Principio Conciliar

y

La Colaboración Eclesiástica

De Protopresbitero Mijail Pomazanski (1888-1988).

Traducido por Irina Bogdschevski.

 

 

Indice:

La explicación del término.

¿En qué consiste el principio conciliar

de la Iglesia?

El principio conciliar (sobornost) en el sentido corriente de esta expresión.

La Iglesia en este mar

problemático de la vida.

La Unión Conciliar y la Colaboración.

Vladimir Soloviev —

sobre la naturaleza conciliar de la Iglesia.

 

 

La explicación del término.

¡Principio conciliar! — no es solamente una palabra altisonante, sino un concepto de significado muy elevado. Es cierto que esta palabra es de una formación muy nueva: en el idioma contemporáneo teológico griego no creo que pudiera encontrarse el término exacto correspondiente a su significado, tampoco existía en el idioma antiguo ruso-eclesiástico. Su forma exterior, como sustantivo, se la debe a los rusos eslavófilos, cuando ellos han dado a la palabra eslava "conciliar" un significado especialmente elevado en el 9-no párrafo del Credo: "Creemos en la única, santa, conciliar (!) y apostólica Iglesia." "No me atrevería a aseverar" — escribe el pensador ruso ortodoxo, hijo fiel de la Iglesia, A.S. Jomiakov — " si fue el profundo conocimiento de la misma esencia de la Iglesia que los primeros maestros eslavos han captado de las fuentes de la verdad en las escuelas Orientales, o fue aún más sublime inspiración, otorgada por Aquél, Quien es la única Verdad y la Vida, y Quien sugirió interpretar la palabra "katholicos" por medio de la palabra "conciliar," — pero me atrevo a afirmar, que esta única palabra contiene en sí toda una confesión de fe!"

¿Qué significa la palabra "katholicos" propiamente dicha? — La principal parte de esta palabra "olos" significa todo, entero, perfecto. El prefijo "kath" tiene como uno de sus tres diferentes significados la amplificación del concepto con quien esta unido. De esa manera, la palabra en su totalidad indica una plenitud ilimitada, universalidad, "plétora." Este término expresa aquello, que fue dicho en las Escrituras: en la Iglesia "no habrá ni heleno, ni judío, ni circuncisión — ni falta de circuncisión, ni bárbaro, ni esquifo, ni esclavo, ni liberado, — pero todos y en todo — Cristo." Y más aún: "El Padre .... sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquel, que todo lo llena en todo" (Efes. 1:22-23). Esta palabra dice, que la Iglesia no ocupa un espacio limitado, un ámbito terrenal, tampoco tiene límites temporales, quiere decir, por el cambio de generaciones que nos dejan para irse a otro mundo. En su plenitud conciliar, en su condición "katholica" ella abraza tanto a la Iglesia de los llamados, como a la Iglesia de los elegidos, tanto a la Iglesia terrenal, como a la Iglesia celestial. Esa es la concepción ortodoxa de la esencia de la Iglesia en su forma perfecta, lo que se refleja especialmente de manera tan expresiva en nuestro servicio religioso ortodoxa.

Hay que tomar en cuenta que en el idioma griego tampoco existe la conexión lingüística entre los conceptos "katholicós" y "Concilio" (ecuménico). Al concilio eclesiástico lo llaman "sínodos," al concilio ecumenico lo llaman "ikumenikí sínodos." En el leguaje cotidiano esta palabra "sínodos" quiere decir junta, asamblea, reunión.

Lo que se refiere a la palabra rusa o eslava "concilio" (sobor), podemos reconocer su parentesco con el concepto "katholitico" del nombre "sobor" a un templo grande, una catedral. Se llama también en ruso "sobor" a un templo de dos o tres mesas de altar, donde de esta manera se expresa más ampliamente la unión con la Iglesia celestial, donde en el alto ikonostasio principal esta representada la multitud de los Santos, donde se cumplen ininterrumpidamente los oficios religiosos cotidianos en memoria y en glorificación de la Iglesia celestial.

Lo que pertenece al entero, corresponde también a una parte suya: Las virtudes de la Iglesia en su plenitud corresponden también a la Iglesia en la tierra, gracias a Su unión con el Jerusalén celestial.

