La Esencia

del Cristianismo

Obispo Alejandro (Mileant).

Traducido por Bernardo Aramburu/ Natalia Ostroumoff

 

 


Contenido: Prólogo. Ideas erróneas Acerca del Cristianismo. La Salvación es Renovación Espiritual y llegar a ser como Dios.


 

"Sed por lo tanto perfectos, así como vuestro Padre que

está en el cielo es perfecto" (Mat. 5:48).

Prólogo

El Cristianismo ya existe hace dos mil años, y hubiera sido lógico esperar que las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo ya hubiesen sido analizadas y estudiadas a profundidad. Además sería dable esperar que estas enseñanzas fueran comprendidas y explicadas a fondo. Sin embargo, la presencia de tantas sectas prueba que esto está lejos de suceder. Mientras que en la mayoría de las ciencias exactas el conocimiento se ha edificado sobre sí mismo, llegando a universalizarse y comunicarse a aquellos que están en un proyecto común, parece que la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo se vuelve más y más fragmentaria y distorsionada. El motivo de esto no es la dificultad para comprender las verdades del Cristianismo sino más que nada la falta de voluntad para entender y aceptar lo que es lo más importante en el Cristianismo: por qué el Señor Jesucristo vino a la tierra, y cuál es la esencia de Su enseñanza.

En este punto, el lector puede pensar que nosotros estamos algo confundidos, porque hasta los niños saben que el Señor Jesucristo vino a la tierra a fin de salvar a la humanidad. Su mismo nombre, Jesús, nos lo dice, ya que significa Salvador. El problema es que el significado de esta salvación no puede ser comprendido fuera del contexto de la enseñanza de la Biblia con respecto al propósito de la creación de la humanidad.

Ciertamente, nadie desea ser condenado al infierno. Todos quieren entrar al Reino de los Cielos. Sin embargo, es crucial comprender que el Reino de los Cielos no es tanto un lugar como un estado. Cuando los escribas preguntaron cuándo sería revelado el Reino de los Cielos, Cristo respondió: "El reino de Dios no viene con advertencia: ni dirán, ¡He aquí! o ¡He allá! mirad, puesto que el reino de Dios está dentro de ustedes" (Lucas 17:20). Habiendo dicho así, el Señor mostró que la salvación está íntimamente conectada al estado interior de un hombre. La Salvación no es un simple movimiento de las condiciones actuales de vida hacia condiciones diferentes y mejores; es algo más profundo y maravilloso. Como dice la Escritura, "Si se perdona al malvado, no aprende la justicia y sigue haciendo el mal en la tierra del derecho, pues no teme la majestad del Señor" (Isa. 26:10). En otras palabras, aún cuando sus condiciones exteriores mejoran, el hombre malvado sigue siendo envidioso, odioso, y pendenciero, porque está atormentado por una sed de placeres sensuales y lleva el infierno en sí mismo. El verdadero júbilo, la verdadera paz, y beatitud son estados internos que vienen a un hombre como resultado de una relación con Dios, la que el impenitente rehusa y de la que no toma parte. El hombre recto, sin importar en dónde esté, siempre tendrá el deleite de la comunión con Dios, llevando el paraíso dentro de sí mismo.

Es muy importante comprender que el propósito principal de la venida de Cristo no fue el darnos condiciones de vida que son externamente mejores, sino el restaurar el paraíso perdido dentro de nosotros. Con esta verdad uno posee la llave para comprender el Cristianismo. Uno también podrá ver por sí mismo como la fe Ortodoxa es superior a otras fes; ya que todo lo que la Iglesia Ortodoxa posee y enseña está dirigido hacia un solo fin; la unión con Dios al través de una renovación moral y deificación.

