P e n a s

en nuestra vida

 

Obispo Alejandro (Mileant)

Traducido por Nicolas Mytakis/ Tatiana Stern

 

 

 


Contenido: Inevitabilidad de las penas. Filosofía y Religión sobre el mal y el sufrimiento. La enseñanza de las Santas Escrituras sobre el mal y los sufrimientos. ¿Qué dicen los Santos Padres sobre las penas. El Recibimiento de la Gracia de Dios. Conclusión.


 

 

Inevitabilidad de las penas

 

Diariamente nos convencemos de que las penas son inevitables. Son muchas las causas por las cuales sufrimos en la vida. Por ejemplo: la pobreza, pérdida de seres queridos, enfermedades, acusaciones falsas, odio humano, propias debilidades, iniquidades, desalientos, etc. Muchas veces por fuera el individuo puede lucir feliz, pero en el fondo del alma tener mucha aflicción. ¿Hay algún sentido en los sufrimientos? ¿Tienen ellos un fin que aun no está definido en nuestras mentes? Puede ser que todo esto sea simplemente una indicación de un mundo imperfecto y de caóticos choques de hechos casuales. O quizás el sufrimiento se nos manda como penitencia por nuestros pecados, o castigo por nuestra desobediencia. ¿Hay alguna posibilidad de evitar las penas o por lo menos disminuir la intensidad de ellas, y si así fuese, cómo hacerlo? ¿Contribuyen las penas al crecimiento y al desarrollo espiritual del hombre o solamente agravan la existencia de la vida y la hacen más abominable?

Las respuestas a estas preguntas no son muy claras y como veremos diferentes religiones y escuelas filosóficas nos ofrecen diferentes teorías.

En este artículo queremos estudiar la fuente del mal y las penas y a la luz de la idea cristiana. En primer lugar examinaremos cómo explican el mal y el significado de las penas, diferentes escuelas filosóficas y luego veremos varias opiniones basadas en las Santas Escrituras y en escritos de los Santos Padres. Para concluir veremos como un estado mental positivo junto con la fe en Dios, puede radicalmente cambiar nuestra percepción con respecto a las penas cotidianas y a la felicidad.

 

Filosofía y Religión sobre

el mal y el sufrimiento

 

 

Desde la edad antigua la religión y la filosofía estaban siempre interesadas en el dilema de la aparición del mal. El significado de la palabra "mal," es todo aquello que contradice al "bien" y toda la percepción negativa del hombre.

Del punto de vista humano, el mal no debería de existir. El mal crea un desorden en la armonía de toda existencia. Sin embargo, no existe un lugar donde no se sienta la presencia del mal de una u otra forma. Los estudios filosóficos distinguen tres tipos de mal: físico, ético y metafísico.

El mal físico es todo aquello que trae disgustos al hombre y perturba su bienestar. Por ejemplo: desventuras, sufrimientos, enfermedades, miedo a la muerte, etc. A todo esto se puede adjuntar las desgracias sociales: pobreza, la injusta distribución del trabajo y bienes, sufrimientos espirituales, aflicciones, dudas, imperfecciones físicas y mentales que generalmente conducen a los complejos y agobian la vida del ser humano.

El mal ético consiste en el desvío de la libertad humana fuera de las leyes morales y las consecuencias de esto. Desde el punto de vista cristiano este es el único mal original.

El mal metafísico son aquellas imperfecciones que derivan a causa de la naturaleza. Los elementos físicos que limitan los unos a los otros. La fuerza ciega de la naturaleza que batalla y choca entre sí como las tormentas, sismos, catástrofes, condiciones climáticas inestables y otras desgracias naturales que son la causa por la cual padecen seres humanos, flora y fauna.

Mucha gente cree que la imperfección en la naturaleza se encuentra en el hecho de que algunos animales existen por medio de la devoración de otros animales. El fuerte elimina al débil.

En su origen, el mal es siempre negativo y nunca lleva al desarrollo sino a la supresión y destrucción del orden existente.

Algunos filósofos antiguos consideraban la naturaleza como la fuente del mal. Sin embargo, los científicos de nuestro tiempo llegaron a la conclusión que las catástrofes en el mundo físico conducen a la perfección de la naturaleza. Por ejemplo: la explosión de una estrella es una catástrofe en el sentido que finaliza su existencia, pero gracias a esta explosión, se forman nuevos elementos pesados (hierro, oro, zinc, etc.) muy importantes para el renacimiento de otras formas de vida más complicadas y desarrolladas como, la flora y la fauna. Después de la desaparición de diferentes formas de vida, en su lugar nacen nuevas formas más desarrolladas y más resistentes. La lucha por la existencia entre los animales es importante para la preservación de razas más fuertes. De esta forma el mal metafísico deja de ser un mal cuando se lo observa en relación a su resultado.

Más difícil es el dilema de la relación entre el mal ético y físico. Nuestro sentimiento interno nos dice que el mal físico (sufrimientos, enfermedades, muerte) seguramente es causado por el mal ético, la consciente desobediencia del orden moral superior. Nosotros estamos de acuerdo que una persona decente es digna de una recompensa, pero una persona indecente se merece un castigo. Esta opinión existía mucho antes del nacimiento de Cristo. Si comparamos los diferentes puntos de vista religiosos entre la gente de la edad antigua podemos ver que las tribus salvajes y los pueblos más civilizados concordaban en la determinación del significado de la moralidad positiva y negativa en casos importantes. La gente en la actualidad, como en la antigüedad, diferencian una persona buena de la mala, así como la virtud de la maldad. Estamos todos de acuerdo que debemos aspirar hacia el bien y rechazar el mal, glorificar la virtud y condenar el mal. Que robar, matar, mentir y la infidelidad matrimonial es un mal, en tanto que el amor, la ayuda al prójimo y una vida moderada es un bien.

Siempre existieron tribus que permitían ciertos actos que del punto de vista cristiano se consideran un pecado. Si estudiamos bien las causas de estos actos, veremos que la inmoralidad de ellos se justifica no por la diferencia de los valores morales, sino se dicta por hechos externos (costumbres diarias, condiciones de vida, nivel cultural o por razones políticas). Pero la ley moral encarnada en nosotros es igual para toda la gente. Todos concordamos en que cada acto positivo debe ser premiado y el negativo castigado. Pero aquí nace el conflicto entre lo que nosotros consideramos un bien, y aquello que se observa en la vida. Muchas veces la gente noble sufre, es perseguida, no recibe ninguna protección ni ayuda, mientras que aquellos que los martirizan continúan cometiendo maldades y disfrutan tranquilamente de la vida sin ser castigados.

Durante miles de años religiones y escuelas filosóficas trataban de explicar de diferentes maneras las causas de estas contradicciones.

El pesimismo religioso filosófico enseña que el mundo es un mal y que la no existencia es preferible a la existencia.

De acuerdo a esta enseñanza, el mal es el principio dominante del mundo y el bien no es más que una ilusión y una meta inalcanzable. Sobre esta idea se basa el budismo, el cual enseña que la vida consciente es un mal, la felicidad es inalcanzable y que la única forma de eludir los sufrimientos es terminar nuestra existencia y disolverse en la no-existencia (nirvana). De acuerdo al budismo, la razón del sufrimiento del hombre está en el deseo de existir, y que la verdadera felicidad es posible únicamente en un estado de sueño, libre de imágenes, deseos y cualquier forma de actividad.

El dualismo religioso persa atribuía el mal a Abrijam — el dios del mal. Zaroastro enseñaba sobre el tema de la existencia de dos eternos y mutuos principios independientes entre si y hostiles uno al otro: el bien y el mal. Ormuz — el dios de la luz y el bien, y Abrijam — el dios del mal. Esta dualidad mitológica se convirtió más tarde en la secta llamada Manijeos (fundada por Mani en el año 238 d.C.). Los manijeos decían que el mal es coeterno al bien y que contiene una esencia real y una existencia plenamente individual. El representante del mundo del bien era el primer hombre "Adán de los cielos" y del mundo del mal era Satanás. A causa de una batalla entre ellos, se produjo una mezcla de elementos opuestos, del bien y del mal. Para extraer de un estado confuso aquel elemento que pertenece al bien, se formó un mundo visual, el cual es visitado de vez en cuando por mensajeros enviados por el Todopoderoso como, por ejemplo, Buda, Zoroastro, Jesús y por último — Mani. Cuando se separe finalmente la luz del caos, entonces se establecerán para siempre los límites de los dos mundos opuestos.

