El santo misterio

de Óleos o la Unción

Metropolitano Vitaly

En el Nuevo Testamento de las Sagradas Escrituras existen dos textos que sirvieron como base para la institución del santo misterio de la Unción.El Santo Apóstol Santiago (Jacobo) en si epístola, indica directamente que en caso de enfermedad se debe acudir a la ayuda de Dios, y de acuerdo con su estilo este texto en forma completa se enseña como un mandamiento, que recibió la Iglesia de Cristo: "¿Está enfermo alguno de entre vosotros? llame a los presbiteros de la Iglesia, y oren por él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor. Y la oración nacida de la fe salvará al enfermo, y el Señor le aliviará, y si se halla con pecados, se le perdonarán" (Santiago 5:14-15).

Al Apóstol Santiago se lo llama hermano del Señor, porque él era hijo del justo anciano José, el prometido de María, de su matrimonio con Salomé, quien murió dejándole cuatro hijos: Santiago, Iosia, Simón y Judas, y tres hijas: Ester, Thamas y Salomé. Por esta razón San Mateo Evangelista, hablando de la confusión de los hebreos que se asombraban por la sabiduría de Cristo, el Salvador, escribe estas palabras: "Por ventura, ¿No es el hijo del artesano, o carpintero? ¿Su madre no es la que se llama María? ¿No son sus hermanos Santiago, José (losía), Simón y Judas?" (San Mateo 13:55). En un antiguo mosaico bizantino: "la huida a Egipto" está representada por el justo José, conduciendo el asno sobre el cual está la Madre de Dios con el Niño Eterno, y detrás camina el hijo de José, Santiago.

Antes de descenso del Espíritu Santo, Santago se quedó en la Ciudad Santa y fue elegido entre todos los apóstoles, como el primer obispo de la Iglesia en Jerusalem. Como obispo de Jerusalem, en donde ocurrió la salvífica pasión y/o los sufrimientos y muerte en la Cruz y la Resurrección de Cristo, santisimos hechos que llenaron los textos de todos nuestros oficios religiosos, al Apóstol Santiago le cupo el componer la primera liturgia. Liturgia, que sirvió como base sobre la cual se desarrollaron las liturgias de San Basilio el Grande y San Juan Crisóstomo. Este rol pionero del Apóstol Santiago como autor de los Oficios colectivos y privados (oficios especiales para las distintas necesidades de los fieles) nos lo enseña la Iglesia, cuando en el KondaKio al santo Apóstol Santiago en el día de su fiesta (24 de octubre) le canta "El Padre del Unigénito Verbo, venido en los últimos tiempos, Santiago divino, te mostró como el primer Patriarca y Maestro de Jerusalem, fiel constructor de los misterios espirituales. Por eso te veneramos ¡oh, Apóstol!

El segundo texto de las Sagradas Escrituras que testifica sobre le existencia del sacramento de la Unción en la época apóstolica, es el Evangelio de San Marcos, quien describe la primera misión apostólica y sus hechos diciendo: "De esta suerte salieron a predicar, exhortando a todos a que hiciesen penitencia; y expulsaban muchos demonios, y ungían a muchos enfermos con óleo y los sanaban" (San Marcos 6:12-13).

En la época de los apóstoles y de sus dicípulos inmediatos la Divina liturgia era el corazón de todos los oficios religiosos y de la vida espiritual de los primeros cristianos. Al oficiar la liturgia, los cristianos dirigían al Señor todas susu necesidades, penas y alegrías; pidiendo la bendición de Dios para la vida matrimonial, rezando para el descanso del alma de sus familiares y amigos, pidiendo lluvia o que esta pase, para la curación de enfermos físicos y espirituales, por los poseídos, etc.