En este escrito mostraremos que la fuente de todos los errores de las iglesias heterodoxas es un concepto formal y utilitario de la salvación, uno separado de la lucha de renovación interna, El Señor es omnipotente; Él puede crear mundos enteros con Su sola palabra, pero Él no puede salvarnos sin nuestra activa participación. El bien y el mal son estados elegidos por nuestra propia libre voluntad. Se le puede dar a un estudiante las herramientas más costosas y actualizadas para aprender, así como los mejores profesores, pero nadie le puede dar conocimiento y experiencia. El debe esforzarse por sí mismo y estudiar. Algo similar sucede con muchos Cristianos. A pesar de la abundancia de los medios de gracia ofrecidos, ellos no crecen espiritualmente. No sólo no muestran crecimiento, algunos hasta se atreven a alterar las enseñanzas de Cristo para ajustarlas a su propia pereza. Ya que la mayoría de la gente prefiere el camino de la mínima resistencia, las doctrinas de aquellos quienes "simplificarían" el Cristianismo gozan visiblemente de tanto éxito. Previendo estas cosas, el Señor enseñó a los creyentes a no afligirse por ser una "grey pequeña" que anda por el camino estrecho, porque es el camino difícil de la renovación espiritual que conduce a la vida eterna.

 

Ideas Erróneas Acerca del Cristianismo

Mucha gente no está enterada de que todas las herejías contemporáneas deben su existencia a la Iglesia Católica Romana. La Iglesia Ortodoxa en el Oriente estaba continuamente sujeta a la opresión de los persas, árabes, turcos, y otros pueblos orientales, y estaba obligada de esta manera a rechazar la presión de las herejías. Mientras tanto, el mundo Occidental estaba viviendo una vida de relativa seguridad y prosperidad. Por esto, el vigoroso espíritu de la Iglesia Cristiana apostólica disminuyó gradualmente, dando paso al formalismo y el ritualismo. La salvación ya no era vista como un camino de renovación espiritual, sino que llegó a ser vista como una recompensa por las buenas obras. La Iglesia Católica Romana llegó a parecerse más y más a una institución terrenal, donde había deseos de poder, intrigas y tener una carrera. Los actos externos llegaron a tomar el lugar de una actitud interna; todo el énfasis fue puesto en las obras y los ritos. Cuántas más obras buenas hiciera una persona, mayor sería su recompensa. Se pensaba que los santos habían adquirido un acopio de buenas obras y por ello poseían un excedente. La Iglesia Católica Romana comenzó a predicar que estos "méritos por encima de lo obligatorio" estaban guardados en una especie de caja fuerte, y que la Iglesia podía usar esta riqueza y compartirla con otros miembros.

De esa manera surgió la incorrecta doctrina de las indulgencias, con todas sus tristes consecuencias para el mundo Cristiano. A fin de recolectar dinero para el tesoro de la Iglesia, comenzó la gran venta de la absolución de los pecados - no sólo de los que se cometieron en el pasado pero también aquellos que todavía no se cometieron en un futuro muy distante. Mientras más pagues, más pecados se te perdonarán. Esta monstruosa deformación del Cristianismo provocó una reacción que produjo la Reforma Protestante. En una batalla candente contra la Iglesia Católica, y sus abusos, Lutero cayó en el extremo opuesto: en lugar de la difícil senda de la salvación, él declaró, "Las obras no son del todo necesarias; solo tienes que creer y serás salvado." La gran tragedia del Cristianismo Occidental fue que ni Lutero ni sus seguidores fueron capaces de liberarse del error principal del Catolicismo: un concepto formalista de la salvación. El reemplazo de las buenas obras por la fe de ningún modo resolvió el problema, ya que la actividad de la renovación espiritual, la enseñanza central de Cristo, permaneció perdida.. La Iglesia Católica Romana perdió la llave de la comprensión del Cristianismo, y los teólogos Protestantes nunca tuvieron éxito en encontrarla. Aseverando que todo, aparte de la fe es innecesario para la salvación, cerraron la puerta a todos los medios de gracia con los que el Señor dotó a la Iglesia apostólica. El misterio de los sacramentos, y por lo tanto del sacerdocio, fueron declarados innecesarios para la renovación y salvación de las almas creyentes.

