Epístola

a los Efesios

de Apóstol Pablo

Obispo Alejandro (Mileant)

Traducido por Dra. Elena Ancibor

 

 


Contenido:

La introducción

La enseñanza de la fe (cap 1-3).

El magnífico plan de la salvación (1:3-14). Cristo - Cabeza de la Iglesia (1:15-23). De la muerte a la vida (2:1-10). Agradezcan a Dios (2:11-18). La Iglesia - crece y se expande (2:19-22). El misterio de la salvación de todos los pueblos (3:1-12). La incomprensibilidad del amor de Cristo (3:13-21).

La enseñanza moral (capitulos 4-6).

a) El orden general de la vida cristiana. Tiendan a la unidad. (4:1-16). b) Reglas generales

Despojarse del hombre vetusto (4:17-24). Conducta digna (4:25-32). Vivir en amor (5:1-2). No participar en las obras de las tinieblas (5:3-14). Portaos con cuidado (5:15-21). c) Las reglas personales. Cristo y la Iglesia, como ejemplo para maridos y esposas (5:22-33). Interrelación entre los hijos y los padres, esclavos y señores (6:1-9). d) La vida es una guerra (6:10-20). La palabra de despedida y la bendición (6:21-24).

Conclusión.


 

 

La introducción

Entre los libros del Nuevo Testamento, la epístola a los Efésios se destaca por su altura y solemnidad. Fue escrita, lo más probable, durante su cautiverio de 2 años en la Cesárea Palestina, hacia el año 61 d.C. (Hech. cap. 23-26). A este mismo período pertenecen las epístolas a los Colosenses y al Filimón.

Mientras en sus otras epístolas el Ap. Pablo, habitualmente responde sobre algunos problemas concretos, que surgen en tal o cual iglesia, en su epístola a los Efésios, el Apóstol nos hace partícipes de los elevados pensamientos y sentimientos, con los cuales Dios lo iluminó durante su detención. Es muy posible que el Apóstol escribiéra su epístola no sólo para los Efesios, sino también para otras iglesias de Asia Menor, fundadas por él, durante sus anteriores viajes misioneros. Allí, además de la iglesia de Eféso entraban las iglesias de Pergamo, Laoquídia, Mileto, Patar, Esmirna, Troada, Colossa, Listra y otras iglesias de Asia Menor. Por eso la epístola a los Efesios, es más "Conciliar "que particular. En realidad, en algunas copias antiguas de ella, está ausente el nombre de Efeso. Sin embargo, Eféso era la principal ciudad de esta parte de Asia Menor, su mención es muy útil.

Efeso era una ciudad marítima del S.O. de Asia Menor (actualmente Turquía), famosa como centro de comercio, arte y ciencias. Siendo la capital (metrópoli) de la proconsular provincia de Asia, era un importante centro pagano. En ella se encontraba el famosos templo de Artemisa (Diana) de Efeso, siendo la ciudad dedicada a ella. Asimismo era el centro de magia pagana vinculada con los misterios de Artemisa: como amuletos se llevaban pequeños trozos de pergamino con palabras misteriosas, como también las imágenes de la diosa y de su templo, lo que traía un considerable beneficio a los artesanos. En Efeso residían numerosos hebreos y tenían allí su sinagoga.

El Ap. Pablo visitó Efeso en el año 54 (Hech. cap.18) y fundó allí la Iglesia cristiana. Pero el Apóstol se quedó poco tiempo allí ya que estaba apurado por llegar a Jerusalén para las festividades. En Efeso se quedó el matrimonio de Priscila y Aquila, ambos muy dedicados a la afirmación del cristianismo entre los nuevos conversos. Para ayudar llegó Apolos, un erudito judío de Alejandría, quien con su elocuencia y conocimientos colaboró mucho para la expansión del cristianismo en esta ciudad.

El Ap. Pablo visitó de nuevo a Efeso, durante su tercer viaje misionero (de evangelización) (Hech. cap.19). El Apóstol encontró allí a dos discípulos que habían recibido sólo el bautismo de Juan el Bautista. Él los convenció a bautizarse con el bautismo cristiano y los afirmó en la fe, luego, con la imposición de las manos les otorgó el Espíritu Santo. El Ap. Pablo se ocupó luego de difundir en Efeso la prédica evangélica, comenzando como siempre, por los judíos y hablando en la sinagoga. Tres meses duró su prédica, pero "como algunos se rebelaron y no creyeron, calumniando el camino del Señor ante el pueblo," el Apóstol los dejó, separó a los discípulos y comenzó a predicar cada día en la escuela de un tal Tirán. Esto duró hasta dos años, de manera que todos los habitantes de Asía escucharon la prédica sobre el Señor Jesús, tanto judíos como helénicos. La prédica del Apóstol se fortalecía con muchos señales y milagros, así, la Iglesia de Dios echó profundas raíces.

Desgraciadamente, una rebelión contra el Apóstol, organizada por Demétrio el platero, lo obligó a dejar Efeso, antes de tiempo (Hech. 19:23-20:1). Después de algún tiempo el apóstol, yendo a Jerusalén para la festividad de Pentecostés, pasó con un barco frente a Efeso. Deteniéndose en Mileto, él invitó allí a los presbíteros de la Iglesia de Efeso y sus alrededores, para darles sus últimas enseñanzas. Despidiéndose de ellos el Apóstol les dijo:

Vosotros sabéis bien cómo me he comportado con vosotros todo el tiempo, desde el primer día que llegué a Asia, sirviendo al Señor con toda humildad y con muchas lágrimas y pruebas que me vinieron por las asechanzas de los judíos. Y sabéis que no he rehuido el anunciaros nada que os fuese útil, y el enseñaros públicamente y de casa en casa, testificando a los judíos y a los griegos acerca del arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesús...

Por tanto, yo declaro ante vosotros en el día de hoy que soy limpio de la sangre de todos, porque no he rehuido el anunciaros todo el consejo de Dios. Tened cuidado por vosotros mismos y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo os ha puesto como obispos, para pastorear la iglesia del Señor, la cual adquirió para sí mediante su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán la vida al rebaño; y que de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para descarriar a los discípulos tras ellos.

Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no cesé de amonestar con lágrimas a cada uno. Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, a aquel que tiene poder para edificar y para dar herencia entre todos los santificados (Hech. 20:18-31).

Después de esto todos se arrodillaron para la oración y luego los presbíteros, con lágrimas, acompañaron al Apóstol hasta el barco y se despidieron de él. Así terminó el contacto personal del Ap. Pablo con los Efesios, pero no terminaron sus preocupaciones por ellos, como se ve de esta epístola suya.

Luego la cátedra episcopal de Efeso, fue ocupada, hasta su muerte, por el dedicado discípulo del apóstol, San Timoteo a quién el Apóstol dirigió dos de sus epístolas. Más adelante, la cátedra episcopal de la Iglesia de Efeso, tomó el discípulo predilecto de Cristo, el Ap. Juan el Teólogo. En el año 431, en Efeso se reunió el tercer Concilio Universal.

En su Epístola a los Efesios, el apóstol revela los caminos grandes e inconcebibles, por los cuales Dios dirige a la humanidad a la salvación. A los cristianos de Eféso, que vivían en la sombra del templo de la diosa Diana, y que veían, cotidianamente el brillo y la suntuosidad de los rituales paganos, el Apóstol antepone la grandeza de la Iglesia de Cristo, que abarca los mundos humano y Angélico.

En la primera parte de su epístola (cap. 1-3) el apóstol expone los inconcebibles caminos de la providencia Divina, que llamó tanto a los judíos como a los paganos de tomar parte de la Iglesia encabezada por el Señor Jesucristo. En la segunda parte moralizadora, de la epístola (cap. 4-6), el Apóstol convence a los creyentes de vivir en forma digna a su alto llamado de los miembros de la Iglesia de Cristo y sobre todo, tender hacia la unidad y la santidad. El Apóstol dibuja un magnífico cuadro de la salvación de la humanidad. Dios antes de la creación del mundo, tenía planeado salvar a todos a través de Su Hijo, pero lo realizó sólo cuando llegó la "plenitud del tiempo, " o sea cuando el mundo maduró para recibir la fe cristiana. En el centro del misterio de la redención se encuentra Cristo y su Iglesia, que constituye Su Cuerpo Místico, abarcando el Cielo y la tierra. La Iglesia no llegó todavía a su plena revelación, pero recibiendo cada vez nuevos miembros, ella crece sin tregua, se expande y se perfecciona. Cada cristiano, perfeccionándose moralmente, colabora en el crecimiento de la Iglesia.

De acuerdo al tono inspirado de esta epístola se puede concluir que el Ap. Pablo, durante su cautiverio, recibió de Dios iluminaciones elevadas y revelaciones de los misterios de la fe. La epístola de los Efesios, es el resultado del deseo de compartir con los fieles sus pensamientos y sentimientos de alegría.

 

Primera Parte:

La enseñanza de la fe.

(Cap. 1-3)

El Ap. Pablo comienza su epístola con un habitual saludo (1:1-2).

Pablo, por la voluntad Divina, Apóstol de Jesucristo, a los que se encuentran en Efeso, santos y fieles en Cristo Jesús: Gracia y paz a vosotros de Dios Padre nuestro y Señor Jesucristo.

Luego el Apóstol hace el resumen de su epístola y siguiendo la forma, entonces acostumbrada, lo hace en una sola frase, como en un suspiro. La frase resultó bastante larga - 180 palabras - la más larga de la Biblia. Por eso, para mayor claridad, la separamos en varias frases. El Apóstol, como si fuera en una mirada abarca el magno e inconmensurable panorama de la construcción de salvación de la humanidad, el pasado, el presente y el futuro y en un arrebato agradece al Triúnico Dios - Padre, quien preestableció y realizó, Hijo - quien nos redimió y renovó y Espíritu Santo - quien nos iluminó y nos enriqueció.

 

El magnífico plan de la salvación

(1:3-14).

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. Asimismo, nos escogió en él desde antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él. En amor nos predestinó por medio de Jesucristo para adopción como hijos suyos, según el beneplácito de su voluntad, para la alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio gratuitamente en el Amado. En él tenemos redención por medio de su sangre, el perdón de nuestras transgresiones, según las riquezas de su gracia que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría y entendimiento. El nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad, según el beneplácito que se propuso en Cristo, a manera de plan para el cumplimiento de los tiempos: que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra. En él también recibimos herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que realiza todas las cosas conforme al consejo de su voluntad, para que nosotros, que primero hemos esperado en Cristo, seamos para la alabanza de su gloria. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo que había sido prometido, quien es la garantía de nuestra herencia para la redención de lo adquirido, para la alabanza de su gloria.

Según el contenido, esta introducción representa, en cierto modo, un credo, en el cual están resumidas las principales verdades de la fe. Teniendo la intención de crear al mundo y dar a los hombres libre voluntad (libre albedrío), Dios ya desde la eternidad preveía la caída de ellos en el pecado y por eso en Su Consejo de la Santísima Trinidad, marcó el camino de la salvación. Todo pasó de la manera prevista por Dios. Pero Dios, no realizó inmediatamente Su plan de Salvación de los pecadores. Cuando llegó el tiempo, Él envió a los hombres a Su Hijo Unigénito, quien se encarnó y vivió entre los hombres, les enseñó como hay que creer correctamente y vivir con virtud. El sufrió y murió por los pecados de los hombres, luego resucitó de entre los muertos, ascendió al cielo y se sentó a la diestra al Dios Padre, ahora ya como Dios-hombre y cabeza de la Iglesia. Luego Dios envió al Espíritu Santo, quien a través de los apóstoles comenzó a unificar a los hombres en una familia de los renovados espiritualmente - la santa Iglesia, conservadora de la Verdad y de la Gracia. En la Iglesia, los creyentes se purifican y se iluminan, allí el Espíritu Santo les otorga los dones de la Gracia Divina y los dirige hacia la vida virtuosa. Así perfeccionándose en distintas virtudes, los cristianos pasan a las moradas celestiales del Reino de la Gloria. Observando esta serie ininterrumpida de las misericordias Divinas, el Apóstol con entusiasmo exclama: Sea bendito Dios!