 

¿En qué consiste el principio conciliar

de la Iglesia?

El principio conciliar consiste en la constante relación con la Iglesia celestial por medio de plegarias. Los hilos relucientes de los rezos van en todas las direcciones: nosotros, seres terrenales, rezamos el uno por el otro; también pedimos a los Santos que recen por nosotros; los Santos nos escuchan y elevan a Dios — según creemos — nuestras plegarias; rezamos por nuestros parientes fallecidos; rezamos y pedimos a los Santos que nos apoyen en nuestras oraciones a Dios.

El principio conciliar ("sobornost") se expresa también en la proximidad a todos los tiempos y a nuestros días de los antiguos Padres y Maestros de la Iglesia. Ellos siguen siendo tan queridos y tan recordados, como lo estuvieron en su tiempo. La Iglesia se encuentra embebida de Espíritu Único, — y por eso desaparece la división de tiempos entre las generaciones cristianas: un cristiano, recibiendo enseñanzas de los escritos apostólicos, de la patrística, de la vida de los Santos, de los libros ceremoniales, no sólo respira y vive todas estas ideas y sentimientos, sino que entra en comunicación espiritual, fuera del tiempo, — creemos — con los mismos autores de aquellos escritos, cumpliendo con los preceptos del Apóstol Juan: "Lo que hemos visto y oído..., eso os anunciamos a ustedes, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con Su Hijo Jesucristo" (1Juan 1:1-3).

El principio conciliar se expresa en el hecho, de que en diferentes rincones del mundo, donde viven los miembros de la Iglesia, ellos

El principio conciliar se expresa, finalmente, en el hecho, de que todos los verdaderos miembros de la Iglesia valoran y aman a la Iglesia. A los miembros de las pequeñas comunidades eclesiásticas la Iglesia les resulta tan íntimamente cercana en sus partes, como en su totalidad. "Por el bienestar de las santas iglesias cristianas y por su unión" — rezamos nosotros en cada servicio religioso. El cristiano, poniendo como meta de su vida religiosa personal la salvación del alma, expresa su preocupación por el mundo y por los progresos de su Iglesia local, colaborando para eso a medida de sus posibilidades y fuerzas. No cabe duda, de que esta clase de colaboración religiosa también resulta ser el reflejo de la idea "katholítica" de la Iglesia, aunque en menor medida.

En estos rasgos generales la comprensión de la idea "katholitica" de la Iglesia ha sido aceptada en sus corazones por el grupo de los eslavófilos rusos; así ellos comprendían el término "el principio conciliar de la Iglesia." Expresando por medio de esta fórmula la plenitud de la unión espiritual de la Iglesia Ortodoxa, a pesar de su aislamiento geográfico y nacional, ellos subrayaban el lado moral del principio conciliar ortodoxo, carente de constreñimiento y elementos jurídicos. Este lado moral de la ortodoxia ellos contraponían a los principios del "derecho" en las tradiciones de la iglesia Romana y también al frío racionalismo mezclado, a veces, con el misticismo en los protestantes. Con el concepto del principio conciliar, los eslavófilos no mezclaban ningunos propósitos de adjuntar órganos seculares para dirigir a la Iglesia.

 

El principio conciliar (sobornost) en el sentido corriente de esta expresión.

Con el tiempo, el sentido de término "principio conciliar" comenzó a estrecharse. Cuando a los comienzos del siglo XX se empezó a hablar de la necesidad de convocar el Concilio de la Iglesia Ortodoxa Rusa, a causa de la consonancia entre "concilio" ("sobor," y "sobornost" --- "principio conciliar") — comenzaron a usar el término en la polémica cotidiana, como si fuese casi sinónimo de la concepción: "el concilio de los obispos," tanto Local, como Universal, y luego en sentido general de la conducción colegiada en la Iglesia, que distintas partes lo comprendían de diferente manera. Unos, — como el patriarcado junto con las frecuentes reuniones de los arzobispos; y otros, — al contrario, como la colegiada dirección del Sinodo; los terceros, sin embargo, encontraban en el patriarcado mismo el vínculo de una enorme fuerza moral, que quita la necesidad de las formas colegiadas en la conducción de la Iglesia.

