Las enseñanzas

De los Santos Padres

acerca de la vida espiritual

 

Parte 1

Obispo Alejandro (Mileant)

Traducido por Alejandro Molokanow

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Contenido:  

Introducción.

San Antonio el Grande.

El amor de Dios, la gracia la devoción y el conocimiento de la voluntad de Dios. La tendencia hacia la justicia y la aplicación. La lucha con los defectos Las virtudes: la moderación, la mansedumbre y la humildad. La sensatez, la experiencia, los frutos de la devoción y la madurez espiritual. Pensamientos acerca de la muerte y de las intrigas de los demonios.

San Makario el Grande.

La unión con Dios, la tendencia hacia la justicia, el ardor espiritual, la constancia. La lucha con las pasiones, la humildad, la precaución. El amor a Dios. Anexo. Las intrigas de los demonios.

San Marcos el Asceta.

La ocupación de Dios acerca de la gente, la fe en Dios, la oración. La tendencia hacia la justicia lo indispensable del esforzamiento, la paciencia y la valentía. Los hábitos pecaminosos, los pesares, las tentaciones, la paciencia. La paz espiritual y la sensatez. El amor al prójimo. Anexo. El don de enseñanza.

San Evagrio Monje.

El no condenar y el perdón de las ofensas. Las intrigas de los demonios.

San Juan de Carpacia.

El temor a Dios, la oración, las tentaciones.

San Diadok, obispo de Fotika.

La constancia, la continencia la verbosidad, la desesperanza. El amor a Dios y al prójimo. Las intrigas de los demonios.

Elías Ekdikto, el Presbítero.

La oración, la valentía los hábitos pecaminosos, el arrepentimiento la humildad, el razonamiento.

Las enseñanzas de varios antiguos ascetas.

El empeño, la continencia, los hábitos la castidad, la humildad, los pensamientos inmundos. El amor al prójimo la no condenación y el perdón. Pensamientos acerca de la muerte el accionar de los demonios, el don de enseñanza.

 

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Introducción.

Este folleto se presenta como el primero de una serie de compendios, donde nos proponemos colocar enseñanzas elegidas de los padres-ascetas acerca de la vida cristiana. Para la confección de este compendio fueron utilizados los siguientes libros: el compendio en cinco tomos "Amor al Bien" (redactado por el obispo Teophan el Ermita); "Escalera" de San Juan, prior del monte de Sinaí; "Enseñanzas provechosas para el alma" de abba Doroteo; "La lucha invisible" de San Nicodemo del Santo Monte; pensamientos de Silvano de Athos, "Patriarcal" del obispo Ignacio Branchaninov y otros compendios ascéticos semejantes (ascetismo — esfuerzo, acto de valor). De ellos hemos escogido aquellas enseñanzas, que son aplicables a la gente, que vive en el mundo, y salteamos aquellas, que principalmente se refieren a las condiciones monásticas y ascéticas.

Juzgando por la gran cantidad de catálogos de libros prerevolucionarios, la vida de los santos y las enseñanzas de los santos padres eran lectura amada del hombre ruso espiritualmente predispuesto. Efectivamente, precisamente esta literatura tiene en sí misma algo especialmente atrayente, porque ella no es filosofía seca y abstracta sino el reflejo de la vida Divina en el alma justa. Leer la vida del santo o sus enseñanzas — es como haber estado de visita con él y extraído del tesoro de su experiencia espiritual.

¿Quiénes son estos valientes- esforzados y en que se diferenciaban de otros cristianos? Allí, cuando la mayoría de la gente se conforma con la vida habitual, en la Iglesia de Cristo desde mucho tiempo existieron gente, a los cuales Cristo llamó — "no de este mundo" (Juan 17:14). Estos justos se alejaban de los vanos ajetreos y las mentiras mundanos a los desiertos, a los densos bosques, o por otros medios se ocultaban de las mundanas tentaciones y de los ojos extraños y consagraban completamente su vida a Dios. Estos eran gente, sedienta de verdad, anhelante de los valores espirituales superiores, ardiente de amor a Dios y que veían su patria solo en el Reino Celestial. Algunos de estos justos alcanzaron tales cumbres espirituales y experimentaron tales felices iluminaciones, las cuales son desconocidos e inconcebibles para la mayoría de la gente.

San Gregorio el Teólogo, quien conoció el feliz estado de la vida solitaria, justifica delante de su parroquia su huida al desierto:

 

"Mas que nada yo deseaba, como si cerrar mis sentidos, desprenderme del cuerpo y del mundo, juntarme en mi mismo, no tocar sin extrema necesidad nada humano, conversando con mí mismo y con Dios, vivir por encima de lo visible y llevar dentro mío las imágenes Divinas, siempre limpias y no mezcladas con las terrenales y engañosas impresiones. Yo deseaba ser, e ininterrumpidamente hacerme un verdaderamente limpio espejo de Dios y de lo divino, agregar luz a la luz — a lo menos claro lo resplandeciente, cosechar ya ahora los bienes del siglo futuro, convivir con los Ángeles, y, encontrándome todavía sobre la tierra, dejar la tierra y ser llevado por el Espíritu al monte (hacia lo alto). Si alguno de ustedes conoce este amor, él entenderá, que es lo que digo."

 

La mayoría de los valientes esforzados, compartiendo el deseo de San Gregorio Teólogo, quedaron desconocidos al mundo, como así también su experiencia espiritual. Sin embargo fue agradable a Dios por causa del provecho a los creyentes revelar de tiempo en tiempo algunos de Sus elegidos, y entonces el inesperado encuentro con uno o con otro asceta indefectiblemente dejaba en el hombre una impresión luminosa y bienhechora. Algunas veces el conocimiento con el justo se establecía para el hombre como punto de giro en la vida y en él se encendía el deseo de mudarse mas cerca de él, para imitar su justa vida. Así alrededor de un solitario esforzado paulatinamente se congregaba un grupo de hombres (hermandad), se organizaba una ermita, una lavra o un monasterio. Paralelamente con esto se afirmaba también la maestría, cuando los cebitas (monjes) de la comunidad y los visitantes que venían a orar a Dios se ponían a sí mismos bajo la guía espiritual de un experimentado maestro. De la historia de la patria Rusa, nosotros sabemos, que bienhechora influencia tenía sobre el pueblo ruso la multitud de monasterios, lavras y desiertos, esparcidos por las vastas extensiones de la Santa Rusia. La lavra de Kievo-Pechera, la de La Santísima Trinidad de San Sergio, el monasterio de Balaam, la comunidad de Solovetz, el desierto de Optin y otros eran centros de sanidad moral.

En escasas ocasiones los maestros-esforzados escribían intencionados sermones. Las enseñanzas comúnmente eran breves. Como regla estas eran respuestas a preguntas concretas de los visitantes, no obstante ellos hasta ahora respiran con gran fuerza espiritual, siempre fundamentados en la experiencia personal del maestro y muy verazmente derraman luz sobre las distintas dificultades, con las cuales se encuentra el hombre en su camino hacia Dios. Las enseñanzas de los que eran mas reconocidos como autoridades frecuentemente se registraban. Así durante el transcurso de mas de mil quinientos años, comenzando con San Antonio el Grande (mitad del siglo 4-to) se recopiló una rica santo patriarcal ascética literatura, la cual ilumina muchas fases de la vida cristiana.

Aun ante la diversidad de las épocas, culturas y condiciones de vida, en las cuales transcurría la vida de los valientes de la devoción, sus enseñanzas se distinguen por su completa unidad. Esto sucede por dos causas. En primer lugar, así como en todas las personas hay una sola naturaleza, entonces también las tentaciones, con las cuales les sucede luchar, son en esencia las mismas, como lo son las invariables y morales leyes, establecidas por el Creador, y asimismo el objetivo en todo es uno — es el Reino Celestial.

En segundo lugar, a través de los santos padres proclamaba el mismo Espíritu Santo, Quien hablaba por boca de los profetas y apóstoles y El Cual, por promesa del Salvador, permanecerá en Su Iglesia hasta el fin de la existencia del mundo. Los santos padres anuncian la misma y única verdad Divina, que las Santas Escrituras. La particularidad de sus enseñanzas consiste en una mas profunda y precisa clarificación de los distintas lados de la vida espiritual, en ejemplos concretos y en consejos.

Las Santas Escrituras establecen el fundamento de la fe y de la vida piadosa, y los santos padres explican detalladamente y a fondo los distintos lados de esta vida, dan consejo, como reconocer y vencer las astucias del diablo, como alcanzar mas exitosamente la justicia.

Una unidad espiritual así en la obra del esfuerzo en todos los siglos de la Iglesia cristiana, la unidad en el camino y el testimonio del objetivo logrado — por si mismos se presentan como el mas fuerte e indiscutible afianzamiento de la veracidad del trazado del camino ortodoxo hacia la salvación. En las Santas Escrituras y en las obras de los santos padres de la Iglesia respira uno y el mismo Espíritu Santo, y esto invariablemente lo sentirá, cada uno, que tiende a vivir verdaderamente según el cristianismo.

Aquí es necesario, incidentalmente notar, que un espíritu completamente distinto sopla en las obras de los místicos occidentales de los siglos 14-19: Tomás Kempis, Ignacio de Loyola, Teresa de Ávila, Juan de la Cruz y otros, que predican procedimientos ascéticos, los cuales los santos padres ortodoxos prohíben rigurosamente, porque ellos conducen a la seducción o al autoengaño. Las peculiaridades de la seducción son: la nebulosidad de los pensamientos, la ensoñación, la fatuidad, que se transforma en orgullo, la recepción de demonios por el Salvador y ángeles, un sanguinario-nervioso placer y una refinada voluptuosidad. La seducción es una pesada y destructora enfermedad espiritual, de la cual la persona solo puede salvarse por una especial intervención de Dios. (No son menos peligrosas para la salud espiritual la meditación y los ejercicios ascéticos por receta de los yoghis y de la religión budista).

El siglo veinte — este es el siglo del florecimiento de las más salvajes culturas y del más catastrófico empobrecimiento espiritual. El ancho mundo cristiano cada vez mas se materializa; las sectas cada vez mas vacían las enseñanzas cristianas y las adaptan a los deseos de la carne. Por eso al hombre ortodoxo se le hace cada vez más difícil encontrar un maestro sabio y portador del espíritu. Solo hay consolación en aquello, que las enseñanzas de muchos maestros espirituales están conservadas y están disponibles para nosotros en los libros.

En nuestros humildes libritos hemos agrupado enseñanzas santo-patriarcales y las dispusimos por autores en orden cronológico. En el comienzo de cada capítulo se han citado breves datos del dado asceta. Para facilidad de la utilización de las enseñanzas han sido sistematizadas por temas, que fueron divididas en tres grandes grupos: acerca de la fe, la esperanza y el amor.

En el apartado sobre la fe se agrupan las enseñanzas acerca del poder del acto de la redención de Nuestro Señor Jesucristo, del amor de Dios y de su ocupación hacia la gente, de la gracia, de las propiedades de la verdadera fe, de nuestras relaciones hacia Dios: de la devoción, el temor de Dios, la oración, el pensamiento en Dios y el conocimiento de la voluntad de Dios.