Las sectas gnósticas de los primeros siglos del cristianismo seguían la enseñanza dualística, a pesar que entre ellas existían ciertos desacuerdos en cosas de poca importancia. Todos ellos reconocían que la materia era un mal. Según los Gnósticos, el mundo surgió por medio de una emanación de Demiurgo, el cual era un intermediario entre el Dios inalcanzable y la materia impura. Ellos consideraban que todos los seres proceden de la esencia de Dios, la cual se determina por ellos como la plenitud de toda existencia. Luego, cada siguiente grado que emana es menos perfecto que el anterior.

La dualidad religioso-filosófica está basada en el neoplatonismo y la teosofía. El fundador del neoplatonismo es Platino (205-270 d.C.). El enseñaba la presencia de ciertos niveles en la existencia. Dios está sobre toda la creación. El es ilimitado, despersonalizado, inalcanzable, inexplicable. Todo surgió mediante El, por una emanación. Toda la creación es imperfecta, es un simple reflejo de Dios, y representa una fila de niveles que gradualmente disminuyen, terminando en la nada, la oscuridad. La primer corporización es la mente, o sea el Ser supremo. La meta de la vida humana consiste en desenlazarse de la opresión corporal y regresar al mundo idealístico. Para este propósito es indispensable la "catarsis," la purificación de la opresión del mal y ruptura de la alianza entre el alma y el cuerpo. Los sufrimientos no entran en el plan del Ser Supremo, ellos son la involuntaria consecuencia de la imperfección de la naturaleza. Sin embargo desde el punto de vista integral, los sufrimientos pueden traer ciertos beneficios. La peculiaridad de las enseñanzas ya presentadas sobre la esencia del mal y la razón de los sufrimientos humanos consiste en que todas ellas existe la ausencia de la noción de un Dios con personalidad, bondadoso, quien por voluntad propia creó el mundo y vela por él. Examinaremos brevemente ahora ciertas ideas de diferentes filósofos con respecto al tema.

 

Sócrates (469-399 a. d.C.). Estaba interesado en el problema del mal ético. El consideraba que el mal ético era consecuencia de la ignorancia. Nadie es malo por voluntad propia, únicamente debido a su ignorancia. Todo el mundo puede llegar a la bondad siguiendo un camino culto e intelectual. La bondad es una sola y su esencia consiste en la sabiduría. La bondad es conocimiento según Sócrates.

Escuela de los Cineraicos (del nombre de la ciudad Cirene, fundada en 435 a.d.C.). Identificaban el mal con el sufrimiento y el bien con el placer. De acuerdo a esta enseñanza la única meta en la vida y el único valor es el placer (hedonismo). Epicuro (342-271 a.C.) enseñaba que no debe ser rechazado el placer, solamente puede ser rechazado aquel que puede traer consecuencias penosas. No se debe aceptar ninguna clase de sufrimiento con excepción de aquél que nos conduce a mayores placeres. La enseñanza Hedonista se convirtió más tarde en el pesimismo. La vida humana ya no era más necesaria y carecía de meta alguna; el placer, siendo el único bien en esta vida no siempre era alcanzable. La muerte se consideraba preferible al sufrimiento.

Platón (428-347 a. de C.) consideraba la causa del mal en la imperfección de la materia y en toda la creación del universo. El mundo es imperfecto según él, y la verdadera existencia pertenece únicamente a la generalización de las ideas. Las ideas tienen no sólo una existencia subjetiva pero también objetiva, especialmente en el maravilloso mundo de las ideas. Encabezada como un sol entre todas las ideas, se encuentra la idea del bien. Demiurgo (creador) observando el mundo de las ideas, creó el mundo de los seres. El alma del hombre es la ligadura entre dos mundos. En su naturaleza el alma es inmortal. La meta de la vida es llegar a obtener la semejanza a Dios y ser omnisciente. Platón consideraba que la fuente del mal es la imposibilidad de incorporar plenamente el principio ideal a la materia inflexible.

Aristóteles (384-322 a. C.) sostenía que el mal es un aspecto indispensable de la permanente mutación de la materia y carece de una esencia real. La meta de la vida es la felicidad, la cual se consigue mediante buenas acciones. Cada situación en la vida requiere una acción adecuada, la cual debe armonizar naturalmente con las necesidades. El exceso o la falta de algo conduce al vicio. Por ejemplo, el uso del dinero puede combinarse con la avaricia y el despilfarro. Las dos cosas son malas.

Los Estoicos enseñaban que el mal es indispensable para el beneficio de la unidad completa: las partes imperfectas aumentan la perfección de la unidad completa. La coexistente fuerza de Dios armoniza el bien y el mal en este mundo de constantes cambios. El mal ético es el resultado de la mala voluntad de la gente, pero no de la voluntad de Dios. Ello se supera con la voluntad de Dios y se guía hacia un fin positivo. El ideal dominante entre los Estoicos consistía en la existencia de un ser sabio y firme, indiferente a todo que lo rodea (las desgracias del mundo) y muy orgulloso y consciente de su libertad interior.

Spinoza (1532-1677) identificaba a Dios con la materia. Decía que en la naturaleza no existe el bien ni el mal, todo es nada más que diferentes conceptos de la mente humana. Como el mundo es Dios, el mal no puede existir. Porque todos los fenómenos son únicamente cambios naturales dentro de la esencia de Dios.

La enseñanza más completa sobre el mal en una filosofía innovadora la dio Lebnitz (1644-1716). En su teoría existen diversos tipos del mal cuyo origen él intenta explicar. En el himno de Kleantia a Zevsa se puede apreciar con más claridad en la doctrina de Lebnitz sobre el origen del bien y el mal en el mundo: "Nada sucede sin Ti en la Tierra, en el mar o en el cielo, exceptuando el mal que la gente comete por su torpeza. Tú unístes el mal y el bien en uno, para que exista un plan eterno para todas las cosas."

Kant (1724-1804) indicaba un cierto carácter de la ley moral y trataba de establecer una ética independiente de las conveniencias personales, sentimientos placenteros y motivos religiosos. La moralidad de una acción está plenamente justificada por el motivo de la acción. El sentido del deber es el único motivo irreprochable y absoluto. La ética es la ley de nuestra propia mente. Por esta razón tiene que ser cumplida para sí misma. "Actúa de tal manera para que las reglas de tu voluntad se conviertan en un principio de legislatura general." Placer y felicidad pueden ser recibidos como recompensa por los actos positivos, pero por sí solos no representan ser el bien. Ninguna acción que se hace por voluntad propia, es moral. El deber expresa el razonamiento de la naturaleza humana, totalmente independiente de los deseos e inclinaciones personales. Sin embargo, Kant no supo explicar como juzgar las acciones de la gente que se guía por diferentes sentidos del deber. Por ejemplo, un patriota cree que su deber es ir a la guerra y defender su país, pero un pacifista considera que la guerra es un mal. ¿Como crear aquí una ley moral universal obligatoria? Para los adeptos de la filosofía de Kant, el bien que se encuentra en un nivel más elevado, era el cuidado del orden existente social. Su ideal consistía en estar satisfecho y tener una vida tranquila.

Hegel (1770-1830) desarrolló una ética de reverencia frente a un sistema conservador social (un gobierno). El consideraba el mal, únicamente a aquél, cuando para una persona los sentimientos personales estaban antes que el orden social. La moral ideal es la unión de todas las conciencias individuales en una ley objetiva tradicional.

Schopenhauer y Hartman se convirtieron en los representantes de una enseñanza pesimista en el Occidente. Insistían en que el universo en su origen es un mal y la felicidad no puede existir en él. De acuerdo a Schopenhauer (1788-1860) el mundo es el producto de una voluntad ciega. El mundo es un mal y no debe existir. La no existencia es preferible a la existencia. La felicidad es un sentimiento negativo, ella consiste en la ausencia del sufrimiento, mientras que la infelicidad es algo real. Los sufrimientos surgieron al mismo tiempo que la autoconciencia, haciéndolos inseparables. Las acciones de la gente son la causa de una meta que no trae satisfacción. Toda la vida del ser humano es un sufrimiento y aburrimiento. La solución a esta situación se alcanza por medio de la consciente unión de todos los seres, negando la voluntad individual.