Es alarmante observar como el mundo no-Ortodoxo se aleja más y más del Cristianismo de la Iglesia apostólica. Muchas de las sectas y cultos de más reciente origen van más lejos aún que el Catolicismo Romano y el Protestantismo en su actitud "consumista." Por ejemplo, algunos Pentecostales y "carismáticos" del mismo tipo, le dan una gran importancia a producir artificialmente un estado de enajenamiento y éxtasis, o también una risa incontrolable. Ellos blasfeman cuando denominan sus gritos desordenados y sonidos desarticulados "el don de lenguas," y ven los trances de los mediums como el descenso del Espíritu Santo. Esto tiene la ventaja de no requerir ningún esfuerzo para obtener una unión con Dios. Otros, aptamente llamados "predicadores del evangelio de la codicia," ven al Cristianismo como un medio para obtener éxito en esta vida. "Solo cree," proclaman, "y tu negocio prosperará, tu vida amorosa mejorará, tendrás una familia maravillosa, y siempre estarás sano, feliz y lleno de energía." Es como si hubiéramos entrado a un restaurante de moda, donde cada persona puede escoger artículos de las Escrituras como si lo hiciera de un menú, que sean de su gusto.

 

La Salvación es la Renovación Espiritual

y la Semejanza a Dios

"Bienaventurados sean los que tienen hambre y sed de

justicia pues ellos serán saciados " (Mat. 5:6).

La enseñanza de nuestro Salvador está iluminada por el relato bíblico de la creación del hombre. Dios se complació en dotar al hombre, a diferencia de los animales, de Su propia imagen y semejanza (Gen. 1:26). "Imagen" y "semejanza" son términos que no son sinónimos. Imagen se refiere a las habilidades o talentos que Dios hizo parte de la naturaleza humana, incluyendo un sentido de moral, la voz de la conciencia, una inclinación hacia el bien, una sed por la inmortalidad, y la necesidad de crecer y ser perfeccionados espiritualmente. Semejanza se refiere a volverse como Dios en Sus perfecciones. Mientras la imagen es una característica inalienable de nuestra naturaleza, la semejanza es sólo una posibilidad, una potencialidad. Dios es infinitamente sabio, bueno, y justo. Él desea que nosotros, Sus niños, adquiramos cuanta más perfección en éstas cualidades como sea posible. Por supuesto, nadie es capaz de llegar a ser sabio o virtuoso en un solo momento o de un solo salto de la imaginación. Uno debe trabajar sobre sí mismo, corregirse y desarrollarse hacia la perfección. ¡Éste era el propósito del hombre en su creación, y permanece el mismo hoy!

El pecado trajo la falta de armonía a nuestra naturaleza. Se convirtió en un obstáculo en la senda hacia la perfección. El veneno del pecado probó ser tan poderoso que ningún mero ser humano podría por sí mismo deshacerse de él por sus propios esfuerzos. Fue necesario para el Hijo de Dios entrar al mundo. Él no sólo enseñó a al hombre como vivir rectamente, sino que tomó la naturaleza humana, e infundió al decrépito organismo humano una fresca corriente de vida divina; de este modo Él nos dio los medios para el renacimiento moral. La participación del hombre en la vida divina se actualiza en la Iglesia. Por ésta razón se llama "Cuerpo de Cristo" (1 Cor. 6:15; Ef. 4:12).