Nuevo uso ha recibido este término durante los trabajos del Congreso Eclesiástico de toda Rusia en 1917-1918. Entonces se presentía y ya se percibía claramente el avance y amenaza sobre la Iglesia de crueles golpes de los enemigos del cristianismo y de la religión en general. Era indispensable encontrar caminos para unir y consolidar todas las fuerzas vivas de la Iglesia, era necesaria una autentica agrupación de fieles y resistentes fuerzas del pueblo creyente, que correspondiesen al concepto del Principio Conciliar de la Iglesia. Había necesidad de buscar caminos de unir las fuerzas vivas para la defensa de la Iglesia, la agrupación de fieles del pueblo, correspondiente a principio conciliar. Era indispensable el apoyo moral para el obispo y los presbíteros locales, para que no se sienten abandonados y solos. Este problema hubiera podido ser resuelto por medio del llamamiento dirigido a la gente del pueblo, gente sacrificada, probada, en calidad de representantes de la población creyente, para que participen activamente en la defensa de la Iglesia. Ellos resultaron ser, en su mayoría, personas dispuestas a sufrir posibles martirios, lo que les sucedió tarde o temprano. El reconocimiento de tal necesidad y el llamado correspondiente dirigido a los feligreses se hicieron, precisamente, en las resoluciones del Concilio en 1917-1918. Esta movilización de las fuerzas de la Iglesia, en este caso concreto, resultó ser realmente la expresión legítima del Principio Conciliar en el sentido profundamente ético y moral de la palabra.

En los años de nuestra emigración rusa después de la primera guerra mundial el término "sobornost" — el principio conciliar, se simplificó extremadamente, adquiriendo un contenido muy especial. A la sociedad se le sugiere la idea, de que los miembros comunes de la Iglesia tienen sus derechos muy reducidos, que ha llegado el momento de elegir para la conducción de una diócesis selectos grupos de feligreses comunes de la Iglesia y de su clero; mientras el semejante orden no existe, presuntamente, no se realiza el correspondiente dogma del Credo. De tanto en tanto las voces similares resuenan más alto, sus ecos se escuchan también en la prensa. ¿Estas voces, tendrán sus razones?

 

La Iglesia en este mar

problemático de la vida.

No fue fácil el camino histórico de la Iglesia. Los Santos Padres de la Iglesia representan en forma de una nave, que navega en los mares de la vida. Es tal su destino, que hasta en las aguas tranquilas del mar, la nave esta obligada a moverse contra la corriente; ¿y qué se podrá decir, entonces, de los tiempos de tormenta? La iglesia debe soportar siempre la pugna contra el mundo pecaminoso. El mundo posee la fuerza, el poder, los órganos para obligar y de castigar, y las atracciones de la vida. Mientras la Iglesia, de por sí, no posee nada, excepto su influencia moral. ¿De donde hubiera podido ella sacar las fuerzas necesarias, si no fuera por el cuidado y misericordia Divinos?

La Iglesia Ortodoxa es el legado de Cristo.

El Dios la mantiene integra también a la pequeña nave de la Iglesia, llamada "Ortodoxa del Extranjero," el vástago de aquella ilustre Iglesia Rusa de antaño. Cuando podrá renacer la Iglesia en Rusia, entonces también volvería a Su seno ese libre retoño Suyo.

Trata de conservar en el extranjero nuestra pequeña Iglesia, en plenitud y pureza el estatuto canónico, heredado desde la antigüedad, y considera como una parte de sus responsabilidades mantener incólume todo el patrimonio de la Ortodoxia, sin perderlo ni tergiversarlo. Poder cuidarse en este sentido, estando en el extranjero, es mucho más difícil que permaneciendo en casa. Sin embargo, la Iglesia no sólo consigue hacerlo, sino además tiene algunos rasgos más gratos en comparación con su pasado en Rusia.