Junto a otros oficios religiosos, como los vespertinos y los matutinos, las horas son como preparativos para la liturgia, y por regla general, es en realidad el comienzo de ella. A toda la gama de los oficios religiosos diurnos, los primeros cristianos agregaban las oraciones por sus necesidades espirituales particulares. Todavía no existian los oficios por necesidades (Tedeum, Requiem, etc). como los entendemos contemporáneamente. No existía nuestro entendimiento escolar sobre los 7 sacramentos y las 12 fiestas principales de la Iglesia. Los cristianos creían profundamente que la Iglesia en sí es el más grande misterio, por eso todo lo que hacía la Iglesia era considerado sacramental. Nosotros perdimos este concepto de los primeros cristianos, universal sobre los oficios aunque ahora sabemos que, por ejemplo, la gran bendicíon de las aguas, las órdenes de la pequeña y gran tonsura monacal, todos los oficios de entierro son por su esencia grandes misterios de la Iglesia de Cristo. Puede ser que no nos alcance nuestro entendimiento espiritual para entender, y de acuerdo con esta comprensión sentir que el número 7 es sacramental, es un número sin limitaciones.

Y así, todos nuestros oficios llamados particulares/de necesidadesfueron paulatinamente separados de los matutinos o de la liturgia como los dos oficios principales, transformándose así en servicios religiosos independientes. Podemos oir cantar en todos los moleben y en los demás oficios vestigios de los oficios matutinosy de la liturgia, dependiendo esto del tipo de oficio de donde fueron extraídos o del que formaban parte. Todo el oficio del matrimonio por ejemplo, contiene tanta semejanza con la liturgia, que parecería que a este servicio solo le faltaría el canon eucarístico. Y por otra parte todos los moleben de acuerdo con su esquema fueron sacados del oficio de los matutinos. Este proceso de separación de los oficios de necesidades y de su desarrollo se completó aproximadamente hacia fines del siglo VIII. Este esquema del desarrollo de los oficios particulares se ve en todos estos servicios religiosos, salvo en el orden del oficio de la Unción, que aparece como una excepción porque está como aislado, es el más dificil de investigar y alcanza su desarrollo completo mucho después, siendo absolutamente independiente dentro de la historia de los ritos religiosos de la Iglesia.

Los protestantes con Puller aseguran que este sacramento se introdujo en la Iglesia sólo en el siglo XII y que antes no existía. Esta idea equivocada puede corresponder a que la escuela protestante no cree en la Santa Tradición. Miniciosos investigadores encontraron que el oficio de la Unción aparecía documentado por primera vez en el siglo XII y al no hallar documentos históricos que ligaran a aquel con los siglos pasados, concluyeros que a partir del siglo XII la Unción apareció como una absoluta innovación en la Iglesia.

Nosotros, al fin y al cabo, creemos y sabemos con el testimonio de los Santos Padres, que el Sacramento de la Bendición del óleo, o de la Unción general, existió potencialmente siempre en la Iglesia de Cristo, pero que al comienzo se manifestó en la forma más simple y primitiva. La Unción con el santo óleo para la curación de enfermedades, para el perdón de pecados y ante la muerte, es seguidamente recordada por los Santos Padres orientales y occidentales de la Iglesia y formaba parte de la práctica general del culto.

San Hipolito (200-204) en su comentario de profeta Daniel dirigiéndose, no a los que se preparan para el bautismo, sino a los que pecan después del bautismo, les ofrece usar los óleos para presentarle a Dios un cuerpo incorrupto "para que ustedes enciendan sus lámparas en la espera del novio: Cristo" (Parábola de las 10 doncellas, San Mateo 25:1-12).

San Ireneo (140) indica el uso de los santos óleos sobre los fieles, para prepararlos en su paso a la vida eterna, para que virtiendo el óleo mezclado con agua, su alma no sea atrapada y desgarrada por el príncipe de este mundo.

