Nuestras oraciones

por los difuntos

Obispo Alejandro Mileant

Traducido por Ludmila Betin de Mottola

 

 


Contenido: Participación de una persona después de la muerte. Necesidad de orar por los difuntos. Compasión cristiana hacia los que sufren. Oraciones de la Iglesia por los difuntos. El oficio de Responso o Panijida.

Comentario sobre lo que sucede al alma despues de la muerte.


 

 

Participación de una

persona después de la muerte

La muerte es el fin ineludible de toda vida orgánica en la tierra, asimismo del ser humano. Pero desde el punto de vista cristiano, la muerte de la persona no es un hecho normal o indispensable. la muerte de una persona es el resultado de la desobediencia de nuestros antepasados. Dios le advertía a Adán respecto a los frutos del árbol del conocimiento del bien y del mal, diciéndole "De cualquier árbol del jardín puedes comer, más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él morirás" (Génesis 2:17). de Adán la muerte pasó a sus descendientes. Sin embargo la muerte no es la destrucción de su personalida o de su ser, sino la destrucción temporal de su envoltura corpórea.

Las palabras "De la tierra eres y a ella volverás" se refieren al cuerpo de la persona. el alma de la persona, como lleva en sí la imagen y semejanza del Creador, es inmortal: "Vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios que es Quien se lo dio" (Eclesiástico 2:17). el alma después de su separación con el cuerpo continua pensando, sintiendo y accionando, pero en un mundo distinto, que no se asemeja a nuestro mundo material. la vida se le otorgó al hombre, para que él aprenda a tener fe, para hacer el bien y para que desarrolle sus talentos. Todo ello conforma su riqueza espiritual, o, por las palabras del Salvador "Su tesoro en el cielo."

La muerte física trae el resultado de la vida de la persona, presentándose su alma para rendir ante Dios y para recibir el premio o el castigo. Pero este juicio inmediato después de la muerte no es un juicio definitivo, ya que es enjuiciado solo el alma, sin el cuerpo. Sobre la existencia del juicio previo el Apóstol San Pablo escribía. "Está establecido que los hombres mueren una sola vez y luego el juicio" (Hebreos 9:27).

Al finalizar el mundo, después de la resurrección de todos los muertos, se va a realizar para todos el Juicio Final en el cual Dios va a juzgar a todas las personas al mismo tiempo. Entonces cada persona, ya con su cuerpo resucitado, recibirá su eterno premio o su eterno castigo.

Sobre el estado del alma después del Juicio Particular, la Iglesia Católica Ortodoxa enseña así:

"Creemos, que las almas de los muertos se regocijan o sufren según sus obras. al separarse de sus cuerpos, ellas inmediatamente van hacia la alegría, o hacia las penas y el sufrimiento: o sea no sienten ni el bienestar total, ni el total sufrimiento, ya que el total bienestar o el total sufrimiento cada uno lo recibirá después de la resurrección de todos, cuando el alma se una con el cuerpo, en el cual vivió virtuosamente, o viciosamente (Epístolas de los Patriarcas Orientales sobre la fe ortodoxa, 18).

De esta manera, existen dos estados después de la muerte, uno para las almas virtuosas - en el paraíso, otro para las almas pecadoras - en el infierno. la Iglesia Ortodoxa no reconoce la enseñanza de los Católicos Romanos sobre el estado intermedio del purgatorio. los Padres de la Iglesia al nombrar la "Gehena" se refieren al estado después del juicio final, cuando la muerte y el Hades serán arrojados al lago de fuego (Revelacio 20:15).

Mientras la persona está viva, Dios le da la posibilidad de arrepentirse y cambiar sus faltas. Después de la muerte se le quita la posibilidad del arrepentimiento aunque, no significa que al morir la persona y no corresponderle el Paraíso, va a ser condenada al tormento eterno.

Hasta el juicio final los tormentos de los pecadores en el infierno son temporarios y pueden ser aliviados y hasta sacados por las oraciones de las personas creyentes y de la Iglesia (Epístolas de los Patriarcas Orientales). Las oraciones por los difuntos siempre les traen beneficio y ayuda. Si ellos no fueran dignos del paraíso, estas oraciones les alivian su situación después de la muerte, pero si ellos se encuentran en el paraíso, estas oraciones los alegran y los iluminan más todavía.

A continuación explicaremos el porque de la fuerza de las oraciones por los difuntos

 

Necesidad de

orar por los difuntos

Para valorizar la fuerza de las oraciones por los difuntos, hay que entender, que la muerte separa solo el contacto físico entre las personas pero queda el contacto espiritual. Este contacto se efectúa a través de la oración. el Evangelio nos señala que la oración, unida con la fe, tiene muchísima fuerza. Ella por las Palabras del Señor, puede hacer mover las montañas. el señor Jesucristo y Sus Apóstoles enseñaban a los cristianos a rezar unos por los otros.

El Evangelio y otros libros del Nuevo Testamento contienen muchos ejemplos de ello, de cómo la oración de unos ayudaba a otros. Así, por la fe de un funcionario real el Señor sanó a su hijo (Juan 4:46-53); por la fe de una mujer cananea, fue curada por el Señor su hija endemoniada (Mt. 15:21-28) por la fe de un padre fue curado su hijo sordomudo endemoniado (Marcos 9:17-27). por pedido de los amigos de un paralítico el Señor lo perdonó y lo curó (Marcos 2:2-12). "Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde Él estaba, y a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos lo perdonó y lo curó;" por la fe de un centurión fue curado su criado (Mt. 8:5-13).

Además el Señor realizaba muchísimas curaciones milagrosas a distancia. San Juan el Teólogo nos convence para que nos dirijamos en oración al Señor, creyendo que el Señor va a cumplir nuestro pedido, diciendo: "En esto está la confianza que tenemos en Él (Jesucristo), en que si Le pedimos algo según Su voluntad, el nos escucha" (1 Juan 5:14).

La oración al poseer una gracia muy fuerte; no tiene límites, y su poder no disminuye con la distancia. Siendo el resultado del amor, ella, como un haz de luz, penetra en el alma de las personas uniendo a todos los que rezan al Señor (unos con otros). en este sentido es educativo el siguiente histórico relato. Una vez, caminando por el desierto, San Macario de Egipto, encontró una calavera humana.

Al tocar el Santo la calavera con un palo de una palmera, esta emitió una voz. En respuesta al Santo, ¿De quién eres? La calavera contestó: "Yo fui un sacerdote pagano, y viví en este lugar. Tu Abad Macario, compadécete de nosotros, los que nos encontramos en el permanente tormento, y reza por nosotros, pues tu oración nos trae consuelo." el Santo preguntó, "¿En qué consiste el consuelo de mi oración?" la calavera respondió, "Cuando tú rezas por nosotros, aparece luz, y nosotros comenzamos a vernos, unos a los otros."

