Reflexiones

apologéticas

 

Obispo Alejandro (Mileant)

Traducido por Oksana Novokhrost/ Dr. Elena Ancibor

 


Contenido: La Armonía de las dos revelaciones. Dios y el universo. La inspiración divina de las Escrituras. El libro de Génesis. El relato bíblico sobre la creación del mundo. Las causas y consecuencias del ateísmo. El bien y el mal. La Providencia Divina. La fe en la Santa Trinidad. La superación del ocio y la tristeza. El nueve de Ab.


 

La armonía

de las dos revelaciones

Dios se manifiesta al hombre de dos maneras: directamente, a través de la iluminación espiritual del alma humana y a través de la naturaleza, cuya organización atestigua Sabiduría, Gracia, y Omnipotencia de su Creador. Ya que el origen de estas revelaciones - interno y externo - es uno solo, los contenidos de estas manifestaciones deben completarse recíprocamente y nunca estar en contradicción. Por eso hace falta reconocer que entre la ciencia pura, basada en los hechos del estudio de la naturaleza, y las Escrituras Sagradas - ese testigo escrito de la iluminación espiritual - debe existir una completa concordancia en todo lo relativo al conocimiento de Dios y de Sus obras. Si a lo largo de la Historia surgían a veces agudos conflictos entre los representantes de la ciencia y de la religión (principalmente, de la confesión católica), analizando detenidamente las causas de esos conflictos se podía ver fácilmente que surgían por una simple incomprensión. Procede señalar que la religión y la ciencia tienen sus objetivos y sus métodos individuales, y por esto las dos pueden tomar contacto solo parcialmente en cuestiones de principios, no coincidiendo nunca completamente.

Los "Conflictos" entre la ciencia y la religión surgen, cuando, por ejemplo, los representantes de la ciencia emiten opiniones arbitrarias e infundadas sobre Dios, sobre el origen de la Creación del Universo y de la vida, o la meta final de la existencia del hombre, etc. Estos juicios de los sabios no tienen apoyo en los propios hechos de la ciencia, pero están basadas en las generalizaciones superficiales y presurosas, anticientíficas. Del mismo modo surgen conflictos entre la ciencia y la religión, cuando los representantes de la religión buscan formular las leyes de la naturaleza, basándose en su propia interpretación de los principios religiosos. Por ejemplo, la Inquisición romana condenó la teoría de Galileo sobre el movimiento de la Tierra alrededor del Sol. Le parecía que si Dios había creado todo para el hombre, la Tierra debía encontrarse en el centro del Universo y todo debía girar en torno a ella. Por supuesto, esta afirmación es equivocada, no basada en la Biblia, ya que encontrarse en el centro de la protección Divina nada tiene que ver con el centro geométrico del mundo físico (que puede hasta no existir). Los ateos, del final del siglo 19 y comienzos del 20, trataban irónicamente el relato Bíblico de que Dios creó primero la luz. Ellos ridiculizaban a los creyentes diciendo: "!De dónde podría emanar la luz, cuando no existía aún su fuente - el Sol!" Pero la ciencia actual ha dejado muy atrás esta idea trivial e ingenua sobre la luz. La física contemporánea afirma que tanto la luz como la materia son diferentes estados de energía y pueden existir, transformándose una en la otra independientemente de las luminarias estelares. Por suerte, tales conflictos entre la ciencia y la religión se anulan solos, cuando el ardor de la polémica se ve sustituído con un estudio más profundo de la cuestión.

No todos los humanos poseen una sana concordancia entre la fe y el intelecto. Unos ciegamente creen en el intelecto humano y están dispuestos a aceptar cualquier teoría por más inmadura y no verificada que sea, como p. ej., la aparición del mundo y la vida sobre la tierra, independientemente de lo que dice la Escritura Sagrada sobre el tema. Otros sospechan a los científicos de ser deshonestos y de mala fe y temen de reconocer a los descubrimientos positivos de la ciencia en el ámbito de paleontología, biología y antropología para no quebrantar su fe en la verdad de la Escritura Sagrada.

Sin embargo, si se atendían las indicaciones siguientes, jamás surgirán conflictos serios entre la fe y la razón.

  1. Las Sagradas Escrituras, igual que la naturaleza son testimonios verídicos y que se confirman mutuamente, sobre Dios y Sus obras;
  2. El hombre es un ser limitado que no comprende en forma completa ni los misterios de la naturaleza, ni la profundidad de las verdades de las Sagradas Escrituras;
  3. Lo que actualmente parece contradictorio, puede ser explicado cuando el hombre comprenderá mejor lo que le dicen la naturaleza y la palabra Divina.

Al mismo tiempo, hay que saber distinguir los datos exactos de la ciencia de las suposiciones y conclusiones de los científicos. Los hechos siempre quedarán como hechos, pero las teorías científicas construídas sobre ellos, a menudo cambian completamente con la aparición de los nuevos datos. De misma manera, hay que distinguir el testimonio directo de la Escritura Sagrada de sus interpretaciones. Los hombres comprenden la Escritura Sagrada en la medida de su desarrollo espiritual e intelectual, como también de su bagaje de conocimientos. Por esto no se debe exigir a los interpretadores de la Escritura Sagrada infalibilidad absoluta en los problemas relativos a la religión y a la ciencia simultáneamente.

La Escritura Sagrada dedica solamente los dos primeros capítulos del Génesis al tema de la creación del universo y la aparición del hombre en la tierra. Hay que decir que en toda la literatura mundial ningún otro libro se leyó con tanto interés como este libro inspirado por Dios. Por otro lado, ningún otro libro se vio sometido a una crítica tan cruel y nada merecida como el Génesis. Por esta razón, en varios artículos subsiguientes se tratará de decir algo en defensa tanto de este libro sagrado como del contenido de sus primeros capítulos.

En los siguientes artículos se intenta abordar los temas: sobre el espíritu de inspiración divina de la Escritura Sagrada, su autor y las circunstancias de la escritura de Génesis, el hombre como representante de dos mundos, las cualidades del alma y las religiones de los hombres primitivos, las causas y las consecuencias de la falta de fe, etc.

Dios y el universo

(A propósito de los descubrimientos astronómicos contemporáneos).

"La mente humana, tanto individual como colectiva, no logra abarcar al misterio de la existencia, pero, desarrollándose poco a poco y ennobleciéndose, con dosis homeopáticas, se asocia a la sabiduría Divina, aprendiendo en sus propios errores y extravíos." Esta idea cierta y expresiva del Igumeno Guennadi Eikalovich recibe su clara confirmación por los descubrimientos científicos del siglo XX, a los cuales queremos referirnos en esa parte.

Hasta comienzos del siglo 20, los científicos en general y los astrónomos en particular consideraban que el mundo es eterno en el tiempo e infinito en el espacio. Ellos admitían las variaciones en el mundo sólo como fenómenos locales, como p. ej., el desarrollo de los sistemas estelares, pero suponían que las partículas elementales que forman a la materia y las leyes físicas eran eternas.

Estos conceptos ingenuos de los científicos sobre la "eternidad" o la "estabilidad" del mundo fueron rechazados en la primera mitad del siglo 20. En 1913 el astrónomo Vesto Melvin Slipher, al realizar las observaciones espectrales de las galaxias, con la ayuda de un poderoso telescopio, descubrió que todas ellas, no importa hacia donde dirigir el telescopio, se están alejando de nuestro sistema solar a gran velocidad. Además descubrió que la velocidad de su alejamiento es proporcional a la distancia que nos separa de ellas. En una palabra, Slipher descubrió que nuestro universo se amplía o se infla como un inmenso globo. A este respecto, cabe decir que se llaman galaxias a los sistemas multibillonarios estelares que giran en torno a su centro galáctico bajo la influencia de su campo de gravitación, que les mantiene unidas. Así, nuestro sistema solar está en el borde de una galaxia mediana, que se llama "La vía Láctea." La galáctica más cercana a nosotros es la "Andrómeda" que está a la distancia de más de 2 millones de años-luz. Todo el universo cuenta con billones de galaxias de diversas formas y tamaños.

El descubrimiento de Slipher sobre el universo en expansión, revolucionó el mundo científico. A todos les fue claro el efecto demoledor de este hallazgo para la ciencia tradicional. Si el mundo se expande, esto significa que en ciertos tiempos pretéritos éste se encontraba condensado en un solo punto, y, por consiguiente, no es eterno ni infinito ¿Que fuerza puso en movimiento este punto de manera que de él se formó este mundo colosal? En diversos observatorios del mundo comenzaron a realizarse con intensidad observaciones espectrales repetidas sobre las galaxias lejanas. La conclusión de Slipher se vio confirmada: el mundo se expande con enorme velocidad. Los lugares del Universo más remotos se alejan de nosotros casi a la velocidad de la luz. Por fin, se calculó que nuestro Universo surgió hace unos 15 billones de años taras, cuando el punto microscópico explotó con una fuerza colosal, emanando la radiación a su alrededor. Según la opinión de los científicos contemporáneos, hasta el momento de esta explosión no existían ni materia, ni tiempo ni espacio. A medida de su enfriamiento, la radiación primaria comenzó a condensarse formando átomos, y al mismo tiempo, empezaron a revelarse las propias fuerzas de la naturaleza, más tarde devinieron las leyes de la física. Luego los átomos comenzaron a formar nubes de gases; las nubes comenzaron a condensarse formando estrellas y sistemas estelares. Así en dos palabras, surgió el Universo. La teoría sobre tal surgimiento del mundo se llama en inglés "the Big Bang" o la "Gran Explosión" Seria esta "explosión" a la que se refiere la Biblia al decirnos: "Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz" (Génesis 1:3). A este respecto ofrece interés señalar la aguda polémica que estalló entre científicos con motivo del descubrimiento de Slipher. Muchos de ellos intentaban salvar la teoría anterior sobre la estabilidad del mundo con tal celo como si ellos hubiesen defendido un dogma indiscutible.

En esta polémica se dejaron sentir las ideas preconcebidas y subjetivas de las que pecan los científicos a veces no menos que los fanáticos religiosos. Se emprendieron los intentos de refutar las conclusiones de Slipher y de sus partidarios. Pero resultó más difícil luchar contra los hechos, porque, como suele decirse, los hechos son muy testarudos. Incluso, un científico tan grande como Einstein, fundador de la física contemporánea, quien reconocía abiertamente la existencia de Dios, durante 17 años se negaba a reconocer el nuevo descubrimiento sobre la formación del Universo. En cierta ocasión, dijo incluso: "Esta ampliación del Universo me irrita... Parece insensato reconocer esta posibilidad." ¡Fíjense en el carácter emocional de estas palabras, tan impropio en una discusión científica! Más tarde el matemático Alexander Freidman y el científico Georges Lemaitre señalaron a Einstein que sus propias formulas de la teoría general de la relatividad contienen la resolución sobre el Universo en extensión. Definitivamente, Einstein aceptó el hecho del Universo en extensión en 1930, cuando visitó personalmente el observatorio sobre el monte Wilson (California) el mejor para entonces.

Posteriormente, el científico Edwin Hubble (1889-1953) hizo el mayor aporte a la medición del movimiento de las galaxias. Gracias a este científico, las anteriores concesiones se vieron confirmadas y puntualizadas. Actualmente, ningún científico discute el hecho de la ampliación del Universo.

