¿Inmersión

o infusión

en el Bautismo?

 

Dogmática de la Iglesia ortodoxa Católica de P. N. Trembelas, Tomo III páginas 96‑100.

 

La Triple Inmersión y Emersión en el Agua

      El modo antiguo y original de bautizar es la inmersión completa del bautizado en el agua. La palabra misma 'bautizar', casi sinónimo de 'sumergir', significa una sumersión completa del cuerpo en el agua. El bautismo de Juan, que era administrado en las corrientes abundantes del Jordán, lo confirma también, pues así dice San Juan: “En Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas” (Juan 3:23). En cuanto al bautismo de Jesús, ¿no se atestigua definitivamente a que “Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua?” (Mateo 3:16). Lo mismo se dice del bautismo cristiano del eunuco, que él y Felipe su bautizador “descendieron ambos al agua... y subieron del agua” (Hechos 8:38-39). Además, los tipos y los símbolos del bautismo que los inspirados Apóstoles encontraron en el Antiguo Testamento indicaban también la inmersión: Noé salvado con los suyos del diluvio de agua y el paso del Mar Rojo por Israel demuestran el salvamento y un pasaje a través de una gran cantidad de agua que los rodeaba por todas partes.

      La completa inmersión del bautizado en el agua se comprende también por el hecho de que según San Pablo, el bautismo simboliza la co‑crucifixión del bautizado y su resurrección con Jesucristo: el bautizado llega a ser “en la semejanza de su muerte” y “en la de su resurrección (Romanos 6:5). Dicho en otros términos: “sepultados con El en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con El” (Colosenses 2:12). En el bautismo, “imitamos la resurrección de Cristo. Si los cuerpos de los bautizados son sepultados, el agua provee la imagen de la muerte, que recibe el cuerpo en la tumba” (San Basilio, Del Espíritu Santo, cap. 15).

      Si “la sepultura del Dueño de nuestra vida, es decir, del Señor, tenía lugar conforme a la naturaleza común, la imitación de la muerte, que es nuestro destino, es representada en el elemento parecido, es decir, el agua” (San Gregorio de Nisa, Gran Catecismo, cap. 35) San Juan Crisóstomo dirá: “Algunos símbolos divinos se realizan en el agua, la tumba y la muerte, la resurrección y la vida, y todos son simultáneos. En efecto, como en una tumba, cuando nos sumergimos la cabeza en el agua, el hombre viejo es sepultado y sumergido al fondo, es escondido todo entero una vez; pues cuando nos levantamos, el hombre nuevo se levanta. Como nos es fácil ser bautizados y levantarnos, así es fácil que Dios sepulte al hombre viejo y levante al nuevo” (Sobre Juan, Homilía 25, 2). Tertuliano afirma a propósito de esto que nacemos en el agua como pequeños peces, según nuestro AXIOS Jesucristo” (Del bautismo, 1, 4, 9).

 

Esta inmersión y esta emersión tienen lugar tres veces. No tenemos ciertamente indicios en el Nuevo Testamento, de que al principio había una triple inmersión en el agua, sin embargo, ya en Tertuliano encontramos testimonio de ella (Contra Praxeas 26). Luego el Didache recomienda que en casos de penuria de agua, se haga una triple infusión sobre la cabeza del bautizado. A decir verdad, en los siglos VI y VII, con el permiso de Gregorio Magno, (véase, Epístolas 1, 43) el bautismo era conferido en España por una sola inmersión y los Concilios IVº de Toledo y de Worms (828) aprobaron esta modificación, pero es una excepción a la regla general, y fue autorizada para exaltar la consubstancialidad de las tres Personas de la divinidad contra los arrianos que perturbaban las iglesias de España.