A mediados del siglo 19, en Inglaterra, Europa y en los Estados Unidos, el estudio de la ética se dividió en muchas escuelas que seguían diferentes rumbos, careciendo de valores elevados y absolutos, donde el Dios personal como fuente de toda bondad estaba ausente. Aquí nace la formación de una ética de carácter limitado e inestable. De esta manera la enseñanza de una ética antireligiosa no tuvo resultado alguno. La moral sin la religión es igual que un edificio sin cimientos.

Nietzsche (1844-1900) decía que el mal es relativo. El mal ético es temporal, un fenómeno transitorio, debido a que el ser humano es un animal que no se adaptó suficientemente al ambiente que lo rodea. El trató de establecer una base moral innovadora, sobrehumana, derivada del desarrollo evolucional.

Nietzsche abiertamente aprobaba el uso de la fuerza bruta por la lucha victoriosa de la sobrevivencia. Las virtudes cristianas como la humildad, el perdón y el amor las determinaba como virtudes esclavas.

Una voluntad fuerte y una tendencia hacia el dominio (pero no la sabiduría) son la clave para una vida eficaz. La guerra tiene una fuerza purificadora y ennoblecedora. El futuro pertenece al superhombre. La crueldad, el coraje y la firmeza de carácter, serán las virtudes del hombre futuro.

Spencer (1821-1903) se adhiere a la teoría de la evolución, el establecimiento y el desarrollo de los sentimientos morales, tomando en consideración las condiciones en las cuales vivían nuestros antepasados, de la brutalidad a una disposición más distinguida.

Pobre y poco convencedor es el contenido de la teoría materialista sobre el mal y la razón de los sufrimientos. El materialismo enseña que nada existe fuera de la materia. Por esta razón todos los procesos, incluyendo psíquicos, pueden ser caracterizados como movimientos de átomos y procesos químicos en el cerebro humano. De aquí nace la convicción de la noción humana con respecto al bien ético y al mal. En el materialismo el concepto de ética termina en la noción del placer y del beneficio adquirido por medio de él en el presente y en las circunstancias dadas. La naturaleza desconoce los valores y las responsabilidades morales. La moralidad es un producto de la conciencia social y cada sociedad desarrolla su propia moralidad. En un período histórico puede establecerse una moral específica y en otro período, otra. Si todo es condicional entonces no existe la virtud ni la maldad. Existe únicamente lo que es conveniente y lo inconveniente. El sufrimiento y la muerte no tienen sentido alguno, y la justicia no existe. La conclusión es: Apúrate a recibir lo máximo de la vida, porque cuando mueras todo terminará para ti."

El común denominador para la mayoría de los filósofos moralistas del siglo 15-20, era la exclusión de Dios de todas las opiniones religiosas y de la ética. Muchos de ellos eran agnósticos, panteístas, materialistas y a veces antagonistas con respeсto a la religión. Además, la cuestión de la relación entre los sufrimientos y los hechos morales es muy difícil de analizar no sólo por una persona atea pero a veces también entre los creyentes abatidos por las penas, quienes se preguntan por qué Dios permite las guerras, epidemias y diferentes violaciones. Si El es infinitamente bueno e infinitamente misericordioso, no podría con indiferencia mirar a los inocentes. Si El es infinitamente sabio y todopoderoso, por qué no pone fin a los sufrimientos. ¿Por qué deja El que el mal triunfe? La Biblia tiene las respuestas a estos dilemas.

 

Las Santas Escrituras

sobre el mal y los sufrimientos

 

La Santa Escritura responde muy detalladamente a una serie de preguntas fundamentales sobre el mal ético en el mundo y los sufrimientos del hombre. Los sufrimientos y el mal no son mandados por Dios. El, siendo infinitamente bueno, lo creó todo para el bienestar y la felicidad del hombre. "Y vió Dios todo lo que había hecho y he aquí que era bueno en gran manera" leemos en la conclusión del relato bíblico sobre la creación del mundo. Dios creó al hombre puro, bueno y lo premió con cualidades espirituales superiores, igualándolo a su semejanza.

El deber del hombre consistía en el desarrollo de sus cualidades positivas y cuanto más alcanzaba la cercanía a Dios tanto más comulgaba la felicidad de la vida divina.

Pero el hombre no se mantuvo a la altura del nivel espiritual al cual fue destinado. Como relata el Génesis, el primer hombre por influencia de la víbora tentadora comió el fruto prohibido y con este acto violó la ley de Dios. El pecado de esta acción consiste en que el hombre quiso asemejarse a Dios, no por un camino de desarrollo de sus propias cualidades, el cual requiere tiempo y esfuerzo, sino quiso hacerlo automáticamente, de un salto audaz.

Con este acto impertinente, Adán, por instigación del diablo, prácticamente buscó apoyo en la magia y sortilegios, queriendo adquirir de esta forma ciertas habilidades sobrenaturales, sabiduría, favoritismo. Es muy característico en la magia el deseo de usar la fuerza metafísica y misteriosa omitiendo el contexto moral y la responsabilidad delante de Dios.

Como se puede apreciar del relato bíblico, la víbora no era simplemente un reptil, sino un ser inteligente, astuto e intrigante. Calumniando insolentemente al Creador, con audacia tentó al hombre ingenuo. En otro lugar de la Santa Escritura se explica que la víbora (o el dragón) fue el mismo Lucifer, uno de los ángeles cercanos a Dios, anteriormente bueno y luminoso, y más tarde por orgullo se rebeló contra Dios, y se destituyó de El, atrayendo con él una parte de los ángeles. Lucifer de esta manera fundó un reino sombrío y de maldad, lugar de torturas y horrores llamado infierno. La tragedia de los ángeles destituidos, sucedió antes de la creación del mundo material. De esta forma, de acuerdo a la Biblia, el mal se engendró no en la materia inerte, sino en el inteligente espíritu creado a semejanza de Dios y de ahí se dispersó sobre el resto del mundo material. La viciosidad del pecado del hombre no sólo consistía en la violación de las leyes de Dios, sino en la consciente revelación contra Dios. De esta forma el hombre tomó el mismo camino que había tomado el tentador.

El hombre rechaza a su Padre Celestial para servirse a sí mismo, eludiendo las acciones que facilitan el bien, se dedica a los placeres terrenales. Por la causa de un deseo erróneo, comienzan las desgracias y los sufrimientos del hombre. Enfermedades, penas y muerte física son la consecuencia de un adolecimiento moral. Con el desorden engendrado en el alma del hombre se creó un desequilibrio entre su naturaleza espiritual y física. Su instinto moral fue dañado y las metas positivas cayeron bajo la influencia del capricho y los deseos físicos.

Pero a causa de la caída del hombre se manifiesta una ilimitable misericordia del Todopoderoso. El usa las consecuencias del pecado: el sufrimiento, las enfermedades y la muerte, como un método medicinal para la salvación del hombre.

La Santa Escritura dedica mucha atención a la manifestación de esta verdad. Después de su destitución, el hombre comienza un camino largo y espinoso de retorno a su Creador.

La cura moral se debe realizar muy activamente con la participación de la voluntad del hombre y no pasivamente. La Santa Historia nos demuestra cómo Dios, guiándonos por dentro y con diferentes métodos externos nos atrae a El, nos ayuda a encaminarnos hacia el bien y nos perdona los pecados.

A causa de la dureza espiritual del hombre, apareció la necesidad de anunciar una ley moral, grabándola en el fondo de su naturaleza espiritual, en forma de mandamientos simples y comprensibles para que el hombre tenga una guía exterior aparte de la interior. A lo largo del período del Antiguo Testamento, Dios nos abrió Su voluntad mediante Sus patriarcas y profetas. Gradualmente aparecieron colecciones de libros espirituales denominados como las Santas Escrituras.

El período del Antiguo Testamento era un período de aprendizaje para el hombre sobre las leyes de Dios, y por medio de éste el resucitar en su alma de aquel sentimiento de veneración y sumisión hacia El anteriormente extraviado. Este fue un período de preparación para el recibimiento de la enseñanza evangélica y la renovación del corazón por acción del Espíritu Santo.