Ahora nos referiremos, en breves términos, como se mide el movimiento de los cuerpos luminosos muy alejados de nuestro planeta. Las mediciones de la velocidad del movimiento tienen por base el principio de la comparación espectral. Se sabe que en estado incandescente estos irradian la luz de un determinado tipo espectral (una alternación determinada de líneas multicolores y negras). Al analizar la luz irradiada por las estrellas, se pueden determinar que elementos químicos las componen. El movimiento de las estrellas hacia nosotros se define por el desplazamiento de la luz irradiada hacia el color ultravioleta, mientras que el alejamiento del cuerpo luminoso desplaza la luz hacia el infrarrojo (red shift). Algo semejante pasa con las modificaciones de la fluctuación del sonido. Lo observamos escuchando el trabajo del motor del automóvil que primero se acerca a nosotros y luego se aleja. Al principio escuchamos un sonido más alto y luego un sonido de una frecuencia más baja. Al realizar las mediciones espectrales de las oscilaciones características luminosas (por ejemplo, del calcio y del hidrógeno) procedentes de las estrellas, los científicos determinan su velocidad con respecto a nosotros. Resulta que la luz que recibimos de los sistemas luminosos alejados, se distingue invariablemente por el espectro desplazado hacia la luz roja.

La teoría del surgimiento súbito del mundo mediante una explosión de fuerza colosal y temperatura se vio corroborada más por el hecho siguiente. En 1948 George Gamow, científico ruso residente en USA. calculó que si el Universo había surgido mediante una explosión, los vestigios, enfriados de esa, deben ser perceptibles actualmente en forma de una débil radiación electromagnética, que correspondiera a la temperatura de 3 grados por encima del cero absoluto. Vaticinó que esta irradiación debe llegar a nuestro planeta de todas partes en una cantidad absolutamente igual. En efecto, en 1965 los científicos Arno Pentzias y Robert Wilson establecieron la existencia de esa radiación (background radiación) en plena consonancia con los vaticinios de Gamow. Esta radiación es emitida por el espacio interestelar y es independiente de los cuerpos celestes luminosos, siendo ella la antigua huella de aquella potente explosión.

¿Qué importancia tienen para nosotros, los creyentes, todos estos descubrimientos científicos? Ellos tienen una inmensa significación filosófica religiosa. Primero, confirman nuestra fe en que el mundo fue creado en tiempo y de la nada. Confirman nuestra fe en que solamente Dios es omnipotente, eterno e infinito. Todo lo demás que nos rodea está limitado en tiempo y en espacio. Todo surgió por voluntad del Creador, y también por Su voluntad todo podrá volver a la inexistencia, de donde provino.

Segundo, vemos como la ciencia, siguiendo sus caminos difíciles y tortuosos, se va acercando a la verdad de manera lenta, pero certera. Por esta razón, el creyente no debe marginarse de la ciencia viendo en ella un enemigo pérfido. Los adelantos positivos de la ciencia sólo podrán enriquecer la comprensión religiosa. Así, p. ej., en el principio del siglo 20, los materialistas querían destronar la religión valiéndose de la ciencia. Pero la propia ciencia, con sus nuevos descubrimientos, destruyó los pilares utilizados por los materialistas. Se puso en claro que la materia, como sustancia sólida e independiente no existe! La materia es un estado condensado temporal de la energía, es decir, la fuerza enigmática cuyos orígenes están mas allá de los límites del mundo físico. Consciente de sus frecuentes errores del pasado, la ciencia actual debería tornarse más modesta en sus afirmaciones sobre las cuestiones de principios. ¡Qué se incline la pequeña razón humana ante la inconcebible sabiduría del Creador!

 

Inspiración Divina

de las Sagradas Escrituras

El Génesis será el centro de la atención de varios notas siguientes, ya que toda una serie de temas científicos y morales están estrechamente vinculados con él. Sin embargo, antes de comenzar a analizar el propio contenido del Génesis, es necesario aclarar la cuestión preliminar relativa a su inspiración Divina y a su autenticidad histórica. Se trata de que la crítica bíblica actual aportó gran cantidad de opiniones contradictorias respecto al origen y a la veracidad del libro del Génesis. Los investigadores Bíblicos contemporáneos, de otras confesiones religiosas, no tienen escrúpulos al catalogar muchas narraciones del Génesis (y de otros libros sagrados) al rubro de mitos, leyendas y hechos tergiversados. Tal actitud despectiva hacia este libro sagrado se origina, como veremos más adelante, no en su contenido, sino en el concepto de la ciencia bíblica, en el mundo dogmático ajeno a nosotros. En primer lugar, los científicos bíblicos actuales tratan con prejuicio a todos los relatos, que contienen hechos milagrosos y sobrenaturales. En segundo termino, al interpretar los antiguos acontecimientos, la crítica moderna prefiere datos no bíblicos, considerando que en la Biblia puede haber ficciones. La falla principal de la ciencia bíblica moderna es, si no la total negación, por lo menos el menosprecio del Principio y de la Providencia Divinos en la composición y la conservación de la Escritura Sagrada.

Una actitud completamente distinta hacia la Escritura Sagrada preside el pensamiento teológico ortodoxo. Aquí el estudio de la Escritura se basa en la fe, en su origen Divino. El presente artículo tiene por objeto explicar la doctrina de la Iglesia sobre la inspiración Divina de la Escritura Sagrada y aportar los argumentos que sirven de base a esa enseñanza.

¿Cómo hay que entender el estado de inspiración Divina de los escritores de los libros sagrados? ¿Habrán sido solamente instrumentos impersonales del Espíritu Santo, como la pluma en las manos del que escribe? De ser así, en sus obras no debería haber rasgos humanos individuales. Sin embargo, en cada libro de la Biblia se siente la personalidad de su escritor. Nunca se puede confundir a Isaías con Jeremías, ni Evangelista Marco con Ev. San Juan: cada escritor inspirado por Dios posee su estilo y su manera de escribir. Esto demuestra que Dios, inspirando al escritor, no suprime sus cualidades naturales, no ata su mente, ni su voluntad. A este respecto, el apóstol Pablo escribía: "Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas" (1 Cor. 14:32). Por otro lado ¿será posible considerar la inspiración Divina como cierto entusiasmo poético o inspiración que a veces asiste a los escritores seculares? Esta interpretación niega el principio Divino en la Escritura Sagrada y hace descender esa Escritura al nivel de literatura laica.

En el "Diccionario Enciclopédico Ortodoxo Completo" (tomo 1, San Petersburgo) la inspiración Divina se determina del modo siguiente: "La inspiración Divina es una acción especial del Espíritu Santo sobre los anunciadores de la Revelación Divina, que los guía en la comprensión y la expresión de esta última... Al mismo tiempo, sin embargo, el espíritu humano, al convertirse de esta manera en instrumento del anuncio de la Revelación Divina, conserva y utiliza activamente todas sus fuerzas y capacidades... Como en Jesucristo la naturaleza Divina y humana se encuentran en la unidad orgánica, tanto en la causa del anuncio de la Revelación Divina todo procede de Dios, y al mismo tiempo muestra la libre actividad humana.

La relación recíproca de las dos voluntades - Divina y humana - en el anuncio de la verdad Divina se revela en la nota autobiográfica del profeta Jeremías. El decidió dejar de profetizar a los habitantes de Jerusalén sobre las próximas calamidades, ya que debido a ello su vida corría riesgo a diario. "Y dije, - escribe Jeremías, - No me acordaré más de él, ni hablaré más en Su Nombre; no obstante, había en mí corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude" (Jer. 20:9). Aquí vemos la acción de Dios que indica lo que hay que decir, y la comprensión por el profeta de su libertad de retener la Palabra de Dios. Los propios escritores de los Libros Sagrados trataban con devoción su misión de anunciar a la gente la voluntad Divina. El profeta Moisés que era tartamudo, se extrañaba cómo podía él predicar la Palabra Divina teniendo ese defecto físico. Entonces Dios mandó a Moisés que recurriera a la ayuda de su hermano Aarón. "¿No tienes a tu hermano Aarón, el levita? Háblale a él, y pon en su boca las palabras, y yo estaré en tu boca y en la suya, y os mostraré lo que habéis de hacer" (Éxodo 4: 14). El profeta y el rey David comprendía su don de inspiración Divina así: "El Espíritu de Dios dice en mi interior y su palabra está en mi lengua" (2 Samuel 23:2).

Con la inspiración de sus capacidades naturales, los escritores de los Libros Sagrados aportaron a ellos también los elementos humanos. Sobre el particular, en el citado "Diccionario Enciclopédico Ortodoxo Completo" se escribe... "puesto que la naturaleza humana es imperfecta, la participación de la libre actividad humana en la escritura de los libros sagrados puede aportar en ellos ciertas imperfecciones. Por eso, a la Divinidad de las Escrituras no contradicen los pensamientos y sentimientos puramente humanos, imprecisiones, divergencias, etc, que encontramos allí. Las obras de los escritores sagrados son perfectas sólo a la medida de los objetivos Divinos. Allí, donde para la causa de la salvación humana es suficiente hasta el imperfecto conocimiento humano, Dios admitía que aparezcan las imperfecciones."

Al describir los acontecimientos históricos, los escritores de los libros sagrados utilizaban los medios habituales de información: los documentos escritos, leyendas orales, los relatos de los testigos y observaciones personales. En las narraciones históricas de la Biblia están presentes también los indicios subjetivos. Es notorio, que los relatos de los testigos oculares de cierto acontecimiento, no coinciden por completo en todos los detalles, aun cuando cada uno de ellos se esforzara por transmitir lo visto por él con precisión máxima. Este subjetivismo de los testigos se considera normal en la jurisprudencia. Así, no son una excepción algunas relatos paralelos en la Biblia.

Si, por ejemplo, se comparan los relatos de los cuatro Evangelistas sobre la crucifixión y la resurrección de Jesucristo, en cada una de estos veremos sus particularidades y detalles. Por lo común, no es difícil conciliar las diferencias en las narraciones paralelas de la Biblia, ya que esas diferencias no se excluyen sino que completan una a la otra. Lamentablemente, la crítica bíblica contemporánea trata, a menudo, de manera muy cicatera las pequeñas diferencias habidas en la Biblia y busca ver contradicciones en éstas. Considerando los métodos naturales para conocer los hechos históricos, la Iglesia Ortodoxa cree que los escritores de los libros sagrados reflejaron en ellos la pura verdad ya que la Gracia Divina les inspiraba para distinguir la verdad de la mentira.

La crítica bíblica contemporánea subraya la importancia de las fuentes y los autores de la Biblia. Trata de determinar quien y cuando escribió cada libro (o parte de este). En el ámbito de fuentes y autores del texto bíblico existe una inmensa literatura científica, llena - lo que es de lamentar - de teorías contradictorias y discutibles. Desde el punto de vista ortodoxo, el significado de tal o cual libro de la Biblia, inspirado por Dios, no depende del autor. Los nombres de los autores de algunos libros del Antiguo Testamento no se conocen. Sin embargo, los libros escritos por ellos gozan de igual aprecio, que los escritos por los grandes profetas. La fe de la Iglesia en la inspiración Divina de todos los libros canónicos del Antiguo Testamento se basa en el testimonio del Señor Jesucristo y de Sus Apóstoles.