Orígenes (186-254) enumerando seis formas de lamentarse por haber pecado; recuerda: el martirio, la misericordia, el perdón absoluto, el celo por Dios , el amor a Dios, y las palabras del Apóstol Santiago: "¿Está enfermo alguno de entre vosotros? llame a los presbíteros de la Iglesia, y oren por él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor" (Santiago 5:14).

San Afraat (338) obispo y abat del monasterio Marz Matter (Marz vocablo árabe que tiene el mismo significado que Lavra en ruso: monasterio-ciudadela) quien antes que San Juan Damasceno desarrolló el primer estudio de la fe ortodoxa. Recordando a los Sacramentos, a excepción del matrimonio dice: " El santo óleo imagen del misterio de la vida, lo utilizan los sacerdotes en sus oficios con los cristianos; unge a los Zares, los reyes, profetas; ilumina la ignorancia, conforta a los enfermos, restablece a los arrepentidos.

En el Lovzaik (compendio de relatos de los Padres del Desierto de los primeros siglos) leemos sobre varios casos de unción por Antonio el Grande, por los dos Macarios, por Isidoro, quienes fueron del Orden Sacerdotal.

San Serapión, obispo de Tmuta (Asia menor) amigo de San Atanacio el Grande, nos dejó la oración para rezar sobre los óleos, en la que se dice: "Recemos a nuestro Dios, Fuente de toda fuerza y poder, Salvador de todos los Hombres, Padre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo; contempla nuestra plegaria y haz descender desde las alturas la gracia celestial de tu Hijo Unigénito Salvador y Señor Jesucristo sobre estos óleos, para que todos los ungidos por él y todos los aquí presentes sean liberados de toda enfermedad, del demonio maligno y de todo espíritu impuro." Por supuesto, sin tener en cuenta los ejemplos mencionados sobre el uso de los óleos, a los liturgistas siempre les llamó la atención el silencio sobre este Sacramento, como un rito de la Iglesia de los primeros siglos. Aunque si echamos una rápida mirada sobre el desarrollo de la liturgia en la historia, este enigma puede en forma parcial, aclararse.

En primer lugar, por sí mismo este sacramento na aparece como indispensable y cura importantisima en la economía de nuestra salvación como el bautismo, la confesión y la Eucaristía. En los primeros siglos de cristianismo en la época de las persecusiones NO se ungía a los mártires, quienes inclusive no podían recibir de la Iglesia ni siquiera el santo bautismo, y a menudo se bautizaban sólo con su propia sangre. No se celebraba este misterio sobre los acongojados en las cárceles, los exiliados a la minas o galeras. La Iglesia acudía a limites inéditos permitiendo cosas que en épocas normales serían juzgadas; para comulgar a los moribundos, encomendaba a los Diaconos y a veces inclusive hasta a los laicos llevar en secreto los Santos Dones. Los matrimonios eran casi todos mixtos (una parte no creyente) y no estaba excento de peligro, llevar a los sacerdotes a la casa. Todo esto habla de que el rito de los óleos comenzó a desarrollarse aisladamente y alcanzó su complejidad sólo cuando la Iglesia, pasando a través de la persecución sangrienta, de las interminables confusiones causadas por las herejías sin fin, corrompedoras de la fe, recibe no solo el derecho de existir, sino que vence al paganismo, haciendo que el mundo piense de acuerdo con los preceptos cristianos y su filosofía. El sacramento de la Bendición de óleoses de esta forma, un sacramento paulatino, que respira completamente de vida eclesiástica.

El IV siglo; siglo de oro del cristianismo, enriquecido con grandes luminarias, padres de la Iglesia, fue no obstante ensombecido con las enfermedades de su época, de las cuales se quejaba continuamente San Juan Crisóstomo. El clero en su masa era inculto, tosco y apenas si podía defenderse con la Divina Liturgia, lo que puede ser razón para que el Gran Obispo expresara esta amarga frase: "Dudo de que muchos miembros del clero se salven."