Por la forma de su exposición, esta introducción puede ser referida a himnos de alabanza. En este plano se lo puede comparar con uno de los himnos característicos del Antiguo Testamento, expresado en el Salmo 136.

"Glorifiquen al Señor, porque es bueno y es eterna Su misericordia.

Glorifiquen a Dios de los dioses, porque es eterna Su misericordia.

Glorifiquen al Señor de los señores, porque es eterna Su misericordia.

A Aquel Quien sólo hace grandes milagros, porque es eterna Su misericordia.

Quien creó a los cielos con sabiduría, porque es eterna Su misericordia.

Fijó la tierra sobre la aguas, porque es eterna Su misericordia.

Creó las grandes lumbreras, porque es eterna Su misericordia.

El sol - para que gobierne el día, porque es eterna Su misericordia.

La luna y las estrellas - para que gobiernen la noche, porque es eterna Su misericordia."

Es indudable que existe una cierta semejanza entre los dos himnos de alabanza - él de Antiguo Testamento y él de Nuevo Testamento. Pero mientras el tema de los himnos del Antiguo Testamento es limitado al pueblo hebreo y sólo a la lista de bienes terrenales, temporales, el tema del himno del Apóstol abarca a todos los pueblos e incluye los bienes actuales y futuros. Los himnos del Antiguo Testamento, generalmente abarcaban a Dios como sabio Creador y como liberador de los hebreos de los pueblos vecinos, enemigos. Le agradecían por las cosechas y la abundancia de los frutos de la tierra. En ellos, toda la atención estaba centrada en lo visible y temporal. Sólo con la venida del Salvador, se ampliaron los horizontes de la fe y el hombre recibió la capacidad de contemplar y valorar los bienes espirituales y preferir la vida eterna a la temporal. No sólo los hebreos, sino también los paganos son hijos de Dios. Con la venida del Pacificador, las enemistades y divisiones anteriores deben dar lugar a un proceso de unificación de todos en una sola gran familia - La Iglesia de Cristo.

Por todos estos bienes hay que agradecer siempre a Dios venerado en la Trinidad: Dios Padre, quien todo lo previó y realizó, Hijo de Dios quien redimió, purificó y unió Consigo a los fieles, y Espíritu Santo, quien iluminó, santificó y otorgó a los hombres las fuerzas espirituales.

Tomando en consideración el contenido y el tono abarcante de la alabanza de la presente introducción a la epístola, según la opinión de los especialistas bíblicos se le puede referir a la típica oración eucarística (liturgia) de los tiempos apostólicos.

"Dios nos eligió en Cristo a ser santos y puros ante El en el amor" (1:4). La irreprochabilidad moral y la santidad es el fin del establecimiento de nuestra salvación. Fuimos creados para permanecer en estas cualidades, pero al pecar las perdimos. Dios restituye nuestra santidad y pureza, pero no sólo como cualidades internas, sino como una fuerza directora y activa, que debe expresarse en obras de amor. Hasta los objetos pueden ser santos como por ejemplo las vasijas del templo y los animales de sacrificio a Dios, físicamente perfectos. El cristiano debe ser santo y puro no sólo en el sentido de ausencia de defectos, sino en la manifestación de un amor viviente y activo.

En el centro de la construcción de la salvación del género humano, se encuentra el Señor Jesucristo, Hijo de Dios. En El estamos elegidos, por El estamos redimidos y recibimos la filiación, de El recibimos la bendición y la iluminación.

Las palabras: en la alabanza de Su gloria, no significan que Dios necesita de nuestra alabanza, sino tomando conciencia de Sus misericordias a nosotros, debemos sentir la necesidad de agradecer a El, y amar a El cada vez más. El amor filial a Dios - es justamente el sentimiento del cual nace todo lo bueno. Envuelto en el entusiasmo al ver la grandeza de las bondades Divinas derramadas sobre nosotros a través del Señor Jesucristo, el Ap. Pablo desea que los efesios se penetran con este sentimiento.

A pesar de que el Ap. Pablo durante más de dos años predicó en Efeso y mucho enseñó a los creyentes de allá, él siente, que la profunda comprensión de las verdades de la fe necesita una iluminación Divina. Por eso, el ruega a Dios que ilumine los corazones de los fieles. Sólo recibiendo sabiduría e iluminados de lo alto, ellos podrán entender la superioridad de la fe cristiana y valorar la grandeza de todo lo que hizo y hace Dios por ellos.

Habiendo resumido su epístola, el Apóstol pasa ahora a la exposición del tema principal:

 

Cristo - Cabeza de la Iglesia

(1:15-23).

Por esta razón, yo también, habiendo oído de la fe que tenéis en el Señor Jesús y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones. Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de él; habiendo sido iluminados los ojos de vuestro entendimiento, para que conozcáis cuál es la esperanza a que os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la inmensurable grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la operación del dominio de su fuerza.

[Esta fuerza] Dios (Padre) la ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y le hizo sentar a su diestra en los lugares celestiales, por encima de todo principado, autoridad, poder, señorío y todo nombre que sea nombrado, no sólo en esta edad sino también en la venidera. Aun todas las cosas las sometió Dios (Padre) bajo sus pies (de Cristo) y le puso a él por cabeza sobre todas las cosas para la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo.

La mayoría de los hebreos se representaban al Mesías como un rey - conquistador. Los bienes del reino mesiánico los entendían en el sentido de gloria y bienestar terrenal. Ellos no tenían conciencia, que la tragedia principal y el mal de la humanidad, incluyendo al pueblo hebreo, se encuentra en la vulneración por el pecado. Esta causa primordial de todos los males y sufrimientos en el mundo no puede ser suprimida por ninguna reforma política, ni cambios sociales. Para curar a los hombres de la úlcera del pecado, para hacerlos renacer moralmente, el Mesías tenía adelante de Si la obra, en primer lugar, de verter Su Purísima Sangre y morir como Redentor en la cruz. Para preparar el fundamento de la fe cristiana, los profetas del Antiguo Testamento, predijeron los sufrimientos y la muerte del Mesías. Sin embargo, la mayoría de los hebreos fueron incapaces de entender estas profecías. La comprensión de esta altísima verdad sobrepasa las fuerzas de la mente del cuerpo humano.

Realmente, para ver en Jesucristo humillado, ridiculizado y muerto con la ignominiosa muerte, al encarnado Hijo de Dios - es necesario ser iluminado de lo alto. El Ap. Pablo, en el pasado, defensor acérrimo de la ley, un gran conocedor de las Escrituras del Antiguo Testamento, que veía antes en el cristianismo a una herejía peligrosa, por su experiencia personal sabía cuan difícil es para el hombre que piensa en el nivel terrenal, percibir el misterio de la redención. Ya que él ha llegado a la fe, no por sí mismo por el camino de razonamiento lógico, o un cuidadoso estudio de las profecías, sino, justamente, recibiendo una revelación directa de Dios. Tomando en cuenta todo esto, el Apóstol ruega a Dios de iluminar la conciencia de los efesios para que comprendan cuan grande y sabio es aquello que El hizo por ellos a través de Su Hijo Unigénito.

Y no sólo la obra redentora es misteriosa, sino toda la enseñanza cristiana, no puede ser vista como un ordenado y lógico sistema filosófico, o como la suma de útiles reglas de la vida, reunidas por la experiencia de muchos siglos - hay que aceptarla como la revelación Divina. No hay hombre, por más inteligente y leído que sea, que pueda, por sí mismo, valorar la superioridad del cristianismo sobre otras enseñanzas religiosas. Todo lo contrario, es más fácil que le van a parecer ilógicos, las afirmaciones no demostrables, las exigencias irrealizables y las promesas dudosas. Como era 2000 años atrás, así ahora, la fe cristiana será siempre el Misterio Divino, que es revelado por Dios y se acepta por la fe. Pero sometiéndose por la fe a esta verdad revelada por Dios, el hombre no reniega de su sentido común, y, al contrario, se pone en camino para entender otros misterios de la sabiduría Divina. Como el Apóstol escribió a los Corintios: "La sabiduría predicamos entre los perfectos, pero la sabiduría no de ese siglo y no de los poderosos de ese siglo que pasan, sino predicamos la sabiduría Divina, secreta, recóndita, a la que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la cual nadie de los poderosos de ese siglo conoció" (1 Cor. 2:6-8).

El espíritu de sabiduría y revelación (1:17) La sabiduría: es la capacidad de entender la relación mutua entre causa y efecto, comprender la unión reciproca entre las distintas verdades de la fe. La presencia de la sabiduría es valiosa, pero insuficiente. Además de ella es imprescindible que Dios revele directamente al alma, lo que sobrepasa la lógica terrenal y no depende de la experiencia cotidiana: es necesario que Dios le de la vista interna perspicaz al hombre. La sabiduría espiritual y la revelación - son frutos del Espíritu Santo.

Iluminar los ojos del corazón (1:18). El corazón es el hombre interior. El concepto corazón es más profundo y todo abarcante, que el concepto - la mente. El corazón es el centro, no sólo consciente sino también subconsciente de la vida del hombre, el centro de sus sentidos, deseos recónditos y tendencias, lugar de la manifestación de la conciencia. El estado del corazón se refleja directamente en el nivel del conocimiento de las verdades cristianas. Ellas se perciben más profundamente y más plenamente a medida del perfeccionamiento moral a medida de la purificación del corazón. "El hombre natural (no espiritual), no percibe las cosas que son del Espiritu de Dios, porque para él son locura" (1 Cor: 2:14).

Los párrafos 20-23, contienen una importante enseñanza sobre la elevación de Cristo resucitado, como Dios-hombre, por encima de todo lo creado y sobre la sumisión a El de todo lo existente. Aquí vemos una elevación del ser humano en persona de nuestro Salvador, lo que atestigua que el Señor Jesucristo, hasta como Hombre, es Rey y Señor del cielo y de la tierra, de los ángeles y de los hombres. Cristo, siendo Dios por su naturaleza, siempre fue más alto que todas las criaturas por El creadas. Pero ahora, como Dios-hombre está realzado más alto que todos, no sólo los que se encuentran en ese mundo sino por encima de todos el mundo Angélico - Principios, Poderes, Fuerzas y Potestades - más alto que todos los seres que conocemos y aquellos que conoceremos sólo en la vida futura. Dios-hombre Cristo - cabeza de la sociedad mundial, de la "organización" mundial, cabeza de la Iglesia universal.

Esta enseñanza del Ap. Pablo sobre el Señor Jesucristo, como cabeza de la Iglesia es enormemente importante para aclarar las relaciones mutuas entre los cristianos. Como los miembros del cuerpo humano constituyen junto con la cabeza un organismo viviente, así todos los fieles con Cristo forman un solo organismo corpóreo-espiritual. Bautizados en Cristo se visten de El y constituyen uno con El. Por eso Cristo actúa en los cristianos como una fuerza constructora y directora. De la cabeza depende la vida física y orgánica del cuerpo. Y en relación sicológica, la cabeza, como contenedor del cerebro, órgano principal de la actividad mental y de los sentidos exteriores, es considerado como principio rector de la actividad humana. Esta semejanza de la Iglesia con el cuerpo coronado por la cabeza, aporta el pensamiento de una total dependencia de la Iglesia, del Señor Jesucristo y que Cristo mismo dirige la vida de la Iglesia y sus caminos en la historia de la humanidad.

Así, todos los cristianos constituyen algo semejante a una unidad orgánica que puede compararse con el organismo viviente. Pero Cristo - como cabeza de la Iglesia, no sólo en el sentido de la dirección de la misma, sino también porque El la alimenta, le da fuerzas y colabora en su crecimiento. El inspira a sus miembros, los perfecciona moralmente. Como cada organismo naturalmente crece y se fortalece, así también la Iglesia es llamada a crecer y perfeccionarse.