En el apartado acerca de la esperanza se han juntado enseñanzas que se refieren a los actos del esfuerzo cristiano: de la lucha con las pasiones y el atesoramiento de las virtudes. Particularmente en este apartado se colocan los preceptos acerca de la diligencia, la paciencia, la valentía y la constancia, sobre la purificación de la conciencia, sobre la moderación y la continencia, sobre la castidad, el desinterés material, la honestidad, la mansedumbre, sobre el refrenamiento de la ira, la maldad, la envidia y la mala lengua, sobre la relación hacia los pesares, enfermedades y tentaciones, el triunfo sobre la tristeza y el desánimo, sobre el atesoramiento de la humildad, sobre la lucha con los malos pensamientos. Después — sobre las mas elevadas virtudes: la vigilia, el llanto y el enternecimiento, acerca de la pureza del corazón, de la paz espiritual, sobre la sensatez y la sabiduría, sobre la iluminación espiritual.

Al final, en el tercer apartado acerca del amor se juntaron enseñanzas sobre nuestra relación hacia Dios y hacia la gente, acerca de los actos del amor: la misericordia, la no condenación, los buenos deseos y el perdón de las ofensas. A veces en el anexo se colocan los pensamientos de un dado santo padre acerca de la muerte y del Juicio final, de las intrigas de los demonios y otros pensamientos.

Nosotros confiamos, que el lector de estas enseñanzas sabrá evaluar la sabiduría espiritual y la experiencia de los valientes esforzados ortodoxos, y si no siempre logre concretar sus consejos, al menos conseguirá una ortodoxa, patriarcalmente santa forma de pensar, lo que es tan importante en nuestro siglo donde influencian tan diversas y cuantiosas enseñanzas heréticas y anticristianas. Porque es mejor hacer menos camino, en la dirección correcta, que haber llegado lejos, pero en la dirección equivocada. Aparte de esto, como enseñaba San Efrem de Siria, "indefectiblemente de los buenos pensamientos nacen también las buenas obras."

 

 

San Antonio el Grande.

San Antonio el Grande nació en Egipto alrededor del año 250 de padres nobles y ricos, quienes lo educaron en la fe cristiana. A los 18 años perdió a sus padres y quedó solo con su hermana, quien se encontraba bajo su cuidado.

El alejamiento de San Antonio del mundo sucedió no de repente, sino paulatinamente. Al principio él permanecía cerca de la ciudad al lado de un devoto y piadoso maestro, que vivía solitariamente, y trataba de imitarlo en todo. Visitaba también a otros anacoretas que vivían en los alrededores, y aprovechaba de sus consejos. Ya en este tiempo el se hizo tan famoso por su valentía, que lo llamaban "amigo de Dios." Después él decidió irse mas lejos. Invitó al maestro a ir con él, y cuando este se negó, se despidió de él y se estableció en una alejada caverna. Uno de sus amigos cada tanto tiempo le traía comida. Por fin San Antonio se alejó completamente de los lugares habitados, cruzó el río Nilo y se alojó en las ruinas de una fortaleza militar. Él llevó consigo pan para seis meses, y después lo recibía de sus amigos solo dos veces al año a través de una abertura en el techado.

No se puede representar, cuantas tentaciones y que lucha soportó este gran valiente. Él sufría de hambre y de sed, del frío y del calor. Pero la más terrible tentación del solitario anacoreta, según las palabras del mismo Antonio, estaba en el corazón; era la añoranza por el mundo y la agitación de los pensamientos. A todo esto se le adjuntaron las seducciones y los espantos de los demonios.

Una vez, durante una terrible lucha con los pensamientos, Antonio exclamó: "Señor, yo quiero salvarme, pero los pensamientos no me dejan." Súbitamente él ve: alguien parecido a él está sentado y está trabajando, después se levantó y comenzó a orar, después de esto volvió a su trabajo.

"Haz así y te salvarás," — le dijo el ángel del Señor.

Hacía ya veinte años que Antonio vivía en su aislamiento, cuando algunos de sus amigos, averiguando sobre el sitio donde él estaba, vinieron, para establecerse cerca de él. Durante mucho tiempo ellos llamaron y le pedían que saliera para verlos del sitio de su voluntario encierro; al fin decidieron romper la puerta, cuando Antonio la abrió y salió. Ellos se sorprendieron, cuando no encontraron sobre el ningún rastro de agotamiento, aunque él se sometía a sí mismo a grandes privaciones. Una paz celestial reinaba en su alma y se reflejaba en su rostro. Tranquilo, controlado, con todos igualmente amable, él prontamente se hizo padre y consejero de muchos. El desierto se vivificó: sobre las montañas aparecieron comunidades de monjes; multitud de gentes cantaban, leían, ayunaban, oraban, trabajaban, servían a los pobres. San Antonio no daba a sus discípulos algún tipo de reglas establecidas para la vida monástica. Él se ocupaba solo, de arraigar en ellos una devota disposición, les inspiraba la fidelidad a la voluntad de Dios, la oración, el renunciamiento a todo lo mundano, el trabajo incansable.

San Antonio murió en una profunda ancianidad (106 años, en el año 356) y por sus méritos recibió la denominación de Grande.

San Antonio fundó el monaquismo solitario. Algunos anacoretas, encontrándose bajo la guía de un consejero — abba (abba significa padre en hebreo) vivían alejados uno de otro en cabañas o cavernas (ermitas) y se entregaban a la oración, al ayuno y al trabajo. Algunas ermitas, agrupadas bajo el mando de un abba, se llamaban lavras.

Es necesario resaltar, que ya durante la vida de San Antonio el Grande apareció también otro tipo de vida monástica. Los ascetas se agrupaban juntos en una comunidad, llevaban trabajos en conjunto (cada uno según sus fuerzas y capacidades) compartían una comida común, se sometían todos a unas mismas reglas. Estas comunidades se denominaban monasterios. Los abbas de estas comunidades se comenzaron a llamar archimandritas.

 

 

El amor de Dios, la gracia la devoción y el conocimiento de la voluntad de Dios.

1. Dios Padre por su bondad no escatimó a Su Hijo único, sino que lo entregó para librarnos de los pecados y las injusticias nuestras. Y el Hijo de Dios, humillándose a sí mismo por causa nuestra, nos sanó de nuestras enfermedades espirituales y nos construyó nuestra salvación de nuestros pecados. Por eso nos es indispensable reconocer y guardar en nuestros pensamientos esta gran disposición de Dios — Que Dios Verbo por causa nuestra en todo se asemejó a nosotros, excepto en el pecado. Debemos entonces recordar esto y diligentemente tratar en los mismos hechos de liberarnos del pecado con la ayuda del Señor (San Ant. el Gde.).

2. La gracia del Espíritu Santo se les da principalmente a aquellos, que de todo corazón se entregan al esfuerzo y desde el mismo principio se establecen a sí mismos permanecer y no ceder en nada al enemigo. Por otra parte, el Espíritu Santo, que los ha llamado, al principio para ellos todo lo hace fácil, para incentivar y consolar a los que ingresan al esfuerzo del arrepentimiento, y después les muestra toda la trabajosidad del camino virtuoso. Ayudándolos en todo, Él les enseña, como llevar los trabajos del arrepentimiento, y les establece forma y límites tanto con respecto al cuerpo como con respecto al alma, hasta que los traiga al completo convertimiento a Dios (San Ant. el Gde.).

4. Quien teme al Señor y guarda sus mandamientos — ese es un siervo de Dios. Pero esta servidumbre, en la cual también nosotros nos encontramos, realmente, no es servidumbre, sino justicia, que nos conduce al prohijamiento. Nuestro Señor eligió a los Apóstoles y les confió la predicación del Evangelio. Los mandamientos dados por Él establecieron para nosotros una maravillosa servidumbre, para que nosotros gobernemos sobre nuestras pasiones y nos hermoseemos con las virtudes. Pero cuando nosotros nos acerquemos a la gracia, nuestro Señor Jesucristo nos dirá también a nosotros, como les dijo a Sus discípulos: "Ya no os llamaré siervos, sino amigos y hermanos: porque todo lo que he oído de mi padre, yo os lo he dicho"(San Ant. el Gde.).

8. El ojo ve lo que es visible, pero la mente alcanza lo invisible. La mente que ama a Dios es la luz del alma. Quien tiene una mente amante de Dios, ese está iluminado en su corazón y con su mente contempla a Dios (San Ant. el Gde.).

8. Si comienzas a hacer algo y no ves en ello acuerdo con la voluntad de Dios, no lo hagas de ninguna manera (San Ant. el Gde.).

 

La tendencia hacia la justicia y la aplicación.

11. No se debe hablar de que para el hombre es imposible llevar una vida virtuosa, sino de que esto no es fácil. Efectivamente, no es alcanzable para cualquiera, sino solo aquellos participan de una vida virtuosa, quienes son piadosos y tienen una mente amante de Dios. La mente común es mente mundana y pervertida, la cual genera pensamientos buenos y malos, es traicionera y se inclina hacia lo material, pero la mente amante de Dios destruye el mal (San Ant. el Gde.).

11. Aquellos, que pasan la vida en pequeños y bajos esfuerzos, por una parte se libran de los peligros, y por otra parte — no tienen necesidad de precauciones especiales. Venciendo los distintos deseos pecaminosos, ellos cómodamente alcanzan el camino que lleva a Dios (San Ant. el Gde.).

11. La gente que no tiene una natural predisposición al bien, no debe con desesperanza bajar los brazos y despreciar una vida virtuosa y amante de Dios, por más difícil que ella fuera para ellos. Pero deben pensar acerca de sí mismos, y ocuparse según sus fuerzas y posibilidades. Porque, aunque no puedan alcanzar la cima de las virtudes y de la perfección, pero sin embargo, ellos, tratando de esforzarse, o bien se harán a sí mismos mejores, o, por lo menos no se volverán peores, lo cual por si mismo es no poca utilidad para el alma (San Ant. el Gde.).

 

La lucha con los defectos Las virtudes: la moderación, la mansedumbre y la humildad.

21. El mal se pega a nuestra naturaleza, como la herrumbre al cobre o la suciedad al cuerpo. Pero, así como el calderero no produjo la herrumbre ni tampoco los padres — la suciedad en sus hijos, así tampoco Dios produjo el mal. Él puso dentro del hombre la conciencia y la razón, para que él evite el mal, sabiendo, que este es perjudicial para él y conduce a los tormentos. Por esto vigila atentamente sobre ti mismo: si vieres a algún agraciado en fuerza y riqueza, por ninguna causa lo alabes. Sino inmediatamente imagínate delante tuyo la muerte, y entonces de ninguna manera desearás nada malo o mundano (San Ant. el Gde.).

21. El alma tiene sus propias pasiones: la soberbia, el odio, la envidia, la ira, el desánimo y otros. Cuando el alma se entrega a sí misma totalmente a Dios, entonces el generoso Dios le envía el verdadero arrepentimiento y la limpia de todas las pasiones, enseñándole a no seguirlas y dándole fuerza para superarlas y vencer a los enemigos, los cuales no dejan de presentarle dificultades. Y si el alma permanece firme en su conversión y buena obediencia al Espíritu Santo, que le enseña el arrepentimiento, el misericordioso Creador se compadecerá de ella, por causa de sus trabajos, llevados en toda estrechez y necesidad — en el prolongado ayuno, el frecuente velar, el aprendizaje de la palabra de Dios, en la ininterrumpida oración, en la negación de los placeres mundanos, en la humildad y la pobreza espirituales. Y si ella permanece firme en todo esto, el generoso Dios la librará de todas las tentaciones y la arrebatará de las manos de los enemigos con Su misericordia (San Ant. el Gde.).