En la Rusia de antaño el arzobispo gobernante tenia a su cargo como mil o más parroquias: quiere decir, como un millón de parroquianos en su diócesis. Cómo hubiera podido visitar o guiarlos personalmente? ¿Hubiera podido estar tan cerca de sus feligreses, como lo estamos observando nosotros ahora y aquí a nuestros archipresbiteros? Nuestros obispos conocen aquí a sus parroquias, observan su gente con sus propios ojos, y, podría decirse, que los llevan a todos en su corazón, alegrándose o entristeciéndose junto con ellos. Es cierto, que también les resulta más penoso observar los casos de desavenencias en sus parroquias, y quizás sólo Dios podría ver todo lo que ellos sufren por sus feligreses. ¿Se podría decir lo mismo de los sacerdotes, que manejan las pequeñas parroquias. Y cuan a menudo, tanto unos, como los otros tienen que resignarse callados a soportar las condiciones desfavorables de su vida, lo que muchos de sus feligreses con la vida personal acomodada, no se dan trabajo de notar y de preocupares... Y también, muy a menudo el servicio sacerdotal, en lugar de ofrecer la colaboración, encuentra sólo una fría evaluación y críticas — lo que representa ya un estado muy penoso.

Sin embargo, los lados obscuros no pueden absorber aquel consuelo espiritual que representa en sí solo, por su misma naturaleza, el servicio a Nuestro Señor y a la Iglesia. La gente que vive el ajetreo del mundo, ni se imagina la clase de consuelo que es: por eso hay tan pocas personas dispuestas a tomar el camino de sacerdocio, por eso se siente cada vez más la falta de clero, el aumento de parroquias que no tienen su párroco correspondiente.

En las epístolas apostólicas está indicado ya el tipo de tribulaciones sacerdotales. El Apóstol Pablo escribe a una comunidad cristiana, que él había organizado: "Ustedes ya se han saciado, se han enriquecido, han comenzado a reinar sin nosotros... Nosotros somos dementes en Cristo, pero ustedes son sabios en Cristo; nosotros somos débiles, pero ustedes son fuertes; ustedes están en gloria, mientras nosotros estamos deshonrados... ¡Oh, si ustedes realmente supieran reinar, para que nosotros reináramos junto con ustedes!" ¿Y entonces? Esta amargura, lo lleva al Apóstol al abatimiento y a la vacilación? En absoluto! He aquí el acostumbrado estado de ánimo del Apóstol: "¿Quién nos apartará del amor de Cristo? tribulación? ó angustia? ó persecución? ó hambre? ó desnudez? ó peligro? ó cuchillo? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo: Somos estimados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas hacemos más que vencer por medio de aquel que nos amó" (Rom. 8:35-36).

 

La Unión Conciliar y la Colaboración.