Finalmente en el siglo V en Oriente y hasta el siglo VII en Occidente no existía ni un sólo comentario sobre la epístola de Santiago. Y el comentario más antiguo del Evangelio de San Marcos en griego, en el cual se hace mención directa al uso de los santos óleos como un medio espiritual de curacíon, corresponde a Victor de Antioquía, de mediados de siglo V.

En esta pila de documentos Historicos nosotros observamos la acción de la voluntad Divina. Si nuestra Iglesia se fundamenta sobre dos columnas, las Sagradas Escrituras y la Santa Tradición, y a esta última la entendemos de acuerdo al significado etimológico de la palabra: como un traspaso de las costumbres y los conocimientos de generación en generación, ¿no es esto un acto de la Providencia Divina?. Reconocemos a todos los actos religiosos cristianos como la segunda columna de la Iglesia, como parte de la Santa Tradición, inclusive en su sentido más puro. La aparición de los últimos comentaristas de la Liturgia, Nicholas Kovasilus (1320) y Simeon de Tesalónica (1410-1423) para nada contradicen esta idea, porque ellos dejaron bellísimos comentarios de los oficios, que se realizaban en sus épocas, oficios ya formados y desarrollados, complejos, pero ellos tampoco unen históricamente estos oficios con los siglos pasados. Aunque insuperablemente más elevado, el trabajo de aquellos, es similar al de Nikolski, Bulgakov y Gogol en nuestros días. Providencialmente, el pensamiento griego estuvo ocupado en la agudización de las profundidades teológicas. Cuando lees a San Teodoro el Estudita quien da a sus monjes lecciones para casi todos los días, asombra el hecho de que en este santo esté ausente el más mínimo comentario sobre los oficios religiosos y los ritos.

Nuestro santo monje ruso o prelado sin falta mencionaría al menos una vez, el rito, lo que sucede en el Templo y de esto haría una lección. Dos dones de Dios diferentes. El Señor sabe qué y a quién dar y cuándo le hace falta a su Iglesia. En la literatura del imperio bizantino nosotros también podemos rescatar muy poco. El emperados Porfirorodis, quien nos dejó su libro sobre los rituales y ceremonias del imperio, el cual es un documento invaluable, no menciona nada sobre los orígenes de los ritos cristianos. Al escribir sobre el bautismo, el matrimonio o la coronación, él se limita, interesándose sólo por la parte que corresponde a la participación del palacio y la corte. Día por día nos relata la vida del emeperador en Semana Santa; el jueves Santo cuando se oficiaba el orden de la unción para todos los fieles, de acuerdo con el testimonio de los comentaristas León Alliacio y Pedro Arcadio, esto no es mencionado porque en este día el emperador siempre visitaba a los hospitales dando limosnas a los pobres y enfermos.

De Bizancio, el sacramento de la unción común pasó a nosotros en la Iglesia Rusa prácticamente en la forma que lo conocemos y con el mismo ritual, tal como se oficia en nuestros días. Hasta hoy es imposible definir cuando apareció en la tradición rusa, como así también cuando fue establecido en Moscú el orden de la preparación del Crisma. Pero no cabe duda que en la Rusia de antaño, nuestro clero de aldea y el de las pequeñas ciudades sufría la falta de conocimiento , y a veces inclusive un poco de analfabetismo, por lo cual el sacramento de la unción sólo se podía oficiar en las catedrales principales de Kiev, Moscú y Novgorod.