En sus predicas, El Señor Jesucristo se refería con frecuencia a los libros del Antiguo Testamento. Testificaba la verdad de las antiguas profecías sobre El Mesías: "Estudiad las Escrituras, ya que en ellas creéis tener la vida eterna, pues ellas dan testimonio de Mí" (Juan 5:39). Frecuentemente, el Señor mencionaba el texto de las profecías de Moisés, del rey David, de Isaías y Daniel. Señalaba a los hebreos, también, la infalibilidad de la Escritura en los asuntos de la fe. "No penséis que he venido a destruir la Ley o las profecías. No he venido a destruir, sino a cumplir. Porque en verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, ni una jota, ni un tilde pasará (inadvertida) de la Ley hasta que todo se cumpla" (Mateo 5:17). Dios confirmó la verdad histórica de muchos acontecimientos del Antiguo Testamento con Sus referencias a estos. Por ejemplo, El mencionó la creación del hombre por Dios, el establecimiento del matrimonio, la visión de Jacobo, la historia de Abrahán, el caso de la esposa de Lot, en relación de la destrucción de Sodoma y Gomorra, la aparición de Dios a Moisés, la permanencia de Jónas tres días en el vientre de un gran pez, la misión del profeta Elías, etc. Igualmente, los apóstoles, enseñados por Jesucristo, enseñaban a los cristianos a tratar con veneración las Escrituras del Antiguo Testamento. Se precisaría demasiado espacio para mencionar aquí todos los acontecimientos históricos, profecías y citas a que los Apóstoles se referían en sus Evangelios y mensajes. Estas numerosas referencias a las Escrituras Sagradas del Antiguo Testamento nos dicen que los Apóstoles creían firmemente en el origen Divino de esas escrituras. El Apóstol Pedro dice directamente: "Porque la profecía no ha sido jamás proferida por humana voluntad, sino que, llevadas del Espíritu Santo, hablaron los hombres (de parte) de Dios (2 Ped. 1:21). Lo mismo dice también el Apóstol Pablo: "Pues toda Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia" (2 Tim 3 : 16).

Estos testimonios directos del Señor Jesucristo y de Sus Apóstoles sobre el mérito Divino de los libros de la Escritura Sagrada nos persuaden de creer en la veracidad de lo escrito en ellos.

 

El libro Génesis

Este libro sagrado es un valioso documento antiguo, que por la cantidad de importantísimos datos, no puede ser comparado con ningún otro monumento escrito de la antigüedad. El Génesis, de no ser el libro más antiguo de la literatura mundial, en todo caso es el libro más antiguo que merece haber sido considerado como historia verídica. Esta superioridad del Génesis es obvia al ser comparado con otros monumentos escritos que le son próximos por el tiempo de su creación. Por ejemplo, los antiguos papiros egipcios contienen solamente datos fragmentarios de escaso valor histórico. Del mismo modo, los fragmentos de la literatura china, conservados hasta hoy, contienen cálculos astronómicos y algunas notas de carácter histórico-local. Las tablillas de arcilla de Siria y Babilonia son, principalmente, documentos comerciales y jurídicos. Los datos históricos que a veces aparecen en esas tablillas, están mezclados con absurdas leyendas mitológicas, y resulta muy difícil separar en ellos la verdad de la fantasía.

Según la tradición, el Génesis fue escrito por el profeta Moisés 1300 años antes del Nacimiento de Jesucristo. Es el primero de los cinco libros escritos por El. En el original en hebreo los libros del profeta Moisés no tienen títulos propios. Con el tiempo, los hebreos comenzaron a llamar cada libro conforme a sus palabras iniciales. Así, el Génesis fue titulado "Bereshit" por los hebreos, que significa "En el principio..." Ya que estas palabras presiden el relato sobre la creación del mundo. Los títulos contemporáneos de los libros del profeta Moisés fueron tomados de la traducción griega de la Biblia, hecha en el 3er siglo antes de Cristo y conocida como Septuaginta (es decir, "setenta interpretadores"). En la ciencia bíblica estos 5 libros se denominan también "Pentateuco."

Al considerar a Moisés como autor de los primeros cinco libros de la Biblia. la tradición no sostiene que cada palabra en esos libros fuera escrita por él. En sus libros hay agregados, indudablemente, añadidos después de su muerte, como justamente la narración de su muerte, asimismo las aclaraciones geográficas y pueblos desconocidos para las generaciones posteriores, etc. El uso que hace Moisés de las antiguas genealogías, notas cronológicas y breves relatos de los acontecimientos pasados No contradice el concepto de autoría. Es sabido que la escritura surgió unos 1200 años antes de Moisés en la región de Mesopotamia, de donde era oriundo Abraham. Abraham pudo dejar notas a sus hacederos, que luego constituyeron la base al libro de Génesis. La existencia de anotaciones en aquel tiempo se puede suponer a partir de las menciones hechas en el libro de Josué Navin, discípulo del profeta Moisés, "Libro del Justo," desaparecido más tarde.

Los libros de Moisés fueron escritos durante la peregrinación de 40 años de los hebreos por el desierto. Por su volúmen, ellos casi equivalen al Nuevo Testamento. Por esto será lógico suponer que el profeta Moisés tenía ayudantes-escribas. Estos escribas probablemente anotaban los hechos referidos al profeta Moisés, ya que estos relatos están en tercera persona. Por supuesto, la gente que ayudó al profeta Moisés a crear el Pentateuco no tenían un estilo formado, lo que es característico solo a escritores "profesionales." Por esto no es de sorprender, que los analistas contemporáneos de la Biblia, encuentran en los libros del profeta Moisés diferentes variaciones de estilos. Sin embargo, hay que reconocer que la diferencia de estilos depende no tanto de los ayudantes-escribas, como del propio contenido de diversas partes del Pentateuco. Pues, el lenguaje legislativo se distingue, naturalmente, del lenguaje narrativo; y el estilo empleado en la economía y la construcción, del contemplativo. Cabe señalar que el profeta Moisés tuvo que abordar los temas más diferentes. En sus libros se menciona, en reiteradas ocasiones, que el profeta Moisés había escrito personalmente algunas partes de su Pentateuco, especialmente aquellas, donde se anunciaba la revelación Divina.

El profeta Moisés era un hombre destacado de todos los tiempos. Como profeta mereció especial proximidad a Dios, ya que solamente con él, según testimonia la Biblia, "Dios hablaba a Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo" (Éxodo 33:11). Como escritor y legislador, obtuvo instrucción excelente para aquella época, habiendo sido educado en la corte de un faraón como hijo de la hija del faraón, que lo había adoptado desde su infancia.

En el Génesis el profeta Moisés relata la creación del Universo y del hombre por Dios, la vida de nuestros ancestros en el Edén; su caída, la vida de los patriarcas prediluvianos, Noé y el diluvio "universal," y la vida de los patriarcas postdiluvianos: Abrahán, Isaac y Jacob. Paralelamente con la vida de los patriarcas, Moisés anotó numerosos datos sobre los reinos antiguos y la dispersión de los pueblos. Termina el libro de Génesis con la historia de José y el traslado de la familia de Jacobo a Egipto. Todo el contenido del Génesis obedece a un determinado plan, conforme al cual este libro se divide en diez partes construidas según un mismo principio. Al comienzo de cada parte hay una fórmula igual de introducción y un título especial. Luego se da un breve resumen del contenido de la parte anterior.

En todo el Génesis se deja sentir la integridad y unidad del plan, lo que testimonia sobre el redactor. El autor del Génesis ofrece numerosos datos invaluables históricos, sobre los acontecimientos no anotados en ninguna otra parte, o a veces, relatados en forma mitológica desfigurada. Sin embargo, el profeta Moisés no se propone abarcar en el Génesis toda la complejidad de los acontecimientos históricos. Entre mucha información accesible, él destaco aquello que guardaba relación con la vida religiosa del hombre. Por esto, su libro debe ser leído no como una historia "seca," sino como fuente de sabiduría espiritual, como libro inspirado por el Propio Dios.

Narración Bíblica sobre

la creación del mundo y el hombre

"Creo en el único Dios, Padre Omnipotente, Creador del cielo y de la tierra y de todo lo visible e invisible," confesamos en nuestra oración cotidiana en casa y en la iglesia. De tal manera, el Universo para nosotros no es solo objeto de comprensión mental, sino también objeto de la fe. Por más secretos que descubra la ciencia en el terreno de la física, la química, la geológica, la cosmología, etc, para el hombre quedarán insolubles los problemas de principios: como aparecieron las leyes de la naturaleza y las partículas de las cuales se forma el mundo. ¿qué objetivo tiene todo lo que nos rodea, así como la vida del hombre? La ciencia no solo es impotente de dar respuesta a estas inquietantes preguntas, sino, en realidad, ellas salen de los límites de la ciencia. La Biblia contiene revelaciones Divinas y responde a todas estas preguntas.

En los primeros capítulos del Génesis, Moisés se refirió a la creación del Universo y del hombre por Dios. Hasta los tiempos recientes, la ciencia no pudo decir nada convincente respecto al surgimiento del Universo. Solamente en el siglo 20, gracias a los importantes éxitos alcanzados en la astronomía, la geología y la paleontología, la historia de la creación del Universo se hizo objeto de investigación científica. ¿Y qué pasó? Resultó que el Universo surgió tal y como lo describió Moisés.

Aunque el profeta Moisés no se proponía ofrecer una exposición científica de la creación del Universo, sin embargo, su narración adelantó por muchos milenios los descubrimientos científicos contemporáneos. Su descripción testificó que el Universo no es eterno, pero surgió en el tiempo y gradualmente. Los astrónomos contemporáneos llegaron también a la conclusión de que el Universo no es eterno, al establecer que todo el mundo se ensancha cual el globo en proceso de inflación. Hace unos 15-20 mil millones de años, todo el Universo representaba de por sí un punto microscópico que, al estallar a su manera, comenzó a expandirse en todas las direcciones formando paulatinamente nuestro mundo visible ("Big Bang").

Moisés dividió la creación del Universo por Dios en siete períodos que simbólicamente denominó "días." "Durante seis días" Dios había creado el Universo y al "séptimo día" (dejó de crear y lo denominó sábado). Moisés no especificó cuanto tiempo duraban estos días. El séptimo día en el que se desenvuelve la historia de la humanidad, dura ya muchos milenios. El propio número siete se emplea frecuentemente en la Escritura en el sentido simbólico y no cuantitativo. Determina así plenitud y culminación.

"Al principio Dios creó los cielos y la tierra" con estas palabras la Biblia abarca todo cuanto Dios había creado: nuestro Universo material visible y aquel mundo de ángeles que está fuera de nuestra observación física. La palabra "creó" significa que Dios creó el Universo de la nada. Los descubrimientos científicos contemporáneos conducen a la misma conclusión; cuanto más profundo penetra la física atómica en las bases de la materia, tanto más se pone al descubierto su "vacío." Por lo visto, incluso los "quarks" que forman protones, no son partículas "sólidas." Por consiguiente, la materia es un estado inexplicable de la energía.

