Servicio

de la

Transfiguración del Señor

Se celebra el 19(6) de agosto

 

 


Contenido: Visperas Majores. En la Divina Liturgia. Oración de bendición de uvas. Palamas y la Luz Taborica.


 

Visperas Mayores

En las vísperas mayores, la introducción, Venid, adoremos..., el Salmo 103, y la gran letanía como de costumbre. No hay catisma sino los domingos (cuando se lee el catísma entero) y los lunes (cuando se lee sólo la primera Antífona).

Al Señor, a ti he clamado... los idiomelos siguientes, repitiéndose cada uno, en el tono 4: Del monje Cosme:

Antes de tu crucifixión, Señor, el Monte pareció el cielo y la nube se extendió como un tabernáculo, mientras que Tú te transfiguraste y el Padre dio testimonio de ti. Estuvo presente Pedro con Jacobo y Juan, los que habían de estar contigo cuando fueras traicionado, a fin de que, habiendo contemplado tus maravillas, no se desanimaran viendo tus sufrimientos, las cuales haznos dignos de adorar en paz por tu grande misericordia.

Antes de tu crucifixión, Señor, llevaste a tus discípulos a un monte alto, y te transfiguraste ante ellos, iluminándoles con los rayos de tu potencia porque quisiste mostrarles, por amor a los hombres y por tu autoridad, el esplendor de tu resurrección. De ella, haznos dignos en paz, Dios misericordioso que amas a los hombres.

Cubierto antaño de tinieblas y de humo ahora es venerable y santo, Señor, el monte, porque en el pisaron tus pies; el misterio escondido desde antes de los siglos, se revela en tu temible transfiguración en estos postreros días a Pedro y a Juan y a Jacobo. No pudiendo contemplar el resplandor de tu rostro y la brillantez de tu vestido, cubriéndose se postraron sobre sus rostros con temor y se asombraron al ver a Moisés y a Elías conversar contigo de todo lo que habla de pasarte. Hubo también la voz del Padre, dando este testimonio: Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia; a él oíd. El es quien concede al mundo la gran misericordia.

Habiéndose transfigurado en el monte alto, acompañado de los jefes de los Apóstoles, el Salvador les hizo gloriosamente resplandecientes, enseñándoles que al alcanzar la altura de la virtud, les haría dignos de la gloria divina. Moisés y Ellas, conversando con Cristo, revelaron que El es Señor de los vivos y de los muertos, y que es el Dios que de antaño habló por la ley y por los profetas, y la voz del Padre, desde la nube luminosa dio testimonio, diciendo: a é1 oíd, a aquel que despoja el infierno por su cruz y concede a los muertos la vida eterna.

Gloria ... Y ahora ... de Anatolio, tono 6:

Prefigurando tu resurrección, Cristo Dios nuestro, tomaste a tres discípulos tuyos, a Pedro, a Jacobo y a Juan, y subiste al Monte Tabor; y al transfigurarte, Salvador, el monte se cubrió de luz. Tus discípulos, Verbo, se postraron en la tierra, no pudiendo soportar la vista de tu continencia invisible. Los ángeles te servían con temor y temblor, se estremecían los cielos y temblaba la tierra, viendo al Señor de gloria en la tierra.

La Entrada y el proquimeno del día y las lecturas del Antiguo Testamento. Antes de cada una, el diácono dice: Sabiduría y el lector anuncia el título de la lectura, y el diácono dice: Atendamos.

Lectura del Exodo (20: 12-18):

E1 Señor dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles. Y se levantó Moisés con Josué su servidor, y Moisés subió al monte de Dios. Y dijo a los ancianos: Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros; y he aquí Aarón y Hur están con vosotros; el que tuviere asuntos, acuda a ellos. Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte. Y la gloria del Señor reposé sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamo a Moisés de en medio de la nube. Y la apariencia de la gloria del Señor era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel. Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.

Lectura del Exodo (33: 11-23; 34: 4-6, 8):

En aquellos días, hablaba el Señor a Moisés cara a cara, como habla cual quiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo. Y dijo Moisés al Señor: Mira, tu me dices a mi: Saca este pueblo; y ti! no me has declarado a quien enviarás conmigo. Sin embargo, tu dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos. Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo Y El dijo: Mi presencia irá contigo, y te dará descanso. Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. ¿Y en qué se conocerá . aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra? Y el Señor dijo a Moisés: También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre.

El entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre del Señor delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. Y dijo aun el Señor: He aquí un lugar junto a mi y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y veras mis espaldas; mas no se verá mi rostro. Y Moisés se levantó de mañana y subió al monte Sinaí, como le mandó el Señor, y llevo en su mano las dos tablas de piedra. Y el Señor descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre del Señor. Y pasando el Señor por delante de él, proclamó: ¡Señor! ¡Señor! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad. Entonces Moisés, apresurándose, bajo la cabeza hacia el suelo y adoró.

Lectura del Tercer Líbro de Reyes (19: 3-9, 11-13, 15, 16-17):

En aquellos días Elías vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Señor, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y de dijo: Levántate, come. Entonces él miro, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. Y volviendo el ángel del Señor la segunda vez, lo tocó diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. Se levanto, pues y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra del Señor, el cual le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante del Señor. Y he aquí el Señor que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y le dijo el Señor: Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Elíseo hijo de Safat, para que sea profeta en tu lugar.

Luego la letanía, Digamos todos.... y Concede, Señor, guardarnos ... por el lector y la letanía vespertina: Completemos nuestra oración vespertina... El coro canta el verso de la Litia y salimos en procesión al nártex, donde se recitan las intercesiones.

Verso de la Litia, tono 2:

Aunque en tu bondad has santificado el universo entero por tu luz, te transfiguraste en un monte alto y mostraste a tus Apóstoles tu potencia porque rescatas al mundo de sus transgresiones. Por tanto, te clamamos: Señor misericordioso, salva nuestras almas.

Después de las intercesiones, el clero vuelve al centro de la iglesia, y el coro canta: El Apstica, tono 1:

Aquel que de antaño conversó con Moisés en el Monte Sinaí por medio de figuras y le dijo: Yo Soy El Que Soy, se transfiguró hoy en el Monte Tabor ante sus discípulos para mostrarles en sí la naturaleza humana revestida de la hermosura original de su arquetipo. Y llamando a Moisés y a Elías para que fueran testigos de una gracia tan grande; hizo participar de su gozo a los que antes habían anunciado su muerte en la cruz y su resurrección redentora.

Verso: Tuyos son los cielos, tuya también la tierra: el mundo y su plenitud, tú lo fundaste.

Profetizando en el Espíritu la venida en la carne entre los hombres de tu Hijo unigénito, David, el antecesor de Dios, desde lejos llama a la creación al regocijo, y clama proféticamente: El Tabor y el Herman cantarán en tu nombre, porque subiendo a este monte con tus discípulos, Salvador, y transfigurándote, has hecho resplandecer nuevamente la naturaleza entenebrecida de Adán, transformándola en la gloria brillante de tu divinidad. Por tanto, te clamamos: Señor, Hacedor de todo, gloria a ti.

Verso: El Tabor y el Hermón cantarán en tu nombre.

Habiendo contemplado el torrente irresistible de tu iluminación y tu divinidad inaccesible, tus Apóstoles escogidos, Cristo sin origen, fueron raptados por un éxtasis divino e iluminados por una nube luminosa. oyeron la voz del Padre dando testimonio del misterio de tu encarnación, y de que Tú eres, aún después de la encarnación, el Unigénito y el Salvador del mundo.

Gloria... Y ahora... tono 6:

A Pedro, a Jacobo y a Juan, tus discípulos escogidos, Señor, les manifestaste hoy en el monte Tabor la gloria de tu forma divina, porque vieron brillar tu vestido como la luz, y tu rostro mas que el sol. No pudiendo contemplar tu insoportable resplandor, se postraron en la tierra incapaces de abrir los ojos, mas oyeron la voz desde lo alto que daba testimonio: Este es mi Hijo amado, que vino al mundo a salvar a los hombres.

Y luego: Ahora Señor, despides en paz a tu siervo.... las oraciones del Trisagio y después de la exclamación, Porque tuyos son el reino...el coro canta tres veces el Tropario de la fiesta, mientras que el sacerdote o el diácono inciensa alrededor del analogio tres veces.

Cuando te transfiguraste, Cristo Dios, en el Monte Tabor, revelaste tu gloria a los discípulos según pudieron contemplar. Haz resplandecer sobre nosotros pecadores tu luz eterna. Por la intercesión de la Deípara, Tú que concedes la luz, gloria a ti.