Las palabras: "la plenitud Del que llena a todo en todo" (1:23) significan que después de la ascensión de Cristo al cielo, la Iglesia de Cristo llena a todo - tanto el mundo material como el espiritual, siendo ella plena de la Divinidad de Cristo. Antes de la llegada de Cristo, el género humano habitaba solamente en la tierra - esta partícula microscópica en el Universo inconmensurable. El cielo, el mundo angélico y los espíritus superiores eran inaccesibles a los hombres, hasta en el plano espiritual, a causa de los pecados humanos. Además, el pecado creó divisiones entre los humanos mismos. Los hombres y hasta las naciones se dividieron en grupos aislados y enemigos entre ellos, aparecieron diferentes religiones. Era el tiempo de fragmentación y enajenación tanto física como espiritual. Cristo, renovando espiritualmente a los hombres, los une con Sigo. Viviendo en los fieles, El los reúne en una sociedad, un cuerpo místico. La Iglesia es el organismo espiritual en el cual no hay lugar donde no actúen las fuerzas Divinas de Cristo; está llena de Cristo. Hasta Su encarnación el Hijo de Dios por Su naturaleza omnipresente, siempre llenaba el mundo, pero en forma invisible. Actualmente, encarnándose y ascendiendo al cielo como Dios-hombre, El llena al mundo también en forma visible. De tal manera, Cristo elevó al hombre a la esfera de existencia, que anteriormente le fue inaccesible. La Iglesia, siendo cuerpo de Cristo, y gracias a El, llena todo y por eso puede ser llamada la plenitud de Aquel, Quien llena todo.

Los cristianos, siendo miembros de la Iglesia, se constituyen miembros de la gran organización universal a la cual pertenecen los ángeles y todos los justos del cielo. Los hebreos del Antiguo Testamento esperaban con la llegada del Mesías una ampliación de las fronteras de su pequeño estado de Israel. Dios hizo mucho más de lo que ellos soñaban. Ahora, ellos, junto con los fieles de todos los pueblos, son miembros de un inconmensurable y glorioso Reino de Dios. Todos los estados humanos más tarde o más temprano decaen, sólo el Reino de Dios va creciendo y se fortalece.

Luego el Apóstol explica a los efésios que con la venida de Cristo comenzó una nueva era para la humanidad. Antes de la venida de Cristo, ellos, como los otros hombres, eran moralmente incapaces de vivir con intereses espirituales y tener inclinación a los bienes celestiales, siendo encadenados con los lazos del pecado - ellos eran prisioneros del diablo.

 

De la muerte a la vida

(2:1-10).

La grandeza de la providencia Divina se manifestó en primer término en que El liberó a los hombres de la tiranía del príncipe de las tinieblas, quien a través del pecado los subyugó. Dios les resucitó espiritualmente cuando eran moralmente muertos, o sea les otorgó fuerzas espirituales y les hizo capaces de llevar una vida espiritual. El les dio el ansia de perfeccionamiento moral y con eso les abrió el camino al gozo eterno. Todo eso El lo realizó exclusivamente por Su piedad, sin méritos de los hombres. El Apóstol escribe:

En cuanto a vosotros, estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, conforme a la corriente de este mundo y al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia. En otro tiempo todos nosotros vivimos entre ellos en las pasiones de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de la mente; y por naturaleza éramos hijos de ira, como los demás.

Pero Dios, quien es rico en misericordia, a causa de su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en (nuestros)delitos, nos dio vida juntamente con Cristo. Por gracia sois salvos! Y juntamente con Cristo Jesús, nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales, para mostrar en las edades venideras las superabundantes riquezas de su gracia, por su bondad hacia nosotros en Cristo Jesús.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto (la fe) no de vosotros, pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

Los hombres no espirituales se llaman muertos (2:5) como imposibilitados de vivir con intereses superiores, los que no sienten la presencia de Dios y por eso son ajenos a El. Este es el estado de todo hombre que no creyó ni se bautizó. Los Efesios como hombres de cultura griega, se jactaban de sus conocimientos de filosofía y literatura, entendían en artes y estaban orgullosos de saber vivir en forma alegre y feliz. Sin embargo, esta no era la verdadera vida, sino la descomposición moral. Sin entenderlo ellos mismos vivían por la voluntad del diablo, la potestad del aire (Ef. 2:2; 1 Cor. 10:19-21, 2 Cor. 4:4) quien los esclavizó con diversas pasiones y los empujaba hacia la muerte eterna. Con la llegada de Cristo, este espíritu maligno perdió todo su poder sobre los fieles, pero sigue dominando sobre los hijos de la oposición, aquellos que se resistan a la prédica Evangélica. El Apóstol lo llama el príncipe del poder aéreo (o príncipe que domina en el aire - Ef. 2:2) en el sentido que él reina sobre los espíritus caídos, los que son invisibles al ojo humano, pero completamente reales, nos rodean de todas partes y tratan de influir sobre nuestros pensamientos, sentidos y acciones. Como hay que defenderse de sus fechorías, el Ap. Pablo hablará al final de esta epístola.

El Apóstol llama a los paganos: hijos de la ira (2:3) como merecedores de condena y castigo. Siendo espiritualmente muertos, obedeciendo a sus pasiones y cumpliendo la voluntad de los espíritus caídos, los paganos no eran aptos para el Reino de los Cielos. Ellos representaban una descomposición moral y esperaban un solo fin - el rechazo de Dios.

Con la Gracia estáis salvados a través de la fe y ella (la fe) no es de vosotros sino el don Divino (2:8). Nuestra salvación - es la obra de la infinita misericordia Divina, por la cual hay que agradecer a El sin cesar. Sobre méritos ante Dios - no es cuestión de mencionar, sin embargo, no se debe tomar estas palabras en el sentido que el Apóstol niega la necesidad de obras de bien, como lo explican los protestantes. En realidad si leer estas palabras en el contexto de las frases anteriores y las que siguen, se torna claro que la salvación vino a los hombres, no por los méritos de su parte, sino por el don de la Gracia, o sea por la misericordia Divina. La fe, es la mínima, pero completamente imprescindible, condición que hace al hombre sensible a la revelación Divina y su fuerza regeneradora. Mientras el hombre no cree, él es ciego espiritualmente, él no es capaz de entender algo espiritual y vivir con intereses espirituales. El es lo mismo que si estuviera muerto. Viendo la situación indefensa del hombre, Dios se apiada de él y con Su Gracia Divina le ayuda a creer, Se abre a su conciencia. Dios como si golpeara en el corazón de cada hombre y le propusiera Su ayuda: "date vuelta hacia Mí, abre tus ojos y recibe Mi luz de la verdad vivificadora" (Rev. 3:20). Por eso el apóstol llama aquí a la fe un don Divino. En realidad el hombre llega a la fe, no tanto por sus esfuerzos, como por la iluminación superior. Es Dios Quien eleva al hombre de lo terrenal a lo celestial, de lo corpóreo a lo espiritual.

Cuando el hombre responde al llamado Divino y recibe dentro de si a Su luz, él se llama salvado, no en el sentido que le es garantizado el paraíso y no hay que preocuparse de nada, sino, en el sentido que el se encuentra en el camino de salvación. La fe en Cristo abre al hombre acceso a todo los dones de la Gracia. Naturalmente, toda la vida - sea vegetal, animal ó humana, - se manifiesta en la correspondiente actividad y crecimiento. La fe cristiana, si ella realmente penetró en el corazón y cambió el concepto sobre el mundo del hombre, naturalmente se manifestará en obras de amor y en su crecimiento espiritual. Por eso el Apóstol, hablando de la fe, agrega: "Estamos creados en Cristo Jesús para obras de bien, que Dios nos predestino a cumplir" (2:10).O sea, antes, siendo muertos espiritualmente, erais incapaces para las obras de bien. Pero Cristo, como si os haya creado de nuevo y ahora estáis capaces de hacer el bien. La palabra obras hay que entenderla no en forma hebrea -como obras de la ley, que consistían en un cumplimiento mecánico de las reglas externas y diferentes rituales, sino, como una actividad virtuosa plena de amor. Es por eso, que en los tiempos apostólicos la fe cristiana, se llamaba el camino (Hech. 18:25; 19:23). Ella no es un estado inmóvil en seguridad autosuficiente, sino una inclinación activa hacia el perfeccionamiento. La vida justa es tan natural a la fe como los frutos buenos a un árbol vivo. Por otro lado la ausencia del entusiasmo en el cristiano, su apatía a las cuestiones de la fe y la indiferencia hacia la vida espiritual, testimonian que la luz de la fe se está apagando en él, y que se está muriendo espiritualmente.

Para revelar más claramente la grandeza de las clemencias Divinas, el Apóstol hace recordar a los ex paganos, en que desastroso estado religioso se encontraban ellos antes de su conversión a Cristo. Si los hebreos, aunque sea, creían en Dios y tenían cierta idea de la vida justa, los paganos estaban completamente cubiertos de las tinieblas, supersticiones y se hundían en los vicios. Por eso, ahora, al creer en Cristo:

 

Agradezcan a Dios

(2:11-18)

Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en la carne, erais llamados incircuncisión por los de la llamada circuncisión que es hecha con mano en la carne. Y acordaos de que en aquel tiempo estabais sin Cristo, apartados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, estando sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos habéis sido acercados por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, quien de ambos nos hizo uno. El derribó en su carne la barrera de división, es decir, la hostilidad; y abolió la ley de los mandamientos formulados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos hombres (judíos y paganos) un solo hombre nuevo, haciendo así la paz. También reconcilió con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando muerte en ella a la enemistad. Y vino (a nuestro mundo) y anunció las buenas nuevas: paz para vosotros que estabais lejos y paz para los que estaban cerca, ya que por medio de él, ambos tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu.

Aquí el pensamiento básico es que los paganos deben ser agradecidos a Dios, más que los judíos. Durante todo el periodo del Antiguo Testamento, Señor preparaba a través de sus profetas, al pueblo hebreo, para la llegada del Mesías Salvador. Por eso, hacia el fin de ese período, muchos hebreos, tensamente esperaban la llegada del Señor Jesucristo. Y El, llegando al mundo, primero se puso a salvar a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mat. 10:6). Pero en el plan Divino entraba también, la salvación de los pueblos paganos. Por eso Jesucristo decía a los hebreos que El tiene: "tengo otras ovejas, no de ese corral, aquellas también debo traer ... y habrá un rebaño y un Pastor"(Jn. 10:16). La ley del Antiguo Testamento tenia la finalidad de proteger a los hebreos de la influencia pagana y de la corrupción moral de los pueblos vecinos. La ley enseñaba a los hebreos creer correctamente y vivir en forma justa y les prometía su especial protección, si cumplían los mandamientos. Protegiendo a los hebreos de la influencia mala de los paganos, la ley era para ellos una especie de pared protectora, pero al mismo tiempo, impedía la difusión entre los vecinos de lo positivo que tenia la revelación del Antiguo Testamento. En este sentido la ley se torno una muralla de enajenación y de enemistad, que como tal, tarde o temprano, debía ser suprimida.

Elevando y ennobleciendo todo lo verdaderamente valioso en la ley de Moisés, Señor Jesucristo, suprimió en ella todo lo que era superfluo, de carácter temporal, lo que se refería a las ceremonias y costumbres nacionales, lo que alimentaba a la xenofobia y aumentaba el alejamiento. Según la palabra del Ap. Pablo, Cristo "suprimió la ley de mandamientos expresados en ordenanzas y destruyó la pared de enemistad que se encontraba en el medio" (2:15). El pecado es el principio de división no solo entre los hombres, sino es una pared de enemistad entre ellos y Dios, entre la tierra y el Cielo. Lavando los pecados de los hombres con Su Purísima sangre, derramada en la cruz, Señor Jesucristo suprimió la fuente de la enemistad entre Dios y los hombres. Al reconciliarse, y acercándose a El los hombres, naturalmente, se acercaron entre si. Por eso, todo lo externo y temporal, que los separaba, inclusive las ceremonias de la ley de Moisés, debía ser suprimido. El llamado benévolo de entrar en el Reino de Dios, es dirigido a todos los hombres sin excepción: a los cercanos (hebreos) y a los lejanos (paganos). Estos y aquellos reciben el acceso a Dios solo a través de Cristo: "Nadie llegará al Padre sino solo a través de Mi" (Jn.14:16).