Leyendo la descripción bíblica de la creación del Universo, vemos que ésta coincide, en realidad, con las afirmaciones de la ciencia actual. Sin entrar en detalles, de la formación de las galaxias después de las palabras "Al principio," la narración de Moisés se concentra en la formación de nuestra tierra y de aquello que la llena. Pues bien, el "día primero" "Haya luz," dijo Dios. Probablemente, estas palabras señalen el momento en que los gases y el polvo interestelar, de los que está formado el sistema solar, se condensaron a efectos del campo de gravitación hasta tal punto que en el centro del globo gaseoso iniciase la reacción termonuclear (atómica) (combustión de hidrógeno en helio), acompañada de abundante irradiación de luz. Así surgió el sol. La luz es el factor que más tarde hizo posible la aparición de la vida en la tierra.

De los mismos gases y polvo que el sol, también se formaron cometas, micro meteoritos, asteroides, protoplanetas, etc. Toda esta masa de gases, polvo y cuerpos sólidos que giraba y se movía en el espacio, fue denominada "agua" por Moisés. A efectos de la atracción mutua, con el tiempo, esta masa formó planetas. Esto es; "haya firmamento en medio de las aguas, que separe unas de otras" el "día" segundo de la creación. De este modo, el sistema solar, o el "cielo," según dice la Biblia, adquirió su aspecto acabado.

Al principio, la tierra, lo mismo que los demás planetas, estaba recalentada. El agua, evaporándose de las profundidades de la tierra, la envolvía en espesas nubes. Cuando la superficie de la tierra se enfrió suficiente, el agua empezó a condensarse en forma de lluvia y así surgieron mares y continentes. Luego, gracias al agua y a la luz solar, en la tierra comenzaron a aparecer plantas. Así era el "día tercero de la creación."

La primitiva vegetación gigantesca (así como los microorganismos que vivían en el agua) empezaron a limpiar de gases carbónicos la atmósfera terrestre emanando oxígeno. Antes, sí alguien hubiese mirado desde la superficie de la tierra al cielo, no habría podido ver los contornos del sol, de la luna ni de las estrellas, porque la tierra estaba envuelta en gases no transparentes. El ejemplo actual de este tipo de atmósfera lo tenemos en nuestra planeta vecino, Venus. Desde ella es imposible ver el cielo, porque se halla envuelto en gases igualmente densos. Por esto, precisamente, Moisés hizo coincidir la aparición del sol, de la luna y de las estrellas con el "día" posterior a la aparición de las plantas, es decir, con el "día" cuarto." Sin conocer este hecho, a principios de este siglo los ateos-materialistas ridiculizaban la narración de la Biblia sobre la creación del sol después de la aparición de las plantas. Conforme a la Biblia, la dispersa luz solar alcanzaba la superficie terrestre desde el día primero de la creación, aun cuando los contornos del sol no se veían.

La aparición del oxígeno puro en la atmósfera condujo, a su vez, al surgimiento de unas formas más complicadas de vida; peces y pájaros (el "día" quinto) y, por último, de los animales y del hombre (el "día" sexto). La ciencia contemporánea acepta esta sucesión de la aparición de los seres vivos.

En la narración bíblica, Moisés omite muchos pormenores sobre la aparición de los seres vivos, que ofrecen interés para la ciencia. Pero se debe tener presente que el objetivo de su narración no es enumerar detalles, sino mostrar el Origen del Universo y de su sabio Creador. Moisés concluye su narración sobre la creación del Universo con las palabras siguientes: "Y vio Dios cuanto se creó y le pareció sumamente bien." Dicho en otros términos, el Creador tenía un objetivo determinado al crear el Universo, para que todo sirviera a lo bueno y condujera al bien. Hasta hoy la naturaleza lleva en sí, el sello del bien y testifica no solo la sabiduría, sino también la bondad de su Creador.

Conforme al Génesis, el hombre fue creado al último. La ciencia moderna considera asimismo al hombre como el ser más reciente del mundo animal. En lo que respecta al surgimiento del hombre, la diferencia entre la ciencia y la Biblia reside en el método y el objetivo. La ciencia busca establecer los detalles del surgimiento de la parte física del hombre, o sea, su cuerpo, mientras que la Biblia habla del hombre en su forma acabada, que, además del cuerpo, posee el alma inteligente a la imagen de Dios. Sin embargo, la Biblia también afirma que el cuerpo del hombre está creado de la "tierra," es decir, de los elementos, lo mismo que los cuerpos de otros animales. Este hecho es importante porque la Biblia confirma el hecho de la proximidad física entre el mundo animal y el hombre. Pero, al mismo tiempo, la Biblia subraya la situación exclusiva del hombre dentro del mundo animal como portador del "aliento Divino": su alma inmortal. Gracias al alma del hombre, hecha a la imagen de Dios, el hombre posee un sentimiento espiritual especial que sabe hacer diferencia entre el bien y el mal. Este sentido espiritual lleva al hombre hacia Dios y con el mundo espiritual y hacia el perfeccionamiento moral. En realidad los placeres terrenales solos, no pueden satisfacer el ansia espiritual del hombre. Estos hechos confirman el testimonio de la Biblia de que el hombre no es simplemente el peldaño mas alto de la evolución del mundo animal, sino que es representante de los dos mundos simultáneamente: el físico y el espiritual. La revelación de este misterio ayuda al hombre a encontrar su lugar en el mundo y ver su vocación de hacer bien y aspirar a Dios.

En conclusión de nuestro breve resumen de la narración bíblica sobre el Universo creado por Dios, conviene decir que en esa narración, lo mismo que en el relato siguiente sobre la vida paradisíaca de nuestros antepasados y su pecado, además de los acontecimientos que están al alcance de nuestra comprensión, hay símbolos y alegorías, cuyo significado no nos es dado a comprender por completo. El significado de los símbolos consiste en que ellos dan al hombre la posibilidad, omitiendo los pormenores difíciles de comprender, de asimilar lo principal que Dios abre al hombre: en este caso la causa del mal en el mundo, de las enfermedades, de la muerte, etc.

La ciencia sigue estudiando detenidamente el Universo. Ella descubre muchos fenómenos nuevos e interesantes, lo que ayuda al hombre a comprender con mayor plenitud y profundidad la Biblia. Pero muy a menudo como dice un refrán; "tras los árboles no se ve el bosque." Por esto, para el hombre la comprensión de los principios debe ser más importante que el conocimiento de los detalles. La significación de la Biblia consiste precisamente en que ella nos abre los principios de la existencia. Por esto su significación no se debilita con el correr de los tiempos.

Las causas y consecuencias

del ateísmo

Son considerados ateos quienes no creen en la existencia del ser supremo, denominado Dios. Unos no creen en Dios, porque nadie les habló de El y ellos no llegaron a pensar en Dios. Otros, aunque en principio no niegan la existencia de Dios, de hecho, viven de manera como si El y Sus leyes no existieran para ellos; lo que permite considerarlos ateos prácticos. Por último, hay quienes por principio niegan la existencia de Dios y tratan de justificar su falta de fe, recurriendo a argumentos científicos o filosóficos. A estos se les debe incluir en la categoría de los ateos conscientes. Desde el punto de vista teórico, el ateísmo de principio suele convertirse en actitud verdaderamente hostil con respecto a la fe en Dios, pues se impone mediante la violencia, como sucede en los países comunistas.

El ateísmo teórico, de hecho, no es más que la antireligión, pues el también se basa en la fe. La religión tiene por fundamento la convicción de que existe Dios; el ateísmo, la convicción de que El no existe. De veras, si Dios es un espíritu, cómo podrá ser demostrado con aparatos materiales que no existe. Esto equivaldría a tratar de negar la existencia del campo magnético de la Tierra valiéndose de un barómetro. El ateísmo reemplaza la fe en Dios por la fe en la autoexistencia de la materia y de las leyes de la naturaleza.

El ateísmo, como fenómeno masivo, surgió en los últimos doscientos años. El es producto del siempre mayor distanciamiento del hombre de la naturaleza; lo que se produjo cuando parte considerable de la población inició el proceso migratorio del campo a los centros urbanos. La sicología nos enseña que es propio del ser humano tratar de discernir el origen y la finalidad de su existencia. Al reflexionar sobre las cuestiones básicas del ser, el hombre llega a la fe en el Creador del Universo. A su vez, la naturaleza ayuda a que el hombre acuda a Dios, pues ella con su hermosura, majestuosidad, armonía y racionalidad hace recordar en todo momento al Señor, su Omnipotencia y bondad. Antes, la gente se hallaba más próxima a la naturaleza, y encontrarse con un ateo era un fenómeno rarísimo. Es notorio que la idea del ser supremo viene difundiéndose entre la gente de todos los niveles de desarrollo desde tiempos prehistóricos. "Fíjense en la faz de la tierra, decía Plutarco (1 siglo a.C.) y ustedes verán ciudades sin fortalezas, sin ciencias, sin jerarquías, verán a gente sin viviendas permanentes, sin concepto alguno de las bellas artes, mas no hallarán una sola comunidad humana sin fe en la Divinidad." Este testimonio sigue en vigor hasta el presente, en particular cuando se trata de gente estrechamente relacionada con la naturaleza, aunque sus conceptos sobre Dios puedan ser imperfectos, ingenuos y hasta infantiles.

Más ha de tomarse en consideración que en la actualidad la vida del hombre urbano transcurre en las condiciones cotidianas, circulación, ruido de las máquinas, junglas de cemento, humo y crímenes. Ese tipo de vida no puede infundirle al hombre sentimientos nobles, sublimes sino todo lo contrario, deforma y traumatiza sus cualidades espirituales. Por eso, no debe sorprendernos que tanto el ateísmo como diversas enfermedades síquicas se desarrollan generalmente en la población de las grandes urbes.

A la divulgación del ateísmo contribuye el sistema educacional laico o directamente antirreligioso, utilizado en la mayoría de establecimientos educacionales contemporáneos, que brillan por su ausencia el catequismo, pero prospera la antireligión. Con frecuencia, en manuales y conferencias, se crítica el relato bíblico sobre la aparición del mundo y del hombre. En lugar de enriquecer y ampliar la información facilitada por la Biblia, los descubrimientos científicos se contraponen a las evidentes verdades Divinas, creando así un conflicto artificial entre la fe y la ciencia. A veces los docentes y los profesores abiertamente se ríen de los principios de la fe y la moral. Son sumamente raros los jóvenes de ambos sexos, que disponen de una formación lo suficientemente sólida para ver en los ataques antirreligiosos de los profesores no datos científicos objetivos, sino la opinión sumamente particular de gente adversa a la religión. Los padres y amigos de los estudiantes deben tener una gran preparación y conocimientos para salvar en ellos la fe en Dios.

Es obvio que el pecado enturbia la mente y embota la conciencia, por eso no puede dejar de contribuir al debilitamiento de la fe en el Señor y a que el individuo lleve una vida licenciosa. Suele suceder que jóvenes educados en familias religiosas y ellos mismos sumamente devotos en la infancia, se dejan seducir por placeres pecaminosos y en definitiva se ven involucrados en pasiones carnales. Pasados varios años el pecaminoso modo de vida deja muy poco en ellos de la inocencia, la timidez y la cordialidad que les eran inherentes. Ellos se forman, insolentes, coléricos, desvergonzados. Junto con estos defectos surgen en ellos dudas respecto a la religión, que pueden trasformarse en desinencia, si ellos a tiempo no recapacitan y vuelven arrepentidos al amparo de Dios.