La gente con un alma sensible por su propia experiencia tarde o temprano se convence que la felicidad y el consuelo son mandados por Dios, y las penas son causadas por los pecados del individuo y por el ambiente que lo rodea. El comprendimiento de esta importante verdad fue gracias a las grandes realizaciones logradas durante el período del Antiguo Testamento. Así el rey David en sus salmos comparte su experiencia adquirida de muchos años — "Cercano está Dios a los quebrantados de corazón, y salva a los arrepentidos. Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará. Me mostrarás la senda de la vida. En Tu presencia hay plenitud de gozo."

Las escrituras del Antiguo Testamento enseñaban sobre la absoluta justicia de Dios de acuerdo a la cual, el hombre que practica el bien recibirá su gratificación y el que practica el mal será castigado. Las escrituras decían que el que debe ser castigado es la persona que pecó y no otros. Sin embargo, muchas veces en la práctica esto no se justifica. Esta injusticia desconcierta a muchas personas quienes desean vivir noblemente.

En aquel entonces no fueron claramente revelados los plazos y las maneras de realización de la justicia celestial, porque el destino de ultratumba fue condicionando a la venida del Mesías prometido.

Leyendo la Santa Historia podemos apreciar el hecho de que hasta la gente noble no siempre estaba de acuerdo con las injusticias de la vida. Ellos no entendían cómo Dios, siendo todo perfecto, a veces no defendía a los inocentes y permitía triunfar a los agresores. El virtuoso Job, por ejemplo, fue bombardeado con muchas desgracias, perdiendo en varios días su casa, familia y su salud, y humildemente se rindió a la voluntad de Dios. El no podía entender porque Dios permitía que todas las desgracias cayeran sobre él.

El profeta Jeremías muchas veces fue perseguido por predicar la palabra de Dios, y desconcertadamente preguntaba a Dios: "Tú, resultas justo cuando me enfrento contigo. Sin embargo quiero discutir esta cuestión. ¿Por qué prosperan los malvados y viven tranquilos los traidores?…" Y poco después cómo quejándose de su destino dice: "Ay, de mí, madre mía pues me engendraste hombre de pleitos y controversias con todo el mundo! no he prestado ni he pedido préstamos y sin embargo todos me maldicen. Tu me engañaste Señor y yo me dejé engañar; me has forzado y me has vencido. Se ríen de mí sin cesar, todo el mundo se burla de mí. Cada vez que hablo tengo que gritar y anunciar violencia y ruina. La palabra del Señor se ha convertido para mí en constante motivo de insulto y burla. Yo me decía: 'No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre.' Pero era dentro de mí como un fuego ardiente encerrado en mis huesos me esforzaba en sofocarlo, pero no podía."

De esta manera la Santa Escritura no proporcionaba respuestas satisfactorias para las mentes desconcertadas por este dilema; por qué tan frecuentemente la justicia era violada. Sin embargo, algunos podían profundizar más sobre el misterio de las penas y darse cuenta, que no todo estaba basado sobre el concepto de lo que se merece o no la persona, sino, que también las penas, tienen su lado positivo. — "Mejor es el pesar que la risa" — dice el rey Salomón al final de su vida — "Por que con la tristeza del rostro se enmendará el corazón."

El tema central del Nuevo Testamento consiste en la enseñanza de la salvación del hombre y por los voluntarios sufrimientos del encarnado Hijo de Dios. En el Nuevo Testamento los sufrimientos no son simplemente una represalia para las transgresiones, sino que tienen una fuerza redentora y eficaz. Los sufrimientos son la fuente de renovación y salvación. Dios no se esconde detrás de los límites de las inmensas distancias, tampoco es indiferente a las penas humanas, como pensaban los sabios paganos. Al contrario, Dios amó de tal manera al mundo, que dio a su Hijo Unigénito para que todo aquel que cree en El, no se perezca, sino tenga vida eterna (Juan 3:16)

Por un acto de gran piedad hacia la gente, El Hijo de Dios descendió de las alturas de su gloria celestial a nuestro penoso mundo, tomó el peso de los pecados del hombre y los lavó sobre la cruz con Su Purísima sangre. Sus heridas son la cura para nuestros espíritus enfermos. Su muerte, es el principio de una nueva vida feliz. Sobre la cruz, por medio de los sufrimientos del Dios-hombre se realizó el gran misterio de renovación de la substancia del hombre dañada por el pecado.

San Gregorio El Teólogo contrapone la muerte de Cristo sobre la cruz con el fruto prohibido comido en el Edén. "El árbol — por el árbol; las manos por las manos: las manos extendidas con valor — por la mano intemperantemente extendida; las manos clavadas — por la mano de libre albedrío... Por esto la ascensión en la cruz — por la caída; la hiel — por ingerir; corona de espinas — por una gobernación mala; muerte — por la muerte.

Con su muerte redentora y su resurrección gloriosa, Dios desterró a la antigua serpiente instigadora y dio a los creyentes el poder de pisotear a la serpiente, escorpiones y a toda la fuerza enemiga.

Al hombre redimido se le abre un nuevo camino al Reino de los Cielos y a la felicidad. A una persona espiritualmente enferma y acostumbrada a pecar, el camino al cielo a veces el parece ser muy angosto y difícil, pero nuestro Señor Jesucristo alienta a cada uno deseoso de tomar el camino a la salvación, El dice: "Venid a mi, todos los que estén cansados de sus valijas y sus cargas y yo les daré descanso. Acepten el yugo que yo les pongo y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde y encontrarán descanso para su alma" (Mt. 11:28).

Los sufrimientos y desgracias del hombre en esta temporaria vida no son anulados con la venida de Cristo, sin embargo, ahora carecen de su anterior intensidad y pesimismo. Lo que pasa es que el mal se unió tanto con nuestro ser, se encarnó tanto en nuestro corazón, que el proceso de liberación de él, siempre está asociado al dolor. Pero el rayo celestial del Espíritu Santo dispersa las tinieblas en el alma mártir, y lo envuelve con una sensación de amor celestial. Lo maravilloso es que todavía encontrándose en hombre en camino al Reino de los Cielos recibe por medio de la presencia del Espíritu Santo la posibilidad de probar la felicidad de la vida eterna para él dispuesta. Los justos dignos de semejante felicidad, testifican que en comparación con ella, todas las felicidades y bienestar aquí en la tierra son insignificantes. Por esta razón, los apóstoles enseñaban que los creyentes no tienen que apenarse como los paganos, los cuales no tienen esperanza, pero tienen que estar contentos y agradecer a Dios. — "Así como Cristo sufrió en su cuerpo, ustedes también deben estar dispuestos a sufrir. Pues el que ha sufrido con el cuerpo ha dejado el pecado..." Y luego: "Amados, no se extrañen de las fuertes pruebas que se vienen sobre ustedes como si les sucediera algo raro. Al contrario alégrense de poder tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también se llenen de alegría cuando vean la gloria de tu venida" — escribe San Pedro — "Pues quien ha padecido en la carne, deja de pecar" — y luego dice — "Porque la fe de ustedes es como el oro, debe ser probada con fuego para ver su calidad. La fe que aguante la prueba vale mucho más que el oro, el cual se acaba. De modo que la fe de ustedes al ser así probada merecerá aprobación. Gloria y honor cuando Jesucristo aparezca."

La fe cristiana expande los horizontes del hombre creyente y le facilita distinguirlo temporal de lo eterno. Los sufrimientos de los inocentes no son en vano, son el método para recibir mas recompensa en el cielo. Así, de acuerdo a la parábola evangélica, muchos creían que la vida torturó de una forma terrible a Lázaro. Cuando él sufría de hambre y sin ayuda alguna agonizaba de las heridas tirado al lado del portón del rico, este último gozaba de festejos diarios y se divertía. Ni el rico, ni sus amigos, expresaron ningún sentimiento de lastima a Lázaro. Cuando Lázaro murió, nadie vino a su funeral. Del punto de vista humano, su destino era una gran injusticia. Sin embargo, detrás de la cortina del mundo eterno, el evangelio nos aclara que, con la muerte de Lázaro no se terminó sólo su vida, sino sus sufrimientos. Ahora por su paciencia y su bondad, él es digno de una gran recompensa. De esta manera, cruzando el umbral de la vida temporal, el hombre entra en un mundo donde reina la justicia absoluta. Por esta razón, en los minutos difíciles de la vida, es importante recordar que los sufrimientos presentes son temporales y no son nada comparándolos con la gloria que nos espera en el paraíso.