La senda de renovación espiritual comienza con el Sacramento del Bautismo, cuando el hombre es lavado y liberado del veneno del pecado, y unido con la gracia de Dios. El hombre es sacado del mundo que yace en la maldad, y traído dentro del rebaño Iglesia. El Señor Jesucristo y sus Apóstoles siempre contrastaron la vida Cristiana con la vida mundana, la vida del "mundo que yace en la maldad." "No os ajustéis a éste mundo: sino transformaros mediante la renovación de su mente, para que podáis probar lo que es ... [la] voluntad de Dios," enseña el Apóstol San Pablo (Rom. 12:2). El poder del bautismo, lleno de gracia, es tan grande que el que es bautizado se convierte en una nueva criatura. "Toda persona que está en Cristo, es una creación nueva: lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha llegado" (2 Cor. 5:17). Mediante el bautismo un Cristiano muere a todo lo que es pecaminoso. Al convertirse en partícipe del poder renovador de los sufrimientos del Salvador en la Cruz, él muere al pecado y comienza a vivir una vida recta. "Dios prohibe que yo me glorifique, salvo en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, por Quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo," escribió el Apóstol Pablo. "Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva criatura" (Gal. 6:14-15). Desde este momento el Cristiano experimenta una reevaluación completo de valores. Él comienza a desear y buscar lo que solía despreciar, y a despreciar lo que le solía dominar.

Las Sagradas Escrituras llaman a este cambio un "paso de la muerte a la vida" (Juan 5:24; 1 Juan 3:14) y "ser resucitado con Cristo" (Col. 3:1-17). Dios desplaza a un hombre fuera del dominio de la oscuridad hacia el interior del reino de luz, donde él es iluminado por el Espíritu Santo (1 Ped. 2:9-10). Es en éste contexto que nuestro Señor Jesús Cristo nos llama a "permitan, pues que brille su luz ante los hombres, que puedan ver estas buenas obras y que con ello den gloria al Padre que está en los cielos" (Mat. 5:16).

No hay nada superior en todo el mundo a la vocación de ser Cristiano. El Apóstol San Pedro alienta a los creyentes con estas palabras: "Pero ustedes son una generación elegida, un reino de sacerdotes, una nación consagrada, un pueblo que Dios hizo suyo para proclamar sus maravillas; pues Él los ha llamado de las tinieblas fuera de la obscuridad hacia Su maravillosa luz. Ustedes antes no eran su pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; no habían alcanzado su misericordia, más ahora les ha sido concedida su misericordia" (1 Ped. 2:9-10). Y San Pablo dice: "En otro tiempo ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Pórtense como hijos de la luz, con bondad, con justicia y según la verdad, pues éstos son los frutos de la luz" (Efe. 5:8-9).

Por supuesto, todo esto presupone una moral irreprochable y una cercanía a Dios. "Sed santos; porque yo soy santo" (1 Ped. 1:16; Lev. 11:45). La santidad se obtiene por un don del Espíritu Santo, pero cada Cristiano debe guardar este don y aumentarlo durante el transcurso de su propia vida. "Procuren estar en paz con todos los hombres, y progresen en la santidad, pues sin ella nadie verá al Señor" (Heb. 12:14).

Los Evangelios y las Cartas de los Apóstoles coinciden al invitar a todos a llegar a ser más y más como Dios en Sus perfecciones morales "Sean por lo tanto seguidores de Dios, como amados niños" (Efe. 5:1). Más concretamente, se nos requiere que sigamos al Hijo de Dios encarnado. Nuestro ideal es llegar a ser como Cristo, o, por así decirlo, vestirnos en Cristo. "Todos se han revestido de Cristo, pues todos fueron entregados a Cristo en el Bautismo" (Gal. 3:27). Por lo tanto, el Apóstol enseña: "Que esta mente esté en ustedes, la cual estaba también en Cristo Jesús" (Fil. 2:5). "Él, que dijo que el que mora en El debe también andar, hasta como Él andaba" (1 Juan 2:6). Y él escribe, "Exhorto a ustedes que sean mis seguidores, así como yo soy de Cristo ... Porque ¿Quién ha conocido la mente del Señor, que pueda instruirle? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo" (1 Cor. 4:16; 11:1; 2:16).