Una de las consecuencias del ateísmo es la desesperación. En la mayoría de los casos, el ateo no toma conciencia de ello, más al penetrar en su subconsciente ella, en definitiva, determina su modo de vida. Al no haber Dios, no hay vida futura, no hay recompensa por los esfuerzos y obras de bien. Por eso el ateo se apresura, mientras vive, a disfrutar de cuantos bienes le ofrece la vida. Al no haber Dios, resalta que las leyes morales son sumamente condicionales, por lo que la diferencia existente entre el mal y el bien es determinada por el propio individuo. Por supuesto, las leyes estatales, la vergüenza, el temor, o consideraciones de tipo práctico pueden reprimir, en cierto modo, las aspiraciones a cosechar placeres y bienes vitales sin escatimar medios, más por eso la esencia del ateo, su concepción del mundo no cambia. Las fieras y los insectos pueden ser crueles con sus víctimas, pero no hay ser más peligroso y más cruel que el hombre cuando carece de la orientación moral superior. Ese hombre puede hacer mal no sólo por conveniencia propia, sino incluso por el antojo de un placer perverso. El es capaz de agraviar al prójimo a título de venganza, simplemente, por sentirse desdichado. Y es desdichado porque no tiene futuro. Por eso, precisamente, en ninguna otra parte se cometen tantos crímenes absurdos y crueles como en los países donde impera el ateísmo.

¿Cómo puede el hombre asumir la fe en Dios o reforzar la fe en Su existencia? En la filosofía y la apologética existen las así llamadas "demostraciones" de la existencia de Dios. Dichas pruebas dicen, que el reconocimiento de la existencia de Dios es la consecuencia lógica de la observación de la estructura ordenada que presenta la naturaleza, de las propiedades espirituales del hombre y de los hechos históricos. La enumeración y el exámen de dichas pruebas requeriría demasiado espacio. Por eso, nos limitamos a decir aquí que no existe prueba aparente del génesis de Dios que pueda demostrar mejor y de modo más persuasivo su existencia que la experiencia espiritual interna del hombre. Pues Dios es un Ser espiritual y por tanto a El no se Le puede conocer mediante métodos científicos habituales. Sin embargo el alma, creada a Su imagen y a Su semejanza, puede entrar en contacto directo con El. Cuando el hombre se esfuerza en disipar las tinieblas de la vanidad en que transcurre su vida, y se dirige con toda su alma hacia la Luz Divina, que nos rodea por todos los lados, entonces, y sólo entonces, él ve y oye a Dios. Este sentimiento personal de Dios no puede ser demostrado o explicado a otra gente, pues pertenece al ámbito de la experiencia interna. Quien no disponga de esa experiencia interna, no entenderá de que se trata.

Esta experiencia personal de contacto con la Gracia Divina resulta para el hombre la prueba más convincente de Su existencia. Mas esta experiencia obliga al hombre a cambiar el aspecto, moral de su vida, a aprender a sacrificarse para obedecer a la Voluntad Suprema. Y son muchos los que temen de molestar su conciencia, no quieren cambiar su pecaminoso modo de vida y por eso no se esfuerzan para entrar en contacto con la Luz Divina. En cambio aquellos hombres que comunican con esa Luz, hallan en ella la fuente de sus fuerzas espirituales, la paz y la alegría superior.

 

El bien y el mal

A estudiar el problema del bien y el mal se dedican la religión, la filosofía, la sicología y las ciencias sociales. El bien, según la concepción más generalizada, es todo cuanto nos atrae, lo que despierta sentimientos elevados, lo que nos provoca el deseo de imitar, lo que quisiéramos perpetuar. El mal, todo cuanto merece la calificación negativa del hombre, la antítesis del bien, todo cuanto a nuestro modo de ver no debiera existir. El mal comprende: sufrimientos, enfermedades, destrucciones, injusticias, persecuciones y la muerte.

El bien es percibido por nosotros como un fenómeno natural, mientras que el mal es para nosotros algo contranatural. El mal es un problema que la humanidad trata de comprender desde los tiempos más remotos de su existencia. Hasta que punto el problema del mal resulta difícil de captar para la razón humana, se puede juzgar por el hecho de que sobre el mal existen tantos juicios contradictorios, como religiones y escuelas filosóficas existen en el mundo. Tanto el bien como el mal pueden ser físico y moral.

El bien y el mal moral

La experiencia muestra que las raíces del bien y del mal penetran profundamente en el ser moral del hombre. Así, por un lado, para el hombre es normal el deseo de conocer la verdad, entender a la vida desde el punto de vista ético. El ser humano se siente atraído por el bien. El posee un sentimiento congénito de misericordia, hacia los hombres y seres vivos en general. De este sentimiento surge la tendencia de ayudar, de proteger, de salvar. El hombre siente gran satisfacción moral cuando realiza una acción benéfica, cuando ama, perdona, se sacrifica, cuando cumple con su deber respecto a la familia y a la sociedad. Al hacer bien al prójimo, el hombre desarrolla en sí cualidades positivas del alma: la mente, la fuerza de voluntad, paciencia, valor, constancia, en una palabra se ennoblece espiritualmente.

Por otro lado, desde su más temprana edad, en el hombre surgen tendencias contrarías a las arriba mencionadas. A veces, procura conscientemente perjudicar al prójimo. El puede ser capaz de ofender, engañar, calumniar, vulnerar físicamente y hasta de convertirse en homicida. Algunas veces el hombre comete ese tipo de hechos negativos por conveniencia propia, otras, aparentemente, sin motivo alguno, como si encontrara placer en hacer el mal. Si el hombre no frena sus malas tendencias, con el tiempo se torna naturalmente malo: codicioso, ávido, insaciable, brutal, insolente, falso, mentiroso, hipócrita, cruel, orgulloso y depravado. El mal, siendo de inicio solamente una predisposición de la voluntad para no cumplir la ley moral, al reincidir en el pecado se convierte en hábito pecaminoso o vicio. Se une el mal con el ser espiritual del hombre, haciéndolo moralmente malo. La predisposición al mal es comparable con un doblez en una hoja de cartón, pues la hace defectuosa, ya que tenderá siempre a doblarse en ese lugar. La ciencia no ha podido explicar hasta ahora por que en el hombre, simultáneamente con intenciones buenas, se revelan malas. La Biblia esto lo explica con el pecado original.

En la misma medida que el bien ennoblece al hombre, el mal lo envilece. Ensombrece su mente, debilita su voluntad, deforma los gustos. Al correr del tiempo, el estado moral de la persona comienza a cambiar hasta su aspecto externo. Así al hombre moralmente bajo, es fácil reconocer por su aspecto.

El bien y el mal físicos

El bien abunda en la naturaleza. Los diversos alimentos no sólo constituyen el sostén de nuestra vida, sino que nos causan gran placer. No resulta posible enumerar todas las riquezas que nos ofrece la naturaleza, la abundancia y la diversidad de legumbres, de frutas y la variedad de cereales, que utiliza el hombre para su alimentación. El sol, el agua y el aire calientan y refrescan nuestro organismo. La hermosura de la naturaleza, el canto de los pájaros, la fragancia de las hierbas y las flores proporcionan al hombre infinidad de placeres. Por eso un creyente siente en cada brote de hierba, en cada retoño, la mano providente del Creador.

No obstante, pese a la abundancia de bienes físicos, el ser humano no puede evitar los sufrimientos. Diversas enfermedades y desgracias amargan diariamente nuestra vida. Y la muerte es el inminente fin de nuestra existencia física. El hecho de que los sufrimientos físicos son inevitables, hacía al hombre pensar que el mal físico poseía su propia existencia. Había quien creía que la naturaleza era producto de dos principios opuestos: del bien y del mal (las dos divinidades del dualismo persa), o que la materia en sí es la portadora del mal (el budismo, la doctrina de los gnósticos y de los teósofos modernos). Al reflexionar en el problema del bien y el mal, el hombre siempre procuraba comprender si esos conceptos eran absolutos o relativos. O sea, si la evaluación del bien y del mal varia en relación a las circunstancias y el nivel de desarrollo del hombre, o si el bien y el mal son fenómenos realmente buenos y malos. Como veremos en adelante, el concepto del mal físico (los sufrimientos) es relativo, pues él, al ser examinado bajo el punto de vista del desarrollo moral del hombre, puede contribuir al bien. Sin embargo, el mal moral es una categoría absoluta y solo puede causar mal.

El mal absoluto y relativo

La observación detenida del mal físico nos muestra que este no tiene naturaleza propia, y somos nosotros quienes lo valoramos de forma negativa. Realmente, los dolores del parto hacen sufrir a la madre, mas simultáneamente crea en ella el sentimiento de amor por el niño. El trabajo puede fatigar y quebrantar la salud, si se realiza en condiciones anormales, pero en condiciones normales el contribuye a incrementar las fuerzas, a proteger al hombre de la ociosidad, fomenta sus facultades. Los sufrimientos pueden exasperar y hasta hacer caer en el desaliento, pero también pueden ennoblecer al hombre, despertar en él la perseverancia y el valor, enseñarle a ser piadoso. La miseria puede impulsar al robo y al fraude, pero también puede fomentar la humildad, resignación y la esperanzas en Dios. Por eso, mucho de lo que nosotros valoramos como mal físico, desde el punto de vista del desarrollo moral del ser humano, puede servir al bien y, por consiguiente, a el gozo eterno. Esto significa que el mal físico no es una esencia, sino que es un concepto relativo.

El mal moral no es así. El mal se comete con frecuencia por conveniencia material, temporal, pero, simultáneamente, con la ventaja aparente, el mal hiere la moral del pecador y perjudica a otras personas. Puede darse el caso cuando un individuo que haya procedido de forma moralmente perniciosa, contribuya indirectamente al bien moral. Por ejemplo, cuando un verdugo tortura a un cristiano, propiciando así la revelación de la fe y la resignación por parte del mártir. Pero en este caso el bien no se produce a causa de la acción directa del mal moral (la crueldad del verdugo), sino por la doble acción del mal físico: los sufrimientos del mártir son, precisamente, los que dan lugar a que se demuestra su fe y su paciencia. Pero, de por sí, el mal moral siempre lleva consigo el mal. Por eso el mal moral es un concepto absoluto, al igual que el bien moral es también un concepto absoluto.

La moral en la perspectiva de Dios y de la eternidad

Hay fenómenos en la vida en torno a los cuales pueden surgir opiniones contradictorias; cómo considerarlos, moralmente buenos o malos. Por ejemplo, el divorcio es considerado un mal, pues lleva consigo la traición, el incumplimiento del voto, la destrucción de la familia y el desamparo de los hijos. Pero, ¿cómo considerar el divorcio si se efectúa de común acuerdo y, al parecer, constituye una mejoría para las partes interesadas? ¿Podrá ser incluído, en este caso, en la categoría del bien? El Evangelio enseña que todo divorcio es un quebrantamiento de la voluntad Divina. El hombre es un ser de entendimiento limitado e imperfecto, por eso sus juicios sobre el bien y el mal pueden ser erróneos. Sólo Aquel, que es la fuente de la ley moral, sabe a la perfección lo que es el bien y lo que es el mal. Por eso el cristiano, si quiere atenerse en todo al bien, deberá someter siempre su voluntad a la del Creador.