La obra de la salvación de la humanidad se asemeja al perdón de los convictos deportados. Los condenados por crímenes ante el estado están deportados a una isla lejana. Es natural que su bienestar no interesa a nadie. En el lugar de deportación los convictos viven en extrema indigencia, lo pasan mal, tienen hambre, se enferman de distintas enfermedades contagiosos. Discutiendo por los magros recursos de la isla, los deportados se separaron en distintos grupos enemigos entre si, que tratan de destruirse mutuamente. Todos están enojados, la esperanza por la mejoría de la situación - es nula. Y he aquí, después de mucho tiempo comienza a reinar un nuevo rey. Tomando conocimiento de la situación indigente de los deportados, él les tiene lástima, y toma la decisión de darles la amnistía. El personalmente, va a la isla, los recoge en su barco, ordena a sus servidores de bañarlos y darles de comer. El los devuelve a su prospero reino, donde promete proveerles con viviendas, trabajo honrado y todos los derechos civiles. Imagínense la alegría de los antiguos convictos: todo su destino, de repente, se volvió mejor. Por la bondad del rey, todo lo que provocaba antes las discusiones y los hacia listos para destruirse, perdió su importancia. Sus lastimosos pertenencias no son útiles para nadie. Ellos vuelven a su patria plenos de esperanza y felicidad. Del pasado, no tienen ganas ni de acordarse. Hay que perdonar, abrazar unos a otros y toda la vida agradecer al rey por su misericordia.

De manera semejante, Señor Jesucristo, al llagar a nuestro mundo, para la salvación de los pecadores, no comenzó a examinar los litigios de los pueblos enemistados, ni dar preferencia a un pueblo sobre el otro. El vino para perdonar a todos, hacer a todos participar en la vida nueva, unir a todos en un solo pueblo Divino - porqué "quien está en Cristo (quien pertenece a Cristo), es una nueva creación. Lo pasado pasó, ahora todo es nuevo" (2 Cor. 5:17). Al reconciliar a los hombres con Dios y entre ellos, Señor Jesucristo también los reconcilió con el mundo Angélico. Viendo a todas estas grandes obras de la misericordia Divina, el Apóstol, en su arrebato espiritual, llama a todos a agradecer a El.

Bajo la ley de los mandamientos (2:15), el Apóstol entiende las decisiones de la ley del Antiguo Testamento, sobre la circuncisión, sacrificios, festejos del sábado y luna nueva, uso de alimentos, cuales considerar puros y cuales - impuros. Todo eso, antes era útil y necesario, pero en el cristianismo perdió su importancia y debe dejar lugar a los mandamientos más valiosos de índole moral.

Hombre nuevo (2:15), ó criatura nueva. Con la aceptación del cristianismo el aspecto externo queda igual, pero su contenido interno se torna - completamente distinto. Ahora, lo llenan nuevos pensamientos y sentimientos, tiene una nueva visión del mundo, nuevos valores, lo inspiran nuevos ideales y tiene una nueva meta que lo llama.

Hablando de la Iglesia como de una sociedad de fieles, el Ap. Pablo acude a dos semejanzas: del cuerpo y del edificio. Con la semejanza del cuerpo, el Apóstol aporta el pensamiento que en la Iglesia, igual que en un organismo viviente, no hay órganos inútiles ó superfluos, todo lo contrario, todos completan unos a otros y son imprescindibles para el bien de la totalidad. En la semejanza con un edificio (o templo), el Apóstol revela la grandeza y el orden de la Iglesia, su fuerza, inamovilidad, belleza espiritual y armonía. Ella es como un altísimo edificio que comienza sobre la tierra y con su techo llega al Cielo. Pero este edificio no esta todavía terminado.

La Iglesia - crece y se expande

(2:19-22)

Por lo tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Habéis sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, siendo Jesucristo mismo la piedra angular. En él todo el edificio, bien ensamblado, va creciendo hasta ser un templo santo en el Señor. En él también vosotros (por la obra del Esp. Santo) sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.

La Iglesia, como un poderoso y magnifico edificio se afirma sobre la base de apóstoles y profetas y tiene a Jesucristo como su piedra angular. Ambas semejanzas - del cuerpo y del edificio - hablan de la unidad de la Iglesia de Cristo: ella tiene una enseñanza, una fe, una meta, una gracia vivificadora. Todo esto lo establecieron los apóstoles y los profetas. Por eso, ellos son como la base de la Iglesia. Pero en la cuenta final, todo se construye sobre la fe en el Señor Jesucristo y Su enseñanza: Él -es el Redentor de los hombres, Quien reconcilió a los pecadores con Dios; El - es el Instructor de la verdad; El - es la fuente de la fuerza regeneradora; El - es la senda hacia la salvación. Sin Cristo, la Iglesia es impensable, como un edificio sin fundamentos. Si se intenta pasar por alto a Cristo, trasladar el centro de la enseñanza cristiana a algunos otros valores, entonces, toda la estructura de la Iglesia se fragmentará. Por eso las Escrituras, alegóricamente, lo llaman "La piedra angular" (Ver: Sal. 118:22; Mat.21:42; Luc. 20:18; Ped 2:7).

Desde el punto de vista de la semejanza de la Iglesia con un edificio en construcción, al principio, cada hombre constituye como un material húmedo, no trabajado, una piedra sin alisar. Hay que poner bastante trabajo para trasformarse en una "piedra" realmente útil para el edificio. La enseñanza sobre la Iglesia como un edificio en construcción, esta desarrollada en un libro del siglo 2, conocido bajo el nombre de "Pastor Erma," muy popular en la antigüedad.

El apóstol está fascinado por contemplar el misterio de la salvación. Los detalles de este misterio no los conocían ni las generaciones pasadas, ni los ángeles en el Cielo. Lo más inesperado resultó el hecho, que Dios prefijó de llamar a los paganos a la unidad de la Iglesia de Cristo a la par de Israel. El Apóstol agradece a Dios por considerarlo digno de ser el predicador de ese misterio. A pesar de que el sufre muchos inconvenientes por su predica, pero no se entristece, y convence a los cristianos, ex paganos, de no acongojarse por él.

 

El misterio de la salvación de todos los pueblos

(3:1-12)

Por esta razón yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús a favor de vosotros los gentiles... Sin duda habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me ha sido conferida en vuestro beneficio. Por revelación me fue dado a conocer este misterio, (como antes lo he escrito brevemente). Por tanto, leyéndolo (ahora a esta epístola), podréis entender cuál es mi comprensión en el misterio de Cristo.

En otras generaciones, no se dio a conocer este misterio a los hijos de los hombres, como ha sido revelado ahora a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu, a saber: que en Cristo Jesús los gentiles (deben) son coherederos, incorporados en el mismo cuerpo y copartícipes de la promesa por medio del evangelio. De éste llegué a ser ministro, conforme a la dádiva de la gracia de Dios que me ha sido conferida, según la acción de su poder.

A mí, que soy menos que el menor de todos los santos, me ha sido conferida esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo y para aclarar a todos cuál es la administración del misterio que desde la eternidad había estado escondido en Dios, quien creó todas las cosas. Todo esto (se realizó) es para que ahora sea dada a conocer, por medio de la iglesia, la multiforme sabiduría de Dios a los principados y las autoridades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que realizó en Cristo Jesús, nuestro Señor. En él tenemos libertad y acceso a Dios con confianza, por medio de la fe en él.

El misterio de la conversión a la fe de los pueblos páganos "no se dio a conocer en otras generaciones de los hijos de los hombres" (3:5). Este misterio, no lo conocía el mismo Pablo hasta que Dios se lo reveló (Gal.1:12). Es verdad, que algunos profetas predijeron que en algún tiempo los pueblos paganos llegarán a la fe verdadera y glorificarán a Dios (Ver: Sal.22:27, 72:11-17, Isaías 2:2, 11:1-10, 42:1-12, 49:6; 54:12-14, 55:5; 65:1-3; Dan.7:13-14; Ageo 2:6-7), pero la idea que ellos, junto con los judíos, participaran de los bienes del Reino Divino y formarán junto con ellos un pueblo unido de Dios - esto era escondido de los hombres. El apóstol Pablo, como los otros hebreos de aquel tiempo entendía a las profecías sobre la conversión de los paganos, en el sentido que algunos paganos serán perdonados y serán dignos de una posición de segunda categoría en el Reino del Mesías. Los hebreos, en cambio, siendo el pueblo elegido, recibirán en ese Reino una posición de privilegio.

Pero al recibir la revelación Divina, el apóstol comprendió que el Mesías vino para salvar a todos los pueblos. La ciudadanía en su Reino, El da a los hombres, no por un derecho, sino por Su misericordia. Por eso no puede haber privilegios o méritos ante Dios y por eso, en el Nuevo Testamento, las diferencias nacionales pierden su significado. Hasta la llegada de Cristo el plan Divino sobre la salvación de todos los pueblos era un secreto, que hasta los ángeles no entendían exactamente. A pesar de que ellos, observando directamente la grandeza de Dios, saben mucho más que los hombres, no lo saben todo, sino solo lo que Dios les revela. Dios revela Sus planes a los ángeles, solo tanto, cuanto ellos deben saber para cumplir Su voluntad. Las causas recónditas y la razón por que El decide tal o cual forma, Sus metas subsiguientes y como se desarrollaran los acontecimientos, después del cumplimiento del plan, quedan cerrados para ellos. Lo conocerán más tarde, ya de los mismos acontecimientos. De manera que los hechos, a medida de su desarrollo, dan la posibilidad a los ángeles de comprender los misterios que se encuentran en su base. La tierra, los hombres y en particular la Iglesia de Dios, es el escenario principal de las grandes y magnificas obras Divinas. Después que fueron expulsados del Cielo el diablo y los ángeles rebeldes junto con el, el centro de la batalla entre el bien y el mal, se centró en nuestro mundo. Los ángeles, viendo los caminos de la providencia Divina en la vida de los hombres, por la indicación de Dios toman parte de los acontecimientos de nuestro mundo. Teniendo en cuenta esta observación de los hechos del Nuevo Testamento, el Ap. Pablo escribió: "hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres" (1Cor 4:9).

Viendo la gran fuerza y gran cantidad de la Gracia Divina, actuando a través de El, el apóstol Pablo es conciente de su debilidad e insignificancia, en la obra de la difusión del cristianismo y por eso escribe: "A mi, que soy el mas pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia " (3:8). En otras palabras, todo lo hace el Señor, él se considera solo un ínfimo instrumento de Su providencia.

Creando todo con Jesucristo (3:9). Como Dios Padre todo lo visible lo creo a través de Su Hijo (Col 1:16) entonces, ahora el Hijo toma sobre si la tarea de volver a restaurar a los hombres.

La incomprensibilidad del amor de Cristo

(3:13-21)

Los efesios podían estar confundidos, por que Dios permite que Sus servidores sufran tantos inconvenientes y congojas y al mismo tiempo, los injustos viven felices. El apóstol no responde a su incertidumbre y solo ruega a Dios que les ayude a madurar espiritualmente, entonces, los efesios mismos, entenderán, porque a todos es imprescindible pasar por el horno purificador de los sufrimientos.

Por tanto, os pido que no os desaniméis por mis tribulaciones a vuestro favor, pues ellas son vuestra gloria. Por esta razón doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, a fin de que, conforme a las riquezas de su gloria, os conceda ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior; para que Cristo habite en vuestros corazones por medio de la fe.