De esta manera, la oración unifica (reúne) nuestro mundo con el otro mundo, en el que se encuentran los Angeles, los Santos y nuestros parientes y amigos que se fueron. Desde el momento de la Resurrección de Jesucristo la muerte perdió su anterior significado nefasto, pero comenzó siendo el principio de una nueva vida. Como enseña el Apóstol Pablo (Romanos 8:38, Rom 14:8-9). "Ni la muerte ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad podrá separarnos del amor de Dios...." "Si vivimos para el Señor vivimos, y si morimos para el Señor morimos. Así que, ya vivamos o muramos, del Señor somos. Porque Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos." por ello no solamente se puede rezar, sino que se debe rezar, tanto por los vivos como por los muertos, porque por la Palabra del Salvador Para Dios todos están vivos (Lucas 20:38). "No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para el todos viven."

Los cristianos, que se van de este mundo, no cortan su vínculo con la Iglesia, a la cual pertenecían durante su vida. Pero ellos, si son justos tienen la posibilidad de rezar por nosotros ante el trono del Señor, pero necesitan de nuestras oraciones, si no son merecedores de entrar en el paraíso el Apóstol Pablo asemeja a la Iglesia con una montaña alta, la cual con su pedestal se sostiene sobre la tierra, y con su cúspide se extiende hacia el cielo, "Vosotros, en cambio os habéis acercado al Monte Sión, a la ciudad de Dios Vivo la Jerusalén celestial, y a incontables (muchísimos) Angeles, reunión solemne y asamblea de los primogénitos inscriptos en el cielo y a Dios, Juez universal, y a los espíritus de los justos llegados ya a su consumación, y a Jesús, Mediador de una nueva Alianza" (Hebreos 12:22-24).

En otras palabras, de acuerdo al Apóstol, existe una comunión viva y muy cercana entre la Iglesia Celestial y la Terrenal. Desde los tiempos apostólicos, basándose en la creencia de esta unidad y en la fuerza de la oración se estableció la costumbre de, apoyar el vínculo con los difuntos: pedir a través de la oración ayuda a los santos y mártires cristianos, para que intercedan ante Dios ; también nombrar a los fallecidos en las oraciones por los difuntos, en el Réquiem (misa por los difuntos) y en las Liturgias.

 

Consuelo

a los Que Sufren

¿Cómo no sufrir, cuando se va de nuestro lado, una persona muy querida y cercana,al otro mundo? Hasta el Señor Jesucristo sufrió y lloró cuando murió su amigo Lázaro. Aunque la natural tristeza por los muertos no debe llevar al cristiano a la depresión o a la queja.

La muerte no es la supresión (desaparición) de la persona, sino la separación temporal entre el cuerpo y el alma. Siendo un estado temporario, la muerte en el Nuevo Testamento y en las primeras notas cristianas se denomina sueño - dormición (Hechos 13:36 por ejemplo, la festividad Dormición de la Virgen Maria).

Se denomina muerte al sueño en relación al cuerpo, pero el alma del difunto prosigue su consiente vida. Las capacidades mentales y espirituales de la persona no se debilitan después de la muerte, sino que por lo contrario, reciben una gran fluidez y agilidad, al no ser oprimidos por el cuerpo.

Para no sufrir en forma desmedida por la pérdida de un ser querido, hay que pensar, que la muerte física tiene su lado positivo. Ella trae alivio a la persona, de todos los quehaceres y esfuerzos diarios, de todos los posibles sufrimientos, dolores y miedos, los cuales llenan nuestra existencia terrenal. Ella es la transición a un mundo mejor, en donde brilla la luz eterna, y reina la verdad de Dios, adonde no hay tristezas, y las almas de los justos encuentran la felicidad y tranquilidad eterna.

La fuente principal de consuelo para el cristiano debe provenir de que todos nosotros vamos a resucitar después de muertos, nos vamos a reencontrar con las personas amadas, y vamos a vivir eternamente. El motivo por el cual el Hijo de Dios llego a la tierra fue para devolverle a las personas la vida inmortal; perdida a causa del pecado.

La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos fue el comienzo de nuestra resurrección. Nosotros conmemoramos con tanta felicidad la celebración Pascual justamente porque festejamos la eliminación de la muerte, la destrucción del Hades, el otro comienzo de la vida eterna.

El Apóstol Pablo reconforta con estas palabras a los cristianos que perdieron a sus queridos. "Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los demás que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará Consigo a quienes murieron en Jesús." Seguidamente, el Apóstol explica que los vivos no recibirán la recompensa antes que los que previamente fallecieron. Porque la recompensa completa vendrá para todos los justos al mismo tiempo.

"Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron. el Señor mismo por el anuncio dado por la voz de un Arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del Cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar., seremos arrebatados en nubes, junto con ellos al encuentro del Señor en los aires. y así estaremos siempre con el Señor" (1 Tes. 4:13-18). Luego el Apóstol explica el punto de vista cristiano sobre la vida y la muerte: "Porque sabemos que si esta tienda, que es nuestra casa terrestre, se desmorona, tenemos una morada que es de Dios, eterna, no hecha por la mano del hombre, que está en los cielos. y así suspiramos en éste estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitación Celestial, para que estando vestidos no nos encontremos desnudos. Al estar en esta tienda (terrenal), gemimos abrumados porque no queremos ser desvestidos sino sobrevestidos para que lo mortal sea absorbido por la vida. y el que nos ha destinado a eso es Dios, el cual nos ha dado en arras el Espíritu.

Así, pues llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor, (pues caminamos en la fe y no en la visión). "Estamos, pues, llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor..." (2 Corintios 5:1-15).

Tratemos de consolarnos, con éstas ideas y con otras semejantes frente a la pérdida de nuestros seres queridos. Su ida al otro mundo nos debe recordar la cercanía de nuestro propio fin. Por ello, al rezar por ellos debemos rezar también por nosotros, para ser merecedores de un fin cristiano, indoloro, digno y en paz y para que todos podamos escuchar una respuesta favorable en el juicio de Jesús.

Oraciones de la Iglesia

por los difuntos

La santa Iglesia Ortodoxa, como madre solícita, diariamente en todos sagrados oficios eleva sus impetraciones por los partidos al país de la eternidad; por ejemplo, en el oficio de medianoche se leen los tropariones y oraciones por los finados, y éstos se conmemoran en las letanías finales; lo mismo se efectúa también en el servicio vespertino. En las vísperas y maitines se conmemoran los difuntos durante las llamadas letanías mayores cuando se canta "Perdónanos, Señor." Se mencionan tres veces en el transcurso de la liturgia: en la proscomidia, en la ectenia a continuación del Evangelio y durante la consagración eucarística cuando se canta "Es digno y verdadero." Aparte de eso, para la oración por los difuntos está designado un día de la semana, el sábado, cuando corresponde réquiem con la excepción de las fiestas que coincidan con ese día...