Cuanto más lucha un Cristiano y recibe la gracia de llegar a ser como su Prototipo divino, su unión mística con El se vuelve más profunda. El Señor Jesús Cristo Dijo, "Si un hombre me ama, el guardará Mis Palabras: y Mi Padre lo amará, y vendremos hacia él, y haremos nuestro adobe con él" (Juan 14:23). La meta es llegar a ser "partícipes de la Naturaleza Divina" antes de nuestra muerte (2 Ped. 1:4).

Esta meta es tan excelsa que un hombre naturalmente le teme al principio; la considera inasequible. No obstante Dios lo ayuda en la senda a la perfección gradualmente lo conduce hacia arriba más y más alto, hacia Sí mismo. Por esto las Sagradas Escrituras frecuentemente comparan a la Iglesia con una montaña altísima (Sal. 2; Isa. 2:2-3; 11:1-10; 26; Dan. 2:34). Cuando alguien se convierte en Cristiano, comienza a escalar el pie de la montaña. El resto de su vida es un largo ascenso de una escalinata o escalera de perfección. En su mera cúspide está el Señor, rodeado por una multitud de santos. En este contexto podemos comprender el significado de las palabras de San Pablo, cuando les escribe a los Cristianos: "Habéis venido ... a la asamblea general e iglesia del primogénito, que están escritas en el cielo, y a Dios el Juez de todos, y a los espíritus de los hombres justos hechos perfectos" (Heb. 12:22-23). Estas palabras son dignas de atención, porque proveen una aseguración de que la perfección moral es asequible, aunque dependiente de la capacidad de nuestra naturaleza humana.

De éste modo, éstos y muchos otros pasajes en la Biblia son una evidencia convincente de que la salvación está inseparablemente conectada a un proceso de renovación espiritual. El Paraíso es, primero que todo, el estado o condición de un alma que ha sido restaurada. Dios en Su misericordia nos llama a Su reino celestial; depende de nosotros el hacer el esfuerzo para alcanzarlo. Por lo tanto, "Buscad primero el reino de Dios, y Su rectitud; y todas estas cosas os serán añadidas" (Mat. 6:33). "Porque somos hechos partícipes de Cristo, si mantenemos el comienzo de nuestra confianza con firmeza hasta el final" (Heb. 3:14). Dios nos ha llamado a ser sus niños. En verdad, Él desea que adquiramos una semejanza a Él, ya que Él ha aparecido en la tierra, para restaurar la imagen parecida a Dios en nosotros que fue obscurecida. El pecado nos desvió, profundamente dentro de la senda de la perdición, pero Cristo nos ayuda a regresar continuamente a la senda correcta, la senda que conduce a la salvación. Por lo tanto, el Cristianismo no es tanto una enseñanza o una teoría como es una senda, un modo de vida.

Cuando uno ha comprendido esto, está abierto a la lógica y sabiduría de todo lo que constituye el aspecto distintivo de la Ortodoxia: sus enseñanzas acerca del ascetismo y abstinencia; sus sacramentos, ayunos, festejos, y servicios de iglesia; su arquitectura eclesiástica, canto y arte. Todas esas cosas son ayudas en la senda hacia la perfección espiritual. Como se ha dicho, "Probad todas las cosas; afirmaros en lo que es bueno" (1 Tes. 5:21).

Algunas personas - generalmente aquellas cuya actitud hacia el Cristianismo es simplista y formalista - podrán ver lo que estamos diciendo aquí como algo nuevo y hasta extraño. Podrían preguntar, "Si tú debes esforzarte y luchar para llegar a ser perfecto, ¿Qué pasó con la salvación mediante la fe y la gracia de Cristo?"