Entonces ustedes, siendo arraigados y fundamentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender, junto con todos los santos, cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento; para que así seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones de todas las edades, para siempre. Amén.

Así como con la oración el apóstol comenzó la revelación del misterio de la salvación, también, con la oración la termina. El ruega a Dios que les permita a percibir el gran amor de Cristo. Así ellos podrán creer con más fuerza y amar más a El, y podrán comenzar a enriquecerse con virtudes cristianas.

El hombre interior (Ef. 3:16; Rom 7:22) - es esta recóndita parte del hombre, donde se revelan las cualidades más nobles y elevadas: amor a la verdad; tendencia hacia el bien; reconocimiento sensible del bien y del mal; sentimiento moral; atracción hacia los valores espirituales y sed de contacto con Dios. Y en la medida que el hombre interior se ordena y se organiza, él se torna apto para recibir a Cristo. De Su misteriosa penetración en el hombre creyente, el Señor decía: "El que tiene Mis mandamientos y los guarda, ése es que Me ama; ...y el que Me ama, mi palabra guardará, y Mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada con él" (Jn. 14:21-23)... "El (permanecerá) en Mi y Yo en él" (Jn. 15:1-8). El Obispo Teofano el Ermita, en su explicación de la epístola a los Efesios aclara en detalle como desarrollar su hombre interior ("La Epístola a los Efesios." Moscú, 1898, pag. 238-239).

"Para que vosotros arraigados y cimentados en el amor, seáis plenamente capaces de comprender" (3:17-18). Ni el desarrollo de las capacidades mentales, ni el perfeccionamiento de distintas capacidades, sino el avance en el amor, da al hombre la sabiduría espiritual para que él pueda penetrar en los misterios espirituales. De todos los misterios de la fe, el más notable, con mas inspiración, y, al mismo tiempo, difícil de penetrar, es el amor de Cristo, que es inconmensurable como el espacio que nos rodea. Con las palabras: ancho y largo, profundidad y altura, el Apóstol como si dibujara una cruz ante los ojos de los fieles, recordándolos con esto, que Su infinito amor Cristo demostró justamente en Sus sufrimientos en la cruz.

Así todo viene de Dios. El nos creó, luego, a los caídos levantó, a los pecadores purificó y santificó, a los insensatos iluminó, a los vacilantes afirmó. La observación de esta serie interminable de misericordias Divinas despierta en el Apóstol la necesidad de glorificar siempre a Dios.

La enseñanza del Apóstol Pablo sobre la Iglesia de Cristo, como una sociedad universal, cuerpo místico de Cristo, que todo lo llena, es muy importante para afirmar nuestra fe. A menudo, como miembros de alguna parroquia, perdemos de vista la verdadera grandeza y fuerza espiritual de la Iglesia a la que pertenecemos. Estamos inclinados a considerar a nuestro templo - parroquia como una pequeña isla, perdida en un inmenso océano de la sociedad que, en su mayoría, vive con los conceptos e intereses paganos. A veces, nos puede parecer que las olas espumosas de innumerables herejías y la depravación moral cada vez más fuerte, al final inundarán a nuestra pequeña Iglesia y paulatinamente también a todo el cristianismo, de manera que de la Iglesia de Cristo quedarán solo los recuerdos. El Apóstol nos ayuda a disipar estos pensamientos oscuros y expone ante nuestros ojos espirituales la grandeza de la Iglesia de Cristo, que abarca al Cielo y a la tierra. La Iglesia es el Reino de Dios, que incluye no sólo a los verdaderos fieles en la tierra, sino también, la inconmensurable asamblea de ángeles y almas de los justos en el Cielo. Y a toda esa asamblea de los salvados y de los que se están salvando los unifica la cabeza de la Iglesia - Señor Jesucristo. Por eso no hay una organización más grande y poderosa que la Iglesia. Nuestras parroquias - no son pequeños islotes desparramados, sino promontorios o rocas de una montaña monolítica y grandiosa, cuya cima penetra en el Cielo. A pesar de lo fuerte que sean los embates de las olas en la base de esta montaña, ellos no son capaces de vacilarla. Por eso no debemos inquietarnos por el destino de la Iglesia, que continuamente crece y se fortalece, al menos - en su porción celestial. Solo hay que amarrarse de ella con todas nuestras fuerzas y refugiarse en ella, ya que, mientras estamos en ella, las olas de ese mundo no pueden destruirnos.

La parte siguiente y segunda de la Epístola a los Efesios contiene indicaciones morales y consta de tres últimos capítulos: de 4° a 6°.

La enseñanza moral

Capítulos 4° y 6°

Habiendo explicado en los tres primeros capítulos que todos los cristianos constituyen un cuerpo de la Iglesia, el Apóstol, en esta parte importante de la Epístola, extrae la conclusión sobre cómo deben vivir y actuar los cristianos, siendo miembros del cuerpo místico de Cristo.

En primer lugar él representa: a) el orden general de la vida, cuyo rasgo principal es la uniformidad en la fe (4:1-16); b) luego expone las reglas generales de la vida cristiana (4:17; 5:21); c) a continuación menciona las reglas particulares de la vida, referidas a los cónyuges, hijos y padres; esclavos y señores (5:22; 6:9); d) y al final, en la conclusión, llama a todos para luchar contra los enemigos de nuestra salvación - el diablo y los demonios (6:10-18).

 

a) El orden general de la vida cristiana.

Tiendan a la unidad.

(4:1-16).

Habiendo revelado el concepto de la Iglesia como una gran sociedad unificada, que reúne a los fieles, el Apóstol llama a todos a fomentar la paz y el consenso.

Por eso yo, prisionero en el Señor, os exhorto a que andéis como es digno del llamamiento con que fuisteis llamados: con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos los unos a los otros en amor; procurando con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como habéis sido llamados a una sola esperanza de vuestro llamamiento. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, quien es sobre todos, a través de todos y en todos (4:1-6).

Las palabras introductoras: Andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados (4:1)- abarca todo lo que el Apóstol tiene que decir. El Señor os separó del medio de la sociedad moralmente descompuesta, de las tinieblas espirituales y os llevó a Su Reino de la luz, en el cual todo esta construido sobre los principios de la verdad y el amor. Por eso, vivan de manera digna a vuestra vocación. En el mundo domina el egoísmo, presunción, orgullo, la tendencia de usar a otros en beneficio propio. A menudo, en la vida, quien es más descarado y agresivo, obtiene mayor éxito. De ello surgen las enemistades, discusiones y otros males que pierden a la sociedad humana.

Para evitar esto, tiendan a ser humildes, mansos, en todo muestren una gran paciencia y amor. Es notable que en la base del perfeccionamiento espiritual, el Apóstol pone la misma virtud con la cual el Señor comenzó Su prédica de las Bienaventuranzas, o sea la humildad, la opinión modesta de sí mismo, unida a la esperanza de la ayuda Divina (bienaventurados los humildes). De la humildad nace la mansedumbre que previene todas las discusiones. La meta común debe ser la conservación de la unidad espiritual (uniformidad) en la unión de la paz.

Para inducir a los cristianos a la uniformidad, el Apóstol les recuerda que ellos constituyen una sociedad espiritual, un cuerpo místico de Cristo, que es vivificado por el Espíritu Santo. En el cristianismo todo lleva a la unificación. Realmente, todos están llamados a un Reino, todos veneran a un Dios, todos tienen una fe y los mismos Sacramentos (4:4-6). Todos comparten las mismas convicciones, una igual manera de pensar, los mismos valores, la misma meta y una misma fuente renovadora de la Gracia.

A los líderes eclesiásticos contemporáneos, que llaman a la unión y colaboración, hay que hacerles recordar que esto puede ser logrado sólo con la unidad de la fe. Predicando la fe, el apóstol Pablo, igual que los otros apóstoles, ordenaba a sus seguidores protegerla.

"Vosotros os salváis, si lo predicado, lo conserváis tal como yo lo prediqué, si no, creyeron en vano" (1Cor. 15:2). "Lo que aprendisteis, lo que aceptasteis y escuchasteis y visteis en mí, eso cumpláis" (Fil. 4:9). "Así hermanos, manténganse y conserven la tradición, que aprendisteis, de palabra o epístola nuestra." "Os testifico, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, de alejaros de todo hermano que actúe indebidamente y no según la tradición que recibisteis de nosotros" (2 Tes. 2:15; 3:6). "O Timoteo! Guarda lo que se te dio, evita la indigna conversación vana y discusiones de falsa sabiduría" (1Tim. 6:20).

El Apóstol llama Tradición a todo lo que enseñó. Siguiendo este testamento de los Apóstoles, la Iglesia, en la persona de sus archiprestes (obispos), trató siempre de proteger la fe de las distintas innovaciones. Ellos enseñaban, que es importante no sólo creer sinceramente, sino también, creer tal como lo enseñaron los Apóstoles. Toda innovación en las cuestiones de la fe, toda fe "propia, " inevitablemente aleja al hombre de la Iglesia.

Sin embargo, como se ve en las enseñanzas subsiguientes del Apóstol, la unidad de las cuestiones espirituales no suprime las cualidades personales o talentos de tal o cual creyente. Como en el organismo, cada miembro cumple una función definida, necesaria para el cuerpo, así también en la Iglesia, cada miembro, con sus dones naturales y bienaventurados puede y debe colaborar por el bien común. Dios, no sólo no suprime las cualidades individuales del hombre, sino, todo lo contrario, con su Gracia Divina las enaltece, fortifica y manifiesta en su forma máxima. Como complemento de las cualidades naturales, talentos, a cada uno de los fieles, como a cada miembro del organismo, se le otorga, todavía, una gracia especial, un don espiritual particular, con el cual debe servir para el provecho común.

A cada uno de nosotros le ha sido conferida la gracia conforme a la medida de la dádiva de Cristo. Por esto dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad y dio dones a los hombres. Pero esto de que subió, ¿qué quiere decir, a menos que hubiera descendido también a las partes más bajas de la tierra? El que descendió es el mismo que también ascendió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hasta ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

Esto, para que ya no seamos niños, sacudidos a la deriva y llevados a dondequiera por todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar, emplean con astucia las artimañas del error; sino que, siguiendo la verdad con amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza: Cristo. De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todas las coyunturas, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para ir edificándose en amor (4:7-16).

Indicando a Cristo, como Fuente de los dones de gracia, el apóstol Pablo cita un versículo del salmo 68, referido al Mesías: "Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad, tomaste dones para los hombres, y también para los rebeldes, para que habite entre ellos Señor Dios" (68:18). Citando el texto en traducción griega de la Biblia, conocida como la de 70 traductores (Septuaginta), el Apóstol corrige la palabra "aceptó" en "dio" ya que en el original hebreo la palabra lakaj, es mas correcto traducir así. El sentido de esta profecía es que Mesías, al bajar después de Su muerte a los lugares profundos de la tierra (el infierno), arrebato al diablo sus cautivos (cautivo al cautiverio) y los libero. Después de esto, ascendiendo al Cielo, Él dio a los fieles los dones de gracia, enviándoles al Espíritu Santo.