24. Cuanto más moderadamente pasa la vida el hombre, tanto mas pacífico y tranquilo se vuelve, porque no se preocupa acerca de mucho — acerca de la servidumbre y de tener y conseguir cosas. Si en cambio nosotros nos apegamos a esto [lo mundano], entonces nos exponemos a las aflicciones que suceden por esto y llegamos hasta la murmuración contra Dios. De esta manera el deseo de tener mucho nos llena de perturbación y nosotros andamos errantes en las tinieblas de una vida pecaminosa, no conociéndonos a nosotros mismos (San Ant. el Gde.).

27. En nuestras conversaciones no debe haber ninguna grosería, porque la modestia y la castidad generalmente hermosean a la gente sabia, mas que a las vírgenes. La mente amante de Dios es luz, que ilumina el alma, como el sol — al cuerpo (San Ant. el Gde.).

 

 

La sensatez, la experiencia, los frutos de la devoción y la madurez espiritual.

36. La gente comúnmente es llamada inteligente por un uso incorrecto de esta palabra. No son inteligentes aquellos que aprendieron los dichos y los escritos de los antiguos sabios, sino aquellos que tienen un alma sabia, los que pueden distinguir el bien del mal; y ellos evitan sabiamente todo lo que es perjudicial y malo para el alma, pero acerca de lo bueno y provechoso lo anhelan y hacen esto con gran agradecimiento a Dios. Solo ellos deben en verdad ser llamados gente inteligente (San Ant. el Gde.).

38. Cuando el viento sopla tranquilamente, cualquier navegante puede pensar elevadamente de sí mismo y alabarse. Pero solo ante el inesperado cambio de los vientos se revela la pericia de los experimentados timoneles (San Ant. el Gde.).

38. El hombre que vive piadosa y devotamente, no permite al mal entrar en el alma. Y cuando no hay mal en el alma, ella está sin peligro y no puede ser dañada. Sobre gente así ni el maligno demonio ni los sucesos casuales tienen poder. Dios los libra de los males, y viven intactos guardados, como semejantes a Dios. Si alguien lo alaba, él no tomará en serio la alabanza, si alguien lo deshonra, él no se defenderá y no se indignará contra del ofensor (San Ant. el Gde.).

38. El que es sin maldad, ese es perfecto y semejante a Dios, él está lleno de alegría y del Espíritu de Dios. Pero así como el fuego puede quemar grandes bosques si no estamos atentos para controlarlo, asimismo la maldad, si la dejas entrar en tu corazón, llevará a la perdición a tu alma, profanará tu cuerpo e invocará dentro tuyo muchos malos pensamientos. Ella despertará dentro tuyo la inquietud, la envidia, las peleas, el odio y otras crueles pasiones semejantes, las cuales te abrumarán y provocarán grandes amarguras. Por eso trataremos de atesorar la benignidad y la simpleza de corazón de los santos, para que el Señor Jesucristo nos reciba con Él y cada uno de nosotros pueda decir con alegría: "Por mi falta de maldad me recibió y me afirmó a mí delante Tuyo por los siglos" (Sal, 40:13; San Ant. el Gde.).

38. Así como el cuerpo, si sale prematuramente del vientre de su madre, no puede vivir, así también el alma, salida del cuerpo sin haber alcanzado el conocimiento de Dios a través de una vida virtuosa, no puede salvarse o vivir en unión con Dios (San Ant. el Gde.).

38. Así como el cuerpo, mientras dentro suyo se encuentra el alma, pasa por tres períodos de crecimiento, que son: la juventud, la madurez y la ancianidad; así también el alma pasa por tres niveles de crecimiento, que son: el comienzo de la fe, el progreso y la perfección. En la primera, cuando el alma comienza a creer, ella nace en Cristo, como está dicho en el Evangelio. El apóstol Juan nos dio los indicios de este nuevo nacimiento, como así también del estado intermedio y de la perfección, diciendo: "Yo os he escrito a vosotros, jóvenes; os he escrito a vosotros, hijitos; os he escrito a vosotros, padres" (1 Juan 2:12-14). Así escribía él no a sus amigos carnales, sino a los creyentes, develando los tres estados que son recorridos por los que tienden al dominio espiritual, para alcanzar la perfección y hacerse dignos de la gracia completa (San Ant. el Gde.)

39. Cuando en el hombre deja de reinar el pecado, entonces se le aparece al alma Dios y la limpia junto con el cuerpo. Si en cambio el pecado continúa reinando en el cuerpo, entonces el hombre no puede ver a Dios: porque el alma todavía se encuentra en el cuerpo pecador, y este no deja entrar dentro suyo la luz, la cual es la visión de Dios. David dice: "En Tu luz veremos la luz" (Sal. 35:10). ¿Cuál es esta luz, en la cual el hombre ve la luz? Ella es esa luz, de la cual nos habla nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio, que todo el hombre debe ser luminoso, para que no haya en él ninguna parte oscura (Luc. 11:36). El Señor asimismo dijo: "Nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y nadie conoce al Hijo sino el Padre y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mat. 11:27). El Hijo no revela al Padre a los hijos de la oscuridad, sino solo a aquellos que permanecen en la luz y son hijos de la luz, los ojos de cuyos corazones Él alumbró con el conocimiento de los mandamientos (San Ant. el Gde.).

 

 

Pensamientos acerca de la muerte y de las intrigas de los demonios.

50. La muerte es, para los hombres que la comprenden, la inmortalidad, y para la gente simple, los que no la comprenden, es la muerte. La muerte física no debe ser temida, sino solo se debe temer la perdición del alma, la cual procede del desconocimiento de Dios — ¡esto es lo que es espantoso para el alma! La vida es la unión del alma y del cuerpo; la muerte no es la desaparición de estas partes de la naturaleza humana, sino la disolución de su unión. Todo esto Dios lo guarda también después de su división. Así como el recién nacido sale del vientre de su madre, también el alma sale del cuerpo desnuda. Y hay algunas limpias y luminosas, otras manchadas con caídas, y otras ennegrecida por los muchos pecados. Porque el alma sabia y amante de Dios, siempre recordando y meditando sobre los sufrimientos que vendrán después de la muerte, vive piadosamente, para no ser condenada y no someterse a ellos. Pero los incrédulos, por su sinrazón no comprenden esto y pecan, sin pensar en aquello, que les espera allí. Como salido del vientre no recuerdas lo que había allí dentro del vientre, así también saliendo del cuerpo, no recuerdas aquello, que había dentro del cuerpo. Así como después de salido del vientre, te has hecho mejor y mas grande, así saliendo del cuerpo inmaculado tu pasarás al Cielo mejor e incorruptible. Los hombres mortales deben ocuparse de su salvación, sabiendo por adelantado, que les espera la muerte. Porque la inmortalidad beatífica es destino del alma santa semejante a Dios, cuando ella permanece buena, pero la muerte eterna la encuentra, cuando ella se vuelve mala. Recuerda, que la juventud tuya pasó, las fuerzas se agotaron, y las debilidades se acrecentaron y ya el tiempo de tu partida está cercano, cuando tu deberás dar cuenta de todos tus actos. Y sabe, que allí ni el hermano recomprará al hermano, ni el padre librará al hijo. Siempre recuerda acerca de la salida del cuerpo, meditando acerca de la condenación eterna. Si te predispones así entonces no pecarás ni por siglos (San Ant. el Gde.).

51. Que multitud de malignos demonios y que cuantiosas son sus intrigas! Ellos aún después que nos hayamos arrepentido y tratamos de evitar las obras malas, no se alejan de nosotros, sino continúan tentándonos con desesperado esforzamiento, sabiendo, que su suerte ya está completamente decidida y que su herencia —es el infierno, por su extremada maldad y su aborrecimiento de Dios. Quiera El Señor abrir los ojos de vuestros corazones, para que ustedes vean, que cuantiosas son las intrigas de los demonios y cuanto mal nos ocasionan diariamente, y que os dé corazón despierto y espíritu de razonamiento, para que vosotros podáis ofreceros a vosotros mismos como ofrenda viva e inmaculada a Dios (San Ant. el Gde.).

51. El diablo, por su soberbia caído del honor celestial, trata con todas sus fuerzas de arrastrar hacia la caída también a todos, los que de todo su corazón desean servir al Señor, — por el mismo camino por el cual él mismo cayó, esto es a través del orgullo y el amor a la vana-gloria. Es con esto con lo que guerrean contra nosotros los demonios: con esto y con otros semejantes quieren ellos alejarnos de Dios. Además de esto, sabiendo que el que ama a su hermano ama también a Dios, ellos tratan de introducir en nuestros corazones el odio de unos contra otros, — y hasta tal grado, que alguno no puede ya ni ver a su hermano ni decirle alguna palabra. Muchos verdaderamente grandes esforzados valientes sobrellevaron los trabajos de una vida virtuosa, pero por su sinrazón se perdieron a sí mismos. Esto mismo puede suceder también con vosotros, si por ejemplo, enfriándoos en el esfuerzo, comenzareis a pensar que ya poseéis las virtudes. Porque he aquí que vosotros ya habéis caído en esta diabólica enfermedad (la presunción, la fatuidad), pensando, que ya estáis cercanos a Dios y permanecéis en la luz, cuando en los hechos permanecéis en las tinieblas. ¿Que impulsó a Nuestro Señor Jesucristo a sacarse Sus ropas, ceñirse con una toalla y lavar los pies de aquellos que estaban debajo de Él, sino para enseñarnos a ser humildes? Si, — Él nos mostró la humildad con Su ejemplo. Así exactamente, todos los deseosos de entrar en el primer grado, no pueden lograr esto, sino con la humildad... Así, si no hubiera en el hombre una extremada humildad, humildad de todo su corazón, con toda su mente, con todo su espíritu, con toda su alma y su cuerpo, — él no heredará el Reino de Dios (San Ant. el Gde.).

 

 

 

San Makario el Grande.

San Makario vivió en los años 301-391 en Egipto. En su juventud apacentaba ganado y vivía en soledad. Alcanzando la edad de 30 años, se apartó a un alejado desierto. Por su mansedumbre y humildad fue ordenado presbítero. Él dejó después suyo obras de carácter moralizador, conteniendo importante significado tanto para los que siguen el camino monástico como para todos los cristianos. El contenido de su enseñanza es el siguiente: El luminoso estado del primer hombre al principio y su tenebroso estado después de la caída en el pecado. Nuestra única salvación — Nuestro Señor Jesucristo. La firme decisión de seguir al Señor. El continuo trabajo sobre sí mismo. El estado de los que recibieron la gracia del Espíritu Santo. La posibilidad de la perfección cristiana sobre la tierra. El estado futuro después de la muerte y la resurrección.

 

 

La unión con Dios, la tendencia hacia la justicia, el ardor espiritual, la constancia.