Con el tiempo, por el avance de la educación, casi al mismo tiempo que el de la ciencia, vinieron a Rusia visitantes indeseables: el racionalismo protestante y la escolástica occidental, imprimiendo su pesado sello sobre toda nuestra escuela teológica, sello del que inclusive hoy no nos podemos liberar. A través de esta corriente el sacramento de la unción comenzó a entenderse en forma casi total de acuerdo a la enseñanza occidental: como "la extrema unción" antes de la muerte, o como el sacramento que se dá en casos de enfermedades fatales y la costumbre de antaño de ofrecerlo a los fieles una vez al año el jueves Santo o el Sábado Santo comenzó a ser negada como que nunca existió. O comenzó a oficiarse sólo en las catedrales e imprescindíblemente por los mismos obispos, con lo que se recordaba a todos los sacerdotes que ellos todavía no tenían el conocimiento requerido para hacerlo como esto era en la Rusia primitiva. Por este confuso entendimiento nosotros todavía comprendemos erróneamente y nos referimos de la misma forma a lo que respecta a la bendición de los óleos y nos da miedo el mismo. Y semejantes ideas sobre este sacramento comparte no sólo algunos fieles sino también a menudo gente teológicamente preparada y hasta sacerdotes. Comenzaremos por marcar los errores que sostiene la gente simple. Aquí encontramos las más increíbles creencias y supersticiones. Dicen, por ejemplo, que no se puede recibir porque después de él no se puede pecar más. Pero, por supuesto, esto lo exige cada sacramento de la Iglesia Ortodoxa. Aunque la debilidad humana y nuestra terrible falta de continuidad en el corazón, una y otra vez nos hunden en el pecado, por lo que el Señor nos manda a perdonar al arrepentido hasta "setenta veces siete," o sea, en otras palabras, en forma infinita mientras respirenos y nuestra alma se llene de arrepentimiento. Otras confusiones, casi cómicas, dicen que después de este sacramento no se puede andar descalzo y que no se puede bañar más, no se puede divertir, ni alegrarse, que no se puede compartir el lecho matrimonial, etc.

En todos estos conceptos del pueblo delicadamente aparece (sutilmente) la idea de que este sacramento es como la esquima (tonsura monástica) para los laicos, una forma de renegar a todo lo mundano, lo que contradice en forma total a la enseñanza de la Iglesia sobre la unción. Podemos encontrar sólo un teólogo occidental, un tal Simeón (siglo XII) que para la escuela occidental de la época dio un entendimiento general descriptivo y un comentario sobre todas las ceremonias, quien dá una opinión bastante extraña no aceptada posteriormente por la Iglesia Católica Romana. De acuerdo con este teoólogo todos los miembros del cuerpo ungidos por el óleo son como consagrados a Dios y por eso después de la unción no se puede compartir el lecho matrimonial. De esta forma, para recibir este sacramento es indispensable recibir la conformidad de uno de los esposos (?). Esta idea es herética inclusive en occidente y es incomprensible cómo junto con la escolástica pudo entrar en la gente simple sin agregar que lo escolástico es como una tendencia pecaminosa que comparte toda la razón humana en general.

Pero no nos vamos a detener en las cunfusiones de nuestra gente simple que es fácil de corregir. Mucho más serio es el problema de las confusiones en la sociedad culta; porque aquí toda idea torcida es recapacitada, se asimila personalmente, como de sangre; de la cual es muy difícil deshacerse.

Observemos en forme más detallada esta cuestión. Todos nuestros servicios religiosos se refieren a las dos fuerzas naturales de nuestra alma: a la fuerza mental y a la fuerza que los santos padres llaman: fuerzas de los sentidos o de los sentimientos.

Si nosotros creemos en forma correcta en Dios, pensamos en forma correcta y persibimos en forma correcta, y de esto no sólo en el mundo espiritual, sino en todas las expresiones de nuestra vida multifacética.

Limpiado con la verdadera Fe nuestra mente y nuestro espíritu, éstos se vuelven capaces de observar al mundo con ojos clarificados, porque la verdad no sólo nos libera de la prisión de nuestras pasiones, también de todo pensamiento y entendimiento incorrecto.

Al caer bajo la influencia de las escuelas occidentales, adquirimos su forma de razonar y su sensibilidad emocional. En occidente por siglos miraron a la bendición de los óleos como la "extrema unción," la que en una época se llegó a llamar el "sacramento de la muerte," y en el medioevo, a los que lo recibían les quitaban todo derecho de hacer testamentos porque era considerados personas ya muertas.