Para entender más profundamente el tema relatado, son de mucho valor las notas autobiográficas del apóstol Pablo, donde relata sus propias actividades apostólicas y como él, con el tiempo, comprendió sus beneficios: "He trabajado más que ellos, he sido azotado más que ellos, me han encarcelado más y muchas veces he estado en peligro de muerte. En cinco ocasiones los Judíos me dieron de los treinta y nueve azotes. Tres veces me apalearon y una vez me apedrearon. En tres ocasiones se hundió el barco en que yo viajaba y una vez pasé una noche y un día en alta mar. He viajado mucho y me he visto en peligro de ríos, peligros de ladrones, peligros entre mis paisanos y entre extranjeros. Me he visto en peligros en la ciudad, en el campo y en el mar y en peligros entre falsos hermanos. He tenido trabajos y dificultades, muchas veces he estado sin dormir, he sufrido hambre y sed y he ayunado mucho, he sufrido el frío y la falta de ropa." Después de todo lo sufrido el apóstol Pablo no experimenta rencor por las humillaciones y burlas recibidas de parte de sus enemigos después de haber dedicado su vida a Dios.

Todo lo contrario, aquí veremos como el apóstol de las lenguas, aprendió a comprender todo lo que le había sucedido:

 

"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues él es el Padre que nos tiene compasión y el Dios que siempre nos consuela. Dios nos consuela en todos nuestros sufrimientos , para que nosotros podamos consolar también a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que Dios nos ha dado a nosotros. Porque así como tenemos una parte tan grande en el sufrimiento de Cristo, también por medio de Cristo recibimos un gran consuelo. Por eso si nosotros sufrimos es para que ustedes tengan consuelo y salvación; y si Dios nos consuela, es para que también ustedes tengan consuelo y salvación y así pueden aguantar con paciencia los mismos sufrimientos que nosotros padecemos... Aunque estamos tristes, siempre estamos contentos, aunque somos pobres enriquecemos a muchos, aunque estamos sin nada todo lo tenemos" (Cor. 1:3-9)

 

Aparte de las penas y dificultades a causa de su prédica, el apóstol Pablo estaba abatido por una debilidad física, una enfermedad interna desconocida que lo llevaba hacia un desvanecimiento, el cual el llamaba "el aguijón del ángel de Satanás" en su cuerpo.

El apóstol le rogó intensamente a Dios tres veces para que lo libere de esta enfermedad, la cual era un obstáculo en su misión apostólica. Pero Dios en vez de curarlo, se le reveló en persona diciéndole: Te basta mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.

Habiendo comprendido que esta enfermedad le fue enviada para su perfección espiritual; para enseñarle a confiar no en sus propias fuerzas sino en la ayuda de Dios, el apóstol llegó a la siguiente conclusión: Así es que me alegro de ser débil para que se demuestre en mí el poder de Cristo. Por eso me alegro de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones, las dificultades que sufro por Cristo. Porque cuanto más débil soy, más fuerte me siento.

He aquí una nueva y valiosa manifestación del provecho espiritual que recibimos por medio de las penas. Recibiéndolas con humildad y esperanza en Dios, ellas atraen hacia el mártir la gracia de Dios, la cual sobrepasa su fuerza natural y lo convierte en un instrumento de la providencia de Dios para la salvación de mucha gente y hasta naciones enteras.

Es así como las escrituras del Nuevo Testamento nos dejan ver el camino hacia la redención por medio de los sufrimientos. Los sufrimientos del Hijo de Dios, por su propia voluntad, trajeron la salvación al mundo. Se anuló la causa original del mal, el pecado, y las penas temporales se convierten en un remedio, una "medicina" para la perfección espiritual. Como se reveló al escritor del libro Apocalipsis, el apóstol Juan El Teólogo, el paraíso esta repleto de gente de diferentes culturas, niveles de educación y de diferentes razas. Lo que tienen todas ellas en común es que llegaron allí por "grandes penas," o sea, cada una de ellas cargó con su cruz en la tierra. Encabezando esta incalculable muchedumbre, el apóstol ve en medio del altar celestial al Cordero de Dios — Jesucristo. Todas las personas desearían ir al paraíso, pero no todas son conscientes y quieren aceptar el hecho de que es necesario cargar con las penas de uno sin protesta alguna para no sentirse como ajeno entre aquellos que sufrieron y ahora son dignos del paraíso. Nosotros sabemos que por medio de muchas penas, seremos los herederos del Reino de los Cielos, y al mismo tiempo con mucho esfuerzo debemos superar sentimientos opresivos internos.

El verdadero cristiano debe estar siempre contento y agradecer a Dios, porque las penas son un estado temporal.

Nuestra visión espiritual debe ser dirigida a Dios ya que de El recibimos consuelo, alegría y también vida eterna, en la cual no existe la mentira, ni las enfermedades, ni la muerte, ni todo lo que oscurece nuestra vida aquí en la tierra y donde habrá eterna felicidad.

Recordándonos esto decían los apóstoles: "regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo, regocijaos!"

El cristianismo es en primer lugar la fe en la victoria del bien. Le trajo a la gente la luz, el amor y una verdadera alegría en la unión con El Dios Padre.

 

Los Santos

Padres sobre las penas

 

Lo que ya hemos descrito anteriormente sobre las penas no sería completo sin las instrucciones y consejos de parte de nuestros Santos Padres. La experiencia de los santos para nosotros es un gran tesoro en cuanto a la sabiduría que podemos adquirir mediante sus consejos con respecto a las penas. Cómo enfrentar las penas para que ellas no nos opriman y cómo recibir de ellas un beneficio espiritual.

Aquí les traeremos diferentes ejemplos de ascetas de la antigüedad y también contemporáneos.

San Antonio Abad (siglo 4to-Egipto)

Cuanto más moderada es la vida del hombre, más tranquila será. Porque no se preocupará de muchas cosas; como la servidumbre o la adquisición de bienes. Si nosotros nos unimos a las cosas materiales entonces estaremos propensos a las penas y a veces hasta quejarnos contra Dios. De esta manera, el deseo de recibir mucho, nos llena de tumulto y entonces nuestra vida comienza a rondar entre las tinieblas del pecado.

San Efrén El Sirio (Mesopotámica 4to siglo)

¿No puedes tu resistir las ofensas? Cállate, y te tranquilizarás. No creas que tú sufres más que los otros. Así como aquél que vive sobre la tierra no puede eludir el aire, así para el hombre que vive en este mundo le es imposible ser tentado por las penas y las enfermedades.

Aquellos que están preocupados únicamente de lo terrenal recibirán penas terrenales. Aquellos que se preocupan por lo espiritual, sufrirán del espíritu. Sin embargo, los últimos serán bienaventurados porque sus frutos serán vastos en Dios. Si estamos apenados, esperemos la felicidad. Tomemos como ejemplo los que navegan por el mar: Cuando se levanta una tormenta, ellos batallan con las olas, esperando a que la tempestad se calme, y cuando llega la tranquilidad, ellos se preparan para la tormenta. Están siempre en vigilia de que repentinamente se levante el viento y los agarre desprevenidos hundiendo la embarcación. Así debemos obrar nosotros.

Cuando estemos en una situación difícil o penosa, esperemos el alivio y la ayuda de Dios, y para que no nos abrume el pensamiento que para nosotros no hay esperanza ni salvación.

Todo viene de Dios, las cosas buenas y las aflicciones. Las primeras — por la benevolencia de Dios y las segundas — por la providencia o por tolerancia. Por benevolencia de Dios cuando vivimos virtuosamente, por que a Dios le agrada y para poder ser merecedores de llevar la corona de la paciencia. Por la providencia — cuando pecamos pero somos conscientes de ello y por tolerancia — cuando sabiendo pecamos y no nos corregimos. Dios providentemente nos castiga cuando pecamos para que no seamos condenados con el resto del mundo, como dice el apóstol: mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.

San Marco el asceta (5to siglo, Siria)

Si una persona peca, no se arrepiente y no es sometida a ningún tipo de penas hasta su partida de este mundo, es importante que sepa que su juicio no tendrá compasión.

Los que desean liberarse de los sufrimientos eternos, tienen que aguantar las penas, porque de esta manera, por medio de los sufrimientos menores eludiremos los grandes sufrimientos eternos.