2. Así como Dios creó el cielo y la tierra para que los habitara el hombre, así Él creó al hombre, para habitar en el cuerpo del hombre, como en Su casa, teniendo su alma como Su hermosa novia, creada según Su imagen. Es por esto que el apóstol Pablo dice: "Nosotros — somos Su casa" (Hebr.3:6; San Mak. el Gde.).

2. Como la abeja imperceptiblemente para los hombres construye los panales en la colmena, así la gracia secretamente crea su amor en el corazón del hombre, cambiando la amargura en dulzura, y un cruel corazón — en uno bueno. Y así como el platero, labrando el plato paulatinamente lo cubre de dibujos, y solo después de terminar su trabajo muestra su obra en toda su hermosura, así el verdadero Artista el Señor hermosea con Su labradura nuestros corazones y secretamente los renueva, hasta que nos traslademos de nuestro cuerpo, y entonces se descubrirá la hermosura de nuestra alma (San Mak. el Gde.).

11. Quien tiende hacia Dios y verdaderamente desea ser seguidor de Cristo, este debe seguir tras Él, tratando de cambiar, de ser un nuevo y mejor hombre, no reteniendo dentro suyo nada propio del hombre viejo, — porque así esta dicho: "Quien está en Cristo, este es una criatura nueva" (San Mak. el Gde.).

11. El alma del que verdaderamente ama a Dios, aunque hiciera miles de obras de justicia, por su insaciable tendencia hacia El Señor piensa acerca de sí misma, como si todavía no hubiera alcanzado nada. Y aunque hubiera extenuado su cuerpo con el ayuno y el trabajo, ella piensa que todavía no comenzó a conseguir las virtudes; aunque se hiciera digna de conseguir distintos talentos espirituales, o revelaciones, o misterios celestiales, por su gran amor al Señor considera, que todavía no ha conseguido nada...

Ella está herida con el amor del Espíritu celestial. Con la ayuda de la gracia ella ininterrumpidamente excita dentro suyo una ardorosa tendencia hacia el Novio celestial; desea alcanzar completamente la misteriosa e indecible unión con Él en el santuario del Espíritu; con los ojos del alma purificados ella contempla al celestial Novio cara a cara; en espiritual e indeleble luz entra en unión con Él, se conforma a la imagen de Su muerte, ininterrumpidamente con gran anhelo espera la muerte por Cristo; sin dudar cree, que a través del Espíritu recibirá la completa liberación de los pecados y de las tinieblas de las pasiones, para que limpiada por el Espíritu, santificada espiritual y corporalmente, dignarse ser limpio recipiente para recibir dentro suyo la paz celestial y ser habitación del celestial y verdadero Cristo Rey. Y es entonces justamente cuando ella se hace digna de la vida celestial, habiendo sido ya aquí limpia morada del Espíritu Santo (San Mak. el Gde.).

13. Son muy pocos, los cuales consiguieron conectar un buen comienzo con un buen final. Abandonándolo todo, ellos sin tropezar llegaron hasta la meta y aman al único Dios. Al principio muchos llegan al enternecimiento, muchos se hacen dignos de celestial felicidad y se animan con amor celestial. Pero después, no soportando los esfuerzos, las dificultades y las distintas tentaciones en el camino hacia las virtudes ellos volvieron a su acostumbrado estilo de vida y se empantanaron en los pecados (San Mak. el Gde.).

13. Como el engendrado en el vientre de su madre no inmediatamente se hace hombre, sino paulatinamente se forma a la imagen del hombre; y no nace adulto, sino que crece y se desarrolla durante el transcurso de muchos años, hasta que, al fin, alcanza la adultez. Y así como la semilla de cebada o del trigo no echa raíces inmediatamente después de ser sembrada, sino solo después que pasen los vientos y los fríos, en los tiempos necesarios ellos echan tallos... Así sucede en la vida espiritual, en la cual se exige tanta sabiduría y experiencia, el hombre crece paulatinamente hasta que alcanza la perfección, asemejándose a Cristo (Efes. 4:13; San Mak. el Gde.).

13. El hombre — es por su naturaleza inconstante. Por eso así como aquel, que cayó en la profundidad del vicio y es esclavizado por los pecados, puede volverse hacia el bien, así también aquel que esta sellado por el Espíritu Santo y está lleno de celestiales dones, es libre de volverse al mal. Algunos, habiendo saboreado la gracia de Dios y habiéndose vuelto partícipes del Espíritu Santo, cuando pierden la precaución y la vigilancia, se apagan espiritualmente y se vuelven peores, de lo que eran antes. Esto sucede, no porque Dios cambie o la gracia del Espíritu se apague, sino porque la misma gente pierde la gracia y por eso se pervierten y caen en multitud de males (San Mak. el Gde.).

 

 

La lucha con las pasiones, la humildad, la precaución.

21. Después que el hombre se apartó del mandamiento y se expuso a la condenación de Dios, el pecado lo tomó para esclavizarlo, y a semejanza de un refinado y profundo abismo de amargura, penetrando dentro, se apoderó del alma hasta sus más profundos escondrijos. De esta manera, el pecado que ha penetrado dentro nuestro puede asemejarse a un gran árbol con muchas ramas, cuyas raíces descienden profundamente dentro de la tierra. Así también el pecado introducido en el alma, apoderándose de sus fuerzas hasta sus más recónditas profundidades, se convirtió en costumbre, la cual, comenzando desde la infancia, con los años crece y cada vez mas fuertemente nos atrae hacia lo malo (San Mak. el Gde.).

21. A veces parece que las buenas intenciones se cumplimentan por causa de la propia gloria y de la alabanza de la gente. Pero delante de Dios esto es lo mismo, que la mentira, el robo y los pecados semejantes a ellos, porque está dicho: "Dios esparció los huesos de los que agradan a los hombres" (Sal. 52:7). El Diablo hasta en nuestras buenas obras busca provecho para sí. Él es muy creativo, para engañar a la gente con deseos mundanos. Cuando el hombre se apega a alguien con amor carnal, entonces el pecado lo atrapa, lo maniata con cadenas y con pesado yugo lo arrastra hacia abajo, sin darle posibilidades de juntar fuerzas y volver a Dios. Aquello que ame el hombre en este mundo, eso abruma su mente, y apoderándose de ella, no le da posibilidades de juntarse con fuerzas. El nivel del apego carnal determina la fuerza con la cual una determinada pasión lucha con nosotros. Así se prueba todo el genero humano y a todos los cristianos... Cuando el hombre, atrapado con su autovoluntad, comienza a amar algo, este amor lo amarra, y el ya no tiende enteramente hacia Dios. Así por ejemplo, uno ama su casa, otro — la riqueza, otro — la complicada sabiduría humana para la gloria mundana; otro ama el poder, otro desea ser famoso; otro ama las reuniones alegres, otro pasa todo su tiempo en disipación y deleites; otro se autoengaña con vanos pensamientos; otro — por el amor a los honores tiene tendencia a enseñar; otro se deleita con la pereza y la despreocupación, otro tiene afición a las vestimentas hermosas; otro se entrega a las ocupaciones mundanas; otro ama dormir, o bromear, o hablar groserías. Aquello que ata al hombre al mundo, sea pequeño o grande, eso es lo que lo encadena y no le deja juntarse con fuerzas (San Mak. el Gde.).

30. El Señor, conociendo la debilidad del hombre y su inclinación a ensalzarse, lo frena y no le deja estar en un ininterrumpido esfuerzo de perfeccionamiento. Porque si tú, cuando consigues algo pequeño te vuelves arrogante, altivo y te haces insoportable para los demás, entonces cuanto más insoportable te harás, si de repente te sacias de todos los dones espirituales. Por eso Dios, conociendo tu debilidad, por su providencia te envía pesares y aflicciones para que tú te hagas humilde y con aplicación y diligencia tiendas hacia Él (San Mak. el Gde.).

30. El que ha recibido la gracia se considera a sí mismo el peor de todos los pecadores. Y tal pensamiento es natural para él. Cuanto más profundamente conoce el hombre a Dios, tanto mas se considera a sí mismo ignorante, y cuanto más estudia, tanto mas se considera como no sabiendo nada. La gracia que le ayuda le inspira este tipo de pensamientos, como naturales (San Mak. el Gde.).

30. Si tu vieres, que alguien se exalta y presume de sus dones, entonces sabe que aunque él hiciere señales, y resucitara muertos,... a este lo roba la fuerza maligna sin su conocimiento. Aunque él realizara milagros — no le creas, porque la evidencia del cristianismo se revela en aquello que, aquel que se hizo merecedor de dones de parte de Dios, los oculta de la mirada de los demás. Teniendo los tesoros de un rey, el creyente los esconde, como si dijera: "No es mío este tesoro: es otro el que lo puso aquí." Pero si alguien dice: "Suficiente es para mí, aquello que he conseguido, y ya no necesito mas," — entonces este ya ni es un cristiano, sino que se encuentra en seducción y se ha convertido en arma del diablo. Porque la dulzura de Dios es insaciable y en la medida que alguien saborea y participa los bienes espirituales, en esa medida se vuelve más hambriento. La gente así tienen amor ardiente e incontenible hacia Dios. Cuanto más ellos progresan y consiguen, tanto mas se consideran a sí mismos indigentes (San Mak. el Gde.).

36. Así como los mercaderes que navegando por el mar, aun con viento favorable y mar tranquilo, temen que de repente el viento cambie, y que sople fuerte y contrario, que el mar no se embravezca y que el barco no se encuentre en peligro, hasta que ellos no lleguen al puerto, así también los cristianos, aunque sienten dentro suyo el bienhechor soplo del Espíritu Santo, sin embargo temen que sople el viento de las fuerzas enemigas y no surjan en ellos la turbación de las pasiones. Por esto nos es indispensable tener un gran cuidado, para alcanzar exitosamente el tranquilo puerto de la vida eterna y del eterno goce — la ciudad de los santos, la Celestial Jerusalén e Iglesia de los primogénitos (Efes. 12:23) (San Mak. el Gde.).

 

El amor a Dios.

40. Tu dices: "Yo amo a Dios y tengo el Espíritu Santo." Pero investiga atentamente, ¿en verdad es esto así? ¿Estás tú entregado al Señor noche y día? Y si tu tienes tal amor ininterrumpido, entonces eres limpio. Pero adéntrate, cuando a ti vienen ocupaciones terrenales o distintos malos e inmundos pensamientos, ¿realmente estás entonces inflexible al mal, y desea tu alma entonces amar a Dios y ser enteramente fiel a Él? Pues los pensamientos mundanos, distrayendo la mente con objetos terrenales y corruptibles dificultan al hombre a amar a Dios y siempre pensar acerca de Él. Sucede, que el hombre no versado, iniciando la oración, inclina sus rodillas — y su mente alcanza la paz. Y en la medida que él socava el muro de la maldad que se le opone y profundiza debajo de él, en esa medida ella se derrumba, de manera que el hombre paulatinamente alcanza el conocimiento espiritual y la sabiduría. Pero este estado no lo alcanzan ni los fuertes de este mundo, ni los estudiosos, ni los escritores (San Mak. el Gde.).

 

 

Anexo. Las intrigas de los demonios.