El hombre suele sentirse, en ciertas ocasiones, presa de angustiosa incertidumbre: ?por qué Dios, infinitamente misericordioso y sabio, consiente el mal? ¿No habría sido mejor crear un mundo ideal, sin luchas, sin sufrimientos y sin muerte? La respuesta a esa incertidumbre no es nada fácil. En la novela "Los hermanos Karamázov," Iván recurre al argumento de los inocentes sufrimientos de un niño, para justificar su incredulidad.

Será imposible entender, por qué Dios consiente el mal exclusivamente en el marco de esta vida material,. Los materialistas explican los sufrimientos como fenómenos indeseables, pero estadísticamente inevitables. A su modo de ver, la vida humana es un entrelazamiento de injusticias y, en su esencia, simplemente absurda. La teología escolástica interpreta los sufrimientos como retribución por el pecado personal o primordial. Esta es una respuesta jurídica y formal que no coincide con la doctrina cristiana sobre Dios del amor y del perdón. Para comprender los sufrimientos del inocente hay que mirarlos en el plano de la eternidad a la cual está llamado el hombre. Nosotros creemos que Dios no envía desgracias físicas, pero las permite para recompensar a los pacientes con el gozo eterno. Los filósofos que tratan de explicar el problema del mal y el bien en el plano exclusivamente de la vida temporal, no logran una respuesta satisfactoria.

¿Qué podríamos decir sobre la tolerancia de Dios respecto al mal moral? ¿Por que permite que el pecado destruya al hombre? Esta cuestión está estrechamente relacionada con la libertad del hombre. Dios hubiera podido crearnos sin la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Pero entonces no seríamos personas, seríamos robots o animales. Sin libertad de elección no puede haber bien moral, solo movimiento mecánico, programado. El misericordioso Creador estimó necesario dotarnos de libertad, para que pudiéramos desarrollarnos espiritualmente y, de ese modo, parecernos en alguna medida a El, como los hijos son la réplica de sus padres. Por eso, la libertad de voluntad es el bien supremo, el bien que remonta al hombre sobre toda la naturaleza. No obstante, este bien requiere ser correctamente usado. El es como el fuego, indispensable para la vida, mas al ser utilizado con torpeza o negligencia representa un peligro enorme.

 

La Providencia Divina

Para quienes llevan una vida despreocupada y licenciosa, les parece que todo sigue su curso. Ellos consideran que todos los acontecimientos no son más que resultados de una coincidencia casual. A este hombre, poco serio, le parece que Dios, si en realidad existe, se halla muy lejos, en el cielo, y no se interesa por nuestro mundo, ya que éste es demasiado pequeño e insignificante para El. Quienes piensan de ese modo pertenecen a los llamados deístas. La enseñanza deísta sobre Dios adquirió amplia difusión en Occidente durante los últimos siglos, cuando la gente comenzó a perder el contacto con Dios a través de la Iglesia, los Sacramentos y la oración. Esa gente por lo general es, al mismo tiempo, supersticiosa. Concede gran importancia a la influencia de las estrellas en la vida humana, así como a cosas evidentemente estúpidas, por ejemplo; a que no se les cruce un gato en el camino, a que no se les derrame sal en la mesa, a no saludarse a través del umbral, a no dormir con los pies hacia la puerta, etc. Para algunos supersticiosos el número de esos indicios es enorme, pero en vano se complican la vida.

Mejor dejen de prestar atención a tan estúpidos indicios supersticiosos, pues todo el mundo, en general, y la vida de cada persona, en particular, están amparados por Dios.

Nosotros oramos: "Padre nuestro, que estás en los cielos," sin embargo, sabemos que Dios está en todas partes, pues El es puro Espíritu, es omnipresente. Por eso David, el cantor de los salmos, exclama: "¿Dónde podría alejarme de tu espíritu? ¿Adónde huir de tu faz? Si subiere a los cielos, allí estás tú; si bajare al "seol," allí estás presente. Si tomara las alas de la aurora y quisiera habitar al extremo del mar, también allí me tomaría tu mano y me tendría tu diestra. Si dijere; "Ciertamente las tinieblas me envuelven y sea la noche luz en torno mío," tampoco las tinieblas son oscuras para ti, y la noche luciría como el día, pues las tinieblas son como la luz (para ti) (Salmo 139).

Algunos admiten que el mundo, tomado en su totalidad, no está dirigido por la casualidad, sino es gobernado por Dios. No obstante, piensan que Dios no se preocupa por cada humano en particular, pues este es demasiado pequeño e insignificante, y Dios no puede preocuparse por tan enorme cantidad de seres, imposibles de contar. Mas esas conjeturas son erróneas y hasta pecaminosas. Si Dios, expresándonos en términos humanos, dignó con la existencia a seres tan insignificantes como los microbios, y a cada uno de ellos le concedió determinada composición, forma y estructura, ¿por qué esos seres han de ser indignos de la preocupación Divina en lo sucesivo? Dios se preocupó por su existencia, y ahora sigue preocupándose por su vida. Suele decirse que los seres vivos se han reproducido en exceso. Pero, ¿qué derecho tenemos de revestir a Dios con nuestras limitaciones? Pues El es infinito en sus perfecciones. Y si El, además de nuestro mundo, hubiera creado miles de millones de mundos semejantes con cantidades incalculables de seres humanos, animales, insectos y bacterias, y entonces no se habría fatigado en absoluto, al preocuparse por la vida de todos ellos por separado. Seguramente habrá quien pueda decir que todos esos seres son demasiado pequeños e insignificantes. Pero el concepto del tamaño nosotros lo creamos, partiendo de la comparación con nosotros mismos. Lo que es enorme para nosotros, en comparación con la grandeza Divina es insignificante, y lo que a nosotros se nos antoja pequeño resulta ser importante ante la caridad y el amor de Dios. A todo eso se dedica el Señor, a todo le concede vida, a todo lo dirige hacia los fines concretos de la verdad y el bien.

El Salvador dijo: "Ni uno de los pajaritos cae en tierra sin la voluntad de vuestro Padre" (Mateo 10:29), y con mayor razón en nuestra vida nada podrá suceder sin la voluntad del Señor. Todo lo bueno y misericordioso es enviado por el Todopoderoso, pues El es la fuente eterna de todos los bienes. Mientras que todo lo malo no es enviado directamente por Dios, ya que El no tiene ni indicios de mal. Sin embargo de ves en cuando, el Señor permite al mal perjudicarnos por nuestro bien y nuestra salvación. En este caso las diversas contrariedades causan el mismo efecto que los fármacos amargos y desagradables, pero reconfortantes. Casi todos los medicamentos y tratamientos médicos son para nosotros desagradables, sin embargo seguimos recurriendo a ellos, pues no dudamos de su necesidad y eficiencia.

Todos los hombrees deben saber firmemente, que sólo Dios es la fuente de felicidad, de paz y el gozo. El Señor creó los placeres y las alegrías del mundo visible para complacer nuestra naturaleza corporal. Pero el hombre, disfrutando de todo con moderación y poseyendo un alma sensata, no debe olvidar a Dios. Pues el alma no puede estar satisfecha con nada terrenal y objetivo. En la mayoría de los casos nosotros saciamos nuestros apetitos corporales con avidez, olvidándonos por completo del alma y de sus necesidades espirituales. Por eso el Señor, Quien no quisiera vernos degradar de nuestra vocación a ser hijos de Dios al grado de animales irracionales, nos somete a las más distintas pruebas. Así pues, nosotros, tras haber sido castigados en nuestro afán irracional, de a poco vamos comprendiendo lo vano de nuestras acciones y volvemos al amparo de Dios.

Todos hemos de saber claramente, que Dios es infinitamente misericordioso y El sólo desea nuestra dicha y nuestra salvación, por eso debemos aceptar con gratitud las tristezas que El nos envía. Los niños no dejan de amar a sus padres cuando éstos les castigan con razón, pues son conscientes de que lo hacen por su bien. El Señor, como dice la Sagrada Escritura, a quien ama, a éste castiga.

Si el Señor piensa constantemente en nosotros, es decir, se preocupa por nuestra vida y nuestra salvación, es nuestro deber aprender también a seguir las acciones de la Providencia Divina en nuestra vida. A veces advertimos que algo sucede en contra de nuestros deseos. En esos casos solemos indignarnos, irritarnos e incluso culpamos al destino, y sólo después, pasados muchos años, alcanzamos a comprender que aquel desarrollo de los sucesos nos favoreció más, pues de lo contrario hubiera sido considerablemente peor para nosotros. Como cristianos que somos no debemos alegrarnos en exceso por los éxitos conseguidos, sino agradecerle a Dios las tribulaciones, ya que éstas nos purifican de las pasiones, mientras que los éxitos terrenales nos hacen olvidar a Dios y de la meta de nuestra vida terrenal.

La fe en la

Santa Trinidad

La base de la religión cristiana es el dogma del Trino-Unico Dios. Dios como ser es uno, pero consta de tres Personas: el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios. Sin embargo, según el dogma, hay un solo Dios y no tres dioses. El concepto de la Persona es emparentado con los conceptos de la personalidad, autoconciencia e individuo. En la vida cotidiana las personalidades autoconcientes, constituyen seres separados. ¿Sería fácil entender la doctrina sobre la Unidad Divina, si se hablara de la existencia de tres fuerzas Divinas, o tres acciones, o tres manifestaciones?.Pero cómo aproximar a la razón y al sentimiento la doctrina acerca de que en Dios tres Personas constituyen un solo Ser? Para mantenerse fiel a la doctrina cristiana sobre Dios es menester resignarse a la idea de que la comprensión de la vida Divina interna no está al alcance de nuestra limitada mente. Por eso, para concebir la verdad de la Trinidad de Dios, es menester completar la imperfección de la mente con una fe absoluta.

El hombre no puede investigar directamente el Sol, pues al intentar aproximarse al astro se vería calcinado. Sin embargo, el hombre vive, se mueve y se alimenta merced a la luz solar. De manera similar nosotros no podemos entrar en contacto cercano con Dios, que nos permita conocer por experiencia propia el misterio de Su vida interna. No obstante, la luz de Su gracia calienta nuestros corazones e ilumina nuestras mentes. Es esta una luz Divina, que penetra en nosotros cuando le abrimos el alma. Esta luz emana también de la Sagrada Escritura, inspirada por El y nos enseña sobre Dios.

