ortodoxo respondió a ese acontecimiento, marcando la importancia para la Iglesia Universal de la luminosa personalidad de jerarca muerto. Se desea creer que la Iglesia Rusa en Extranjero, orando por su memoria, conservará la fidelidad a sus mandamientos.

 

 

 

Folleto Misionero # S111a

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Editor: Obispo Alejandro (Mileant)

 

(mitrop_antonij_hrapovitski_s_1.doc, 04-15-2005).