51. Los espíritus del mal atan el alma caída con las cadenas de las tinieblas, por eso ella no está en condiciones ni de amar a Dios cuanto desea, ni creer, ni orar cuanto ella deseara. Pues desde el tiempo de la caída del primer hombre la oposición al bien se arraigó dentro nuestro tanto visiblemente, como secretamente (San Mak. el Gde.).

 

 

San Marcos el Asceta.

San Marcos, llamado el Asceta, — es el más famoso de los Santos Padres de Egipto, aunque pocos datos se conservaron acerca de su vida. Es conocido, que él era de un carácter extremadamente pacífico y manso, conocía de memoria el Antiguo y el Nuevo Testamento y que alcanzó una elevada perfección espiritual. Vivió mas de cien años y murió a principios del siglo 5-to. Era famoso por su don de enseñanza, pero hasta nosotros solo llegaron algunas de sus enseñanzas: La Epístola al monje Nicolás; el Compendio de lecciones; 200 capítulos acerca de la ley espiritual y 226 capítulos a aquellos, que piensan justificarse con sus actos.

 

La ocupación de Dios acerca de la gente, la fe en Dios, la oración.

1. Si de acuerdo con la Escritura recordares siempre, que "por toda la tierra [suceden] los designios del Señor" (Sal. 104:7), entonces cada suceso será para ti maestro del conocimiento de Dios (San Marcos).

2. Los actos a los cuales Dios tiene buena voluntad, a esos también toda criatura acompaña, pero de los que El se repugna, a esos toda la creación se opone.

2. Todo bien providencialmente viene del Señor. Pero se aleja secretamente de los desagradecidos, de los insensibles y de los inactivos (San Marcos).

2. Todo bautizado en la iglesia Ortodoxa secretamente recibe toda la gracia. Sensiblemente el se cerciora en ella [palpa su accionar] en la medida del cumplimiento de los mandamientos (San Marcos).

3. El que no conoce la verdad no puede ni creer verdaderamente, porque el conocimiento por naturaleza precede a la fe (San Marcos).

3. No renuncies a estudiar, aunque tu fueras muy sabio. Porque la disposición de Dios es mas provechosa que nuestra sabiduría (San Marcos).

3. Quien no recibe voluntariamente los trabajos por causa de la verdad [en defensa de ella], ese será castigado mas duramente con los involuntarios (San Marcos).

6. Mientras todavía recuerdas acerca de Dios, multiplica la oración, para que el Señor te recuerde, cuando tú te olvides de Él (San Marcos).

6. Ora, para que la tentación no venga a ti, pero cuando venga, recíbela como tuya, y no como ajena (San Marcos).

6. El que ora corporalmente y que no tiene todavía razonamiento espiritual es semejante al ciego, quien clamó a Cristo: "¡Hijo de David, ten misericordia de mí!" (San Marcos).

 

 

La tendencia hacia la justicia lo indispensable del esforzamiento, la paciencia y la valentía.

11. Siendo amante del conocimiento, sé también amante del trabajo, porque el conocimiento desnudo hace al hombre altivo (San Marcos).

11. Frecuentemente por causa de la indolencia acerca de un acto se entenebrece también el conocimiento. Porque los accionares que han sido totalmente dejados en la negligencia, de ellos hasta la memoria de a poco desaparecerá (San Marcos).

11. Haz el bien, el que recuerdas: entonces se abrirá a ti también aquello que no recuerdas; y no entregues insensatamente tus pensamientos al olvido (San Marcos).

12. El mal recibe fuerzas uno de otro, de la misma manera también el bien crece [se fortalece] uno de otro (San Marcos).

12. Cuando por el deseo de agradarte a ti mismo tu corazón se desplace del lugar del esfuerzo, entonces esto es semejante a una piedra muy pesada, que moviéndose de su lugar se desplaza por un resbaladizo desnivel, y rueda inconteniblemente (San Marcos).

13. Quien por causa de la verdad recibe el deshonor y la infamia, este sigue el camino apostólico, tomada su cruz y siendo envuelto de ataduras. Quien sin esto intenta atender al corazón, ese se seduce mentalmente y cae en la tentación y las redes diabólicas (San Marcos).

13. Si Cristo murió por nosotros y ya "no vivimos para nosotros, sino para Él, que murió por nosotros y Resucitó" (2 Cor. 5:15), — entonces es claro que nosotros nos hemos comprometido a servirlo hasta la muerte. ¿Cómo entonces podemos considerar el prohijamiento [a Dios] como merecida recompensa? (San Marcos).

13. El que hace el bien y busca la recompensa no trabaja para Dios, sino para su deseo (San Marcos).

13. El hombre, que desea sentir dentro suyo el accionar del Espíritu Santo antes de cumplimentar los mandamientos, es semejante a un esclavo comprado, el cual — apenas fue comprado — quiere, que junto con el pago de su precio en dinero le suscriban su libertad (San Marcos).

14. No digas, como puede el pobre entregarse a los placeres, no teniendo los medios, porque es posible en los pensamientos entregarse a la voluptuosidad aun más intensamente, que en los actos (San Marcos).

14. El corazón amante de los placeres [que busca todo lo agradable] en el momento de la partida será una cárcel y atadura para el alma, y el amante del esfuerzo [el que se dificulta a sí mismo por causa del Señor] es una puerta abierta hacia la otra vida (San Marcos).

 

 

Los hábitos pecaminosos, los pesares, las tentaciones, la paciencia.

21. Los pecados pequeños el diablo los presenta ante nuestros ojos como insignificantes, porque de otra manera él no puede inducirnos a los pecados grandes.

21. Permitiendo dentro nuestro el comienzo del pecado [recibiendo el pensamiento], no digas: él no me derrotará, porque en la medida que tú lo permitiste, en esa medida ya fuiste derrotado por él (San Marcos).

21. No digas: "¿Que haré entonces? Yo ni siquiera lo quiero pero él [el olvido] viene." — Esto es porque, que tu menospreciabas lo debido, cuando recordabas acerca de ello (San Marcos).

21. Cuando la mente, fortalecida en el Señor, distrae al alma de un prolongado mal hábito, entonces el corazón es castigado como por verdugos por la mente y la pasión, que lo atraen hacia aquí y hacia allá (San Marcos).

21. Quien se gozó con los placeres corporales mas allá de lo debido, este pagará cien veces por este derroche con distintos sufrimientos (San Marcos).

21. Al que peca no por necesidad, le es difícil arrepentirse, porque es imposible esconderse de la verdad de Dios (San Marcos).

21. Si alguien, pecando visiblemente y no arrepintiéndose, no fue sometido a ningún pesar hasta su misma partida [de esta vida], sabe entonces, que el juicio sobre él será sin misericordia (San Marcos).

21. El que verdaderamente se arrepiente se somete a la difamación de los insensatos. Pero esto es para él indicio de aprobación por Dios de su arrepentimiento (San Marcos).

21. Si alguien cae en algún pecado, y no tiene después algún pesar por ello en la medida de su transgresión, entonces fácilmente caerá nuevamente en la misma red del enemigo (San Marcos).

28. No pienses, que tú has acumulado virtudes sin pesares; una virtud así no es confiable [no experimentada] por causa de la tranquilidad [tuya cuando la acumulabas] (San Marcos).

28. Cumpliendo el mandamiento, espera la tentación; porque el amor a Cristo se examina con las dificultades (San Marcos).

28. El que desea librarse de las amarguras futuras debe soportar con ánimo las presentes. Porque de esta manera, mentalmente cambiando uno por otro, él a través de los pequeños pesares evitará los grandes tormentos (San Marcos).

28. No busques la perfección [de la Ley] en las virtudes humanas, porque no hay perfección en ellas: su perfección esta escondida en la cruz de Cristo (San Marcos).

28. La injuria por parte de la gente provoca dolor al corazón, pero suele ser causa de limpieza para aquel, que la soporta (San Marcos).

28. El mandamiento de Cristo, cumplido a conciencia, por multitud de pesares al corazón dona también el consuelo, por otra parte tanto lo uno como lo otro vienen a su tiempo (San Marcos).

28. Cuando por causa de una ofensa se irritan tus entrañas y tu corazón, no te entristezcas, que providencialmente entró en movimiento el mal que se escondía dentro tuyo. Pero con alegría destrona los pensamientos surgidos, sabiendo, que al mismo tiempo que ellos se aniquilan ante su aparición, se aniquila junto con ellos el mal, que yacía debajo de ellos y que los puso en movimiento. Si por otra parte se les permite a los pensamientos abandonarse y aparecer frecuentemente, entonces el mal generalmente se fortalece (San Marcos).

30. Si vieres, que alguien hipócritamente te alaba, entonces espera de él la reprobación para mas adelante (San Marcos).

30. El que tiene algún talento espiritual y se compadece de aquel que no lo tiene, con esta compasión resguarda su don. El arrogante a su vez perderá su don, siendo derrotado por los pensamientos orgullosos (San Marcos).

30. Los labios del humilde hablan la verdad, y el que le contradice es semejante al siervo, que golpeó al Señor en la mejilla (San Marcos).

30. No te encumbres con el conocimiento [tomado prestado] de las escrituras, para no caer mentalmente en el espíritu de blasfemia (San Marcos).

30. No intentes resolver un asunto oscuro y enredado por medio de la discusión, sino por medio de la oración y la esperanza inquebrantable (San Marcos).

30. Cuando notes, que el pensamiento te promete gloria humana, sabe verdaderamente, que él te prepara la vergüenza (San Marcos).

30. Si quieres, que el Señor cubra tus pecados, no expreses delante de la gente si tienes alguna virtud. Porque, así como nosotros procedemos con nuestras virtudes, así hace Dios con nuestros pecados (San Marcos).

30. Si vieres, que alguien por causa de una deshonra se duele extremadamente en el corazón, sabe, que él es vanidoso, y ahora con desagrado cosecha los frutos de la semilla, las cuales él mismo sembró en su propio corazón (San Marcos).

 

 

La paz espiritual y la sensatez.

35. La paz [espiritual] es la liberación de las pasiones, lo cual es imposible de conseguir sin la ayuda del Espíritu Santo (San Marcos).

36. El manso en Dios es sabio de sabios, y el humilde de corazón es fuerte entre los fuertes, por cuanto ellos llevan la carga de Cristo sensatamente (San Marcos).

36. No pienses nada y no hagas nada que no tenga por objetivo conducir a Dios, porque el que peregrina sin objetivo trabaja inútilmente (San Marcos).

 

 

El amor al prójimo.

44. Existe la acusación [del prójimo] por causa de la maldad y por causa del rencor, y también hay otro: por temor a Dios y amor a la verdad (San Marcos).

44. Al que cesó de pecar y ya está arrepintiéndose ya no lo reprendas. Si es por causa de Dios, como dices, que deseas reconvenirle entonces primero antes abre delante de él tus propios pecados (San Marcos).

44. Es mejor orar con benevolencia por el prójimo, que reprenderlo en todo posible pecado (San Marcos).

44. No desees escuchar acerca de las maldades ajenas, porque ante esto los rasgos de esas maldades se estampan también en nosotros (San Marcos).

44. El que escucha lo malo suele ser también mal mensajero (San Marcos).

 

 

Anexo. El don de enseñanza.