Después de la bendición de los panes, el trigo, el vino y el aceite, volvemos al santuario. El coro canta: Bendito sea el nombre del Señor... tres veces y el Salmo 33. Luego el sacerdote da la bendición menor. Si siguen inmediatamente los maitines, después de la bendición, el lector comienza a leer los Seis Salmos. Si no, el diácono dice: Sabiduría, y lo demás.

 

En la Divina Liturgia

La Primera Antífona (en vez de Bendice, alma mía, al Señor... ), tono 2:

Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra. Cantad la gloria de su nombre; poned gloria en su alabanza.

Verso: Por las intercesiones de la Deípara, Salvador, sálvanos.

La voz de tu trueno estaba en el torbellino; tus relámpagos alumbraron el mundo; se estremeció y tembló la tierra.

Verso: Por las intercesiones de la Deípara, Salvador, sálvanos.

Te has vestido de gloria y de magnificencia. El que se cubre de luz como de vestidura.

Verso: Por las intercesiones de la Deípara, Salvador, sálvanos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Verso: Por las intercesiones de la Deípara, Salvador, sálvanos.

La Segunda Antífona (en vez de Alaba, alma mía, al Señor... ), en el mismo tono:

El monte de Sión, a los lados del norte, la ciudad del gran Rey.

Verso: Sálvanos, Hijo de Dios, transfigurado en el monte, a los que te cantamos: Aleluya.

Los trajo después a las fronteras de su tierra santa, a este monte que gano su mano derecha.

Verso: Sálvanos, Hijo de Dios, transfigurado en el monte, a los que te cantamos: Aleluya.

Escogió la tribu de Judá, el monte de Sión, al cual amo; edificó su santuario a manera de eminencia.

Verso: Sálvanos, Hijo de Dios, transfigurado en el monte, a los que te cantamos: Aleluya.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. y luego:

Hijo unigénito y Verbo de Dios... como de costumbre.

La Tercera Antifona (en vez de las Bienaventuranzas), en el tono 7:

Los que confían en el Señor son como el monte de Sión, que no se mueve, sino que permanece para siempre.

Tropario: Cuando te transfiguraste...

Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella, así el Señor está alrededor de su pueblo desde ahora y para siempre.

Tropario: Cuando te transfiguraste...

Señor, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?

Tropario: Cuando te transfiguraste...

¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién estará en su lugar santo?

Tropario: Cuando te transfiguraste...

El Isodicón: (verso de la Entrada):

Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiaran; me conducirán a tu santo monte, y a tus moradas.

Luego se canta otra vez el troparío: Cuando te transfiguraste...

Gloria ... Y ahora... y este contaquío en el tono 7:

Te transfiguraste, Cristo Dios, y tus discípulos vieron tu gloria según pudieron contemplar. Para que cuando te vieran crucificado, comprendieran que tu muerte fue voluntaria y proclamaran al mundo que Tu eres verdaderamente el resplandor del Padre.

Proquímeno, tono 4: Oh Señor, cuán grandes son tus obras; con sabiduría las has hecho todas.

Verso: Bendice,alma mia, al Señor;

Dios mío, te has hecho sobremanera glorioso.

Lectura de la Segunda Epístola Católica de San Pedro Apóstol:

Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente. Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podíais en todo momento tener memoria de estas cosas. Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. Pues cuando recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnifica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros olmos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra un lugar oscuro, hasta que el dia esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones.

Aleluya, tono 8: Tuyos son los cielos, tuya también la tierra.

Verso: Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte.

Lectura del Santo Evangelio según Mateo:

En aquellos días, Jesús tomo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con el. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras el aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y a dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo. Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos.

En lugar de Digno es en verdad.... cantamos el Hirmo, de la Novena Oda del Primer Canon:

Magnifica, alma mía, al Señor que se transfiguro en el Monte Tabor.

Tu alumbramiento fue inmaculado: Dios brotó de tu seno, y apareció en la tierra vestido de la carne, y habito entre los hombres; por tanto, nosotros todos te magnificamos, Deípara.

La Comunión: Andaremos, Señor, a la luz de tu rostro y en tu nombre nos alegraremos todo el día.

Según la tradición de los santos Padres después de la Divina Liturgia de la Fiesta de la Transfiguración del Señor, el sacerdote bendice uvas y otras frutas traídas a la Iglesia por los fieles.