La imagen bíblica de la Iglesia en el mundo terrenal es el cuerpo humano. Dentro del cuerpo hay cantidad infinita de colaboradores, visibles e invisibles. Todos ellos tienen su valor y su designación. "No podrá decir la pierna: no pertenezco al cuerpo porque no soy el brazo... No dirá la oreja: no pertenezco al cuerpo porque no soy el ojo" (Apost. Pablo). Eso pasa también en la Iglesia. Para cada miembro suyo hay lugar en la unión con otras personas para ofrecer su servicio a Ella. Pero como el cuerpo necesita también la protección exterior, la ropa y otros accesorios que no pertenecen al propio cuerpo — así también sirviendo a la Iglesia hay dos esferas: la interior auténticamente eclesiástica, "katholica"; y la otra — externa, superficial, temporaria, transitoria.Y así debemos distinguir "lo esencial" de "lo futil," aunque fuese practicamente indispensable. Lo exterior es muy a menudo necesario, porque vivimos en el mundo material, en el mundo relativo. A esta parte, dentro de la Iglesia, pertenece todo lo que se refiere a la organización — excepto el benéfico orden jerárquico todo lo necesario para el mantenimiento del templo y de las parroquias, recolección de dinero y los gastos pertinentes, diferentes organizaciones adjuntas a la Iglesia — escuelas, imprentas etc. La vida nos exige que participemos en ambas esferas. Sin embargo, participar de la segunda esfera sin hacerlo de la primera no es lo que salva al ser humano. Pues entonces, ¿cual es la actividad que representa la expresión completa, auténtica del principio conciliar de la iglesia? Esa es precisamente la oración colectiva en el Templo. El Templo es nuestro centro vital cristiano. Cuando vamos a presenciar la Misa, decimos: "vamos a la iglesia," "vamos a la catedral." Con estas palabras expresamos subconscientemente la idea, de que el principio conciliar y la Iglesia se manifiestan plenamente en el Templo. El sacerdote parado frente a las puertas del altar reza, ¿pidiendo algo para él? No, estas oraciones, agradecimientos por el día que pasó, o por el descanso de la niche; pedidos de gracia Divina, — son enteramente conciliares. "Aproxima Tu oido y escúchanos, y recuérdanos, ¡oh, Señor! a los que estamos aquí y rezamos,- nombrándonos a todos, y sálvanos por medio de Tu fortaleza. Regálanos la paz para Tu mundo, para Tus Templos y sacerdotes, y para toda Tu gente." "Enséñanos Tu verdad, oh Dios... dános la mañana, el dia para ale — grarnos, recuerda a todos los hermanos nuestros que estan en la tierra y en el mar y en cada sitio donde Tu gobiernas, que necesitan de Tu ayuda y de Tu benevolencia y salvados así en cuerpo y alma, glorificamos siempre, temerarios, Tu maravilloso y bendito nombre." Así, una tras otra se elevan a las alturas estas plegarias dirigidas al "Tesoro del bien, a la Fuente de la vida, al Benefactor de nuestra existencia, al Santo y al Inconcebible." Estas oraciones, en su mayoría, pueden ser pronunciadas en voz alta. Pero la vida ha demostrado, que la gente que se encuentra en el templo, no está en condiciones de concentrarse y fijar su atención al máximo, como lo exige el momento, para meterse en lo hondo de las oraciónes — el fruto de la alta y bendita inspiración de los sublimes Padres de la Iglesia. Esto hay que subrayar especialmente en la parte principal de la Divina Litúrgia: la Litúrgia de los "fieles." Por eso la Iglesia consideró que sería lo mejor poner en nuestras mentes y bocas y hacernos repetir constantemente una corta plegaria de contrición y súplica — "Misericordia, Señor!" — la que expresa esa conciencia conciliar, sugerida por la Iglesia, de considerar el arrepentimiento sincero como el acto de mayor importancia para un cristiano. Por la boca del lector del ala coral, por medio del mismo coro — ¿no le parece que percibimos que todos en la iglesia estamos destinados a rezar? Hablando de esto, sin embargo, habría que desear que los lectores, los cantores y también los oyentes recordasen siempre el espíritu comunitario que impregna todas las glorificaciones, plegarias y los reconocimientos, y tuviesen la intención, en conjunto, de plasmarlos en los hechos concretos. La misa, el santo oficio permite que toda la iglesia pudiera intervenir como partícipes activos en las plegarias y en los cantos. por lo menos durante algunas partes de la misa. No hay duda, que en la futura Iglesia Rusa, renacida después de tantos sufrimientos, este aspecto del principio conciliar de la Iglesia tendrá su plena interpretación. Bueno, pues, ha finalizado aquí la misa... Estamos saliendo del templo. Al final de la misa de vísperas hemos escuchado la oración de la primera hora: "Oh, Cristo, Luz verdadera, que ilumina a todo ser humano que llega al mundo!."En realidad, nuestra salida es esa "transición desde la Iglesia al mundo." Hemos salido hacia nuestras perocupaciones e intereses cotidianos. La Iglesia y el espíritu conciliar quedaron por algún tiempo atrás. ¿Sería del todo? Eso depende de nosotros mismos. No se van del todo si los hemos conservado "en sí," en nuestras almas, en la conciencia, si los conservamos en nuestra conducta, — para decirlo de una vez, si permanecemos fieles a la devoción. Entonces se pueden conservar en la vida mundana las posibilidades de la colaboración eclesiástica, como los reflejos de aquel verdadero, legítimo principio conciliar. Y no se puede decir, realmente, que su camino aquí es demasiado estrecho. ¿En qué, entonces, puede consistir y consiste la ocupación de los miembros de la Iglesia que conserva el espíritu del principio conciliar? Una de sus formas principales tiene que ver directamente con el templo.Esto abarca tanto la edificación del templo, su abastecimiento con todo lo necesario, como la creación de los iconos y de las pinturas interiores. Un significado aún mayor tirene, por sus cualidades éticas, los actos de amor y de denficencia en nombre de Cristo. Expresiones de fé y de amor cristiano pueden ser muy variadas. Puede ser por ejemplo el proceder de un misionero personal que actua por devoción a Cristo y a la Iglesia; o el que apoya la verdad, o defiende a los oprimidos y ultrajados, el que siente una profunda compasión por la gente.El servicio cristiano se presta también en forma de benéficas lecciones, conferencias, material impreso, trabajos científicos no exentos de espíritu cristiano, trabajo en las escuelas adjuntas a las Iglesias — todo ese amplio, abiertro, libre campo (especialmente en el Extranjero!)de acción para la colaboración con la Iglesia en sus formas tanto individuales, como grupales. Este modo de proceder y sus similares son más elevados y más dignos que la participación en la parte administrativa de la iglesia. La exitosa y pacífica conducción de la casa de Dios no se basa en un fundamento jurídico, sino en la piedra basal de la fé y en la voluntaria obediencia moral de todos los miembros de la Iglesia — del clero y de los láicos.