Tal confusión puede esclarecerse fácilmente. De ninguna manera estamos restando importancia a la fe o a la gracia; por el contrario, estamos poniendo en claro la absoluta necesidad de estas cosas. Esto se puede ilustrar con el siguiente ejemplo. Supóngase que un rico filántropo decide ofrecerle a un joven pobre y descalzo que ha estado viviendo en la jungla la oportunidad de estudiar en una escuela cara, de mucho prestigio. Él se encarga de cubrir todos los gastos relacionados con este esfuerzo: la cuota de la escuela, alojamiento, comidas, libros de texto, computadoras, equipo de laboratorio, todo lo que fuera necesario. La institución educativa se jacta de tener las condiciones de aprendizaje más favorables que el estudiante pueda desear. Una espléndida carrera le espera a este estudiante después de haber completado sus estudios. Todo lo que tiene que hacer es aprovechar la bondad del filántropo y no ser perezoso; después de todo, nadie le puede llenar la cabeza de conocimientos por la fuerza. Sin los esfuerzos personales del estudiante, todas las buenas intenciones del filántropo serán en vano, y el holgazán sólo deberá regresar a su jungla.

De igual forma, la gracia de Cristo nos da todo lo necesario para la salvación como un don gratuito, sin ningún mérito de nuestra parte. Dios perdona nuestros pecados porque Cristo sufrió por ellos en la Cruz. Dios renueva nuestras almas, sana las heridas de nuestras pasiones, ilumina nuestras mentes, calma nuestros corazones, y nos fortalece espiritualmente. Él nos toma de la mano y nos ayuda en cada paso del camino. Sin embargo, Él no puede forzarnos a ser virtuosos, sin violar nuestra libertad. Por esto, es necesaria nuestra propia voluntad y esfuerzo. Todas las escrituras del Nuevo Testamento sirven para explicar este concepto.

Alguien puede preguntar, "¿Y que hay del Ladrón? Él fue salvado sin ninguna labor; él simplemente se arrepintió." Se debe comprender que Dios ha establecido para cada hombre su propio nivel de perfección. Hasta algunos paganos serán salvados, ya que ellos actuaron de acuerdo con lo que sus conciencias les dijeron (Rom. 2:14-16). Al mismo tiempo, no se debe olvidar que "a quienquiera que se le haya dado mucho, mucho le será requerido" (Lucas 12:48). Si cualquiera piensa que la Cristiandad en demasiado difícil, que por lo menos no se queje de la misericordia de Dios.

El Cristianismo es notorio por el hecho de que le abre al hombre posibilidades espirituales ilimitadas. No sólo le ofrece el privilegio de ser un niño de Dios, también lo habilita a crecer para parecerse a su Padre. Al mismo tiempo, no le imparte al hombre instrucciones para que siga un tipo de vida en particular; no exige proezas imposibles. A cada persona le ofrece la libertad de crecer tanto como desee. Si piensas que es muy difícil obtener un doctorado, por lo menos trata de obtener una licenciatura. Si esto parece muy difícil, entonces termina la preparatoria. ¿La preparatoria es demasiado para tí? termina la primaria, o por lo menos el primer año. Pero no permanezcas ocioso; no entierres el talento de la fe. Aunque seas renuente a hacer el más mínimo esfuerzo para mejorarte a tí mismo, por lo menos sé humilde ante Dios y dile que te arrepientes por ser perezoso. Hay una sola cosa que te pediría: No degrades las enseñanzas de Cristo; no digas que ya estás salvado y no tienes necesidad de esforzarte hacia la perfección, ya que la lucha es la esencia misma del Cristianismo!

 

En los próximos capítulos, deseamos, con la ayuda de Dios, desarrollar los pensamientos que hemos tocado aquí. Nos gustaría hablar acerca de lo que constituye un esfuerzo espiritual hacia la perfección, cuáles son los obstáculos que debe vencer un Cristiano para obtener esa fe; cual es la conexión que hay entre la gracia de Dios y los esfuerzos personales del hombre, y cuál es la fuente de nuestras dichas y penas a lo largo de la senda para alcanzar el Reino de los Cielos.

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Folleto Misionero # S71

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Ortodoxa Rusa de la Virgen del Amparo

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Editor: Obispo Alejandro (Mileant).

(essence_christianity_1s.doc, 05-23-2000).