Justamente, para la edificación y el fortalecimiento de la Iglesia, Cristo puso en ella a unos como apóstoles, otros profetas, otros anunciadores de la buena nueva, otros como pastores y maestros. Los Apóstoles - son los discípulos mas cercanos a Cristo a quienes fue confiada la expansión de la Iglesia. Los Profetas - inspirados instructores espirituales, que recibían de Dios revelaciones especiales. Ellos tenían una gran importancia en el fortalecimiento de la Iglesia en el primer siglo del cristianismo (Hech. 11:27; 21:10; 1Cor 14:3). Los Evangelistas - son predicadores viajeros, misioneros del Evangelio. Tanto los Evangelistas como los Predicadores generalmente no estaban vinculados con comunidades definidas. Los pastores y maestros, por otro lado, eran dirigentes espirituales fijos de sus comunidades. Ellos predicaban, explicaban la palabra de Dios y respondían a las necesidades cotidianas de los creyentes. Las personas impuestas por los Apóstoles en el rango de Obispos o Presbíteros, obtenían el derecho de efectuar la partición del pan (Comunión), bautizar, otorgar dones de Gracia (óleounción) y encabezar a las oraciones sociales (servicios litúrgicos). En sus epístolas a Timoteo y Tito, el Ap. Pablo explica detalladamente en que consisten las obligaciones de los obispos, presbíteros y diáconos (ayudante de los dos primeros) y también enumera las cualidades morales que estos deben poseer (ver Hech. 14:22; 20:23-33).

Sobre los dones espirituales generales, que se daban a todos los fieles, como por ejemplo los dones de la fe, la sabiduría, las curaciones, don de las lenguas y la interpretación de la lenguas, el apóstol Pablo escribe en su epístola a los Corintios (1Cor.12:4-31). En la epístola a los Efesios, él se detiene sobre los dones que son necesarios para la estructura de la Iglesia. Es importante recordar que para los puestos dirigentes de la Iglesia - de profeta, evangelista, pastor y maestro - nadie accedía, por su propia decisión, sino por el nombramiento de aquel a quien Dios encomendó de designar. En el tiempo de los apóstoles, a los puestos de jerarquía designaban los mismos apóstoles. Mas tarde este derecho ellos lo pasaron a sus herederos - los obispos (ver Tito 1:5). De manera, que en su epístola a los Efesios, como en sus otras epístolas, el apóstol Pablo habla claramente del establecimiento Divino de la jerarquía eclesiástica. Por eso, los que no aceptan al sacerdocio, van contra las disposiciones apostólicas.

La finalidad de la jerarquía eclesiástica, es la colaboración en el perfeccionamiento moral de los fieles (para perfeccionar a los santos 4:12) y la construcción del cuerpo de Cristo (la Iglesia) o sea, colaborar en su difusión y fortalecimiento. Los pastores de la Iglesia deben trabajar en esta dirección "hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un barón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (4:13) o sea, cuando, con la Segunda Venida de Cristo, todos alcancen su máximo nivel espiritual.

Así, según el apóstol Pablo, la Iglesia - no es una piedra inmovilizada en su dureza, sino un cuerpo viviente, que esta llamado a crecer y perfeccionarse. Un gran roble difiere, por su aspecto externo de la pequeña plántula, de la cual creció. Sin embargo, su naturaleza queda invariable. De manera semejante, a la Iglesia en su estado contemporáneo, parece diferir de la Iglesia de los tiempos apostólicos. Pero su naturaleza es la misma: ella contiene la misma fe, la misma gracia, sacramentos y estructura jerárquica que poseía en el tiempo apostólico. En su largo camino histórico ella se enriqueció mucho, llego a la edad adulta. La lucha con las herejías, colaboro para aclarar muchas verdades cristianas. La difusión de la vida monástica ayudo a fijar las reglas de la vida espiritual. El esplendor del canto sacro, la riqueza de la pintura y arquitectura sagrada - todo eso resulto del crecimiento interno y externo de la Iglesia.

Para que ya no seamos niños fluctuantes... (4:14). El ideal del Cristianismo es alcanzar la sinceridad, mansedumbre y pureza de corazones infantiles "Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entrareis en el Reino del Cielo" (Mat.18:3) está dicho acerca del corazón. Pero en cuestiones de la fe, un cristiano no debe ser ingenuo y de fácil convicción, "vacilantes y movidos por cualquier viento de enseñanza." Todo lo contrario él debe ser suficientemente informado para poder enseñar a otros creer correctamente (2 Ped. 3:17, 1 Ped. 3:15).

La meta de nuestros esfuerzos es que dirijamos a todo para el bien de los prójimos, inspirados por el amor. Explicando ese fin, el apóstol recuerda a los efesios cuan lejanos eran ellos de eso, antes de su conversión a Cristo.

b) Reglas generales

Despojarse del hombre vetusto

(4:17-24).

Por eso habló y os conjuró por el Señor, que no actúen mas como los otros pueblos que en la vanidad de su mente, están oscurecidos en su inteligencia. Ellos están alejados de la vida Divina, por su ignorancia y endurecimiento del corazón. Habiendo llegado a la insensibilidad ellos se dedicaron a la depravación de manera, que hacen toda impureza insaciablemente. Pero vosotros no así conociste a Cristo, ya que escuchaste sobre El y en El aprendisteis (ya que la verdad esta en Jesús) depongáis la forma anterior de la vida del hombre vetusto que se descompone en deseos seductores y os renováis con el espíritu de vuestra mente y os revistáis en el nuevo hombre creado según Dios en la virtud y la santidad de la verdad.

En otros palabras, tengan cuidado de no volver atrás. El pecado es destructivo no solo porque vulnera a la norma moral, sino particularmente, porque oscurece la mente y endurece el corazón del que peca. Por eso el pecador cae en un circulo vicioso: pecando, el se oscurece, y oscureciendo, peca todavía más. Sucede, como con la piedra rodante sobre una superficie inclinada: cuando más rueda, adquiere mayor velocidad. Cayendo en la cautividad del pecado, los paganos no solo practicaban depravación, sino lo hacían insaciablemente. El Apóstol explica a los Efesios, que sin Cristo todos ellos se hundirían en el lodo del pecado. Pero este estado ya quedó atrás. Cuando en el bautismo ellos cambiaron su vieja vestimenta por una nueva, era el símbolo de su purificación de la anterior corrupción moral. Siendo santificados por la Gracia de Cristo, ellos se adornaron con Sus virtudes y en esta forma se asemejaron a Él (4:24).

Habiendo aclarado el profundo cambio que sucedió en ellos con la conversión al cristianismo, el Apóstol pasa a una más detallada descripción de las cualidades espirituales, que deben distinguirlos.

 

Conducta digna

(4:25-32).

Por lo tanto, habiendo dejado la mentira, hablad la verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros. Enojaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El que robaba no robe más, sino que trabaje esforzadamente, haciendo con sus propias manos lo que es bueno, para tener qué compartir con el que tenga necesidad. Ninguna palabra obscena salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación según sea necesaria, para que imparta gracia a los que oyen. Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios en quien fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos y calumnia, junto con toda maldad. Más bien, sed bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Esta instrucción es clara. Podemos solo detenernos en algunos pensamientos. La instrucción "Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo" (4:26), nos llama a que tratemos cuanto antes, no más tarde que la puesta del sol, a reconciliarnos con quien nos enojamos. Esto es por que, durante el sueño en nuestro subconsciente, se consolidan aquellos impresiones y sentimientos que recibimos durante el día. Si estos eran malos y pecaminosos, fijándose en nosotros, luego van a influenciar a nuestros sentimientos y van a empujarnos en dirección mala.

Los pecados, especialmente los lujuriosos, entristecen al Espíritu Santo (4:30) con cuyos dones el cristiano es marcado en el día de su redención o sea, en su bautismo. Todavía en el tiempo apostólico comienza la costumbre de otorgar los dones del Espíritu Santo, enseguida después del bautismo, en el Sacramento de Óleo unción. En principio, estos dones se otorgaban a los recién bautizados, a través de la imposición de las manos, pero luego, todavía durante la vida de los Apóstoles, comenzaron a otorgarse a través de la unción con Santo Óleo.(1 Jn. 2:20-27). Aparentemente, ya en el tiempo apostólico, durante la unción con óleo santificado (Óleo unción) se decía la formula: "Sello del don del Espíritu Santo." Por eso el Apóstol usó aquí la palabra sellados, indicando que ellos recibieron el sello espiritual. Pero lo importante:

 

Vivir en amor

(5:1-2).

Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a Si mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.

Todos deben imitar a Dios en el amor, como hijos imitan a su padre. Imitar a Dios significa - seguir el ejemplo del Señor Jesucristo. Las perfecciones de Dios invisible, se tornaron visibles en los actos de Jesucristo. Es por eso que el Salvador dijo: "el que vio a Mi, vio a Mi Padre" (Jn. 14:9), y como la obra más alta de amor de Cristo ere Su sacrificio redentor, el Apóstol Juan nos llama a imitar a El en autosacrificio para el bien de los prójimos. "En eso hemos conocido el amor, en que Él (Cristo) puso Su vida por nosotros: (por eso) también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos" (1 Jn. 3:16).

Para mostrar más claramente la altura del llamado cristiano, el Apóstol de nuevo llama a los efesios a evitar todo aquello a que se dedicaban antes.

 

No participar en las obras de las tinieblas

(5:3-14).

Pero la inmoralidad sexual y toda impureza o avaricia no se nombren más entre vosotros, como corresponde a santos; ni tampoco la conducta indecente, ni tonterías ni bromas groseras, cosas que no son apropiadas; sino más bien, acciones de gracias. Porque esto lo sabéis muy bien: que ningún inmoral ni impuro ni avaro, el cual es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con vanas palabras, porque a causa de estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.

Por eso, no seáis partícipes con ellos; porque si bien en otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Andad como hijos de luz! Pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad. Aprobad lo que es agradable al Señor y no tengáis ninguna participación en las infructuosas obras de las tinieblas; sino más bien, denunciadlas. Porque da vergüenza aun mencionar lo que ellos hacen en secreto. Pero cuando son denunciadas, todas las cosas son puestas en videncia por la luz; pues lo que hace que todo sea visible es la luz. Por eso dice: 'Despiértate, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo!'

Vanas palabras - son las habladurías de que el pecado no es un mal tan grande, ya que pecar es natural para nuestra naturaleza imperfecta; Dios es misericordioso, Él perdonará a todos... y algo por el estilo. El Apóstol explica que todas las tentativas de justificar sus acciones pecaminosas, prontamente atraen el justo juicio de Dios. Es preciso no solo evitar a los pecados, sino también reprenderlas a los pecadores (5:11).

Pero para acusar con provecho, es necesario que uno mismo tenga suficiente sabiduría espiritual y experiencia. La pacificación (la reconciliación de los pecadores con Dios) - es la séptima virtud, que se da a los de corazón puro (Mat. 5:9) Por eso en su epístola a los Galatas, el Apóstol Pablo encarga a los hermanos cristianos: "Hermanos, en caso de que alguien se encuentre enredado en alguna transgresión, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado" (Gal.6:1). Cada hermano debe ser cauto y contenido en su intento de corregir a otro, por pensar alto de si mismo no caer en la tentación. "Quien piensa estar firme, mire que no caiga" (1 Cor. 10:12). Lo más seguro, dejar la acción de acusación a los, cuya obligación directa es de hacerlo. Así, a su discípulo Timoteo, el Apóstol ordena: "A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los damas también teman (1 Tim. 5:20). A los demás es mejor con larga paciencia sobrellevad los unos las cargas de los otros (Gal.6:2) y orad unos por los otros, para que seáis sanados (Santiago 5:16).

El estado de un pecador empedernido, se parése a un sueño profundo, pero hasta él puede, con ayuda de Dios, despertar. Las palabras: Despiértate, tu que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrara Cristo (5:14), aparentemente están tomadas de algún himno cristiano de los tiempos apostólicos. Visiblemente, están inspirados por un versículo de libro del profeta Isaías, quien predijo sobre la gloria venidera de la Iglesia de Cristo: "Levántate, resplandece Jerusalén (Iglesia), ya que ha venido tu luz y la gloria del Señor ha nacido sobre ti. Porque he aquí que las tinieblas cubrirán la tierra, y la oscuridad las naciones, mas sobre ti amanecerá el Señor y sobre ti será vista Su Gloria" (Isaías 60:1-2).

Mas adelante el Apóstol explica que todo a lo que él llama, debe ser aceptado no como unos planes generales para algún futuro incierto. Al contrario, cada fiel debe tratar de aprovechar en forma máxima el tiempo precioso, que Dios le designo para su preparación a la eternidad.