Cuando por causa de las ofensas se irrita tu corazón, no estés apenado de que la providencia de Dios descubrió la maldad oculta en ti. Alegrándote, trata de dominar tus malos pensamientos, eliminándolos ya que así eliminarás también el mal que yace en ellos y los pone en movimiento. Pero si permites que los malos pensamientos aparezcan con frecuencia, se fortalecerán y serán más intensos.

San Isaac de Siria (6to siglo, Siria)

Así es la voluntad del Espíritu para que los muy queridos por El, llenen su tiempo en constante labor. El Espíritu de Dios no se encuentra con aquellos que viven una vida tranquila. Los hijos de Dios se distinguen de los demás viviendo en las constantes penas, mientras que el resto del mundo está muy orgulloso de su confort y tranquilidad. No era la voluntad de Dios que sus queridos estén descansando mientras se encuentran dentro de su cuerpo, pero quiere que ellos maduren espiritualmente por medio de las penas, pesar, sacrificio, escasez, necesidad, desnudez, humillación, ofensas, en un cuerpo agotado y pensamientos tristes. De esta manera se cumple lo que se dijo de ellos: "En el mundo tendréis aflicción."

Dios sabe que los que viven sin problemas no son capaces de quererlo, y por esta razón El priva a los bienaventurados de la tranquilidad y placeres temporales.

Por cada alegría terrenal le sigue el sufrimiento, y después de cada sufrimiento en nombre de Dios viene la alegría. El alma que ama a Dios, en El, únicamente recibe la paz. La alegría en Dios es más fuerte que la vida terrenal. La persona que experimenta una verdadera alegría en Dios, prestará muy poca atención a sus problemas y penas personales. Las pequeñas penas recibidas en nombre de Dios son mejor que hacer cosas grandes, pero sin penas. Lo que se consigue sin sacrificio y dificultad podría llamarse "virtuosidad de la gente mundana."

Pero tú haz tu proeza en silencio y trata de imitar a Cristo para que seas digno de compartir la gloria con El. El alma no se glorificará con Jesucristo, si el cuerpo no sufrirá primero con El.

Más valor tienen las penas recibidas en nombre de Dios, que las oraciones y los sacrificios.

Dios se encuentra siempre cerca de aquellos que le suplican en sus sufrimientos, penas y problemas físicos, y permite que a causa de ellos estemos a veces abatidos.

En el alma de la persona que sufre, Dios manifiesta un gran amor que se iguala en su fuerza a los terribles sufrimientos o penas que la persona puede experimentar.

El anciano Varsonufio (6to siglo, Palestina)

Si quieres liberarte de las penas y no sufrir a causa de ellas, espera a que lleguen penas aún peores y entonces te tranquilizarás.

San Doroteo (7mo siglo, Palestina)

El alma sufre mientras comete el pecado, porque el pecado debilita y tormenta a aquel quien se deja dominar por él. Por esta razón el ser humano sufre por todas las cosas que le suceden. Pero si la persona progresa en el bien, aquello que le parecía ser insoportable, le parecerá más liviano.

Hay personas que llegan a tal tormento por causa de sus enfermedades o desgracias, que prefieren morir con tal de liberarse de los sufrimientos. Esto les sucede a causa de la cobardía e insensatez, porque ellos no piensan en el terrible padecimiento que el alma experimenta al dejar su cuerpo. He aquí lo que relata un libro llamado "Otechnik": Un hermano monje preguntó a un sabio anciano: Porqué deseo morirme? — El anciano le respondió — Porque tú tratas siempre de eludir las penas sin pensar en las terribles penas del mas allá que esperan al pecador. Otro hermano preguntó: Porqué cuando me encuentro en mi celda me caigo en descuido y desaliento? El anciano le respondió — La razón es que ignoras aquella tranquilidad que te espera en el paraíso y los sufrimientos en el infierno. Si tu comprendieras esto, aunque tu celda estuviera llena de gusanos hasta tu cuello, hubieses aguantado sin debilitarte ni siquiera un poco. Lo que pasa es que nosotros somos perezosos e igual queremos recibir la salvación. Por esta razón nos atormentamos por las penas en vez de agradecer a Dios y considerarnos bienaventurados de que podamos sufrir aquí en la tierra para luego recibir tranquilidad eterna.

No tenemos que dudar que las ofensas y reproches hacia nosotros son un remedio que cura nuestro orgullo. Reza por los que te reprochan como si se tratase de verdaderos médicos de tu alma. Tienes que estar seguro de que aquel que odia las ofensas, también odia la humildad y el que trata de eludir a los que lo amargan, elude la sumisión.

San Zosima (4to siglo, Egipto)

Elimina las tentaciones y las batallas con los malos pensamientos y no va a quedar ni un santo. El que se escapa de la guerra con las tentaciones, se escapa de la vida eterna. ¿Quiénes serán los que obsequien una corona a los mártires, sino aquellos que los torturan y matan? ¿Quién otorgó una gloria tan grande al primer mártir Esteban, sino aquellos que lo apedrearon?

San Serafín de Sarov (18 siglo, Rusia)

El que venció las pasiones, venció las penas. El que se dejó vencer por las pasiones, no se escapará de las garras de las penas. Como el enfermo se puede ver por el color de la cara, así el que está poseído por las pasiones se distingue por su apariencia afligida.

El cuerpo es el esclavo del espíritu, el espíritu es el que reina. Muchas veces sucede que por compasión de Dios nuestro cuerpo sufre por enfermedades. A causa de las enfermedades las pasiones se debilitan y el hombre vuelve en sí. Al que sobrelleva la enfermedad con paciencia y agradecimiento se le considerará como una hazaña el haber hecho y aún más que eso.

No debemos sobrecargarnos con hazañas, pero tratemos de que nuestro amigo, el cuerpo, sea leal y capaz de buenos actos. Hay que tomar el camino del punto medio sin inclinarse ni a la derecha ni a la izquierda. Al espíritu darle lo espiritual y al cuerpo darle lo corporal, lo necesario para el mantenimiento de la existencia de esta corta vida.

A los discípulos que trataban de sobrecargarse con hazañas, les decía que el soportar las ofensas sumisa y resignadamente eran como sus cilicios y sus vestimentas de penitencia. Tenemos que preocuparnos por nuestras almas y eliminar las pasiones e imperfecciones y sufrir por nuestras iniquidades así como sufrimos por las ajenas.

La alegría no es un pecado, ella elimina el cansancio, porque a veces por causa del cansancio nos sentimos abatidos espiritualmente y peor cosa que esa no hay. Si tú solamente supieras, dice San Serafín a un monje, qué felicidad y qué dulzura esperan al alma del bienaventurado en el cielo, tú estarías listo para aguantar cualquier ofensa, persecución y mentira contra ti con agradecimiento. Si esta celda estuviese llena de gusanos que comieran nuestro cuerpo durante toda nuestra vida, tendríamos que aceptar esto, con tal de no perder la felicidad celestial que Dios preparó para aquellos que lo aman.

San Nikon de Optina (1927, Rusia)

Si quieres deshacerte de las penas no te afierres a nadie ni a nada. En las penas y tentaciones Dios nos ayuda. El no nos libera de ellas, pero nos da fuerza para combatirlas y a veces casi no sentirlas.

San Siluan (1938, M. Atos)

Dios ama a todos, pero deja que las penas nos tormenten para que estemos conscientes de nuestras iniquidades y nos hagamos humildes. Por nuestra humildad recibimos al Espíritu Santo y con El todo estará bien, todo será alegría.

Tú dices: Yo tengo muchas penas — Pero yo te diré que seas humilde y entonces verás que tus penas se transformarán en paz y tú solo te darás cuenta de ello y dirás: Por que antes sufría tanto y me atormentaba pero ahora estoy feliz? Por que recibiste la humildad y sobre ti bajó la gracia de Dios. Ahora, si tú estuvieras pobre y solitario, la felicidad no te abandonará, porque en tu alma existe la paz sobre la cual El Señor dice: "Mi paz se le dio a ustedes." Así Dios le da paz a cada alma humilde.

El alma del humilde es como el mar. Tira una piedra al mar, y por un instante se perturbará la superficie del agua, pero luego se hundirá. Así se hunden las penas en un corazón humilde, porque con el se está la fuerza de Dios.