Oración

Dios Salvador nuestro, que te dignaste llamar a tu Hijo unigénito, nuestro Señor y Dios y Salvador Jesucristo, la Vid, y por El nos has concedido el fruto de la inmortalidad, Tú mismo bendice el fruto de la vid aquí presente, y haznos a nosotros que participamos de él participantes de la verdadera Vid. Conserva nuestra vida sin daño y concédenos siempre tu paz y adorna nuestra vida de tus dones ¡mortales, por la intercesión de la purísima Señora Deípara y siempre Virgen María y de todos tus Santos, que por todos los siglos te han agradado. Porque Tú eres Dios bueno que amas a los hombres, y te damos gloria, a ti, Padre sin origen con tu Hijo unigénito y con tu Santísimo Espíritu Bueno y Vivificador, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

 

*** *** ***

Palamas y la Luz Tabórica

Ext. de "Mefistófeles y el Andrógino," Barcelona, Labor, 1984.

Mircea Eliade

En el siglo XIV, un monje calabrés, Barlaam, atacó a los hesicastas del monte Athos acusándoles de mesalianismo. Se fundaba para ello en su propia aserción de que éstos gozaban de la visión de la luz increada. Pero, indirectamente, el monje calabrés rindió un gran servicio a la teología mística oriental, pues dio ocasión al gran teólogo Gregorio Palamas, arzobispo de Tesalónica, de defender a los hesicastas del monte Athos en el Concilio de Constantinopla (1341) y de elaborar una teología mística sobre la luz tabórica.

Palamas no tuvo dificultad en demostrar que en la Biblia se menciona a cada paso la luz divina y la gloria de Dios y que el propio Dios es llamado luz. Y aun más, disponía de una abundante literatura mística y ascética - desde los Padres del desierto a Simeón el nuevo teólogo - para demostrar que la deificación por el Espíritu Santo y las manifestaciones visibles de la gracia se distinguen por la visión de la luz increada o por emanaciones de luz. Para Palamas, escribe Vladimiro Lossky, "la luz divina es un dato de la experiencia mística. Es el carácter visible de la divinidad, de las energías por las cuales Dios se comunica y se revela a los que han purificado sus corazones" (1).

Esta luz divina y divinizante es la gracia. La transfiguración de Jesús constituye, evidentemente, el misterio central de la teología de Palamas. La discusión con Barlaam giraba especialmente sobre este punto: la luz de la transfiguración, ¿era creada o increada? La mayoría de los Padres de la Iglesia consideraban la luz vista por los apóstoles como increada y divina. Palamas se dedicó a desarrollar este punto (2). Para él, la luz es propia de Dios por naturaleza, existe fuera del tiempo y del espacio y se hace visible en las teofanías del Antiguo Testamento. En el monte Tabor no se dio ningún cambio en Jesús, pero sí una transformación en los apóstoles; éstos, por la gracia divina, recibieron la facultad de ver a Jesús tal como es: cegador en su luz divina. Adán poseía también esta facultad antes de la caída, y será restituida al hombre en las postrimerías escatológicas. O sea, que la percepción de Dios en su luz increada está ligada a la percepción de los orígenes y del fin, al paraíso de antes de la historia y al eschaton que pondrá fin a la historia. Pero los que se hacen dignos del reino de Dios gozan desde ahora de la visión de la luz increada, como los apóstoles en el monte Tabor.

Por otra parte, y a propósito de la tradición de los monjes egipcios, Palamas afirma que la visión de la luz increada va acompañada de la luminiscencia objetiva del santo. "El que participa en la energía divina se convierte él mismo, de alguna manera, en luz; es unido a la luz y, mediante la luz, ve en plena conciencia todo lo que permanece escondido a aquellos que no han tenido esta gracia" (3).

Palamas se fundamentaba especialmente en la experiencia mística de Simeón el nuevo teólogo. En la Vida de Simeón, escrita por Nicetas Stéthatos, se encuentran algunas indicaciones particularmente precisas que conciernen a esta experiencia. "Una noche en que estaba orando y en que su inteligencia purificada se encontraba unida a la inteligencia primera, vio una luz en lo alto. De repente, esta luz pura e inmensa que provenía del cielo arrojó su claridad sobre él, alumbrándolo todo y produciendo un esplendor parecido al día. Parecía que la casa y la celda donde se encontraba se habían desvanecido, pasando a la nada en un abrir y cerrar de ojos; que el mismo se encontraba arrebatado por los aires y había olvidado enteramente su cuerpo..."