53. Si tu recibiste de Dios el destino de enseñar a otros, pero no te escuchan, entonces mentalmente ten pesar por ello, pero visiblemente no te indignes. Así por causa de tu aflicción tu no serás condenado junto con aquel, que no te presta atención, y por tu no indignación no serás tentado [por el sentimiento de enemistad] (San Marcos).

53. Lo que se dice en general a muchos, suele ser provechoso para todos; la conciencia le señala a cada uno lo suyo (San Marcos).

53. Quien no te escucha desde la primera palabra, no lo obligues por medio de la discusión; sino mejor atrae hacia tu lado aquella ganancia que el otro negó. Porque tu benignidad te es más provechosa que su corrección (San Marcos).

53. Quien habla rectamente debe él mismo también agradecer a Dios, como recibiendo de Dios aquello, que corresponde decir. Porque la verdad es obra no del que la dice, sino del Dios obrante (San Marcos).

53. No te pongas a medicar por medio de la reconveniencia, a aquel que se alaba de sus virtudes, porque uno no puede ser al mismo tiempo amante de la exhibición, y amante de la verdad (San Marcos).

53. Al hombre fuerte no lo reconvengas en su vanidad, sino mejor señálale la pesadumbre de la futura deshonra, porque con este medio el hombre razonable recibe mas cómodamente la reconvención (San Marcos).

 

 

San Evagrio Monje.

Abba Evagrio nació en la mitad del siglo 4-to cerca del Mar Negro. Gregorio de Niza lo consagró diácono en Constantinopla. Después el santo se dirigió a Egipto donde se esforzó valientemente en celdas y después en una ermita en calidad de monje. Terminó sus días en el desierto a la edad de 54 años. Él dejó 100 oraciones, escribió tres libros acerca de activas lecciones y acerca de la lucha con los demonios y las pasiones.

 

 

La oración, la justicia de Dios, la moderación.

1. Algunas veces el hombre por causa de su maldad sin desearlo toma sobre sí mismo las cargas del prójimo. Sucede así: el que quita algo a su prójimo recibe sobre sí la tentación del despojado; asimismo el calumniador — la tentación del calumniado por él; el que engaña la del engañado por él; el que agobia — la del agobiado por él; el que delata — la del delatado, el que desprecia — la del despreciado. Y para no contarlos todos uno por uno, lo diré brevemente. Todo el que ofende a su prójimo en la medida de la ofensa provocada recibe sobre sí la tentación del ofendido por él. Acerca de esto testimonian también las Divinas Escrituras, diciendo: "Quien cava un pozo, este caerá en él, y quien rueda una roca hacia arriba, esta volverá sobre él" (Pr. 26:27).

24. No des mucho alimento a tu cuerpo, y entonces no verás en tus sueños malas visiones: porque así como el agua apaga el fuego, así el hambre — los pensamientos inmundos (San Evar. Mon.).

24. Come el pan moderadamente y con medida bebe el agua, y el espíritu de lujuria huirá de ti (San Evar. Mon.).

24. El corazón se engrosa por el prolongado sueño, la vigilia en cambio agudiza la mente (San Evar. Mon.).

 

El no condenar y el perdón de las ofensas.

44. No escuches con atención lo que se habla en contra de tu maestro espiritual y no excites contra él a aquellos, que no lo respetan, para que no se enoje el Señor por tus actos y no te borre del libro de la vida. (San Evar. Mon.).

45. Si te ofende tu prójimo, invítalo a tu casa, y no tengas pereza de ir hacia él y de comer con él. Procediendo así, tu te librarás de la perturbación y no tendrás impedimento durante la oración (San Evar. Mon.).

 

 

Las intrigas de los demonios.

51. Los demonios no conocen nuestros corazones, como piensan algunos. Solo hay uno que ve en los corazones — Dios, Quien conoce la mente humana, porque Él creó a los hombres (Sal 32:15). Pero en parte por nuestras palabras y en parte por nuestros movimientos los demonios adivinan las intenciones de nuestro corazón. Por ejemplo cuando discutimos con alguien, que ha hablado mal de nosotros, los demonios por nuestras palabras iracundas concluyen, que nosotros nos comportamos enemistosamente con él. Entonces, comprendiendo nuestra debilidad, ellos nos inspiran pensamientos enemistosos. Recibiendo estos pensamientos, caemos bajo el yugo del demonio del rencor, quien desde este momento comienza cada vez mas a inflar en nosotros el resentimiento en contra de este ofensor. Porque los malignos demonios observan con curiosidad todos nuestros movimientos y no dejan nada sin atención de aquello, que pudiera ser empleado en contra nuestro: ni el levantarse, ni el sentarse, ni el estar de pie, ni los actos, ni las palabras, ni las miradas — todo lo remarcan atentamente. Diariamente ellos piensan contra nuestro distintas seducciones, para que durante la oración distraer nuestra humilde mente y apagar en ella la luz bendita (San Evar. Mon.).

 

 

 

San Juan de Carpacia.

San Juan de Carpacia vivió en el siglo 5-to en la isla de Carpa, que se encuentra entre Rodas y Creta. Acerca del lugar de su esfuerzo y de su vida no hay nada conocido. Él escribió consoladores palabras a los monjes de India, consistentes en cien enseñanzas (consejos), donde él llama a soportar valientemente los pesares y las tentaciones.

 

 

El temor a Dios, la oración, las tentaciones.

4. Nada desordena tanto la buena disposición, como la risa, las bromas, y la vana palabrería. y también nada renueva tanto el alma envejecida y la prepara para el acercamiento con Dios, como el temor de Dios, la buena atención, el constante aprendizaje en la palabra de Dios y la oración (San Juan Carp.).

6. Así como el hierro, después de estar en contacto con el fuego, se hace intocable, así las oraciones frecuentes fortalecen la mente para la lucha con el enemigo. Por eso es que los demonios tratan con todas sus fuerzas de debilitar nuestra tendencia hacia la oración, sabiendo, que la oración los derrota (San Juan Carp.).

28. Sucede a veces, que el maestro cae en la deshonra y en la tentación por la gente, que recibió de él provecho espiritual. Por eso el apóstol escribía: Nosotros somos débiles y nos sometemos a las deshonras, — por las intrigas del envilecedor del cuerpo, — vosotros sois honorables y fuertes en Cristo (1 Cor. 4:10; San Juan Carp.).

30. Al principio al apóstol Pedro le fueron entregadas las llaves [del Reino Celestial], y después le fue permitido que él negara al Señor Jesucristo, para con esta tal caída hacer mas casta su opinión de sí mismo. Así tu también, si, habiendo recibido las llaves del conocimiento y el razonamiento, caes bajo distintas tentaciones, no te sorprendas por esto, sino glorifica al único omnisciente Señor, que con tu caída refrena tu fatuidad. Porque la tentación — es una rienda que reprime por la providencia de Dios la fatuidad de la gente (San Juan Carp.).

51. Con amenaza y con pelea el diablo atrevidamente ataca el alma, que recién ha salido del cuerpo, revelándose amargo y terrible acusador de sus caídas. Pero también se puede ver aquello, como el alma, amante de Dios y leal a Él, aunque antes muchas veces fue herida con los pecados, no teme sus ataques y amenazas, sino permanece cada vez mas fuerte en el Señor, se alienta con alegría, se anima con la sabiduría, viendo las fuerzas celestiales que la acompañan; y que como con un muro guardan la luz de su fe, y con gran atrevimiento clama contra este mal diablo: "¿Que a ti y a nosotros, extraño a Dios? ¿Que a ti y a nosotros mal siervo echado del Cielo? No tienes tú poder sobre nosotros. Poder sobre nosotros y sobre todos en el mundo tiene Cristo, Hijo de Dios; a Él hemos pecado, a Él daremos respuesta, teniendo como intercesión Su misericordia hacia nosotros y la salvación en Él, Su santa cruz. Tú por tu parte corre y aléjate de nosotros, execrado (San Juan Carp.).

 

 

San Diadok, obispo de Fotika.

San Diadok vivió en la segunda mitad del siglo 5-to y fue obispo de Fotika en el Epiro. Los datos acerca de su vida no se conservaron. Él era famoso por su vida santa y su sabiduría. Son conocidas sus obras, escritas en idioma griego: "La palabra ascética," " Lecciones sobre la Ascensión del Señor," "Contra los arianos" y " Cien preceptos " acerca de la vida espiritual, la sobriedad (la vigilia) y la vida virtuosa. Terminó sus días con muerte de mártir.

 

La gracia del bautismo, la fe, el temor de Dios.

2. Algunos piensan, que la gracia y el pecado — el Espíritu de Verdad y el de maldad — habitan juntos en el alma de los bautizados. Pensando así, ellos enseñan que al mismo tiempo que el Espíritu bueno atrae la mente hacia el bien, el espíritu malo — hacia lo contrario a esto. Yo por mi parte, por las Escrituras Divinas y de mi propia experiencia he concluido, que antes del bautismo la gracia desde afuera dirige el alma hacia el bien, pero satanás se anida en sus mismas profundidades, tratando de limitar a la mente las justas intenciones. Desde el momento del renacimiento del hombre, en el misterio del bautismo, la gracia se establece dentro del hombre y desde allí lo dirige, pero el demonio ataca al hombre desde fuera. De esta manera si antes del bautismo sobre el alma gobernaba el encanto y el engaño, después del bautismo sobre ella gobierna la verdad. Satanás aun después del bautismo ataca el alma, a veces hasta aun más fuertemente que antes. Pero esto no es así porque el mal coexiste con la gracia en el alma del hombre. ¡No será así! Sino por medio de la flema del cuerpo y lo agradable de los viles placeres satanás, como echando humo delante de la mente, trata de enturbiarla. Y sucede esto por permiso de Dios, para que el hombre alcance la alegría espiritual a través de la tormenta, el fuego y la tentación. Porque también está dicho en las Escrituras: "Nosotros pasamos por el fuego y el agua, y Tú nos sacaste a la libertad" (B. Diad.).

2. La gracia desde el mismo momento del bautismo invisiblemente habita en las profundidades del alma, ocultando, sin embargo, su presencia de los sentidos del nuevo bautizado. Pero cuando él comienza a amar a Dios con todo su corazón, entonces la gracia a través del sentido de la mente comienza de una manera misteriosa a conversar con el alma, frecuentemente participando con ella sus bienes. Por eso cuando el hombre decide conservar para siempre dentro suyo esto que ha conseguido, entonces él con alegría renuncia a todos los bienes terrenales, para conseguir completamente aquel campo, en el cual él encontró oculto el tesoro de la vida (Mat. 13:44). Porque el hombre descubre dentro suyo aquel lugar, en el cual se encubrió la Gracia Divina, solo después que la renuncia a todos los bienes mundanos de esta vida. Después en la medida del progreso del hombre en las virtudes también el don de la gracia Divina descubre su bienhechor accionar en su alma. Pero entonces el Señor también permite a los demonios inquietar aún mas el alma, para enseñarle razonadamente a diferenciar entre el mal y el bien y hacerla humilde (B. Diad.).

3. El hombre, investigando la profundidad de la fe, se atormenta con las olas de distintos pensamientos, pero el que contempla los objetos de la fe con el alma dispuesta con la simpleza del corazón se endulza con la tranquilidad interior (B. Diad.).