La santa Iglesia, al rezar por todos padres y hermanos nuestros difuntos, también, cumpliendo con nuestro piadoso deseo, efectúa la conmemoración particular recordando a cada uno de nuestros familiares o amigos difuntos en los días de su memoria y especialmente en los importantes días tercero, noveno y cuadragésimo. la conmemoración en estos días pertenece a la tradición apostólica, y se basa en las causas siguientes.

En el tercer día: primero, porque el difunto fue bautizado en nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios único en la Santísima Trinidad, y guardaba sin mácula la fe incorrupta recibida en el sacramento de bautismo; segundo, porque ha conservado las tres virtudes teologales, que sirven de base para nuestra salvación, a saber: la fe, la esperanza y la caridad; tercero, porque su entidad tenía tres potencias interiores: intelectual, sensual y del deseo, con las cuales pecamos todos nosotros y por cuanto los actos del hombre se expresan de tres maneras: por actos, palabras y pensamientos: por eso conmemoramos tres veces suplicamos a la Santísima Trinidad que perdone al difunto todos sus pecados cometidos por medio de las tres potencias mencionadas.

Aparte de esta importancia teológica de la conmemoración de los difuntos en el tercer día, tiene también significado místico relacionado con el estado ultratumba del alma del difunto. Cuando san Macario de Alejandría pidió al Ángel que el acompañaba en el desierto que le explique el significado de la conmemoración eclesiástica en el tercer día, el Ángel contestó: "Cuando al tercer día se hace la ofrenda en la iglesia, el alma del difunto recibe del Ángel que la guarda un alivio en la aflicción que siente después de la separación del cuerpo, el cual viene gracias a las alabanzas y ofrendas hechas por ella en la Iglesia de Dios, lo que produce una piadosa esperanza, ya que se permite al alma que pasee con sus Ángeles acompañantes en cualquier parte de la tierra. Por eso el alma que quiere a su cuerpo vaga a veces en las cercanías de la casa donde está colocado su cuerpo, y de esta manera pasa dos días como un ave que busca su nido. En cuanto al alma virtuosa, visita los lugares donde solía hacer la verdad. Y al tercer día El que ha resucitado también ordena al alma para imitarlo, que suba al cielo para adorar al Dios de todos."

Al noveno día la santa Iglesia presenta sus oraciones y el incruento sacrificio por el difunto para que su alma sea digna de incorporarse al coro de los Santos por oraciones y presencia de los nueve coros angélicos. San Macario de Alejandría, conforme con la revelación del Ángel dice que "después de la adoración de Dios en el tercer día sale orden para mostrar al alma las diferentes y agradables moradas de los Santos y la belleza del paraíso. Todo eso contempla el alma durante seis días admirando y alabando al Creador de todos, Dios. Contemplando tanta hermosura el alma experimenta un cambio y olvida la aflicción que sentía al hallarse en el cuerpo. Pero si tiene culpa de pecados, al observar el gozo de los Santos empieza a sufrir y acusarse a sí misma, diciendo: "¡Ay de mí! Cuánto me agitaba en el mundo. Al ser arrastrada por el deseo de satisfacer las pasiones pasé la mayor parte de mi vida descuidadamente sin servir a Dios debidamente para también dignarme gozar de esta gloria y bienaventuranza. ¡Ay de mí, pobre!" Después de contemplar durante seis días toda esta alegría de los Santos, se eleva otra vez por los Ángeles para adorar de nuevo a Dios.

Basándose en la tradición apostólica, que había aceptado para la Iglesia de Cristo la antigua costumbre hebraica de llorar por los difuntos durante cuarenta días, la santa Iglesia estableció con justeza y piedad desde la más antigua época como regla general, oficiar por los difuntos en el lapso de cuarenta días y, especialmente en el cuadragésimo día. Como Cristo venció al diablo pasando cuarenta días en ayuno y oración, exactamente de la misma manera la santa Iglesia, al ofrecer durante cuarenta días oraciones, limosna y sacrificios incruentos por el difunto, implora al Señor que envíe su gracia para vencer al enemigo, el príncipe del aire, de las tinieblas, y heredar el Reino de los Cielos.

San Macario de Alejandría, razonando acerca del estado del alma humana después de la muerte del cuerpo, prosigue: "Después de la segunda adoración, el Señor de todos ordena que se acompañe el alma hasta el infierno y que se le muestren los sitos de tortura, diferentes sectores del infierno y la multiplicidad de las torturas de los impíos, donde las almas de los pecadores lloran sin cesar y se oye el rechinar de sus dientes. Durante treinta días, estos diversos lugares de tormentos el alma los recorre temblando para no quedar clavada en medio de ellos. Al cuadragésimo día ella de nuevo se eleva para la adoración del Señor Dios. Ahora sí el Justo Juez determina donde a de ir definitivamente de acuerdo a lo que corresponde según sus obras." Es grandísimo este día para el difunto porque se decide su suerte ya antes del Juicio Final de Dios; por lo tanto, con mucha razón, la santa Iglesia prescribe la oración diligente por los finados en este día.

Por eso la conmemoración de los difuntos durante la primera fase después de su fallecimiento, es importante e indispensable ya que alivia su transición desde la tierra hacia el cielo a lo largo de las llamadas calamidades. San Cirilo de Alejandría prosigue: "Durante nuestra separación del alma del cuerpo, aparecerán, por un lado, los ejércitos y poderes celestes, y por otro, las potestades de las tinieblas, los malos príncipes del mundo, torturadores y denunciadores de nuestras obras... Al divisarlos el alma se turbará, trepidará y en su alboroto y terror buscará la protección de los Ángeles de Dios. Sin embargo, aún después de obtener la defensa angélica, al recorrer el espacio aéreo encontrará los "puestos aduaneros" que exigen impuestos y vedan el camino hacia el Reino de Dios. Cada uno de estos puestos exigirá que se rindan cuentas por tales o cuales pecados particulares.

Recordar a los difuntos en el día de su muerte al año o en años venideros se hace para renovar nuestro amor para con ellos, con la asistencia de oraciones y limosnas, lo que les trae mucha alegría; además, el día del fallecimiento es el día de su segundo nacimiento para la nueva vida inmortal.