Igumeno Nikon (1963, Rusia)

La paz enviada por Dios hace al hombre insensible a las penas y los sufrimientos de la tierra, apaga el interés hacia éste mundo, eleva al hombre a las alturas, despierta en el corazón amor a la humanidad curando todas las imperfecciones y enseñándonos a sentir más piedad por el prójimo y por sí mismo.

 

El Recibimiento

de la Gracia de Dios

 

De acuerdo a las Santas Escrituras y las experiencias de los Santos Padres, el único mal real en el mundo, es la violación de las normas morales. De aquí nacen otras formas del mal. El mal ético aparece dentro del ser moralmente libre y si éste ser no lo elimina por su propia voluntad, comenzará a madurar y fortalecerse dentro del hombre. De a poco se une con su voluntad manifestándose más y más en hechos destructivos e infames.

¿Cómo nace realmente el mal ético y cuál es el proceso espiritual que nos lleva a él? Las respuestas a estas preguntas nos obligan a buscar y a analizar más profundamente la cuestión de qué es el "bien."

Existen muchos valores espirituales y físicos que son indispensables y hacia los cuales debemos dirigirnos. Cuanto más se eleva la vista del hombre para elegir lo más valioso entre ellos, más evidente será para él que, por sobre todas las cosas brilla cómo un sol absoluto, incondicional y el más elevado "bien," nuestro Señor. De El nace el principio de todos los bienes.

Esta verdad es aún más evidente cuando nosotros mentalmente nos transportamos hacia el lejano pasado, cuando nada existía todavía; ni lo espiritual (los ángeles), ni este mundo palpable. Hubo un tiempo, si así se puede expresar, cuando no existían ciertas formas fundamentales de vida como el tiempo y la distancia, sin las cuales no nos podemos imaginar el mundo material. No existía tampoco el vacío, el cual también representa ser una distancia. Existía un ser Todopoderoso, de infinita bondad, perfecto, único, infinitamente inteligente, el cual llamamos Dios. Por supuesto si podemos imaginarnos abstractamente por medio de la inducción, la duración del tiempo y la enorme e ilimitable distancia en la cual pueden existir parcialmente otros mundos como el nuestro nos daríamos cuenta de que, la interminable distancia y el interminable tiempo son pensamientos irreales construidos por nuestra imaginación y necesarios para la solución de ciertos cálculos matemáticos y físicos.

En realidad el tiempo y la distancia son creaciones de Dios; lógico que en comparación con Dios, son de un tamaño insignificante. Únicamente El, es infinito y eterno, y está sobre todos los conceptos del tiempo y la distancia.

Siendo la primera causa de todo, Dios, por su bondad creó primero el mundo espiritual, poblándolo con seres inteligentes sin cuerpos físicos (ángeles).

Luego creó Dios nuestro mundo físico, con su majestuosidad, su hermosura, con muchas diferentes formas de vida. Coronando el mundo con su más importante creación, el "hombre" a quien recompensó con algunas de sus cualidades: libre voluntad y el deseo de llegar a la perfección moral. Como todo surgió por medio del Todopoderoso, toda la creación lleva el sello del bien en mayor o menor medida.

Es importante comprender que la imperfección de la creación, no es el resultado del mal (como pensaban muchos filósofos). Por la sabiduría del Creador, hasta la partícula más pequeña y los seres microscópicos sirven a un bien completo y se complementan uno con el otro. Así, todo lo espiritual y lo físico, forman un armónico mundo del bien.

Así como la naturaleza debe obedecer ciertas leyes indispensables y los animales tienen que seguir sus instintos naturales, los ángeles y el hombre tienen la libertad de elegir entre los actos que tienen carácter moral. O sea lo que es correcto y lo que es incorrecto, lo malo o lo bueno.

El sentimiento moral por medio de la voz de la conciencia, nos indica cuál de los actos es mejor y cuál es peor desde el punto de vista moral. Cuál es el bien más elevado y cuál es el bien menos elevado.

Estas dos cualidades — libre voluntad y sentimiento moral, elevan a los ángeles y al ser humano por sobre la naturaleza y por sobre el mundo animal, abriendo un camino a la perfección y acercándolo más en su semejanza a Dios.

Si cada cosa en la naturaleza hasta la más insignificante tiene su función o designación en este gran plan de Dios, con más razón los seres inteligentes, ángeles y el hombre, tienen que participar en la construcción y fortaleza del mundo del bien. La naturaleza participa pacíficamente para el bien de todos, mientras que los seres con voluntad libre participan muy activamente, siendo esto un gran honor para el ser humano y también una gran responsabilidad.

En la oración Padre Nuestro, nuestro Señor Jesucristo nos enseña a todos nosotros a aspirar a un bienestar mayor. Las palabras de la oración "Santificado sea tu nombre," expresa nuestro deseo de que el nombre de Dios siempre y en todos los lugares se glorifique. A esto se llega no tanto exclamándole, sino con los hechos de expandir y fortalecer el Reino del Bien al cual El nos hizo dignos de pertenecer. La siguiente frase en la oración habla de esto más detalladamente, "Vénganos el tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo."

Así como los planetas y los asteroides que giran alrededor del sol no le agregan nada a su brillo, así nosotros no le podemos dar nada a Dios que El no tuviese. El quiere únicamente que nos perfeccionemos y que hagamos el bien a los demás. Haciendo el bien y repartiéndolo alrededor nuestro, nosotros nos convertimos en ayudantes de Dios y activos participantes en la construcción del bien. La gloria de Dios es el punto de enfoque al cual debemos dirigir nuestra mirada espiritual, porque de esa manera nunca tropezaremos en nuestro camino. Así como para Jesucristo la razón de su venida fue glorificar el nombre del Dios Padre, sus seguidores, los cristianos tienen que aprender a dirigir todos sus pensamientos, deseos y buenas acciones para la gloria de Dios. "Pues si coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios," aconseja el apóstol.

Estableciendo de esta forma que Dios es el máximo y absoluto bien y que únicamente por medio de El se dispersan los rayos de luz y la vida, nosotros podemos establecer una perspectiva correcta de diferentes valores de la vida. Cada persona desea alcanzar una meta. Mucha gente aprecia más una vida de familia feliz, una carrera próspera, riquezas, diferentes placeres y dedican a ello todo su tiempo, fuerzas, labor y corren como enloquecidos para conseguir presumiblemente el bienestar real. Si pierden algo o se ven sometidos a diferentes injusticias, se apenan, se pelean con los demás y a veces hasta pueden cometer crímenes. Ellos no piensan que los objetos de prestigio y las prioridades mundanas por las cuales ellos tanto lucharon y entregaron toda su vida, son realmente insignificantes con respecto a las riquezas espirituales. Las últimas son ignoradas y en vano perdidas.

Reconocer que Dios es la máxima y absoluta fuente del bien, ayudará al hombre a liberarse de una vida confusa y ver la realidad de una forma correcta.

No se prohíbe tener buena salud y ser rico; tener éxito en lo que hacemos, felicidad familiar, alegrías y otros bienes de la vida que se nos mandan para que agradezcamos por todo al Señor aprendiendo a imitar a Dios en su bondad y amar al prójimo. Si hay algo que Dios no nos da y quizás nos quita, eso significa que así debe de ser para nuestro bienestar. El sabe mejor qué es lo que necesitamos. Lo más importante es conocer a Dios y acercarse a El y luego ayudar en el esfuerzo de promover el bien. Privándonos de las riquezas temporales, Dios nos enseña a no prestar atención a las cosas de poca importancia. No nos olvidemos de agradecer a Dios cuando nos ayuda y no quejarnos cuando nos priva de algo. Si nos basamos en lo que dijo Jesucristo — que hasta los pelos en la cabeza están contados — entonces con más seguridad Dios prestará atención a las cosas más importantes en nuestra vida y las guiará con su mano misericordiosa. Cuando nosotros aprendamos a mirar las cosas desde ese punto de vista, entonces nos liberaremos de muchas penas innecesarias y cada circunstancia de la vida va a favorecer a nuestro bien y el bien de la gente con la cual tenemos contacto.

Del lado opuesto de los valores se encuentra el territorio del mal ético. Cuando una persona contrapone sus preferencias personales al bien del prójimo o se quiere glorificar a costa de la gloria de Dios, entonces esa persona se encuentra en un camino muy peligroso. Es lógico que cometer ciertos errores es una cosa normal en la vida y nosotros aprendemos de ellos. Pero cuando esto se convierte en una actividad diaria, cuando la persona intencionalmente contrapone el bien de nivel más bajo al bien de nivel más alto, entonces se encuentra en el camino del mal.