Las Personas en Dios poseen sus cualidades Personales o Hipostáticas, que se designan: El Padre - no nació; el Hijo - nacido del Padre; el Espíritu Santo - emana del Padre. La Sagrada Escritura utiliza diversos términos para designar las propiedades personales. Sin embargo, no hallamos cómo explicar la diferencia entre el nacimiento y la procedencia. La palabra "nacido," con relación al Hijo, aparece generalmente en pasado, mientras que la palabra "procede" con relación al Espíritu, aparece en presente. Las diversas formas gramaticales no indican relación alguna con el tiempo: tanto el nacimiento como la procedencia son "preeternos," están fuera del tiempo. El Padre nunca estaba sin el Hijo y sin el Espíritu Sto. El siempre estuvo en Trinidad, pues Dios no cambia. Cada Persona de la Santísima Trinidad posee la plenitud de la perfección: es eterna, omnipotente, omnipresente, justa e infinitamente misericordiosa. Todas las personas que integran la Santísima Trinidad participaron conjuntamente en la creación del mundo y del ser humano. Según ve de la Sagrada Escritura: "He aquí Adán se hizo como uno de Nosotros" (Génesis 3:22). El uso en el Antiguo Testamento del plural "Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza" (Génesis 1:26). Y posteriormente: "He ahí al hombre hecho como uno de Nosotros," resulta comprensible solamente en el contexto de la doctrina del Nuevo Testamento sobre la Santísima Trinidad.

El intento de aproximar la doctrina sobre la Santísima Trinidad a la experiencia de nuestra vida física conduce inevitablemente a la tergiversación de dicha doctrina. A lo largo de la historia del cristianismo vinieron surgiendo infinidad de doctrinas no ortodoxas sobre Tri-Unico Dios. en Trino y Uno. A estas se las puede dividir en dos grupos: los que tratan de disminuir el valor de la segunda y tercera Personas, interpretándolas como creaciones superiores a nosotros pero inferiores al Padre, es decir, algo así como "semidioses" (Ario, Macedonio, Pablo de Samosat); y los que consideran a la segunda y a la tercera Personas como una revelación, o como una especie de manifestación de la primera Persona (los modalistas). Estas escuelas, que deforman la fe correcta en la Sta Trinidad, se las denomina antitrinitarias. Ellas representan cierto atractivo por la lógica, desde el punto de vista de la limitada mente humana. Entre las sectas antitrinitarias actuales podríamos mencionar a los testigos de Jehová, Christian Science, a los seguidores de Mun y algunas otras más.

Si los esfuerzos orientados a comprender plenamente la doctrina sobre la Santísima Trinidad encierran en sí el peligro de deformar la pureza de la fe en Dios, surge la idea: Dios nos ha hecho saber esto sobre El porque la fe en la Santísima Trinidad es indispensable para asimilar otras muchas verdades del cristianismo, porque ella constituye la base sobre la que descansa la fe en Cristo, el Dios-Hombre.

La presencia Trinitaria de las Personas en Dios se revela en el Nuevo Testamento con la llegada del Hijo de Dios y el descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles. Al enviar a los apóstoles a predicar, el Señor les ordenó hacer proselitismo de la fe en la Sta Trinidad: Vayan y enseñen a todos los pueblos, bautizándolos en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo... Quien abrace la fe y se bautice, será salvado. No dijo "en los nombres," sino "en nombre," pues el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es el nombre del Dios único. "Tres son quienes lo testifican en el cielo: El Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y los tres son uno" (1 Juan 5:7), dice San Juan. Vienen a confirmar también la fe en la Sta Trinidad todos aquellos pasajes de la Sagrada Escritura que se refieren a la unidad del Dios Padre y el Dios Hijo, como, por ejemplo, en los pasajes: "Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también" (Juan 5:17). "Yo y el Padre somos una sola cosa" (San Juan 10:30). "El Padre está en mí y yo en el Padre" (Juan 10:38). "El que me ha visto a mí ha visto al Padre" (Juan 14:9). En la Sagrada Escritura hay pasajes similares sobre el Espíritu Santo, en los que El, directa o indirectamente, se denomina Dios: "¿Por qué se ha apoderado Satanás de tu corazón, moviéndote a engañar al Espíritu Santo?.. No has mentido a los hombres, sino a Dios," profirió el apóstol Pedro (Hechos 5:3). "Quien hablare contra el Hijo del hombre será perdonado; pero quien hablare contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en este siglo, ni en el venidero" (Mt. 12:32).

La enseñanza sobre el nacimiento del Hijo del Padre y la emanación del Espíritu Sto del Padre indica las relaciones misteriosas, internas de las Personas en Dios, la vida de Dios en Sí Mismo. Estas relaciones temporales se pueden distinguir claramente de las revelaciones que acusa la Santísima Trinidad en el Mundo creado, así como de la obra creadora de Dios en el mundo. Esos fenómenos creadores se han venido realizando en todos los tiempos. En la época histórica el Hijo de Dios nació de la Virgen, y el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles en forma de lenguas de fuego. En este plano creador de la salvación del ser humano, la Segunda Persona de la Sta Trinidad se ha puesto ella misma en una situación dependiente del Dios Padre. El Hijo, según expresión del apóstol Pablo, "se rebajó, tomando la imagen de esclavo" (Fil. 2:7). En el plano de la salvación del hombre el Señor Jesucristo habla como si existiera una desigualdad entre El y el Padre: "El Padre es más que Yo." "Sobre ese día y la hora (del fin del mundo) nadie sabe nada, ni los ángeles, ni el Hijo, solo el Padre." "Padre, a ser posible, que Me pase este cáliz," y otras palabras similares. En su conjunto ellas sólo vienen a atestiguar la existencia de relaciones temporales entre el Padre y el Hijo de Dios, que se hizo Hombre y asumió la obediencia al Padre, para corregir nuestra desobediencia. No obstante, es menester tener presente que la denominación Dios, adjudicada al Señor Jesucristo, viene a atestiguar la plenitud de Su Divinidad. "Dios" no puede ser (desde el punto de vista lógico y filosófico) de "segundo grado," de "baja categoría" o limitado. Las propiedades de la naturaleza Divina no pueden ser condicionadas ni disminuidas. Si es "Dios" lo es plenamente y no parcial.

Así, pues, la fe en la Santísima Trinidad correcta, basada en la Sagrada Escritura, es indispensable para entender plenamente las verdades cristianas. Mas esa fe pura no sólo marca la dirección correcta a nuestro pensamiento, sino que concede también la orientación necesaria a nuestra voluntad. En realidad, el cristianismo llama a la unidad espiritual de todos los hombres. En esa unidad deberán desaparecer la enemistad, competencia, rivalidad, malquerencia, todo aislamiento producto del amor propio (egoísmo), del orgullo nacional, así como la discriminación racial y cuanto provoca discordias y guerras. Sin embargo, al eliminar en nosotros todo lo mezquino, vanidoso y pecaminoso, nuestra fe no reprime las buenas cualidades personales ni las facultades del hombre. Todo lo contrario, ella las ennoblece más aún, concediéndoles la posibilidad de revelarse con mayor vigor y esplendor. Así, pues, habiendo conseguido la unidad espiritual perfecta de los cristianos, cada integrante de esta sociedad regenerada se verá iluminado por la belleza de sus cualidades espirituales personales. En este aspecto la doctrina cristiana es la antípoda del budismo, cuyo ideal final es la destrucción psíquica absoluta, el anonadamiento por absorción en el seno del nirvana. En el cristianismo, por el contrario, estamos llamados a desarrollar y perfeccionar nuestras facultades. El ideal de esa diferencia personal en la unidad del ser es la Santísima Trinidad, como se puede apreciar en la primera oración sagrada del Sumo sacerdote del Salvador: "Que seamos todos uno, como Tú, Padre, estás en Mí y Yo en Ti, para que también ellos sean uno en nosotros" (Juan 17:21).

Superación del

ocio y de la pesadumbre

Se derrite mi alma de pesadumbre;

levántame tu según tu palabra (Salmos 119:28).

Toda persona aspira instintivamente a lo agradable, a la alegría, a la felicidad. En la misma medida que la sensación de alegría infunde en el hombre ánimo y optimismo, la ausencia de la misma hace su vida gris, sombría y desprovista de sentido.

Por la bondad de Dios, es mucho lo que en la vida le proporciona al hombre alegría. Desde su aparición en el mundo, al hombre le alegran objetos y fenómenos como, por ejemplo, alimentos y bebidas agradables, el aire fresco, la luz solar, la belleza de la naturaleza, las relaciones con los seres raros y cercanos a uno. A medida de su desarrollo, el hombre halla nuevas fuentes de alegría en el más profundo conocimiento del mundo, en la armonía de sus leyes, los objetos de arte, en la música y en la poesía. La capacidad del hombre de distinguir lo agradable de lo desagradable tiene una gran importancia para su desarrollo físico y psíquico.

Pero muy temprano el hombre se convence de que sólo los objetos físicos y estéticos no pueden satisfacerle plenamente, pues sus demandas internas son puramente espirituales. Estas demandas espirituales se expresan en una tendencia íntima y subconsciente hacia el bien, a la perfección moral y a la relación con Dios. Estas aspiraciones causan en él un hambre ó una sed espiritual. Si el hombre no presta atención a ese estado de su alma, con el tiempo, la sed crecerá en fuerza y se convertirá en un sentimiento opaco de vacío, de insatisfacción, de abatimiento.

El hombre jamás ha dispuesto de tan abundantes y diversas distracciones como en el siglo actual. La vida está saturada de teatros, cines, de todo tipo de objetos musicales y electrónicos para la diversión, de competiciones deportivas, de libros, así como de todo género de periódicos y revistas. Podría parecer que el hombre contemporáneo es mucho más feliz que sus antepasados. Sin embargo, resulta todo lo contrario. El hombre actual se siente con frecuencia profundamente desdichado, más infeliz que sus padres y abuelos. De esto nos convence el hecho de abuso de diferentes medios estupefacientes: tabaco, alcohol, drogas, remedios excitantes o soporíferos, que toma un carácter de epidemia entre la población de las grandes urbes, nunca visto hasta ahora en la historia de la humanidad. Como consecuencia, un importante porcentaje de gente padece diversas enfermedades psíquicas ante las cuales la medicina se siente impotente. Esta proliferación de enfermedades psíquicas no puede ser explicada de otro modo que como la alteración del equilibrio en la naturaleza humana: por un lado, la saciedad de diversiones externas, por el otro, el profundo vacío espiritual.

Estas tristes observaciones de la realidad nos vienen a confirmar que el hombre contemporáneo necesita comprender indispensablemente las causas de la crisis espiritual que se viene formando, concretamente, comprender que debe prestar atención a sus demandas espirituales. El hombre ha de tomar conciencia de cuan necesario es restablecer el equilibrio entre sus demandas físicas y espirituales, lo que, a su vez, servirá de impulso para el comienzo de su vida espiritual.

La vida espiritual, como todo proceso interno, exige determinada disciplina y sacrificio. Pero con este sacrificio y esta disciplina nosotros adquirimos la paz y la alegría espiritual. Indudablemente, no todo sacrificio es beneficioso, sino solo aquel que nos ha indicado el Mismo Creador y Salvador nuestro. Esta explicado en el Evangelio y realizado en la Iglesia. A la Iglesia Dios le dio todo lo que nuestra alma desea: la gracia y la verdad. Por eso al participar en su vida nosotros adquirimos la satisfacción de tomar contacto con lo más sublime y noble de nuestras aspiraciones. Bienaventurados somos los que entendamos y cambie nuestra vida de acuerdo a esto.