La santa Iglesia estableció además días especiales que vulgarmente se llaman "paternales" para el recuerdo solemne común de todos los cristianos fallecidos en la verdadera fe.

Así es por ejemplo el sábado (de abstinencia de carne) o sea el sábado que precede la semana cuando se puede comer queso que esta destinado a la conmemoración de todos los difuntos desde el más remoto tiempo con la fe y esperanza de la resurrección, desde Adán hasta la actualidad, porque el día siguiente, el domingo, se realiza la memoria del segundo y temible advenimiento de Cristo y el fin del mundo. La santa Iglesia al recordarnos la llegada del Justo Juez de los vivos y muertos nos incita no solamente para que nos preocupemos por nosotros mismos, sino también por todos los difuntos. "En este día nuestra oración intercede con fuerza particular por los hermanos que no están debidamente sepultados: los ahogados muertos en el campo de batalla, fallecidos en terremotos, asesinados, quemados en los incendios, desgarrados por las fieras, aves de rapiña y las víboras, perecidos por los rayos y muertos por el frío, a los que mató la espada, tiró abajo el corcel, sepultó la avalancha, privó de vida el vino, algún veneno o un hueso atragantado," rogando al Juez Justo para que manifieste su benevolencia para con ellos en el día de Su recompensa sin acepción de personas. Únicamente estarán fuera de la rememoración de la Iglesia los que se han privado de la vida por su propia voluntad.

Sábado antes de Pentecostés, o sea, en vísperas del día de la Santísima Trinidad. En el día de Pentecostés la redención del mundo fue estampada ilustrativamente por la potencia ejecutora del Espíritu de Consolación santísimo y derramado con gracia sobre todos los vivos y muertos; por eso la santa Iglesia al igual que el sábado anteriormente citado (que representa el último día del mundo), en la de la Trinidad, que representa el último día de la Iglesia del Viejo Testamento, antes de manifestar en toda su gloria el día de Pentecostés, reza por todos los difuntos, y en el mismo día de Pentecostés, conforme con las palabras de las oraciones compuestas por San Basilio el Magno, ruega al Señor para que dé eterno descanso a los "padres, hijos y hermanos, junto con otros allegados muertos anteriormente con espera de la resurrección y de la vida eterna e inscribir sus nombres en el libro de la vida, consolando sus espíritus sobre el pecho de Abraham.

 

 

Responso

(Oficio por los Difuntos o Panijida)

Diácono: Bendice, soberano.

Sacerdote: Bendito es nuestro Dios en todo tiempo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros. (3 veces)

Lector: salmo 91 (90).

Letanía de la Paz

Diácono: En paz roguemos al Señor.

Coro: Señor ten piedad (repitiendo este canto a cada nueva invocación).

- Por la paz que viene desde lo alto y la salvación de nuestras almas, roguemos al Señor.

- Por la remisión de los pecados, en la bienaventurada memoria del (de los) presentado/s (nuevo presentado), roguemos al Señor.

- Por el (los) siempre recordado/s siervos de Dios (nombre) por su descanso, paz y bienaventurada memoria, roguemos al Señor.

- Para que le/s sea perdonada toda transgresión voluntaria e involuntaria, roguemos al Señor.

- Para que se presente sin condenación ante el temible trono del Señor de la gloria, roguemos al Señor.

- Por aquellos que lloran, que sufren, y que esperan el consuelo de Cristo, roguemos al Señor.

- Para que sea liberado de todo sufrimiento, de toda tristeza y de toda pena, y se conceda habitar donde se contemple la luz del rostro de Dios, roguemos al Señor.

- A fin de que el Señor nuestro Dios disponga su/s alma/s en la morada luminosa, de abundancia y de paz, allí donde se encuentran todos los rectos, roguemos al Señor.

- Para que se unan con los que habitan en el seno de Abraham, de Isaac y de Jacob, roguemos al Señor.

- Para que nos libere de toda aflicción, ira y necesidad, roguemos al Señor.

- Ampáranos, sálvanos, ten piedad de nosotros y protégenos, ¡Oh, Dios!, por tu gracia.

- La misericordia divina, el reino celestial y el perdón de sus pecados pedimos a ellos y encomendándonos nosotros mismos, y los unos a los otros, y toda nuestra vida a Cristo Dios.

Coro: A Ti, ¡Oh, Señor!

Sacerdote: ¡Pues Tú eres la resurrección, la vida y el descanso de Tu/s difuntos siervos (nombre/s) ¡Oh, Cristo Dios nuestro! y te elevamos gloria, junto con tu Padre sin comienzo y con tu Santísimo, Bueno y Vivificador Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Aleluya

Diácono: Aleluya, tono 8˚.

Versículo: Bienaventurados, Señor, aquellos que tú has elegido y recibido.

Coro: Aleluya, aleluya, aleluya. (Después de cada versículo).

Versículo: Su memoria perdurará de generación en generación.

Versículo: Sus almas habitarán entre los buenos.

Troparios, tono 5˚.

Coro: Con tu profunda sabiduría y amor a la humanidad, todo lo ordenas y brindas a todos lo que es de su beneficio, Unico Creador, Haz descansar Señor el alma de tus siervos, pues han cifrado su esperanza en Ti, Creador, Hacedor y Dios nuestro.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amen. En Ti tenemos nuestro amparo y puerto seguro, Tú que oras permanentemente y cuya oración es agradable a Dios a quien diste a luz, Madre de Dios no desposada, eres la salvación de los fieles.

Troparios, tono 5˚.

Bendito eres, Señor, enséñame tus mandamientos.

El coro de los Santos encontró la fuente de la vida y las puertas del paraíso. Pueda yo también encontrar el camino por el arrepentimiento; yo soy la oveja descarriada, llámame, Salvador, y sálvame.

Bendito eres, Señor, enséñame tus mandamientos.

Oh Santos, que predicasteis al Cordero de Dios y fuisteis inmolados como corderos, siendo trasladados a la vida gloriosa y eterna, pedida, Mártires, sin cesar al Cordero de Dios que nos dé el perdón de nuestros pecados.

Bendito eres, Señor, enséñame tus mandamientos.

Todos los que habéis andado en esta vida por el camino estrecho y penoso, que habéis llevado la cruz como yugo y me habéis seguido con fe, venid, gozad de las recompensas y de la corona celestial, que os he preparado.

Bendito eres, Señor, enséñame tus mandamientos.

Yo soy la imagen de tu gloria inefable, aunque llevo en mí las llagas de los pecados: Ten piedad de tu criatura, Soberano, y purifícala con tu entrañable bondad. Concédeme la patria tan añorada y hazme de nuevo habitante del paraíso.

Bendito eres, Señor, enséñame tus mandamientos.