En otra ocasión, "allá arriba, en lo alto, comenzó a brillar una especie de luz de aurora; esa luz se acrecentó poco a poco, iluminando el aire cada vez más, y él se sintió como liberado de su cuerpo y de las cosas terrestres. Y como esta luz, que continuaba brillando cada vez más, hasta convertirse en un sol en el resplandor del mediodía, se posase sobre él, pudo darse cuenta de que él mismo era el centro de la luz; y se llenó de gozo y de lágrimas por la dulzura que desde tan cerca embargaba todo su cuerpo. Y vio la luz unirse a él de una forma increíble, penetrando poco a poco en su carne y en sus miembros... Vio, pues, cómo esta luz acababa por invadirle por completo, hasta llenar su corazón y sus entrañas, hasta convertirle en fuego y luz. Y como le acababa de ocurrir respecto a la casa, también perdió el sentido de la forma, de la actitud, del espesor y de las apariencias de su propio cuerpo" (4).

Esta concepción se conserva hasta el presente en las Iglesias ortodoxas. Citaré, como ejemplo de irradiación corporal, el célebre caso de San Serafín de Sarov (comienzos del siglo XIX). El discípulo que más tarde consignó las "revelaciones" del santo cuenta que le vio una vez tan brillante, que le era imposible mirarle. Y que exclamó: "No puedo miraros, Padre; vuestros ojos proyectan destellos, vuestra cara se ha hecho más resplandeciente que el sol y yo me encuentro mal a fuerza de miraros." Serafín comenzó entonces a orar, y el discípulo consiguió contemplarle. "Os miro y quedo embargado de un piadoso miedo. Imaginad, a pleno sol, en el fragor de sus resplandecientes rayos de mediodía, la cara de un hombre que os habla. Veis el movimiento de sus labios, la expresión cambiante de sus ojos, escucháis su voz, sentís sus manos en vuestros hombros, pero no veis ni las manos ni el cuerpo de vuestro interlocutor; solamente la luz resplandeciente que se propaga hasta algunas toesas alrededor, alumbrando con su resplandor el prado cubierto de nieve y los copos blancos que no dejan de caer" (5). Sería apasionante comparar esta experiencia del discípulo de San Serafín con el relato que hace Arjuna, en el capítulo XI del Bhagavad-Gitâ, sobre la epifanía de Krishna.

Recordemos también que Sri Ramakrishna, contemporáneo de San Serafín de Sarov, se mostraba a veces luminoso o como rodeado por llamas. "Su cuerpo parecía todavía más alto y tan ligero como un cuerpo visto en sueños. Se iba haciendo luminoso, el color moreno de su cuerpo tomaba un tinte muy claro... El color ocre de su vestidura se confundía con el resplandor de su cuerpo, y podía creérsele rodeado de llamas" (Saradananda, "Sri Ramakrisbna, the Great Master," trad. inglesa, segunda edición revisada, p. 825).

Notas:

1. Vladimir Lossky, "La théologie de la lumière chez Saint Grégoire Palamas de Thessa!onique": "Dieu Vivant," I (1945), pp. 93-118, esp. p. 107. Cf. también, por el mismo autor, "Essai sur la théoIogie de l'Eglise d'Orient," París, 1944, esp. pp. 214 y siguientes. Véase Jean Meyendorff, "Saint Gregoire Palamas et la mystique orthodoxe," París, 1959, pp. 86 y ss.

2. V. Lossky, "La théologie de la lumiere," pp. 110 y ss.

3. Sermon por la fête de la Présentation au Temple de la Sainte Vierge, texto traducido por Lossky, op. cit.., p. 110.

4. "Vie de Syméon le nouveau théologien," n. 5, pp. 8-10; n. 69, pp. 94-95; textos citados por J. Lemaître, op. cit.., col. 1852, 1853.

5. "Révélation de Saint Séraphim de Sarov," fragmento traducido por Lossky, op. cit.., pp. 111-112. Sobre la irradiación de los santos, cf. el importante legajo reunido por O. Leroy, "La splendeur corporelle des saints," París, 1936.

 Go to the top


Missionary Leaflet # S48

Copyright (c) 1999 and Published by

Holy Protection Russian Orthodox Church

2049 Argyle Ave. Los Angeles, California 90068

Editor: Bishop Alexander (Mileant)

 

(servicio_transfiguracion.doc, 04-08-99)