 

Portaos con cuidado

(5:15-21).

Mirad, pues, con cuidado, cómo os comportáis; no como imprudentes sino como prudentes, redimiendo el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad del Señor. Y no os embriaguéis con vino, pues en esto hay desenfreno. Más bien, sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, himnos y canciones espirituales; cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando gracias siempre por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo; y sometéos unos a otros en el temor de Dios.

Los días de la vida terrenal, el Apóstol los llama engañosos, en el sentido de su inseguridad. Pensamos que nuestra vida está toda por delante, que tendremos tiempo de enmendarnos y hacer algo bueno, y de repente, inesperadamente se acercó la muerte, y el final de todos los planes: al reloj de la vida no se lo puede volver atrás. Por eso el Apóstol aconseja no ser inconsistentes, sino tratar de entender la voluntad Divina, o sea, comprender que tenemos que hacer y hacia donde dirigirnos. Quien pide la dirección a Dios, a esa persona Él, infaliblemente, indicará lo que le es útil, o a través de circunstancias externas o por inducción interna. Es necesario solo aprender a escuchar la voz de Dios.

A la pregunta del novicio "Cuántas veces hay que orar para recibir la notificación de cómo actuar?" El ermitaño Barsonofeo contesta: "Cuando no puedes preguntar a un maestro experimentado, hay que orar tres veces sobre la acción dada, y luego ver hacia donde se inclinará el corazón - aunque sea en el grosor de un cabello - y actuar de acuerdo. Una notificación así, es perceptible y entendida por el corazón.

- Como hay que orar tres veces: en distinto tiempo o todo junto?

- Ocurre que a veces, no se puede postergar. Si tienes tiempo libre, ora tres veces durante tres días, en cambio si ocurre una necesidad extrema, como durante la traición del Salvador, tómalo como modelo. El se apartó tres veces para la oración y orando tres veces repetía las mismas palabras (Mat.26:44)...

Cuando tienes la intención de hacer algo agradable a Dios, y un pensamiento contrario te molesta, así se sabe que la obra es verdaderamente agradable a Dios. Ora y vigila: si durante la oración tu corazón se afirma en lo bueno y eso crece y no disminuye, y si con esto persiste igual el pensamiento contrario, que te molesta, así se conoce que esa obra le agrada a Dios. Hay que saber, que cada obra de bien despierta una contrariedad por la envidia del diablo, y la obra de bien, a través de la oración la vence. Ahora, si la supuesta obra de bien es inspirada por el diablo, y con ella está presente la contra, también creada por el diablo, entonces, con la oración la supuesta obra de bien se debilitará y con ella se debilitará también la supuesta contrariedad. En este caso, se ve claramente, que el enemigo mismo creó la contra al pensamiento que él mismo nos inspiró para seducirnos, y para que tomemos el pensamiento inspirado por él por uno bueno... Cuando piensas en algo y sientes una confusión en el pensamiento y, después de invocar el nombre de Dios sigue persistiendo, aunque sea por el grosor de un pelo - entonces sepas, que la obra que quieres hacer, te es inspirada por el maligno. Y entonces no la hagas, de ninguna manera - ya que todo lo que se hace con el sentido de confusión no es agradable a Dios. Pero cuando uno lucha contra la confusión (si tienes el pensamiento de lucha, contra la confusión) entonces, no hay que considerar inmediatamente a la obra como nociva, sino, examinarla bien si es buena o no, y si se ve que no es buena - abandonarla, pero si se ve que es buena - hacerla, dejando de lado a la confusión.

Como en una cadena un eslabón lleva a otro, así también los vicios. El uso excesivo de vino lleva a la disolución (5:18). En lugar de placeres carnales el cristiano debe buscar la consolación espiritual - sed llenos de Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales (5:19). Con esto, hay que tratar que no tanto la lengua como el corazón cante a Dios. Se sabe que ya en tiempo apostólico comenzaron a aparecer los himnos cristianos (1 Cor. 14:26). Así, el gobernador pagano Plinio, en su carta al emperador Trajano (comienzo del siglo 2), escribía que los cristianos se reúnen antes de la salida del sol y juntos cantan a Cristo como a Dios.

El agradecimiento a Dios debe siempre entrar en el conjunto de nuestras oraciones. Así, en su epístola a los Tesalonicenses el apóstol instruye: "Siempre alégrense, oren sin cesar y agradezcan por todo" (Tes. 5:16-18). Por todo - incluye también los acontecimientos dolorosos de la vida, porque "A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien."(Rom. 8:28).

Habiendo instruido sobre las reglas de la vida cristiana, el Apóstol pasa a la exposición de las reglas personales y comienza por la explicación de los deberes conyugales. Aquí el Apóstol representa el matrimonio como la imagen de unión mística del Señor Jesucristo con la Iglesia.

 

c) Las reglas personales.

Cristo y la Iglesia, como ejemplo para maridos y esposas

(5:22-33).

Las casadas estén sujetas a sus propios esposos como al Señor, porque el esposo es cabeza de la esposa, así como Cristo es cabeza de la iglesia, y él mismo es salvador de su cuerpo. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, de igual manera las esposas lo estén a sus esposos en todo. Esposos, amad a vuestras esposas, así como también Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, a fin de santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua con la palabra, para presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa que no tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que sea santa y sin falta.

De igual manera, los esposos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propio cuerpo; más bien, lo sustenta y lo cuida, tal como Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. Grande es este misterio, pero lo digo respecto de Cristo y de la iglesia. Por tanto, cada uno de vosotros ame a su esposa como a sí mismo, y la esposa respete a su esposo.

Una persona, que frecuenta a la Iglesia, reconoce en este párrafo, lo que es leído durante el Sacramento del Matrimonio.

Para comprender correctamente las instrucciones del Apóstol, acerca de las relaciones recíprocas entre los cónyuges, hay que tomar en cuenta, que él no trataba de romper las estructuras sociales, establecidas por los siglos. En los casos, cuando necesitaba dar consejos prácticos - sea en las relaciones recíprocas entre los miembros de la familia o entre los jefes y subordinados, el Apóstol Pablo, igual que los otros apóstoles, trataba sólo de ennoblecer y elevar moralmente a estas relaciones, para suprimir la crueldad y el abuso. Los principios de obediencia, y de responsabilidad - son establecidos por Dios y son absolutamente indispensables para el bienestar de la sociedad. Los hijos deben obedecer a sus padres, la servidumbre - a los dueños, los obreros - a sus jefes, los ciudadanos - a sus gobernantes, los miembros de una comunidad -a sus pastores y maestros, y todos juntos a - Dios. Todos los derechos están unidos a los deberes. Los que mandan son responsables ante Dios por como ellos usan el poder que se les otorgó y su posición. Si un jefe no se preocupa del bienestar de sus subordinados, él se transforma en un tirano y puede traer muchos inconvenientes a la sociedad. Dios le demandará por eso. De manera igual, cuando los subordinados no obedecen - surge la anarquía y la sociedad se disuelve.

La familia, es la célula mas pequeña de la sociedad. La naturaleza misma nos dice que cada miembro de la familia tiene sus derechos, sus deberes y la responsabilidad, correspondiente a éstos. Reconociendo la preeminencia del marido, el cristianismo no menospreció a la mujer, con dejarla en segundo lugar. Todo lo contrario, como sabemos de la historia, la liberó de su situación esclava en que se encontraba en el mundo precristiano y le reconoció la igualdad religiosa y moral con el hombre. Si el Apóstol deja en segundo lugar a la mujer, en las condiciones de la vida domestica, lo hace de acuerdo con la disposición creadora de Dios, según la cual ambos sexos tienen sus especiales ventajas y límites de la actividad. La ventaja del marido - es la fuerza física, la energía y la voluntad. La ventaja de la mujer - es la disposición a las ocupaciones prácticas, dulzura y animosidad. De acuerdo con esto sería completamente injusto cargar sobre la mujer las mismas obligaciones y viceversa. De esto surge que, según el designio Divino, le corresponde la preeminencia en la familia al marido, ya que esta preeminencia es la asociación de las obligaciones que están fuera de la capacidad y fuerzas de la mujer. El marido debe amar a su mujer como a su cuerpo, ya que esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne (Gen.2:23).

Como las esposas son proclives a que les pese la preeminencia sobre ellas de los maridos y los maridos tienden a abusar de su posición, el Apóstol, en esta instrucción subraya lo que generalmente se vulnera en el matrimonio: que los maridos amen a sus mujeres y que éstas obedezcan a sus maridos. Para el bien de la familia y para evitar las discusiones, Dios le dio una "obediencia" especial a cada miembro de la familia: el marido debe velar por el bienestar y tomar las decisiones sobre la marcha externa de la vida familiar, la esposa concentra su atención sobre la educación de los hijos y la parte interna de la vida familiar. Todas las acciones del marido, relacionadas con su esposa deben salir del sentimiento de amor hacia ella. En respuesta, la esposa le cede la prioridad y le deja la última palabra. En el plano ideal, las relaciones entra el marido y la mujer, son parecidas a las de Cristo y la Iglesia: el amor perfecto, hasta el sacrificio de Su vida por la Iglesia y una obediencia agradecida de la Iglesia a Cristo.

La obediencia de las esposas se indica, no como el de una esclava, y no como de una obligada, sino como al Señor, o sea, la que sale del sentimiento de confianza y agradecimiento. El dominio del marido hay que entenderlo como una preeminencia, siempre necesaria en todo tipo de uniones y sociedades y no como un abuso de poder. El marido es la cabeza natural de la familia, porque sobre él descansa el peso principal de las obligaciones familiares, que no podría llevar sobre si la esposa, teniendo en cuenta la dulzura de su naturaleza y la debilidad de sus fuerzas físicas. El amor conyugal debe ser ante todo un amor espiritual y tener una finalidad moral.

Bajo el lavamiento del agua (5:26), el Apóstol entiende el Bautismo, con el cual Cristo purifica a los hombres que entran en la Iglesia de la polución moral. De manera semejante, los maridos deben velar por la pureza moral y la salvación de las almas de sus esposas. Junto con esto los maridos deben expresar su amor y preocupación por su mujer como por su propio cuerpo, alimentar y calentar a ella, como el Señor a la Iglesia. En relación con esto el Apóstol recuerda la base Bíblica para ese amor a la esposa: "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne" (Gen. 2:24).Con estas palabras, el Apóstol quiere predisponer a los cónyuges a una unión fuerte y mostrar cuán antinaturales son los conflictos conyugales.

En algunas traducciones del griego la expresión "la esposa que tema a su marido" es sólo una expresión figurada y no significa el temor de una esclava, que no puede tener lugar en el cristianismo. Este "temor" no es otra cosa que el respeto hacia el marido. La esposa respeta a su marido, como principal, que es responsable ante Dios por el bienestar de la familia.

De esta y otras instrucciones de los apóstoles, se ve la relación de los primeros cristianos con el matrimonio. El marido y la mujer son colaboradores ante Dios. Ellos son completamente iguales, como participantes del Reino de Dios y herederos de la vida eterna. Pero no se borra la diferencia que está predispuesta por la naturaleza. La mujer fue creada para ayudar al marido, y del marido (de su costilla), y no el marido para la mujer, a pesar de que nace "de la mujer." La mujer, según su significado humano y según el designio Divino, es igual en todo a su marido, prácticamente es su ayudante y depende de él, mientras, el marido es la cabeza de la familia y por consiguiente de la mujer "que vivan por la voluntad de Dios," como dice una de las oraciones del sacramento del Matrimonio.