3. El ayuno, como un medio que conduce a la castidad, tiene valor, pero no delante de Dios. Por eso los que se esfuerzan en la devoción y vida piadosa no deben volverse altivos por su esfuerzo en el ayuno, sino solo de la fe en Dios esperar alcanzar su meta. Pues tampoco los maestros de un oficio convencen a los demás de su perfección por la calidad de sus instrumentos, sino que pacientemente terminan su obra, que es la que testifica que tan perfectos son ellos como maestros (B. Diad.).

4. Nadie puede alcanzar el amar a Dios con todo su corazón, si primero no alberga y calienta dentro suyo el temor de Dios, porque el alma llega al amor activo solo después de que se limpia y se ablanda por la obra del temor a Dios (B. Diad.).

5. Todos nosotros somos creados a imagen de Dios. Pero asemejarse a Dios solo es alcanzable a aquellos que por su gran amor se hicieron siervos de Él. Porque cuanto más nosotros renunciamos a nosotros mismos, tanto mas nos asemejamos a Aquel, Quien por Su gran amor nos reconcilió a nosotros Consigo. Nadie puede conseguir este estado, si antes no se convence a sí mismo a no cautivarse a los encantos de una vida autoagradable (B. Diad.).

 

 

La constancia, la continencia la verbosidad, la desesperanza.

13. Para la gente, que recién comienza a amar la devoción, el camino a las virtudes le parece áspero y atemorizante. Y esto no es porque él por su esencia es así, sino porque la gente desde su niñez se acostumbra a vivir vastamente y en placeres. Para aquel, en cambio, que ha vivido piadosamente una cierta parte de su vida, el camino de las virtudes se le presenta como bueno y alegre. Porque, cuando las malas tendencias nosotros las derrotamos con buenos hábitos, entonces al mismo tiempo se va también el apasionamiento a las satisfacciones corporales. Después de esto el alma ya camina animadamente por el camino virtuoso. Por eso el Señor, llamándonos a comenzar nuestra salvación, dice, que el camino que conduce a la vida, es estrecho y pesaroso y son pocos, aquellos que caminan por él (Mat. 7:14). Para aquellos, sin embargo, que con diligencia desean vivir según Sus santos mandamientos, Él les dice: "Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mat.11:30). Debemos nosotros en el comienzo de nuestro esfuerzo obligarnos a cumplir los santos mandamientos. Entonces el misericordioso Señor, viendo nuestra buena intención y trabajo, nos dará presteza y libre voluntad para con satisfacción someternos a sus santos mandatos todo el restante tiempo de nuestra vida (B. Diad.).

13. Así como la cera no calentada y ablandada no puede recibir con nitidez el sello que se pone sobre ella, así también el hombre, hasta que no sea probado con trabajos y debilidades, no puede producir sobre sí el sello de las virtudes de Dios. Debemos con agradecimiento soportar cualquier prueba, que nos sucediera a nosotros por la voluntad y la providencia de Dios — y entonces, tanto las enfermedades, como así también la lucha con los pensamientos, que nos inseminan los demonios, nos serán considerados como un segundo martirio. Porque el enemigo del genero humano, que alguna vez decía a los santos mártires por boca de las autoridades transgresoras: "Renunciad a Cristo y amad la gloria de este mundo," también ahora habla algo semejante a los siervos de Dios. Él, que alguna vez martirizaba a los justos y a través de los herejes infamaba a los venerados maestros de la Iglesia, ahora mediante la denigración y la vejación produce distintos sufrimientos a los confesores de la devoción, — y especialmente entonces, cuando ellos por causa de la gloria del Señor con gran empeño ayudan a los perseguidos y pobres. Por esta causa nos corresponde a nosotros con cuidado y paciencia formar dentro nuestro el siguiente testimonio de nuestra conciencia delante del rostro del Señor: "Firmemente confié yo en el Señor, y Él se inclinó hacia mí y oyó mi clamor" (B. Diad.).

27. Así como cuando nos sobrecargamos de alimento, nuestro cuerpo se hace fláccido, perezoso y torpe, así ante el agotamiento proveniente de una continencia excesiva la parte contemplativa de nuestra alma se vuelve abatida e incapaz de razonar. Por esto nos es indispensable medir la cantidad de nuestra alimentación con el estado de nuestras fuerzas físicas. Así, cuando el cuerpo está sano, es indispensable en la medida de la necesidad estrecharlo, y cuando esta débil — en cierta medida aflojar la continencia. El que se esfuerza no debe dejarse caer en el debilitamiento, sino debe guardar fuerzas, indispensables para el esfuerzo, para así con los trabajos corporales limpiar su alma (B. Diad.).

27. Como en el cuarto de baño la puerta que se abre frecuentemente deja escapar hacia afuera el calor interior, así el hombre, que habla mucho, aunque todo fuera provechoso, a través de la puerta de la conversación pierde la entereza espiritual. Esto hace que su razón se prive de la pureza de los pensamientos, y entonces el hombre por el desordenado aflujo de los pensamientos comienza a llevar una conversación desordenada. En una condición así el hombre ya no tiene el Espíritu Santo, que guarda su pensamiento en entereza, porque el buen Espíritu, siendo extraño a cualquier agitamiento y ensueño, se aleja de la verborragia (B. Diad.).

29. Cuando el alma deja de desear los engañosos bienes terrenales, entonces de tiempo en tiempo se introduce subrepticiamente en ella cierto espíritu de desánimo, el cual no le permite trabajar animosamente en el servicio de la palabra y le quita a ella el deseo de los bienes futuros. Esta vida temporal se la presenta al alma como completamente insignificante y no teniendo virtudes dignas de obras, y el conocimiento espiritual conseguido por ella lo rebaja, como conocido por todos y como no revelador de nada especial. Nosotros podemos escapar de esa pasión enfriante y debilitante, si guardamos nuestro pensamiento en los estrechos marcos de la memoria de Dios, porque solo de esta manera nuestro espíritu, vuelto a su natural ardor espiritual, podrá vencer esta debilitante pasión (B. Diad.).

 

 

El amor a Dios y al prójimo.

40. Quien se ama a sí mismo, ese no puede completamente amar a Dios, y quien no se ama a sí mismo por causa de un fuerte amor a Dios, solo ese en verdad ama a Dios. Un hombre así nunca deseará gloria para sí mismo, sino únicamente para Dios... Para el alma amante de Dios, llena del sentimiento Divino, le es propio buscar únicamente la gloria de Dios, y con respecto a sí mismo, endulzarse con la humildad. Porque a Dios, por causa de Su grandeza le corresponde la gloria, al hombre en cambio — la humildad (B. Diad.).

42. Cuando el hombre comienza a sentir un fuerte amor a Dios, también comienza a amar al prójimo, y comenzando — no se detiene. Precisamente así enseñan a amar las Santas Escrituras. Y al tiempo que el amor carnal se evapora por la causa más pequeña, el espiritual — permanece. En el alma amante de Dios, encontrándose bajo el accionar de Dios, la unión del amor no se corta, ni aún cuando alguien la amarga. Esto es porque el alma amante de Dios calentada por el amor a Dios, aunque soportara del prójimo algún pesar, rápidamente vuelve a su previo buen estado y animadamente repone dentro suyo el sentimiento del amor al prójimo. Dentro de ella la amargura de la discordia se absorbe y consume completamente con la dulzura Divina (B. Diad.).

40. Un novicio preguntó a su maestro: "¿Quién, entonces, padre, puede cumplir todos los mandamientos, si ellos son tan grandes en número?" El maestro contestó: "Aquel, que imita a nuestro Señor Jesucristo y lo sigue paso por paso." — "¿Y quien puede imitar al Señor? — volvió a preguntar el discípulo irresolutamente. — Pues el Señor era Dios, aunque se hizo hombre, pero yo — soy hombre pecador, esclavizado por incontable cantidad de pasiones. ¿Cómo puedo yo imitar al Señor?" El maestro explicó: "De la gente, esclavizada por la vanidad y el afán, ninguno puede imitar al Señor. Sino solo aquellos, que junto con los apóstoles pueden decir: "He aquí nosotros hemos dejado todo y seguimos detrás de Ti" (Mat.19:27), — reciben fuerza para imitar al Señor y caminar por todos sus mandamientos. "Entonces el novicio dijo: "Pero, padre, los mandamientos del Señor son muchos, ¿y quien puede recordarlos a todos, mucho menos cumplirlos, en especial un hombre tan débil como yo? Quisiera yo escuchar de ti un breve precepto, para que yo pudiera salvarme, guiándome por él." El maestro respondió: "Aunque los mandamientos son muchos, pero todos se encuentran en uno: "Amarás al Señor tu Dios con todas tus fuerzas, con toda tu mente; y a tu prójimo — como a ti mismo" (Luc.10:27). El hombre, tratando de cumplir precisamente este mandamiento, cumple también todos los demás. Pero quien no se libra completamente del apasionamiento hacia lo material, ese no puede real y verdaderamente amar a Dios, ni al prójimo. Por eso tu y todos se ocupan de lo corporal, pero, tomando sobre ti el posible esfuerzo, según tus fuerzas, convierte toda tu mente en lo interior, porque — por la palabra del apóstol — el ejercicio corporal es poco provechoso, pero la devoción es provechosa para todo" (B. Diad.).

 

 

Las intrigas de los demonios.

51. Cuando el alma comienza a endulzarse con la bendita consolación del Espíritu Santo, entonces también satanás durante el descanso nocturno o durante la somnolencia trata de introducir en ella su pretendida consolación en un sentimiento aparentemente dulce. Si en este momento la mente resulta guardante en su recuerdo del santo nombre del Señor Jesucristo, y usa este santo y glorioso nombre como leal arma contra la seducción del enemigo, entonces el malvado engañador inmediatamente se aleja. Sin embargo, soportando la derrota, él después se levanta en armas contra el hombre amante de Dios ya abiertamente (y no solamente en los pensamientos). Así la mente, fielmente descubriendo las cobardes redes del malo, cada vez mas progresa en el entendimiento de los objetos espirituales (B. Diad.).

 

 

 

Elías Ekdikto, el Presbítero.

Los datos acerca de San Elías son muy pobres. Se sabe, que él se destacaba en la sabiduría espiritual, y que su palabra era expresiva y fuerte. Sus enseñanzas son llamadas "Compendio de flores" porque están constituidas por las enseñanzas de distintos antiguos padres.

 

 

La oración, la valentía los hábitos pecaminosos, el arrepentimiento la humildad, el razonamiento.

6. Si las palabras de la oración no penetran dentro del alma, entonces tampoco las lágrimas lavarán su superficie (Pr. Elías Ed.).

13. Al cristiano, que sinceramente cree en Dios, no le corresponde entregarse despreocupadamente al descuido, sino que debe siempre esperar las tentaciones y estar preparado para recibirlas; y cuando ellas lleguen, no cohibirse y no perturbarse sino, agradecidamente soportar el pesar (Pr. Elías Ed.).

21. No te cargues ni siquiera con un pequeño pecado, entonces no serás esclavizado por el grande, porque nunca sucede, que lo grande surgiera antes que lo pequeño (Pr. Elías Ed.).