Tú que, al principio, de la nada me formaste y me honraste con tu divina imagen, y que, cuando falté a tus mandamientos, me hiciste volver a la tierra, de la cual fui tomado, restituye en mí tu imagen, para que se renueve en mí la primitiva hermosura.

Bendito eres, Señor, enséñame tus mandamientos.

Concede, oh Señor Dios, el descanso a tus siervos y llévalos al paraíso, donde los Coros de los Santos y los rectos brillan como astros. Haz descansar a tus siervos difuntos, perdonándoles todos sus pecados.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Cantemos con piedad a la Triple Luz de la Unica Divinidad, exclamando: Santo eres Tú, oh Padre Eterno, con Tu Hijo, igualmente Eterno, y el Espíritu Divino. Ilumínanos a los que te servimos con fe y líbranos del fuego eterno.

Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén

Regocíjate, Purísima, que concebiste en la carne a Dios, para que todos fuéramos salvados, y por ti la humanidad encontró la salvación. Que por tu mediación encontremos el paraíso, oh Pura y Bendita Madre de Dios.

¡Aleluya, aleluya, aleluya, gloria a Ti Oh Dios! (3 veces).

Letanía

Diácono: Una y otra vez roguemos en paz al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Diácono: También rogamos por el descanso de las almas de tus difuntos siervos de Dios (nombre) y para que les sea perdonado todo pecado, voluntario e involuntario.

Coro: Señor, ten piedad.

Diácono: Para que el Señor Dios disponga sus almas allí donde los rectos descansan.

Coro: Señor, ten piedad.

Diácono: La misericordia divina, el reino celestial y el perdón de sus pecados, pedimos a Cristo, Rey Inmortal y Dios nuestro.

Coro: Concédelo, Señor.

Diácono: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Pues Tú eres la resurrección, la vida y el descanso de tus difuntos siervos (nombre) ¡oh, Cristo Dios nuestro! Y te elevamos gloria, junto con tu Padre sin comienzo y con tu Santísimo, Bueno y Vivificador Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Coro: Amén.

Troparios, tono 5˚.

Haz descansar, ¡Oh Salvador nuestro! a tu/s siervo/s, con los rectos y hazlo/s habitar en tu morada, según está escrito, olvidando, como Bueno que eres, todos sus pecados voluntarios e involuntarios, los cometidos con conocimiento o por ignorancia ¡oh, amante de la humanidad

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

¡Oh Cristo Dios! Que iluminaste al mundo, naciendo de la Virgen, y que por ella nos manifestaste como hijos de la luz, ten piedad de nosotros.

El Canon, tono 6˚.

Sacerdote: Haz descansar Señor, el (las) alma/s de tu/s siervo/s difunto/s.

Coro: Haz descansar Señor, el (las) alma/s de tu/s siervo/s difunto/s.

Sacerdote: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Coro: Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Oda 3a.

Coro: Nadie es santo como Tú Señor, Dios mío, tú has exaltado la fuerza de tus fieles ¡Oh Bueno! y nos has afirmado sobre la piedra de Tu confesión.

Letanía

Diácono: Una y otra vez roguemos en paz al Señor.

Coro: Señor ten piedad

Diácono: - También rogamos por el descanso de las almas de tus difuntos siervos de Dios (nombre) y para que les sea perdonado todo pecado, voluntario e involuntario.

Coro: Señor, ten piedad.

Diácono: - Para que el Señor Dios disponga sus almas allí donde los rectos descansan.

Coro: Señor, ten piedad.

Diácono: - La misericordia divina, el reino celestial y el perdón de sus pecados, pedimos a Cristo, Rey Inmortal y Dios nuestro.

Coro: Concédelo, Señor.

Diácono: - Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Sacerdote: Pues Tú eres la resurrección, la vida y el descanso de tus difuntos siervos (nombre) ¡Oh, Cristo, Dios nuestro! y te elevamos gloria, junto con tu Padre sin comienzo y con tu Santísimo, Bueno y Vivificador Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén. Verdaderamente, todo es vano, y la vida es sombra y sueño. En vano se agita todo ser terrestre, como lo dicen las Escrituras, pues aunque adquiramos el mundo nos espera la tumba, donde moran juntos reyes y mendigos. Por eso, Oh Cristo, concede el descanso a tu siervo presentado, Tu que amas a la humanidad.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Santísima Madre de Dios, no me abandones durante mi vida y no me entregues a guardianes humanos, sino protégeme y ten piedad de mí.

Sacerdote: Haz descansar, Señor, el alma (las almas) de tu/s siervo/s difunto/s.

Coro: Haz descansar, Señor, el alma (las almas) de tu/s siervo/s difunto/s.

Sacerdote: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Coro: Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Oda 6a.

Cuando vi el mar de la vida agitado por el huracán de las tentaciones, arribé a tu puerto sereno, exclamando: Libra de la corrupción mi vida. Señor Misericordioso.

Letanía

Diácono: Una y otra vez...

Sacerdote: Pues Tú eres la resurrección...

Kondakio (tono 8˚).

Con los Santos haz morar, oh Cristo, el alma de tu (s) siervo (s), donde no hay tristeza, ni dolor, ni angustia, sino vida eterna.

Tú sólo eres inmortal, Tú que has creado y formado al hombre. Nosotros los humanos hemos sido formados de la tierra y vamos a ir a la tierra, como lo mandaste, oh Creador, cuando dijiste: Eres tierra y volverás a la tierra. Allá iremos todos los hombres al son de lamentos fúnebres: Aleluya, Aleluya, Aleluya.

Sacerdote: Haz descansar, Señor, el (las) alma (s) de tu (s) siervo (s) difunto (s).

Coro: Haz descansar...

Sacerdote: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Coro: Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Sacerdote: Haz descansar, Señor...

Coro: Haz descansar, Señor...

Sacerdote: Bendecimos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, Señor.

Coro: Ahora y siempre...

Diácono: A la Madre de Dios y de la Luz, con cantos exaltemos.

Coro: Los espíritus y las almas de los rectos te alabarán Señor.

Oda 9a.

Dios, a quien los hombres no pueden ver ni las órdenes angelicales se atreven a mirar, se manifestó a la humanidad como el Verbo encarnado; por Ti oh Purísima, exaltándolo con los ejércitos celestiales, te celebramos.

Lector: El "Padre nuestro."

Sacerdote: Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, ¡oh! Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Troparios (tono 4)

Haz descansar las almas de tus siervos con las almas de los rectos difuntos ¡Oh, Salvador! guardándolas para la vida bienaventurada, que hay en Ti, amante de la humanidad. En tu lugar de reposo, Señor, donde todos los santos descansan, haz descansar también las almas de tus siervos, porque solo Tú amas a la humanidad.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Tú ¡oh, Dios! descendiste al hades y rompiste las cadenas de los cautivos; Tú mismo haz descansar el alma de tus siervos.

Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Tú, única pura y casta Doncella, que concebiste a Dios sin simiente, ruega por la salvación del alma de tus siervos.

Letanía

Diácono: Ten piedad de nosotros, ¡oh, Dios! por tu gran misericordia, te suplicamos, escúchanos y ten piedad.

Coro: Señor, ten piedad. (3 veces a cada invocación.)

Diácono: - También rogamos por el descanso de las almas de los difuntos siervos de Dios (nombre) y para que les sea perdonado todo pecado, voluntario e involuntario.

Diácono: - Para que el Señor Dios disponga sus almas allí donde los rectos descansan.

Diácono: - La misericordia divina, el reino celestial y el perdón de sus pecados, pedimos a Cristo, Rey Inmortal y Dios nuestro.

Coro: Concédelo, Señor.

Diácono: Roguemos al Señor.

Coro: Señor, ten piedad.

Oración

Sacerdote: ¡Oh Dios de los espíritus y de toda carne!, que venciste la muerte, anulaste al diablo y diste vida a tu mundo: Tú mismo, ¡oh, Señor! haz que descansen en paz las almas de tus difuntos siervos (nombre) en la morada luminosa, en la morada de abundancia, en la morada de descanso, donde son repelidos el dolor, la tristeza y el lamento. Perdónales todo pecado por ellos cometidos, en palabra, obra o pensamiento, pues eres Dios Bueno y amas a la humanidad. Porque no existe hombre que no peque mientras viva. Tú eres el único sin pecado, tu verdad es verdad por los siglos, y verdad es tu palabra.

Pues Tú eres la resurrección, la vida y el descanso de tus difuntos siervos (nombre) ¡oh, Cristo Dios nuestro! y te elevamos gloria, junto con tu Padre sin comienzo y con tu Santísimo, Bueno y Vivificador Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Coro: Amén.

Diácono: Sabiduría.

Sacerdote: ¡Santísima Madre de Dios, Sálvanos!

Coro: Tú eres más honorable que los Querubines e incomparablemente más gloriosa que los Serafines. Te glorificamos a Ti que diste al mundo a Dios el Verbo, sin dejar de ser virgen, y que eres la verdadera Madre de Dios.

Sacerdote: Gloria a ti, Cristo Dios, esperanza nuestra, gloria a ti.

Coro: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Ahora y siempre y

por los siglos de los siglos. Amén.

Coro: Señor, ten piedad, Señor, ten piedad, Señor, ten piedad. Bendice.

Sacerdote: Tú que resucitaste de entre los muertos, ¡oh, Cristo! nuestro Dios verdadero, por intercesión de tu Purísima Madre, la gloriosa siempre Virgen María, de los Santos Apóstoles, de nuestros devotos y rectos padres y de todos los santos, lleva el alma de tu siervo (nombre) que se alejó de nosotros a la morada de los rectos, hazla descansar en el regazo de Abraham, cuéntala entre los Santos y ten piedad de nosotros, Tú que eres Bueno y amas a la humanidad.

Coro: Amén.

Diácono: Concede Señor, descanso perpetuo en el sueño bienaventurado a tu siervo difunto (nombre) y otórgale eterna memoria.

Coro: Memoria eterna. (3 veces).

*** *** ***

Comentario sobre lo que

sucede al alma despues de la muerte

No se nos da a conocer a través de las Sagradas Escrituras; cual es el proceso de un juicio particular después de la muerte de una persona. Nosotros podemos en parte juzgar sobre ello por fracciones de manifestaciones encontradas en la Palabra de Dios.

Así es natural pensar,que en el juicio particular hay una gran participación en el destino de la persona, tanto de los Angeles buenos como de los malignos: los primeros son instrumentos (medios de acción) de la gracia de Dios,, los segundos - porque Dios les permite, usandolos como instrumentos de Su justicia.

En la parábola sobre el Rico y Lázaro (Lucas 16:19) se dice que Lázaro al morir fue llevado por los Angeles junto al seno de Abraham. Murrio también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades, entre tormentos, levanto los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro en su seno, y gritando dijo: 'Padre Abraham ten compasión de mi, y envíame a Lázaro para que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua porque estoy atormentado en esta llama.' en la parábola sobre el Rico insensato, Dios le dise: "¡Necio! Esta misma noche te reclamaran el alma; las cosas que preparaste. ¿Para quien serán? Así es el que atesora sus riquezas para si,y no se enriquece en orden a Dios." Es evidente que la reclamaran los espiritus malvados.

Ya que por un lado, los Angeles de esos pequeños, por la Palabra del Señor, siempre ven el Rostro del Padre Celestial, igualmente al finalizar el mundo el Señor va ha mandar a sus Angeles, los cuales van a separar a los malos de entre los justos, y los echaran en el horno del fuego (Mateo 13:49) por otro lado nuestro enemigo el diablo, ronda como león rugiente,buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8). "Porqué nuestra lucha es... contra los espíritus del mal que están en las alturas, y su príncipe se llama el príncipe del imperio del aire, que es el espíritu que actúa en los rebeldes" (Efesios 6:12 y 2:2).

Los Santos Padres desde la antigüedad ilustraban en base a los relatos de las Santas Escrituras el camino del alma después de haberse separado del cuerpo, como un camino que atraviesa distancias espirituales, en los cuales los espíritus del mal buscan devorar a los débiles espiritualmente, en donde por ello se necesita la protección y ayuda de los Angeles Celestiales y el apoyo a través de las oraciones de los seres vivos de la Iglesia. Podemos mencionar a San Efren el Sirio, San Atanasio el Grande, San Macario el Grande, San Basilio el Grande, San Juan el Teólogo y otros, como algunos de los Padres que hablan de este tema desde la antigüedad Con mas detalles explica esto San Cirilo de Alejandría en la "Palabras sobre la salida del alma."

Este camino también esta ilustrado en la narración de la vida de San Basilio el Nuevo, en el cual la justa difunta Teodora, (una viuda que sus últimos años de vida se dedico al cuidado del Santo Padre, se le apareció en sueños a Gregorio el aprendiz de San Basilio el Nuevo y le relato, que es lo que vio y que es lo que sucedió al separarse el alma del cuerpo, y también sobre su ingreso a las moradas celestiales.