Complementando estas instrucciones generales sobre las obligaciones conyugales, el Apóstol Pablo escribe acerca de las relaciopnes matrimoniales:

Pero a los que se han casado mando, no yo, sino el Señor: que la esposa no se separe de su esposo (pero si ella se separa, que quede sin casarse o que se reconcilie con su esposo), y que el esposo no abandone a su esposa. A los demás digo yo, no el Señor: que si algún hermano tiene esposa no creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si alguna esposa tiene esposo no creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el esposo no creyente es santificado en la esposa, y la esposa no creyente en el creyente. De otra manera vuestros hijos serían impuros, pero ahora son santos.

Pero si el no creyente se separa, que se separe. En tal caso, el hermano o la hermana no han sido puestos bajo servidumbre, pues Dios os ha llamado a vivir en paz. Porque, ¿cómo sabes, oh esposa, si quizás harás salvo a tu esposo? ¿O cómo sabes, oh esposo, si quizás harás salva a tu esposa? (1 Cor. 7:10-16).

Estas últimas palabras del Apóstol son importantes de tener en cuenta, en nuestro tiempo, cuando, en un matrimonio mixto sólo una parte es fiel, o es ortodoxa.

Ese misterio es grande (5:32) en el caso del matrimonio: como el marido y la mujer se tornan una carne; y el caso de la relación entre Cristo y la Iglesia es muchos mas misterioso, y el Apóstol no lo trata de explicar.

Mas adelante él pasa a exponer las obligaciones de los hijos, hacia sus padre y luego de los padres hacia los hijos.

Interrelación entre los hijos y

los padres, esclavos y señores

(6:1-9).

Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa) para que te vaya bien y vivas largo tiempo sobre la tierra. Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina y la instrucción del Señor.

Siervos, obedeced a los que son vuestros amos en la tierra con temor y temblor, con sinceridad de corazón, como a Cristo; no sirviendo sólo cuando se os esté mirando, como los que quieren quedar bien con los hombres, sino como siervos de Cristo, haciendo la voluntad de Dios con ánimo. Servid de buena voluntad, como al Señor, no como a los hombres, sabiendo que el bien que haga cada uno, eso recibirá de parte del Señor, sea siervo o libre. Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas; porque sabéis que el mismo Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que no hay distinción de personas delante de él

Los hijos deben escuchar a sus padres porque la ley natural de la justicia, exige esto. Los padres deben evitar la severidad para con sus hijos y deben educarlos en la ley del Señor. En general, todas las relaciones familiares deben estar en el Señor - o sea deben estar de acuerdo con la enseñanza cristiana sobre la libertad y la pureza moral. Deben estar construidas sobre los principios de justicia, respeto mutuo y amor y no deben pasar los límites de lo permitido por la ley de Cristo.

El primer mandamiento con promesa (6:3). Entre los diez mandamiento del Antiguo Testamento, el quinto, sobre el deber de honrar a los padres era el único que prometía una recompensa "que estarás bien y tus días se alarguen en la tierra" (Ex. 20:12).

Luego el Apóstol pasa a las relaciones de los esclavos y señores. A los esclavos recomienda obediencia y a los señores justicia y condescendencia en las relaciones con sus esclavos. La cuestión política y social sobre la justicia ó injusticia de la esclavitud, el Apóstol no toca, la Iglesia cristiana en general, no se ocupaba de las reformas políticas y sociales y sólo se interesaban del renacimiento interior de los hombres. Es natural, que la renovación moral de la sociedad debía llevar a los correspondientes cambios en las relaciones humanas.

Como conclusión de las indicaciones morales, el Apóstol llama a los cristianos a la guerra con los enemigos invisibles de nuestra salvación - el diablo y sus servidores. Esta enseñanza se encuentra en la base del ascetismo cristiano.

 

d) La vida es una guerra

(6:10-20).

Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza. Vestios de toda la armadura de Dios, para que podáis hacer frente a las intrigas del diablo; porque nuestra lucha no es contra sangre ni carne, sino contra principados, contra autoridades, contra los gobernantes de estas tinieblas, contra espíritus de maldad en los lugares celestiales. Por esta causa, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haberlo logrado todo, quedar firmes.

Permaneced, pues, firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, vestidos con la coraza de justicia y calzados vuestros pies con la preparación para proclamar el evangelio de paz. Y sobre todo, armaos con el escudo de la fe con que podréis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Tomad también el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, orando en todo tiempo en el Espíritu con toda oración y ruego, vigilando con toda perseverancia y ruego por todos los santos. Y también orad por mí, para que al abrir la boca me sean conferidas palabras para dar a conocer con confianza el misterio del evangelio, por el cual soy embajador (servicio apostolico) en cadenas; a fin de que por ello yo hable con valentía, como debo hablar.

Toda nuestra vida es una lucha sin pausa con las tentaciones. Las tentaciones vienen de todas partes. A menudo, nacen dentro de nosotros, sin una visible causa externa, a veces vienen de los hombres o de las circunstancias externas. Sin embargo, cada uno debe saber que el peligro mayor nos amenaza justamente de los demonios. Satanás y los espíritus caídos no son producto de la fantasía supersticiosa, sino, seres reales, aunque invisibles. Ellos, en forma consciente y sistemática, dirigen sus actividades, maquinaciones, su astucia y su experiencia milenaria en el mal para fomentar las pasiones de los hombres y empujarlos a diferentes crímenes. La mayoría de los hombres, por su ingenuidad, se inclinan a ver enemigos en sus contrincantes o rivales, y completamente ignoran la presencia de los muy activos espíritus del mal. En realidad, como lo explica el Apóstol, nuestra guerra debe ser dirigida no contra la carne y la sangre -no contra los hombres que se encuentran en el mismo peligro que nosotros, sino, - contra los espíritus del mal. Lógicamente nadie desea sufrir una perdida material. Pero este no es el mayor peligro. El verdadero peligro - es perder el Reino de los Cielos y la vida eterna - esto es lo que hay que temer. Esto será una tragedia irreparable!

El Apóstol llama a los espíritus del mal potestades del mundo, no en el sentido de que tienen el poder sobre todo el mundo, sino que son jefes de aquella parte de la humanidad que se encuentra inmersa en el mal. Realmente, los ateos, los hombres viciosos y los pecadores empedernidos en mayor o menor medida, cumplen la voluntad de ellos, en su mayoría - inconscientemente. Mientras los espíritus del mal usan a estos hombres y a través de ellos tratan de influir sobre la marcha de las cosas sociales y políticas. La expresión "regiones celestes," significa que los espíritus del mal continuamente habitan entre la tierra y el cielo. Ellos nos rodean por todas partes, como una nube de molestos mosquitos que buscan algún lugar no protegido para picar.

Para la defensa, el Apóstol llama a todos de vestirse con las armaduras Divinas - o sea, usar todos los medios espirituales que Dios nos dio en el cristianismo. Estas armas Divinas nos son imprescindibles para contrarrestar a los espíritus del mal en el día feroz, particularmente en los momentos decisivos de nuestra vida, como por ejemplo durante pesadas congojas o en la hora de la muerte. Según muchos relatos de las vidas de los Santos, durante la salida del alma del cuerpo y a medida de su acercamiento al cielo, los espíritus caídos hacen un ultimo y desesperado esfuerzo para perderla.

Esta enseñanza del Apóstol nos llama a vernos como guerreros de Cristo. Queremos eso o no, nos encontramos en el centro de una desesperada batalla con los espíritus del mal. Y ellos, hasta el fin de nuestra vida, nos atacaran con diferentes tentaciones para perdernos.

El Apóstol Pablo no explica en detalle que entiende el bajo las diferentes armas de guerra que menciona, pero el pensamiento general esta claro. Nuestro arma contra los demonios es: una fe fuerte (el escudo), la guía de la palabra de Dios (Sagradas escrituras, la espada del Espíritu), el amor a la verdad y a la dedicación a la vida cristiana (la armadura de la virtud) y estar listos para difundir la enseñanza Evangélica (la buena nueva para el mundo). Mas detalles sobre las virtudes cristianas se puede encontrar en las Bienaventuranzas del Salvador (Mat. 5:7). De manera, que la forma cristiana de la vida - es la defensa más segura contra los espíritus caídos. En cambio, a un hombre que esta alejado de Cristo, los espíritus caídos tienen el acceso libre. Ellos influencian sus pensamientos y sentidos, encienden en él las pasiones y lo empujan a todo mal. Lo más terrible es que el desdichado pecador ni sospecha en que peligro se encuentra.

 

La palabra de despedida y la bendición

(6:21-24).

Como conclusión de su epístola a los Efesios, el Apóstol Pablo pide que rueguen por él. Esto él lo hace en cada una de sus epístolas, enseñando con esto, que una oración conjunta tiene enorme fuerza. Hasta los altos servidores de la Iglesia la necesitan.

Ahora bien, para que también vosotros sepáis cómo me va y qué estoy haciendo, todo os informará Tíquico, hermano amado y fiel ministro en el Señor. Por esto mismo, os lo he enviado para que sepáis lo tocante a nosotros y para que él anime vuestros corazones. Paz sea a los hermanos, y amor con fe, de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo. La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor incorruptible.

 

Conclusión

Así en su epístola a los Efesios el Apóstol hace compartir los exaltados pensamientos y sentimientos, con los cuales Dios lo iluminó durante su cautiverio. Él revela los grandes caminos por los cuales Dios lleva a la humanidad a su salvación, y también la importancia de la Iglesia de Cristo que abraza los mundos humano y Angélico.

En el centro del misterio de la salvación se encuentra Cristo y Su Iglesia, que constituye Su cuerpo místico y abarca al Cielo y la Tierra. La Iglesia no alcanzó todavía a su plena revelación, pero con el agregado continuo de nuevos miembros ella sigue creciendo, se expande y se perfecciona. Cada cristiano, perfeccionándose moralmente, colabora con el crecimiento de la Iglesia.

La enseñanza del Apóstol Pablo sobre el Señor Jesucristo, como cabeza de la Iglesia, es importante para aclarar las interrelaciones entre los cristianos. Como miembros del cuerpo humano constituyen junto con la cabeza un organismo viviente, así todos los fieles en Cristo forman un organismo corpóreo-espiritual. Bautizándose en Cristo, se revisten de Él y forman uno con Él. Cristo actúa en la Iglesia como una fuerza que unifica y dirige a todos. De Él depende su crecimiento y perfeccionamiento.

Los hebreos de Antiguo Testamento esperaban con la llegada del Mesías una ampliación de su estado Israelí. Dios hizo más que esto. El reformó al pequeño reino terrenal de ellos en Su inconmensurable Reino espiritual, en el cual entraron los creyentes de todos los pueblos. Mientras los estados terrenales, tarde o temprano decaen, solo el Reino de Dios, siempre quedara y se fortalecerá.

De esta manera la Iglesia - no es una piedra inmóvil en su petrificación, sino el cuerpo de Cristo viviente y de continuo perfeccionamiento. Un árbol de muchos siglos, que por su aspecto externo difiere de la pequeña semilla que le dio el comienzo - pero su naturaleza genética es la misma. De manera similar la Iglesia de Cristo, con toda su diferencia externa con la Iglesia de los primeros tiempos cristianos, contiene la misma fe, la misma gracia, los mismos sacramentos, e igual estructura jerárquica, que pusieron en ella los Apóstoles.

Nuestra vida es una incesante lucha con los espíritus del mal, quienes tercamente nos atacan con distintas tentaciones, tratando de perder a nuestras almas. La manera cristiana de vivir y la bondad Divina - son medios seguros, "armas," con las cuales debemos defendernos. La virtud principal - es el puro y desinteresado amor, primero a Dios, luego - a los prójimos. Quien trata con todas sus fuerzas de tener el amor, se encuentra en el camino de perfeccionamiento y los espíritu del mal no tienen acceso a él.


Folleto Misionero # S64

Copyright © 2000 Holy Trinity Orthodox Mission

466 Foothill Blvd, Box 397, La Canada, Ca 91011

Editor: Obispo Alejandro (Mileant).

(ephesians_s.doc, 07-16-2001).

Edited by

Date

C. Mitaki

6/11/01

D-ra Elena Anzibor

7/11/01