El nueve de Ab

Nosotros, los cristianos, creemos en que el Mesías, prometido por los profetas, ya llegó hace dos mil años en la Persona del Señor Jesucristo. Sin embargo, la mayoría de los hebreos, de la época de Cristo no reconocieron en él al Mesías prometido por Dios y lo rechazaron. Ellos hubieran querido tener en la persona del Mesías a un poderoso rey-conquistador, quien le proporcionara al pueblo hebreo la gloria y la opulencia. Cristo, sin embargo, predicaba la pobreza voluntaria, la mansedumbre, el amor a los enemigos, lo que para muchos de sus contemporáneos era inadmisible.

Al correr de los siglos los ánimos religiosos del pueblo hebreo variaron muy poco, y los hebreos continúan sin reconocer a Cristo. No obstante, el Santo Apóstol Pablo predice de forma convincente que, antes del fin del mundo, se producirá la masiva conversión de los judíos al cristianismo. Este reconocimiento y esta fe de muchos hebreos en Cristo, como Salvador del mundo, coincide con el enfriamiento general de los cristianos respecto a su secular fe cristiana. La predicción del Apóstol Pablo sobre la conversión del pueblo hebreo aparece en los capítulos X y XI de las epístolas a los romanos. "Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no presumáis de vosotros mismos: que el endurecimiento vino a una parte de Israel hasta que entrase la plenitud de los gentiles (en la Iglesia), y así todo Israel Serra salvo, como dice la Escritura: Vendrá de Sion el Libertador, alejara de Jacob las impiedades."

En los últimos 30 o 40 años aparecieron síntomas que vienen a indicar que comienza el renacimiento de la fe en Cristo entre los hebreos. En toda una serie de grandes ciudades de los Estados Unidos de América aparecieron centros misioneros de hebreos-cristianos, que predican entre sus hermanos consanguíneos la fe en el Señor Jesucristo. Es sumamente interesante y aleccionador familiarizarse con sus folletos y libros sobre el tema religioso. Es obvio que los autores de dichos folletos comprenden perfectamente la Sagrada Escritura y la religión hebraica del Antiguo Testamento. Ellos explican de un modo claro y convincente las profecías de los profetas sobre el Mesías y sobre Su Bienaventurado Reino. Cuantos se interesen podrán subscribirse a esos folletos misionales en inglés, valiéndose de la dirección: Jews for Jesus, 60 Haight St, San Francisco, CA 94102, òåë: (415) 864-2600.

Además de los presagios hechos en directo por escrito sobre el Mesías, que figuran en los libros del Antiguo Testamento, hay también en la propia historia del pueblo hebreo una circunstancia sumamente convincente en favor del reconocimiento del Señor Jesucristo como Mesías. Esta circunstancia es la repetida destrucción del templo del Antiguo Testamento en Jerusalén el día 9 del mes Ab.

Aquí hay que recordar que los acontecimientos religiosos hebreos se calculan por el calendario lunar. Para los hebreos el primer mes del año es Nisan, que corresponde a finales de marzo o comienzos de abril de nuestro calendario. El mes Ab, sin embargo, es el quinto mes del calendario (según nuestro calendario corresponde al comienzo de agosto). El calendario adoptado en Occidente es solar. Por eso él no coincide de año en año con las mismas fechas del calendario lunar, pero experimenta oscilaciones de, más o menos, varias semanas. Como la Resurrección del Señor Jesucristo se produjo en los días de la Pascua hebraica (celebrada a mediados del mes Nisán) la Pascua cristiana se calcula por el calendario lunar, por lo cual en distintos años se produce en diversas fechas.

El día 9 del mes Ab es día de dolor para los hebreos, pues en ese día se recuerdan las dos destrucciones del templo de Jerusalén. Estas destrucciones del templo son objeto de gran dolor y amargura para el pueblo hebreo. Mientras los cristianos pueden construir sus templos donde quieran, donde lo estimen conveniente, la ley del Antiguo Testamento permitía a los hebreos tener un solo templo en el lugar señalado por Dios en Jerusalén. El primer templo del Antiguo Testamento fue construido por el Rey Salomón 950 años antes del nacimiento de Jesucristo. Este templo era el más maravilloso y rico en adornos de su época. Era una auténtica obra maestra de arquitectura. El templo de Salomón fue destruido por el rey Nabucodonosor de Babilonia (Nebukadnezzar) el día 9 del mes Ab del año 586 a.C. Tras retornar del cautiverio de Babilonia setenta años después, los hebreos construyeron un nuevo templo en el lugar del destruido, pero ya no tan majestuoso ni tan rico en adornos como el templo de Salomón. Este segundo templo, en el que rezó el Señor Jesucristo, también resultó destruido. Esta vez por las legiones romanas al mando de Tito en el año 70 de la era de Cristo, y de nuevo el día 9 del mes Ab. El Señor Jesucristo predijo con muchos detalles la destrucción del segundo templo de Jerusalén y de la propia ciudad de Jerusalén, explicando que "no dejarán en ti piedra sobre piedra por no haber conocido el tiempo de tu visitación" (Lucas 19:44).

Los historiadores prestaron atención a esta coincidencia fatal de las fechas en que fueron destruidos ambos templos de Jerusalén. Los hebreos observan rigurosamente el ayuno el día 9 del mes Ab, en recuerdo a tan tristes accesos. Pues para los hebreos el templo de Jerusalén era de suma importancia no solo desde el punto de vista religioso, sino del nacional también. Ese templo era el centro de la vida del pueblo. En él se celebraban todas las fiestas nacionales más importantes. El templo unía a todas las tribus hebreas en un solo pueblo y era el lugar de presencia de Jehová entre el pueblo elegido. Según las aspiraciones de los hebreos, el Mesías debía revelarse en el templo de Jerusalén. Y ahora resulta que el templo ya no existe. Las sinagogas no son templos, sino simples oratorios, donde no pueden ser realizados los oficios religiosos, tal y como los prescribe la ley de Moisés. La destrucción del templo significa, para los hebreos creyentes, que Dios se enojó con su pueblo y rechazó los sacrificios y las ofrendas de este.

¿A qué se habrá debido que tanto el primero, como el segundo templo fueran destruidos en una misma fecha?¿Habrá sido por mera casualidad? Los hebreos, convencidos de que el pueblo elegido está dirigido por Dios, no pueden aceptar una simple casualidad en tan importante asunto. La coincidencia de las fechas en la destrucción de los templos viene a atestiguar la igualdad, o, por lo menos, la homogeneidad de las causas internas que condujeron a dichas destrucciones, concretamente: los pecados cometidos por el pueblo hebreo, que provocaron ambas destrucciones, fueron equivalentes por su gravedad.

Tratemos de comprender la esencia de esos pecados. Antes de que hubiera sido destruido el primer templo por Nabucodonosor, los profetas del Antiguo Testamento habían venido advirtiendo durante más de cien años a su pueblo que si no cesaba en adorar a los ídolos, el Señor le enviaría a un devastador que asolaría sus ciudades y su templo, exterminaría a parte del pueblo y a cuantos quedaran con vida se los llevaría cautivos a Babilonia. Mas los hebreos no dieron crédito a esos presagios, continuaron adorando a sus ídolos, y entonces sucedió lo predicho. ¿En qué consistió el pecado de los hebreos antes de haber sido destruido el segundo templo? Este no fue un pecado de idolatría. Los hebreos no solo desdeñaban a los ídolos paganos, sino que se distinguían por su celoso cumplimiento de la ley ritual. No obstante, no sólo fueron destruidos el templo y la ciudad de Jerusalén, sino que el número de víctimas a causa de la guerra, y todos los posteriores sucesos, resultaron ser muchísimo más trágicos que los sufridos por los hebreos durante la invasión de Nabucodonosor. Comparemos solamente un hecho: el cautiverio de Babilonia se prolongó tan sólo 70 años, mientras que la dispersión de los hebreos después de Tito se prolongó casi dos mil años. De hecho, solo después de la Segunda Guerra Mundial los hebreos obtuvieron la posibilidad de volver a crear su Estado. Con la incursión de Nabucodonosor perecieron decenas de miles de judíos, con la de Tito y en los años sucesivos, millones.

?En qué habrá consistido la mayor gravedad del pecado cometido por los hebreos de la época de Tito en comparación con el pecado de idolatría de sus antepasados? La respuesta a esta interrogante la hallamos en el libro Deuteronomio, en el que Moisés inscribió las siguientes palabras de Jehová sobre la venida del Mesías: "Yo les suscitaré de en medio de sus hermanos un profeta semejante a ti (Moisés), pondré en su boca mis palabras y él les dirá todo cuanto yo le mande. A quien no escuchare las palabras que él dirá en mi nombre, yo le pediré cuenta" (Dt. 18:18-19). He aquí en que consistió el nuevo grave pecado del pueblo hebreo: en haber rechazado al Mesías, enviado por Dios. Es más, los judíos no se limitaron a rechazar a su Salvador, sino que lo ultrajaron y lo crucificaron. Por mucho que se esfuercen los teólogos contemporáneos en aliviar la culpa de los hebreos en la crucifixión de Cristo, los hechos son sumamente evidentes. Poncio Pilatos y los guerreros romanos no hicieron más que cumplir la voluntad de los sumos sacerdotes judíos, de los ancianos y de la multitud. Tras la resurrección del Señor Jesucristo, los culpables de su crucifixión no se arrepintieron de haber cometido ese crimen. Solo una pequeña parte del pueblo hebreo pasó a creer en Cristo. La inmensa mayoría de los judíos permanecieron sordos a las prédicas del Evangelio; es más, algunos de ellos incluso perseguían con tenacidad y asesinaban a apóstoles y a cristianos. Este pecado, la hostil resistencia a Dios, colmó el cáliz de la paciencia del Señor, y el templo fue destruido.

La coincidencia del día y el mes en que fueron destruidos el primero y el segundo templo, no es más que la forma elegida por Dios para señalar que la segunda destrucción del templo no se produjo en virtud de determinadas circunstancias políticas y de fracasos en la guerra con los romanos, sino que fue un castigo por el grave pecado cometido por el pueblo hebreo: la crucifixión de Jesucristo y la posterior incredulidad. A que ese castigo fuera llevado a efecto contribuyeron también los gritos de la multitud judía: "Caiga Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos." El desafío a Dios fue formulado.

Queremos hacer constar que al evocar estas circunstancias no lo hacemos con el propósito de reprocharle al pueblo hebreo su actitud, sino para ayudarle a comprender la esencia espiritual de lo que le ha sucedido. El Pueblo ruso con su sangrienta revolución, destrucción de templos, sacrilegios y exterminio del clero también cometió un grave pecado contra Dios. Al igual que los hebreos de los tiempos de Nabucodonosor nosotros también sufrimos destierro ya más de 70 años.

El cautiverio de Babilonia cesó cuando los hebreos comprendieron el pecado que habían cometido, se arrepintieron y acudieron de todo corazón al amparo de Dios. Es de esperar que, y en la actualidad, si los hebreos recapacitan y toman conciencia del pecado cometido por sus antepasados el rechazo del Mesías enviado por Dios, y lo admiten como su Salvador, Dios les perdonará y les devolverá Su benevolencia. Tenemos fe en que este admirable suceso, sobre el que hizo sus presagios el apóstol Pablo, algún día sucederá. Quisiéramos ser testigos presénciales.

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Folleto Misionero # S84

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Editor: Obispo Alejandro (Mileant).

 

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