El camino que recorre el alma después de separarse del cuerpo se llama "Tormentos." en relación de lo expresado, el Mitropolit Macario de Moscú dijo que "Hay que recordar con firmeza lo que le dijo el Angel a San Macario de Alejandría desde el comienzo del relato al instruirlo sobre los "Tormentos": Las cosas celestiales hay que recibirlas como las mas débiles ilustraciones terrenales, he imaginarse los tormentos lo mas que se pueda en un sentido espiritual, mas que bajo la sensibilidad de un parámetro humano

Dijo un Santo Padre, que si uno quisiera imaginarse el infierno no podría, pues, aunque uno juntase todo el horror del mundo, este, comparándolo, ni siquiera seria una gotita de agua en el océano. Asimismo si uno quisiera imaginarse el cielo no podría, pues, aunque uno juntase todo lo mas hermoso de este mundo, este, comparándolo, ni siquiera seria una gotita de agua en el océano. en un momento del relato,Teodora le contó que al pasar de un espacio espiritual al otro,de los "Tormentos" le dijo a los Angeles que llevaban su alma "pienso,que ninguna de las personas que viven en la tierra sabe que es lo que sucede aquí, y que es lo que le espera al alma pecadora después de su muerte." A lo que los Santos Angeles me respondieron: ¿Acaso las Sagradas Escrituras no dan testimonio de todo lo que sucede aquí, y que además es leído permanentemente en todos los templos por sus sacerdotes, las personas estan sumergidas en la agitación de la vida y sus placeres, anteponiendo la satisfacción de su vientre el temor de ofender al Señor? Ellos absolutamente no piensan en la vida futura, en su eternidad, y no se acuerdan de las Palabras del Señor que Dice: "Hay de vosotros, los que ahora estáis hartos! porque tendréis hambre! Hay de los que reís ahora! porque tendréis aflicción y llanto!" (San Lucas 6:25).

Muchos piensan que todo lo escrito, son puros cuentos, y no le dan mucha importancia. Sin embargo los que son misericordiosos con los pobres, los que ayudan con amor a los humildes en sus necesidades y a los que colaboren con los que la requieran, recibirán el perdón de Dios por sus pecados, y pasaran los "tormentos," por haber dado su amor (misericordia), ya que las Sagradas Escrituras dicen (libro de Tobias 4:10-11). "Porque la limosna, libera de la muerte e impide caer en las tinieblas Don valioso es la limosna para cuantos la practican en presencia del Altísimo." de esta manera los que son misericordiosos reciben la vida eterna, y los que no tratan de purificar sus pecados a través de la misericordia, no podrán evadir estas pruebas y sufrirán sus almas los tormentos (que tu vistes) a los que las someterán las fuerzas del mal, llevándolas a las profundidades del infierno hasta el Juicio Final. a ti también te hubiera sido difícil escapar de ello, si no hubieses recibido la ayuda de San Basilio el Nuevo relato, extraído de la vida de San Basilio el Nuevo, cuya recopilación fue realizada bajo la supervisión de San Demetrio, en el libro correspondiente al mes de marzo de la obra "Vida de los Santos." en esos momentos reinaban en el Imperio de Bizancio el emperador León el Sabio (años 886-911).

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Missionary Leaflet # S17

Copyright (c) 2000 and Published by

Holy Protection Russian Orthodox Church

2049 Argyle Ave. Los Angeles, California 90068

Editor: Bishop Alexander (Mileant)

 

(panijida_s.doc, 01-12-2000)

 

 

 

 

Los difuntos esperan nuestra ayuda

Que aspecto triste nos ofrece el camposanto sembrado con las tumbas de nuestros conocidos y amigos, nuestros padres y hermanos! He aquí todos ellos otrora pletóricos de vida, ahora, de acuerdo con el Salmista, "pusiéronme en un profundo calabozo, en lugares tenebrosos, entre las tinieblas de la muerte" (Sal. 87:7). Y si echareis la vista en las moradas sepulcrales de ellos con simples ojos corporales, no encontrarías allí ni un solo rayo de luz, sólo hay tinieblas mayores que las egipcias y frío más mortífero que el polar. Nos deberían suscitar sentimientos penosos, desoladores de terror y aflicción si no viésemos en este valle de lágrimas de Josafat nada aparte de los sepulcros y tumbas de los seres humanos, no podría faltar el miedo y el temblor a las tinieblas que cubrirían nuestras almas al pensar que nos espera la misma suerte, que para cada uno de nosotros se prepara aquí la idéntica morada, oscura y fría.

Sin embargo, en el medio de este valle de lágrimas se eleva el signo de la victoria de El que ha venido al mundo para "alumbrar a todos sentados en la tinieblas y en la sombra de la muerte," Quien declaró la alegría de esta victoria sobre la muerte al bajar a la misma profundidad del infierno, librando allí las almas de los creyentes que esperaban Su advenimiento. Tampoco quedarán en el infierno las almas de nuestros partidos padres y hermanos si ellos habían fallecido con la fe en el Señor. Pero nosotros, los vivos, podemos y debemos ayudarles para que se salven de las mandíbulas del infierno.

Nosotros creemos que las almas de los hombres caídos en los pecados, quienes no tenían desesperación a la muerte y ya antes de separarse de la vida actual se arrepintieron con sinceridad ante Dios y sólo no pudieron traer los frutos dignos de la penitencia, tales como las lágrimas de contrición, oraciones, limosna y, en general, todo lo que expresa activamente el amor al prójimo y a Dios, - descienden al infierno y soportan allí los castigos por sus pecados, aunque no pierden la esperanza de obtener alivio o liberación de los mismos. Pero con que medios? Naturalmente, no por sus propios esfuerzos y méritos, ya que en la vida venidera no estarán en condiciones de hacer algo bueno, digno de la compensación de sus pecados, sino gracias a las oraciones de la Santa Iglesia, o sea, sus servidores además de los allegados y amigos, quienes pudieran hacer obras buenas por ellos.

De modo que solamente por nosotros pueden alegrarse, obtener alivio y hasta completa liberación de las ataduras del infierno todos nuestros parientes ya partidos a la eternidad, con tal que al ser pecadores no se han abnegado su fe hasta sus postrimerías, siempre cifrando su esperanza en la misericordia del Señor (Plat. Espir. 1873).

Preocuparse por la salvación de las almas de los difuntos, rezar por ellas al Señor Dios implorando que les perdone todos sus pecados voluntarios e involuntarios, es una obligación sagrada de cada hijo de la Iglesia Ortodoxa. A la oración por los difuntos nos incita la cristiana caridad, por medio de la cual todos nosotros nos unimos con Cristo Jesús y formamos una fraternidad espiritual. Los difuntos son nuestros prójimos, a quienes Dios nos ordena amar como a nosotros mismos (Mat. 22:39). Sería deseable para cada uno de nosotros que después de nuestra separación de la presente vida no nos olviden nuestros prójimos y que recen por nosotros. Para que se cumpla esta esperanza, nosotros también tenemos que amar a nuestros difuntos. "La medida que para otros usareis, ésa se usará para vosotros" (Lucas 6:38), dice la Palabra de Dios.