Esta forma de empleo de este sacramento dejó sobre él un sello de temor y espanto, que en parte se traspasó a nosotros y hasta el día de hoy se mantiene firme en nuestra sociedad. Nosotros luchamos contra este entendimiento equívoco, pero lo hacemos con armas inadecuadas, porque aunque en forma rotunda negamos de palabra la idea de "la extrema unción," de hecho regresamos a ella cuando enseñamos que nunca y en ningún caso se puede administrar este sacramento a los que no están enfermos. Por enfermo, entendemos a los enfermos de gravedad y a un paso del coma; lo que hace que volvamos a la idea de la "extrema unción." Y no podremos salir de este camino cerrado si no tomamos medidas concretas. Debemos regresar al entendimiento de los Santos Padres, sobre "la bendición de los óleos," como sacramento de la curación, por el arrepentimiento, de nuestros pecados, que son fuente de todas las enfermedades físicas y del alma. Para que este pensamiento se afirme en la vida de la Iglesia contemporánea y en la escuela teológica, que cae fácilmente bajo la influencia de las tendencias contemporáneas, es imprescindible regresar a la práctica de oficiar este sacramento para todos los fieles (Unción general) en Semana Santa y en el Jueves Santo o tal vez en Sábado Santo, práctica santificada por la más antigua Tradición. Con esto nosotros quitaremos de este sacramento el manto de temor y lo acercaremos espiritualmente a nuestro rebaño, como un medio fuerte, bendecido por Dios para el renacimiento a la Vida correcta en la Verdad.

Que los monasterios, verdaderos custodios de la fe pura sean para nosotros ejemplos en el camino recto. En el Monte Athos, el Jueves Santo, hasta hoy se oficia este sacramento para todos los habitantes de los monasterios. De ahí lo recibimos nosotros para Rusia, en Optina. Se oficiaba en esos días para todos los quedeseaban recibirlo, en la Catedral de Santa Sofía en Novgorod y en la Catedral de la Dormición, en Moscú. He aquí lo que escribe sobre esto, el investigador de antiguos ritos eclesiásticos Y. Sneguiper: "Para los que veneran los ritos de la Iglesia Ortodoxa, en el año en que Moscú no se oficiaba la "preparación del Santo Crisma," en la Catedral de la Dormición se oficiaba el "lavado de los pies" (Jueves Santo). Pero sí, todos los años, este gran día, se destacaba allí porque después de los matutinos se oficiaba la Bendición de los Oleos o la Unción general. En esta triunfal y enternecedora ceremonia, después de la lectura de 7 Epístolas por los Diáconos, y del Evangelio por el Obispo, el Archimandrita, el protopresbítero y los presbíteros; el obispo se unge a sí mismo y a los coficiantes con el óleo unido al vino tinto, y los sacerdotes a los participantes" (Aclaración: El Santo Crisma no es lo mismo que el Santo Oleo).

Su eminencia Inocencio Arzobispo de Jerones, durante en sitio de la Ciudad de Odesa ofició el sacramento de la unción sobre los sitiados y el cronista señala que de los que la recibieron, ninguno sufrió daño alguno. Nuestro gran Santo Dimitri obispo de Rostov corrobora que, ."..el Jueves Santo pueden recibir este sacramento los sanos, porque en este gran y santo día, en la Sagrada Cena, Cristo estableció el Nuevo Testamento de su Cuerpo y su Sangre, por esto puede administrarse este sacramento al hombre sano que no conoce ni el día ni la hora de su muerte." El piadoso pueblo griego todos los años, en los días de la Semana Santa y especialmente el Miércoles Santo se acerca a recibir este sacramento como una curación suprema de las enfermedades del alma y del cuerpo, de las debilidades y de los pecados. En el mismo rito de la bendición de los óleos en cada una de las 7 oraciones nosotros pedimos a Dios que nos perdone todos nuestros pecados y nos cure y culminamos el servicio con una imagen del arrepentimiento general de toda la gente, cuando hacen todos una postración, uno frente a otro, pidiendo disculpas. A nosotros nos debería dar vergüenza mantener todavía el entendimiento medieval de este sacramento, sobre todo cuando la Iglesia Católica Romana en su teología pastoral, llama a este sacramento "sacramento de los enfermos" y no "extrema unción," y tiende a liberarse y a liberar a sus fieles de la idea del rito de la antemuerte. Nosotros, por causa de la influencia de la vieja escuela escolástica, tenemos sacerdotes que pueden confesar que durante toda su vida pastoral jamás oficiaron esta ceremonia.