23. La gente, que no está predispuestas al arrepentimiento, también peca mas frecuentemente, pero aquellos, que pecaron contra su voluntad, se arrepienten mas fácilmente. Por otra parte, ellos también tienen menos necesidad en esto (Pr. Elías Ed.).

23. No te enojes contra aquel, que con su acusación descubrió el mal encubierto dentro de ti. Sino, viendo la inmundicia echada fuera, acúsate a ti mismo, y agradece a Dios, que providencialmente así lo dispuso (Pr. Elías Ed.).

27. El reproche despierta la energía dentro del alma, y la alabanza la debilita y la hace perezosa hacia las buenas obras (Pr. Elías Ed.).

29. No es libre del pesar ni el pecador, ni el justo; pero el primero se apesadumbra, que todavía no se apartó completamente del pecado, y el segundo, que todavía no poseyó toda la virtud (Pr. Elías Ed.).

30. Así como el que piensa elevadamente de sí mismo no nota sus defectos, así el humildemente sabio — no nota sus buenas cualidades. Al primero la ignorancia le oculta lo malo de los defectos y al segundo — lo agradable a Dios (Pr. Elías Ed.).

30. Así como el mercader sin oro — no es mercader, aunque él fuera muy capaz en los negocios; así también el hombre, que se esfuerza sin la humilde sabiduría, no verá los buenos frutos de las virtudes, aunque él se apoyare mucho en su inteligencia (Pr. Elías Ed.).

36. No solo es indispensable, que la buena obra se realice con buena predisposición, sino también que el hombre la concrete, como corresponde, o sea que tenga en cuenta el tiempo y la medida (Pr. Elías Ed.).

 

 

"Patriarcal" del ob. Ignacio Branchaninov.

 

 

Las enseñanzas de varios antiguos ascetas.

 

La fe, la oración y la lectura de la palabra de Dios.

3. La fe — esto es un don, que nos predispone binhechoramente. Ella genera en nosotros el temor de Dios. El temor de Dios nos enseña como cumplir los mandamientos y vivir virtuosamente. De la vida virtuosa surge el deseado desapasionamiento, y del desapasionamiento — el amor, el que es la plenitud de todos los mandamientos, que los abarca a todos (San Teodoro de Edessa).

3. La fe y la esperanza — estos no son comunes o casuales estados espirituales. Porque la fe exige fortaleza espiritual, y la esperanza — una moral justa y un justo corazón. Aparte de esto, ¿cómo puede el hombre fácilmente creer en lo invisible sin la contribución de la Gracia? ¿Y como puede el tener esperanza inquebrantable sobre lo invisible y lo futuro, si previamente no consigue una cierta experiencia personal en los dones del Señor, que lo cercioran en lo futuro como si fuera presente? Así, estas dos virtudes exigen el esfuerzo de nuestra voluntad, y simultáneamente la contribución de Dios y Su ayuda, sin las cuales será inútil todo nuestro trabajo (San Teognost).

6. Quien desee, que Dios escuche mas rápidamente su oración, ese antes de cualquier otra oración que ore por sus enemigos, y por causa de esto Dios recibirá su oración (Abba Zenón).

7. El agua por su naturaleza es blanda, y la piedra es dura. Sin embargo, cuando el agua cayendo por el canalón, gotea sobre la piedra, de a poco la perfora. Así también la palabra de Dios es blanda, y nuestro corazón es áspero. Pero si el hombre escucha frecuentemente la Palabra de Dios, entonces su corazón se ablanda y se hace capaz de recibir dentro suyo el temor de Dios (Abba Pimen).

7. El árbol se conoce por sus frutos, y la constitución de la mente — por los pensamientos, en los que ella permanece (Abba Isaías).

 

 

El empeño, la continencia, los hábitos la castidad, la humildad, los pensamientos inmundos.

13. Un discípulo le dijo a su maestro: "Mis pensamientos me dicen, que yo soy bueno." El maestro le contestó: "El hombre, que no ve sus propios pecados siempre se reconoce bueno. Aquel, en cambio, que ve sus pecados, no puede pensar, que él es bueno, porque él se reconoce a sí mismo así como se ve — es decir, pecador. Es necesario esforzarse mucho a cada uno, para verse a sí mismo. La indolencia, la ignorancia y el debilitamiento entenebrecen los ojos del corazón" (maestro anónimo).

13. Si aniquilas las luchas contra las tentaciones y contra los pensamientos — no quedará ni un solo santo. El que escapa de la salvadora tentación huye también de la vida eterna. Alguno de los santos dice: "¿Quién consiguió las coronas a los santos mártires, sino los que los martirizaron? ¿Quién regaló al protomártir Esteban una gloria tan grande, sino aquellos, que lo apedrearon?" Y mencionaba también el dicho de otro santo, que decía: "Yo no culpo a los que hablan mal de mí, sino, en cambio, los considero y los honro como mis benefactores, y no niego al Médico de las almas, que entrega a mi vanagloriosa alma la medicina de la devoción, temiendo, que Él nunca diga también a mi pobre alma: "Medicamos nosotros a Babilonia, pero ella no sanó" (Abba Zósimo).

21. Cuanto más nosotros complacemos a las pasiones, tanto mas los recuerdos apasionados van a intranquilizar nuestra alma. Cuando los recuerdos apasionados se borren de nuestros corazones tanto, que ellos no puedan ni acercarse a él — esto es indicio del perdón de nuestros pecados previos. Porque, mientras el alma se comporta apasionadamente hacia algo pecaminoso, esto es señal que el pecado todavía domina sobre ella" (Teodoro de Edessa).

24. Decía abba Daniel: "Cuanto más obeso el cuerpo, más débil es el alma, y cuanto más seco es el cuerpo, ella es mas fuerte... Cuanto más se seca el cuerpo, con ello el alma se hace más delgada, y cuanto más delgada, mas ardiente" (Abba Daniel).

24. El cuerpo tiende a regocijarse con las satisfacciones de los sentidos, y cuanto más se complace tanto mas tiene sed de ellos. Esta tendencia es contraria a la tendencia del alma. Por eso en primer lugar tratemos de refrenar nuestros sentidos, para no regocijarnos con satisfacciones físicas. Por cuanto el cuerpo, cuanto más fuerte se hace, tanto mas tiende hacia lo suyo, y cuanto más exitosamente alcanza lo suyo, se hace tanto más difícil de contener, el alma debe tratar de mortificar el cuerpo por medio del ayuno, el velar, el estar de pie, el dormir sobre la tierra desnuda y otras semejantes privaciones, para que, debilitando las tendencias de los sentidos, hacer el cuerpo humilde y obediente al alma. Pero, así como desear esto es fácil, así también alcanzarlo es difícil. Por eso sabiamente nos es ofrecida la medicina de la oración y de las lágrimas (Teodoro de Edessa).

25. Un discípulo preguntó a abba Agaphon, como luchar con la pasión carnal. El maestro le contestó: "Ve, somete delante de Dios tu fuerza [humíllate extremadamente ante Él], — y encontrarás tranquilidad.

25. Abba Pimen habla acerca de los pensamientos lujuriosos: Si un cofre, lleno de cosas, está mucho tiempo sin ser abierto, y la ropa que está dentro no es ventilada, ella con el tiempo se pudrirá. Así también sucede con los pensamientos inmundos, que nos son introducidos por el diablo: si no los cumplimos en los hechos, ellos con el tiempo se pudrirán y desaparecerán" (Abba Pimen).

30. El humildemente sabio ni siquiera tiene lengua para decir de alguien, que él es descuidado o negligente acerca de ocuparse de su salvación. Él no tiene ojos, para ver los defectos de los demás. Él no tiene oídos, para escuchar las conversaciones perniciosas. Él no se ocupa de nada temporal, sino únicamente se ocupa de sus pecados (Abba Isaías).

30. Si vieres a un joven, que viviere según su propia voluntad y que atrevidamente se eleva al cielo, tómalo por las piernas y tráelo a la tierra, porque una elevación así es destructora para él (maestro anónimo).

30. Prefiero la derrota con humildad al triunfo con orgullo (maestro anónimo).

30. El triunfo espiritual del hombre se mide por su humildad. En la medida en que él se sumerge en la humildad, en tanto él se elevará en las virtudes (maestro anónimo).

30. Yo prefiero al hombre que peca y que se arrepiente al hombre que no peca y que no se arrepiente (Abba Pimen).

31. Niega los malos pensamientos, no les prestes atención, y ellos se alejarán de ti. Ellos desordenan solo a aquel, que tiene miedo de ellos (Abba Isaías).

 

 

El amor al prójimo la no condenación y el perdón.

44. Cierta vez abba Isaías vio, como una persona realizaba un grave pecado. El maestro no lo acusaba, sino que se dijo a sí mismo: "Si Dios, Quien lo creó, ve esto y tiene misericordia de él, entonces quien soy yo, para acusarlo" (Abba Isaías).

45. "Nadie tiene mas amor, que aquel que pone su alma por sus amigos" (Juan, cap. 15). Si alguien oye una palabra que lo amarga, y en lugar de contestar con una ofensa semejante, se vence a sí mismo y calla, o, siendo engañado, soporta esto y no se venga del engañador, — entonces con esto él pone su alma por su prójimo (Abba Pimen).

 

 

Pensamientos acerca de la muerte el accionar de los demonios, el don de enseñanza.

50. Verdaderamente muchas virtudes contienen dentro suyo el pensamiento profundo acerca de la muerte. Este conduce a la continencia, nos recuerda acerca del infierno, ayudan a la oración, generan lágrimas, resguardan el corazón, colaboran con la autoprofundización. De estas virtudes, a su vez, nace el profundo temor de Dios, y el corazón se purifica de los pensamientos apasionados (San Filofeo de Sinaí).

50. ¡Que indecible consolación, cuando el alma con convencimiento en su salvación se separa del cuerpo, dejándolo, como si fuera ropa! Porque, como si ya poseyera los futuros bienes, ella lo deja sin pesar, yendo en paz hacia el Ángel, que desciende desde lo alto con alegría hacia ella, y junto con él sin impedimento pasando la extensión aérea, no siendo sometida a ningún ataque de parte de los espíritus del mal, sino con alegría elevándose con seguridad y con agradecidas exclamaciones, hasta que alcanza la adoración al Creador, y allí recibirá la disposición de ser alojada junto a infinidad de otras semejantes emparentadas a ella en las virtudes hasta la común resurrección (San Teognost).

51. Así como satanás a través nuestro guerrea contra Dios, en aquello, que nos incita a quebrantar los mandamientos Divinos, y con esto dificulta la realización de Su Voluntad así también Dios a través nuestro destruye los planes de perdición del malo en esto, que nos ayuda a cumplir Su santa voluntad, expresada en Sus Divinos y vivificantes mandamientos. Así a través de nuestra debilidad humana Dios desmorona los planes de lucha del enemigo (San Filofeo de Sinaí).

53. Es peligroso comenzar a enseñar a nuestro prójimo antes de tiempo, para uno mismo no caer en aquello, de lo cual lo quieres resguardar. Aquel que peca, no puede enseñar a otros, como no pecar (Abba Isaías).

 

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Hoja misionera #SA11

Misión Ortodoxa de la Santísima Trinidad

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Redactor: Obispo Alexander (Mileant)

 

(santos_padres_1.doc 02-07-2002)