Por consiguiente, los que recuerdan a los difuntos serán recordados también por Dios y por los hombres después de su partida de este mundo. Es grande la consolación y alta la recompensa para el que libera al prójimo de una desgracia temporaria. Luego, qué premio tendrá el que ayudare al prójimo con sus oraciones constantes a obtener la absolución de los pecados aplacando a Dios y quitando de esta manera un alma del abismo de la eterna desgracia, para poder heredar la bienaventuranzas en la eternidad?

Sin hablar de la recompensa del futuro acaso el recuerdo orativo de los difuntos no intercede por nosotros ante Dios también en actualidad, al manifestarse por la abundante bendición de Dios? No por eso en el memento de difuntos tienen lugar a menudo los dulcísimos y enternecedores sentimientos que alivian el alma en el caso de las personas que amando a los difuntos ofrecen sendos recordatorios? En la conciencia se refleja la grandiosidad del bien que originan los recordatorios, los cuales regocijan el alma con incomparable alegría.

Cómo y con qué podemos ayudar a nuestros difuntos?

La ayuda que se presta a los difuntos incluye las oraciones por ellos, recordatorios, buenas obras y, particularmente, el incruento sacrificio. El Santo Apóstol Juan habla acerca de la osadía de las oraciones de los creyentes ante Dios: "Y la confianza que tenemos en El, es que si Le pedimos alguna cosa conforme con Su voluntad, El nos oye. Y si sabemos que nos oye en cuanto Le pedimos, sabemos que obtenemos las peticiones que Le hemos hecho" (1 Jn. 5:14 -15).

Las oraciones por los difuntos que se llevan a cabo con fe y amor por nosotros en los templos de Dios y en casas particulares son agradables para Dios, porque solicitamos de esta manera cosas buenas rogando por la salvación de las almas creadas a imagen y semejanza de Dios, cara para el Señor como redimidas por la purísima sangre de Cristo, el Salvador del mundo. Además, en estas oraciones solicitamos el bien que complace a Dios. Propio Dios no quiere que perezca un alma humana, sino busca su salvación. "Yo no Me gozo de la muerte del impío, sino en que él se retraiga de su camino y viva" (Ezq. 33:11).

Otro acto relacionado con la memoria de los difuntos es la limosna o sea, la distribución de ciertos bienes terrenales entre los pobres que también son nuestros hermanos. Esta actividad asimismo es favorable para los difuntos hasta cierto punto porque debido a los mendigos multiplicamos la cantidad de hombres que rezan a Dios por la salvación del alma de un difunto, y parcialmente porque dando limosna en nombre de Cristo ejecutamos la más agradable obra para los ojos de Dios. De esta manera ayudamos, abastecemos y consolamos a los hermanos por El amados. Al mismo tiempo, el que da al mendigo no solamente tiene largueza con el hermano de Cristo, sino con el propio Señor Cristo Dios nuestro. El mismo Dios dice por los labios del sabio: "A Dios presta el que da al pobre" (Prov. 19:17).

El tercer acto que tiene parte en el recuerdo de los difunos, es la liturgia por los difuntos o el ofertorio del incruento sacrificio por su salvación. Este acto de la Iglesia es el más potente y radical para que los difuntos gocen de la misericordia de Dios. En este caso el propio Señor se sacrifica sobre el altar, y de esta manera hace que Su benevolencia absuelva los pecados del difunto, por el cual intercede el grandísimo abogado, y por quien se ofrece el más eficiente sacrificio. ¿Sería factible la esperanza del perdón para el reo donde el propio hijo del rey intercede por la absolución? ¡Oh, sin lugar a duda! Lo mismo deberá esperar el difunto hermano nuestro, por quien se ofrece el dicho incruento sacrificio con la firme esperanza que de este modo se borrarán todos los pecados del difunto, de suerte que para éste se abre el camino de transición a un mejor estado. Esta indudable esperanza de la santa Iglesia Ortodoxa se basa, por un lado, en el hecho que la suerte de sus hijos difuntos todavía no es decisiva, y por otro, en el hecho de que la inefable misericordia Divina y el poder de los méritos de Cristo Salvador se extienden y estarán extendidos a todos los tiempos y todos los seres humanos hasta el Juicio Final.

El santo Apóstol Pablo nos asegura acerca de la veracidad de lo expuesto, diciendo: Jesucristo "con una sola oblación perfeccionó para siempre a los santificados..... Y por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio perpetuo. Y por tanto, perfecto Su poder de salva a los que por El se acercan a Dios, y siempre vive para interceder por ellos" (Hebr. 10:14 y 7:24-25). San Cirilo de Jerusalén dice: "Vamos a rezar por todos los difuntos nuestros, creyendo que sus almas obtienen una grandísima utilidad por el sacrificio ofrecido sobre el altar a favor de ellas." Las partículas que se sacan de la hostia durante la Divina proscomidia por las almas de los fieles difuntos, se sumergen en la vivificadora sangre de Cristo, mientras que el sacerdote pronuncia: "Lava, oh Señor, los pecados de los difuntos mencionados aquí con Tu honorabilísima Sangre con las oraciones de Tus Santos." Y la sangre de Jesucristo purifica todos los pecados.

Tampoco son de poca utilidad para los difuntos otras oraciones y ofertorios que se realizan en los templos y en casas particulares, tales como la lectura de los salmos, colocación de cirios y uso de incienso y óleo.

Con ayuda de estos medios, las almas encerradas en el infierno pero no desprovistas de la capacidad para la vida paradisíaca, que todavía incluyen la levadura del bien y la tendencia para poseerlo, no obstante de la falta de obras buenas, pueden transitar desde la prisión espiritual a las moradas celestiales. La Iglesia cristiana siempre creyó sin la menor duda en la potencia efectiva de sus oraciones por los difuntos.

"Tratemos - dice San Juan Crisóstomo - de ayudar dentro de lo posible a los difuntos en lugar de las lágrimas, lamentaciones, o suntuosos sepulcros, por medio de nuestras oraciones, limosnas y sacrificios con el fin de obtener de esta manera para ellos y para nosotros los beneficios prometidos"

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Panfleto Misionero # S08

Copyright (c) 2000 y Publicado por la Iglesia

Ortodoxa Rusa de la Santa Protección

2049 Argyle Ave. Los Angeles, California 90068

Editor: Obispo Alejandro (Mileant).

(panijida_s.doc, 01-15-2000).