Uno no puede imaginarse que esta manera de abordar la cuestión del principio conciliar puede parecer a algunos trivial o aburrido.

 

Vladimir Soloviev —

sobre la naturaleza conciliar de la Iglesia.

Para que algún lector escéptico no considerara unilateral esta explicación del concepto "principio conciliar"en el 9-no artículo del Credo, para que fuera evidente que esta explicación no pertenece a un solo grupo de personas o a una tendencia expuesta por A.S. Jomiakov, citaremos las reflexiones sobre este tema de Vladimir Soloviev. Nosotros lo aceptamos aquí no como una autoridad teológica, sino como un libre pensador que no este restringido por los tradicionales límites teológicos. En toda una serie de sus concepciones él se ha alejado bastante de loa conceptos evangélicos. Sin embargo, Soloviev fue un cristiano sincero y él tuvo una bien intencionada, pero vana esperanza por medio de la originalidad de sus deducciones despertar el interés de los intelectuales rusos que ya sentían la total indiferencia hacia los problemas de la fé. Pero sus diligentes seguidores, al introducir y desarrollar ciertas ideas y conjeturas filosóficas dentro de la teología, transformaron a Soloviev en una fuente de creaciones heréticas. En su obra "La justificación del bien" Soloviev deteniéndose en las características de la Iglesia, mencionadas en el Credo, escribe lo que está totalmente de acuerdo con la cocepción común de la Iglesia:

"La calidad "katholica" consiste en que todas las formas y actos eclesiásticos unen a individuos particulares y a pueblos aislados con toda la divino-humanidad, tanto como en su centro individual — Cristo, como en Sus círculos de reunión, en el mundo de las fuerzas incorpóreas, de los Santos muertos, pero vivientes en Dios, y también de los fieles que siguen luchando en la tierra. A causa de que lo que representa la Iglesia se ajusta a un todo absolu to, entonces todo es "katholico" — allí entran todas las par ticularidades de caracteres y posiciones sociales de razas y personas; entran todas las separaciones y aislamientos y permanecen las diferencias — porque la devoción exige ad mitir la unión con Dios, no como indiferencia o pobre uni formidad, sino como plenitud incondicional de cada vida.

No hay desunión, pero se conserva la diferencia entre la Iglesia invisible y visible, porque la primera es la secreta fuerza activa de la segunda, mientras que la segunda esta en proceso de hacer visible la primera; ellas estan unidas entre sí esencialmente, pero distintas condicionalmente; no hay separación, pero se mantienen las diferencias en la Iglesia visible entre multiples razas y pueblos, en la unani midad de los cuales el Espíritu único, por medio de len guas separadas, da testimonio sobre la única verdad, y por medio de distintos dones y vocaciones nos anuncia el bien único; no hay, finalmente, ninguna desunión, pero se conserva la diferencia entre la Iglesia de los que enseñan y de los enseñados, entre el clero y los feligreses, entre la mente y el cuerpo de la Iglesia, lo mismo que la diferencia entre el marido y la mujer no es el obstáculo, sino la razón para su perfecta unión."

 

 

Folleto Misionero # S77a

Copyright © 2000 Holy Trinity Orthodox Mission

466 Foothill Blvd, Box 397, La Canada, Ca 91011

Editor: Obispo Alejandro (Mileant).

 

(sobornostj_s.doc, 07-28-2001).

 

Edited by

Date