Así como no hay fin en el camino hacia la perfección, así mismo no hay fin en el camino a la perversión moral. Cuanto más se aleja del absoluto bien el ser moralmente libre, más se empobrece, porque derrocha las riquezas internas obsequiadas por Dios. El mal comienza por una elección consciente, pero cuanto más la persona o el ser espiritual siguen en este camino, más esclavizado se sentirá. El mal destruye a cualquier persona que le sirve, así es su naturaleza.

El mal absoluto, al igual que el cero absoluto de temperatura es inalcanzable y así, la constante repetición de los actos inmorales, deslizan al hombre (así como en su tiempo a los ángeles caídos) hacia un "hoyo negro" del cual es totalmente imposible liberarse. Aquí lo que sucede es la materialización del mal. Este misterio de iniquidad consiste en que los demonios y los pecadores endurecidos llegan a tal degeneración que reciben placer cuando cometen una maldad. Todo esto contribuye a una progresiva separación de Dios y eventualmente se convierte en un odio ardiente hacia Dios y el Reino del Bien.

De esta manera todo lo que comienza por un simple e inocente deseo de placer personal o deseo de glorificarse, si no se detiene a tiempo, se degenera en una consciente preferencia del mal, llevando al desgaste total de todas las cualidades buenas que Dios sembró en nosotros.

El hombre o el ángel caído cuanto más peca, más se endurece en el pecado, haciéndose impulsivo y descontrolado en el odio, el cual como la llama infernal, lo devora más y más.

El anciano Zosima dice en el libro "Los Hermanos Koromazov," que los demonios están (insaciables) insatisfechos por los siglos de los siglos, rechazan el perdón de Dios y lo maldicen. No pueden mirar a Dios sin odio y exigen que Dios no exista, que El se destruya con toda su creación. Ellos van a arder en su odio del fuego eterno, deseando la muerte y la no-existencia, pero no la recibirán.

 

Conclusión

Pues bien, los sufrimientos son ineludibles en esta vida temporal. Ellos por un lado son el resultado de nuestra propia iniquidad, inmoralidad de otros y la imperfección total de este mundo de corta existencia. Por otro lado, en las manos de la sabia providencia de Dios, las penas vienen a ser las herramientas para la persuasión y el mejoramiento espiritual. Los dos malhechores que fueron crucificados con Jesucristo personifican dos categorías de gente. Todo el mundo peca y todos sufren, unos más, otros menos. Pero algunas personas se asemejan al malhechor que protestaba, cuanto más sufren, más odio experimentan y las penas no les traen ningún provecho. Otros, al contrario, se asemejan al malhechor que se arrepintió de sus pecados, y reconocen que ellos merecen ser castigados y con humildad ruegan a Dios que los perdone y los ayude. De esa manera las penas diarias las atribuyen como sufrimientos en nombre de Jesucristo y la propia cruz de cada persona se convierte en la cruz del Señor. Esto favorece al renacimiento espiritual y la salvación.

Esta es la ley espiritual, por lo que, no sólo los sufrimientos aceptados pacientemente, sino también cada esfuerzo espiritual, cada privación de placeres personales, sacrificio y renunciamiento, se transforman en una riqueza interna. Quizás suena muy extraño, pero realmente es así: cuanto más perdemos exteriormente, más ganamos interiormente. Esta es justamente la razón por la cual es muy difícil entrar a una persona rica en el Reino de los Cielos, porque en ellos no existe el proceso de transformación de lo terrenal a lo celestial. Las almas de valor instintivamente buscan el sacrificio y se fortalecen en la privación de los placeres. Esto era reconocido hasta en los antiguos círculos filosóficos.

Tenemos que saber cómo usar las alegrías. Ellas, como las riquezas y las glorias, debilitan y hacen al hombre egoísta, presumido y vanidoso. De por sí las penas y las alegrías son subjetivas.

La persona virtuosa sufre cuando ve a un pecador en camino a la perdición, en cambio, los pecadores gozan al recibir placeres. El ateo sufre viendo el triunfo de la fe, mientras que el virtuoso se alegra. Bienaventurados somos nosotros si sufrimos por las mismas causas que sufrió nuestro Señor Jesucristo, sus apóstoles y los santos. De esta manera seremos partícipes de sus alegrías.

Existen sufrimientos vanos a causa de una fe débil y opiniones erróneas.

A veces el hombre por sí solo se crea miedos y preocupaciones y puede estar malhumorado hasta en buenas circunstancias.

Es importante enfocar la vida hacia una dirección correcta, aprender claramente diferenciar lo importante de lo que no es importante, lo básico de lo innecesario. Para eso es importante entender y experimentar que Dios es el bien absoluto y la fuente de todo lo positivo.

Existe una felicidad elevada. Esa felicidad está en Dios, los apóstoles y los santos. Esta felicidad no es mundana. La felicidad mundana comienza con el placer y termina con la pena, mientras la felicidad de los santos comienza con la pena y termina con el placer. Los apóstoles y los mártires al ser torturados físicamente experimentaban una gran alegría en Dios. Cuando los encarcelaban — agradecían, cuando los apedreaban — predicaban. El que encuentra felicidad en lo terrenal, no puede encontrar felicidad en Dios.

La felicidad terrenal: amor, familia, juventud, salud, y el disfrutar de la vida y de la naturaleza, también viene a ser un bien y no hay que pensar que Dios acusa al hombre por eso. Lo malo es convertirse en esclavo de los placeres e ignorar los bienes espirituales. Los sufrimientos del punto de vista del desarrollo interno son de gran valor, no por sí solos, sino por sus resultados. Perdiendo la felicidad terrenal, el hombre se encuentra cara a cara con los altos valores, comienza a mirarse a sí mismo y a la vida terrenal con diferentes ojos, y finalmente se dirige a Dios.

He aquí la conclusión de que, la felicidad terrenal junto con la continua cercanía a Dios, sin excluir la intensa vida espiritual, son indudablemente un bien. De manera semejante los sufrimientos si irritan y humillan a la persona, sin transfigurarlo, sin darle una reacción positiva — son un terrible mal.

Bienaventurados seremos nosotros si nos liberamos espiritualmente a tiempo de los caminos anchos de este mundo, si ni las alegrías de la vida, ni las riquezas ni el éxito nos llenan el corazón apartándolo de lo primordial. En caso contrario, el Señor en su ira destruirá nuestros ídolos, riquezas, comfort, carrera, deseo de felicidad mundana para que finalmente comprendamos que todo ello es nada.

Súplica de Liberación y Dirección.

Salmo del rey David (143).

 

Oh Dios, oye mi oración, escucha mis ruegos;

Respóndeme por tu verdad, por tu justicia.

Y no entres en juicio con tu siervo; Porque no se justificará delante de ti ningún ser humano.

Porque ha perseguido el enemigo mi alma;

He postrado en tierra mi alma;

Me ha hecho habitar en tinieblas como los muertos.

Y mi espíritu se angustió dentro de mí;

Está desolado mi corazón.

 

Me acordé de los días antiguos;

Medité sobre todas tus acciones;

Reflexioné sobre las obras de tus manos.

Extendí mis manos a ti.

Mi alma llega a ti como la tierra sedienta.

 

Respóndeme pronto, oh Dios, porque desmaya mi espíritu;

No escondas de mí tu rostro,

No vaya yo a ser semejante a los que descienden a la sepultura.

Hazme oír por la mañana tu misericordia,

Porque en ti he confiado;

Hazme saber el camino por donde ande,

Porque a ti he elevado mi alma.

 

Libérame de mis enemigos, oh Dios;

En ti me refugio.

Enséñame a hacer tu voluntad,

porque tú eres mi Dios;

Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.

 

Por tu nombre, oh Dios, me vivificarás;

Por tu justicia sacarás mi alma de angustia.

Y por tu misericordia disiparás a mis enemigos,

Y destruirás a todos los adversarios de mi alma, Porque yo soy tu siervo.

 

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Missionary Leaflet # S51

Copyright © 1999 and Published by

Holy Protection Russian Orthodox Church

2049 Argyle Ave. Los Angeles, California 90068

Editor: Bishop Alexander (Mileant)

 

 

(penas.doc, 12-27-99)