Para finalizar con este pequeño resumen, quisiéramos traer a vuestra atención algunas reflexiones de carácter actual.

En nuestra época en que la técnica se ha desarrollado a tal punto, todo colabora con la intensidad de la acción pecaminosa. Nosotros vemos, escuchamos, sentimos en una semana, mucho más que nuestros bisabuelos en cinco años. En un instante a traves del eter nos hacemos partícipes de todos los sucesos alrededor del globo. En nuestros rápidos, casi relampagueantes movimientos, recibimos una gran masa de impresiones, y ahora vemos a traves de la televisión casi todo lo que sucede sobre el ya muy aburrido planeta tierra. A raíz de semejante peso sobre nuestros sentimientos, pensamientos y simple sensibilidad, nuestra alma se agobia. En el sacramento de la confesión ni se nos atraviesa por la mente arrepentirnos de aquellas costumbres ya arraigadas que nos parecen inocentes, no nos arrepentimos de nuestros innumerables e inconscientes complejos psíquicos; no nos arrepentimos de nuestros pecados involuntarios, de la innumerable cantidad de supersticiones que nos traen otros innumerables y aun mayor monto de problemas, porque la superstición es como una automaldición; no nos arrepentimos de los pecados olvidados que de todas formas apesadumbran a nuestras almas.

Sepan que la fe es una fuerza neutral que nos otorga bondades, cuando nosotros creemos en Dios. Pero nos trae enfermedades, problemas y penas, cuando creemos en vanidades (supersticiones): en el número 13, en el gato negro y en otras fábulas. De acuerdo con nuestra fe nosotros seremos recompensados. A menudo vivimos en una atmósfera de falsedad absoluta, aparentando y acomodando nuestra vida de acuerdo al concepto que en forma errónea se formó de nosotros la gente. Jugamos a la vida como buenos actores sin pensar para nada lo falso y pecaminoso de esta situación. Por todos lados nos tientan para que nos alejemos "a tierras lejanas," y estas tentaciones a veces toman forma de increíbles complots. Y nosotros por la dureza de nuestro corazón y la falta de atención, caemos en las garras del enemigo del género humano. Bajo tan fuerte presión de parte de nuestras pasiones y de nuestro enemigo internoy externo, nos hacen falta poderosos medios y qué más apropiado sería en este caso resurgir en nuestra Iglesia la antigua costumbre de oficiar en todas partes, una vez al año, por la misericordia de Dios, esta ceremonia para limpiar toda la pecaminosidad, destruyendo esta fina tela de arañas diabólica. Oficiando esta ceremonia en los santos días de la Semana Santa, limpios por medio de la abstinencia y de la oración denodada nos acercaremos a la fiesta de las fiestas, a la mismísima razón de la arquitectura divina, a nuestra resurrección espiritual junto a Cristo, de acuerdo al nivel y a la fuerza con la que nosotros nos limpiemos de toda iniquidad de cuerpo y alma.

Metropolitano Vitaly

Fin. Gloria a Dios Nuestro Señor.

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Editor: Bishop Alexander (Mileant)

 

(St_John_service.doc, 04-10-99)