      Notemos que el Canon Apostólico 50 define netamente: “Si un obispo o un sacerdote no administra tres inmersiones sino una sola, la que confiere en la muerte del Señor, que sea excluido.” La triple inmersión y emersión, según Tertuliano, tiene lugar en honor de las Tres Personas de la Santa Trinidad. San Juan Crisóstomo está de acuerdo con esto y comenta: “Esto (la inmersión y la emersión) tiene lugar tres veces, a fin de que sepas que la potencia del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo lo llena todo;” y la invocación de cada una de las Personas de la Trinidad a cada una de las inmersiones se explica así completamente. Para otros Padres, la triple inmersión hace alusión: “por símbolo de la sepultura de Cristo durante tres días y tres noches en el hueco de la tierra, así los bautizados imitan por la triple inmersión esta sepultura de tres días,' y el bautismo por las tres inmersiones significa los tres días de la sepultura del Señor” (Tertuliano, Contra Praxeas, loc. Cit., San        Juan Crisóstomo, loc. cit.; San Cirilo de Jerusalén, Cate. 11, San Juan Damasceno, Op. cit., IV, 9). “Y como éste, el Hombre de lo alto, el Señor venido del cielo, después de su per­manencia en la tierra, su sepultura, al tercer día se lanzó otra vez hacia la vida,” así cualquiera que se bautiza en su muerte, “habiendo derramado agua en vez de tierra, y habiéndose sumergido bajo el elemento en tres movimientos, ha imita­do la gracia de la resurrección al tercer día.”

      En breve, San Basilio define los dos conceptos: “El gran sacramento del bautismo se confiere en tres inmersiones y en igual número de epíclesis, a fin de que el símbolo de la muerte sea representado y que los bautizados tengan el alma iluminada por la transmisión del conocimiento divino” (Gregorio de Nisa, Gran Catecismo, loc. cit.; San Basilio, Del Espíritu Santo, cap. 15).

 

El Bautismo por

Infusión o por Aspersión

      La innovación de la Iglesia Católica‑Romana, que generalizo el bautismo por aspersión o por infusión en lugar de la inmersión era conocida ya en la antigüedad, como atestigua a ello la Didache. Era aplicada solamente en algunos casos excepcionales, sobre todo para los enfermos para quienes la inmersión hubiera sido imposible. Es el bautismo llamado clínico (bautísmus clinicorum). Pero aún en occidente la manera habitual de administrar el bautismo era la inmersión; los numerosos baptisterios conservados, sobre todo en Italia, dan testimonio a esto. Allí también se había puesto en duda la canonicidad y la validez del bautismo por aspersión o infusión: Cipriano se vio obligado a escribir en particular sobre este tema para disipar las dudas. En Oriente, el bautismo por infusión era reconocido para los enfermos, sin embargo, los que lo habían recibido eran excluidos del sacerdocio (Concilio de Neo‑Cesarea, Canon 12). Hasta qué punto se consideraba desfavorable aún en occidente lo muestra una alusión del Papa Cornelio en una carta al obispo Focio de Antioquía: relata el caso del bautismo de Novato, “atacado de una enfermedad grave, hasta el punto de que se consideraba que debía morir,” “en el mismo lecho donde yacía, recibió el bautismo por infusión,” agregando de una manera característica: Si hay que decir que semejante bautismo ha sido recibido” (En Eusebio, Historia eclesiástica, VI, 43, 14).

      Los católicos‑romanos buscaban indicios a favor de su innovación: creyeron encontrarlos en el hecho de que el día de Pentecostés, tres mil personas fueron bautizados en Jerusalén y en el bautismo de familias enteras, la de Cornelío y la del carcelero de la prisión de Filipos (Hechos 10:47 y 16:33). ¿Era posible que las tres mil personas fueran bautizadas todas por inmersión? Para convencerse de ello, uno no tiene más que recordar el gran número de fuentes que había en Jerusalén, en las que los Apóstoles, dividiéndose, hubieran podido bautizar libremente las multitudes: la fuente de Betsaida sola podía, utilizada durante unas cuantas horas, bastar para la tarea. En fin, suponiendo que en algunos casos excepcionales los Apóstoles hubieran permitido el bautismo por aspersión o infusión, nunca fue una regla, tal como lo introdujeron los católicos‑romanos. El hecho de que la injustificada innovación se impuso solamente en occidente durante el siglo XIV basta para caracterizarla. El primero que proclamó la validez del bautismo administrado sin necesidad por infusión fue Alejandro de Hallis, que vivió después de 1200 (Bartmann, Op. Cit., II, 282), mientras que el Aquino (Summa . Theo., II, 66, 7) considera el bautismo por inmersión, “communior, laudabilior, y tutíor.” Sin embargo, la opinión de Alejandro fue compartida por su discípulo Buenaventura, el doctor seráfico.

 

Missionary Leaflet # S43c

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Editor: Bishop Alexander (Mileant)

 

 

(bautismo_inmercion.doc, 06-17-99)